Unos pocos días atrás participé en el IV Congreso Latinoamericano de Antropología Rural (INTA – NADAR) que se realizó en Mar del Plata, Argentina. Asistieron unos 300 investigadores, de Argentina en su mayoría y también de Brasil, Colombia, Venezuela y Uruguay. Con mi amiga y colega Mariana Mascotti coordinamos la Mesa 15 de Comunicación rural, en la que se presentaron 12 ponencias (trabajos científicos) y 14 productos de comunicación en distintos formatos (videos, relatos de experiencias, revistas, documentales). Las discusiones producidas ante cada trabajo y los disfrutes de quienes participamos en este grupo, nos sugieren algunos ejes que queremos compartir por si resultan sendas que otros gusten recorrer.
Sujetos de la ciencia…
El emergente más claro del grupo fueron las preguntas y la disposición a revisar lo que hacemos cotidianamente. Los trabajos no transitaron por la justificación, comprobación o la mera presentación de casos sino que invitaron, desde los propios autores en primer lugar y a través de los contornos que fueron delineando los debates, a reflexionar sobre lo que no nos cuestionamos y sus consecuencias en las prácticas.
Este giro epistemológico, desde nuestros lugares de investigadores, extensionistas, comunicadores, derivó necesariamente en el interés por el otro y en la necesidad de conocerlo como par, admitiendo incluso la posibilidad de desplazamientos más radicales: del “salir a preguntar” al “salir a escuchar sus preguntas”, dejándonos interpelar por las incomodidades que el encuentro con las diferencias puede generarle a nuestras propias visiones y a las formas como encaramos la tarea.
La revisión de las categorías instituidas apareció en el grupo, entonces, no desde el debate académico “incontaminado” sino desde la implicación.Y en esta “devolución del sujeto a la ciencia” las emociones estuvieron lejos de quedarse afuera del debate. Desde los títulos mismos de algunos trabajos, ponencias, productos, conversaciones, la idea de lo humano incorporó desde el vamos a un sujeto que es más que la razón.
La preocupación por la integralidad y su abordaje, que reconocimos desatendida en la mayoría de nuestros espacios de trabajo como comunicadores, hizo emerger como posible camino el de la conexión entre propuestas tecnológicas, legislación, infraestructura, diferencias culturales y proyecto de país: la politicidad del trabajo de extensión.
En este mismo sentido se instaló la discusión sobre el valor de lo interdisciplinario como oportunidad de diálogo constructivo más que como suma de saberes. ¿Cómo operativizarlo? ¿Cómo promover relaciones de diálogo desde nuevos lugares? Preguntas presentes en muchas de las presentaciones, que profundizaron o hicieron referencia a los conflictos en el marco de los equipos de trabajo y a sus productividades cuando nos decidimos a transitar por estas intertextualidades.
En el debate sobre la idea de ciencia, con-ciencia, responsabilidad ética que supone el saber, el grupo se permitió las discusiones en torno a los marcos institucionales en los que desarrollamos nuestras prácticas académicas y profesionales, sus vericuetos y sus corsets, las restricciones y también los intersticios que permiten instalar y echar a andar prácticas transformadoras o con ingredientes innovadores aún en el marco de lo instituido.
…y de la comunicación.
Los trabajos presentados de diferentes modos y con múltiples objetivos, pusieron en juego un concepto de comunicación desplazado en diferentes grados, niveles, dimensiones del de transmisión. Así, tanto en experiencias vinculadas a los medios masivos, como en las reflexiones conceptuales y las propuestas de acciones comunicacionales de diferentes tipos, la identificación de redes conversacionales, actores, vínculos, reconocimiento, adquirieron otros sentidos en el abordaje de la ruralidad.
Las estrategias como espacios de encuentro, para que entre ellos se cuenten, más que como vehículos de transmisión, canales, formas de monitorear, hegemonizaron la perspectiva de las ponencias.
El cruce con la antropología.
Algunos conceptos atravesaron más insistentemente los debates de la mesa, conformando el nudo de la articulación antropología-comunicación. Quizás el más fuerte aparezca en la elección metodológica. La entrevista, con su reconocida capacidad de ofrecernos a través del registro del discurso las posibles trayectorias que nos conduzcan a las lógicas que fundamentan los haceres de los sujetos implicados, fue la técnica dominante en las propuestas.
