Notas
Hoy escribe Antonio Piñero
Iniciamos la presentación y breve comentario de un libro cuyo subtítulo es “Una lectura nueva de la historia de Jesús”. Puedo adelantar ya mi opinión de que este volumen contiene efectivamente muchas perspectivas novedosas derivadas de la intensa dedicación del autor al estudio, desde hace más de treinta años, a la historia de Galilea en todos sus aspectos, desde la época de Alejandro Magno (muerto en el 323 a.C.) hasta el final del reinado del emperador Adriano (muerto en el 138 d.C.), y luego orientando estos estudios hacia la comprensión del Jesús histórico. El presente es el cuarto libro fruto de tal dedicación , incluida una recopilación de artículos selectos previamente publicados sobre Galilea del año 2000. S. Freyne ha sido profesor durante muchos años de teología en el Trinity College de Dublín, y tiene fama en su tierra natal y fuera de ella de ser un buen estudioso de Jesús. He aquí la ficha completa: Jesús, un galileo judío. Una lectura nueva de la historia de Jesús (colección Ágora 22). Trad. de José P. Tosaus. Editorial Verbo Divino, Estella, 2007. ISBN: 978-84-8169-756-8. Freyne manifiesta claramente su intención de acercarse a los evangelios de un modo multidisciplinar, sobre todo recogiendo cuantos datos pueda ofrecernos la arqueología y la antropología para iluminar en los posible ese pequeño fragmento del Jesús real que es la reconstrucción científica del Jesús histórico. Dentro de este marco, el autor insiste sobre todo en el estudio de las fuentes, los evangelios más antiguos, los canónicos sobre todo, más el Evangelio gnóstico de Tomás. Respecto a ellas se ha de tener en cuenta su carácter literario –son escritos de apología o defensa de una fe-, sin olvidar tampoco su tendencia “historizante”, es decir, son obras que manifiestan su deseo de ofrecer una “biografía” de Jesús, por muy imperfecta que sea a ojos de hoy, con datos indudablemente históricos. En primer lugar, la aproximación peculiar de Freyne a los puntos más cadentes de la interpretación de Jesús consiste en considerar cómo pudo afectar al Nazareno lo que él llama la “ecología” de Galilea (todas las circunstancias geográficas y económicas y sociales de esa región), pero no sólo ella sino unida a la tradición de los libros sagrados que Jesús veneraba, su Biblia judía. Es decir. La geografía y su ámbito complejo más la tradición bíblica de quien contempla esa geografía con una tradición literaria y teológica en su mente. Freyne sostiene que los –desgraciadamente no muy numerosos- indicios recogidos en los Evangelios apuntan a que Jesús miraba a Galilea y sus gentes desde la perspectiva de su fe intensa en el Dios creador, fuente de la fertilidad de la tierra, y que esta creencia básica (tomada esencialmente por Jesús de los relatos del Génesis, Levítico y el Deuteronomio y de su desarrollo en los profetas cuyo conocimiento profundo no puede negársele), colorearon su interpretación del país. Esta “coloración” afectó a dos aspectos: a) no sólo su forma itinerante de su ministerio -como Abrahán-, b) sino también su contenido: la creación daba muestras de la sabiduría divina y la tierra y sus frutos debían ser bien tratados por las gentes, pues eran propiedad de Dios. El empleo perverso del país por los terratenientes, la pésima situación de los pobres desposeídos de sus tierras, algo contrario a la voluntad divina, condicionaron sin duda su elección de los pobres como auditorio preferido para la proclamación del Reino. También es importante para Freyne investigar cómo el conocimiento por parte de Jesús de las historias bíblicas de la conquista de la tierra prometida y el asentamiento de Israel en ellas, con tres importantes temas: a) el fracaso de las tribus a la hora de conquistar parte de las tierras del norte; b) los cananeos “expulsados” por Dios pero que aún seguían viviendo en parte de la tierra que debería ser Israel , y c) el atractivo que ejercían las ciudades fenicias especialmente por su riqueza, motivaron parte del comportamiento del Nazareno. Así, en especial, su trato con los gentiles. Freyne concluye: a) no hay signos o indicios de que Jesús tuviera una mentalidad “irredenta” es decir, que fuera partidario de que Israel conquistara la tierras que teóricamente debían formar el “gran Israel”; b) y c) no parece que Jesús fuera universalista: no visitó las tierras al norte de Israel (las regiones de Tiro y Sidón o la zona Cesarea de Filipo) para atraer a los paganos, ni para hacer proselitismo entre ellos, sino para predicar el Reino de dios a los judíos del lugar. Jesús en general se mantuvo a distancia de los no judíos, aunque sin manifestar actitudes xenófobas ni manifestarse absolutamente contrario a los gentiles. Junto con E. P. Sanders, Freyne sostiene que a pesar de que Jesús no practicó el proselitismo entre los paganos no debió de manifestarse radicalmente contrario a ello, porque el movimiento iniciado por su persona “acabó viendo la misión a los gentiles como una extensión lógica de sí mismo”. Finalmente, la parte más importante, en mi opinión, del libro está dedicada a la influencia de los profetas Daniel e Isaías –sobre todo- y de otros profetas en la “mentalidad” y acción de Jesús. Lo más interesante es la defensa de Freyne de la perspectiva de que la teología daniélica del sabio y la isaiana del “siervo de Yahvé” inspiraron el comportamiento de Jesús y de su grupo. Así en sus valores sociales: a) Jesús aparece siempre en defensa de los pobres y de los desposeídos; b) Jesús se muestra afirmando la identidad religiosa del pueblo judío y oponiéndose a las exigencias absolutas de obediencia del Imperio Romano (Freyne sostiene que Jesús se opuso sibilinamente al pago del tributo al César); c) Jesús aparece también como partidario decidido de la restauración de Israel. Pero no es amigo de la violencia: al igual que los “sabios” que se hallan en el Libro de Daniel (empezando por este mismo) Jesús adoptó, por un lado, una figura de profeta sapiencial: se dedicó a instruir a todos los que pudo en la verdadera justicia, pero dejó la venida del Reino absolutamente en manos de Dios. En Nazareno evitó la atracción de la revolución violenta y practicó una resistencia frente al poder, pero siempre confiado en la intervención divina como desencadenante e instaurada del Reino. e) Jesús se inspira en los Cantos del Siervo de Yahvé de Isaías (40-53) para modelar el entendimiento de sí mismo y de su grupo. La acción de Jesús contra el Templo debe interpretarse como un acto profético y simbólico, tanto a la luz de Isaías como del Apocalipsis de los animales del Libro I de Henoc, obra que Jesús seguramente conocía. El Santuario de Jerusalén debía ser ante todo la casa de Dios, un lugar de oración (quizá no de sacrificios) en el que podrían congregarse en el futuro las naciones extranjeras para rogar a Yahvé, aunque esto no signifique necesariamente su conversión. De algún modo con ese intento subversivo de renovación del Templo Jesús afirmaba, como su maestro Juan Bautista, que así como podían perdonarse los pecados –por el bautismo de Juan- independientemente del Templo, igualmente cabía la posibilidad de un acceso más directo a lo divino independientemente del Templo y de sus prácticas religiosas (= Jesús implícitamente pone los fundamentos para la teología “helenista” de Esteban y seguidores). Finalmente, Jesús –que, como hemos dicho, se inspiraba en la figura del sabio de Daniel y en el “siervo de Yahvé” de Isaías- pudo entender su muerte como una necesidad de su misión. Jesús pudo tener clara consciencia de que podría no ser el primer judío que iba a tener un fin violento por propugnar opiniones religiosas disidentes. Ejemplos había: así la había ocurrido a muchos profetas; el rey judío Alejandro Janneo, descendiente de los Macabeos, había crucificado a 800 fariseos que se oponían a que los macabeos fueran a la vez sumos sacerdotes; Honí, u Onías, el trazador de círculos, el justo, fue apedreado por negarse por pedir a Dios venganza contra unos adversarios, etc. Con otras palabras, Jesús pudo entender su final, como algo previsto por Dios: a) al igual que el sabio (Daniel) que tiene tribulaciones, muere y luego va aser vindicado por Dios, o b) como profeta-siervo-mártir (Isaías), que igualmente acepta heroicamente su muerte fundado en una firme esperanza de que Dios acabaría haciéndole justicia. En una palabra: la tesis de Freyne es tender puentes entre la posible mentalidad del Jesús histórico --obtenida de la también posible influencia en él de las Escrituras-- y la teología posterior del grupo que se reunió en su nombre tras su muerte y exaltación a los cielos. En la próxima postal manifestaremos algunas dificultades de estas interesantes perspectivas de Sean Freyne sobre Jesús como un judío galileo muy influenciado por su procedencia geográfica y por sus lecturas de su Biblia que podía contener libros -como el I de Henoc- que más tarde no serían admitidos en el canon. Saludos cordiales de Antonio Piñero. www.antoniopinero.com
