NotasHoy escribe Antonio Piñero Pasaje final sobre el tema de la resurrección en la correspondencia a los corintios, carta A = 1 Cor 15, 50-58: 50 Os digo esto, hermanos: La carne y la sangre no pueden heredar el Reino de los cielos: ni la corrupción hereda la incorrupción. 51 ¡Mirad! Os revelo un misterio: No moriremos todos, mas todos seremos transformados. 52 En un instante, en un pestañear de ojos, al toque de la trompeta final, pues sonará la trompeta, los muertos resucitarán incorruptibles y nosotros seremos transformados. 53 En efecto, es necesario que este ser corruptible se revista de incorruptibilidad; y que este ser mortal se revista de inmortalidad. 54 Y cuando este ser corruptible se revista de incorruptibilidad y este ser mortal se revista de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: La muerte ha sido devorada en la victoria. 55 ¿Dónde está, oh muerte, tu victoria? ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? 56 El aguijón de la muerte es el pecado; y la fuerza del pecado, la Ley. 57 Pero ¡gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por nuestro Señor Jesucristo! Cuando Pablo dice que la “carne y la sangre no puede heredar el reino de Dios” está cambiando totalmente –como es usual en su teología- la noción del reino de Dios que había “heredado” de Jesús. Pues se supone que cuando Pablo recibió la “llamada”, que supuso su “conversión”, inmediatamente los fieles a Jesús en la comunidad judeocristiana de Damasco le instruirían sobre este tema. Que, por cierto poco tendrían que instruirle, pues se supone que si Pablo conocía a fondo su religión judía sabía más o menos que era el “reino de Dios” para un judío de su época. Pero vamos a hacer un esfuerzo por sintetizar qué pensaba Jesús al respecto. El concepto del reino de Dios como tal nunca fue explicado por Jesús, pues éste daba por supuesto que sus oyentes lo entendían. El Nazareno sólo hablaba en sus parábolas de lo importante que era el Reino, y de algunas de sus características más llamativas (por ejemplo: que vendría pronto, como un ladrón por la noche; que era tan valioso que convenía vender todo por acceder a él, etc.). Hay que suponer, por tanto, que Jesús albergaba sobre el reino de Dios unas ideas similares a las de sus oyentes judíos. Reconstruyendo el pensamiento del Nazareno a través de los dichos que de él quedan y del pensamiento judío de su entorno, podemos pensar que –al igual que su discípulo lejano y tardío, el autor del Apocalipsis de Juan, compuesto en el 96 d.C.- Jesús creía muy probablemente en dos fases del reino divino. Una , la primera, tendría lugar muy pronto, en el futuro, de modo inmediato, sobre la tierra de Israel profundamente renovada por Dios; por ejemplo, el país tendría un templo nuevo hecho por la divinidad, no por mano humana. Los que consiguieran entrar en el Reino vivirían una vida feliz, llena de bienes espirituales pero también materiales (¡el ciento por uno de lo que hubieran abandonado por Jesús!), y los que antes eran pobres y lloraban por la injusticia estarían hartos y consolados. Este Reino duraría un tiempo limitado, quizá un milenio, como afirma el Apocalipsis en 20,5, después de una primera derrota de Satanás. En él no habría matrimonio ni sexo (éste es el sentido probable de Lc 20,34-36: “No habrá matrimonio en el reino futuro; serán como ángeles”) probablemente porque todos los que participen de él habrían de vivir tanto cuanto durara el Reino: una vida larga, lo mismo que los primeros patriarcas antediluvianos como Adán, Abrahán, Matusalén, etc. Los participantes en el Reino futuro están simbolizados en el Apocalipsis por los justos fieles al mensaje de Jesús, cuyo número simbólico es de 