RESEÑAS

Reseñas

Cuerpo, alma y espíritu. Ensayo filosófico Juan Antonio Martínez de la Fe , 17/04/2022
Cuerpo, alma y espíritu. Ensayo filosófico
Ficha Técnica

Título: Cuerpo, alma y espíritu. Ensayo filosófico
Autor: Salvador Anaya González
Edita: Editorial Senderos, Sevilla, 2020
Encuadernación: Tapa blanda con solapa
Número de páginas: 248
ISBN: 978-84-122414-2-6
Precio: 18 euros

Como bien reza el subtítulo, se trata de un ensayo filosófico. Lo que, en este caso, significa que aborda una aproximación a un tema complejo con propuestas, bien razonadas, para acometer su significado.

¿Qué movió a Salvador Arana a ofrecernos sus reflexiones sobre las preguntas fundamentales? Pues la incapacidad de la ciencia, pese a ser un conocimiento fiable, para darles adecuada respuesta. No se trata de cuestiones teóricas, un ejercicio de filigrana intelectual, no: necesitamos comprendernos a nosotros mismos para construir nuestra vida en consecuencia, por lo que deberíamos tener algunas respuestas aunque sea de manera precaria y provisional.

En este sentido, cabe destacar que lo que aquí se propone, desde un punto de vista objetivo, puede validarse a la luz de la ciencia actual porque no vulnera ninguno de sus principios de verdad, se basa en la experiencia directa que tiene el ser humano de sí mismo, deviniendo en un modelo coherente y una alternativa antropológica válida para dar cuenta de todo lo humano.

Ya, desde las primeras páginas, aborda el autor el problema de la conciencia, liberándolo de los márgenes de una antropología naturalista que la reduce a un subproducto o un epifenómeno de carácter físico, cuando de lo único que podemos predicar con propiedad el Ser es la conciencia. Probablemente, la nota más distintiva de los espiritualismos es la posibilidad de que haya algo en el ser humano que no pertenece al mundo natural.

De esta postura emanan conclusiones de gran trascendencia: “si la conciencia no se puede naturalizar, nada impide afirmar que es algo sobrenatural, ontológicamente distinta del cuerpo, de modo que es perfectamente asumible defender que no tendría que desaparecer con la muerte y, por tanto, en principio, nada impide apoyarse en ella para construir una antropología esencialista”.

Todo esto viene ampliamente desarrollado en lo que es la Introducción de la obra, donde se da cuenta de qué se entiende por alma y qué se entiende por espíritu, conceptos fundamentales para la comprensión de todo su amplio contenido. Así, el alma queda separada de sus tradicionales implicaciones biológicas y se emparenta con la conciencia, la subjetividad; y, para entender lo que la diferencia del espíritu es precisa la comprensión de lo que es cuerpo, desde el punto de vista ontológico.

El cuerpo

El cuerpo se construye a través de conexiones de células que se unen para desarrollar sus respectivas funciones, constituyendo un todo que es algo más que la suma de sus partes; en este sentido, y nuevamente desde el punto de vista ontológico, el todo de los cuerpos vivos no conscientes no es más que un todo funcional, de manera que el cuerpo, nuestro cuerpo, solo puede ser considerado como un todo cuando aparece la conciencia.

Entra en juego aquí la importancia de la biosemiótica, la disciplina encargada del estudio de la producción de signos a nivel básico. Será ella la que defienda que, en toda forma de vida, se dan necesariamente procesos de intercambio de mensajes, unos procesos de comunicación y significación que distinguen lo inerte de la vida. Y, si del cuerpo abstraemos la conciencia, la procesadora de la información, quedará reducido a una realidad procesual sin una unidad ontológica.

En este capítulo, el autor profundiza en diversas manifestaciones de la conciencia, como son la memoria, la percepción y la emoción, con especial dedicación a lo fenoménico y lo nouménico, su relación, que desemboca en la unidad psicofísica.

Y, por supuesto, destaca la relación del alma con el cuerpo. Analiza detenidamente los motivos por los que se rechaza el alma entendida en el sentido del hilemorfismo aristotélico, como la que da forma al cuerpo o materia, ya que, la realidad es que es el cuerpo el que da la forma al alma pues la faculta para actualizar sus potencialidades, a la vez que la delimita a aquello que puede hacer su cuerpo. En definitiva, el alma es el espíritu en el cuerpo que modifica radicalmente su forma de ser.

La conciencia

Basándose en el libro de Juan Aranas, La conciencia inexplicada, el autor manifiesta que “es perfectamente asumible que la conciencia no es algo natural y, por tanto, nada impide creer que no es una emergencia cerebral, sino un atributo del alma o del espíritu”, sin negar, lógicamente, la relación entre el sistema nervioso y la conciencia, que es una relación diferente a la naturalista fisicalista.

Es claro el valor adaptativo que ha tenido, y tiene, la conciencia en el desarrollo humano; pero, en lo que toca a su génesis, presenta algunos problemas. Sí parece evidente que su aparición supone un añadido, una emergencia de complicada explicación en su origen, con independencia de que se deje o no naturalizar. Implica un salto cualitativo del cual no tenemos una explicación ni definitiva ni provisional.

El organismo, como tal, tiene una unidad funcional que asume el conjunto de funciones que desarrolla el cuerpo; pero el sujeto humano “supone un nuevo tipo de unidad, una individualidad existencial en cuanto a que la naturaleza de su ser, aun concretándose estructural y funcionalmente, trasciende estas dimensiones físico-temporales en una unidad de existencia subjetiva que ya no se manifiesta como un proceso, sino como una realidad estable”.

Si la evolución es netamente una teoría física y si la conciencia subjetiva no es reducible a fenómenos físicos, esta, la conciencia, no quedaría explicada por la teoría evolucionista, aunque, evidentemente, para que haya conciencia se necesita la evolución de las pertinentes estructuras nerviosas.

Entonces, pues, ¿qué es la conciencia? Para el autor “es una facultad tan esencial al espíritu que se confunde con él”. Es, en pocas palabras, un fenómeno mental; y los fenómenos son el medio por el cual aprehendemos la realidad; pero es la conciencia la que los construye, por lo que no hay más fenómeno que el que se da a la conciencia.

Partiendo de estos mimbres, Salvador Anaya va analizando y aclarando conceptos relacionados con la conciencia, la subjetividad, la fenomenología y, con especial atención, a la conciencia pura; es decir, todos los pasos necesarios para llegar al apartado del espíritu.

El espíritu

Mejor, las propias palabras del autor: “Desde nuestros presupuestos el espíritu es un ser y, como tal, es uno, indiviso, una unidad sustantiva, pero siendo un ser tiene que tener ya alguna determinación; […] siendo una sustancia separada tiene en sí mismo su propio principio de individuación, su individualidad, aquello que hace lo que es y lo diferencia de los otros seres, de los otros espíritus individuales”.

