Reseñas
Los libros del Nuevo Testamento. Traducción y comentario
Juan Antonio Martínez de la Fe , 01/05/2022
Ficha Técnica
Título: Los libros del Nuevo Testamento. Traducción y comentarios
Edición: Antonio Piñero
Colaboradores: Gonzalo del Cerro, Gonzalo Fontana, Josep Montserrat, Carmen Padilla, Antonio Piñero
Edita: Editorial Trotta, Madrid, 2ª edición 2022
Colección: Estructuras y Procesos
Encuadernación: Tapa dura
Número de páginas: 1.664
ISBN: 978-84-1364-024-2
Precio: 65 euros
43.700.000 son las referencias que aparecen al realizar una búsqueda en Google con los términos Nuevo Testamento. Cantidad nada desdeñable de este libro tan reiteradamente editado por doquier y en inmenso número de idiomas. Cabe, pues, preguntarse el motivo de una nueva publicación del texto: ofrecer con la presente edición, a cargo de Antonio Piñero, una versión a la que se ha aplicado los más rigurosos métodos de la exégesis, tanto literaria como histórica.
No es extraño. La bibliografía de Piñero sobre el Nuevo Testamento, los primeros años del cristianismo y sobre la propia figura de Jesús de Nazaret es abundante y siempre caracterizada por un profundo conocimiento de los contextos históricos, literarios y lingüísticos de aquellos primeros siglos en los que el cristianismo pasó de ser considerado una rama del judaísmo a adquirir caracteres de universalidad; temas a los que ha dedicado muchos años de estudio y dedicación que culminan en la presente edición crítica del texto neotestamentario.
Antes de abordar dicho texto, Antonio Piñero ofrece una amplia introducción que, por su extensión, puede considerarse casi como un libro independiente, salvo por las alusiones que hace a esta edición. Que sea extensa no implica que se pueda prescindir de alguna parte que aliviara el peso de tantas páginas; muy al contrario, no hay concesión alguna, ni un párrafo, que pueda parecer prescindible.
Una amplia Introducción
En esta Introducción General a la obra, se nos habla del Nuevo Testamento en su conjunto, cómo, pese a tener la forma de un solo libro, es en realidad un conjunto de libros, a veces muy dispares entre sí y que, salvo las cartas genuinas atribuidas a Pablo, siete en total, son anónimos.
Así, a lo largo del tiempo se fue componiendo el texto que conocemos, en un proceso basado en las tradiciones, en la interpretación de estas tradiciones y, finalmente, en su acomodación a las circunstancias concretas de cada comunidad. Un hecho que provoca la existencia de numerosas variantes de cada relato que supuso un encomiable esfuerzo de depuración. Lo que nos lleva a concluir que no se trata de un texto de validez histórica en todo su contenido.
Otro importante aspecto a destacar en el Nuevo Testamento es que no fue redactado en arameo, ni siquiera en hebreo, sino en la lengua llamada koiné, el griego hablado principalmente en el Mediterráneo oriental. Un aspecto nada baladí porque, con el lenguaje, va unida una cierta visión del mundo y su interpretación.
Para la presente edición, el autor se ha basado en la considerada como más próxima a lo que pudo ser la versión original, que es la de Nestle-Aland.
Una perspectiva histórica
En cualquier caso es inexcusable en una Introducción como la de este libro, comentar cómo se fue formando el Nuevo Testamento desde una perspectiva histórica. Y, como primer paso, un análisis de quien es su referente, Jesús de Nazaret, el Nazareo, apelativo más ajustado a la realidad que el más difundido Nazareno.
Sus seguidores, inicialmente, se reunieron en las comunidades de Jerusalén y de Galilea; poco se sabe de esta segunda comunidad, aunque razonadamente se sospecha que fue la que reunió el núcleo de sentencias de Jesús, la denominada Fuente Q.
Aunque es claro que la inicial comunidad, a medida que iba desarrollándose, crió en su seno la semilla de la división, una división que influyó en la selección de aquellos textos que serían finalmente considerados libros sagrados. En efecto: fueron las líneas teológicas de la parte judeocristiana helenista y las de la comunidad de Jerusalén las que fueron enfrentadas, acogiendo cada una de ellas sus libros. Cabe aquí recordar que fueron las comunidades helenísticas las que rebatieron el principio de la no necesidad de la observancia completa de la ley de Moisés como vía única de salvación para los gentiles creyentes en Jesús.
