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El Mediterráneo plural en la Edad Moderna Alicia Montesdeoca , 12/04/2011

Sujeto histórico y diversidad cultural


El Mediterráneo plural en la Edad Moderna
Ficha Técnica

Título: “El Mediterráneo plural en la Edad Moderna. Sujeto histórico y diversidad cultural”
Editores: José A. González Alcantud y André SToll
Edita: Anthropos, 2011. Con la colaboración del Observatorio de Prospectiva Cultural (Universidad de Granada).
Nº de pp: 256
ISBN: 978-84-15260-00-4
PVP: 19 euros

El Mediterráneo ha sido objeto y sujeto de numerosas obras que desde hace siglo y medio al menos, a partir de que irrumpieron en su análisis los saintsimonianos y las ciudades balneario comenzaron a prodigarse, procuraron ofrecernos una imagen amable, de una parte, y conflictiva, de otra, de este mar marcado por la densidad histórica y vital. Uno de los hitos más importantes de ese Mediterráneo intelectual ha sido la obra del historiador francés Fernand Braudel. Éste dedicó su atención al Mediterráneo moderno, el que giraba en torno al rey Felipe II, para comprobar que a pesar de su carácter de frontera religioso-política, seguía conservando buena parte de su carácter ecuménico anterior, heredado de Roma, donde hombres, ideas y mercancías seguían circulando de un lado al otro del mismo. La pluralidad cultural tenía sus peculiaridades mediterráneas que ni la irrupción del Imperio turco ni el catolicismo de Felipe II podían evitar. Formas de pluralidad, y de los intentos, finalmente logrados en buena medida en el Mediterráneo católico, de eliminarla, que los autores de este libro, resultado de un seminario celebrado en la Universidad Internacional de Andalucía, analizan: desde el problema judío al morisco, desde la irrupción de los turcos en el Mediterráneo a la condición de la mujer en el mundo otomano, o desde el temprano orientalismo de la época hasta la mirada que sobre el norte de Europa se tenía desde lugares como Venecia. Todo sobre un fondo en el que destaca la presencia de lo Oriental interior en el caso de España y la evolución de lo abierto a lo cerrado en los intelectuales españoles.



Índice y autores

- El mundo mediterráneo antes y después de Fernand Braudel. José Antonio González Alcantud

- Desplazamientos semánticos: Segregación, migración y recuperación de Oriente en la Europa mediterránea durante la primera modernidad. El caso de la España semítica. André Stoll

- La Negación Morisca: Los moriscos del reino de Granada o la convivencia negada. Manuel Barrios Aguilera

- Lo que va de Luis del Mármol Carvajal a Pedro Soto de Rojas, o la clausura de la pluralidad en una ciudad mediterránea de la Edad Moderna. José Antonio González Alcantud

- La Irrupción turca: La llegada de los turcos al Mediterráneo. Miguel Ángel de Bunes Ibarra

- El mundo femenino turco en la literatura castellana del siglo XVI. Encarnación Sánchez García

- Miradas cruzadas: Norte y Sur: El arabismo y los límites de la representación. Sobre la erudición orientalista española en época moderna. Fernando Rodríguez Mediano

- León el Africano, hombre de muchos rostros. François Pouillon

- Europa septentrional en la literatura italiana del siglo XVI: Torquato Tasso y Orazio Ariosti. Moisés Martín Gómez

- Epílogo de actualidad: exilios modernos que son contemporáneos. José Antonio González Alcantud
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12/04/2011 Comentarios

Reseñas

El placer de vivir Alicia Montesdeoca , 05/04/2011

Y otros cien breves artículos


El placer de vivir
Ficha Técnica

Título: “El placer de vivir”
Autor: André Comte-Sponville
Edita: Paidós. Madrid, marzo 2011

En El placer de vivir, los principales ejes del pensamiento de André Comte-Sponville quedan reflejados en una especie de “André Comte-Sponville para todos los públicos”. Así, pasamos del escrito argumentado sobre Montaigne, el estoicismo, la felicidad de desear, etc., a los comentarios sagaces y humorísticos sobre la Navidad, la moda, las vacaciones… Es el itinerario personal de un pensador que nos ofrece, tal como le vienen a la mente, los pensamientos que le inspiran el mundo en el que vive.
El estilo sobrio y claro de estos textos rehúye cualquier tecnicismo universitario y su lectura proporciona un auténtico placer. Siempre inteligente y eficaz, Comte Sponville hace que con esta guía el lector penetre en los secretos de la cotidianeidad, poniendo a su alcance las cuestiones fundamentales de la filosofía.