Ontológicamente, el espíritu es ser y ser en acto, pero un acto puro, pues carece de toda determinación existencial. Ahora bien, dado que el ser humano no puede sino operar con categorías mundanas, no puede entender el espíritu en acto, sino solo en potencia de ser esto o aquello. De ahí que el espíritu no pueda considerarse en sus contenidos ni en sus actualidades, sino en sus facultades o potencialidades.

Para acceder a lo espiritual hay vías, como la introspección y, como algo muy en boga actualmente, mediante la relajación y meditación, préstamos tomados de las culturas orientales. Se habla, incluso, del misticismo como encuentro con el espíritu. Porque si se puede justificar como una realidad separada es porque es la conciencia la que puede desligarse de todo aquello que no esté relacionado con su verdadero y más esencial mundo interior.

Se abre aquí un amplio campo que aborda sabiamente el autor sobre el sentimiento, ya que en ese estado de profundidad interior, alejado de lo que perturbe su pureza, solo queda la pasividad, un puro padecer o sentir.

Ahora bien, si el criterio de verdad del mundo objetivo lo marca la ciencia, y si el de las ideas se mide por su valor intersubjetivo, “la verdad del espíritu solo se dirime en el sentimiento, pero solo en aquellos cuyo valor trasciende el mundo, valores trascendentales”. Unos valores que se reducen a tres Bien, Verdad y Belleza a los que el autor, con muy esmerado raciocinio, otorga una naturaleza muy superior a la que les concede el nominalismo o el conceptualismo, que los reduce a un recurso lingüístico pues para ellos lo universal, lo que trasciende, está en la mente, no en la realidad.

A estos tres valores les da el autor, tras detallado y minucioso estudio, la consideración de valor absoluto, con consistencia ontológica.

El alma

El alma no es el espíritu; tampoco el cuerpo; es el espíritu en el cuerpo. Es este un interesantísimo capítulo de la obra que comentamos, en el que se trata de “comprender cómo el espíritu se convierte en alma”, mediante el proceso por el que las categorías y facultades espirituales se determinan en el cuerpo y se convierte en facultades del alma.

“El alma se va llenando de todo lo que vivencia en el mundo, pero también el cuerpo se ‘llena del alma’, porque hace suyos e incorpora los estímulos conscientes y asume los movimientos aprendidos conscientemente”.

También el alma tiene sus valores, entre los que destaca el Amor, un valor trascendental que se alimenta del Bien y no puede ser explicado desde el evolucionismo y que se da solo en las formas sociales que pueden concretarse. Según explica el autor, el alma primero se determina por su vida corporal, atendiendo solo a los valores biológicos que la sumergen en la lucha por la supervivencia, valores, en definitiva, objetivos y egoístas; sin embargo, a medida que el yo entitativo se va construyendo, interiorizará los valores sociales que entran en conflicto con los biológicos, para intentar superar el egoísmo.

En el alma se entabla, pues, una lucha interna “porque descubre un nuevo deber ser que entra en conflicto con su propia naturaleza, con su forma de ser, pues ahora sabe que sus tendencias espontáneas, que sus deseos e inclinaciones no se corresponden con los valores espirituales”, por lo que debe purificarse: su crisol purificador es la lucha entre lo que se es y lo que se debe ser.

Así pues, primero el alma asume los hábitos instintivos corporales y los valores biológicos mediados por la conciencia sensorial; luego, cuando se va polarizando en la autoconciencia, se va desligando de ellos y se determina, en mayor medida, por los valores meramente sociales que también hace suyos; pero, a medida que se va polarizando en el espíritu, también se despega de ellos hasta que intuye el Bien objetivo y ya no persigue el Bien más que por el Bien mismo.

De especialmente interesante se puede calificar el apartado dedicado a la vida del alma más allá de la vida, cuando es un alma separada, así como al mundo del alma. Unas páginas que reconoce el autor como más especulativas, pero no por ello menos racionalmente fundadas.

Al tema del alma ha dedicado Salvador Anaya una monografía específica, ¿Qué es el alma?, editada bajo el mismo sello editorial y que comentaremos más adelante.

El libro se cierra con unos párrafos a modo de conclusión que resumen muy condensadamente las ideas principales desarrolladas en la obra. Este capítulo así como la Introducción constituyen dos elementos muy importantes para enmarcar convenientemente todo el desarrollo del ensayo que se va desenvolviendo en sus páginas.

Concluyendo

Nos encontramos ante un libro importante. La bibliografía sobre el cuerpo, sobre el alma o sobre el espíritu es abundante, debatiéndose en posturas con frecuencia enfrentadas acerca de la manera de entender cada uno de estos conceptos y, sobre todo, de relacionarlos entre sí.

Salvador Anaya afronta el reto y lo hace con un texto que requiere una lectura sosegada y reflexiva; no en vano se trata de un ensayo filosófico. Aun así, el lenguaje empleado, la nitidez de conceptos y la fundamentación lógica de sus propuestas hacen de la obra una apuesta que ofrece argumentos sólidos, a veces no exentos de especulación, para dar cimentación a una forma de entender y de entendernos a nosotros mismos.

Índice

INTRODUCCIÓN
1. Motivaciones
2. La antropología naturalista y el problema de la conciencia
3. El ser de la conciencia
4. Nuestra idea del alma
5. ¿Qué entendemos por espíritu?
6. Metafísica clásica: el modelo triádico

CAPÍTULO I: EL CUERPO
1. ¿Qué es un organismo desde el punto de vista ontológico?
2. Biosemiótica
3. Información y conciencia
4. Memoria corporales
5. Percepción y emoción
6. Fenoménico y nouménico: la unidad psicofísica
7. El todo de la conciencia
8. El principio formal. Animismo y vitalismo
9. Desustancialización del alma aristotélica

CAPÍTULO II: LA CONCIENCIA
1. Los fenómenos mentales: ¿la mente inconsciente?
2. Conciencia sensorial y sí-mismo
3. Sí-mismo y autoconciencia
4. Subjetividad, sujeto y conciencia
5. La fenomenología
5.1. Profundidad y espacio de representación
5.2. Autoconciencia: la conciencia psíquica
5.3. La conciencia pura: el reducto último
6. El yo trascendental. Kant
7. Edmund Husserl
7.1. Epojé
7.2. Reducción
7.3. El yo trascendental de Husserl

