Bitácora
PUBLICADA EN LA CADENA DE DIARIOS REGIONALES DE EL MERCURIO. 28.2.2016. ENTREVISTADOR, MAURICIO MONCADA
Los deseos del Presidente Evo Morales de asegurarse un Gobierno “de por vida” chocaron de frente con el “notable y eficiente reflejo democrático” de los bolivianos. Así lo cree el abogado y ex embajador José Rodríguez Elizondo. El también periodista y académico estima que el Mandatario, ávido de emular a sus referentes -Hugo Chávez y Nicolás Maduro-, sufrió su más importante derrota electoral, por la que no podrá repostularse a la Presidencia en 2019 a un cuarto periodo consecutivo.
En este escenario, el académico agrega que el Jefe de Estado está “sobregirado” por el fin del superciclo de precios de los commodities y por la demanda en La Haya contra Chile, aunque asegura que el escenario, en lo sucesivo, abre una oportunidad de reflexión para el líder altiplánico sobre su relación con Chile.
Eso sí, afirma que hay que poner atención a la figura del ex Presidente Carlos Mesa, que podría alcanzar ribetes insospechados en el futuro político boliviano.
Acerca del 48,69% de apoyo que consiguió el Mandatario en el referéndum y cómo debería administrar la popularidad y el capital político que aún mantiene, Rodríguez añade que “las dictaduras y los Gobiernos autoritarios que están en su límite puedan ser populares. Pinochet y Chávez lo fueron. Franco y Perón también”.
El ex diplomático -quien prepara un nuevo libro sobre los conflictos con Bolivia en un análisis que contempla el derecho, la diplomacia, la estrategia, la geopolitica y el rol del Perú en su sexta entrega editorial sobre el límite norte del país-, sostiene que en la actual coyuntura, la oferta de relaciones diplomáticas que viene planteando La Moneda “es un punto fuerte de Chile”, aunque califica de “inaceptable” las condiciones en las que Morales las concibe: como un “premio consuelo para nuestra rendición”.
EL POR QUÉ DE LA DERROTA
- ¿Cómo se puede explicar la derrota sufrida por el Presidente Evo Morales?
- Pienso que su relativo éxito económico más la demanda contra Chile lo llevaron a sobregirarse. Como Hugo Chávez y Fidel Castro son sus dos grandes referentes políticos, vio la oportunidad para asegurarse un gobierno de por vida. Además, el calamitoso Gobierno de Maduro, el fin del kirchnerismo y los límites biológicos del castrismo, quizás le inocularon la tentación de un liderazgo supranacional. Subestimó, así, el notable y eficiente reflejo democrático de los bolivianos. Sin liderazgos alternativos, pero con una percepción clara de que el poder vitalicio es por añadidura dictatorial y corruptible, la mayoría del país manifestó que para eso no estaba disponible.
- ¿Es decir, su agresividad contra Chile no le fue determinante para ganar?
- Creo que ahí jugó un rol, aún no cuantificable, el ex Presidente y actual vocero de la demanda Carlos Mesa. El demostró que se podía ser mejor comunicador, al respecto, con un discurso sereno, racional y bien dicho. Luego, cuando hizo el deslinde entre su rol como vocero y su opción por el No en el referéndum, le dividió el apoyo interno a Morales. Demostró que para estar con “la causa” no se necesitaba un Presidente vitalicio y todopoderoso,
- ¿Y no puede Mesa ser una alternativa a tener en cuenta?
- Creo que ahí está la cosa. Habría que seguir su trayectoria. Tras ese notorio deslinde fue amonestado por el vicepresidente Álvaro García Linera y Morales decidió excluirlo ¡de las reuniones del equipo de la demanda! … Sin embargo, de inmediato comenzó a ser incluído en las encuestas.
- ¿Fue un error de Morales designar a Mesa?
- A mi juicio fue un exceso de confianza en su liderazgo mesiánico. Morales quiso contar con un vocero que le aportara la densidad intelectual que él no tiene y que se le subordinara. En lo primero acertó, pues configuró una dupla complementaria. Mientras el Presidente emitía un alegato emocional, no siempre veraz y diplomáticamente inaceptable, Mesa brindaba una narrativa racional y diplomáticamente correcta. En lo segundo falló, pues Mesa no le era subordinable. Además, gracias a García Linera, demostró que no era fácilmente destituible. Como resultado, comenzó a levantarse como alternativa a Morales y este puede haber creado una nueva versión del aprendiz de brujo.
- El Mandatario no ha hecho una autocrítica profunda y más bien se refirió a una supuesta “guerra sucia” y al efecto de las redes sociales. ¿Cómo cree usted que Morales seguirá adelante con su administración?
