Reseñas
Una ética para laicos
Alicia Montesdeoca , 28/04/2009
Ficha Técnica
Título: "Una ética para laicos"
Autor: Richard Rorty
Presentación: Gianni Vattimo
Editorial: Katz editores. Madrid, 2009
Las relaciones entre ética y religión, entre relativismo y fundamentalismo, entre naturaleza humana y deseo humano preocuparon largamente a Richard Rorty. Producto de esa preocupación es este libro en el cual, poco antes de su muerte, el filósofo norteamericano define una ética laica que no está situada en un lugar subordinado respecto de la religión, sino que tiene una autonomía precisa y constituye un importante recurso para garantizar el futuro espiritual de la humanidad. Apoyándose en los grandes autores que guiaron el conjunto de su obra, y en abierta y explícita oposición a las doctrinas promovidas por Benedicto XVI, Rorty afirma que la única fuente de ideales morales es la imaginación humana.
Fragmento
Conocí a Richard Rorty el año 1979 en Milwakee, donde habían organizado una conferencia acerca de la posmodernidad; entre otros, participaban también Ihab Hassan, pensador egipcio que escribió libros sobre el tema, y Hans-Georg Gadamer, el maestro de la hermenéutica del siglo XX, quien murió en 2002 a los 102 años.
Por mi parte, me sentía algo incómodo frente a Rorty porque, además de ser mayor que yo -aunque por poco-, acababa de ganar un importante premio por su libro 'Philosophy and the mirror of nature' (Princeton University Press, 1979), y por tanto era el estadounidense de gran prestigio en el simposio. Después de darle una ojeada a mi ponencia, me pidió que lo dejara leerla; yo no conocía su libro, que por lo demás había salido ese año, ni, mucho menos, él conocía los míos; pero advertimos que decíamos cosas parecidas. A partir de ese momento nació una gran amistad y, en cuanto a mí, también cierto devoto respeto.
Ya entonces Rorty estaba anticipando una corriente post-analítica de la filosofía anglosajona que (la resumo brevemente, para que se entienda el sentido de su trabajo) se fundaba sobre la idea de que los tres grandes pensadores del siglo XX fueron John Dewey, Ludwig Wittgenstein y Martin Heidegger. Ahora bien, si situar a Dewey junto a Wittgenstein podría parecer audaz, ciertamente situarlos a los dos junto a Heidegger resultaba escandaloso, pero también creativo. No toda la filosofía estadounidense de los años posteriores se convirtió a una forma de pragmatismo hermenéutico, pero indudablemente se acercó cada vez más -por intermedio de tantos de sus representantes actualmente muy conocidos aun en Europa, como es el caso de Robert Brandom- a ciertas tesis de la filosofía europea sustancialmente inspiradas en la hermenéutica.
Les ahorro en este momento la clase sobre la hermenéutica; pero, para resumir, la idea era: en la filosofía del siglo XX llegó a su ocaso aquel sueño cuyo final Husserl ya había anunciado: 'Ausgeträumt', el sueño de la filosofía como ciencia rigurosa que todavía era característico, ora del positivismo, ora de la fenomenología, a un lado y a otro de la Mancha, si no del Atlántico.
Existía la idea de que la filosofía debía ser una buena representación de la realidad, o bien una buena representación de los modos en que nos representamos la realidad.
El libro que Rorty me regaló personalmente en Milwakee, publicado unos años más tarde en italiano con el título 'La filosofia e lo specchio della natura' (Bompiani, 1986) -con una introducción mía escrita junto con el autorizado colega wittgensteineano Diego Marconi- afirmaba, en suma, que durante muchos siglos la filosofía se había preocupado por aportar las garantías de que la representación que nos hacemos de la realidad es fiel. El espejo significaba que la filosofía debía ayudar a reflejar fielmente la Naturaleza ya fuese orientando a la ciencia -si queremos valernos de las palabras de Kant-, ya mostrando simplemente las estructuras básicas conforme a las cuales reflejamos la Naturaleza.
