Notas
Escribe Antonio Piñero
Pasado el primer día del año nuevo en el que no ha habido especiales conmociones, al menos en mi entorno, sigo de nuevo con el propósito de ilustrar con un único ejemplo la cadena de textos y alusiones en los Evangelios que, como veremos al final, son tantas–más de treinta– que no hay más remedio que aceptar una conclusión casi evidente. En primer lugar estoy exponiendo la cadena de textos que recogí hace años en mi ensayo “Jesús y la política de su tiempo. Luego los complementaré con los recogidos por F. Bermejo y con una exposición y análisis de sus comentarios. Sigo pues, con la segunda tanda de cinco textos: 6. Lc 13,1-5: En aquel mismo momento llegaron algunos que le contaron lo de los galileos, cuya sangre había mezclado Pilato con la de sus sacrificios. Les respondió Jesús: «¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que todos los demás galileos, porque han padecido estas cosas? No, os lo aseguro; y si no os convertís, todos pereceréis del mismo modo. O aquellos dieciocho sobre los que se desplomó la torre de Siloé matándolos, ¿pensáis que eran más culpables que los demás hombres que habitaban en Jerusalén? No, os lo aseguro; y si no os convertís, todos pereceréis del mismo modo». Al parecer, Jesús se muestra compasivo con ellos, lo que indica un espíritu afín, con unos individuos que era, probablemente celotas, es decir, amantes de hacer cumplir la ley de Moisés incuso con un cierto grado de violencia,. 7. Mc 11,7-10: La entrada en Jerusalén fue un acto claramente mesiánico en el sentido más verdaderamente judío, que implica un mesianismo con tintes de monarca guerrero, naturalmente enemigo de los dominadores romanos: Traen el pollino donde Jesús, echaron encima sus mantos y se sentó sobre él. Muchos extendieron sus mantos por el camino; otros, follaje cortado de los campos. Los que iban delante y los que le seguían, gritaban: «¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Bendito el reino que viene, de nuestro padre David! ¡Hosanna en las alturas!» Si aceptamos el texto tal como se lee (y por el criterio de dificultad parece muy difícil que una iglesia posterior helenizada, de paganocristianos, haya inventado un Jesús que está blandiendo la esperanza de un reino davídico), parece bastante claro que Jesús deseaba mostrar de una manera ostentosa su condición de mesías de Israel. Durante el desarrollo de la escena las gentes, incluidos los discípulos, aclaman a Jesús como “hijo de David” y consecuentemente, rey de Israel. En la época de Jesús se sabía muy bien que un mesías “hijo de David” suponía ser un político y un guerrero. Lo mínimo que las masas esperaban de él era que expulsara a los romanos del país, de modo que éste quedara libre de impurezas y pudiera practicar sin impedimentos la ley divina. Tal acogida, como muestra la escena, jamás habría sido dispensada a Jesús si el pueblo hubiera sabido que él era en lo más mínimo favorable a los romanos. Según Lucas (19,30-40), Jesús no contradice a quienes así lo aclaman, sino todo lo contrario: Algunos de los fariseos, que estaban entre la gente, le dijeron: «Maestro, reprende a tus discípulos.» Respondió: «Os digo que si éstos callan, gritarán las piedras». 8. Como confirmación del pasaje anterior, el Evangelio de Juan, generalmente no fiable desde el punto de vista histórico, después de narrar el milagro de la multiplicación de los panes, que enfervorizó a las gentes y les hizo pensar que Jesús era el mesías, trae una noticia en el capítulo 6 que parece atendible: “Al ver la gente la señal que había realizado, decía: «Este es verdaderamente el profeta que iba a venir al mundo». Dándose cuenta Jesús de que intentaban venir a tomarlo por la fuerza para hacerlo rey, huyó de nuevo al monte él solo”. (6,14-15). Naturalmente, “hacerlo rey” supone lo que antes indicábamos: un monarca político y guerrero de acuerdo con el pensamiento que el pueblo albergaba como posible en Jesús. Es cierto que, según el evangelista que sigue ya una tradición paulina bien afirmada, el que éste rechazara esta pretensión supone que Jesús tenía otra idea del mesianismo, algo en verdad improbable, pues no habría dado pábulo a que le hicieran la propuesta. 