Durante dos días hemos seguido bordeando los gigantescos acantilados de hielo que lejos de prolongarse en línea recta, como los de Dover, presentan multitud de ensenadas y salientes. Señal clara de los gigantescos procesos de ruptura que aquí se producen y cuyo producto son los colosales icebergs que hemos ido viendo a lo largo del último mes de navegación.
He pasado largos ratos con Worsley que, por indicación de Shackleton, ésta dedicando muchas horas a la realización de sondeos y en tomar direcciones y rumbos del litoral para hacer las primeras cartas de la zona. Su intención es, a su regreso, entregarlas al Almirantazgo, lo que permitirá que los siguientes exploradores puedan adentrarse en esta costa con mucha mayor seguridad que la que hemos tenido nosotros. Que, evidentemente, vamos a ciegas.
Y mientras navegamos el número de miembros de la expedición ha crecido. Esta vez no ha sido la aparición de un polizón, como ocurrió cuando a los pocos días de salir de Buenos Aires en dirección a Georgia del Sur descubrimos escondido a Perce Blackborow, que es otra historia que tengo que contaros.
Pues no, en este caso ha sido algo más natural: una de las perras, Sally, ha parido a varios cachorros. Pero aunque parezca mentira, todavía ni los hemos visto ni siquiera sabemos el número porque Tom Crean, el segundo oficial, un marino duro donde los haya, los ha tomado bajo su protección y no nos deja verlos.
Tom Crean ha participado en otras dos expediciones a la Antártida: la del Discovery, donde conoció a Shackleton, y la del Terra Nova en la que murió el capitán Scott y cuatro compañeros. Pues resulta que este explorador duro como el hielo ahora cuida a los cachorros como una auténtica comadrona y, por ahora, no nos deja ni verlos. Y cualquiera se atreve a llevarle la contraria.
Como si la naturaleza quisiera compensar, uno de los perros ha muerto. Realmente tuvieron que sacrificarlo los médicos, no tenía buen aspecto. El problema es que algunos otros también parecen estar enfermos. Esperemos que no sea nada porque los cachorros que acaban de nacer no estarán lo suficientemente fuertes para tirar de los trineos la próxima temporada.
He pasado largos ratos con Worsley que, por indicación de Shackleton, ésta dedicando muchas horas a la realización de sondeos y en tomar direcciones y rumbos del litoral para hacer las primeras cartas de la zona. Su intención es, a su regreso, entregarlas al Almirantazgo, lo que permitirá que los siguientes exploradores puedan adentrarse en esta costa con mucha mayor seguridad que la que hemos tenido nosotros. Que, evidentemente, vamos a ciegas.
Y mientras navegamos el número de miembros de la expedición ha crecido. Esta vez no ha sido la aparición de un polizón, como ocurrió cuando a los pocos días de salir de Buenos Aires en dirección a Georgia del Sur descubrimos escondido a Perce Blackborow, que es otra historia que tengo que contaros.
Pues no, en este caso ha sido algo más natural: una de las perras, Sally, ha parido a varios cachorros. Pero aunque parezca mentira, todavía ni los hemos visto ni siquiera sabemos el número porque Tom Crean, el segundo oficial, un marino duro donde los haya, los ha tomado bajo su protección y no nos deja verlos.
Tom Crean ha participado en otras dos expediciones a la Antártida: la del Discovery, donde conoció a Shackleton, y la del Terra Nova en la que murió el capitán Scott y cuatro compañeros. Pues resulta que este explorador duro como el hielo ahora cuida a los cachorros como una auténtica comadrona y, por ahora, no nos deja ni verlos. Y cualquiera se atreve a llevarle la contraria.
Como si la naturaleza quisiera compensar, uno de los perros ha muerto. Realmente tuvieron que sacrificarlo los médicos, no tenía buen aspecto. El problema es que algunos otros también parecen estar enfermos. Esperemos que no sea nada porque los cachorros que acaban de nacer no estarán lo suficientemente fuertes para tirar de los trineos la próxima temporada.