CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
Hoy escribe Gonzalo Del Cerro

Literatura Pseudo Clementina

Homilía XI

Sigue Pedro demostrando en su larga prédica el significado de la creación como acción de Dios a favor y beneficio de los hombres. El cielo visible que desfila diariamente por encima de nuestras cabezas es una fuente inagotable de favores para hacer posible y cómoda la existencia humana sobre la superficie de nuestro planeta. Lo mismo que la variedad de ventajas que se manifiestan en la morada rica creada por Dios para la existencia de la humanidad.

Los beneficios de la creación

Por el hombre, Dios ordenó que el agua se retirara de la faz de la tierra, para que la tierra pudiera proporcionarle frutos. Hizo también cuencas para procurarle fuentes y para que aparecieran corrientes de ríos y surgieran animales, en una palabra, para poder proporcionarle todos los bienes. En efecto, soplan los vientos para la producción de frutos, llegan las lluvias y cambian las estaciones. Ahora bien, el sol y la luna junto con los demás astros cumplen sus auroras y sus ocasos, y los ríos y los lagos junto con todos los mares están a su servicio. De ahí que a los que se comportan como seres insensibles frente al mayor honor que se les ha dado, así como a un desagradecido se les prepara un castigo mayor por el fuego, porque no quieren reconocer al que convenía conocer y honrar antes que a nadie (Hom XI 23).

El regalo del agua

Frente a los beneficios de Dios muchas veces la respuesta del hombre es la ingratitud, evidente en la conducta que Dios tuvo que tratar de corregir con el diluvio. Un castigo que llegó por medio del agua, que fue el mayor regalo de Dios a la humanidad y base de su salvación. Y aunque sea ahora, el hombre reconoce que la causa de todas las cosas procede de las inferiores, considerando que el agua lo produce todo, el agua que recibe del viento el origen de su movimiento, y el viento que tiene su principio del Dios de todas las cosas. Y así conviene razonar, para que por la razón pueda llegar a Dios. Conociendo así su origen y nacido de nuevo del agua primigenia por el bautismo con la trina invocación sagrada, es constituido de nuevo heredero de los padres que lo engendraron para la incorrupción.

La nueva llamada de Dios y el bautismo

Por todo esto, debe el hombre acercarse bien dispuesto como un hijo a su padre, para que Dios ponga la ignorancia como causa de sus pecados. Pero si después de ser llamado, no quiere o se retrasa, perecerá por el justo juicio de Dios, al no ser querido por no querer, al imponer su propio albedrío personal en un sentido desviado. Y no crea que aunque sea más piadoso que todos los piadosos que han existido, si está sin bautizar, podrá alguna vez conseguir lo que espera. Por esta razón, recibirá un castigo mucho mayor porque no hizo bien las buenas obras. Pues la beneficencia es hermosa cuando se hace como Dios ordenó. Pero si el hombre no quiere ser bautizado como a él le agrada, al servir a su propósito personal, se opone a la voluntad de Dios.

Razones para el bautismo

Hay seguramente algunos que se preguntan sobre la importancia que puede tener un rito tan simple como el bautizarse con agua. Pedro responde a tales aporías ofreciendo sus razones: En primer lugar porque así se hace lo que a Dios agrada. En segundo lugar, porque renacido del agua para Dios, por causa del temor, cambia el hombre su primer nacimiento surgido de la concupiscencia, y así puede conseguir la salvación; lo que de otro modo es imposible. Pues así nos lo aseguró el Profeta Verdadero diciendo: “En verdad os digo, si no renacéis por el agua viva en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, no entraréis en el reino de los cielos” (Cf. Jn 3,5.).

La llamada de Dios implica la recepción del bautismo. Pues hay en ese rito algo misericordioso desde el principio como el Espíritu, que se deslizaba sobre el agua original (Gén 1,2) , y reconoce a los bautizados con la invocación tres veces bienaventurada y los libra del castigo futuro presentando como dones a Dios las obras buenas hechas por los bautizados después del bautismo. Por eso, dice Pedro, recurrid al agua, pues ella sola puede sofocar la fuerza del fuego.

Saludos cordiales. Gonzalo Del Cerro



Domingo, 3 de Mayo 2015
Escribe Antonio Piñero

Pregunta:

Tengo una nueva pregunta ¿qué motivó a Antíoco IV Epífanes. ¿Por qué quería suprimir la religion judia como aparece en Flavio Josefo y los libros de los Macabeos?

Respuesta:

Me parece una pregunta interesante y compleja. Como ya he escrito sobre ese tema, me permito transcribirle, desde un PDF, lo escrito por Arminda Lozano y por mí en el primer capítulo del libro, Biblia y Helenismo, Edit. El Almendro, Córdoba 2006, pp. 41-44:

La tradición historiográfica sobre Antíoco IV, este brillante miembro de la
dinastía real seléucida hace de él un loco y un perseguidor sanguinario
de los judíos. Sin embargo, hemos de intentar apartarnos
de este estereotipo propiciado por la parcialidad de las fuentes
sobre algunos hechos concretos de su reinado, para obtener una
visión más ajustada a la realidad histórica. Loco, desde luego, no
era en absoluto.


En cuanto a su persecución del pueblo judío, ciertamente
hay que admitir que éste le causó múltiples problemas y
complicaciones. Y si bien es cierto también que su actitud fue la
de liquidar tales conflictos violentamente, se ha tendido a hacer
de él un acérrimo adversario del judaísmo, cuando, en realidad, no
fueron ideas religiosas, sino sobre todo razones políticas las que
motivaron su manera de actuar.


Antíoco IV había permanecido catorce años en Roma como
rehén tras la paz de Apamea. Admiraba el sistema y la política
romanas a la vez que era un ferviente partidario de las virtudes y
cultura helénicas. No intentó ninguna aventura hacia el Oeste que
le pudiera privar de la voluntad de Roma, sino que se concentró
en el sur y el oriente de su reino intentando consolidar su estructura.
Antíoco pretendía restablecer su Imperio, muy debilitado y
mermado tras la paz de Apamea, cuya integridad estuvo desde los
comienzos seriamente amenazada por fuerzas centrífugas, es decir,
por la variedad de etnias y culturas comprendidas en su seno.


El monarca debió de pensar que una fuerza de cohesión notable
podía ser la unidad de cultura y lengua entre los pueblos de su
reino, y ¿qué mejor que la civilización helénica?22 Para este fin sólo
podía23 apoyarse en los griegos y en los orientales helenizados.
Justamente la necesidad de contar con un principio cohesionador
para los diferentes pueblos de su Imperio explica el giro de su
política religiosa, que consistió en elegir como instrumento concreto
de cohesión el culto al monarca.


Dada la idea unificadora
implícita en él contenida, este culto había alcanzado ya una relevancia
sin precedentes en los reinados anteriores. Probablemente
Antíoco mismo no se creyó dios en realidad, como se recogió en
la propaganda judía24, sino que se presentó a sus súbditos con
esta caracterización. De ahí la utilización desde el principio de su
epíteto cultual Epiphanés y su representación con corona radiada
similar a Helios, el Sol25. Es probable más bien que se hubiera considerado
simplemente el representante de Zeus en su reino. Sea
de ello exactamente como fuere, lo cierto es que estos planes de
cohesión cultural tenían que ser muy mal vistos por gran parte de
la población judía, pues la religión y la cultura estaban en el país
íntimamente unidas.

La situación social en Judea podía favorecer aparentemente los
planes reales. Señalamos más arriba que el continuo proceso de

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NOTAS

22 Tácito (Hist. V 8) afirma que su intención era apartar a los judíos de sus supersticiones
y enseñarles las costumbres griegas.

23 La fragilidad de este inmenso Imperio se puso de manifiesto con la independencia
alcanzada por algunas de las regiones más orientales, como Bactriana, ya
en la primera mitad del s. III.

24 Dn 2,36-39

25 Así es la representación de su efigie en las monedas. La ideología solar, y su
utilización como símbolo de la igualdad entre todos, en este caso, un dios único
para el conjunto de los súbditos del Imperio es un motivo recurrente en el mundo
antiguo.


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helenización efectuado lentamente en las largas décadas de dominio
lágida, había dividido la población de Palestina en dos grandes
bloques. Por un lado, una fuerza “progresista”, abierta a la cultura
griega, compuesta sobre todo por las capas altas de la población,
aunque en el seno de esta clase más alta y prohelena había diversos
bandos.

Económica y socialmente dos familias se repartían
el poder: los Oníadas y los Tobíadas, que tomaban el nombre de
los patriarcas que habían fundado antaño los grupos familiares.
Por otro lado, el pueblo llano y parte de las clases medias, inclinadas
más bien a defender a ultranza las costumbres patrias.

La antigua tradición escatológica y apocalíptica, muy perceptible en
Israel desde inmediatamente después del exilio, se había ido aglutinando
en una especie de movimiento de defensa religiosa, cuyos
epígonos eran los llamados hasidim o “piadosos”. Era éste al principio
un grupo complejo de gentes interesadas en la defensa de la
Ley del que más tarde se desgajarían diversas facciones, como las
de los fariseos o la de los esenios.

