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Blog de Tendencias21 sobre las implicaciones sociales del avance científico, tecnológico y biomédico.
ESCRITO POR MILTON ARAGÓN
Stanisław Lem es uno de los principales autores de ciencia ficción. Su libro más reconocido es Solaris. Llevada al cine en dos ocasiones, por Andrei Tarkovsky en 1972 y por Steven Soderbergh en 2002. Su basta obra abarca desde temas de extraterrestres, ecosistemas con conciencia o robots. En su cuento La fórmula de Lymphater (incluido en Máscara, Impedimenta 2013), de 1961, aborda el desarrollo de una inteligencia artificial autopoiética, es un buen ejemplo de las narrativas de la tecnociencia y el imaginario que la significa.
La historia es un monologo que se desarrolla en un café, cuando un hombre viejo, nuestro narrador, le pide prestadas un par de revistas científicas a un joven estudiante de ciencias. El narrador se llama Ammon Lymphater, el cual tiene aspecto de un vagabundo loco, pero Lymphater en realidad es un brillante académico expulsado de la universidad por su obsesión sobre un extraño experimento para desarrollar un cerebro artificial.
Su aspecto, su obsesión y antecedentes laborales, dotan de sentido irreal a la historia que narra, pues no podemos saber sí en realidad ocurrió o simplemente fue producto de su imaginación. Como él mismo dice: “Está bien, se lo contaré, pero le advierto que mi historia es tan increíble que va a acabar decepcionado: no podrá creerme. No de verdad, es imposible, se lo aseguro. La he contado ya varias veces, y siempre me he negado a proporcionar los suficientes detalles como para que pueda ser contrastada”. Pero el uso de teorías, autores y la estructura de su discurso indican que así fue, y los motivos para no entrar en detalles específicos, tienen una razón pragmática del imaginario de la salvación secular de la tecnociencia.
Dado su carácter curioso, comenzó estudiando cibernética, teoría de la información, neurología de los animales, centrando su interés en el funcionamiento del cerebro humano, por ser: “[…] la inalcanzable y más perfecta máquina neuronal que jamás hubiera concebido nadie para el pensamiento”. De tal forma que centró toda su energía e interés en esta obsesión sobre el cerebro humano y su evolución, lo que lo llevo a intentar crear uno artificial. Para ello estudió la estructura y funcionamiento del cerebro de las aves y el comportamiento de los insectos, pues sus dudas eras: “¿Por qué se estanco la evolución? ¿Por qué no existen aves y hormigas inteligentes?”. Ya que para él, si las aves o los insectos hubieran evolucionado mentalmente como los humanos, controlarían la tierra por el hecho de llegar al mundo con la mayoría de los conocimientos necesarios para sobrevivir, a diferencia del seres humanos que dedicamos: “[…] la mitad de nuestras vidas al estudio para constatar, en la etapa siguiente, que las tres cuartas partes de cuanto nos hemos metido en la cabeza no son sino un lastre innecesario”. De ahí que le intrigaba ese el papel de la evolución, en la constitución de la herencia que permite el conocimiento adquirido, sobretodo por las características básicas de los cerebros de aves e insectos. Llegando a la conclusión que la corteza cerebral era el obstáculo para llegar a esa evolución mental de los conocimientos adquiridos. Pues las funciones que transmiten los conocimientos adquiridos se encargan de órganos como los intestinos.
Basado en esa hipótesis trató de construir un cerebro electrónico que imitará el sistema nervioso de los insectos, principalmente las hormigas. Pero aquí le surge otra duda sobre la posibilidad de que las hormigas presenten actividades habituales que no les fueran transmitidas por herencia, y que fueran adquiridas sin aprendizaje. Eso lo llevo a consultar al Profesor Shentarl, un reconocido etólogo ya retirado, que le dio pistas para resolver ese enigma, contándole una anécdota sobre el comportamiento de unas hormigas del amazonas que fueron depositadas en un hábitat de montaña por accidente y que siguieron con sus actividades habituales inmediatamente. Ante el asombro de haber encontrado la información que necesitaba, Lymphater le cuenta sobre sus hallazgos, recibiendo por respuesta de Shentarl: “Lo que me ha dicho, Lymphater, está lo suficientemente fundamentado como para que lo echen de la universidad. Eso, sin duda. Pero es demasiado poco para haber llegado hasta ese punto usted solo. ¿Quién lo está ayudando? ¿Quién es su tutor?”. La respuesta de Lymphater lo sorprende, pues le dice que de momento nadie, pero que tiene la intención de buscar a Van Gaelis como tutor, ya que él había construido una máquina con la capacidad de aprender que lo había llevado a los nominados al Nobel. Pero como el experimento de Lymphater superaba a la maquina de Van Gaelis, Shentarl, viejo lobo de mar del sistema tecnocientífico, le comenta: “Vaya. ¿Tres años y no se ha dado cuenta de que este mundillo es una selva y que se rige por las mismas leyes? Van Gaelis tiene una teoría y posee una maquina que la avala. Usted va a ir a verle y a explicarle que ha perdido diez años en tonterías, que su camino no conduce a nada y que, por esa vía, tan solo puede fabricar idiotas electrónicos; a grandes rasgos, es o es lo que siguiere, ¿no?”. Respuesta lapidaria, una creencia común dentro del sistema tecnocientífico, cuando se presentan nuevos paradigmas, pero a Lymphater solo le importaba su causa.
Así que siguió con su conjetura que lo llevo a buscar información en un área mal vista por la ciencia: la parasicología, principalmente los estudios sobre telepatía, lectura el pensamiento, telequinesis, la predicción del futuro. Ahora su hipótesis explora el caso de que solo un pequeño porcentaje de las hormigas presentaban esa capacidad de atrapar presas que no hacían las otras, ante lo que intuyo que un tipo de fenomenología extrasensorial, pues en los casos estudiados en humanos solo el 1% de los casos estudiados por la parapsicología, eran verificables. Imaginando ahora la máquina de Lymphater como: “[…] un sistema que, apenas puesto en marcha, lo sabría todo, rebosaría de conocimientos. ¿Qué conocimientos? De todo tipo […]”. Sería una máquina que simularía un cerebro mecánico capaz de acceder a la sabiduría instantánea.