9. Mc 11,15-17 y paralelos: el episodio de la “Purificación del Templo”, a pesar del tono eminentemente religioso que le otorgan los evangelistas “Y les enseñaba, diciéndoles: «¿No está escrito: Mi Casa será llamada Casa de oración para todas las gentes? ¡Pero vosotros la tenéis hecha una cueva de bandidos!”: v. 17, Puede interpretarse sin distorsionar para nada el espíritu de la época y el pensamiento general de Jesús como un símbolo de lo que debe ser el reino de Dios futuro, en su institución principal, el santuario de Jerusalén. Como algunos judíos estaban convencidos de que Dios exigía una muestra de compromiso por parte humana para que Él luego instaurara su Reino, esta acción sería un modo de “obligar” a Dios para que iniciara por fin la instauración de ese reinado. De ningún modo puede interpretarse el incidente como el gesto de un hombre pacífico. La acción de Jesús fue un ataque directo contra los que los fomentaban y se enriquecían con estas actividades: el clero del Templo, sobre todo los de alto rango y los saduceos, la facción religiosa que dirigía el santuario. He aquí el pasaje de Marcos: Y llegan a Jerusalén. Y cuando entró en el templo empezó a expulsar a los que vendían y a los que compraban en el templo, y volcó las mesas de los cambistas y los taburetes de los que vendían las palomas; y no permitía que alguien trasladase cosas atravesando por el templo; y enseñaba y les decía: “¿No está escrito: Mi casa se llamará casa de oración para todas las naciones? Pero vosotros la habéis hecho cueva de bandidos”. Ante la dificultad de cómo no actuaron de inmediato los romanos -quienes vigilaban el recinto del Templo desde su acuartelamiento de la Torre Antonia, justo encima del Patio de los gentiles, donde ocurrió el incidente- prendiendo a Jesús, no se puede responder con toda seguridad. Debe suponerse, si eran muchos los que estaban con el Nazareno, que los romanos esperaron una ocasión más oportuna para detenerlo, donde no hubiera tanta gente y no pudiera producirse una matanza de inocentes; o bien que la acción fuera muy rápida y breve, de modo que cuando los romanos quisieron intervenir, Jesús y sus seguidores habrían huido o se habrían disuelto entre las multitudes. 10. Todo apunta en cualquier caso a que este episodio tuvo lugar muy cerca o simultáneamente con una revuelta antirromana, con el resultado de un muerto, en la cual fue hecho preso uno de los sediciosos, Mc 15,7: “Había uno, llamado Barrabás, que estaba encarcelado con aquellos sediciosos que en el motín habían cometido un asesinato”. Ello indica al menos que se respiraba en aquellos momentos un ambiente violento de expectativas mesiánicas, del que debe suponerse que participaba Jesús y que él lo mostró religiosamente, purificando el Templo. Aunque los evangelistas no establecen relación alguna entre los dos acontecimientos –la purificación y la revuelta– es poco creíble que no la hubiera, al menos de ambiente. Seguiremos, con esta cadena de textos, que sumados tiene mucho que decirnos. Saludos cordiales de Antonio Piñero Universidad Complutense de Madrid www.antoniopinero.com ::::::::::::::::::::::::: A lo largo de las fiestas pasadas he participado en algunos programas de radio y en uno de TV. Les paso en los días siguientes el enlace. Uno cada día: Programa: “La Nit del Misteri”: http://www.ivoox.com/13-la-nit-del-misteri-antonio-pinero-los-evangelios-audios-mp3_rf_15096881_1.html
Lunes, 2 de Enero 2017
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Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.
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