Reseñas
La fuerza de la compasión
Redacción T21 , 20/07/2015
La enseñanza del Dalai Lama para nuestro mundo
Ficha Técnica
Título: La fuerza de la compasión
Autor: Daniel Goleman
Edita: Editorial kairós. Barcelona. Junio de 2015
Traducción: Miguel Portillo
Materia: Filosofía y espiritualidad
Colección: Sabiduría perenne
Encuadernación: Rústica con solapas
Número de páginas: 288
ISBN: 978-84-9988-456-1
PVP: 16€
Durante décadas, Tenzin Gyatso, el XIV Dalai Lama, ha mostrado al mundo entero, con sus palabras y con sus hechos, el camino de compasión que él practica, y la manera de cultivar la vida espiritual.
En esta obra fácil y amena Daniel Goleman, amigo y colaborador del monje budista, difunde esas enseñanzas narrando pasajes de su vida que lo autentifica y reproduciendo las palabras con las que el Dalai Lama explica cómo dirigir nuestra energía compasiva hacia el exterior.
Para el Dalai Lama la ciencia de la compasión tiene el poder de:
• acabar con fuerzas sociales destructivas como la corrupción y los prejuicios;
• invertir la tendencia hacia la desigualdad mediante la transparencia;
• sustituir la violencia por el diálogo;
• contrarrestar el binarismo “nosotros/ellos” reconociendo la unicidad humana;
• crear nuevos sistemas económicos que funcionen para todos;
• diseñar una educación que enseñe empatía, dominio de uno mismo y ética.
A lo largo de la introducción que hace a esta obra el Dalai Lama se describe así: “Como ser humano reconozco que mi bienestar depende de los demás e interesarme por el bienestar de los demás es una responsabilidad moral que me tomo en serio. Es irreal creer que el futuro de la humanidad puede alcanzarse únicamente desde la base de la oración o de los buenos deseos; lo que necesitamos es pasar a la acción. Por ello, mi primer y principal compromiso es contribuir a la felicidad humana de la mejor manera posible. También soy monje budista y, según mi experiencia, todas las tradiciones religiosas cuentan con el potencial de transmitir el mensaje de amor y compasión. Así que mi segundo compromiso es alentar la armonía y las relaciones amistosas entre ellas. En tercer lugar, soy tibetano, y, aunque me he apartado de las responsabilidades políticas, sigo interesado en hacer todo lo posible por ayudar al pueblo tibetano y para conservar nuestra cultura budista y el entorno natural del Tíbet, ambas cosas bajo amenaza de destrucción.”
[…]”Creo que la meta de llegar a ser humanos más felices que vivamos juntos, apoyándonos de manera más completa en un mundo en paz, es algo que podemos alcanzar; pero hemos de considerarla con una visión amplia y una perspectiva a largo plazo. El cambio en nosotros mismos y en el mundo en que vivimos podría no suceder deprisa, sino que requerirá tiempo. Pero si no nos esforzamos, no sucederá nada. Lo más importante, que espero que los lectores entiendan, es que ese tipo de cambio no tendrá lugar merced a las decisiones adoptadas por los gobiernos o la ONU.
El cambio real sucederá cuando los individuos se transformen a sí mismos guiados por los valores que se encuentran en el núcleo de todos los sistemas éticos humanos, los descubrimientos científicos y el sentido común.”
Al final de este texto que hemos extractado, el Dalai Lama alienta a los lectores a tener presente que como seres humanos, dotados de una maravillosa inteligencia y del potencial de desarrollar un corazón cálido, cada uno puede convertirse en una fuerza de compasión.
Sumario
Introducción del Dalai Lama
Parte I: Ciudadano del mundo
Parte II: Mirar al interior
Parte III: Mirar hacia el exterior
Parte IV: Mirar hacia atrás, mirar hacia adelante
Agradecimientos
Notas
Datos del autor
Título: La fuerza de la compasión
Autor: Daniel Goleman
Edita: Editorial kairós. Barcelona. Junio de 2015
Traducción: Miguel Portillo
Materia: Filosofía y espiritualidad
Colección: Sabiduría perenne
Encuadernación: Rústica con solapas
Número de páginas: 288
ISBN: 978-84-9988-456-1
PVP: 16€
Durante décadas, Tenzin Gyatso, el XIV Dalai Lama, ha mostrado al mundo entero, con sus palabras y con sus hechos, el camino de compasión que él practica, y la manera de cultivar la vida espiritual.
En esta obra fácil y amena Daniel Goleman, amigo y colaborador del monje budista, difunde esas enseñanzas narrando pasajes de su vida que lo autentifica y reproduciendo las palabras con las que el Dalai Lama explica cómo dirigir nuestra energía compasiva hacia el exterior.
Para el Dalai Lama la ciencia de la compasión tiene el poder de:
• acabar con fuerzas sociales destructivas como la corrupción y los prejuicios;
• invertir la tendencia hacia la desigualdad mediante la transparencia;
• sustituir la violencia por el diálogo;
• contrarrestar el binarismo “nosotros/ellos” reconociendo la unicidad humana;
• crear nuevos sistemas económicos que funcionen para todos;
• diseñar una educación que enseñe empatía, dominio de uno mismo y ética.
A lo largo de la introducción que hace a esta obra el Dalai Lama se describe así: “Como ser humano reconozco que mi bienestar depende de los demás e interesarme por el bienestar de los demás es una responsabilidad moral que me tomo en serio. Es irreal creer que el futuro de la humanidad puede alcanzarse únicamente desde la base de la oración o de los buenos deseos; lo que necesitamos es pasar a la acción. Por ello, mi primer y principal compromiso es contribuir a la felicidad humana de la mejor manera posible. También soy monje budista y, según mi experiencia, todas las tradiciones religiosas cuentan con el potencial de transmitir el mensaje de amor y compasión. Así que mi segundo compromiso es alentar la armonía y las relaciones amistosas entre ellas. En tercer lugar, soy tibetano, y, aunque me he apartado de las responsabilidades políticas, sigo interesado en hacer todo lo posible por ayudar al pueblo tibetano y para conservar nuestra cultura budista y el entorno natural del Tíbet, ambas cosas bajo amenaza de destrucción.”
[…]”Creo que la meta de llegar a ser humanos más felices que vivamos juntos, apoyándonos de manera más completa en un mundo en paz, es algo que podemos alcanzar; pero hemos de considerarla con una visión amplia y una perspectiva a largo plazo. El cambio en nosotros mismos y en el mundo en que vivimos podría no suceder deprisa, sino que requerirá tiempo. Pero si no nos esforzamos, no sucederá nada. Lo más importante, que espero que los lectores entiendan, es que ese tipo de cambio no tendrá lugar merced a las decisiones adoptadas por los gobiernos o la ONU.
El cambio real sucederá cuando los individuos se transformen a sí mismos guiados por los valores que se encuentran en el núcleo de todos los sistemas éticos humanos, los descubrimientos científicos y el sentido común.”
Al final de este texto que hemos extractado, el Dalai Lama alienta a los lectores a tener presente que como seres humanos, dotados de una maravillosa inteligencia y del potencial de desarrollar un corazón cálido, cada uno puede convertirse en una fuerza de compasión.
Sumario
Introducción del Dalai Lama
Parte I: Ciudadano del mundo
- Reinventar el futuro
Parte II: Mirar al interior
- Higiene emocional
- La revolución amable
- Colaboración con la ciencia
Parte III: Mirar hacia el exterior
- Una compasión fornida
- Una economía como si la gente importase
- Atender a los necesitados
- Sanar la Tierra
- Un siglo de diálogo
- Educar con el corazón
Parte IV: Mirar hacia atrás, mirar hacia adelante
- La perspectiva amplia
- Actuar ahora
Agradecimientos
Notas
Datos del autor
Reseñas
Filósofos ante Cristo
Juan Antonio Martínez de la Fe , 16/07/2015
Ficha Técnica
Título: Filósofos ante Cristo
Autor: Enrique Bonete Perales
Edita: Tecnos, Madrid, 2014
Colección: Filosofía y Ensayo
Encuadernación: Tapa blanda con solapas
Número de páginas: 248
ISBN: 978-84-309-6494-9
Precio: 15,50 euros
Es este un libro fruto de muchos años de investigación, con un planteamiento sumamente original a la par que atractivo; a lo que se une un serio planteamiento metodológico en su estructura y posterior redacción.
Enrique Bonete, con esta obra, pretende buscar la respuesta que los más destacados pensadores han dado a las preguntas que planteó Jesús a sus discípulos: ¿quién dice la gente que soy yo?, y vosotros ¿quién decís que soy yo? La respuesta que el portavoz del grupo de seguidores, Pedro, tú eres el Mesías, no la comparten muchos de los filósofos recogidos en estas páginas; pero, lo que es incuestionable es que, creyentes o no creyentes, dedicaron páginas a reflexionar y transmitir su personal respuesta a la cuestión que les interpela a través de los siglos. Hay, eso sí, una limitación por razones de espacio: el tiempo que abarca este estudio se ciñe a los pensadores modernos y contemporáneos, desde el siglo XVII al XX, excluyendo a intelectuales medievales o renacentistas vinculados a instituciones eclesiásticas en un sentido amplio.
“Las páginas de este volumen antológico sobre Jesús de Nazaret (o Cristo) han sido redactadas por algunas de las mentes más prodigiosas de la filosofía occidental con total libertad de espíritu y apertura intelectual.” Así resume Bonete Perales el contenido de la edición.
En su planteamiento expositivo, el autor nos ofrece una amplia Introducción, a lo largo de casi cuarenta páginas, sobre los tres modos principales de interpretar a Jesucristo que han desarrollado los filósofos: la perspectiva metafísica (el problema de la Verdad), la perspectiva ética (el problema del Bien) y la perspectiva escatológica (el problema de la Muerte). Luego, en el desarrollo de la obra, antes de ofrecernos los textos de cada autor, da una aproximación a los aspectos principales de su creación intelectual conectados, eso sí, con su concepción de la religión o teología racional, con el propósito de contribuir a una mejor comprensión de las páginas elegidas.
Considerando la filosofía más como un modo de preguntar que como un conglomerado de doctrinas, ofrece el autor, como modelo de cuestiones que van más allá del conocimiento empírico, las tres preguntas de Kant: qué puedo saber, qué debo hacer, qué me cabe esperar. Y las relaciona con palabras recogidas en el Nuevo Testamento: qué puedo saber, ¿qué es la verdad?; qué debo hacer, ¿qué mandamiento es el primero de todos?; qué me cabe esperar, ¿cuál es la esperanza a la que Dios nos llama? Y lo argumenta: “Solo quiero esbozar mi particular línea argumentativa para presentar en qué medida puede ser considerada la persona de Jesucristo (y así ha sido captado por muchos de los pensadores seleccionados) como la respuesta a una de las preguntas, a dos e incluso a las tres cuestiones kantianas al mismo tiempo conectadas, claro está, con tres relevantes problemas filosóficos: el de la verdad (…), el del bien (…) y el de la muerte.”
El problema de la Verdad
Aborda el autor, seguidamente, el tema del problema de la Verdad. Partiendo de la idea de que “tarea básica de toda filosofía es indagar lo verdadero, buscarlo metódicamente y transmitirlo a personas ansiosas por saber”, nos plantea que Jesús se nos reveló como la Verdad personificada. Pero, se pregunta a qué se refiere esta Verdad, ya que, desde varios niveles filosóficos, puede interpretarse ontológica, moral, antropológicamente, etc. Y aclara que se dedicará al primero de estos niveles, el ontológico y, en consecuencia, el primer bloque de la antología que constituye esta obra se centra en el esclarecimiento de hasta qué punto en Jesús se manifestaba la revelación absoluta de la verdad, aportando los textos de algunos pensadores sobre este particular.
La pregunta sobre el ser del mundo es la esencia de la ontología y exige una respuesta no solo inteligible, sino, sobre todo, racional; y ese era el objeto perseguido desde los presocrácticos, recogido luego en las Escrituras: ¿cuál es el arjé, el principio, el sustrato, el origen, la causa de todo lo real? La tesis filosófica que procede de la revelación nos dice que el ser del hombre y de todas las cosas ha sido causado por Dios, por la Palabra, por Jesucristo, no por el azar. Por ello, no debe de sorprendernos que la primitiva Iglesia se aliase con el Dios de los filósofos y no con las religiones de la época; y por eso, como explica Bonete, “existe una estrecha conexión entre el cristianismo como verdad revelada y la filosofía como verdad buscada por la razón humana”; un cristianismo que intenta elaborar una síntesis entre ambos conceptos de verdad: la racional, perseguida por los hombres, y la revelada, donada por Dios.
