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Asombro ante lo absoluto. Ocho actitudes en presencia de lo sublime Juan Antonio Martínez de la Fe , 16/01/2022
Asombro ante lo absoluto. Ocho actitudes en presencia de lo sublime
Ficha Técnica

Título: Asombro ante lo absoluto. Ocho actitudes en presencia de lo sublime
Autor: Héctor Sevilla
Edita: Editorial Kairós, Barcelona, 2021
Colección: Sabiduría Perenne
Encuadernación: Tapa blanda con solapas
Número de páginas: 400
ISBN: 978-84-9988-843-9
Precio: 20 euros

No es la primera vez que Héctor Sevilla nos adentra por estos caminos de la trascendencia y lo trasnpersonal. Y no defrauda en la presente ocasión con este nuevo título de su bibliografía.

Claro es que conviene saber de qué hablamos cuando se habla de asombro. Por tal entendemos una vivencia que se desprende de la incertidumbre ante algo que capta de manera intensa nuestra atención; probablemente, seremos incapaces de explicar lo que se intuye o se observa, pero no nos cabe duda de su realidad puesto que somos testigos de ello. Como bien dice el autor, “lo asombroso rompe con la cotidianidad, modifica nuestra perspectiva y nos ofrece la noción de que hay algo más, por encima de lo humano, que no se sujeta a sus nominaciones o límites”. Entra de lleno, pues, en lo transpersonal, una idea que atraviesa toda la obra.

Algunas observaciones conviene apuntar. La primera es que la humildad, el reconocer la carencia de respuestas ante lo que nos asombra, es un requisito indispensable para que aquel despunte: no hay asombro en la autosuficiencia. En segundo lugar, que ese absoluto que nos prende el asombro no está necesariamente vinculado con la divinidad que propone cualquier religión; concierne, más bien, a lo aún no explicado, a lo que permanece desconocido. En tercer lugar, reseñar que todo asombro viene acompañado de una derivación conductual, es decir, produce un efecto en la vida; no asombrarse es perder la oportunidad que cada vida contiene.

Algunas advertencias nos hace el autor que es bueno tener en cuenta. Por ejemplo, que, cuando alude a la experiencia del asombro, no se inmiscuye en la que se asocia a la sorpresa o al extrañamiento, reacciones ambas que derivan de la discordancia entre la expectativa y lo visto o conocido. También nos advierte de que la materia del asombro podría ser tan diversa como el tipo de experiencias de asombro que existan.

Igualmente, hay que tener presente que no nos hallamos ante un libro de autoayuda: “quien busque en este libro una explicación concreta de lo que conduce al asombro se verá decepcionado”. Así mismo, esta obra se enfoca, de manera exclusiva, en ocho alternativas derivadas del asombro, dejando fuera otras posibilidades que también podrían ser concebidas.

¿Qué alcances puede tener el presente estudio? Héctor Sevilla lo deja claro: corresponde al posible lector encontrarlos y obtener de ellos algún provecho. Lo que sí hace es centrarse en seis pautas generales que detonan las posturas ante el misterio de lo absoluto: la pasión, la cognición, la contemplación, la conexión y el testimonio. Pautas que se desarrollan en los ocho capítulos de los que se compone el libro. Eso sí: inciden en su conjunto en la idea de que no hay una sola manera de vivir lo transpersonal; los caminos pueden diferir en la forma, siendo sustentados en un fondo que los une; en cualquier caso, “es inapropiado tratar de adecuarse a una postura religiosa, mística, artística o científica, sin el asombro básico que detona el interés y la motivación por vincularse a lo universal, disponerse al misterio, expresar la noción transpersonal o descifrar los enigmas del mundo”.

Pasión

Se trata, fundamentalmente, de los atributos pasionales de Dios, exponiendo diversas teorías sobre este particular en diferentes corrientes y autores. Quizás, la síntesis de este controvertido asunto, sería que la elección por el pathos divino tendría que focalizar el riesgo de convertir a Dios en una imagen del hombre. “Tras el asombro ante lo absoluto, cuando esto realmente acontece, la consideración del pathos divino es una opción singular, exigente y no apta para todos”, concluye el autor.

