¿Quién es?
Rafael Alberto Pérez
Autor de referencia en comunicación estratégica, conferenciante y consultor. Es consejero de The Blueroom Project - TBP Consulting para temas de turismo y ocio
Considerado el padre de la Nueva Teoría Estratégica (NTE) y autor laureado. Su libro “Estrategias de Comunicación” (2001) ha recibido dos premios internacionales y ha sido seleccionado la revista “Razón y Palabra” como uno de los textos más influyentes en Iberoamérica.
En la actualidad divide su actividad entre impartir Seminarios- invitado por más de 170 Universidades y empresas de 14 países- y ejercer como consultor estratégico.
Considerado el padre de la Nueva Teoría Estratégica (NTE) y autor laureado. Su libro “Estrategias de Comunicación” (2001) ha recibido dos premios internacionales y ha sido seleccionado la revista “Razón y Palabra” como uno de los textos más influyentes en Iberoamérica.
En la actualidad divide su actividad entre impartir Seminarios- invitado por más de 170 Universidades y empresas de 14 países- y ejercer como consultor estratégico.
Tendencias Estratégicas
Gracias a la gentileza de mis amigo Pedro Pablo Múnera y de Andrés Vargas Rubio puedo ilustrar con esta foto que me acaban de enviar, la huella de elefante que me ha servido como metáfora del inmenso legado de Gabriel Gracia Márquez en el post la huella de un elefante. Gracias a los dos
Rafael Alberto Pérez
Jueves, 29 de Mayo 2014
Comentarios
In memoriam
Algunos pasamos por el espacio/tiempo, y con suerte, dejamos tras nosotros un pequeño rastro de recuerdos limitado a un grupo de familiares y amigos. Otros, los menos, se salen del guión, rozan lo imposible y reciben la única inmortalidad de que pueden disfrutar los mortales: el reconocimiento de las generaciones venideras. Ahí está Aristóteles, le seguimos citando XXV siglos después. Y lo que es más importante lo citamos como autoridad.
Vienen a mí estas ideas con motivo de la muerte de Gabriel García Márquez. Ese ser humano simpaticote y bigotudo que conocíamos por sus apariciones esporádicas en los medios de comunicación se ha ido, pero nos ha legado su obra, una obra inmensa. Su huella real y mágica va a quedar ahí influyendo en los escritores futuros. Poco puedo añadir que no se haya dicho ya. Tampoco es ese el propósito de este blog. Soy consciente de que mis lectores están al día. Lo que intento compartir con ellos son mis sensaciones de esos hechos, “mi” suceso interior en torno a ellos. Tampoco sé si vale la pena, pero al menos es una “mercancía” exclusiva y única. Tal vez algo egocéntrica. Por eso ante la muerte de Gabo, me hago las mismas preguntas de siempre ¿Qué me suscita? ¿Hay algo en ello que merezca ser compartido? ¿Tendré el impulso de escribirlo?
Les cuento: leí “Cien años de soledad” con unos 28 años. Yo ya vivía y trabajaba en Madrid y seguramente encontré el libro en casa de mis padres durante alguna de mis cortas vacaciones en A Coruña. Todavía conservo el ejemplar: la decimocuarta edición de 1969 de la Editorial Sudamericana de Buenos Aires.
De su lectura retengo sensaciones más que fragmentos. Y por eso no recuerdo aquella “tarde remota” en que el padre de Aureliano Buendía “lo llevó a conocer el el hielo”, con la que comienza el libro, y que estos días de duelo se repite tanto, pero en cambio sí recuerdo al coronel haciendo ejercicios malabares con las botellas. No se hablaba entonces del realismo mágico, pero siempre entendí que se trataba de una obra diferente. Y, aunque llegarían otras, preferidas incluso por el propio autor, para mí sería Macondo y su micro-universo la gran aportación de García Marquez a la literatura universal.
Hoy, pasados tantos años de su lectura, me resulta curioso comprobar como la vida me ha llevado a conocer algunos de los espacios mas carácterísticos del triángulo mágico de Macondo. No, no estuve en Aracataca, es cierto, pero sí en Santa Marta, Barranquilla y Cartagena de Indias. Tres ciudades clave en la vida y obra de Gabo. Hoy forman parte de una ruta turística en el Caribe colombiano que lleva su nombre y en la que se pueden visitar los lugares que inspiraron su labor narrativa.
