CONO SUR: J. R. Elizondo

Revista Realidad y Perspectivas

6votos
Realidad y Perspectivas Nº 8 José Rodríguez Elizondo
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José Rodríguez Elizondo
Domingo, 6 de Mayo 2012



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Bitácora

5votos
CHILENOS FRENTE AL MURO DE BERLÍN José Rodríguez Elizondo
Publicado en La Segunda, 4 de mayo 2012
 
Un reciente documental sobre el muro de Berlín nos vuelve a poner en aprietos. Y no porque algún trasnochado siga creyendo que fue un artefacto políticamente correcto, sino por una circunstancia dolorosa y testimonial: después de nuestro 11-S, miles de chilenos traumatizados fuimos a ponernos detrás de ese muro, por ideologismo y/o para sobrevivir. 

Ante tamaña emergencia, era imposible mirar el diente del caballo regalado. Primum vivere, enseñan los que saben. Luego, visto que los  dirigentes políticos se acomodaron en ese refugio (hubo excepciones, siempre las hay), el tiempo de filosofar llegó tarde. Demasiados se habían ensuciado las manos o se habían ensuciado el alma.

Lo triste es que hoy, a 22 años de la desaparición de la RDA, algunos de esos chilenos siguen callados o cultivando el eufemismo. Víctimas de una variable del síndrome de Estocolmo, explican en privado que es por “gratitud”. Pero entienden, también en privado, que no es una explicación plausible. Saben que la decisión de acogerlos fue de Leonid Breznev y que el costo no salió del bolsillo de Eric Honecker, sino de las faltriqueras de un pueblo que soñaba con destruir el muro.

Por ello, la explicación que yo me doy es un pelín más sofisticada y tiene que ver con las tres grandes categorías de chilenos que vivimos en la RDA: los Jefes, los Astutos y los Prófugos. Es una trilogía abierta -admite grados y mezclas- cuyo desarrollo esbozo a continuación.

LOS JEFES tenían un poder vicario, pero muy real y en distintos niveles, que se ejercía sobre la masa de los chilenos, incluyendo sus vidas privadísimas (dónde vivir, en qué trabajar, qué prohibir). Tal poder contenía privilegios especiales como  viajes, viáticos en divisas, oficinas, gastos operacionales, vehículos y atención médica superior. Sus límitaciones se expresaban en dos consignas: “no molestar a los compañeros alemanes” y “no dar armas al enemigo”. Los pocos que osaron superar esos límites lo hicieron (obvio) en calidad de ex Jefes.

LOS ASTUTOS, además de los privilegios generales –vivienda y crédito fiscal para instalarla-  tenían dos ventajas propias: alta calificación intelectual y mucha frialdad emocional. Esto les permitió proyectarse a un mejor futuro individual, adelantándose a los emprendedores de izquierda, aunque sin molestar a los alemanes ni a los Jefes. El celo ortodoxo de los militantes rasos los caracterizaría como “oportunistas” o, más técnicamente, “intelectuales pequeñoburgueses”.

LOS PROFUGOS son los que llegaron al refugio equivocado por ser más creyentes que el promedio y menos inteligentes de lo que pensaban. En su choque con la realidad, pronto percibieron que la salvación estealemana equivalía al viejo pacto del doctor Fausto con Mefistófeles y su objetivo categórico fue fugarse. Tal meta los dividió en dos subgrupos: los Drásticos, que huyeron mediante la locura y el suicidio y los Flexibles, que escaparon mediante una mezcla de estrategia con milagro.

¿Y qué sucedió después del fin, con ese trío paradigmático?

Cualquier entendido lo entiende. Los Jefes siguieron siendo Jefes y callaron para siempre. Saben que en Chile el doble estándar la lleva, el empate es ley y siempre habrá un enemigo al cual negar las armas de la autocrítica. Los Astutos sí hablaron y escribieron sobre el muro, aunque sólo cuando sus fragmentos aparecieron en los museos. Los Prófugos (subgrupo Flexibles) gritaron la verdad apenas pudieron pero, como el muro seguía en pie, no hubo mercado que los inflara.  

