CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
Hoy escribe Fernando Bermejo


Continuamos hoy nuestra reseña de la obra de Franco Tommasi Non c’è Cristo che tenga. Silenzi, invenzioni e imbarazzi alle origini del cristianesimo: Qual è il Gesù storico più credibile?, Manni Editore, Lecce, 2014, una obra de un no especialista que pretende ofrecer una panorámica de las posiciones sobre la figura histórica de Jesús.

El autor no oculta que Non c’è Cristo che tenga (en adelante, NCCCT) es un libro cuyos materiales surgieron de forma fragmentaria, y que su intención no es la de efectuar una exposición del todo sistemática. Sin embargo, la obra está ordenada y claramente estructurada en tres partes. La primera se titula “I Problemi aperti”, y está dedicada a los hechos básicos que deberían ser el punto de partida de toda investigación crítica. Tommasi identifica tres problemas:

1: Las fuentes no cristianas, con alguna excepción, apenas tienen referencias a Jesús; y las fuentes cristianas más antiguas (Pablo y la denominada Q) no contienen precisamente mucho del material biográfico aportado por los evangelios

2: Una parte conspicua de los datos contenidos en las fuentes cristianas del s. I es el resultado de creatividad teológica y fantasía piadosa

3: La tradición cristiana ha conservado varios elementos (material embarazoso) que contradicen claramente la imagen de Jesús que esas mismas fuentes intentan construir.

La segunda parte está dedicada a las reconstrucciones de Jesús, y al mismo tiempo a las explicaciones que se han ofrecido de los llamativos hechos reseñados en la primera parte.

El autor identifica cinco posiciones:

1) La fundamentalista;

2) Las cristianas moderadas, que intentan salvar el núcleo de la imagen tradicional, confesional;

3) Las concepciones sobre la personalidad de Jesús –que el autor califica como “no confesionales”– como un profeta apocalíptico o como un innovador religioso y ético;

4) La reconstrucción de un Jesús implicado en ideología y/o actividad antirromana;

5) La visión mitista, según la cual Jesús no existió.

La tercera parte es la más breve, y contiene un conjunto heterogéneo de reflexiones sobre el cristianismo y sobre los modos en que los autores cristianos defienden su tradición. La obra se cierra con dos largos Apéndices:

• Uno de ellos contiene información útil acerca de cuestiones básicas relacionadas con el tema del libro (un glosario, información sobre las fuentes, criterios de historicidad…);

• El otro está dedicado a poner sobre la mesa, con toda sinceridad, la posición personal del autor con respecto a las creencias religiosas y al cristianismo en particular.

Aunque la posición fundamentalista es resumida en un par de páginas –no parece, en realidad, haber mucho más que decir sobre ella –, NCCCT examina y evalúa cuidadosamente cada una de las restantes posiciones identificadas por el autor, dedicando a cada una un capítulo.

Prueba de la independencia de juicio y apertura de miras de Tommasi es que, mientras la mayor parte de autores descarta de antemano la posición mitista como obsoleta y descabellada, Tommasi dedica a esta posición, y especialmente a la obra de Robert Price, más de una veintena de páginas. Es una pena que la obra de Richard Carrier, On the Historicity of Jesus. Why We Might Have Reason for Doubt, publicada en 2014, y que entretanto se ha convertido en la obra de referencia para las posiciones mitistas, no haya podido ser examinada por Tommasi.

Lo que es aún más interesante, Tommasi dedica algunas (pocas) páginas a intentar detectar la existencia de cierto espacio de posible convergencia entre el mitismo, las posiciones mayoritarias y la obra de los defensores de un Jesús antirromano. Esta propuesta parecerá discutible, pero el hecho mismo de formularla prueba la falta de prejuicios del autor.

Continuará.

Saludos cordiales de Fernando Bermejo
b[
Miércoles, 7 de Octubre 2015
Escribe Antonio Piñero:


Pregunta:


Shalom, qué tanta veracidad hay en los escritos llamados "nuevo testamento" la
mayoría de judíos que conozco no aceptan tales escritos por sus aparentes
oposiciones a la Toráh, son escritos judíos? Podrían haberse escrito primero
en idioma hebreo?


Respuesta:

Su pregunta es demasiado general y no puede responderse como tal. El Nuevo Testamento, aparentemente tan pequeño en comparación con el Antiguo, es una mina de información no solo sobre Jesús sino sobre cientos de personajes del siglo I de nuestra era. Contiene pequeñas narraciones, historias, leyendas, dichos y sentencias, consejos morales, citas del Antiguo Testamento. y mil cosas más. Por tanto no se puede globalizar. Hay que tomar pasaje por pasaje y aplicarle las mismas reglas y normas que el historiador y el crítico literario usa para averiguar el grado de historicidad de cualquier texto de la Antigüedad. Con esto le digo que hay que ir uno por uno., y hay que estudiar mucho para aplicar esas reglas con todo sentido.

Pero el argumento de que los judíos no acepten el Nuevo Testamento no vale para nada. Es lo mismo que si me preguntara qué veracidad tienen los escritos del budismo pali porque los cristianos no lo aceptan como Escritura sagrada. Tampoco aceptamos el Corán…, etc. Hay que buscar otros argumentos.


Tampoco tiene sentido preguntar si los escritos del Nuevo Testamento podrían haberse escrito en hebreo. En primer lugar porque no se hablaba hebreo, sino arameo en el Israel del siglo I. Y, en segundo, porque los escritos del Nuevo Testamento pertenecen a una época en la que la mayoría de los creyentes y los posibles conversos a la fe en Jesús como mesías hablaban griego, que era el idioma común en el Mediterráneo oriental en el siglo I.



Pregunta:



Si bien la costumbre de ayunar en el pueblo judío ha quedado aligerada solo a 24 horas al año durante de su fiesta sagrada del Yom Kipur o «día de la humillación», me gustaría saber si en tiempos de Jesús ¿se ayunaba más veces al año por motivos religiosos, si había grupos o sectores religiosos concretos que lo hacían habitualmente y si esta costumbre la llevaban a cabo una vez por semana o una vez al mes, etc.?


RESPUESTA:


En tiempos de Jesús las costumbres eran eso, hábitos no fijos. Pero sabemos que los fariseos ayunaban normalmente los lunes y jueves de todas las semanas del año. Además del ayuno del Yom Kippur, y muchos otros ayunos voluntarios por peticiones a la divinidad y festividades religiosas, los esenios ayunaban más veces aún y con cualquier pretexto.


No tengo tiempo ahora de ofrecerle referencias concretas. Pero las puede encontrar en los múltiples libros que tratan del tema “el judaísmo en tiempos del Segundo Templo”, “En tiempos de Jesús”, “En el siglo I”, como las obras de E. Schürer, ante todo, y E. Sanders, F. Abel, Ch. Guignebert, M.-J. Lagrange, etc. Busque por favor
en Internet.

El ayuno, la limosna, la oración, el enterrar convenientemente a los difuntos, eran las virtudes capitales del judaísmo del Segundo Templo.


Pregunta:



Dice 1Pedro 5:13 la cuidad "Babilonia". Será cierto que se esta refiriendo a Roma?



RESPUESTA:


Sin duda alguna, puesto que ya existía –como se ve por el Apocalipsis 14,8 y 16,19-- la tradición cristina de designar a Roma como la corrupción completa, imaginada como la Babilonia antigua




Pregunta:



Pedro murió crucificado. Algunos autores dicen que cabeza abajo puede ser que encuentre ecos en Juan 21:18-19. Usted creer que Pedro murió con la cabeza abajo como dicen algunos autores?




RESPUESTA:


Que Pedro murió crucificado es un dato de la tradición, quizás legendaria. “Algunos autores” se refiere –supongo-- a los que recogen la tradición de los Hechos apócrifos de Pedro 37 (anteriores al 197 d.C., ya que aparecen citados en el De baptismo, de Tertuliano, de esa fecha. Vea la edición española de Piñero-del Cerro, Hechos apócrifos de los Apóstoles, vol. I, p. 659, Madrid, Editorial “Biblioteca de autores cristianos”, 2004.



Pregunta:



¿Por qué Jesús de Nazaret no le aplicaron la ley judía, sino, la romana. A Esteban si le aplicaron la ley judía?




RESPUESTA:


Esta pregunta puede ser resuelta por uno mismo, reflexionando un poco sobre el texto del Nuevo Testamento

Porque la condena de Jesús, por los romanos, fue por sedición contra el Imperio, por un delito de leda majestad contra el emperador Tiberio. Además, los judíos no tenían derecho a condenar a nadie a pena de muerte (el denominado ius gladii). Hemos tratado este tema en el Blog. Búsquelo por favor.

El caso de Esteban (Hechos 7), si es que es estrictamente histórico –y muchas dudas al respecto--, fue un linchamiento de la plebe por presunta blasfemia contra el Templo y Moisés. Ahí había hechos consumados, y la autoridad romana no intervino.


Saludos cordiales de Antonio Piñero
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com
Lunes, 5 de Octubre 2015
Escribe Antonio Piñero



Queridos amigos:


Después de una pausa de unos veinticinco días retomo mi contacto con vosotros. A la verdad que después de casi tres años seguidos sin sábados ni domingos, ni julios ni agostos, ni Semanas Santas ni Navidades, mi ánimo necesitaba un respiro. Parece, sin embargo, que vuelvo oxigenado. Pero hasta dentro de unos meses los trabajos de preparación de la edición de “Los libros del Nuevo Testamento”, o primer volumen de la “Biblia de san Millán”, a saber, ese “Nuevo Testamento puramente universitario, histórico-crítico y crítico-literario, independiente y no militante” me va absorber de tal manera que apenas podré hacer otra cosa. Así que escribiré lo que me sea posible.

Un lector de Santiago de Chile, Juan Ignacio Cahis, que no tiene inconveniente en que cite su nombre me envía una pregunta sobre Pablo y ofrece a todos un resumen de una obra de Woods sobre el pensamiento del Apóstol, que creo conveniente reproducir una vez que él me ha dado su permiso. Consta de unas preguntas junto con un conveniente resumen del libro y mi respuesta. Ahí va.


Pregunta:


Después de haber terminado de leer su excelente libro recién publicado: "Guía para entender a Pablo de Tarso", cayó en mis manos un libro en inglés llamado: "Pauline Paradoxes Decoded", de Michael Wood, Tubi Publishing LLC, 2013. El libro tiene más de 520 páginas, pero el autor dedica solamente 61 para exponer su teoría, y el resto lo dedica a demostrar que con ella, todas las supuestas incongruencias de San Pablo indicadas por Räisänen, Sanders, Dunn, Wright, Campbell, y otros, se resuelven sin ningún problema y en forma coherente.

