CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
Escribe Antonio Piñero
 
 
8. El octavo criterio para indagar la autenticidad de los dichos de Jesús es el resto o huellas que el arameo, lengua madre de Jesús ha dejado en las palabras conservadas de en griego. Siendo el arameo el idioma más hablado en Judea y Galilea en el siglo I d.C. y obviamente la lengua materna de Jesús, es lógico esperar en las tradiciones que de él se derivan y se presentan traducidas al griego mantengan rastros de esa lengua en la que Jesús pensaba y se expresaba.
 
No obstante, creo que este criterio no es más que un aspecto de los que se refieren al estilo de Jesús o al ambiente social en el que vivió. Por consiguiente, vale más para confirmar que para probar la historicidad de un dicho o un hecho.
 
El texto del Evangelio de Marcos recoge en exclusiva varias palabras pronunciadas en arameo por Jesús:
 

1) En la resurrección de la hija de Jairo: Talithá, kûmi (“Muchacha, levántate”: Mc 5,41).
 
2) En la curación del sordomudo: Hiftah / Ephphatá (“Ábrete”: Mc 7,34).
 
3) La invocación al Padre en Getsemaní: ’Abbá (“¡Padre!”: Mc 14,36).
 
4) El grito desde la cruz, de mayor color arameo que el paralelo de Mt 27,46. El ’Elohí de Mc 15,34 es más arameo que el ’Elí de Mateo.
           
 
En opinión de la mayoría, el estudio de los vestigios arameos en los textos del Nuevo Testamento es muy útil para entender mejor los conceptos originados en ese idioma. Ahora bien, si el arameo era la lengua dominante en la Palestina del siglo I. d.C., los judíos cristianos podían formular en su lengua materna conceptos que estuvieran más o menos de acuerdo con la doctrina del Maestro y luego atribuírselos a éste, lo mismo que griegos cristianos podían valerse de sus conocimientos lingüísticos para paliar el excesivo color arameo de un texto. Por eso, creo que el “argumento arameo” es un buen indicio para situar ciertos dichos en su contexto; en ocasiones para profundizar en el significado del dicho al retrotraducirlos a esa lengua, y en otra para resolver aparentes incongruencias de los dichos jesuánicos ya traducidos a la lengua.  
 
Pero, al margen de otros criterios, no va más allá de la posibilidad y hasta de una cierta probabilidad, sobre todo porque si se comparan las retroversiones realizadas por diversos especialistas, se ve que divergen entre sí –a menudo bastante–, con lo cual surgen muchas dudas sobre a qué retroversión atenerse.
 
 
Mañana expondremos el noveno y último criterio que hemos seleccionado entre los casi quince que se suelen enumerar en los tratados sobre ellos.
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com
Miércoles, 7 de Diciembre 2016
Escribe Antonio Piñero
 
 
6. El siguiente criterio más que instrumento o norma de discernimiento por sí misma es un criterio complementario que da verosimilitud a lo conseguido por otros criterios. La inserción de Jesús en las coordenadas de su momento histórico puede designarse como criterio de plausibilidad histórica y se expresa así:
 
“Es verosímilmente histórico en la reconstrucción de Jesús aquello que encaje con los datos obtenidos por medio de los criterios anteriores y contribuya a situar plausiblemente a Jesús en su contexto y coordenadas judías. También será histórico lo que en este contexto y en la figura global de Jesús obtenida anteriormente contribuya a explicar situaciones peculiares del cristianismo primitivo que se pueden aclarar por la influencia de Jesús en sus seguidores.
 
Por tanto, sería verosímilmente histórico en nuestras fuentes “lo que cabe entender como influjo de Jesús en sus seguidores y al mismo tiempo sólo puede haber surgido en un contexto judío”. Curiosamente, este criterio de plausibilidad histórica conduciría más bien a sostener lo contrario al “criterio de desemejanza”, ya que sostiene que todo lo que se afirme de Jesús pero no puede encajar en el previsible contexto judío de su época tiene los visos de no ser histórico. Esta observación es correcta, pero la investigación histórica debe ser siempre un modelo de equilibrio y deben conjugarse diversos criterios.
 
Ejemplos:
 
· El bautismo de Jesús dentro de las coordenadas de los seguidores del Bautista tal como las dibuja Flavio Josefo en Antigüedades de los judíos XVIII 116-117: un movimiento de regeneración judía, tras  la muerte de Herodes el Grande del que participan otras muchas gentes de la época y que se entra en el arrepentimiento como condición necesaria para la venida del reino de Dios que se esperaba.
 
· Los milagros de sanación y exorcismo de Jesús

· Las características no solo espirituales sino también materiales del reino de Dios

· Las pretensiones mesiánicas, incluso regias, de Jesús al menos al final de subida pública.
 
Dificultades: como he indicado más arriba, este criterio no es más que un apoyo a lo anteriormente fijado por la investigación, cuyos resultados se hacen plausibles, simplemente, porque encajan con el contexto judío de la época.
 
7. Criterio del estilo de Jesús
 
 
Varios autores, sobre todo confesionales, enumeran entre los criterios calificados como secundarios o complementarios lo que denominan  “estilo peculiar de Jesús”, sobre todo, el estilo vital: es el resultado del conjunto de lo que habla y las acciones de Jesús en los Evangelios cuya impresión general, por mucho que estos escritos sean obras de propaganda no puede ser radicalmente erróneo ni radicalmente tergiversado.
 
 
Así la crítica interna de los evangelios puede valorar como propio del personaje Jesús en cuanto a sus palabras/dichos un cierto “sonido personal y un colorido inconfundible”. A Jesús le gustaba la “descripción concreta, intuitiva, pintoresca, la agudeza ingeniosa, la antítesis tajante”.
 
Ejemplos:
 
· Las parábolas en su mayoría
 
· Los dichos hiperbólicos de Jesús referidos al Juicio, del estilo de Mc 9,45: “Y si tu pie te es ocasión de pecado, córtatelo. Más vale que entres cojo en la Vida que, con los dos pies, ser arrojado a la gehena” (véase Mt 18,18)..
 
 
Crítica de este criterio:
 
 
Más que criterio es un indicio solo relativamente sólido de autenticidad. No puede aplicarse a los hechos como si Jesús tuviera un estilo de “amor al prójimo” de “crítica de la hipocresía”, etc., porque este criterio supone que ya se tiene un conocimiento suficiente de los hechos o dichos de referencia. Para emplear este “criterio” se debe poseer previamente un retrato de Jesús que sirva de punto de comparación en el estudio de los datos discutidos y discutibles.
 
 
Concluiremos pronto esta sección
 
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com
 
Martes, 6 de Diciembre 2016
Los libros sagrados de las grandes religiones. A modo de introducción. Notas que definen a los libros sagrados (y III)
Escribe Antonio Piñero
 
 
Finalizamos nuestra presentación de la segunda edición de este libro por la Editorial Herder.
 
 
Ayer hablábamos de las propiedades o, mejor, exigencias básicas y generales de estos textos sagrados que eran cuatro. Y señalamos cuatro: a) han de ser textos escritos; b) se considera que su origen es divino; c) se piensa siempre  que por medio de ellos la divinidad se comunica con el ser humano; d) son fuente de reglas o normas de vida.
 
