Notas
Hoy escribe Carmen Padilla
Seguimos con el breve comentario anunciado ayer 2. El mundo de los Apócrifos. A. Respecto a la obra editada por A. Díez Macho, A. Piñero y otros, con la colaboración de más de quince autores, Apócrifos del Antiguo Testamento, ed. Cristiandad, Madrid 1984-2011, editados en seis volúmenes (falta el séptimo, con las obras delos autores judíos de época helenística, como Artápano, Euopólemo o el Pseudo Focílides, que saldrá cuando sea posible, pues ha de llevar consigo copiosos índices de los siete volúmenes), aunque publicados en gran parte en época anterior a la que aquí examino –el volumen VI, Apocalíptica judía es de 2011–, creo de justicia transcribir los datos siguientes del Prólogo al volumen I (1984), realizado por el Dr. Díez Macho, que reza así: “La edición española emprendida por Ediciones Cristiandad presenta un número muy elevado de apócrifos, casi todos ellos traducidos por primera vez al castellano. Dirige la edición Alejandro Díez Macho, autor de esta «Introducción general», con la colaboración de Alfonso de la Fuente Adánez, Antonio Piñero y María Ángeles Navarro. Estos dos últimos colaboradores han trabajado conjuntamente en la revisión de todas las introducciones, sistematizándolas de acuerdo con unos criterios generales, puliendo la expresión castellana cuando era necesario y controlando la bibliografía. Igual labor han realizado con las notas, tanto de las introducciones como del texto. En este caso, la tarea de revisión era más necesaria para unificar el sistema de lemas (añadiéndolos o modificándolos en algunos casos), así como el de citas y referencias, procurando ajustarlas a un esquema común. La ardua labor de dar los últimos toques a los diversos originales y dejarlos aptos para la imprenta ha sido realizada por Alfonso de la Fuente Adánez, Antonio Piñero se ha ocupado de la revisión de las traducciones del etíope, copto y siríaco, cotejándolas cuidadosamente con los originales, así como de otras de base griega. Del mismo modo, la labor de secretariado, tan necesaria en una obra donde interviene un número elevado de colaboradores, ha recaído sobre su persona y la de María Ángeles Navarro…” B. Por su indudable valor científico y por el enorme trabajo que debió conllevar, quiero destacar también la obra de edición de los Hechos Apócrifos de los Apóstoles (cercanos a la treintena), elaborada de consuno por de Antonio Piñero y Gonzalo del Cerro. Se trata de una edición crítica bilingüe (latín-griego / español). Son tres gruesos volúmenes con un total de más de 2.800 páginas. Los dos primeros se dedican a los cinco grandes Hechos Apócrifos conservados: de Andrés, Juan, Pedro, Pablo y Tomás (de los siglos II y III). El volumen tercero se ocupa de la veintena de Hechos apócrifos menores, que siguen la estela de los cinco primeros, cuya época de composición se extiende como mínimo hasta el siglo V. La edición ha sido preparada para la BAC. = Biblioteca de Autores Cristianos de Madrid (2004, 2007 y 2011). Las casi cien páginas de la “Introducción” general al frente del primer volumen, las respectivas introducciones a cada uno de los Hechos traducidos y las correspondientes notas –muy abundantes en los Hechos difíciles, gnósticos, como son los de Juan y de Tomás–, nos introducen en un mundo bastante desconocido para todos los no expertos en la materia. C. Este mismo material reaparece ya en edición popular, sin aparato crítico y con texto solo en castellano, despojada de los originales griego o latino, en 2013, en la serie “Selecciones BAC”, en dos volúmenes, naturalmente por los mismos autores, Antonio Piñero y Gonzalo del Cerro. En la introducción leemos lo siguiente: “Estos Hechos se generaron en una época de la historia de la Iglesia muy importante en la formación de la conciencia cristiana. A través de sus páginas percibimos las ilusiones, manías y preocupaciones de unas comunidades cristianas que se movían entre la esperanza y el temor, la esperanza de la salvación prometida y el temor a equivocar el camino idóneo para conseguirla… y también: …estos escritos proceden de unos siglos, el II y el III, en los que la «verdadera doctrina» no está todavía depurada ni los campos de la ortodoxia suficientemente delimitados, por lo que surgen voces y textos con análogas pretensiones a las de los autores neotestamentarios… los Hechos Apócrifos de los Apóstoles forman parte de ese amplio bloque de textos griegos en el que aparece configurado el fenómeno religioso judeocristiano…”. Seguiremos porque hay bastante que comentar aunque nuestro propósito sea el de la brevedad. Saludos cordiales de Carmen Padilla
Lunes, 12 de Diciembre 2016
Comentarios
Notas
Al final del Libro/Homenaje, mayo 2016, que presenté ayer hay un breve artículo de la Prof. Dra. Carmen Padilla, de la Universidad de Córdoba que creo puede ser de interés para los lectores ya que ofrece una visión general de mi obra más reciente. Y como es engorroso para el autor cumplir este cometido, mas por otro lado le interesa difundir su obra como ocurre con todo el que escribe, me ha parecido bien transcribir el siguiente artículo que aparece en las pp. 727-742 de este homenaje. Lo divido en partes.
Hoy escribe Carmen Padilla. Universidad de Córdoba Siempre se ha dicho en el ámbito universitario que la docencia y la investigación deben ir inseparablemente unidas. Si a estas dos condiciones les sumamos una excelente capacidad de comunicación, nos encontramos con la persona a la que hoy rendimos homenaje, Antonio Piñero. Incansable trabajador, para quien la jubilación obligada en razón del tiempo solo ha supuesto, muy a su pesar, la renuncia a la docencia reglada. En efecto, su investigación continúa, plasmada además en una prolífica producción literaria; e igualmente prosigue su docencia, trasladando sus muchos conocimientos adquiridos a lo largo de tantos y tantos años de estudio a través de innumerables cursos, conferencias, redes sociales, medios radiofónicos y televisivos, colaboraciones, etc. A la hora de plantearme mi modesta colaboración a este más que merecido homenaje en forma de libro, pensé que estaría bien hacer una especie de compendio de su obra literaria. Hago dos salvedades: la primera, que no es mi pretensión componer una reseña erudita de cada uno de sus libros, porque ya existen y han salido de la mano de personas más calificadas que quien esto escribe; la segunda, que en razón del espacio del que dispongo, no voy a abarcar toda su obra. Solamente me ceñiré, por consiguiente, a los libros aparecidos en los últimos años, desde 2007 aproximadamente hasta hoy, un período que comienza antes de su jubilación y que no ha dejado de intensificarse. Me consta que el Dr. Piñero sigue trabajando incansablemente, porque, como él mismo ha afirmado en más de una ocasión, “hace lo que le gusta y le gusta lo que hace”, y en ese sentido se considera afortunado. Me atrevería a decir que su trabajo es su mayor pasión. Pero antes de hablar de los libros me parece importante esbozar el entorno general del pensamiento de Antonio Piñero, las coordenadas en las que se mueve y que se manifiestan en todas sus obras y que, por tanto, pueden constituir un elemento básico para saber qué podemos esperar de ellas. 1. El autor es un filólogo y un historiador de la Antigüedad, no un teólogo. Desde esa perspectiva aborda los textos. Se confiesa agnóstico respetuoso, es decir, no escribe desde la perspectiva de la fe, pero nunca se muestra irónico, sarcástico o incomprensivo con los creyentes. 2. A lo anterior hay que unir el carácter riguroso y científico de sus obras, basadas en una profunda y asidua investigación de los textos. Deja hablar a los textos y evita siempre la eiségesis, o sea, introducir en los propios textos interpretaciones externas. 3. Antonio Piñero se muestra profundamente honesto en sus planteamientos y conclusiones. No tiene ningún impedimento en reconocer ante determinadas preguntas de los lectores que hay aspectos y temas a los que no sabe responder ya que escapan al ámbito de su investigación. No es dogmático. Utiliza con frecuencia expresiones tales como “es probable”, “no es seguro”, “según la mayoría de los investigadores” y similares. 