La lista de los autores de quienes proceden los textos de la primera parte de la obra es extensa y se verá con detalle en el Índice que figura al final de esta reseña; allí figuran desde Spinoza a Hegel, Vattimo o Xavier Zubiri, entre otros.
El problema del Bien
En esta Introducción de la obra, el autor continúa orientándonos en la incursión que nos propone a los textos de pensadores sobre Jesús. Aborda, tras el problema de la Verdad, el del Bien, es decir, la perspectiva ética. Su propuesta inicial es que tomamos continuamente decisiones para actuar, unas decisiones que afectan a otros y, también, a nosotros mismos, lo que nos lleva a dos niveles morales en nuestro comportamiento: intra e interpersonal. Pero, ambos niveles apuntan a un tercero, el de la ética suprapersonal.
El primer nivel, la ética intrapersonal, está referido a la relación del sujeto consigo mismo. Y toma una cita de Zubiri para desarrollarlo: “las acciones morales constituyen una ‘apropiación de posibilidades’ que imprimen un carácter o una personalidad moral a quien las ejecuta”. Para Bonete Perales, aquí podría radicar el sentido genuino de la vida, en ir moldeando nuestro yo personal; es decir: “todo sujeto humano (sea consciente o no de ello), durante su propia vida, obrando en libertad, se construye un modo moral de ser”. Y es esta la misión ineludible del hombre: hacerse a sí mismo persona a través del impacto que producen en su propio yo las acciones morales. ¿Y qué acciones contribuyen mejor a la formación del propio ser? La respuesta a esta cuestión necesita ascender al nivel de la ética interpersonal.
Una ética que responde a la perspectiva moral más común. Su tesis, resumidamente, es que nos constituimos como personas merced a la influencia que otros ejercen sobre nuestra vida a través de su comportamiento; hemos sido amados por ser considerados “otro” a quien cuidar. Igual nos ocurre a nosotros con quienes nos rodean y a quienes amamos. “Por consiguiente, yo soy yo porque he sido amado y porque amo a alguien […] El ser humano solo adquiere su humanidad y moralidad viviendo y actuando ante, con y para otros. Por eso, somos co-responsables del destino de nuestros prójimos”. Cabe aquí la pregunta kantiana qué debo hacer; es decir, qué acciones morales he de emprender para que su incidencia en los otros sea positiva y dignificadora.
Y llegamos, pues, al tercer nivel, el de la ética suprapersonal, al que apuntan los dos niveles precedentes. Un nivel que resulte, probablemente, el más polémico pues, si bien los dos anteriores pueden ser fácilmente aceptados por una mayoría de pensadores, este tercero presupone, además, la fe, algo que no todos comparten. Eso sí: con independencia de que se acepte su desarrollo, es decir, la fuerza moral del amor, hay quienes ponen en duda su fundamento en Dios y, más concretamente, en Jesús.
Porque, para el autor, “hablar de una ética suprapersonal es mostrar la conexión existente culturalmente entre pautas morales seguidas por los hombres y la percepción de la propia identidad en tanto que creyente, criatura de Dios, discípulo de Cristo”. Es decir: si las acciones morales del individuo inciden siempre en el propio sujeto (ética intrapersonal) al igual que en quienes lo rodean (ética interpersonal), no cabe duda de que la mejor manera de actuar es el amor, siguiendo las doctrina y el ejemplo de Jesús. Y, en la segunda parte del libro, aportará documentos de filósofos como Hobbes, Rousseau, Kant, Stuart Mill, etc.
El problema de la Muerte
En esta Introducción a la obra que comentamos y que es de necesaria lectura para entrar de lleno en el contenido del resto del libro, Enrique Bonete aborda ahora el tercero de los aspectos que trata en su estudio: el problema de la muerte, es decir, la perspectiva escatológica.
Nos plantea que la pregunta de Kant, ¿qué me cabe esperar?, se puede interpretar desde cuatro claves hermenéuticas: histórica (el futuro político de la humanidad), teleológica (la persecución social del reino de los fines), ética (la inmortalidad como postulado de la razón práctica) y religiosa (la vida eterna para la humanidad, derivada de la resurrección de Cristo); aquí, solo abordará esta última cuarta clave, la religiosa.
Seguirá la línea argumentativa derivada de Kant, aunque este no la tratara mucho, al ser un asunto más cristiano que filosófico que requiere cierto grado de fe. ¿Qué me cabe esperar? Para Enrique Bonete, la cuestión implica inquirir por el anhelo profundo de “ser” frente a las amenazas que padece: enfermedad, envejecimiento, dolor y, finalmente, la muerte. Se trata, en definitiva, de si nuestro existir queda abierto al enigma, a la trascendencia, al misterio, o, si por el contrario, lo condenamos a la desesperación o el absurdo; una disyuntiva que tampoco aceptarían muchos intelectuales, pero que también cuenta con el apoyo de destacados pensadores. El tema se concreta en el hecho de la resurrección de Jesús, hecho por el que aboga el autor intentando debilitar los argumentos de quienes se oponen a ella, incluso entendiendo de otra manera el concepto resucitar. Para Bonete Perales, la esperanza cristiana, no siendo del todo accesible a la pura inteligencia, no deja de ofrecer una explicación plausible de nuestro destino. Y analiza la postura de los filósofos cuyos textos se incluyen en este bloque y que van desde Pascal a Nozick, pasando por María Zambrano, Julián Marías o Karl Jaspers, entre otros.
Para cerrar esta extensa y necesaria Introducción, Enrique Bonete nos aporta alguna aclaración. Por ejemplo, advierte de que el orden seguido dentro de cada bloque para presentar a los autores y sus textos es el cronológico referido a la fecha de nacimiento de cada uno de ellos, y no el de la publicación de sus aportaciones. Igualmente, nos señala que, evidentemente, ha tenido que excluir de su trabajo a muchos pensadores que también redactaron páginas referidas a Jesús de Nazaret; por ejemplo, Leibniz, Voltaire, Schelling, Marx, Russell, Buber, Popper, Heidegger, Wittgenstein, Ricoeur, Ciorán, Kolakowski, …; lo ha hecho por razones de espacio y por observar un cierto equilibrio entre los que nos presenta; eso sí, ha procurado incluir nombres españoles, aunque no todos los deseados. Quizás, en un futuro, esperemos que no lejano, Enrique Bonete nos ofrezca otra obra donde podamos disfrutar de los textos de los autores no recogidos aquí. Y decimos disfrutar porque no otra es la sensación que nos ha producido la lectura de tan interesante trabajo.
En cuanto a la edición, tiene detalles que ayudan a la lectura. Por ejemplo, los textos de cada pensador vienen precedidos de una sucinta presentación de su vida y obra, tal y como se expuso más arriba; los textos propiamente dichos se nos ofrecen con una tipografía diferente, clara y de cómoda lectura. Y las notas a pie de página suelen aportar alguna bibliografía adicional, tanto sobre los autores como de sus obras, para el interesado en profundizar en algún aspecto concreto.
En definitiva, se trata de un excelente trabajo de estudio y recopilación, muy bien estructurado metodológicamente que nos descubre, reuniéndolas en un volumen, una selección de páginas debidas a pensadores ilustres sobre la figura de Jesús de Nazaret. Algo novedoso que debe de estimular a su lectura.
Índice
Introducción. “Y vosotros, filósofos, ¿quién decís que soy yo?”
1. La pregunta bíblica
2. Las preguntas de Kant
3. Tres interpretaciones filosóficas de Cristo
1ª El problema de la Verdad (perspectiva metafísica)
2ª El problema del Bien (perspectiva ética)
3ª El problema de la Muerte (perspectiva escatológica)
I. Cristo y el problema de la verdad
1. Baruch Spinoza. Voz de Cristo, voz de Dios
2. Johann Gottlieb Fichte. Jesús de Nazaret, existencia histórica de la verdad
3. Friedrich Schleiermacher. Cristo, ¿único mediador?
4. Georg Wilhem Friedrich Hegel. Cristo, certeza de la verdad de Dios
5. Sören Kierkegaard. El escándalo del Dios-hombre
6. Xavier Zubiri. Cristo, Dios hecho historia
7. Michel Henry. De la verdad histórica a la Verdad de Cristo
8. Réné Girard. Cristo y el rechazo violento de la verdad de Dios
9. Mariano Álvarez. Cristo, la verdad como desolcultamiento
10. Gianni Vattimo. Jesús, kenosis de Dios
11. Eugenio Trías. El Cristo: Dios de la cruz y Dios del tiempo
II. Cristo y el problema del Bien
1. Thomas Hobbes. La misión de Cristo
2. John Locke. Jesucristo y la moral universal
3. Jean-Jacques Rousseau. Jesús, vida y muerte de un Dios
4. Inmanuel Kant. El Maestro del Evangelio como ideal de la perfección moral
5. Arthur Schopenhauer. Jesucristo, negación de la voluntad de vivir
6. John Stuart Mill. Cristo, guía moral de la humanidad
7. Friedrich Nietzsche. Jesús y la psicología del redentor
8. George Santayana. El amor del profeta de Nazaret
9. Max Scheler. Jesús, un Dios amante
10. Hannah Arendt. Jesús de Nazaret, el poder de perdonar
11. John Rawls. La “conversión” ante el amor de Jesucristo
III. Cristo y el problema de la Muerte
1. Blaise Pascal. Sufrimiento de Jesús
2. Barón de Holbach. Contra la resurrección de Cristo
3. Ludwig Feuerbach. Cristo, el Dios sufriente
4. Miguel de Unamuno. Cristo eternizador
5. Karl Jaspers. Sufrimiento y muerte de Jesús en la cruz
6. Ernst Bloch. Contra la muerte-sacrificio de Jesús
7. María Zambrano. Cristo, semilla de Dios caída en la tierra
8. Julián Marías. Inmortalidad del alma y resurrección de la carne
9. Robert Spaemann. Muerte humana y resurrección de Jesús
10. Richard Swinburne. La plausibilidad de la resurrección de Jesús
11. Robert Nozick. El Holocausto, una humanidad sin Cristo
Título: Filósofos ante Cristo
Autor: Enrique Bonete Perales
Edita: Tecnos, Madrid, 2014
Colección: Filosofía y Ensayo
Encuadernación: Tapa blanda con solapas
Número de páginas: 248
ISBN: 978-84-309-6494-9
Precio: 15,50 euros
Es este un libro fruto de muchos años de investigación, con un planteamiento sumamente original a la par que atractivo; a lo que se une un serio planteamiento metodológico en su estructura y posterior redacción.
Enrique Bonete, con esta obra, pretende buscar la respuesta que los más destacados pensadores han dado a las preguntas que planteó Jesús a sus discípulos: ¿quién dice la gente que soy yo?, y vosotros ¿quién decís que soy yo? La respuesta que el portavoz del grupo de seguidores, Pedro, tú eres el Mesías, no la comparten muchos de los filósofos recogidos en estas páginas; pero, lo que es incuestionable es que, creyentes o no creyentes, dedicaron páginas a reflexionar y transmitir su personal respuesta a la cuestión que les interpela a través de los siglos. Hay, eso sí, una limitación por razones de espacio: el tiempo que abarca este estudio se ciñe a los pensadores modernos y contemporáneos, desde el siglo XVII al XX, excluyendo a intelectuales medievales o renacentistas vinculados a instituciones eclesiásticas en un sentido amplio.
“Las páginas de este volumen antológico sobre Jesús de Nazaret (o Cristo) han sido redactadas por algunas de las mentes más prodigiosas de la filosofía occidental con total libertad de espíritu y apertura intelectual.” Así resume Bonete Perales el contenido de la edición.
En su planteamiento expositivo, el autor nos ofrece una amplia Introducción, a lo largo de casi cuarenta páginas, sobre los tres modos principales de interpretar a Jesucristo que han desarrollado los filósofos: la perspectiva metafísica (el problema de la Verdad), la perspectiva ética (el problema del Bien) y la perspectiva escatológica (el problema de la Muerte). Luego, en el desarrollo de la obra, antes de ofrecernos los textos de cada autor, da una aproximación a los aspectos principales de su creación intelectual conectados, eso sí, con su concepción de la religión o teología racional, con el propósito de contribuir a una mejor comprensión de las páginas elegidas.
