Reseñas
De la angustia al lenguaje
Redacción T21 , 10/05/2021
Ficha Técnica
Título: De la angustia del lenguaje
Autor: Maurice Blanchot
Edita: Editorial Trotta. Madrid, marzo de 2021
Traducción: Luis Herrero Carracedo y Cristina de Peretti
Materias: Ensayo literario, Literatura
Encuadernación: Rústica con solapa
Número de páginas: 136
ISBN: 978-84-9879-999-6
PVP: 15,00 €
e-pub: 10,99 €
Publicado como primera sección del libro titulado Faux pas (1943), De la angustia al lenguaje reúne a su vez una serie de pequeños ensayos centrados en torno a la literatura y la lengua —y sus aporías— a partir del diálogo, crítico y creativo, que Maurice Blanchot, de una forma singular y con su inconfundible estilo, establece con autores tan diferentes como son su gran amigo Bataille y el Maestro Eckhart, Racine y Blake, Kierkegaard y Proust, Paulhan y Giraudoux, sin olvidar tampoco a Leonardo da Vinci o el pensamiento hindú.
Esta recopilación de textos, precedidos por una larga reflexión sobre la angustia del escritor y las paradojas que esta no deja de entrañar, constituye una muestra inmejorable de lo que ha sido la trayectoria, en el ámbito de la crítica literaria, de ese gran novelista y pensador que es Maurice Blanchot.
CONTENIDO
De la angustia al lenguaje
El Diario de Kierkegaard
El Maestro Eckhart
El matrimonio del cielo y el infierno
En torno al pensamiento hindú
La experiencia interior
La experiencia de Proust
Rilke
El mito de Sísifo
El mito de Orestes
El mito de Fedra
Los Cuadernos de notas de Leonardo da Vinci
¿Cómo es posible la literatura?
Investigaciones sobre el lenguaje
Literatura
Reseñas
La infancia del cristianismo
Juan Antonio Martínez de la Fe , 07/05/2021
Ficha Técnica
Título: La infancia del cristianismo
Autor: Étienne Trocmé
Edita: Editorial Trotta, Madrid, 2021
Colección: Estructuras y Procesos
Traducción: Alejandro del Río Herrmann
Encuadernación: Tapa blanda con solapas
Número de páginas: 212
ISBN: 978-84-1364-000-6
Precio: 22 euros
La traducción de este libro a nuestro idioma ha sido un acierto editorial. En un momento en que en las iglesias cristianas, incluida la católica, nacen y crecen corrientes muy diversas, incluso, a veces, antagónicas, echar una vista a aquellos primeros años en que comenzó a germinar la semilla sembrada por Jesús de Nazaret, puede arrojar un rayo de luz, si no esclarecedora, sí, al menos, de esperanza en que se podrán superar las diferencias porque, en el fondo, todas ellas cuentan con un único agente impulsor: el mensaje del nazareno.
Xabier Picaza abre esta obra con una necesaria introducción. En ella, nos señala las principales aportaciones de Trocmé en este libro: a) Una confianza básica en las fuentes del Nuevo Testamento para entenderlas en su diversidad, comparadas entre sí desde el trasfondo de su tiempo; b) El autor sabe iluminar varios personajes menos conocidos y algunos hechos menos valorados; y c) Ha querido que los datos hablen por sí mismos.
Y para una mejor comprensión del libro, Picaza nos ofrece, en primer lugar, una descripción de la geografía del cristianismo primitivo, detallando espacios y trayectorias; concretamente, nos refiere nueve espacios de la geografía protocristiana que nos permiten situar las personas y argumentos básicos de la obra; y, luego, una cronología de aquellos primeros años, arrancando desde el año treinta de nuestra era y llevándonos hasta el ciento veinticinco, con detalle de los primordiales acontecimientos que jalonan esta apasionante historia.
Y ya Trocmé toma la palabra, explicándonos, en un primer capítulo, la situación del judaísmo al inicio de nuestra era. Un judaísmo que sufre el exilio a la par que recibe influencias de las culturas y tradiciones de los pueblos en los que se asienta y que da origen a un judaísmo de la diáspora con algunas diferencias con el palestino, si no mayoritario numéricamente en relación con la totalidad, sí en su provincia, que contaba con minorías tales como samaritanos o filisteos.
Hay que entender la relación entre Jesús y Juan el Bautista, que tenía su grupo de discípulos y seguidores que se mantuvieron fieles a él incluso tras su muerte. Pocas son las noticias documentales que existen sobre Juan, lo que complica la labor del investigador; los escasos documentos que se pueden consultar están teñidos ya por la fe cristiana posterior. La diferencia fundamental entre ambos está en que el Bautista predica la venida inminente del Reino, mientras que, con Jesús, esa inminencia se ha transformado en misteriosa presencia y que no hay ya que prepararse para un mañana porque el Reino de Dios debe ser aprehendido desde hoy.
Santiago, el hermano
Tras la crucifixión de Jesús, los discípulos, decepcionados, se habían reintegrado a sus labores profesionales emprendiendo una existencia ordinaria. Pero se producen fenómenos extraordinarios: las apariciones del difunto, unas cristofanías que son el origen de la fe en Jesús como Mesías y de la actividad de los discípulos para difundir esta convicción.
