Notas
Escribe Antonio Piñero
Queridos amigos: Después de una pausa de unos veinticinco días retomo mi contacto con vosotros. A la verdad que después de casi tres años seguidos sin sábados ni domingos, ni julios ni agostos, ni Semanas Santas ni Navidades, mi ánimo necesitaba un respiro. Parece, sin embargo, que vuelvo oxigenado. Pero hasta dentro de unos meses los trabajos de preparación de la edición de “Los libros del Nuevo Testamento”, o primer volumen de la “Biblia de san Millán”, a saber, ese “Nuevo Testamento puramente universitario, histórico-crítico y crítico-literario, independiente y no militante” me va absorber de tal manera que apenas podré hacer otra cosa. Así que escribiré lo que me sea posible. Un lector de Santiago de Chile, Juan Ignacio Cahis, que no tiene inconveniente en que cite su nombre me envía una pregunta sobre Pablo y ofrece a todos un resumen de una obra de Woods sobre el pensamiento del Apóstol, que creo conveniente reproducir una vez que él me ha dado su permiso. Consta de unas preguntas junto con un conveniente resumen del libro y mi respuesta. Ahí va. Pregunta: Después de haber terminado de leer su excelente libro recién publicado: "Guía para entender a Pablo de Tarso", cayó en mis manos un libro en inglés llamado: "Pauline Paradoxes Decoded", de Michael Wood, Tubi Publishing LLC, 2013. El libro tiene más de 520 páginas, pero el autor dedica solamente 61 para exponer su teoría, y el resto lo dedica a demostrar que con ella, todas las supuestas incongruencias de San Pablo indicadas por Räisänen, Sanders, Dunn, Wright, Campbell, y otros, se resuelven sin ningún problema y en forma coherente. Básicamente, el autor indica que en los tiempos de Pablo existía una tradición de dividir los mandamientos de la Ley de Moisés en dos grupos: -) Los "mitzvot ben adam la-Makom" cuya obediencia habría sido rechazada como innecesaria por Pablo para los gentiles, y -) Los "mitzvot ben adam la-chavero" cuya obediencia sigue siendo válida para todos. El autor justifica esta división en dos grupos de los mandamientos de la Ley de Moisés con una cita de la Mishna reforzada por Maimónides. También indica que una de las soluciones tradicionales al problema, la de dividir los mandamientos de la Torah en rituales y morales NO soluciona las supuestas incongruencias de Pablo, ya que deja, según él, muchos cabos sin atar. Profesor Piñero, le incluyo en el presente email, para su mejor comprensión, un resumen que hice en castellano, de solamente una página y media, de las 61 páginas en que Wood expone su teoría. Frente a ella me hago dos preguntas: -) La Mishna es posterior a Pablo, aunque no mucho para esa época. ¿Es posible que en la época de Pablo ya hubiese una tradición oral que dividiese los mandamientos de la Torah en esos dos grupos, y que pudiese ser de dominio común en los medios fariseos, y por consiguiente conocida por Pablo? -) ¿Puede ser posible que una teoría tan simple pueda borrar de un plumazo todas las supuestas incongruencias de Pablo? ¿No sería demasiado pedir? Disculpe mi audacia, pero no creo que exista otra persona más capacitada que Usted para orientarme en este asunto. ::::::::::::: El resumen de J.I. Cahis LI. de la tesis principal de Woods es el siguiente: El libro, después de una breve introducción en que detalla los problemas que ha suscitado la difícil solución a las supuestas incongruencias entre los diferentes textos de Pablo referentes a la Ley, citando a diversos autores como Heikki Räisänen y otros, propone una solución basada en los siguientes puntos: El Judaísmo ha dividido tradicionalmente los Mandamientos de su Ley en dos categorías (Mishna Yoma 8, 9) NOTA1: •Los Mandamientos que relacionan al hombre con Dios (“mitzvot ben adam la-Mokom”) •Los Mandamientos que relacionan al hombre con su prójimo (“mizvot ben adam lachavero”) Entre los del primer grupo se sitúan todos los requerimientos rituales (como ser la circuncisión, las comidas prohibidas, no usar vestidos de dos tipos de tela diferentes, etc.) y, según Maimónides, también todos los requerimientos de pureza sexual (como ser no tener sexo con la mujer mientras está con la menstruación, los hombres no deben practicar la penetración homosexual, no permitir en la comunidad a hombres con los testículos dañados, etc.). Entre los del segundo grupo se sitúan todos los Mandamientos que derivan de Levítico 19, 18: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”.NOTA2 El autor incluye allí numerosas citas de la Torah relacionadas con la