En estas páginas el lector encontrará también una moral laica; una espiritualidad sin Dios; una concepción de la ciudadanía no partidista y verdaderamente activa; y un humanismo (desesperado) aplicados al amor, la muerte, la familia, el empleo, el racismo, el capitalismo…


Extracto de El placer de vivir

Los domingos

“Durante mucho tiempo, detesté los domingos. Veía en ellos, lo veo todavía a veces, un resumen de nuestra vida, en lo que tiene de más vacío, de más vano, de más insatisfactorio. Un compendio de nada. ¿Necesario? Sí, como el descanso del séptimo día. Pero igual de estéril. Ni siquiera Dios tuvo nada que hacer. ¿Cómo podríamos evitar aburrirnos?

Paradoja del domingo: la de parecer a la vez necesario e inútil, indispensable y vano. Una semana entera trabajando, corriendo, esperando el fin de semana… ¡que llegue pronto el domingo! Luego el sábado para el ocio, para las compras, para los amigos, para las salidas, para la diversión… Al fin, el domingo. ¿Para qué? Para el descanso. Para esperar el lunes. Para nada. O bien para distraer a los niños, para hacer compañía a la esposa, al marido, para fingir que somos felices… Para nada o para vivir, pues, y jamás la frontera me parecía tan tenue, entre lo uno y lo otro, entre la vanidad de ser y la nada de no ser, como el domingo, cuando debemos vivir sin hacer nada, cuando debemos vivir por vivir, simplemente, y nos descubrimos incapaces o insatisfechos…

Aquellos que van a misa son más afortunados. Esto les supone una ocupación, un fin, una justificación. ¿Suficiente? No es seguro. Recuerdo, de la época en que era creyente, la tristeza también de las iglesias el domingo, esa especie de atontamiento sombrío, bajo la bóveda inmensa, mi fatiga, mi perplejidad de niño o de adolescente, mi impaciencia, mi abatimiento, mi aburrimiento…

Sin embargo, algo ha cambiado en mis domingos. ¿Qué? Una cierta felicidad, al menos cuando todo va más o menos bien, una cierta paz, una cierta tranquilidad… Los hijos han crecido, se distraen solos, me dejan trabajar si quiero, no hacer nada si lo deseo… Una mujer amada y amante. Una obra por proseguir. La vida que pasa, que continúa, que avanza… Mis domingos han perdido su estatus de excepción: se han banalizado, calmado, distendido… Por la mañana, me levanto el primero; voy a comprar los periódicos, los cruasanes… Desayuno familiar o amoroso. Un poco de trabajo, de paseo, a menudo solo, de jardinería, a menudo a dos, de reposo… Tengo mis momentos de tristeza, como todo el mundo, de depresión, de angustia, de abismo, por otra parte más bien escasos y apenas más frecuentes ahora el domingo que los demás días. Cuando todo va mal, es agradable al menos no hacer nada, esperar que las cosas se calmen, que pasen, que consigamos salir del apuro… Y agradable, cuando todo va bien, aún más agradable no hacer otra cosa más que aprovecharlo, que degustar la vida que viene, que se va, es su manera de venir, que fluye lenta, tranquila, voluptuosamente… ¿La soledad? ¿La finitud? ¿El cansancio? Forman parte de nuestra vida. Como el placer. Como el amor. Como la felicidad. Hay que aceptarlo todo, y esto es lo que significan los domingos: que la vida es para tomarla o dejarla, felicidad y desgracia, trabajo y reposo, y que vale más tomarla claro está, a pesar del cansancio, a pesar de la angustia a veces o a menudo, que el domingo, al fin y al cabo, es sólo un día como los demás, simplemente un poco más libre, un poco más lúcido, un poco más auténtico quizás, y como la piedra de toque de nuestra vida y de nuestra felicidad.

¿La felicidad? Es cuando los domingos son agradables, distendidos, serenos, dedicados tanto al amor como al descanso, al placer de vivir más que al miedo a morir, a la liviandad de estar juntos más que al peso de estar solo, al poder de existir, como dice Spinoza, más que al sabor de la nada.