Otros atributos de los libros sagrados en general señalados por los tratadistas (para quien pueda leer alemán hay el siguiente artículo que es estupendo: S. Morentz, “Schriften, heilige” en la enciclopedia Reiligion in Geschichte und Gegenwart V (31968) 1537-1538) son los siguientes:
 
 
 
1. Poder divino inherente al texto
 
   Como palabra de la divinidad, el contenido de los libros sagrados está dotado del mismo poder que la palabra divina pronunciada, p. ej., en el acto creador. Si toda palabra implica una acción, mucho más aquella que procede directamente de Dios, la cual opera o vehicula la creación del mundo y la salvación. Este poder de los libros sagrados explica el uso mágico y supersticioso de las Escrituras a lo largo de la historia, por ejemplo, en actos o prácticas curativas en los que la recitación de un texto sacro, la colocación de éste cerca de la cama del enfermo o la ingestión de agua en la que se ha desleído un papelito con frases de los libros sagrados tiene efectos mágicos curativos.
 
 
2. Autoridad y sacralidad
 
Hemos hecho alusión indirectamente a estos atributos de los libros sagrados al mencionar el poder de la palabra divina. El carácter sagrado y autoritativo del texto sagrado es más evidente cuando éste proporciona la base sobre la que se constituye y moldea una sociedad. Pensemos en la Torá de los judíos, que idealmente para los ultra-ortodoxos sería la fuente de todo derecho, en la shariah islámica basada sólo en el Corán y tradiciones anexas que rige la estructura y vida del estado musulmán, o en la sección disciplinar del Tripitaka o ley del monaquismo budista.
 
Esta autoridad es tan tremenda que se refleja en el modo y respeto como se tratan los libros que contienen el texto sacro. Es conocido el caso de las genizas judías. Cuando envejecen los libros de la Ley, no pueden destruirse. Se almacenan entre dos paredes y se deja que el paso impenitente del tiempo, ordenado y controlado por Dios, actúe solo como efecto destructivo. Esto no puede hacerlo la mano humana.
 
 
3. Unicidad del conjunto de las Escrituras sagradas
 
Independientemente de la diferencia de contenido y de la diversidad del origen de las partes o del diferente desarrollo y procedencia de cada una de ellas, un corpus de libros sagrados posee unitariamente una autoridad, verdad y sacralidad únicas cuya fuente es la divinidad. A lo largo del tiempo se pierde la memoria de cómo se ha gestado concretamente un corpus de Escrituras, de sus diferencias y hasta contradicciones internas, y se considera como un todo único, en el que una infracción o desprecio a una de sus partes afecta al conjunto.
 
 
 
4. Inspiración de seres humanos como mediadores
 
 La noción misma de sacralidad de unos libros lleva consigo siempre la idea de un origen especial de esos textos. Normalmente la base de esa sacralidad es la creencia en una revelación directa de la divinidad o mediante mensajeros muy cualificados de ella; así, el Pentateuco considerado como escrito por Moisés; el Corán, revelado por Dios directamente a Mahoma; la especial iluminación de Buda que capta la realidad última del universo, etc.), o bien se piensa en el fenómeno de la “inspiración”, como es el caso de los profetas bíblicos. Este último fenómeno no es unitario en las religiones y reviste diferentes formas, aunque la más común es el trance extático, es decir, aquél en el que la mente (y el cuerpo) del canal humano utilizado por Dios, el autor real de los oráculos, pierden sus facultades naturales que son sustituidas por una iluminación o invasión de la divinidad, que utiliza a ese medio humano como mero instrumento.
 
La noción de venerable antigüedad, o de desarrollo en los tiempos primigenios, va también normalmente unida a la teoría de la inspiración / revelación que acabamos de mencionar. En el llamado Fragmento Muratoriano (un canon o lista de las Escrituras cristianas que quizá proceda de finales del siglo II d.C.) se rechaza la sacralidad del Pastor, obra edificante de un cierto Hermas, por “haber sido compuesto hace muy poco en nuestra época”. Ya en el siglo II a.C., el judaísmo, en general, piensa que no se pueden escribir ya libros sagrados porque el “espíritu de la profecía” pertenece por voluntad de Dios al pasado, a una época en la que la divinidad se comunicaba con los humanos más directamente. En el pensamiento védico se cree que la palabra divina, Vac, es una diosa primordial; el Veda es eterno según la misma concepción; muchos fieles judíos creen a pies juntillas que la Torá es eterna, pues ya existía antes de la creación del mundo. Dios en sus ratos libres, durante y después de la creación, se entretiene estudiando la Torá. Igualmente, la palabra de Dios en el Corán es también eterna e increada.
 
 
 
5. Tendencia a la formación de un canon o lista exclusiva de escritos sagrados
 
   Normalmente es éste un fenómeno que ocurre en torno a los libros sagrados y que suele presentarse siempre en la historia de unas creencias determinadas, pero como último escalón en la evolución del texto sacro. La formación de un canon de Escrituras es casi siempre en todas las religiones un fenómeno tardío sobre el que casi nunca reina la unanimidad entre los creyentes. La lista de libros sagrados es casi siempre flexible y fluctuante. El caso del cristianismo es paradigmático, pues ni aun hoy están de acuerdo todas las confesiones cristianas importantes sobre cuáles son exactamente los libros canónicos, es decir, el contenido del NT varía de unas iglesias a otras. Por ejemplo, la Iglesia etíope o abisinia tiene un canon del NT de 32 escritos, no de 27 como el del común de las restantes confesiones.
 
 
 
6. Tendencia igualmente a la constitución de un corpus importante de interpretación normativa del texto sacro
 
   Es éste un fenómeno que se da en torno a los libros sagrados de las religiones más significativas. Pensemos en la Misná y el Talmud, tan imponentes en número de páginas, que explican la Torá o ley judía. Es tan importante este cuerpo de exégesis que casi podría decirse que forma una como segunda Escritura sagrada para el judaísmo. Algo parecido puede afirmarse del conjunto de libros que comentan las enseñanzas de Buda en las ramas theravada o mahayana del budismo, y de las tradiciones que se han ido acumulando en el islam en torno a la interpretación del Corán, que da lugar a la constitución de un cuerpo de expertos coránicos que dedican su vida a la reflexión y ulterior transmisión de este corpus interpretativo del texto sagrado musulmán.
 
Hay que tener en cuenta que, a menudo, la interpretación –sobre todo la basada en la alegoría— lleva a una fijación del sentido del texto sagrado que es contrario al significado primitivo de éste.
 
 
 
7. Resistencia a la traducción del texto sagrado a otra lengua
 
   La veneración por el texto antiguo y original lleva en diferentes religiones a este fenómeno. Esta última característica no es tan general como las anteriores, pues el caso es observable en unas tradiciones religiosas y en otras no. Así, en el mundo musulmán impera con total rotundidad, pues es cosa conocida que aun en el caso de traducciones del Corán (p. ej., al turco o al persa) se suele imprimir al lado el texto árabe, el único del que puede decirse que es “palabra de Dios”. Igualmente pasa con la tradición védica en la que es impensable que los escritos sagrados se viertan al hindi moderno. Por no hablar del texto hebreo de la Biblia, que durante siglos y siglos se ha recitado en esa lengua incluso por los judíos que la conocían bien poco en Europa central.
 