Sin embargo, para Rorty todo eso era en realidad un sueño metafísico, como ya había dicho Heidegger: era la idea de que la esencia de nuestro estar en el mundo consistía en contemplar la verdad objetiva y luego, más allá de todo, observarla. Recordemos que en italiano [y también en castellano] "observar" puede significar tanto mirar una cosa para descubrir cómo está hecha cuanto seguir, respetar, como sucede en el caso de "observar una ley". Si así lo queremos, la tradición metafísica europea estaba ligada a la idea de que, si se observan las cosas tal como están, también se aprende a observar las normas.
Sin embargo, como ya señalaba Hume, filósofo anglosajón, por lo demás, las normas no pueden obtenerse de los datos. Si alguien es algo, lo es. Si no lo es y se le dice que debe serlo, hay que explicarle por qué debe serlo. "¡Sé hombre!" es algo que suele decirme quien quiere mandarme a la guerra, pero también debería explicarme por qué debería yo ir a la guerra.
¿Qué motivaba que el planteo de Rorty se refiriera a grandes autores como Wittgenstein y, ante todo, como Dewey? La respuesta: Dewey es el fundador del pragmatismo. Rorty retoma el pragmatismo de Wittgenstein, que durante el segundo período de su pensamiento inventó los juegos lingüísticos: cada sector de nuestra existencia habla un lenguaje; y la verdad o la falsedad o, de todos modos, la razonabilidad de una proposición dependen de las reglas del lenguaje en que se la enuncia. Sería como en el dicho italiano: 'coi santi in chiesa, coi fanti in taverna' [en la iglesia con los santos, en la taberna con los siervos]. Si uno va a la taberna cantando himnos marianos, probablemente lo echen en medio de la risa general; y lo mismo sucederá si uno canta canciones guarras, de fonda, en el coro de la iglesia.
Este planteo trasladaba entonces el problema de la verdad observacional a un horizonte que ya no era el de mirar cómo van las cosas, sino el de accionar sobre la realidad. El pragmatismo no significaba sólo "es verdadero aquello que funciona" sino también "estamos en el mundo no para mirar cómo marchan las cosas sino para producir, para hacer, para transformar la realidad". ¿En procura de qué? ¿Y por qué llega a suceder eso? Si alguien se enferma, y se le explica que está enfermo porque sus huesos se están desgastando, ¿será feliz? No, a menos que también pueda dársele la droga que lo cura. En ese caso, saber la verdad le sirve para una finalidad, para intentar no ser demasiado infeliz.
Éste es, en palabras insuficientes, el pragmatismo del discurso de Rorty.
Gianni Vattimo
Notas sobre el autor
Richard Rorty (Estados Unidos, 1931-2007). Fue uno de los más grandes filósofos norteamericanos. Ingresó muy joven en la Universidad de Chicago, donde obtuvo un master en filosofía, y luego continuó sus estudios en Yale, donde obtuvo el doctorado. Enseñó filosofía en Princeton durante más de veinte años, y luego en la Universidad de Virginia. En 1997 fue designado profesor emérito de literatura y filosofía en Stanford
Título: "Una ética para laicos"
Autor: Richard Rorty
Presentación: Gianni Vattimo
Editorial: Katz editores. Madrid, 2009
Las relaciones entre ética y religión, entre relativismo y fundamentalismo, entre naturaleza humana y deseo humano preocuparon largamente a Richard Rorty. Producto de esa preocupación es este libro en el cual, poco antes de su muerte, el filósofo norteamericano define una ética laica que no está situada en un lugar subordinado respecto de la religión, sino que tiene una autonomía precisa y constituye un importante recurso para garantizar el futuro espiritual de la humanidad. Apoyándose en los grandes autores que guiaron el conjunto de su obra, y en abierta y explícita oposición a las doctrinas promovidas por Benedicto XVI, Rorty afirma que la única fuente de ideales morales es la imaginación humana.