4. Sus obras no son divulgativas, es decir, no se dedica a repetir y aclarar en resúmenos más o menos bien hechos las ideas de los demás, sino científicas –producto de una investigación personal y en contacto con las ideas de otros investigadores de primer rango– aunque escritas con un claro afán didáctico y en las que se evitan los excesivos tecnicismos, para que cualquier lector con un nivel cultural medio las pueda comprender. 5. Dado que Antonio Piñero es especialista (aunque a él no le gusta esta palabra) en lengua y literatura del cristianismo primitivo su investigación y, en consecuencia, sus libros se circunscriben, con alguna excepción, a un determinado período histórico, especialmente al siglo I de nuestra era. 6. Inevitablemente en el centro de su obra está la figura de Jesús de Nazaret, “un hombre fascinante y el que más ha influido en la Historia de Occidente”. Pero su investigación versa sobre el Jesús histórico, despojándolo – en la medida de lo posible – del Jesús celestial, es decir, el que se reinterpreta y reconstruye a partir del hecho de la resurrección en lo “que un historiador no puede opinar porque no es empíricamente demostrable”. Una vez establecidas las coordenadas anteriores, es el momento de hablar de sus últimos libros. Deseo insistir: no se trata de hacer un recuento y comentario de todo lo que ha escrito hasta el día de hoy desde sus comienzos, sino de esta última etapa en la que ha sido especialmente prolífico. Así, los volúmenes publicados por A. Piñero desde 2007 hasta el día de hoy pueden agruparse en los siguientes apartados: 1. Cristianismo primitivo · Los Cristianismos derrotados (premio Finis Terrae de ensayo), ed. Edaf, Madrid 2007. Este libro lleva como subtítulo ¿Cuál fue el pensamiento de los primeros cristianos heréticos y heterodoxos? El autor empieza por afirmar que, aunque estamos acostumbrados a hablar de “cristianismo” en singular, sería más correcto el término “cristianismos” tanto para nuestros días como para la Antigüedad –en menor medida entonces. Describe nueve tipos de cristianismos diferentes (ebionitas, nazarenos, montanistas, gnósticos, docetas, marcionitas, fibionitas, carpocracianos y algunos más) que difieren entre sí en conceptos fundamentales. Estos diferentes cristianismos no se consideraban todavía “herejes”, porque aún no se habían establecido con nitidez las líneas de la ortodoxia. Esta diversidad de cristianismos continuará hasta bien entrado el siglo V y se apaga un tanto en la Edad Media, volviendo a resurgir con la Reforma protestante. Lo que me parece más interesante de este libro –además de la magnífica descripción y estudio de los variados tipos de cristianismos, causados por las diversas interpretaciones de la figura de Jesús desde los primeros momentos y por cómo se entendió su relación con Dios–, es la explicación pausada de cómo poco a poco se va imponiendo el cristianismo paulino, lo que implicaba, al tiempo, un consenso definitivo sobre el canon, sin llegar a convertirse en el arma definitiva para frenar la heterodoxia, ni entonces ni ahora. Incluye además los movimientos heterodoxos más significativos hasta el siglo XIV (cátaros, bodomilos, valdenses, etc.) con cuadros sinópticos a modo de síntesis al final de cada capítulo, en los que se recogen las diferencias entre “vencidos” y “vencedores” en cada caso, facilitando enormemente la comprensión de un tema complejo. Concluye el libro con la siguiente idea interesante: tras el Cisma de Oriente (la escisión de la cristiandad en católicos occidentales y ortodoxos orientales) y de la Reforma protestante, a comienzos del siglo XVI, la pluralidad del cristianismo se hizo de nuevo imparable hasta el día de hoy, con más de quinientas confesiones cristianas diferentes. Según se desprende del estudio previo, esa diversidad polimórfica pertenece a la esencia del cristianismo desde su mismo nacimiento. Por último: de gran utilidad, sin duda, es el “Breve sumario alfabético de las heterodoxias de los siglos II al XII”, al final del libro, y una reducida pero selecta bibliografía sobre el tema. Saludos cordiales de Carmen Padilla
Domingo, 11 de Diciembre 2016
NotasQueridos amigos: En ese día de mayo, hace ya casi ocho meses, la Universidad de Córdoba, y el Departamento de Humanidades, sección de Lenguas Clásicas, y en concreto la revista internacional Filología Neotestamentaria, decidió celebrar de algún modo mis 75 cumpleaños, más de cuarenta años al servicio de la Universidad Complutense de los cuales 15 como asiduo colaborador con la revista. En el ámbito científico universitario un homenaje suele consistir en dos cosas: un acto público en el que un colega pronuncia una “laudatio”, una alabanza de la obra universitaria del homenajeado, un discurso de éste y la entrega de un libro que colegas y amigos han escrito en su honor. En el ámbito técnico suele este libro denominarse con la palabra alemana “Festschrift”, “escrito festivo”, literalmente, en el sentido de obra compuesta en honor de quien celebra una festividad universitaria, años de docencia e investigación, algún premio, etc. Cuando se acerca el evento que se desea celebrar, se publica la noticia en los ámbitos convenientes y se invita a amigos y conocidos del homenajeado que escriban un artículo de su especialidad –que suele ser parecida a la del laureado–, muchos de ellos con una breve dedicatoria. El libro suele ser una mezcolanza de temas y por ello en ámbito francés tal publicación suele denominarse “Mélanges en honneur de…”. En el caso presente ha sido así, pero en mucha menor manera, ya que los artículos compuestos por los diversos investigadores se agrupan en los temas que de algún modo he cultivado a lo largo de mi vida académica: Apócrifos del Antiguo y del Nuevo Testamento. Filología del Nuevo Testamento. Orígenes del cristianismo, Padres apologistas y de la Iglesia, y alguno de “Miscelánea”. El título de la obra, “En el mar, tus caminos…” son palabras inspiradas libremente en Is 43,16 y hace alusión a mi afición favorita que es navegar a vela. He tardado meses en presentar a la luz esta obra, que me fue entregada el mencionado 10 de mayo en el aula de la Universidad de Córdoba, porque pensé que al estar escrita en inglés una buena parte de ella (hay, por supuesto, artículos en español, francés e italiano) podría tener poco interés para los lectores de este Blog. Pero alguno de mis íntimos me indicó que silenciaba con ello también la labor de los editores, los profesores Jesús Peláez e Israel M. Gallarte, que se habían tomado el enorme esfuerzo de publicar el Homenaje. Así que me dejé convencer fácilmente y presento hoy este libro…, aunque con enorme retraso. El contenido del libro es descrito así: “El presente volumen en honor del Prof. Dr. Antonio Piñero contiene 34 estudios escritos por distinguidos colegas, discípulos y amigos. Rendimos tributo de este modo a uno de los investigadores más prolíficos y populares dentro del campo de los estudios bíblicos en español. La diversidad de los contribuyentes y sus textos proporciona una vista panorámica de algunos de los temas usuales en los estudios bíblicos que tratan asuntos y temas que han ocupado el interés del homenajeado en los últimos cuarenta años”. El índice es el siguiente: OLD AND NEW TESTAMENT APOCRYPHA Israel Knohl, The Angel Yahoel and the Two Messiahs of the Apocalypse of Abraham.......39 Jozef Jancovic. The Diabolization of Elihu in the Testament of Job...55 Ilaria L.E. Ramelli, Two Syriac “Apocryphal Acts of Apostles”: the Doctrina Addai and the Acta Maris.......................77 Ángel Narro, Las otras Teclas. La importancia de un nombre en el cristianismo primitivo y la antigüedad tardía....95 Consuelo Ruiz Montero, Los apócrifos Hechos de Pablo y Tecla y sus modelos narrativos….. 