CAPÍTULO III: EL ESPÍRITU
1. Conciencia pura
2. Sentimiento puro
2.1. Vivencia del sentimiento puro
2.2. Angustia y esperanza
3. Conocimiento puro
4. El foco de atención mental: la voluntad pura
5. Memoria pura
6. La imaginación
7. La unicidad del espíritu
8. Los trascendentales: el Bien con mayúsculas
8.1. El bien de la vida
8.2. El bien del alma
8.3. Sentimiento del bien: la justicia
8.4. Sentimiento de misericordia
8.5. Sentimiento de esperanza
8.6. Sentimiento de belleza
8.7. Sentimiento de la verdad

CAPÍTULO IV: EL ALMA
1. El yo del alma
2. Las facultades del alma
3. Los valores del alma
4. La purificación del alma
5. La “vida” del alma más allá de la vida
5.1. El alma separada
5.2. El mundo del alma

CONCLUSIÓN

BIBLIOGRAFÍA

Facebook Twitter LinkedIn Google Meneame Viadeo Pinterest
17/04/2022 Comentarios

Ficha Técnica

Título: El pequeño gran libro de la felicidad. 21 pasos para alcanzarla.
Autora: Felicidad Cristóbal
Editorial: Almuzara
ISBN: 978-84-18648-36-6
Páginas: 128
Tamaño: 14,50 x 22 c
 
El Premio Nobel de la Paz en 2006, Muhammad Yunus, ha dicho que el sistema económico actual nos ha convertido en robots que hacen dinero, y que ha llegado el momento de reafirmarnos como seres humanos.

Agradece a Felicidad Cristóbal que recuerde esta necesidad con este libro, que nos ayuda a despertar como seres humanos.

La obra, en formato opúsculo, traza un itinerario interior que conduce a la felicidad a través de 21 pasos, aclarando que hay mitos sobre la felicidad que no responden a la realidad.

Añade que el ver el éxito de otra forma puede ayudarnos a conseguirla, así como asumir que el verdadero cambio está en la forma que tenemos de pensar sobre lo que sucede, sobre nosotros y sobre los que nos rodean.

Hay algo que difícilmente podemos cambiar, que es la dinámica de la vida, que se presenta muchas veces caótica, pero lo que sí podemos cambiar es la forma en que vivimos nuestra experiencia cotidiana. Ese es el principio de la sabiduría que conduce a la Felicidad, viene a decir la autora.

Trabajar dentro de nosotros conceptos como adquirir estabilidad mental, alcanzar el perdón, comprender la aceptación, entender la gratitud, encontrar nuestro propósito y darle la bienvenida a la transitoriedad de la vida, nos proporcionará mucha más felicidad de lo que jamás hubiéramos imaginado, señala la autora.

Destaca al respecto dos condiciones previas para alcanzar la felicidad: haber vivido lo suficiente para preguntarnos si no hay otra forma de vivir, y estar decididos a no dejar nuestra felicidad en manos de nadie.

También recuerda que en algún momento se hace necesario descubrir el sentido de nuestra vida, y cita a Platón para definir la misión de la vida como prestar atención al alma humana, al mundo interior de cada persona que tanto ha costado construir a lo largo de nuestra evolución como especie.

Y concluye: encontrar nuestra misión en la vida es como tocar nuestra propia música, y no la de otros. Porque tenemos un inmenso regalo en nuestras manos: nuestra vida, que nos da la oportunidad de alcanzar la profunda paz que reina en el universo, ese amor que mueve al Sol y a las estrellas, que decía Dante en la Divina Comedia.
Facebook Twitter LinkedIn Google Meneame Viadeo Pinterest
24/03/2022 Comentarios

Reseñas

Contra apocalípticos. Ecologismo. Animalismo. Posthumanismo Juan Antonio Martínez de la Fe , 12/03/2022
Contra apocalípticos. Ecologismo. Animalismo. Posthumanismo
Ficha Técnica

Título: Contra apocalípticos. Ecologismo. Animalismo. Posthumanismo
Autor: Jesús Zamora Bonilla
Edita: Shackleton Books, Barcelona, 2021
Encuadernación: Tapa blanda con solapas
Número de páginas: 320
ISBN: 978-84-18139-55-0
Precio: 18,90 euros

No es aventurado pensar en un apocalipsis a la vista de los acontecimientos que vivimos a diario. Una situación que ha llevado a muchas personas a tener que recurrir a profesionales de la psicología o la psiquiatría, agobiadas y oprimidas por la abundante y casi continua presencia de noticias que las llenan de angustia.

No hace mucho tiempo, nos hicimos eco de la presencia de un libro, No hay apocalipsis, de Michael Shellenberger. Hacía referencia, sobre todo, a las consecuencias del cambio climático. Ataca a la manera en que es comunicada esa realidad, marcada con caracteres apocalípticos, faltando a una necesaria objetividad informativa. Objetividad que se apoya en los mismos documentos oficiales en los que se basan los titulares catastrofistas.

No es el único caso. Por ejemplo, el diario La Provincia, en la página 85 de su edición de 27 de febrero pasado, incluye un artículo con el título de "Un estudio descarta el peor escenario posible: 4º-5º C". Ciertamente, no son ejemplos de este estilo los que abundan, pero sí se vislumbran aproximaciones a la realidad desde otros puntos de vista.

El libro que hoy comentamos va más allá. Su autor, Jesús Zamora Bonilla, ofrece un andamiaje intelectual, con el necesario rigor metodológico, para poder situar, en su adecuado contexto, algunas de las teorías apocalípticas que hoy nos asedian. No niega lo que es evidente: la existencia de esos problemas de indudable gravedad. Pero nos ayuda, de manera certera, a conocer el alcance real de las amenazas que se defienden. Disponer de las herramientas que nos ofrece Zamora Bonilla es una gran aportación para serenar perspectivas abriendo un amplio campo de posibilidades.

Apocalípticos

Una buena forma de comenzar es a quiénes denomina el autor como apocalípticos. Lo aclara desde el principio: apocalípticos son, por un lado, los que están convencidos de que el fin de nuestra civilización es inminente, especialmente, por el cambio climático; y, por otro, a quienes aseguran que nos encontramos en un cambio de fase muy radical, caracterizado por el abandono del humanismo ilustrado, responsable, según sus defensores, de la mayoría de nuestros males, en especial, el capitalismo global.

Como se ve, el campo a abordar es muy vasto, por lo que el autor se va a restringir a tres aspectos: los apocalípticos del cambio climático, los animalistas radicales y los autodenominados posthumanistas. Y reitera: no se trata de una enmienda a la totalidad de estas posturas, sino de una crítica a sus versiones más extremistas.