A la vez, en lo político había también sus divisiones. Los más
conservadores en materia de religión se inclinaban por dar la espalda
a los Seléucidas y volver al seno del poderío egipcio, dentro
del cual la autonomía religiosa había funcionado sin problemas;
otros, más abiertos a las costumbres griegas, eran adictos de la
causa de los seléucidas, los actuales gobernantes. Este último partido
proseléucida se había formado ya con notable fortaleza en
tiempos de Antíoco III, y naturalmente estaba integrado por aquellos
aristócratas a quienes mejor les iba económicamente con los
nuevos dueños.

El sumo sacerdote de aquel momento, Onías III, no fue receptivo a las exigencias
del enviado personal de Seleuco IV, Heliodoro. Ello determinó
que, para evitar ulteriores problemas, Onías creyera conveniente
entrevistarse con el rey en Antioquía, si bien a su llegada se encontró
ya con su sucesor en el trono, Antíoco IV. Los detalles de esta
negociación se nos escapan. Cierto es que acudió también a la capital
seléucida Josué, hermano de Onías, que había helenizado su
nombre cambiándolo por el de Jasón.


Este detalle es significativo,
pues nos indica que la helenización afectaba ya a la propia familia
de los sumos sacerdotes. ¿Había sido asumida esta helenización a
remolque de otras familias aristocráticas judías –el caso, ya citado,
de los Tobíadas entre otras– o por razones de diferente índole?


Resulta bastante convincente a este respecto la explicación de
E. Will y C. Orrieux26, quienes afirman que el sacerdocio jerusalemita
debía ser proclive a la helenización no sólo por el contacto
con la administración de las monarquías griegas, ptolomea o seléucida,
propiciado por el aspecto político-administrativo de sus
funciones, sino por el mismo ejercicio de su sacerdocio. Para conservar
su autoridad entre las comunidades judías helenizadas de la
Diáspora que ya no hablaban arameo ni leían hebreo27, el Templo
necesitaba contar con personal grecoparlante.

Se supone que el
aprendizaje de esta lengua debía realizarse en alguna escuela de
la misma Jerusalén desde comienzos de época helenística, donde
se formarían sacerdotes y escribas bilingües destinados a mantener
estos contactos con las comunidades exteriores. Por otro lado,
la traducción de la Biblia hebrea al griego (la Carta de Aristeas
supone que los traductores procedían de Jerusalén) requería ya
unos conocimientos no simples de la lengua helénica, además de
la familiaridad con la literatura griega. Por tanto, parece claro que
la clase sacerdotal dirigente debió de ser pionera en la asunción
del helenismo con el objetivo de mantener la cohesión de Israel
en su conjunto. Para el resto de la aristocracia las motivaciones de
carácter económico y social serían, sin embargo, las auténticamente
operativas28.

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NOTAS



26 Cf Will-Orieux, Ioudaïsmos, 115s.

27 Véase a este respecto L.I. Levine, Judaism and Hellenism in Antiquity. Conflict
or Confluence? (Univ. of Washington Press 1998) 76ss, donde establece la relación
entre las distintas lenguas en ámbito judío

28 Ello no implica que tales razones no fueran también consideradas por los
componentes de la familia de los sumos sacerdotes, puesto que compartían intereses
con el resto de la aristocracia.

Saludos cordiales de Antonio Piñero
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com
Domingo, 3 de Mayo 2015
Escribe Antonio Piñero



Pregunta.:


Por favor quisiera que me dé su opinion sobre lo siguiente: estoy leyendo tratado de ateologia de micheol onfray, filosofo frances, en donde se argumenta que pablo y no jesus, fue quien predico el odio al cuerpo y la sexualidad y alabo la castidad, Dice el autor que pablo posiblemente sufrio de impotencia y otros transtornos y que esa neurosis la quizo contagiar con los demas¿ que piensa ud?


Respuesta:


Michel Onfray ha escrito un libro muy malo, pro con un buen título y está apoyado por un tremendo aparato mediático, especialmente en Francia, que él mismo ha sabido montarse.

Lo critico duramente en el libro conjunto, que edité con otros colegas, titulado ¿Existió Jesús realmente el Jesús de la historia a debate, Edit. Raíces, Madrid 2010. Le resumo:


Uno de los autores que será tratado en los capítulos siguientes (cap. 3) es Michel Onfray, cuya obra Traité d’athéologie (Éditions Grasset & Fasquelle, Paris 2205), fue traducida rápidamente al español al año siguiente…, y en ese mismo año vieron la luz cuatro reimpresiones seguidas: Tratado de ateología. Traducción de Luz Freire, Editorial Anagrama, Barcelona, 2006, 249 pp.

Nos parece importante presentar al lector, en el umbral mismo de la obra presente, el esqueleto argumental de esta postura que sostiene como trasfondo cualesquiera otros argumentos. De la mano de M. Onfray podemos resumir el esquema intelectual1 que sustenta esta tesis mitista. Es en líneas generales el siguiente:

• La existencia de Jesús no puede verificarse históricamente, es decir, con los métodos críticos empleados por los profesionales del estudio de la historia.

• Para la posibilidad de la creación de este mito es preciso tener en cuenta las circunstancias sociales, políticas y religiosas del Israel del siglo I d.C. y su entorno.

• En la época y lugar en la que comienza a difundirse su existencia, mitad del siglo I, Palestina, existía entre los judíos piadosos, la inmensa mayoría del pueblo, un ambiente exaltadamente religioso que anhelaba la liberación nacional del país del yugo de los romanos.

• Esta ansia de liberación hizo que desde la muerte de Herodes el Grande (4 a.C.) hasta el estallido de la Primera gran revolución contra el poder de Roma (66 d.C.) hubiera casi una decena de personajes de tinte más o menos mesiánicos, que prometían de uno u otro modo la liberación de Israel del yugo extranjero y una vida conforme a la Ley: «profetas furibundos, locos iluminados, histéricos convencidos de la superioridad de sus verdades grotescas y vaticinadores de múltiples apocalipsis» (Onfray, 130).

• La historia de uno de ellos, llamado Teudas, que se creía Josué (una transcripción en griego del nombre de Jesús que significa «Dios salva») pudo ser el origen remoto del personaje Jesús de Nazaret.

• El primero en propalar el sentimiento religioso en torno al recuerdo de este personaje, «rebautizado» como Jesús, fue Pablo de Tarso, quien hizo de él un personaje, no real, sino intelectual, un constructum auténtico, al que vistió de carne y hueso y proveyó de ideas. Pablo no había visto jamás al personaje, pero encarnó en él su «delirio religioso histérico» (p. 142).

• La religión paulina, centrada en un Jesús mesías imaginario construye el mito de éste, en sus cartas, con un trasfondo de «odio a sí mismo, al mundo, a las mujeres, a la libertad… y a la inteligencia» (p. 149).

• Propiamente, el constructor intelectual de Jesús de Nazaret fue el evangelista Marcos, el primero que creo conscientemente una «biografía» fingida del personaje. En el personaje Jesús, Marcos materializó con mucha mayor concreción que Pablo la histeria religiosa de la época. «Jesús materializa las energías difusas y dispares malgastadas contra la mecánica imperial de la época», es decir, «concentra en su nombre la aspiración mesiánica» de su tempo (pp. 132-3).

• Para ello, Marcos toma como modelos literarios noticias fantásticas que en su época circulaban sobre Pitágoras, Sócrates y otros (pp. 134-135). • Una vez propaladas estas historias en torno a un personaje inexistente, una mera construcción intelectual, gracias al poder performativo del lenguaje —«Cómo construir cosas con palabras», como reza el descriptivo título de la conocida obra de John Austin— el Jesús inventado va tomando cuerpo real. «El poder del lenguaje, al afirmar, crea lo que enuncia».

• A Marcos siguen el resto de los autores del Nuevo Testamento. ¿Son conscientes estos escritores de que están creando un mito? «No lo creo» —responde Onfray, 137—. Ni consciente, ni voluntaria ni deliberada. Marcos, Mateo, Juan y Lucas no nos engañan a sabiendas. Pablo tampoco. Se engañan a sí mismos, pues afirman que es verdadero lo que afirman. Ninguno de ellos conoció a Jesús en persona, pero los cuatro (los cinco, en verdad) adjudican una existencia real a la ficción» (p. 137).

• Una vez creada la obra de propaganda, la «construcción completa del mito se lleva a cabo durante varios siglos por medio de plumas diversas y múltiples» (p. 138) y puede ser asimilada a la construcción de leyendas en torno a Mitra, Hércules, Dioniso, etc. Pero el historiador, o el hombre culto de hoy, puede caer en la cuenta de la impostura y llegar a conocer la realidad —es decir, la no existencia histórica de Jesús— porque las historias evangélicas están llenas de contradicciones e inverosimilitudes (pp. 138-141).


Y la crítica del Prof. Jaime Alvar en este libro --¿Existió Jesús..?-- se resume en lo que sigue:


Las críticas y los ataques a las religiones o a los monoteísmos no pueden confundirse con la teoría negadora de la existencia de Dios. Y esto es lo que hace Onfray, creyendo que la mera crítica de la religión supone ya demostrar la no existencia de Dios. Desde un punto de vista formal creo que Onfray ha errado su disparo. Acierto total, al parecer, desde el punto de vista comercial.

