CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
Un estupendo buscador-presentador del material elaborado en Blogs y FaceBook (943)

Escribe Antonio Piñero
 
Con el permiso implícito del autor/realizador, quiero presentarles hoy un correo de mi amigo José García Guillén,  jubilado,  de Murcia capital, que ha dedicado  parte de su tiempo de glorioso jubilado a profundizar en el conocimiento de las religiones en general y del cristianismo en especial. Pepe García Guillén cree que lo publicado en mis Blogs y luego expandido igualmente por FaceBook puede ser interesante. Y que podría ayudar mucho tener un buscador especial, rápido y que a la vez presente las “postales” casi instantáneamente porque considera que tal material es alimento para su formación y que “agita  lo espiritual”.
Creo –y Ustedes lo comprobarán– que su nuevo Buscador/Presentador es utilísmo, porque como vengo escribiendo desde febrero del 2007 todos los días (ahora espacio un poco más mis colaboraciones, ya que la tarea de la edición del Nuevo Testamento  me tiene “sabido los sesos”), y durante años han colaborado con una postal semanal o quincenal Fernando Bermejo y Gonzalo del Cerro, el monto de folios que debe de contener el Blog supera los diez mil.
 
Aquí va el texto:
 
«Estimado Maestro Piñero,
 
»Me pongo en contacto con usted para expresarle mi más sincera felicitación por el magnífico Blog sobre historia y cristianismo que administra con aportaciones relevantes y de la máxima actualidad.  
 
»Hace ahora unos dos meses que aterricé gustosamente en las páginas de sus blogs después de ver un vídeo en Youtube donde exponía con autoridad una conferencia sobre Jesús de Nazaret. Con la utilización frecuente del Blog observé que no era fácil encontrar asuntos concretos por lo que decidí elaborar una base documental de carácter personal con todos los títulos de las postales publicadas teniendo como orientación el trabajo realizado por su colaboradora, la Drª Carmen Padilla (Índice completo de postales y de “compartir” publicado aquí entero).
 
Con el paso de los días fui mejorando la base, en diseño y  contenido, una vez terminada decidí colocarla en Internet para hacerla accesible desde cualquier lugar con los diferentes dispositivos electrónicos, también con el teléfono.
 
»La idea gira entorno a la rapidez en la localización de las postales que contienen una palabra en su título y el acceso inmediato a la información con un solo clic. En definitiva, he tratado de poner velocidad y accesibilidad a la maravillosa documentación que encierra su blog, todo ello con objeto de poder rastrear los temas que puedan suscitar interés en un momento determinado. Todas las aportaciones realizadas por usted y sus colaboradores desde 2007 hasta la actualidad son atemporales y ayudan en todo momento y lugar a los interesados en la materia desarrollada en el blog. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán (Mc. 13, 31)
 
»La base documental es sencilla pero poderosa, de un vistazo se dispone del índice completo de todas las postales, desde la primera (12 de enero de  2007) hasta la última, en total hay 3.309 registros que se pueden ordenar en sentido creciente o decreciente haciendo un simple clic en la palabra Fecha o Texto  (título de cada una de las dos columnas de la tabla-base). Dispone de un buscador interno que rastrea y  localiza las postales que contienen la palabra solicitada, ejemplo, la palabra “Ojea” está en el título de 20 postales. Aprovecho para pedir que Dios  tenga en su G¡gloria a Gonzalo Puente Ojea. Otros ejemplos: Calvino (1), abba (2), biblia (136), antirromana (78), Pablo (191).
 
Están incluidas todas las postales editadas en Periodistadigital y Tendencias21, eliminada la duplicidad. No están las de Facebook, pero no importa, porque salvo algunas colaboraciones primeras de la sección “Compartir” el material ha sido repetido en FaceBook
 
»Haga “Clic” en el siguiente enlace para acceder a la página donde está la base y practicar con las diferentes posibilidades que ofrece:
 
http://mynorte.com/cristoria
 
Hasta aquí José García Guillén, a quien aprovecho para darle de nuevo mis más efusivas gracias. Adelanto a los lectores que el Sr. García Guillén está preparando un índice /base equivalente de la sección de “Compartir”, pero que llevará su tiempo, porque cada postal tiene a veces tres o cuatro preguntas, y algunas de ellas son complejas y difíciles de resumir en una frase breve.
 
 
Mis gracias de nuevo al autor de la Base.
 
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
www.ciudadanojesus.com
Buscador:  http://mynorte.com/cristoria
Jueves, 7 de Diciembre 2017
El Jesús que yo conozco. Un nuevo libro, un tanto raro (944)

 
 
Escribe Antonio Piñero
 
 
Acaba de salir un nuevo libro mío, que es un tanto raro, porque se trata de una entrevista que el académico mexicano, Javier Ruiz de la Presa me ha hecho desde México –sobre el tema “Jesús de Nazaret” y el cristianismo primitivo a través de multitud de correos electrónicos, y durante un período de casi dos años.
 
 
El Dr. De la Presa había leído algunos libros míos y tenía ganas de que fuera a México como profesor visitante y si fuera posible a la Feria de Guadalajara.  Tenía también ganas de conocerme en persona. Así que como carta de presentación –ya que por desgracia los libros españoles se difunden menos en México de lo que debieran y en general en la América de lengua hispana– pensamos que sería bueno un libro, publicado en México, en el que hiciera una suerte de síntesis de mi pensamiento en torno a los temas mencionados. Pero a veces, las preguntas son curiosas y no usuales.
 
 
A lo largo de la entrevista escrita ofrezco, pues, en la mayoría de ocasiones un punto de vista muy personal sobre lo que creo que fue la naturaleza de Jesús, su misión, su vida más o menos pública que –según Javier dela Presa– es “profunda y cercana a la vez”, como fruto de tantas décadas de estudio, reflexión e investigación sobre Jesús y su entorno.
 
 
Y el libro es raro porque a modo de Epílogo, el entrevistador me “obliga” a contestar preguntas sobre mí mismo, incluso sobre mi particular transformación acerca de mi percepción de sentir religioso –algo que, a la verdad, nunca había hecho–, de modo que el libro termina de un modo insólito, muy diferente al de otras obras mías.
 
He aquí el breve índice de contenidos:
 
 
Introducción  
 
» La importancia de leer a Antonio Piñero   
» Antonio Piñero y el nuevo socratismo       
» Lo que debemos a Antonio Piñero
 
El DIÁLOGO: 89 preguntas y sus respuestas
 
Epílogo: Semblanza autobiográfica de Antonio Piñero
 
»¿Racionalista y escéptico
»El Antonio Piñero novelista
»Sus grandes pasiones
»Si tuviera que elegir
»¿Qué reconocería en sí mismo
 
Índice analítico de materias
 
 
Como muestra, indico que las preguntas son del estilo siguiente:
 
 
· En la disputa sobre la formación judía de Jesús hay quienes lo consideran un judío iletrado. Ud., por el contrario cree que Jesús, por causa de su oficio, sabía griego y posiblemente latín. ¿Podría haber, además, una formación teológica en su juventud y conocer la tradición judía en sus fuentes?
 
· ¿Se podría decir que, en conjunto, lo cual abarca el destino trágico en la cruz, Jesús era un idealista, en el sentido de que esperaba demasiado de la gente? ¿Habría que decir, como hacía Nietzsche, que si Jesús hubiese vivido más tiempo habría cambiado radicalmente su cosmovisión e, incluso, la interpretación que hacía de sí mismo?
 
· ¿Es posible que Jesús, además de ser discípulo de Juan el Bautista, haya tenido un contacto personal con los esenios, dado que hay algunos puntos de contacto en la ética de ambos?
 
· ¿Tiene sentido hablar de que Jesús se conocía a sí mismo no sólo como profeta carismático y discípulo del Bautista sino también como “enviado” o “ungido del Padre”?
 
· ¿Se consideraba Jesús a sí mismo el mesías de Israel?
 
· ¿En qué sentido se consideraba Jesús a sí mismo el Hijo del Hombre?
 
· En su libro Guía para comprender el Nuevo Testamento afirma que algunas mujeres entre los discípulos “sintieron vivamente que no era posible que Jesús, tan admirado y querido, hubiese desaparecido para siempre”. Añade que en algunas de ellas surgió la certeza de que Jesús continuaba vivo en medio de los que le amaban... como una presencia espiritual que casi podía palparse. Nos explica que una forma de expresar este sentimiento era decir que el muerto había resucitado. De aquí surgen preguntas para mí: Las mujeres -como por ejemplo, María Magdalena- ¿habrían sido la causa o, al menos, el detonante de la creencia colectiva en el Jesús resucitado, del lado de los apóstoles y las primeras comunidades cristianas orientales? (p. 228 de su obra).
 
· Para decirlo al modo de Adorno: ¿Es posible creer en un Dios providencial -no sólo en el Arquitecto Universal de los estoicos- después de Auschwitz?
 
· La teología confesional -por ejemplo la de un hombre optimista, ilustrado, disidente y liberal como Hans Küng– ¿no tiene el defecto de no dar suficiente peso al estudio del Jesús histórico?
¿Qué importancia tienen los apócrifos del Antiguo Testamento para entender el pensamiento de Jesús y los orígenes del cristianismo?
 
Y así hasta 89 preguntas. El libro está publicado por la Editorial Adaliz, de Sevilla (la misma que “Ciudadano Jesús”. ISBN: 978-84-947657-5-9. 332 páginas en formato de 15x21. Precio 16,50 euros. Está pensado para venta por correo (el porte es gratis). Pero también se puede pedir por medio de la librería usual de cada uno.
 