Y ello, apelando a la razón: “la única actitud racional ante un debate que se refiere a asuntos dominados por la incertidumbre y la complejidad es la de no aferrarnos con demasiada vehemencia a nuestras convicciones morales”. En definitiva, se trata de un relativismo que no consiste en estar convencido de que todo da igual, no; se trata de ser conscientes de la relatividad de los valores de cada uno, de la falibilidad de los propios argumentos y principios éticos.

Un principio este, el del relativismo, que se enfrenta a posiciones muy firmes e inamovibles, sostenidas por quienes se suelen indignar con que otros relativicen sus aspiraciones y sus creencias. Se basa en la doctrina filosófica denominada metaética que analiza en qué consiste tener una postura moral y que concluye que los juicios, preferencias o valoraciones morales no son verdades objetivas sino que suelen fundamentarse en las emociones.

Y esto viene a cuento porque, a veces, edificios conceptuales, sean de la índole que sean, intentan ser llevados demasiado lejos, llegando a superar determinadas barreras, tachando a quienes sustentan otras posturas como no acordes con la filosofía moral, cargándolas de una valoración ética negativa. Y una evidente multiplicidad de sistemas morales debería hacernos sospechar de la imposibilidad de definir el sistema moral objetivamente óptimo. Por lo que el autor suspira por que nuestros instintos morales sean domesticados a través de un proceso racional de deliberación pública.

Estas primeras páginas del libro son sumamente interesantes. De hecho, en ellas el autor explica ampliamente los fundamentos filosóficos que sostienen las posturas que defiende a lo largo del libro.

El clima

Zamora Bonilla centra el problema refiriéndose, primeramente al cambio climático. Aborda la cuestión partiendo de los llamados sesgos cognitivos: cuando alguien defiende una postura como solución al problema cuando, en realidad, pretende que se acepte aquella o aquellas que llevan a conclusiones que sean beneficiosas para él. Beneficiosas en el sentido de que ratifican la postura que se defiende. En esta línea, y partiendo de su posición objetiva, el autor, seguidor de las teorías científicas que pueden sustentar una premisa, advierte de que estas no son infalibles.

Dicho esto, distingue varios modelos frecuentes de un ecologismo que pueden ir más allá de lo objetivamente afirmable. Habla, así, del ecologismo cascarrabias, el ecologismo de sacristía (basado, fundamentalmente, en la encíclica Laudato si, del Papa Francisco) y el ecologismo postmoderno.

Las teorías apocalípticas no son nada nuevo. La historia está llena de ellas. Aquí, el autor procura explicar por qué nos resultan tan fascinantes, atribuyendo esa fascinación a cuatro sesgos cognitivos: el mero pesimismo, el sesgo de confirmación, la falta de imaginación y el sesgo del relato, que detalla concienzudamente.

Hay quien preconiza el final de la civilización tal y como la conocemos. También Zamora Bonilla se encarga de desmenuzar su intención apocalíptica, relativizándola: continuamente asistimos a finales de una forma de civilización tal y como la conocíamos para entrar en otra nueva. Se detiene, igualmente, en lo que dicen los informes científicos oficiales sobre la probabilidad de los escenarios más apocalípticos.

De especial interés es el apartado que dedica a lo que se viene llamando Antropoceno. Arrancando de las definiciones de esta pretendida nueva era, va desbrozando sus posibles significados y posibilidades de existencia real. “El Antropoceno no es, por lo tanto, un hecho científico”, afirma con rotundidad y con razón.

Humanistas y animalistas

Las corrientes animalistas, defensoras de los animales y sus derechos, han irrumpido en nuestra sociedad. Movidas por un razonado y razonable impulso de defensa de cuanto supone vida, sin cerrarse en la vida humana, plantean sus reivindicaciones a la sociedad que, con frecuencia, responde aceptando muchas de ellas.

No rehúye el autor el dilema del valor. ¿Qué objetos, qué seres tienen valor? ¿Lo tienen por el mero hecho de existir? Y, supuesto el valor de algo existente, surge la imperiosa necesidad de una actitud ética hacia él, dotándole, por ende, de derechos.

La posición del autor es clara: “los derechos de los seres humano gozan de prioridad, en general, sobre los derechos de los animales, a pesar del hecho biológico indudable de que los animales son, quizá en su mayoría, capaces de experimentar placer y dolor, y de que muchos de ellos poseen un grado de inteligencia nada desdeñable”.

Es importante en este momento aclarar las diferencias entre i[
bios]i y zoé, dos términos griegos que definen lo que nosotros resumimos en la palabra vida, algo que el autor realiza pormenorizadamente como base a sus propuestas.

En fin, Zamora Bonilla nos habla del veganismo, de los límites de los derechos animales y de la psicología vegetal. Conceptos todos ellos que, a veces, marcan sus tendencias asimilándolas a criterios morales o éticos que cuentan con otras posturas cuando menos tan respetables.

Posthumanismo

Para el autor, el posthumanismo es un humanismo; ni más, ni menos. Y lo enfrenta al concepto, también muy en boga, del transhumanismo. Este último consiste, básicamente, en una serie de enfoques sobre cómo mejorar al ser humano mediante la tecnología; mientras que el posthumanismo piensa que ya se ha dejado atrás el ser humano y que, más que mejorar al ser humano, lo que hay que hacer es proceder a su deconstrucción.

El posthumanismo supone el rechazo a varias tesis que caracterizan al pensamiento moderno o ilustrado y supera, no solo el antropocentrismo (la noción de que hay una esencia humana universal), sino, incluso, el biocentrismo. También supone el rechazo a comprender el mundo mediante parejas de conceptos dicotómicos, propias del dualismo, sustituyendo esta visión por otra en la que todos los límites son fluidos y cambiantes.

Razonamientos que llevan a Zamora Bonilla a abordar temas tan interesantes como la posibilidad de que nuestra vida se desarrolle en una realidad virtual, el actual tema de las fake news y la posverdad o, muy interesante, su visión de cómo podrá ser nuestro futuro a larguísimo plazo.

Conclusión

Esta breve nota se ha limitado a apuntar algunos de los muy interesantes temas que aborda el libro. Solo una lectura del Sumario ya nos advierte de que hay otros asuntos, vinculados con el argumento principal de la obra, que merecen una lectura.

Es muy recomendable el análisis sosegado de la primera parte del libro, titulada Relativizando. Ahí hallaremos la plataforma sobre la que Zamora Bonilla aborda los siguientes capítulos.

El autor nos atrapa desde las primeras líneas, haciendo difícil tener que abandonar el libro, incapaces de abarcarlo de una sola vez, dada su amplitud. Pero, tanto el lenguaje asequible, adobado con clarificadores ejemplos, como lo interesante y sugerente de la temática que trata, hacen de este libro un atractivo y sugestivo título.