Considerando la filosofía más como un modo de preguntar que como un conglomerado de doctrinas, ofrece el autor, como modelo de cuestiones que van más allá del conocimiento empírico, las tres preguntas de Kant: qué puedo saber, qué debo hacer, qué me cabe esperar. Y las relaciona con palabras recogidas en el Nuevo Testamento: qué puedo saber, ¿qué es la verdad?; qué debo hacer, ¿qué mandamiento es el primero de todos?; qué me cabe esperar, ¿cuál es la esperanza a la que Dios nos llama? Y lo argumenta: “Solo quiero esbozar mi particular línea argumentativa para presentar en qué medida puede ser considerada la persona de Jesucristo (y así ha sido captado por muchos de los pensadores seleccionados) como la respuesta a una de las preguntas, a dos e incluso a las tres cuestiones kantianas al mismo tiempo conectadas, claro está, con tres relevantes problemas filosóficos: el de la verdad (…), el del bien (…) y el de la muerte.”
El problema de la Verdad
Aborda el autor, seguidamente, el tema del problema de la Verdad. Partiendo de la idea de que “tarea básica de toda filosofía es indagar lo verdadero, buscarlo metódicamente y transmitirlo a personas ansiosas por saber”, nos plantea que Jesús se nos reveló como la Verdad personificada. Pero, se pregunta a qué se refiere esta Verdad, ya que, desde varios niveles filosóficos, puede interpretarse ontológica, moral, antropológicamente, etc. Y aclara que se dedicará al primero de estos niveles, el ontológico y, en consecuencia, el primer bloque de la antología que constituye esta obra se centra en el esclarecimiento de hasta qué punto en Jesús se manifestaba la revelación absoluta de la verdad, aportando los textos de algunos pensadores sobre este particular.
La pregunta sobre el ser del mundo es la esencia de la ontología y exige una respuesta no solo inteligible, sino, sobre todo, racional; y ese era el objeto perseguido desde los presocrácticos, recogido luego en las Escrituras: ¿cuál es el arjé, el principio, el sustrato, el origen, la causa de todo lo real? La tesis filosófica que procede de la revelación nos dice que el ser del hombre y de todas las cosas ha sido causado por Dios, por la Palabra, por Jesucristo, no por el azar. Por ello, no debe de sorprendernos que la primitiva Iglesia se aliase con el Dios de los filósofos y no con las religiones de la época; y por eso, como explica Bonete, “existe una estrecha conexión entre el cristianismo como verdad revelada y la filosofía como verdad buscada por la razón humana”; un cristianismo que intenta elaborar una síntesis entre ambos conceptos de verdad: la racional, perseguida por los hombres, y la revelada, donada por Dios.
La lista de los autores de quienes proceden los textos de la primera parte de la obra es extensa y se verá con detalle en el Índice que figura al final de esta reseña; allí figuran desde Spinoza a Hegel, Vattimo o Xavier Zubiri, entre otros.
El problema del Bien
En esta Introducción de la obra, el autor continúa orientándonos en la incursión que nos propone a los textos de pensadores sobre Jesús. Aborda, tras el problema de la Verdad, el del Bien, es decir, la perspectiva ética. Su propuesta inicial es que tomamos continuamente decisiones para actuar, unas decisiones que afectan a otros y, también, a nosotros mismos, lo que nos lleva a dos niveles morales en nuestro comportamiento: intra e interpersonal. Pero, ambos niveles apuntan a un tercero, el de la ética suprapersonal.
El primer nivel, la ética intrapersonal, está referido a la relación del sujeto consigo mismo. Y toma una cita de Zubiri para desarrollarlo: “las acciones morales constituyen una ‘apropiación de posibilidades’ que imprimen un carácter o una personalidad moral a quien las ejecuta”. Para Bonete Perales, aquí podría radicar el sentido genuino de la vida, en ir moldeando nuestro yo personal; es decir: “todo sujeto humano (sea consciente o no de ello), durante su propia vida, obrando en libertad, se construye un modo moral de ser”. Y es esta la misión ineludible del hombre: hacerse a sí mismo persona a través del impacto que producen en su propio yo las acciones morales. ¿Y qué acciones contribuyen mejor a la formación del propio ser? La respuesta a esta cuestión necesita ascender al nivel de la ética interpersonal.
Una ética que responde a la perspectiva moral más común. Su tesis, resumidamente, es que nos constituimos como personas merced a la influencia que otros ejercen sobre nuestra vida a través de su comportamiento; hemos sido amados por ser considerados “otro” a quien cuidar. Igual nos ocurre a nosotros con quienes nos rodean y a quienes amamos. “Por consiguiente, yo soy yo porque he sido amado y porque amo a alguien […] El ser humano solo adquiere su humanidad y moralidad viviendo y actuando ante, con y para otros. Por eso, somos co-responsables del destino de nuestros prójimos”. Cabe aquí la pregunta kantiana qué debo hacer; es decir, qué acciones morales he de emprender para que su incidencia en los otros sea positiva y dignificadora.
Y llegamos, pues, al tercer nivel, el de la ética suprapersonal, al que apuntan los dos niveles precedentes. Un nivel que resulte, probablemente, el más polémico pues, si bien los dos anteriores pueden ser fácilmente aceptados por una mayoría de pensadores, este tercero presupone, además, la fe, algo que no todos comparten. Eso sí: con independencia de que se acepte su desarrollo, es decir, la fuerza moral del amor, hay quienes ponen en duda su fundamento en Dios y, más concretamente, en Jesús.
Porque, para el autor, “hablar de una ética suprapersonal es mostrar la conexión existente culturalmente entre pautas morales seguidas por los hombres y la percepción de la propia identidad en tanto que creyente, criatura de Dios, discípulo de Cristo”. Es decir: si las acciones morales del individuo inciden siempre en el propio sujeto (ética intrapersonal) al igual que en quienes lo rodean (ética interpersonal), no cabe duda de que la mejor manera de actuar es el amor, siguiendo las doctrina y el ejemplo de Jesús. Y, en la segunda parte del libro, aportará documentos de filósofos como Hobbes, Rousseau, Kant, Stuart Mill, etc.
El problema de la Muerte
En esta Introducción a la obra que comentamos y que es de necesaria lectura para entrar de lleno en el contenido del resto del libro, Enrique Bonete aborda ahora el tercero de los aspectos que trata en su estudio: el problema de la muerte, es decir, la perspectiva escatológica.
Nos plantea que la pregunta de Kant, ¿qué me cabe esperar?, se puede interpretar desde cuatro claves hermenéuticas: histórica (el futuro político de la humanidad), teleológica (la persecución social del reino de los fines), ética (la inmortalidad como postulado de la razón práctica) y religiosa (la vida eterna para la humanidad, derivada de la resurrección de Cristo); aquí, solo abordará esta última cuarta clave, la religiosa.
Seguirá la línea argumentativa derivada de Kant, aunque este no la tratara mucho, al ser un asunto más cristiano que filosófico que requiere cierto grado de fe. ¿Qué me cabe esperar? Para Enrique Bonete, la cuestión implica inquirir por el anhelo profundo de “ser” frente a las amenazas que padece: enfermedad, envejecimiento, dolor y, finalmente, la muerte. Se trata, en definitiva, de si nuestro existir queda abierto al enigma, a la trascendencia, al misterio, o, si por el contrario, lo condenamos a la desesperación o el absurdo; una disyuntiva que tampoco aceptarían muchos intelectuales, pero que también cuenta con el apoyo de destacados pensadores. El tema se concreta en el hecho de la resurrección de Jesús, hecho por el que aboga el autor intentando debilitar los argumentos de quienes se oponen a ella, incluso entendiendo de otra manera el concepto resucitar. Para Bonete Perales, la esperanza cristiana, no siendo del todo accesible a la pura inteligencia, no deja de ofrecer una explicación plausible de nuestro destino. Y analiza la postura de los filósofos cuyos textos se incluyen en este bloque y que van desde Pascal a Nozick, pasando por María Zambrano, Julián Marías o Karl Jaspers, entre otros.
Para cerrar esta extensa y necesaria Introducción, Enrique Bonete nos aporta alguna aclaración. Por ejemplo, advierte de que el orden seguido dentro de cada bloque para presentar a los autores y sus textos es el cronológico referido a la fecha de nacimiento de cada uno de ellos, y no el de la publicación de sus aportaciones. Igualmente, nos señala que, evidentemente, ha tenido que excluir de su trabajo a muchos pensadores que también redactaron páginas referidas a Jesús de Nazaret; por ejemplo, Leibniz, Voltaire, Schelling, Marx, Russell, Buber, Popper, Heidegger, Wittgenstein, Ricoeur, Ciorán, Kolakowski, …; lo ha hecho por razones de espacio y por observar un cierto equilibrio entre los que nos presenta; eso sí, ha procurado incluir nombres españoles, aunque no todos los deseados. Quizás, en un futuro, esperemos que no lejano, Enrique Bonete nos ofrezca otra obra donde podamos disfrutar de los textos de los autores no recogidos aquí. Y decimos disfrutar porque no otra es la sensación que nos ha producido la lectura de tan interesante trabajo.
En cuanto a la edición, tiene detalles que ayudan a la lectura. Por ejemplo, los textos de cada pensador vienen precedidos de una sucinta presentación de su vida y obra, tal y como se expuso más arriba; los textos propiamente dichos se nos ofrecen con una tipografía diferente, clara y de cómoda lectura. Y las notas a pie de página suelen aportar alguna bibliografía adicional, tanto sobre los autores como de sus obras, para el interesado en profundizar en algún aspecto concreto.
En definitiva, se trata de un excelente trabajo de estudio y recopilación, muy bien estructurado metodológicamente que nos descubre, reuniéndolas en un volumen, una selección de páginas debidas a pensadores ilustres sobre la figura de Jesús de Nazaret. Algo novedoso que debe de estimular a su lectura.
Índice
Introducción. “Y vosotros, filósofos, ¿quién decís que soy yo?”
1. La pregunta bíblica
2. Las preguntas de Kant
3. Tres interpretaciones filosóficas de Cristo
1ª El problema de la Verdad (perspectiva metafísica)
2ª El problema del Bien (perspectiva ética)
3ª El problema de la Muerte (perspectiva escatológica)
I. Cristo y el problema de la verdad
1. Baruch Spinoza. Voz de Cristo, voz de Dios
2. Johann Gottlieb Fichte. Jesús de Nazaret, existencia histórica de la verdad
3. Friedrich Schleiermacher. Cristo, ¿único mediador?
4. Georg Wilhem Friedrich Hegel. Cristo, certeza de la verdad de Dios
5. Sören Kierkegaard. El escándalo del Dios-hombre
6. Xavier Zubiri. Cristo, Dios hecho historia
7. Michel Henry. De la verdad histórica a la Verdad de Cristo
8. Réné Girard. Cristo y el rechazo violento de la verdad de Dios
9. Mariano Álvarez. Cristo, la verdad como desolcultamiento
10. Gianni Vattimo. Jesús, kenosis de Dios
11. Eugenio Trías. El Cristo: Dios de la cruz y Dios del tiempo
II. Cristo y el problema del Bien
1. Thomas Hobbes. La misión de Cristo
2. John Locke. Jesucristo y la moral universal
3. Jean-Jacques Rousseau. Jesús, vida y muerte de un Dios
4. Inmanuel Kant. El Maestro del Evangelio como ideal de la perfección moral
5. Arthur Schopenhauer. Jesucristo, negación de la voluntad de vivir
6. John Stuart Mill. Cristo, guía moral de la humanidad
7. Friedrich Nietzsche. Jesús y la psicología del redentor
8. George Santayana. El amor del profeta de Nazaret
9. Max Scheler. Jesús, un Dios amante
10. Hannah Arendt. Jesús de Nazaret, el poder de perdonar
11. John Rawls. La “conversión” ante el amor de Jesucristo
III. Cristo y el problema de la Muerte
1. Blaise Pascal. Sufrimiento de Jesús
2. Barón de Holbach. Contra la resurrección de Cristo
3. Ludwig Feuerbach. Cristo, el Dios sufriente
4. Miguel de Unamuno. Cristo eternizador
5. Karl Jaspers. Sufrimiento y muerte de Jesús en la cruz
6. Ernst Bloch. Contra la muerte-sacrificio de Jesús
7. María Zambrano. Cristo, semilla de Dios caída en la tierra
8. Julián Marías. Inmortalidad del alma y resurrección de la carne
9. Robert Spaemann. Muerte humana y resurrección de Jesús
10. Richard Swinburne. La plausibilidad de la resurrección de Jesús
11. Robert Nozick. El Holocausto, una humanidad sin Cristo
Reseñas
Adiós al capitalismo
Redacción T21 , 07/07/2015
Autonomía, sociedad del buen vivir y multiplicidad de mundos
Ficha Técnica
Título: Adiós al capitalismo
Autor: Jérôme Baschet
Editan: Futuro Anterior Ediciones y NED ediciones . España 2015
Materia: Política
Colección: Territorios
Encuadernación: Rústica con solapas
Número de páginas: 192
ISBN: 978-84-942774-8-1
PVP: 14,90 €
¿La crisis de 2007-2008 pone en entredicho la legitimidad del capitalismo y su capacidad para presentarse como un sistema estable? Esta es una de las cuestiones fundamentales que da pie a la obra de Jérôme Baschet Adiós al capitalismo, en la cual postula una reflexión muy crítica del neoliberalismo que nos ha acostumbrado a vivir en un ambiente de crisis permanente. “Bien sabemos, dice, que ha sido, desde hace tiempo, la herramienta privilegiada de una “estrategia del shock” que justifica todas las contra-reformas en nombre del esfuerzo necesario para superar una situación presentada como dramática. En pocas palabras, el neoliberalismo aparece como un estado de crisis, alimentado por la vuelta al mundo de los derrumbes financieros, e instrumentalizado para los fines de un modo de control basado en el miedo. Sin embargo, la crisis iniciada en 2007-2008 no puede considerarse como un simple artificio de las técnicas de gobernabilidad neoliberal, ni tratarse igual que los desórdenes bursátiles anteriores. Su amplitud es inédita (1929-1933) y con razón ha sido caracterizada como la primera crisis global del mundo globalizado.”