El enlace para la compra es: http://adaliz-ediciones.com/home/36-el-jesus-que-yo-conozco.html
Saludos cordiales de Antonio Piñero
Miércoles, 6 de Diciembre 2017
“¿Evangelios eliminados por la Iglesia?”. Otra lección de historia de Rodney Stark (942)
 Escribe Antonio Piñero
 
 
Sigo comentando los más que interesantes capítulos del libro de Rodney Stark, “Falso Testimonio. Denuncia de siglos de historia anticatólica” (Sal Terrae 2017). Y me restrinjo a los afectan a mi campo de trabajo. El capítulo 2º tiene como título “Evangelio eliminados”. No se refiere el autor a la pugna intraeclesiástica que condujo a la formación del canon de libros sagrados cristianos, que se produjo en su núcleo entre el 150-170. Y lo sabemos porque en la obra de Ireneo de Lyón, “Contra las Herejías, compuesta hacia el 170-180, el núcleo de ese canon está perfectamente formado, sino a la pugna de la Gran Iglesia ya constituida, que durante el siglo III eliminó positivamente otros evangelios que –según la hipótesis– eran mucho más auténticos y verdaderos que los cuatro evangelios seleccionados por la Iglesia, a saber, Mateo, Marcos, Lucas y Juan.
 
 
No entra Stark a discutir que –una vez fijado el canon– la Gran Iglesia sí eliminó aquellos evangelios de sectas cristianas que no pertenecían al grupo general (por ejemplo, El Evangelio de los ebionitas, de los nazarenos, de los hebreos, el de los Doce Apóstoles, etc.), cuyos restos escasos tienen Ustedes en mi edición de “Todos los Evangelios”, Edaf, Madrid, 2010), ni tampoco entra Stark en la manipulación que sufrieron otros Evangelios apócrifos, como el del Pseudo Tomás, filósofo israelita, y otros, que fueron más o menos reducidos a la ortodoxia a lo largo del siglo IV sobre todo. Stark se refiere en concreto a los evangelios gnósticos, descubiertos en 1945 en Nag Hammadi (cerca de Luxor) en Egipto, y cuyos títulos son: Evangelio de Tomás gnóstico, Evangelio de la Verdad, Libro secreto de Juan, a los que se han añadido otros –no descubiertos en ese enclave, sino en los alrededores y en otros momentos–, como el Evangelio de María (Papiro Berolinense 8504, o el Evangelio de Judas, publicado en 2006.
 
 
La edición española de todos estos textos las tiene el lector en los tres volúmenes, publicados por Trotta, Madrid, desde el 2009, más o menos, y que van por la quinta edición. Han sido editados por Fr. García Bazán, José Montserrat y por mí mismo. A este propósito diría que el traductor español de la obra de Stark podría haber hecho una buena acción científica no traduciendo del inglés los textos citados por Stark, sino yendo a la edición española (vertida directamente del copto) y copiando las traducciones.
 
 
Lo que señala Stark como muy negativo y falaz es la tesis  propagada por Marvin Meyer, Burton M. Mack, Elaine Pagels y Karen King, Robert Funk, y otros, que consta de los siguientes asertos:
 
 
A. Esos evangelios son “exactamente tan valiosos, o incluso más valiosos que los textos evangélico que encontramos en el Nuevo Testamento”;
 
 
B. “El cristianismo promocionado o evidenciado por esos evangelios representaban en muchos lugares la forma predomínate del cristianismo”;
 
 
C. Consecuentemente que “el cristianismo convencional es un fraude”;
 
 
D. Gracias a estos evangelios se nos ha descubierto la verdad: “no es ya creíble pensar en Jesús como en un ser divino (…) y que hacerlo es infra racional e infra ético; que Jesús no resucitó de entere los muertos más que de un modo metafórico”. De esto sí se deduce con toda claridad que Jesús no fue un apocalíptico, ni un sedicioso, ni nada de eso, sino un sublime maestro de sabiduría.
 
 
E. Hay que celebrar el descubrimiento de la existencia en los primeros siglos de un cristianismo alternativo como el puesto de manifiesto por estos evangelios gnósticos.
 
 
F. Estoé evangelios positivamente suprimidos resultan más gratificantes que los que hoy forman el Nuevo Testamento. En especial es de destacar la relevancia e importancia del Evangelio de Tomás gnóstico. Este escrito “es una fuente más auténtica de los dichos de Jesús que el de los cuatro evangelios oficiales del Nuevo Testamento”.
 
 
G. Hay que lanzarse a la “búsqueda del auténtico Jesús hoy olvidado” (por culpa de las decisiones sobre todo de los Padres de la primera Gran Iglesia, quienes los atacaron, los eliminaron y los sepultaron en el olvido porque no les interesaban sus doctrinas.
 
 
H. Sobre todo el Evangelio de María  “presenta el argumento más directo y convincente de toda la literatura cristiana primitiva en favor del liderazgo de las mujeres en la Iglesia.
 
 
I.  Y por último, respecto al Evangelio de Judas, hay que tener en cuenta que “Judas no habría sido quien traicionó a Cristo, como hemos leído en el Nuevo Testamento, sino el más fiel de los apóstoles, el hombre a quien Jesús había confiado los misterios del Reino, desconocidos para el resto de los discípulos, y que Judas solo cumplió el encargo de Jesús, a saber entregarlo a las autoridades para que así  pudiera cumplir con el sacrificio de la cruz y salvar a la humanidad.
 
 
Estas son fielmente reproducidas las tesis expuestas por estos comentaristas.
 
 
A ello responde Stark, y yo mismo, que soy el editor general español de estos evangelios gnósticos, que todos estos argumentos parten de unos supuestos que –en opinión de los expertos de hoy, en absoluto católicos la mayoría de ellos– son erróneos; suponen una intelección apresurada del contenido de esos evangelios; suponen erróneamente que los Padres de la Iglesia, que conocían estos evangelios, como Ireneo de Lyón e Hipólito de Roma, los citaron mal a propósito para denigrarlos y quitarlos de la circulación porque al representar una imagen verdadera de Jesús… no interesaban…
 
 
Respecto a esto último y a todo en general: no se crean ni una sola de estas tesis, porque no se sostienen científicamente.
 
 
Podemos sostener al contrario, lo siguiente:
 
 
Pasada la euforia, y contrastados los pasajes citados por los Padres y los que hemos recuperado de Nag Hammadi, resulta que las citas hechas por los Padres no estaban tergiversadas… ¡eran exactas! Si  criticaron esos evangelios fue por otros motivos
 
 
Y otras razones:
 
 
· La imagen e intelección del Evangelio de Judas que presentan Pagels, King y otros, es errónea. Hoy todos los intérpretes sostienen que Judas no sale bien parado en ese Evangelio. Ni siquiera se salva por haber recibido revelaciones especiales, sino que al entregar a Jesús comete el peor de los actos posibles: continuar con el horrible sistema sacrificial de los judíos… un sacrificio con sangre, no espiritual.
 
 
· Los Evangelios gnósticos son tan fantasiosos como los evangelios apócrifos corrientes. Y para leyendas…, ya tenemos bastantes.
 
 
· El gnosticismo jamás fue la forma predomínate del cristianismo. La gnosis estaba reservada a una élite. Los gnósticos despreciaban a la mayoría de los cristianos vulgares, a la Gran Iglesia en general, porque sus miembros, los cristianos corrientes, no habían recibido revelaciones especiales como ellos… no eran dignos. Los gnósticos formaban sectas más o menos secretas… no eran el cristianismo general ni mucho menos, y estaban como grupúsculos dentro de grupos cristianos especialmente paulinos y johánicos.
 
 
· Que el cristianismo convencional es un fraude es una cosa de fe. Depende de cómo opinemos de la tradición evangélica… pero desde luego la tradición gnóstica del Evangelio de Tomas o de Felipe no es más aceptable históricamente. Es mucho más legendaria aún, como he sostenido.
 
 
·  Presentar a Jesús como un simple maestro de sabiduría es conceder árbitramente razón a una serie de pasajes de los evangelios canónicos y a otros no…,  por razones no de crítica histórica, sino porque el Jesús gnóstico es a priori un personaje atractivo, místico etéreo, celestial, más allá de lo real, trascendente, que naturalmente no tiene nada que ver con este mundo. Presentar como sabiduría lo esotérico, lo intimo, lo ideal, nada tiene que ver con lo histórico, sino con los deseos de los propios investigadores que desean un cristianismo menos jerárquico e individual, más libre y más íntimo. Pero así no era el Jesús de la historia. Posemos asegurarlo con certeza
 
 
· El Evangelio de Tomás no es la fuente auténtica de los dichos de Jesús. Hay una inmensa discusión entre los estudiosos sobre si se trata de un evangelio independiente de los Sinópticos (Marcos, Mateo  y Lucas) o bien si se inspira en ellos y los “espiritualiza”. Más bien parece esto último. No hay ni una sola razón absolutamente constriñente de que el Evangelio de Tomás sea totalmente independiente de los evangelios anteriores, salvo en algunos dichos de Jesús. Por ejemplo, el dicho  82: “Dijo Jesús: «Quien está cerca de mí está cerca del fuego. Y quien está lejos de mí está lejos del Reino»”. Y este dicho lo entendemos bien gracias a otros dichos evangélicos, conocidos por todos, que hablan de que Jesús no “vino a traer paz a la tierra, sino fuego y qué otra  cosa quiero sino que arda” (Lc 12,49), que representan no a un Jesús celestial, sino  a uno implicado totalmente en la política del Israel del momento, un Jesús antirromano y predicador de un reino de Dios terrenal, en Israel en el que no tienen cabida los romanos y que será instaurado por Dios por medio de sus ángeles, expulsando a los romanos de Israel.
 