En esta primera época, algunos partidarios de Jesús permanecieron en las ciudades de Galilea, pero no hay nada que haga pensar que se organizaran en comunidades religiosas distintas de las sinagogas. Por su parte, la situación de los grupos establecidos en Jerusalén era otra; su organización giraba en torno a los discípulos y parientes de Jesús, sin que haya motivo para pensar, como se ha insinuado en alguna ocasión, que existiera una copia de las comunidades esenias. Constituyeron la Iglesia de Jerusalén que no estuvo exenta de discordias y diferencias de pareceres que dieron lugar a la creación de grupos disidentes.
Pedro pierde aquí autoridad; una autoridad que pasó a Santiago, hermano del Señor. A él le corresponde extraer las conclusiones del debate que se había producido sobre la evangelización de los paganos. Palabras de Trocmé: “a partir del año 44 de nuestra era, aquel que no era aún más que un personaje respetado se convirtió en el papa de la iglesia de Jersualén y, al mismo tiempo, de la iglesia universal”. Un hecho que viene confirmado por diferentes tradiciones posteriores. Así, pues, Santiago obtiene su legitimidad por su parentesco con Jesús y, con ayuda de un nuevo grupo de dirigentes (los ancianos) se hace con el poder durante un largo período en la iglesia de Jerusalén y, a través de ella, en la iglesia universal. Un Santiago que fue gran predicador del Mesías Jesús, y un judío estricto observante de conducta irreprochable.
Esta iglesia jerosolimitana conoce un período de expansión y de crecimiento de su influencia sobre todas las comunidades cristianas exteriores a la Ciudad Santa, pero sufrió un brutal final tanto por el martirio del propio Santiago como por la catástrofe que se abatió sobre la capital judía y su templo. Y, aunque después del año 70, esta iglesia regresara a la ciudad santa, la influencia que había ejercido en tiempos de Pedro y Santiago sobre todas las comunidades exteriores, no se restableció. A partir de este momento, el cristianismo abandona su régimen centralizado y pasa a un congregacionismo integral, favorable a todas las dispersiones.
Un fenómeno consecuencia de esta deriva lo encontramos en el grupo de cristianos más influidos por la cultura helenista, grupos que presentaban una fisonomía original que combinaba rasgos de la comunidad jerosolimitana y otros producto de la presión del medio ofrecido por una gran urbe cosmopolita. Este grupo no solo se contentó con actuar, sino que también reflexionó sobre su acción y se expresó en algunos documentos literarios; exhibe, además, una violencia polémica mucho mayor en relación con los dirigentes judíos que sus hermanos de la mayoría de la iglesia de Jerusalén.
Tal movimiento contestatario legó a las generaciones cristianas algunos elementos importantes. Así, por ejemplo, obligó a la iglesia de Jerusalén a salir de su concha y a interesarse por el mundo exterior; contribuyó a helenizar el cristianismo en el plano cultural, lo cual orientó su expansión hacia el imperio romano más que hacia el Oriente semita; y, con el evangelio de Marcos, ofreció un modelo literario que ejerció gran atracción en autores cristianos de generaciones posteriores.
Pablo, apóstol de los gentiles
“Pablo es a un tiempo el personaje más conocido de la primera generación cristiana y un hombre envuelto en misterio en muchos aspectos”. Su conversión parece más bien referirse a una conmoción interior que a una manifestación espectacular. Trocmé nos lleva de la mano para recorrer su biografía y nos hace caer en la cuenta de que fue reconocido como detentor de una vocación misionera para los incircuncisos, mientras que Pedro, que gozaba de igual vocación, lo era para los circuncisos. Circuncisión o no circuncisión en los nuevos cristianos constituyó un profundo y a veces doloroso debate en el seno de aquella iglesia que nacía. Se intentó una solución de compromiso, consistente en pedir a los convertidos de origen pagano que se sometieran a unas cuantas reglas inspiradas en los mandamientos tradicionales, pero ni Pablo ni sus herederos aceptaron tal compromiso.
Si bien es cierto que Pablo era reconocido como legítimo misionero entre los paganos, el hecho es que los cristianos judíos y los que no tenían esa procedencia no podían vivir en plena comunión, por lo que cada uno de estos grupos tenía que constituir su propia comunidad. De esta manera, para las más altas autoridades cristianas era más importante la pertenencia étnica de los convertidos que el propio mensaje de salvación del Señor. Una situación que llevó, irremediablemente, a la ruptura, no quedando otra alternativa a Pablo que desarrollar y consolidar su obra misionera autónoma.
Sobre estas iglesias, Pablo extendía su autoridad, no sin combates y contestación, provenientes, sobre todo, de grupos judaizantes; tales iglesias se caracterizaban por haber roto puentes con las sinagogas, pero se desconoce cómo era su organización interna. Para ellas, Pablo es un apóstol de Jesucristo, un título por el que él sentía gran apego.
