Reseñas
Breve historia de la astronomía
Juan Antonio Martínez de la Fe , 18/04/2021
Ficha Técnica
Título: Breve historia de la astronomía
Autor: Enrique José Díaz León
Edita: Guadalmazán, Córdoba, 2021
Colección: Divulgación científica
Encuadernación: Tapa blanda con solapas
Número de páginas: 256
ISBN: 978-84-17547-10-3
Precio: 15,95 euros
Enrique José Díaz León es un autor especializado en temas de divulgación histórica, como lo prueban las obras publicadas, aparte de su labor profesional en radio y televisión, entre otras vías comunicativas. Y, en esta obra, da muestra, una vez más, de su buen quehacer.
Se trata de un libro de fácil lectura, pese a la abundancia de datos que reúne en sus páginas, destinados a dar conocer la historia de una búsqueda, la del conocimiento de los astros y del propio entorno y, al propio tiempo, brindar al lector una aproximación a una ciencia cada día más en boga.
El recorrido que nos propone el autor es amplio, pues abarca desde la época prehistórica hasta nuestros días. En tiempos anteriores a la historia, los astros permitían registrar el tiempo, algo fundamental para aquellos primeros humanos, que practicaban, así, una astronomía de posición, fabricando alineaciones con piedras y palos para determinar los puntos de salida y puesta del sol. Como ejemplo típico de estas construcciones, se detiene principalmente en Stonehenge, citando también otros restos arqueológicos.
Astros en el ayer
En un paso más en el tiempo, es la astronomía mesopotámica, como exponente de las primeras civilizaciones, la que ocupa la atención del autor. Un momento en que astronomía y religión iban de la mano, sosteniendo una importante serie de creencias. Un avance en esta línea se produce en Egipto, donde sus sabios explicaron el universo a través de la religión, con diferentes visiones cosmológicas; el universo se concibe como algo cíclico, lo que permite que sea su civilización la primera en contar con un calendario. Fueron los egipcios capaces de distinguir los objetos celestes fijos y los móviles, entre otros avances de sus sacerdotes astrónomos.
Importante fue también la astronomía en las culturas prehispánicas, que se desenvolvían entre la ciencia y el misterio. La astronomía maya, la chavín, la olmeca, la zapoteca y la azteca constituyen el objeto de la explicación de Díaz León, quien, de manera sucinta, nos ofrece un excelente resumen de los más importantes logros astronómicos de estas civilizaciones, para pasar, seguidamente, a estudiar esta ciencia en la cultura griega.
Aquí ya aparecen los nombres que ocupan un lugar preeminente de la historia helénica. Los pitagóricos ceden paso a las teorías de Aristóteles, a quien dedica varias páginas del texto, y a las destacadas aportaciones de Eratóstenes y sus conclusiones acerca de un geocentrismo que se vería destronado tiempo después por la teoría heliocéntrica.
Lugar destacado ocupan también los árabes, cuya astronomía se considera heredera de la clásica. Por aquí desfilan Ibn Qurra, Avicena, Azarquiel, Avempace, Averroes, Maimónides, etc. Sus trabajos y sus avances son expuestos de manera clara y concisa por el autor, ofreciéndonos un auténtico panorama de sus importantes aportaciones.
En el mundo cristiano medieval ocupa, también, destacada importancia la astronomía. No se olvida el autor de culpar “a la Iglesia del retraso científico en el lado cristiano durante la Edad Media”. La escolástica, nacida en el estamento religioso, revisa las principales obras de la filosofía natural, cuyos autores más destacados eran Aristóteles, Platón. Ptolomeo o Arquímedes, pues considera que la naturaleza es un conjunto de leyes que se podían explicar por la razón, con énfasis en la lógica y el empirismo. Aquí es el turno de Roger Bacon (quien estableció pautas en lo que se conoce como método científico), Nicolás de Cusa, Regius Montanus, Martin Bylica, etc.
En tiempos modernos
Con esto llegamos a la Edad Moderna, donde, paulatinamente, se va produciendo un desplazamiento de Dios por el hombre: “el siglo XVI será sin duda el siglo marcado por el final del teocentrismo medieval, y la irrupción del homocentrismo”. Al timón del avance de la ciencia astronómica encontramos a Nicolás Copérnico, Tycho Brahe, Johannes Kepler, Pedro Nunes y Christopher Clavius, de los que el autor ofrece una apretada síntesis de su pensamiento y aportaciones.
Mientras, la razón va ganando terreno a la creencia y a la superstición: tanto René Descartes como Baruch Spinoza convierten la razón en el motor de crecimiento de la actividad humana. El siglo XVII comienza cuando Galileo Galilei y Kepler han publicado algunos de sus mejores trabajos y a lo largo de su desarrollo se producen grandes debates entre heliocentristas y geocentristas. Galileo, Kepler y Newton centran la atención de Díaz León, desarrollando su biografía, pensamiento y obras.
Con el sugerente título de Las luces inundan el cielo, abre el autor un capítulo que arranca con Isaac Newton como puente perfecto que abre camino a la Europa de la Ilustración, suponiendo el triunfo de la razón sobre la fe. Nos ofrece una panorámica de los acontecimiento primordiales de tan importante siglo en la historia. Aquí descuellan las figuras de Edmund Halley, Herschel y sus telescopios, Charles Messier, Pierre Mechain, Pierre-Simon Laplace, Lagrange, Bode, Titius, Le Verrer y el español Jorge Juan. De todos ellos podemos leer su biografía y aportaciones a la ciencia.
Desde luego, los telescopios constituyen un imprescindible instrumento para la observación estelar. Y es el siglo XIX el que contempla su sofisticación, junto a otros medios de observación. Esta centuria supone el momento de esplendor de las grandes academias científicas y el comienzo de una inversión estatal en la investigación. También aquí, Díaz León nos ofrece una resumida biobibliografía de las figuras destacadas del momento: Charles Piazzi Smith, Elizabeth Brown, Janet Taylor, Friedrich Wilhelm Bessel, Johann Encke, Giovanni Virgilio Schiaparelli, Mary Somerville, Mariel Mitchell, Williamina Fleming, Henrietta Swan Leavitt, Percival Lowell y los españoles Cecilio Pujazón y Josep Comas i Solá. Como se ve, un amplio grupo a ambos lados del océano y en el que abundan las mujeres como destacadas científicas.
Entramos así en el siglo XX, en el que se recorre el camino de la teoría de relatividad a los albores de la carrera espacial. Personajes que nos son más cercanos en el tiempo desfilan por este capítulo, tales como Einstein, Hubble, Georges Lemaître, Gamow, Schrödinger, Max Valier, Paulet, Goddard, Shapley y Hoyle. Como se ve, científicos astrónomos junto a creadores de diseños y motores capaces de elevarse desde la tierra hacia el amplio campo del cielo.
A partir de aquí, el autor nos ofrece una amplia visión de lo que ha constituido y constituye prácticamente hasta nuestros días lo que se ha dado en llamar la carrera espacial que nos ha llevado hasta Marte. Personas y programas se mezclan en este remolino ascendente para alcanzar las estrellas.
Concluyendo
Breve historia de la astronomía es un libro de divulgación; en este sentido, constituye un magnífico manual, a tener siempre a mano, para poder consultar detalles del devenir de tan apasionante ciencia. El lenguaje, como corresponde a este tipo de publicaciones, es muy próximo y asequible, lo que permite una lectura relajada a la par que entretenida. Importante aportación es la inclusión de una selecta bibliografía al fina del cada capítulo que permitirá al lector interesado profundizar en aquellos temas que, en la presente obra, quedan simplemente esbozados.