 
· El liderazgo de las mujeres en la Iglesia, sobre todo en los círculos paulinos del principio era evidente. Pero he explicado ya varias veces, sobre todo en mi libro “Jesús y las mujeres”(Trotta, 2ª edición de 2014), que el paso de un liderazgo femenino a otro masculino en la Gran Iglesia  no fue cosa de un complot masculina para despojar a las mujeres, sino un paso sociológico de la iglesia doméstica, pequeña, ámbito del poder de las mujeres, a grupos mayores, compuestos de más gente, que ya no se reunían en casas particulares, sino en locales sociales… en público, y por tanto, en el mundo friego o romano ese ámbito público era el reino de los varones.  No hubo compló alguno, sino mera transformación sociológica.
 
 
· Y respecto al valor /valía y estimación de las mueres en el sistema gnóstico no hay que pensar en otros textos además de lo que dice alguno de ellos en el mismo Evangelio de Tomás gnóstico. Por ejemplo, léase el dicho 114: “Simón Pedro les dijo: «Que María salga de entre nosotros, pues las mujeres no son dignas de la vida»”. Jesús dijo: «He aquí que yo la empujaré a que se haga varón, para que llegue a ser también un espíritu viviente semejante a nosotros, los varones; pues toda mujer que se haga varón entrará en el Reino de los cielos»”.
 
 
 O léase el Evangelio de los egipcios (no el de Nag Hammadi), sino el “normal”, el cual no habla nada bien de las mujeres ni del sexo, ni del matrimonio, ni de nada parecido. He aquí los fragmentos, que no suelen citar Elaine Pgels ni Karen King. He aquí los fragmentos que recojo en “Todos los Evangelios”:
 
 
“A Salomé que preguntaba: “¿Hasta cuándo dominará la muerte?”. El Señor respondió: “Mientras vosotras las mujeres engendréis”. Y ello, no porque la vida sea mala o la creación perversa, sino demostrando lo que sucede naturalmente. Pues la corrupción sigue siempre a la generación (citado por Clemente de Alejandría, Strom III 6; PG 8 1149A-B).
 
 
2. El Salvador en persona dijo: “He venido a disolver las obras de la mujer. De la mujer, o sea, de la concupiscencia; sus obras, la generación y la corrupción” (Id., Ibíd., III 9; PG 8, 1165B).
 
 
3. De ahí que, al tratar el discurso sobre la consumación, dice Salomé con toda razón: “¿Hasta cuándo los hombres seguirán muriendo?”. El Señor responde con toda razón: “Mientras que las mujeres engendren”… (Id., Ibíd., III 9; PG 8, 1165C-1168A).
 
 
4. Dice Salomé: “Hice bien al no engendrar”… el Señor replica diciendo: “Come toda clase de hierba, pero la que es amarga no la comas” (Id., Ibíd., III 9; PG 8, 1168C-P).
 
 
5. Cuando quiso informarse Salomé acerca del tiempo en que sucederán las cosas que había preguntado, dijo el Señor: “Cuando pisoteéis el vestido del pudor, y cuando las dos cosas se hagan una sola, y cuando el varón con la hembra no sean ni varón ni hembra” (Id., Ibíd., III 13; PG 8, 1192D-1193A)”.
 
 
· Que todo el “asunto” de María Magdalena y Jesús es un puro cuento chino (a mí me daría igual si fuese al revés); que el cacareado fragmento de “Jesús y su esposa”, publicitado a  bombo y platillo por Karen King resultó falso (lo comuniqué en mi Blog al instante, nada más publicarse)…
 
 
Y, por último, y quiñas lo más importante, destacado convenientemente por R. Stark: que el sistema filosófico y cosmológico en el que sitúan a Jesús de Nazaret los escritos gnósticos, nada tiene que ver con el cristianismo,  ya que es el mundo / cosmología del diálogo Timeo, de Platón, donde el Demiurgo, el dios secundario que crea el mundo, es un dios falso y tonto, que no sabe ni siquiera que encima de él está el verdadero Dios, el súper Trascendente… y ese –Demiurgo tonto creó el mundo sin saber en realidad lo que hacía.  A este respecto, no hay más que consulta mi resumen de las ideas principales de la gnosis, en el libro “Cristianismos derrotados” (Madrid Edaf, 2009), para enterarse de qué cosmología se trata y de cómo el Jesús que encaja dentro de ella tiene poco que ver con el Jesús histórico y con el cristianismo.
 
 
Pero si se empeñan ciertos estudiosos en que ese es el verdadero y atractivo Jesús histórico… allá ellas (Pagels y King) y ellos (M. Mayer) y otros…
 
 
En fin y en conclusión: que toda esa historia de los evangelios gnósticos, verdaderos, fiables, atractivos, históricos, el auténtico cristianismo… y bla, bla bla…,  me parece que no resiste la crítica histórica que se practica por otros pagos, a la que le da igual una cosa que otra, pero que defiende las hipótesis más plausibles.
 
 
Y con esos mimbres tan discutibles se ha compuesto una historia anticristiana y por ende anticatólica que no resiste la menor ojeada crítica.
 
 
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
www.ciudadanojesus.com 
Sábado, 2 de Diciembre 2017
Antisemitismo y los católicos. Una lección de cómo escribir historia de Rodney Stark (941)
Escribe Antonio Piñero
 
 
Como prometí, acometo hoy la breve reseña del primer capítulo del libro de Rodney Stark, “Falso testimonio. Denuncia de siglos de historia anticatólica” Sal Terrae, de 2017. Este primer capítulo es una buena muestra del modo de presentar la cuestión y de resolverla por parte del autor.
 
 
Comienza el texto exponiendo,  modo de cita cuidadosa de autores modernos, como la conocida teóloga feminista Rosemay Ruether, quien afirma, tan tranquila, que el origen del antisemitismo hay que achacarlo a la Iglesia cristiana y en especial a la católica. Me parece insólita personalmente la ignorancia, o mala fe de esta señora, puesto que una breve ojeada a la historia demuestra lo contrario. El antisemitismo es tan antiguo en Occidente como el Antiguo Testamento mismo, donde basta con ojear a los profetas para ver las durísimas críticas que vierten contra Israel. Se dice que fue el rey Ajab / Acab de Israel el Reino del Norte, por el siglo IX (hacia 873-850 a. C.), quien calificó al profeta Elías como “el azote de Israel” (1 Re 18,17), que ha sido tomado in malam partem por ciertos judíos modernos (creo que fue Noam Chomsky). Segundo, y si no recuerdo mal, el sacerdote egipcio Manetón, hacia el 260 a. C. escribió un verdadero libelo antijudío dentro de su “Historia de Egipto”.
 
 
Esa tendencia antijudía siguió luego entre autores griegos y romanos, como puede comprobarse en el artículo “antisemitismo” de cualquiera buena enciclopedia (Cicerón, Séneca y Tácito son excelente muestra de ello; y por parte de los griegos Diodoro Sículo, Estrabón y Apión son célebres personajes antijudíos). En el 139 a. C. los judíos fueron  expulsados de Roma porque sus usos y costumbres contaminaban las romanas. Así que achacar el antijudaísmo a la Iglesia Católica naciente y al Nuevo Testamento es pura ignorancia
 
 
Sí es cierto que en el Nuevo Testamento, sobre todo en los Evangelios de Mateo y de Juan, hay duras recriminaciones contra los judíos. Véase si no Mt 27,23-25 (“Pero ¿qué mal ha hecho Jesús?», preguntó Pilato. Mas ellos seguían gritando con más fuerza: «¡Sea crucificado!». Entonces Pilato, viendo que nada adelantaba, sino que más bien se promovía tumulto, tomó agua y se lavó las manos delante de la gente diciendo: «Inocente soy de la sangre de este justo. Vosotros veréis». Y todo el pueblo respondió: «¡Su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos!». Y en el Evangelio de Juan, para el autor y para Jesús mismo (como si el autor no lo fuere), son “los judíos” los causantes de todos los males que caerán sobre Jesús y culminarán en su injusta muerte.
 
 
Es cierto… Pero era una época en la que facciones judeocristianas y judías normativas luchaban entre sí por conservar vivos sus grupos respectivos. “No pueden leerse (tales manifestaciones antijudías) anacrónicamente como pronunciamientos de una mayoría cristiana cruel y abusiva” (p. 29). Fue un conflicto religioso ambivalente Simplemente recordemos que Pablo de Tarso se confiesa perseguidor acérrimo de judeocristianos tanto en Gálatas 1,13 como en Filipenses 3,6 (recogido en 1 Timoteo 1,13) Tenemos información de ataques y denigraciones verbales de judeocristianos –que en aquellos momentos eran expulsados violentamente de la sinagogas, acusados de diteísmo y otras “herejías”– contra judíos, como al revés…, con la diferencia de que los judeocristianos eran muy pocos (unos 8.000 en torno al año 100, según cálculos muy fehacientes) y los judíos podían ser en torno a los siete millones, de los cuales cerca de un millón vivió en suelo israelita hasta la catástrofe del 135 d. C.: la derrota segunda contra la Roma de Adriano. Por tanto, eran más frecuentes los ataques de judíos a cristianos que al revés.
 
 
Otra cosa cierta, y que no se tiene en cuenta, es que –salvo algún pogromo, precisamente en Baleares en el siglo IV, del que no estamos bien informados– desde el año 500 hasta el 1096 transcurrieron más de cinco siglos de paz entre judíos y cristianos…, pues no se tienen informaciones de ataques serios contra los judíos por parte de cristianos. Y por otro lado, en esa época es cuando se componen los Talmudes de Babilonia y de Jerusalén. Examínense las obras de Peter Schäfer (“Judeophobia: Attitudes towards the Jews in the Ancient World”, y “Jesus in the Talmud”, de 1997 y 2007 respectivamente, recogidas en Stark, 32). Y sin ir más lejos visítese mis postales en el Blog con el título “Jesús en el Talmud”: diez entregas, que van desde finales de noviembre hasta mediados de diciembre del 2007, donde comento la obra de Robert Travers Herford, “Christianity in Talmud and Midrash” (“Cristianismo en el Talmud y Midrash”), Londres 1903, cuya primera parte examina hasta la mínima alusión al personaje que nos interesa –Jesús, y también del cristianismo–  recogida en ese corpus de textos que compendian el rabinismo de los primeros siglos.
 
