Todo empezó a finales del pasado año de 1914, el Endurance había llegado al puerto de Buenos Aires camino de la Antártida. En Argentina la exploración polar, aunque por polar nosotros entendemos únicamente la antártica, es un tema que siempre despierta interés entre la población.
Especialmente desde que nuestra corbeta “Uruguay” rescatase en 1903 a la expedición del sueco Otto Nordenskjöld, que se había quedado atrapado en la Isla de Cerro Nevado al hundirse el barco que tenía que llevarles de vuelta a la civilización. Aquella fue una gesta memorable que hizo que los ojos del mundo se fijasen en la proeza que había hecho nuestro país. Y en la que yo participe, no sé si de forma significativa, pero al menos participé aunque fuese por casualidad.
En aquel año yo me encontraba haciendo el servicio militar en la Armada Argentina y acababa de ser destinado con el rango de cabo a la dotación de la corbeta Uruguay. Aquel era un destino anodino, sin mucho trabajo, que me permitiría seguir con mis estudios de periodismo. Pero entonces ocurrió la tragedia.
El hundimiento del Antarctic
En noviembre de 1902 el Antarctic, el buque, que había llevado a la expedición sueca a la Antártida en 1901, se hizo de nuevo a la mar para recoger a los expedicionarios, pero pasaron los meses y el barco no regresó.
Era evidente que algo había pasado con los expedicionarios y su barco. Era urgente ir en su ayuda y los gobiernos de Suecia y de Francia preparan operaciones de rescate. Pero antes de que sus barcos lleguen a la Antártida, el gobierno argentino decide que la corbeta Uruguay traté de localizarlos y… allí estaba yo.
Lógicamente como simple cabo no hubiera tenido una participación muy relevante, pero aquí el destino volvió a ponerse de mi parte. No sé si saben que mi nombre completo es Alejandro Vera O’Hara, y como ya habrán podido imaginar mi padre era argentino, de origen español, por cierto, y mi madre irlandesa. Luego, desde pequeñito he sido bilingüe.
Esta circunstancia hizo que cuando localizamos a los expedicionarios, el capitán de la corbeta Uruguay, me mandase a mí como intérprete. Aquello me permitió escribir, casi sin saber nada de periodismo, algunos artículos en diarios bonaerenses y mi nombre empezó a “sonar” en ese mundo.
La entrevista a Shackleton
Por eso cuando el Endurance recala en Buenos Aires, mi periódico me mandó a mí para entrevistar al famoso explorador anglo-irlandés. No es que yo fuese otro explorador, pero algo más que mis compañeros sabía de la Antártida. Además, hablaba inglés.
Cuando me presenté a entrevistarle, Shackleton se llevó una gran sorpresa. Le habían dicho que vendría a verle un reportero del Diario Crítica llamado Alejandro Vera, que es como yo firmaba en Argentina y, de repente, apareció un joven que hablaba, no solo inglés, sino que además con “un apestoso acento irlandés” como me dijo bromeando.
Y cuando se enteró de que había participado en el rescate de la expedición de Nordenskjöld, empezó a preguntarte tantas cosas que, al final, parecía que la entrevista me la estaba haciendo él a mí.
Una decisión rápida
Seguimos hablando en su camarote durante un largo rato. El debió notar que mis ojos se iluminaban cuando hablaba de la Antártida, todos mis amigos me dicen que me pasa eso, y de repente me dijo.
“Alex, sabes que el Endurance zarpa mañana por la mañana. Si eres capaz de preparar tu petate y estar aquí a las 8 de la mañana, te vienes con nosotros”.
Yo creo que ni le respondí. Me faltó tiempo para despedirme e irme a la redacción del periódico a preparar el artículo, que lógicamente terminaba con la pregunta que me había hecho Shacketon. Al llegar a ella mi editor levanto la cabeza y me miró por encima de las gafas y me preguntó:
“¿Y tú qué le has contestado?””
“Pues ponlo –siguió diciéndome mi editor con voz grave- pues ponlo en el artículo. Esa es la forma correcta de terminar un artículo. Llevo tres años tratando de hacer de ti un buen periodista y no creo que lo vaya a conseguir si no sabes terminar un artículo”.