Fragmento
Conocí a Richard Rorty el año 1979 en Milwakee, donde habían organizado una conferencia acerca de la posmodernidad; entre otros, participaban también Ihab Hassan, pensador egipcio que escribió libros sobre el tema, y Hans-Georg Gadamer, el maestro de la hermenéutica del siglo XX, quien murió en 2002 a los 102 años.
Por mi parte, me sentía algo incómodo frente a Rorty porque, además de ser mayor que yo -aunque por poco-, acababa de ganar un importante premio por su libro 'Philosophy and the mirror of nature' (Princeton University Press, 1979), y por tanto era el estadounidense de gran prestigio en el simposio. Después de darle una ojeada a mi ponencia, me pidió que lo dejara leerla; yo no conocía su libro, que por lo demás había salido ese año, ni, mucho menos, él conocía los míos; pero advertimos que decíamos cosas parecidas. A partir de ese momento nació una gran amistad y, en cuanto a mí, también cierto devoto respeto.
Ya entonces Rorty estaba anticipando una corriente post-analítica de la filosofía anglosajona que (la resumo brevemente, para que se entienda el sentido de su trabajo) se fundaba sobre la idea de que los tres grandes pensadores del siglo XX fueron John Dewey, Ludwig Wittgenstein y Martin Heidegger. Ahora bien, si situar a Dewey junto a Wittgenstein podría parecer audaz, ciertamente situarlos a los dos junto a Heidegger resultaba escandaloso, pero también creativo. No toda la filosofía estadounidense de los años posteriores se convirtió a una forma de pragmatismo hermenéutico, pero indudablemente se acercó cada vez más -por intermedio de tantos de sus representantes actualmente muy conocidos aun en Europa, como es el caso de Robert Brandom- a ciertas tesis de la filosofía europea sustancialmente inspiradas en la hermenéutica.
Les ahorro en este momento la clase sobre la hermenéutica; pero, para resumir, la idea era: en la filosofía del siglo XX llegó a su ocaso aquel sueño cuyo final Husserl ya había anunciado: 'Ausgeträumt', el sueño de la filosofía como ciencia rigurosa que todavía era característico, ora del positivismo, ora de la fenomenología, a un lado y a otro de la Mancha, si no del Atlántico.
Existía la idea de que la filosofía debía ser una buena representación de la realidad, o bien una buena representación de los modos en que nos representamos la realidad.
El libro que Rorty me regaló personalmente en Milwakee, publicado unos años más tarde en italiano con el título 'La filosofia e lo specchio della natura' (Bompiani, 1986) -con una introducción mía escrita junto con el autorizado colega wittgensteineano Diego Marconi- afirmaba, en suma, que durante muchos siglos la filosofía se había preocupado por aportar las garantías de que la representación que nos hacemos de la realidad es fiel. El espejo significaba que la filosofía debía ayudar a reflejar fielmente la Naturaleza ya fuese orientando a la ciencia -si queremos valernos de las palabras de Kant-, ya mostrando simplemente las estructuras básicas conforme a las cuales reflejamos la Naturaleza.
Sin embargo, para Rorty todo eso era en realidad un sueño metafísico, como ya había dicho Heidegger: era la idea de que la esencia de nuestro estar en el mundo consistía en contemplar la verdad objetiva y luego, más allá de todo, observarla. Recordemos que en italiano [y también en castellano] "observar" puede significar tanto mirar una cosa para descubrir cómo está hecha cuanto seguir, respetar, como sucede en el caso de "observar una ley". Si así lo queremos, la tradición metafísica europea estaba ligada a la idea de que, si se observan las cosas tal como están, también se aprende a observar las normas.