¿Qué implica replantearse la posibilidad de un mundo liberado del capitalismo? En el marco de una crisis que marca los límites del pensamiento neoliberal, los nuevos movimientos sociales –excluidos, sin papeles, sin empleo, sin vivienda, migrantes, pueblos indígenas– proponen iniciativas desde abajo. Jérôme Baschet analiza en este libro las experimentaciones sociales y políticas de las comunidades zapatistas, en las que participa desde hace años, para reabrir el horizonte de los posibles. Pero no establece como modelo universal estas experiencias de autogestión que se llevan a cabo en esa región de México, ni construye un gran relato de futuro, sino más bien al contrario, las condena a disolverse en un nuevo Estado, incluso proletario.
La crisis mundial no afecta a todos de la misma manera. Las mutaciones del mundo del trabajo y subjetividades dispuestas a participar de nuevas formas de producción y consumo rediseñan nuestro presente. Sin embargo, no han madurado aún los proyectos de emancipación. Gracias a un esfuerzo poco habitual, que conjuga proyección teórica y conocimiento directo de una de las experiencias de autonomía más reflexivas de las últimas décadas, Jérôme Baschet propone un balance crítico del zapatismo y analiza la organización política de esas comunidades autónomas federadas que se hicieron cargo de los servicios de salud, educación, policía y justicia.
Más allá de las recetas revolucionarias del siglo XX, Baschet explicita las características más complejas del capitalismo financiarizado y explora vías alternativas para la elaboración práctica de nuevas formas de vida, para lo que considera objetivos imprescindibles a lograr: Autonomía, sociedad del buen vivir y multiplicidad de mundos.”
Índice
Introducción
- El capitalismo, sistema humanicida
- Construir la autonomía: lo político sin el Estado
- La sociedad liberada de la economía
- Un mundo hecho de muchos mundos
- Ya estamos en camino
Observaciones finales
Anexo
Medir para dejar de medir
Sobre el tiemplo de actividad en una sociedad poscapitalista
Agradecimientos
Bibliografía
Datos del autor
Reseñas
¡No, por Dios!
Juan Antonio Martínez de la Fe , 07/07/2015
(Ateísmo para principiantes)
Ficha Técnica
Título: ¡No, por Dios! (Ateísmo para principiantes)
Autor: Mauricio-José Schwarz
Edita: Cazador de Ratas, Cádiz, 2015
Encuadernación: Tapa blanda
Número de páginas: 280
ISBN: 978-84-943350-3-7
Precio: 12 euros
“El amor, la solidaridad, la nobleza y la cooperación son productos de un universo en evolución, no la gracia de un ser superior con modales de niño malcriado.” Esta frase, que encabeza el libro que comentamos, pretende rebatir el argumento de que la solidaridad que se da entre los seres humanos, a diferencia de los animales, es un fruto evolutivo y no una señal de intervención divina. Lo que, unido a la dedicatoria a Giordano Bruno, puede poner un primer faro que indica el camino que seguiremos a través de sus páginas.
El Prólogo ha de ser leído con detenimiento, pues en él, junto a las Notas que le siguen, el autor nos expone la meta que persigue con su publicación; una publicación que, aun sin ser en su totalidad nueva, pues varias de sus páginas provienen de artículos que ya han visto la luz, tiene, sin embargo, la ventaja de una presentación sujeta a una planificación expositiva muy metódica y didáctica.
La idea de este libro nació en París, durante una visita que el autor hizo a Notre Dame. Allí, rodeado e impresionado por la beldad de su arquitectura, de la sonoridad de la música que llenaba el recinto, descubrió a una niña que, con sus ojitos forzadamente cerrados, concentraba todo su esfuerzo en la oración. Y Schwarz pensó que no era bueno que a tan tierna criatura se le infundiera la idea de una deidad justiciera, que atemorizaría sus sueños, basándose en unas creencias que, a su juicio, carecen de fundamento.
Por eso se plantea esta obra. Pretende argumentar que ser ateo es bueno, contra la idea de los creyentes que, según el autor, lo condenan como algo negativo.
En primer lugar, manifiesta su opinión de que el tema de dios no interesa prácticamente a nadie; que, en la vida cotidiana, ni teístas ni ateos, viven pendientes de ese ser superior que considera inexistente. El libro, pues, recorrerá los puntos más destacados de la historia de las creencias religiosas; también lo hará sobre los argumentos filosóficos que sustentan la conclusión de la existencia de las deidades, argumentos que, por otro lado, considera ya agotados.
Por supuesto: no pretende el ensayo convencer a nadie de la inexistencia de dios, de cualquier dios, empresa por lo demás estéril. ¿Qué pretende, pues? “El objetivo fundamental de este libro es argumentar por qué ser ateo está bien. Por qué es una posición moral mucho más sólida que la que ofrecen las religiones.” Religiones (que no diferencia de deidad) que son profundamente perjudiciales, a su juicio, y cuyas nefastas consecuencias han de ser combatidas.
En las Notas que se incluyen a renglón seguido del Prólogo, aclara algunas cuestiones que, aunque parezcan a simple vista de menor calado, representan, sin embargo una postura clara. Se refiere al uso de minúsculas tanto al referirse a dios, como a la iglesia, o a las vocales que indican, en la cronología, si se trata de un hecho anterior o posterior a Jesús (de cuya existencia duda). Aclara, también, que, fundamentalmente, en el libro hará referencia especial a las tres grandes religiones monoteístas, sin por ello omitir las necesarias a las creencias orientales.
Dios
Nos adentramos, ahora, en la primera parte que lleva por título Dios. Comienza el autor contándonos su experiencia personal, cómo, desde el seno de una familia católica, pasa a confesarse públicamente ateo. Algo que, en los últimos años del siglo pasado y en una sociedad como describe la de Méjico, era un acto de rebeldía que no estaba bien visto. Y nos relata cómo, a pesar del ambiente que lo rodeaba, nunca fue propenso a la creencia religiosa, pese a cumplir con ritos a los que era llevado. Lo que, finalmente, lo decanta por el ateísmo es el problema del mal, razón para él suficiente para negar la posibilidad de ninguna deidad; una razón a la que se añade una particular experiencia con un sacerdote católico, obcecado, que, con sus proclamas anticomunistas, provocó graves incidentes en una localidad mejicana. Para él, la única posible postura lógica y racional es negar la existencia de un dios, sin tener en cuenta que otras personas, a las que considera ciegas, optan por una posición teísta, basada en planteamientos distintos, no carentes de racionalidad y que reclaman para sí los mismos derechos intelectuales que para sí plantea Schwarz.
El fantasma omnipresente constituye el segundo bloque de esta primera parte. En él, nos explica cómo, pese a los avances de la Ilustración, dios está presente de distintas maneras en nuestra vida, como en el lenguaje (dios mediante, no hay dios que lo entienda,…) y en actos sociales, como el nacimiento o la muerte, con especial incidencia en los rituales de entrada en la vida adulta; unos rituales vigentes tanto entre cristianos, como entre judíos o musulmanes, de los que, con frecuencia, solo sobreviven las ceremonias externas, vaciadas ya de todo contenido religioso.
Pero ¿qué es dios?, se pregunta seguidamente. Según su visión, las tres religiones del libro creen en un dios antropomórfico, afirmación que, con casi total seguridad, no comparten todos los creyentes de esas religiones, aunque hay que reconocer que sí lo hacen en muchos casos, especialmente en el cristianismo. Ese dios, además, dotado de absolutos poderes y saberes, solo es concebible como nacido en regímenes monárquicos. Y afirma: “La característica esencial de la deidad es, pues, su capacidad de ejercer poder sobre los seres humanos, decidir en sus vidas y su muerte, influir en ellos, incluso, como lo pretende la oración, cambiar de opinión o alterar el curso del destino únicamente porque un creyente o varios, le hacen una petición con especial fervor.” Luego, analiza algunos de los diez mandamientos, explicando que, en determinados casos, son contradictorios con la naturaleza humana.
Hay una realidad: la de Los dioses imposibles. Es este un bloque en el que se centra gran parte de la base teórica que pretende trasladarnos Schwarz. Nos dice que los agnósticos niegan la posibilidad de demostrar la no existencia de dios, por lo que no se cierran a la posibilidad de su realidad. Para el autor, esto no es del todo correcto, pues se puede probar la no existencia de cosas; y pone ejemplos sencillos, como que es demostrable que no hay en un momento dado un elefante en el centro de Londres, simplemente haciendo uso de las cámaras web que nos permiten observar lo que sucede allí. A lo que se añade un paso más: corresponde a quien afirma algo, aportar la carga de la prueba. Discurre seguidamente sobre las distintas concepciones de dios que existen en el mundo, debido a que cada sociedad lo crea a su medida, dependiendo de sus necesidades: “Los dioses están hechos a imagen y semejanza de los grupos humanos que los han diseñado, a la medida de su medio ambiente, de sus necesidades, de sus grandes temores y sus mejores esperanzas, de sus miedos y sus pasiones.”
Así nacen los dioses y así nacen las religiones.
Por lo que el siguiente bloque se dedicará a este tema: Religiones que nacen. Se trata de un capítulo corto en el que nos narra la aparición reciente de religiones, como la de los rastafaris, el culto al cargamento (nacido en pueblos aislados que recibían ayuda norteamericana materializada en alimentos y otros productos necesarios) o la magia simpática (al hacer una representación simbólica de la realidad, lo que se opere sobre ese símbolo tendrá efecto en esa realidad, p.e., el vudú) o la celebración de Día de John Frum, en Vanuatu. Y nos comenta: “La necesidad, no solo material, los deseos más vivos, la búsqueda de explicaciones y soluciones, de señales que hagan florecer la esperanza parecen ser entonces los elementos básicos de las religiones tal como las hemos visto surgir casi bajo nuestras propias narices.” Y, una vez establecido el valor social de la religión, la cuestión de la existencia de dios pasa a ser irrelevante.
¿Y si no me lo creo? Es el último bloque esta primera parte. Arranca Schwarz de la base de que las relaciones con la deidad es de tipo comercial: do ut des, te doy para que me des, por lo que siempre se trata de una relación personal. Pero, afirma, uno no puede elegir en qué creer, sino que le viene impuesto por circunstancias ambientales. Incluso se puede fingir que se cree, porque conviene a sus intereses personales, en vez de llegar al sacrificio por sus creencias, aduciendo ejemplos como los de los falsos conversos musulmanes en la España de los Reyes Católicos. Por lo que concluye: “Una vez asumida la creencia religiosa por motivos emocionales, eso sí, el creyente suele acudir a razones para sustentarla. Razones que son, con frecuencia, justificaciones retóricas de las deficiencias aparentes de su deidad de elección.”
Concluye, así, esta primera parte que constituye como una base sobre la que edificar el resto de la obra, en cuyo segundo tramo aborda el tema Religión.
Religión
Fuera de la realidad es el título que aplica a su primer apartado, donde nos expone cómo la ciencia, en su avance, va resolviendo problemas que, hasta su resolución empírica, formaban parte del terreno de la filosofía, aduciendo el ejemplo de los cientos de años que se mantuvo la discusión entre los atomistas o los seguidores de la partición infinita de la materia. Trae a colación cómo las distintas religiones tratan de demostrar que sus textos ya preveían los descubrimientos que va aportando la ciencia y que eran manifestados a través de los profetas, convertidos hoy día en adivinadores. De ahí que sea partidario de, antes de centrarse en los aparentes aciertos de algunos textos religiosos, hacerlo en los enormes errores que contienen todos y cada uno de ellos.