Martes, 16 de Febrero 2010
Comentarios
NotasHoy escribe Antonio Piñero 1 Cor 23-27: 23 Pero cada cual en su rango: Cristo como primicia; luego los de Cristo en su Venida. 24 Luego, el fin, cuando entregue a Dios Padre el Reino, después de haber destruido todo Principado, Dominación y Potestad. 25 Porque debe él reinar hasta que ponga a todos sus enemigos bajo sus pies. 26 El último enemigo en ser destruido será la Muerte. 27 Porque ha sometido todas las cosas bajo sus pies. Mas cuando diga que «todo está sometido», es evidente que se excluye a Aquel que ha sometido a él todas las cosas. 28 Cuando hayan sido sometidas a él todas las cosas, entonces también el Hijo se someterá a Aquel que ha sometido a él todas las cosas, para que Dios sea todo en todo. Explicación: A partir del v. 23 el significado es denso, y da la impresión de que Pablo alude a dos fases del reino de Dios. La doctrina de Pablo respecto al Reino de Dios no está desarrollada, por lo que muchos puntos quedan absolutamente oscuros. • La primera fase es la que se describe en 1 Tesalonicenses 4 como resultado de la segunda venida de Cristo en el aire. El Apóstol no dice sino que los fieles cristianos que murieron resucitarán para tomar parte en este reino divino que comienza con la parusía de Cristo o segunda venida. Y “después nosotros, los que vivamos, los que quedemos, seremos arrebatados en nubes, junto con ellos, al encuentro del Señor en los aires. Y así estaremos siempre con el Señor” (1 Tes 4,17). Da toda la impresión de que esta primera fase del Reino es ya ultramundana, pues comienza con el reencuentro de los fieles con el Cristo en el aire…, y sólo se añade: “Y así estaremos siempre con el Señor” (1 Tes 4,17). A esta fase se le puede dar el nombre más preciso de “Reino de Cristo”. • Sin embargo, parece también que Pablo alude a una segunda fase, plena, denominada “Reino de Dios”. Esta fase que es el fin absoluto de este universo que no parece que vaya a ser destruido (v. 4). En esa fase –como resultado de un combate escatológico como los del Apocalipsis en los capítulos 19 y 20- son en primer lugar aniquiladas las potencias angélicas malvadas que han controlado este mundo (1 Cor 2,8), y que el Apóstol denomina Principados, Dominaciones y Potestades; luego será aniquilada la Muerte, que aquí aparece personificada como en Romanos 7; ello significa que en principio todos los poderes malvados han sido sometidos al imperio de Cristo, todo el cosmos queda en poder de Jesús, que había sido declarado por Dios mesías-rey, salvador del mundo entero. Aquí Pablo expresa sus ideas utilizando citas bíblicas: • La primera es la del v. 25: “Porque debe él reinar hasta que ponga a todos sus enemigos bajo sus pies” que corresponde al salmo 110,1: “Oráculo de Yahvé a mi Señor: Siéntate a mi diestra, hasta que yo haga de tus enemigos el estrado de tus pies”. • La segunda es la del v. 27 “Porque ha sometido todas las cosas bajo sus pies”, que corresponde a salmo 8,6 (7): “Lo hiciste señor de las obras de tus manos, todo fue puesto por ti bajo sus pies” Posteriormente, Jesús mismo reconoce la soberanía de Dios Padre (esa doctrina que acepta una gradación de poder en la divinidad, al ser Padre e Hijo, se llama “subordinacionismo”, y será luego rechazada por la Iglesia) y entrega sus propios poderes regios a su Padre. El Hijo se somete al Padre, y al ser el controlador de todo el cosmos, en Él se somete el cosmos entero al Padre. Entonces Dios es “todo en todo”, es decir, el soberano absoluto, sin fisuras, la meta de toda creación. No existe oposición alguna porque tanto Satanás y sus satélites, así como la Muerte no existen ya. El “Reino de Dios” (2ª fase) se ha completado. Senén Vidal, en su obra Las cartas originales de Pablo, Editorial Trotta, Madrid 1996, p. 143, ofrece el siguiente esquema del reino de Dios en Pablo, según se desprende de Corintios A y 1 Tesalonicenses + Apocalipsis: 1. Resurrección de Cristo 2. Parusía o venida de Cristo, que lleva consigo - la resurrección de los creyentes muertos - la congregación de esos creyentes con los que aún están vivos - transformación del cuerpo de vivos y muertos - (aquí vendría) el juicio particular a los creyentes = 1 Tes 2,19 y 1 Cor 3,13-15 3. Primera fase del reino de Dios o “reino de Cristo” que sería más o menos igual al “milenio” de Ap 20,1-6 (en especial 20,4) 4. Resurrección universal de buenos y malos = Ap 20,11-15 5. “Reino de Dios” o reino cósmico, definitivo, universal, final. Es el paso del “Reino del Hijo” (limitado en el tiempo; provisional) al “Reino del Padre” (ilimitado en el tiempo y definitivo). El v. 27 parece una glosa al margen, explicativa, de algún escriba temeroso de que se entendiera mal el pensamiento de Pablo. Los escribas siguientes pensaron que era bueno que se introdujera esta aclaración en el texto. Seguiremos en la próxima nota. Saludos cordiales de Antonio Piñero. www.antoniopinero.com En el otro blog, de “Religiondigital”, el tema es: “Vista de pájaro del método de estudio del Nuevo Testamento” Saludos de nuevo. Obras de Josefo. La Guerra de los judíos (III) (400-7)
Lunes, 15 de Febrero 2010
Notas![]()
Hoy escribe Antonio Piñero
Como indicamos en la postal anterior, la Guerra tuvo una primera versión en arameo. Ésta iba dirigida sobre todo a los judíos del Oriente, y el mensaje o moraleja era probablemente aún más explícito: era estúpido rebelarse contra el poder establecido. La versión griega fue posterior, y quería extender esta enseñanza entre los otros judíos de lengua griega, sobre todo de Alejandría. Para esta tarea de helenizar un largo texto en arameo Josefo contó con un colaborador, o colaboradores griegos, residentes en Roma, como él. Éstos le ayudaron mucho en un proceso que probablemente fue el más sencillo: Josefo mismo iba dictando la nueva versión, traduciéndola al griego oralmente ante el escriba o escribas, y los pendolistas le ayudaban a pulir, o incluso a dar una bella forma a sus ideas en la lengua de la Hélade. La nueva versión no debió de ser una mera traducción de la anterior, sino una refundición con añadidos y retoques. Del tenor del texto que poseemos deducimos que la tarea del colaborador(es) fue excelente, pues el estilo de la Guerra, decoroso, correcto, a veces elegante, mostraba que su redactor era buen conocedor de la literatura griega, no sólo de los historiadores, sino también de oradores y poetas. En el lenguaje del colaborador se transparentan alusiones y resonancias a textos históricos y literarios anteriores, que los estudiosos han recogido con precisión en la edición comentado del texto o en artículos específicos. El modelo estilístico e ideológico de la Guerra debió de ser Tucídides, con su famosa obra la Historia de la guerra del Peloponeso, aunque el alumno no llega a las alturas del maestro. También influyó en Josefo la obra de Polibio de Megalópolis, las Historias (siglo II a.C.), aunque éste en lo que respecta a los discursos “inventados” por el autor de la historia se mostraba