- Los líderes autoritarios siempre creen estar en las “posiciones correctas” y valoran las elecciones o plebiscitos solo como señales ratificatorias. Maduro, aunque anticarismático, hoy está combatiendo contra la posición mayoritaria de su pueblo, expresada en un poder del Estado ¿Y alguien sabe de alguna autocrítica profunda de la señora Kirchner?.... No veo por dónde Morales podría innovar haciendo una autocrítica siquiera leve. Por supuesto que seguirá adelante, rebuscando en la culpa de los otros y esperando una nueva oportunidad.
- ¿Cómo se puede explicar la frase “Hemos perdido la batalla, pero no la guerra”, para el resto de su administración?
- Creo que Morales llegó al gobierno por la vía democrática, pero la democracia todavía no llega a él. Desde el poder no ve adversarios legítimos, sino enemigos, en lo interno y en lo externo. A sabiendas o no, esa y otras metáforas que emplea le vienen de la estrategia clásica, es decir, militar.
- De todos modos, el 48,7% mantiene a Evo Morales con un importante apoyo popular. Sin embargo, el Movimiento al Socialismo (MAS) no ha sido capaz de ofrecer un liderazgo distinto al del Presidente. ¿Esto podría generar pugnas al interior del partido que llevó a Morales a gobernar ya por 10 años?
- A esta altura no me sorprende que las dictaduras y los gobiernos autoritarios que están en su límite puedan ser populares. Pinochet y Chávez lo fueron. Franco y Perón también. Castro, para qué decir. Lo que me llama la atención es la lógica de la inercia en los partidos que preexistían y los apoyan. Estos asumen que, ante un líder fuerte, lo mejor es soterrar todos los perfiles alternativos y decirle amén hasta que se debilite. Recién entonces perciben que carecen de líderes alternativos y que han quedado fuera del juego. Sus pugnas internas comienzan demasiado tarde
- ¿Cuánto cree que afectó al Mandatario boliviano el caso de su ex pareja y ejecutiva de una empresa china, con quien tuvo un hijo que falleció y cuya firma ha recibido millonarios contratos del Estado?
- Es muy propio de los líderes carismáticos decir que no tienen vida personal. Hitler decía estar casado con Alemania y Morales dice que está casado con Bolivia. Son expresiones de demagogia patriótica, para crear la ilusión de que no están en el poder para darse gustitos, sino para servir a sus pueblos. Quienes les creen suelen reaccionar pésimo cuando descubren que el líder carismático no sólo disfruta la erótica del poder. Sus amigas con ventaja también pueden ser amigas con privilegios. Eso duele.
- ¿Existe alguna posibilidad de que, al igual que tras la derrota de Chávez en 2007, Morales se incline por enmendar la Constitución por decreto y sin consultarle al pueblo?
- Es una posibilidad. Las malas costumbres son contagiosas.
- ¿En qué pie queda con esta derrota el ideólogo del Gobierno boliviano, su vicepresidente Álvaro García Linera?
- Yo lo percibo como un operador ilustrado, con la función de comunicar las políticas de su Presidente en correcto castellano, pero poco más. Los vicepresidentes ideólogos están un peldaño más arriba. Pienso, por ejemplo, en José Vicente Rangel, vicepresidente con Chávez, y en Joaquín Balaguer, Presidente sustituto de Rafael Leonidas Trujillo.
EFECTOS EN CHILE
- ¿Esta derrota electoral podría tener repercusiones en Chile? ¿De qué tipo?
- Es una oportunidad de reflexión, para el propio Morales, sobre los límites electorales de su agresividad hacia Chile. Por añadidura, sería una oportunidad de reflexión creativa para José Miguel Insulza.
- ¿Cuál es la postura que debe primar en el Gobierno de Chile frente a este proceso electoral boliviano?
- Parafraseando la fórmula del ex Presidente Lagos: ¿quién es uno para darle consejos públicos al Gobierno?... y menos cuando hay conflictos en carne viva que afectan a nuestro país. Lo siento, lo mío es la investigación y el análisis.
- ¿Sigue siendo factible el ofrecimiento de relaciones diplomáticas?
- Por supuesto. Es un punto fuerte de Chile. Sobre todo si se coteja con la insostenible posición de Morales. Él concibe las relaciones diplomáticas con nuestro país como un premio consuelo para nuestra rendición. Cualquier tipo serio de cualquier país se da cuenta de que eso es inaceptable.
- Con el grado de conocimiento que usted tiene de la Cancillería chilena, ¿cuál cree que fue el sentimiento de quienes toman decisiones al saber de la derrota de Morales?
- Según nuestro sistema, las decisiones en materia de política exterior solo puede tomarlas el Jefe de Estado, la Presidenta Bachelet. No un sujeto plural. No la Cancillería.
- ¿Es esperable que el Presidente boliviano despliegue un discurso más agresivo en contra de Chile?
- Es posible pero indeseable. Bloquearía la pequeña buena oportunidad de reflexión que le concede la derrota.
- ¿Se pueden esperar cambios en la estrategia boliviana respecto de la demanda en la Corte Internacional de Justicia en La Haya?