Básicamente, el autor indica que en los tiempos de Pablo existía una tradición de dividir los mandamientos de la Ley de Moisés en dos grupos:

-) Los "mitzvot ben adam la-Makom" cuya obediencia habría sido rechazada como innecesaria por Pablo para los gentiles, y
-) Los "mitzvot ben adam la-chavero" cuya obediencia sigue siendo válida para todos.

El autor justifica esta división en dos grupos de los mandamientos de la Ley de Moisés con una cita de la Mishna reforzada por Maimónides. También indica que una de las soluciones tradicionales al problema, la de dividir los mandamientos de la Torah en rituales y morales NO soluciona las supuestas incongruencias de Pablo, ya que deja, según él, muchos cabos sin atar.

Profesor Piñero, le incluyo en el presente email, para su mejor comprensión, un resumen que hice en castellano, de solamente una página y media, de las 61 páginas en que Wood expone su teoría. Frente a ella me hago dos preguntas:

-) La Mishna es posterior a Pablo, aunque no mucho para esa época. ¿Es posible que en la época de Pablo ya hubiese una tradición oral que dividiese los mandamientos de la Torah en esos dos grupos, y que pudiese ser de dominio común en los medios fariseos, y por consiguiente conocida por Pablo?

-) ¿Puede ser posible que una teoría tan simple pueda borrar de un plumazo todas las supuestas incongruencias de Pablo? ¿No sería demasiado pedir?

Disculpe mi audacia, pero no creo que exista otra persona más capacitada que Usted para orientarme en este asunto.

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El resumen de J.I. Cahis LI. de la tesis principal de Woods es el siguiente:


El libro, después de una breve introducción en que detalla los problemas que ha suscitado la difícil solución a las supuestas incongruencias entre los diferentes textos de Pablo referentes a la Ley, citando a diversos autores como Heikki Räisänen y otros, propone una solución basada en los siguientes puntos: El Judaísmo ha dividido tradicionalmente los Mandamientos de su Ley en dos categorías (Mishna Yoma 8, 9) NOTA1: 

•Los Mandamientos que relacionan al hombre con Dios (“mitzvot ben adam la-Mokom”)

•Los Mandamientos que relacionan al hombre con su prójimo (“mizvot ben adam lachavero”)

Entre los del primer grupo se sitúan todos los requerimientos rituales (como ser la circuncisión, las comidas prohibidas, no usar vestidos de dos tipos de tela diferentes, etc.) y, según Maimónides, también todos los requerimientos de pureza sexual (como ser no tener sexo con la mujer mientras está con la menstruación, los hombres no deben practicar la penetración homosexual, no permitir en la comunidad a hombres con los testículos dañados, etc.).

Entre los del segundo grupo se sitúan todos los Mandamientos que derivan de Levítico 19, 18: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”.NOTA2


El autor incluye allí numerosas citas de la Torah relacionadas con la Justicia, la Filantropía, etc. Hay que hacer notar que, según el autor y siguiendo a Maimónides, algunas prohibiciones de tipo sexual pertenecen al primer grupo cuando no se abusa de otra persona (ej. la homosexualidad en sí) y otras al segundo grupo cuando implican un daño ético a un tercero (ej. el adulterio).

El autor prosigue su argumento citando a Filón de Alejandría quien llama “dikaiomata” a los mandamientos del segundo grupo, palabra que significaría “Código de Ética”. Filón reclama la existencia de judíos que consideran como válidos solamente los mandamientos del segundo grupo, los “dikaiomata”, desechando los del primer grupo. Pablo, según el autor, sería uno de ellos (Romanos 13).

El autor continúa diciendo que cuando Pablo habla a los Gentiles de cumplir con la ley Judía, él se refiere solamente a los “dikaiomata”, citando a Romanos 2, 26. Para ello, el autor se basa en un comentario del Patriarca Focio de Constantinopla que dice: Cuando Pablo habla a los judíos les habla de “la Torah”, cuando le habla a los incircuncisos, les habla de “la dikaiomata de la Torah”.

Cabe destacar que los “Incircuncisos de Pablo” eran Gentiles pertenecientes a la categoría Judía de “Temerosos de Dios”, esto es, Gentiles que asistían regularmente a las sinagogas y que ya tenían algún conocimiento de la Torah. También, los destinatarios de las cartas de Pablo ya conocían los conceptos básicos de la enseñanza de Jesús de Nazaret, ya sea porque les fueron enseñados por terceros (en el caso de los de la Carta a los Romanos), o ya sea porque les fueron enseñados por el mismo Pablo con anterioridad (en el caso de los del resto de las Cartas auténticas).

Luego, el autor prosigue aclarando algunas citas de Pablo como aquella que dice tener sexo con una prostituta no es ilegal, pero es inconveniente. Para el autor, esto no es una contradicción, ya que la prohibición de la prostitución por si misma está dentro de los mandamientos del primer grupo, los que Pablo considera derogados para los Gentiles, pero eso no significa que la prostitución no pueda ser inconveniente si con ello se daña a otra persona.

El autor también aclara que no es correcto suponer que Pablo incluye los diez mandamientos en su totalidad dentro de aquella parte de la Ley Judía que él acepta. Él argumenta de que si eso fuese cierto, Pablo no hubiese aceptado nunca el comer carne sacrificada a los ídolos, ya que esto hubiese significado caer en la idolatría, cosa que está clara y enfáticamente prohibida en el primer mandamiento del Decálogo.

Por ello, el autor vuelve a insistir que lo que diferencia a los dos grupos de mandamientos no es la ritualidad o moralidad de estos, sino a quien se refieren: si se refieren a la relación del hombre con Dios (pureza, etc.), son del primer grupo. En caso contrario, si se refieren a la relación del hombre con el hombre, son del segundo grupo. A continuación, el autor se refiere al Documento de Qumran 4QMMT, que utiliza el término “Obras de la Ley” al igual que Pablo. Entre los alrededor de veinte casos que dicho documento cita como “Obras de la Ley”, todos ellos se refieren a mandamientos del primer grupo.


De allí el autor concluye que la categorización de las “Obras de la Ley”, o “Tareas de la Torah” como prefiere llamarlas, citando los términos griegos que Pablo utiliza en Romanos 3, como aquellos “trabajos” (gr. “ergon”, “erga”) derivados de cumplir la Torah (gr. “nomos”), o sea los mandamientos del primer grupo, era un concepto que no era raro en su época.

En contraposición a su explicación de que Pablo considera derogados los mandamientos del primer grupo, el autor afirma que cuando Pablo se refiere a la “Ley de Cristo”, se refiere exclusivamente a los mandamientos del segundo grupo (Gálatas 5, 13b-14).

Pablo escribió sus cartas presuponiendo que cada lector de ellas ya sabía previamente que solamente la dikaiomata (“mizvot ben adam la-chavero”) era la Ley de Cristo, y que los “Trabajos de la Torah” (“mitzvot ben adam la-Makom”) no lo eran.

Esta diferenciación, según el autor, no queda clara en la mayoría de las traducciones de la Biblia, en que los traductores utilizan el término “Ley” indistintamente para referirse a la Torah (la Ley Judía) o a la Ley de Cristo, cosa, que según él, quedaría clara en el contexto griego original. Por ello, sugiere traducir por “Torah” cuando Pablo se refiere a la Ley Judía, y por “Ley de Cristo” cuando se refiere a la “dikaiomata”.

El autor finaliza este capítulo haciendo ver que la Epístola de Santiago se refiere exclusivamente a mandamientos del Antiguo Testamento que se refieren al segundo grupo, por lo que no hay contradicción entre ella y la enseñanza de Pablo. Luego, el autor destina más de 450 páginas a analizar, una por una, los reclamos de Biblistas anteriores a él sobre las supuestas contradicciones de Pablo, las que él estima que se solucionan todas con su enfoque.

NOTA 1: Al que dice: «pecaré y me arrepentiré, pecaré y me arrepentiré», no se le dará la posibilidad de hacer penitencia. «Pecaré y en el día del perdón se me perdonará», en el día del perdón no se le perdonará. Los pecados contra el prójimo no se perdonan en el día del perdón en tanto no lo consienta su prójimo. Esto lo explicaba Rabí Eleazar ben Azarías: de todos los pecados (inferidos) contra el Señor seréis purificados {Lev 16,30}, esto es, los pecados contra Dios son perdonados en el día del perdón; los pecados contra el prójimo no son perdonados en el día del perdón hasta que no lo consienta su prójimo. Rabí Aquiba dice: feliz de ti, oh Israel, ¿ante quién sois purificados? ¿Quién os purifica? Vuestro padre que está en los cielos, pues está escrito: rocié sobre vosotros aguas puras y habéis quedado limpios {Ez 36,25}, Se dice también: el Señor es la esperanza de Israel {Jer 17,13}. Como la piscina {piscina=esperanza=miqwe} purifica lo impuro, así el Santo, bendito sea, purifica a Israel.


NOTA 2: “No odies en tu corazón a tu hermano, pero corrige a tu prójimo, para que no cargues con un pecado por su causa. No te vengarás ni guardarás rencor a tu propio pueblo. Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo, Yahvé.” 2


Respuesta de A.P.:


En líneas generales, tal como puede comprobarse incluso por ese simple resumen, Woods camina por un sendero correcto. En mi obra sobre la interpretación del pensamiento de Pablo he explicado hasta la saciedad la división entre Ley eterna y universalmente válida y ley específica y temporal (en lagunas perspectivas). Creo que la diferencia con Wood estima que yo obtengo de la lectura de Pablo mismo esta distinción y no la saco de la Misná ni la refuerzo con Maimónides que es de los siglos XI y XII d.C. Insiste sobre todo en una idea muy judía y es que la “Ley cambia en época mesiánica” y en que el Mesías tiene autoridad para interpretarla y matizarla.

Sí estoy convencido –e intento probarlo con textos de seguidores judíos de Pablo, como son los evangelistas Marcos y Mateo— de que el judeocristianismo daba por supuesto que esa distinción era común en la época. Y luego lo refuerzo con unos diez o doce textos de rabinos desde los siglos III al V d.C. que sostienen que “La Ley cambia en la época mesiánica”. En la Cábala judía se da por supuesta esta distinción.

Por tanto acudir a la Misná (compuesta hacia el 220) no es en sí erróneo, ya que transmite opiniones de rabinos desde el 170 a.C. (son pocas, como las de Antígono de Soco) y bastantes que pueden ser de época anterior al 70 d.C.

Ciertamente tanto la idea de Woods, como mi interpretación, no son teorías tan simples. En mi caso mi interpretación unida al estudio extenso de la concepción de la naturaleza del mesías según Pablo que tiene una “parte” de celestial –que explico en mi libro con multitud de textos desde el siglo IV a.C. hasta el siglo II d.C. –. La tres ideas (naturaleza del Mesías; la Ley no es simple sino compleja, dividida en universal/eterna y temporal y específica para los judíos; la Ley cambia en la época mesiánica) explican bastante bien a Pablo…diría que al menos en 95 %.