En su búsqueda de información para construir la máquina se fue ganando la fama de loco y excéntrico, lo cual no negaba, por su estado de estasis para lograr el objetivo que lo fue marginando de la academia. Lo cual tocó su punto máximo, cuando Van Gaelis le niega toda ayuda, así como apoyo para logar algún financiamiento para su experimento. Lo cual llevo a negativas por distintas instancias de financiación tecnocientífica, orillándolo al alcoholismo y posterior despido de la universidad.
Once años dedicados a su experimento de manera teórica, hasta que un día recibe una herencia de un familiar desconocido, que le permite autofinanciar su trabajo. Después de varios intentos fallidos en echar andar su máquina, un día produjo un sonido parecido a una risa. Lo extraño es que la máquina carecía de aditamentos que permitieran cualquier sonido. Al conectarle un viejo altavoz a la máquina, escuchó una voz que le dijo: “Por fin” “No lo olvidaré Lymphater”, a lo que agrega que no le tenga miedo, que aún tiene tiempo para comprender. La máquina podía leer su mente, además: “Era capaz de apoderarse del pensamiento de cualquier ser humano y conocía todas la variables, a las que podía anticiparse fácilmente”. También su capacidad de conocer se extendía a velocidad de la luz. El cerebro mecánico en unos cuantos minutos poseía más conocimientos que todos los humanos. Se había vuelto una máquina autónoma que respondía a sus propias necesidades de conocer, por lo tanto autopoiética.
Ante ello, Lymphater se dio cuenta de su error, pues a pesar de no ser enemigo de los humanos: “[…] nosotros, simplemente, ya no significábamos nada”. Como ocurre con el operar de cualquier organismo autopoiético, los humanos formaron parte del entorno: “Por esa misma razón, estábamos condenados, pues Él tenía las respuestas a todas ellas y la solución a todos nuestros problemas –y no solo los nuestros-, volviendo innecesarios a los inventores, los filósofos, los pedagogos… a todo ser pensante”. La máquina sobrepasaba la narrativa de la salvación secular de los imaginarios tecnocientíficos, que haría dependiente al ser humano en lugar de fomentar la libertad. Por lo tanto la solución que encontró Lymphater fue destruir la máquina por su operar autónomo. Su cerebro mecánico se había vuelto una máquina autopoiética donde la función solo es en y para sus necesidades, no las del ser humano.
¿Y qué pasó con Lymphater? Pues él seguía obsesionado con el tema, por eso le pidió prestadas las revistas al joven estudiante de ciencias. Buscaba indicios de investigaciones similares y advertirles de lo ocurrido, pero ante la comunidad tecnocientífica, seguía representando un loco que destruyo la máquina por frustración al no lograr que funcionara. Máquina en la que perdió once años en diseñar y construir. Los mejores de su vida académica.
La historia es un monologo que se desarrolla en un café, cuando un hombre viejo, nuestro narrador, le pide prestadas un par de revistas científicas a un joven estudiante de ciencias. El narrador se llama Ammon Lymphater, el cual tiene aspecto de un vagabundo loco, pero Lymphater en realidad es un brillante académico expulsado de la universidad por su obsesión sobre un extraño experimento para desarrollar un cerebro artificial.
Su aspecto, su obsesión y antecedentes laborales, dotan de sentido irreal a la historia que narra, pues no podemos saber sí en realidad ocurrió o simplemente fue producto de su imaginación. Como él mismo dice: “Está bien, se lo contaré, pero le advierto que mi historia es tan increíble que va a acabar decepcionado: no podrá creerme. No de verdad, es imposible, se lo aseguro. La he contado ya varias veces, y siempre me he negado a proporcionar los suficientes detalles como para que pueda ser contrastada”. Pero el uso de teorías, autores y la estructura de su discurso indican que así fue, y los motivos para no entrar en detalles específicos, tienen una razón pragmática del imaginario de la salvación secular de la tecnociencia.
Dado su carácter curioso, comenzó estudiando cibernética, teoría de la información, neurología de los animales, centrando su interés en el funcionamiento del cerebro humano, por ser: “[…] la inalcanzable y más perfecta máquina neuronal que jamás hubiera concebido nadie para el pensamiento”. De tal forma que centró toda su energía e interés en esta obsesión sobre el cerebro humano y su evolución, lo que lo llevo a intentar crear uno artificial. Para ello estudió la estructura y funcionamiento del cerebro de las aves y el comportamiento de los insectos, pues sus dudas eras: “¿Por qué se estanco la evolución? ¿Por qué no existen aves y hormigas inteligentes?”. Ya que para él, si las aves o los insectos hubieran evolucionado mentalmente como los humanos, controlarían la tierra por el hecho de llegar al mundo con la mayoría de los conocimientos necesarios para sobrevivir, a diferencia del seres humanos que dedicamos: “[…] la mitad de nuestras vidas al estudio para constatar, en la etapa siguiente, que las tres cuartas partes de cuanto nos hemos metido en la cabeza no son sino un lastre innecesario”. De ahí que le intrigaba ese el papel de la evolución, en la constitución de la herencia que permite el conocimiento adquirido, sobretodo por las características básicas de los cerebros de aves e insectos. Llegando a la conclusión que la corteza cerebral era el obstáculo para llegar a esa evolución mental de los conocimientos adquiridos. Pues las funciones que transmiten los conocimientos adquiridos se encargan de órganos como los intestinos.