Fiel a esta línea de argumentación, nos propone el apartado El creyente selectivo, en el que expone que muchos practicantes de religiones encuentran argumentos en sus textos sagrados para hacer una cosa o la contraria. ¿Por qué? Justamente porque sus libros sagrados son un producto humano lleno de contradicciones. Por lo que se presenta una disyuntiva: pensamiento libre (lo que conlleva la no exactitud de sus textos religiosos) o fe ciega en ellos, lo que implica anular la razón. Lo que nos lleva directamente al siguiente epígrafe, El miedo al pensamiento.
Un epígrafe en el que, basándose fundamentalmente en lo acaecido con Giordano Bruno (no hay que olvidar que su imagen campea en la cubierta del libro), abrasado en la hoguera por permitirse disentir de lo que era considerado la ortodoxia del creer. Apoyándose en esta experiencia, junto con la de Galileo, concluye que la religión, al pretender que sus fieles sostengan un único y uniforme pensamiento, va en contra de la razón. Y finaliza el apartado con una pregunta que nos lleva, directamente, al siguiente, “¿Puede un ateo cantar góspel?”: “Pero, si la razón no es el imperio de la religión, al menos lo es, pensaría uno, el arte religioso y su magnificencia. O probablemente no.”
Según su propuesta, el arte religioso nos emociona no por ser religioso, sino porque a través de él el artista nos transmite sus sentimientos. Nos señala cómo en sus inicios el arte se movía en el ámbito de la religión porque era impuesto, se trataba de un ambiente social donde el artista, si no producía lo que le reclamaban (templos, santos, vírgenes, …) no podía subsistir, salvo cuando atendía a peticiones de retratos de autoridades o mecenas que lo protegían. Es con el Renacimiento cuando surgen artistas que, a la vez, se dedican a la ciencia, como el caso de Leonardo. Acusa a las religiones de haberse aprovechado del arte para conducir el pensamiento y los sentimientos de la sociedad. ¿Y de dónde el título de este apartado? Pues porque el autor, ateo confeso, acude anualmente a un festival de góspel, simplemente por el placer que le produce escuchar este tipo de música.
Las religiones que no lo parecen es el título del último bloque de esta segunda parte de la obra. Aquí aborda la aparición de múltiples sectas de reciente cuño. Arremete, de forma especial, contra la teosofía de Helena Petrovna Blavatsky y del que considera su discípulo Rudolf Steiner, atacando a Tríodos Bank (banca ética), el sistema educativo Waldorf y todas sus aplicaciones a la agricultura, etc. De aquí, pasa a comentarnos el papel de las religiones postmodernistas, el New Age, todas de carácter relativista y sin, a su juicio, apoyo científico, entre las que incluye la práctica totalidad de las medicinas alternativas. Y concluye: “Y todas las religiones hacen daño a individuos, grupos, familias y sociedades, especialmente cuando se concentran en la misión de establecer el bien y el mal, cuando consideran que son y deben ser la guía moral de la sociedad …, o del mundo.” Porque entra así de lleno en la tercera parte de la obra, dedicada a la Moral.
La Moral
Con Dios todo vale se titula el primer bloque. Su planteamiento, para refutar el argumento de que la religión, dios, es, cuando menos, necesaria para el mantenimiento de un orden moral, es que el ser humano es moral por naturaleza, porque nos conviene como individuos, como sociedad. No se precisa de los caprichos de una deidad para indicarnos qué está bien o qué está mal; mucho menos, que nuestro comportamiento esté motivado por la esperanza de un premio o el temor a un castigo. Y, consecuentemente, rechaza el autor la doctrina que propugna el perdón como si cualquier acto contra otro ser humano no hubiese tenido lugar, o por la esperanza ilusa de que mi víctima será recompensada en el más allá; o, incluso, que en nombre de un dios se pueda hacer cualquier cosa, incluido lo prohibido.
No hemos nacido mancillados por un pecado, por Los pecados originales. Reconoce el autor que no todas las religiones consideran la existencia de un pecado original, como ocurre especialmente en la Iglesia Católica; pero, hay otras en las que sí existe la idea de una parte mala de nuestro ser, como ocurre en el budismo y la reencarnación: hay que purgar lo que se ha hecho mal en otra vida precedente. Con una argumentación razonada y asequible, nos lleva a considerar en la vida práctica qué suponen estas creencias.
Se pregunta el autor, a continuación, ¿Valores cristianos? Parte de una premisa mayor que da por sentado que es universalmente válida: que, cuando se habla de volver a los valores tradicionales, en verdad, se está pidiendo volver a los valores cristianos. ¿Y cuándo han estado vigentes en su mayor esplendor tales valores cristianos? Pues en la Edad Media, cuando la Iglesia luchó denodadamente, según el autor, contra los derechos de la mujer, el valor del conocimiento, la tolerancia, etc. Fijándose luego en la Iglesia Católica, reflexiona sobre los valores que defiende su Catecismo que, a su juicio, son contrarios a la Declaración Universal de los Derechos Humanos, declaración que el estado Vaticano se ha negado a suscribir.
El sentido de la vida es el paso siguiente que nos propone analizar Schwarz. Transcribimos de su inicio: “lo que nos resulta esencial en nuestra vida, lo que le da sentido es hacer el bien, vivir bien, estar satisfechos con nosotros mismos y tener una vida que tenga sentido, que tenga un valor y que nos permita transcurrir a lo largo de ella sintiendo que cumplimos un propósito.” Pocas personas podrán no estar de acuerdo, en líneas generales, con este enunciado. Pero el autor atribuye a los creyentes un sentido diferente; para él, el sentido de la vida de un creyente es ir ganando puntos para recibir un premio en la vida tras la muerte. Y trata de explicarnos las ventajas que tiene ser ateo sobre una existencia orientada hacia tal finalidad y para un vivir ultraterrenal.
El dolor es malo. Titula así el apartado siguiente de la obra. Afirma que las religiones, especialmente la cristiana, son religiones del dolor. Se centra en la pasión de Cristo, como origen y fundamento del deseo de sufrir dolor; algo incomprensible: que un dios todopoderoso prefiera someter a sufrimiento a su hijo cuando podía haberlo evitado. Y, por imitación de Cristo, los cristianos buscan el sacrificio, la penitencia. Nos explica cómo la celebración del dolor por parte de las religiones plantea tres problemas: 1. La posibilidad de que la persona que se causa dolor a sí misma podría no estarlo haciendo libremente, pues desconoce otras opciones para alcanzar su meta. 2. La convicción de que dios disfruta del dolor puede llevar al extremo de trabajar activamente para mantener, sostener y celebrar el sufrimiento de otros. Y 3. La clara probabilidad de hacer que otras personas se lastimen diciéndoles que es lo que quiere dios. Concluye, lógicamente, argumentando lo que le lleva a escribir estas páginas: el dolor es malo, especialmente, porque rebaja la dignidad humana, una dignidad que se pierde con la falta de libertad ante la experiencia del creer.
El último bloque de esta tercera parte se dedica a la Libertad religiosa. Con acierto, estima Schwarz que, para que exista una auténtica libertad religiosa, toda persona tendría que tener acceso a una amplia información acerca de todas las posibilidades existentes, incluyendo, evidentemente, la de no creer y poder manifestar abiertamente su ateísmo. Critica que se pueda penar por herir los sentimientos religiosos o no religiosos de nadie, como ocurre con el Código Penal de España. Y se detiene en algunos aspectos que niegan esa libertad, como es el caso del velo femenino en el Islam o en el Judaísmo.
Sexo, vida y muerte
Llegamos, así, a la cuarta parte de la obra, dedicada a Sexo, vida y muerte. Aborda Schwarz en ella algunos aspectos concretos de la posición de las religiones sobre ellos. Dado que es evidente la postura del autor acerca de cada uno de los planteamientos, nos limitaremos a enunciar los temas analizados, recomendando, eso sí, su lectura, pues, aunque incide en lo ya conocido, recorrer estas páginas supone profundizar en la argumentación de su autor. Son estos los temas sometidos a análisis: La mujer como problema, La prostitución, El inevitable aborto, Homosexualidad y matrimonio y Muerte digna y vida indigna. Como se ve, asuntos todos de vibrante actualidad y sometidos a encendidos debates.
Sí nos detendremos algo más en los apartados de la quinta parte, titulada No creer.
No creer
Agnosticismo es el primer bloque. Schwarz nos propone que la postura agnóstica, tal y como se entiende hoy (imposibilidad de demostrar la existencia de dios, imposibilidad de demostrar su inexistencia) solo es posible ante el hecho de poder diseñar un dios con una definición tan poco susceptible de ser sometida a prueba que debemos aceptar que somos agnósticos al respecto. Se atribuye el haber demostrado razonablemente la no existencia de dioses; un ateísmo que es precisamente la ausencia de creencia en dioses y no una afirmación de conocimiento. Y argumenta que, en la práctica, los agnósticos, apostados en una cómoda postura, viven y actúan como gente sin dios.
Para él, el ejercicio de la razón es incompatible en sus principios, en sus métodos y en sus conclusiones con el universo de las creencias religiosas. Se trata de una Convivencia imposible. Argumenta que la ciencia va arrinconando cada vez más a la religión, a la que le queda menos espacio; incluso, le niega la posibilidad de sostener ese bastión de las preguntas fundamentales, como la del sentido de la vida; para él, sentido tienen las palabras, pero no la vida. Y lo recalca con especial tipografía en este párrafo: “nunca, a lo largo de la toda la historia de la humanidad, la religión ha respondido satisfactoriamente ninguna de las preguntas ‘profundas’ con las que pretende justificarse.” Las religiones pueden decirlo todo, afirma, pero la única forma de valorar sus efectos es ver lo que hacen sus seguidores en su nombre; y, aquí, los ejemplos abundan: inquisición, yihadismo, … De ahí que propugne que el único lugar razonable de las creencias preternaturales es el del dominio privado, personal, subjetivo; las religiones no han de tener injerencia en los asuntos públicos. Y va más allá: el creyente es, en realidad, una víctima de las religiones y el combate de los ateos contra los teísmos es un combate a favor de los creyentes, para liberarlos de esta tiranía.
En Ateos a la fuga, Schwarz nos explica las dificultades de ser ateo, alguien que es considerado distinto a los demás y que no es bien aceptado socialmente. Cita textos de Benedicto XVI para apoyar su planteamiento, quien olvida a ateos que ayudaron a salvar a perseguidos por el nazismo, mientras que la Iglesia convivió armoniosamente con tan nefasta ideología. Por no hablar de los peligros que corren los ateos que viven en determinados países, donde son perseguidos penalmente. Cita al judaísmo como la religión más tolerante con los no creyentes, pues ese concepto, judaísmo, responde más a un hecho cultural que a una religión.
Y se llega, así, al último bloque de la obra: Conclusión provisional. Se trata de un capítulo que merece una reposada lectura, pues en él el autor nos condensa la sensación de libertad que le proporciona su increencia. La humanidad ha dejado atrás ya la infancia en la que se pensaba en la existencia de seres sobrenaturales; ha llegado a la madurez. Ni tan siquiera, el reclamo de una moral universal justifica la existencia de la religión; nos repite, en este sentido, algo que ya afirmó en otro lugar del libro: “el amor, la solidaridad, la nobleza y la cooperación son producto de un universo en evolución, no la gracia de un ser superior con modales de niño malcriado.” Vivir sin dioses es mucho más que un ejercicio de racionalidad, es un ejercicio de libertad, de dignidad, de integridad y de calidez humana. Dicho queda.
Finaliza el libro con un capítulo que, bajo el título de Nota al margen, se dedica al Ateísmo militante, en el que defiende y aplaude la labor de científicos que hacen frente a la sociedad creyente defendiendo y argumentando sus posturas ateas, con especial mención a Richard Dawkins, ampliamente conocido por su frecuente presencia en medios de comunicación como adalid del ateísmo militante.
¿Qué decir, como resumen, de la lectura de este libro? En primer lugar, como su propio autor reconoce desde las primeras líneas, no se trata de una obra de filosofía, en la que se analizan en profundidad los temas abordados; lo que no implica, lógicamente, que no sean profundos. El autor es periodista y escritor y, desde esa perspectiva, es desde donde hemos de analizar sus propuestas.