Pablo de Tarso, figura imprescindible
Evidentemente, el papel desempeñado por Pablo de Tarso en todo este proceso es fundamental y notorio. Hay que considerar erróneo el planteamiento de la llamada “conversión” de Pablo: él nunca se refirió a ese momento iluminador de su vida en tales términos, sino que lo considera una llamada personal; sobre todo, por el hecho de que no se convirtió a una nueva religión, que aún no existía, sino que su planteamiento es desde dentro del judaísmo.
Aspecto importante es la aportación de Pablo al asunto de la parusía, que, inicialmente, se consideraba inminente, trasladándola al final de la conversión de los pueblos, incluidos los paganos. Comunidades unidas en la fe pero pertenecientes a pueblos diferentes. Ideas que tendrán su reflejo en los libros del Nuevo Testamento posteriores a él, incluidos los Evangelios.
Primeras comunidades cristianas
Entre los años 66 y 135, se produce la destrucción de la mayoría de las comunidades judeocristianas. Pero en las otras comunidades comienza a producirse un intento de organización en aspectos tales como el control del mando social, de los medios económicos, el dominio ideológico (designación de una autoridad, control de las tradiciones comunes), control de la economía del grupo, etc. Igualmente, se produce una separación de la Sinagoga y de la Iglesia en este período.
Y, por lo que respecto a los libros del Nuevo Testamento, considerar que proceden de un resto del judeocristianismo y del paganocristianismo de segunda y tercera generaciones.
Trata también Piñero del comienzo de la utilización del nombre de cristianos para los seguidores de Jesús, explicando, también, cómo la denominación de “persecuciones” para referirse al martirio de aquellos seguidores de Jesús es incorrecta, por lo menos antes del emperador Decio, ya que lo que hubo fueron procesos contra ellos.
Hacia un canon
Dentro del ámbito histórico general que ofrece el autor, da una perspectiva global de las obras recibidas en el Nuevo Testamento que son claramente posteriores al año 70, dividiéndolas por grupos literario-ideológicos y siguiendo un cierto desarrollo cronológico que solo puede ser aproximado.
Así, considera que los tres primeros evangelios se componen entre los años 70 y 100, posiblemente para que no cayeran en el olvido las noticias sobre Jesús y, también y principalmente, como reacción al desinterés que mostraba la predicación paulina por el Jesús de la historia. A ellos se unen el resto de los textos que se prolonga hasta el período entre el 125 y el 135.
Inicialmente existió una notable abundancia de doctrinas dispares y hasta contradictorias; la teología cristiana se fue consolidando con una reinterpretación escrituraria y teológica de la vida y figura de Jesús, es decir, “es el fruto del conjunto de mejoras e idealizaciones imparables que los creyentes fueron construyendo sobre el Resucitado”.
Hay, ciertamente en este período, una tendencia a eliminar aquellos rasgos considerados excesivamente judíos, aunque con un manifiesto deseo de no desvincularse totalmente de las raíces judías.
Con la sacralización del Nuevo Testamento, de su consideración de libro sagrado, pasa el cristianismo a engrosar la reducida nómina de las religiones del libro. Hay entre los siglos II y III una consolidación del canon de la Biblia hebrea, canon no compartido en su totalidad por el cristianismo.
En este, en el cristianismo, hay un proceso que se inicia con las autoridades sagradas del cristianismo primitivo, prosigue con la aparición de un canon a finales del siglo II hasta culminar en el canon realizado entre los años 100 y 200.
¿A qué se debe la determinación de un canon? Hay diversas hipótesis; una se inclina por considerar que se trataba de la necesaria evolución interna de la Iglesia; pero otros opinan que se trató de una reacción específica al canon hereje de Marción; mientras que un tercer grupo piensa que el canon es fruto de una vía intermedia entre las dos primeras opiniones.