No se trata, evidentemente, de desbaratar el argumentario que, desde diferentes perspectivas, muy razonables muchas de ellas, nos salen al paso diariamente por parte de apocalípticos varios; no. Lo que nos permite la lectura de esta obra es relativizar y objetivar esas informaciones, ampliando el estrecho y agobiante horizonte que suelen proponer. Desde luego, una lectura sumamente recomendable.

Índice

Primera parte. Relativizando
I. Apocalípticos y humanistas
II. ¡Viva el relativismo!
III. Sobre los fundamentos de la moral

Segunda parte. Si la tierra se calienta, mantén la cabeza fría
IV. “¿Qué hay de lo mío?” Sobre algunas variedades del ecologismo
V. ¿Por qué nos fascina el apocalipsis?
VI. El final de la civilización tal y como la conocemos
VII. ¿De cuánto dinero estamos hablando?
VIII. ¿Apocalipsis o Antropoceno?

Tercera parte. Humanismo versus animalismo
IX. El loco y la linde
X. La superior dignidad moral del ser humano
XI. El bios y la zoé
XII. El reverendo Malthus y el veganismo
XIII. Los límites de los derechos animales
XIV. Un poco de psicología vegetal
XV. Animalismo frente a ecologismo

Cuarta parte. Posthumano, demasiado posthumano
XVI. El posthumanismo es un humanismo
XVII. Posthumanismo y ciencia
XVIII. El dataísmo: un posthumanismo racionalista
XIX. La singularidad tecnológica: un singular disparate
XX. No vivimos en una realidad virtual
XXI. Relativizando la posverdad y las fake news
XXII. Derechos L’Oréal: “porque yo lo valgo”. Crítica de los derechos posthumanos
XXIII. El futuro de las posthumanidades

A manera de conclusión. Por los siglos de los siglos
XXIV. Sobre nuestro futuro a larguísimo plazo





Facebook Twitter LinkedIn Google Meneame Viadeo Pinterest
12/03/2022 Comentarios

Reseñas

El holocausto cátaro Juan Antonio Martínez de la Fe , 21/02/2022
El holocausto cátaro
Ficha Técnica

Título: El holocausto cátaro
Autor: Jesús Ávila Granados
Edita: Editorial Nazarí, Granada, 2021
Colección: Arrayanes
Encuadernación: Tapa blanda con solapas
Número de páginas: 504
ISBN: 978-84-18163-59-3
Precio: 24 euros

Nos encontramos ante un libro de una utilidad práctica. No es un tratado sobre los cátaros, tema acerca del cual existe abundante y excelente bibliografía; se centra, especialmente, en los sucesos acaecidos en la región occitana de Francia tras la llamada a la cruzada contra los albigenses, como también eran conocidos estos idealistas y honestos fieles.

Tratando de explicar los orígenes del catarismo, los motivos para su vibrante expansión y su trágico final, el autor ofrece una serie de capítulos, no amplios, muy concisos, sobre diferentes aspectos de esta creencia. Estos capítulos constituyen un excelente marco que brinda la perspectiva necesaria para entender las vicisitudes que se exponen en el resto de la obra.

Trata de entroncar su existencia con manifestaciones religiosas muy anteriores, como el zoroastrismo, las predicadas por Mani o los bogomilos. Quizás sea este el apartado más polémico del libro, ya que otros especialistas en este asunto sostienen la imposibilidad de que se produjera este fenómeno de relación. Solo por citar un ejemplo reciente, la lectura del artículo “La fe de los cátaros”, firmado por el profesor Carles Gascón Chopo, en el número 212 de la revista Historia de National Geographic nos lleva a otro planteamiento; así, leemos: “… la transmigración de las almas, lo que ha llevado a algunos historiadores a aventurar su relación con doctrinas orientales, incluso con el budismo, algo que debe descartarse dado del nulo conocimiento que el Occidente medieval tenía de las religiones orientales”. Aunque, evidentemente, Ávila Granados sustenta sus hipótesis con razonamientos que pueden resultar convincentes.

Jesús Ávila Granados realiza un acertado resumen de lo ocurrido. Tras exponer el contexto en el que hace su aparición el catarismo, detallando los aspectos culturales, sociales, económicos y políticos de la época y de la región del Languedoc, se detiene en relatarnos los principales hitos que marcaron la desaparición, trágica desaparición, de estos “hombres buenos”, motivados por razones no siempre estrictamente religiosas. La posible relación entre cátaros y templarios es tema recurrente en el libro. La cruzada papal, la lucha llevada a cabo plaza por plaza en el intento de borrar todo rastro de la herejía, … Todo esto se encuentra en este libro, narrado escuetamente, aunque con suficiente información, con acierto.

Luego nos encontramos una extensa lista de capítulos breves en los que se exponen tanto conceptos básicos de la creencia cátara como la explicación de sus rituales, lugares de celebración, los símbolos que utilizaban, etc. Desde animales, como el pelícano, la paloma, la oca o el pez, hasta árboles como el roble, el ciprés o la palmera; símbolos que relaciona con otras religiones o culturas que también hacen uso de ellos.

Pero, quizás, lo más importante de esta obra, de clara intención divulgativa, es la guía que ofrece para recorrer los distintos puntos de la geografía francesa donde vivieron los cátaros y en los que, uno tras otro, fueron exterminados de manera trágica y horrible en la hoguera, a manos de tropas y cruzados que, por diferentes motivos, se ensañaron contra quienes solo buscaban la perfección.

Este bloque, que ocupa un amplio espacio en la obra, es destacable. En él, se describen las localidades que sirvieron de refugio a los cátaros, la defensa que de ellos hicieron quienes los apoyaban con las armas, igualmente movidos por motivaciones dispares, no siempre relacionadas con la religión. Ellos, los hombres y mujeres puros, no ofrecían resistencia; no se dejaban amedrentar por los tormentos que les aguardaban y la dolorosa muerte que tenían que afrontar, sin renunciar a su fe, convencidos de sus creencias; pocas deserciones hubo, cuando fueron cientos los mártires víctimas de tan enfebrecida persecución.

La obra se cierra con una selecta bibliografía separada por bloques temáticos y un glosario de términos muy útil para comprender en toda su extensión su contenido. Incluye un posible itinerario para que los interesados puedan seguir metódicamente las rutas cátaras.

Concluyendo

El autor ha pretendido en este libro ofrecernos un acercamiento al mundo de los cátaros: su historia, su inserción social, y, sobre todo, su exterminio. Para ayudar a entender el fenómeno que supuso su aparición y agitada existencia, resume, igualmente, el entorno que los rodeó: ambiciones políticas, rechazo profundo a la crítica viva que suponían para la Iglesia oficial, y los intereses económicos que no faltaron.