111 NEW TESTAMENT PHILOLOGY Paul L. Danove. New Testament Verbs of Communication with Active and Middle Forms: The Distinction................133 Francis Pang, Why We Need an Annotated Representative Corpus of Hellenistic Greek: The Compositionality of Greek Aktionsart for Movement Verbs as an Example.........157 Stephen H. Levinsohn, Gnomic Aorists: No Problem! The Greek Indicative Verb System as Four Ordered Pairs.......................183 John Granger Cook, The Greek Vocabulary for Resurrection in Paganism….197 Jordi Redondo, Koinismos, aticismos y semitismos en la lengua del Evangelio de Lucas................217 Eric Wong, Opening the Greek World to All: Creating a Chinese-Greek Lexical Database of the New Testament.........231 Marta Merino Hernández, La preposición διά en el griego del Nuevo Testamento. Ensayo de análisis semántico.......243 Jesús Peláez del Rosal, Definition of the Lexeme ἀγάπη in Greek New Testament Dictionaries: A comparative Study.....267 Lourdes García Ureña, El oro: metal y color en el Nuevo Testamento...................279 Wim Hendriks, Translating New Testament Greek: A Critical Discussion….. 295 Adelbert Denaux & Albert Hogeterp, Parallelismus membrorum in Luke’s Greek: Revisiting a Synoptic Perspective........317 Didier Lafleur, Greek New Testament Philology and Rediscovered Treasures: The Case of the Manuscripts from Albania...................341 Luis Gil, Sobre el texto griego del NT de la Poliglota Complutense........363 Christoph W. Stenschke, Together with All Those Who in Every Place Call on the Name of the Lord (1Cor 1,2): Paul’s References to Other Christians in 1 and 2 Corinthians......................381 Xabier Deop, La crisis de Corinto.....411 Thomas W. Hudgins, Paul’s Unique Appeal for Mimesis in Gal 4,12.....................433 Keith Elliott, The Epistle to the Hebrews: Textual Variation and PhilologicalConsiderations........447 David Alan Black, Notes on the Translation of Hebrews 6,14…………… 55 Vittorio Ricci, La δύναμις di συμπαθεῖν (Eb 4,15) e di μετριοπαθεῖν (Eb 5,1).........467 Panayotis Coutsoumpos, Jesus the High Priest in the Epistle to the Hebrews.....................487 Fernando Bermejo Rubio, “Y vendrán los romanos…” (Jn 11,48). Sobre la identidad de los responsables del arresto de Jesús el galileo.....503 ORIGINS OF CHRISTIANITY Anders Klostergaard Petersen, Cultural Evolution, Axial Age, and the Formation of Early Christianity.......................533 Stanley E. Porter, Dating the Composition of New Testament Books and Their Influence upon Reconstructing the Origins of Christianity..................553 Tobias Nicklas, Neutestamentliche Kanongeschichte als Geschichte eines Buches?....... 575 Pedro Giménez de Aragón Sierra, La Carta de Santiago y los orígenes del judeocristianismo.........................597 Xabier Pikaza, GEBIRA: En el comienzo de la ‘mariología’.617 CHURCH FATHERS AND CHRISTIAN APOLOGISTS Miguel Herrero de Jauregui, Problemas textuales y de traducción del Pseudo-Focílides..........................633 Gonzalo del Cerro, La novela del Pseudo-Clemente.............645 María José Brotóns Merino, Justino Mártir y el gnosticismo: comparación deteorías sobre el mal con un origen común…………...665 MISCELLANEA Jaime Vázquez Allegue, 4Q318 El Libro de Brontología de Qumrán......................691 Emilio Suárez de la Torre, El azufre y la Pentápolis en un hechizo erótico (PGM XXXVI = P. Bibl. Univ. Oslo inv.1, ll. 295-311).....707 Chrys C. Caragounis, “Greco-Roman”. A Term of Convenience or of Uncertainty?..... 715 Carmen Padilla Bibliografía comentada de los últimos libros del Profesor Antonio Piñero........727 Estas son solo 34 de las casi 100 contribuciones que recibieron los editores. Si no me equivoco, el resto se irán publicando en sucesivos números de la revista “Filología Neotestamentaria”. El libro está accesible para la venta en la Página Web de la editorial “El Almendro”. Mañana publicaré el artículo de la Dra. C. Padilla con un breve comentario sobre mi bibliografía. Saludos cordiales de Antonio Piñero Universidad Complutense de Madrid www.antoniopinero.com
Sábado, 10 de Diciembre 2016
Notas
Escribe Antonio Piñero
Como contrapeso a los criterios de autenticidad, y para para descender aún más a la realidad, me parece conveniente traer aquí a colación un artículo de Fernando Bermejo, que creo haber citado alguna vez. Su título ya dice bastante: “La figura histórica de Jesús y los patrones de recurrencia por qué los límites de los criterios de autenticidad no abocan al escepticismo”, que nuestro colega y amigo publicó en la revista “Estudios Bíblicos” 70,3 (2012) 371-401. Creo muy interesante detenerse un tanto en sus resultados. Escribe este autor al inicio de su trabajo: “La validez de los criterios de autenticidad para la reconstrucción de la figura histórica de Jesús ha sido repetidamente cuestionada en las últimas décadas, y este cuestionamiento parece recrudecerse actualmente en las obras de un número creciente de estudiosos, que abogan por marginalizar o incluso abandonar esos criterios”. Luego promete hacer una síntesis de las las principales objeciones efectuadas en trabajos recientes a la utilización de los criterios de historicidad y, posteriormente argumenta que estas no conducen necesariamente al escepticismo: la existencia recurrente de “patrones convergentes” en las fuentes disponibles, entre otras razones, permite proceder a una recuperación razonablemente fiable de la figura histórica de Jesús. ¿Qué son los “patrones recurrentes”? Son temas o motivos repetidos que aparecen una y otra vez en los evangelios, a menudo esparcidos acá y allá, que reunidos forman un mosaico que representan un aspecto consistente de las acciones o dichos de Jesús. Esta convergencia de “pistas” es interesante –una vez que se prueba su consistencia– porque permite formarse una idea de un aspecto de la vida de Jesús probablemente auténtico, ya que la repetición de un tema determinado en múltiples lugares de la tradición permite concluir que nace de una fuente segura y constante de esa tradición y no es un puro invento. Pongo unos ejemplos: menciones breves sobre el “reino de Dios”, distribuidas aquí y allá, pero que reunidas permiten formarnos una idea de cómo concebía Jesús ese Reino. Otro: alusiones breves aquí y allá sobre “ricos y pobres” y su papel en el presente y en el futuro de Israel. Otro: menciones al “mesianismo” o el “profetismo” de Jesús, a veces no claras en sí mismas, al papel desempeñado en el Nazareno por las concepciones mesiánicas o proféticas tradicionales de Israel que reunidos pueden dar pistas sobre o que Jesús pensaba de sí mismo, de su figura y misión. Otro caso: alusiones a la filiación divina de Jesús y a su especial relación con Dios, que convenientemente reunidas pueden iluminar sobre la autoconciencia de Jesús en cuanto mensajero o heraldo de la divinidad. Otro caso: “ruido de sables”, innegable, en los evangelios que, concentrados, nos indica la relación de Jesús y su grupo con el Imperio Romano y qué papel podía tener, o no tener, la violencia en la instauración el reino de Dios. Al respecto comenta Fernando Bermejo otro ejemplo tomado de Charles Harold Dodd, en su obra History and the Gospel, New York, 1938. Indica Bermejo que este investigador rúne los datos de los siguientes episodios evangélicos: “La llamada de Leví (Mc 2,14); la fiesta con publicanos y pecadores (Mc 2,15-17); Zaqueo (Lc 19,2-10); la pecadora en casa de Simón (Lc 7,36-48); la adúltera (Jn 7,53–8,11); la parábola de las ovejas perdidas (Lc 15,4-7; Mt 18,12-13); la parábola del fariseo y el publicano (Lc 18,10-14); la parábola de los niños en el mercado (Mt 11,16-19; Lc 7,31-35), y el dicho sobre publicanos y prostitutas que entran en el Reino (Mt 21,32)”. Y añade esta observación: “Tenemos aquí material extraído de gran variedad de fuentes y formas. Aunque los incidentes individuales no suelen repetirse, sí lo hace el motivo general. Y esto permite concluir a Dodd que la idea de que Jesús tuvo una actitud abierta hacia los marginados corresponde a la realidad histórica”. Este racimo de textos, esta reiteración de motivos tomados de contextos y géneros literarios distintos, apunta a que estamos ante una actitud de Jesús con indudable base histórica. El historiador puede construir algo seguro a partir de estos datos reunidos, que precisarán sin duda de otros que ofrezcan igualmente una posible pretensión de historicidad. Y si se llaga a conclusiones probables en el ámbito de la historia antigua, el escepticismo absoluto no es de recibo. Y una última observación. Me acaba de escribir un lector algo que puede llegar a aburrir por la repetición continua sin pruebas: “¿Para qué perder tanto tiempo sobre una figura, la de Jesús, tratando de decir que fue esto o lo otro si ese Jesús es un personaje de ficción que nunca existió?”