CONO SUR: J. R. Elizondo

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PREGUNTAS PARA PRESIDENTES José Rodríguez Elizondo

Publicado en La Segunda, 23.3.2012

 

 

Con motivo de la visita de la Presidenta Cristina Fernández,  el Presidente Sebastián Piñera reiteró “el más firme respaldo de nuestro país a los derechos de Argentina”, en el caso de las islas Malvinas.

Pregunta técnica: ¿a qué tipo de derechos aludió S.E?

 

Opino, de puro intruso, que no a  los históricos, pues la Historia da la razón al que la pida. Invocándola, hasta los descendientes de los vikingos podrían interponer alguna tercería. En el pasado, cuando alguna potencia naval europea se aburría de montar guardia en esas islas inhóspitas, se iba y dejaba un cartelito para notificar que le pertenecían. Algo así como las tarjetas “reservado”, que uno encuentra en las primeras filas de cualquier evento… y que pocos respetan. De paso, el nombre Malvinas viene de Francia.

Tampoco creo que aluda a derechos puramente jurídicos (si es que cosa tal existe). Primero, porque el uti possidettis español tiene más excepciones que reglas generales. Segundo, porque no existe tratado entre Argentina y alguna de las potencias que dejaban cartelitos. Tercero, porque tampoco existe litis pendiente con el Reino Unido ante jueces internacionales. Cuarto, porque el Derecho Internacional es más opinable que el interno y los jueces, que lo saben, tienden a dividir la guagua.

Si nuestro Presidente pensó en los derechos de la cercanía, entraríamos al terreno de la geopolitíca pura y dura: la argentinidad de las islas sería efecto de la atracción del núcleo de cohesión continental. Al respecto, escuché al novelista argentino Martín Caparrós, en el programa argentino de televisión “Palabras más, palabras menos”, relativizando el argumento con porteña ironía. Si fuera por la cercanía o la continuidad de la plataforma marítima, dijo, España debiera pedir la anexión de las islas británicas.

Por eso, los derechos que Chile apoya son (creo) los que generó la voluntad política del Estado argentino. Más precisamente, la identificación de esa voluntad con la Historia, el Derecho y la Corta Distancia. Aclaro que tal reducción a la voluntad política no es para nada peyorativo pues, como la fe, puede mover montañas. Así lo demuestra el éxito de Argentina al sensibilizar a la Asamblea General de la ONU y agregar las voluntades políticas de sus vecinos y de la región. Aquí añado una imaginaria nota al pie: antes de su inconcebible chapuza de 1982, la Junta Militar quiso agregar a los EE.UU, con base en esa Doctrina Monroe que cerró el continente a las potencias europeas. Pronto quedó claro que, por una decisión política de guerra fría, Ronald Reagan estaba con Margaret Thatcher y contra James Monroe, su doctrinario predecesor.

Por cierto, esa voluntad política no surgió del vacío ni de la emoción anticolonial. El movilizador lema “Malvinas argentinas” refleja intereses económicos y geopolíticos tangibles: el control de las riquezas naturales de las islas y su entorno marítimo, con énfasis en el petróleo; el control de los pasos interoceánicos y la proyección hacia el sur, robusteciendo pretensiones sobre el continente antártico.

Por lo señalado, la base real del apoyo de Chile sería (creo) nuestra soberanía política propia, lo cual supone a) entender que está en nuestro interés nacional apoyar a un pais hermano, con el cual estamos desarrollando una  integración exitosa, b) subordinar, sin desconocer, los temas que nos conflictúan, c) asumir que ese apoyo no se identifica con la enemistad hacia terceros, d) recordar que tampoco existe almuerzo gratis en la política internacional.

Si estoy cerca de la verdad, tendría que hacer una segunda pregunta, esta vez dirigida,      con todo respeto, a la Presidenta Fernández:

¿Asume el gobierno de S.E. que el apoyo político de Chile supone la reciprocidad política de Argentina?