Su importancia radica, probablemente, en la buena guía que supone para el lector interesado que desea recorrer y pisar los pueblos y ciudades que aquellos hombre buenos transitaron dando ejemplo de vida austera y anhelante de perfección. De cada plaza, describe cómo sirvieron de refugio a los que huían de la barbarie persecutoria, los ataques que sufrieron, quiénes fueron sus protagonistas y la caída final, en casos heroica, que culminó en la hoguera que abrasó a estos admirables creyentes. Todo ello con fiel conocimiento, como corresponde a quien escribe con información in situ y de primera mano.

Índice

Prólogo
Introducción
Desde los confines de Persia hasta Occitania
Zaratustra
Mani
Bogomilismo
El catarismo
Europa cerrada y Europa abierta
Del libre comercio a la tragedia de la guerra
La destrucción de un concepto de vida
Cátaros en el Languedoc
La cruzada papal
Conquista plaza por plaza
Ayuda y muerte del rey de Aragón
Nuevo asedio a la ciudad de Toulouse
La bastida, un fenómeno sociocultural
Éxitos para Francia y la Iglesia
Símbolo del catarismo
Los poderes del miedo
Bélibaste, el último perfecto de Occitania
El pensamiento cátaro
La religión cátara
Una búsqueda perpetua de la perfección cristiana
El ritual cátaro
De las grutas prehistóricas a los ritos de iniciación medievales
La búsqueda de la perfección
Estelas discoidales
El papel de la mujer en la sociedad occitana medievales
Los símbolos esotéricos del catarismo
Simbología
El culto al Dios solar
El lenguaje de las cartas sagradas
Occidente
Los términos del “Más allá”
El sol cátaro
Equinoccios y solsticios
El obelisco
Los árboles sagrados
El roble
El ciprés
La visión musulmana
La palmera
El Padrenuestro
El pentágono
El Santo Grial
La dualidad: Bien/Mal
El libre albedrío
La estrella de doce puntas
Los animales sagrados
El pelícano
La paloma
La oca
El pez

Los enclaves cátaros de Francia

L’Arriège: Foix.- Londat.- Mirepoix.- Montaillou.- Montréal-de-Sos.- Montségur (La búsqueda del Grial.- Altar solar).- Pamiers.- Pereille.- Roquefixade.- Saverdun.- Tarascon-sur-Ariège.- Ussat-les-Bains.- Usson.

Aude: Aguilar.- Aler.- Arquès.- Bram.- Carcasona.- Castelnaudary.- Cubières-sur-Cinoble.- Fanjeaux.- Fontfroide.- Lagrasse.- Lastours-Cabaret.- Les Cassés.- Limoux.- Montferrand.- Montmaur.- Montréal.- Narbona.- Padern.- Peyrepertuse.- Pieusse.- Puilaurens.- Puivert.- Quéribus.- Rennes-le-Cháteau.- Roquefeuil.- Saissac.- Termes.- Villerouge-Termenès.

Aveyron: Millau.- Morlhonj.- Najac.- Sévérac-le-Cháteau.

Dordogne: Beynac.- Biron.- Castelnaud.- Domme.- Montfort.- Sarlat.

Gard: Beaucaire.- Saint-Gilles.

Haut-Garonne: Auterive.- Avignonet.- Muret.- Roquefort-sur-Garonne.- Saint-Felix-Lauragais.- Toulouse.- Verfeil.- Villemur.

Haut-Pyrénées: Lourdes.

Hérault: Béziers.- Minerva.- Puysserguier.

Lot
: Cahors.- Castelanau-Montratier.- Gourdon.- Luzech.- Montcup.- Rocamadour.- Saint-Cirq-Lapopie.

Lot-et-Garonne: Agen.- Casseneuil.- Gavaudun.- Marmande.- Penne-d’Agenais.- Pujols.- Tonneins.

Tarn: Albi.- Castres.- Cordes-sur-Ciel.- Gaillac.- Hautpoul- Mazamet.- Lagrave.- Lavaur.- Lombers.- Montgey.- Penne d’Albigeois.- Puycelsi.- Puylaurens.- Rabastens.- Saint-Marcel.

Tarn-et-Garonne: Bruniquel.- Castelsarrasin.- Caylus.- Laquépie.- Moissac.- Montauban.- Saint-Antonin-Noble-Val.- Verdun-sur-Garonne.

Vaucluse: Avignon.

Tras las huellas del catarismo
El sentier cathare
El camí dels bons homes
Glosario de términos
Dirección de interés
Bibliografía
A) Arquitectura.- B) General.- C) Geografía-Etnología.- D) Historia.- E) Monografías.- F) Religión.
Agradecimientos



Facebook Twitter LinkedIn Google Meneame Viadeo Pinterest
21/02/2022 Comentarios

Reseñas

Asombro ante lo absoluto. Ocho actitudes en presencia de lo sublime Juan Antonio Martínez de la Fe , 16/01/2022
Asombro ante lo absoluto. Ocho actitudes en presencia de lo sublime
Ficha Técnica

Título: Asombro ante lo absoluto. Ocho actitudes en presencia de lo sublime
Autor: Héctor Sevilla
Edita: Editorial Kairós, Barcelona, 2021
Colección: Sabiduría Perenne
Encuadernación: Tapa blanda con solapas
Número de páginas: 400
ISBN: 978-84-9988-843-9
Precio: 20 euros

No es la primera vez que Héctor Sevilla nos adentra por estos caminos de la trascendencia y lo trasnpersonal. Y no defrauda en la presente ocasión con este nuevo título de su bibliografía.

Claro es que conviene saber de qué hablamos cuando se habla de asombro. Por tal entendemos una vivencia que se desprende de la incertidumbre ante algo que capta de manera intensa nuestra atención; probablemente, seremos incapaces de explicar lo que se intuye o se observa, pero no nos cabe duda de su realidad puesto que somos testigos de ello. Como bien dice el autor, “lo asombroso rompe con la cotidianidad, modifica nuestra perspectiva y nos ofrece la noción de que hay algo más, por encima de lo humano, que no se sujeta a sus nominaciones o límites”. Entra de lleno, pues, en lo transpersonal, una idea que atraviesa toda la obra.

Algunas observaciones conviene apuntar. La primera es que la humildad, el reconocer la carencia de respuestas ante lo que nos asombra, es un requisito indispensable para que aquel despunte: no hay asombro en la autosuficiencia. En segundo lugar, que ese absoluto que nos prende el asombro no está necesariamente vinculado con la divinidad que propone cualquier religión; concierne, más bien, a lo aún no explicado, a lo que permanece desconocido. En tercer lugar, reseñar que todo asombro viene acompañado de una derivación conductual, es decir, produce un efecto en la vida; no asombrarse es perder la oportunidad que cada vida contiene.