Sin embargo, como ya señalaba Hume, filósofo anglosajón, por lo demás, las normas no pueden obtenerse de los datos. Si alguien es algo, lo es. Si no lo es y se le dice que debe serlo, hay que explicarle por qué debe serlo. "¡Sé hombre!" es algo que suele decirme quien quiere mandarme a la guerra, pero también debería explicarme por qué debería yo ir a la guerra.
¿Qué motivaba que el planteo de Rorty se refiriera a grandes autores como Wittgenstein y, ante todo, como Dewey? La respuesta: Dewey es el fundador del pragmatismo. Rorty retoma el pragmatismo de Wittgenstein, que durante el segundo período de su pensamiento inventó los juegos lingüísticos: cada sector de nuestra existencia habla un lenguaje; y la verdad o la falsedad o, de todos modos, la razonabilidad de una proposición dependen de las reglas del lenguaje en que se la enuncia. Sería como en el dicho italiano: 'coi santi in chiesa, coi fanti in taverna' [en la iglesia con los santos, en la taberna con los siervos]. Si uno va a la taberna cantando himnos marianos, probablemente lo echen en medio de la risa general; y lo mismo sucederá si uno canta canciones guarras, de fonda, en el coro de la iglesia.
Este planteo trasladaba entonces el problema de la verdad observacional a un horizonte que ya no era el de mirar cómo van las cosas, sino el de accionar sobre la realidad. El pragmatismo no significaba sólo "es verdadero aquello que funciona" sino también "estamos en el mundo no para mirar cómo marchan las cosas sino para producir, para hacer, para transformar la realidad". ¿En procura de qué? ¿Y por qué llega a suceder eso? Si alguien se enferma, y se le explica que está enfermo porque sus huesos se están desgastando, ¿será feliz? No, a menos que también pueda dársele la droga que lo cura. En ese caso, saber la verdad le sirve para una finalidad, para intentar no ser demasiado infeliz.
Éste es, en palabras insuficientes, el pragmatismo del discurso de Rorty.
Gianni Vattimo
Notas sobre el autor
Richard Rorty (Estados Unidos, 1931-2007). Fue uno de los más grandes filósofos norteamericanos. Ingresó muy joven en la Universidad de Chicago, donde obtuvo un master en filosofía, y luego continuó sus estudios en Yale, donde obtuvo el doctorado. Enseñó filosofía en Princeton durante más de veinte años, y luego en la Universidad de Virginia. En 1997 fue designado profesor emérito de literatura y filosofía en Stanford
Reseñas
Autobiografía de un espantapájaros
Alicia Montesdeoca , 31/03/2009
Testimonios de resilencia: el retorno a la vida
"Un espantapájaros, un espectro, se esfuerza por no pensar porque es demasiado doloroso construir un mundo íntimo plagado de representaciones atroces. Cuando uno tiene un trozo de madera en lugar de corazón y paja bajo el sombrero, sufre menos. Pero basta que ese espantapájaros encuentre a un hombre vivo que le insufle un alma para que el dolor de vivir vuelva a tentarlo”
Ficha Técnica
Título: “Autobiografía de un espantapájaros"
Autor: Boris Cyrulnik
Edita: Gedisa Editorial. Barcelona, 2009
Dice Boris Cyrulnik que la resilencia “es la historia de la lucha de un niño empujado hacia la muerte que inventa una estrategia para retornar a la vida”. Para esa estrategia necesita la presencia del Otro que le salva del aislamiento sensorial y con ello propicia el reconocimiento de sus propias emociones.
La huella del Otro en la memoria biológica y a lo largo de la vida permite el desarrollo de la empatía. La inseguridad, el abandono, la miseria, las enfermedades, las guerras, las catástrofes naturales, el tedio, la abundancia sustitutoria de la cercanía afectiva, la soledad, el aislamiento, pueden ser las causas de la destrucción del yo, pero “cuando el que vuelve a la vida está rodeado de un nuevo entorno afectivo y de nuevos relatos culturales, progresivamente logra retomar un nuevo desarrollo resiliente”
El autor plantea la necesidad de una actuación social competente para la recuperación sana de los que han estado sometidos por un gran sufrimiento. Esta actuación incluye arropar, sostener y cuidar de los traumatizados, apoyar su reconstrucción sobre el dolor nombrándolo, permitir el relato que el protagonista hace de él, desde sí mismo, y participar en ese relato.