. Y mi respuesta es doble: esta afirmación nace a) de un grave despiste inicial, metodológico; b) de una ignorancia notable de cómo son las fuentes históricas acerca de todos los personajes de la Antigüedad y sobre cómo hay que tratarlas científicamente. Expando ahora solo a). El grave despiste es no saber separar / distinguir entre el hombre “Jesús de Nazaret” y el “Cristo de la fe”, que los evangelios y la tradición cristiana juntan indisolublemente. Naturalmente, esa fusión produce la figura de “Jesucristo”, que es una mezcla de una posible realidad histórica y de un concepto teológico, el “Cristo celestial”. Y, sin duda, esa entidad producto de la tal mezcla o fusión no existió nunca, porque la teología no es historia…, y el pegar teología sobre un personaje de carne y hueso lleva a la formación de un ente ahistórico. Pero no distinguir y afirmar que la primera parte de la tal fusión, Jesús de Nazaret, un personaje en sí relativamente corriente en el Israel del siglo I, un carpintero de ese siglo con pretensiones de saber explicar la ley de Moisés como el zapatero Hillel, o de ser un sanador y exorcista, como algún que otro rabino de la época, no existió nunca es totalmente gratuito y no conduce a ninguna parte. Habría que negar la existencia a la mayoría delos personajes que nos ha transmitido la historia antigua. Saludos cordiales de Antonio Piñero Universidad Complutense de Madrid www.antoniopinero.com
Viernes, 9 de Diciembre 2016
NotasEscribe Antonio Piñero 9. El noveno y último criterio que vamos a tratar en esta miniserie es el “de las tendencias evolutivas de la tradición sinóptica” Sabemos –parece evidente– que detrás de los Evangelios sinópticos existía una tradición oral de hechos y dichos de Jesús y que de la fase oral se pasó a los escritos que la recogían. Y los escritos evidencian aun sin pretenderlo las tendencias teológicas de quienes los recogían, como ha puesto de manifiesto el método de la “Historia de la Redacción” en el ámbito de los evangelios. Mateo escribe su obra bebiendo de Marcos y de la Fuente Q, pero luego añade pasajes exclusivos y originales –o bien comentarios y enmarques–que delatan una tendencia, una actitud que impregna de alguna manera toda su obra. Otro tanto podemos afirmar de Lucas. Marcos por su parte toma la tradición y da su propia versión de ella enmarcándola igualmente, disponiéndola según intención personal y añadiendo breves comentarios. A partir de estos hechos, que parecen incontrovertibles, lo que este noveno criterio propone es seguir la pista a las tendencias de los Sinópticos para poder liberar los datos originales del toque tendencioso de los redactores. Es un trabajo fascinante, aunque laborioso y a veces sujeto a interpretaciones subjetivas. El halo particular que define a los Sinópticos y los distingue de sus paralelos puede ser la piedra de toque para llevar a buen puerto esta labor. Rudolf Bultmann y otros críticos creyeron en la posibilidad de descubrir esas leyes que marcaban la evolución en las tendencias de los evangelistas sinópticos. Por ejemplo, hemos visto en alguna de las “postales” aquí publicadas cómo Bultmann fijó la ley de que la tradición escrita suele aumentar malévolamente la participación de los fariseos –a los que se dibuja con mala o pésima luz- en las discusiones sobre la Ley que Jesús mantuvo. Pero la mayoría de los críticos suele objetar que no es fácil descubrir y seguir el rastro de esas leyes, o que tales “leyes” son al menos dudosas. A pesar de todo, dentro del espectro de ciertos detalles –ampliaciones, resúmenes, nombres e insistencia en circunstancias, marco geográfico o temporal, etc.– se puede percibir una tendencia generalizada que marca el perfil literario y teológico de los autores sinópticos. Por consiguiente, el uso de este criterio puede ser un buen método para llegar a datos verosímilmente históricos que luego serán confirmados por otras vías. Conclusión general El Prof. G. del Cerro concluye su tratamiento valorativo de los “criterios” de autenticidad en la obra mencionada (¿”Existió Jesús realmente? El Jesús de la historia a debate”, Madrid, Editorial Raíces, 2008) con las siguientes palabras, que parafraseo levemente: “Después de repasar los criterios de historicidad generalmente enunciados por diversos autores y su valoración, se impone la obligación de notar algunas apreciaciones generales a manera de conclusión. Ante todo, expresar el convencimiento de que la reflexión sobre los criterios de historicidad ha iluminado de forma sensible el tema del Jesús histórico. Se ha hablado incluso de un «criterio de consenso», no sólo en el sentido de que haya aumentado el consenso acerca de la historicidad de ciertos hechos y dichos de Jesús, sino también en la profundidad de su estudio y en el avance en el conocimiento de los hechos reales que están en la base de la tradición. Es un hecho que con estos estudios se ha logrado recuperar una parte interesante del Jesús de la historia. Por lo que a los criterios concretos se refiere, estimo que ninguno tiene un valor apodíctico por sí solo. Su fuerza se potencia y multiplica cuando se combinan varios a la vez. El de “disimilitud” o “desemejanza”, tiene un gran peso específico en tanto en cuanto es capaz de trazar la originalidad del personaje Jesús. Pero necesita el apoyo del criterio de coherencia, ya que la originalidad no puede ser tanta que lo convierta en un extraño, desgajado de su ambiente natural. Todos los criterios colaboran, en mayor o menor medida, al conocimiento del Jesús histórico. Todos hacen positivas aportaciones a la rentabilidad del esfuerzo del investigador. Tengo la sensación de que todos los representantes de las distintas tendencias actúan con honradez, con el deseo básico de buscar una verdad que interesa a todos. Los apriorismos, de uno u otro signo, son siempre peligrosos en la investigación histórica”. Saludos cordiales de Antonio Piñero Universidad Complutense de Madrid www.antoniopinero.com
Jueves, 8 de Diciembre 2016
Notas
Escribe Antonio Piñero
8. El octavo criterio para indagar la autenticidad de los dichos de Jesús es el resto o huellas que el arameo, lengua madre de Jesús ha dejado en las palabras conservadas de en griego. Siendo el arameo el idioma más hablado en Judea y Galilea en el siglo I d.C. y obviamente la lengua materna de Jesús, es lógico esperar en las tradiciones que de él se derivan y se presentan traducidas al griego mantengan rastros de esa lengua en la que Jesús pensaba y se expresaba. No obstante, creo que este criterio no es más que un aspecto de los que se refieren al estilo de Jesús o al ambiente social en el que vivió. Por consiguiente, vale más para confirmar que para probar la historicidad de un dicho o un hecho. El texto del Evangelio de Marcos recoge en exclusiva varias palabras pronunciadas en arameo por Jesús: 1) En la resurrección de la hija de Jairo: Talithá, kûmi (“Muchacha, levántate”: Mc 5,41). 2) En la curación del sordomudo: Hiftah / Ephphatá (“Ábrete”: Mc 7,34). 3) La invocación al Padre en Getsemaní: ’Abbá (“¡Padre!”: Mc 14,36). 