Esta vez se equivocaron por tener la razón demasiado temprano. 

José Rodríguez Elizondo
Domingo, 6 de Mayo 2012



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Bitácora

2votos
LA HAYA Y EL DECRETO SUMERGIDO José Rodríguez Elizondo

(Publicado en La Segunda, 20.4.2012)

 

 

Polonius.- What do you read, my lord?

Hamlet.- Words, words, words.


La frondosidad conceptual del litigio chileno-peruano en La Haya, podría reducirse        a la sencilla pugna entre dos líneas: la del paralelo y la de la bisectriz. Secundario sería el tema de dónde anclar la línea respectiva: si en la base de arena húmeda del punto Concordia o en la base de concreto armado del Hito 1.

Los chilenos, claro está, somos “paralelistas” hasta el tuétano y los peruanos, “bisectricistas” hasta el osobuco. Sin embargo, no creo que lo seamos de manera informada, asumiendo el origen y las circunstancias  de cada línea. Más bien, lo somos porque tenemos camisetas distintas. Porque, como pensaba Goya, el sueño de la razón produce hinchas.

Creo, por tanto, que ser paralelista o bisectricista es un sentimiento nacional profundo y, para demostrarlo, suelo preguntar, aquí y allá, qué línea nació primero. Luego, visto que nadie sabe o que se me responde al tuntún, lanzo la pregunta del millón: ¿Saben ustedes quién fue el primer paralelista de esta larga y conflictiva historia?

Los peruanos, al toque, dicen que fue “un chileno”. Los que se atreven a personalizar mencionan a Diego Portales, quien nunca ha tenido buena prensa en el país del norte. En cuanto a los chilenos, no tendríamos por qué negar esa autoría. Algunos tratan de adivinar: si no fue don Bernardo, debió ser Arturo Prat, quien patrullaba por la línea de un paralelo cuando se encontró con el Huáscar.

La verdad es que casi todos se equivocan (digo “casi”, porque a veces aparece el niño japonés del chiste, que se las sabe todas). Sucede que el primero en lanzar al mar la línea del paralelo no fue chileno ni fue marino. Fue el Presidente y jurista peruano José Luis Bustamante y Rivero. Además, no lo hizo fuera de cámaras ni por un indiscreto off the record. Lo hizo mediante el histórico Decreto Supremo 781, de 1º de agosto de 1947, que declaró el control peruano sobre las 200 millas marítimas. En ese documento, también firmado por su canciller y colega jurista Enrique García-Sayán, el ilustre mandatario declaró que ese control se ejercerá “siguiendo la línea de los paralelos geográficos”.

Sostengo que dicho decreto forma un bloque sistémico con uno similar –pero sin mención de paralelos- del Presidente chileno Gabriel González Videla y con los tratados de 1952 y 1954. Juntos representan la revolución chileno-peruana de las 200 millas y la seguridad de una delimitación clara, para mantener la unidad de los países innovadores frente a los países depredadores.

Comprensiblemente, los grandes intelectuales de la demanda peruana, en trámite, no simpatizan con el decreto de Bustamante. El almirante Guillermo Faura lo citó en su obra pionera, pero advirtiendo que el límite por los paralelos era inaceptable. El ex canciller Manuel Rodríguez Cuadros lo menciona, pero sin análisis, en sus dos prolijos libros sobre el tema. Juan Miguel Bákula asumió una actitud más matizada, haciendo su “elogio y elegía”. Lo primero, por ser dicho decreto un “auténtico heraldo” en la formulación de la política marítima del Perú. Lo segundo, porque fue sólo una declaración sin valor normativo, que no encerraba “la verdad definitiva”.