No puedo admitir que Pablo sea un autor contradictorio, ni Woods tampoco. No hubiera tenido seguidores. Sólo sostengo, como Woods, que sus cartas son circunstanciales, que no tenemos todas las claves –que éstas están implícitas solo en sus cartas —y que si las tuviéramos (por ejemplo qué le respondieron a Pablo sus corresponsales; qué les predicaba Pablo oralmente), veríamos que el Apóstol no fue contradictorio. Creo que esto queda clarísimo en mi libro.

Por último, tendré que estudiar a fondo a Woods para valorarlo, pero “a bote pronto”, leyendo el resumen de su obra, creo que mi interpretación es más compleja, profunda, y fundada y se atiene mucho más a los datos de Pablo mismo. Pero Woods va por el buen camino.


Saludos cordiales de Antonio Piñero
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com
Viernes, 2 de Octubre 2015

Notas

Hoy escribe Fernando Bermejo

Hace algunos meses, un profesor de Sistemas de elaboración de la información del Departamento de Ingeniería de la innovación de la Università del Salento (Italia), de nombre Franco Tommasi, tuvo la gentileza de contactar conmigo para solicitar que le enviara uno de mis artículos y para enviarme un libro suyo, publicado el año pasado. El título del libro es Non c’è Cristo che tenga. Silenzi, invenzioni e imbarazzi alle origini del cristianesimo: Qual è il Gesù storico più credibile?, Manni Editore, Lecce, 2014. Creo que esta obra es lo bastante singular como para darla a conocer a nuestros lectores, a muchos de los cuales –en especial a aquellos que lean con fluidez el italiano– podría resultar interesante.

El título del libro podrá a primera vista inducir a confusión. Non c’è Cristo che tenga es una expresión italiana que significa algo así como “no hay nada que hacer”, por lo cual parecería contener una respuesta negativa e incluso situarse en el campo del mitismo, es decir, de los que niegan la existencia histórica de Jesús. Sin embargo, no hay nada de esto en la obra. El segundo subtítulo corrige de inmediato esa posible primera impresión dejando claro que el propósito del libro es ponderar cuál es la visión sobre la figura histórica de Jesús más plausible de entre las ofrecidas hasta el momento. Además, los términos fuertes utilizados en el primer subtítulo (“silencios”, “invenciones”, “datos embarazosos”) deja ya adivinar que la tarea será abordada de modo agudamente crítico.

Que el autor del libro no sea un historiador o un filólogo, sino alguien dedicado profesionalmente al ámbito de la informática, no debería hacer enarcar las cejas demasiado pronto a nadie, o en todo caso no debería suscitar más precauciones que las que uno toma al leer un libro sobre Jesús de cierto tipo de autores que tienen su sentido histórico irremediablemente dañado tras años dedicados al supuesto conocimiento de seres fantásticos y de considerar venerables textos en los que la ficción campa a sus anchas.

Por lo demás, todo el que sepa hasta qué punto el ámbito de los “estudios sobre Jesús” está viciado por la inacabable repetición, las constricciones ideológicas de turno y los disparates de toda laya sabrá también que no debe descartarse de antemano la posibilidad de que un espectador ajeno al campo tenga algo sensato que decir, especialmente cuando –como es el caso de Franco Tommasi– ese espectador es una persona inteligente, reflexiva y dotada de sentido crítico, y si además lleva más de treinta años informándose sobre el tema.

Tommasi es asimismo un estudioso intelectualmente honrado, que no se jacta –a diferencia de tantos otros– de ser el último grito ni alberga pretensiones de ser particularmente original. Desde el mismísimo prefacio de su libro, el autor italiano reconoce con toda sinceridad que el tema sobre el que va a escribir ha sido ya exhaustivamente abordado, y que muchas cosas de las que dirá han sido ya repetidas y expuestas con anterioridad. Y entonces –se dirá–, ¿cómo justifica este autor la escritura de un nuevo libro?

La respuesta es: haciendo el esfuerzo de mantener la mente abierta y de instalarse a cada paso en una posición dotada de sentido crítico y veracidad. Tommasi señala correctamente que la mayor parte de autores o despliegan una concepción más o menos claramente confesional adoptada a priori, o –en algunos casos– tienen prejuicios contrarios al cristianismo que distorsionan sus reconstrucciones históricas, o –cuando no albergan una posición de “pro” o “contra” – no resultan precisamente claros a la hora de exponer los resultados más fiables de la investigación. Así, se refiere a la existencia de “trabajos (poquísimos) de orientación no confesional, caracterizados por una extenuante cautela y por una exagerada deferencia hacia el mundo cristiano. Lo que los autores académicos exhiben como ‘respeto’ aparece no raramente dictado por el temor de comprometer las propias carreras y las pocas ocasiones de ganancias extrauniversitarias”. El autor señala, además, que esta situación editorial es particularmente preocupante en un país como Italia.

Tommasi habla con mucha claridad, lo que en el mundo en el que vivimos -y en el campo al que nos referimos- no es poca cosa. Y esta es una de las razones –aunque ni de lejos la única, como veremos– por la que quien esto firma comentará algunos aspectos de este interesante libro en próximas entregas.

Saludos cordiales de Fernando Bermejo

P.D.: Leo ahora lo que el 2 de septiembre escribió Antonio Piñero sobre mis próximas intervenciones en el blog. Se debió de producir un malentendido, pues mis aportaciones al blog serán a partir de ahora, y hasta nuevo aviso, quincenales.

Miércoles, 16 de Septiembre 2015
Queridos amigos:


Sustituyo hoy miércoles con mis “Preguntas y respuestas” al Prof. Dr. Fernando Bermejo, que la semana que viene escribirá su postal semanal.

Y quiero avisaros a todos que estaré fuera de España desde mañana hasta el día 28 de septiembre, fecha en la que, Deo favente, volveré. Durante ese tiempo no tendré oportunidades de conectarme a Internet, ni de escribir, por tanto.

Saludos a todos y hasta la vuelta.



¿Consideró Pablo de Tarso que Jesús era Dios como el Padre? “Compartir” (116) 2 de septiembre de 2015. Preguntas y respuestas



Escribe Antonio Piñero



Pregunta:



Quisiera saber si existe alguna publicacion de los 4 evangelios del Nuevo Testamento, o, en tal caso todo el Nuevo Testamento, pero, sin los agregados que se hicieron posteriormente a las palabras de Jesus, tanto asi como a los agregados hechos a los verdaderos hechos de la vida de Jesus. Y de no existir algo asì, mi siguiente pregunta serìa.¿Usted, ha hecho o tiene pensado hacer un libro referido a este tema? Gracias y Saludos!


Respuesta:



No existe ese libro, ni puede existir, por una razón: los estudiosos no se ponen de acuerdo sobre cuáles fueron los hechos verdaderos de Jesús, y mucho menos cuáles fueron los dichos exactos de Jesús. Haga el favor de leer cualquier comentario serio a cualquiera de los cuatro evangelios y se convencerá. Por ejemplo, de editorial Sígueme, Salamanca 2005, El Evangelio según san Marcos de Joaquim Gnilka, y se convencerá.

Y sobre la vida de Jesús, lea el imponente estado actual de la investigación, en lengua española de John P. Meier, Un judío marginal, de Editorial Verbo Divino, Estella, España, en curso aún de publicación (vea la página web de esta editorial.

Sobre los más o menos 26 hechos que el consenso de la investigación cree seguros de Jesús, vea, por favor, mi obra Jesús y las mujeres, de Edit. Trotta, Madrid 2014, al principio

Por tanto, yo no tengo en mente un libro de esa clase, sencillamente porque es imposible.



Pregunta:


Habiendo visionado y escuchado por enésima vez su video sobre la autoría de los Evangelios, me permito formularle dos preguntas que no he sabido encontrar en su magnífico libro "Guía para entender el Nuevo Testamento" que todavía estoy leyendo.

La primera es sobre en qué consistía fundamentalmente la "Teología Petrina" (usted afirma que Marcos difícilmente podía ser discípulo de Pedro puesto que (entre otraas cosas) su teología es petrina.

La segunda es sobre el concepto de "discípulos de Pablo". Usted afirma que es sobradamente sabido que las Cartas Apócrifas de San Pablo fueron escritas por sus discípul os. Por discípulos nos referimos a alumnos, es decir personas que aprendieron directamente de él y que por tanto, le conocieron -como por ejemplo, los alumnos de usted que siguen sus clases en la Universidad o en los cursos que usted imparte-, o a meros seguidores de su ideología teológica (miembros de su escuela), sin perjuicio de no le conociesen físicamente.


Finalmente, usted afirma que ha publicado en dos lugares su interpretación del Evangelio de San Juan. Me imagino que una es el la mencionada guía. Todavía no he llegado al apartado correspondiente al Cuarto Evangélio (estoy con la biografía de Jesús). Por curiosidad, cuáles son estas obras? Por cierto, he disfrutado muchísmo sus apuntes de su blog dedicados al libro del profesor Gonzalo Fontana.


Respuesta:


Respondo por orden:


• Teología petrina: He publicado en mi Blog el índice de “Compartir. Pregunts y respuestas”. Por favor consúltelo. Le adelanto: Teología petrina, qué se sabe sobre la (Compartir, 21 mayo 2015, Blogs/FBook)

• Los “discípulos” de Pablo no son como en una escuela o universidad, sino son todos aquellos que escucharon sus prédicas, leyeron sus cartas, formaron parte de una comunidad paulina fundada por él o sus acompañantes.

• Teología e interpretación del Evangelio de Juan. Está un buen resumen en la “Guía para entender el Nuevo Testamento”. Para mayor información, va mi página web, “curriculum”.


Pregunta:



En su excelente “Guía para entender a Pablo”, usted se inclina por interpretar Romanos 9, 5 como una doxología dirigida a Dios Padre, en lugar de a Jesús. Me parece que esto encaja con la época temprana en la que fue escrita la carta, y con el pensamiento general de Pablo (a diferencia de otros versículos del Nuevo Testamento que son de una época posterior, con una cristología más desarrollada y elevada). Sin embargo, hay algunos cabos que no termino de atar en cuanto a dicho versículo, y que requieren de una conocimiento del griego bíblico que pocos tienen como usted. Se trata de unos argumentacios de Bruce M. Metzger.

Si la doxología se dirige al Padre, ¿por qué Pablo yuxtapone “ho cristos to kata sarka” y “ho ôn”? Metzger considera antinatural el cambio de sujeto, y afirma que la partícula “ôn” resultaría en ese caso superflua.

Por otro lado, las doxologías paulinas no son nunca asindéticas sino que siempre se adhieren a lo que precede, según indica Metzger,

que añade que además en las doxologías asindéticas del Antiguo Testamento el verbo o el adjetivo verbal preceden al nombre Dios (“Bendito sea…”), nunca lo siguen.