4) El grito desde la cruz, de mayor color arameo que el paralelo de Mt 27,46. El ’Elohí de Mc 15,34 es más arameo que el ’Elí de Mateo. En opinión de la mayoría, el estudio de los vestigios arameos en los textos del Nuevo Testamento es muy útil para entender mejor los conceptos originados en ese idioma. Ahora bien, si el arameo era la lengua dominante en la Palestina del siglo I. d.C., los judíos cristianos podían formular en su lengua materna conceptos que estuvieran más o menos de acuerdo con la doctrina del Maestro y luego atribuírselos a éste, lo mismo que griegos cristianos podían valerse de sus conocimientos lingüísticos para paliar el excesivo color arameo de un texto. Por eso, creo que el “argumento arameo” es un buen indicio para situar ciertos dichos en su contexto; en ocasiones para profundizar en el significado del dicho al retrotraducirlos a esa lengua, y en otra para resolver aparentes incongruencias de los dichos jesuánicos ya traducidos a la lengua. Pero, al margen de otros criterios, no va más allá de la posibilidad y hasta de una cierta probabilidad, sobre todo porque si se comparan las retroversiones realizadas por diversos especialistas, se ve que divergen entre sí –a menudo bastante–, con lo cual surgen muchas dudas sobre a qué retroversión atenerse. Mañana expondremos el noveno y último criterio que hemos seleccionado entre los casi quince que se suelen enumerar en los tratados sobre ellos. Saludos cordiales de Antonio Piñero Universidad Complutense de Madrid www.antoniopinero.com
Miércoles, 7 de Diciembre 2016
Notas
Escribe Antonio Piñero
6. El siguiente criterio más que instrumento o norma de discernimiento por sí misma es un criterio complementario que da verosimilitud a lo conseguido por otros criterios. La inserción de Jesús en las coordenadas de su momento histórico puede designarse como criterio de plausibilidad histórica y se expresa así: “Es verosímilmente histórico en la reconstrucción de Jesús aquello que encaje con los datos obtenidos por medio de los criterios anteriores y contribuya a situar plausiblemente a Jesús en su contexto y coordenadas judías. También será histórico lo que en este contexto y en la figura global de Jesús obtenida anteriormente contribuya a explicar situaciones peculiares del cristianismo primitivo que se pueden aclarar por la influencia de Jesús en sus seguidores. Por tanto, sería verosímilmente histórico en nuestras fuentes “lo que cabe entender como influjo de Jesús en sus seguidores y al mismo tiempo sólo puede haber surgido en un contexto judío”. Curiosamente, este criterio de plausibilidad histórica conduciría más bien a sostener lo contrario al “criterio de desemejanza”, ya que sostiene que todo lo que se afirme de Jesús pero no puede encajar en el previsible contexto judío de su época tiene los visos de no ser histórico. Esta observación es correcta, pero la investigación histórica debe ser siempre un modelo de equilibrio y deben conjugarse diversos criterios. Ejemplos: · El bautismo de Jesús dentro de las coordenadas de los seguidores del Bautista tal como las dibuja Flavio Josefo en Antigüedades de los judíos XVIII 116-117: un movimiento de regeneración judía, tras la muerte de Herodes el Grande del que participan otras muchas gentes de la época y que se entra en el arrepentimiento como condición necesaria para la venida del reino de Dios que se esperaba. · Los milagros de sanación y exorcismo de Jesús · Las características no solo espirituales sino también materiales del reino de Dios · Las pretensiones mesiánicas, incluso regias, de Jesús al menos al final de subida pública. Dificultades: como he indicado más arriba, este criterio no es más que un apoyo a lo anteriormente fijado por la investigación, cuyos resultados se hacen plausibles, simplemente, porque encajan con el contexto judío de la época. 7. Criterio del estilo de Jesús Varios autores, sobre todo confesionales, enumeran entre los criterios calificados como secundarios o complementarios lo que denominan “estilo peculiar de Jesús”, sobre todo, el estilo vital: es el resultado del conjunto de lo que habla y las acciones de Jesús en los Evangelios cuya impresión general, por mucho que estos escritos sean obras de propaganda no puede ser radicalmente erróneo ni radicalmente tergiversado. Así la crítica interna de los evangelios puede valorar como propio del personaje Jesús en cuanto a sus palabras/dichos un cierto “sonido personal y un colorido inconfundible”. A Jesús le gustaba la “descripción concreta, intuitiva, pintoresca, la agudeza ingeniosa, la antítesis tajante”. Ejemplos: · Las parábolas en su mayoría · Los dichos hiperbólicos de Jesús referidos al Juicio, del estilo de Mc 9,45: “Y si tu pie te es ocasión de pecado, córtatelo. Más vale que entres cojo en la Vida que, con los dos pies, ser arrojado a la gehena” (véase Mt 18,18).. Crítica de este criterio: Más que criterio es un indicio solo relativamente sólido de autenticidad. No puede aplicarse a los hechos como si Jesús tuviera un estilo de “amor al prójimo” de “crítica de la hipocresía”, etc., porque este criterio supone que ya se tiene un conocimiento suficiente de los hechos o dichos de referencia. Para emplear este “criterio” se debe poseer previamente un retrato de Jesús que sirva de punto de comparación en el estudio de los datos discutidos y discutibles. Concluiremos pronto esta sección Saludos cordiales de Antonio Piñero Universidad Complutense de Madrid www.antoniopinero.com
Martes, 6 de Diciembre 2016
Notas
Escribe Antonio Piñero
Finalizamos nuestra presentación de la segunda edición de este libro por la Editorial Herder. Ayer hablábamos de las propiedades o, mejor, exigencias básicas y generales de estos textos sagrados que eran cuatro. Y señalamos cuatro: a) han de ser textos escritos; b) se considera que su origen es divino; c) se piensa siempre que por medio de ellos la divinidad se comunica con el ser humano; d) son fuente de reglas o normas de vida. Otros atributos de los libros sagrados en general señalados por los tratadistas (para quien pueda leer alemán hay el siguiente artículo que es estupendo: S. Morentz, “Schriften, heilige” en la enciclopedia Reiligion in Geschichte und Gegenwart V (31968) 1537-1538) son los siguientes: 1. Poder divino inherente al texto Como palabra de la divinidad, el contenido de los libros sagrados está dotado del mismo poder que la palabra divina pronunciada, p. ej., en el acto creador. Si toda palabra implica una acción, mucho más aquella que procede directamente de Dios, la cual opera o vehicula la creación del mundo y la salvación. Este poder de los libros sagrados explica el uso mágico y supersticioso de las Escrituras a lo largo de la historia, por ejemplo, en actos o prácticas curativas en los que la recitación de un texto sacro, la colocación de éste cerca de la cama del enfermo o la ingestión de agua en la que se ha desleído un papelito con frases de los libros sagrados tiene efectos mágicos curativos. 2. Autoridad y sacralidad Hemos hecho alusión indirectamente a estos atributos de los libros sagrados al mencionar el poder de la palabra divina. El carácter sagrado y autoritativo del texto sagrado es más evidente cuando éste proporciona la base sobre la que se constituye y moldea una sociedad. Pensemos en la Torá de los judíos, que idealmente para los ultra-ortodoxos sería la fuente de todo derecho, en la shariah islámica basada sólo en el Corán y tradiciones anexas que rige la estructura y vida del estado musulmán, o en la sección disciplinar del Tripitaka o ley del monaquismo budista. Esta autoridad es tan tremenda que se refleja en el modo y respeto como se tratan los libros que contienen el texto sacro. Es conocido el caso de las genizas judías. Cuando envejecen los libros de la Ley, no pueden destruirse. Se almacenan entre dos paredes y se deja que el paso impenitente del tiempo, ordenado y controlado por Dios, actúe solo como efecto destructivo. Esto no puede hacerlo la mano humana. 3. Unicidad del conjunto de las Escrituras sagradas Independientemente de la diferencia de contenido y de la diversidad del origen de las partes o del diferente desarrollo y procedencia de cada una de ellas, un corpus de libros sagrados posee unitariamente una autoridad, verdad y sacralidad únicas cuya fuente es la divinidad. A lo largo del tiempo se pierde la memoria de cómo se ha gestado concretamente un corpus de Escrituras, de sus diferencias y hasta contradicciones internas, y se considera como un todo único, en el que una infracción o desprecio a una de sus partes afecta al conjunto. 