Respecto a la existencia histórica de Jesús, Onfray no es en absoluto innovador. No hay ninguna aportación sustantiva procedente de su pluma. Es más, una aparente negación de la historicidad se suaviza frecuentemente con aseveraciones que permiten albergar la duda, como si él mismo no estuviera plenamente convencido de la eficacia de los argumentos negatorios, o como si a fin de cuentas cupiera asimismo la posibilidad de que el personaje hubiera existido.


Lleva razón cuando, en esa línea dubitativa, afirma que en el fondo da igual, que lo importante es la construcción originada a partir de su mitificación, proceda ésta de un personaje real divinizado o sea mera especulación a partir de un personaje conceptual.

La refutación de Onfray ha tenido interesantes aportaciones, como la de Irène Fernandez, o la de Matthieu Balsamero, respuestas que recuerdan a la que Conybeare escribió contra Smith,Robertson y Drews y que mencionamos al principio. Sin embargo, la mayor parte de las críticas pretenden rechazar el planteamiento por la forma dura con la que se presenta; como si la mayor preocupación del pensamiento pequeño burgués fueran las maneras y no el fondo, un ataque furibundo contra las religiones. Por mi parte confirmo aquí lo que he escrito en otra parte: Me ha interesado, en otro orden de cosas, el apartado correspondiente al título «Construir fuera de la historia» (pp. 136ss).

El análisis de la construcción de la figura de Jesús es un tema apasionante; sin embargo, afrontarlo con la densidad que requiere obliga a acceder a lecturas que han pasado completamente inadvertidas a Onfray, quien por el contrario se permite el lujo de afirmar que los historiadores apenas se han interesado por elucidar la historicidad de la Biblia. ¡Qué fácil es difamar impunemente!


En líneas generales, el proceso de la mitificación de la figura de Cristo está bien trabado, pero hubiera sido deseable que se atendiera a la tradición literaria en la que se enmarcan los Evangelios, para de ese modo incidir mucho más intensamente en la confección del mito. Bowersock, cuya importante obra es desconocida por Onfray, ha desvelado la conexión de los Evangelios con la tradición de los mirabilia, lo que los griegos denominaban peri thaumasion akousmata,es decir, «acerca de las cosas escuchadas dignas de admiración».

Ese género se desarrolla imparablemente desde la época de Alejandro,cuya propia figura experimenta un proceso de deificación modélico para cuantos seguidores surgieron con posterioridad en toda la cuenca mediterránea. Esta sensación de que no hay profundidad en ninguno de los asuntos tratados planea en la totalidad del libro. Y lo mismo ocurre con los comentarios chistosos que divierten al lector, pero que no dan densidad al contenido, como la denominación de Jesús «vedette universal» (p. 139), incluida en el apartado «Una sarta de contradicciones» (p. 138ss) en el que la pluma se deja llevar sin rigor crítico hasta asuntos irrelevantes, como el lugar en el que se le puso a Cristo el epígrafe con el título «Rey de los judíos» o por qué un evangelio menciona y los otros no, la ayuda prestada por Simón de Cirene, o cómo es posible que no se mencione un intérprete entre Jesús y Poncio Pilato —al margen de la inverosimilitud de que un gobernador romano reciba personalmente a un presunto delincuente judío—, por no mencionar otros tantos ejemplos. Son cuestiones evidentemente ajenas a un verdadero tratado de ateología, aunque se empleen como recursos literarios para garantizarse un eco inmediato. Hubiera sido más afortunado un planteamiento desde la perspectiva de las inconsistencias, como nos ha enseñado Versnel con su excelente magisterio.


Puestos a trabajar sobre la composición de los Evangelios, hubiera sido más útil aprovechar la abundantísima literatura neotestamentaria concerniente al problema y hacer un seguimiento de la propia construcción de los textos canónicos asumidos por la Iglesia y las razones de los rechazos, en lugar de conformarse con unos comentarios bastante superficiales que desacreditan otras partes aparentemente mejor trabadas.


La tarea restante requeriría reemprender el camino del debate sobre la hipótesis mitista, y queda fuera de lugar volver a empezar este largo recorrido que de forma sucinta aquí he esbozado prestando especial atención a los autores encomendados. ¿Cuántas veces regresaremos al burladero de la demostración de la existencia o inexistencia de Dios a través de la razón? Sin lugar a dudas, la función docente obliga a repetir el camino cuantas veces sea necesario, aún a sabiendas de que no se puede ofrecer luz al ciego voluntario.


Otro día responderé a su pregunta sobre Pablo y las mujeres


Saludos cordiales de Antonio Piñero
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com
Sábado, 2 de Mayo 2015
Hoy escribe Antonio Piñero


Pregunta:


Si tuviera que reordenar los libros del Nuevo Testamento, cuál sería su propuesta? Para una mejor comprensión del Nuevo Testamento...


Respuesta:


Como respuesta parto de lo que escribí como “Observaciones sobre el modo cómo se imprime hoy el Nuevo Testamento” en la Guía para entender el Nuevo Testamento de Trotta, Madrid, 2011, 4ª edic.

El lector de hoy lee el Nuevo Testamento en un orden y disposición que viene desde muy antiguo. Esta ordenación procede de los siglos IV y V, y así suele imprimirse el NT desde la invención de la imprenta. Sin embargo, este orden es un tanto curioso y en algún aspecto puede despistar al lector y no ayudar en absoluto a su comprensión del texto. Conviene que éste tenga en cuenta lo siguiente:

1. Lo primero que encuentra impreso el lector son los Evangelios, más los Hechos de los Apóstoles. Como estas obras tratan de Jesús y el autor que viene a continuación, Pablo de Tarso, supone en sus lectores el conocimiento previo de éste, de un modo espontáneo el lector tiende a creer que los Evangelios se compusieron primero, cronológicamente, y luego escribió Pablo sus cartas. Pero esto no es así. Como veremos, la primera composición del Nuevo Testamento es la Carta primera a los tesalonicenses, que fue redactada hacia el 51 d.C. De entre los evangelios, el primero, el de Marcos, fue compuesto hacia el 70/71 d.C., y el último, el de Juan, hacia el 90/100 d.C. Son, por tanto, cronológicamente posteriores. Sería ideal que el lector leyera las obras del Nuevo Testamento en orden cronológico de composición (en tanto en cuanto puede fijarse), puesto que ello le ayudaría a comprender cómo el Nuevo Testamento es una obra compleja que va evolucionando en sus doctrinas.

2. El Nuevo Testamento en su actual formato coloca en primer lugar al Evangelio de Mateo porque se creía antiguamente que este escrito fue el primero en ser compuesto. Hoy sabemos con relativa certeza que el primero en redactarse fue el Evangelio de Marcos. Éste debería ir situado en primer lugar.

3. El orden actual del Nuevo Testamento separa en partes dos obras que eran una sola: el Evangelio de Lucas y los Hechos de los apóstoles. Como veremos, fueron disociadas simplemente porque no cabían en un rollo normal de papiro. Luego se confirmó la división y se hizo costumbre ya que tenía un cierto fundamento: la primera parte, el Evangelio, trata de la acción del Espíritu en Jesús, mientras que la segunda, los Hechos, aborda fundamentalmente la obra del Espíritu en dos seguidores de Jesús: Pedro en la primera parte (más o menos hasta el cap. 12), y Pablo en la segunda (más o menos desde el cap. 13 en adelante). Por tanto, la división de la doble obra de Lucas en dos secciones, que se imprimen distanciadas, puede despistar al lector que olvida fácilmente que una parte, el Evangelio, no puede entenderse bien sin la otra, y a la inversa.

4. El formato actual separa también físicamente cuatro obras en el Nuevo Testamento que son el producto de una misma “escuela”, a la que denominamos “Grupo o Escuela de Juan” (cf. p. *). Estas obras son: el Evangelio de Juan y las tres epístolas johánicas. Como veremos, parece cierto que esas obras no fueron compuestas por un mismo autor, aunque a la vez parece también seguro que sus autores pertenecen al mismo grupo teológico. La separación física de tales obras en el orden normal del Nuevo Testamento tampoco ayuda a la comprensión del lector.

5. El corpus paulino no está dispuesto por orden cronológico en nuestras ediciones del NT. Justamente la primera epístola con la que se encuentra el lector es Romanos… ¡que es cronológicamente la última! En Pablo, al igual que en otros conjuntos del Nuevo Testamento, es importante leer las cartas paulinas según su orden temporal de composición, porque Pablo va progresando en su pensamiento.

La disposición actual está curiosamente ordenada por algo que en sí tiene muy poca importancia: el tamaño de las cartas: de mayor a menor según tres bloques: Rom, 1 Cor, 2 Cor, Gál / Ef, Flp , Col, 1 Tes, 2 Tes / 1 Tim, 2 Tim, Tt, Flm. Curiosamente esta disposición produce otros efectos nocivos como vemos a continuación.