Si la doxología es a Dios Padre -aceptando que por la época de escritura, y por el pensamiento de Pablo en su conjunto, sería probable-, esa construcción gramatical un tanto extraña, ¿podría explicarse por el estilo de Pablo, o por su práctica de dictar a un escriba?

¿O habría alguna otra respuesta a los argumentos de Metzger? Muchas gracias


Respuesta:



Los argumentos de B. M. Metzger son muy serios, son estadísticos y son difíciles de rebatir. El griego es así normalmente. Tanto que muchos exegetas consideran que Pablo llama Dios a Jesús Cristo efectivamente.


Mi idea es que si esta frase estuviera sola y aislada no habría duda de que Pablo piensa en el Cristo como Dios sin más. Pero no es posible por el conjunto de sus cartas y por otras frases en que demuestra que el único Dios es el Padre (consúltese la Guía).


Entonces, pienso que la única solución es la conjetura de Schlichting que figura en el aparato crítico y que supone un pequeño lapsus del escriba o del editor del siglo II, que no fue corregido porque en esos momentos ya se podía pensar en una cristología mucho más elevada que la de Pablo de cien años antes.


El texto dice: katà sárka ‘o ’on epì pánton theós eulogetós

“según la carne que es sobre todas las cosas Dios bendito”



El texto debe decir: katà sárka ‘on ‘o epì pánton theós eulogetóss

“según la carne de los cuales el Dios sobre todas las cosas sea bendito”.


El cambio es mínimo; cambiar una posición de ’on y mudar el espíritu de suave a aspirado: ‘on ‘o.


Este mínimo cambio (= mínimo error del escriba) lo soluciona todo



Pregunta:


Preguntarle sobre que piensa usted de lo que esta pasando en estos últimos tiempos, quisiera saber que teorías ha desarrollado de el apocalipsis de la biblia, esto es tema de discusión constante en mi familia y mas últimamente que se ha difundido información sobre las 4 lunas de sangre, no se si este usted relacionado con esa información. astronomía sagrada?. Aún no he tenido oportunidad de comprar algun libro de usted, si tiene alguno en el que hable específicamente de eso hagamelo saber, aunque mi busca en google no me llevo a encontrar ese tipo de información de su parte. Escuche que usted menciona algo sobre los 144 000 degollados del apocalipsis y se me hizo muy curioso haber escuchado ese mismo número de profetas de estos tiempos, Drunvalo Melchizedeck, Matias de Stefano, KAI, son algunos de los que mencionan este numero como el numero de puntos energéticos que hay sobre la tierra, 144 000 es también un numero de Fibonacci y en la película Pi de Aronofsky hacen una comparación muy interesante de la serie de fibonacci con numerología que se presenta en la torá. Me parecen muy interesantes estos temas y quisiera saber que piensa usted al respecto. Son números claves que tienen que ver con más allá de la historia humana, con la historia del universo? de los planetas?, quisiera escuchar su opinión al respecto, estaría genial que pudiera hacer usted un video hablando al respecto, o quisa podamos tener una conversación por Skype y grabarla. Sea como sea le agradecería que me diera algún viento sobre todo esto. Gracias.



Respuesta:



Todo lo que Usted me escribe no tiene nada que ver con el pensamiento del autor del Apocalipsis en general. Son interpretaciones modernas, que --más que leer el texto-- lo que hacen es introducir en él sus propios pensamientos modernos, que el autor no entendería.


Parten del supuesto de que el Apocalipsis es un libro atemporal, en clave, espiritual, críptico, que cada época debe descifrar. Y no es así en absoluto. El Apocalipsis es una profecía escrita en el año 96 aproximadamente para un grupo de cristianos advirtiéndoles “de lo que iba a ocurrir de inmediato”. Fue escrito en un lenguaje poético judío, apocalíptico, que los lectores entendían perfectamente porque era el lenguaje de parte de la Biblia y de sus lecturas espirituales. Y no hay que entenderlo por tanto como una profecía atemporal, sino como una profecía fallida y para su época


Otra cosa es que la Iglesia, que creyó en ella, no pueda desdecirse, puesto que la introdujo en su lista de libros sagrados, y que haya comenzado también pronto a interpretarlo alegóricamente, referido a un futuro a largo plazo, Pero no era ese el pensamiento del autor…., ni el de sus primeros lectores. La historia y la exégesis trata de reconstruir ese pensamiento en su época.


Por favor, lea el capítulo que le dedico en la “Guía para entender el Nuevo Testamento “ la Edit. Trotta, 4ª edic. Madrid 2011. Hay versión electrónica (entre en la página web de la editorial y se puede adquirir fácilmente).


Pregunta:


Buenos días me gustaría preguntar:
¿Qué opina de la biblia de los testigos de Jehová o traducción "Del nuevo mundo", es tan fiel al mensaje de Jesús y están tan bien interpretados los documentos antiguos como dicen?


Respuesta:


Siento decirle que no he examinado a fondo esa Biblia. Conozco a los testigos de Jehová y sus interpretaciones literalistas de la Biblia en general y del Nuevo Testamento en particular. Espero que el texto bíblico haya sido respetado. Hay hoy día incluso hay traducciones interconfesionales. Pero lo importante son las interpretaciones. Son textos escritos hace 2.000 o muchos más años y solo pueden interpretarse sin pre-juicios.


Así que en síntesis: supongo que el texto estará más o menos bien traducido. Pero no me fío de sus notas a pie de página con sus interpretaciones que son de todo, menos científicas.



Pregunta:


De acuerdo a sus investigaciones, cuanto de hipnosis hay en el cristianismo?



Respuesta:



No lo sé.


En el Nuevo Testamente hay raptos y visiones celestiales, hay apariciones y fenómenos supranormales... pero no tengo ni idea de lo que hay en el cristianismo que al fin ya al cabo es una religión en continuo progreso y cambio.


Puede preguntárselo a un psiquiatra, pero me temo que él tampoco sabrá responder



Saludos cordiales de Antonio Piñero
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com

Miércoles, 2 de Septiembre 2015
Escribe Antonio Piñero



Pregunta:



Mi duda le parecerá demasiado simple, pero llevo tiempo con la misma. Querría leer la Biblia, en especial una versión que contenga la traducción tal y como siempre la he oído. Así, por ejemplo, no encuentro entre las múltiples versiones que veo en las librerías, ninguna con la literalidad \"Hágase la luz y la luz se hizo\", o \"Levántate y anda\", sino que encuentro \"que haya luz y hubo luz\" y \"camina hacia la luz\". Supongo que estas versiones son más precisas pero me gustaría acercarme a la Biblia mediante las expresiones que conocemos en el saber popular. ¿Puede orientarme, por favor? Atte,



Respuesta:


Ninguna de las traducciones modernas que se basan sin duda en el mismo texto griego o hebreo, va a satisfacerle, porque Usted está acostumbrado a un tipo de lenguaje sagrado que ha oído desde pequeño. Pero sí le puedo asegurar que cada vez se parecen más las traducciones porque se controlan unas a otras. Hay además una traducción interconfesional.


Y sobre mi recomendación sobre cuál Biblia Utilizar, vea por favor en mi Blog (utilice Google) y verá que existe un índice completo de “preguntas y respuestas”. Busque la palabra “Biblia” y encontrará diversos comentarios.



Pregunta:


¿Cómo ve la voluntad de Jesús en arriesgar su vida predicando hasta los últimos días en tiempo de la pascua? ¿Realmente fue tan voluntario?



Respuesta:



Es una pregunta aparentemente simple, pero difícil de responder. La teología cristiana, comenzando por el Cuarto Evangelio –que elimina de la tradición sinóptica, es decir, la que está detrás de Mt, Mc y Lc, todo lo que sea apariencia de debilidad, falta de soberanía y grandeza en Jesús—afirma rotundamente que Jesús aceptó voluntariamente su muerte y que tuvo consciencia plena de su libertad para rechazarlo y asumió su sacrificio con entera disposición de obedecer el designio divino.

Pero no todo está tan claro, después de un análisis de los Evangelios.

Puntos oscuros, o que hacen reflexionar son los siguientes:

• Jesús no fue a Jerusalén voluntariamente para morir. De lo contrario no se explican la entrada triunfal y la acción purificatoria del Templo unidas a su creencia absoluta de la inminencia de la llegada del reino de Dios.

• Jesús tuvo un claro desánimo y dudas que están detrás de la tradición de su oración en el huerto de Getsemaní

• El grito de desesperación de Mc 15,34, “Dios mío Dios mío por qué me has abandonado”, refleja una esperanza frustrada. Tanto él como sus discípulos y las mujeres que le siguieron desde Galilea a Jerusalén esperaban que gracias a la predicación, acciones y al ministerio de Jesús en Jerusalén, Dios “se decidiría” finalmente a intervenir e instaurar el Reino que todos esperaban… en vida. Pero Jesús debió de tener consciencia del fracaso, porque eso no sucedió.

Por tanto, respondo: hay indicios en los evangelios críticamente considerados de que la realidad fue distinta de la teología y de que Jesús jamás pretendió morir. Tuvo sospechas de que iba a acabar como otros profetas, y lo debió de aceptar. Pero no se puede hablar de él como si tuviera la voluntad decidida del mártir.


Pregunta:


Quería consultarle algo sobre Gálatas 3:11
La traducción de Reina Valera dice
Vs 10 todos los que dependen de LAS OBRAS DE LA LEY
Vs 11 que por LA LEY ninguno se justifica ante Dios.
¿Don Antonio, en el original, aparece el artículo La, en los dos versículos?
¿O es una añadidura de los traductores?
Esto cambia el sentido del pasaje.
Ley puede implicar un sentido general, mientras que La Ley, sería más específicamente, la Ley de Moisés.
Además, casi seguro no es la Ley de Moisés, porque entra en contradicción con Romanos, NO SON LOS JUSTOS ANTE DIOS LOS OIDORES DE LA LEY SINÓ LOS HACEDORES DE LA LEY SERÁN JUSTIFICADOS. (Creo casi 100% que Pablo habla de 2 conceptos diferentes).



Respuesta:



En el “original” (con comillas, puesto que es el texto de Pablo de finales del siglo II y editado desde hacía quizás cien años antes por un desconocido editor; sin embargo, la inmensísima mayoría de los intérpretes no cree que el editor modificara el tenor del texto; esto lo sabemos por análisis de vocabulario y de estilo por medio de ordenadores que dicen que las siete cartas auténticas salieron todas de una misma mano) los vv. 10 y 11 NO tienen artículo. Pero el v. 12 SÍ.



Sin embargo, se trata –por el contexto y el pensamiento general de Pablo-- de la misma Ley, la de Moisés. Aunque sea extraño, Pablo sostiene que la ley de Moisés (pero hay qué entender qué parte) es la norma o código por el que los gentiles serán juzgados en el Juicio Final. Léase con cuidado Romano 2,12-16.