Índice
Introducción
La astronomía prehistórica
La astronomía mesopotámica, exponente de las primeras civilizaciones urbanas
La astronomía sumeria
La astronomía babilonia
El antiguo Egipto y la religión de los astros
La astronomía en las culturas prehispánica, entre la ciencia y el misterio
La astronomía maya
La astronomía chavín
La astronomía olmeca
La astronomía zapoteca
La astronomía azteca
La astronomía en la civilización griega
La astronomía árabe, heredera de la astronomía clásica
La astronomía medieval en el mundo cristiano
La Edad Moderna: el hombre desplaza a Dios
El poder de la razón
Las luces inundan el cielo
La sofisticación de los medios de observación
De la teoría de la relatividad a los albores de la carrera espacial (1900-1950)
De la carrera espacial a la llegada a Marte (1951-2000)
Título: Breve historia de la astronomía
Autor: Enrique José Díaz León
Edita: Guadalmazán, Córdoba, 2021
Colección: Divulgación científica
Encuadernación: Tapa blanda con solapas
Número de páginas: 256
ISBN: 978-84-17547-10-3
Precio: 15,95 euros
Enrique José Díaz León es un autor especializado en temas de divulgación histórica, como lo prueban las obras publicadas, aparte de su labor profesional en radio y televisión, entre otras vías comunicativas. Y, en esta obra, da muestra, una vez más, de su buen quehacer.
Se trata de un libro de fácil lectura, pese a la abundancia de datos que reúne en sus páginas, destinados a dar conocer la historia de una búsqueda, la del conocimiento de los astros y del propio entorno y, al propio tiempo, brindar al lector una aproximación a una ciencia cada día más en boga.
El recorrido que nos propone el autor es amplio, pues abarca desde la época prehistórica hasta nuestros días. En tiempos anteriores a la historia, los astros permitían registrar el tiempo, algo fundamental para aquellos primeros humanos, que practicaban, así, una astronomía de posición, fabricando alineaciones con piedras y palos para determinar los puntos de salida y puesta del sol. Como ejemplo típico de estas construcciones, se detiene principalmente en Stonehenge, citando también otros restos arqueológicos.
Astros en el ayer
En un paso más en el tiempo, es la astronomía mesopotámica, como exponente de las primeras civilizaciones, la que ocupa la atención del autor. Un momento en que astronomía y religión iban de la mano, sosteniendo una importante serie de creencias. Un avance en esta línea se produce en Egipto, donde sus sabios explicaron el universo a través de la religión, con diferentes visiones cosmológicas; el universo se concibe como algo cíclico, lo que permite que sea su civilización la primera en contar con un calendario. Fueron los egipcios capaces de distinguir los objetos celestes fijos y los móviles, entre otros avances de sus sacerdotes astrónomos.
Importante fue también la astronomía en las culturas prehispánicas, que se desenvolvían entre la ciencia y el misterio. La astronomía maya, la chavín, la olmeca, la zapoteca y la azteca constituyen el objeto de la explicación de Díaz León, quien, de manera sucinta, nos ofrece un excelente resumen de los más importantes logros astronómicos de estas civilizaciones, para pasar, seguidamente, a estudiar esta ciencia en la cultura griega.
Aquí ya aparecen los nombres que ocupan un lugar preeminente de la historia helénica. Los pitagóricos ceden paso a las teorías de Aristóteles, a quien dedica varias páginas del texto, y a las destacadas aportaciones de Eratóstenes y sus conclusiones acerca de un geocentrismo que se vería destronado tiempo después por la teoría heliocéntrica.
Lugar destacado ocupan también los árabes, cuya astronomía se considera heredera de la clásica. Por aquí desfilan Ibn Qurra, Avicena, Azarquiel, Avempace, Averroes, Maimónides, etc. Sus trabajos y sus avances son expuestos de manera clara y concisa por el autor, ofreciéndonos un auténtico panorama de sus importantes aportaciones.
En el mundo cristiano medieval ocupa, también, destacada importancia la astronomía. No se olvida el autor de culpar “a la Iglesia del retraso científico en el lado cristiano durante la Edad Media”. La escolástica, nacida en el estamento religioso, revisa las principales obras de la filosofía natural, cuyos autores más destacados eran Aristóteles, Platón. Ptolomeo o Arquímedes, pues considera que la naturaleza es un conjunto de leyes que se podían explicar por la razón, con énfasis en la lógica y el empirismo. Aquí es el turno de Roger Bacon (quien estableció pautas en lo que se conoce como método científico), Nicolás de Cusa, Regius Montanus, Martin Bylica, etc.
En tiempos modernos
Con esto llegamos a la Edad Moderna, donde, paulatinamente, se va produciendo un desplazamiento de Dios por el hombre: “el siglo XVI será sin duda el siglo marcado por el final del teocentrismo medieval, y la irrupción del homocentrismo”. Al timón del avance de la ciencia astronómica encontramos a Nicolás Copérnico, Tycho Brahe, Johannes Kepler, Pedro Nunes y Christopher Clavius, de los que el autor ofrece una apretada síntesis de su pensamiento y aportaciones.
Mientras, la razón va ganando terreno a la creencia y a la superstición: tanto René Descartes como Baruch Spinoza convierten la razón en el motor de crecimiento de la actividad humana. El siglo XVII comienza cuando Galileo Galilei y Kepler han publicado algunos de sus mejores trabajos y a lo largo de su desarrollo se producen grandes debates entre heliocentristas y geocentristas. Galileo, Kepler y Newton centran la atención de Díaz León, desarrollando su biografía, pensamiento y obras.
Con el sugerente título de Las luces inundan el cielo, abre el autor un capítulo que arranca con Isaac Newton como puente perfecto que abre camino a la Europa de la Ilustración, suponiendo el triunfo de la razón sobre la fe. Nos ofrece una panorámica de los acontecimiento primordiales de tan importante siglo en la historia. Aquí descuellan las figuras de Edmund Halley, Herschel y sus telescopios, Charles Messier, Pierre Mechain, Pierre-Simon Laplace, Lagrange, Bode, Titius, Le Verrer y el español Jorge Juan. De todos ellos podemos leer su biografía y aportaciones a la ciencia.
Desde luego, los telescopios constituyen un imprescindible instrumento para la observación estelar. Y es el siglo XIX el que contempla su sofisticación, junto a otros medios de observación. Esta centuria supone el momento de esplendor de las grandes academias científicas y el comienzo de una inversión estatal en la investigación. También aquí, Díaz León nos ofrece una resumida biobibliografía de las figuras destacadas del momento: Charles Piazzi Smith, Elizabeth Brown, Janet Taylor, Friedrich Wilhelm Bessel, Johann Encke, Giovanni Virgilio Schiaparelli, Mary Somerville, Mariel Mitchell, Williamina Fleming, Henrietta Swan Leavitt, Percival Lowell y los españoles Cecilio Pujazón y Josep Comas i Solá. Como se ve, un amplio grupo a ambos lados del océano y en el que abundan las mujeres como destacadas científicas.
Entramos así en el siglo XX, en el que se recorre el camino de la teoría de relatividad a los albores de la carrera espacial. Personajes que nos son más cercanos en el tiempo desfilan por este capítulo, tales como Einstein, Hubble, Georges Lemaître, Gamow, Schrödinger, Max Valier, Paulet, Goddard, Shapley y Hoyle. Como se ve, científicos astrónomos junto a creadores de diseños y motores capaces de elevarse desde la tierra hacia el amplio campo del cielo.
A partir de aquí, el autor nos ofrece una amplia visión de lo que ha constituido y constituye prácticamente hasta nuestros días lo que se ha dado en llamar la carrera espacial que nos ha llevado hasta Marte. Personas y programas se mezclan en este remolino ascendente para alcanzar las estrellas.
Concluyendo
Breve historia de la astronomía es un libro de divulgación; en este sentido, constituye un magnífico manual, a tener siempre a mano, para poder consultar detalles del devenir de tan apasionante ciencia. El lenguaje, como corresponde a este tipo de publicaciones, es muy próximo y asequible, lo que permite una lectura relajada a la par que entretenida. Importante aportación es la inclusión de una selecta bibliografía al fina del cada capítulo que permitirá al lector interesado profundizar en aquellos temas que, en la presente obra, quedan simplemente esbozados.