6. Dentro del corpus paulino la disposición actual del Nuevo Testamento mezcla en un cierto revoltijo cartas auténticas de Pablo con otras que fueron escritas por sus discípulos (“pseudónimas”; cf. cap. ). Así, por ejemplo, Efesios, que tiene una mentalidad teológica particular, va colocada entre Gálatas y Filipenses, que siguen una misma línea teológica.

7. Hay muchos autores que sostienen que ayudaría mucho a la comprensión del Nuevo Testamento sacar a las Epístolas pastorales (cap. 31) del lugar en donde están colocadas y situarlas junto con las denominadas “Epístolas católicas” o “universales” (Santiago, 1 y 2 Pedro, Judas), a la vez que se eliminan de esa división a las tres epístolas johánicas que, como hemos indicado ya, forman un claro grupo aparte. La colocación actual dentro del corpus paulino –se argumenta— ayuda poco a entenderlas bien.

8. Las llamadas Epístolas “católicas” o “universales”, es decir, dirigidas no a una comunidad particular de la Iglesia sino a todas, no son en realidad “universales”. Como veremos en los capítulos correspondientes, al menos 3 Jn está dirigida a una persona en concreto, y 2 Jn y 1 Pe están escritas para una o unas determinadas iglesias particulares. Sólo el encabezamiento de 2 Pe y parcialmente el de Sant (Heb no tiene encabezamiento y, por tanto, puede considerarse “carta universal”, aunque no fue compuesta por Pablo) hacen justicia a esa ordenación y agrupación como “epístolas universales”.

En síntesis: la disposición u orden, y el modo actual de imprimir el Nuevo Testamento no ayudan precisamente al lector a entenderlo bien. En los capítulos respectivos volveremos a hacernos eco de estas observaciones e intentaremos informar al lector de cuál sería el lugar ideal de cada grupo de escritos en un “Nuevo Testamento” impreso de una manera más de acuerdo con la historia.
Yo ordenaría del modo siguiente:

Escritos anteriores al año 70 dc

• Pablo auténtico: 1 Tesalonicenses. Gálatas 1 2 Corintios Filipenses Filemón Romanos


Escritos posteriores al año 70 d.c

• Evangelios Sinópticos: Marcos. Mateo. Lucas/Hechos de los apóstoles.

• Primeras cartas deuteropaulinas: 2 Tesalonicenses Colosenses Efesios

• Hebreos

• Evangelio de Juan y Corpus johánico 1 2 3 Juan

• Apocalipsis

• Pastorales: 1 2 Timoteo Tito

• 1 Pedro

• Santiago y Judas

• 2 Pedro

En este orden hay bastantes dudas, como por ejemplo, la colocación del corpus johánico. Pero pienso que sigue un orden cronológico aproximado


Saludos cordiales de Antonio Piñero
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com
Viernes, 1 de Mayo 2015
Escribe Antonio Piñero


Pregunta


Me permito molestarle para preguntarle sobre los ejemplares mas antiguos de las Cartas de Pablo. Usted ha explicado claramente en varias ocasiones que nuestro conocimiento sobre los evangelios es a través de retazos más o menos completos contenidos en papiros desde el siglo II.
Y para las cartas de Pablo ? Hay algún texto original de Pablo de Tarso? Cómo hemos llegado a saber sobre las cartas de Pablo ?


Respuesta:


Tenemos algunos papiros de los siglos III y posteriores con fragmentos de cartas de Pablo. Así los Papiros 14. 16. 40. etc. que nos permiten establecer el texto de Pablo para esa época. Antes hay solamente citas de escritores antiguos, pero posteriores a Pablo. Se inició pronto la costumbre de copiar las cartas recibidas por cada comunidad y de enviarlas a otras, a la vez que se recibía como intercambio la que había sido allí enviada. Colosenses, no auténtica, anterior al año 100, apunta hacia lo que quizás se hacía ya en vida de Pablo, y sobre todo posteriormente: Una vez que hayáis leído esta carta entre vosotros, procurad que sea también leída en la iglesia de Laodicea. Y por vuestra parte leed vosotros la que os venga de Laodicea (Col 4,16).

Los más inquietos de entre los sucesores de Pablo debieron de preocuparse en primer lugar por reunir las cartas que iban difundiéndose, de copiarlas, de añadir algunos fragmentos aclarativos, que se suelen detectar con relativa facilidad como “glosas” o interpolaciones. A pesar de la copia e intercambio de cartas entre comunidades, es más que posible que Pablo no pensara jamás que sus textos iban a servir para generaciones futuras, entre otras razones porque para él el fin del mundo era inmediato (1 Tes 4,16; 1 Cor 7,29, etc.). Pero como este final no llegó, lo que él había escrito se convirtió tras su muerte en fuente de autoridad para las siguientes generaciones de sus seguidores.

Sospechamos que a finales del siglo I hubo ya una cierta colección de cartas de Pablo, reunida con la intención de que su pensamiento llegara a otras comunidades, que serían “paulinas”. El conjunto judeocristiano de Jerusalén, al que cabe de algún modo denominar iglesia madre, había perecido presumiblemente casi al completo en la conquista de Jerusalén, al final de la Primera Revuelta judía contra Roma (66–70 e.c), pues la retirada a la ciudad de Pella, en Transjordania, gracias a un oráculo divino es probablemente una leyenda. Aunque otros pequeños grupos judeocristianos, de Galilea por ejemplo, no debieron de mostrar gran interés por conocer el pensamiento de un Pablo que hacía su propia interpretación de Jesús y de la Ley, es posible también que pudieran perecer del mismo modo en la feroz respuesta de los romanos a la revolución del 66.

Sea como fuere, indicios de la existencia de esta colección de cartas a finales del siglo I son diversos textos de escritos cristianos primitivos que contienen alusiones a textos paulinos: Primera epístola de Clemente de Roma, compuesta hacia el 96 a.C.; pasajes de las cartas de Ignacio de Antioquía, muerto alrededor del 110 d.C. (¿?), y un pasaje de uno de los últimos escritos que ingresaron en el canon del Nuevo Testamento: 2 Pedro 3,15-16, ¿compuesta hacia el 120? He aquí estos textos:

a) Clemente de Roma escribe desde la Urbe a quienes habían promovido una “sedición” contra las autoridades de la comunidad cristiana de Corinto. Invoca entonces el recuerdo del apóstol Pablo:

Tomad en vuestra mano la carta del bienaventurado Pablo apóstol. ¿Cómo os escribió en los comienzos del evangelio? A la verdad, divinamente inspirado, os escribió acerca de sí mismo, de Cefas y de Apolo, como quiera que ya entonces formabais grupos rivales (1 Clem 47,1-3).

La carta supone que en Roma, fundación judeocristiana antigua, 1 Corintios al menos era patrimonio común y fuente de autoridad (“divinamente inspirada”).

b) Ignacio de Antioquía, Carta a los cristianos de Éfeso, 12,2:

Sois estación de paso para los que por la muerte caminan hacia Dios (Ignacio pasa por Éfeso, prisionero, camino de su martirio en Roma), compañeros de iniciación (en los misterios divinos) de Pablo, el que fue santificado, el que fue atestiguado, el que es digno de toda felicidad, cuyas huellas me es dado seguir a mí cuando alcance a Dios; de Pablo, en fin, que en toda carta suya hace mención de vosotros.

Es evidente que Ignacio dispone de un grupo de cartas paulinas. Comenta el editor de Ignacio en su obra Padres Apostólicos:

No menos profunda es la huella que dejó san Pablo en el alma de san Ignacio… En todo caso, las cartas del Apóstol… estaban indudablemente en mano del obispo antioqueno… El hecho es tan palpable que huelga toda demostración. De una de ellas…, la primera… a los corintios, se ha podido autorizadamente afirmar que “debió de conocerla Ignacio casi de memoria” (Ruiz Bueno 1967, 393).

c) 2 Pedro 3,15-16:

Tened presente que la paciencia de nuestro Señor significa salvación, tal como les escribió también nuestro querido hermano Pablo, con la sabiduría que Dios le dio. En todas sus cartas se refiere a estos mismos temas. Hay en ellas algunos puntos difíciles de entender, que los ignorantes e inconstantes tergiversan, como lo hacen también con las demás Escrituras, para su propia perdición.


P.:



¿Por qué el evangelista nombra dos veces el nacimiento de Jesús como por ejemplo en Mateo: 1-25 Y sin que hubieran tenido relaciones, dio a luz un hijo, al que puso por nombre Jesús. Aquí se lee que Jesús nació, pero no presenta el lugar del nacimiento, ahora, Jesús había nacido en Belén de Judá durante el reinado de Herodes. Los evangelista escribieron dos veces el nacimiento de Jesús, en el 2 capitulo vemos que nació en Belén tiene nombre el nacimiento. A que se debe esta inconsistencia?. ¿El otro punto se ve que el ángel se le presenta a José por medio de un sueño, creer en sueños es cultura judía, al igual que los egipcios que creían en los "sueños", que papel juega los "Sueños en la Biblia"?


R.:


Lea bien, por favor, los evangelios, porque no se trata estrictamente de repeticiones, sino de precisiones.