Tal situación le obligó a una gran actividad, corriendo de un lado a otro esforzándose por cerrar las brechas que surgían y dedicándose a la redacción de sus cartas tanto para responder a las cuestiones que se le planteaban, como para defenderse de ataques o para preparar su acción. Así, se vio obligado a fundar doctrinalmente sus exhortaciones a la constitución de una comunidad que reuniera a todos los fieles, sin dejar de lado su convicción de que la constitución de una iglesia local era la llave de la vida cristiana.
Tiempos difíciles
“A comienzos de los años sesenta de nuestra era, la iglesia cristiana era un grupo de tamaño modesto, pero animado por una dinamismo real y bastante sólidamente organizado en torno a su centro, la ciudad de Jerusalén”. Es verdad que había disidencias, pero eran menores. Aun así, la influencia centralizadora jerosolimitana fue disminuyendo, tanto por la poca brillantez de quienes sucedieron a Santiago como por las querellas dogmáticas surgidas tras la desaparición del hermano del Señor, a lo que se une el descalabro de la guerra judía y sus consecuencias. Así las cosas, “de un sistema cuasi papal, las iglesias cristianas habían pasado sin transición a un régimen congregacionalista, fundado en las comunidades locales y en las relaciones que estas quisieran establecer espontáneamente entre ellas”.
Se da, también, en esta época un fenómeno de singular importancia: el hecho de que las autoridades imperiales comienzan a distinguir entre judíos y cristianos; el estatus de religio licita del que gozaban los judíos, dejó de proteger a los cristianos, algo que encontramos en la génesis, entre otras muchas causas, de las persecuciones, especialmente, las del año 64. Hacia el año 70, ya habían desaparecido los tres protagonistas de la primera generación: Santiago, Pedro y Pablo.
Y se desarrollan cuestiones con diferente intensidad según el grupo cristiano en el que nacen; por ejemplo, las relaciones con las personas ricas, sobre quién podía hacer uso de la palabra en las reuniones, la importancia que se da a la cristología, etc. Pese a ello, los textos de la época permiten considerar una actitud aguerrida por parte de la mayoría cristiana en su intento de ganar para el Evangelio a un buen número de miembros de las sinagogas, presentándoles el cristianismo como una forma más acabada del judaísmo.
Pero, perdida la protección del estatuto de los judíos en el Imperio Romano, ¿qué sería de este grupo de cristianos?. Pues su salvación le llegó gracias a la pequeña minoría de quienes habían sido adoctrinados por Pablo. Paradójicamente, la mayoría de las iglesias cristianas continuaba considerando a los herederos de Pablo como unos irresponsables que ponían en peligro a todos los cristianos. Pero, a finales de la década de los 80 de nuestra era, estiman las iglesias paulinas que pueden dar a las demás comunidades cristianas consejos y ejemplos prácticos para ayudarlas a organizarse, en el momento en que se prepara su expulsión de las sinagogas.
Época de madurez
En torno al año 100, rotos ya los vínculos con las sinagogas, los cristianos renuncian a polemizar contra ellas y a presentarse como los judíos más auténticos. Los de origen pagano, en número cada vez mayor, no sienten nostalgia de un pasado reciente en el que sus comunidades vivían en estrecha dependencia de las sinagogas. Por otro lado, se muestran cada vez más leales al imperio romano, obedeciendo a un sentimiento de creciente necesidad de integrarse en la civilización grecorromana, lo que hace que las autoridades no perciban ya el Evangelio como una propaganda religiosa agresiva, sino como la fe de una comunidad razonable.
Palabras de Trocmé que resumen la situación: “el cristianismo, que descubrió su identidad propia en torno al año 100 de nuestra era, busca insertarse en la sociedad en la que eligió mayoritariamente implantarse y emprende un vasto debate interno sobre la manera de conseguirlo. Por este motivo, puede ser descrito como un cristianismo emancipado respecto de su progenitor, el judaísmo, y que había entrado, antes de 150, en la edad adulta, donde había de tomar en sus manos su propio destino”.
Concluyendo
En esta obra, encontrará el lector una detallada cronología de los primeros años de un cristianismo que, como un recién nacido, es consciente de la magnitud del mensaje que sigue, pero balbucea en la manera de incorporarlo a su vida diaria en el horizonte de una labor misionera: custodiaban un Evangelio, una buena noticia, que no podían reservar egoístamente para sí, sino que tenían que esparcir por todo el mundo.
Étienne Trocmé desarrolla su libro con maestría. Primero, con un lenguaje que sabe armonizar y conjugar el necesario discurso de lectura, entreverado con la abundancia contundente de citas de documentos que sustentan su narración; en ningún momento, esta importante aportación documental, impide una lectura apasionante, bien estructurada y minuciosamente desarrollada. Luego, la ausencia de complicados términos propios de una exégesis meticulosa, facilita en no pequeña medida el éxito del proyecto expositivo concebido por el autor.
Desde luego, junto a una amena lectura, encontrará, quien se adentre en sus páginas, un sólido conocimiento de los primeros años de los grupos de seguidores de Jesús de Nazaret hasta convertirse en la realidad del cristianismo.