4. Inspiración de seres humanos como mediadores La noción misma de sacralidad de unos libros lleva consigo siempre la idea de un origen especial de esos textos. Normalmente la base de esa sacralidad es la creencia en una revelación directa de la divinidad o mediante mensajeros muy cualificados de ella; así, el Pentateuco considerado como escrito por Moisés; el Corán, revelado por Dios directamente a Mahoma; la especial iluminación de Buda que capta la realidad última del universo, etc.), o bien se piensa en el fenómeno de la “inspiración”, como es el caso de los profetas bíblicos. Este último fenómeno no es unitario en las religiones y reviste diferentes formas, aunque la más común es el trance extático, es decir, aquél en el que la mente (y el cuerpo) del canal humano utilizado por Dios, el autor real de los oráculos, pierden sus facultades naturales que son sustituidas por una iluminación o invasión de la divinidad, que utiliza a ese medio humano como mero instrumento. La noción de venerable antigüedad, o de desarrollo en los tiempos primigenios, va también normalmente unida a la teoría de la inspiración / revelación que acabamos de mencionar. En el llamado Fragmento Muratoriano (un canon o lista de las Escrituras cristianas que quizá proceda de finales del siglo II d.C.) se rechaza la sacralidad del Pastor, obra edificante de un cierto Hermas, por “haber sido compuesto hace muy poco en nuestra época”. Ya en el siglo II a.C., el judaísmo, en general, piensa que no se pueden escribir ya libros sagrados porque el “espíritu de la profecía” pertenece por voluntad de Dios al pasado, a una época en la que la divinidad se comunicaba con los humanos más directamente. En el pensamiento védico se cree que la palabra divina, Vac, es una diosa primordial; el Veda es eterno según la misma concepción; muchos fieles judíos creen a pies juntillas que la Torá es eterna, pues ya existía antes de la creación del mundo. Dios en sus ratos libres, durante y después de la creación, se entretiene estudiando la Torá. Igualmente, la palabra de Dios en el Corán es también eterna e increada. 5. Tendencia a la formación de un canon o lista exclusiva de escritos sagrados Normalmente es éste un fenómeno que ocurre en torno a los libros sagrados y que suele presentarse siempre en la historia de unas creencias determinadas, pero como último escalón en la evolución del texto sacro. La formación de un canon de Escrituras es casi siempre en todas las religiones un fenómeno tardío sobre el que casi nunca reina la unanimidad entre los creyentes. La lista de libros sagrados es casi siempre flexible y fluctuante. El caso del cristianismo es paradigmático, pues ni aun hoy están de acuerdo todas las confesiones cristianas importantes sobre cuáles son exactamente los libros canónicos, es decir, el contenido del NT varía de unas iglesias a otras. Por ejemplo, la Iglesia etíope o abisinia tiene un canon del NT de 32 escritos, no de 27 como el del común de las restantes confesiones. 6. Tendencia igualmente a la constitución de un corpus importante de interpretación normativa del texto sacro Es éste un fenómeno que se da en torno a los libros sagrados de las religiones más significativas. Pensemos en la Misná y el Talmud, tan imponentes en número de páginas, que explican la Torá o ley judía. Es tan importante este cuerpo de exégesis que casi podría decirse que forma una como segunda Escritura sagrada para el judaísmo. Algo parecido puede afirmarse del conjunto de libros que comentan las enseñanzas de Buda en las ramas theravada o mahayana del budismo, y de las tradiciones que se han ido acumulando en el islam en torno a la interpretación del Corán, que da lugar a la constitución de un cuerpo de expertos coránicos que dedican su vida a la reflexión y ulterior transmisión de este corpus interpretativo del texto sagrado musulmán. Hay que tener en cuenta que, a menudo, la interpretación –sobre todo la basada en la alegoría— lleva a una fijación del sentido del texto sagrado que es contrario al significado primitivo de éste. 7. Resistencia a la traducción del texto sagrado a otra lengua La veneración por el texto antiguo y original lleva en diferentes religiones a este fenómeno. Esta última característica no es tan general como las anteriores, pues el caso es observable en unas tradiciones religiosas y en otras no. Así, en el mundo musulmán impera con total rotundidad, pues es cosa conocida que aun en el caso de traducciones del Corán (p. ej., al turco o al persa) se suele imprimir al lado el texto árabe, el único del que puede decirse que es “palabra de Dios”. Igualmente pasa con la tradición védica en la que es impensable que los escritos sagrados se viertan al hindi moderno. Por no hablar del texto hebreo de la Biblia, que durante siglos y siglos se ha recitado en esa lengua incluso por los judíos que la conocían bien poco en Europa central. Hay notables excepciones a este hecho y, en la Antigüedad, es bien conocido el caso de los Setenta o Septuaginta, la versión al griego de la Biblia hebrea utilizada a partir de la diáspora alejandrina por los judíos helenizados. Puede decirse con toda propiedad que la versión griega, no el hebreo, fue desde siempre la Biblia de los cristianos. El cristianismo antiguo y moderno es otra excepción. Las versiones de la Biblia (del Nuevo Testamento en particular) a las lenguas vernáculas fueron un fenómeno normal y muy antiguo en las iglesias cristianas (traducciones al latín, copto, siríaco, etíope, gótico, antiguo eslavo, armenio, georgiano, etc.), y, en tiempos recientes, el uso de las lenguas nacionales en la lectura privada o utilización pública litúrgica del texto es casi exclusivo. Entre los clérigos cristianos casi nadie sabe hebreo o griego, las “lenguas de la creación y de la revelación”. Dejamos de lado, aunque sean importantes, otras consideraciones sobre la trascendencia de los libros sagrados en la liturgia y el culto públicos, o en la piedad devocional y vida espiritual privadas, o de pequeñas comunidades, p. ej., la recitación privada del texto sacro, la meditación sobre él, la lectio divina o lectura reflexiva y exegética de los escritos sagrados aplicándolos a la vida de ciertos grupos monásticos, etc., de sobra conocidos, espero, sobre las que no es necesario extenderse, y que demuestran la trascendencia cultural y vital de estos conjuntos de escritos. A conocer mejor cuáles son éstos y cómo han llegado a ser tales van dedicadas las páginas que siguen. Espero que encuentren interesante el libro que presentamos, cuyo índice va en la primera entrega. Para adquirir este libro (creo que el precio está en torno a 27 euros): hay que pedirlo a Herder a través del librero habitual de cada uno, porque la tirada no es masiva. También es posible comprarlo entrando en la Página Web de la Editorial Herder. Saludos cordiales de Antonio Piñero Universidad Complutense de Madrid www.antoniopinero.com ::::::::::::::::::::::::: Acabo de recibir esta comunicación por correo electrónico: Le envío el enlace a You Tube con el vídeo del debate que transmitió ayer en directo Teleboadilla desde el restaurante La Barbacana, en Boadilla, y organizado por la asociación cultural Caballo Verde. Enlace: https://youtu.be/gHOJYkyAj2w Saludos
Lunes, 5 de Diciembre 2016
Notas
Escribe Antonio Piñero