Tampoco veo insistencia alguna aparte de que los evangelistas Mateo y Lucas trataran el tema con cierta amplitud. Marcos y Juan lo omiten del todo.

Los sueños son muy importantes como comunicación divina tanto en el mundo grecorromano, como en la Biblia, y en general en toda la antigüedad.
Por favor, consulte un buen Diccionario bíblico


Pr.:


Estoy haciendo un trabajo sobre el libro Jesus de Nazaret encontre un buen estudio de su persona.sí me da permiso de citarlo cm el autor .y cm debo de hacerlo .sí me puede dar alguna conclusión .sobre el tema confesion de fe en Jesus como hijo de Dios apartir de los datos historicos .y cm puedo aplicarlo ala vida cotidiana hoy en dia


R.:

Por supuesto, puede Usted citarme por mi nombre y apellido, luego el libro, con la editorial y año, y luego la página.


Siento decirle que sobre el tema "confesion de fe en Jesus como hijo de Dios apartir de los datos historicos", no tenemos dato histórico alguno.

Toda confesión de fe pertenece al ámbito de las creencias privadas y al de la teología, no al de la historia. Los evangelios contienen ciertamente datos históricos, pero son ante todo libros de propaganda de la fe en Jesús. Todo lo que se refiera al “hijo de Dios” en el sentido que hoy se entiende, pertenece a la fe.

Tampoco sé, ni incumbe a un mero historiador, cómo se puede aplicar una creencia a la vida cotidiana.

Siento no poder ayudarle más.



Saludos cordiales de Antonio Piñero
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com
Jueves, 30 de Abril 2015

Notas

Hoy escribe Fernando Bermejo

Informo hoy a los lectores sobre la aparición reciente de dos volúmenes –uno sobre Jesús, otro sobre maniqueísmo– que contienen sendas contribuciones de quien firma estas líneas. La noticia es a título meramente informativo, pues ambos volúmenes son excepcionalmente caros y específicos. Aun así, algunos aspectos de sus respectivos contenidos merecen una mención para nuestros lectores más curiosos.

El primer libro se titula Teaching the Historical Jesus. Issues and Exegesis, y ha sido publicado en Londres y Nueva York por la editorial Routledge, en enero de este año, habiendo sido su editor literario el catedrático emérito de Estudios Judíos en Los Angeles Valley College, Zev Garber. El proyecto, original y hasta idiosincrásico, fue concebido para exponer experiencias relacionadas con la enseñanza de la figura histórica de Jesús en diversos ámbitos, en particular universitarios (aunque no solo), a estudiantes de diversos trasfondos culturales.

La mayor parte de autores son profesores judíos norteamericanos, aunque hay también algunos cristianos; muchos de ellos son profesores de “Religious Studies”, Estudios Judíos y estudiosos de las relaciones entre judaísmo y cristianismo. Y en este grupo variopinto está también quien firma estas líneas. El lector interesado en saber algo más sobre este curioso proyecto puede ver más detalles en el siguiente enlace: http://www.routledge.com/books/details/9781138794610/

El segundo volumen es Mani in Dublin. Selected Papers from the Seventh International Conference of the International Association of Manichaean Studies in the Chester Beatty Library, Dublin, 8-12 September, 2009, Leiden / Boston, Brill, 2015, del que son editores literarios Siegfried G. Richter (profesor de Coptología en la Universidad de Münster), Charles Horton (antiguo director de las colecciones de la Chester Beatty Library) y el egiptólogo Klaus Ohlhafer.

El volumen, aparecido con considerable retraso por razones que no vienen al caso, recoge una selección de 22 contribuciones (en inglés, alemán y francés) de entre las presentadas en el congreso que la IAMS (Asociación Internacional de Estudios Maniqueos) celebró en Dublín hace ya seis años. Todos los volúmenes de Brill son caros, pero este lo es particularmente, dada la gran cantidad de ilustraciones a color que contiene.

De hecho, uno de los aspectos más apasionantes de este volumen es la importante proporción de trabajos sobre arte maniqueo, y en particular la atención dedicada a las pinturas medievales halladas en Japón procedentes de China, e identificadas como maniqueas en años recientes. El volumen contiene contribuciones de los (y las) mejores especialistas en arte maniqueo, como Zsuzsanna Gulácsi, Jorinde Ebert, Gábor Kósa y Yutaka Yoshida.

Otra de las dimensiones que hacen de este volumen algo tan interesante para los historiadores de la religión es la presencia de varios trabajos de especialistas chinos en torno a los últimos restos materiales de maniqueísmo hallados en China, en particular el templo de Cao’an, con una estatua de Mani que fue considerada durante mucho tiempo equivocadamente una representación de Buda.
El índice del volumen puede ser consultado en el siguiente enlace: http://www.brill.com/products/book/mani-dublin

Por si a algún lector le interesa, las referencias de mis contribuciones en estos volúmenes son accesibles en https://uned.academia.edu/FernandoBermejoRubio/Papers
Por el momento no he descargado los trabajos por razones de copyright de Brill y Routledge, pero todo se andará.

Saludos cordiales de Fernando Bermejo
Miércoles, 29 de Abril 2015
“Compartir” (95) de 28 de abril de 2015. Preguntas y respuestas

Escribe Antonio Piñero


Pregunta:

En esta ocasión, le hago la siguiente consulta: Los evangelios narran, que las mujeres pretendieron atender el cuerpo de Jesús días después de su fallecimiento. Siendo consciente, de que la narración de la muerte de tres días de Jesús obedece a la leyenda del cristo celestial, e independientemente de aceptar o no de si jesús recibió una sepultura personal, mi pregunta es, si es posible, en base a las reticencias que los judíos sentían hacia el trato con cadáveres, que el cadaver de una persona fuese atendido, cuando este ya había entrado en estado de putrefacción. Pienso que podría haber ecepciones, si el fallecimiento ocurriese en el día del Sabbat, o para evitar contaminarse el día de la pascua. De existir esas excepciones, ¿donde están documentadas?


Respuesta:

El trato con cadáveres es ambivalente en el judaísmo. Produce impureza ritual (¡¡que no es pecado aluno!!) y no permite ese día entrar en el Templo. Pero fuera de ese ámbito, la impureza desaparece en una semana.

Por otro lado, no enterrar, no “tratar” bien a un cadáver, sobre de familiares, proporcionarle las honras fúnebres convenientes y enterrarlo dignamente sería una ignominia en el judaísmo.

Por tanto, no hay contradicción alguna.

Para la legislación, repase el texto del Levítico, caps. 5, 11, 21. Los comentarios de los rabinos están la Misná y en el Talmud. El moderno comentario al Levítico de Milgrom (Google) es muy bueno y da toda suerte de información.

Pero observe, cómo la intención de las mujeres de embalsamar el cadáver demuestra indirectamente que las predicciones de su resurrección que el Jesús sinóptico hace tres veces son añadidos de la tradición puestos en boca de Jesús y no auténticos. Las mujeres, al menos, no tenían idea alguna de que Jesús iba a resucitar. El Evangelio de Juan (cap. 20: María Magdalena) lo demuestra igualmente.



Pr.:

Queria saber su opinion sobre este libro y sobre el autor si es posible:

-Introduccion al Antiguo Testamento(Jean-Louis Ska, SJ)ed.Sal Terrae

Y por ultimo saber que opina acerca de como la biblia nos enseña que la virgen Maria dio a luz a Jesus,ya que he visto ultimamente varias interpretaciones,como una que dice que Maria se pudo acostar con un soldado Romano...


R.:


Ese libro, como todos los editados por Sal Terrae en su serie científica, es bueno en líneas generales. Es naturalmente confesional, pero en él se encuentran las líneas modernas de interpretación general del Antiguo Testamento.

Sobre su segunda pregunta:

Nuestras únicas fuentes al respecto son los dos primeros capítulos de los evangelios canónicos de Lucas y Mateo. Reléalos por favor y lea también una buena introducción a estos textos de la infancia. Si ya estos son en grandísima parte legendarios, ¡cuánto más otras leyendas posteriores!

Le recomiendo, R. E. Brown, El nacimiento del Mesías, de Edit. Cristiandad, 1982. Y entrdo en años, pero aún muy bueno.

Y un libro mío reciente: La vida (oculta) de Jesús a la luz de los evangelios (canónicos) y apócrifos. Editorial “Libros del Olivo”, Madrid 2014.

Ahí tiene respuestas prácticamente a todo.


P.:

¿Tiene Usted alguna traducción de los evangelios?


R.:

Sí. Se titula "Todos los evangelios" y están todos los conservados hasta hoy: unos 83.

Lo publica. Editorial EDAF, Madrid, 2010 con varias reediciones. No sé el precio, Pero creo que en torno a los 20 euros. Debe de existir versión electrónica.


Pr.:

¿Qué son el “Testamento de Leví” y la “Víspera”? ¿Apócrifos?


R.:

“La Víspera”, como tal no me suena en absoluto. No sé qué es. Investigue, por favor, a ver si tiene algún otro nombre.


El Testamento de Leví es ciertamente un apócrifo del Antiguo Testamento, y muy importante. Pertenece a la obra judía “Testamentos de los XII Patriarcas y se cree que su base puede ser del siglo I c, aunque en la versión actual está muy elaborada por los escribas cristianos.