Esto parece algo disparatado, pues la inmensísima y casi absoluta mayoría de los gentiles no puede conocer la ley de Moisés… y sin embargo se les juzgará por ella. La clave reside en que la Ley se divide en eterna, obligatoria para todos sin excepción, y temporal/específica, obligatoria solo para los hijos naturales de la Alianza.



Otra cosa: no se puede uno fiar de Pablo en el uso de los artículos, porque debido a su utilización de la Biblia hebrea y griega emplea los artículos en griego, a veces como los hebreo/arameo paralantes, y no según la norma clásica.



Todo esto lo explico muy detenidamente en la “Guía para entender a Pablo. Una interpretación del pensamiento paulino”, de Edit. Trotta, Madrid, que salió en junio de 2015.



Pregunta:


Mi pregunta tiene que ver con la peculiar denominación de Jesús como "lucifer" o "lucero del Alba" que aparece en 2Pe 1-19:


"Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones;"


Y en Apocalipsis 22:16: "Yo, Jesús, [...] soy la raíz y el linaje de David, la estrella resplandeciente de la mañana."


Incluso podemos encontrar una referencia a esta denominación en el El Exultet o pregón pascual datado al parecer en el siglo IV d.e.c


"Flammas eius lucifer matutinus inveniat:
Ille, inquam, lucifer, qui nescit occasum:
Christus Filius tuus,"


Me gustaría saber su opinión al respecto, ya que estará de acuerdo conmigo en que resulta cuanto menos curioso que la propia biblia nombre a Jesús como Lucifer, y más teniendo en cuenta que Isaías 14:12


"¡Cómo caíste del cielo, oh Lucero, hijo de la mañana! Cortado fuiste por tierra, tú que debilitabas a las naciones.".


Usa el mismo título para referirse al demonio, al ángel rebelde desterrado del cielo según la tradición cristiana.


Espero haber sido lo suficientemente claro en la formulación.



Respuesta :



Los textos citados por usted son ciertos, y su pregunta tiene sentido… solo si se mira desde el siglo XXI sin distinguir época y significados



Primero: Hoy sabemos que el texto de Isaías, muy antiguo, hacia el 734 a.C., está dirigido contra un rey asirio – que no sabemos exactamente quién es—o contra el babilonio Tiglatpileser III. El rey es un representante de la divinidad (la luz) y puede llamarse “lucero de la mañana” (portador de la luz), aunque en ese caso ciertamente caerá (no el lucero, sino el rey). Pero ese empleo de “lucero de la mañana” no quiere decir por el momento nada en contra del tal sintagma en otros momentos



Segundo: cuando los autores cristianos de finales del siglo I (Apocalipsis) o del primer cuarto del siglo II (2 Pedro) emplean “lucero de la mañana” aún no se ha asociado ese sintagma con el Diablo/Belial.



Tercero: la asociación del texto de Isaías 14,12 con el de Lucas 10,17-18 --“Regresaron los 72 alegres, diciendo: «Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre.» Él (Jesús) les dijo: «Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo”, se hace sólo en el siglo IV d.C. no sé por qué Padre de la Iglesia exactamente, quizás uno de los Capadocios. Y entonces, solo entonces, se asocia Satanás con un rayo y se recuerda el texto profético de Isaías, como si éste no se refiriera en realidad a un rey asirio desconocido, sino a la visión del propio Jesús.


Y en esos momentos se asocia el “rayo” de Jesús con el “lucero” porque los dos caen del cielo. Y nada más.


Por tanto, no hay el menor motivo de asombro o de desdoro al leer esos textos cristianos, porque los autores del Nuevo Testamento jamás comparaban el lucero de la mañana con Lucifer/Diablo, que el fin y al cabo sólo significa el “portador de la luz”. Y a esta confusión ayuda un texto de Pablo de Tarso, en el que afirma que el Diablo se disfraza de “ángel de luz” (2 Corintios 11,4), cuyo transfondo es el mismo que el de Qumrán: la lucha del “ángel de la luz” = Gabriel y el “ángel de las tinieblas”, Belial /Satanás. Y se juega con las ideas de luz (falsa) y caída final del Diablo.


Saludos cordiales de Antonio Piñero
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com


Domingo, 30 de Agosto 2015
Reflexiones de un geólogo, interesado en temas bíblicos, a propósito de la lectura de los libros siguientes:

Israel Finkelstein y Neil Asher Silberman, 2003 "la Biblia desenterrada".
Editorial siglo XXI España, grupo Akal. ISBN: 978-84-323-1184-0

Jonathan Kirsch, 2002. "David. La verdadera historia del rey de Israel". Ediciones Javier Vergara. ISBN: 978-95-015-2189-4

Javier Alonso, 2002. "Salomón: entre la realidad y el mito". Editorial Oberon, Madrid. ISBN: 84-667-1405-7

Israel Finkelstein y Neil Asher Silberman, 2007. "David y Salomón: En busca de los reyes sagrados de la Biblia y de las raíces de la tradición occidental". Editorial siglo XXI España, grupo Akal. ISBN: 978-84-323-1296-0

Hoy escribe Juan Antonio Morales


Otro grupo de pruebas gira alrededor del relato de la conquista de Canaán tras la llegada a la “tierra prometida”. El Deuteronomio describe cómo alrededor de 1200 a.C. un ejército de desarrapados sin experiencia militar alguna conquista ciudades bien defendidas por un organizado y bien pertrechado ejército cananeo.

Una vez más, las primeras prospecciones arqueológicas realizadas en las supuestas ciudades conquistadas dieron muestra de que las mismas habían sido conquistadas, quemadas y saqueadas. Estos primeros resultados sirvieron a los defensores de la literalidad bíblica para reforzar sus argumentos. Sin embargo, la cronología de estas invasiones dio como resultado que las mismas ocurrieron un siglo después de lo narrado en la Biblia y durante un intervalo muy prolongado. Nuevamente las pruebas de detalle contradecían la cronología bíblica. De hecho, durante el periodo cronológico indicado por el relato bíblico, las ciudades que se citan se encontraban bajo dominio egipcio (no cananeo) y su fuerte militarización ni siquiera hacía necesaria su fortificación, por lo que las mismas no estaban amuralladas tal como indica el relato. Todo indica que la conquista y saqueo de estas ciudades fue llevada a cabo por los “pueblos del mar” para expulsar precisamente a los egipcios.

Nuevamente, las pruebas llevan a pensar que lo narrado corresponde con la manipulación de un relato primario que bien podría estar inspirado en las conquistas de esas mismas ciudades por los pueblos del mar. En el siglo VII a.C. cuando se escribió el relato, esas ciudades se encontraban bajo control asirio. Quizá el relato intentaba legitimar la reconquista que Josías pretendía.

Los reyes míticos

Es curioso al leer los hechos de los reyes de Israel que relatan las Crónicas y los Libros de los Reyes, cómo cada uno de ellos es catalogado como buen o mal monarca de acuerdo con si “hizo lo bueno a los ojos de Yahvé” o hizo justo lo contrario. Evidentemente, Dios premiaba o castigaba a estos reyes con el éxito o el fracaso en las misiones que estos se planteaban o con reinados cortos o largos según su comportamiento. De forma general, la Biblia se esfuerza en demostrar que el pueblo de Israel mantiene un pacto con Dios desde los tiempos de Moisés y sin embargo, todo lo que se narra en Crónicas y Reyes nos lleva a pensar justo lo contrario si uno sabe leer entre líneas.

Cada uno de los reyes contrae matrimonio, a veces con mujeres piadosas, pero la mayor parte de las veces con esposas que profesaban otras creencias. A veces estas mujeres procedían de reinos limítrofes, pero otras, eran hijas de la propia tierra. Este contexto nos hace ver dos cuestiones contrarias a las pretensiones de la Biblia de que el culto a Yahvé era único y unánimemente practicado en el territorio dominado por Judá e Israel: la primera es que, a pesar de las prohibiciones de la religión del Dios único, los matrimonios entre personas de diferentes creencias religiosas no eran poco comunes; la segunda es que el culto a Yahvé ni era único ni estaba tan extendido en el territorio cananeo. Por una vez, las pruebas arqueológicas coinciden con la información que la Biblia nos da entre líneas, ya que se han encontrado repartidos por el territorio de Israel numerosos asentamientos dedicados a la realización de cultos paganos. Por otra parte, sirva como ejemplo, la construcción de un templo a Baal en pleno corazón de la capital de Acab, que no hubiera tenido lugar si la única persona que rindiera ese culto hubiera sido su esposa.

Otra cuestión relacionada con el buen o mal reinado de cada uno de los reyes es que las pruebas arqueológicas discuten ampliamente el criterio usado por los profetas bíblicos. Concretamente, no hay ni uno solo rey de la dinastía Omrí que según la Biblia hiciera lo correcto a los ojos de Yahvé, no obstante, durante este periodo el reino se recompone de una profunda crisis, desarrolla urbanísticamente su capital en Samaría, establece relaciones ventajosas con sus vecinos y sabe librarse del acoso asirio. No se diría que fueran tan malos monarcas, de no ser porque, al parecer, no rindieron el culto adecuado a Yahvé.

Al margen de la amplia discusión sobre los cambios territoriales, fases del dominio de Israel o Judá, abandono o resurgimiento de amplias regiones geográficas de acuerdo con las condiciones políticas favorables o desfavorables que Silberman y Finkelstein realizan en el capítulo central de “la Biblia desenterrada”, quizá la discusión más interesante es la que este libro realiza sobre los reyes David y Salomón. Esta discusión es posteriormente ampliada en un libro más reciente de los mismos autores, “David y Salomón: En busca de los reyes sagrados de la Biblia y de las raíces de la tradición occidental”. Esta segunda aportación viene a complementar la visión que habían dado 5 años antes sobre estos reyes Jonathan Kirsch y Javier Alonso en sus respectivos libros "David. La verdadera historia del rey de Israel" y "Salomón: entre la realidad y el mito".

La primera disquisición que se aborda en todos estos trabajos es la existencia o no de estos reyes míticos. Al parecer, las tendencias científicas de finales de los años 90 ponían seriamente en cuestión la realidad histórica de la dinastía davídica. Para estos autores, existía una clara manipulación de los autores del texto bíblico que intentaban demostrar la unidad de los reinos de Israel y Judá desde épocas remotas a fin de legitimar la reunificación pretendida por Josías en el siglo VII a.C. En este caso los datos arqueológicos vinieron a quitar la razón a estos autores cuando apareció la estela de Tell-Dan. El texto tallado en esta estela aramea datada en la segunda mitad del siglo IX a.C. describe la derrota y muerte de los monarcas de dos reinos hebreos a manos de Jazael de Damasco, haciendo constar claramente que estos reyes pertenecían a la “Casa de David”. Es evidente que esta pieza arqueológica aporta un testimonio fiable como fuente extra-bíblica, tanto más cuando el testimonio proviene incluso de fuera del territorio hebreo.