Para llegar a esta conclusión, probablemente sintética en exceso, Héctor Sevilla nos propone un recorrido por diferentes aspectos esenciales de la tradición judía, así como refiere los vínculos y controversias temáticas entre Heschel (autor profusamente citado en toda la obra), Maimónides y Spinoza, especialmente los que aluden a los atributos de Dios y su tipo de relación con los hombres.

Spinoza ocupa un lugar central, al analizarse la crítica que dirigió a la tradición y las consecuencias que arrastraron tales crítica sobre este pensador. Igualmente, las posturas ante Spinoza sostenidas por Heschel y otros eruditos del judaísmo se analizan en detalle.

Finalmente, el autor nos propone un análisis de algunas de las condenas más importantes hacia la concepción antropomórfica de lo divino y las “implicaciones de asumirse como alguien que siente la pasión de Dios”.

Cognición

Este segundo bloque cuenta con dos capítulos cuyos títulos apuntan muy claramente su contenido: Aceptar que no se conoce a Dios y Suspender el juicio. No se trata de centrarse en la disputa sobre cuál es la visión de Dios que se ha de tener, no; el enfoque es, justamente, la imposibilidad del conocimiento de Dios. Efectivamente: cuando se produce el asombro por el vislumbre de lo absoluto, es el momento de reconocer la propia limitación para definir lo que está más allá de todo saber, por lo que hay que asumir el límite y la precariedad de nuestras posibilidades cognitivas.

Tal limitación puede conducir, como de hecho así ha ocurrido, al escepticismo que propugna, como consecuencia de las limitaciones para conocer y, por tanto, definir a Dios, la suspensión del juicio, antes de proceder a negar su existencia ante nuestra imposibilidad de aprehenderlo. Porque la suspensión del juicio consiste en lograr una imperturbabilidad que se sostiene en la renuncia al conocimiento, no solo en la aceptación de lo que no se conoce.

Osadía teológica denomina Héctor Sevilla al atrevimiento de las religiones institucionalizadas por mostrar un Dios al que es imposible conocer; una osadía que lleva a unas quiméricas alusiones a su naturaleza. Pero, evidentemente, no se han de desdeñar como vías de conocimiento la contemplación de lo absoluto o la experiencia no sensorial.

Problema añadido es la incapacidad del lenguaje para explicar y describir adecuadamente lo que está más allá de lo tangible, “de lo cual se desprende la intuición de la esencia misteriosa, intangible, incognoscible e innombrable de Dios”. Un desconocimiento que, por su propia naturaleza, no puede ser condenable.

Contemplación

“La intuición de lo absoluto conduce al reconocimiento de que no poseemos el control del universo […] Cuando nada queda de los anteriores sostenes intelectuales, la vacuidad es lo que se hace presente. La vacuidad conlleva la consideración de la nada y la opción de su fundamento”. Es la contemplación de esta vacuidad a la que alude el autor, pues mantiene nuestra atención en las implicaciones de la nada en la vida humana y su fricción con la noción del pathos divino.

Si reconocemos nuestro no saber, damos un importante paso que nos reclama un mayor nivel de exigencia, para adentrarnos en el abismo de la vacuidad con toda la incertidumbre que emana. En el fondo, de lo que se trata es de desestimar la verdad que el humano pretende enseñar.

Se abordan en esta parte las vías de la imperturbabilidad escéptica, abriendo, por otro lado, la puerta de la ironía y el absurdo de las explicaciones humanas, así como la pauta de la contemplación, partiendo del reconocimiento de la vacuidad y la opción por concebir lo transpersonal. Analiza el autor varias corrientes, entre ellas el judaísmo y su enfoque tradicional al igual que la postura de Eckhart y su influencia en la Iglesia de su tiempo, especialmente por promover que la elección por Dios ha de comenzarse por la renuncia a las figuraciones sobre Él.

Hay, por supuesto, obstáculos de diversa índole, incluidos los religiosos, que reprimen la experiencia sensible de lo transpersonal. También se alude al engaño de absolutizar los valores y al peligro de autocontentarse con las propias conjeturas. Extremos tales como la voluntad de Dios, la finalidad de la existencia o la naturaleza del yo son también abordados aquí.

Nuestro desconocimiento radical de Dios nos lleva a cierta conciencia de lo sagrado y de la fugacidad de la vida, punto de arranque para la suspensión del juicio y el reconocimiento de la no-dualidad, tema este de reconocida actualidad.