Como escribí ayer, concluyo hoy la presentación de la segunda edición de este libro con la transcripción del Prólogo –cuyo tema es el tratamiento breve de los conceptos y nociones fundamentales– que debo dividir en dos partes, pues demasiado amplio para una entrega, sobre todo para los que leen esta postal en su móvil. Los diferentes capítulos de este libro son la plasmación escrita de las conferencias pronunciadas en un curso, de notable éxito, promovido por la Universidad Complutense dentro de su programa de Cursos de Verano de El Escorial hace ya unos años. Como marco a las exposiciones que seguirán inmediatamente a lo largo de este volumen son convenientes unas precisiones en torno al concepto, clases, peculiaridades y atributos de los libros sagrados que probablemente no pueden ser tratados de este modo global en los capítulos específicos consagrados a cada una de las religiones. Aunque en la España moderna el laicismo y el pragmatismo de la sociedad han hecho que la influencia de los libros sagrados se haya reducido a mínimos históricos (puede decirse que la Biblia ha muerto en España como referente literario para las nuevas generaciones desde aproximadamente 1950), se percibe, sin embargo, su influencia en múltiples campos de nuestro pasado y presente cultural: en la lengua (proverbios, máximas bíblicas, imágenes literarias en el ámbito de lo oral o de lo escrito), en el campo de la literatura propiamente tal (personajes, situaciones, alusiones al mundo bíblico), en el arte, en la arquitectura… (una gran parte de nuestro patrimonio), en la pintura y la música, artes en los que temas y personajes de la Biblia han inspirado cientos y cientos de composiciones de estos géneros. Por ello, el tema “los libros sagrados” es de una repercusión cultural impresionante, aún hoy día, difícil de exagerar. El presente curso quiere acomodarse estrictamente al título y subtítulo que lleva. Cada tema, dedicado a una religión importante, tiene un tratamiento en tres partes: – La primera presenta con el debido rigor y amplitud cuáles son los libros sagrados de cada religión, de qué material básico están compuestos, en qué grupos, clases o géneros (literarios o religiosos) se dividen, y cómo tales libros marcan el contenido y el tono de esa religión concreta. En realidad, al hablar así de los libros sagrados se hace una presentación indirecta de cada una de las religiones de las que trata este volumen y, sobre todo, de la esencia o núcleo de cada una de ellas. – La segunda trata específicamente del proceso y de las razones por las que ciertas obras, explicitadas en el capítulo anterior, llegan a formar un canon o lista cerrada de “escritos sagrados”, “revelados” o “inspirados”. Intenta aclarar, pues, en lo posible un proceso histórico de delimitación de un grupo dentro de un espectro, a veces amplio, de posibles obras candidatas a ser consideradas “sagradas”. – La tercera se pregunta por el papel desempeñado por determinadas posturas rigoristas en la interpretación de tales Escrituras sagradas en la sustentación de un fundamentalismo religioso con amplias repercusiones. Vivimos unos momentos en los que los fundamentalismos religiosos están desempeñando un papel notable en la vida política y social del planeta. Por ello, no parece inapropiado preguntarse por las bases de tales posturas fundamentalistas. Éstas radican, por lo general, en una exégesis rígida del contenido de determinados textos sagrados, de cuya inspiración divina no se duda un instante. El espacio del que se dispone en este libro para tratar de los cinco grandes religiones del mundo actual es más bien reducido. Por esta razón, algunas de ellas, muy importantes hoy día (hinduismo, budismo), serán abordadas sólo en sus líneas más generales. Este espacio más restringido se debe a que su influencia cultural en la sociedad española es menor obviamente que el de las otras religiones. Aparte de las mencionadas en este libro hay en el mundo, o ha habido en la historia, otras grandes religiones basadas en libros sagrados que casi ni podemos indicar aquí: así el maniqueísmo, cuyo fundador Mani se esforzó expresamente por crear una Escritura única de dimensión y alcance universal; los sikhs, cuyo libro sagrado el Adi Granth, tiene una importancia fundamental incluso como único símbolo iconográfico de sus creencias; los mormones, que basan su fe en las Escrituras reveladas por el ángel Mormón en unas tablas de oro, redactadas en “egipcio reformado” y, luego, leídas milagrosamente y traducidas al inglés por Josef Schmid, y algunas otras modernas como el bābismo en Irán y el tenrikyō en Japón. El surgimiento de un conjunto de libros sagrados señala una gran división en la historia de las creencias religiosas: junto a religiones sin textos escritos, normalmente más primitivas, aparecen otras, destinadas a perdurar, que se basan en textos escritos más o menos fijos. Sobre la indudable riqueza de las tradiciones orales tienen estas últimas religiones la ventaja de que el impacto de sus textos va más allá, mucho más allá quizás, gracias a su contenido simbólico o a la riqueza de las interpretaciones que se van acumulando, de lo que supone la letra misma de los libros. ¿Qué entendemos por libros sagrados? Aunque una definición objetiva sea difícil por la múltiple variedad con la que se manifiestan, “libros sagrados” o “sagradas escrituras” es el título genérico que utilizamos en nuestra cultura para designar textos que sirven de fundamento a una religión determinada y reciben una especial consideración y veneración como divinos (inspirados por la divinidad) en esa tradición religiosa en cuestión. Como señalan los tratadistas, el concepto de “libro sagrado” no está especialmente ligado a una forma o contenido específicos. Libros sagrados son, por igual, textos de variadísima factura: códigos legales, mitos y leyendas, narraciones históricas, prescripciones rituales o de pureza, tratados éticos, etc., expresados en formas literarias también muy variopintas: prosa elevada o pedestre, poesía llana o críptica, oráculos proféticos, apocalipsis, visiones, himnos, oraciones, plegarias, etc. El contenido de casi todos ellos comienza siendo una entidad doctrinal transmitida oralmente, que se pasa de unos a otros a veces durante generaciones y generaciones como en la India védica, y que, finalmente, adquiere un estado más o menos fijo cuando se siente la necesidad o la conveniencia de ser consignado por escrito. Los libros sagrados nunca lo son por sí mismos (aunque hay algunos casos de ciertos textos que se proclaman como sagrados, como nuestro Apocalipsis), sino porque son aceptados como tales por un grupo. Se ha dicho con razón que el concepto de libros sagrados es relacional, es decir, un libro es sagrado por un proceso histórico de reconocimiento por parte de una comunidad religiosa. Un libro es sacro sólo si un grupo de personas lo acepta como tal. No hay una teoría general entre los estudiosos sobre cómo nace la idea de “libro sagrado”. En el ámbito del Mediterráneo, cuna de las religiones más cercanas a nosotros, judaísmo, cristianismo e islam, se suele decir que el trasfondo de la concepción de un libro sagrado es la idea o creencia primitiva de la existencia de un “libro celestial” o tablas celestiales (así según el Libro de los Jubileos, uno de los apócrifos del Antiguo Testamento más importante), escritas por Dios y conservadas en el cielo. Estos libros o tablas contenían las obras realizadas por los hombres y el destino que les aguardaba, o simplemente las listas de los salvados y, en algunos casos, consejos de sabiduría y normas sobre el recto obrar según la voluntad de su autor, Dios. En la antigua Babilonia y en Egipto hay restos que confirman la fe en la existencia de tales libros celestes. El dios Enlil, sumerio, y, más tarde, el babilonio Marduk, eran los guardianes, si no los autores, de tales escritos. Restos de esta concepción se conservan en un ámbito más cercano al nuestro en los salmos (86,6, o más claramente en el 139,16: “Mis acciones las veían tus ojos; todas ellas estaban en tu libro”), en el Éxodo (32,32, donde dice Moisés a Dios: “O perdonas al pueblo o me borras del libro que has escrito…”), y en el Apocalipsis (5,1ss “el libro de los secretos celestes cerrado con siete sellos” y 20,12, donde el juicio de las naciones tiene lugar ante unos libros celestes entre los que hay uno especial, el libro de la vida) Según William Graham (Beyond the Written World: Oral Aspects of Scripture in the History of Religion, Nueva