Se abordan asuntos que están sometidos a debates, a veces serenos y, en ocasiones, no tanto. Sobre ellos hay diferentes y dispares posturas, defendidas con mayor o menor acierto. Pero, Schwarz nos propone la suya y trata de argumentarla. Es cierto que, en ocasiones, da por sentados y por generalmente aceptados principios sobre los que la unanimidad no existe; y, de ellos, deduce conclusiones que solo son válidas dentro de su esquema; un esquema tan respetable como cualquiera otro de quienes defienden otros postulados. Quizás, más que afirmar que es bueno ser ateo, sería mejor decir que no es malo serlo; porque hay quien opina que es bueno ser creyente o, mejor, no es malo serlo. Para él, sin embargo, es malo ser creyente.
Una cosa sí parece clara. Esta obra contribuye a lo que el autor manifiesta: que, para ser libre a la hora de optar por creer o no creer, es necesario conocer todas las opciones. Y este libro aporta conocimientos sobre el ateísmo y sus razones.
En cuanto al continente, se trata de una edición muy digna. Quizás se le pueda reprochar alguna deficiencia tipográfica, especialmente a la hora de partir palabras al final de líneas. Lo que no implica, desde luego, ninguna tacha al objetivo perseguido.
Índice
Prólogo
Notas
Parte uno: Dios
La experiencia personal
El fantasma omnipresente
Pero ¿qué es dios?
Los dioses imposibles
Religiones que nacen
¿Y si no me lo creo?
Parte dos: Religión
Fuera de la realidad
El creyente selectivo
El miedo al pensamiento
¿Puede un ateo cantar góspel?
Las religiones que no lo parecen
Parte tres: Moral
Con dios todo vale
Los pecados originales
¿Valores cristianos?
El sentido de la vida
El dolor es malo
Libertad religiosa
Parte cuatro: Sexo, vida y muerte
La mujer como problema
La prostitución
El inevitable aborto
Homosexualidad y matrimonio
Muerte digna y vida indigna
Parte cinco: No creer
Agnosticismo
La convivencia imposible
Ateos a la fuga
Conclusión provisional
Nota al margen:
El ateísmo militante
Agradecimientos
Título: ¡No, por Dios! (Ateísmo para principiantes)
Autor: Mauricio-José Schwarz
Edita: Cazador de Ratas, Cádiz, 2015
Encuadernación: Tapa blanda
Número de páginas: 280
ISBN: 978-84-943350-3-7
Precio: 12 euros
“El amor, la solidaridad, la nobleza y la cooperación son productos de un universo en evolución, no la gracia de un ser superior con modales de niño malcriado.” Esta frase, que encabeza el libro que comentamos, pretende rebatir el argumento de que la solidaridad que se da entre los seres humanos, a diferencia de los animales, es un fruto evolutivo y no una señal de intervención divina. Lo que, unido a la dedicatoria a Giordano Bruno, puede poner un primer faro que indica el camino que seguiremos a través de sus páginas.
El Prólogo ha de ser leído con detenimiento, pues en él, junto a las Notas que le siguen, el autor nos expone la meta que persigue con su publicación; una publicación que, aun sin ser en su totalidad nueva, pues varias de sus páginas provienen de artículos que ya han visto la luz, tiene, sin embargo, la ventaja de una presentación sujeta a una planificación expositiva muy metódica y didáctica.
La idea de este libro nació en París, durante una visita que el autor hizo a Notre Dame. Allí, rodeado e impresionado por la beldad de su arquitectura, de la sonoridad de la música que llenaba el recinto, descubrió a una niña que, con sus ojitos forzadamente cerrados, concentraba todo su esfuerzo en la oración. Y Schwarz pensó que no era bueno que a tan tierna criatura se le infundiera la idea de una deidad justiciera, que atemorizaría sus sueños, basándose en unas creencias que, a su juicio, carecen de fundamento.
Por eso se plantea esta obra. Pretende argumentar que ser ateo es bueno, contra la idea de los creyentes que, según el autor, lo condenan como algo negativo.
En primer lugar, manifiesta su opinión de que el tema de dios no interesa prácticamente a nadie; que, en la vida cotidiana, ni teístas ni ateos, viven pendientes de ese ser superior que considera inexistente. El libro, pues, recorrerá los puntos más destacados de la historia de las creencias religiosas; también lo hará sobre los argumentos filosóficos que sustentan la conclusión de la existencia de las deidades, argumentos que, por otro lado, considera ya agotados.
Por supuesto: no pretende el ensayo convencer a nadie de la inexistencia de dios, de cualquier dios, empresa por lo demás estéril. ¿Qué pretende, pues? “El objetivo fundamental de este libro es argumentar por qué ser ateo está bien. Por qué es una posición moral mucho más sólida que la que ofrecen las religiones.” Religiones (que no diferencia de deidad) que son profundamente perjudiciales, a su juicio, y cuyas nefastas consecuencias han de ser combatidas.
En las Notas que se incluyen a renglón seguido del Prólogo, aclara algunas cuestiones que, aunque parezcan a simple vista de menor calado, representan, sin embargo una postura clara. Se refiere al uso de minúsculas tanto al referirse a dios, como a la iglesia, o a las vocales que indican, en la cronología, si se trata de un hecho anterior o posterior a Jesús (de cuya existencia duda). Aclara, también, que, fundamentalmente, en el libro hará referencia especial a las tres grandes religiones monoteístas, sin por ello omitir las necesarias a las creencias orientales.
Dios
Nos adentramos, ahora, en la primera parte que lleva por título Dios. Comienza el autor contándonos su experiencia personal, cómo, desde el seno de una familia católica, pasa a confesarse públicamente ateo. Algo que, en los últimos años del siglo pasado y en una sociedad como describe la de Méjico, era un acto de rebeldía que no estaba bien visto. Y nos relata cómo, a pesar del ambiente que lo rodeaba, nunca fue propenso a la creencia religiosa, pese a cumplir con ritos a los que era llevado. Lo que, finalmente, lo decanta por el ateísmo es el problema del mal, razón para él suficiente para negar la posibilidad de ninguna deidad; una razón a la que se añade una particular experiencia con un sacerdote católico, obcecado, que, con sus proclamas anticomunistas, provocó graves incidentes en una localidad mejicana. Para él, la única posible postura lógica y racional es negar la existencia de un dios, sin tener en cuenta que otras personas, a las que considera ciegas, optan por una posición teísta, basada en planteamientos distintos, no carentes de racionalidad y que reclaman para sí los mismos derechos intelectuales que para sí plantea Schwarz.
El fantasma omnipresente constituye el segundo bloque de esta primera parte. En él, nos explica cómo, pese a los avances de la Ilustración, dios está presente de distintas maneras en nuestra vida, como en el lenguaje (dios mediante, no hay dios que lo entienda,…) y en actos sociales, como el nacimiento o la muerte, con especial incidencia en los rituales de entrada en la vida adulta; unos rituales vigentes tanto entre cristianos, como entre judíos o musulmanes, de los que, con frecuencia, solo sobreviven las ceremonias externas, vaciadas ya de todo contenido religioso.
Pero ¿qué es dios?, se pregunta seguidamente. Según su visión, las tres religiones del libro creen en un dios antropomórfico, afirmación que, con casi total seguridad, no comparten todos los creyentes de esas religiones, aunque hay que reconocer que sí lo hacen en muchos casos, especialmente en el cristianismo. Ese dios, además, dotado de absolutos poderes y saberes, solo es concebible como nacido en regímenes monárquicos. Y afirma: “La característica esencial de la deidad es, pues, su capacidad de ejercer poder sobre los seres humanos, decidir en sus vidas y su muerte, influir en ellos, incluso, como lo pretende la oración, cambiar de opinión o alterar el curso del destino únicamente porque un creyente o varios, le hacen una petición con especial fervor.” Luego, analiza algunos de los diez mandamientos, explicando que, en determinados casos, son contradictorios con la naturaleza humana.
Hay una realidad: la de Los dioses imposibles. Es este un bloque en el que se centra gran parte de la base teórica que pretende trasladarnos Schwarz. Nos dice que los agnósticos niegan la posibilidad de demostrar la no existencia de dios, por lo que no se cierran a la posibilidad de su realidad. Para el autor, esto no es del todo correcto, pues se puede probar la no existencia de cosas; y pone ejemplos sencillos, como que es demostrable que no hay en un momento dado un elefante en el centro de Londres, simplemente haciendo uso de las cámaras web que nos permiten observar lo que sucede allí. A lo que se añade un paso más: corresponde a quien afirma algo, aportar la carga de la prueba. Discurre seguidamente sobre las distintas concepciones de dios que existen en el mundo, debido a que cada sociedad lo crea a su medida, dependiendo de sus necesidades: “Los dioses están hechos a imagen y semejanza de los grupos humanos que los han diseñado, a la medida de su medio ambiente, de sus necesidades, de sus grandes temores y sus mejores esperanzas, de sus miedos y sus pasiones.”
Así nacen los dioses y así nacen las religiones.
Por lo que el siguiente bloque se dedicará a este tema: Religiones que nacen. Se trata de un capítulo corto en el que nos narra la aparición reciente de religiones, como la de los rastafaris, el culto al cargamento (nacido en pueblos aislados que recibían ayuda norteamericana materializada en alimentos y otros productos necesarios) o la magia simpática (al hacer una representación simbólica de la realidad, lo que se opere sobre ese símbolo tendrá efecto en esa realidad, p.e., el vudú) o la celebración de Día de John Frum, en Vanuatu. Y nos comenta: “La necesidad, no solo material, los deseos más vivos, la búsqueda de explicaciones y soluciones, de señales que hagan florecer la esperanza parecen ser entonces los elementos básicos de las religiones tal como las hemos visto surgir casi bajo nuestras propias narices.” Y, una vez establecido el valor social de la religión, la cuestión de la existencia de dios pasa a ser irrelevante.
¿Y si no me lo creo? Es el último bloque esta primera parte. Arranca Schwarz de la base de que las relaciones con la deidad es de tipo comercial: do ut des, te doy para que me des, por lo que siempre se trata de una relación personal. Pero, afirma, uno no puede elegir en qué creer, sino que le viene impuesto por circunstancias ambientales. Incluso se puede fingir que se cree, porque conviene a sus intereses personales, en vez de llegar al sacrificio por sus creencias, aduciendo ejemplos como los de los falsos conversos musulmanes en la España de los Reyes Católicos. Por lo que concluye: “Una vez asumida la creencia religiosa por motivos emocionales, eso sí, el creyente suele acudir a razones para sustentarla. Razones que son, con frecuencia, justificaciones retóricas de las deficiencias aparentes de su deidad de elección.”
Concluye, así, esta primera parte que constituye como una base sobre la que edificar el resto de la obra, en cuyo segundo tramo aborda el tema Religión.
Religión
Fuera de la realidad es el título que aplica a su primer apartado, donde nos expone cómo la ciencia, en su avance, va resolviendo problemas que, hasta su resolución empírica, formaban parte del terreno de la filosofía, aduciendo el ejemplo de los cientos de años que se mantuvo la discusión entre los atomistas o los seguidores de la partición infinita de la materia. Trae a colación cómo las distintas religiones tratan de demostrar que sus textos ya preveían los descubrimientos que va aportando la ciencia y que eran manifestados a través de los profetas, convertidos hoy día en adivinadores. De ahí que sea partidario de, antes de centrarse en los aparentes aciertos de algunos textos religiosos, hacerlo en los enormes errores que contienen todos y cada uno de ellos.
Fiel a esta línea de argumentación, nos propone el apartado El creyente selectivo, en el que expone que muchos practicantes de religiones encuentran argumentos en sus textos sagrados para hacer una cosa o la contraria. ¿Por qué? Justamente porque sus libros sagrados son un producto humano lleno de contradicciones. Por lo que se presenta una disyuntiva: pensamiento libre (lo que conlleva la no exactitud de sus textos religiosos) o fe ciega en ellos, lo que implica anular la razón. Lo que nos lleva directamente al siguiente epígrafe, El miedo al pensamiento.
Un epígrafe en el que, basándose fundamentalmente en lo acaecido con Giordano Bruno (no hay que olvidar que su imagen campea en la cubierta del libro), abrasado en la hoguera por permitirse disentir de lo que era considerado la ortodoxia del creer. Apoyándose en esta experiencia, junto con la de Galileo, concluye que la religión, al pretender que sus fieles sostengan un único y uniforme pensamiento, va en contra de la razón. Y finaliza el apartado con una pregunta que nos lleva, directamente, al siguiente, “¿Puede un ateo cantar góspel?”: “Pero, si la razón no es el imperio de la religión, al menos lo es, pensaría uno, el arte religioso y su magnificencia. O probablemente no.”