En consonancia, otro fue la categoría de actores. Desde el cuestionamiento del modelo clásico de la comunicación que los entiende como destinatarios hasta las preguntas por el propio lugar de investigadores, su reconocimiento avanzó en propuestas de cómo abordarlos, caracterizarlos, incluir sus relatos en los productos de la investigación-acción.
El concepto de ciudadanía apareció ligado al del poder en la discusión del trabajo de extensión. El intento de búsqueda de respuestas pasó por la inscripción de estas preguntas en la explicitación de las condiciones desde la que se ejerce el trabajo en los territorios, en un marco de voluntad de repensar las propias prácticas y resistirse a la tentación del “mesianismo desarrollista”.
La pregunta por la identidad circuló permanentemente y desde diferentes registros en el grupo. ¿Cómo nos nombramos? ¿Cómo nos incluimos o no? ¿Cómo se nombra al otro? ¿Cómo se lo reconoce? En relación a las acciones de comunicación que diseñamos y a sus convocatorias, la cuestión de la identidad habilitó la pregunta por la motivación (los “motivos” que tiene el otro) y las consecuencias prácticas de comprenderlos.
Desde la misma perspectiva, la idea de tecnología abandonó definitivamente en el grupo su registro como aparato para inscribirse de diferentes maneras en relación a los usos sociales, esto es, en el espacio social conversacional de la comunicación.
La muestra.
El grupo de comunicación se dio un espacio para la presentación de productos en diferentes soportes y géneros: documentales, campañas, comunicación visual gráfica, videos educativos y promocionales, revistas.
Su exposición, al igual que la de las ponencias, dio lugar a las preguntas y conversaciones del grupo acerca de los marcos en los que estos productos se pensaron y realizaron, su circulación, formas de consumo, además de promover en sí mismos, en el espacio compartido, el reconocimiento y conocimiento de algunas de las formas de hacer comunicación que dinamizan y definen la ruralidad actual.
El emergente más claro del grupo fueron las preguntas y la disposición a revisar lo que hacemos cotidianamente. Los trabajos no transitaron por la justificación, comprobación o la mera presentación de casos sino que invitaron, desde los propios autores en primer lugar y a través de los contornos que fueron delineando los debates, a reflexionar sobre lo que no nos cuestionamos y sus consecuencias en las prácticas.
Este giro epistemológico, desde nuestros lugares de investigadores, extensionistas, comunicadores, derivó necesariamente en el interés por el otro y en la necesidad de conocerlo como par, admitiendo incluso la posibilidad de desplazamientos más radicales: del “salir a preguntar” al “salir a escuchar sus preguntas”, dejándonos interpelar por las incomodidades que el encuentro con las diferencias puede generarle a nuestras propias visiones y a las formas como encaramos la tarea.
La revisión de las categorías instituidas apareció en el grupo, entonces, no desde el debate académico “incontaminado” sino desde la implicación.Y en esta “devolución del sujeto a la ciencia” las emociones estuvieron lejos de quedarse afuera del debate. Desde los títulos mismos de algunos trabajos, ponencias, productos, conversaciones, la idea de lo humano incorporó desde el vamos a un sujeto que es más que la razón.
La preocupación por la integralidad y su abordaje, que reconocimos desatendida en la mayoría de nuestros espacios de trabajo como comunicadores, hizo emerger como posible camino el de la conexión entre propuestas tecnológicas, legislación, infraestructura, diferencias culturales y proyecto de país: la politicidad del trabajo de extensión.
En este mismo sentido se instaló la discusión sobre el valor de lo interdisciplinario como oportunidad de diálogo constructivo más que como suma de saberes. ¿Cómo operativizarlo? ¿Cómo promover relaciones de diálogo desde nuevos lugares? Preguntas presentes en muchas de las presentaciones, que profundizaron o hicieron referencia a los conflictos en el marco de los equipos de trabajo y a sus productividades cuando nos decidimos a transitar por estas intertextualidades.
En el debate sobre la idea de ciencia, con-ciencia, responsabilidad ética que supone el saber, el grupo se permitió las discusiones en torno a los marcos institucionales en los que desarrollamos nuestras prácticas académicas y profesionales, sus vericuetos y sus corsets, las restricciones y también los intersticios que permiten instalar y echar a andar prácticas transformadoras o con ingredientes innovadores aún en el marco de lo instituido.