Basado en esa hipótesis trató de construir un cerebro electrónico que imitará el sistema nervioso de los insectos, principalmente las hormigas. Pero aquí le surge otra duda sobre la posibilidad de que las hormigas presenten actividades habituales que no les fueran transmitidas por herencia, y que fueran adquiridas sin aprendizaje. Eso lo llevo a consultar al Profesor Shentarl, un reconocido etólogo ya retirado, que le dio pistas para resolver ese enigma, contándole una anécdota sobre el comportamiento de unas hormigas del amazonas que fueron depositadas en un hábitat de montaña por accidente y que siguieron con sus actividades habituales inmediatamente. Ante el asombro de haber encontrado la información que necesitaba, Lymphater le cuenta sobre sus hallazgos, recibiendo por respuesta de Shentarl: “Lo que me ha dicho, Lymphater, está lo suficientemente fundamentado como para que lo echen de la universidad. Eso, sin duda. Pero es demasiado poco para haber llegado hasta ese punto usted solo. ¿Quién lo está ayudando? ¿Quién es su tutor?”. La respuesta de Lymphater lo sorprende, pues le dice que de momento nadie, pero que tiene la intención de buscar a Van Gaelis como tutor, ya que él había construido una máquina con la capacidad de aprender que lo había llevado a los nominados al Nobel. Pero como el experimento de Lymphater superaba a la maquina de Van Gaelis, Shentarl, viejo lobo de mar del sistema tecnocientífico, le comenta: “Vaya. ¿Tres años y no se ha dado cuenta de que este mundillo es una selva y que se rige por las mismas leyes? Van Gaelis tiene una teoría y posee una maquina que la avala. Usted va a ir a verle y a explicarle que ha perdido diez años en tonterías, que su camino no conduce a nada y que, por esa vía, tan solo puede fabricar idiotas electrónicos; a grandes rasgos, es o es lo que siguiere, ¿no?”. Respuesta lapidaria, una creencia común dentro del sistema tecnocientífico, cuando se presentan nuevos paradigmas, pero a Lymphater solo le importaba su causa.
Así que siguió con su conjetura que lo llevo a buscar información en un área mal vista por la ciencia: la parasicología, principalmente los estudios sobre telepatía, lectura el pensamiento, telequinesis, la predicción del futuro. Ahora su hipótesis explora el caso de que solo un pequeño porcentaje de las hormigas presentaban esa capacidad de atrapar presas que no hacían las otras, ante lo que intuyo que un tipo de fenomenología extrasensorial, pues en los casos estudiados en humanos solo el 1% de los casos estudiados por la parapsicología, eran verificables. Imaginando ahora la máquina de Lymphater como: “[…] un sistema que, apenas puesto en marcha, lo sabría todo, rebosaría de conocimientos. ¿Qué conocimientos? De todo tipo […]”. Sería una máquina que simularía un cerebro mecánico capaz de acceder a la sabiduría instantánea.
En su búsqueda de información para construir la máquina se fue ganando la fama de loco y excéntrico, lo cual no negaba, por su estado de estasis para lograr el objetivo que lo fue marginando de la academia. Lo cual tocó su punto máximo, cuando Van Gaelis le niega toda ayuda, así como apoyo para logar algún financiamiento para su experimento. Lo cual llevo a negativas por distintas instancias de financiación tecnocientífica, orillándolo al alcoholismo y posterior despido de la universidad.
Once años dedicados a su experimento de manera teórica, hasta que un día recibe una herencia de un familiar desconocido, que le permite autofinanciar su trabajo. Después de varios intentos fallidos en echar andar su máquina, un día produjo un sonido parecido a una risa. Lo extraño es que la máquina carecía de aditamentos que permitieran cualquier sonido. Al conectarle un viejo altavoz a la máquina, escuchó una voz que le dijo: “Por fin” “No lo olvidaré Lymphater”, a lo que agrega que no le tenga miedo, que aún tiene tiempo para comprender. La máquina podía leer su mente, además: “Era capaz de apoderarse del pensamiento de cualquier ser humano y conocía todas la variables, a las que podía anticiparse fácilmente”. También su capacidad de conocer se extendía a velocidad de la luz. El cerebro mecánico en unos cuantos minutos poseía más conocimientos que todos los humanos. Se había vuelto una máquina autónoma que respondía a sus propias necesidades de conocer, por lo tanto autopoiética.
Ante ello, Lymphater se dio cuenta de su error, pues a pesar de no ser enemigo de los humanos: “[…] nosotros, simplemente, ya no significábamos nada”. Como ocurre con el operar de cualquier organismo autopoiético, los humanos formaron parte del entorno: “Por esa misma razón, estábamos condenados, pues Él tenía las respuestas a todas ellas y la solución a todos nuestros problemas –y no solo los nuestros-, volviendo innecesarios a los inventores, los filósofos, los pedagogos… a todo ser pensante”. La máquina sobrepasaba la narrativa de la salvación secular de los imaginarios tecnocientíficos, que haría dependiente al ser humano en lugar de fomentar la libertad. Por lo tanto la solución que encontró Lymphater fue destruir la máquina por su operar autónomo. Su cerebro mecánico se había vuelto una máquina autopoiética donde la función solo es en y para sus necesidades, no las del ser humano.
¿Y qué pasó con Lymphater? Pues él seguía obsesionado con el tema, por eso le pidió prestadas las revistas al joven estudiante de ciencias. Buscaba indicios de investigaciones similares y advertirles de lo ocurrido, pero ante la comunidad tecnocientífica, seguía representando un loco que destruyo la máquina por frustración al no lograr que funcionara. Máquina en la que perdió once años en diseñar y construir. Los mejores de su vida académica.
Domingo, 10 de Enero 2016
¿Es el lenguaje, la capacidad de comunicarnos y el conocimiento lo qué nos hace humanos?