Pero debo aclarar que no fui como turista ni entonces existía esa ruta. Acorde a mi oficio de académico visité Santa Marta invitado por su decano, el profesor Jorge Arturo Salazar para impartir un Seminario en la sede local de la Universidad Sergio Arboleda. Pero si hablo de Santa Marta, es porque fue allí, concretamente en la Quinta de San Pedro Alejandrino, donde García Márquez sitúa su “General en el laberinto” y nos narra los últimos días de un Simón Bolivar debatido y moribundo víctima del abandono y la tuberculosis.
Parecidos motivos me acercaron a Barranquilla. Esta vez mi anfitrión era el Decano Pablo Antonio Múnera de la Universidad Autónoma del Caribe. Barranquilla es una ciudad llena de vivencias de García Márquez. Fue allí, en el Colegio San José fue donde inició Gabo sus estudios de bachillerato hasta que “una decepción amorosa” le llevó a mudarse a Zipaquirá, en la Sabana de Bogotá- lugar que también tuve el gusto de visitar- donde terminaría el bachillerato y viviría hasta 1946. Una Barranquilla a la que volvería para escribir en El Heraldo. Hoy se exhibe en el Museo Romántico la máquina Underwood con la que trabajó en el periódico, escribió “La hojarasca” y redactó los avisos promocionales de la tienda El Tokio. Fue también en Barranquilla donde se inspiraría para Crónica de una muerte anunciada. Y viviría su bohemia más loca a caballo entre la residencia Nueva York- un lugar frecuentada por prostitutas- y el Café Roma en el que pasaría noches de insomnio escribiendo y charlando. Una Barranquilla a la que volvería para casarse el 21 de marzo de 1958 con Mercedes Barcha en la Iglesia de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro. Pero si el viajero quiere sentir el verdadero espíritu de Macondo le sugiero cenar- eso sí acompañado- en alguno de los locales que se ubican a las orillas del Río Magdalena, cerca ya de su desembocadura, donde las aguas turbulentas arrastran los fantasmas de las plantas ribereñas caídas río arriba.
Pero si bien recorrí sus espacios lo cierto es que nunca coincidí con Gabo. Lo más cerca que estuve de él fue el año 2009 en Cartagena de Indias donde fui para participar en el VII Encuentro de FISEC. Me encontraba en la terraza del Hotel Convento Santa Teresa bañándome en la piscina cuando, desde allí, lo vi caminar con paso inseguro en el jardín de su casa (contigua al hotel) asistido por una cuidadora. Fue la primera vez que tomé conciencia de su frágil salud. Sería en otro convento de Cartagena el Hotel Santa Clara donde Gabo situaría Del amor y otros demonios.
De todas esas experiencias y coincidencias retengo una anécdota que es la pone título a este comentario y que ha sido el pretexto que me animó a escribirlo. Ocurrió en Barranquilla. Mi seminario había terminado y mis colegas de la Universidad me invitaron gentilmente a una cena de despedida. Fue en la Fundación La Cueva. No pudieron elegir mejor sitio.
Aunque La Cueva fue en su inicio una tienda de abarrotes (un ultramarinos como les llamamos en España) y se llamaba El Vaivén, en 1954 vivió una transformación de la mano de Eduardo Vilá quien lo convirtió en el bar La Cueva y, como tal, pasaría a ser el buque insignia del llamado Grupo Barranquilla: Alejandro Obregón, Álvaro Cepeda Samudio, Enrique Grau, Rafael Escalona, Fernando Botero, Nereo López, Julio Mario Santo Domingo y un jovencísimo Gabriel García Márquez. Pasado ese momento de esplendor La Cueva tuvo que cerrar sus puertas en 1970, para volver a abrirlas en 2004, esta vez ya como restaurante, gracias a dos inversionistas, los hermanos Fuad y Habib Char que adquirieron la casa para recuperar su historia y convertirla en todo un símbolo de la renovación artística y cultural. Una historia que el visitante puede seguir a través de los murales y las fotos de Gabo y sus amigos de parranda que adornan hoy las paredes de La Cueva.
Me encontraba precisamente viendo esas fotos cuando uno de mis anfitriones llamó mi atención sobre una extraña losa protegida con una cristal que desentonaba en el suelo del local, por lo demás muy bien decorado.
- ¿Rafael ves esta losa? ¿Qué crees que es?
- Parece una huella de animal, pero de un animal muy grande ¿Un hipopótamo?