En cuanto al Rey David, lo Salmos, las Crónicas y los libros de los Reyes relatan innumerables detalles de su vida. En lo que se centra Jonathan Kirsch es en la personalidad del rey si fuese cierto lo que la propia Biblia cuenta. Según los textos bíblicos David no sólo no tuvo ninguna clase de piedad al conquistar a los reinos vecinos masacrando a sus habitantes civiles, sino que a fin de satisfacer a Mical, su primera esposa, asesinó a doscientos filisteos para cortarles el prepucio. Una vez casado con ésta, le fue infiel sin reparo alguno, hasta tal punto que para conseguir a Betsabé envió a su marido a una muerte segura en primera línea de combate contra los filisteos. Incluso le fue infiel con hombres, ya que su amor por Jonatán deja de manifiesto su condición de bisexual. Lo más llamativo es que, a pesar de todo esto, Dios lo perdona y claramente favorece sus intereses. Para Kirsch es el caso más claro de doble moral de toda la Biblia.

Aparte de los rasgos de personalidad destacados por Kirsch, la aportación de Finkelstein y Silberman está en consonancia con el resto de sus aportaciones. Aceptando que la figura de David corresponde con un personaje histórico real, ponen de manifiesto que el contexto histórico del mismo fue muy diferente al narrado por la Biblia, dado que el escrito bíblico fue realizado varios siglos después de la realidad histórica que narra. Los datos arqueológicos ponen de manifiesto que el reino de David fue realmente un pequeño reino de pastores sin grandes palacios ni murallas, que su influencia política fue realmente muy limitada y que sus grandes conquistas fueron realmente incursiones de rapiña.

Por otra parte, Salomón aparece como un gran constructor que lleva a cabo impresionantes obras entre las cuales se encuentra el primer templo de Jerusalén. De acuerdo con los datos arqueológicos destaca la total ausencia de datos que verifiquen una posible existencia de sus edificios. De hecho, ya el propio relato bíblico no cuadra con la descripción del tipo de edificio esperable en la época en que Salomón vivió, sino que hace pensar en un estilo babilónico en lo que respecta a los patios del templo o en un estilo persa al referirse al palacio.

Lo que no es de extrañar es que las primeras excavaciones realizadas en las ciudades en las que supuestamente Salomón ejecutó sus edificaciones, los restos de las mismas fueran identificadas. Es evidente que aquellos que hicieron estas excavaciones (Bright, Ben-Tor y Dever) pertenecían al grupo de los que intentaban demostrar la literalidad de la Biblia. Así, en las construcciones en Gezer, Azor y Meggido aparecieron unas puertas muy características (llamadas puertas en "doble E") que fueron rápidamente identificadas como puertas salomónicas. Posteriormente, al aparecer la Arqueología sistemática, Garbini, Filkenstein o Liverani demostraron que estas puertas fueron construidas durante la dinastía Omrita, bastante más tarde del reinado de Salomón. Algo similar ocurrió con las llamadas "cuadras salomónicas" que aparecieron en las excavaciones de Meggido. A pesar de haber sido atribuidas a Salomón, pruebas posteriores demostraron que habían sido construidas entre los siglos X al VIII.

Otro aspecto que genera controversia respecto a Salomón es el comercio marítimo narrado en el Libro de los Reyes, en el que junto con Hiram de Tiro, fleta embarcaciones para comerciar con artículos de lujo. Respecto a este aspecto, Finkelstein y Silbrman destacan que no hay resto arqueológico alguno en Palestina que de testimonio de este posible comercio ultramarino que sí está demostrado en el caso de las ciudades de Tiro y Sidón.

Como resumen, todos los libros comentados consideran que, a pesar de que puede narrar sucesos ocurridos realmente, la Biblia fue redactada y ensamblada durante el reinado de Josías con el objetivo de demostrar una legitimidad de este rey sobre los territorios unificados de Judá e Israel, que habían sido uno solo desde el inicio de su historia como pueblo. Otro de los objetivos del texto bíblico fue conferir a este pueblo una identidad unitaria, simbolizada por el culto a Yahvé y todas las tradiciones que lo rodean. Para el cumplimiento de este objetivo, las historias iniciales fueron transformadas y enriquecidas con elementos de la realidad histórica en la que se escribieron y que, posteriormente, han podido ser reconocidos ayudando a desentrañar la verdad histórica al combinarlos con los datos arqueológicos. No obstante, los “redactores” del texto bíblico lograron conferir al relato una potencia narrativa tan fuerte que consiguieron que fuese aceptado durante siglos como verdad histórica incuestionable.

Saludos cordiales de

Juan Antonio Morales González

Juan Antonio Morales González es Profesor Titular del Departamento de Geología de la Universidad de Huelva. Autor de numerosos artículos de investigación y divulgación científica. Entre sus libros destacan las novelas “Más allá de las columnas de Hércules” (2013) e “Ira de Plutón” (2015). Editorial Círculo Rojo.
Viernes, 28 de Agosto 2015
Queridos amigos:

Me avisa un amigo mío, muy buen informático, que en la postal de ayer,

“Dogmas, ¿símbolos en vez de pura historia? “Compartir” (114) de 25 de agosto de 2015. Preguntas y respuestas”,

dentro de una de las preguntas va un vínculo a la revista eclesiástica “Vida Nueva” (que no voy a repetir por si acaso) que contiene algo que los informáticos llaman “malware”. Es un peligro de virus del que os informo por mi parte para que controléis vuestros ordenadores con los antivirus correspondientes.

A mí me llegó la pregunta vía Google Chrome, correo de Gmail, que al parecer no detectó nada o no le dio importancia. Pero “por si las moscas” lo digo porque los dos antivirus de mi amigo, "Kaspersky" y "Avast", detectaron el “malware”.

Saludos cordiales de Antonio Piñero
Miércoles, 26 de Agosto 2015
Escribe Antonio Piñero


Sigo estando como un motor a bajo régimen en cuanto a la sección “Preguntas y Respuestas”, porque –como creo que escribí-- tengo un exceso de trabajo y de compromisos editoriales. Hay que entregar en 2016 el cuarto volumen de los Hechos Apócrifos de los Apóstoles con Gonzalo del Cerro y todo el trabajo del Nuevo Testamento laico, universitario, histórico crítico, que será el primer volumen de la “Biblia de San Millán”. Pero, a través de mi página web me escriben algunas personas. Y si son preguntas sencillas, las he respondido. Así que tengo algunas cuestiones acumuladas y las iré sacando poco a poco.



Pregunta:


Mientras sigo leyendo, casi estudiando, su último libro "Guía para entender a Pablo de Tarso", que adquirí y usted mismo me firmó en la presente edición de la Feria del libro de Madrid, decidí llevarme para unos breves días de vacaciones la novela también escrita por usted, "El trono maldito". Y tengo que decirle que he disfrutado enormemente de su lectura, tanto como con aquella otra novela que hace muchos años me fascinó y me llevó a interesarme por el estudio de los evangelios y del cristianismo primitivo, "la sombra del galileo".


Tras la lectura de la novela me asalta una duda, y creo haber detectado un pequeño "cabo suelto" en ella.


La duda es, dado que la novela finaliza en los inicios del reinado del emperador Claudio, ¿no hubiera tenido un sentido culminar la novela con la ocupación, por fin, del "trono maldito" de Israel por parte de Herodes Agripa, reinando sobre todos los territorios de su abuelo aunque sólo fuera por unos pocos años?


El pequeño cabo suelto que creo haber observado se refiere al comienzo del capítulo 29, donde se menciona la orden que el emperador Tiberio traslada al legado sirio Lucio Vitelio para que organice una expedición de castigo contra el rey nabateo Aretas. Para el lector, y puesto que se menciona el hecho, queda en mi opinión en el aire su resolución, zanjada con la decisión de Vitelio de no llevar a cabo dicha expedición tras recibir la noticia del fallecimiento del emperador Tiberio.


Sin más, mis felicitaciones por la novela y por la guía para entender a Pablo de Tarso. Un auténtico placer disfrutar de su lectura.



RESPUESTA:


Gracias por sus palabras que son muy animantes.


La novela acaba así porque es la segunda parte de una trilogía. La tercera seguirá donde esta acaba y debe terminar con la muerte Pablo y de Pedro probablemente en el año 64, durante la breve persecución de cristianos por parte de Nerón. Pero no sé cuándo podré tener tiempo psicológico y físico para escribirla.


Y lo de Lucio Vitelio es así. Ahí quedó un cabo suelto no solo en la novela, sino también en la historia. Vitelio no intervino (al final solo para frenar a Aretas cuando ya le había dado la conveniente paliza a Antipas) porque estaba orgullosamente enfadado con éste. Y eso sí lo decimos en la novela.


Pregunta:


Me ha impresionado que algunos textos de la época usen la palabra “Logos” para referirse a El Señor.
Me podría usted indicar algún libro que me dé alguna idea acerca de qué entendían esos primeros cristianos por “Logos”?



RESPUESTA:


Creo que como la base del uso de Logos está en el empleo que hace el Cuarto Evangelio en su himno, al principio, lo mejor que puedo recomendarle es que adquiera un buen comentario al Evangelio de Juan, donde, si es de verdad bueno, encontrará respuesta a todas sus preguntas.


Le sugiero el comentario de Raymond E. Brown, publicado en español por la Editorial Verbo Divino (si no me equivoco, porque yo tengo la inglesa). Es sencillamente sensacional por lo completo y claro.



Pregunta:



Mi pregunta va dirigida al Antiguo Testamento, es sobre el libro de Daniel. ¿Existe algún consenso entre los académicos primero sobre sobre la autoria de dicho libro y ademas el año mas o menos preciso? Algunos han mencionado que incluso los hechos allí relatados se escribieron luego de acaecidos los hechos. ¿Que hay de histórico de todo esto? Desde ya muchas gracias



RESPUESTA:



Sí existe y es prácticamente absoluto el consenso, salvo algún fundamentalista raro, que no cuenta en ámbito científico.


El autor es desconocido, pero escribió inmediatamente después de la revolución macabea. Los hechos que narra antes y después son fácilmente descifrables y corresponden a la historia de Israel de antes de ese levantamiento y un poco después, es decir se trata de los años 165 al 160 a.C.


Entró en el canon judío porque los judíos creyeron la ficción literaria del autor y pensaron que estaba compuesto en época del rey Nabónido/Baltasar en el siglo VI a.C.


Le aconsejo que consulte un buen diccionario bíblico, como el de la Edit. Clíe, o el de Herder, que le informarán.


Si puede leer inglés (o mejor alemán), la Wikipedia inglesa y alemana suelen ser buenas en estos temas (no he consultado en concreto nada sobre Daniel, pero los artículos suelen estar bien informados y son serios, académicos).


Pregunta:


Hace pocas semanas terminé de leer su excelente libro sobre el pensamiento paulino. Por casualidad, hacía poco tiempo que había terminado de leer el libro "Teología Bizantina" de John Meyendorff, tema que, a pesar de ser yo Católico Romano, siempre me ha llamado mucho la atención.