José Rodríguez Elizondo
Sábado, 24 de Marzo 2012



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7votos
ISRAEL, IRAN Y ARMAGEDON José Rodríguez Elizondo

(Publicado en La Segunda, 9 de marzo, 2012)

 

 

La conquista del Lejano Oeste –lo sabemos por el cine- fue una expedición de colonizadores blancos, a bordo de carretas tipo container. En caso de ataque piel roja, las carretas se ponían en círculo y sus ocupantes disparaban desde el interior.

La expedición sionista hacia la tierra que Yahvé prometiera a Abraham, puede decodificarse en esa clave: los judíos de la diáspora, inspirados por la profecía de Theodor Herzl, fueron volviendo a su vieja tierra hasta que, en 1948, seis países árabes los atacaron. El patriarca en ejercicio, David Ben Gurión puso entonces sus carretas en círculo y, tras derrotar a los atacantes, fundó el Estado Judío de Israel.

Lo peliagudo de esa sinopsis es que el círculo se mantiene, hasta la fecha y con diámetro mayor. Es que, tras el primer ataque, Ben Gurion y los suyos se quedaron con más territorio del que les reconoció la ONU en 1947. Por eso, los árabes y sus aliados acusan el expansionismo colonialista de Israel y los judíos israelíes replican que fue por razones de seguridad. Había que tomar posiciones estratégicas y, como prueba, ahí están las muchas guerras que siguieron ganando o empatando. A mayor abundamiento, invocan el aumento vegetativo de su población.

Por cierto, las cosas son bastante más complicadas, pues hay seguridades que insegurizan. Baste señalar que también sigue aumentando –y a un ritmo mayor- la población árabe-palestina que vive dentro y fuera de Israel. Esos palestinos se han convertido en símbolos de lucha para el mundo árabe-islámico, en todas sus variedades (invocándolos, Osama Bin Laden destruyó las Torres Gemelas). Por otra parte, el petróleo de ese mundo pesa mucho ante los demás países y esto incluye a los Estados Unidos, el supremo aliado de Israel.

Como si aquello fuera poco, el Dios Unico de todos participa en la polémica, pero no se la juega por ninguno. Esto añade una perplejidad metafisica, pues los líderes políticos pueden negociar limites o someter sus diferencias ante un tribunal internacional, pero no pueden negociar la voluntad de Dios. Por ese intersticio se cuelan los guerreros mártires del Islam y los colonos irreductibles de los asentamientos judíos, que quieren un Israel como el que narra la Biblia.

Hoy este pleito ya no cabe en el Medio Oriente. La globalización, más las armas de destrucción masiva de gran alcance, lo han puesto en el menú estratégico del planeta, cual nueva versión de Armagedon. La amenaza principal es un ataque preventivo de Israel a las instalaciones nucleares de Irán, para abortar su capacidad de producir armas atómicas. Si los guardianes internacionales de La Fuerza se descuidan (o prevarican), Mad Max  puede instalarse entre nosotros para siempre.

Ante esto, surge la pregunta recurrente e incómoda: ¿debe omitirse cualquier crítica a la política israelí, sólo porque emana de una democracia en funciones?

Creo que seria fatal. Y no sólo porque en democracia también se cometen chapuzas (si lo sabremos los chilenos). Además, porque la ruta a la eventual catástrofe también tiene hitos en Jerusalem. De hecho, “la razón de seguridad” ha sido una coartada para potenciar a los lideres intransigentes, en perjuicio de los inteligentes.

Eso lo saben y discuten, con franqueza estimulante, los mejores analistas de Israel. Uno de ellos, mi amigo Mario Wainstein, ha escrito que si el Primer Ministro Biniamin Netanyahu anunciara, dramáticamente, que Israel acepta negociar la creación de un estado palestino con base en las fronteras anteriores a 1967, “obtendría la aprobación internacional y, muy probablemente, la oposición de los palestinos”. Estos invocarían el "derecho al retorno" de los refugiados, Mahmud Abbas no podría impedirlo…pero, se desbloquearía el camino para “una solución de verdad”.