muy disconforme: había que ofrecer los contenidos, peo no era necesario plasmar un discurso completo (como hacía Tucídides y también, por ejemplo, el autor de los Hechos de los apóstoles). Al igual que el ateniense Tucídides, Josefo no sólo se vale, como reservorio de datos para su obra, de lo que él mismo había visto u oído, sino que se apoya en fuentes externas. En primer lugar, Josefo debió de tener acceso a los Comentarios o Diarios de campaña que Vespasiano, Tito o el Estado Mayor romano iban redactando para registrar brevemente el curso de la guerra. Además debió de utilizar, para los antecedentes de la guerra y en concreto para describir los reinados de Herodes y sus hijos Arquelao, Filipo y Herodes Antipas, una obra de Historia General de Nicolás de Damasco -nacido en el 64 a.C., antiguo preceptor de los hijos de Cleopatra y Marco Antonio, y amigo personal de Herodes el Grande-, de la que sólo se nos han conservado fragmentos. Finalmente hubo de basarse Josefo en documentos oficiales de los romanos, a los que debió de tener acceso en los archivos de Roma. Para la composición de los discursos, puestos en boca de los personajes -por ejemplo el rey judío Agripa II, Tito, el mismo Josefo, o ciertos jefes de los judíos-, Josefo sigue, como hemos sostenido, el modelo de Tucídides, y en general de los historiadores de la época: basándose en las ideas generales y ciertas de lo que cada uno de esos personajes debió de decir en su momento, él como autor compone por su cuenta la forma y estructura de las piezas oratorias siguiendo las normas de la retórica. El valor histórico de la Guerra de los judíos ha de ser estimado de acuerdo con las características de composición de la obra. No hay por qué dudar de la corrección y exactitud general de los hechos narrados, pero en los detalles y en la interpretación global el lector debe ser crítico, teniendo siempre en mente la intención apologética de Josefo que era doble. El interés por exaltar a sus protectores romanos pudo llevar al historiador a presentar a Vespasiano y a Tito como modelos y dechados de virtudes, y al Imperio como un engranaje casi perfecto con pocos defectos. Por otro lado, el apego de Josefo por su pueblo y religión pudo también causar una cierta falta de objetividad: parece como si los culpables de los desastres de la guerra hubiesen sido tan sólo unos pocos y exaltados nacionalistas, que no merecían otro calificativo que el de “bandidos” o “tiranos”, mientras que el pueblo en sí fue sólo víctima casi inocente de turbulentos manejos. Mas, a pesar de estas precauciones, el valor como fuente informativa de la Guerra es muy superior al de sus defectos reales. El pensamiento teológico de Josefo es también un valor a tener en cuenta al reflexionar sobre su probidad histórica. Josefo es un fariseo convencido y cree que la historia está guiada con mano firme por la divinidad. Dios interviene en la historia, no sólo los factores puramente humanos. Por ello, al componer su narración Josefo puede ver el mundo y los hechos históricos a través de unas lentes judías que pudieron causarle alguna distorsión. Así, Josefo intenta articular conscientemente la historia que está narrando con el mundo de la Biblia. Por ello afirma, por ejemplo, que los antiguos profetas habían predicho ya el fracaso de Israel y su futura dependencia de Roma (Antigüedades X 79; 276). Era algo que debía ocurrir necesariamente por la fuerza del Destino: “Dios, que lleva el poder de un sitio a otro, se encuentra ahora del lado de Italia” (Guerra V 367). Concluiremos con la “Guerra” en la próxima nota. Saludos cordiales de Antonio Piñero. www.antoniopinero.com ………………………… CURSO DE PRIMAVERA DE LA UNIVERSIDAD CASTILLA-LA MANCHA Sede de CUENCA Curso sobre “ATEOS Y CREYENTES. Argumentos a favor o en contra de la fe”. Fecha: 11-13 de marzo 2010 PROGRAMA: Jueves 11 de marzo 2010 17,00-18,45 ¿El estudio de la Biblia nos lleva a la fe o al ateísmo? Xavier Pikaza y Antonio Piñero 19,00-20,45 Las religiones orientales ¿se basan también en la fe?Agustín Paniker y Juan Masiá Viernes 12 de Marzo 2010 17,00-18,45 ¿Qué sería la fe para Jesús de Nazaret?Alexander Zatyrka y José Manuel Martín Portales 19,00-20,45 ¿Es necesaria la fe para vivir? Fernando Bermejo y Abdelmumin Aya Sábado 13 de marzo 2010 17,00-18,45 Fe cristiana y paganismo. Dos creencias enfrentadasJacinto Choza y Jesús Garay 19,00-20,45 La experiencia mística, ¿culminación o superación de la fe? Santiago Catalá y Yaratullâ Monturiol 13,45. CLAUSURA Para más información Vicerrectorado de Extensión Universitaruia e-mail: extension.universitaria@uclm.es http://extensionuniversitaria.uclm.es
Domingo, 14 de Febrero 2010
Notas
Hoy escribe Antonio Piñero
He aquí el texto de este importante pasaje: 21 Porque, habiendo venido por un hombre la muerte, también por un hombre viene la resurrección de los muertos. 22 Pues del mismo modo que en Adán mueren todos, así también todos revivirán en Cristo. 23 Pero cada cual en su rango: Cristo como primicias; luego los de Cristo en su Venida. 24 Luego, el fin, cuando entregue a Dios Padre el Reino, después de haber destruido todo Principado, Dominación y Potestad. 25 Porque debe él reinar hasta que ponga a todos sus enemigos bajo sus pies. 26 El último enemigo en ser destruido será la Muerte. 27 Porque ha sometido todas las cosas bajo sus pies. Mas cuando diga que «todo está sometido», es evidente que se excluye a Aquel que ha sometido a él todas las cosas. 28 Cuando hayan sido sometidas a él todas las cosas, entonces también el Hijo se someterá a Aquel que ha sometido a él todas las cosas, para que Dios sea todo en todo. La oposición entre Adán -primer hombre y representante de la humanidad pecadora, y Cristo, el último hombre de verdad, antes de que llegue el fin del mundo, muy cercano (1 Tes 4,13-5,1)- es una doctrina típica de Pablo, que la repite también en el capítulo 5 de Romanos. Los judíos helenistas veían en Génesis 1,26-27 dos “Adanes”: • El primero el “Adán celestial” es como la idea divina (la “causa formal” en sentido aristotélico, la “idea” que sirve a Dios para crear a Adán) de lo que será el hombre; así pues, el ser humano ideal, que está sólo como concepto en la mente divina. • El segundo Adán será el hombre ya efectivamente creado: el Adán terrenal. Veamos ahora el texto del Génesis 1,26-27 en el que se basan estas especulaciones: 26 Y dijo Dios: «Hagamos al ser humano a nuestra imagen, como semejanza nuestra, y manden en los peces del mar y en las aves de los cielos, y en las bestias y en todas las alimañas terrestres, y en todas las sierpes que serpean por la tierra (Primer Adán; ideal, conceptual, celeste). 27 Creó, pues, Dios al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios le creó, macho y hembra los creó ( segundo Adán, terrenal, material). Pablo hace una exégesis diferente. Aquí el Apóstol da un salto mental hacia el capítulo 2 del Génesis, donde se cuenta de nuevo la creación del hombre, y luego junta los dos capítulos del Génesis en un mismo comentario Pablo se fija sobre todo que el capitulo 2 narra aparte y consecutivamente la creación separada de Adán y luego la de Eva. A ésta no la considera en su argumentación -aunque Génesis 1,27 diga que Dios creó simultáneamente a Adán y a Eva (“macho y hembra los creó”)- porque la mujer es en realidad un ente secundario, creado de y para Adán. Así Pablo inventa aquí una exégesis seminueva: • El primer Adán es el del paraíso: Pablo no distingue entre idea y ejecución, y junta en uno, el Adán creado en el paraíso, el concepto divino con su realización. • Luego aplica al segundo Adán, Cristo, señor del universo, lo que el salmo 8 dice del primer hombre: 4 (5) ¿Qué es el hombre para que de él te acuerdes, el hijo de Adán para que de él te cuides? 