- Sí, cambios malos como incrementar la presión a los jueces, la manipulación “patriótica” de la opinión interna y la agresividad internacionalizada contra Chile. Una clásica fuga hacia adelante. O cambios buenos, como asumir la negociación realista, las relaciones diplomáticas como marco imprescindible y la lógica de las relaciones internacionales democráticas,
- ¿Debe la Presidenta Bachelet cambiar de ahora en adelante su forma de relacionarse con Morales? Hasta ahora la Mandataria evita confrontarlo en público y se reúnen en algunas cumbres.
- Como dije, no doy consejos públicos de política exterior a la autoridad. Pero aquí debo hacer un alcance a su pregunta. Creo que antes que el tema de la relación de la Presidenta con Morales está el de su relación con nosotros, los chilenos. Ante este conflicto, que suscita la atención del Papa y que está bajo la jurisdicción de un organismo de la ONU, ella no nos ha dado, aún, una explicación fundamentada y docente. En su último mensaje ante el Congreso sólo le dedicó 52 segundos. A mi juicio, es una asignatura pendiente y hacerla presente no es un consejo, sino ejercer el derecho a petición.
28.2.2016
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Reflexión en vísperas del referendum en Bolivia
El estado de situación de Bolivia, Chile y Perú, en vísperas de una eventual re-re-elección de Evo Morales, podría exponerse mediante un trailer personalizado.
Ahí aparece Morales incrementando de cualquier modo su agresividad hacia Chile. Ollanta Humala, en plan de regresión familiar, quiere dejar como legado un conflicto serial con Chile y un conato de alianza con Morales. Michelle Bachelet, sin rol protagónico, aparece delegando la reactividad chilena en sus asesores directos y los abogados.
La primera impresión ante esta sinopsis, es que la conjunción de una política belicosa, una política taimada y una política desperfilada no sirve como soporte para nada bueno. Una segunda impresión agrega que bolivianos, chilenos y peruanos hoy estamos ante un sendero bifurcado, que equivale a la oportunidad de las crisis.
Uno de los ramales del sendero conduce a la reposición de lo que el tratado de 1929 consignara como “la única dificultad pendiente” entre Chile y el Perú. Es decir, al choque de la aspiración boliviana con la interdependencia de Tacna-Arica, ahora fundada en la contigüidad geográfica peruano-chilena. Sería un escenario con diversas posibilidades de desarrollo conflictivo, entre las cuales la configuración de una alianza similar a la de 1929.
El otro ramal conduce a revisitar el espíritu de los pactos de 1929, para reasumir el talante visionario de Augusto Leguía y Carlos Ibáñez. Por una parte, esto permitiría apreciar la alianza malograda de ayer como una precuela de la Alianza del Pacífico, que hoy integra a chilenos y peruanos. Por otra parte, permitiría revisar el criterio excluyente de Bolivia, para considerar la posibilidad de que participe en esa integración, sin precondiciones que afecten su base jurídico-política. Al menos en una primera etapa exploratoria.
Respecto a Bolivia, el primer ramal no la beneficia, ni siquiera en la hipótesis de una reactivación de la alianza de 1879. Eso sería prepararse para “lo innombrable” siendo que, como decía Winston Churchill, “las guerras no se ganan, sino que se pierden”. Y sobre todo si se dan entre países no desarrollados y en el mundo globalizado de hoy.
En cuanto al segundo ramal, sólo podría beneficiarla, pues la relación chileno-peruana ya no puede tener entre sus objetivos excluirla de un acceso tacno-ariqueño al Océano Pacífico. Tras 86 años de vigencia formal, esa meta ha desaparecido del horizonte real. Bolivia ya tiene dos enclaves no soberanos en el litoral peruano y salida no soberana al mar por todos los puertos de Chile.
PARA SALIR DEL CALLEJÓN
De acuerdo con lo señalado, una relación chileno-peruana renovada bien podría producir una negociación política sobre un mejor estatus marítimo-económico para Bolivia, que culmine con un planteamiento común. Sería responsabilidad sólo de Bolivia el aceptarlo, rechazarlo o negociarlo. Es lo que en otros textos he denominado “trilateralismo diferenciado” o “bilateralismo ampliado”.
Como información pertinente, he planteado el tema a algunos presidentes y a la mayoría de los cancilleres chilenos y ninguno ha contradicho la trilateralidad real del conflicto con Bolivia. En este país, el ex canciller Loaiza (QEPD), ejecutando la política del Presidente Rodríguez Veltzé, la daba por supuesta. El ex Presidente Mesa, por su lado, ha llegado a reconocerla de manera enfática. En el Perú, de cinco cancilleres a quienes he planteado el tema, tres afirmaron su trilateralidad, uno agregó que la idea de un trilateralismo diferenciado le parecía interesante y un quinto no tuvo comentario. En cuanto al ex Presidente Alan García, mediante globo sonda de 1989 fue más lejos que todos, aceptando la posibilidad de decir “sí” a Chile, ante una eventual cesión de parte de Arica a Bolivia.