Es necesario construir sentido a partir del dolor y el horror sin ocultar su existencia, porque “la búsqueda de sentido es una señal del despertar de la vida psíquica” (…) “Encontrarse con las señales del propio pasado es una manera de volver a pegar los fragmentos del yo hecho pedazos”, dice el autor.
¿Cómo hacerlo si el ambiente ha quedado destruido y los que le rodean le imponen el silencio sobre lo que vivió?. El instinto para sobrevivir es poderoso pero no todas las fórmulas para la superación del dolor son convenientes, la implicación social, la solidaridad y la reflexión pueden evitar la aparición de los síndromes traumáticos. Por el contrario, la falta de sentido y de esperanza pueden llevar a conductas perversas o agresivas. “Hacer algo con ese sufrimiento, utilizar la necesidad de comprender para trascenderlo y convertirlo en un proyecto social o cultural constituyen actitudes que impulsan a la resilencia", concluye Cyrulnik.
Notas sobre el autor
Boris Cyrulnik es neurólogo, psiquiatra y psicoanalista y uno de los fundadores de la etología humana. Es profesor de la Universidad de Var, en Francia, y responsable del equipo de investigación en etología clínica del hospital de Toulon. Desde 1998 es también presidente del Centre Nacional de Création et de Difusión Culturelles de Châteauvallon y miembro directivo de la oficina en Francia coordinadora del Programa Decenio de Naciones Unidas.
Entre sus obras publicadas se encuentran: “De cuerpo y alma”, “El amor que nos cura”, “Bajo el signo del vínculo”, “Del gesto a la palabra”, “El realismo de la esperanza”, “El murmullo de los fantasmas”, “El encantamiento del mundo” y “Los patitos feos”.
Título: “Autobiografía de un espantapájaros"
Autor: Boris Cyrulnik
Edita: Gedisa Editorial. Barcelona, 2009
Dice Boris Cyrulnik que la resilencia “es la historia de la lucha de un niño empujado hacia la muerte que inventa una estrategia para retornar a la vida”. Para esa estrategia necesita la presencia del Otro que le salva del aislamiento sensorial y con ello propicia el reconocimiento de sus propias emociones.
La huella del Otro en la memoria biológica y a lo largo de la vida permite el desarrollo de la empatía. La inseguridad, el abandono, la miseria, las enfermedades, las guerras, las catástrofes naturales, el tedio, la abundancia sustitutoria de la cercanía afectiva, la soledad, el aislamiento, pueden ser las causas de la destrucción del yo, pero “cuando el que vuelve a la vida está rodeado de un nuevo entorno afectivo y de nuevos relatos culturales, progresivamente logra retomar un nuevo desarrollo resiliente”
El autor plantea la necesidad de una actuación social competente para la recuperación sana de los que han estado sometidos por un gran sufrimiento. Esta actuación incluye arropar, sostener y cuidar de los traumatizados, apoyar su reconstrucción sobre el dolor nombrándolo, permitir el relato que el protagonista hace de él, desde sí mismo, y participar en ese relato.
Es necesario construir sentido a partir del dolor y el horror sin ocultar su existencia, porque “la búsqueda de sentido es una señal del despertar de la vida psíquica” (…) “Encontrarse con las señales del propio pasado es una manera de volver a pegar los fragmentos del yo hecho pedazos”, dice el autor.