Criterios
En cuanto a los criterios que primaron para la formación del canon, Piñero nos ofrece tres: 1) La conformidad del contenido de un texto con lo que se llamaba la regla de la fe o canon de la fe; 2) la apostolicidad, es decir, que proviniera directa o indirectamente de los apóstoles; y 3) la aceptación común y el uso continuo del texto examinado en las iglesias, sobre todo su uso como lectura sagrada en las asambleas litúrgicas dominicales.
No resultó un camino fácil. Hay que distinguir, por ejemplo, entre las iglesias de Oriente y las de Occidente. En aquellas, el caballo de batalla fue la revelación de Juan; mientras que en estas, las occidentales, el problema más agudo al que se enfrentaron fue el de la epístola de Pablo a los Hebreos, pues se dudaba sobre su autoría. Fue un proceso largo, si tenemos en cuenta que, por ejemplo, la Iglesia Católica no formuló una lista oficial de libros canónicos hasta el concilio de Trento, ya en la segunda mitad del siglo XVI.
Finalmente, Piñero aborda el problema del orden de los libros que componen el Nuevo Testamento. La disposición de la gran mayoría de sus ediciones proviene de los siglos IV y V, que no guarda ningún criterio cronológico y que, además, dificulta establecer el orden temporal aproximado de su composición.
Antonio Piñero ofrece un orden más acorde con la realidad de la confección de los libros neotestamentarios; un orden que es el que sigue en toda la obra, cuando se analiza uno a uno sus textos. El orden propuesto es el siguiente:
- Cartas auténticas de Pablo: I Tesalonicenses, Gálatas, I y II Corintios, Filipenses, Filemón y Romanos.
- Evangelios sinópticos: Marcos, Mateo y Lucas.
- Hechos de los Apóstoles.
- Cartas atribuidas a Pablo: Colosenses, Efesios y 2 Tesalonicenses.
- Carta a los Hebreos.
- Evangelio de Juan y I, II y III de Juan.
- Revelación/Apocalipsis.
- Cartas comunitarias: I y II Timoteo, Tito.
- Cartas universales: Jacobo, Judas, I y II Pedro.
A partir de aquí, comienza la edición propiamente dicha de cada uno de estos textos. Para cada uno de ellos, se empieza con una amplia introducción, muy necesaria a fin de contextualizar el documento y sus autores, seguida ya de la versión propuesta en la obra, con una muy copiosa cantidad de notas y comentarios que justifican el enorme valor que supone el libro que comentamos.
Concluyendo
Nos encontramos ante un libro importante y ampliamente esperado, como demuestra la necesidad de una segunda edición en el espacio de un año.
Desde luego, destacan por su importancia todas las introducciones que contiene la obra. No solo la general, que constituye prácticamente un libro, sino, también todas y cada una de las que encabezan los documentos neotestamentarios. No cabe duda, por supuesto, sobre la gran relevancia de las anotaciones que los acompañan, que evidencian el enorme esfuerzo y trabajo realizado, así como el rigor que se ha aplicado en todo momento al realizar la exégesis histórica y literaria.
Ello no implica un lenguaje alambicado y de difícil comprensión. Muy al contrario: el estilo resulta sumamente ameno y asequible, muestra de una voluntad de comunicar a un público amplio los contenidos que tanto esfuerzo han necesitado.
