Los días pasan con una extraña monotonía. Todos nos animamos repitiendo las palabras de Shackleton de que hasta finales de febrero hay posibilidades de que una tempestad rompa el hielo y podamos continuar. Sin embargo, y aunque no queremos decirlo, tenemos miedo de que esa tempestad que no llegue y el invierno se eche encima.
Mientras tanto, hemos aprovechado estos últimos días para llenar la despensa con carne de foca. Ya habíamos cazado algunas desde que entramos en la banquisa, pero no he querido comentar nada en mis crónicas porque sé que muchos de los lectores del Diario Crítica no se sienten entusiasmados con la muerte a estos animales. Pero es necesario alimentar a los perros.
Así que, puesto que la superficie del hielo que nos rodea está llena de amontonamientos de hielo que no permiten ver a más de un centenar de metros, se no ha ocurrido que alguien con buenos prismáticos se instala en el nido de cuervo, y desde allí otee los alrededores. Cada vez que localiza una foca, en silencio y sirviéndose de un sistema de señales, indica el camino a los cazadores.
En un sólo día se han cazado cuatro focas cangrejeras y tres de Weddell, lo que supone más de una tonelada de carne para los perros. Puede parecer mucho, pero no se pueden imaginar cómo comen 69 perros, y eso que los cachorros que nacieron hace unas semanas todavía los alimenta su madre.
Podríamos haber cazado un par de focas más, pero Shackleton, el Jefe como aquí le llaman, se negó a que fueran a por ellas. Dado que el hielo que había entre medias no ofrecía muchas garantías y temía que se pudieran caerse en una grieta. En cualquier caso, estuvimos bastante ocupados trasladando en los trineos por aquella superficie los cuerpos de unos animales, puesto que algunos pesaban casi 200 kilogramos y estaban a más de 3 kilómetros de distancia.
Mientras tanto, hemos aprovechado estos últimos días para llenar la despensa con carne de foca. Ya habíamos cazado algunas desde que entramos en la banquisa, pero no he querido comentar nada en mis crónicas porque sé que muchos de los lectores del Diario Crítica no se sienten entusiasmados con la muerte a estos animales. Pero es necesario alimentar a los perros.
Así que, puesto que la superficie del hielo que nos rodea está llena de amontonamientos de hielo que no permiten ver a más de un centenar de metros, se no ha ocurrido que alguien con buenos prismáticos se instala en el nido de cuervo, y desde allí otee los alrededores. Cada vez que localiza una foca, en silencio y sirviéndose de un sistema de señales, indica el camino a los cazadores.
En un sólo día se han cazado cuatro focas cangrejeras y tres de Weddell, lo que supone más de una tonelada de carne para los perros. Puede parecer mucho, pero no se pueden imaginar cómo comen 69 perros, y eso que los cachorros que nacieron hace unas semanas todavía los alimenta su madre.
Podríamos haber cazado un par de focas más, pero Shackleton, el Jefe como aquí le llaman, se negó a que fueran a por ellas. Dado que el hielo que había entre medias no ofrecía muchas garantías y temía que se pudieran caerse en una grieta. En cualquier caso, estuvimos bastante ocupados trasladando en los trineos por aquella superficie los cuerpos de unos animales, puesto que algunos pesaban casi 200 kilogramos y estaban a más de 3 kilómetros de distancia.