Es prácticamente imposible reducir a unas pocas líneas el análisis pormenorizado que hace Héctor Sevilla de los extremos aquí simplemente esbozados. Con una perfecta ilación de los contenidos, puede llevarnos a cuestionarnos algunos puntos de nuestra propia visión sobre ciertos temas, como puede ser el del papel de la vida religiosa, especialmente, la contemplativa.

Conexión

Postula el autor que, del asombro ante lo absoluto, nace una corriente que nos lleva al encuentro y al reconocimiento de la otredad, a recobrar la empatía, entendida como una coincidencia con la esencia del otro y que nos lleva a retornar al punto esencial en el que todos los seres estuvimos fusionados en la fuente primigenia. De lo transpersonal se pasa a lo interpersonal, a una postura respetuosamente receptiva del otro. No se trata, entiéndase, de un buenismo acrítico sino de una postura revestida en cualquier caso de prudencia. Estar abiertos a la empatía ha de obligarnos a examinar lo que percibimos y a ser aptos para captar el posible engaño.

En efecto: el autor analiza la relación entre la empatía y la congruencia. No basta con saber que el otro está ahí; es preciso resaltar la independencia entre su ser real y nuestra figuración de lo que es ese otro.

En cualquier caso, poco valdría una compenetración con el misterio de lo absoluto si de esa compenetración no surge una solidaridad ante el sufrimiento del mundo hasta el punto de que es lícito dudar de la autenticidad de cualquier intuición de lo transpersonal si no confluye en un cierto aprecio por lo personal. La empatía solo se edifica cuando observamos a otro sujeto sin pretensiones de cosificarlo o tratarlo como objeto; lo que no significa que debamos cargar con el peso que le corresponde al otro. Con contundencia lo expresa Sevilla: “Si bien se ha propuesto y reiterado hasta el cansancio la consigna de ‘poner la otra mejilla’ ante las agresiones, estas no deben continuar eternamente”.

Son estos solo unos esbozos de los muy variados y profundos aspectos que sobre la empatía nos propone el autor.

Testimonio

Se parte de la idea de una conciencia que es fuerza motriz integradora del aprendizaje. En este sentido, en un primer bloque, Héctor Sevilla se apoya en entrevistas realizadas a la mejicana Ana María González, así como en sus obras, para explicar todo lo relacionado con una educación holística, para ofrecer, también, una síntesis de sus aportaciones al pensamiento educativo y transpersonal en Iberoamérica.

El fundamento de esta educación holística se encuentra en la concepción del ser humano como un ser que incluye aspectos multidimensionales que merecen ser analizados desde una visión de conjunto y que lo involucran en una comprensión transpersonal de lo humano y su integración en una globalidad que lo trasciende e integra.

En esta senda, cambiar la forma de concebir a Dios representa un escalón fundamental en el camino de una educación holística; a Dios se lo piensa como lo Absoluto, la totalidad, el Vacío que Todo lo contiene, el Todo y la Nada, la Unidad en la Multiplicidad. En pocas palabras, en una concepción dentro de lo que encierra la filosofía de lo transpersonal.

Finalmente y cerrando este apartado, se ofrece como testimonio el producido por los artistas, mostrando que su expresión a través del arte es también una modalidad de vivencia espiritual. Desde luego, el arte ofrece variadas manifestaciones, pero Héctor Sevilla opta aquí por el arte producido por los escritores, con consideraciones a las fuentes originarias de su labor y la motivación que los conduce a buscar una estética del lenguaje.

Teniendo en cuenta que el arte es una vía de exposición del misterio, el autor profundiza en la relación del oficio de escritor con lo transpersonal: “cuando el pensador y el artista, o ambos en uno solo, se conjugan para percibir lo sublime en la belleza, se convierten en testimonio de su asombro tras superar la insensibilidad mediante su perspectiva holística”.

A modo de colofón

A lo largo de toda la obra, son muchos los párrafos del autor que supondrían un broche a su ensayo. Quizás este no sea el mejor a juicio de otros lectores, pero no cabe dudar de su intensidad y su reflejo de parte de su pensamiento: “El asombro ante lo absoluto no permite el confort de las viejas perspectivas, nos conduce a reconocer la condición mortal de lo humano y el advenimiento de algo diferente tras esta existencia, aun sin saber de manera exacta de qué se trata. En el terreno de lo transpersonal, incluso la nada es algo a lo que podemos unirnos para establecernos en una dimensión diversa tras emigrar del mundo”.