Algunas advertencias nos hace el autor que es bueno tener en cuenta. Por ejemplo, que, cuando alude a la experiencia del asombro, no se inmiscuye en la que se asocia a la sorpresa o al extrañamiento, reacciones ambas que derivan de la discordancia entre la expectativa y lo visto o conocido. También nos advierte de que la materia del asombro podría ser tan diversa como el tipo de experiencias de asombro que existan.

Igualmente, hay que tener presente que no nos hallamos ante un libro de autoayuda: “quien busque en este libro una explicación concreta de lo que conduce al asombro se verá decepcionado”. Así mismo, esta obra se enfoca, de manera exclusiva, en ocho alternativas derivadas del asombro, dejando fuera otras posibilidades que también podrían ser concebidas.

¿Qué alcances puede tener el presente estudio? Héctor Sevilla lo deja claro: corresponde al posible lector encontrarlos y obtener de ellos algún provecho. Lo que sí hace es centrarse en seis pautas generales que detonan las posturas ante el misterio de lo absoluto: la pasión, la cognición, la contemplación, la conexión y el testimonio. Pautas que se desarrollan en los ocho capítulos de los que se compone el libro. Eso sí: inciden en su conjunto en la idea de que no hay una sola manera de vivir lo transpersonal; los caminos pueden diferir en la forma, siendo sustentados en un fondo que los une; en cualquier caso, “es inapropiado tratar de adecuarse a una postura religiosa, mística, artística o científica, sin el asombro básico que detona el interés y la motivación por vincularse a lo universal, disponerse al misterio, expresar la noción transpersonal o descifrar los enigmas del mundo”.

Pasión

Se trata, fundamentalmente, de los atributos pasionales de Dios, exponiendo diversas teorías sobre este particular en diferentes corrientes y autores. Quizás, la síntesis de este controvertido asunto, sería que la elección por el pathos divino tendría que focalizar el riesgo de convertir a Dios en una imagen del hombre. “Tras el asombro ante lo absoluto, cuando esto realmente acontece, la consideración del pathos divino es una opción singular, exigente y no apta para todos”, concluye el autor.

Para llegar a esta conclusión, probablemente sintética en exceso, Héctor Sevilla nos propone un recorrido por diferentes aspectos esenciales de la tradición judía, así como refiere los vínculos y controversias temáticas entre Heschel (autor profusamente citado en toda la obra), Maimónides y Spinoza, especialmente los que aluden a los atributos de Dios y su tipo de relación con los hombres.

Spinoza ocupa un lugar central, al analizarse la crítica que dirigió a la tradición y las consecuencias que arrastraron tales crítica sobre este pensador. Igualmente, las posturas ante Spinoza sostenidas por Heschel y otros eruditos del judaísmo se analizan en detalle.

Finalmente, el autor nos propone un análisis de algunas de las condenas más importantes hacia la concepción antropomórfica de lo divino y las “implicaciones de asumirse como alguien que siente la pasión de Dios”.

Cognición

Este segundo bloque cuenta con dos capítulos cuyos títulos apuntan muy claramente su contenido: Aceptar que no se conoce a Dios y Suspender el juicio. No se trata de centrarse en la disputa sobre cuál es la visión de Dios que se ha de tener, no; el enfoque es, justamente, la imposibilidad del conocimiento de Dios. Efectivamente: cuando se produce el asombro por el vislumbre de lo absoluto, es el momento de reconocer la propia limitación para definir lo que está más allá de todo saber, por lo que hay que asumir el límite y la precariedad de nuestras posibilidades cognitivas.

Tal limitación puede conducir, como de hecho así ha ocurrido, al escepticismo que propugna, como consecuencia de las limitaciones para conocer y, por tanto, definir a Dios, la suspensión del juicio, antes de proceder a negar su existencia ante nuestra imposibilidad de aprehenderlo. Porque la suspensión del juicio consiste en lograr una imperturbabilidad que se sostiene en la renuncia al conocimiento, no solo en la aceptación de lo que no se conoce.

Osadía teológica denomina Héctor Sevilla al atrevimiento de las religiones institucionalizadas por mostrar un Dios al que es imposible conocer; una osadía que lleva a unas quiméricas alusiones a su naturaleza. Pero, evidentemente, no se han de desdeñar como vías de conocimiento la contemplación de lo absoluto o la experiencia no sensorial.

Problema añadido es la incapacidad del lenguaje para explicar y describir adecuadamente lo que está más allá de lo tangible, “de lo cual se desprende la intuición de la esencia misteriosa, intangible, incognoscible e innombrable de Dios”. Un desconocimiento que, por su propia naturaleza, no puede ser condenable.

Contemplación

“La intuición de lo absoluto conduce al reconocimiento de que no poseemos el control del universo […] Cuando nada queda de los anteriores sostenes intelectuales, la vacuidad es lo que se hace presente. La vacuidad conlleva la consideración de la nada y la opción de su fundamento”. Es la contemplación de esta vacuidad a la que alude el autor, pues mantiene nuestra atención en las implicaciones de la nada en la vida humana y su fricción con la noción del pathos divino.

Si reconocemos nuestro no saber, damos un importante paso que nos reclama un mayor nivel de exigencia, para adentrarnos en el abismo de la vacuidad con toda la incertidumbre que emana. En el fondo, de lo que se trata es de desestimar la verdad que el humano pretende enseñar.

Se abordan en esta parte las vías de la imperturbabilidad escéptica, abriendo, por otro lado, la puerta de la ironía y el absurdo de las explicaciones humanas, así como la pauta de la contemplación, partiendo del reconocimiento de la vacuidad y la opción por concebir lo transpersonal. Analiza el autor varias corrientes, entre ellas el judaísmo y su enfoque tradicional al igual que la postura de Eckhart y su influencia en la Iglesia de su tiempo, especialmente por promover que la elección por Dios ha de comenzarse por la renuncia a las figuraciones sobre Él.

Hay, por supuesto, obstáculos de diversa índole, incluidos los religiosos, que reprimen la experiencia sensible de lo transpersonal. También se alude al engaño de absolutizar los valores y al peligro de autocontentarse con las propias conjeturas. Extremos tales como la voluntad de Dios, la finalidad de la existencia o la naturaleza del yo son también abordados aquí.

Nuestro desconocimiento radical de Dios nos lleva a cierta conciencia de lo sagrado y de la fugacidad de la vida, punto de arranque para la suspensión del juicio y el reconocimiento de la no-dualidad, tema este de reconocida actualidad.