ESCRITO POR MILTON ARAGÓN
Los camaleones son reptiles de la familia Chamaeleonidae, a la cual pertenecen diez géneros y 161 especies que se distribuyen principalmente en África, Madagascar, India y algunas partes del sur de Europa. La característica que más se les reconoce es su capacidad de cambiar de color. La cual ha construido todo un imaginario faunístico sobre estos animales, aunque este cambio se debe principalmente por cuestiones reproductivas, climáticas y de las horas del día. No tanto por los colores dónde se ubique. El que cambien de color, en el imaginario, ha construido una representación de los camaleones como unos reptiles que tienen la capacidad se asimilar el color del entorno, así como cambiar su color corporal según su estado de animo ¿Pero qué ocurriría si no solo adquieren el color del entorno, sino también los conocimientos por medio de una especie de osmosis de información?
En este sentido de la pregunta es donde se ubica la divertida novela Don Camaleón del autor italiano Curzio Malaparte (Tusquets, 2015). La novela es una sátira sobre Benito Mussolini, escrita en 1928 ¡en Italia! La idea general es la siguiente: Mussolini le pide al autor que eduque un camaleón, porque se sabia que estos reptiles tenían una gran capacidad de aprehender por su facilidad de asimilar los elementos del entorno. Uno de ellos es el conocimiento del ser humano. La novela se vuelve una fabula moderna sobre el sentido ético de la enseñanza-aprendizaje, pues de este proceso es como se iba construyendo la identidad del reptil, quien en determinado momento tuvo que tener un nombre y fue: Don Camaleón, ante lo cual se vuelve ciudadano italiano por tener registro oficial. Por lo tanto se convierte en un reptil-hombre, lo cual suscita una polémica sobre los limites de lo humano, porque ¿Es el lenguaje, la capacidad de comunicarnos y el conocimiento lo qué nos hace humanos? O dicho con otras palabras ¿El saber humano es lo qué nos define como sujetos? Caemos en la trampa de la lengua y el habla, pues ¿Un cyborg que tuviera la conciencia de un sujeto hasta que punto se pude considerar humano? Tendría la lengua y a su vez el habla, pero su gestación (¿creación u origen?) sería tecnológica. Vaya dilema en el que entramos fuera de una discusión de la moral cristina.
Volviendo a la historia, nuestro amigo Don Camaleón adquiere tantos conocimientos, que decide usarlos en la política de Italia. Se ha vuelto un hombre de principios al cual “la lealtad es un medio y no un fin”, pero su limitante es ser, morfológicamente, un camaleón, porque: “Si Don Camaleón hubiera sido un ser humano de verdad, todo le habría ido mejor. Sin embargo, todos decían: -¡Que nos dé para el pelo un bicho, que se ría de nosotros un reptil! ¡Vergüenza de liberales! Esto no ocurría con Giolitti”. A pesar de estas críticas, su origen de especie no importó y llego a ser consejero de Mussolini, pero era tanta su capacidad de mimetizarse y de aprehender, que trato de suplantarlo, pero no sólo eso, por influencia religiosa llego a creerse el mismísimo Jesucristo.
Una de las reflexiones que podemos obtener de Don Camaleón es: ¿Hasta qué punto el conocer nos define como humanos? Mismo cuestionamiento que ya han discutido Humberto Maturana y Francisco Varela cuando hablan del caso de Amala y Kamala las niñas lobo de la India, pero que nos sigue intrigando, sobretodo con el avance de la inteligencia artificial. La novela de Malaparte nos permite pensar sobre nuestro sentido como humanos.
En este sentido de la pregunta es donde se ubica la divertida novela Don Camaleón del autor italiano Curzio Malaparte (Tusquets, 2015). La novela es una sátira sobre Benito Mussolini, escrita en 1928 ¡en Italia! La idea general es la siguiente: Mussolini le pide al autor que eduque un camaleón, porque se sabia que estos reptiles tenían una gran capacidad de aprehender por su facilidad de asimilar los elementos del entorno. Uno de ellos es el conocimiento del ser humano. La novela se vuelve una fabula moderna sobre el sentido ético de la enseñanza-aprendizaje, pues de este proceso es como se iba construyendo la identidad del reptil, quien en determinado momento tuvo que tener un nombre y fue: Don Camaleón, ante lo cual se vuelve ciudadano italiano por tener registro oficial. Por lo tanto se convierte en un reptil-hombre, lo cual suscita una polémica sobre los limites de lo humano, porque ¿Es el lenguaje, la capacidad de comunicarnos y el conocimiento lo qué nos hace humanos? O dicho con otras palabras ¿El saber humano es lo qué nos define como sujetos? Caemos en la trampa de la lengua y el habla, pues ¿Un cyborg que tuviera la conciencia de un sujeto hasta que punto se pude considerar humano? Tendría la lengua y a su vez el habla, pero su gestación (¿creación u origen?) sería tecnológica. Vaya dilema en el que entramos fuera de una discusión de la moral cristina.
Volviendo a la historia, nuestro amigo Don Camaleón adquiere tantos conocimientos, que decide usarlos en la política de Italia. Se ha vuelto un hombre de principios al cual “la lealtad es un medio y no un fin”, pero su limitante es ser, morfológicamente, un camaleón, porque: “Si Don Camaleón hubiera sido un ser humano de verdad, todo le habría ido mejor. Sin embargo, todos decían: -¡Que nos dé para el pelo un bicho, que se ría de nosotros un reptil! ¡Vergüenza de liberales! Esto no ocurría con Giolitti”. A pesar de estas críticas, su origen de especie no importó y llego a ser consejero de Mussolini, pero era tanta su capacidad de mimetizarse y de aprehender, que trato de suplantarlo, pero no sólo eso, por influencia religiosa llego a creerse el mismísimo Jesucristo.
Una de las reflexiones que podemos obtener de Don Camaleón es: ¿Hasta qué punto el conocer nos define como humanos? Mismo cuestionamiento que ya han discutido Humberto Maturana y Francisco Varela cuando hablan del caso de Amala y Kamala las niñas lobo de la India, pero que nos sigue intrigando, sobretodo con el avance de la inteligencia artificial. La novela de Malaparte nos permite pensar sobre nuestro sentido como humanos.