Lo señalado ratifica que la racionalidad está en las alturas del poder, pero no se expresa en público con énfasis docente, para no afectar la emocionalidad que está en la base ciudadana. Por cierto, tal emocionalidad tiene como soporte a los historiadores nacionalistas y, paradójicamente, a quienes actúan oportunistamente desde las alturas del poder.
Como resultado, todos estamos embotellados y cuesta visualizar la puerta de escape hacia el futuro. Sin embargo, corsi e ricorsi, cuando uno se encuentra ante un callejón sin salida, eso significa que la única salida está en el callejón. Allí, soterrados o visibles, están los futuros estadistas de Bolivia, Chile y el Perú, esperando su oportunidad. Como la necesidad crea el órgano, en algún momento tendrán que aparecer.
Cuando esos estadistas emerjan (y coincidan) tendrán que buscar la solución posible en el entramado de la complejidad real, para pasar desde la retórica de los santos tratados, las astucias del revanchismo y la agresividad del irredentismo a la praxis de la negociación.
Por el mejor futuro de nuestros tres países, es de esperar, primero, que eso suceda y, luego, que sea más temprano que tarde.
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Por mi experiencia como periodista, aprecio mejor a los autores conversados que a los autores solo leídos. Durante mucho tiempo, mi referente boliviano favorito fue el ilustre Walter Montenegro, a quien conocí cuando él era embajador en el Perú. Pragmático, realista, aplicaba a la controversia con Chile la experiencia de comienzos de la Guerra Fría, cuando muchos buscaban una “solución definitiva” al conflicto global. Parafraseando al célebre diplomático y analista norteamericano George Keenan, solía decir “hay problemas que no admiten soluciones, sino acuerdos”. Un lema que luego incorporó a sus textos.
Con motivo de un evento académico en La Paz, 2011, tuve la oportunidad de conocer a Armando Loaiza Mariaca, quien, a mi juicio, fue el mejor sucesor de Montenegro. Lo menciono en pretérito triste, pues falleció el lunes 18 de enero de 2016, precisamente cuando yo comenzaba a escribir sobre sus posiciones pragmáticas, en un libro que estoy componiendo.
Diplomático profesional, académico y canciller durante el gobierno interino de Eduardo Rodríguez Veltzé, Loaiza siempre tuvo el coraje de plantear sus posiciones con una rara mezcla de firmeza y dulzura. En nuestros intercambios, que se mantuvieron hasta muy poco antes de su fin, ejerció ese talante sin eufemismos.Decía (cortésmente) que los gobiernos de Chile no daban facilidades para quererlos y definía ese déficit como “soberbia”.
Pero, rápido, reconocía que lo principal no era partir de la culpa ajena sino desde la responsabilidad propia. Al respecto, no temía reconocer lo erróneo de haber judicializado la controversia y lamentaba los excesos verbales de su gobierno, tan disfuncionales al diálogo. Pensaba que en esto tenía mucho que ver el irredentismo.
Como canciller, él había asumido, precisamente, la tarea de superar las tensiones producidas durante los gobiernos de Carlos Mesa y Ricardo Lagos. Y lo consiguió. Comenzó trabajando en la “agenda sin exclusiones” que culminó como la “agenda de 13 puntos”, en la cual se incluyó nominativamente, por primera vez, el tema marítimo. Esto, que para los expertos bolivianos fue un gran éxito diplomático (y con razón), Morales se lo apropió por completo, como fruto de su relación política y personal con Michelle Bachelet.
En un texto publicado en La Paz, Loaiza se permitió un público y algo irónico llamado de atención: “Me parece un tanto excesivo que a veces el Gobierno de Evo Morales reclame para sí el mérito de haber incorporado el tema marítimo en la agenda bilateral”.
Él tenía la esperanza de que su presidente perseverara en esa línea de diálogo avanzado. Coincidiendo con los juristas que saben de política internacional, percibía que los jueces no pueden dar soluciones reales a problemas que son esencialmente históricos, geopolíticos y políticos. Notablemente, esa convicción la comunicaba no solo en la reserva de las grandes oficinas paceñas; igual la expresó ante un medio chileno: “Cuando se anunció esto (la demanda), manifesté que me inclinaba por el procedimiento por excelencia de las relaciones internacionales, que es la negociación diplomática”. Incluso agregó un comentario pesaroso: “Hoy es un tema ya nacional, aceptado, al que ya es muy difícil oponerse, eso ya es historia pasada”.
Colaborando con Realidad y Perspectivas, publicación académica que dirijo en mi Facultad de Derecho, escribió con ese mismo talante. Usando un fraseo allendista, dijo que “más temprano que tarde la diplomacia boliviana habrá de concordar con Chile la prosecución del camino arduo de gestionar la vasta agenda bilateral”. Añadió que hacerlo implicaba “consolidar la esencial confianza mutua que ha de impulsar la relación entre ambas naciones”. Ejemplificando, mencionó la relación chileno-peruana por “cuerdas separadas”, que mantuvo el mínimo necesario de cooperación durante el proceso ante la CIJ.