Hay notables excepciones a este hecho y, en la Antigüedad, es bien conocido el caso de los Setenta o Septuaginta, la versión al griego de la Biblia hebrea utilizada a partir de la diáspora alejandrina por los judíos helenizados. Puede decirse con toda propiedad que la versión griega, no el hebreo, fue desde siempre la Biblia de los cristianos. El cristianismo antiguo y moderno es otra excepción. Las versiones de la Biblia (del Nuevo Testamento en particular) a las lenguas vernáculas fueron un fenómeno normal y muy antiguo en las iglesias cristianas (traducciones al latín, copto, siríaco, etíope, gótico, antiguo eslavo, armenio, georgiano, etc.), y, en tiempos recientes, el uso de las lenguas nacionales en la lectura privada o utilización pública litúrgica del texto es casi exclusivo. Entre los clérigos cristianos casi nadie sabe hebreo o griego, las “lenguas de la creación y de la revelación”.
 
Dejamos de lado, aunque sean importantes, otras consideraciones sobre la trascendencia de los libros sagrados en la liturgia y el culto públicos, o en la piedad devocional y vida espiritual privadas, o de pequeñas comunidades, p. ej., la recitación privada del texto sacro, la meditación sobre él, la lectio divina o lectura reflexiva y exegética de los escritos sagrados aplicándolos a la vida de ciertos grupos monásticos, etc., de sobra conocidos, espero, sobre las que no es necesario extenderse, y que demuestran la trascendencia cultural y vital de estos conjuntos de escritos. A conocer mejor cuáles son éstos y cómo han llegado a ser tales van dedicadas las páginas que siguen.
 
 
Espero que encuentren interesante el libro que presentamos, cuyo índice va en la primera entrega. Para adquirir este libro (creo que el precio está en torno a 27 euros): hay que pedirlo a Herder a través del librero habitual de cada uno, porque la tirada no es masiva. También es posible comprarlo entrando en la Página Web de la Editorial Herder.
 
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com
 
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Acabo de recibir esta comunicación por correo electrónico:


Le envío el enlace a You Tube con el vídeo del debate que transmitió ayer en directo Teleboadilla desde el restaurante La Barbacana, en Boadilla, y organizado por la asociación cultural Caballo Verde. 

Enlace: https://youtu.be/gHOJYkyAj2w

Saludos
 
Lunes, 5 de Diciembre 2016
“Los libros sagrados de las grandes religiones” (II)
Escribe Antonio Piñero
 
Como escribí ayer, concluyo hoy la presentación de la segunda edición de este libro con la transcripción del Prólogo –cuyo tema es el tratamiento breve de los conceptos y nociones fundamentales– que debo dividir en dos partes, pues demasiado amplio para una entrega, sobre todo para los que leen esta postal en su móvil.
 
Los diferentes capítulos de este libro son la plasmación escrita de las conferencias pronunciadas en un curso, de notable éxito, promovido por la Universidad Complutense dentro de su programa de Cursos de Verano de El Escorial hace ya unos años.
 
Como marco a las exposiciones que seguirán inmediatamente a lo largo de este volumen son convenientes unas precisiones en torno al concepto, clases, peculiaridades y atributos de los libros sagrados que probablemente no pueden ser tratados de este modo global en los capítulos específicos consagrados a cada una de las religiones.
 
Aunque en la España moderna el laicismo y el pragmatismo de la sociedad han hecho que la influencia de los libros sagrados se haya reducido a mínimos históricos (puede decirse que la Biblia ha muerto en España como referente literario para las nuevas generaciones desde aproximadamente 1950), se percibe, sin embargo, su influencia en múltiples campos de nuestro pasado y presente cultural: en la lengua (proverbios, máximas bíblicas, imágenes literarias en el ámbito de lo oral o de lo escrito), en el campo de la literatura propiamente tal (personajes, situaciones, alusiones al mundo bíblico), en el arte, en la arquitectura… (una gran parte de nuestro patrimonio), en la pintura y la música, artes en los que temas y personajes de la Biblia han inspirado cientos y cientos de composiciones de estos géneros. Por ello, el tema “los libros sagrados” es de una repercusión cultural impresionante, aún hoy día, difícil de exagerar.
 
El presente curso quiere acomodarse estrictamente al título y subtítulo que lleva. Cada tema, dedicado a una religión importante, tiene un tratamiento en tres partes:
 
            – La primera presenta con el debido rigor y amplitud cuáles son los libros sagrados de cada religión, de qué material básico están compuestos, en qué grupos, clases o géneros (literarios o religiosos) se dividen, y cómo tales libros marcan el contenido y el tono de esa religión concreta. En realidad, al hablar así de los libros sagrados se hace una presentación indirecta de cada una de las religiones de las que trata este volumen y, sobre todo, de la esencia o núcleo de cada una de ellas.
 
            – La segunda trata específicamente del proceso y de las razones por las que ciertas obras, explicitadas en el capítulo anterior, llegan a formar un canon o lista cerrada de “escritos sagrados”, “revelados” o “inspirados”. Intenta aclarar, pues, en lo posible un proceso histórico de delimitación de un grupo dentro de un espectro, a veces amplio, de posibles obras candidatas a ser consideradas “sagradas”.
 
                        – La tercera se pregunta por el papel desempeñado por determinadas posturas rigoristas en la interpretación de tales Escrituras sagradas en la sustentación de un fundamentalismo religioso con amplias repercusiones. Vivimos unos momentos en los que los fundamentalismos religiosos están desempeñando un papel notable en la vida política y social del planeta. Por ello, no parece inapropiado preguntarse por las bases de tales posturas fundamentalistas. Éstas radican, por lo general, en una exégesis rígida del contenido de determinados textos sagrados, de cuya inspiración divina no se duda un instante.
 
El espacio del que se dispone en este libro para tratar de los cinco grandes religiones del mundo actual es más bien reducido. Por esta razón, algunas de ellas, muy importantes hoy día (hinduismo, budismo), serán abordadas sólo en sus líneas más generales. Este espacio más restringido se debe a que su influencia cultural en la sociedad española es menor obviamente que el de las otras religiones. Aparte de las mencionadas en este libro hay en el mundo, o ha habido en la historia, otras grandes religiones basadas en libros sagrados que casi ni podemos indicar aquí: así el maniqueísmo, cuyo fundador Mani se esforzó expresamente por crear una Escritura única de dimensión y alcance universal; los sikhs, cuyo libro sagrado el Adi Granth, tiene una importancia fundamental incluso como único símbolo iconográfico de sus creencias; los  mormones, que basan su fe en las Escrituras reveladas por el ángel Mormón en unas tablas de oro, redactadas en “egipcio reformado” y, luego, leídas milagrosamente y traducidas al inglés por Josef Schmid, y algunas otras modernas como el bābismo en Irán y el tenrikyō en Japón.
 