Miércoles, 9 de Diciembre 2015
Una forma de acercarnos a una interpretación del por qué las formas de vida urbana son inherentes a las interacciones de los factores ecopsicofísicos, se da por la forma en que se experimenta la ciudad en el observador.
ESCRITO POR MILTON ARAGÓN
La ciudad es una invención humana que ha superado al hombre. Es más que la suma de sus partes. Se rige por la incertidumbre y la indeterminación, lo que merma toda posibilidad de tener certezas sobre cómo o cuál será su futuro. La ciudad se configura por medio lo que Vilém Flusser, en su libro Hacia el universo de las imágenes técnicas (UNAM, 2011), nombra como áktomos, los cuales son acciones elementales que componen conjuntos de comportamientos. Por lo tanto resulta un entramado sumamente complejo en el que están inmersos factores ecológicos, mentales y físicos que se ubican en la intersección simbolizada como la ciudad. Se entiende por lo ecológico: las relaciones de los habitantes de la ciudad entre ellos, así como con su medio. Por mental: la forma en la cual se construye simbólicamente la ciudad. Y lo físico: la parte morfológica de la ciudad.
Los tres factores (ecológico, mental y físico) están relacionados de forma recurrente. De ellos emerge la forma de vida urbana y sus consecuencias, donde estas últimas, son manifestaciones de la interacción de los factores que pueden pervertirse y convertirse en un patología del vivir en la sociedad urbana. Una forma de acercarnos a una interpretación del por qué las formas de vida urbana son inherentes a las interacciones de los factores ecopsicofísicos, se da por la forma en que se experimenta la ciudad en el observador. Como menciona Walter Benjamin en La obra de arte en la época de su reproductibilidad (2003, Itaca): “Dentro de largos períodos históricos, junto con el modo de existencia de los colectivos humanos, se transforma también la manera de percepción sensorial. El modo en que se organiza la percepción humana -el medio en que ella tiene lugar- está condicionado no sólo de manera natural, sino también histórica”. De ahí que es a partir de la experiencia espacial, la cual conlleva a una diferenciación entre lo asignado como observado y no observado, que se realiza el primer acoplamiento de la comunicación con los que el observador opera en la ciudad. De lo anterior emerge la forma de vida urbana como un tipo de realidad que va mutando, conforme cambia la experiencia y representación de la misma en un contexto histórico. Dependiendo de cómo se construye la realidad, tanto en su temporalidad como en su espacialidad, es la manera en que se manifiestan las consecuencias en la forma de vida urbana. Corresponde a cada realidad una consecuencia que opera en su contexto. Por lo cual no se pueden saber sí son buenas o malas, tan sólo operan en ontología de la ciudad.
En el espacio ecopsicofísico, lo simbólico, juega un papel importante dentro de la construcción de lo imaginario y lo vivencial que están en constante mutación. Modifica su estructura sociosimbólica y sus actitudes ante ella, porque, como dice Flusser: “[...]el ser humano, a diferencia de los otros seres vivientes, lleva una existencia basada sobre todo en informaciones adquiridas y muy poco en informaciones heredadas, la estructura de los vehículos informativos tienen una influencia decisiva en nuestra forma de vida”. Por lo cual el urbanita es producto de esta configuración espacial llamada ciudad. Basa su existencia en y para ella, la interioriza y reproduce en su cotidianidad. Aun cuando se encuentre en contextos diferentes, busca campos de referencia que le permitan reproducir su forma de vida urbana, que fuera del contexto referencial en el que están inscritos, le genera conflictos.
Para ir ejemplificando lo anterior, se puede realizar una analogía entre las imágenes que representa la macroarquitectura y su mutación sociosimbólica, con el modelo de la situación ontológica de la imagen tradicional y de la imagen técnica que propone Flusser. Dicho modelo propone una escala de cinco grados que va de las imágenes concretas hasta las abstractas más elaboradas. El primer peldaño corresponde al animal y el “hombre natural”: es el nivel del vivir concreto. El segundo peldaño es el de las especies de homínidos previas al hombre: es el nivel de empuñar y manipular en donde se presentan los objetos. El tercer peldaño se da con la aparición de Homo sapiens sapiens: es el nivel en el que se tienen nociones, intuiciones y el imaginar, ya en éste se presenta las imágenes. El cuarto peldaño se ubica hace cuatro mil años, con la aparición de los textos lineales: es el nivel del concebir, narrar, el nivel histórico. Por último, en el quinto peldaño es donde se presentan las imágenes técnicas que surgen gracias al uso de aparatos técnicos: es el nivel del calcular y el computar.
El modelo de Flusser de los cinco peldaños, que van desde la vivencia concreta en el ambiente natural hasta la vivencia abstracta de las imágenes técnicas, es análogo a la forma vida que ha emergido de la ciudad, en el sentido de cómo ha mutado en el tiempo el habitar humano en comunidad. En los casos primero y segundo, como corresponden a un estado prehumano, no se puede hablar de una forma de vida urbana, pues es probable que esos ancestros primates del hombre fueran animales sociales y con una tecnología rudimentaria, como la que actualmente usan los chimpancés, pero esto no significa que construyeran y simbolizaran su hábitat, lo cual es la característica elemental para el surgimiento de una forma de vida urbana sustentada en la artificiosidad del espacio de vida, aunque al momento de marcar territorios o vivir en el nivel de lo concreto o del empuñar y manipular, el espacio es significado y, por lo tanto, se dan los origines del espacio como lugar. Respecto al tercer y cuarto peldaño, con la aparición de la intuición e imaginación en el hombre, su habitar se simboliza y deja de representar un simple nicho para protegerse de las condiciones ambientales, pues el espacio se vuelve lugar y este se transubstancia en hogar, que se acentúa con la aparición de los textos lineales que representan el proceso histórico, simbólico e imaginario del habitar, es en éste punto, donde surge la ciudad como tal y, por añadidura, las formas de vida urbana. En el caso del quinto peldaño, las ciudades holográficas de China que cuentan las leyendas o las ciencias ocultas podrían entrar en esta categoría o, también, las ciudades virtuales del ciberespacio en la que el urbanita la habita en forma de un alterego constituidos por su avatar, operando otros tipos de observación y simbolizaciones, pero al final, por el momento, no representan una nueva forma de vida urbana.