Índice
Prólogo
Abreviaturas
Introducción General. Antonio Piñero
CARTAS AUTÉNTICAS DE PABLO
Introducción
Primera carta a los tesalonicenses
Carta a los gálatas
Primera carta a los corintios
Segunda carta a los corintios
Carta a los filipenses
Carta a Filemón
Carta a los romanos
EVANGELIOS SINÓPTICOS
Introducción
Evangelio de Marcos
Evangelio de Mateo
Evangelio de Lucas
HECHOS DE LOS APÓSTOLES
Introducción
Hechos de los Apóstoles
CARTAS ATRIBUIDAS A PABLO
Introducción
Carta a los colosenses
Carta a los efesios
Segunda carta a los tesalonicenses
CARTA A LOS HEBREOS
Introducción
Carta a los hebreos
ESCRITOS JOÁNICOS
Introducción
Evangelio de Juan
Primera carta de Juan
Segunda carta de Juan
Tercera carta de Juan
REVELACIÓN/APOCALIPSIS
Introducción
Revelación/Apocalipsis
CARTAS COMUNITARIAS
Introducción
Primera carta a Timoteo
Segunda carta a Timoteo
Carta a Tito
CARTAS UNIVERSALES
Introducción. Carta de Jacobo
Introducción. Carta de Judas
Introducción. Primera carta de Pedro
Introducción. Segunda carta de Pedro
Índice analítico de materias
Título: Los libros del Nuevo Testamento. Traducción y comentarios
Edición: Antonio Piñero
Colaboradores: Gonzalo del Cerro, Gonzalo Fontana, Josep Montserrat, Carmen Padilla, Antonio Piñero
Edita: Editorial Trotta, Madrid, 2ª edición 2022
Colección: Estructuras y Procesos
Encuadernación: Tapa dura
Número de páginas: 1.664
ISBN: 978-84-1364-024-2
Precio: 65 euros
43.700.000 son las referencias que aparecen al realizar una búsqueda en Google con los términos Nuevo Testamento. Cantidad nada desdeñable de este libro tan reiteradamente editado por doquier y en inmenso número de idiomas. Cabe, pues, preguntarse el motivo de una nueva publicación del texto: ofrecer con la presente edición, a cargo de Antonio Piñero, una versión a la que se ha aplicado los más rigurosos métodos de la exégesis, tanto literaria como histórica.
No es extraño. La bibliografía de Piñero sobre el Nuevo Testamento, los primeros años del cristianismo y sobre la propia figura de Jesús de Nazaret es abundante y siempre caracterizada por un profundo conocimiento de los contextos históricos, literarios y lingüísticos de aquellos primeros siglos en los que el cristianismo pasó de ser considerado una rama del judaísmo a adquirir caracteres de universalidad; temas a los que ha dedicado muchos años de estudio y dedicación que culminan en la presente edición crítica del texto neotestamentario.
Antes de abordar dicho texto, Antonio Piñero ofrece una amplia introducción que, por su extensión, puede considerarse casi como un libro independiente, salvo por las alusiones que hace a esta edición. Que sea extensa no implica que se pueda prescindir de alguna parte que aliviara el peso de tantas páginas; muy al contrario, no hay concesión alguna, ni un párrafo, que pueda parecer prescindible.
Una amplia Introducción
En esta Introducción General a la obra, se nos habla del Nuevo Testamento en su conjunto, cómo, pese a tener la forma de un solo libro, es en realidad un conjunto de libros, a veces muy dispares entre sí y que, salvo las cartas genuinas atribuidas a Pablo, siete en total, son anónimos.
Así, a lo largo del tiempo se fue componiendo el texto que conocemos, en un proceso basado en las tradiciones, en la interpretación de estas tradiciones y, finalmente, en su acomodación a las circunstancias concretas de cada comunidad. Un hecho que provoca la existencia de numerosas variantes de cada relato que supuso un encomiable esfuerzo de depuración. Lo que nos lleva a concluir que no se trata de un texto de validez histórica en todo su contenido.
Otro importante aspecto a destacar en el Nuevo Testamento es que no fue redactado en arameo, ni siquiera en hebreo, sino en la lengua llamada koiné, el griego hablado principalmente en el Mediterráneo oriental. Un aspecto nada baladí porque, con el lenguaje, va unida una cierta visión del mundo y su interpretación.
Para la presente edición, el autor se ha basado en la considerada como más próxima a lo que pudo ser la versión original, que es la de Nestle-Aland.
Una perspectiva histórica
En cualquier caso es inexcusable en una Introducción como la de este libro, comentar cómo se fue formando el Nuevo Testamento desde una perspectiva histórica. Y, como primer paso, un análisis de quien es su referente, Jesús de Nazaret, el Nazareo, apelativo más ajustado a la realidad que el más difundido Nazareno.
Sus seguidores, inicialmente, se reunieron en las comunidades de Jerusalén y de Galilea; poco se sabe de esta segunda comunidad, aunque razonadamente se sospecha que fue la que reunió el núcleo de sentencias de Jesús, la denominada Fuente Q.