Discutible será, como todo lo que se debate allá. Lo importante es que muestra la lucha de los inteligentes por parlamentar, sacando a los intransigentes del círculo de las carretas.


José Rodríguez Elizondo
Sábado, 17 de Marzo 2012



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11votos
DESCUBRIENDO EL INFORME RATTENBACH José Rodríguez Elizondo

(Publicado en La Segunda, 24.2.2012)

Termino de leer el cuerpo principal del Informe Rattenbach (IR), sobre las responsabilidades políticas y estratégicas de los militares argentinos en la guerra de Las Malvinas. Su rigor y el frustrado afán de transparencia de sus autores -estuvo tres décadas en el limbo de los efectos urticantes-, me confirman que falta mucho para que las claves de esa tragedia sean asumidas a plenitud por nuestros vecinos. Ahora agrego que también los chilenos debemos procesarlo, para entender  lo complejo de nuestra relación bilateral.

Elaborado por seis oficiales superiores en retiro, ese documento expone  la acumulación de errores políticos, diplomáticos y estratégicos en que incurrieron los altos mandos en activo, antes y durante esa guerra. Entre ellos, la previa mutación de sus FF.AA en un sistema político con tres partidos autónomos; una profesionalidad castrense que, por lo mismo, menospreciaba la doctrina política de la democracia e ignoraba la doctrina militar de la “conjuntez”; la confusión entre la tosca bravata cuartelera y el liderazgo movilizador en tiempos de guerra; la diplomacia subordinada a una ideología nacionalista extrema y aislante; el reemplazo de una estrategia global  por una apuesta temeraria (la pasividad militar del Reino Unido) y políticamente aberrante (la simpatía de los EE.UU por la causa argentina). 

Los autores del IR tuvieron el coraje de personalizar. Sus lectores pueden identificar el patético comportamiento del canciller civil Nicanor Costa Méndez y el sombrío rol de uniformados decisivos. Entre ellos, el fanático almirante Isaac Anaya, el intelectualmente deficitario general Leopoldo Fortunato Galtieri y el asombrosamente inepto general Mario Benjamín Menéndez, jefe político y militar durante la breve ocupación de las islas. Salta la conclusión de que, para afirmar “el proceso” (léase, la dictadura), esos y otros tramoyistas lanzaron voladores de luces con camuflaje de misiles. Para ellos la guerra era un truco de opereta que su propia inepcia mutó en tragedia.

Por eso, el IR es urticante para los culpables y sus simpatizantes. Pero, no se entiende bien por qué todos los gobiernos democráticos que sucedieron a la dictadura –desde Raúl Alfonsín hasta Cristina Fernandez, en su primer mandato- lo hayan clasificado entre los objetos olvidables. Por qué no asumieron que ese texto, elaborado por militares de honor -por tanto, ajenos al “proceso”-, era el mejor aval para una institucionalidad castrense renovada, en la línea principista de Charles de Gaulle: “un ejercito revisa sus doctrinas y recompone sus reglamentos, corrigiendo los errores del último conflicto”.

La explicación, a mi juicio, está en el propio IR y se vincula con la tozudez de la dictadura argentina para mantener pendiente el conflicto del Beagle, pese a que la disuasión de las FF.AA chilenas ya se había revelado efectiva. En efecto, su texto revela que, hasta el 14 de junio de 1982 (día de la rendición), nuestro país era el enemigo teórico principal. Surrealistamente, el conflicto con el Reino Unido tenía “prioridad N°2” en la planificación previa. Esa percepción permea todo el documento y la sintetiza muy bien su parágrafo 581:

“Puestos frente a todo el poderío de Gran Bretaña, ante el cual los propios medios eran escasos, nuestra conducción se negó a abandonar la hipótesis de guerra en dos frentes. Esta negativa produjo considerables complicaciones en la conducción de nuestro poder de combate, teniendo en cuenta que la amenaza ‘Chile’ aferró no pocas de nuestras fuerzas”.