Por cierto, con esa mención al Perú desafiaba la visión irreal o tacticista del bilateralismo. A su juicio, “los tres protagonistas de la Guerra del Pacifico debieran mostrar, en los albores de este nuevo milenio, una insólita capacidad, aun no demostrada, para articular un sistema de paz, integración y seguridad en esa región austral del Pacifico sudamericano”.
Es que el ex canciller reconocía, sin ocultamientos, que el objetivo de los pragmáticos bolivianos seguía siendo el mismo de siempre: “Las propuestas sobre el tema marítimo están sobre la mesa y todas más o menos conducen al mismo punto: un corredor al norte de Arica”.
Por lo señalado, no solo los bolivianos van a añorar a ese transparente ser humano, que fue mi buen amigo Armando.
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Esta es otra entrevista sobre el mismo tema -la coyuntura manda-, pero tiene una particularidad notoria: el entrevistador es Marco Zileri, director de la influyente revista peruana Caretas. Para mí fue un ejercicio interesante, pues supuso un público lector básicamente peruano y las preguntas de Zileri reflejaron, perfectamente, sus perplejidades ante el conflicto que vivimos.
Bolivia demanda a Chile ante la Corte Internacional de La Haya el inicio de negociaciones para una salida soberana al mar. ¿Se aventura a pronunciarse sobre el resultado?
–La Corte de La Haya, al solo aceptar a tramitación la solicitud de la demanda, ya le dio una victoria a Evo Morales. El pleito es absolutamente raro desde el punto de vista jurídico. Lo que pide Bolivia implica obligar judicialmente a negociar una transferencia de territorio soberano para que ellos lleguen al mar por Chile y no dice por dónde. Es como si se le dijera a un juez: yo quiero que este señor me entregue parte de su casa, ¿cuál parte? ¿por qué? ¿con qué título?. Eso no lo preguntó la Corte. Por lo tanto, al aceptar una demanda de ese tipo dio un triunfo a Bolivia y Evo Morales lo entendió muy bien políticamente.
Lo que no está contando Evo Morales es que si los jueces dicen, eventualmente: “sí, conminamos a Chile a negociar una salida soberana al mar para Bolivia…” vendrá a colación el Tratado de 1929 con el Perú. Entonces Chile tendría que decir: “Yo siempre he pensado que la única posible salida es por Arica, pero ahí yo tengo una hipoteca con Perú”.
–Chile en más de una oportunidad se ha pronunciado sobre la posibilidad de negociar una salida soberana al mar para Bolivia.
–Aquí voy a decir una cosa muy delicada: Chile cometió un error grave desde 1949 hasta 1951, que fue negociar directamente con Bolivia una salida soberana al mar por Arica, el famoso “corredor boliviano”, en el supuesto de que “el previo acuerdo” con el Perú se podría dar a posteriori. Fue como decir, yo negocio contigo y después le pedimos la anuencia al Perú. En el curso de la historia quedó claro, para Torre Tagle, que Chile estaba esperando del Perú un sí o un no. José de la Puente Radbill expuso en uno de sus libros que así Chile había transformado el poder de decisión peruano en un derecho a veto.
–El Tratado de 1929 Perú – Chile así lo establece. ¿Cuál es la sorpresa?
–Esto es bien enredado. El ex Presidente boliviano Daniel Salamanca dijo que con ese tratado Chile puso un candado al mar para Bolivia y entregó la llave al Perú. Desde entonces, la estrategia de Bolivia ha sido inutilizar el mecanismo y eso fue lo que hizo en 1949, cuando negoció directo con Chile el corredor. Es decir, cambió el orden de los factores, pues Chile debió negociar primero con Perú. Entonces el Perú dijo una sutileza: “Que los chilenos se entiendan solitos con Bolivia, este es un tema bilateral yo no participo en esto”.
–¿Por qué candado, si es un asunto bilateral entre Chile y Bolivia?
–No tanto. En 1929 Bolivia fue un tercer actor en ausencia. Chile y el Perú, con Leguía e Ibáñez, pactaron un frente común para excluirlo y bloquearle una salida soberana por Tacna y/o Arica. Ese fue el sentido del “acuerdo previo”: Fue una relación de dos para excluir a un tercero. Por eso yo hablo de trilateralismo de facto o excluyente.
–El tratado de 1929 es una compensación de la guerra, el Perú recuperó una provincia.
–Recuperó una provincia y mantuvo una presencia en la otra.
–En cambio Bolivia, con el tratado de 1904 no recibe compensación alguna.