Según su propuesta, el arte religioso nos emociona no por ser religioso, sino porque a través de él el artista nos transmite sus sentimientos. Nos señala cómo en sus inicios el arte se movía en el ámbito de la religión porque era impuesto, se trataba de un ambiente social donde el artista, si no producía lo que le reclamaban (templos, santos, vírgenes, …) no podía subsistir, salvo cuando atendía a peticiones de retratos de autoridades o mecenas que lo protegían. Es con el Renacimiento cuando surgen artistas que, a la vez, se dedican a la ciencia, como el caso de Leonardo. Acusa a las religiones de haberse aprovechado del arte para conducir el pensamiento y los sentimientos de la sociedad. ¿Y de dónde el título de este apartado? Pues porque el autor, ateo confeso, acude anualmente a un festival de góspel, simplemente por el placer que le produce escuchar este tipo de música.
Las religiones que no lo parecen es el título del último bloque de esta segunda parte de la obra. Aquí aborda la aparición de múltiples sectas de reciente cuño. Arremete, de forma especial, contra la teosofía de Helena Petrovna Blavatsky y del que considera su discípulo Rudolf Steiner, atacando a Tríodos Bank (banca ética), el sistema educativo Waldorf y todas sus aplicaciones a la agricultura, etc. De aquí, pasa a comentarnos el papel de las religiones postmodernistas, el New Age, todas de carácter relativista y sin, a su juicio, apoyo científico, entre las que incluye la práctica totalidad de las medicinas alternativas. Y concluye: “Y todas las religiones hacen daño a individuos, grupos, familias y sociedades, especialmente cuando se concentran en la misión de establecer el bien y el mal, cuando consideran que son y deben ser la guía moral de la sociedad …, o del mundo.” Porque entra así de lleno en la tercera parte de la obra, dedicada a la Moral.
La Moral
Con Dios todo vale se titula el primer bloque. Su planteamiento, para refutar el argumento de que la religión, dios, es, cuando menos, necesaria para el mantenimiento de un orden moral, es que el ser humano es moral por naturaleza, porque nos conviene como individuos, como sociedad. No se precisa de los caprichos de una deidad para indicarnos qué está bien o qué está mal; mucho menos, que nuestro comportamiento esté motivado por la esperanza de un premio o el temor a un castigo. Y, consecuentemente, rechaza el autor la doctrina que propugna el perdón como si cualquier acto contra otro ser humano no hubiese tenido lugar, o por la esperanza ilusa de que mi víctima será recompensada en el más allá; o, incluso, que en nombre de un dios se pueda hacer cualquier cosa, incluido lo prohibido.
No hemos nacido mancillados por un pecado, por Los pecados originales. Reconoce el autor que no todas las religiones consideran la existencia de un pecado original, como ocurre especialmente en la Iglesia Católica; pero, hay otras en las que sí existe la idea de una parte mala de nuestro ser, como ocurre en el budismo y la reencarnación: hay que purgar lo que se ha hecho mal en otra vida precedente. Con una argumentación razonada y asequible, nos lleva a considerar en la vida práctica qué suponen estas creencias.
Se pregunta el autor, a continuación, ¿Valores cristianos? Parte de una premisa mayor que da por sentado que es universalmente válida: que, cuando se habla de volver a los valores tradicionales, en verdad, se está pidiendo volver a los valores cristianos. ¿Y cuándo han estado vigentes en su mayor esplendor tales valores cristianos? Pues en la Edad Media, cuando la Iglesia luchó denodadamente, según el autor, contra los derechos de la mujer, el valor del conocimiento, la tolerancia, etc. Fijándose luego en la Iglesia Católica, reflexiona sobre los valores que defiende su Catecismo que, a su juicio, son contrarios a la Declaración Universal de los Derechos Humanos, declaración que el estado Vaticano se ha negado a suscribir.
El sentido de la vida es el paso siguiente que nos propone analizar Schwarz. Transcribimos de su inicio: “lo que nos resulta esencial en nuestra vida, lo que le da sentido es hacer el bien, vivir bien, estar satisfechos con nosotros mismos y tener una vida que tenga sentido, que tenga un valor y que nos permita transcurrir a lo largo de ella sintiendo que cumplimos un propósito.” Pocas personas podrán no estar de acuerdo, en líneas generales, con este enunciado. Pero el autor atribuye a los creyentes un sentido diferente; para él, el sentido de la vida de un creyente es ir ganando puntos para recibir un premio en la vida tras la muerte. Y trata de explicarnos las ventajas que tiene ser ateo sobre una existencia orientada hacia tal finalidad y para un vivir ultraterrenal.
El dolor es malo. Titula así el apartado siguiente de la obra. Afirma que las religiones, especialmente la cristiana, son religiones del dolor. Se centra en la pasión de Cristo, como origen y fundamento del deseo de sufrir dolor; algo incomprensible: que un dios todopoderoso prefiera someter a sufrimiento a su hijo cuando podía haberlo evitado. Y, por imitación de Cristo, los cristianos buscan el sacrificio, la penitencia. Nos explica cómo la celebración del dolor por parte de las religiones plantea tres problemas: 1. La posibilidad de que la persona que se causa dolor a sí misma podría no estarlo haciendo libremente, pues desconoce otras opciones para alcanzar su meta. 2. La convicción de que dios disfruta del dolor puede llevar al extremo de trabajar activamente para mantener, sostener y celebrar el sufrimiento de otros. Y 3. La clara probabilidad de hacer que otras personas se lastimen diciéndoles que es lo que quiere dios. Concluye, lógicamente, argumentando lo que le lleva a escribir estas páginas: el dolor es malo, especialmente, porque rebaja la dignidad humana, una dignidad que se pierde con la falta de libertad ante la experiencia del creer.
El último bloque de esta tercera parte se dedica a la Libertad religiosa. Con acierto, estima Schwarz que, para que exista una auténtica libertad religiosa, toda persona tendría que tener acceso a una amplia información acerca de todas las posibilidades existentes, incluyendo, evidentemente, la de no creer y poder manifestar abiertamente su ateísmo. Critica que se pueda penar por herir los sentimientos religiosos o no religiosos de nadie, como ocurre con el Código Penal de España. Y se detiene en algunos aspectos que niegan esa libertad, como es el caso del velo femenino en el Islam o en el Judaísmo.
Sexo, vida y muerte
Llegamos, así, a la cuarta parte de la obra, dedicada a Sexo, vida y muerte. Aborda Schwarz en ella algunos aspectos concretos de la posición de las religiones sobre ellos. Dado que es evidente la postura del autor acerca de cada uno de los planteamientos, nos limitaremos a enunciar los temas analizados, recomendando, eso sí, su lectura, pues, aunque incide en lo ya conocido, recorrer estas páginas supone profundizar en la argumentación de su autor. Son estos los temas sometidos a análisis: La mujer como problema, La prostitución, El inevitable aborto, Homosexualidad y matrimonio y Muerte digna y vida indigna. Como se ve, asuntos todos de vibrante actualidad y sometidos a encendidos debates.
Sí nos detendremos algo más en los apartados de la quinta parte, titulada No creer.
No creer
Agnosticismo es el primer bloque. Schwarz nos propone que la postura agnóstica, tal y como se entiende hoy (imposibilidad de demostrar la existencia de dios, imposibilidad de demostrar su inexistencia) solo es posible ante el hecho de poder diseñar un dios con una definición tan poco susceptible de ser sometida a prueba que debemos aceptar que somos agnósticos al respecto. Se atribuye el haber demostrado razonablemente la no existencia de dioses; un ateísmo que es precisamente la ausencia de creencia en dioses y no una afirmación de conocimiento. Y argumenta que, en la práctica, los agnósticos, apostados en una cómoda postura, viven y actúan como gente sin dios.
Para él, el ejercicio de la razón es incompatible en sus principios, en sus métodos y en sus conclusiones con el universo de las creencias religiosas. Se trata de una Convivencia imposible. Argumenta que la ciencia va arrinconando cada vez más a la religión, a la que le queda menos espacio; incluso, le niega la posibilidad de sostener ese bastión de las preguntas fundamentales, como la del sentido de la vida; para él, sentido tienen las palabras, pero no la vida. Y lo recalca con especial tipografía en este párrafo: “nunca, a lo largo de la toda la historia de la humanidad, la religión ha respondido satisfactoriamente ninguna de las preguntas ‘profundas’ con las que pretende justificarse.” Las religiones pueden decirlo todo, afirma, pero la única forma de valorar sus efectos es ver lo que hacen sus seguidores en su nombre; y, aquí, los ejemplos abundan: inquisición, yihadismo, … De ahí que propugne que el único lugar razonable de las creencias preternaturales es el del dominio privado, personal, subjetivo; las religiones no han de tener injerencia en los asuntos públicos. Y va más allá: el creyente es, en realidad, una víctima de las religiones y el combate de los ateos contra los teísmos es un combate a favor de los creyentes, para liberarlos de esta tiranía.
En Ateos a la fuga, Schwarz nos explica las dificultades de ser ateo, alguien que es considerado distinto a los demás y que no es bien aceptado socialmente. Cita textos de Benedicto XVI para apoyar su planteamiento, quien olvida a ateos que ayudaron a salvar a perseguidos por el nazismo, mientras que la Iglesia convivió armoniosamente con tan nefasta ideología. Por no hablar de los peligros que corren los ateos que viven en determinados países, donde son perseguidos penalmente. Cita al judaísmo como la religión más tolerante con los no creyentes, pues ese concepto, judaísmo, responde más a un hecho cultural que a una religión.
Y se llega, así, al último bloque de la obra: Conclusión provisional. Se trata de un capítulo que merece una reposada lectura, pues en él el autor nos condensa la sensación de libertad que le proporciona su increencia. La humanidad ha dejado atrás ya la infancia en la que se pensaba en la existencia de seres sobrenaturales; ha llegado a la madurez. Ni tan siquiera, el reclamo de una moral universal justifica la existencia de la religión; nos repite, en este sentido, algo que ya afirmó en otro lugar del libro: “el amor, la solidaridad, la nobleza y la cooperación son producto de un universo en evolución, no la gracia de un ser superior con modales de niño malcriado.” Vivir sin dioses es mucho más que un ejercicio de racionalidad, es un ejercicio de libertad, de dignidad, de integridad y de calidez humana. Dicho queda.
Finaliza el libro con un capítulo que, bajo el título de Nota al margen, se dedica al Ateísmo militante, en el que defiende y aplaude la labor de científicos que hacen frente a la sociedad creyente defendiendo y argumentando sus posturas ateas, con especial mención a Richard Dawkins, ampliamente conocido por su frecuente presencia en medios de comunicación como adalid del ateísmo militante.
¿Qué decir, como resumen, de la lectura de este libro? En primer lugar, como su propio autor reconoce desde las primeras líneas, no se trata de una obra de filosofía, en la que se analizan en profundidad los temas abordados; lo que no implica, lógicamente, que no sean profundos. El autor es periodista y escritor y, desde esa perspectiva, es desde donde hemos de analizar sus propuestas.
Se abordan asuntos que están sometidos a debates, a veces serenos y, en ocasiones, no tanto. Sobre ellos hay diferentes y dispares posturas, defendidas con mayor o menor acierto. Pero, Schwarz nos propone la suya y trata de argumentarla. Es cierto que, en ocasiones, da por sentados y por generalmente aceptados principios sobre los que la unanimidad no existe; y, de ellos, deduce conclusiones que solo son válidas dentro de su esquema; un esquema tan respetable como cualquiera otro de quienes defienden otros postulados. Quizás, más que afirmar que es bueno ser ateo, sería mejor decir que no es malo serlo; porque hay quien opina que es bueno ser creyente o, mejor, no es malo serlo. Para él, sin embargo, es malo ser creyente.
Una cosa sí parece clara. Esta obra contribuye a lo que el autor manifiesta: que, para ser libre a la hora de optar por creer o no creer, es necesario conocer todas las opciones. Y este libro aporta conocimientos sobre el ateísmo y sus razones.
En cuanto al continente, se trata de una edición muy digna. Quizás se le pueda reprochar alguna deficiencia tipográfica, especialmente a la hora de partir palabras al final de líneas. Lo que no implica, desde luego, ninguna tacha al objetivo perseguido.
Índice
Prólogo
Notas
Parte uno: Dios
La experiencia personal
El fantasma omnipresente
Pero ¿qué es dios?
Los dioses imposibles
Religiones que nacen
¿Y si no me lo creo?
Parte dos: Religión
Fuera de la realidad
El creyente selectivo
El miedo al pensamiento
¿Puede un ateo cantar góspel?
Las religiones que no lo parecen
Parte tres: Moral
Con dios todo vale
Los pecados originales
¿Valores cristianos?