Parece una filosofía, y en el fondo lo es. Parece una felicidad, y es la única quizá que nos es accesible. Que no está reservada a los domingos, por supuesto. Pero el domingo la aprovechamos mejor, cuando la tenemos, igual que sufrimos más por su ausencia, cuando falta. Por eso el domingo es un día de reflexión, de retorno a uno mismo, de meditación, lo necesitamos, de filosofía aplicada finalmente, que es la única que vale, y viva.

Sabiduría del reposo, reposo de la sabiduría. La felicidad, la verdadera, es cuando incluso los domingos saben a felicidad”.

Datos del autor

André Comte-Sponville nació en Francia en 1952. Es uno de los filósofos franceses más brillantes y apreciados tanto dentro como fuera de su país. A partir de los 18 años se declara ateo y empieza a buscar respuestas sobre la religión, Dios y la espiritualidad dentro de la filosofía, concretamente en la tradición materialista.

Sus filósofos de influencia son Epicuro, los estoicistas, Montaigne y Spinoza. Entre los contemporáneos, está próximo sobre todo a Claude Lévi-Strauss, Marcel Conche y Clément Rosset.
Actualmente es profesor de la Universidad de París - La Sorbona y colabora en diversos medios franceses como Libération. El 4 de marzo de 2008 fue nombrado miembro del Comité Consultivo Nacional de Ética Francés por el presidente de la República Francesa Nicolás Sarkozy.

Es autor de numerosas obras que, por su claridad expositiva, ponen la filosofía al alcance de todos. “La felicidad desesperadamente”; “El amor, la soledad”; “Invitación a la filosofía”; “Diccionario filosófico”; “El capitalismo, ¿es moral?”; “Pequeño tratado de las grandes virtudes”; "Impromptus”; “El alma del ateísmo”; “La vida humana”; “La miel y la absenta” y “Sobre el cuerpo”, todas ellas publicadas por Paidós.
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05/04/2011 Comentarios

Inteligencia y seguridad: Revista de análisis y prospectiva. Núm.9

Ficha Técnica

Título: "Inteligencia y seguridad: Revista de análisis y prospectiva"
Directores: Fernando Velasco y Diego Navarro
Secretarios de Redacción: Rubén Arcos y Fernando Cocho
Edita: Cátedra Servicios de Inteligencia y Sistemas Democráticos (Universidad Rey Juan Carlos). Instituto Juan Velázquez de Velasco de Investigación en Inteligencia para la Seguridad y la Defensa (Universidad Carlos III de Madrid). Diciembre 2010-mayo 2011.

Página Web: www.serviciosdeinteligencia.es
Página Web: www.institutodeinteligencia.uc3m.es




Contenido

Editorial. Fernando Velasco Fernández y Diego Navarro Bonilla

-“El Centro Nacional de Inteligencia ante el reto de la seguridad económica”. D.Félix Sanz Roldán

-“Aproximación a la inteligencia competitiva”. Equipo de Inteligencia Económica del CNI

- “Espionaje Económico”, un desafío para la protección de la Constitución Alemana. BfV (Oficina federal para la protección de la Constitución Alemana)

- “Gestión de implementación de Sistemas de Inteligencia de Negocios”. Klaus Solberg Soilen

- “Modelo Normalizado de Unidad de Inteligencia Competitiva y Manual de Operaciones: Una Propuesta”. Ruth A. Martín

- Conclusiones II Congreso de Inteligencia

- Crítica de libros

Daniel Sansó-Rubert Pascual
Arturo Martín Vega
Luis Vázquez Ochoa
Miguel Ángel Esteban

- Agenda

Fernando Cocho

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05/04/2011 Comentarios

Reseñas

Mathematics and Religion: Our Languages of Sign and Symbol

Ficha Técnica

Título: “Mathematics and Religion: Our Languages of Sign and Symbol”
Autor: Javier Leach
Editorial: Templeton Press. United States of America, 2010

Those, like me, who are interested in the field of science-religion dialogue, find in “Mathematics and Religion: Our Languages of Sign and Symbol”, by Javier Leach – a mathematician and Jesuit priest –, a precious and outstanding book, with original insights on that field. As a deep connoisseur of science, philosophy and theology, the author elaborates a very balanced, fascinating and articulated essay – free of both scientific dogmatisms and religious fundamentalisms – by taking the formal language of logic and mathematics as the threat that permits him to tie those three fields of human knowing and suggest a model of relationship between science and religion that he calls NOSYMA (Non-Symmetric Magisteria). In this model – as an alternative model to the one proposed in the 1980s by Stephen Jay Gould, called NOMA (Non-Overlapping Magisteria), science and religion cannot be separated, but are related in a complementary and non-symmetrical way. This asymmetry results from the fact that in some point of its discourse, religious knowledge needs science to significantly speak to and dialogue with our occidental culture, markedly linked to science and technology, while science may, in theory, develop itself and pursuit its goals without any reference to religion. I cannot agree more with Leach that “this asymmetry is a plus for science by making it autonomous, but is also a plus for religion by endowing religion with a more comprehensive vision” (p.131).