¿Cómo hacerlo si el ambiente ha quedado destruido y los que le rodean le imponen el silencio sobre lo que vivió?. El instinto para sobrevivir es poderoso pero no todas las fórmulas para la superación del dolor son convenientes, la implicación social, la solidaridad y la reflexión pueden evitar la aparición de los síndromes traumáticos. Por el contrario, la falta de sentido y de esperanza pueden llevar a conductas perversas o agresivas. “Hacer algo con ese sufrimiento, utilizar la necesidad de comprender para trascenderlo y convertirlo en un proyecto social o cultural constituyen actitudes que impulsan a la resilencia", concluye Cyrulnik.
Notas sobre el autor
Boris Cyrulnik es neurólogo, psiquiatra y psicoanalista y uno de los fundadores de la etología humana. Es profesor de la Universidad de Var, en Francia, y responsable del equipo de investigación en etología clínica del hospital de Toulon. Desde 1998 es también presidente del Centre Nacional de Création et de Difusión Culturelles de Châteauvallon y miembro directivo de la oficina en Francia coordinadora del Programa Decenio de Naciones Unidas.
Entre sus obras publicadas se encuentran: “De cuerpo y alma”, “El amor que nos cura”, “Bajo el signo del vínculo”, “Del gesto a la palabra”, “El realismo de la esperanza”, “El murmullo de los fantasmas”, “El encantamiento del mundo” y “Los patitos feos”.
Reseñas
Mito, religión y cultura
Alicia Montesdeoca , 24/03/2009
Ficha Técnica
Título: Mito, religión y cultura
Autor: Ángel Álvarez de Miranda
Edición: Andrés Ortiz-Osés
Editorial: Anthropos
Esta edición recoge importantes trabajos del brillante mitólogo e historiador de las religiones Ángel Álvarez de Miranda, desconocidos por el gran público, y que se han organizado en tres secciones.
La primera se refiere a la mitología griega (Prometeo, Sócrates-Platón) y a la religión bíblica (Job). La segunda trata de nuestra la popular ibérica y su simbología religiosa. La tercera se centra en la mitología y cultura iberoamericana, con especial relieve de México y Centroamérica.
Estos trabajos selectos están enmarcados por una introducción que reproduce la interesante lección inaugural del autor en su Cátedra de Historia de las Religiones en Madrid, así como por un incisivo texto final del propio autor sobre religión, ética y humanismo a partir de Polibio
ÍNDICE
- Nota sobre la edición, por Andrés Ortiz-Osés
- Procedencia de los trabajos incluidos en este volumen.
- Presentación. Mitología hispánica, por Andrés Ortiz-Osés
- Introducción general. El saber histórico-religioso y la ciencia española
- I. MITOLOGÍA HEBREA Y GRIEGA: Job y Prometeo, o religión e irreligión. Introducción al texto del Fedón de Platón
- II. MITOLOGÍA Y CULTURA IBÉRICA: Cuestiones de mitología peninsular ibérica. Magia y medicina popular en el mundo clásico y en la península ibérica
- III. MITOLOGÍA Y CULTURA IBEROAMERICANA: Perfil cultural de Hispanoamérica. Carácter de las religiones de Méjico y Centroamérica
- Epílogo. La irreligiosidad de Polibio
- Final. Mitología de la cultura, por Andrés Ortiz-Osés
Algunos datos del autor
Ángel Álvarez de Miranda (1915-1957), destacado mitólogo de la cultura e historiador de las religiones, fue discípulo de Raffaele Pettazzoni y catedrático de la Universidad de Madrid. Entre sus obras más conocidas cabe destacar: "Las religiones mistéricas"; "Ritos y juegos del toro"; "Perfil cultural de Hispanoamérica"; "La metáfora y el mito" (en torno a García Lorca).
Título: Mito, religión y cultura
Autor: Ángel Álvarez de Miranda
Edición: Andrés Ortiz-Osés
Editorial: Anthropos
Esta edición recoge importantes trabajos del brillante mitólogo e historiador de las religiones Ángel Álvarez de Miranda, desconocidos por el gran público, y que se han organizado en tres secciones.