5 (6) Apenas inferior a un dios lo hiciste, coronándole de gloria y de esplendor; 6 (7) lo hiciste señor de las obras de tus manos, todo fue puesto por ti bajo sus pies: 7 (8) ovejas y bueyes, todos juntos, y aun las bestias del campo, 8 (9) y las aves del cielo, y los peces del mar, que surcan las sendas de las aguas.” Finalmente aduce un pensamiento ya cristiano: Cristo fue enviado por el Padre al mundo para redimirlo y para implantar la soberanía divina (el reino-reinado de Dios). Como agente de Dios para el Reino, Cristo es rey del mundo y tiene sobre él todos los poderes del primer Adán…, y más. Entonces deduce una conclusión, universalista, muy importante, dque no habría obtenido un judío "normal": Pablo piensa que en Cristo (2º Adán) la humanidad vieja (Adán 1º) ha sido renovada. Además se trata de “toda la humanidad”: todos los hombres se salvan en el 2º Adán, no solo los judíos. Seguiremos en la próxima nota. Saludos cordiales de Antonio Piñero. www.antoniopinero.com ……………….. En el otro blog, de “Religiondigital”, el tema es: “Sintesis fiinal (y XV) La tendencia o sesgo del Evangelio de Marcos” Saludos de nuevo. ………………………… CURSO DE PRIMAVERA DE LA UNIVERSIDAD CASTILLA-LA MANCHA Sede de CUENCA Curso sobre “ATEOS Y CREYENTES. Argumentos a favor o en contra de la fe”. Fecha: 11-13 de marzo 2010 PROGRAMA: Jueves 11 de marzo 2010 17,00-18,45 ¿El estudio de la Biblia nos lleva a la fe o al ateísmo? Xavier Pikaza y Antonio Piñero 19,00-20,45 Las religiones orientales ¿se basan también en la fe?Agustín Paniker y Juan Masiá Viernes 12 de Marzo 2010 17,00-18,45 ¿Qué sería la fe para Jesús de Nazaret?Alexander Zatyrka y José Manuel Martín Portales 19,00-20,45 ¿Es necesaria la fe para vivir? Fernando Bermejo y Abdelmumin Aya Sábado 13 de marzo 2010 17,00-18,45 Fe cristiana y paganismo. Dos creencias enfrentadasJacinto Choza y Jesús Garay 19,00-20,45 La experiencia mística, ¿culminación o superación de la fe? Santiago Catalá y Yaratullâ Monturiol 13,45. CLAUSURA Para más información Vicerrectorado de Extensión Universitaruia e-mail: extension.universitaria@uclm.es http://extensionuniversitaria.uclm.es
Viernes, 12 de Febrero 2010
Notas
Hoy escribe Gonzalo del Cerro
Uso de la Ecritura en los HchAnd Estando así las cosas, el uso de la Sagrada Escritura en los HchAnd puedde resultar un tema demasiado elástico. Según Prieur, los HchAnd “no contienen citas escriturísticas y pocas alusiones a pasajes de la Escritura” (o.c. p. 12). Distinto es el caso de Gregorio “más cercano a la Biblia” en la apreciación de Prieur. Este detalle es comprensible dada la diferencia de fechas de la composición de los HchAnd y del resumen de Gregorio, pero cabe interrogarse si las referencias bíblicas de Gregorio pudieran tener alguna raíz en los antiguos Hechos. Parecido al caso de Gregorio es el de la Pasión Armena. Pero, como advierten Prieur y otros autores, el traductor armeno (s. VI) “no da pruebas de ser fiel a los textos” (Ibid. p. 6). Por consiguiente, a la hora de sacar conclusiones, no es lo mismo una referencia bíblica de los HchAnd originales (s. II) que del libro de Gregorio (s. VI) o de la Laudatio (s. IX-X). Lo que sí es digno de subrayarse es que en el análisis que hacemos del Martyrium Prius las referencias bíblicas superan en cantidad proporcional y en claridad a las que hemos encontrado en los fragmentos de los HchAnd griegos. Tampoco valdrían para nuestro propósito los datos del análisis de otros Hechos relacionados de alguna manera con los HchAnd, como son los Hechos de Andrés y Mateo en la ciudad de los antropófagos y los de Pedro y Andrés (Bonnet II-I 65-116 y 117-127). Y ello a pesar de que puedan contener elementos originarios de los primitivos HchAnd. Ya veremos, sin embargo, cómo aunque los HchAnd no contengan citas referenciales de la Escritura, están impregnados del espíritu y la letra de los textos bíblicos. Lo que, como en el caso de los otros Hechos, es un indicio de que sus autores se mueven dentro de un ambiente dominado por una mentalidad y una ideología de carácter hebraizante y de clara raigambre bíblica. En nuestro análisis, encontramos muchos elementos de contenido, muchas expresiones literarias coincidentes, no pocas situaciones paralelas, numerosas denominaciones o definiciones bíblicas, gestos típicos de la mentalidad hebrea y hasta ciertas frases tomadas a la letra, o poco menos, de los textos del Nuevo Testamento. Lo que pasa, a mi entender, es que el texto surge espontáneamente como algo cuyo dominio es natural, y que se expresa sin esfuerzo y sin la disciplina propia de las citas. Ello podría ser, incluso, un argumento a favor del uso de la Biblia en estos Hechos. Pues, como tendremos ocasión de comprobar, surgen frases casi sin intención deliberada de hacer uso de tales textos como de la Escritura. I. Contenido. Pongo un ejemplo del contenido de material bíblico, al que seguirán otros similares. En HchAnd 4,2 leemos que “lo que más desconcierta a los que se convierten es ver cómo quedan curadas las enfermedades que parecen incurables”. A lo largo de las páginas bíblicas, Dios aparece presente muchas veces. Pero lo que realmente acaba convenciendo según los textos es la manifestación de su poder. Es lo que ocurrió con el Faraón y toda la historia de las plagas en los prolegómenos de la salida de la cautividad. Con todas las señales que Dios había dado (Éx 4), vuelven a Egipto Moisés y Aarón. De nada valen sus milagros hasta que mueren los primogénitos (Éx 5-12). De parecida manera reacciona Naamán el sirio. Al verse curado de la lepra, reconoce al Dios de Israel (2 Re 5,1-15). Entre los muchos pasajes del NT que podríamos aducir en este sentido, baste recordar el dicho de Jesús al cortesano de Cafarnaún: “si no veis señales y prodigios, no creéis” (Jn 4,48). Saludos cordiales. Gonzalo del Cerro
Jueves, 11 de Febrero 2010
NotasHoy escribe Antonio Piñero Mi opinión general sobre el libro de González Echegaray, cuyo título corresponde al de esta postal, es positiva: estimo que este libro es tan rico en información sintética que es válido no sólo para el aparente profano en estas materias, sino también para muchos biblistas que tienen más interés en la exégesis de los textos, o en el mundo de las ideas, de la teología, pero a los que no les viene mal conocer los datos históricos, extrabíblicos, resultado de excavaciones y de la investigación histórica y sociológica. Sin embargo, echo de menos en el libro, especialmente en el capítulo primero una visión un tanto más compleja y completa del problema de la historicidad de los Hechos de los apóstoles, tema que se trata demasiado rápidamente. Se dice poco de ella, y se da la impresión -probablemente falsa en la realidad conociendo la mentalidad crítica del autor manifestada en otras obras- de que se admite casi sin más el esquema mental del autor de los Hechos en la presentación de Pablo y de sus viajes…, cuando en verdad el autor sabe que es materia harto discutible. Opino que si se preguntase hoy a un Pablo de Tarso redivivo si está o no de acuerdo con la división en tres partes tan claras (primer, segundo, tercer viaje misioneros) de sus aventuras apostólicas, estoy seguro de que se asombraría mucho y se mostraría escéptico. Puesto que -como dijimos- el libro presente de González Echegaray es un “compañero” (en inglés es éste el término ya consagrado, “companion”) de los Hechos, alguien diría que no tiene por qué abordar necesariamente tal problemática. Respondería que no en profundidad, pero sí al menos mencionarla y dar su opinión crítica. Igualmente ocurre con el discutido tema de la ciudadanía romana de Pablo, nunca sostenida por éste en sus cartas auténticas, sino sólo por los Hechos. Las cárceles y castigos corporales descritos en sus epístolas ponen en seria duda esta ciudadanía. Deberían, pues, mencionarse tales dudas. Recordemos además que hemos dedicado muchas postales a la imagen de Pablo y al sesgo o tendencia del autor de Hechos, que presenta una imagen del Apóstol muy unilateral, inexacta en mi opinión, en lo que se refiere a su formación y estancia en Jerusalén antes de la “llamada”/“conversión”, y hemos señalado repetidas veces también la notable ausencia de cualquier mención a sus cartas auténticas en los