Justicia, la Filantropía, etc. Hay que hacer notar que, según el autor y siguiendo a Maimónides, algunas prohibiciones de tipo sexual pertenecen al primer grupo cuando no se abusa de otra persona (ej. la homosexualidad en sí) y otras al segundo grupo cuando implican un daño ético a un tercero (ej. el adulterio). El autor prosigue su argumento citando a Filón de Alejandría quien llama “dikaiomata” a los mandamientos del segundo grupo, palabra que significaría “Código de Ética”. Filón reclama la existencia de judíos que consideran como válidos solamente los mandamientos del segundo grupo, los “dikaiomata”, desechando los del primer grupo. Pablo, según el autor, sería uno de ellos (Romanos 13). El autor continúa diciendo que cuando Pablo habla a los Gentiles de cumplir con la ley Judía, él se refiere solamente a los “dikaiomata”, citando a Romanos 2, 26. Para ello, el autor se basa en un comentario del Patriarca Focio de Constantinopla que dice: Cuando Pablo habla a los judíos les habla de “la Torah”, cuando le habla a los incircuncisos, les habla de “la dikaiomata de la Torah”. Cabe destacar que los “Incircuncisos de Pablo” eran Gentiles pertenecientes a la categoría Judía de “Temerosos de Dios”, esto es, Gentiles que asistían regularmente a las sinagogas y que ya tenían algún conocimiento de la Torah. También, los destinatarios de las cartas de Pablo ya conocían los conceptos básicos de la enseñanza de Jesús de Nazaret, ya sea porque les fueron enseñados por terceros (en el caso de los de la Carta a los Romanos), o ya sea porque les fueron enseñados por el mismo Pablo con anterioridad (en el caso de los del resto de las Cartas auténticas). Luego, el autor prosigue aclarando algunas citas de Pablo como aquella que dice tener sexo con una prostituta no es ilegal, pero es inconveniente. Para el autor, esto no es una contradicción, ya que la prohibición de la prostitución por si misma está dentro de los mandamientos del primer grupo, los que Pablo considera derogados para los Gentiles, pero eso no significa que la prostitución no pueda ser inconveniente si con ello se daña a otra persona. El autor también aclara que no es correcto suponer que Pablo incluye los diez mandamientos en su totalidad dentro de aquella parte de la Ley Judía que él acepta. Él argumenta de que si eso fuese cierto, Pablo no hubiese aceptado nunca el comer carne sacrificada a los ídolos, ya que esto hubiese significado caer en la idolatría, cosa que está clara y enfáticamente prohibida en el primer mandamiento del Decálogo. Por ello, el autor vuelve a insistir que lo que diferencia a los dos grupos de mandamientos no es la ritualidad o moralidad de estos, sino a quien se refieren: si se refieren a la relación del hombre con Dios (pureza, etc.), son del primer grupo. En caso contrario, si se refieren a la relación del hombre con el hombre, son del segundo grupo. A continuación, el autor se refiere al Documento de Qumran 4QMMT, que utiliza el término “Obras de la Ley” al igual que Pablo. Entre los alrededor de veinte casos que dicho documento cita como “Obras de la Ley”, todos ellos se refieren a mandamientos del primer grupo. De allí el autor concluye que la categorización de las “Obras de la Ley”, o “Tareas de la Torah” como prefiere llamarlas, citando los términos griegos que Pablo utiliza en Romanos 3, como aquellos “trabajos” (gr. “ergon”, “erga”) derivados de cumplir la Torah (gr. “nomos”), o sea los mandamientos del primer grupo, era un concepto que no era raro en su época. En contraposición a su explicación de que Pablo considera derogados los mandamientos del primer grupo, el autor afirma que cuando Pablo se refiere a la “Ley de Cristo”, se refiere exclusivamente a los mandamientos del segundo grupo (Gálatas 5, 13b-14). Pablo escribió sus cartas presuponiendo que cada lector de ellas ya sabía previamente que solamente la dikaiomata (“mizvot ben adam la-chavero”) era la Ley de Cristo, y que los “Trabajos de la Torah” (“mitzvot ben adam la-Makom”) no lo eran. Esta diferenciación, según el autor, no queda clara en la mayoría de las traducciones de la Biblia, en que los traductores utilizan el término “Ley” indistintamente para referirse a la Torah (la Ley Judía) o a la Ley de Cristo, cosa, que según él, quedaría clara en el contexto griego original. Por ello, sugiere traducir por “Torah” cuando Pablo se refiere a la Ley Judía, y por “Ley de Cristo” cuando se refiere a la “dikaiomata”. El autor finaliza este capítulo haciendo ver que la Epístola de Santiago se refiere