La primera se refiere a la mitología griega (Prometeo, Sócrates-Platón) y a la religión bíblica (Job). La segunda trata de nuestra la popular ibérica y su simbología religiosa. La tercera se centra en la mitología y cultura iberoamericana, con especial relieve de México y Centroamérica.
Estos trabajos selectos están enmarcados por una introducción que reproduce la interesante lección inaugural del autor en su Cátedra de Historia de las Religiones en Madrid, así como por un incisivo texto final del propio autor sobre religión, ética y humanismo a partir de Polibio
ÍNDICE
- Nota sobre la edición, por Andrés Ortiz-Osés
- Procedencia de los trabajos incluidos en este volumen.
- Presentación. Mitología hispánica, por Andrés Ortiz-Osés
- Introducción general. El saber histórico-religioso y la ciencia española
- I. MITOLOGÍA HEBREA Y GRIEGA: Job y Prometeo, o religión e irreligión. Introducción al texto del Fedón de Platón
- II. MITOLOGÍA Y CULTURA IBÉRICA: Cuestiones de mitología peninsular ibérica. Magia y medicina popular en el mundo clásico y en la península ibérica
- III. MITOLOGÍA Y CULTURA IBEROAMERICANA: Perfil cultural de Hispanoamérica. Carácter de las religiones de Méjico y Centroamérica
- Epílogo. La irreligiosidad de Polibio
- Final. Mitología de la cultura, por Andrés Ortiz-Osés
Algunos datos del autor
Ángel Álvarez de Miranda (1915-1957), destacado mitólogo de la cultura e historiador de las religiones, fue discípulo de Raffaele Pettazzoni y catedrático de la Universidad de Madrid. Entre sus obras más conocidas cabe destacar: "Las religiones mistéricas"; "Ritos y juegos del toro"; "Perfil cultural de Hispanoamérica"; "La metáfora y el mito" (en torno a García Lorca).
Reseñas
Las neuronas espejo
Alicia Montesdeoca , 14/03/2009
Empatía, neuropolítica, autismo, imitación, o de cómo entendemos a los otros
Ficha Técnica:
Título: Las neuronas espejo
Autor: Marco Iacoboni
Editorial: Katz editores. Madrid, marzo, 2009
Durante mucho tiempo la ciencia intentó sin éxito explicar la extraordinaria capacidad humana de comprender lo que los otros hacen y sienten, de entender las intenciones de los demás y reaccionar de manera adecuada a los actos ajenos. El descubrimiento de las neuronas espejo inició una revolución en nuestra comprensión del modo en que al interactuar con los demás usamos el cuerpo -los gestos, las expresiones, las posturas corporales- para comunicar nuestras intenciones y nuestros sentimientos. Es precisamente gracias a las neuronas espejo que se puede crear un puente entre uno y los otros y volver así posible el desarrollo de la cultura y de la sociedad: son ellas las que explican la imitación y la empatía. Del mismo modo, un déficit en las neuronas espejo puede ser responsable de varios e importantes síntomas del autismo: los problemas sociales, motores y de lenguaje. Las neuronas espejo. Empatía, neuropolítica, autismo, imitación, o de cómo entendemos a los otros es el relato fascinante de un descubrimiento inesperado que está cambiando la forma en la que psicólogos y neurocientíficos conciben todo, desde el lenguaje hasta la interacción social.
Notas sobre el Autor
Marco Iacoboni (Roma, 1960), médico graduado en la Universidad La Sapienza, en Roma, hizo una residencia en neurología y obtuvo un doctorado en neurociencia en la misma casa de estudios. En 1993 se trasladó a California. Ha sido investigador de posgrado, investigador asistente y profesor en la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA). Actualmente es director del Laboratorio de Estimulación Magnética Transcraneal en el Ahmanson-Lovelace Brain Mapping Center, y profesor del Departamento de Psiquiatría y Ciencias del Comportamiento en el Instituto Neuropsiquiátrico de la Escuela de Medicina de la UCLA. Marco Iacoboni integra el comité editorial de varias publicaciones científicas, tales como NeuroImage, Interaction Studies, Social Neuroscience y Open Medical Imaging Journal. Ha obtenido numerosos premios y reconocimientos internacionales, entre ellos la medalla Fronteras de la Ciencia (2000).