 
La idea normal entre las gentes hasta hoy es que a partir de la conquista de los árabes del norte de África y de una buena parte de la Península Ibérica, la convivencia entre judíos y musulmanes en las tierras conquistadas a los cristianos fue ejemplar y maravillosa. R. Stark se encarga de demuestra que no fue así. Y pone como ejemplo máximo y clamoroso el estado de opresión que vivió la familia de Maimónides en Córdoba, y cómo tuvo que fingir ser musulmana para salvar la vida… y cómo finalmente hubo de huir a Egipto. Es falso rotundamente el que los judíos vivieran bajo crueldades en la Hispania cristiana, y entre delicias y en una suerte de paraíso entre los musulmanes de la Península (pp. 40-41). El tolerante Islam es una pura ficción.
 
Sí es totalmente cierto que hacia 1096 cambió totalmente el panorama. La iglesia cristiana de entonces se mostró mucho más antijudía, muy activa a veces en la crítica y persecución de los judíos…, pero a menudo no por ser judíos estrictamente, sino por considerarlos como una  suerte de “herejes” que pertenecían al mismo seno del judeocristianismo. Y téngase en cuenta que en esa época las persecuciones más crueles de la Iglesia oficial no fueron antijudías, sino contra cátaros o albigenses, fraticelli, valdenses y otros (p. 42), todos herejes cristianos.
 
 
A partir de 1096 sí encontramos furiosos ataques antijudíos sobre todo en tierras de Alemania y en Chequia; y durante la segunda cruzada (1146-1149) de nuevo en Alemania y en Francia… nunca en Italia ni en España. Debe decirse que el fanático monje Rudulfo, que promovía tumultos antijudíos, fue frenado en seco por la intervención de san Bernardo y por Pedro, el abad de Cluny (Stark 37). La iglesia, pues intervino en contra.
 
 
Durante la terrible Peste Negra de 1347–1350 se acusó a lo musulmanes de España de haber envenenado secretamente fuentes y pozos, causantes, pues, de la terrible epidemia, y fuera de España se acusó de lo mismo a los judíos, con el resultado de matanzas en Alemania, una vez más. Fue en estos momentos cuando en Europa se comenzó a obligar a los judíos a vivir en zonas aisladas (guetos, del italiano borghetto, distrito pequeño). En este caso, la Iglesia adoptó una postura que para muchos historiadores es ambivalente, pero en líneas generales esa misma Iglesia “actuó de muro defensivo en favor de los judíos de Europa” (p. 39) .
 
 
Escribió T. Katz, prestigioso historiador judío, director del Centro Elie Wiesel de Boston:
 
 
“Aunque durante quince siglos de historia, el cristianismo pudo haber destruido el segmento del pueblo judío sobre el que tenía dominio, optó por no hacerlo …, porque la eliminación física de la judería no fue nunca en ninguna época la política oficial de ninguna Iglesia ni de ningún estado cristiano” (p. 43). La causa fue, según Stark, la creencia cristiana –basada en Pablo (ciertamente así y de modo contundente en Romanos 11,25-32)– fue siempre  la creencia en que Dios había dispuesto (Romanos 15,29) que al menos al final de los tiempos los judíos se convertirían al Mesías y se salvarían.
 
 
Este capítulo del libro de Stark termina con un detenido análisis del comportamiento de Pío XII respecto a Adolf Hitler y el Holocausto, y cómo muchas manos interesadas, fundamentalmente anticatólicas, como la obra teatral “El Vicario” de Rolf Hochhutz, de la extrema izquierda alemana, presentan una imagen muy negativa de un Pío XII, como mínimo no interesado por lo que ocurría con el Holocausto. Pero Pío XII, que nunca se encontró con Hitler como se afirmado, abandonó Alemania en 1929… cuatro años antes de que Hitler llegara al poder.
 
 
Stark analiza otras obras que critican el antijudaísmo católico, como las de de John Cornwell 1999, James Carroll. Gary Wills, Daniel J. Goldhagen, Michael Phayer y David Ketzer (de apellidos claramente judíos) que son “airados refritos de los mismos materiales elaborados de manera escasamente científica” (p. 49). A este respecto me parecen muy interesantes la noticias sacadas del New York Times desde 1939 a 1942 (p. 50) que sitúan en su verdadero sitio la postura pro judía del papa Pío XII.
 
 
En fin, un capítulo interesante que saca a la luz muchas falsas ideas sobre el antisemitismo de la Iglesia  cristiana y que conviene tener muy en cuenta. Merece la pena citar la breve conclusión de Stark  a este capítulo: (p. 51):
 
 
“Es sin duda verdad que, durante siglos, la Iglesia católica (sic; debería escribir “la Iglesia cristiana” matizando los siglos) toleró un feo abanico de creencias antisemitas y participó en diversas formas de discriminación contra los judíos, como harán más tarde los protestantes cuando entraron en escena. Este hecho desagradable otorga visos de credibilidad a las acusaciones según la cuales también la Iglesia habría estado profundamente implicada en los pogromos que se iniciaron en la Edad Media y culminaron en el Holocausto. Sin embargo, muchas cosas que son creíbles no son verdad, y en este caso no lo es. La Iglesia católica posee un amplio y honroso historial de vigorosa oposición a los ataques contra los judíos. Y el papa Pío XII supo estar a la altura de esa tradición”.
 
 
Muy buen capítulo.
 
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
www.ciudadanojesus.com 
Miércoles, 29 de Noviembre 2017
“Falso testimonio. Desmantelamiento de siglos de historia anticatólica”. Un libro de Rodney Stark (940)
Escribe Antonio Piñero
 
 
Conozco desde hace años a Rodney Stark, porque traduje al español, para Trotta, un libro breve pero muy ilustrativo, “La expansión del cristianismo”, hacia el 2009 o 2010. Y sé que Stark es protestante, sociólogo de la religión, y profesor de la Universidad Baylor en Estados Unidos. Así que un libro en defensa de la Iglesia católica escrito por un protestante me llamó poderosamente la atención. Y no me ha defraudado en absoluto.
 
 
El título del libro es el de esta postal, aunque me he permitido corregir el subtítulo. El traductor, Isidro Arias Pérez no lo hace mal, ni mucho menos, pero sucumbe a ciertos anglicismos, con los que finalmente conviviremos. No se puede luchar contra el uso inveterado, que es el amo de la lengua (Horacio). Pero sabemos que el gerundio en castellano no se usa de un modo absoluto, sino normalmente como complemento circunstancial… Así que el subtítulo inglés de la obra “Debunking Centuries of Anti-Catholic History” no lo traduciría por “Desmontando siglos de historia anticatólica”, sino por “Desmantelamiento”… etc. La ficha del libro se completa con los datos siguientes: Editorial Sal Terrae (Colección Panorama 20), Santander 2017, 302 pp. ISBN: 978-84-293-2680-2.
 
 
Y ahora, al grano. El libro ha sido prologado por el prestigioso historiador Fernando García de Cortázar, cuya “Breve historia de España”, escrita en colaboración con José Manuel González Vesga, ha vendido, según creo, un millón de ejemplares. ¡Menuda envidia! Destaca Cortázar, siempre con ágil y culta pluma, que los “principios humanistas nacieron en nuestra civilización occidental” y que deben “servir de inspiración a quienes desean superar el angustioso vacío que padece esa misma civilización”. Es esta afirmación totalmente cierta, y la he defendido en multitud de ocasiones. Si miramos a las religiones que hay en nuestro entorno y más allá de él, no veo que esas otras religiones, que no sean la cristiana hayan, propiciado, incluso con mil protestas en su seno, un humanismo que haya conducido a los principios de igualdad, libertad y fraternidad de la Revolución Francesa y a la Declaración universal de los derechos humanos, como sí lo ha hecho el cristianismo. Y la religión cristiana sí ha propiciado este movimiento, quizás porque ha generado –aun sin pretenderlo expresamente –un cierto individualismo y un espíritu interior de libertad, una posibilidad de crítica interna y una evolución del espíritu que condujo al humanismo.
 
 
Por esto precisamente parece asombroso que los cristianos mismos hayan denigrado sus orígenes –que no son precisamente el catolicismo, que como tal designación externa solo existe desde la Reforma protestante–, de tal modo que muchos estudiosos han visto en la historia de la Iglesia cristiana en general la fuente de todos los males que han aquejado a nuestra civilización: oscurantismo, fanatismo, intransigencia, persecución de los adversarios, odio a la ciencia, mantenimiento de la esclavitud y autoritarismo…, entre otras “perversiones” menos notorias. Como toda sociedad que ha existido durante muchos siglos, no cabe duda de que en la religión cristiana se han generado tales lacras. Sin duda…, pero no solo eso. Ni mucho menos, ya que el cristianismo ha dado a luz igualmente todos los atributos de una civilización “fruto de la síntesis de la razón clásica y del mensaje cristiano” (Cortázar).  
 
 
En concreto en los últimos cinco siglos numerosos investigadores protestantes han cargado las tintas con gran deleite acusando al catolicismo de degradación de la sociedad. Algo así como si el protestantismo hubiera sido el abanderado de la libertad y el progreso, mientras que el catolicismo no hubiera hecho otra cosa que promover el oscurantismo más rancio. Esta tendencia ha creado una buena cantidad de mitos –ligados a los vicios que enumeré arriba– que se han propagado hasta hoy. Y lo que llama la atención, como dije, en el libro que comento es que la refutación de tales mitos no parta de un estudioso católico, sino de uno protestante.
 