Índice
Introducción: Geografía y cronología. Los dos ejes del cristianismo primitivo. Por Xabier Picaza
Prólogo
1. El judaísmo al inicio de nuestra era
2. Juan el Bautista y Jesús de Nazaret
3. La primera iglesia de Jerusanlén
4. El envite “helenista”
5. Pablo: los primeros pasos
6. Pablo: la huida hacia adelante
7. Pablo, jefe de iglesia
8. Pablo, teólogo y mártir
9. La gran crisis de los años sesenta
10. La contraofensiva cristiana
11. El despertar de los herederos de Pablo
12. Hacia un cristianismo adulto
13. Consolidación y helenización
Conclusión
Bibliografía
Título: La infancia del cristianismo
Autor: Étienne Trocmé
Edita: Editorial Trotta, Madrid, 2021
Colección: Estructuras y Procesos
Traducción: Alejandro del Río Herrmann
Encuadernación: Tapa blanda con solapas
Número de páginas: 212
ISBN: 978-84-1364-000-6
Precio: 22 euros
La traducción de este libro a nuestro idioma ha sido un acierto editorial. En un momento en que en las iglesias cristianas, incluida la católica, nacen y crecen corrientes muy diversas, incluso, a veces, antagónicas, echar una vista a aquellos primeros años en que comenzó a germinar la semilla sembrada por Jesús de Nazaret, puede arrojar un rayo de luz, si no esclarecedora, sí, al menos, de esperanza en que se podrán superar las diferencias porque, en el fondo, todas ellas cuentan con un único agente impulsor: el mensaje del nazareno.
Xabier Picaza abre esta obra con una necesaria introducción. En ella, nos señala las principales aportaciones de Trocmé en este libro: a) Una confianza básica en las fuentes del Nuevo Testamento para entenderlas en su diversidad, comparadas entre sí desde el trasfondo de su tiempo; b) El autor sabe iluminar varios personajes menos conocidos y algunos hechos menos valorados; y c) Ha querido que los datos hablen por sí mismos.
Y para una mejor comprensión del libro, Picaza nos ofrece, en primer lugar, una descripción de la geografía del cristianismo primitivo, detallando espacios y trayectorias; concretamente, nos refiere nueve espacios de la geografía protocristiana que nos permiten situar las personas y argumentos básicos de la obra; y, luego, una cronología de aquellos primeros años, arrancando desde el año treinta de nuestra era y llevándonos hasta el ciento veinticinco, con detalle de los primordiales acontecimientos que jalonan esta apasionante historia.
Y ya Trocmé toma la palabra, explicándonos, en un primer capítulo, la situación del judaísmo al inicio de nuestra era. Un judaísmo que sufre el exilio a la par que recibe influencias de las culturas y tradiciones de los pueblos en los que se asienta y que da origen a un judaísmo de la diáspora con algunas diferencias con el palestino, si no mayoritario numéricamente en relación con la totalidad, sí en su provincia, que contaba con minorías tales como samaritanos o filisteos.
Hay que entender la relación entre Jesús y Juan el Bautista, que tenía su grupo de discípulos y seguidores que se mantuvieron fieles a él incluso tras su muerte. Pocas son las noticias documentales que existen sobre Juan, lo que complica la labor del investigador; los escasos documentos que se pueden consultar están teñidos ya por la fe cristiana posterior. La diferencia fundamental entre ambos está en que el Bautista predica la venida inminente del Reino, mientras que, con Jesús, esa inminencia se ha transformado en misteriosa presencia y que no hay ya que prepararse para un mañana porque el Reino de Dios debe ser aprehendido desde hoy.
Santiago, el hermano
Tras la crucifixión de Jesús, los discípulos, decepcionados, se habían reintegrado a sus labores profesionales emprendiendo una existencia ordinaria. Pero se producen fenómenos extraordinarios: las apariciones del difunto, unas cristofanías que son el origen de la fe en Jesús como Mesías y de la actividad de los discípulos para difundir esta convicción.
En esta primera época, algunos partidarios de Jesús permanecieron en las ciudades de Galilea, pero no hay nada que haga pensar que se organizaran en comunidades religiosas distintas de las sinagogas. Por su parte, la situación de los grupos establecidos en Jerusalén era otra; su organización giraba en torno a los discípulos y parientes de Jesús, sin que haya motivo para pensar, como se ha insinuado en alguna ocasión, que existiera una copia de las comunidades esenias. Constituyeron la Iglesia de Jerusalén que no estuvo exenta de discordias y diferencias de pareceres que dieron lugar a la creación de grupos disidentes.
Pedro pierde aquí autoridad; una autoridad que pasó a Santiago, hermano del Señor. A él le corresponde extraer las conclusiones del debate que se había producido sobre la evangelización de los paganos. Palabras de Trocmé: “a partir del año 44 de nuestra era, aquel que no era aún más que un personaje respetado se convirtió en el papa de la iglesia de Jersualén y, al mismo tiempo, de la iglesia universal”. Un hecho que viene confirmado por diferentes tradiciones posteriores. Así, pues, Santiago obtiene su legitimidad por su parentesco con Jesús y, con ayuda de un nuevo grupo de dirigentes (los ancianos) se hace con el poder durante un largo período en la iglesia de Jerusalén y, a través de ella, en la iglesia universal. Un Santiago que fue gran predicador del Mesías Jesús, y un judío estricto observante de conducta irreprochable.