Hechos de los apóstoles. Sería importante haberlo señalado también, ya que los más señero y nuclear de la teología que hace que Pablo se distancia muy nítidamente del fariseísmo que dice profesar él mismo en los Hechos. Opino que de algún modo esta problemática debería de haber estado presente, aunque sea de pasada, en esta obra. Y el autor la conoce de sobra. Opino también que la verdadera imagen de Pablo puede influir sobre el modo cómo se presentan las religiones en el Imperio romano, objeto del capítulo IX de la obra que comentamos. No creo suficientemente destacado el contacto “teología paulina” – “cultos de misterio”, al menos por contraste y superación. Pienso, por otra parte, que el tenor histórico de los Hechos hace que Lucas sea una mina preciosa de conocimientos para el lector sobre detalles pequeños que va diseminando Lucas en su obra a la vez que narra la historia de sus personajes preferidos, Pablo sobre todo. La investigación ha caído en la cuenta de cuán preciso es Lucas en el uso de vocablos que se refieren a la administración romana y cuán exacto, en la descripción de las cosas tangibles que rodean a los personajes…, pero que es muy sesgado en la presentación ideológica del conjunto. En general soy de los que piensa que Lucas es fidelísimo en lo mínimo, en detalles, pero muy peculiar y tendencioso en lo máximo, en lo importante, en las líneas generales de interpretación del ambiente y de los hechos. Por ejemplo, el trato que los romanos, y su ejército, dispensan a Pablo en los Hechos. Para mí es un tanto dudoso que fueran tan amables y favorables a la causa del Apóstol como pinta Lucas y como señala González Echegaray. Otro punto discutible es el significado de la casa y de la ciudad, sobre todo la primera, en el desarrollo del cristianismo, ya que éste es ante todo un movimiento urbano, como afirmó ya Max Weber: es altamente improbable, sostenía, que el cristianismo hubiera podido desarrollarse como lo hizo fuera de un entorno urbano. Echegaray está totalmente de acuerdo con este punto de vista. Por ello pienso que nuestro autor debería de haber desarrollado no sólo lo que era en sí la ciudad y sus casas (describe sobre todo la romana, y la de los ricos, la casa con peristilo), sino también el modo de vida en ellas, llevando de la mano al lector para que obtenga una perspectiva más amplia y más importantes consecuencias de la exposición. Si queremos entender la atracción popular que generó la iglesia primitiva, debemos comprender cómo el mensaje del Nuevo Testamento (y en especial de los Hechos respecto a Pablo) y las relaciones sociales que éste promovía resolvieron agudos problemas que afligían a las ciudades y casas de las clases medias grecorromanas. De todo esto, por ejemplo, la miseria crónica urbana, el caos social, la inseguridad, etc., me parece que deberían haber ocupado un puesto destacado en el libro de González Echegaray, quien pasa de puntillas sobre ello. De todos modos, a pesar de estos “desiderata”, de estas lagunas, pienso que el libro que comentamos merece la pena. Es un excelente compañero de viaje, pues por medio de los “realia” (las cosas palpables del entorno) se entiende mejor el mensaje cristiano, el por qué de algunos temas y sus efectos sociales y religiosos. El libro es, pues recomendable, tanto para los cristianos de “a pie”, pero interesados en profundizar en su religión, como para los más “especialistas”, quienes muchas veces, es verdad, olvidan que la superestructura ideológica, el mundo de la teología y de las ideas, está muy condicionado por la infraestructura material en donde se desarrolla. Saludos cordiales de Antonio Piñero. www.antoniopinero.com
Miércoles, 10 de Febrero 2010
NotasHoy escribe Antonio Piñero El libro que hoy presentamos es el último de los tres que, según creo recordar, prometimos comentar en este blog. Su autor, Joaquín González Echegaray es arqueólogo y ha trabajado muchos años en el Próximo Oriente. Los datos de la obra que reseñaremos son los siguientes: Joaquín González Echegaray, Los Hechos de los apóstoles y el mundo romano (Colección “Ágora” 9). Editorial Verbo Divino, Estella, 2002, 298 pp. ISBN: 84-8169-476-2. La idea germinal del libro es introducir a los lectores en el complejo mundo, pero relativamente homogéneo, del Imperio romano a lo ancho de toda la cuenca mediterránea, donde se desarrolla la acción de los personajes presentados en los Hechos de los apóstoles: los que constituían la comunidad primitiva, más Pedro, Pablo y sus colegas. La base ideológica o armazón del libro es muy sensata: no puede entenderse bien el texto de los Hechos de los apóstoles, compuesto hace tanto tiempo y en unas circunstancias sociológicas e históricas tan distintas a las del siglo XXI, sin conocer al menos someramente la geografía, las instituciones, las costumbres, los medios de vida, las religiones circundantes al cristianismo naciente, etc., propios de aquella época. El objetivo que se presenta González Echegaray es aportar esta información -que muchas veces el autor de los Hechos da por sabida- de una forma fácil, clara y amena. Esta información está basada en el amplio conocimiento científico de la bibliografía especializada, que normalmente no llega a las manos del creyente interesado, por parte del autor que comentamos. González Echegaray ha concebido este libro como un volumen de apoyo (lo que los ingleses llaman un “companion”, un compañero) para los que se acercan a la lectura seria de los Hechos. Y no sólo de esta obra, sino también del conjunto de las epístolas de Pablo y del Nuevo Testamento en general, que se mueve también en ese mundo. Afirma el autor que su obra no es un volumen de mera divulgación de ideas ajenas, sino que contiene muchas aportaciones propias, fruto del trabajo personal y del contacto directo con el objeto de la investigación. Se trata, pues, de un libro intermedio entre un texto científico –eso sí, claro y ameno- y una obra de divulgación. Después de presentar el contenido sintético de los Hechos, los focos de atención que pretende su autor –no duda de que es el mismo que el del tercer evangelio, como la inmensa mayoría de los investigadores-, su género literario, su parentesco con otros historiadores antiguos, como Tucídides, al que imita expresamente sobre todo en la composición de los discursos, y de tratar levemente la cuestión de la historicidad general de la obra (para él muy elevada), González Echegaray introduce al lector en el mundo circundante. Los temas tratados son los siguientes: cuál era la organización del Imperio romano, las provincias y sus gobernadores, más un breve esbozo de la vida y personalidad de los emperadores que aparecen en los Hechos, desde Tiberio y Nerón. Se tratan también las cuestiones en torno a la ciudadanía romana de Pablo. Luego aborda el autor la descripción de las ciudades representadas en los Hechos y las líneas generales de su administración, tanto las ciudades de Israel/Palestina, como de Siria y Chipre, Europa, Jerusalén y Roma. El apartado de los viajes y transporte en aquella época es muy interesante, tanto el terrestre como el marítimo, porque con las mercancías iban también la correspondencia y el intercambio de ideas. Piénsese que con buen tiempo, una carta de Alejandría para Roma podía llegar a su destino -por mar hasta Ostia, y luego por tierra hasta la Urbe- ¡en una semana o un poco más!, casi como hoy día. El autor describe cómo era la casa mediterránea típica, la de los ricos especialmente (sobre la de los pobres apenas hay menciones) sobre todo la romana, junto con el significado de la casa y familia, tan importantes en la expansión primera del cristianismo. Naturalmente, se trata aquí también el tema de las comidas, de los alimentos puros e impuros, y de los “banquetes” comunes en las iglesias apostólicas. Ocupan un capítulo completo los espectáculos, juegos escénicos, competiciones atléticas, los espectáculos en el circo y la representación que en el Nuevo Testamento, tanto como reales o como