Concluyendo

La aportación de Héctor Sevilla al mundo de lo transpersonal en esta obra es muy importante. El libro está muy bien construido y, aun cuando cabría una lectura independiente de cada una de sus partes, el mantener la ordenación que le ha dado ayudará mucho a su comprensión.

Desde luego, no se trata de una lectura ligera. La profundidad de los mensajes que encierra merece que sea lenta, reposada, acompañada de la reflexión; merece, incluso, la relectura de muchos de sus pasajes, sin que ello sea garantía de captar todos los matices que el autor nos abre con generosidad.

Si bien la bibliografía que recoge en las últimas páginas es amplia, sin ser excesiva, las citas dentro del texto son más reducidas, lo que no redunda en desdoro de la obra; todo lo contrario: permite profundizar en los sentidos y orientaciones de los autores citados. Wilber, Teilhard de Chardin, Eckart, Spinoza, Maimónides, … son pensadores que encontraremos con frecuencia, aproximándonos, de la mano de Héctor Sevilla, a sus postulados, acompañados siempre de documentados análisis del autor.

Estas palabras de Héctor Sevilla dentro del texto nos pueden ayudar a adoptar la mejor disposición para acometer la lectura de esta su obra: “la gran filosofía y la gran literatura también necesitan de un gran lector que sea capaz de captar el mensaje e incluso muestre la osadía de recrearlo a partir de lo que interpreta por sí mismo”. Dicho queda.

Índice

Desmenuzando el asombroso

Parte I. Pasión
1. Sentir el pathos divino

Parte II. Cognición
2. Aceptar que no se conoce a Dios
3. Suspender el juicio

Parte III. Contemplación
4. Contemplar la vacuidad
5. Concebir el espíritu

Parte IV. Conexión
6. Recobrar la empatía

Parte V. Testimonio
7. Educar en el holismo
8. Expresar a través del arte

El fruto del asombro

Bibliografía




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16/01/2022 Comentarios

Reseñas

Genes. Escribiendo el guión de la vida Juan Antonio Martínez de la Fe , 19/12/2021
Genes. Escribiendo el guión de la vida
Ficha Técnica

Título: Genes. Escribiendo el guión de la vida
Coordinador: Adrián Villalba Felipe
Edita: Guadalmazán, Córdoba, 2021
Colección: Divulgación Científica
Ilustraciones: Cirenia Arias Bladrich
Encuadernación: Tapa blanda con solapas
Número de páginas: 390
ISBN: 978-84-17547-62-2
Precio: 21,95 euros


“Hablar del último medio siglo es hablar de la revolución de la ingeniería genética”. Esta es la primera línea de un interesantísimo libro que bascula entre el rigor científico y la accesibilidad a conocimientos más propios de especialistas, en este caso, del mundo de la genética.

Su propósito es propagar conocimiento; intenta acercar distintos aspectos de la genética a un gran público. Tratándose de una publicación coral, en la que intervienen hasta quince científicos que se afanan en divulgar sus conocimientos. Desde luego, es un esfuerzo muy meritorio; aunque con posibles logros diferentes, puesto que, inevitablemente, hacen uso de una terminología que, pese a ser muy recurrente en medios de comunicación, no siempre es fácilmente abarcable si no se poseen unos conocimientos, si quiera muy básicos, de biología. Aun así, lo ameno de las propuestas que hacen los autores consigue que se pueda seguir su hilo argumental y acercarse a lo esencial de su mensaje; al menos, en lo que se refiere a las consecuencias que se siguen de sus proposiciones.

La biología

La biología ha tenido como tres grandes hitos que la han revolucionado: 1. La teoría de la evolución, de Darwin, en el siglo XIX. 2. Dilucidar la estructura y mecanismo de la replicación de la información genética, a mediados del siglo XX. Y 3. Descubrir el diseño animal y los procesos básicos de su regulación, desde finales del siglo XX hasta el 2000 y continúa al día de hoy.