 
Escribe Cortázar en el Prólogo (p. 11): “Desde su honestidad académica, alejada de la militancia católica, el autor no duda en afirmar que a partir de la ruptura luterana los ataques a la Iglesia de Roma fueron cristalizando en falsos testimonios impulsados por los disidentes, que se incrustaron en la historia cultural de Occidente. A un lado, la innovación renacentista, la responsabilidad económica, la moral del esfuerzo,  y la apertura ideológica promovida por el protestantismo; del otro, el anacronismo medieval, la Inquisición, la perezosa mentalidad de la opulencia rentista, el rechazo a la ciencia y la cerrazón espiritual administrada por una Institución, el catolicismo, arrumbada por la marcha de la historia”.
 
 
Los mitos que desmonta Stark en su libro son: los pecados del antisemitismo; la eliminación de ciertos evangelios; la persecución de los paganos tolerantes; la imposición del oscurantismo a la sociedad: el mito de la “Edad Oscura” medieval; las cruzadas como mero pretexto para la consecución de tierras, botín y conversos; la oposición a la ciencia; el autoritarismo; el mito de la modernidad protestante. Como se ve, temas jugosamente interesantes.
 
 
El desarrollo expositivo de Stark en cada capítulo es sencillo: comienza exponiendo el mito con toda su crudeza. Luego afirma brevemente lo que no es verdad, y a continuación expone una síntesis histórica, pero detallada, de lo ocurrido en realidad…, con todos los pelos y señales que le permite el espacio de un número razonable de páginas. Indica también someramente sus fuentes principales y termina con una conclusión contundente. La noción correcta contrapuesta al mito queda bien resaltada.
 
 
Dentro de los temas arriba expuestos, hay tres que interesan especialmente a mi ámbito de trabajo: el del antijudaísmo y la Iglesia cristiana en general, y en especial la católica, al final; el de los evangelios voluntariamente destruidos o rechazados, y el de la época constantiniana con sus repercusiones en el cristianismo. A estos temas deseo dedicar unas líneas en postales posteriores.
 
 
Adelanto, por si no quedaba ya claro, que el libro de Stark es nítido, concreto, breve, sencillamente espléndido. Y, por cierto, este libro de Stark ha llegado a su turno de comentario por mi parte cuando ha aparecido en librerías el último libro de Juan Eslava Galán, titulado “Enciclopedia Eslava”, que va recorriendo los momentos de nuestra historia y los mitos formados en ella…, naturalmente en contra de España; mitos formados o promocionados sobre todo por españoles y otra gente de fuera que se aprovechan de los “tontos útiles” internos, la quinta columna, como la denominó alguno. Y sin ponerse de acuerdo, tanto Stark como Eslava cumplen con la misma misión: debelar estupideces históricas dañinas que se han ido imponiendo a base de repetirlas.
 
 
Seguiremos, pues, en algunas entregas más, con el libro de Stark y los capítulos que más afectan a mi ámbito de trabajo.
 
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
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Lunes, 27 de Noviembre 2017
Valoración del libro de Javier Alonso “La resurrección. De hombre a Dios”  (939)
Escribe Antonio Piñero
 
 
Prometí el día anterior, tras el breve resumen, hacer una valoración del libro del Prof. Javier Alonso, del Instituto de Empresa. Y adelanté que me había gustado mucho. Y ahora expongo mis razones: en primer lugar, por la elección del tema: la resurrección es básica en el cristianismo e interesa de verdad. Digámoslo o no, en el fondo a casi todos nos disgusta morir y nos fastidia que después de ese trance no haya nada.  Segundo, por la claridad y amenidad expositiva. Tercero, porque el tema está bien rodeado de los antecedentes ideológicos que ayudan, y mucho, a comprenderlo. Cuarto, porque las soluciones a los posibles “enigmas” son muy plausibles y convincentes.
 
 
Sobre la claridad y la divulgación, en esta obra y en otras, habría mucho que precisar: es cierto que el autor repite una y otra vez que su obra es divulgativa. Pero esta afirmación es cierta y no cierta a la vez. Divulga aquel que resume las ideas de otro y las expone al público con claridad. Pero la claridad del estilo como tal no es por sí misma y obligadamente signo de divulgación, sino de mera atención respetuosa al lector y de buen ánimo pedagógico. El que procura ser claro lo hace por respeto a sus lectores, a los que no desea molestar y sí instruir. Pero eso no significa siempre que el autor esté meramente resumiendo ideas ajenas. No es así. Y no es este el caso de Javier Alonso, filólogo semítico, biblista, e historiador, que  lleva unos veinticinco años dedicado a la historia de Israel, al estudio de la Biblia hebrea, al Nuevo Testamento y al cristianismo primitivo, y a las religiones en general. Por tanto, en esos años se ha formado ideas propias…; ha sintetizado, criticado y asimilado muchas lecturas científicas… y se ha formado sus propias conclusiones: no repite solo las ideas ajenas.
 
 
Por otro lado, este libro sobre la resurrección de Jesús y su historicidad está escrito en diálogo con especialistas de renombre internacional, como por ejemplo, Gerd Lüdemann,  “l’enfant terrible” de la filología-teología protestante alemana… Pues bien, Javier Alonso corrige nítidamente algunas concepciones de este afamado profesor y expone su propia síntesis final sobre los relatos de la resurrección de Jesús, que a mí me parece mejor que la de Lüdemann. No está haciendo divulgación, sino ciencia histórica con estilo claro y sencillo.
 
 
Y más: el libro es bueno porque el lector adquiere ideas también claras sobre las creencias en la muerte y en la resurrección en el judaísmo previo al cristianismo. Como este es una religión hermana –propiamente no es “hija”– del judaísmo, si comprendemos bien el tronco común del que proceden las creencias sobre la resurrección en el judaísmo, mejor que mejor. Se entiende mucho mejor la derivada cuando se comprende la base. Y el lector recibe –con la lectura de este libro– una buena síntesis del otro puntal en el que se apoya el cristianismo primitivo: las concepciones de la resurrección en los “vecinos” de los cristianos: los politeístas griegos y romanos.
 
 
También me parecen claras, sintéticas –no se va Alonso por las ramas–, las explicaciones de las concepciones en torno a la resurrección en Pablo de Tarso, el personaje que inicia la vía de la verdadera teología judeocristiana y luego simplemente cristiana; y lo que pensaban sus sucesores. Y, por último respecto a los prenotandos, el lector obtiene igualmente una excelente visión sintética de los pasos previos a la resurrección: cómo pudo ser el entierro de Jesús. Aquí Javier Alonso desmitifica bien las leyendas evangélicas.
 
 
El análisis de los textos evangélicos sobre la resurrección misma me parece muy correcto. Dice todo lo esencial. Y es muy buena la explicación del porqué hay tantas contradicciones en los textos primitivos cristianos, en el Nuevo Testamento, sobre resurrección / apariciones: es el modo de contar las cosas de los antiguos cuando no sabían bien lo que había pasado, pero sospechaban que las cosas tenían que haber sucedido de una manera precisa.  La aclaración de que haya tantas contradicciones es porque cada uno cuenta técnicamente lo que cree que ocurrió…  y cómo ocurrió… Pero… ¡al igual que Tucídides! –el verdadero padre de la historia científica, no Heródoto– cuando reproduce en estilo directo discursos y hechos que él no conoce de primera mano. Escribe Tucídides lo que a su leal saber y entender debió de ocurrir y lo que el orador Tal o Cuál debió de haber dicho en tales y cuales circunstancias. Pero otro historiador de la antigüedad lo habría expuesto de otro modo. No hay estrictamente falsía, sino un sistema de hacer “historia” que hoy no aceptamos de ningún modo, pero que era propio de la época en todos los autores. Así pues, aclara muchísimo esta exposición de cómo se escribe “historia” en la antigüedad cuando no se sabe a ciencia cierta lo ocurrido y por qué se contradicen entre sí las narraciones
 
 
Pero lo que me parece de veras estupenda es la hipótesis, o propuesta final, en la que Alonso López intenta reconstruir –esta vez al modo del historiador actual– lo que debió de haber pasado en realidad con la idea / creencia de la resurrección de Jesús. No pienso destripar aquí la hipótesis, o propuesta de intelección, con la que culmina este libro (pp. 159-184). No voy a hacer un resumen de ella, porque sería igual de malvado que contar el final de una película de suspense o intriga. Pero sí quiero decir que Alonso destaca, y muy bien, el papel de las mujeres en el caso y cómo las posibilidades se abren realmente cuando se piensa que jamás se encontró el cadáver de Jesús...Y el libro se completa con otra hipótesis sobre cómo hay que entender la ascensión del mismo Jesús.
 
 
En síntesis: recomiendo cordialmente este libro, porque su lectura aclara muchísimo. Termina uno de leer, y siente que tiene ideas claras. Enhorabuena al autor y a la Editorial Arzalla Ediciones por haberlo publicado… ahora…, en un mundo lleno de rufianes, a quienes no les importa la verdad, sino llevarse el agua a su molino a cualquier precio. Pero este libro explica muy bien, y con todos los medio de lo que se puede presumir que pudo ser  la “verdad” plausible históricamente.
 