exclusivamente a mandamientos del Antiguo Testamento que se refieren al segundo grupo, por lo que no hay contradicción entre ella y la enseñanza de Pablo. Luego, el autor destina más de 450 páginas a analizar, una por una, los reclamos de Biblistas anteriores a él sobre las supuestas contradicciones de Pablo, las que él estima que se solucionan todas con su enfoque. NOTA 1: Al que dice: «pecaré y me arrepentiré, pecaré y me arrepentiré», no se le dará la posibilidad de hacer penitencia. «Pecaré y en el día del perdón se me perdonará», en el día del perdón no se le perdonará. Los pecados contra el prójimo no se perdonan en el día del perdón en tanto no lo consienta su prójimo. Esto lo explicaba Rabí Eleazar ben Azarías: de todos los pecados (inferidos) contra el Señor seréis purificados {Lev 16,30}, esto es, los pecados contra Dios son perdonados en el día del perdón; los pecados contra el prójimo no son perdonados en el día del perdón hasta que no lo consienta su prójimo. Rabí Aquiba dice: feliz de ti, oh Israel, ¿ante quién sois purificados? ¿Quién os purifica? Vuestro padre que está en los cielos, pues está escrito: rocié sobre vosotros aguas puras y habéis quedado limpios {Ez 36,25}, Se dice también: el Señor es la esperanza de Israel {Jer 17,13}. Como la piscina {piscina=esperanza=miqwe} purifica lo impuro, así el Santo, bendito sea, purifica a Israel. NOTA 2: “No odies en tu corazón a tu hermano, pero corrige a tu prójimo, para que no cargues con un pecado por su causa. No te vengarás ni guardarás rencor a tu propio pueblo. Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo, Yahvé.” 2 Respuesta de A.P.: En líneas generales, tal como puede comprobarse incluso por ese simple resumen, Woods camina por un sendero correcto. En mi obra sobre la interpretación del pensamiento de Pablo he explicado hasta la saciedad la división entre Ley eterna y universalmente válida y ley específica y temporal (en lagunas perspectivas). Creo que la diferencia con Wood estima que yo obtengo de la lectura de Pablo mismo esta distinción y no la saco de la Misná ni la refuerzo con Maimónides que es de los siglos XI y XII d.C. Insiste sobre todo en una idea muy judía y es que la “Ley cambia en época mesiánica” y en que el Mesías tiene autoridad para interpretarla y matizarla. Sí estoy convencido –e intento probarlo con textos de seguidores judíos de Pablo, como son los evangelistas Marcos y Mateo— de que el judeocristianismo daba por supuesto que esa distinción era común en la época. Y luego lo refuerzo con unos diez o doce textos de rabinos desde los siglos III al V d.C. que sostienen que “La Ley cambia en la época mesiánica”. En la Cábala judía se da por supuesta esta distinción. Por tanto acudir a la Misná (compuesta hacia el 220) no es en sí erróneo, ya que transmite opiniones de rabinos desde el 170 a.C. (son pocas, como las de Antígono de Soco) y bastantes que pueden ser de época anterior al 70 d.C. Ciertamente tanto la idea de Woods, como mi interpretación, no son teorías tan simples. En mi caso mi interpretación unida al estudio extenso de la concepción de la naturaleza del mesías según Pablo que tiene una “parte” de celestial –que explico en mi libro con multitud de textos desde el siglo IV a.C. hasta el siglo II d.C. –. La tres ideas (naturaleza del Mesías; la Ley no es simple sino compleja, dividida en universal/eterna y temporal y específica para los judíos; la Ley cambia en la época mesiánica) explican bastante bien a Pablo…diría que al menos en 95 %. No puedo admitir que Pablo sea un autor contradictorio, ni Woods tampoco. No hubiera tenido seguidores. Sólo sostengo, como Woods, que sus cartas son circunstanciales, que no tenemos todas las claves –que éstas están implícitas solo en sus cartas —y que si las tuviéramos (por ejemplo qué le respondieron a Pablo sus corresponsales; qué les predicaba Pablo oralmente), veríamos que el Apóstol no fue contradictorio. Creo que esto queda clarísimo en mi libro. Por último, tendré que estudiar a fondo a Woods para valorarlo, pero “a bote pronto”, leyendo el resumen de su obra, creo que mi interpretación es más compleja, profunda, y fundada y se atiene mucho más a los datos de Pablo mismo. Pero Woods va por el buen camino. Saludos cordiales de Antonio Piñero Universidad Complutense de Madrid www.antoniopinero.com
Viernes, 2 de Octubre 2015
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Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.
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