Iacoboni es autor de más de setenta escritos científicos y más de treinta capítulos en libros colectivos. Sus áreas actuales de investigación incluyen la integración sensomotriz, el mapeo estímulo-respuesta, las bases neurológicas del comportamiento social, la imitación y la empatía. Ésta es su primera publicación traducida a nuestro idioma.
Reseñas
La voz del aprendizaje liberal
Alicia Montesdeoca , 14/03/2009
Ficha Técnica
Título: La voz del aprendizaje liberal
Autor: Michael Oakeshott
Editorial: Katz editores. Madrid, marzo 2009
Una y otra vez se insiste en la "importancia de la educación" para el futuro de nuestra sociedad y de manera recurrente se afirma que la educación está en crisis: está ampliamente aceptado que existen problemas significativos, abundan las propuestas para realizar reformas y con frecuencia se ponen en marcha programas para lograr que la educación sea una cuestión socialmente relevante. Sin embargo, no hay una opinión clara acerca de cuáles son las características distintivas de la enseñanza y del aprendizaje, ni del carácter de los espacios en los que tradicionalmente se han emprendido esas actividades, y en ello reside la importancia fundamental de este libro de Michael Oakeshott, cuya preocupación no radica en definir los "contenidos" que deben ser transmitidos ni las "técnicas" de su transmisión, sino más bien en la interrogación en torno de ciertos conceptos y categorías que parecen haberse dejado de lado y que, empero, son los fundamentales. Según el autor, es importante no decir demasiado sobre la "educación", la "tradición" o los "sujetos", y sí ocuparse, más bien, de "aprendizaje", "herencia", "voces" y "conversación".
Para Oakeshott, la cultura no es un conjunto de creencias, de percepciones o de actitudes, y sin duda no es un cuerpo de conocimientos o un "canon", sino una variedad de "lenguajes" de comprensión; no consiste en un conjunto de "grandes libros" sino más bien en las conversaciones que se mantienen con una herencia. En una "cultura" hay una serie de "voces" diferentes, y cuando se aprende se adquiere acceso a ellas. Hay un lenguaje de la política, de la economía, del arte, de la literatura, de la filosofía, y aprender consiste en adquirir la habilidad de sumarse a esas conversaciones. La voz del aprendizaje liberal es entonces una introducción a esa conversación, o, más bien, a esa serie de conversaciones.
Notas sobre el autor
Michael Oakeshott (Londres, 1901). Este filósofo inglés, interesado particularmente en el pensamiento político, la filosofía de la historia, la educación, la religión y la estética, nació en el seno de una familia vinculada con los círculos intelectuales londinenses. Estudió historia en Caius College, Cambridge, donde comenzó su trabajo como profesor. Tempranamente se interesó más por los problemas filosóficos que por los estudios históricos. Consternado por la caída en el extremismo político que sufrió Europa en la década de 1930, sus conferencias de este período muestran el intenso rechazo que le provocó el nacionalsocialismo, pero también su firme oposición a un marxismo que, en la época, gozaba de popularidad entre algunos de sus colegas que enseñaban en Cambridge. Se alistó en el ejército británico en 1941, y permaneció en sus filas hasta 1945. Regresó a Cambridge, y en 1947 se sumó al Nuffield College de Oxford y, a continuación, ingresó como profesor de ciencias políticas en la London School of Economics, en la que enseñó hasta su retiro, en 1969.
Redacción T21
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Tendencias 21 (Madrid). ISSN 2174-6850