El surgimiento de un conjunto de libros sagrados señala una gran división en la historia de las creencias religiosas: junto a religiones sin textos escritos, normalmente más primitivas, aparecen otras, destinadas a perdurar, que se basan en textos escritos más o menos fijos. Sobre la indudable riqueza de las tradiciones orales tienen estas últimas religiones la ventaja de que el impacto de sus textos va más allá, mucho más allá quizás, gracias a su contenido simbólico o a la riqueza de las interpretaciones que se van acumulando, de lo que supone la letra misma de los libros.
 
¿Qué entendemos por libros sagrados? Aunque una definición objetiva sea difícil por la múltiple variedad con la que se manifiestan, “libros sagrados” o “sagradas escrituras” es el título genérico que utilizamos en nuestra cultura para designar textos que sirven de fundamento a una religión determinada y reciben una especial consideración y veneración como divinos (inspirados por la divinidad) en esa tradición religiosa en cuestión.
 
Como señalan los tratadistas, el concepto de “libro sagrado” no está especialmente ligado a una forma o contenido específicos. Libros sagrados son, por igual, textos de variadísima factura: códigos legales, mitos y leyendas, narraciones históricas, prescripciones rituales o de pureza, tratados éticos, etc., expresados en formas literarias también muy variopintas: prosa elevada o pedestre, poesía llana o críptica, oráculos proféticos, apocalipsis, visiones, himnos, oraciones, plegarias, etc. El contenido de casi todos ellos comienza siendo una entidad doctrinal transmitida oralmente, que se pasa de unos a otros a veces durante generaciones y generaciones como en la India védica, y que, finalmente, adquiere un estado más o menos fijo cuando se siente la necesidad o la conveniencia de ser consignado por escrito.
 
Los libros sagrados nunca lo son por sí mismos (aunque hay algunos casos de ciertos textos que se proclaman como sagrados, como nuestro Apocalipsis), sino porque son aceptados como tales por un grupo. Se ha dicho con razón que el concepto de libros sagrados es relacional, es decir, un libro es sagrado por un proceso histórico de reconocimiento por parte de una comunidad religiosa. Un libro es sacro sólo si un grupo de personas lo acepta como tal.
 
No hay una teoría general entre los estudiosos sobre cómo nace la idea de “libro sagrado”. En el ámbito del Mediterráneo, cuna de las religiones más cercanas a nosotros, judaísmo, cristianismo e islam, se suele decir que el trasfondo de la concepción de un libro sagrado es la idea o creencia primitiva de la existencia de un “libro celestial” o tablas celestiales (así según el Libro de los Jubileos, uno de los apócrifos del Antiguo Testamento más importante), escritas por Dios y conservadas en el cielo. Estos libros o tablas contenían las obras realizadas por los hombres y el destino que les aguardaba, o simplemente las listas de los salvados y, en algunos casos, consejos de sabiduría y normas sobre el recto obrar según la voluntad de su autor, Dios. En la antigua Babilonia y en Egipto hay restos que confirman la fe en la existencia de tales libros celestes. El dios Enlil, sumerio, y, más tarde, el babilonio Marduk, eran los guardianes, si no los autores, de tales escritos. Restos de esta concepción se conservan en un ámbito más cercano al nuestro en los salmos (86,6, o más claramente en el 139,16: “Mis acciones las veían tus ojos; todas ellas estaban en tu libro”), en el Éxodo (32,32, donde dice Moisés a Dios: “O perdonas al pueblo o me borras del libro que has escrito…”), y en el Apocalipsis (5,1ss “el libro de los secretos celestes cerrado con siete sellos” y 20,12, donde el juicio de las naciones tiene lugar ante unos libros celestes entre los que hay uno especial, el libro de la vida)
 
Según William Graham (Beyond the Written World: Oral Aspects of Scripture in the History of Religion, Nueva York [Cambridge Univ. Press] 1987, 49-50 y, en general, el art. “Scripture” de la Encyclopedia of Religion, dirigida por Mircea Eliade, Nueva York, Mac Millan, 13, cols. 133-145), en las diversas religiones se produjo un tránsito fácil: el libro celeste, receptáculo de la sabiduría y de los decretos divinos, pasó pronto a concebirse como una Escritura sagrada depositada en la tierra. Entre ambas concepciones no había mucho trecho.
 
Las propiedades o, mejor, exigencias básicas y generales de estos textos sagrados, son cuatro:
 
1ª. Paso del estadio oral al escrito.
 
    Obviamente han de haber pasado del estadio oral al escrito. Si en muchas religiones la tradición oral sagrada es en extremo reverenciada, mucho más ocurre esto con el texto escrito, pues como tal la letra bellamente caligrafiada o posteriormente impresa tiene un mayor carisma que la palabra volandera. La Escritura sacra, cuyo origen –pasados los siglos— se cree fijado desde tiempos remotos, simboliza la autoridad religiosa divina, también primordial. El amor y la reverencia por lo escrito explica el trato temeroso y respetuoso que se les prodiga y el cuidado puesto en su edición; así en el antiguo Egipto los ejemplos de los Libros de los muertos y otros textos sacros sólo podían copiarse en una institución sagrada llamada “La casa de la vida”. Explica también el que las ediciones tanto antiguas como modernas de un texto sagrado se cuiden al máximo, se conserven en lugares especiales y, en cuanto se pueda, se embellezcan lo más posible gracias al arte de las miniaturas, guirnaldas, letras hermosamente caligrafiadas o grabados que acompañan al texto, etc.
 
2ª. Origen divino.
 
    Los libros sagrados deben mostrar garantías de que su origen es divino. Cada corpus de Escritura sagrada contiene de diversas maneras una o varias historias o leyendas fundacionales que aclaran este origen divino. En el ámbito judeocristiano baste recordar la leyenda propalada en el Libro IV de Esdras (un apócrifo del AT del s. I d.C.): en una visión extática, el escriba inspirado, Esdras, dicta durante cuarenta días y cuarenta noches a varios expertos escribanos las sagradas Escrituras hebreas, dañadas o perdidas durante el exilio a Babilonia. Esta leyenda proporciona una nueva garantía. El origen del Corán es semejante, pues Mahoma escribe al dictado divino.
 
3ª. Comunicación de la voluntad divina.
 
    Los libros sagrados comunican la voluntad divina al ser humano (un grupo o pueblo escogido, o la humanidad entera), normalmente a través de un mediador bien probado y garantizado como Moisés, Zoroastro, Mani, Mahoma, etc. Moisés es el redactor del Pentateuco según los judíos tradicionalistas (a pesar de que ese texto contiene el relato de su propia muerte); Zoroastro es el autor de los himnos gâthas; Mahoma puso por escrito el Corán; Buda redactó también parte de su viaje iluminado, etc.
 
 
4ª. Fuente de reglas.
 
    Los libros sagrados han de funcionar como fuente duradera de reglas para organizar la vida individual o corporativa del grupo de fieles.
 