Así como el humano ha ido haciendo cada vez más compleja su simbolización por medio de las imágenes, lo mismo ha ocurrido con su habitar, que se podría resumir: árbol, cueva, choza, vivienda vernácula, vivienda proyectada, vivienda autoconstruida. Lo anterior implica un cambio en la complejidad de sus viviendas con el resto del espacio en el que se encuentran inmersos, que va de los pequeños centros de población a las megalópolis. Lo que lleva a una mayor complejidad en sus formas de socialización, que a su vez, presentan sus consecuencias perversas que permiten habitar en comunidad (de esto hablaremos más adelante). De tal forma que la forma de vida urbana que se experimenta y vive en la actualidad, es un proceso que se ha gestado por una deriva sociosimbólica en el espacio ecopsicofísico que es la ciudad. Entonces, para concluir, cabe bien preguntarse ¿Hacia donde mutará nuestra forma de vida urbana?
La ciudad es una invención humana que ha superado al hombre. Es más que la suma de sus partes. Se rige por la incertidumbre y la indeterminación, lo que merma toda posibilidad de tener certezas sobre cómo o cuál será su futuro. La ciudad se configura por medio lo que Vilém Flusser, en su libro Hacia el universo de las imágenes técnicas (UNAM, 2011), nombra como áktomos, los cuales son acciones elementales que componen conjuntos de comportamientos. Por lo tanto resulta un entramado sumamente complejo en el que están inmersos factores ecológicos, mentales y físicos que se ubican en la intersección simbolizada como la ciudad. Se entiende por lo ecológico: las relaciones de los habitantes de la ciudad entre ellos, así como con su medio. Por mental: la forma en la cual se construye simbólicamente la ciudad. Y lo físico: la parte morfológica de la ciudad.
Los tres factores (ecológico, mental y físico) están relacionados de forma recurrente. De ellos emerge la forma de vida urbana y sus consecuencias, donde estas últimas, son manifestaciones de la interacción de los factores que pueden pervertirse y convertirse en un patología del vivir en la sociedad urbana. Una forma de acercarnos a una interpretación del por qué las formas de vida urbana son inherentes a las interacciones de los factores ecopsicofísicos, se da por la forma en que se experimenta la ciudad en el observador. Como menciona Walter Benjamin en La obra de arte en la época de su reproductibilidad (2003, Itaca): “Dentro de largos períodos históricos, junto con el modo de existencia de los colectivos humanos, se transforma también la manera de percepción sensorial. El modo en que se organiza la percepción humana -el medio en que ella tiene lugar- está condicionado no sólo de manera natural, sino también histórica”. De ahí que es a partir de la experiencia espacial, la cual conlleva a una diferenciación entre lo asignado como observado y no observado, que se realiza el primer acoplamiento de la comunicación con los que el observador opera en la ciudad. De lo anterior emerge la forma de vida urbana como un tipo de realidad que va mutando, conforme cambia la experiencia y representación de la misma en un contexto histórico. Dependiendo de cómo se construye la realidad, tanto en su temporalidad como en su espacialidad, es la manera en que se manifiestan las consecuencias en la forma de vida urbana. Corresponde a cada realidad una consecuencia que opera en su contexto. Por lo cual no se pueden saber sí son buenas o malas, tan sólo operan en ontología de la ciudad.
En el espacio ecopsicofísico, lo simbólico, juega un papel importante dentro de la construcción de lo imaginario y lo vivencial que están en constante mutación. Modifica su estructura sociosimbólica y sus actitudes ante ella, porque, como dice Flusser: “[...]el ser humano, a diferencia de los otros seres vivientes, lleva una existencia basada sobre todo en informaciones adquiridas y muy poco en informaciones heredadas, la estructura de los vehículos informativos tienen una influencia decisiva en nuestra forma de vida”. Por lo cual el urbanita es producto de esta configuración espacial llamada ciudad. Basa su existencia en y para ella, la interioriza y reproduce en su cotidianidad. Aun cuando se encuentre en contextos diferentes, busca campos de referencia que le permitan reproducir su forma de vida urbana, que fuera del contexto referencial en el que están inscritos, le genera conflictos.
Para ir ejemplificando lo anterior, se puede realizar una analogía entre las imágenes que representa la macroarquitectura y su mutación sociosimbólica, con el modelo de la situación ontológica de la imagen tradicional y de la imagen técnica que propone Flusser. Dicho modelo propone una escala de cinco grados que va de las imágenes concretas hasta las abstractas más elaboradas. El primer peldaño corresponde al animal y el “hombre natural”: es el nivel del vivir concreto. El segundo peldaño es el de las especies de homínidos previas al hombre: es el nivel de empuñar y manipular en donde se presentan los objetos. El tercer peldaño se da con la aparición de Homo sapiens sapiens: es el nivel en el que se tienen nociones, intuiciones y el imaginar, ya en éste se presenta las imágenes. El cuarto peldaño se ubica hace cuatro mil años, con la aparición de los textos lineales: es el nivel del concebir, narrar, el nivel histórico. Por último, en el quinto peldaño es donde se presentan las imágenes técnicas que surgen gracias al uso de aparatos técnicos: es el nivel del calcular y el computar.