–No, eso es lo que quiere hacer parecer Bolivia ante el mundo. Recibió lo que para la época era una compensación tan sustancial, que su presidente Ismael Montes, que firmó el tratado, fue reelegido en 1909. Por cierto, no había tropa obligándolo a firmar, ni fue una cesión gratuita. Entre otras cosas, Bolivia recibió dinero, transporte ferroviario, créditos y obtuvo acceso libre a todos los puertos chilenos.
–¿Por qué Chile abre la carta negociadora en 1949?
–Por varias circunstancias. Además de la presión de Bolivia, había un espíritu de idealismo democrático latinoamericano contra las dictaduras y ustedes tenían una dictadura (Manuel Odría); también había un gobierno norteamericano que, tras asumir las quejas de Bolivia convence a nuestro Presidente con una frase que sigue diciéndose hasta hoy: “Ustedes que tienen tanta costa, qué les cuesta darle un poquito a Bolivia”.
–¿Quiénes fueron los protagonistas?
–Harry Truman y el presidente chileno Gabriel Gonzalez Videla, que va a Washington, toca piano a cuatro manos con Truman y vuelve a Chile convencido de que se iba a producir una Tercera Guerra Mundial. En esa coyuntura no le pareció malo ser un buen amigo de Truman.
Yo asumo como estudioso que esto fue un error y el negociador chileno del Tratado de 1929, Conrado Ríos Gallardo, lo dijo públicamente, saliéndose de sus casillas diplomáticas: “Si no teníamos problemas con el Perú hasta el momento, los tendremos en el futuro”. Y como el futuro en política internacional puede ser un siglo, ese futuro es nuestro presente.
–¿Cuáles son los escenarios geopolíticos que se abren frente a La Haya?
–Cada vez se acerca más el momento en que Evo Morales, gracias a que La Haya tramitó su demanda y a que le dio en la cabeza a Chile con las excepciones preliminares de incompetencia, diga que “yo ya tengo una gran fortaleza política gracias a la opinión pública mundial que he cultivado”. Y tal vez se acerca el momento en que los peruanos tengan que decir sí o no, aplicando la opción boliviana sobre el Tratado de 1929.
Es en ese momento que aparece la declaración de Isla Esteves en virtud de la cual el presidente Ollanta Humala manifiesta los más fervientes deseos de que le vaya bien a Bolivia en el pleito de La Haya, evoca el uso de la fuerza para proscribir las amenazas -cosa bastante gratuita en ese contexto– y tácitamente involucra al Perú. Es un vuelco pues, hasta el momento, el Perú se había mantenido neutral. Yo he leído a distinguidos historiadores peruanos que hablan de un desliz presidencial.
–¿Tiene algo que ver el “triángulo terrestre” con el tema de la salida soberana al mar de Bolivia?
–Ante la hipótesis de que Chile y Bolivia lleguen, antes o después de la sentencia de La Haya, a diseñar un corredor (boliviano), Chile podría decir: “va por la línea recta del paralelo del Hito 1 hasta el mar”. De ahí solo puede proyectarse hasta la milla 80, por la anterior sentencia de La Haya. El Perú va a decir: “si usted le quiere conceder un corredor tendría que seguir la línea de la Concordia, llegar al ex punto 266 y de allí proyectarse hasta el mar”. Es decir, mientras exista la controversia chileno-peruana por el triángulo –que para mí es una cuña– Bolivia no va a poder definir una línea indisputada de salida al mar.
–¿Chile tiene la opción de otorgar soberanía marítima a Bolivia por ex territorios bolivianos?
–Esa es la opción de los recuperacionistas bolivianos. En Bolivia hay dos grandes tendencias: una es “recuperemos lo que fue nuestro”. Supone el empleo de la fuerza, ya que se cortaría el territorio de Chile y es doctrina chilena evitar ese corte. Otra es la solución de los pragmáticos, que antes se llamaban practicistas y que dice “olvidemos lo que perdimos, pues ya hay un tratado y postulemos a lo que siempre hemos querido desde el año de 1825, que es Arica”. Cabe recordar que hubo notables ariqueños que pidieron a Bolívar ser incluidos en la nueva república, cuando ésta recién había sido creada. También hubo un tratado de trueque en 1827 y hasta una guerra en 1841. Una larga cadena histórica de interés boliviano sobre Arica entonces peruana.
Entonces ¿estaríamos encajonados?. Si nos guiamos solamente por lo que digan los abogados no hay solución a la vista. La solución es política. Yo no soy un chileno antiboliviano que diga: “yo no quiero que lleguen al mar”. Imagino que ustedes piensan lo mismo, pero son distintos los fraseos. Nosotros decimos, okey, siempre que no nos corten el territorio y ustedes dicen okey, siempre que no sea por Arica.
–¿Cuál es la solución política?