Concluimos  mañana
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com
 
Domingo, 4 de Diciembre 2016
“Los libros sagrados de las grandes religiones” (I) (3-12-2016)
 
Escribe Antonio Piñero
 
Un feliz maridaje entre dos editoriales Herder, de Barcelona, y El Almendro, de Córdoba ha permitido el rescato de libros que se publicaron hace unos años, pero que siguen  teniendo  mucho interés por su contenido. Y este es caso que presento hoy: “Los libros sagrados de las grandes religiones. Los fundamentalismos” fue el fruto de un Curso de Verano de la Universidad Complutense de Madrid que organicé hace años, y en el que colaboró eficazmente como secretario, y ponente, el Prof. Jesús Peláez. Luego editamos los dos este libro que ahora ve de nuevo la luz como segunda edición.
 
De la “Contracubierta”:
 
Aunque en la España moderna, el laicismo y el pragmatismo de la sociedad han hecho que la influencia de la Biblia se haya reducido a mínimos históricos, (puede decirse que ésta ha muerto como referente literario para las nuevas generaciones), se percibe, sin embargo, su influencia en múltiples campos de nuestro pasado y presente cultural: en la lengua (proverbios, máximas bíblicas, imágenes literarias en el ámbito de lo oral o de lo escrito), en la literatura propiamente tal (personajes, situaciones, alusiones al mundo bíblico), en la arquitectura, en la pintura y en la música, artes en las que temas y personajes de la Biblia han inspirado cientos y cientos de composiciones de estos géneros.
           
LOS LIBROS SAGRADOS EN LAS GRANDES RELIGIONES trata de las cinco religiones más importantes en nuestro mundo: Hinduismo,  Judaísmo, Cristianismo,  Islam y  Budismo.
 
            Cada tema, dedicado a una religión, tiene un tratamiento en tres partes:
 
            – La primera presenta cuáles son los libros sagrados de cada religión, de qué material básico están compuestos, en qué grupos, clases o géneros (literarios o religiosos) se dividen, y cómo tales libros marcan el contenido y el tono de esa religión concreta. Al hablar así de los libros sagrados se hace una presentación indirecta del núcleo o esencia de cada una de las religiones.
 
            – La segunda trata específicamente del proceso y de las razones por las que ciertas obras llegan a formar un canon o lista cerrada de “escritos sagrados”, “revelados” o “inspirados”, intentando aclarar, en lo posible, un proceso histórico de delimitación de un grupo dentro de un espectro, a veces amplio, de posibles obras candidatas a ser consideradas “sagradas”.
           
– La tercera se pregunta por el papel desempeñado por determinadas posturas rigoristas en la interpretación de tales escrituras sagradas, que sustentan un fundamentalismo religioso con amplias repercusiones. Dado que vivimos unos momentos en los que los fundamentalismos religiosos están desempeñando un papel notable en la vida política y social del planeta, no parece, por ello, inapropiado preguntarse por las bases de tales posturas fundamentalistas.
 
 
 
CONTENIDO
 
 
“Introducción: Libros sagrados. Conceptos y nociones fundamentales”
            Antonio Piñero. Universidad Complutense de Madrid.
 
I. HINDUISMO
    “Los libros sagrados del hinduismo”
                        Julia Mendoza Tuñón. Universidad Complutense de Madrid.
 
     “El fundamentalismo hindú”
                        Juan Antonio Álvarez Pedrosa. Universidad Complutense de Madrid.
 
II. JUDAÍSMO  
    
“Los libros sagrados del judaísmo: la Biblia, Misná, Talmudes”.
                        Miguel Pérez Fernández. Universidad de Granada.
   
     “El origen de los cánones judío y cristiano del Antiguo Testamento”
                        Julio Trebolle Barrera. Universidad Complutense de Madrid.
 
     “Fundamentalismo judío y libros sagrados”
Guadalupe Seijas de los Ríos-Zartosa. Universidad Complutense de Madrid.
 
III. CRISTIANISMO
     
    “ Los libros sagrados del cristianismo primitivo”
                        Jesús Peláez. Universidad de Córdoba.
 
     “Cómo se formó el canon del Nuevo Testamento”
                        Antonio Piñero. Universidad Complutense de Madrid
 
      “Fundamentalismo y cristianismo. Aproximación histórica y teológica”
                        Juan José Tamayo Acosta. Universidad Carlos III de Madrid.
 
IV. ISLAM
“El libro sagrado del Islam: el Corán y los dichos del profeta”.
            Mahmud Sobh. Universidad Complutense de Madrid.
 
            “Corán, revelación e interpretación”.
 Pedro Martínez Montávez. Universidad Autónoma de Madrid.
 
            “Corán y fundamentalismo”
           Carmen Ruiz Bravo-Villasante. Universidad Autónoma de Madrid.
 
V. BUDISMO
 
            “Libros canónicos del Budismo”
                    Abrahán Vélez. Georgetown University, Washington (EEUU)
 
Mañana publicaré la Introducción con datos que creo interesantes.
 
Para adquirir este libro (creo que el precio está en torno a 27 euros): hay que pedirlo a Herder a través del librero habitual de cada uno, porque la tirada no es masiva. También es posible comprarlo entrando en la Página Web de la Editorial Herder.
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com 
Sábado, 3 de Diciembre 2016
 
Escribe Antonio Piñero
 
El cuarto criterio o herramienta intelectual utilizada por los críticos para investigar si un dicho o hecho puede adscribirse al Jesús histórico es denominado “criterio de coherencia o consistencia:
 
“Se puede aceptar como material auténtico de Jesús todo aquello que es coherente o consecuente con lo establecido como auténtico por los otros tres criterios anteriores, de disimilitud, diferencia y atestiguación múltiple”.
 
Ejemplos:
 
· A partir del uso de “abbá” por parte de Jesús, considerado como muy probable auténtico y adscribible a él  y las diversas menciones a sus ratos de oración en los Evangelios se puede deducir que Jesús predicaba la cercanía de Dios al ser humano, justo. Es admisible la deducción que lo que Jesús pensaba de su relación con la divinidad era igualmente predicable de cualquier otro ser humano, israelita justo principalmente.
 
· A partir del núcleo de la predicación de Jesús “sobre la venida e instauración del Reino mesiánico en  la tierra de Israel”, son verosímilmente históricas –al menos en el núcleo que puede estimarse primitivo–, las parábolas, las Bienaventuranzas y el Padrenuestro, por ejemplo.
 
            Dificultades:
 
            · Puede ser un criterio subjetivo: depende de la fiabilidad de una imagen de Jesús obtenida por el investigador previamente a su aplicación. Ante todo, solo puede situar un dicho o historia de Jesús a la luz de otros, y determinar por tanto si podría haber sido dicho o hecho, pero no sirve para concluir si efectivamente lo fue; máxime, si se tiene en cuenta que es plausible que quienes crearon la nueva tradición sobre Jesús habrían procurado ajustarla a la imagen ya transmitida de este.
 
· En segundo lugar, podría resaltarse su carácter de subjetividad, pues donde unos lectores perciben inconsistencia entre dos dichos o elementos, otros declaran compatibilidad y armonía.
           
El quinto criterio es peculiar de John P. Meier el autor de “Un judío marginal” (Editorial Verbo Divino, varios volúmenes y aún inconcusa), pero puede generalizarse. Este investigador lo denomina  Criterio de “rechazo y ejecución”.
 