Esta iglesia jerosolimitana conoce un período de expansión y de crecimiento de su influencia sobre todas las comunidades cristianas exteriores a la Ciudad Santa, pero sufrió un brutal final tanto por el martirio del propio Santiago como por la catástrofe que se abatió sobre la capital judía y su templo. Y, aunque después del año 70, esta iglesia regresara a la ciudad santa, la influencia que había ejercido en tiempos de Pedro y Santiago sobre todas las comunidades exteriores, no se restableció. A partir de este momento, el cristianismo abandona su régimen centralizado y pasa a un congregacionismo integral, favorable a todas las dispersiones.
Un fenómeno consecuencia de esta deriva lo encontramos en el grupo de cristianos más influidos por la cultura helenista, grupos que presentaban una fisonomía original que combinaba rasgos de la comunidad jerosolimitana y otros producto de la presión del medio ofrecido por una gran urbe cosmopolita. Este grupo no solo se contentó con actuar, sino que también reflexionó sobre su acción y se expresó en algunos documentos literarios; exhibe, además, una violencia polémica mucho mayor en relación con los dirigentes judíos que sus hermanos de la mayoría de la iglesia de Jerusalén.
Tal movimiento contestatario legó a las generaciones cristianas algunos elementos importantes. Así, por ejemplo, obligó a la iglesia de Jerusalén a salir de su concha y a interesarse por el mundo exterior; contribuyó a helenizar el cristianismo en el plano cultural, lo cual orientó su expansión hacia el imperio romano más que hacia el Oriente semita; y, con el evangelio de Marcos, ofreció un modelo literario que ejerció gran atracción en autores cristianos de generaciones posteriores.
Pablo, apóstol de los gentiles
“Pablo es a un tiempo el personaje más conocido de la primera generación cristiana y un hombre envuelto en misterio en muchos aspectos”. Su conversión parece más bien referirse a una conmoción interior que a una manifestación espectacular. Trocmé nos lleva de la mano para recorrer su biografía y nos hace caer en la cuenta de que fue reconocido como detentor de una vocación misionera para los incircuncisos, mientras que Pedro, que gozaba de igual vocación, lo era para los circuncisos. Circuncisión o no circuncisión en los nuevos cristianos constituyó un profundo y a veces doloroso debate en el seno de aquella iglesia que nacía. Se intentó una solución de compromiso, consistente en pedir a los convertidos de origen pagano que se sometieran a unas cuantas reglas inspiradas en los mandamientos tradicionales, pero ni Pablo ni sus herederos aceptaron tal compromiso.
Si bien es cierto que Pablo era reconocido como legítimo misionero entre los paganos, el hecho es que los cristianos judíos y los que no tenían esa procedencia no podían vivir en plena comunión, por lo que cada uno de estos grupos tenía que constituir su propia comunidad. De esta manera, para las más altas autoridades cristianas era más importante la pertenencia étnica de los convertidos que el propio mensaje de salvación del Señor. Una situación que llevó, irremediablemente, a la ruptura, no quedando otra alternativa a Pablo que desarrollar y consolidar su obra misionera autónoma.
Sobre estas iglesias, Pablo extendía su autoridad, no sin combates y contestación, provenientes, sobre todo, de grupos judaizantes; tales iglesias se caracterizaban por haber roto puentes con las sinagogas, pero se desconoce cómo era su organización interna. Para ellas, Pablo es un apóstol de Jesucristo, un título por el que él sentía gran apego.
Tal situación le obligó a una gran actividad, corriendo de un lado a otro esforzándose por cerrar las brechas que surgían y dedicándose a la redacción de sus cartas tanto para responder a las cuestiones que se le planteaban, como para defenderse de ataques o para preparar su acción. Así, se vio obligado a fundar doctrinalmente sus exhortaciones a la constitución de una comunidad que reuniera a todos los fieles, sin dejar de lado su convicción de que la constitución de una iglesia local era la llave de la vida cristiana.
Tiempos difíciles
“A comienzos de los años sesenta de nuestra era, la iglesia cristiana era un grupo de tamaño modesto, pero animado por una dinamismo real y bastante sólidamente organizado en torno a su centro, la ciudad de Jerusalén”. Es verdad que había disidencias, pero eran menores. Aun así, la influencia centralizadora jerosolimitana fue disminuyendo, tanto por la poca brillantez de quienes sucedieron a Santiago como por las querellas dogmáticas surgidas tras la desaparición del hermano del Señor, a lo que se une el descalabro de la guerra judía y sus consecuencias. Así las cosas, “de un sistema cuasi papal, las iglesias cristianas habían pasado sin transición a un régimen congregacionalista, fundado en las comunidades locales y en las relaciones que estas quisieran establecer espontáneamente entre ellas”.
Se da, también, en esta época un fenómeno de singular importancia: el hecho de que las autoridades imperiales comienzan a distinguir entre judíos y cristianos; el estatus de religio licita del que gozaban los judíos, dejó de proteger a los cristianos, algo que encontramos en la génesis, entre otras muchas causas, de las persecuciones, especialmente, las del año 64. Hacia el año 70, ya habían desaparecido los tres protagonistas de la primera generación: Santiago, Pedro y Pablo.
