Puesto que el barco sólo pretendía llevar al equipo de la expedición Transantártica hasta el continente, llevaba un número de personas superior al que cabía en los camarotes, lo que obligaba a que, durante el viaje, los expedicionarios tuvieran que dormir en la cámara de oficiales, que situada en el castillo de proa es bastante fría.
Sin embargo, como ahora vamos a tener que pasar todos juntos en el barco un buen número de meses, Shackleton ha decidido aumentar la superficie aprovechable del barco, dotándole de más camarotes. Para eso, después de consultar con el capitán y con el carpintero del barco, McNish, se ha decidido utilizar la antigua zona de almacenaje entre la cubierta, que es mucho más cálida, para aumentar la superficie de habitabilidad.
Durante un par de semanas, McNish, al que todos conocemos como Chippy, ha estado trabajando duro en la ampliación. El resultado son seis camarotes de distinto tamaño. La mayor parte sólo tienen un par de metros largo por metro y medio de ancho, que se cierran con cortinas para dar un poco de intimidad, donde se alojarán dos personas.
Sin embargo, uno de ellos es mucho mayor, aunque en este caso servirá para cuatro.
La inauguración va a ser mañana, pero los futuros inquilinos se han apresurado a bautizarles con nombres bastante irónicos: Unos los llaman “El charco”, otros “El fondeadero”, Cheetham y McNish le han llamado “El descanso de los marineros”… y al conjunto -nada más, y nada menos- que “El Ritz”.
Como se ve, buen humor no nos falta.
Sin embargo, como ahora vamos a tener que pasar todos juntos en el barco un buen número de meses, Shackleton ha decidido aumentar la superficie aprovechable del barco, dotándole de más camarotes. Para eso, después de consultar con el capitán y con el carpintero del barco, McNish, se ha decidido utilizar la antigua zona de almacenaje entre la cubierta, que es mucho más cálida, para aumentar la superficie de habitabilidad.
Durante un par de semanas, McNish, al que todos conocemos como Chippy, ha estado trabajando duro en la ampliación. El resultado son seis camarotes de distinto tamaño. La mayor parte sólo tienen un par de metros largo por metro y medio de ancho, que se cierran con cortinas para dar un poco de intimidad, donde se alojarán dos personas.
Sin embargo, uno de ellos es mucho mayor, aunque en este caso servirá para cuatro.
La inauguración va a ser mañana, pero los futuros inquilinos se han apresurado a bautizarles con nombres bastante irónicos: Unos los llaman “El charco”, otros “El fondeadero”, Cheetham y McNish le han llamado “El descanso de los marineros”… y al conjunto -nada más, y nada menos- que “El Ritz”.
Como se ve, buen humor no nos falta.