Considering how the human efforts to organize language, as a carrier of meaning, is central to human progress, and searching inside the three basic and complementary types of human language – formal, empirical and metaphysical-religious, used by logic and mathematics, empirical sciences and philosophy and theology, respectively, and based in different perceptions of reality – Leach discovers the unique role that the formal language of mathematics performs as a public language and as in linking science with philosophy and theology. In the past centuries, the achievements of empirical science based on natural laws, expressed by the univocal language of mathematics, led to the spread idea that formal and empirical languages could reach all the truth and the absolute certainty about the world and human life and, thus, making obsolete metaphysical language. But, the discover, in the twentieth-century, of the theorems of the incompleteness and nondecidability for some formal systems led to the conclusion that, in general, these systems must remain open and cannot make absolute statements or give absolute certainty .

Not only formal systems have this property of openness. In fact, this same property is found in real systems, described by contemporary sciences, such as quantum physics, biology and neurosciences. Since different formal systems have to be taken in account and the idea of plural certainty is acknowledged in mathematics, then it is the principle of consistency (or principle of noncontradiction) that allows the widest basis for certainty and truth in mathematics and permits choosing between different formal systems. This situation leads Leach to put in parallel formal (based on signs) and metaphysical (based on symbols) languages, claiming that “consistency is a logical principle that unites metaphysics and mathematics” (p.70), and that “with both pluralism and univocal certainty (consistency), we can conclude that mathematics and science remain open to – and often friendly to – the language and ideas of metaphysics” (p.71). Since our world is open to incompleteness, and indecidability, and mathematical and scientific rationality require, in the end, the consistency (within each of the plural systems that coexist and they do not exclude mutually one another), which cannot be proved within formal language for sufficiently complex theories, then consistency is a metaphysical presumption, that becomes a scientific value, and also a theological value. This is the lesson “that the history of mathematics offers for the modern dialogue between science and religion” (p. 92). In sum, the openness of mathematics and empirical sciences and their request of consistency is such a good news that allows us to put in dialogue formal, empirical and metaphysics-religious languages. In fact, all of them start by choosing (and putting faith in) their own assumptions and proceed building, by “deduction”, their own systems of languages, which, in the end, are open to transcend each other (p.126) in a fruitful dialogue.

I think that the interesting insights provided by this book allow believers and nonbelievers to entail a fertile dialogue and the reader gets a powerful and inspirer instrument to deep down future research in the field of science and religion. For all this, I vividly recommend this outstanding and fascinating book.

Alvaro Balsas


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01/04/2011 Comentarios

Aquellos que, como yo, están interesados en el diálogo ciencia-religión encontrarán en el libro “Matemáticas y Religión: Nuestros lenguajes del signo y el símbolo”, escrito por Javier Leach, matemático y sacerdote jesuita, un libro valioso y excepcional con ideas originales en ese campo. Alvaro Balsas


Matemáticas y Religión: Nuestros lenguajes del signo y el símbolo
Ficha Técnica

Título: “Matemáticas y Religión: Nuestros lenguajes del signo y el símbolo”
Autor: Javier Leach
Edita: Sal Terrae. Enero, 2011
Colección: Ciencia Religión

Como conocedor profundo de la ciencia, la filosofía y la teología, el autor elabora un ensayo muy equilibrado, fascinante y articulado, que está libre de dogmatismos y fundamentalismos tanto científicos como religiosos. En este ensayo el lenguaje formal de la lógica y las matemáticas es el hilo conductor que permite vincular estos tres campos del conocimiento humano (ciencia, filosofía y teología).