Y se desarrollan cuestiones con diferente intensidad según el grupo cristiano en el que nacen; por ejemplo, las relaciones con las personas ricas, sobre quién podía hacer uso de la palabra en las reuniones, la importancia que se da a la cristología, etc. Pese a ello, los textos de la época permiten considerar una actitud aguerrida por parte de la mayoría cristiana en su intento de ganar para el Evangelio a un buen número de miembros de las sinagogas, presentándoles el cristianismo como una forma más acabada del judaísmo.
Pero, perdida la protección del estatuto de los judíos en el Imperio Romano, ¿qué sería de este grupo de cristianos?. Pues su salvación le llegó gracias a la pequeña minoría de quienes habían sido adoctrinados por Pablo. Paradójicamente, la mayoría de las iglesias cristianas continuaba considerando a los herederos de Pablo como unos irresponsables que ponían en peligro a todos los cristianos. Pero, a finales de la década de los 80 de nuestra era, estiman las iglesias paulinas que pueden dar a las demás comunidades cristianas consejos y ejemplos prácticos para ayudarlas a organizarse, en el momento en que se prepara su expulsión de las sinagogas.
Época de madurez
En torno al año 100, rotos ya los vínculos con las sinagogas, los cristianos renuncian a polemizar contra ellas y a presentarse como los judíos más auténticos. Los de origen pagano, en número cada vez mayor, no sienten nostalgia de un pasado reciente en el que sus comunidades vivían en estrecha dependencia de las sinagogas. Por otro lado, se muestran cada vez más leales al imperio romano, obedeciendo a un sentimiento de creciente necesidad de integrarse en la civilización grecorromana, lo que hace que las autoridades no perciban ya el Evangelio como una propaganda religiosa agresiva, sino como la fe de una comunidad razonable.
Palabras de Trocmé que resumen la situación: “el cristianismo, que descubrió su identidad propia en torno al año 100 de nuestra era, busca insertarse en la sociedad en la que eligió mayoritariamente implantarse y emprende un vasto debate interno sobre la manera de conseguirlo. Por este motivo, puede ser descrito como un cristianismo emancipado respecto de su progenitor, el judaísmo, y que había entrado, antes de 150, en la edad adulta, donde había de tomar en sus manos su propio destino”.
Concluyendo
En esta obra, encontrará el lector una detallada cronología de los primeros años de un cristianismo que, como un recién nacido, es consciente de la magnitud del mensaje que sigue, pero balbucea en la manera de incorporarlo a su vida diaria en el horizonte de una labor misionera: custodiaban un Evangelio, una buena noticia, que no podían reservar egoístamente para sí, sino que tenían que esparcir por todo el mundo.
Étienne Trocmé desarrolla su libro con maestría. Primero, con un lenguaje que sabe armonizar y conjugar el necesario discurso de lectura, entreverado con la abundancia contundente de citas de documentos que sustentan su narración; en ningún momento, esta importante aportación documental, impide una lectura apasionante, bien estructurada y minuciosamente desarrollada. Luego, la ausencia de complicados términos propios de una exégesis meticulosa, facilita en no pequeña medida el éxito del proyecto expositivo concebido por el autor.
Desde luego, junto a una amena lectura, encontrará, quien se adentre en sus páginas, un sólido conocimiento de los primeros años de los grupos de seguidores de Jesús de Nazaret hasta convertirse en la realidad del cristianismo.
Índice
Introducción: Geografía y cronología. Los dos ejes del cristianismo primitivo. Por Xabier Picaza
Prólogo
1. El judaísmo al inicio de nuestra era
2. Juan el Bautista y Jesús de Nazaret
3. La primera iglesia de Jerusanlén
4. El envite “helenista”
5. Pablo: los primeros pasos
6. Pablo: la huida hacia adelante
7. Pablo, jefe de iglesia
8. Pablo, teólogo y mártir
9. La gran crisis de los años sesenta
10. La contraofensiva cristiana
11. El despertar de los herederos de Pablo
12. Hacia un cristianismo adulto
13. Consolidación y helenización
Conclusión
Bibliografía
Reseñas
Capitalismo cansado
Redacción T21 , 06/05/2021
Tensiones (eco)políticas del desorden global
Ficha Técnica
Título: Capitalismo cansado
Autor: Luis arenas
Edita: Editorial Trotta. Madrid, marzo de 2021
Colección: Estructuras y Procesos
Materia: Filosofía
Encuadernación: Rústica con solapas
Número de páginas: 202
ISBN: 978-84-9879-837-1
PVP: 21,00 €
e-pub: 12,99 €
Ha pasado ya más de una década desde que la crisis de 2008 acabara de resquebrajar el mundo surgido tras la Segunda Guerra Mundial. Desde entonces los esfuerzos por clarificar este horizonte convulso y aparentemente ininteligible siguen dando escasos resultados.
La desorientación se extiende en los ámbitos políticos y en los económicos ante las amenazas que impone un entorno caracterizado por graves tensiones medioambientales, por el desafío de la robotización e informatización y la inteligencia artificial, por los flujos migratorios, por el calentamiento global, por la irrupción de la extrema derecha o por la creciente desigualdad e injusticia global. Todos los datos apuntan a un «agotamiento sistémico» cuyo síntoma más evidente es el cansancio que parece mostrar el capitalismo desde hace más de una década.