Aunque es claro que la inicial comunidad, a medida que iba desarrollándose, crió en su seno la semilla de la división, una división que influyó en la selección de aquellos textos que serían finalmente considerados libros sagrados. En efecto: fueron las líneas teológicas de la parte judeocristiana helenista y las de la comunidad de Jerusalén las que fueron enfrentadas, acogiendo cada una de ellas sus libros. Cabe aquí recordar que fueron las comunidades helenísticas las que rebatieron el principio de la no necesidad de la observancia completa de la ley de Moisés como vía única de salvación para los gentiles creyentes en Jesús.
Pablo de Tarso, figura imprescindible
Evidentemente, el papel desempeñado por Pablo de Tarso en todo este proceso es fundamental y notorio. Hay que considerar erróneo el planteamiento de la llamada “conversión” de Pablo: él nunca se refirió a ese momento iluminador de su vida en tales términos, sino que lo considera una llamada personal; sobre todo, por el hecho de que no se convirtió a una nueva religión, que aún no existía, sino que su planteamiento es desde dentro del judaísmo.
Aspecto importante es la aportación de Pablo al asunto de la parusía, que, inicialmente, se consideraba inminente, trasladándola al final de la conversión de los pueblos, incluidos los paganos. Comunidades unidas en la fe pero pertenecientes a pueblos diferentes. Ideas que tendrán su reflejo en los libros del Nuevo Testamento posteriores a él, incluidos los Evangelios.
Primeras comunidades cristianas
Entre los años 66 y 135, se produce la destrucción de la mayoría de las comunidades judeocristianas. Pero en las otras comunidades comienza a producirse un intento de organización en aspectos tales como el control del mando social, de los medios económicos, el dominio ideológico (designación de una autoridad, control de las tradiciones comunes), control de la economía del grupo, etc. Igualmente, se produce una separación de la Sinagoga y de la Iglesia en este período.
Y, por lo que respecto a los libros del Nuevo Testamento, considerar que proceden de un resto del judeocristianismo y del paganocristianismo de segunda y tercera generaciones.
Trata también Piñero del comienzo de la utilización del nombre de cristianos para los seguidores de Jesús, explicando, también, cómo la denominación de “persecuciones” para referirse al martirio de aquellos seguidores de Jesús es incorrecta, por lo menos antes del emperador Decio, ya que lo que hubo fueron procesos contra ellos.
Hacia un canon
Dentro del ámbito histórico general que ofrece el autor, da una perspectiva global de las obras recibidas en el Nuevo Testamento que son claramente posteriores al año 70, dividiéndolas por grupos literario-ideológicos y siguiendo un cierto desarrollo cronológico que solo puede ser aproximado.
Así, considera que los tres primeros evangelios se componen entre los años 70 y 100, posiblemente para que no cayeran en el olvido las noticias sobre Jesús y, también y principalmente, como reacción al desinterés que mostraba la predicación paulina por el Jesús de la historia. A ellos se unen el resto de los textos que se prolonga hasta el período entre el 125 y el 135.
Inicialmente existió una notable abundancia de doctrinas dispares y hasta contradictorias; la teología cristiana se fue consolidando con una reinterpretación escrituraria y teológica de la vida y figura de Jesús, es decir, “es el fruto del conjunto de mejoras e idealizaciones imparables que los creyentes fueron construyendo sobre el Resucitado”.
Hay, ciertamente en este período, una tendencia a eliminar aquellos rasgos considerados excesivamente judíos, aunque con un manifiesto deseo de no desvincularse totalmente de las raíces judías.
Con la sacralización del Nuevo Testamento, de su consideración de libro sagrado, pasa el cristianismo a engrosar la reducida nómina de las religiones del libro. Hay entre los siglos II y III una consolidación del canon de la Biblia hebrea, canon no compartido en su totalidad por el cristianismo.
En este, en el cristianismo, hay un proceso que se inicia con las autoridades sagradas del cristianismo primitivo, prosigue con la aparición de un canon a finales del siglo II hasta culminar en el canon realizado entre los años 100 y 200.
¿A qué se debe la determinación de un canon? Hay diversas hipótesis; una se inclina por considerar que se trataba de la necesaria evolución interna de la Iglesia; pero otros opinan que se trató de una reacción específica al canon hereje de Marción; mientras que un tercer grupo piensa que el canon es fruto de una vía intermedia entre las dos primeras opiniones.