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
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Jueves, 23 de Noviembre 2017
“La resurrección. De hombre a Dios”  (938)
www.ciudadanojesus.comEscribe Antonio Piñero
 
 
 
Este es el título de la obra que deseo comentar hoy. Su autor es Javier Alonso López, Arzalia Ediciones, Madrid, 20017. ISBN: 978-84-17241-02-5, 193 pp., con imágenes y bibliografía. Prólogo de Antonio Piñero. Sobre Javier Alonso he escrito en el Prólogo:
 
 
“No conozco a ningún autor de lengua española que sepa mezclar de mejor manera la información estrictamente científica con la amenidad y el entretenimiento cuando trata temas históricos. Y no es nada fácil, porque las mentes acostumbradas a la investigación técnica de la arqueología y de la historia sufren a menudo de una incómoda deformación profesional, que se muestra en que –cuando intentan componer un libro sobre lo que han investigado con la intención de alcanzar al gran público–, la exposición por escrito se muestra seca, árida, confusa y cansina para el lector. Y a otros les ocurre lo contrario: se pasan al bando opuesto, como un péndulo desbocado: sus obras son tan triviales que la información ofrecida al público es muy escasa, parca, incompleta. Javier Alonso muestra la justa medida entre los dos extremos: pura ciencia y puro divertimento”.
 
El autor se pregunta: ¿Qué creencias había sobre el más allá en tiempos de Jesús? ¿Dónde fue enterrado? ¿Cómo era su tumba? ¿Hubo testigos de su entierro? ¿Robaron el cuerpo los discípulos de Jesús? O ¿lo hicieron desaparecer sus enemigos del Sanedrín? ¿Pudo haber sido bajado de la cruz todavía vivo? Como puede verse, los temas son centrales y vitales para comprender el cristianismo.
 
Entre la muerte de Jesús de Nazaret y el primer testimonio escrito sobre la resurrección, la primera carta de Pablo a los Tesalonicenses, compuesta en el 51 d. C., transcurren solo unos veinte años, pero en ellos se genera uno de los procesos más sorprendentes –por su enorme repercusión– de la historia de la humanidad: el nacimiento de la creencia de que un muerto en una cruz romana había resucitado. Ahora bien, como desde el punto de vista de la historia científica parece imposible que un ser humano resucite, o si eso ocurre, la certificación y valoración de ese hecho sobrepasa la tarea del historiador, el autor de este libro considera que puede ser interesante para un lector de hoy reunir e intentar descifrar la maraña de informaciones dispersas contenidas en las fuentes cristianas, sobre todo los Evangelios. Pero lo sugerente de este libro, en mi opinión, es que el autor trata la cuestión como si fuera un complicado caso histórico-policial reciente que debe estudiarse-investigarse y resolverse.
 
 
El autor repasa las principales teorías o hipótesis existentes entre científicos y aficionados a la historia sobre la resurrección en sí y en concreto la de Jesús, para ofrecer una convincente visión de conjunto que ayude a centrar el caso y procure aclararlo en lo posible. La cuestión es básica para quien vive en una cultura cristiana: san Pablo dejó escrito en su primera Carta a los corintios una sentencia memorable: “Si Cristo no resucitó, vana en nuestra fe” (15,17). La resurrección de Jesús, o mejor, la firme creencia en ella por parte de unos seguidores, al principio decepcionados por la cruel e infamante muerte de su Maestro, es fundamental para el nacimiento y desarrollo de la religión cristiana. Es en verdad la primera piedra de la construcción de una teología que con el tiempo será como una gran catedral del pensamiento, la teología del cristianismo. Y el honor de ser el fundamento y la base de ella se la lleva la creencia en que Jesús no había muerto del todo. ¡Jesús vive entre nosotros!, exclamaban los primeros cristianos, absolutamente convencidos. Y para defender esta verdad estaban dispuestos a morir. Así que este libro toca el punto nuclear de los inicios de la religión más importante de mundo occidental, que desde ahí se ha extendido con más o menos éxito por los cuatro puntos cardinales.
 
Una visita al índice del libro ilustrará mejor que cualquier otra cosa el contenido del libro.
 
La primera parte aborda el entorno mental de la creencia entre los cristianos de la resurrección de su Maestro: ¿qué pensaban los judíos coetáneos de Jesús sobre la resurrección? Y en segundo lugar, ¿cuáles eran las concepciones sobre la resurrección entre los vecinos de los judíos, griegos y romanos, que son los que más afectan al ambiente cultural religioso del Israel del siglo I?
 
La segunda parte aborda directamente la cuestión de la resurrección de Jesús:
 
1. Los testimonios escritos sobre esa resurrección.
 
 
2. La resurrección en las cartas de Pablo (tema importante, aunque no lo parezca para algunos, pues éste escribió sus cartas antes de que los evangelistas compusieran sus obras y se cree con toda razón que el pensamiento del Apóstol influyó mucho en las ideas de los evangelistas…y en especial sobre el significado de la muerte y resurrección de Jesús.
 
 
3. Cómo se describe el entierro de Jesús en los Evangelios: cómo fue en realidad. ¿Se hizo en una tumba especial y magnífica? O ¿fue en una fosa común? La destinada a los malhechores, según el Imperio que lo había condenado y las autoridades judías que habían coadyuvado?
 
4. ¿Cómo describen los evangelistas la resurrección de Jesús?, a saber, los tres evangelios sinópticos (Marcos, Mateo y Lucas)? El caso especial del Evangelio de Juan, que va por su cuenta en notables ocasiones.
 
5. Preguntas que se suscitan en la mente de los lectores de hoy que leen con atención los Evangelios. El principio general es: hay muchas preguntas y pocas respuestas que puedan considerarse ciertas.
 
 
· La explicación de la tumba vacía

· ¿Robaron los discípulos el cuerpo de Jesús?

· ¿Robaron otros, por cualquier motivo, el cuerpo de Jesús?

· ¿Se equivocaron las mujeres de tumba cuando fueron a ungir el cadáver de Jesús?

· Otros tipos de respuestas que no están en los Evangelios: ¿Sobrevivió Jesús al suplicio de la cruz?

Y por último, las apariciones de Jesús y sus posibles explicaciones
 
6. La parte sexta es básica: Una hipótesis para explicar los datos que aparecen en los Evangelios, sobre todo la resurrección de Jesús: ¿Se puede reconstruir el rompecabezas?
 
 
El punto de partida de esta hipótesis explicativa está en el hecho de que no se encontró el cadáver de Jesús. Por tanto, se abren diversas vías de explicación. El autor estudia más en concreto el precedente ideológico de la creencia previa en la posibilidad de la creencia en la resurrección entre los discípulos de Jesús, y cómo pudieron pensar

A) Que el caso de su Maestro era extraordinario;

B) Que existían textos de su Escritura sagrada, la Biblia hebrea, que anunciaban que una cosa así, una resurrección especial, podría acontecer;

C) Cómo puede explicarse el hecho de la tumba vacía, y qué deducciones extrajeron de ella los seguidores de Jesús.

D) Cómo se explican las apariciones de Jesús; la función de las mujeres del entorno del Nazareno a la hora de plasmar esta creencia y su difusión entre los discípulos varones.

E) La ascensión de Jesús y sus posibles explicaciones.

La conclusión del libro sirve de síntesis de la hipótesis que explica la creencia en la resurrección de Jesús, su surgimiento, los efectos que tuvo esta y la fundamentación del cristianismo sobre la firmísima idea de que Jesús había muerto ciertamente, pero había sido luego vindicado por Dios exaltándolo a los cielos.
 
 
El libro concluye con un breve, pero muy sugestivo, “Epílogo” de Nacho Ares, el conocido egiptólogo y divulgador de la historia en su programa de radio “Ser Historia”. Este programa tiene una audiencia de cerca de 500.000 oyentes, certificados por los contadores electrónicos que numeran las visitas de las reproducciones de sus programas cuando son visitados en Internet. Nacho Ares reflexiona brevemente sobre lo que significa la resurrección de Jesús, sin plantearse su historicidad. Y lo hace desde el punto de vista de un cristiano cultural: todos vivimos en un ambiente de creencias cristianas que nos proporciona una forma de pensar, de vivir, de observar e interpretar la realidad que es muy diferente de la de un budista por ejemplo. Y la resurrección significa mucho quiérase o no.
 
 
El libro de Javier Alonso me ha gustado mucho. Por ello haré algunos comentarios aún más personales el próximo día, y me atreveré a dar una valoración más concreta de él.

Saludos cordiales de Antonio Piñero
 
Lunes, 20 de Noviembre 2017
Héroes y dioses. Historia breve de la política religiosa del dios-hombre (y IV) (937)
Foto: Ariadne y Teseo, un hombre, un héroe divinizado.
 
 
Escribe Antonio Piñero
 
 
Concluimos hoy la breve historia de la divinización de seres humanos en el mundo griego, tema que afecta directísimamente a la intelección del sintagma “hijo de Dios” aplicado a Jesús por los primeros cristianos con un sentido muy diferente al judío.
 
 
Un ejemplo de culto a héroes contemporáneos es el de Teseo (recordemos: hijo de Poseidón, Teseo, fue un rey mítico de Atenas, famoso por haber sido encerrado en el laberinto de Minos, en Creta, pero por haber podido salir gracias a que Ariadna, hija de Minos, que enamorada de él, le dio un ovillo). Cuenta Plutarco (Teseo 35,5-36,3):
 
 
“En tiempos posteriores (época de la guerra contra los medos y persas: ‘las Guerras médicas’) hubo muchas razones que movieron a los atenienses a honrar a Teseo como un héroe, el cual, hasta el momento, era un ‘héroe’ mítico sí, pero sin la categoría de semidiós, como Ulises o Ayante, de la Ilíada). Especialmente importante fue el que  algunos que habían luchado en la batalla de Maratón afirmaran que habían visto a Teseo con armadura completa arremeter contra los persas”.
 
 
Compárese con lo que el pueblo llamaba, políticamente incorrecto, “san Miguel Matamoros” y otras figuras; y la batalla de Clavijo, cerca de Logroño, mítica del todo: Ramiro I, rey de León, se enfrentó a los musulmanes en el 844, y fue ayudado por Miguel, que cabalgaba en un corcel blanco; Miguel es un ángel, no un héroe, con lo que la comparación no es del todo adecuada; pero vale para considerar que la mentalidad es la misma.
 