metáforas ocupan un espacio destacado. Tan interesante como éste es el tratamiento otorgado al ejército romano en el siglo I, a la cuestión de cómo eran las tropas estacionadas en Siria y Judea, y el comportamiento de los militares descritos por Lucas en el libro de los Hechos, en general siempre vistos con buenos ojos. Finalmente, el autor estudia los restos arqueológicos y las noticias de los historiadores o tratadistas antiguos sobre las religiones del Imperio Romano con las que debía competir el cristianismo naciente: el influjo de las religiones orientales y el sustrato de creencias y prácticas de las mal llamadas “religiones” de misterios (mejor “cultos” de misterio o mistéricos), la crisis de la religiosidad entre las capas más reflexivas del Imperio y el reflejo del mundo religioso del Mediterráneo romano en el libro de los Hechos. La obra tiene abundancia de mapas, planos y figuras, por ejemplo, los del itinerario de Pablo en sus viajes según el plan de los Hechos, que los divide en tres amplias aventuras misioneras (los tres “viajes”). Hay abundante mención en la bibliografía de lo que se ha escrito en lengua española sobre los temas tratados en el libro, y el índice analítico de materias es bastante completo. En la próxima postal expondremos nuestros desiderata a propósito de este libro y algunas leves críticas. Saludos cordiales de Antonio Piñero. www.antoniopinero.com ………………………… CURSO DE PRIMAVERA DE LA UNIVERSIDAD CASTILLA-LA MANCHA Sede de CUENCA Curso sobre “ATEOS Y CREYENTES. Argumentos a favor o en contra de la fe”. Fecha: 11-13 de marzo 2010 PROGRAMA: Jueves 11 de marzo 2010 17,00-18,45 ¿El estudio de la Biblia nos lleva a la fe o al ateísmo? Xavier Pikaza y Antonio Piñero 19,00-20,45 Las religiones orientales ¿se basan también en la fe?Agustín Paniker y Juan Masiá Viernes 12 de Marzo 2010 17,00-18,45 ¿Qué sería la fe para Jesús de Nazaret?Alexander Zatyrka y José Manuel Martín Portales 19,00-20,45 ¿Es necesaria la fe para vivir? Fernando Bermejo y Abdelmumin Aya Sábado 13 de marzo 2010 17,00-18,45 Fe cristiana y paganismo. Dos creencias enfrentadasJacinto Choza y Jesús Garay 19,00-20,45 La experiencia mística, ¿culminación o superación de la fe? Santiago Catalá y Yaratullâ Monturiol 13,45. CLAUSURA Para más información Vicerrectorado de Extensión Universitaruia e-mail: extension.universitaria@uclm.es http://extensionuniversitaria.uclm.es
Martes, 9 de Febrero 2010
NotasHoy escribe Antonio Piñero Explicamos hoy brevemente el contenido de 1 Cor 5-19. He aquí el texto: Se apareció a Cefas y luego a los Doce; 6 después se apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales todavía la mayor parte viven y otros murieron. 7 Luego se apareció a Santiago; más tarde, a todos los apóstoles. 8 Y en último término se me apareció también a mí, como a un abortivo. 9 Pues yo soy el último de los apóstoles: indigno del nombre de apóstol, por haber perseguido a la Iglesia de Dios. 10 Mas, por la gracia de Dios, soy lo que soy; y la gracia de Dios no ha sido estéril en mí. Antes bien, he trabajado más que todos ellos. Pero no yo, sino la gracia de Dios que está conmigo. 11 Pues bien, tanto ellos como yo esto es lo que predicamos; esto es lo que habéis creído. Como prueba irrefutable de la resurreción de Jesús, Pablo presenta ahora el testimonio de quienes han gozado de una aparición del Resucitado. La tradición evangélica (menos el Evangelio de Marcos -en su final auténtico que acaba en el v. 8- que nada dice de este acontecimiento; el final añadido en el siglo II, vv. 9-11, sí lo afirma igual) da testimonio unánime de que hubo apariciones de Jesús a mujeres. En algún caso incluso, en el Evangelio de Juan capítulo 20, se recoge la tradición de que la primera aparición de Jesús no fue a Pedro, ni a Santiago, sino a María Magdalena. Los relatos evangélicos de apariciones fueron compuestos bastantes años después de esta Carta primera a los Corintios (Cor A) y tienen un desarrollo literario legendario-tradicional; es decir, deben de ser escenificaciones diversas de un simple dato tradicional: “Jesús se apareció a…”. Con otras palabras tales relatos de los Evangelios “literaturizan” experiencias visionarias de los primeros seguidores de Jesús Pablo, sin embargo, no habla de estas apariciones a mujeres, sino sólo de las acontecidas a varones. Los comentaristas afirman unánimemente que la razón es jurídica: para un judío el testimonio de una mujer no era válido. Así pues, como el Apóstol excluye el testimonio de las mujeres, no sabemos si la aparición a Pedro fue –según la tradición cristiana primitiva- la primera absolutamente según el orden cronológico, o bien la primera fue efectivamente a una mujer: María de Magdala. Aquí chocan los testimonios de Pablo y Juan, en su evangelio (Jn 20,13-18). Al autor de este último parece tenerle sin cuidado la tradición jurídica judía de no considerar válidos el testimonio de las féminas. Este hecho debe de ser un reflejo de la importancia de las mujeres en la comunidad que está detrás del relato evangélico del Cuarto Evangelio. Tenemos la impresión, leyendo la literatura cristiana primitiva, que allá donde hay un cristianismo de tono místico, profético o extático (Evangelio de Juan; primeras comunidades paulinas; secta profética cristiana de los seguidores de Montano, en el siglo II + algunas sectas gnósticas como la que está detrás del "Evangelio de María"), encontramos mujeres en los puestos importantes de la Iglesia, y menos o ninguna donde se halla un cristianismo más jurídico, normativo, episcopal. El que Pablo no acepte el testimonio de las mujeres en ese caso no es prueba de antifeminismo o de lo contrario que estoy sosteniendo como impresión. Se trata aquí de argumentar a los adversarios, quizás sensibles a prejuicios contra el testimonio de mujeres, como en el judaísmo normativo. Pablo distingue entre los Doce (v. 5) y “todos los apóstoles”. Por ello parece que toma el sustantivo “apóstol” de una manera amplia, no restrictiva: apóstoles serían los más ilustres entre los que predicaban la Palabra por ser también discípulos directos de Jesús, aunque no los íntimos. Los evangelios no hablan de esta aparición a “todos los apóstoles”, ni de la otorgada a Santiago, el “hermano del Señor”, ni de la regalada a los “quinientos hermanos”. Tampoco de la aparición a Pablo, aunque él siempre lucha en todas sus cartas autotitulándose “apóstol” para que se le reconozca que es tan apóstol como cualquiera de los Doce. Pablo presenta, pues, aquí tradiciones particulares. El Apóstol se llama a sí mismo “abortivo” (en griego la palabra utilizada, éktroma, puede significar “alguien nacido a destiempo”, así como “monstruo de la naturaleza”). Probablemente Pablo alude a su llamada-vocación tardía al apostolado, que une a su anterior lacra de perseguidor de los fieles cristianos. 1 Cor 15,12-19: 12 Ahora bien, si se predica que Cristo ha resucitado de entre los muertos ¿cómo andan diciendo algunos entre vosotros que no hay resurrección de los muertos? 13 Si no hay resurrección de los muertos, tampoco Cristo resucitó. 14 Y si no resucitó Cristo, vacía es nuestra predicación, vacía también vuestra fe. 15 Y somos convictos de falsos testigos de Dios porque hemos atestiguado contra Dios que resucitó a Cristo, a quien no resucitó, si es que los muertos no resucitan. 16 Porque si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó. 17 Y si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana: estáis todavía en vuestros pecados. 18 Por tanto, también los que durmieron en Cristo perecieron. 19 Si solamente para esta vida tenemos puesta nuestra esperanza en Cristo, ¡somos los más dignos de compasión de todos los hombres! 