Puede definirse así: “Partiendo del rechazo que padeció Jesús por parte de importantes sectores de sus contemporáneos y que acabó en el final cruento de la cruz, se buscan gestos o palabras de Jesús que pueden explicarlo: algo hizo o dijo Jesús para provocar un final tan radical y expeditivo”.
 
Ejemplos:
 
· El “título” puesto sobre la cruz podía ser un indicio y uno de los hechos certificados como auténticos por el uso de este criterio. Que se denomine a Jesús “rey de Israel” es evidentemente una explicación razonable del porqué el Imperio tenía que quitarlo de en medio. Pues nombrarse, o aceptar que otros lo nombraran, rey (davídico) de Israel con toda su carga nacionalista y antiextranjera no podía ser aceptado por Poncio Pilato
 
· El Jesús manso y humilde de corazón, narrador de parábolas estéticamente hermosas, defensor de los habituales perdedores sociales, no podía levantar iras y sospechas si a estas actitudes no añadía otra clase de reivindicaciones de índole “revolucionaria”.
 
Concluye Meier:
 
“El Jesús histórico amenazó, molestó, irritó a mucha gente: desde los intérpretes de la Ley hasta la aristocracia sacerdotal, pasando por el prefecto romano, que finalmente lo procesó y crucificó. El punto básico de partida para reconstruir al Jesús de la historia es el suceso incontrovertido que es la muerte violenta de Jesús en la cruz”.
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com
Viernes, 2 de Diciembre 2016
¿Son válidos hoy día los criterios de autenticidad para investigar los hechos y dichos de Jesús (II) ?

​Escribe Antonio Piñero
 
Continúo haciendo un resumen con comentarios propios  del capítulo de G. del Cerro sobre estos criterios en el libro ¿“Existió Jesús realmente?”. El tercer criterio o herramienta en el proceso de averiguar la autenticidad de un dicho o hecho de Jesús es el “Criterio de atestiguación múltiple”
 
Se puede definir del siguiente modo:
 
“Pueden considerarse auténticos aquellos dichos o hechos de Jesús que están testimoniados por diversos estratos de la tradición, por ejemplo , la Fuente “Q”, Marcos, material propio de Mateo o de Lucas, tradiciones especiales recogidas por Juan o por otras fuentes exteriores al Nuevo Testamento si son fiables y muestran una información independiente (por ejemplo, ciertos Evangelios apócrifos como el texto primitivo reconstruible del Evangelio de Pedro; el Evangelio de Tomás, el llamado Papiro Egerton 2; el Papiro de Oxirrinco 840). Igualmente debe considerarse como atestiguados múltiplemente los dichos o hechos de Jesús recogidos por formas y géneros literarios diferentes, y por tanto de diverso origen: relatos, exhortaciones, controversias, parábolas, plegarias”.
 
Ejemplos:
 
· La predicación del Reino de Dios como tema central de la actividad de Jesús aparece testimoniado en todas las fuentes (desde “Q” hasta el Evangelio gnóstico de Tomás) y en diversos géneros literarios como parábolas, diálogos didácticos, bienaventuranzas, etc..
 
· La presencia de discípulos junto a Jesús, algunos relatos de milagros, alguna clase de relación entre Juan Bautista y Jesús, la enseñanza de éste en parábolas, su interés por los marginados y pecadores, un cierto conflicto con sus contemporáneos sobre la observancia del sábado, la mención habitual de la expresión Hijo de hombre
 
Dificultades de este criterio:
 
·La presencia de muchos testigos textuales podría deberse, no tanto al carácter genuino del dicho transmitido, sino al interés que suscitó en los individuos o grupos cristianos que lo transmitieron, y este interés pudieron suscitarlo también dichos tempranamente atribuidos a Jesús 
 
· Además, cabe sospechar que, cuanto más afín resultó un dicho (o una historia) a los primeros cristianos, menos probabilidades existen de que Jesús lo compusiera. Por otra parte, resulta fácil entender por qué muchos dichos posiblemente genuinos no gozan de atestiguación múltiple: porque eran susceptibles de crear problemas teológicos u ofender sensibilidades (v. gr. Lc 9,59-60), porque su sentido dejó de entenderse (v. gr. Lc 16,16), o porque no resultaban relevantes en contextos diferentes (v. gr. las polémicas con fariseos en Lc 11,39-52).
 
Un subcriterio importante es el denominado “Patrones de recurrencia”,  saber, cuando un motivo o tema se reitera a menudo en las fuentes, en distintos estratos y formas literarias, presenta indicios genéricos de historicidad, sin que para ello sea necesario –a menudo, de hecho, no sería posible– adquirir certeza de la autenticidad de todos y cada uno de los pasajes aislados. La lógica subyacente es que la presencia recurrente del motivo sugiere que este se introdujo en la tradición en un período temprano y mediante varios transmisores, y que por tanto ya pronto fue aceptado como central. Lo que resulta instructivo es que el motivo de la naturaleza –y su pretensión– regia emerge con tal frecuencia en los evangelios que es apenas creíble que haya sido inventado o sea el fruto de una mera casualidad.

Ejemplo: 

Jesús se presentó al menos al final de su vida como el mesías de Israel. Este mesianismo no estaba reñido con cierta violencia al menos pasiva. Puede también  considerarse como un mesianismo con pretensiones regias, a saber al  trono de David, lo que implicaba un rechazo dela dominación romana sobre Israel. Y como consecuencia, el que Jesús fuera considerado, desde el punto de vista del Imperio Romano, un sedicioso que deseaba acabar con la estructura del Imperio, al menos en Israel.

Otros ejemplos pueden ser:
 
            · Indicios sobre los numerosos puntos de contacto entre Jesús y Juan Bautista tanto de actuaciones como ideológicos
 
            · Indicios sobre el carácter material y político, terreno en suma, del concepto del reino de Dios según Jesús.
 
Así, siguiendo el primer ejemplo, el  complejo  de ideas  se sustenta en unos treinta y cinco indicios dispersos por todos los Evangelios y en muy distintas circunstancias. Estos indicios han sido recogidos entre muchos otros, por mí, en parte y en especial por Fernando Bermejo siguiendo la norma de Dale Allison a propósito de la necesidad de indexar las recurrencia del mismo o similar motivo
 
Dificultades de este subcriterio:
 
Escribe Fernando Bermejo: “Dado que cabría objetar que la propia reiteración de un motivo en las fuentes puede hacer sospechar la presencia de intereses ideológicos de sus autores, es necesario reiterar que en ninguno de los evangelios Jesús es presentado de manera clara y sistemática como aspirante a la realeza (es material furtivo). Los indicios textuales que nos permiten inferir la existencia de esa pretensión están diseminados en varias obras diferentes (evangelios y Hechos), y además dispersos dentro de cada una de ellas. Solo cuando estos disiecta membra (miembros esparcidos allá y acá) son examinados sinópticamente, es decir, en conjunto, reunidos, es posible vislumbrar la imagen que en conjunto conforman. Además, hay cierto material destinado a contrarrestar las obvias implicaciones de esa imagen. Todo esto indica que la recurrencia del motivo no parece deberse al interés de los evangelistas en resaltarlo, sino más bien a que no pudieron evitar reproducirlo, y ello por haber estado firmemente anclado en la tradición”.
 