En este contexto, resulta en extremo optimista dar por asumidos logros culturales, políticos y civilizatorios que se creía consolidados hasta hace poco, por lo que vale la pena repensar de manera radical para las próximas décadas los supuestos (económicos, ecológicos, geopolíticos, culturales, pedagógicos) asumidos acríticamente como telón de fondo de nuestras vidas.
Porque incluso si, como muchos sospechan, estamos ante el amanecer de un sistema completamente distinto al que conocimos, no hay garantías de que lo que finalmente acabe por triunfar se parezca más a nuestros sueños políticos que a nuestras pesadillas.
Lo fascinante de la encrucijada a la que nos enfrentamos es que sabemos que el pasado quedó atrás para siempre y no volverá, pero aún no somos capaces de vislumbrar qué será lo que lo sustituya.
CONTENIDO
Prólogo (a modo de epílogo) a una pandemia
Introducción. Paisaje después de la tormenta (y antes de la tempestad)
- De éxito en éxito hasta el fracaso final: el triple fracaso del juego económico capitalista
- Capitalismo de plataforma y trabajo
- ¿Vivimos por debajo de nuestras posibilidades? Keynes, Ortega y el fin del trabajo asalariado
- Thorstein Veblen: para una crítica de las instituciones imbéciles.
- Crisis y sabotaje capitalista: la actualidad del pensamiento económico de Thorstein Veblen
- El veneno está en la dosis (o de cómo su cantidad convierte en insoportable la injusticia)
- Construir, habitar, pensar (de otra manera). La arquitectura entre la ecología política y el fondo gastado de la Modernidad
- Un ahora sin aquí. La experiencia del mundo y del arte en la era de la pantalla global
Bibliografía
Nota sobre el origen de los textos
Reseñas
La virtud del egoísmo
Redacción T21 , 26/04/2021
Un nuevo concepto del egoísmo
Ficha Técnica
Título: La virtud del egoísmo
Autora: Ayn Rand
Ensayos adicionales: Nathaniel Branden
Edita: Ediciones Deusto.Barcelona, abril de 2021
Traducción: Domingo García
Colección: Ayn Rand
Materia: Filosofía
Encuadernación: Tapa dura con sobrecubierta
Número de páginas: 192
ISBN: 978-84-234-3232-5
PVP: 19.95 €
eBook (Epub 2): 9.99 €
“Durante siglos de plagas y calamidades provocadas por vuestro código de moralidad, habéis clamado que vuestro código había sido quebrantado, que las plagas eran el castigo por quebrantarlo, que los hombres eran demasiado débiles y demasiado egoístas para desramar toda la sangre necesaria. Maldijisteis al hombre, maldijisteis la existencia, maldijisteis esta Tierra, pero nunca os atrevisteis a cuestionar vuestro código. Vuestras víctimas asumieron la culpa y continuaron luchando, con vuestras injurias como recompensa de su martirio — mientras seguíais clamando que vuestro código era noble, pero la naturaleza humana no era lo suficientemente buena para practicarlo —. Y nadie se alzó para hacer la pregunta: ¿Buena...? ¿De acuerdo con qué estándar?” (Extracto de La ética objetivista de Ayn Rand)
La mejor exposición de los principios morales del Objetivismo, la influyente filosofía de Ayn Rand.
Desde que empezaron a publicarse, las obras de Ayn Rand han tenido un notable impacto en la escena intelectual, política y social. Sus ideas se han discutido con pasión y defendido con ahínco durante más de medio siglo.
En el universo randiano el tema subyacente siempre es la filosofía, con una nueva moralidad que aborda el individualismo, la libertad, y el rechazo a la vocación totalitaria de los estados y a los instintos tiránicos de aquellos que quieren imponernos soluciones colectivistas. Un desafío que todavía hoy sigue vigente y nos amenaza.
Conocida como Objetivismo, su filosofía sostiene que la vida humana —la vida apropiada para un ser racional— es la norma de los valores morales y considera que el colectivismo es incompatible con la naturaleza del hombre.
En esta serie de ensayos escritos a lo largo de varias décadas, Rand se pregunta por qué el hombre necesita la moral. Y, su respuesta, define un nuevo código ético basado en la virtud del egoísmo.
Sumario
Introducción
Título: La virtud del egoísmo
Autora: Ayn Rand
Ensayos adicionales: Nathaniel Branden
Edita: Ediciones Deusto.Barcelona, abril de 2021
Traducción: Domingo García
Colección: Ayn Rand
Materia: Filosofía
Encuadernación: Tapa dura con sobrecubierta
Número de páginas: 192
ISBN: 978-84-234-3232-5
PVP: 19.95 €
eBook (Epub 2): 9.99 €
“Durante siglos de plagas y calamidades provocadas por vuestro código de moralidad, habéis clamado que vuestro código había sido quebrantado, que las plagas eran el castigo por quebrantarlo, que los hombres eran demasiado débiles y demasiado egoístas para desramar toda la sangre necesaria. Maldijisteis al hombre, maldijisteis la existencia, maldijisteis esta Tierra, pero nunca os atrevisteis a cuestionar vuestro código. Vuestras víctimas asumieron la culpa y continuaron luchando, con vuestras injurias como recompensa de su martirio — mientras seguíais clamando que vuestro código era noble, pero la naturaleza humana no era lo suficientemente buena para practicarlo —. Y nadie se alzó para hacer la pregunta: ¿Buena...? ¿De acuerdo con qué estándar?” (Extracto de La ética objetivista de Ayn Rand)
La mejor exposición de los principios morales del Objetivismo, la influyente filosofía de Ayn Rand.