20 ¡Pero no! Cristo resucitó de entre los muertos como primicias de los que durmieron. Pablo insiste en el valor de la tradición (v. 12) y en la imposibilidad de que su predicación –que se debe a una revelación directa de Dios (Gál 1)- haya sido vana. Él es un hombre de palabra y no un mentiroso (1 Cor 15,15). Por tanto, si afirma que hay resurrección, es verdad que existe. Para comprender el argumento de que la resurrección de Jesús es una “primicia”, hay que pensar en cómo esta palabra (en griego aparché) se utilizaba en la Ley y en la liturgia del Templo para expresar la parte selecta de los frutos que debían dedicar a Dios todos los fieles judíos. Entonces: si existe la primicia, es que existe también el resto de la cosecha. Si Jesús es la primicia de los hombres a los que representó en su sacrificio sobre la cruz, y si ha resucitado, también el resto, los que le son fieles por la fe, tendrán parte en su resurrección porque pertenecen “a la misma cosecha”, la humanidad renovada. Seguiremos en la próxima nota. Saludos cordiales de Antonio Piñero. www.antoniopinero.com ……………….. En el otro blog, de “Religiondigital”, el tema es: “Síntesis final del tema ¿Es tendencioso el Evangelio de Marcos?” Saludos de nuevo. ………………………… CURSO DE PRIMAVERA DE LA UNIVERSIDAD CASTILLA-LA MANCHA Sede de CUENCA Curso sobre “ATEOS Y CREYENTES. Argumentos a favor o en contra de la fe”. Fecha: 11-13 de marzo 2010 PROGRAMA: Jueves 11 de marzo 2010 17,00-18,45 ¿El estudio de la Biblia nos lleva a la fe o al ateísmo? Xavier Pikaza y Antonio Piñero 19,00-20,45 Las religiones orientales ¿se basan también en la fe?Agustín Paniker y Juan Masiá Viernes 12 de Marzo 2010 17,00-18,45 ¿Qué sería la fe para Jesús de Nazaret?Alexander Zatyrka y José Manuel Martín Portales 19,00-20,45 ¿Es necesaria la fe para vivir? Fernando Bermejo y Abdelmumin Aya Sábado 13 de marzo 2010 17,00-18,45 Fe cristiana y paganismo. Dos creencias enfrentadasJacinto Choza y Jesús Garay 19,00-20,45 La experiencia mística, ¿culminación o superación de la fe? Santiago Catalá y Yaratullâ Monturiol 13,45. CLAUSURA Para más información Vicerrectorado de Extensión Universitaruia e-mail: extension.universitaria@uclm.es http://extensionuniversitaria.uclm.es
Lunes, 8 de Febrero 2010
Notas![]()
Hoy escribe Antonio Piñero
La primera obra, cronológicamente, es la historia de la “Gran Rebelión”, como gustan llamarla muchos judíos de hoy, o la Guerra de los judíos, por antonomasia. El título de esta obra es incierto, pues se presenta en los manuscritos de dos formas: o bien simplemente Guerra (así el mismo Josefo en las Antigüedades; hay un manuscrito que complementa: Guerra judía contra los romanos), o bien, según la inmensa mayoría de los pergaminos, Conquista (de Jerusalén). Algunos investigadores han sostenido que este doble nombre responde a dos ediciones de la obra en griego, pero los argumentos no son totalmente convincentes. Sí es cierto que la Guerra fue primero redactada en arameo (lengua materna de Josefo) y luego reeditaba (en una sola edición) en griego. El contenido de la obra, dividido en siete libros, abarca desde el año 167 a.C. hasta el 74 d.C. Comienza con el intento de helenizar Palestina promovido por el rey sirio/griego Antíoco IV Epífanes y la reacción de los judíos: la revuelta de los Macabeos y su éxito. Sigue luego la historia de los reyes de esta dinastía hasta la designación de Herodes el Grande como rey de Israel por parte de Roma. El libro II narra los acontecimientos que median entre el 4 a.C. (muerte de Herodes) hasta el 66 d.C.: reinado de Arquelao, deposición de éste por parte de Roma, conversión de Judea en provincia romana, gobierno de los sucesivos prefectos/procuradores. Esta parte concluye con la intervención contra los judíos de Cestio Galo, legado de Siria, su derrota y el comienzo formal de la guerra. El libro III va desde la primavera hasta el otoño del 67: Nerón envía al general Vespasiano para apaciguar la provincia. Los romanos inician el ataque a Judea desde el norte; toma de varias ciudades de Galilea, entre ellas Jotapata, defendida por Josefo. Rendición de éste y paso a los romanos. El libro IV abarca el lapso entre el otoño del 67 y el otoño del 69: El celota Juan de Giscala entra en Jerusalén. Vespasiano sigue su marcha victoriosa, conquista el norte de Judea y bloquea la capital. Sus tropas lo proclaman emperador, libra a Josefo, deja el mando a su hijo Tito y viaja hasta Alejandría, para desde allí dirigirse a Roma. El libro V, desde la primavera hasta Junio del 70, muestra a Tito organizando el asedio de Jerusalén: los muros tercero y segundo caen ante la presión romana. Siguen luego diversas vicisitudes del asedio, exhortaciones de Josefo a los defensores instando la rendición, cómo es herido y está a punto de muerte, consejo extraordinario de guerra de los romanos y decisión de construir un muro de circunvalación para ahogar a la capital judía. El libro VI se concentra en los hechos de julio a septiembre del 70, y describe la caída de la Torre Antonia, nuevas exhortaciones de Josefo y de Tito a los asediados, incendio de los pórticos del Templo, hambre y antropofagia en Jerusalén, incendio final del Santuario y conquista de toda la ciudad. El último libro, VII, va desde el 70 al 74. Jerusalén es demolida, Tito se retira de Judea; descripción de la procesión triunfal de Vespasiano y Tito en Roma en conmemoración de la victoria, y conquista de los últimos reductos de la resistencia: las fortalezas de Maqueronte y de Masadá. Otro templo de los judíos en Leontópolis, en Egipto, es también arrasado. La Guerra de los judíos, que hoy conocemos, fue escrita en griego y publicada en Roma en el 75 d.C. durante el reinado de Vespasiano. Puede parecer raro que la lengua escogida no fuera el latín, pero las clases superiores o simplemente letradas eran por la época bilingües en Roma (piénsese que a mitad del siglo II d.C. la lengua dominante de la potente iglesia cristiana de Roma era aún el griego). Si se quería que una obra tuviera difusión en las dos partes del Imperio, occidental y oriental, debía redactarse en griego. En el momento de aparición de la Guerra ya circulaban otras historias sobre lo acontecido en Judea, pero Josefo, como antiguo general judío y testigo presencial de los hechos, pretende contraponer su visión, más objetiva, según él, a la de otros. Su intención, además, era política: quería poner de relieve el poderío romano y las grandezas de sus protectores, Vespasiano y Tito, que acababan de fundar una nueva dinastía de emperadores, los Flavios, a la vez que destacaba la heroicidad y entereza del pueblo judío en su conjunto. Al mismo tiempo, y respecto a su propio pueblo, la intención de la obra era proclamar ante sus connacionales judíos que era inútil y pernicioso oponerse al poderío y la organización del Imperio. Los romanos contaban con el beneplácito divino y habían formado, bajo su égida, un conjunto ordenado de naciones que podía vivir en paz y prosperidad, si respetaban las normas de convivencia… dictadas por quienes mandaban. Saludos cordiales de Antonio Piñero. www.antoniopinero.com ………………………… CURSO DE PRIMAVERA DE LA UNIVERSIDAD CASTILLA-LA MANCHA Sede de CUENCA Curso sobre “ATEOS Y CREYENTES. Argumentos a favor o en contra de la fe”. Fecha: 11-13 de marzo 2010 PROGRAMA: Jueves 11 de marzo 2010 17,00-18,45 ¿El estudio de la Biblia nos lleva a la fe o al ateísmo? Xavier Pikaza y Antonio Piñero 19,00-20,45 Las religiones orientales ¿se basan también en la fe?Agustín Paniker y Juan Masiá Viernes 12 de Marzo 2010 17,00-18,45 ¿Qué sería la fe para Jesús de Nazaret?Alexander Zatyrka y José Manuel Martín Portales 19,00-20,45 ¿Es necesaria la fe para vivir? Fernando Bermejo y Abdelmumin Aya Sábado 13 de marzo 2010 17,00-18,45 Fe cristiana y paganismo. Dos creencias enfrentadasJacinto Choza y Jesús Garay 19,00-20,45 La experiencia mística, ¿culminación o superación de la fe? Santiago Catalá y Yaratullâ Monturiol 13,45. CLAUSURA Para más información Vicerrectorado de Extensión Universitaruia e-mail: extension.universitaria@uclm.es http://extensionuniversitaria.uclm.es
Domingo, 7 de Febrero 2010
Notas
Hoy escribe Antonio Piñero