 
Cuando después de la guerra (476/475 a.C.) los atenienses preguntaran al oráculo de Delfos, la Pitia les respondió que debían recoger los restos de Teseo, muerto y mal enterrado, y volverlos a enterrar de modo más digno. Así lo hicieron y cuando recobraron los huesos de Teseo (no dice cómo) los atenienses los recibieron con procesiones y ofrendas como si el personaje fuera a volver vivo a la ciudad. Entonces lo enterraron en el gimnasio y ese lugar se hizo sagrado y se convirtió en lugar de asilo para esclavos y otros desgraciados perseguidos por los poderosos, puesto que Teseo había sido un hombre que había dado protección y ayuda a los oprimidos y había hecho caso de sus súplicas. La fiesta principal de Teseo se celebra en el día 8 del mes Pyanepsión”.
 
 
Aparte de fundadores de ciudades, aspirantes a semidioses eran también los legisladores, los tiranicidas y colectivamente los caídos en la guerra. Aunque no siempre las fronteras son nítidas, el culto a los héroes conserva rasgos del culto a los difuntos, ya que la “divinización” después de la muerte es bastante más fácil que la de los vivos: la tumba de Teseo fue el lugar principal del culto; el animal sacrificado solía ser de piel negra y se sacrificaba sobre una hendidura, de modo que su sangre fluyera el interior de la tierra como alimento de los difuntos. Los restos no los toman los humanos, sino que los quema el fuego. A pesar de las diferencias entre heroización (post mortem y divinización en vida, es claro que esta acción de heroizar sirve como de otra posibilidad para ensanchar el horizonte de la recepción de ideas de divinización de humanos.
 
 
Quinto y último motivo de la divinización de seres humanos: el culto a los benefactores. Esto se une con lo dicho de la divinización de reyes por especiales beneficencias. Aquí, en las honras a los benefactores, aparecen continuamente vocablos que se utilizan respecto a los dioses: en griego sotér/sotería/euergétes (“salvador; salvación; benefactor”). Un punto de partida para la divinización es la atmósfera de veneración que se desprende de las disquisiciones de Aristóteles respecto a los benefactores. Dice en la Retórica (I 5,9):
 
 
“La mayoría de las veces, y con razón, reciben honras los que han procurado notables beneficios. Esa beneficencia trae o bien la salvación (sotería: lo mismo que trae Jesús), o bien la conservación de seres o haciendas u otros bienes, cuya adquisición no es fácil, ni antes ni ahora. A muchos benefactores por acciones no demasiado grandes se les otorgan honras como ofrendas, recuerdos literarios en prosa y verso, un cargo honorífico, una parcela de tierra, lugares de honor en el teatro, o a modo de los bárbaros la proskínesis  (es decir, adoración puestos de rodillas), o muestras estrepitosas de júbilo (ekstáseis)”
 
 
Y con esto hemos terminado esta breve historia de la divinización de seres humanos. Doy las gracias de nuevo a Hans-Josef Klauck ­­–que es sacerdote católico-- en la obra citada (Potal 935: Die religiöse Umwelt des Urchristentums. Bd. I y II (“El entorno religioso del cristianismo primitivo): Stadt- und Hausreligion, Mysterienkulte, Volksglaube (Studienbücher Theologie IX/1), Stuttgart: Kohlhammer, 1995 /1996), a quien conozco personalmente, por haber hecho esta recopilación de textos del mundo grecorromano, que me ha servido muchísimo.
 
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
www.ciudadanojesus.com
 
 
 
 
 
 
Viernes, 17 de Noviembre 2017
Historia breve de la política religiosa del dios-hombre (III) (936)
Foto: Teseo, un hombre, un héroe divinizado. Aquí Teseo y el minotauro.
 
 
Escribe Antonio Piñero
 
 
¿Cómo se llega a este estado de cosas, a saber divinizar a meros seres humanos? ¿Cómo se puede decir que los dioses no existen, pero que Demetrio Poliorcetes era un dios? La antigua investigación, incluso Martin P. Nilsson (en su famosa obra “Historia de la Religión griega”, Geschichte der griechischen Religion II 152), estima que se trataba –en Grecia–  de unos momentos, locales, de grave depravación de la religión, o decadencia y desplome de la antigua religión de los dioses olímpicos. Los griegos estaban apurados y abrumados por las guerras y la inseguridad de la vida. Pero esto es un juicio demasiado ligero. Veamos brevemente qué factores ideológicos han llevado a esta creación religiosa sorprendente.
 
 
 
En primer lugar, el aura religiosa de la monarquía, no hay que insistir, porque parece evidente: los reyes para el pueblo más ignorante tienen un poder casi divino. En segundo, la convergencia de diversas líneas de religiosidad en Grecia: creencia en hombres divinos. La máxima délfica ‘Conócete a ti mismo’ supone la tendencia de filósofos, poetas, adivinos, médicos famosos y taumaturgos a ver en sí mismos algo de divino. Aunque hay que reconocer que el sentido de esta máxima es, en el fondo al revés: cae en la cuenta de que eres un mero hombre y no te engrías intentando parecerte a los dioses. No te creas nunca un dios.
 
 
Es conocido el caso del filósofo Empédocles que escribió lo que sigue:
 
 
“Voy por todas partes como un dios inmortal, no ya como un mortal, y recibo honores como corresponde a mi caso. Soy honrado por todos, por hombres y mujeres en las ciudades que visito, y me siguen millares…, me exigen profecías, me preguntan sobre remedios de enfermedades de todo tipo… para recibir una palabra sanador…” (Fragmento de los antiguos estoicos = FSV 31 B112).
 
 
No hay mención de altares, u ofrendas en este pasaje, cierto, pero ese mismo sentimiento de tener algo divino se percibe en otros personajes, llamados por la investigación (después del libro fundamental de L. Bieler, Theios anér. “El hombre divino”’) hombres divinos. El caso más típico, literariamente hablando, es tardío: siglo I d.C. Apolonio de Tiana (ojo: no de “Triana”. Tiana es una ciudad de la Capadocia antólica, hoy Turquía; entonces Asia Menor) casi contemporáneo de Jesús de Nazaret. Filóstrato, su biógrafo, lo designa expresamente como theios anér en su obra Vida de Apolonio II 17 y VIII 15, a la vez que en 5,24 afirma que los egipcios lo contemplaban como un dios. Theios y daimonios (“divino” y “poseído por démon o espíritu”, son adjetivos que Apolonio recibe con frecuencia en la Vita.
 
 
Según Filóstrato, otros hombres divinos, con los que relaciona a Apolonio, son Pitágoras, Empédocles, Demócrito, Platón, Sócrates, Anaxágoras. Igualmente los magos babilonios, los bramanes, “gimnosofistas” (es decir, los sofistas desnudos, de cintura para arriba) y ciertos personajes egipcios. La razón es el don de profecía de Apolonio, sus milagros, su vida, y su doctrina que se ‘acercaba a la sabiduría divina aún más que la de Pitágoras’.
 
 
Aunque la investigación moderna de la Historia de las Religiones duda de la existencia de un tipo específico o de una categoría mental estricta de ‘hombres divinos’… (en relación con Jesús ha escrito Barry Blackburn (Theios Aner and the Markan Miracle Tradition. A Critique of the Theios Aner Concept… WUNT = “Wissenschaftliche Untersuchungen zum Neuen Testament = “Investigaciones científicas que afectan al estudio del Nuevo Testamento  240 = 1991) una crítica feroz afirmando que ese tipo de hombres no existía porque  no hay textos que lo prueben
 
 
 
A pesar de las críticas, hay que confesar que convencen bastante los argumentos de Bieler: debió de existir en la Antigüedad entre las gentes sencilla la imagen de un ser humano superior, genial, sobresaliente al que le atribuían un aura especial. Debió de circular por todas las épocas tal imagen y la gente sencilla consideraba que tales personajes tenían una participación especial en la divinidad como demostraban sus realizaciones. Es casi como una idea platónica (que solo existe en la mente) en el pueblo, cuya realización completa o semicompleta solo se da en un caso concreto, excepcional. Como idea es muy probable que existiera.
 
 
Es claro a pesar de la reacción apologética en contra de la equiparación Apolonio – Jesús o en contra igualmente de la explicación de la cristología primitiva de Jesús como la de un hombre divino (es decir, que a Jesús le aplicaron este concepto los evangelistas y las ideas generales sobre el “hombre divino” contribuyo a divinizar a Jesús), que este concepto difuso constituye un horizonte de recepción y de esperanza para la predicación de un Jesús al que se le otorgan tintes sobrenaturales. Estructuralmente puede decirse que estos paradigmas son parecidos a los que emplean los evangelistas mismos cuando pintan a Jesús utilizando el paradigma y la tipología Moisés / Elías que se proyecta a Jesús.
 
 
 
En tercer lugar, contribuyó a la divinización de Jesús la posible difusión de teorías como las de Evémero de Mesenia, a saber que los dioses son creaciones de los hombres. Son hombres heroicos, luego héroes sin más y luego dioses. El punto de partida es la representación antropomórfica de los dioses, lo que condujo a mucha crítica y reflexión. Evémero de Mesenia (340-260 a.C.) escribió una novela utópica “Sacra inscripción”, en donde cuenta que en una isla lejana, Panquea, había hallado una inscripción en donde se presentaba a Urano, Crono y Zeus, no como dioses sino como reyes del pasado, listos y poderosos. Y es claro –se decía en la novela– que a esos a que eran meros seres humanos, otros hombres, por la grandeza de sus acciones, los habían hecho dioses.
 