–Frente a ese tema alguna vez nos reunimos en Lovaina, Bélgica, intelectuales peruanos, bolivianos y chilenos (cuatro por país) y trazamos un proyecto de solución pacífica que contemplaba un foco trinacional de desarrollo, sin cesiones de soberanía territorial. Un equivalente a lo que fue la Comunidad Europea del Carbón y el Acero, en cuanto ente que potenció la integración y el nacimiento de la Unión Europea.
Yo remito a quienes me leen a que se interesen en lo que dijimos a ese nivel de simples intelectuales. ¡Qué lindo sería que hubiera un seminario de Lovaina, pero no a nivel de chilenos, peruanos y bolivianos de a pie, sino a nivel de grandes personajes políticos! Yo pienso por ejemplo en un seminario entre ex presidentes peruanos, bolivianos y chilenos: Ricardo Lagos, Sebastián Piñera, Eduardo Frei, Carlos Meza, Rodríguez Veltzé. Ustedes pondrán los suyos y además tienen a Allan Wagner y José Antonio García Belaunde. Sería un equipo de primera para proyectar esto.
–¿Cómo califica la relación entre Perú y Chile?
–En estos momentos, entre delicada y grave. En política internacional para mi valen mucho las percepciones. Por eso prefiero decir que tenemos un territorio en disputa (el triángulo terrestre), en lugar de decir que ese territorio es indiscutiblemente chileno o peruano. La simple y ruda reivindicación no permite establecer una línea de diálogo para iniciar una negociación.
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Lo reitero: entrevistadores bien informados me están ahorrando el trabajo de escribir columnas o ensayos sobre los problemas vecinales de mi país. Los mismos que, por gracia y obra de Evo Morales, se han venido globalizado. Copio, a continuación, la entrevista que me hiciera el periodista Mauricio Mondaca para la cadena de diarios regionales de El Mercurio. Gira en torno al nombramiento y circunstancias de José Miguel Insulza como nuevo agente de Chile, ante la Corte Internacional de Justicia.
¿Cómo cree usted que va a incidir la designación del ex ministro José Miguel Insulza como agente de Chile en la demanda presentada por Bolivia?
En lo estrictamente judicial poco podrá hacer, pues la suerte está echada al 90 por ciento. En efecto, por el solo hecho de dar tramitación a la demanda, la CIJ otorgó a Evo Morales el “punto de prensa” global que éste quería y que, a mi juicio, era su objetivo principal. En segundo lugar, ya perdimos la batalla de la incompetencia de esa Corte y eso es inmodificable. En tercer lugar, siendo claro que los jueces no pueden obligarnos a ceder soberanía, sólo queda postular a un fallo con formas diplomáticas. Por ejemplo, que nos inviten a negociar, al estilo de las resoluciones de la OEA. Algo así como “esta Corte vería con agrado que Bolivia y Chile...”. El espacio para que Insulza aplique sus habilidades políticas y diplomáticas estaría en ese espacio y en la eventual negociación pos fallo. Salvo, por cierto, que ambos gobiernos opten por cerrar el juicio y adelantar la negociación que es una posibilidad muy interesante.
-¿Esto significa un tropiezo en la estrategia chilena o forma parte, como dice el Gobierno, de una segunda etapa en el proceso?
Me complica el uso de la palabra estrategia para lo que ha sido, más bien, un trabajo técnico-jurídico de abogados chilenos y extranjeros. En el contexto de un conflicto de poder, como es el que tenemos con Bolivia, la estrategia es un tema mucho más complejo, pues supone organizar todos los recursos de poder del Estado. He venido llamando la atención sobre esto desde hace muchos años y muchos textos. Ejemplificando, he dicho que Perú tuvo una estrategia sofisticada, manejando el larguísimo plazo y arrastrándonos al campo de la controversia jurídica por medio del “efecto contrasimbolización”. Es decir, valiéndose de nuestro proclamado respeto al multilateralismo y a las normas del derecho internacional. En paralelo, envió señales contradisuasivas, sostuvo una política de “cuerdas separadas” y ejerció una diplomacia segmentada con países tan importantes, en la coyuntura, como Ecuador, Bolivia, Brasil y Argentina. Los bolivianos, por su parte, también han tenido una estrategia compleja y quizás no nos dimos cuenta porque los subestimamos. Hasta hace poco algunos aludían a la “política errática de Evo”. Además, su estrategia tiene una base histórico-fundacional, pues sus líderes comenzaron a pulirla en 1825 para disputarle Arica a Perú. A este respecto recomiendo leer el libro “La punta del iceberg”, una excelente investigación del Centro de Estudios Estratégicos de la Academia de Guerra, de nuestro Ejército.
-¿De dónde proviene, según usted, la “falta de cohesión” a la que hizo alusión Felipe Bulnes al dejar el cargo?