Consulte la obra colectiva “Apócrifos del Antiguo Testamento” de Editorial Cristiandad, Madrid, vol. V (de 1985) de seis, editados por A. Díez Macho y A. Piñero. En concreto vea la Introducción a los XII Patriarcas.

De mi selección de textos apócrifos (Apócrifos del Antiguo y del Nuevo Testamento. Selección de Antonio Piñero. Alianza Editorial, Colección “Religión y mitología”, Madrid 2010, 540 pp. ISBN: 978-84-206-6911-3. Libro de bolsillo, paso a copiarle lo que en ese libro ofrezco del Testamento de Leví:

Alabanza de la Ley y de la sabiduría que otorga (Testamento de Leví, 13, AAT V 55-56)

Hijos míos, esto os mando ahora: temed a nuestro Señor con todo el corazón; caminad con sencillez de acuerdo con su ley. Enseñad a leer a vuestros hijos, para que tengan sabiduría durante toda su vida, leyendo sin descanso la ley de Dios. Porque todo el que conoce la ley del Señor tendrá honra; no será un extraño allá donde vaya. Conseguirá en verdad muchos amigos, más que sus padres. Muchos hombres anhelarán ser su servidor y escuchar la Ley de sus labios. Obrad la justicia sobre la tierra, hijos míos, y la hallaréis en los cielos. Sembrad el bien en vuestras almas, para que lo encontréis en vuestras vidas. Pues si sembráis el mal, cosecharéis inquietud y tribulación. Adquirid diligentemente la sabiduría con el temor de Dios. Porque, aunque os conduzcan a la esclavitud, destruyan las ciudades y sus tierras, perezcan el oro, la plata y todas las riquezas, nadie podrá arrebatar al sabio su sabiduría, salvo la ceguera de la impiedad y la obstinación pecaminosa. La sabiduría será para él luz entre los enemigos, patria en tierra extraña, y amiga en medio de los adversarios. Si enseñas esto y lo pones en práctica, te sentarás en el trono con los reyes, como José nuestro hermano.

6. El mesías ejecuta las funciones ideales de Judá (guerreras) y las de Leví (sacerdotales): (Testamento de Leví, 16,1 + 18,1-19,4; AAT V 57-61)

He leído en el Libro de Henoc que andaréis errantes durante setenta semanas y que mancharéis el sacerdocio y profanaréis los sacrificios […] Después de que el Señor haya tomado venganza de ellos se interrumpirá el sacerdocio. Entonces suscitará el Señor un sacerdote nuevo, a quien serán reveladas todas las palabras del Señor. Él juzgará rectamente en la tierra durante muchos días. Brillará como el sol en la tierra, eliminará todas las tinieblas bajo el cielo, y habrá paz en todo el mundo. Los cielos se regocijarán en sus días, y la tierra se alegrará. Las nubes exultarán; el conocimiento del Señor se verterá sobre la tierra como agua de los mares; y los ángeles de la gloria se alegrarán en él. Desde el templo glorioso bajará sobre él la santificación con la voz del Padre, como la de Abrahán a Isaac. Le será concedida la gloria del Altísimo, y el espíritu de sabiduría y santidad reposará sobre él.

Él transmitirá a sus verdaderos hijos la grandeza del Señor por siempre y no tendrá otro sucesor de generación en generación eternamente. Durante su sacerdocio, los pueblos gentiles de la tierra abundarán en conocimiento y se verán iluminados por la gracia del Señor. Durante su sacerdocio se eliminará el pecado, y los impíos cesarán de obrar el mal. Él abrirá ciertamente las puertas del paraíso y apartará de Adán la espada amenazante. A los santos dará a comer del árbol de la vida, y el espíritu de la santidad estará sobre ellos. Él atará a Beliar y dará poder a sus hijos para pisotear a los malos espíritus. El Señor se regocijará en sus hijos y pondrá sus complacencias en sus amados para siempre. Entonces exultarán Abrahán, Isaac y Jacob. Yo me alegraré también y todos los santos se revestirán de alegría. Ahora, hijos míos, escuchad esto: escoged vosotros mismos entre la oscuridad y la luz; entre la ley del Señor y las obras de Beliar.

Respondimos todos a nuestro padre:

— Caminaremos delante del Señor, según su ley. Añadió nuestro padre: — Testigos son el Señor y sus ángeles; testigo yo y todos vosotros de las palabras de mi boca.

Respondimos:

— Testigos somos. Y así acabó nuestro padre de dar órdenes y recomendaciones a sus hijos; extendió sus pies y se unió a sus padres tras haber vivido ciento treinta y siete años. Le colocaron en un ataúd, y posteriormente lo enterraron en Hebrón al lado de Abrahán, Isaac y Jacob".


Saludos cordiales de Antonio Piñero
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com

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Por si pudiera ser de interés para algunos:


Este es el enlace de una postal / síntesis que un amable lector amigo ha compuesto, a base de intervenciones recientes mías, sobre la figura del Jesúsn histórico.

http://conectaconlahistoria.blogspot.com.es/…/existio-jesus…

Y otro amable lector me envía este vínculo, de otra entrevista que, según él ha investigado, no se ha dado a conocer aún en FBook y otros medios

http://canariasplural.com/…/795-evalgelios-el-puzle-perdido…

Saludos de nuevo,
A. Piñero
Martes, 28 de Abril 2015
Hoy escribe Gonzalo Del Cerro

Homilía XI

Retomamos nuestro comentario de la afirmación apodíctica de Pedro, según la cual “el conocimiento destruye la ignorancia”. Y la fuente impoluta del conocimiento es el Profeta Verdadero. En el amplio campo de la doctrina de este Profeta no hay espacio para la duda ni para la ignorancia. Su palabra es la Verdad sin el menor atisbo de oscuridad. Una vez que sabemos que es profeta, el definitivo, no tenemos problema sobre el alcance y el contenido de “toda la verdad” según la expresión de Juan 16,13.

El conocimiento, principio de unidad

El conocimiento es, además, principio de unidad. Frente a la sorpresa de que haya familiares que se separan unos de otros, Pedro considera que es lo más lógico y justo. Porq ue los que desean salvarse huyen de los que ni lo quieren ni lo buscan, ya que quieren perecer y hacer perecer. Pero el conocimiento une mentes e intenciones en la práctica de la verdad. Y la verdad es como la luz, que se posee y se emite para la iluminación de los que van por el camino recto.

Además, los que son sensatos no quieren separarse, sino convivir y ayudarse con la mutua presentación de las cosas mejores. La unidad es en opinión de Pedro fruto de la sensatez. Por ese motivo, los incrédulos, que no querían escucharse, se hacen la guerra separándose, persiguiéndose, odiándose. Los que sufren estas cosas, compadeciéndose de aquellos que están sufriendo las insidias de la ignorancia, oran mediante la doctrina de la prudencia por los que preparan males contra ellos, pues están convencidos de que la ignorancia es la causa de su pecado. El mismo Maestro Jesús, estando clavado, rogaba al Padre que quitara el pecado a los que lo mataban diciendo: “Padre, perdónales sus pecados, pues no saben lo que hacen” (Lc 23,34).

Como imitadores del Maestro, también ellos, en sus sufrimientos, ruegan por sus perseguidores tal como han sido instruidos. Por eso, ni odiando a sus padres, se separan de ellos, siendo así que elevan plegarias incluso por los que no eran sus padres sino sus enemigos, y tratan de amarlos como se les ha recomendado.

El amor al Padre, Dios Creador del universo

Uno de los deberes que la naturaleza impone a los hombres es el amor a los padres. Explicando qué son los padres, Pedro los define como “los autores del origen” (XI 21,2). Por esta suprema razón los hombres deben amar a Dios, Creador original del universo entero con todo su contenido, del que ha nombrado reyes a los hombres. Sin embargo, muchos seres humanos se olvidan de la verdad transcendental de su existencia y no aman al que es el origen del universo y eligen amar y dar culto a los ídolos, elementos insensibles sin conocimiento.

Los ídolos son creación del hombre

Es verdad que no siempre es fácil saber qué y quién es Dios, sin embargo, los seres racionales no pueden dejar de saber lo que Dios no es, como para comprender que Dios no es madera, ni piedra, ni bronce ni cualquiera otra cosa hecha de materia corruptible. Esos ídolos que tienen ojos y no ven, oídos y no oyen, cerebros imaginados, pero no piensan ni sienten. Los más ignorantes de los hombres saben perfectamente que Dios no es madera, ni piedra, ni bronce ni cualquiera otra cosa hecha de materia corruptible.

En consecuencia se pregunta Pedro: “¿Acaso no han sido cincelados con hierro, y el hierro que los ha cincelado no ha sido ablandado por fuego, y el fuego no se apaga con agua? ¿Y no tiene su movimiento el agua por el viento, y el viento no tiene su primer impulso de Dios que todo lo ha creado?” (Hom XI 22,1). Moisés narraba así la obra original de la creación: “En el principio hizo Dios el cielo y la tierra. La tierra estaba invisible y caótica, las tinieblas estaban sobre el abismo y el Espíritu de Dios se deslizaba sobre el agua” (Gén 1,2).