Concluyo hoy la reseña a la obra sobre el proyecto de Pablo de Senén Vidal. Por último, expusimos en nuestro comentario al libro anterior de Vidal, cómo me parecía imposible que Jesús, como fiel judío hasta el final de su vida, hubiera podido entender la eucaristía tal como la comprende Pablo. Y dijimos que –fuera de todo comentario lingüístico y aparte de la imposibilidad para un judío de beber sangre, ni aun simbólicamente- si el Jesús judío, que tres días antes había entrado como mesías regio en Jerusalén y había “purificado el Templo”, convencido de su valor de mediación ante Dios, hubiera instituido la eucaristía del como la entiende Pablo, habría hecho explotar de inmediato toda su religión judía, tan patente en el evangelio. En efecto, hemos sostenido que Jesús, instituyendo la Eucaristía como sostiene Pablo, el primero cronológicamente, habría roto con nociones fundamentales de su religión como: el valor mediador del Templo ante Dios; el valor del sacerdocio derivado de Aarón; el valor de los ‘sacramentos’ de expiación del judaísmo; y el valor de la alianza establecida por Dios en el Sinaí, reemplazada por otra nueva, que no es la “nueva” del profeta Jeremías (la antigua, pero renovada), sino otra radicalmente novedosa. Todo ello habría hecho del Jesús histórico de facto el fundador de un nuevo culto y de una nueva religión, cosa que jamás fue a tenor de lo que piensa un inmenso número de investigadores de todo tipo de adscripción confesional o no. Parte de mi argumentación al respecto está ligada a la idea de que la comunidad judeocristiana de Jerusalén (descrita por los Hechos de los apóstoles y que según la hipótesis de Vidal tiene que ser necesariamente la transmisora de la tradición sobre la Eucaristía”, ya que sólo los apóstoles estaban presentes), los primerísimos seguidores de Jesús, no conocía la institución de la Eucaristía como la describen Pablo y Marcos. He argumentado que la frase “fracción del pan” no significa en los Hechos de los apóstoles –aparte desde luego del testimonio claro de la Didaché- la eucaristía marcana/lucana y paulina. El contraargumento de Senén Vidal -y de algunos lectores de este blog- es que tratándose de la misma obra Evangelio-Hechos, la “fracción del pan” significa sin más y automáticamente la “Eucaristía” al modo paulino…, ¡en la comunidad de Jerusalén! Mi opinión al contrario se basa en que Lucas, para el principio de los Hechos, la segunda parte de su doble obra, escrita quizá un par de años después de la primera parte, el Evangelio, se basa en que Lucas usa fuentes distintas, que sigue bastante al pie de la letra y que esas fuentes ofrecen otra realidad diversa a la de la Última Cena. La prueba de que el Evangelio y Hechos pueden mantener en realidad tradiciones muy distintas con las misma palabras incluso es, por ejemplo, la siguiente: en el Evangelio se afirma Que la ascensión de Jesús tuvo lugar en el mismo día de la resurrección (Lc 24,51 en el contexto de todo ese capítulo) y en Betania (24,50); en Hechos, que sigue probablemente otra fuente como veremos, la ascensión de Jesús tuvo lugar en el Monte de los Olivos (Hch 1,12), cuarenta días después de la resurrección (Hch 1,3); mientras que Cristo se sitúa frente a los discípulos para bendecirlos en Lucas 24,50, en los Hechos, por el contrario, Jesús es arrancado de los discípulos, quienes permanecen tan desconcertados que son necesarios dos ángeles para mantenerlos en pie. Hay aquí unas contradicciones tan palmarias que deben postularse necesariamente dos situaciones. a) Lucas escribe el comienzo de los Hechos bastante tiempo después del final del Evangelio; b) está usando en los Hechos una fuente distinta para la ascensión, fuente que sigue dócilmente. • Que Jesús fue enterrado por José de Arimatea, quien envolvió a Jesús en una sábana y depósito su cuerpo en su propio sepulcro, uno nuevo tallado en la roca (Lc 23, 51-53). Por el contrario, en los Hechos se sostiene que Jesús fue enterrado –probablemente en una fosa común a tenor del texto- por los mismos que lo habían acusado, que lo habían entregado a Pilato y causado su muerte, es decir, los sumos sacerdotes y otros dirigentes del pueblo: Hch 13,27-29: "27 Los habitantes de Jerusalén y sus gobernantes no reconocieron a Jesús. Por tanto, al condenarlo, cumplieron las palabras de los profetas que se leen todos los sábados. Aunque no encontraron ninguna causa digna de muerte, le pidieron a Pilato que lo hiciera ejecutar. Después de llevar a cabo todas las cosas que estaban escritas acerca de él, lo bajaron del madero y lo sepultaron". ¡He aquí tradiciones también incompatibles! Por tanto, Lucas en Hechos puede recoger otras tradiciones muy distintas que transcribe tal cual, sin caer en la cuenta de que son contradictorias. Igualmente ocurre con la “fracción del pan”, que él nombra sin más, sin nunca explicitar rito ni institución alguna. Prueba suplementaria y por comparación: en todos los padres griego y latinos, hasta finales del siglo IV, no encontramos ni la menor mención, ni una, sobre que la “fracción del pan” en el episodio de los dos discípulos de Emaús (Lc 24,31), gracias a la cual reconocieron que el misterioso caminante que viajaba con ellos era Jesús, contuviera una alusión a la eucaristía. Empieza a explicarse que la fracción del pan pudo ser la Eucaristía sólo con san Agustín ¡a finales del siglo IV! Por analogía, pues: es lícito pensar que la mera frase “la fracción del pan” en los Hechos de los apóstoles puede aludir simplemente y sólo a la comida en común de los cristianos de la primera comunidad de Jerusalén, una comida relativamente solemne, realizada al igual que los actos de comensalidad de Jesús con sus discípulos a lo largo de su vida pública, y que no se refiere necesariamente, ni mucho menos, a la Eucaristía. Y a ello añado que esto es lo más verosímil si se junta con el ejemplo de la Didaché. Las mismas razones que impedirían al Jesús histórico aceptar tal reinterpretación de los hechos y dichos que tuvieron lugar en su última cena –como los interpreta Pablo- son válidos para el judeocristianismo de Jerusalén, sin excepción alguna. Y volviendo al libro de Senén Vidal: a pesar de mis dificultades pienso que es un buen intento, un intento muy honesto e inteligente de explicar el pensamiento de Pablo contenido en sus cartas auténticas desde el punto de vista del núcleo de la teología paulina, una teología que es totalmente mesiánica, que desarrolla la doctrina de la salvación de judíos y gentiles dentro del marco del evento mesiánico, la plenitud de los tiempos con la venida de Jesús y su muerte redentora… y su deseo de hacerlo conectar con el Jesús histórico y con la comunidad mas antigua que transmite la Última Cena. La explicación de muchos puntos de sus cartas –ya aclarados en parte en otras obras suyas, sobre todo en “Las cartas originales de Pablo”, de 1996, aún pendiente de comentario y en Pablo. De Tarso a Jerusalén, ya comentada- es muy válido, independientemente de que se conecte o no con Jesús y sus inmediatos seguidores. Pienso que hay muchos comentaristas de Pablo que explican su “teología” intentando formar un sistema lo más homogéneo y compacto posible, olvidando que el núcleo del pensamiento el Apóstol no es ni siquiera un rudimentario “tratado de cristología” (explicación de Jesús como mesías), sino sólo de su consecuencia, es decir sólo es en realidad un compendio de soteriología, de un sistema de cómo el pagano debe salvarse incorporándose por injerto al olivo del verdadero Israel del final de los tiempos. Pero su tesis central de que esta idea es tan sólo un desarrollo y explicitación del pensamiento del Jesús histórico al final de su vida, en sus dos o tres últimos días, no me parece convincente. Y es más no me parece que Vidal lo haya probado. Saludos cordiales de Antonio Piñero. www.antoniopinero.com
Viernes, 5 de Febrero 2010
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Editado por
Antonio Piñero
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Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.
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Tendencias 21 (Madrid). ISSN 2174-6850 |