Saludos cordiales de Antonio Piñero
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com
 
Jueves, 1 de Diciembre 2016
Escribe Antonio Piñero
 
Sigo haciendo un resumen con comentarios propios  del capítulo de G. del Cerro sobre estos criterios en el libro ¿“Existió Jesús realmente?”. Abordamos hoy el “Criterio de dificultad”.
 
Se puede enunciar así:
 
Sería muy probable que una tradición procediera del Jesús histórico cuando tal tradición causa muchos problemas a la Iglesia posterior. No es lógico que ésta invente tradiciones sobre Jesús que luego habrían de plantearle dificultades para explicarlas. Utilizan los ingleses el término “embarrasement” (embarazo en el sentido de dificultad y estupefacción a la vez) para definir el sentimiento que producen ciertos hechos “incómodos” de la vida de Jesús sobre todo para las ideas que de él se formó la Iglesia primitiva.
 
Ejemplos:
 
· El bautismo de Jesús. A la Iglesia de finales del siglo I y a la del II causó problemas el hecho de que Jesús, Dios y ser sin pecado, fuera bautizado como un pecador por Juan Bautista para la remisión de los pecados. ¿Qué penitencia tenía que practicar Jesús? ¿De qué pecados tenía que limpiarse el que presumía de que nadie podría argüirle de pecado? (Jn 8,46; Heb 4,15). Parece improbable que una historia tan molesta para los intereses teológicos de la Iglesia primitiva fuera un puro invento de ésta.
 
· En los Evangelios la figu­ra del Nazareno tiene un aura de bondad, mansedumbre y serenidad.  En Mt 11,29 Jesús mismo afirma ser "manso y humilde de corazón". Por ello cuando el evan­ge­lista Marcos (1,41) nos dice que en cierta ocasión Jesús se "enfadó muchísimo" (gr. orgistheís) cuando un leproso le pidió que le curase de­bemos sospechar que estamos ante un recuerdo histórico: Jesús no era sólo manso, sino también iracundo. Ese dato contradice su proverbial manse­dumbre. Nadie se habría atrevido a inven­tarlo. No es extraño que es­cri­bas posteriores enmendaran el texto eliminando el "se enfadó muchísimo" escribiendo "se compadeció".
 
· Jesús no conoce el día ni la hora de los momentos finales del mundo (Mc 13,32). Esta afirmación contradice la noción posterior de que Jesús es un ser divino, que todo lo sabe y conoce. recogida en Mc 13,32: “Sobre aquel día o la hora nadie sabe, ni los ángeles en el cielo, ni el Hijo, sino sólo el Padre”. No es verosímil que una Iglesia desde la fe pudiera atribuir a Jesús tan sustancial ignorancia. El escándalo –la “dificultad”– que tal expresión provocaba explica la omisión de las palabras “ni el Hijo” en algunos manuscritos de Mc y en muchos e importantes del lugar paralelo de Mt 24,36.
 
· Más de 30 indicaciones en los Evangelios de que esteba indirectamente relacionado con la política de su tiempo: a) Ser el Mesías davídico o pretensión regia; b) el pago del tributo; el títulus crucis…
 
· El grito de Jesús en la cruz: “¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has abandonado?” (Mc 15,34 par). Por más que la expresión sea una cita del Salmo 22,1, ese abandono en tales circunstancias ha sido desde siempre una dolorosa crux theologorum… si admitimos que es probable que la frase provenga de Jesús.
 
Dificultades:
 
Los dichos “embarazosos” se encuentran conservados en la tradición, lo que indica que tal vez no causaron suficientes problemas como para ser eliminados, y que las sensibilidades parecen haber sido variadas en las comunidades primitivas: lo que resultaría inasumible para unas no lo habría sido para otras.
 
Respuesta:
 
· No podían omitir los Evangelistas hechos muy testimoniados por la tradición
 
· No caían en la cuenta porque estos hechos o dichos están muy dispersos; faltan en algunos evangelios; están rodeados de una “vida” de Jesús súper encomiástica lo que hace que pasen desapercibidos o se neutralicen.
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com
Miércoles, 30 de Noviembre 2016

 
Escribe Antonio Piñero

Esta es la pregunta que se hacen Gonzalo del Cerro y Fernando Bermejo. El primero en el capítulo del libro “¿Existió Jesús realmente? El Jesús de la historia a debate”, Editorial “Raíces”, Madrid 2008,  sobre los  “Criterios de historicidad para la reconstrucción de la figura del Jesús histórico. Algunas reflexiones sobre su valor”, donde trata de las fases de la crítica histórica de los Evangelios, del estado actual de la cuestión en torno a los criterios de historicidad  y hace unas reflexiones sobre los principales criterios de historicidad. El segundo en  un artículo publicado en la revista “Estudios Bíblicos”, titulado “La figura histórica de Jesús los patrones de recurrencia Por qué los límites de los criterios de autenticidad no abocan al escepticismo”.
 
Escribe  Gonzalo del Cerro en el capítulo arriba citado:
 
Hay un convencimiento de salida de que una certeza absoluta es difícilmente alcanzable. Así lo reconoce J. P. Meier, que ilustra su afirmación con el caso de Poncio Pilato. Que fue gobernador romano de Judea en los años 28 al 30 d. C. consta no solamente por los cuatro Evangelios y los Hechos de los Apóstoles, sino también por Josefo, Filón, Tácito y la inscripción fragmentaria de Cesarea descubierta en el 1961. Siempre es posible que Josefo se confundiera, que el texto de Filón pudiera ser una interpolación cristiana y hasta que la inscripción de Cesarea fuera un fraude. Pero como todas estas suposiciones son poco o nada probables, la presencia de Poncio Pilato en Judea esos años como gobernador goza de un alto grado de probabilidad. De no reconocerlo así, tendríamos que renunciar a todo conocimiento de la historia.
Desde que comenzó la investigación histórica sobre Jesús con Hermann Samuel Reimarus (1768), el historiador aplica una serie de reglas o criterios para discernir lo antiguo (perteneciente al Jesús histórico) de lo más moderno (interpretaciones, retoques o añadiduras de las comunidades cristianas) en la figura de Jesús presentada por los Evangelios. Esos “criterios” son como normas u orientaciones filológicas a las que debe atenerse todo investigador, pues le ayudan a ir construyendo un conjunto seguro.

1. Criterio de desemejanza o disimilitud:
 
2. Criterio de dificultad.
 
3. Criterio de atestiguación múltiple:
         Un subcriterio importante es el siguiente: Patrones de recurrencia
 
4. Criterio de coherencia o consistencia:
 
5.  Criterio de “rechazo y ejecución”
 
6. La inserción de Jesús en las coordenadas de su momento histórico.
 
7. Criterio del estilo de Jesús
 
 8. Criterio de huellas del arameo
 
 9. Criterio de las tendencias evolutivas de la tradición sinóptica
 
 
Haré un resumen del pensamiento de G. del Cerro en este capítulo del libro arriba citado en las postales siguientes.
 