Índice
Introducción
La astronomía prehistórica
La astronomía mesopotámica, exponente de las primeras civilizaciones urbanas
La astronomía sumeria
La astronomía babilonia
El antiguo Egipto y la religión de los astros
La astronomía en las culturas prehispánica, entre la ciencia y el misterio
La astronomía maya
La astronomía chavín
La astronomía olmeca
La astronomía zapoteca
La astronomía azteca
La astronomía en la civilización griega
La astronomía árabe, heredera de la astronomía clásica
La astronomía medieval en el mundo cristiano
La Edad Moderna: el hombre desplaza a Dios
El poder de la razón
Las luces inundan el cielo
La sofisticación de los medios de observación
De la teoría de la relatividad a los albores de la carrera espacial (1900-1950)
De la carrera espacial a la llegada a Marte (1951-2000)
Reseñas
La cima del éxtasis
Juan Antonio Martínez de la Fe , 06/04/2021
Ficha Técnica
Título: La cima del éxtasis
Autora: Luce López-Baralt
Edita: Editorial Trotta, Madrid, 2020
Colección: Estructuras y Procesos
Encuadernación: Tapa dura
Número de páginas: 242
ISBN: 978-84-9879-834-0
Precio: 30 euros
Ya la propia definición que da la RAE a éxtasis, en la acepción que nos ocupa, habla de la dificultad de poder verter en palabras una experiencia que excede a los sentidos: “Estado del alma caracterizado por cierta unión mística con Dios mediante la contemplación y el amor, y por la suspensión de los sentidos”. Y a ese problema, el trasladarnos una experiencia mística, se enfrenta Luce López-Baralt: explicarnos su propia experiencia.
No es un reto nuevo. A él se han enfrentado todos cuantos han podido experimentar una situación de éxtasis, con más o menos éxito. A título de ejemplos más cercanos, traídos frecuentemente por la autora, citar a Santa Teresa de Jesús o a San Juan de la Cruz o, de tiempos más recientes, Ernesto Cardenal o Thomas Merton.
A lo largo del texto, López-Baralt reitera la dificultad que entraña su tarea: “el esfuerzo por comunicar una experiencia infinita y supra-racional siempre será insuficiente”; “viví una experiencia fruitiva y directa de Dios que, al no estar constituida por imágenes, carecía de toda posibilidad de ser representada”; “a todos [cuantos han tenido una experiencia mística] nos es radicalmente imposible sugerir la simultaneidad avasallante de la vivencia mística, pues escribimos cuando ya hemos sido devueltos a la prisión del tiempo sucesivo”. Valgan estos pocos ejemplos.
Una imagen
Pese a ello, López-Baralt intenta trasladarnos lo que le aconteció recurriendo a una imagen, la del recibidor del palacio califal de la antigua Medina al-Zahra, en Córdoba, de la época de Abderramán III. Una imagen que devino en símbolo de su experiencia. Porque el centelleante recibidor califal en constante giro caleidoscópico simboliza el locus teofánico del éxtasis, donde Dios manifiesta al alma la perpetua itinerancia de sus epifanías infinitas. Pero no reduce a esta imagen su carga simbólica sino que también alude a otras construcciones mozárabes o árabes para reforzar la fuerza que, como símbolo, tiene la construcción cordobesa.
Recurrir a una imagen típicamente oriental no es algo ajeno a la autora. Desde muy joven, se sintió atraída por este mundo, especialmente por el de los místicos sufíes. No es de extrañar, pues, como explica, el camino místico es distinto para cada cual y el contemplativo se suele servir de una realidad creada, o de una simbología literaria, que sienta cercana a su propia naturaleza psíquica, para intentar comunicar con ella la revelación que tiene recibida. Teoría que aplica a su propia experiencia acomodada a su natural inclinación por la espiritualidad oriental.
¿Y qué pretende transmitirnos con estas imágenes a las que recurre? Algo que, como ya se ha dicho y no se cansa de repetir a lo largo de toda la obra, en sí mismo es indefinible. Habla de lo variopinto y múltiple que confluyen en Unidad, en la unión transformante, la fuente última de luz donde Dios funde lo múltiple en su suprema Unidad. Todo se diluye dulce, totalmente en su luz: todas las noticias y revelaciones que recibe el alma se homologan en lo hondo de su Esencia, así como sucede también con la multiplicidad de lo creado e, incluso, con toda la turbamulta de las pasiones humanas. Lo que produce una alegría sin par, al anegarse el alma en un abrazo incandescente, eje sagrado que reconcilia cielos y tierra y que la alecciona en los recónditos secretos del Eterno.
En estas vivencias sobrenaturales, se vive un conocimiento interminable, pero no sucesivo, sino que se produce una simultaneidad avasallante de la vivencia mística. Pero no nos engañemos: hablar de estas experiencias místicas no es hablar de teología: “el alma puede acoger simultáneamente todas las epifanías cambiantes e infinitas que la Divinidad refleja en ella, sin privilegiar una sobre la otra, porque eso sería reducir a Dios y solidificarlo en una sola de sus manifestaciones sobrenaturales”. No entran aquí, pues, el razonamiento y las disquisiciones teológicas, sino que el alma accede directamente a la Divinidad, en una experiencia vívida, prodigiosa, única.
Experiencia personal
Luce López-Baralt narra cómo ocurrió su experiencia mística. Le sucedió en un instante inesperado, cuando impartía un seminario rodeada de alumnos. Tan rápida fue que los presentes, salvo alguna excepción, no se percataron de lo sucedido. Sin embargo, la intensidad de lo vivido lo convierte en un hecho indubitable, con consecuencias para su vida a partir de ese momento.
Acostumbrada a la actividad académica y al rigor de sus métodos científicos, no dudó en plantear lo ocurrido a algún especialista en psicoanálisis, quien le confirmó en la realidad de lo sucedido. Y nació en ella la necesidad de comunicar, de hacer partícipe a la sociedad de ese gozo que la inundaba. Se encuentra ahí la génesis de este libro, un libro “de buenas nuevas: una historia de amor rotunda y feliz” que, si pudiera servir de consuelo a alguien, la autora daría por bueno el enorme esfuerzo que le ha supuesto su redacción.
Se trata, pues, de un libro que no está atado a dogmas religiosos ni a ninguna estructura eclesial específica; místicos los hay en distintos ámbitos tanto religiosos como no religiosos. No es una obra que intente armonizar la fe con la razón; muy al contrario, las trasciende a las dos.
¿Cómo describe López-Baralt su experiencia mística? Hay que ir espigando a lo largo de las páginas de su obra diferentes aspectos que brotan de la abundancia de lo vivido. He aquí algunos ejemplos: “insisto en que la nota predominante de la vivencia mística es la reconciliación. Ya dije que es como si las paradojas y la diversidad de este mundo se derritieran en Unidad”; “no era una convicción de que tendría vida eterna, sino una conciencia de que poseía vida eterna”; “la nota predominante de la vivencia mística es pues, para muchos contemplativos, la paz última que da la certeza de la reconciliación del alma en Dios”; “entendí, pues, sin que pueda ser capaz de explicarlo, que estaba unida en amor a todos los seres y unida a todos con Dios o, mejor, que estábamos unidos todos en el seno mismo de Dios”; “en un instante al blanco vivo quedé convertida en un torbellino de felicidad sapiencial inimaginable”. Sería interminable la lista de citas.
Amplitud de la experiencia mística
No trata la autora de manera extensa de un camino para alcanzar una experiencia como la suya que la convierte en mística. Alude, evidentemente, a los pasos de los que habla Teresa de Jesús. Pero deja bien claro que se trata de un don que puede recibir cualquiera de Dios, que lo otorga a quien Él desea. Desde luego, eso no invalida ni de lejos los métodos que utilizan quienes desean alcanzar ese don, como pueden ser la meditación, la danza, etc.
En cualquier caso, López-Baralt manifiesta que no es ajena a la posibilidad de que la experiencia mística pueda estar hermanada en todas las culturas religiosas, aunque cada una de ellas la describa desde sus propias coordenadas culturales. Por supuesto, no entra en la polémica teórica de si se está ante una misma vivencia esencial o bien ante una experiencia que la cultura religiosa de cada místico moldea e, incluso, altera. Lo que explica que haga una incursión en el caso de los sufíes del Medioevo, dada su afinidad espiritual con ellos.
Sí es muy importante destacar un aspecto al que, de manera indirecta, se ha aludido ya, cuando se hablaba del abrazo unitivo con todos los demás. Nos dice la autora: “si no se traduce en amor y servicio a los demás, el goce extático no tiene sentido. Más aún, podría resultar dudoso”. Se trata de la consecuencia primordial de la experiencia mística que la une a los principios fundamentales de las religiones.