Cuando en su libro Usted menciona el origen del tema del "Pecado Original", usted lo refiere a la polémica de S. Agustín con Pelagio. Meyendorff también lo refiere a la misma causa, pero agrega que la interpretación "errónea" de Agustín se debe a una mala traducción del texto griego de la Carta a los Romanos 5, 12 que él usaba, al latín. En cambio, los Padres Griegos contemporáneos a Agustín, que leían a San Pablo en su lengua original sin ninguna dificultad, entendieron correctamente lo que Pablo quería decir, y por consiguiente, nunca suscribieron la doctrina del Pecado Original. Luego, explica el enfoque de los Padres Griegos más o menos contemporáneos a Agustín al respecto.


A mi, esto me llama la atención por varios aspectos.


1) En la época de S. Agustín, Bizancio y Roma no se habían separado, así que durante al menos los siguientes 500 años posteriores, la Doctrina del Pecado Original no era en absoluto la "triunfante" en la Iglesia Universal. A lo más se podría decir que era triunfante en una mitad de ella.


2) Encuentro preocupante la cantidad de Teología que se habría aceptado como tal, basada en traducciones deficientes. Si Meyendorff está en lo cierto, a este caso habría que agregarle el también Paulino caso de "la Fe en Cristo" versus "la Fidelidad de Cristo", bastante de moda hoy, y que Usted explica magistralmente en su libro "Guía para comprender a Pablo de Tarso", que también he terminado de leer recientemente. Seguramente deben existir otros casos similares, especialmente en el área Paulina.


Pareciera ser que en el futuro, cuando surja un tema en la Teología del Nuevo Testamento que no cuadre muy bien con la lógica, va a ser muy recomendable echar una mirada que se decía en Bizancio sobre ese tema antes del año mil. ¿Qué le parece a Usted?



RESPUESTA:



Estoy de acuerdo con Usted en los dos puntos señalados. Pero añadiría: ciertamente la traducción es errónea, pero Agustín y los Padres latinos se fijaron también en el resto del capítulo, que expresa claramente que de un modo misterioso, la mala inclinación del ser humano, que existe desde la creación, pro está adormilada, se potencia extraordinariamente tras el pecado de Adán.



Y en segundo lugar: el problema de la mala intelección de Pablo comienza probablemente con los primeros discípulos que se deciden a escribir en su nombre. Quizás Colosenses empieza a entender mal a Pablo, pero Efesios –con buena voluntad, seguro-- ya se aparte en verdad de lo que es el genuino pensamiento paulino. Por ello escribo en la Guía para entender a Pablo que la fundación del cristianismo no empieza con Jesús y ni siquiera con Pablo, sino con sus sucesores. Y probablemente en primer lugar entendiendo el concepto de “iglesia” en un sentido que jamás habría pensado el propio Pablo.



Pregunta:



En el capítulo 9 del evangelio de Juan los discípulos preguntan a Jesús si el ciego de nacimiento pecó antes de nacer o fueron sus padres. Jesús responde que ni él ni sus padres, pero en ningún momento niega la posibilidad de que hubiese pecado antes de nacer.


En el judaísmo del siglo I existía la creencia en la reencarnación o algo parecido? Lo digo por la pregunta de los discípulos y la respuesta del maestro, que eran judíos puros del siglo I.
Cuál es su opinión?




RESPUESTA:



No existe en el judaísmo ninguna idea de la reencarnación en absoluto. Es más hasta el siglo III a.C. la creencia general era que la vida se acababa aquí, en la tierra, y no había otra, pues el ser humano nada tenía, ni su aliento vital o alma, que fura inmortal (Lea el Eclesiastés como prueba).


Pero lo que sí había en el judaísmo del siglo I, donde la creencia en la inmortalidad del ser humano, primero del alma y luego del cuerpo era general (menos en los saduceos), era que del espíritu de una entidad humana especial (pocos, como Elías o Moisés o Henoc) Dios podía tomar una parte y otorgárselo a otra persona de modo que podría decirse –como de hecho se dijo—que Juan Bautista o Jesús eran como Elías venido de nuevo a la tierra… Pero no se refiere a una rencarnación, sino a un traslado y don de una parte del espíritu.


Lea, si le es posible, el libro “Reencarnación”, de Editorial Abada, Madrid 2012, editado por Bernabé, Santamaría y Kahle, donde se toca el tema en todas las religiones importantes.


Como ya me han plantado la misma cuestión, vea en el Blog el Índice de “Preguntas y Respuestas / Compartir”, que publicó la Drª Carmen Padilla.



Pregunta:



Si no me equivoco, sé que usted no es teólogo, ni sacerdote, pero en mi humilde pretensión, me gustaria saber si tiene usted opinion del articulo escrito por el sacerdote y escritor Pablo D´Ors, tan heterodoxo y polémico.. El articlulo al que hago referencia es el siguiente: http://www.vidanueva.es/2015/06/26/habra-en-la-iglesia-alguien-que-se-atreva-pablo-dors-sacerdote-y-escritor/



RESPUESTA:


He leído el artículo de Pablo D'Ors. Mi opinión es que ese ensayo, que parece revolucionario, no es más que la popularización de las ideas de otros teólogos sistemáticos cristianos, católicos algunos, que están intentando en la Iglesia desmitologizar el edificio de la dogmática, que depende de la cosmovisión del siglo I, y que es tremendamente mítico y poco apto para ser entendido en el siglo XXI.



Opino que este es el camino si se quiere salvar algo de la religión cristiana, que tiene cosas buenísimas y que es la madre del humanismo moderno. El germen de todas estas ideas puede Usted verlo en el magnífico libro de Roger HAIGHT, "Jesús, símbolo de Dios", que publicó la Edit. Trotta hace pocos años. Entre en la página web de esta editorial, compre una versión electrónica barata, y lea si le es posible este libro. Le señalará vías nuevas por las que camina D’Ors


Sí. Este es el camino.


Saludos cordiales de Antonio Piñero
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com
Martes, 25 de Agosto 2015
Hoy escribe Juan Antonio Morales González



Reflexiones de un geólogo, interesado en temas bíblicos, a propósito de la lectura de los libros siguientes:

Israel Finkelstein y Neil Asher Silberman, 2003 "la Biblia desenterrada".
Editorial siglo XXI España, grupo Akal. ISBN: 978-84-323-1184-0

Jonathan Kirsch, 2002. "David. La verdadera historia del rey de Israel". Ediciones Javier Vergara. ISBN: 978-95-015-2189-4

Javier Alonso, 2002. "Salomón: entre la realidad y el mito". Editorial Oberon, Madrid. ISBN: 84-667-1405-7

Israel Finkelstein y Neil Asher Silberman, 2007. "David y Salomón: En busca de los reyes sagrados de la Biblia y de las raíces de la tradición occidental". Editorial siglo XXI España, grupo Akal. ISBN: 978-84-323-1296-0


Juan Antonio Morales es Profesor Titular del Departamento de Geología de la Universidad de Huelva. Autor de numerosos artículos de investigación y divulgación científica. Entre sus libros destacan las novelas “Más allá de las columnas de Hércules” (2013) e “Ira de Plutón” (2015). Editorial Círculo Rojo.



Desde pequeños, todos hemos aprendido que las palabras de la Biblia encerraban la verdadera historia del pueblo de Israel, que más allá de las relaciones de este pueblo con su Dios, Yahvé, el Antiguo Testamento recogía literalmente el devenir histórico de una nación que tuvo conciencia de su singularidad desde hace, al menos, cinco mil años y que supo mantener su cohesión cultural, religiosa y étnica durante todo ese tiempo. Esa cultura, con sus tradiciones asociadas, sus leyes, sus creencias y su culto fueron transmitidas no sólo a los miembros de esta nación, sino a todo occidente a través de un relato histórico de tal potencia narrativa que ha trascendido el tiempo. Desde siempre, generaciones de creyentes tuvieron la absoluta y ciega certeza de que lo relatado en este texto era históricamente veraz y correspondía, palabra por palabra, a lo ocurrido realmente a los primeros miembros del pueblo de Israel.

En otras palabras, la Biblia supone un relato continuo de unos 2600 años en el que se narra la destrucción de los cultos paganos y el nacimiento del monoteísmo. El contexto en el que se realiza esta narración es el del comportamiento más o menos piadoso los reyes que fueron sucediéndose en el transcurso de los tiempos, que son catalogados de acuerdo con la observación más o menos estricta del culto al Dios único.

Para los defensores de la literalidad del texto bíblico, en el segundo milenio antes de Cristo, un grupo de funcionarios, escribas, sacerdotes y profetas se unen para comenzar la escritura de un relato unificado a partir de la adaptación de narraciones más antiguas transmitidas oralmente en la región de Judá. A ese relato inicial se le habrían ido adosando otras historias de forma más o menos coetánea al momento en el que éstas sucedieron. También para estos mismos defensores, la Biblia supone una demostración de que los pueblos de Judá e Israel constituyeron desde el principio de los tiempos no sólo una unidad sociocultural, sino un único reino gobernado por dinastías de reyes que se sucedieron de forma continua y, lo más importante, con una única religión nacional: el culto a Yahvé.

Las primeras aproximaciones de la Ciencia a la comprobación de los textos bíblicos comenzaron a llegar a finales del siglo XIX, pero fue a principios de la segunda mitad del siglo XX cuando, tras la creación de la nueva nación de Israel en respuesta al holocausto que supuso la Segunda Guerra Mundial, los dirigentes de este nuevo país intentaron demostrar la legitimidad histórica de su pertenencia al territorio que ahora comenzaban a ocupar gracias a la política internacional. No es, entonces, de extrañar que estas primeras aproximaciones estuvieran orientadas a demostrar la veracidad literal de la Biblia en términos históricos. Desde luego, no hay nada menos científico que haber decidido la veracidad de una hipótesis antes de comenzar a comprobarla, ya que se corre el riesgo de sesgar las interpretaciones de lo observado y acabar obteniendo conclusiones completamente equivocadas. Y eso fue justo lo que ocurrió.

Pistas escondidas en el propio texto de la Biblia

Antes de acudir a los testimonios extrabíblicos es lógico que los estudiosos echaran mano de los propios textos contenidos en el libro sagrado como evidencia de una realidad social que habría quedado impregnada en los estilos literarios y el contexto histórico que puede apreciarse en el trasfondo de las historias. Al fin y al cabo, el análisis de los textos antiguos forma parte de la metodología de la historia.

Es evidente que los primeros análisis, realizados precisamente por los partidarios de una verdad bíblica literal se centraron en los detalles que daban consistencia al relato ya que en el texto aparecen fenómenos naturales reales y hechos bien contrastados, así como formas de vida que corresponden con el momento histórico que se narra. Sin embargo, en lo que se hizo mayor hincapié es en la toponimia de lugares muy bien descritos en la Biblia y en los que se han localizado yacimientos arqueológicos.