York [Cambridge Univ. Press] 1987, 49-50 y, en general, el art. “Scripture” de la Encyclopedia of Religion, dirigida por Mircea Eliade, Nueva York, Mac Millan, 13, cols. 133-145), en las diversas religiones se produjo un tránsito fácil: el libro celeste, receptáculo de la sabiduría y de los decretos divinos, pasó pronto a concebirse como una Escritura sagrada depositada en la tierra. Entre ambas concepciones no había mucho trecho. Las propiedades o, mejor, exigencias básicas y generales de estos textos sagrados, son cuatro: 1ª. Paso del estadio oral al escrito. Obviamente han de haber pasado del estadio oral al escrito. Si en muchas religiones la tradición oral sagrada es en extremo reverenciada, mucho más ocurre esto con el texto escrito, pues como tal la letra bellamente caligrafiada o posteriormente impresa tiene un mayor carisma que la palabra volandera. La Escritura sacra, cuyo origen –pasados los siglos— se cree fijado desde tiempos remotos, simboliza la autoridad religiosa divina, también primordial. El amor y la reverencia por lo escrito explica el trato temeroso y respetuoso que se les prodiga y el cuidado puesto en su edición; así en el antiguo Egipto los ejemplos de los Libros de los muertos y otros textos sacros sólo podían copiarse en una institución sagrada llamada “La casa de la vida”. Explica también el que las ediciones tanto antiguas como modernas de un texto sagrado se cuiden al máximo, se conserven en lugares especiales y, en cuanto se pueda, se embellezcan lo más posible gracias al arte de las miniaturas, guirnaldas, letras hermosamente caligrafiadas o grabados que acompañan al texto, etc. 2ª. Origen divino. Los libros sagrados deben mostrar garantías de que su origen es divino. Cada corpus de Escritura sagrada contiene de diversas maneras una o varias historias o leyendas fundacionales que aclaran este origen divino. En el ámbito judeocristiano baste recordar la leyenda propalada en el Libro IV de Esdras (un apócrifo del AT del s. I d.C.): en una visión extática, el escriba inspirado, Esdras, dicta durante cuarenta días y cuarenta noches a varios expertos escribanos las sagradas Escrituras hebreas, dañadas o perdidas durante el exilio a Babilonia. Esta leyenda proporciona una nueva garantía. El origen del Corán es semejante, pues Mahoma escribe al dictado divino. 3ª. Comunicación de la voluntad divina. Los libros sagrados comunican la voluntad divina al ser humano (un grupo o pueblo escogido, o la humanidad entera), normalmente a través de un mediador bien probado y garantizado como Moisés, Zoroastro, Mani, Mahoma, etc. Moisés es el redactor del Pentateuco según los judíos tradicionalistas (a pesar de que ese texto contiene el relato de su propia muerte); Zoroastro es el autor de los himnos gâthas; Mahoma puso por escrito el Corán; Buda redactó también parte de su viaje iluminado, etc. 4ª. Fuente de reglas. Los libros sagrados han de funcionar como fuente duradera de reglas para organizar la vida individual o corporativa del grupo de fieles. Concluimos mañana Saludos cordiales de Antonio Piñero Universidad Complutense de Madrid www.antoniopinero.com
Domingo, 4 de Diciembre 2016
NotasEscribe Antonio Piñero Un feliz maridaje entre dos editoriales Herder, de Barcelona, y El Almendro, de Córdoba ha permitido el rescato de libros que se publicaron hace unos años, pero que siguen teniendo mucho interés por su contenido. Y este es caso que presento hoy: “Los libros sagrados de las grandes religiones. Los fundamentalismos” fue el fruto de un Curso de Verano de la Universidad Complutense de Madrid que organicé hace años, y en el que colaboró eficazmente como secretario, y ponente, el Prof. Jesús Peláez. Luego editamos los dos este libro que ahora ve de nuevo la luz como segunda edición. De la “Contracubierta”: Aunque en la España moderna, el laicismo y el pragmatismo de la sociedad han hecho que la influencia de la Biblia se haya reducido a mínimos históricos, (puede decirse que ésta ha muerto como referente literario para las nuevas generaciones), se percibe, sin embargo, su influencia en múltiples campos de nuestro pasado y presente cultural: en la lengua (proverbios, máximas bíblicas, imágenes literarias en el ámbito de lo oral o de lo escrito), en la literatura propiamente tal (personajes, situaciones, alusiones al mundo bíblico), en la arquitectura, en la pintura y en la música, artes en las que temas y personajes de la Biblia han inspirado cientos y cientos de composiciones de estos géneros. LOS LIBROS SAGRADOS EN LAS GRANDES RELIGIONES trata de las cinco religiones más importantes en nuestro mundo: Hinduismo, Judaísmo, Cristianismo, Islam y Budismo. Cada tema, dedicado a una religión, tiene un tratamiento en tres partes: – La primera presenta cuáles son los libros sagrados de cada religión, de qué material básico están compuestos, en qué grupos, clases o géneros (literarios o religiosos) se dividen, y cómo tales libros marcan el contenido y el tono de esa religión concreta. Al hablar así de los libros sagrados se hace una presentación indirecta del núcleo o esencia de cada una de las religiones. – La segunda trata específicamente del proceso y de las razones por las que ciertas obras llegan a formar un canon o lista cerrada de “escritos sagrados”, “revelados” o “inspirados”, intentando aclarar, en lo posible, un proceso histórico de delimitación de un grupo dentro de un espectro, a veces amplio, de posibles obras candidatas a ser consideradas “sagradas”. – La tercera se pregunta por el papel desempeñado por determinadas posturas rigoristas en la interpretación de tales escrituras sagradas, que sustentan un fundamentalismo religioso con amplias repercusiones. Dado que vivimos unos momentos en los que los fundamentalismos religiosos están desempeñando un papel notable en la vida política y social del planeta, no parece, por ello, inapropiado preguntarse por las bases de tales posturas fundamentalistas. CONTENIDO “Introducción: Libros sagrados. Conceptos y nociones fundamentales” Antonio Piñero. Universidad Complutense de Madrid. I. HINDUISMO “Los libros sagrados del hinduismo” Julia Mendoza Tuñón. Universidad Complutense de Madrid. “El fundamentalismo hindú” Juan Antonio Álvarez Pedrosa. Universidad Complutense de Madrid. II. JUDAÍSMO “Los libros sagrados del judaísmo: la Biblia, Misná, Talmudes”. Miguel Pérez Fernández. Universidad de Granada. “El origen de los cánones judío y cristiano del Antiguo Testamento” Julio Trebolle Barrera. Universidad Complutense de Madrid. “Fundamentalismo judío y libros sagrados” Guadalupe Seijas de los Ríos-Zartosa. Universidad Complutense de Madrid. III. CRISTIANISMO “ Los libros sagrados del cristianismo primitivo” Jesús Peláez. Universidad de Córdoba. “Cómo se formó el canon del Nuevo Testamento” Antonio Piñero. Universidad Complutense de Madrid “Fundamentalismo y cristianismo. Aproximación histórica y teológica” Juan José Tamayo Acosta. Universidad Carlos III de Madrid. IV. ISLAM “El libro sagrado del Islam: el Corán y los dichos del profeta”. Mahmud Sobh. Universidad Complutense de Madrid. “Corán, revelación e interpretación”. Pedro Martínez Montávez. Universidad Autónoma de Madrid. “Corán y fundamentalismo” Carmen Ruiz Bravo-Villasante. Universidad Autónoma de Madrid. V. BUDISMO “Libros canónicos del Budismo” Abrahán Vélez. Georgetown University, Washington (EEUU) Mañana publicaré la Introducción con datos que creo interesantes. Para adquirir este libro (creo que el precio está en torno a 27 euros): hay que pedirlo a Herder a través del librero habitual de cada uno, porque la tirada no es masiva. También es posible comprarlo entrando en la Página Web de la Editorial Herder. Saludos cordiales de Antonio Piñero Universidad Complutense de Madrid www.antoniopinero.com
Sábado, 3 de Diciembre 2016
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Editado por
Antonio Piñero
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Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.
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