Y da un paso más la autora. Ante la clásica disyuntiva entre la vida contemplativa y la vida de acción, representada en los Evangelios en el pasaje de Marta y María, López-Baralt, plantea que quien incorpora de veras la experiencia mística transformante a su vida, pasa a vivir sub specie aeternitatis, es decir, a la luz de la eternidad; en otras palabras: vive constantemente en la presencia de Dios. Al alma le es dado percibir los vínculos sagrados que tienen los sucesos de la vida cotidiana, y todo suceso o toda pulsión es capaz de aleccionar espiritualmente, si se sabe reorientar hacia Dios. Así lo describe la autora: “esta es pues la etapa que vengo denominando como la morada de la reconciliación, ya que el alma ha devenido capaz de descubrir el secreto divinal que subyace la belleza creada, […] se trata de una morada y no de un estado transitorio”; y más adelante: “el alma deviene capaz ahora de transformar la percepción cotidiana de lo sensible en ejercicio de contemplación”.
Quien ha gozado de una experiencia mística no la circunscribe al momento en que la recibe, sino que la despliega a lo largo de toda su vida; su alma ya no puede sustraerse a esta presencia inmediata de Dios, viva y palpitante en todos los seres y todas las cosas.
Y ejemplifica sus aportaciones trayendo a colación los ejemplos de varias personas que le han mostrado cómo esa experiencia la han trasladado a sus vidas incluso y principalmente, en los momentos más duros y ante las experiencias más dolorosas.
Concluyendo
Podemos cerrar este comentario con las palabras precisas de la autora: “tan solo aspiro a que mi futuro lector pueda sentir algún consuelo ante la celebración, por modesta y opaca que sea, de mi encuentro jubiloso con el Dios vivo, y que lo llene de esperanza, ya que todos estamos convocados a regresar al seno de la Trascendencia”.
Y a esto es a lo que se enfrenta el lector de esta obra. No se trata de una lectura fácil: ya se sabe desde las primeras páginas, la dificultad que entraña poder describir lo indescriptible; pero sí de una lectura sumamente interesante que abre las puertas a un intento de explicación de la experiencia mística. Siendo conscientes de ello, la autora sale muy airosa del intento.
Índice
Nota de la autora
Agradecimientos
I. La experiencia del éxtasis, imposible de poner en palabras
II. El recibidor califal de Medina al Zahra y sus sugerencias místicas
1. Acerca de la “ciudad fulgurante” cordobesa
2. La fuente de mercurio de Medina al-Zahra como mandala de la cúspide del éxtasis
III. “No diré nada que no haya experimentado mucho” (Santa Teresa, Vida XVIII, 7)
IV. La tesitura dinámica del órgano de percepción mística, en vertiginoso cambio perpetuo
V. La reconciliación de Marta y María
VI. “Vos sos una mística del júbilo” (Ernesto Cardenal, San Juan de Puerto Rico, 25 de noviembre de 1986)
VI. “… Y heme aquí convertida en un río de asombro”
A modo de epílogo
Índice de nombres y de lugares
Título: La cima del éxtasis
Autora: Luce López-Baralt
Edita: Editorial Trotta, Madrid, 2020
Colección: Estructuras y Procesos
Encuadernación: Tapa dura
Número de páginas: 242
ISBN: 978-84-9879-834-0
Precio: 30 euros
Ya la propia definición que da la RAE a éxtasis, en la acepción que nos ocupa, habla de la dificultad de poder verter en palabras una experiencia que excede a los sentidos: “Estado del alma caracterizado por cierta unión mística con Dios mediante la contemplación y el amor, y por la suspensión de los sentidos”. Y a ese problema, el trasladarnos una experiencia mística, se enfrenta Luce López-Baralt: explicarnos su propia experiencia.
No es un reto nuevo. A él se han enfrentado todos cuantos han podido experimentar una situación de éxtasis, con más o menos éxito. A título de ejemplos más cercanos, traídos frecuentemente por la autora, citar a Santa Teresa de Jesús o a San Juan de la Cruz o, de tiempos más recientes, Ernesto Cardenal o Thomas Merton.
A lo largo del texto, López-Baralt reitera la dificultad que entraña su tarea: “el esfuerzo por comunicar una experiencia infinita y supra-racional siempre será insuficiente”; “viví una experiencia fruitiva y directa de Dios que, al no estar constituida por imágenes, carecía de toda posibilidad de ser representada”; “a todos [cuantos han tenido una experiencia mística] nos es radicalmente imposible sugerir la simultaneidad avasallante de la vivencia mística, pues escribimos cuando ya hemos sido devueltos a la prisión del tiempo sucesivo”. Valgan estos pocos ejemplos.
Una imagen
Pese a ello, López-Baralt intenta trasladarnos lo que le aconteció recurriendo a una imagen, la del recibidor del palacio califal de la antigua Medina al-Zahra, en Córdoba, de la época de Abderramán III. Una imagen que devino en símbolo de su experiencia. Porque el centelleante recibidor califal en constante giro caleidoscópico simboliza el locus teofánico del éxtasis, donde Dios manifiesta al alma la perpetua itinerancia de sus epifanías infinitas. Pero no reduce a esta imagen su carga simbólica sino que también alude a otras construcciones mozárabes o árabes para reforzar la fuerza que, como símbolo, tiene la construcción cordobesa.
Recurrir a una imagen típicamente oriental no es algo ajeno a la autora. Desde muy joven, se sintió atraída por este mundo, especialmente por el de los místicos sufíes. No es de extrañar, pues, como explica, el camino místico es distinto para cada cual y el contemplativo se suele servir de una realidad creada, o de una simbología literaria, que sienta cercana a su propia naturaleza psíquica, para intentar comunicar con ella la revelación que tiene recibida. Teoría que aplica a su propia experiencia acomodada a su natural inclinación por la espiritualidad oriental.
¿Y qué pretende transmitirnos con estas imágenes a las que recurre? Algo que, como ya se ha dicho y no se cansa de repetir a lo largo de toda la obra, en sí mismo es indefinible. Habla de lo variopinto y múltiple que confluyen en Unidad, en la unión transformante, la fuente última de luz donde Dios funde lo múltiple en su suprema Unidad. Todo se diluye dulce, totalmente en su luz: todas las noticias y revelaciones que recibe el alma se homologan en lo hondo de su Esencia, así como sucede también con la multiplicidad de lo creado e, incluso, con toda la turbamulta de las pasiones humanas. Lo que produce una alegría sin par, al anegarse el alma en un abrazo incandescente, eje sagrado que reconcilia cielos y tierra y que la alecciona en los recónditos secretos del Eterno.
En estas vivencias sobrenaturales, se vive un conocimiento interminable, pero no sucesivo, sino que se produce una simultaneidad avasallante de la vivencia mística. Pero no nos engañemos: hablar de estas experiencias místicas no es hablar de teología: “el alma puede acoger simultáneamente todas las epifanías cambiantes e infinitas que la Divinidad refleja en ella, sin privilegiar una sobre la otra, porque eso sería reducir a Dios y solidificarlo en una sola de sus manifestaciones sobrenaturales”. No entran aquí, pues, el razonamiento y las disquisiciones teológicas, sino que el alma accede directamente a la Divinidad, en una experiencia vívida, prodigiosa, única.
Experiencia personal
Luce López-Baralt narra cómo ocurrió su experiencia mística. Le sucedió en un instante inesperado, cuando impartía un seminario rodeada de alumnos. Tan rápida fue que los presentes, salvo alguna excepción, no se percataron de lo sucedido. Sin embargo, la intensidad de lo vivido lo convierte en un hecho indubitable, con consecuencias para su vida a partir de ese momento.
Acostumbrada a la actividad académica y al rigor de sus métodos científicos, no dudó en plantear lo ocurrido a algún especialista en psicoanálisis, quien le confirmó en la realidad de lo sucedido. Y nació en ella la necesidad de comunicar, de hacer partícipe a la sociedad de ese gozo que la inundaba. Se encuentra ahí la génesis de este libro, un libro “de buenas nuevas: una historia de amor rotunda y feliz” que, si pudiera servir de consuelo a alguien, la autora daría por bueno el enorme esfuerzo que le ha supuesto su redacción.