A pesar de estos testimonios iniciales, que algunos defendían como pruebas definitivas, un análisis más profundo realizado a posteriori por investigadores independientes pusieron de manifiesto numerosas incongruencias cronológicas, así como detalles narrativos y acontecimientos que eran demostrablemente falsos. Por otra parte, atendiendo a los estilos literarios han podido identificarse claramente las fuentes narrativas y éstas corresponden a momentos y lugares distintos a los considerados inicialmente.

El análisis textual demuestra que hay dos fuentes distintas que narran los acontecimientos iniciales, ya que éstos se narran desde dos perspectivas distintas, las perspectivas de Israel y Judá, lo que demuestra que inicialmente éstos fueron pueblos separados y con tradiciones diferentes. Estos pueblos habrían compartido espacios geográficos que, aunque próximos, presentaban rasgos geológicos y climáticos tan diferentes que habrían marcado su forma de pervivencia y sus tradiciones constructivas y socioculturales. Además de estas dos fuentes iniciales se identifica una tercera de aquél o aquellos que realizan el ensamblaje y una cuarta que añade al texto ya ensamblado detalles sobre los cultos religiosos. Estas cuatro fuentes constituyen el cuerpo primario de la Biblia al que más tarde se le añade los relatos del Deuteronomio y las Crónicas, ambos en momentos diferentes y escritos por manos distintas.

Los rasgos políticos y sociales que aparecen en el trasfondo de las diferentes partes del texto permiten afirmar que la compilación de los cuatro primeros libros de la Biblia se realizó en el siglo VIII a.C., mientras que el Deuteronomio se escribe y añade durante el reinado de Josías (siglo VII a.C.) y las Crónicas, así como el ensamblado final se realizan en los siglos V-IV a.C.

Ante estos hechos se establece una dura discusión en la que el discurso y los razonamientos se vuelven protagonistas y en la que cada cual esgrime sus argumentos y minimiza o deslegitima los del contrario, dejando a un lado la validez de los datos. Se ve claro, entonces que será necesario encontrar las pruebas fuera del texto bíblico, y la Arqueología se presenta como la tabla de salvación tanto de aquellos que defienden la literalidad de la Biblia, como de aquellos que ahora se empeñan en demostrar que este texto carece de validez histórica alguna.

Irrumpen los testimonios arqueológicos

Había sido ya en el siglo XIX, con el inicio de los grandes descubrimientos arqueológicos cuando había comenzado esa disciplina que hoy se llama “arqueología bíblica”. A pesar de que la arqueología todavía no había desarrollado pautas metodológicas que permitieran considerarla una verdadera ciencia, en este periodo se realizan algunos descubrimientos que comienzan a aportar las primeras referencias extra-bíblicas al pueblo de Israel. Es en esta época de descubrimientos cuando aparecen en Egipto la estela de Merneptah (que conmemora la victoria de este faraón sobre Israel en el 1270 a.C), la estela de Shoshenk I (que conmemora los éxitos de su campaña en tierras de Israel). En la misma época aparecen en Mesopotamia textos en escritura cuneiforme que hablan de algunos reyes israelitas, así como la estela de Moab (que describe una lucha entre este rey con Israel, que también es descrita en 2 Reyes) y la estela de Tell-Dan (que conmemora la victoria del rey arameo Jazael sobre los reyes de Israel en el siglo IX a.C.).
Es evidente que estos primeros descubrimientos ponían de manifiesto no sólo que el pueblo de Israel existía desde épocas arcaicas, sino que aquellos reyes descritos en las páginas bíblicas habían existido realmente al encontrarse referidos en las estelas de distintas civilizaciones. Del mismo modo, estas pruebas coincidían con los textos bíblicos en unas relaciones tortuosas de Israel con sus vecinos. Todo esto, claro está, venía a dar la razón a los que buscaban pruebas de la literalidad de la Biblia.

Sin embargo, en cuanto la arqueología se fue desarrollando como ciencia y comenzaron a irrumpir técnicas más avanzadas, llegaron los primeros testimonios que matizaban, modificaban o incluso negaban lo descrito en las páginas de la Biblia. No en vano, el desarrollo de la arqueología científica no sólo se centraba ahora en los grandes descubrimientos, sino en los detalles sobre el conocimiento de la realidad preservada: los procesos históricos, el medio físico coetáneo a los acontecimientos históricos, el urbanismo, o el estado de la agricultura, el comercio o la tecnología.

Aceptar que los relatos de la Biblia son reales, aunque no deben entenderse literalmente es un largo proceso que culmina en los años 70, tras las excavaciones de las ciudades bíblicas llevadas a cabo por William F. Albright. A partir de entonces, la llamada arqueología bíblica deja de ser una disciplina que intenta probar la literalidad del libro sagrado y comienza a intentar descubrir la realidad social del pueblo de Israel con todos sus matices: historia política, cambios económicos, estructura social, ritos y relaciones con el medio natural. Desde este momento comienza el apasionante proceso de descubrir la verdad histórica escondida no sólo en las páginas de la Biblia, sino en los ladrillos de tierra sagrada. Es el proceso tan brillantemente descrito en las páginas del libro de Finkelstein y Silberman, la Biblia Desenterrada.

Los relatos ancestrales: Una historia de patriarcas, éxodos y conquistas.

Quizá los relatos más desconectados del momento histórico que narran son los relatos sobre los patriarcas: Abrahán, Isaac y Jacob. En este punto, el relato bíblico detalla en una genealogía coherente de tres generaciones el inicio de la tradición religiosa israelita y la relación singular de su pueblo con Yahvé, así como la unicidad de los pueblos y el territorio de Judá e Israel.

En ese caso es la trama narrativa la que está llena de detalles que sitúan el relato fuera del tiempo en el que se enmarca. Si bien los hechos que se narran corresponden con el segundo milenio a.C., la narración incluye datos sobre la supremacía de algunas ciudades, las relaciones entre asentamientos, los productos comerciales o el uso generalizado de camellos como animal de carga que sitúan el momento de su redacción en el siglo VII a.C. durante el reinado de Josías.

La identificación de tres fuentes literarias distintas (una para los relatos de Abrahán e Isaac, otra para el relato de Jacob y otra que corrige, empasta y da coherencia y continuidad) hace pensar que el relato integrado está aunando en una misma genealogía personajes legendarios del sur (Abrahán e Isaac) y del norte (Jacob). Es evidente que la creación de este “paquete literario” intenta instaurar un origen común de los pueblos de Judá e Israel, respondiendo así a las aspiraciones de Josías de consolidar los derechos de Judá sobre los territorios de Israel.

Si la reconstrucción de las historias de los patriarcas resulta sugerente, no menos lo es el desentrañar el misterio del relato del Éxodo. Este hito en la historia de Israel está descrito en 4 de los 5 libros del Pentateuco y establece las bases del pacto de Dios con el pueblo de Israel. Lo cierto es que el propio texto está plagado de referencias toponímicas y cronológicas, así como de descripciones del ambiente natural y social que rodea al núcleo de la narración. Lo primero que llama la atención es que atendiendo a las identificaciones toponímicas recientes realizadas en 2004 por James K. Hoffmeier y ‎Alan R. Millard, la supuesta ruta seguida por los hebreos en su huida no responde a la que identificaba la tradición, atravesando el “Mar Rojo”. Aceptando que la bíblica ciudad de Migdol corresponde con Tell Kedua (actual Tell-al-Hayr) trabajos recientes proponen una huida a través del delta del Nilo, siguiendo una ruta costera hacia la península del Sinaí. En este contexto, un trabajo de modelización numérica realizado en 2010 por Carl Drews y Weiqing Han explica la apertura de las aguas como un fenómeno natural fácilmente repetible asociado con un viento del Este que debería soplar al menos 12 horas con una velocidad superior a los 100 kilómetros por hora.

Al margen de estas hipótesis científicas, la arqueología egipcia ha aportado numerosas referencias sobre la presencia hebrea en la tierra de los faraones. En diferentes estelas, los que ellos denominaban “hicsos” aparecen como comerciantes, prisioneros de guerra y esclavos en periodos anteriores al 3000 a.C. Muy posteriormente, los escritos de Manetón describen un Egipto dominado por los hicsos, que reinaron dos siglos y medio a partir de 1800 a.C. desde su capital situada en Ávaris, recientemente identificada con Tell-el-Daba. Los mismos escritos relatan cómo en 1570 a.C. los hicsos fueron expulsados por un faraón autóctono y huyeron para fundar Jerusalén. Este relato sería perfecto como demostración de la presencia hebrea en Egipto, de no ser porque no corresponde con la cronología narrada en la Biblia. Además, no está tan claro que el término “hicso” se refiera al pueblo de Israel, sino que, más bien se acepta una equivalencia con el término actual “cananeo”, que es aplicado posteriormente a cualquier habitante de oriente próximo, incluyendo a fenicios y filisteos.

Si se acepta la cronología bíblica, el pueblo de Israel tuvo que haber huido en tiempos de Ramsés II, es decir, en el siglo XIII a.C. De hecho, en escritos correspondientes al reinado de este mismo faraón, se ha encontrado una referencia a la expulsión de un colectivo llamado Israel. Lo que no cuadra en este caso es que el término Israel corresponde con un grupo heterogéneo de trabajadores que surgió dentro del mismo Egipto. En ningún caso, este grupo pudo haber llegado desde el exterior, ya que desde la expulsión de los hicsos, más de tres siglos antes, Egipto ejercía un férreo control de la inmigración, a través de la militarización y fortificación de sus fronteras.

Las pruebas arqueológicas demuestran que, de haber ocurrido el éxodo en la época de Ramsés, no pudo, en ningún caso haber ocurrido tal y como narra la Biblia por diferentes cuestiones: 1) No hay absolutamente ninguna prueba arqueológica de ningún tipo de asentamiento humano en la península del Sinaí durante la edad del bronce. 2) La mayor parte de las ciudades y reinos que se mencionan en el relato bíblico estaban abandonadas en ese momento histórico. 3) Aquellos asentamientos que no estaban abandonados estaban fortificados y bajo el control egipcio.

Los anteriores detalles hacen pensar que el relato del éxodo proviene de una tradición oral que hacía referencia a la expulsión de los hicsos en tiempos de Manetón. Este relato sería escrito y enriquecido con detalles del momento en el que la historia fue escrita. Las ciudades que se citan estaban en auge y bajo control cananeo justo en el siglo VII a.C., durante el reinado de Josías. Todo ello lleva a pensar a Finkelstein y Silberman que, una vez más, la narración responde a las aspiraciones territoriales y unificadoras de Josías.

El próximo viernes concluiremos

Saludos cordiales de
Juan Antonio Morales González
Viernes, 21 de Agosto 2015
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Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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