– Bueno, un elefante. Te cuento: una noche de bohemia llegó a la Cueva tarde y con unas copas de más, el pintor Obregón, el mismo que pintó aquel mural La mujer de mis sueños que ves al fondo de la barra. Bueno, pues el local ya estaba cerrado y Eduardo Vilá que dormía allí no quiso abrirle la puerta. Así que Obregón, ni corto ni perezoso, cruzó la explanada y contrató al domador de un circo, que estaba enfrente, para que uno de sus elefantes rompiera la puerta. Dicho y hecho. El pavimento de la acera estaba recién hecho y fresco y quedó marcada en el cemento la huella del elefante. Y con ella una forma de vivir, bromear y disfrutar. Años más tarde con motivo de la reapertura de La Cueva los decoradores pasaron aquel trozo de acera y lo instalaron en el suelo interior del local convirtiéndola en símbolo de una forma de ser, vivir y entender la amistad. No todos los días se lleva un elefante al bar de la esquina.
Y hoy, ausente Gabo, pienso que, más allá de una anécdota y un pretexto, esa huella de elefante es la metáfora viva del enorme legado que Gabriel García Márquez ha dejado a la literatura universal.
Descanse en paz.
Vivir Viajar
Arde el símbolo vivo del pensamiento complejo
Cuando creé esta sección de “Vivir, Viajar” lo hice pensando en sugerir a mis lectores destinos, rincones, hotelitos, restaurantes, bares, museos, mercadillos etc. etc. que un día conocí y que, a mi entender, merecen ser compartidos. Son experiencias que, si mis lectores se animan, pueden pasar a formar parte también de sus viajes y sus vidas.
Esta Semana Santa y sin salir de casa he visto muchos de esos sitios. Se diría que alguien hubiese programado los canales de TV conspirando contra mis recuerdos. Pero lo cierto es que mi alegría superó mi nostalgia: “Mira en la tele están dando…” Así en unos pocos días reviví pasajes de Iguazú, Atacama, San Telmo, Buenos Aires, la Isla de Pascua, Machu Pichu, Puebla, Ciudad de México, Mérida… Isla Mujeres, Capadocia, Cabo Norte, la Costa Almafitana…
En ocasiones los lugares eran los protagonistas en otras acompañaban el relato, así la muerte de García Márquez trajo consigo escenas de Barranquilla (y la Fundación La Cueva, de la que un día les hablaré), Santa Marta, la Sierra Tairona y Cartagena de Indias.
Pero si las imágenes reavivan los recuerdos, el tiempo los borra e incluso los re-escribe. Y hay un momento en que ya no recordamos el lugar, sino que recordamos el recuerdo. Bueno, el recuerdo del recuerdo. Con todo lo peor que le puede pasar a los recuerdos es cuando no solo desaparece lo que tienen de intangibles, sino que también desaparece su soporte material, aquello que sostenía el recuerdo. Hay un chiste gallego que nos habla de esas pérdidas. Dice así: “Pepiño, recuerdas a tus 90 años cundo corríamos detrás de las mozas” “Si, si claro que sí, lo que no recuerdo es por qué lo hacíamos?”. Con todo, nadie ha sabido contar esa dura sensación de ver “matar el recuerdo” como lo hace Charles Aznavour en “Trousse Chemise”. Una cosa es perder a tu amor, y otra que un día “te” talan el bosque en el que ibas a hacer el amor y “te” pongan en su lugar una urbanización de lujo. Vale la pena escuchar sus palabras.
Y todo eso y mucho más es lo que he sentido con el incendio de Valparaíso. Sentí matar mis recuerdos y el dolor del fuego en mis propias carnes. Mi primera visita fue en 2003 gracias al profesor y amigo Claudio Avendaño. Y siempre que voy a Chile busco un pretexto para regresar a la belleza caótica de sus calles.
Para mí Valparaíso es más que una ciudad y más que un recuerdo: es el “order from noise” de Heinz von Froester hecho ciudad. Una emergencia. El símbolo vivo del pensamiento complejo.
Y cómo dormir sabiendo que hay barrios enteros que han desaparecido y docenas de muertos y cientos de familias en la calle. Por eso desde aquí, mi dolor, afecto y solidaridad con Valparaíso, su gente y con todos mis amigos chilenos. Pero también un mensaje de esperanza: los símbolos no mueren. Valparaíso- haciendo honor a su nombre- renacerá de sus cenizas. ¿Por qué no iniciar ya una campaña internacional de solidaridad para que eso ocurra pronto?