Se trata, pues, de un libro que no está atado a dogmas religiosos ni a ninguna estructura eclesial específica; místicos los hay en distintos ámbitos tanto religiosos como no religiosos. No es una obra que intente armonizar la fe con la razón; muy al contrario, las trasciende a las dos.
¿Cómo describe López-Baralt su experiencia mística? Hay que ir espigando a lo largo de las páginas de su obra diferentes aspectos que brotan de la abundancia de lo vivido. He aquí algunos ejemplos: “insisto en que la nota predominante de la vivencia mística es la reconciliación. Ya dije que es como si las paradojas y la diversidad de este mundo se derritieran en Unidad”; “no era una convicción de que tendría vida eterna, sino una conciencia de que poseía vida eterna”; “la nota predominante de la vivencia mística es pues, para muchos contemplativos, la paz última que da la certeza de la reconciliación del alma en Dios”; “entendí, pues, sin que pueda ser capaz de explicarlo, que estaba unida en amor a todos los seres y unida a todos con Dios o, mejor, que estábamos unidos todos en el seno mismo de Dios”; “en un instante al blanco vivo quedé convertida en un torbellino de felicidad sapiencial inimaginable”. Sería interminable la lista de citas.
Amplitud de la experiencia mística
No trata la autora de manera extensa de un camino para alcanzar una experiencia como la suya que la convierte en mística. Alude, evidentemente, a los pasos de los que habla Teresa de Jesús. Pero deja bien claro que se trata de un don que puede recibir cualquiera de Dios, que lo otorga a quien Él desea. Desde luego, eso no invalida ni de lejos los métodos que utilizan quienes desean alcanzar ese don, como pueden ser la meditación, la danza, etc.
En cualquier caso, López-Baralt manifiesta que no es ajena a la posibilidad de que la experiencia mística pueda estar hermanada en todas las culturas religiosas, aunque cada una de ellas la describa desde sus propias coordenadas culturales. Por supuesto, no entra en la polémica teórica de si se está ante una misma vivencia esencial o bien ante una experiencia que la cultura religiosa de cada místico moldea e, incluso, altera. Lo que explica que haga una incursión en el caso de los sufíes del Medioevo, dada su afinidad espiritual con ellos.
Sí es muy importante destacar un aspecto al que, de manera indirecta, se ha aludido ya, cuando se hablaba del abrazo unitivo con todos los demás. Nos dice la autora: “si no se traduce en amor y servicio a los demás, el goce extático no tiene sentido. Más aún, podría resultar dudoso”. Se trata de la consecuencia primordial de la experiencia mística que la une a los principios fundamentales de las religiones.
Y da un paso más la autora. Ante la clásica disyuntiva entre la vida contemplativa y la vida de acción, representada en los Evangelios en el pasaje de Marta y María, López-Baralt, plantea que quien incorpora de veras la experiencia mística transformante a su vida, pasa a vivir sub specie aeternitatis, es decir, a la luz de la eternidad; en otras palabras: vive constantemente en la presencia de Dios. Al alma le es dado percibir los vínculos sagrados que tienen los sucesos de la vida cotidiana, y todo suceso o toda pulsión es capaz de aleccionar espiritualmente, si se sabe reorientar hacia Dios. Así lo describe la autora: “esta es pues la etapa que vengo denominando como la morada de la reconciliación, ya que el alma ha devenido capaz de descubrir el secreto divinal que subyace la belleza creada, […] se trata de una morada y no de un estado transitorio”; y más adelante: “el alma deviene capaz ahora de transformar la percepción cotidiana de lo sensible en ejercicio de contemplación”.
Quien ha gozado de una experiencia mística no la circunscribe al momento en que la recibe, sino que la despliega a lo largo de toda su vida; su alma ya no puede sustraerse a esta presencia inmediata de Dios, viva y palpitante en todos los seres y todas las cosas.
Y ejemplifica sus aportaciones trayendo a colación los ejemplos de varias personas que le han mostrado cómo esa experiencia la han trasladado a sus vidas incluso y principalmente, en los momentos más duros y ante las experiencias más dolorosas.
Concluyendo
Podemos cerrar este comentario con las palabras precisas de la autora: “tan solo aspiro a que mi futuro lector pueda sentir algún consuelo ante la celebración, por modesta y opaca que sea, de mi encuentro jubiloso con el Dios vivo, y que lo llene de esperanza, ya que todos estamos convocados a regresar al seno de la Trascendencia”.
Y a esto es a lo que se enfrenta el lector de esta obra. No se trata de una lectura fácil: ya se sabe desde las primeras páginas, la dificultad que entraña poder describir lo indescriptible; pero sí de una lectura sumamente interesante que abre las puertas a un intento de explicación de la experiencia mística. Siendo conscientes de ello, la autora sale muy airosa del intento.
Índice
Nota de la autora
Agradecimientos
I. La experiencia del éxtasis, imposible de poner en palabras
II. El recibidor califal de Medina al Zahra y sus sugerencias místicas
1. Acerca de la “ciudad fulgurante” cordobesa
2. La fuente de mercurio de Medina al-Zahra como mandala de la cúspide del éxtasis
III. “No diré nada que no haya experimentado mucho” (Santa Teresa, Vida XVIII, 7)
IV. La tesitura dinámica del órgano de percepción mística, en vertiginoso cambio perpetuo
V. La reconciliación de Marta y María
VI. “Vos sos una mística del júbilo” (Ernesto Cardenal, San Juan de Puerto Rico, 25 de noviembre de 1986)
VI. “… Y heme aquí convertida en un río de asombro”
A modo de epílogo
Índice de nombres y de lugares
Reseñas
Nuestra verdad
Redacción T21 , 01/04/2021
Ficha Técnica
Título: Nuestra verdad
Autora: Kamala Harris
Edita: Ediciones Península. Barcelona, abril de 2021
Traducción: María Eugenia Santa Coloma y Ana González Corcho
Colección: Península
Materia: Biografía
Encuadernación: Tapa dura con sobrecubierta
Número de páginas: 400
ISBN: 978-84-9942-989-2
PVP: 22.90 €
eBook (Epub 2): 10,99€
“Nuestra Verdad” es la emocionante e inspiradora autobiografía de la nueva vicepresidenta de Estados Unidos.
«Estoy hablando». Con esa contundente frase dicha en medio de un debate electoral se daba a conocer la que más tarde acabaría siendo la primera mujer vicepresidenta de Estados Unidos. La primera mujer y la primera afroamericana. Una frase que resume como ninguna otra lo que ella es y, más importante aún, lo que representa su elección.
En estas memorias, Kamala recorre una trayectoria personal que desde sus orígenes está impregnada de la lucha constante por la justicia social y la defensa de los más vulnerables; la de los niños víctima de abusos en su etapa como fiscal, la del matrimonio gay durante su cargo como Fiscal general de California, o la de las familias desahuciadas durante la crisis hipotecaria.
Kamala Harris, criada por su madre india en una comunidad afroamericana muy vinculada a los derechos civiles, reflexiona en este libro sobre la importancia de alzar la voz contra los prejuicios y sobre los personajes, públicos y privados, que la han inspirado.
Un libro emocionante y escrito con honestidad, cuya lectura no solo nos sumerge en la vida de una mujer que ha hecho historia a cada paso de su carrera, sino que además nos permite evaluar los importantes cambios políticos y sociales vividos en las últimas cinco décadas y los desafíos que nos aguardan.
Escrito en primera persona, esta autobiografía es la presentación al mundo de la nueva vicepresidenta de Estados Unidos. …”Es la historia de mi infancia. Es la historia de la vida que he creado desde entonces”, afirma con rotundidad su autora.
Índice
Prólogo
Agradecimientos
Notas
Índice temático
Título: Nuestra verdad
Autora: Kamala Harris
Edita: Ediciones Península. Barcelona, abril de 2021
Traducción: María Eugenia Santa Coloma y Ana González Corcho
Colección: Península
Materia: Biografía
Encuadernación: Tapa dura con sobrecubierta
Número de páginas: 400
ISBN: 978-84-9942-989-2
PVP: 22.90 €
eBook (Epub 2): 10,99€
“Nuestra Verdad” es la emocionante e inspiradora autobiografía de la nueva vicepresidenta de Estados Unidos.