Leach propone un modelo de relación entre ciencia y religión que él llama NOSYMA (Magisterios no simétricos). En este modelo, que Leach presenta como alternativo al propuesto en la década de 1980 por Stephen Jay Gould, y que Gould llamó NOMA (Magisterios no superpuestos). Según la propuesta de Leach, la ciencia y la religión no se pueden separar, pues están relacionadas de manera complementaria y no simétrica. Esta asimetría se basa en el hecho de que en algún momento de su discurso, el conocimiento religioso necesita de la ciencia para hablar de manera significativa y en diálogo con nuestra cultura occidental, que claramente está vinculada a la ciencia y la tecnología, mientras que la ciencia puede, en teoría, desarrollarse y buscar sus objetivos sin hacer referencia a la religión.

No puedo estar más de acuerdo con Leach en que "esta asimetría es un plus para la ciencia, ya que en ella se considera que la ciencia es autónoma, pero también es un plus para la religión porque atribuye a la religión una visión más integral del mundo y de la vida" (p. 156-157). Leach descubre el papel singular que juega el lenguaje formal de la matemática como lenguaje público que vincula la ciencia con la filosofía y la teología. Esto lo hace teniendo en cuenta cómo los esfuerzos humanos para organizar el lenguaje, como portador de sentido, son fundamentales para el progreso humano, y buscando dentro de los tres tipos básicos y complementarios del lenguaje humano: formal, empírico y metafísico-religioso , utilizados respectivamente por la lógica y las matemáticas, las ciencias empíricas y la filosofía y la teología, y basados cada uno de ellos en percepciones diferentes de la realidad.

En los últimos siglos, los logros de la ciencia empírica basada en leyes naturales, y expresada mediante el lenguaje unívoco de las matemáticas, llevó a la idea de que los lenguajes formales y empíricos podrían alcanzar la verdad y la certeza absoluta acerca del mundo y de la vida humana, convirtiendo, por lo tanto, el lenguaje metafísico en obsoleto. Sin embargo, el descubrimiento, en el siglo XX, de los teoremas de la incompletitud e indecidibilidad para ciertos sistemas formales llevó a la conclusión de que, en general, estos sistemas deben permanecer abiertos y no pueden trasmitir certezas absolutas. No sólo los sistemas formales tienen esta característica de apertura. De hecho, esta misma propiedad se encuentra en los sistemas reales, descritos por las ciencias empíricas contemporáneas, como la física cuántica, la biología y la neurociencia. Puesto que tienen que ser tomados en consideración diferentes sistemas formales todos ellos presumiblemente consistentes, el principio de consistencia (o principio de no contradicción) permanece como la base más amplia de la certeza y la verdad en las matemáticas y nos permite elegir entre los diferentes sistemas formales.

Esta situación le lleva a Leach a poner en paralelo los lenguajes formales (basados en signos) con los lenguajes metafísicos (basados en símbolos), afirmando que "la consistencia es un principio lógico que une a la metafísica y las matemáticas" (p. 91), y que "al incluir a la vez pluralismo y certeza unívoca (consistencia), podemos concluir que las matemáticas y la ciencia permanecen favorablemente abiertas al lenguaje y a las ideas de la metafísica "(p. 91).

Dado que nuestro mundo está abierto a la incompletitud, e indecidibilidad, y la racionalidad matemática y científica requieren en último término la consistencia (dentro de cada uno de los sistemas plurales que coexisten y que no se excluyen mutuamente entre sí), y dado que la consistencia no se puede demostrar dentro del lenguaje formal para teorías suficientemente complejas, podemos concluir que la consistencia del lenguaje es una presunción metafísica, que se convierte en un valor científico, y también a la vez en un valor teológico. Esta es la lección "que ofrece la historia de las matemáticas al actual diálogo entre la ciencia y la religión" (p. 115).

En suma, la apertura de las matemáticas y las ciencias empíricas y su exigencia de consistencia es una buena noticia que nos permite poner en diálogo los lenguajes formal, empírico y metafísico-religioso. De hecho, todos ellos comienza por la elección de sus propias hipótesis (y por una creencia en ellas) y continúan construyendo, por "deducción", sus propios sistemas lingüísticos, que, al final, están abiertos y se trascienden entre sí (p.152) en un diálogo fructífero.

Creo que las ideas interesantes que ofrece este libro permiten a creyentes y no creyentes implicarse en un diálogo fecundo y que el lector tiene en él un instrumento poderoso e inspirador para la investigación futura en el campo de la ciencia y la religión. Por todo esto, yo recomiendo vivamente este libro excepcional y fascinante.

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01/04/2011 Comentarios

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