El sentido de la vida
El dolor es malo
Libertad religiosa
Parte cuatro: Sexo, vida y muerte
La mujer como problema
La prostitución
El inevitable aborto
Homosexualidad y matrimonio
Muerte digna y vida indigna
Parte cinco: No creer
Agnosticismo
La convivencia imposible
Ateos a la fuga
Conclusión provisional
Nota al margen:
El ateísmo militante
Agradecimientos
Reseñas
Crisis del sistema, crisis del periodismo
Redacción T21 , 01/07/2015
Contexto estructural y deseos de cambio
Ficha Técnica
Título: Crisis del sistema, crisis del periodismo
Autor: Ramón Reig
Edita: Editorial Gedisa. Marzo de 2015, Barcelona
Colección: Comunicación
Materia: Periodismo
Encuadernación: Rústica
Número de páginas: 288
ISBN: 978-84-9784-911-1
PVP: 22,9€
Ramón Reig en Crisis del sistema, crisis del periodismo, desenmascara todas las trampas estructurales de la cultura y de la sociedad actual que llevan al engañoso sentir de estar comunicados y que la supuesta libertad de expresión se materializa a través de los medios de comunicación de masas.
Sin embargo, afirma Reig, la crisis del periodismo está ahí, casi siempre, desde el momento en que los periodistas tropiezan con varias “Pes”: la P de Propiedad de los medios de producción de la noticia, la P de publicidad, la P de la influencia política, la P de producción de la noticia sobre la base de redacciones pasivas a las que “se les olvida” salir a la calle a buscar noticias propias y transgresoras. La P de Públicos que van buscando aquello que desean oír y no aquello que sucede: Y la misma P de Periodismo en forma de periodistas más cercanos a sus empresas y a lobbies de poder que al Periodismo.
Este libro es una revisión extensa y una actualización de una anterior del autor, publicada en España en 2002 y que llevaba por título La comunicación en su contexto. Una visión crítica desde el periodismo. La presente edición, cuenta Reig, está pensada para todos los que se interesen por comenzar a saber qué es eso de la Comunicación, la Información y el Periodismo y para quienes deseen ampliar sus conocimientos sobre estas parcelas tan actuales siempre pero en especial en nuestros días.
Para que se entienda mejor lo que es el Periodismo, lo introduzco en el “universo” en el que está, para su pena y su alegría, a mi juicio más de lo primero que de lo segundo. Ese universo incluye lo principal que lo invade todo: el contexto socioeconómico. Bajo su influencia están los fenómenos comunicacionales y, dentro de estos fenómenos, el Periodismo.
Lo que he pretendido es introducir al Periodismo y al Periodista en su contexto, es decir, en su medio ambiente. Para hacer esto tengo que hablar de la vida misma. Porque lo que hago en este libro es hablar de los elementos, factores y seres humanos que intentan construir la vida de los demás y, a la vez, de recoger lo que los demás entienden por vida, con sus valores y sus antivalores. […] El reflejo de la vida misma me ha llevado a centrarme bastante en el fenómeno de los transgresores que les han dicho a los integrados: hay otra forma de hacer las cosas. Pero les están respondiendo: tal vez, pero como la nuestra ninguna y ustedes deben pagar las consecuencias de su atrevimiento.
Por tanto, este libro habla del Sistema en el que Comunicación y Periodismo están alojados. Su objetivo es dar una visión crítica del asunto con la finalidad de contribuir a mejorar una profesión cuya reputación ha bajado muchos enteros. Una profesión rodeada de intereses ajenos que la están determinando y fastidiando. Los periodistas, en su inmensa mayoría, son inocentes de todo esto. Hacen lo que pueden (aunque podrían hacer más).
Las soluciones empiezan por el debate. No sabemos, con todo, si solucionaremos algo. Pero lo que es seguro es que si no pensamos los problemas jamás los resolveremos. El estado actual del Periodismo es un problema muy grave. No se olvide que el Periodismo tiene a la información como materia prima y a las mentes como destinatarias. Aquí no hablamos de zapatos, con todos mis respetos a sus fabricantes, hablamos de intenciones concretas para manipular conscientemente; intenciones que se desprenden de una sociedad estructurada sobre la base de unos “principios incuestionables”.
Pero la misión de un pensador es cuestionarlo todo aunque para ello deba poner en solfa lo intocable; para eso está la universidad (sobre todo la pública), pero también deben estar para eso la enseñanza primaria y la secundaria, semilleros para que en el futuro lleguen a la universidad estudiantes y no calientabancos humanoides. Sin cuestionamiento no hay tampoco progreso del conocimiento.
[…] Puede que, en nuestros días, sea atractivo para algún ente material que los ciudadanos occidentales sean analfabetos, la nueva modalidad de analfabeto: el analfabeto funcional. La misión del profesor universitario y de los docentes e investigadores en general es oponerse a tan perversa pretensión. No se olvide algo, existen tres brechas esenciales en la actualidad: la que separa cada vez más a ricos y pobres o poderosos y ciudadanos de a pie; la famosa brecha digital y otra de la que no se habla apenas, llamémosle la brecha cognitiva: por un lado, una gran masa de personas (en realidad islas que se comunican virtualmente, sobre todo) con mucha información y poco conocimiento; por otro, una exigua minoría que, mediante un trabajo sincrónico más o menos intenso, convierte esa información y más (incluso la que no está sistematizada en Internet) en conocimiento.
Tal vez este segmento minoritario sea también una población de riesgo, marginada “por arriba” y amenazada en su estabilidad desde arriba y desde abajo. Y hay que fortalecerla porque es la que abre los caminos de eso que llamamos progreso de la mente que también es investigación aplicada. […] Pero ¿para qué queremos una computadora si no sabemos hablarnos cara a cara? ¿Para qué queremos periodismo si no puede actuar con libertad absoluta porque se lo impiden los intereses de un sistema en crisis tal vez crónica a pesar de sus mejoras coyunturales? (Extracto de la presentación que hace Ramón Reig a su obra)
Índice
Para empezar...
Parte I. La crisis del sistema vista desde la comunicación: una crítica constructiva
1. Crisis del sistema y deseos de cambio
2. La Comunicación
3. Mundialización y Comunicación
4. Las facultades de Ciencias de la Comunicación, el contexto y el Periodismo
5. La teoría estructural del periodismo
6. Teoría y práctica.
Primer caso: La metodología estructural
7. Teoría y práctica Segundo caso: el mensaje y el Grupo Prisa
8. Teoría y práctica
Tercer caso: la metodología estructural como una especialización periodístico-informativa
9.Teoría y práctica. Cuarto caso: el discurso occidental. Los dirigentes transgresores de América Latinadeben ser destruidos
Parte II. Crisis del Periodismo y nuevos tiempos
10. El periodismo en su contexto estructural
11. Apunte final
Referencias
Datos del autor
Título: Crisis del sistema, crisis del periodismo
Autor: Ramón Reig
Edita: Editorial Gedisa. Marzo de 2015, Barcelona
Colección: Comunicación
Materia: Periodismo
Encuadernación: Rústica
Número de páginas: 288
ISBN: 978-84-9784-911-1
PVP: 22,9€
Ramón Reig en Crisis del sistema, crisis del periodismo, desenmascara todas las trampas estructurales de la cultura y de la sociedad actual que llevan al engañoso sentir de estar comunicados y que la supuesta libertad de expresión se materializa a través de los medios de comunicación de masas.
Sin embargo, afirma Reig, la crisis del periodismo está ahí, casi siempre, desde el momento en que los periodistas tropiezan con varias “Pes”: la P de Propiedad de los medios de producción de la noticia, la P de publicidad, la P de la influencia política, la P de producción de la noticia sobre la base de redacciones pasivas a las que “se les olvida” salir a la calle a buscar noticias propias y transgresoras. La P de Públicos que van buscando aquello que desean oír y no aquello que sucede: Y la misma P de Periodismo en forma de periodistas más cercanos a sus empresas y a lobbies de poder que al Periodismo.
Este libro es una revisión extensa y una actualización de una anterior del autor, publicada en España en 2002 y que llevaba por título La comunicación en su contexto. Una visión crítica desde el periodismo. La presente edición, cuenta Reig, está pensada para todos los que se interesen por comenzar a saber qué es eso de la Comunicación, la Información y el Periodismo y para quienes deseen ampliar sus conocimientos sobre estas parcelas tan actuales siempre pero en especial en nuestros días.
Para que se entienda mejor lo que es el Periodismo, lo introduzco en el “universo” en el que está, para su pena y su alegría, a mi juicio más de lo primero que de lo segundo. Ese universo incluye lo principal que lo invade todo: el contexto socioeconómico. Bajo su influencia están los fenómenos comunicacionales y, dentro de estos fenómenos, el Periodismo.
Lo que he pretendido es introducir al Periodismo y al Periodista en su contexto, es decir, en su medio ambiente. Para hacer esto tengo que hablar de la vida misma. Porque lo que hago en este libro es hablar de los elementos, factores y seres humanos que intentan construir la vida de los demás y, a la vez, de recoger lo que los demás entienden por vida, con sus valores y sus antivalores. […] El reflejo de la vida misma me ha llevado a centrarme bastante en el fenómeno de los transgresores que les han dicho a los integrados: hay otra forma de hacer las cosas. Pero les están respondiendo: tal vez, pero como la nuestra ninguna y ustedes deben pagar las consecuencias de su atrevimiento.
Por tanto, este libro habla del Sistema en el que Comunicación y Periodismo están alojados. Su objetivo es dar una visión crítica del asunto con la finalidad de contribuir a mejorar una profesión cuya reputación ha bajado muchos enteros. Una profesión rodeada de intereses ajenos que la están determinando y fastidiando. Los periodistas, en su inmensa mayoría, son inocentes de todo esto. Hacen lo que pueden (aunque podrían hacer más).
Las soluciones empiezan por el debate. No sabemos, con todo, si solucionaremos algo. Pero lo que es seguro es que si no pensamos los problemas jamás los resolveremos. El estado actual del Periodismo es un problema muy grave. No se olvide que el Periodismo tiene a la información como materia prima y a las mentes como destinatarias. Aquí no hablamos de zapatos, con todos mis respetos a sus fabricantes, hablamos de intenciones concretas para manipular conscientemente; intenciones que se desprenden de una sociedad estructurada sobre la base de unos “principios incuestionables”.
Pero la misión de un pensador es cuestionarlo todo aunque para ello deba poner en solfa lo intocable; para eso está la universidad (sobre todo la pública), pero también deben estar para eso la enseñanza primaria y la secundaria, semilleros para que en el futuro lleguen a la universidad estudiantes y no calientabancos humanoides. Sin cuestionamiento no hay tampoco progreso del conocimiento.
[…] Puede que, en nuestros días, sea atractivo para algún ente material que los ciudadanos occidentales sean analfabetos, la nueva modalidad de analfabeto: el analfabeto funcional. La misión del profesor universitario y de los docentes e investigadores en general es oponerse a tan perversa pretensión. No se olvide algo, existen tres brechas esenciales en la actualidad: la que separa cada vez más a ricos y pobres o poderosos y ciudadanos de a pie; la famosa brecha digital y otra de la que no se habla apenas, llamémosle la brecha cognitiva: por un lado, una gran masa de personas (en realidad islas que se comunican virtualmente, sobre todo) con mucha información y poco conocimiento; por otro, una exigua minoría que, mediante un trabajo sincrónico más o menos intenso, convierte esa información y más (incluso la que no está sistematizada en Internet) en conocimiento.
Tal vez este segmento minoritario sea también una población de riesgo, marginada “por arriba” y amenazada en su estabilidad desde arriba y desde abajo. Y hay que fortalecerla porque es la que abre los caminos de eso que llamamos progreso de la mente que también es investigación aplicada. […] Pero ¿para qué queremos una computadora si no sabemos hablarnos cara a cara? ¿Para qué queremos periodismo si no puede actuar con libertad absoluta porque se lo impiden los intereses de un sistema en crisis tal vez crónica a pesar de sus mejoras coyunturales? (Extracto de la presentación que hace Ramón Reig a su obra)
Índice
Para empezar...
Parte I. La crisis del sistema vista desde la comunicación: una crítica constructiva
1. Crisis del sistema y deseos de cambio
2. La Comunicación
3. Mundialización y Comunicación
4. Las facultades de Ciencias de la Comunicación, el contexto y el Periodismo
5. La teoría estructural del periodismo
6. Teoría y práctica.
Primer caso: La metodología estructural
7. Teoría y práctica
8. Teoría y práctica
Tercer caso: la metodología estructural como una especialización periodístico-informativa
9.Teoría y práctica. Cuarto caso: el discurso occidental. Los dirigentes transgresores de América Latinadeben ser destruidos
Parte II. Crisis del Periodismo y nuevos tiempos
10. El periodismo en su contexto estructural
11. Apunte final
Referencias
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