«Estoy hablando». Con esa contundente frase dicha en medio de un debate electoral se daba a conocer la que más tarde acabaría siendo la primera mujer vicepresidenta de Estados Unidos. La primera mujer y la primera afroamericana. Una frase que resume como ninguna otra lo que ella es y, más importante aún, lo que representa su elección.
En estas memorias, Kamala recorre una trayectoria personal que desde sus orígenes está impregnada de la lucha constante por la justicia social y la defensa de los más vulnerables; la de los niños víctima de abusos en su etapa como fiscal, la del matrimonio gay durante su cargo como Fiscal general de California, o la de las familias desahuciadas durante la crisis hipotecaria.
Kamala Harris, criada por su madre india en una comunidad afroamericana muy vinculada a los derechos civiles, reflexiona en este libro sobre la importancia de alzar la voz contra los prejuicios y sobre los personajes, públicos y privados, que la han inspirado.
Un libro emocionante y escrito con honestidad, cuya lectura no solo nos sumerge en la vida de una mujer que ha hecho historia a cada paso de su carrera, sino que además nos permite evaluar los importantes cambios políticos y sociales vividos en las últimas cinco décadas y los desafíos que nos aguardan.
Escrito en primera persona, esta autobiografía es la presentación al mundo de la nueva vicepresidenta de Estados Unidos. …”Es la historia de mi infancia. Es la historia de la vida que he creado desde entonces”, afirma con rotundidad su autora.
Índice
Prólogo
- Por el pueblo
- Una voz por la justicia
- Con el agua al cuello
- Campanas de boda
- Yo digo que luchemos
- Somos mejores que eso
- Todo el mundo, todos los cuerpos
- El coste de la vida
- Seguridad inteligente
- Todo lo que he aprendido
Agradecimientos
Notas
Índice temático
Reseñas
El fin de la educación
Redacción T21 , 29/03/2021
La escuela que dejó de ser
Ficha Técnica
Título: El fin de la educación
Autor: Xavier Massó Aguadé
Edita: Ediciones Akal. Madrid, marzo de 2021
Materia: Sistema educativo
Colección: Educación
Encuadernación: Rústica con solapas
Número de páginas: 352
ISBN: 978-84-460-5034-6
PVP: 20,00 €
Ebook : 9,99 €
¿Qué se persigue con las reformas que llevan tres décadas implantándose en el sistema educativo? ¿Se trata de adaptarlo a los nuevos tiempos para que siga cumpliendo con su función de transmitir conocimientos o de desvirtuarla para subordinarla a otros cometidos? ¿Son estas innovaciones el medio del cual nos valemos para mejorar el sistema educativo o el instrumento para liquidarlo?
Si la introducción de reformas pretende la adaptación del sistema educativo a una nueva realidad, su objetivo y sus funciones debieran permanecer intactos, pero si con ellas lo estamos desvirtuando y llevando hasta más allá de sus propios límites y posibilidades, entonces estamos alterando también su naturaleza, el propio concepto de sistema educativo, propiciando su colapso y acabamiento como tal.
Este libro acomete la problemática educativa actual desde las tres acepciones del término «fin» aplicado al sistema educativo. Fin, como objetivo o finalidad: la naturaleza y funciones de un sistema educativo; fin, como límites y dominio: el ámbito que, en función de sus objetivos y funciones, le es propio; y fin como acabamiento, el final de una escuela impelida a dejar de ser lo que fue, acaso reconvertida a otras funciones distintas de aquella para la que fue concebida. Con todo lo que ello conlleva, porque si la escuela deja de cumplir su función, nadie puede hacerlo por ella.
Nos situamos con ello a las puertas del fin de la educación.
Índice
Prólogo. Carlos Fernández Liria, Olga García Fernández y Enrique Galindo Ferrández
Introducción. La pedagogía de la sospecha
Primera Parte. Educación: Finalidad y Función
1. Educación y sistema educativo
2. El modelo educativo ilustrado y la Revolución industrial
3. Educación, enseñanza, instrucción y los dueños de las palabras
Segunda Parte. Límites y Dominio: La deconstrucción del sistema educativo
4. El nuevo Procusto
5. La deconstrucción del sistema educativo y la pedagogía de la sospecha
6. Sujeto y objeto de la educación. La falacia del alumnocentrismo
7. Pecado Original y buena nueva educativa
8. Redención y penitencia: la «teocnología» educativa
9. Igualdad de oportunidades y derecho a la educación
10. La memoria olvidada
11. Las nuevas tecnologías
12. La cantidad y la calidad
13. Las enseñanzas inútiles: lo útil y lo inútil
14. Conocimiento e información
15. Empresa y escuela
16. Competencia y conocimiento
17. La lección magistral de escritura
Tercera Parte. El final de la educación
18. Acoso y derribo
19. Destino y origen
20. El discurso amable
21. El enemigo invisible y el economismo educativo
22. Fin de trayecto
Bibliografía
Reseñas
Herejes
Juan Antonio Martínez de la Fe , 28/03/2021
Ficha Técnica
Título: Herejes
Autor: Antonio Pau
Edita: Editorial Trotta, Madrid, 2020
Encuadernación: Tapa blanda con solapas
Número de páginas: 144
ISBN: 978-84-9879-972-9
Precio: 13 euros
Herejes ha habido multitud a lo largo de la historia. En todas partes, en todas las culturas: cualquier persona que disintiera de lo que era la creencia general o autorizada, se autoexiliaba de su comunidad. En este libro que comentamos, Antonio Pau nos ofrece una panorámica sobre el fenómeno de la herejía dentro del ámbito del catolicismo: un sucinto y condensado recorrido por la biografía de unos cuantos herejes, resumiendo el núcleo de lo que fue considerado como su error, base de su condena por parte de la ortodoxia.
El autor nos ofrece, en las primeras páginas de su obra, una reflexión que nos ayuda a arrojar luz sobre el fenómeno de la herejía: el disidente mejora el pensamiento del que disienten y la fe se fue perfilando a golpe de herejía. Por otro lado, y en líneas generales, en la base de un pensamiento alejado de la ortodoxia se encuentra un verdadero y sincero deseo de mejorar la Iglesia que les tocó vivir; es una voluntad de reforma, de volver a los prístinos orígenes del cristianismo, tan alejado de la vida de la Iglesia; un retorno a las enseñanzas evangélicas más puras.
Curiosamente, el número de varones herejes es superior notablemente al de mujeres. Algo que no debe de llamar la atención: ellas ocupaban un lugar secundario en la sociedad y, sobre todo, en la estructura jerárquica eclesial.
Llama, igualmente, la atención el hecho de que varias de esas ideas que en su momento supusieron una condena, incluida a pena de muerte, hoy gozan de amplio consenso dentro del pensamiento religioso del momento; circulan libremente y cuentan con la adhesión de quienes se confiesan fieles practicantes de la doctrina ortodoxa.
Es difícil hablar en detalle de cada una de las veintidós biografías que contiene la obra de Pau. Pero el aludir a algunas de ellas puede servir para ilustrar al posible lector de lo que encontrará cuando se adentre en la lectura de este libro, muy asequible, de fácil comprensión y de absoluta amenidad, gracias a la labor de recopilación que hace Antonio Pau y a sus dotes de buen comunicador.
Algunos herejes
Joviniano, al que llama casamentero, resultó condenado por defender que tiene igual valor el celibato que el matrimonio, por lo que no se puede jerarquizar a los cristianos por su estado. Una afirmación que provocó iracunda reacción en san Jerónimo quien atacó duramente al matrimonio y a la mujer en su Adversus Jovinianum; hasta tal punto resultó dura su reacción que un senador romano, amigo suyo, trató de recoger todas las copias que se habían distribuido de su refutación. Hoy sería san Jerónimo quien podría resultar reconvenido por sus afirmaciones.