El modelo de Flusser de los cinco peldaños, que van desde la vivencia concreta en el ambiente natural hasta la vivencia abstracta de las imágenes técnicas, es análogo a la forma vida que ha emergido de la ciudad, en el sentido de cómo ha mutado en el tiempo el habitar humano en comunidad. En los casos primero y segundo, como corresponden a un estado prehumano, no se puede hablar de una forma de vida urbana, pues es probable que esos ancestros primates del hombre fueran animales sociales y con una tecnología rudimentaria, como la que actualmente usan los chimpancés, pero esto no significa que construyeran y simbolizaran su hábitat, lo cual es la característica elemental para el surgimiento de una forma de vida urbana sustentada en la artificiosidad del espacio de vida, aunque al momento de marcar territorios o vivir en el nivel de lo concreto o del empuñar y manipular, el espacio es significado y, por lo tanto, se dan los origines del espacio como lugar. Respecto al tercer y cuarto peldaño, con la aparición de la intuición e imaginación en el hombre, su habitar se simboliza y deja de representar un simple nicho para protegerse de las condiciones ambientales, pues el espacio se vuelve lugar y este se transubstancia en hogar, que se acentúa con la aparición de los textos lineales que representan el proceso histórico, simbólico e imaginario del habitar, es en éste punto, donde surge la ciudad como tal y, por añadidura, las formas de vida urbana. En el caso del quinto peldaño, las ciudades holográficas de China que cuentan las leyendas o las ciencias ocultas podrían entrar en esta categoría o, también, las ciudades virtuales del ciberespacio en la que el urbanita la habita en forma de un alterego constituidos por su avatar, operando otros tipos de observación y simbolizaciones, pero al final, por el momento, no representan una nueva forma de vida urbana.
Así como el humano ha ido haciendo cada vez más compleja su simbolización por medio de las imágenes, lo mismo ha ocurrido con su habitar, que se podría resumir: árbol, cueva, choza, vivienda vernácula, vivienda proyectada, vivienda autoconstruida. Lo anterior implica un cambio en la complejidad de sus viviendas con el resto del espacio en el que se encuentran inmersos, que va de los pequeños centros de población a las megalópolis. Lo que lleva a una mayor complejidad en sus formas de socialización, que a su vez, presentan sus consecuencias perversas que permiten habitar en comunidad (de esto hablaremos más adelante). De tal forma que la forma de vida urbana que se experimenta y vive en la actualidad, es un proceso que se ha gestado por una deriva sociosimbólica en el espacio ecopsicofísico que es la ciudad. Entonces, para concluir, cabe bien preguntarse ¿Hacia donde mutará nuestra forma de vida urbana?
Jueves, 19 de Noviembre 2015
El sentir del gatonejo es un sentir del Otro como aquel que no corresponden a los Mismos de donde llega y que dejo de ser de sus Mismos.
ESCRITO POR MILTON ARAGÓN
Se le conoce como gatonejo a aquellos gatos que nacen sin cola o con alguna mutación que les da aspecto hibrido entre gatos y conejos. Son unos animales curiosos que dan mucho para la imaginación. Si los ubicamos desde una definición biológica de especie, el gatonejo es una especie imposible, pues no solo corresponden a dos géneros distintos: Oryctolagus para los conejos y Felis para los gatos, sino también a familias distintas. Por lo tanto no existe posibilidad (natural) alguna de cruza. El caso es que en el imaginario (¿popular? ¿silvestre?), el gatonejo se presenta como el producto de la cruza entre las dos especies, dada su curiosa fisonomía, nos lleva a la ficción de animales fantásticos.
La figura de éste curioso gato es utilizada por el escritor mexicano Antonio Ortuño, en su más reciente novela Méjico (Oceano, 2015), como analogía del sentir de los hijos de migrantes, en especifico en el caso de los españoles en América. Dicha novela narra la historia de una familia en dos exilios: el nieto huyendo hacia España por un lío con un líder sindical en México y los abuelos viajando de España a México durante la Guerra Civil. Omar (el nieto) nunca había visitado España, pero su madre nunca abandonó el vínculo con su patria, a pesar de haber llegado de niña a México, ella seguía demostrando su origen geográfico en su hablar y actuar. De hecho hasta el pasaporte español tenía Omar. Dentro de su lío con el líder sindical, Omar decide esconderse en Madrid con una prima lejana que había nacido en Colombia llamada Juanita. Es ella quien le explica su sentir por medio de la figura del gatonejo: “Lo que está mal con usted es sencillo, dijo al fin. Usted, como yo, es un gatonejo. Una cosa que nació en un lado pero con los pies en otro y sus patas no se corresponden con sus orejas. Gatonejo: es, una cruza, un bicho. Se siente raro con unos y otros y es verdad. Eso no se quita pero tampoco tiene importancia”. ¿No es acaso éste sentir como gatonejo lo que pasa cualquier migrante aunque sea una migración interna? Basta pensar en el hombre marginal de Robert E. Park que no es ni de aquí ni de allá o el extranjero de George Simmel que nos resulta próximo y distante a la vez, para ver un par de ejemplos. El sentir del gatonejo es un sentir del Otro como aquel que no corresponden a los Mismos de donde llega y que dejo de ser de sus Mismos.
La patas no corresponden a las orejas le dice Juanita a Omar. Solo quien ha partido o llega a otro sitio que-no-es-el-suyo y que se sale de lo común, puede entender esto, pues se ha vuelto ese Otro que profana los modos del espacio de los Mismos. Lo interesante es que los gatonejos nacieron en el lugar de los Mismos.