144.000 (doce mil por cada tribu del verdadero Israel). Los que no estuvieren con vida a la llegada del Reino, resucitarán para tomar parte en él. Luego vendría la segunda fase, el reino de Dios definitivo, tras la segunda y absoluta derrota de Satanás. El emplazamiento de ese Reino sería ultraterreno, la Jerusalén celestial, descrita simbólicamente en el Apocalipsis desde 21,2 a 22,5, y su duración será eterna (Ap 22,5). Esta breve y sintética reconstrucción del Reino de Dios según Jesús a partir de los evangelios y el Apocalipsis no es absolutamente segura, ya que éstos textos se escribieron entre 40 a 70 años después de la muerte de Jesús, y han sufrido la influencia de la teología paulina, en la cual el reino terrenal de Jesús mesías con sus fieles queda muy difuminado, tanto que parece casi ultraterreno… como comentaremos a continuación. Si la “carne y la sangre no hereda el reino de Dios”, estamos en los antípodas del pensamiento de Jesús y del judaísmo del momento, pues por su misma esencia el reino de Dios es material, al menos en un primer momento. Y ahora obsérvese en los vv. 51 y 52, transcritos arriba, cómo se imagina Pablo el comienzo del Reino que parece identificar con el fin del mundo. Además, aquí Pablo es consistente consigo mismo: el panorama que pinta es muy parecido al que antes había descrito ya a los Tesalonicenses (4,13-18): Hermanos, no queremos que estéis en la ignorancia respecto de los muertos, para que no os entristezcáis como los demás, que no tienen esperanza. 14 Porque si creemos que Jesús murió y que resucitó, de la misma manera Dios llevará consigo a quienes murieron en Jesús. 15 Os decimos eso como Palabra des Señor: Nosotros, los que vivamos, los que quedemos hasta la Venida del Señor no nos adelantaremos a los que murieron. 16 El Señor mismo, a la orden dada por la voz de un arcángel y por la trompeta de Dios, bajará del cielo, y los que murieron en Cristo resucitarán en primer lugar. 17 Después nosotros, los que vivamos, los que quedemos, seremos arrebatados en nubes, junto con ellos, al encuentro del Señor en los aires. Y así estaremos siempre con el Señor. 18 Consolaos, pues, mutuamente con estas palabras. Seguiremos en la próxima nota. Saludos cordiales de Antonio Piñero. www.antoniopinero.com En el otro blog, de “Religiondigital”, el tema es: “Ingredientes para una teología antisexo en el cristianismo” Saludos de nuevo. Presentamos de nuevo el programa del Curso de Primavera de la Universidad ce Castilla-La Mancha, sede en Cuenca: CURSO DE PRIMAVERA DE LA UNIVERSIDAD CASTILLA-LA MANCHA Sede de CUENCA Curso sobre “ATEOS Y CREYENTES. Argumentos a favor o en contra de la fe”. Fecha: 11-13 de marzo 2010 PROGRAMA: Jueves 11 de marzo 2010 17,00-18,45 ¿El estudio de la Biblia nos lleva a la fe o al ateísmo? Xavier Pikaza y Antonio Piñero 19,00-20,45 Las religiones orientales ¿se basan también en la fe?Agustín Paniker y Juan Masiá Viernes 12 de Marzo 2010 17,00-18,45 ¿Qué sería la fe para Jesús de Nazaret?Alexander Zatyrka y José Manuel Martín Portales 19,00-20,45 ¿Es necesaria la fe para vivir? Fernando Bermejo y Abdelmumin Aya Sábado 13 de marzo 2010 10,00-11,45 Fe cristiana y paganismo. Dos creencias enfrentadasJacinto Choza y Jesús Garay 12,00-13,45 La experiencia mística, ¿culminación o superación de la fe? Santiago Catalá y Yaratullâ Monturiol 13,45. CLAUSURA Para más información Vicerrectorado de Extensión Universitaruia e-mail: extension.universitaria@uclm.es http://extensionuniversitaria.uclm.es
Viernes, 26 de Febrero 2010
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Editado por
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.
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