Si nos detenemos en Pelagio, los ecos de sus disputas con el sabio obispo de Hipona sobre el libre albedrío llegan hasta la actualidad; probablemente, con otras fundamentaciones, como ocurre con la posible determinación de nuestro cerebro, pero el debate no ha perdido frescura y lo vemos resurgir con frecuencia. En la base del pensamiento pelagiano se encuentra el hecho de que no podía concebir que el hombre naciera lastrado con la limitación del pecado original; defendía, por tanto, que los niños no debían de ser bautizados hasta que fueran capaces por sí mismos de decidir entre el bien y el mal. Estas ideas las plasmó Pelagio en una carta dirigida a una niña, Demetria, cuya madre recibió otra misiva, suscrita por san Agustín, en la que advertía a la madre de la pequeña de que estaba siendo corrompida por el hereje.
Arnau de Vilanova fue médico y filósofo. Hombre de grandes conocimientos que impartió desde la docencia en su cátedra de Montpellier, consideraba que todos los médicos debían de tener conocimientos filosóficos además de los profesionales. ¿Razón? Porque la filosofía permite conocer las causas ocultas de las enfermedades y la medicina solo las causas evidentes, por lo que solo con ambas pueden curarse los males. En el fondo, albores de una concepción holítisca de la medicina, tan en boga en muchos círculos de la actualidad. Y, con la filosofía, la teología abogando por la vuelta a los orígenes de una Iglesia pobre, sacrificada y austera. Su teología fue condenada por la Inquisición.
Una costurera toledana, Isabel de la Cruz sufrió también la condena de la Inquisición. El motivo: “hablar e doctrinar siendo muger e sin letras”. Se dedicó, en su modesto taller, a contar su pensamiento a un discípulo que luego, probablemente por miedo a un castigo, la denunció. ¿Era su doctrina peligrosa? Predicaba el dejamiento, dejarse llenar por Dios: vencer todas las pasiones, rezar en silencio y sin palabras y, también, “amar al prójimo con todas las obras de quaridad que le pudiéramos hazer”; y, por supuesto, no concebía la idea de que un Dios que es misericordia crease el infierno. Nada de esto nos escandaliza hoy día; muchos aplauden este dejamiento. Pero cometió el delito de ser mujer y expresar su manera de pensar.
Más conocida es la historia de Miguel Servet, condenado no por la Iglesia católica sino por otro disidente del catolicismo, Calvino. Su concepción religiosa centrada en la figura histórica de Jesús de Nazaret le hizo enfrentarse a las autoridades religiosas precisamente por ese adjetivo que califica la figura del Nazareno: histórica. Su afirmación de que Cristo es el único mediador ante Dios por lo que no valen los intermediarios institucionales suponía una grave ofensa para la jerarquía instituida que, orientada por Calvino, encaminó los pasos de Servet hacia la pira. Es evidente que existen otras ideas de Servet que alentaron y soliviantaron a los representantes de la ortodoxia calvinista, como eran la de la restitutio del cristianismo a su pureza originaria o la de la dignificación del cuerpo al nivel de la dignidad del alma. Pero su desgracia fue cruzarse con Calvino.
Singular fue también el caso del sacerdote Antonio de Rojas. Su delito fue escribir un librito de muy amplia difusión “para saber tener oración y unión con Dios”. Su obra era de fácil lectura, pues a su redacción lo movió no ofrecerlo a los ojos de los sabios del mundo ni a los grandes teólogos, sumergidos siempre en sus infinitas disquisiciones, sino a los más simples mortales que desean más amar a Dios. Se trata de un como atajo para llegar rápidamente a la contemplación, sin pasar por grandes deliberaciones y raciocinios. Al lector de hoy, habituado a tantas publicaciones sobre la meditación, no le han de resultar extrañas estas palabras de Rojas: el recogimiento consiste en que “te has de quedar sin pensar, sin discurrir, sin saber; como si te hubieras muerto”. Así, pues, nada de oración ni vocal ni mental; solo la nada. Es la manera de llegar directamente a la contemplación. Tal expansión de su libro no pasó desapercibida a la Inquisición que consideraba que a la contemplación no se puede llegar por propia voluntad y mucho menos menospreciando la oración verbal o mental. El libro fue incluido en el Índice.
Por parecidas ideas fue condenado Miguel de Molinos. ¿Cómo se avanza por el camino de la contemplación? No por la oración vocal, que impide que Dios le hable al alma. El camino es “el silencio que el alma consigue cuando ni habla, ni desea, ni piensa, sino que es Dios quien le habla”. Su obra: Guía espiritual que desembaraza al alma y la conduce por el interior camino para alcanzar la perfecta contemplación y el rico tesoro de la interior paz; un título lo suficientemente explícito de su contenido. Tampoco eran los ilustrados los destinatarios de su texto, sino los perplejos, como muchos de nuestros contemporáneos; y, sin embargo, sufrió un largo proceso inquisitorial que culminó con su condena.
Concluyendo
Un libro con contenido tan diverso, solo trenzado por el común denominador de la herejía, es difícil de sintetizar. Pero los ejemplos expuestos han de servir como invitación a una aproximación a sus amenísimas páginas. Su lectura, desde luego, no defraudará al posible lector que disfrutará de unos textos asequibles que permiten no realizarla de manera continuada, sino espigando entre los personajes que asoman a sus páginas reclamando del interesado la redención de una condena que hoy nos resulta inexplicable.
Índice
Prólogo
Marción de Sínope el Dios bueno
Valentín el Gnóstico en su pléroma de eones
Apolinar de Laodicea y el Minotauro
Joviniano, monje casamentero
Pelagio le escribe a la niña Demetria
Vigilancio/Dormitancio
Pedro Valdo, predicador itinerante
Amalrico de Bène contado por sus enemigos
Arnau de Vilanova en la cabecera del rey
Fray Dulcino de Novara se enamora de la bella Margherita
El Maestro Eckhart, inspirador de Rilke
Frater Didacus de Marchena, monachus hereticus
Isabel de la Cruz, la costurera toledana
Menno Simons, un hombre de paz
Miguel Servet sube a la colina de Champel
Socino, apaleado
Andreas Bodenstein se hace mozo de cuerda
Jacob Böhme, manos de corazón
Antonio de Rojas, por su atajo
María Jesús de Ágreda, entre hereje y venerable
Miguel de Molinos en la oficina de la nada
Janet Horn se calentó las manos en su propia hoguera
Ilustraciones
La perspectiva actualidad
Título: Herejes
Autor: Antonio Pau
Edita: Editorial Trotta, Madrid, 2020
Encuadernación: Tapa blanda con solapas
Número de páginas: 144
ISBN: 978-84-9879-972-9
Precio: 13 euros
Herejes ha habido multitud a lo largo de la historia. En todas partes, en todas las culturas: cualquier persona que disintiera de lo que era la creencia general o autorizada, se autoexiliaba de su comunidad. En este libro que comentamos, Antonio Pau nos ofrece una panorámica sobre el fenómeno de la herejía dentro del ámbito del catolicismo: un sucinto y condensado recorrido por la biografía de unos cuantos herejes, resumiendo el núcleo de lo que fue considerado como su error, base de su condena por parte de la ortodoxia.
El autor nos ofrece, en las primeras páginas de su obra, una reflexión que nos ayuda a arrojar luz sobre el fenómeno de la herejía: el disidente mejora el pensamiento del que disienten y la fe se fue perfilando a golpe de herejía. Por otro lado, y en líneas generales, en la base de un pensamiento alejado de la ortodoxia se encuentra un verdadero y sincero deseo de mejorar la Iglesia que les tocó vivir; es una voluntad de reforma, de volver a los prístinos orígenes del cristianismo, tan alejado de la vida de la Iglesia; un retorno a las enseñanzas evangélicas más puras.
Curiosamente, el número de varones herejes es superior notablemente al de mujeres. Algo que no debe de llamar la atención: ellas ocupaban un lugar secundario en la sociedad y, sobre todo, en la estructura jerárquica eclesial.
Llama, igualmente, la atención el hecho de que varias de esas ideas que en su momento supusieron una condena, incluida a pena de muerte, hoy gozan de amplio consenso dentro del pensamiento religioso del momento; circulan libremente y cuentan con la adhesión de quienes se confiesan fieles practicantes de la doctrina ortodoxa.