Criterios
En cuanto a los criterios que primaron para la formación del canon, Piñero nos ofrece tres: 1) La conformidad del contenido de un texto con lo que se llamaba la regla de la fe o canon de la fe; 2) la apostolicidad, es decir, que proviniera directa o indirectamente de los apóstoles; y 3) la aceptación común y el uso continuo del texto examinado en las iglesias, sobre todo su uso como lectura sagrada en las asambleas litúrgicas dominicales.
No resultó un camino fácil. Hay que distinguir, por ejemplo, entre las iglesias de Oriente y las de Occidente. En aquellas, el caballo de batalla fue la revelación de Juan; mientras que en estas, las occidentales, el problema más agudo al que se enfrentaron fue el de la epístola de Pablo a los Hebreos, pues se dudaba sobre su autoría. Fue un proceso largo, si tenemos en cuenta que, por ejemplo, la Iglesia Católica no formuló una lista oficial de libros canónicos hasta el concilio de Trento, ya en la segunda mitad del siglo XVI.
Finalmente, Piñero aborda el problema del orden de los libros que componen el Nuevo Testamento. La disposición de la gran mayoría de sus ediciones proviene de los siglos IV y V, que no guarda ningún criterio cronológico y que, además, dificulta establecer el orden temporal aproximado de su composición.
Antonio Piñero ofrece un orden más acorde con la realidad de la confección de los libros neotestamentarios; un orden que es el que sigue en toda la obra, cuando se analiza uno a uno sus textos. El orden propuesto es el siguiente:
- Cartas auténticas de Pablo: I Tesalonicenses, Gálatas, I y II Corintios, Filipenses, Filemón y Romanos.
- Evangelios sinópticos: Marcos, Mateo y Lucas.
- Hechos de los Apóstoles.
- Cartas atribuidas a Pablo: Colosenses, Efesios y 2 Tesalonicenses.
- Carta a los Hebreos.
- Evangelio de Juan y I, II y III de Juan.
- Revelación/Apocalipsis.
- Cartas comunitarias: I y II Timoteo, Tito.
- Cartas universales: Jacobo, Judas, I y II Pedro.
A partir de aquí, comienza la edición propiamente dicha de cada uno de estos textos. Para cada uno de ellos, se empieza con una amplia introducción, muy necesaria a fin de contextualizar el documento y sus autores, seguida ya de la versión propuesta en la obra, con una muy copiosa cantidad de notas y comentarios que justifican el enorme valor que supone el libro que comentamos.
Concluyendo
Nos encontramos ante un libro importante y ampliamente esperado, como demuestra la necesidad de una segunda edición en el espacio de un año.
Desde luego, destacan por su importancia todas las introducciones que contiene la obra. No solo la general, que constituye prácticamente un libro, sino, también todas y cada una de las que encabezan los documentos neotestamentarios. No cabe duda, por supuesto, sobre la gran relevancia de las anotaciones que los acompañan, que evidencian el enorme esfuerzo y trabajo realizado, así como el rigor que se ha aplicado en todo momento al realizar la exégesis histórica y literaria.
Ello no implica un lenguaje alambicado y de difícil comprensión. Muy al contrario: el estilo resulta sumamente ameno y asequible, muestra de una voluntad de comunicar a un público amplio los contenidos que tanto esfuerzo han necesitado.