Como puede observarse, aquí no se alude a traiciones ni a fratricidios, pues el IR no pretende descargar en los chilenos las responsabilidades propias. Poniendo distancia con la demagogia y el encubrimiento, su conclusión es de toda lógica: tras la reacción británica, Argentina debió cambiar la dirección estratégica, abandonando la hipótesis de guerra bifronte. Para ese efecto, debió postergar el enfrentamiento con el Reino Unido o bien “resolver antes, diplomáticamente, el conflicto en el oeste”. 

Hoy, cuando el músculo duerme, deberíamos estudiar y proyectar ese momento difícil de nuestra historia común. Quizás descubriríamos que, más allá de la retórica de ocasión, argentinos y chilenos estamos estratégicamente amarrados por una dependencia  recíproca. Importante pues, hasta el momento, parece dominar la tesis de una dependencia  unilateral, donde Argentina sería el árbitro tácito de los conflictos de Chile con Perú y Bolivia. La guerra de las Malvinas y el IR demostraron que el vecino del este también puede depender, estratégicamente, de las decisiones de  Chile.

Esto explica, a mi juicio, la decisión de “fondear” el IR, tras su entrega el 16 de septiembre de 1983. El conflicto con Chile siguió vigente hasta 1984 y se pensó que no era bueno dar ese tipo de información al todavía enemigo eventual. Pero en 2012, cuando la integración argentino-chilena alcanza hasta a los ejércitos, esa excusa estaba sobrepasada con creces y así lo entendió la Presidenta Cristina Fernandez al abrir paso a su difusión.

Agreguemos que el conocimiento del IR ayudará a superar los resabios de una geopolítica fetichesca, que asignaba a Argentina la misión sagrada de impedir que Chile se colara en “el océano propio”.  Hoy, la vieja lucha por el control de los pasos oceánicos está sucumbiendo ante la demanda múltiple de corredores interoceánicos.  Esto implica una nueva mirada que, quizás, nos permita descubrir que ni Argentina tiene la misión divina de bloquearnos el Atlántico a los chilenos, ni los chilenos existimos para cerrar las puertas del Pacífico a nuestros hermanos argentinos.  

 


José Rodríguez Elizondo
Lunes, 27 de Febrero 2012



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6votos
LAS MALVINAS VISTAS DESDE EL PAISITO José Rodríguez Elizondo

(Publicado en La Segunda, 10.2.2012)

Tratando de vacacionar y mascar chicle al mismo tiempo, me he autodesignado  corresponsal en Uruguay, el entrañable “paisito” del también entrañable Benedetti. En esa condición, lo primero que detecto, tras el discurso del martes de la Presidenta argentina Cristina Fernández, es que el tema Malvinas no es un cuchicheo a mayor abundamiento, sino todo un trending topic.

Los uruguayos, dicotómicos por cultura futbolera –Nacional o Peñarol-,  parecen verlo como un tema costroso, pero de fácil despacho: izquierdas contra derechas, al fin de cuentas. Por eso, la progresía integracionista apoya la causa de Fernández, aunque no muera de amor por los argentinos ni aborrezca a los británicos. Sin embargo, por historia y memoria, resienten aparecer a remolque de un kirchnerismo que, con el difunto Néstor, les pasó factura por cualquier barco británico surto en Montevideo, los matoneó por  la papelera Botnia y les bloqueó un puente internacional. El Presidente socialista de entonces, Tabaré Vásquez, llegó incluso a percibir el olor de la guerra.

