Ayer relevamos esta foto que tomó Hurley hace unos días desde uno de los mástiles, mientras nos habríamos camino a través de la banquisa
A medianoche un fuerte crujido en la banquisa nos ha alertado de la aparición de una grieta en el hielo de más de casi dos kilómetros de longitud. Que aunque no llegaba hasta el barco -se quedó a unos 50 metros de distancia- nos hizo soñar con que pronto volveríamos a navegar de nuevo en dirección a bahía Vahsel.
Según fueron pasando las horas, y la grieta se ensanchaba, la expectación y nuestras esperanzas fueron creciendo. Dado que en medio día había pasado de tener cinco metros de ancho a medir unos 400 metros. Por allí podía navegar hasta un crucero.
Sin embargo, por mucho que se ensanchó, no se abrió en la dirección del Endurance, y pese a que pusimos las máquinas a toda potencia y desplegamos todas las velas, el hielo era muy grueso y no logramos atravesar esos 50 metros que nos separaban del agua libre.
Os podéis imaginar nuestra decepción, pero no se podía hacer otra cosa y Shackleton, después de embestir la placa de hielo una y otra vez durante más de tres horas, ordenó apagar las calderas con objeto de no gastar más carbón.
He estado un rato hablando con él, pese a que se encuentra disgustado por la situación, sigue confiando -por su experiencia de varios años en el otro lado de la Antártida, en el mar de Ross - que hasta mediados o finales del próximo mes, la banquisa se puede abrir en cualquier momento, lo que nos permitiría seguir con la expedición.
Otros, sin embargo, empiezan a preocuparse seriamente, especialmente después del fuerte descenso de temperatura que tuvo lugar anoche, y que hace que estemos a 15ºC bajo cero. En concreto Hurley, con quien paso muchas horas revelando fotografías, me ha confesado que “cree que estaremos atrapados toda la estación”.
Bueno, los próximos días o semanas van a ser claves. Yo, mientras tanto, seguiré informando a través de estas crónicas.
Según fueron pasando las horas, y la grieta se ensanchaba, la expectación y nuestras esperanzas fueron creciendo. Dado que en medio día había pasado de tener cinco metros de ancho a medir unos 400 metros. Por allí podía navegar hasta un crucero.
Sin embargo, por mucho que se ensanchó, no se abrió en la dirección del Endurance, y pese a que pusimos las máquinas a toda potencia y desplegamos todas las velas, el hielo era muy grueso y no logramos atravesar esos 50 metros que nos separaban del agua libre.
Os podéis imaginar nuestra decepción, pero no se podía hacer otra cosa y Shackleton, después de embestir la placa de hielo una y otra vez durante más de tres horas, ordenó apagar las calderas con objeto de no gastar más carbón.
He estado un rato hablando con él, pese a que se encuentra disgustado por la situación, sigue confiando -por su experiencia de varios años en el otro lado de la Antártida, en el mar de Ross - que hasta mediados o finales del próximo mes, la banquisa se puede abrir en cualquier momento, lo que nos permitiría seguir con la expedición.
Otros, sin embargo, empiezan a preocuparse seriamente, especialmente después del fuerte descenso de temperatura que tuvo lugar anoche, y que hace que estemos a 15ºC bajo cero. En concreto Hurley, con quien paso muchas horas revelando fotografías, me ha confesado que “cree que estaremos atrapados toda la estación”.
Bueno, los próximos días o semanas van a ser claves. Yo, mientras tanto, seguiré informando a través de estas crónicas.