 
Esta idea tuvo éxito y más tarde se pensó que con ella criticaba Evémero el origen de los dioses. Pero, a la vez y por el contrario, es posible pensar que las ideas de Evémero pudieron contribuir al origen del culto al soberano, que en su época era bien conocido.
 
 
Cuarta razón: el culto a los héroes en sí (sea o no cierta la teoría de Evémero): este culto es otro sistema por el cual las fronteras dioses/hombres se borran. He dicho ya que en un plano inferior, a medio camino entre dioses y hombres, pero en constante comunicación con las divinidades se encuentran los héroes, categoría de seres de origen a veces semidivina, otras, plenamente humana, que tenían su propio estatuto en el politeísmo griego.
 
 
El culto a los héroes está ya representado claramente en Hesíodo. Un héroe ya ha muerto, pero tiene poder suficiente como para influir sobre los que están en la tierra; por ello son dignos de homenaje y de adoración. Un héroes es aquel personaje que supera el transfondo de la máxima de Delfos ‘Conócete a ti mismo’; es decir, eres humano y no se te ocurra ni compararte con los dioses. Al griego de a pie le consolaba, por el contrario, que algunos mortales habían alcanzado un status superior al de mero humano. Eran la encarnación de la ambición de casi todo hombre de llegar a ser más que humano.
 
 
Muchas veces estas figuras se corresponden con el tipo de ‘héroes culturales’, figuras míticas a los que la mitología de diversos pueblos asignan la misión de haber fundado instituciones de la vida material, cultural o religiosa. Sin embargo, no es posible reducir a esta categoría religioso - histórica toda la compleja morfología de los héroes griegos, cuya reconstrucción es a veces muy ardua, pues su mitología y sus historias es enorme, muy superior a la de los dioses.
 
Probablemente concluiré mañana. Todas estas noticias, aunque de modo más sintético, están reunidas en el libro que cité en otra ocasión, y que repito para rendirle el honor debido: Hans Josef Klauck, Die religiöse Umwelt des Urchristentums. Bd. I y II (“El entorno religioso del cristianismo primitivo): Stadt- und Hausreligion, Mysterienkulte, Volksglaube (Studienbücher Theologie IX/1), Stuttgart: Kohlhammer, 1995 /1996.
 
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
www.ciudadanojesus.com
 
Miércoles, 15 de Noviembre 2017
Historia breve de la política religiosa del dios-hombre (II) (935)
Foto: Lisandro, rey de Esparta, (hacia el 400 a. C.) el primer hombre divinizado… que sepamos.
 
 
Escribe Antonio Piñero
 
 
Escribí en la postal anterior que hoy mencionaría en el primer caso conocido de un hombre al que se ofreció honores divinos. Tengo todo este material recogido gracias a la tarea previa de Hans Josef Klauck, Die religiöse Umwelt des Urchristentums. Bd. I y II (“El entorno religioso del cristianismo primitivo): Stadt- und Hausreligion, Mysterienkulte, Volksglaube (Studienbücher Theologie IX/1), Stuttgart: Kohlhammer, 1995 /1996, Como se ve por la foto fue un general fue un general espartano o (o lacedemonio) que otorgó el beneficio de la paz a los atenienses y espartanos y con ellos a toda la Hélade (Grecia).
 
 
 
Lo sabemos por un fragmento del historiador  Duris que escribió una historia especial de la isla de Samos:
 
 
‘Pues él fue el primer griego al que las ciudades levantaron altares y ofrecieron sacrificios como a un dios, el primero también al que se le ofrecieron himnos. El comienzo de uno de ellos reza así: ‘Al mariscal de la sagrada Hélade, que vino de la anchurosa Esparta, queremos cantar solemnemente: Oh, Oh Peán…’ (invocación, pues, como a Apolo (FGH = Fragmentos de los Historiadores griegos 76 F 71 = texto en Plutarco, Vida de Lisandro 18,3). Los samios decretaron también que las fiestas en honor de Hera, (que se llamaban “Heraia”), y que  fueron denominadas en adelante Lisandreía.
 
 
Las fiestas consistían en consagrar altares, presentar ofrendas y cantar peanes son honores que se reservan a los dioses olímpicos. La expresión de piedad de los samios se debe ‘a su agradecimiento personal hacia el que les ha restituido su patria, soberanía y hacienda’ (escribe Christian Habicht) = una reacción ante la salvación y ayuda. Se trata de unos honores locales. No tenemos noticias de una veneración de Lisandro en el resto de Grecia (por supuesto en Atenas no), ni tampoco de otros caso semejantes en la época.
 
 
Aquí tenemos el esquema de base de un fenómeno que Habicht ha puesto de relieve en un libro titulado “Deificación de humanos y ciudades griegas”, que abarca desde el 404 hasta el 240 a.C. con muchos ejemplos, allí donde se percibe en medio de gran angustia la ayuda y la salvación, se ve una manifestación de la divinidad.
 
 
Filipo de Macedonia no llegó a ser divinizado, pero recibió honores que lo situaron cerca de los dioses. Tenemos un par de casos interesantes que nos ilustran para esta época temprana: Antígono I Monóftalmo (“de un solo ojo”) que fue uno de los generales de Alejandro Magno. Como herencia recibió una parte de Asia Menor. Los habitantes de la ciudad de Skepsis (en la Tróade) decretan para él honores divinos en el 311: (Orientis Graeci Inscriptiones Selectae 6,10-34):
 
 
“Decreto del demos. Puesto que Antígono ha sido el causante de grandes bienes para esta ciudad y para el resto de los griegos, debemos cantar sus alabanzas y felicitarle por lo realizado. La ciudad debe además felicitar a los griegos ya que (gracias a él) son libres, autónomos y en el futuro podrán vivir en libertad. De modo que se honre a Antígono como merecen sus hechos, (se decreta) que se le dedique un recinto sagrado, que se le consagre un altar y se erija una estatua lo más digna posible. Sacrificios, juegos, coronas y el resto de acciones festivas deben ejecutarse anualmente. Antígono debe ser coronado con una corona de oro de un valor de 100 monedas… e igualmente sus hijos Demetrio y Filipo con sendas coronas por un valor de 50 monedas cada uno…”
 
 
Es verdad que esta inscripción no trae la frase ‘honrar como a un dios’, pero levantarle altares, estatuas de culto y un recinto sagrado lo colocan en el ámbito de lo supranatural. Otro caso es el de Demetrio Poliorcetes (“Asediador de ciudades; la técnica del asedio se dice en español culto la “poliorcética” hijo de Antígono Monóftalmo). Era un genial general y tenía una brillante personalidad. Este general liberó a Atenas en el 307 a.C. del gobierno tiránico y de la ocupación por parte de los macedonios. En el 304 volvió a visitar la ciudad. El lugar donde se bajó del carro fue declarado sagrado y se erigió allí un altar (Plutarco, Vida de Demetrio 10,4).
 
 
Más tarde un poeta innominado compuso un himno sacro en su honor (Duris lo recoge también = Fragmentos de los Historiadores griegos 76 F 13): “Los grandes dioses se han acercado (¡una “parusía”! en griego; el mismo vocablo para le venida, la segunda, de Jesús, como juez) amistosamente a nuestra ciudad. Han sido Deméter y Demetrio los que nos han aportado esta hora feliz. Ambos se acercan a los elevados misterios de Perséfone (es Septiembre, fecha de los grandes misterios). Él, con rostro alegre, como compete a un dios, hermoso y sonriente se ha acercado (p. ej., igual que Dioniso). Su rostro es preclaro; sus amigos alrededor de él, y Demetrio ocupando la posición central, como si sus amigos fueran las estrellas y Demetrio el sol (bien metáfora, bien expresión de una veneración al sol y a las estrellas).
 
 
Te saludamos, oh hijo del poderoso dios Poseidón y de Afrodita (parentesco divino, como luego Alejandro y otros), los otros dioses viven muy aparados, o no tienen oídos, o no existen (increíble escepticismo: ¿era epicúreo el poeta?), o no se preocupan en absoluto de nosotros. A ti, sin embargo, te vemos presente; no en estatua de piedra o de madera (objeto de crítica por parte de los filósofos: veneración supersticiosa), sino vivo. Por ello elevamos a ti nuestras súplicas. En primer lugar, dilecto, procúranos la paz, pues tú eres el Señor (¡Kýrios)! Lucha contra la Esfinge que domina no sólo Tebas, sino toda la Hélade, contra el etolio cuyo asiento está en la roca, que ahora como en tiempos pasados nos roba nuestras gentes y las arrastra (como esclavas). Costumbre etolia es robar lo ajeno y ahora también lo lejano. Castígalos tú mismo, o encuentra un nuevo Edipo que derroque a esa Esfinge de su roca, o que la convierta en piedra misma” (situación política del momento = la liga etolia es muy fuerte y Atenas, en ese momento, débil).
 
 
Debo insistir en la frase “Los otros dioses viven muy aparados, o no tienen oídos, o no existen…” Los cristianos dirán lo mismo cuando comparen los dioses falsos (de griegos y romanos) con el único Dios y Señor, Jesús.
 
 
No es extraño, pues, que Alejandro Magno y sus sucesores pudieran aceptar honores divinos, especialmente –como así fue el caso, cuando hubo un escenario apropiado: la derrota del Imperio Persa y Alejandro como sucesor de los emperadores—. Los gobernantes romanos en el Oriente, en época de la República, y luego los emperadores pasaron fácilmente a esa posición. Así pues, la deificación de seres humanos tenía también antecedentes griegos… ¡y más que notables!
 
 
Me doy cuenta de que el material que tengo es bastante amplio., más de lo que pensaba Así que –para no cansar– sigo el próximo día.
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
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Lunes, 13 de Noviembre 2017
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Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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