Es prácticamente imposible reducir a unas pocas líneas el análisis pormenorizado que hace Héctor Sevilla de los extremos aquí simplemente esbozados. Con una perfecta ilación de los contenidos, puede llevarnos a cuestionarnos algunos puntos de nuestra propia visión sobre ciertos temas, como puede ser el del papel de la vida religiosa, especialmente, la contemplativa.

Conexión

Postula el autor que, del asombro ante lo absoluto, nace una corriente que nos lleva al encuentro y al reconocimiento de la otredad, a recobrar la empatía, entendida como una coincidencia con la esencia del otro y que nos lleva a retornar al punto esencial en el que todos los seres estuvimos fusionados en la fuente primigenia. De lo transpersonal se pasa a lo interpersonal, a una postura respetuosamente receptiva del otro. No se trata, entiéndase, de un buenismo acrítico sino de una postura revestida en cualquier caso de prudencia. Estar abiertos a la empatía ha de obligarnos a examinar lo que percibimos y a ser aptos para captar el posible engaño.

En efecto: el autor analiza la relación entre la empatía y la congruencia. No basta con saber que el otro está ahí; es preciso resaltar la independencia entre su ser real y nuestra figuración de lo que es ese otro.

En cualquier caso, poco valdría una compenetración con el misterio de lo absoluto si de esa compenetración no surge una solidaridad ante el sufrimiento del mundo hasta el punto de que es lícito dudar de la autenticidad de cualquier intuición de lo transpersonal si no confluye en un cierto aprecio por lo personal. La empatía solo se edifica cuando observamos a otro sujeto sin pretensiones de cosificarlo o tratarlo como objeto; lo que no significa que debamos cargar con el peso que le corresponde al otro. Con contundencia lo expresa Sevilla: “Si bien se ha propuesto y reiterado hasta el cansancio la consigna de ‘poner la otra mejilla’ ante las agresiones, estas no deben continuar eternamente”.

Son estos solo unos esbozos de los muy variados y profundos aspectos que sobre la empatía nos propone el autor.

Testimonio

Se parte de la idea de una conciencia que es fuerza motriz integradora del aprendizaje. En este sentido, en un primer bloque, Héctor Sevilla se apoya en entrevistas realizadas a la mejicana Ana María González, así como en sus obras, para explicar todo lo relacionado con una educación holística, para ofrecer, también, una síntesis de sus aportaciones al pensamiento educativo y transpersonal en Iberoamérica.

El fundamento de esta educación holística se encuentra en la concepción del ser humano como un ser que incluye aspectos multidimensionales que merecen ser analizados desde una visión de conjunto y que lo involucran en una comprensión transpersonal de lo humano y su integración en una globalidad que lo trasciende e integra.

En esta senda, cambiar la forma de concebir a Dios representa un escalón fundamental en el camino de una educación holística; a Dios se lo piensa como lo Absoluto, la totalidad, el Vacío que Todo lo contiene, el Todo y la Nada, la Unidad en la Multiplicidad. En pocas palabras, en una concepción dentro de lo que encierra la filosofía de lo transpersonal.

Finalmente y cerrando este apartado, se ofrece como testimonio el producido por los artistas, mostrando que su expresión a través del arte es también una modalidad de vivencia espiritual. Desde luego, el arte ofrece variadas manifestaciones, pero Héctor Sevilla opta aquí por el arte producido por los escritores, con consideraciones a las fuentes originarias de su labor y la motivación que los conduce a buscar una estética del lenguaje.

Teniendo en cuenta que el arte es una vía de exposición del misterio, el autor profundiza en la relación del oficio de escritor con lo transpersonal: “cuando el pensador y el artista, o ambos en uno solo, se conjugan para percibir lo sublime en la belleza, se convierten en testimonio de su asombro tras superar la insensibilidad mediante su perspectiva holística”.

A modo de colofón

A lo largo de toda la obra, son muchos los párrafos del autor que supondrían un broche a su ensayo. Quizás este no sea el mejor a juicio de otros lectores, pero no cabe dudar de su intensidad y su reflejo de parte de su pensamiento: “El asombro ante lo absoluto no permite el confort de las viejas perspectivas, nos conduce a reconocer la condición mortal de lo humano y el advenimiento de algo diferente tras esta existencia, aun sin saber de manera exacta de qué se trata. En el terreno de lo transpersonal, incluso la nada es algo a lo que podemos unirnos para establecernos en una dimensión diversa tras emigrar del mundo”.

Concluyendo

La aportación de Héctor Sevilla al mundo de lo transpersonal en esta obra es muy importante. El libro está muy bien construido y, aun cuando cabría una lectura independiente de cada una de sus partes, el mantener la ordenación que le ha dado ayudará mucho a su comprensión.

Desde luego, no se trata de una lectura ligera. La profundidad de los mensajes que encierra merece que sea lenta, reposada, acompañada de la reflexión; merece, incluso, la relectura de muchos de sus pasajes, sin que ello sea garantía de captar todos los matices que el autor nos abre con generosidad.

Si bien la bibliografía que recoge en las últimas páginas es amplia, sin ser excesiva, las citas dentro del texto son más reducidas, lo que no redunda en desdoro de la obra; todo lo contrario: permite profundizar en los sentidos y orientaciones de los autores citados. Wilber, Teilhard de Chardin, Eckart, Spinoza, Maimónides, … son pensadores que encontraremos con frecuencia, aproximándonos, de la mano de Héctor Sevilla, a sus postulados, acompañados siempre de documentados análisis del autor.

Estas palabras de Héctor Sevilla dentro del texto nos pueden ayudar a adoptar la mejor disposición para acometer la lectura de esta su obra: “la gran filosofía y la gran literatura también necesitan de un gran lector que sea capaz de captar el mensaje e incluso muestre la osadía de recrearlo a partir de lo que interpreta por sí mismo”. Dicho queda.

Índice

Desmenuzando el asombroso

Parte I. Pasión
1. Sentir el pathos divino

Parte II. Cognición
2. Aceptar que no se conoce a Dios
3. Suspender el juicio

Parte III. Contemplación
4. Contemplar la vacuidad
5. Concebir el espíritu

Parte IV. Conexión
6. Recobrar la empatía

Parte V. Testimonio
7. Educar en el holismo
8. Expresar a través del arte

El fruto del asombro

Bibliografía




Facebook Twitter LinkedIn Google Meneame Viadeo Pinterest
16/01/2022 Comentarios

1 ... « 2 3 4 5 6 7 8 » ... 159


Redacción T21
Este canal ofrece comentarios de libros seleccionados, que nuestra Redacción considera de interés para la sociedad de nuestro tiempo. Los comentarios están abiertos a la participación de los lectores de nuestra revista.


Secciones


Compartir contenidos
RSS ATOM RSS comment PODCAST Mobile