Es difícil hablar en detalle de cada una de las veintidós biografías que contiene la obra de Pau. Pero el aludir a algunas de ellas puede servir para ilustrar al posible lector de lo que encontrará cuando se adentre en la lectura de este libro, muy asequible, de fácil comprensión y de absoluta amenidad, gracias a la labor de recopilación que hace Antonio Pau y a sus dotes de buen comunicador.
Algunos herejes
Joviniano, al que llama casamentero, resultó condenado por defender que tiene igual valor el celibato que el matrimonio, por lo que no se puede jerarquizar a los cristianos por su estado. Una afirmación que provocó iracunda reacción en san Jerónimo quien atacó duramente al matrimonio y a la mujer en su Adversus Jovinianum; hasta tal punto resultó dura su reacción que un senador romano, amigo suyo, trató de recoger todas las copias que se habían distribuido de su refutación. Hoy sería san Jerónimo quien podría resultar reconvenido por sus afirmaciones.
Si nos detenemos en Pelagio, los ecos de sus disputas con el sabio obispo de Hipona sobre el libre albedrío llegan hasta la actualidad; probablemente, con otras fundamentaciones, como ocurre con la posible determinación de nuestro cerebro, pero el debate no ha perdido frescura y lo vemos resurgir con frecuencia. En la base del pensamiento pelagiano se encuentra el hecho de que no podía concebir que el hombre naciera lastrado con la limitación del pecado original; defendía, por tanto, que los niños no debían de ser bautizados hasta que fueran capaces por sí mismos de decidir entre el bien y el mal. Estas ideas las plasmó Pelagio en una carta dirigida a una niña, Demetria, cuya madre recibió otra misiva, suscrita por san Agustín, en la que advertía a la madre de la pequeña de que estaba siendo corrompida por el hereje.
Arnau de Vilanova fue médico y filósofo. Hombre de grandes conocimientos que impartió desde la docencia en su cátedra de Montpellier, consideraba que todos los médicos debían de tener conocimientos filosóficos además de los profesionales. ¿Razón? Porque la filosofía permite conocer las causas ocultas de las enfermedades y la medicina solo las causas evidentes, por lo que solo con ambas pueden curarse los males. En el fondo, albores de una concepción holítisca de la medicina, tan en boga en muchos círculos de la actualidad. Y, con la filosofía, la teología abogando por la vuelta a los orígenes de una Iglesia pobre, sacrificada y austera. Su teología fue condenada por la Inquisición.
Una costurera toledana, Isabel de la Cruz sufrió también la condena de la Inquisición. El motivo: “hablar e doctrinar siendo muger e sin letras”. Se dedicó, en su modesto taller, a contar su pensamiento a un discípulo que luego, probablemente por miedo a un castigo, la denunció. ¿Era su doctrina peligrosa? Predicaba el dejamiento, dejarse llenar por Dios: vencer todas las pasiones, rezar en silencio y sin palabras y, también, “amar al prójimo con todas las obras de quaridad que le pudiéramos hazer”; y, por supuesto, no concebía la idea de que un Dios que es misericordia crease el infierno. Nada de esto nos escandaliza hoy día; muchos aplauden este dejamiento. Pero cometió el delito de ser mujer y expresar su manera de pensar.
Más conocida es la historia de Miguel Servet, condenado no por la Iglesia católica sino por otro disidente del catolicismo, Calvino. Su concepción religiosa centrada en la figura histórica de Jesús de Nazaret le hizo enfrentarse a las autoridades religiosas precisamente por ese adjetivo que califica la figura del Nazareno: histórica. Su afirmación de que Cristo es el único mediador ante Dios por lo que no valen los intermediarios institucionales suponía una grave ofensa para la jerarquía instituida que, orientada por Calvino, encaminó los pasos de Servet hacia la pira. Es evidente que existen otras ideas de Servet que alentaron y soliviantaron a los representantes de la ortodoxia calvinista, como eran la de la restitutio del cristianismo a su pureza originaria o la de la dignificación del cuerpo al nivel de la dignidad del alma. Pero su desgracia fue cruzarse con Calvino.
Singular fue también el caso del sacerdote Antonio de Rojas. Su delito fue escribir un librito de muy amplia difusión “para saber tener oración y unión con Dios”. Su obra era de fácil lectura, pues a su redacción lo movió no ofrecerlo a los ojos de los sabios del mundo ni a los grandes teólogos, sumergidos siempre en sus infinitas disquisiciones, sino a los más simples mortales que desean más amar a Dios. Se trata de un como atajo para llegar rápidamente a la contemplación, sin pasar por grandes deliberaciones y raciocinios. Al lector de hoy, habituado a tantas publicaciones sobre la meditación, no le han de resultar extrañas estas palabras de Rojas: el recogimiento consiste en que “te has de quedar sin pensar, sin discurrir, sin saber; como si te hubieras muerto”. Así, pues, nada de oración ni vocal ni mental; solo la nada. Es la manera de llegar directamente a la contemplación. Tal expansión de su libro no pasó desapercibida a la Inquisición que consideraba que a la contemplación no se puede llegar por propia voluntad y mucho menos menospreciando la oración verbal o mental. El libro fue incluido en el Índice.
Por parecidas ideas fue condenado Miguel de Molinos. ¿Cómo se avanza por el camino de la contemplación? No por la oración vocal, que impide que Dios le hable al alma. El camino es “el silencio que el alma consigue cuando ni habla, ni desea, ni piensa, sino que es Dios quien le habla”. Su obra: Guía espiritual que desembaraza al alma y la conduce por el interior camino para alcanzar la perfecta contemplación y el rico tesoro de la interior paz; un título lo suficientemente explícito de su contenido. Tampoco eran los ilustrados los destinatarios de su texto, sino los perplejos, como muchos de nuestros contemporáneos; y, sin embargo, sufrió un largo proceso inquisitorial que culminó con su condena.
Concluyendo
Un libro con contenido tan diverso, solo trenzado por el común denominador de la herejía, es difícil de sintetizar. Pero los ejemplos expuestos han de servir como invitación a una aproximación a sus amenísimas páginas. Su lectura, desde luego, no defraudará al posible lector que disfrutará de unos textos asequibles que permiten no realizarla de manera continuada, sino espigando entre los personajes que asoman a sus páginas reclamando del interesado la redención de una condena que hoy nos resulta inexplicable.
Índice
Prólogo
Marción de Sínope el Dios bueno
Valentín el Gnóstico en su pléroma de eones
Apolinar de Laodicea y el Minotauro
Joviniano, monje casamentero
Pelagio le escribe a la niña Demetria
Vigilancio/Dormitancio
Pedro Valdo, predicador itinerante
Amalrico de Bène contado por sus enemigos
Arnau de Vilanova en la cabecera del rey
Fray Dulcino de Novara se enamora de la bella Margherita
El Maestro Eckhart, inspirador de Rilke
Frater Didacus de Marchena, monachus hereticus
Isabel de la Cruz, la costurera toledana
Menno Simons, un hombre de paz
Miguel Servet sube a la colina de Champel
Socino, apaleado
Andreas Bodenstein se hace mozo de cuerda
Jacob Böhme, manos de corazón
Antonio de Rojas, por su atajo
María Jesús de Ágreda, entre hereje y venerable
Miguel de Molinos en la oficina de la nada
Janet Horn se calentó las manos en su propia hoguera
Ilustraciones
La perspectiva actualidad
Redacción T21
Este canal ofrece comentarios de libros seleccionados, que nuestra Redacción considera de interés para la sociedad de nuestro tiempo. Los comentarios están abiertos a la participación de los lectores de nuestra revista.
Últimas reseñas
Poder y deseo
16/06/2024
De la desnudez
12/05/2024
Dominarás la tierra
26/04/2024
Breve historia del mandato
13/04/2024
La era de la incertidumbre
04/04/2024
Hacia una ecoteología
13/08/2023
Anatomía del cristianismo
21/04/2023
Diccionario de los símbolos
21/02/2023
Secciones
Archivo
Tendencias 21 (Madrid). ISSN 2174-6850