La figura de éste curioso gato es utilizada por el escritor mexicano Antonio Ortuño, en su más reciente novela Méjico (Oceano, 2015), como analogía del sentir de los hijos de migrantes, en especifico en el caso de los españoles en América. Dicha novela narra la historia de una familia en dos exilios: el nieto huyendo hacia España por un lío con un líder sindical en México y los abuelos viajando de España a México durante la Guerra Civil. Omar (el nieto) nunca había visitado España, pero su madre nunca abandonó el vínculo con su patria, a pesar de haber llegado de niña a México, ella seguía demostrando su origen geográfico en su hablar y actuar. De hecho hasta el pasaporte español tenía Omar. Dentro de su lío con el líder sindical, Omar decide esconderse en Madrid con una prima lejana que había nacido en Colombia llamada Juanita. Es ella quien le explica su sentir por medio de la figura del gatonejo: “Lo que está mal con usted es sencillo, dijo al fin. Usted, como yo, es un gatonejo. Una cosa que nació en un lado pero con los pies en otro y sus patas no se corresponden con sus orejas. Gatonejo: es, una cruza, un bicho. Se siente raro con unos y otros y es verdad. Eso no se quita pero tampoco tiene importancia”. ¿No es acaso éste sentir como gatonejo lo que pasa cualquier migrante aunque sea una migración interna? Basta pensar en el hombre marginal de Robert E. Park que no es ni de aquí ni de allá o el extranjero de George Simmel que nos resulta próximo y distante a la vez, para ver un par de ejemplos. El sentir del gatonejo es un sentir del Otro como aquel que no corresponden a los Mismos de donde llega y que dejo de ser de sus Mismos.
La patas no corresponden a las orejas le dice Juanita a Omar. Solo quien ha partido o llega a otro sitio que-no-es-el-suyo y que se sale de lo común, puede entender esto, pues se ha vuelto ese Otro que profana los modos del espacio de los Mismos. Lo interesante es que los gatonejos nacieron en el lugar de los Mismos.
Martes, 3 de Noviembre 2015
Sonia, una persona a la que quiero mucho, me mostró esta canción y a raíz de escucharla varias veces se me ocurrido reflexionar sobre algunos imaginarios sociales que he detectado.
Latinoamérica es una región estrechamente relacionada con la Península Ibérica, sobre todo con Portugal y España. Paradójicamente, en esta canción la idea de lo latino se circunscribe a una Latinoamérica de habla española. Se hace mención, en un sólo caso y de manera colateral, de Brasil (por poner un ejemplo destacado). Por otro lado, también se mantiene en la oscuridad del discurso todo los elementos culturales indígenas propios de esta basta región (sumamente rica a nivel cultural).
Lo latino es identificado con lo alegre y se hace una reivindicación de ello. Ahora bien, como hemos dicho, es una reivindicación globalizada y mercantilizada. Esto me resulta paradójico. A su vez, sospecho -aunque no se dice nada en la melodía-, que esa Latinoamérica a la que se hace mención, rechaza su "yo" luso y su yo "hispano".
Particularmente creo que, en buena medida, ello es debido a la consideración que, desde España, se ha hecho de esta región. España se ha olvidado de su proximidad cultural con América y se ha centrado en Europa. Curiosamente a Europa no le importa demasiado España y, ahora, a Latinoamérica parece que tampoco. Esto ha permitido que USA entrase "a saco" es esta región convirtiéndola, desde la lógica económica, en un aliado. Europa, a través de España, ha perdido esa opción.
España se está alejando de aquello con lo que mantenía cierta filiación cultural. No acabo de comprender la razón de ello. Sospecho que ahí en encuentran inmersos una serie de imaginarios sociales relativos al rechazo o al menosprecio. Pero todo esto es simplemente una reflexión opinativa sin ningún valor.
Lo latino es identificado con lo alegre y se hace una reivindicación de ello. Ahora bien, como hemos dicho, es una reivindicación globalizada y mercantilizada. Esto me resulta paradójico. A su vez, sospecho -aunque no se dice nada en la melodía-, que esa Latinoamérica a la que se hace mención, rechaza su "yo" luso y su yo "hispano".
Particularmente creo que, en buena medida, ello es debido a la consideración que, desde España, se ha hecho de esta región. España se ha olvidado de su proximidad cultural con América y se ha centrado en Europa. Curiosamente a Europa no le importa demasiado España y, ahora, a Latinoamérica parece que tampoco. Esto ha permitido que USA entrase "a saco" es esta región convirtiéndola, desde la lógica económica, en un aliado. Europa, a través de España, ha perdido esa opción.
España se está alejando de aquello con lo que mantenía cierta filiación cultural. No acabo de comprender la razón de ello. Sospecho que ahí en encuentran inmersos una serie de imaginarios sociales relativos al rechazo o al menosprecio. Pero todo esto es simplemente una reflexión opinativa sin ningún valor.
Sábado, 24 de Octubre 2015
Será posible...
Un día escuché a mi padre hablarme del mar. Esa visión perdida en un aliento húmedo de vidas fondeadas y esperanzas. Allí de pie en las rocas de Corrubedo escuchaba lentamente los susurros del otro lado del Atlántico. Sentía su desesperación, su utopía, su calma, su desasosiego… Sólo al lado del mar.
Recordaba, también, las palabras de mi madre. Ella solía sentarse a la sombra de una encina y contemplaba las olas de otro mar. Más pequeño e inmediato. Donde el aire seco conducía las vidas pasadas y cabalgando entre las pajas boceaban los campesinos de otro tiempo.
Me busco ahora… Sólo me encuentro en mi pantalla, en mi Smartphone, me comunico en aislamiento. No sé donde estoy.
Recordaba, también, las palabras de mi madre. Ella solía sentarse a la sombra de una encina y contemplaba las olas de otro mar. Más pequeño e inmediato. Donde el aire seco conducía las vidas pasadas y cabalgando entre las pajas boceaban los campesinos de otro tiempo.
Me busco ahora… Sólo me encuentro en mi pantalla, en mi Smartphone, me comunico en aislamiento. No sé donde estoy.
Martes, 20 de Octubre 2015
Perfil
Juan R. Coca
JUAN R. COCA Profesor Contratado Doctor del Departamento de Sociología y Trabajo Social de la Universidad de Valladolid (España). Actualmente es director de la Unidad de Investigación Social y Enfermedades Raras de la Universidad de Valladolid.
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Tendencias 21 (Madrid). ISSN 2174-6850
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