Viene de la sociedad civil y no de la clase política que, salvo excepciones individuales, ha apoyado la actuación del gobierno. Al parecer, se subestimó el sentido común de los ciudadanos, al tratar de reducir los conflictos de poder a contiendas de abogados. Pero, por sobre todo, ese faltante viene de los porfiados resultados. Los chilenos hemos visto, con tristeza, cuántos líderes importantes manifiestan simpatía por la causa boliviana y sólo neutralidad ante nuestra defensa. El espaldarazo del Papa Francisco fue un punto demasiado fuerte. Por último, los chilenos extraoficiales comenzaron a pedir explicaciones en voz alta cuando la CIJ rechazó, casi por unanimidad, nuestras excepciones preliminares. Pocos creyeron que ese rechazo nos dejaba mejor que antes, como sostuvo el anterior agente.
-El ex canciller Miguel Schweitzer dijo que el arribo de Insulza deja al equipo chileno en una posición “bastante mejorada”. ¿Ese comentario puede leerse como una crítica a la labor de Bulnes?
También puede leerse como un elogio para Insulza. Elija usted la parte del vaso.
-¿Cómo cree usted que fue la labor de Felipe Bulnes?
No me gusta hablar en términos de creencia. Prefiero decir que siempre lo ví y escuché muy prestante, caballeroso y convincente, desde su experiencia como abogado litigante. Me daba la impresión de que aplicaba la lógica férrea del derecho civil a un conflicto de poder, donde rige la lógica sutil del derecho internacional y la flexibilidad institucional de la ONU. Tal vez por eso se manifestó sorprendido cuando planteé que Chile no debía comparecer al proceso, terminando con la tribuna de Morales. Al parecer, creyó que eso nos habría puesto en rebeldía o dejado en la indefensión. Sucede que el artículo 53 del Estatuto de la CIJ admite esa opción y hay una matizada jurisprudencia sobre la materia. Bulnes debió pedir un informe en derecho al respecto, aunque no a los abogados litigantes contratados, por razones obvias. Muchos ven hoy esa posibilidad como menos riesgosa que un fallo inaceptable o un retiro del Pacto de Bogotá.
-¿Es relevante que el agente de Chile en una demanda de este tipo esté dedicado exclusivamente a esa labor? Se lo pregunto porque en las últimas semanas se conoció que el ex agente Bulnes fue contactado por la ANFP para colaborar en una auditoría.
Es absolutamente relevante. Pienso en las redes y contactos que hizo Allan Wagner en La Haya, incluso con los jueces, en cuanto agente peruano full time y diplomático profesional. Tal vez algo similar esté haciendo en estos momentos el agente boliviano Eduardo Rodríguez Veltzé, ex Presidente de la República y de la Corte Suprema. En todo caso, la dedicación a tiempo parcial de Bulnes no fue subrepticia. Tengo entendido que él lo planteó, derechamente, cuando fue designado y dos gobiernos aceptaron su posición.
-¿Cree que la designación de Insulza, un personero con un perfil internacional más alto que Bulnes, generaría preocupación en Bolivia?
Puede preocupar a los políticos cortoplacistas. De hecho, el ideologizado vicepresidente Alvaro García Linera está tratando de desacreditarlo, al presentarlo en contradicción con sus opiniones dialogantes hacia Bolivia, en cuanto jefe de la OEA. Eso no tiene sentido, pues su rol de entonces era de carácter intergubernamental y cualquier político con oficio lo entiende. Por el contrario, estimo que los líderes bolivianos sofisticados, como Carlos Mesa o intuitivos, como Morales, debieran valorar el cambio, por la alta capacidad de Insulza como negociador. Que de eso se trata, en definitiva.
-El Presidente Morales dijo esta semana que con Bolivia “está todo el mundo” y que Chile “está solo”. ¿Podría Insulza mejorar el impacto de la postura de Chile en círculos internacionales?
Todo el mundo es mucha gente y ni siquiera Robinson Crusoe estuvo solo. Al margen de las hipérboles, Insulza tiene una capacidad acreditada para desenvolverse en esos círculos. Como canciller de Eduardo Frei obtuvo los mejores resultados vecinales de los gobiernos de la Concertación. Pero aquí el tema no es cómo mejorar el impacto de una postura, sino como corregir esa postura. Para eso, nuestro gobierno debe definir los objetivos políticos de Chile respecto a Bolivia y a la CIJ y eso nos trae, nuevamente, al tema de la estrategia.
-¿No cree que es contraproducente que el vicepresidente y el canciller de Bolivia hayan sido invitados y recibidos en dos universidades del Estado en Chile, repartiendo material ligado a la demanda boliviana?
Digamos que esos casos distaron mucho de reflejar una política de Estado.
-Una buena performance de Insulza en esta tarea, ¿podrían proyectarlo como figura presidenciable?
Si no piensa mucho en eso, si conserva sus dotes de buen negociador, si reconoce los errores estratégicos escondidos bajo la alfombra, si sabe informar a la ciudadanía, si llega a buenos acuerdos en buena fecha y si la Presidenta Bachelet le reconoce esos méritos... entonces no lo para nadie.
Tendencias 21 (Madrid). ISSN 2174-6850