Y Llévalo al tipógrafo, pero antes cambia ese título ridículo que has puesto por el de “Con Shackleton en el Endurance”.
Y aquí estoy.
Especialmente desde que nuestra corbeta “Uruguay” rescatase en 1903 a la expedición del sueco Otto Nordenskjöld, que se había quedado atrapado en la Isla de Cerro Nevado al hundirse el barco que tenía que llevarles de vuelta a la civilización. Aquella fue una gesta memorable que hizo que los ojos del mundo se fijasen en la proeza que había hecho nuestro país. Y en la que yo participe, no sé si de forma significativa, pero al menos participé aunque fuese por casualidad.
En aquel año yo me encontraba haciendo el servicio militar en la Armada Argentina y acababa de ser destinado con el rango de cabo a la dotación de la corbeta Uruguay. Aquel era un destino anodino, sin mucho trabajo, que me permitiría seguir con mis estudios de periodismo. Pero entonces ocurrió la tragedia.
El hundimiento del Antarctic
En noviembre de 1902 el Antarctic, el buque, que había llevado a la expedición sueca a la Antártida en 1901, se hizo de nuevo a la mar para recoger a los expedicionarios, pero pasaron los meses y el barco no regresó.
Era evidente que algo había pasado con los expedicionarios y su barco. Era urgente ir en su ayuda y los gobiernos de Suecia y de Francia preparan operaciones de rescate. Pero antes de que sus barcos lleguen a la Antártida, el gobierno argentino decide que la corbeta Uruguay traté de localizarlos y… allí estaba yo.
Lógicamente como simple cabo no hubiera tenido una participación muy relevante, pero aquí el destino volvió a ponerse de mi parte. No sé si saben que mi nombre completo es Alejandro Vera O’Hara, y como ya habrán podido imaginar mi padre era argentino, de origen español, por cierto, y mi madre irlandesa. Luego, desde pequeñito he sido bilingüe.
Esta circunstancia hizo que cuando localizamos a los expedicionarios, el capitán de la corbeta Uruguay, me mandase a mí como intérprete. Aquello me permitió escribir, casi sin saber nada de periodismo, algunos artículos en diarios bonaerenses y mi nombre empezó a “sonar” en ese mundo.
La entrevista a Shackleton
Por eso cuando el Endurance recala en Buenos Aires, mi periódico me mandó a mí para entrevistar al famoso explorador anglo-irlandés. No es que yo fuese otro explorador, pero algo más que mis compañeros sabía de la Antártida. Además, hablaba inglés.
Cuando me presenté a entrevistarle, Shackleton se llevó una gran sorpresa. Le habían dicho que vendría a verle un reportero del Diario Crítica llamado Alejandro Vera, que es como yo firmaba en Argentina y, de repente, apareció un joven que hablaba, no solo inglés, sino que además con “un apestoso acento irlandés” como me dijo bromeando.
Y cuando se enteró de que había participado en el rescate de la expedición de Nordenskjöld, empezó a preguntarte tantas cosas que, al final, parecía que la entrevista me la estaba haciendo él a mí.
Una decisión rápida
Seguimos hablando en su camarote durante un largo rato. El debió notar que mis ojos se iluminaban cuando hablaba de la Antártida, todos mis amigos me dicen que me pasa eso, y de repente me dijo.
“Alex, sabes que el Endurance zarpa mañana por la mañana. Si eres capaz de preparar tu petate y estar aquí a las 8 de la mañana, te vienes con nosotros”.
Yo creo que ni le respondí. Me faltó tiempo para despedirme e irme a la redacción del periódico a preparar el artículo, que lógicamente terminaba con la pregunta que me había hecho Shacketon. Al llegar a ella mi editor levanto la cabeza y me miró por encima de las gafas y me preguntó:
“¿Y tú qué le has contestado?””
“Pues ponlo –siguió diciéndome mi editor con voz grave- pues ponlo en el artículo. Esa es la forma correcta de terminar un artículo. Llevo tres años tratando de hacer de ti un buen periodista y no creo que lo vaya a conseguir si no sabes terminar un artículo”.
Y Llévalo al tipógrafo, pero antes cambia ese título ridículo que has puesto por el de “Con Shackleton en el Endurance”.
Y aquí estoy.