Esta Semana Santa y sin salir de casa he visto muchos de esos sitios. Se diría que alguien hubiese programado los canales de TV conspirando contra mis recuerdos. Pero lo cierto es que mi alegría superó mi nostalgia: “Mira en la tele están dando…” Así en unos pocos días reviví pasajes de Iguazú, Atacama, San Telmo, Buenos Aires, la Isla de Pascua, Machu Pichu, Puebla, Ciudad de México, Mérida… Isla Mujeres, Capadocia, Cabo Norte, la Costa Almafitana…
En ocasiones los lugares eran los protagonistas en otras acompañaban el relato, así la muerte de García Márquez trajo consigo escenas de Barranquilla (y la Fundación La Cueva, de la que un día les hablaré), Santa Marta, la Sierra Tairona y Cartagena de Indias.
Pero si las imágenes reavivan los recuerdos, el tiempo los borra e incluso los re-escribe. Y hay un momento en que ya no recordamos el lugar, sino que recordamos el recuerdo. Bueno, el recuerdo del recuerdo. Con todo lo peor que le puede pasar a los recuerdos es cuando no solo desaparece lo que tienen de intangibles, sino que también desaparece su soporte material, aquello que sostenía el recuerdo. Hay un chiste gallego que nos habla de esas pérdidas. Dice así: “Pepiño, recuerdas a tus 90 años cundo corríamos detrás de las mozas” “Si, si claro que sí, lo que no recuerdo es por qué lo hacíamos?”. Con todo, nadie ha sabido contar esa dura sensación de ver “matar el recuerdo” como lo hace Charles Aznavour en “Trousse Chemise”. Una cosa es perder a tu amor, y otra que un día “te” talan el bosque en el que ibas a hacer el amor y “te” pongan en su lugar una urbanización de lujo. Vale la pena escuchar sus palabras.
Y todo eso y mucho más es lo que he sentido con el incendio de Valparaíso. Sentí matar mis recuerdos y el dolor del fuego en mis propias carnes. Mi primera visita fue en 2003 gracias al profesor y amigo Claudio Avendaño. Y siempre que voy a Chile busco un pretexto para regresar a la belleza caótica de sus calles.
Para mí Valparaíso es más que una ciudad y más que un recuerdo: es el “order from noise” de Heinz von Froester hecho ciudad. Una emergencia. El símbolo vivo del pensamiento complejo.
Y cómo dormir sabiendo que hay barrios enteros que han desaparecido y docenas de muertos y cientos de familias en la calle. Por eso desde aquí, mi dolor, afecto y solidaridad con Valparaíso, su gente y con todos mis amigos chilenos. Pero también un mensaje de esperanza: los símbolos no mueren. Valparaíso- haciendo honor a su nombre- renacerá de sus cenizas. ¿Por qué no iniciar ya una campaña internacional de solidaridad para que eso ocurra pronto?
Firmas Invitadas
Por: Jorge Arturo Salazar Manrique PhD
Director Postgrado en Comunicación Estratégica (Bogotá)
Decano Escuela de Comunicación Social y Periodismo (Santa Marta)
Universidad Sergio Arboleda- Colombia
Quizás una de las mayores preocupaciones hoy del mundo empresarial está relacionada con la forma como puede lograrse el impacto y por supuesto visibilidad de una marca o de una idea, sin importar su naturaleza, bien sea social, política, económica, educativa e incluso religiosa.
La estrategia en el entorno social de la comunicación si la entendemos desde una perspectiva integral, favorece la lectura de todos y cada uno de los componentes de la organización desde una mirada gerencial. Por eso lo estratégico está más allá de la solución perspicaz de situaciones diarias del quehacer corporativo.
Hoy la comunicación desde una perspectiva estratégica sugiere ser abierta y dialogante con todos los procesos de las organizaciones permitiendo al profesional ser capaz de vincularse de forma transversal con el entorno del mundo competitivo, los negocios y los mercados globales.
La apuesta por la Nueva Teoría Estratégica-NTE - no es cuestión de moda, parece ser el lugar obligado al pensar en una comunicación propositiva y dialogante, esto último a nuestro entender está referido con una propuesta en la cual el profesional de la comunicación está en disposición de conocer y proponer desde su experiencia y conocimientos formas de interactuar con otros disciplinas y otros profesionales.