Ignoro hasta qué punto Chile está invocando ese texto de Bustamante, allá en La Haya. Pero sí compruebo que la mayoría de mis interlocutores se sorprende cuando lo menciono. Y es muy razonable que así sea, porque en los grandes alegatos jurídicos se suele embolinar la perdiz para soslayar las verdades esenciales.

A la inversa del viejo aforismo, se forma un bosque de palabras que impide ver el primer árbol de la serie.


José Rodríguez Elizondo
Sábado, 21 de Abril 2012



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Bitácora

8votos
VIETNAM Y EL TIO DE LA PATRIA José Rodríguez Elizondo

Publicado en La Segunda, 5 de abril 2012

La gira asiática de Sebastián Piñera me devolvió al dividido y francoparlante Vietnam de la guerra. Un flasback de la memoria me depositó en Hanoi, capital de la parte norte, ante la gran escalinata del Palacio de Gobierno.

Camuflado como jurista junior, en una comisión internacional de juristas establecidos, yo estaba allí para preguntarlo todo. El día anterior había  tratado de que Xoan –joven funcionario encargado de mi seguridad- opinara sobre el eventual culto a la personalidad de Ho Chi Minh, para todos “el tío Ho”. Reproduzco el diálogo:

-         No –me dijo muy serio- no practicamos el culto a la personalidad.

-         ¿Y cómo tantos íconos y fotos de él en todos los edificios públicos?

-         Supongo que en tu país también hay fotografías del presidente en todos los servicios públicos.

Pensando que lo dicho no bastaba, Xoan agregó un comentario:

-         No endiosamos a nuestros dirigentes, pero tampoco podemos ser ingratos.

Sobre el último peldaño de la escalinata nos esperaba, cual afable dueño de casa,  el mismísimo tío Ho. Tras él estaba el Primer Ministro Pham Van Dong -gobernante apoyado en una amplia alianza liderada por el Partido Comunista- quien nos estrechó la mano con vigor, al estilo occidental. Ho nos saludó con una gran sonrisa, juntando las palmas de las manos a la altura del corazón.

Tenía entonces 77 años, la mente lúcida y el aspecto frágil. De hecho, moriría dos años después. Vestía un pantalón amplio, una chaquetilla color arena y calzaba sandalias. Fumó todo el tiempo, a contramano de una tuberculosis de larga data, contraída en la primera cárcel de su currículo. Su participación fue breve, pero impregnada de ese carisma cariñoso que lo había convertido en “tío de la patria”. Los datos duros de la política y la guerra los proporcionaría Pham Van Dong.

Mi impresión fue que Xoan tenía razón. Y sobre todo por lo que no dijo: Ho no era un adicto del poder. Sabía delegar, perder y hasta mantenerse fuera del juego. En ese año 1967, era una mezcla de presidente protocolario y consultor.  El culto a la personalidad, con Stalin como arquetipo, se había levantado para el efecto contrario. Para concentrar todas las riendas del poder hasta la muerte. A sangre y “fuego amigo”, si era necesario. En el vecindario estaban, para confirmarlo, los vitalicios Mao Ze Dong y Kim Il Sung,

Es que, más comprometido con Confucio que con Lenin, Ho había aprovechado los resquicios entre los poderes chino y soviético para actuar por cuerda separada. Así pudo lo que no pudieron Luis Emilio Recabarren, en Chile ni José Carlos Mariátegui, en Perú: construir un partido comunista profundamente nacional, sin “partido guía” externo y sin complejos ante el patriotismo (supuestamente “burgués”).

Desde esa cuadratura del círculo, Ho fue tributario de la parte más noble del pensamiento occidental. Pocos conocen su exordio de 1945 a la proclamación de la independencia de Vietnam: “Todos los hombres nacen iguales. El Creador nos ha dado derechos inviolables, el derecho de vivir, el derecho de ser libres  y el derecho de realizar nuestra felicidad”. Era el eco de Jefferson. Una sorprendente glosa de la Declaración de la Independencia de los EE.UU.