Desde que empezaron a publicarse, las obras de Ayn Rand han tenido un notable impacto en la escena intelectual, política y social. Sus ideas se han discutido con pasión y defendido con ahínco durante más de medio siglo.
En el universo randiano el tema subyacente siempre es la filosofía, con una nueva moralidad que aborda el individualismo, la libertad, y el rechazo a la vocación totalitaria de los estados y a los instintos tiránicos de aquellos que quieren imponernos soluciones colectivistas. Un desafío que todavía hoy sigue vigente y nos amenaza.
Conocida como Objetivismo, su filosofía sostiene que la vida humana —la vida apropiada para un ser racional— es la norma de los valores morales y considera que el colectivismo es incompatible con la naturaleza del hombre.
En esta serie de ensayos escritos a lo largo de varias décadas, Rand se pregunta por qué el hombre necesita la moral. Y, su respuesta, define un nuevo código ético basado en la virtud del egoísmo.
Sumario
Introducción
- La ética objetivista
- Salud mental contra misticismo y autosacrificio
- La ética de las emergencias
- Los «conflictos» de intereses entre los hombres
- ¿No es todo el mundo egoísta?
- La psicología del placer
- ¿La vida no requiere concesiones?
- ¿Cómo lleva uno una vida racional en una sociedad irracional?
- El culto a la moralidad gris
- Éticas colectivizadas
- Los constructores de monumentos
- Derechos del hombre
- «Derechos» colectivizados
- La naturaleza del gobierno
- Cómo financiar el gobierno en una sociedad libre
- 16. El divino derecho al estancamiento
- Racismo
- Individualismo falsificado
- El argumento por intimidación
Reseñas
Inteligencia, mente y conciencia
Redacción T21 , 19/04/2021
Mano, Citta, Viññāna. Tal y como el Buda lo enseñó
Ficha Técnica
Título: Inteligencia, mente y conciencia
Autor:Dhiravamsa
Edita: Editorial Kairós. Barcelona, 2021
Traducción: Jordi Roig
Colección: Sabiduría peremne
Materia: Filosofía, Mística
Encuadernación: Rústica con solapas
Número de páginas: 240
ISBN: 978-84-9988-846-0
PVP: 16.5€
Libro digital: 7.7€
Este texto altamente esperado ve la luz. Una selección de los suttas en los que el Buda profundizó sobre tres de los conceptos más importantes tanto para la cosmovisión como para la práctica del budismo: la inteligencia, la mente y la conciencia.
Este libro es una recopilación de las enseñanzas o dharmas del Buda procedentes de varios suttas relacionados con mano o inteligencia universal autoluminosa, cita o la mente y viññāna o la conciencia. Estos tres temas interrelacionados de Inteligencia, Mente y Conciencia pueden parecer complicados, pero el Buda los expuso de forma sencilla y clara. En los suttas descubre lo que está cubierto, hace que lo profundo emerja hacia lo sencillo y simplifica lo complicado.
El reconocido maestro Dhiravamsa ha ido a las fuentes originales en lengua pali y nos ilumina el significado profundo de estos conceptos, no siempre fáciles de manejar, incluso para los meditadores más experimentados.
Utilizando una metáfora del propio Buda, el maestro nos recuerda que la inteligencia cósmica (mano) es como el rayo del sol, que se refleja en la conciencia (viññâna), con la que conocemos. La continuidad de la luz en el pensamiento y otras funciones es la mente (citta).
Una obra profundamente esclarecedora y necesaria para iluminar la práctica de la meditación.
Sumario
Dedicatoria
Agradecimientos
Abreviaciones
Introducción
Primera parte: Mano, cita, viññāna
Segunda parte: Citta
Tercera parte: Mano
Cuarta parte: Viññāna
Quinta parte: Samkhata – asamkhata
Conclusión
Redacción T21
Este canal ofrece comentarios de libros seleccionados, que nuestra Redacción considera de interés para la sociedad de nuestro tiempo. Los comentarios están abiertos a la participación de los lectores de nuestra revista.
Últimas reseñas
Poder y deseo
16/06/2024
De la desnudez
12/05/2024
Dominarás la tierra
26/04/2024
Breve historia del mandato
13/04/2024
La era de la incertidumbre
04/04/2024
Hacia una ecoteología
13/08/2023
Anatomía del cristianismo
21/04/2023
Diccionario de los símbolos
21/02/2023
Secciones
Archivo
Tendencias 21 (Madrid). ISSN 2174-6850