…y de la comunicación.
Los trabajos presentados de diferentes modos y con múltiples objetivos, pusieron en juego un concepto de comunicación desplazado en diferentes grados, niveles, dimensiones del de transmisión. Así, tanto en experiencias vinculadas a los medios masivos, como en las reflexiones conceptuales y las propuestas de acciones comunicacionales de diferentes tipos, la identificación de redes conversacionales, actores, vínculos, reconocimiento, adquirieron otros sentidos en el abordaje de la ruralidad.
Las estrategias como espacios de encuentro, para que entre ellos se cuenten, más que como vehículos de transmisión, canales, formas de monitorear, hegemonizaron la perspectiva de las ponencias.
El cruce con la antropología.
Algunos conceptos atravesaron más insistentemente los debates de la mesa, conformando el nudo de la articulación antropología-comunicación. Quizás el más fuerte aparezca en la elección metodológica. La entrevista, con su reconocida capacidad de ofrecernos a través del registro del discurso las posibles trayectorias que nos conduzcan a las lógicas que fundamentan los haceres de los sujetos implicados, fue la técnica dominante en las propuestas.
En consonancia, otro fue la categoría de actores. Desde el cuestionamiento del modelo clásico de la comunicación que los entiende como destinatarios hasta las preguntas por el propio lugar de investigadores, su reconocimiento avanzó en propuestas de cómo abordarlos, caracterizarlos, incluir sus relatos en los productos de la investigación-acción.
El concepto de ciudadanía apareció ligado al del poder en la discusión del trabajo de extensión. El intento de búsqueda de respuestas pasó por la inscripción de estas preguntas en la explicitación de las condiciones desde la que se ejerce el trabajo en los territorios, en un marco de voluntad de repensar las propias prácticas y resistirse a la tentación del “mesianismo desarrollista”.
La pregunta por la identidad circuló permanentemente y desde diferentes registros en el grupo. ¿Cómo nos nombramos? ¿Cómo nos incluimos o no? ¿Cómo se nombra al otro? ¿Cómo se lo reconoce? En relación a las acciones de comunicación que diseñamos y a sus convocatorias, la cuestión de la identidad habilitó la pregunta por la motivación (los “motivos” que tiene el otro) y las consecuencias prácticas de comprenderlos.
Desde la misma perspectiva, la idea de tecnología abandonó definitivamente en el grupo su registro como aparato para inscribirse de diferentes maneras en relación a los usos sociales, esto es, en el espacio social conversacional de la comunicación.
La muestra.
El grupo de comunicación se dio un espacio para la presentación de productos en diferentes soportes y géneros: documentales, campañas, comunicación visual gráfica, videos educativos y promocionales, revistas.
Su exposición, al igual que la de las ponencias, dio lugar a las preguntas y conversaciones del grupo acerca de los marcos en los que estos productos se pensaron y realizaron, su circulación, formas de consumo, además de promover en sí mismos, en el espacio compartido, el reconocimiento y conocimiento de algunas de las formas de hacer comunicación que dinamizan y definen la ruralidad actual.
Lunes, 6 de Abril 2009
Redactado por Sandra Massoni el Lunes, 6 de Abril 2009 a las 19:39
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Es catedrática de comunicación estratégica, consultora, investigadora y docente de posgrado en distintas universidades de Iberoamérica. Ha realizado numerosas investigaciones y consultorías en las áreas de su especialidad en su país y en el extranjero: estrategias de comunicación social, comunicación y desarrollo, comunicación ambiental y comunicación educativa. Ha publicado 23 libros y 41 capítulos de libros. Los últimos: como autora individual, “Avatares del comunicador complejo y fluido. Del perfil del comunicador social y otros devenires”, Ediciones CIESPAL, 2016 y “Metodologías de la Comunicación estratégica: del inventario al encuentro sociocultural”, Homo Sapiens Ediciones, 2013; Como coautora: “Guía IEC. Investigación Enactiva en Comunicación: la ciencia de la articulación”, con Mateo Bussi, Rosario, Argentina, junio 2020, 2.ª ed. Enactiva comunicación Ediciones, 2022.
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Tendencias 21 (Madrid). ISSN 2174-6850
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