Este Espíritu, al decir de Dios, como si fuera su mano, fabricó todas las cosas separando la luz de las tinieblas; y después del cielo invisible, desplegó el visible, para que los ángeles de luz habitaran los lugares superiores, y lοs inferiores fueran habitadοs por el hombre y las cosas creadas para él. Porque la realidad es que “Dios hizo todo en favor de los hombres”.

Saludos cordiales. Gonzalo Del Cerro





Domingo, 26 de Abril 2015
Escribe Antonio Piñero


Pregunta:

Profesor, según Pablo en su epístola a los Filipenses (2,5-8) Jesús era Dios encarnado. Es posible que esa carta haya sido adulterada como se hizo con el Testimonio de Josefo?

Respuesta:

Su afirmación respecto a la comprensión del pensamiento de Pablo en esos versículos es demasiado tajante. No podemos afirmar que Pablo dijera eso porque no entendemos con seguridad qué es lo que quiso decir. Así que tampoco podemos afirmar que Filipenses esté adulterada. Y tampoco sabemos si Pablo tomó un himno cristiano previo y lo remodeló según su pensamiento o lo compuso él. Demasiadas preguntas sin respuestas seguras por parte de la interpretación a lo largo de los siglos. Y esto pasa muchas veces con las caras paulinas.

El pensamiento del himno parece corresponder al siguiente esquema: un ser superior, el Mesías, padece una notable humillación, sufre la muerte, pero luego –precisamente por esa humillación-- recibe su recompensa: es exaltado notablemente por la divinidad suprema (“conceder un nombre” significa otorgar a alguien un estado especial). Pablo sostiene que al igual que hizo con el Mesías, Dios hará con los elegidos. La renuncia a pretendidos o fundados derechos, la fraternidad a un mismo nivel de los que son o se creen superiores gracias a la imitación de Jesús, ha de formar uno de los rasgos sociales prioritarios que conforman la identidad de los seguidores del Mesías hasta que él venga, quienes han de poseer unos sentimientos como él.

Es discutidísimo entre los estudiosos cuál es la naturaleza del personaje que se humilla, y de ello depende si Pablo pensaba que el Mesías era una entidad divina preexistente –lo que más tarde quedaría formulado en el Prólogo del evangelio de Juan y alcanzaría su plenitud de definición en el Concilio de Calcedonia del 451--, o bien si, para el Apóstol, el Mesías era humano-divino ciertamente, pero no preexistente.

La primera interpretación, tradicional, argumenta que el Mesías, según el himno, es preexistente. Al existir desde siempre como Dios, tiene que descender del cielo. Se encarna entonces en un ser humano, es decir, adopta la forma de un esclavo y sufre obedientemente hasta la muerte en cruz. Por ello Dios lo exalta de nuevo hasta la plenitud de la divinidad, de modo que recibe la adoración del universo entero. Si el que se autohumilla es preexistente, el Apóstol presentaría a sus lectores un caso formidable y ejemplar de autohumillación.

En la segunda se acepta igualmente la intención didáctica de Pablo, pero se opina que para el ejemplo de autohumillación el Apóstol piensa en un mesías humano, no preexistente. Al ser el mesías, podría haber tenido en esta tierra una vida digna de un rey o de un héroe con mucho poder, pero se abajó a ser un hombre como los demás, o peor: fue como un esclavo y acabó en la cruz como tal.

El transfondo, de modo obscuro y casi implícito, al tratarse de una composición semipoética, de esta comparación sería doble. Por un lado, el relato de la creación según el Génesis en la que se dice que el hombre, hecho a imagen y semejanza de Dios es semejante a éste (Gn 1,27: tendría la forma de Dios). El Mesías sería el paradigma del ser humano perfecto, y podría haber vivido una vida excelente. Por otro, la concepción de un mesías humano se apoyaría en el paradigma de la contraposición entre el primer Adán y Jesús como segundo Adán, que en principio son ambos humanos. Tal esquema se halla en textos como Rom 5,14-15, Pero reinó la muerte desde Adán… Pues si por el delito de uno (solo) murieron todos ¡cuánto más la gracia de Dios y el don (otorgado) por la gracia de un solo hombre, Jesucristo, se ha desbordado sobre todos!, o 1 Cor 15,20.45: 20 Como, pues, en Adán mueren todos, así también en Cristo serán vivificados… 45 Y así está escrito: Fue hecho el primer hombre, Adán, alma viviente; el último Adán, espíritu que da vida. El himno sería una reflexión sobre la vida de Jesús, que no fue la existencia gloriosa, como mesías que era, de los señores, o héroes con grandes poderes, que eran aclamados como tales en los reinos de la época, sino que se abajó a una vida y muerte de esclavo. Pablo –sostienen algunos estudiosos-- estaría quizás contraponiendo las actitudes y la actuación política y humana de un gobernante malvado, Nerón en esa época, a la del Mesías que obró radicalmente al revés.

Esta segunda exégesis hace hincapié en la dificultad enorme de aceptar la preexistencia de un ser a quien Dios luego resucita (la exaltación a los cielos es también una forma antigua del judeocristianismo para expresar la resurrección) y sitúa en una posición privilegiada. Y es claro que en la segunda parte del himno se habla de una divinidad suprema y de una entidad inferior que es exaltada posteriormente al rango divino; de ningún modo se expresa la igualdad, por así decirlo, de sustancia divina propia de dos seres.

De cualquier modo, en las dos interpretaciones, el premio a la humillación es deslumbrante: o bien se recobra externamente el estatus divino que nunca se perdió, o bien la divinidad exalta al Mesías humano hasta un rango divino tras su resurrección: hay, pues, una apoteosis. Esta segunda interpretación es minoritaria y menos conocida, pero va ganando terreno.

Personalmente me inclino --tras muchas dudas y tras haber defendido desde hace tiempo la primera opción-- por esta segunda posibilidad, que veo en conjunto más congruente con el pensamiento global de un Pablo judío y practicante, aunque debe confesarse que el v. 6 es difícil. No es lo mismo en griego ser in eikôn, una “imagen” de Dios, que “existir en forma de” (griego en morphéi theoû hypárchein) de Dios, que apunta hacia la unidad de forma y sustancia. Estaríamos en uno de los casos difíciles de imprecisión retórica en los que Pablo, que está pensando siempre en el Cristo celestial, retroproyecta poéticamente al Jesús humano cualidades divinas, como en 1 Cor 10,4 y 15,45-49.

Sea cual fuere la interpretación que se adopte, la lección moral del himno es clara: los que viven en Cristo no deben aferrarse a su situación de privilegiados (por su llamada y su fe), sino ser humildes entre sí como esclavos de Dios, obedientes a Él hasta la muerte si es preciso, como Cristo. Recibirán luego una espléndida recompensa. La identidad cristiana hasta la parusía se forma por medio de la imitación de Mesías.

Pregunta:
.
Mi pregunta es concerniente a los calvinistas. Ellos dicen que en Efesios 1 y Romanos 8 la palabra que se utiliza para "predestinacion" es "proorizo" . Y aunque estoy de acuerdo con eso tengo mis dudas sobre si en realidad "proorizo" significa "predestinacion". ¿Cuál es en realidad el significado de la palabra en griego "proorizo". Estaré agradecido por su ayuda.

Respuesta:

Voy a dejar de lado Efesios 1,5.11, que es de un discípulo de Pablo, y que en general comenta y precisa Colosenses, y me concentraré en Romanos 8,29.30, que es genuinamente paulina. Mi traducción es. “Y a los que predestinó (griego proórisen) a ésos también los llamó; y a los que llamó los justificó; a los que justificó, a ésos también los glorificó”. Hóros en griego significa “límite”, “término” (de ahí viene el vocablo “horizonte”= el límite o término de nuestra vista, que parece como una raya detrás de la cual no vemos más); y el preverbio pro- significa como el castellano pre- : lo anterior lo previo. Por tanto, “Dios puso límites previos a algo, en esta caso a una llamada, destinada a la justificación (= declaración de un hombre antes pecador como justo delante del triobunad divino), y los glorificó (= pasada la existencia terrena, vivirán una vida de gloria, participando de la gloria divina, en el paraíso).

Personalmente creo que Pablo defendía la predestinación divina. Pero a la vez (contradictoriamente desde nuestro punto de vista) defendía la libertad humana de rechazar la llamada = Flp 3,12-14, Pablo sostiene que la llamada de Dios incita a vivir y comportarse de tal modo (según la ley del Mesías) que se consuma la elección/llamada: “No que lo haya ya conseguido o que sea ya perfecto, sino que sigo persiguiéndolo por si consigo alcanzarlo, en cuanto que yo mismo he sido alcanzado por Cristo Jesús. 13 Hermanos, yo mismo no creo haberlo alcanzado todavía. Pero una cosa: olvidándome de lo que dejé atrás, me estiro y me lanzo hacia el objetivo, 14 y corro hacia el galardón de la llamada de Dios, desde lo alto en Cristo Jesús”.