Por eso el estratega a más de ser por naturaleza proyectivo, también es relacional, es articulador de momentos y situaciones, no se queda en enunciados, tiene capacidad para entender el entorno y leerlo de forma integral.
Un buen escenario para aclimatar y proyectar la comunicación como estrategia es sin duda el espacio de la Academia, aquí el ejercicio profesional pasa sin el trajín del día a día por la discontinuidad que merece el análisis de las situaciones vista por los expertos y contrastadas con el saber hacer.
La estrategia como un proceso no deja de ser forma expedita de comprender en el tiempo las decisiones que hacen parte del quehacer del mundo empresarial y sus situaciones particulares las cuales permiten el estudio, por eso la idea de retomar el hilo conductor a partir de evidencias de tácticas y acciones permiten el ejercicio de formación y actualización del profesional con base en contexto de pre saberes y experiencias.
Los casos de estudio en los cuales la comunicación juega un papel estratégico, tanto en proyectos sociales propuestos para el cambio y otros marcados por intereses comerciales y otros casos con una orientación mixta, éstos permiten identificar cualidades interesantes a partir de las cuales es evidente la importancia del significado y el contexto donde se da estas relaciones.
Por eso la estrategia como concepción amplia e innovadora de la realidad no deja de ser atractiva en su propósito creativo de mejorar procesos y potenciar ideas desde la comunicación como campo de estudio y formación. Una comunicación con argumentos teóricos y metodológicos la cual seguramente coincide con la percepción que tiene Edgar Morín cuando la identifica como lugar de encuentro entre diferentes disciplinas.
Esa perspectiva desde el pensamiento complejo en la cual se mezclan realidades, cambios y movimientos, diálogos, circunstancias y sentidos sin lugar duda coincide con la propuesta de repensar la estrategia desde un vistazo en el cual la comunicación adquiere fuerza por ser articuladora de procesos igualmente.
En ese mismo intento la estrategia como la propone la NTE, ésta se reformula como ciencia de la articulación humana (Pérez, 2012) y por eso retomarla en sintonía con comunicación no deja de ser atractivo. Más cuando la comunicación como campo interdisciplinar y a la vez inter y multidisciplinar desde lo social, obviamente plantea relaciones desde y con el entorno por lo cual tiene una cercanía de intereses con la estrategia, ésta como camino de decisiones y oportunidades.
Desde este escenario la estrategia en su integralidad pasa y va mas allá de las tácticas y de las mismas acciones, pues éstas son expresiones prácticas a través de las cuales logra efecto de estrategia, y ésta es finalmente la que avisora las acciones y el logro de las metas con una visión proyectiva.
La comunicación como proceso humano de interacción y de significado es estratégica, y está más allá del desarrollo inmediatista de las representaciones, por eso no se queda en la táctica y propone mas allá de acciones efectivas, planes que articulen distintas piezas del juego relacional.
La estrategia representa en ese contexto unidad desde la pluralidad y la diversidad, permitiendo relaciones sociales y juegos en los que la comunicación matiza y logra encadenar intereses y expectativas de quienes intervienen en la trayectoria de los procesos sociales y culturales como campo académico.(AFACOM, 2009)
Referencias bibliográficas
Asociación Colombiana de Facultades y Programas Universitarios de Comunicación, AFACOM. (2009) Reflexiones sobre el campo de la comunicación. Bogotá.
Pérez, R. (2012) Pensar la estrategia. La crujía ediciones. Buenos Aires.
Fueron tres días con la agenda llena: dos tribunales de tesis doctorales y una conferencia. En las fotos con el presidente del tribunal Dr. José Rebelo, los nuevos Doctores Abreu y Raposo, los miembros del tribunal y la directora de las tesis: Mafalda Eyró.
Y todavía hubo tiempo para conocer nuevos rincones, degustar la buena cocina lisboeta, compartir, debatir y aprender. Siempre aprender. La conferencia era nueva y académicamente arriesgada, por ello agradezco doblemente al Presidente del Comité Científico del IUL Dr. Rebelo sus generosas palabras al término de la misma:
Y todavía hubo tiempo para conocer nuevos rincones, degustar la buena cocina lisboeta, compartir, debatir y aprender. Siempre aprender. La conferencia era nueva y académicamente arriesgada, por ello agradezco doblemente al Presidente del Comité Científico del IUL Dr. Rebelo sus generosas palabras al término de la misma:
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Rafael Alberto Pérez
Blog sobre comunicación estratégica
Tendencias 21 (Madrid). ISSN 2174-6850
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