Índice
Prólogo
Abreviaturas
Introducción General. Antonio Piñero
CARTAS AUTÉNTICAS DE PABLO
Introducción
Primera carta a los tesalonicenses
Carta a los gálatas
Primera carta a los corintios
Segunda carta a los corintios
Carta a los filipenses
Carta a Filemón
Carta a los romanos
EVANGELIOS SINÓPTICOS
Introducción
Evangelio de Marcos
Evangelio de Mateo
Evangelio de Lucas
HECHOS DE LOS APÓSTOLES
Introducción
Hechos de los Apóstoles
CARTAS ATRIBUIDAS A PABLO
Introducción
Carta a los colosenses
Carta a los efesios
Segunda carta a los tesalonicenses
CARTA A LOS HEBREOS
Introducción
Carta a los hebreos
ESCRITOS JOÁNICOS
Introducción
Evangelio de Juan
Primera carta de Juan
Segunda carta de Juan
Tercera carta de Juan
REVELACIÓN/APOCALIPSIS
Introducción
Revelación/Apocalipsis
CARTAS COMUNITARIAS
Introducción
Primera carta a Timoteo
Segunda carta a Timoteo
Carta a Tito
CARTAS UNIVERSALES
Introducción. Carta de Jacobo
Introducción. Carta de Judas
Introducción. Primera carta de Pedro
Introducción. Segunda carta de Pedro
Índice analítico de materias
Notas sobre el editor
Antonio Piñero es doctor en filología clásica, y licenciado en filosofía pura y filología bíblica trilingüe. Ha sido catedrático de filología griega de la Universidad Complutense de Madrid, especializado en lengua y literatura del cristianismo primitivo. Ha editado Apócrifos del Antiguo Testamento (6 vols.); Hechos apócrifos de los apóstoles (3 vols.); Todos los Evangelios (en un volumen, 2009); Textos gnósticos. Biblioteca de Nag Hammadi (Trotta, vol. I, 5ª edición en 2018; vol. II, 5ª edición en 2016; vol. III, 3ª edición en 2016); Orígenes del cristianismo (1992) y Fuentes del cristianismo. Tradiciones primitivas sobre Jesús (1993), los dos últimos reeditados en 2018. Es autor de numerosos artículos científicos en revistas nacionales y extranjeras, así como de más de cincuenta capítulos en libros editados por otros.
Entre sus libros destacan: El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos (1995); Biblia y Helenismo. El pensamiento griego y la formación del cristianismo (2006), ambos reeditados en 2018; Año Uno, Israel y su mundo cuando nació Jesús (2007); Cristianismos derrotados. ¿Cuál fue el pensamiento de los primeros cristianos, heréticos y heterodoxos? (2008); Jesús de Nazaret, el hombre de las cien caras (2012); Ciudadano Jesús. Respuestas a todas las preguntas (2012) y, en esta misma Editorial, Guía para entender el Nuevo Testamento (5ª edición en 2016); Jesús y las mujeres (2014), Guía para entender a Pablo de Tarso (2ª edición en 2018), Aproximación al Jesús histórico (2018), y El Jesús histórico. Otras aproximaciones (2020).
Antonio Piñero es doctor en filología clásica, y licenciado en filosofía pura y filología bíblica trilingüe. Ha sido catedrático de filología griega de la Universidad Complutense de Madrid, especializado en lengua y literatura del cristianismo primitivo. Ha editado Apócrifos del Antiguo Testamento (6 vols.); Hechos apócrifos de los apóstoles (3 vols.); Todos los Evangelios (en un volumen, 2009); Textos gnósticos. Biblioteca de Nag Hammadi (Trotta, vol. I, 5ª edición en 2018; vol. II, 5ª edición en 2016; vol. III, 3ª edición en 2016); Orígenes del cristianismo (1992) y Fuentes del cristianismo. Tradiciones primitivas sobre Jesús (1993), los dos últimos reeditados en 2018. Es autor de numerosos artículos científicos en revistas nacionales y extranjeras, así como de más de cincuenta capítulos en libros editados por otros.
Entre sus libros destacan: El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos (1995); Biblia y Helenismo. El pensamiento griego y la formación del cristianismo (2006), ambos reeditados en 2018; Año Uno, Israel y su mundo cuando nació Jesús (2007); Cristianismos derrotados. ¿Cuál fue el pensamiento de los primeros cristianos, heréticos y heterodoxos? (2008); Jesús de Nazaret, el hombre de las cien caras (2012); Ciudadano Jesús. Respuestas a todas las preguntas (2012) y, en esta misma Editorial, Guía para entender el Nuevo Testamento (5ª edición en 2016); Jesús y las mujeres (2014), Guía para entender a Pablo de Tarso (2ª edición en 2018), Aproximación al Jesús histórico (2018), y El Jesús histórico. Otras aproximaciones (2020).
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Tendencias 21 (Madrid). ISSN 2174-6850