El mandatario actual, José “Pepe” Mujica, interpreta ese talante receloso con sabiduría gaucha. Propia de quien supo hacer un solo montoncito con su experiencia tupamara y el escarmiento feroz de la dictadura militar. Con ese bagaje, concurrió al acuerdo de Mercosur sobre denegación de servicios portuarios a los barcos con bandera malvinense, a sabiendas de que es una medida más bien simbólica. Incluso dio el antídoto a los británicos: “los barcos mercantes con bandera inglesa pueden ingresar a puertos uruguayos como los de cualquier otro país”. También tuvo el coraje de hacer una advertencia tácita a su colega argentina: él no compartirá “nunca” la idea de un bloqueo marítimo o económico a los malvinenses.

En ese marco, las derechas uruguayas lo tienen fácil para ser críticas. Por tradición e intereses, conocen a fondo las limitantes económicas de su posición geográfica. Por doctrina, rechazan cualquier política que, incluso invocando el fatalismo geopolítico, afecte el libre comercio. Sobre esa base, postulan una especie de nacionalismo para países pequeños, donde la verdadera independencia equivale a la mutiplicidad de dependencias. Para el ex presidente Luis Alberto Lacalle, esto implica –sobre todo en el mundo globalizado actual- “comerciar con todos, en todo el mundo, no meternos donde no nos importa y no hacerle los deberes a nadie”. Hidrográficamente hablando, esto obliga a defender la libre navegación por los grandes ríos de la subregión y por… el Atlántico Sur.  Más claro echarle agua.

Por eso, parece extraño que, recién en su segundo período, Fernández decida desclasificar el concienzudo Informe Rattenbach, de 1983, sobre las sinrazones que tuvo la dictadura de Leopoldo F. Galtieri para recuperar las Malvinas manu militari, manipulando a toda su sociedad. Según mi archivo, el periodista argentino Osvaldo Bayer escribió, hace cinco años, que ese documento debió editarse y distribuirse de manera masiva, porque “ya en democracia tendría que haberse dicho la verdad y no encubrirla”.

Si así lo hubiera dispuesto alguno de sus predecesores, comprendido su difunto esposo, quizás la Presidenta hoy podría evitarse los espejismos de segunda generación. Para quienes estuvimos en medio de la información sobre la guerra, hace treinta años, es escalofriante escuchar a su canciller, Héctor Timerman, diciendo que “Argentina no está sola, la que está sola es Gran Bretaña”.

La verdad es que suena igualito a Galtieri.

 

 


José Rodríguez Elizondo
Lunes, 27 de Febrero 2012



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Revista Realidad y Perspectivas

15votos
Realidad y Perspectivas Nº 6 José Rodríguez Elizondo
ryp_nº6_1.pdf RyP Nº6.pdf  (3.37 Mb)

José Rodríguez Elizondo
Jueves, 2 de Febrero 2012



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Editado por
José Rodríguez Elizondo
Ardiel Martinez
Escritor, abogado, periodista, diplomático, caricaturista y miembro del Consejo Editorial de Tendencias21, José Rodríguez Elizondo es en la actualidad profesor de Relaciones Internacionales de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile. Su obra escrita consta de 30 títulos, entre narrativa, ensayos, reportajes y memorias. Entre esos títulos están “El día que me mataron”, La pasión de Iñaki, “Historia de dos demandas: Perú y Bolivia contra Chile”, "De Charaña a La Haya” , “El mundo también existe”, "Guerra de las Malvinas, noticia en desarrollo ", "Crisis y renovación de las izquierdas" y "El Papa y sus hermanos judíos". Como Director del Programa de Relaciones Internacionales de su Facultad, dirige la revista Realidad y Perspectivas (RyP). Ha sido distinguido con el Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales (2021), el Premio Rey de España de Periodismo (1984), Diploma de Honor de la Municipalidad de Lima (1985), Premio América del Ateneo de Madrid (1990) y Premio Internacional de la Paz del Ayuntamiento de Zaragoza (1991). En 2013 fue elegido miembro de número de la Academia Chilena de Ciencias Sociales, Políticas y Morales.





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