Por eso, cuando algunos opinantes echan a Ho en el saco común de los  “sanguinarios dictadores comunistas”, uno sabe que no saben nada. De ahí que me sorprendiera, a contrario sensu, la agudeza perceptiva de Carlos Larraín. De vuelta del periplo presidencial, este senador elogió lo “intensamente patrióticos” que son los actuales dirigentes de Vietnam. y puso el recuerdo nacional y omnipresente de Ho en su exacta perspectiva.
Como el debido homenaje a un difunto que fue un “tremendo líder”.


José Rodríguez Elizondo
Sábado, 7 de Abril 2012



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Revista Realidad y Perspectivas

13votos
ESPECIAL MALVINAS José Rodríguez Elizondo

Hace exactos 30 años, la Junta Militar que gobernaba Argentina comunicó al mundo que, operativo de
fuerza mediante, había recuperado para el patrimonio nacional las islas Malvinas y Georgias del Sur.
Fue el inicio de la guerra de las Malvinas que, junto con la revolución cubana, se constituyó en uno de los
dos episodios latinoamericanos más relevantes del siglo pasado, por su incidencia planetaria.
El mencionado conflicto anglo-argentino sepultó la tesis norteamericana de la guerra fría, según la cual
las amenazas para América Latina venían del campo socialista. Por lo mismo, indujo el choque entre las
alianzas occidentales y produjo un milagro ideológico: los generales de la dictadura argentina -el más
anticomunista de los regímenes de la región-, confraternizaron con los líderes de la URSS y se abrazaron
con el incombustible Fidel Castro.
Chile, que pocos años antes estuvo al borde de una guerra propia con Argentina, tuvo en este conflicto
un protagonismo especial. Tanto, que se mantuvo como secreto estratégico, al interior mientras se
distorsionaba, gravemente, al exterior.
Sobre estas bases, RyP ha elaborado el presente informe especial. Contiene materiales sobre los actores
principales y aspectos seleccionados del conflicto. Un verdadero “combo informativo”, idóneo para
brindar un conocimiento actualizado y con proyecciones en lo histórico, jurídico, económico, político,
geopolítico y mitológico.
Destacamos las entrevistas a los calificados testigos y protagonistas, chilenos y argentinos, José
Miguel Barros, Washington Carrasco, Miguel Ángel Vergara y Arnoldo Listre. También destacamos
nuestro colofón o “postdata”, en cuanto genuino regalo literario: un texto exclusivo de Marcos Aguinis,
uno de los escritores argentinos contemporáneos más importantes, a nivel global.


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José Rodríguez Elizondo
Lunes, 2 de Abril 2012



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Editado por
José Rodríguez Elizondo
Ardiel Martinez
Escritor, abogado, periodista, diplomático, caricaturista y miembro del Consejo Editorial de Tendencias21, José Rodríguez Elizondo es en la actualidad profesor de Relaciones Internacionales de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile. Su obra escrita consta de 30 títulos, entre narrativa, ensayos, reportajes y memorias. Entre esos títulos están “El día que me mataron”, La pasión de Iñaki, “Historia de dos demandas: Perú y Bolivia contra Chile”, "De Charaña a La Haya” , “El mundo también existe”, "Guerra de las Malvinas, noticia en desarrollo ", "Crisis y renovación de las izquierdas" y "El Papa y sus hermanos judíos". Como Director del Programa de Relaciones Internacionales de su Facultad, dirige la revista Realidad y Perspectivas (RyP). Ha sido distinguido con el Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales (2021), el Premio Rey de España de Periodismo (1984), Diploma de Honor de la Municipalidad de Lima (1985), Premio América del Ateneo de Madrid (1990) y Premio Internacional de la Paz del Ayuntamiento de Zaragoza (1991). En 2013 fue elegido miembro de número de la Academia Chilena de Ciencias Sociales, Políticas y Morales.





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