Espero que dentro de poco, a lo largo del ms de mayo 2015, vea la luz mi “Guía para entender a Pablo. Una interpretación del pensamiento paulino, Edit. Trotta, Madrid, donde en una “Aclaración” trato el problema de la “llamada, elección y predestinación”.

Saludos cordiales de Antonio Piñero
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com
Domingo, 26 de Abril 2015
Conversaciones con el biblista Josep Rius-Camps (576)
Escribe Antonio Piñero

Tengo que confesar que he acabado entusiasmado con este libro. Hay partes que les he leído dos veces y en conjunto me ha parecido tan interesante como el relato de las aventuras de un héroe nada común. Y como Josep se define a sí mismo, entre otras cosas, como un detective dentro de la ciencia filológica bíblica, el relato de su vida me parece que se adecúa perfectamente a esta definición. Como conozco a Rius Camps desde hace décadas y siempre lo he admirado mucho, aunque en las reseñas de sus obras le hay puesto a veces ciertas pegas, hago esta reseña desde la admiración, pero no por ello a ojos ciegas. Por eso me dolió mucho que a la presentación que se hizo en público en Madrid, organizada por José Manuel Vidal, director de “Religiondigital”, y a pesar de la repetida propaganda que se hizo, no fueran más que unas quince o veinte personas. Y la mayoría catalanas, por lo que oí hablar. Además el formato de esa presentación, como si la obra de Rius Camps fuese una tesis doctoral, cuya brillantez se da por supuesta, pero a la que hay que poner “pegas” ante todo, no sé si fue muy acertada.

Una pena lo de la falta de público. Porque el contacto con los grandes hombres enriquece muchísimo. Y además el libro está en castellano, no hay barrera lingüística alguna. No sé si la “gente nueva” considera ya poco atractivo el trabajo filológico serio, o si hay –además— un divorcio entre los catalanes y el resto de los españoles, que explique un cierto desinterés. No lo sé. Es este un terreno complicado, pero –digo lo que siento— si los “mesetarios” consideráramos la lengua catalana como totalmente nuestra, y aprendiéramos en la escuela aunque fueran los rudimentos de ella, y si interiorizáramos más la idea no de “España”, sino de “las Españas”, parte de los problemas de entendimiento desaparecerían. Lo escrito en catalán es nuestro. Y a la inversa, si los catalanes consideraran la lengua y cultura castellana como totalmente suya, sería difícil de entender eso del “divorcio de sentimientos” y el alejamiento afectivo entre “castellanos” y catalanes”.

Y volviendo al libro: me ha gustado mucho porque en Rius Camps veo al científico insobornable, totalmente en busca de lo que cree más acertado; un científico que no se deja acogotar por la presión de los “grandes” teólogos o filólogos del pasado, que trabaja directamente sobre los textos, que se toma todo el tiempo posible, sin prisas para realizar un trabajo bien hecho. Recuerdo a este propósito una conversación con Josep Montserrat (del que hace poco reseñé su libro “¿Quién mató a Jesús? La patraña del pueblo deicida”) sobre Rius Camps y su tarea en la interpretación de la Literatura Pseudoclementina. El tema lo había sacado yo porque estaba ponderando ante Josep un largo artículo de Rius Camps en la Revista Catalana de 1975, sobre Las Pseudo Clementinas cuya fotocopia no encontraba ya entre mis libros, en donde planteaba una nueva interpretación de esta literatura, y donde Rius rebatía punto por punto la interpretación “canónica” en Alemania de esta obra, complejísima e interesante, hecha por Georg Strecker de la Universidad de Tubinga, y que era aceptada por la mayoría.

Me contaba Montserrat lo admirado que él estaba cuando vio el fichero, o índice de vocablos, hecho manualmente, compuesto de miles de fichas metidas en cajas de zapatos, confeccionado por Rius, y gracias al cual pudo rebatir la teoría interpretativa de Strecker. Y con éxito. A mí por lo menos me ha convencido, aunque aseguro que yo dudaba, ya mucho antes, de las hipótesis de Strecker. La contribución de Rius será sin duda importante a la edición científica del último volumen (el cuarto) de los Hechos apócrifos de los apóstoles, que estamos preparando Gonzalo del Cerro y yo para la B.A.C.

Yo recordaba a Montserrat cómo había visto el Nuevo Testamento griego de Rius (y también una edición de las cartas de Ignacio de Antioquía) donde todo él se veía subrayado con diversos colores, como dividido por temas. Nada de ir a la bibliografía primero y dejarse influenciar por ella. Primero a los textos originales y leérselos tantas veces cuantas sean necesarias para casi aprendérselos de memoria en griego. También hablamos de la aportación de Rius Camps en el campo de la edición e interpretación de la mencionada obra de Ignacio de Antioquía (la fecha de composición del corpus actual sigue siendo insegura). Creo que la obra de Rius ha dejado en claro que no puede admitirse como auténtico todo el corpus ignaciano. Y que hay que andarse con cuidado. De las siete cartas más menos la mitad pueden ser auténticas y las otras son falsas o interpoladas.

Y continué la conversación con Montserrat admirando el trabajo previo de Rius sobre el Códice Bezae Cantabrigensis (manuscrito D), antes de sus grandes obras sobre él, que a lo largo de decenios había hecho este incansable detective de la ciencia estudiando una por una las variantes de ese códice, y como el fruto de su tarea infatigable (un enorme monto de artículos técnicos sobre cada una de las variantes publicados en la revista Filología Neotestamentaria) había causado mi admiración durante años. El fruto de esta tarea ha sido el comentario en 4 volúmenes a los Hechos de los apóstoles, también aparecido en inglés, y su edición conjunta de Lucas/Hechos.

A este respecto Rius acepta, naturalmente, la tesis de un autor único de la doble obra, pero que no es éste el Lucas clásico, sino otro personaje de la sociedad jerusalemita, un maestro judío, que dedica la obra al sumo sacerdote Teófilo para explicarle como es la “secta” (“opinión teológica”, griego haíresis, acerca de Jesús como mesías) a un personaje tan importante cono Teófilo, hijo de Anás y cuñado de Caifás. Esta última obra está hecha, así como el Comentario a Hechos, en colaboración con Jenny Red-Heimerdinger, biblista británica.

Y finalmente hablamos los dos, Montserrat y yo, del libro de Rius sobre Marcos (cuya reseña publiqué en este Blog) con sus luces y sus sombras. Que se admita o no que sean exactamente tres ediciones como Rius propone es harina de otro costal. Pero que ciertamente el núcleo de su tesis es acertado se indica en el hecho de que me parece indudable que el “Evangelio de Marcos” que leemos no es la primera edición que salió de la pluma de su autor.

Y ahora me voy a permitir transcribir lo que aparece escrito en la contracubierta del libro, porque me parece que no podría decirlo yo mejor con mis propias palabras. En lo que sigue se indica qué significa este interesantísimo volumen: “Brillantez intelectual, profundidad espiritual, riqueza discursiva, calidez humana, son algunos de los rasgos que permiten caracterizar, por simple aproximación, un carisma imposible de explicar con palabras: el del teólogo, patrólogo y biblista Josep Rius-Camps. Erudito apasionado, destaca por la originalidad y osadía de sus aportaciones en los ámbitos bíblico y patrístico.

En este libro, Josep Rius Camps explica no solamente los resultados de sus investigaciones, sino la manera como lo ha logrado. Encontramos también el relato de una vida nada convencional (estudios normales de bachillerato; formación en un seminario, estudios de teología en Roma y en Alemania, docencia en ese país, retorno a Cataluña, instalación en una ermita cercana a Barcelona…) así como intuiciones en torno a temas (filosóficos, teológicos, de la vida en general…) que no son objeto de investigaciones académicas, pero sí de sus inquietudes, digamos “existenciales”.

El libro sorprende por la profundidad de los intereses sustanciales de Josep Rius Camps y por los episodios desconocidos de su vida, constituida no solamente por hechos exteriores, sino también por acontecimiento muy importantes de carácter interior”.

Y, por parte no tengo nada más que decir que felicitar muy cordialmente a Ignasi Moreta, el director de la Editorial Fragmenta que edita el libro, por esta idea tan fecunda y tan apasionante, como es acercarse a la vida de quien es y ha sido verdaderamente importante en la vida cultural y religiosa de este país y que ha influido, y mucho, en nosotros.

He aquí la ficha completa y seguida del libro: Ignasi Moreta, “Conversaciones con el biblista Josep Rius-Camps”, Fragmenta Editorial, 978-84- 15518-06-8, 252 pp. El original fue editado en catalán y la versión castellana es del mismo Ignasi Moreta, con revisión de Josep Rius Camps.

Saludos cordiales de Antonio Piñero
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com



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Para los residentes en Madrid

Por si alguien tiene interés, os aviso de que
Hoy sábado 25 de abril de 2015, pronunciaré una conferencia con el título

“Los milagros de Jesús. Perspectiva histórica”

en el Museo de Ciencias Esotéricas de la calle HERMOSILLA 95 bajo, Madrid.

Hora: 13.00 (es un poco rara, pero ahora los datos son correctos).


Saludos
Jueves, 23 de Abril 2015
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Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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