 
Comienzo por el primer criterio:
 
 
1. Criterio de desemejanza o disimilitud:
 
“Ciertos dichos y hechos de Jesús pueden considerarse auténticos si se demuestra que no pueden derivarse de, o son contrarios a concepciones o intereses del judaísmo antiguo o del cristianismo primitivo”. Por eso, hay autores que etiquetan el criterio como de “originalidad”. Se trataría de algo inesperado, nuevo, desconocido, único. Es la uniqueness como la denominan los anglosajones.

· Un ejemplo puede ser el uso de Abba (arameo, “Padre”, en tono familiar) por parte de Jesús (Mc 14,36; cf. Gál 4,6 y Rom 8,15). En la época en la que Jesús vivió este modo de dirigirse a Dios era absolutamente raro. Solían utilizarse otras expresiones como “Nuestro Padre celestial”, etc., que guardaban una mayor deferencia y distancia respecto a Dios. En Mt 6,9 (“Padre nuestro que estás en los cielos…”) se recoge la expresión más usual. Puede sospecharse por tanto que este uso peculiar de Jesús, que va en contra de lo normal del judaísmo de la época, y que no tiene otra razón de haberse transmitido salvo el que Jesús se expresara así, es histórico.

            · El uso del Amén de valor afirmativo con légo, “decir”;
            · La sorprendente y desconocida llamada de los discípulos por parte del Maestro.

Dificultades:

            A. La fuerza de este criterio se basa en dar por ciertos unos conocimientos de los que carecemos en realidad, pues ignoramos muchos aspectos del judaísmo del siglo I y de la iglesia primitiva.
B. El criterio disimilaridad, disimilitud o desemejanza sigue funcionando en arenas movedizas, pues no parece lógico que para caracterizar a un personaje o un suceso se tenga que extraerlo del contexto histórico, que suele ser el que lo hace comprensible.

Deshistoriza a Jesús, eliminando de su enseñanza los múltiples aspectos en que este concordaba con su propia religión, el judaísmo– y con las creencias de quienes se remiten a él –la comunidad cristiana primitiva.
Corre el riesgo de confundir lo específico con lo característico; condiciona las conclusiones que pueden obtenerse, pues presupone la singularidad de Jesús.

Supone que una idea o expresión “única” no podría proceder de un transmisor o un oráculo profético cristiano.
Y en el fondo implica asunciones contradictorias, pues para ser aceptable como genuino, un dicho debería diferir del judaísmo contemporáneo, pero al mismo tiempo usar sus categorías y encajar en él.

En síntesis:

Admitir sólo como histórico aquello que no se parezca en nada a la herencia judía de Jesús o al pensamiento sobre él de la Iglesia posterior es inaceptable, porque  supondría perder en la imagen de Jesús todo lo que éste tuvo en común con el judaísmo de su tiempo y todo lo que las comunidades cristianas posteriores compartieron con él.
La pintura de Jesús deducible de este criterio resultaría distorsionada y sería a todas luces falsa. Hay que complementarlo con otra regla que dé razón de lo que Jesús compartía con su tiempo, pues es hoy comúnmente admitido que Jesús sólo puede entenderse dentro de las coordenadas, sociales, políticas, económicas y religiosas del Israel/Pales­tina de su tiempo.
 
Seguiremos.
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com 
Martes, 29 de Noviembre 2016
 Escribe Antonio Piñero
 
 
PREGUNTA:
 
Quería pedirle su opinión sobre este texto, en el que se intenta dilucidar el porqué de la famosa frase de Jesús  ``¿Por qué me has abandonado?´´. ¿Fue realmente una manifestación de Jesús de abatimiento al ver su obra fracasada, o simplemente estaba rezando el salmo? Un saludo.
 
 
RESPUESTA:
 
 
Yo no le respondo, sino Fernando Bermejo, una antiguo colaborador mío que ha escrito mucho en el Blog, esta vez en un artículo publicado en la revista “Estudios Bíblicos”  70,3 (2012) 371-401.
  
COPIA
 
Sobre  Mc 15,34b / Mt 27,46
 
De las siete frases atribuidas en los Evangelios canónicos al Jesús crucificado, únicamente “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” está atestiguada en Mc y Mt. Es ella la única que presenta ciertos visos de historicidad, aunque esta es muy discutida.
 
A favor de la historicidad se barajan: a) El criterio de dificultad: la exclamación de Jesús puede ser interpretada como un grito de desesperación, razón por la cual puede haber desaparecido en Lc y Jn  ; ningún cristiano habría inventado tal grito para ponerlo en labios de Jesús, no solo porque la desesperación como pérdida de la confianza en Dios es un pecado grave (y Jesús es considerado en la tradición cristiana un ser impecable), sino también porque el sentimiento vehiculado por la frase contradiría la constante comunión con Dios considerada propia del Señor (cf. Jn 16,32-33); b) El griego corresponde claramente a un intento de transliteración del arameo (en Mc: “Eloi, Eloi, lama sabakhthani”  ; en Mt: “Ēli, Ēli, lema sabakhthani”)  , lo que parecería favorecer su origen jesuánico; c) Las agónicas palabras se corresponden bien con la situación de tormento de un crucificado; dado que el Salmo 22 es un texto conocido, es posible que Jesús lo recordara y pronunciara en un momento difícil, y que fuese escuchado por alguno de los fieles seguidores cercanos a la cruz.
 
En contra, los argumentos no son menos: a) Al igual que las otras seis frases atribuidas en los evangelios al Jesús crucificado, esta tampoco goza de atestiguación múltiple (Mt 27,46 parece depender de Mc 15,34); b) El hecho de que sea una cita del Sal 22,2 resulta sospechoso, dadas las proclividades escriturísticas de los evangelistas; c) El criterio de dificultad no puede ser empleado en este caso, pues podría no expresar pérdida de esperanza, sino precisamente lo contrario (y también la expresión “Dios mío” implica confianza), sobre todo si se lee en el contexto global del Salmo 22, cuyo final es positivo  ; d) Una comunidad cristiana arameoparlante pudo componer oraciones en arameo, como lo prueba el Maranatha de 1 Cor 16,22; e) El hecho de que Lc y Jn se sintieran libres para cambiar las últimas palabras de Jesús (que revestían especial solemnidad) sería más fácilmente comprensible si se pensaba que la cita del Sal 22 surgió de una reflexión comunitaria.
 
En suma, si la frase recogida en Mc 15,34 / Mt 27,46 procede del propio Jesús o le fue atribuida por una reflexión cristiana sobre la crucifixión parece resultar una cuestión muy difícilmente decidible.
(Autor Fernando Bermejo)
FIN DE COPIA
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com
 

NOTA:

Todavía tengo más de cien preguntas recibidas y contestadas que no he publicado todavía y que iré sacando poco a poco.
Rogaría a mis amigos lectores un poco de paciencia. Estoy ocupadísimo con el "pulido y abrillantado" del "Nuevo Testamento de San Millán". Calculo que ese trabajo --incluida la severa corrección ortotipográfica y de estilo-- durará cerca de una año.
Lunes, 28 de Noviembre 2016
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Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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