Este desarrollo tiene sus aplicaciones prácticas. Una de ellas, es disponer de la capacidad para trazar la cadena de contagios de un microorganismo patógeno; es decir: unas personas enferman y se precisa determinar si tienen un nexo infectivo común, algo que suena muy cercano con la pandemia del corona virus que padecemos. Usando la genética aplicada a ese microorganismo, se dispone de una información extra para averiguarlo. Aplicable a la epidemiología, una disciplina enfocada a la prevención y que estudia la propia enfermedad dentro de la población, determinando cómo se distribuye y qué factores pueden influir en su incidencia.

Domesticar plantas y animales

Capítulo sumamente interesante es el dedicado a los transgénicos, algo que se viene produciendo en la humanidad desde que comenzó la domesticación de alimentos y animales, controlando su reproducción, teniendo en cuenta, además, que hay transgénicos naturales. No se esconde que no siempre los productos manipulados genéticamente cuentan con un alto grado de aceptación; es un tema muy debatido, aportándose pros y contras sobre ellos. Pero, en el fondo, hay que plantearse una pregunta: ¿son buenos los transgénicos? Depende. No se puede generalizar sino que cada uno de ellos ha de sufrir un proceso de evaluación. Desde luego, la lectura de este apartado del libro ayuda y mucho a comprender el fenómeno y a orientar cualquier decisión.

Y hablando de domesticación, ¿qué decir de nuestras mascotas, de nuestros animales cercanos? El más próximo, el mejor amigo del hombre, el perro tiene su historia de adaptación a la sociedad; pero también su proceso en otros animales encuentra hueco en las páginas de este libro. Y, por supuesto, habla también de nuestra “domesticación”, es decir, cómo nos hemos domesticado unos a otros por medio de la selección social.

Hora es de detenerse en el homo sapiens. “El individuo que nace de la unión de un óvulo y espermatozoide hereda una combinación de genes completamente única, algo importante desde el punto de vista evolutivo porque introduce nuevas combinaciones en cada generación”. Así las cosas, la genética ha permitido conocer la vida sexual de nuestros ancestros y ha reescrito nuestra evolución como especie. Así, podemos saber que no somos productos híbridos, aun habiéndose cruzado los primeros homo sapiens con neandertales, denisovanos y otros grupos a los que aún ni siquiera se les ha podido poner un nombre.

Resucitar el pasado

Parque Jurásico es el título de una película que ha batido récords; y que ha abierto un espectacular interrogante en la sociedad. ¿Existe la posibilidad de traer a nuestros días animales que existieron hace cientos o miles de años? El autor de este capítulo nos habla de cuatro métodos que se pueden utilizar para la desextinción, término que usa para denominar este proceso. El primero es el de la cría selectiva o retrocruzamiento de lo doméstico a lo salvaje; es decir: “cruzar ejemplares que presenten características similares a los que queremos recuperar y durante generaciones ir reproduciendo esos ejemplares que los presentan hasta recuperar un individuo (o individuos) lo más parecido a la especie desaparecida”. El producto de esta transformación podrá parecerse a la especie extinta, pero probablemente no lo sea a nivel genético.

Otro sistema sería el de la clonación. Presenta el problema de que el ADN tiene fecha de caducidad, pues se degradaría tras casi siete millones de años, por lo que no se podría clonar especies anteriores al pleistoceno. También se podría proceder a la desextinción mediante la generación de genomas sintéticos, aunque se trata de un sistema que, debido a su enorme dificultad con los medios actuales, no se está planteando hacerlo seriamente.

Pero el cuarto método, el de la edición genétic mediante la técnica CRISPR, según el cual se podría reescribir genomas ya existentes de especies emparentadas a las que se les puede ir sustituyendo secuencias enteras de ADN hasta llegar a la especie desaparecida.

La cuestión importantísima a tener en cuenta es que no solamente es el material genético y la secuencia de ADN la que determina un ser vivo; hay otra serie de cuestiones que influyen también en el desarrollo y que no son tan fáciles de conocer y controlar. Por ejemplo, la microbiota original, los parásitos de las especies desaparecidas o cómo les podría afectar a seres devueltos a los días de hoy las condiciones actuales de vida.

De quimeras

Pasemos a otro asunto. Cada individuo es el resultado de la información genética que hereda de sus progenitores. Pero se da el caso de que, en el desarrollo temprano de los embriones, cuando aún están formados por unas pocas células, se pueden fusionar entre ellos, es decir, dos cigotos distintos que iban a originar dos individuos, se han convertido en un solo organismo, un solo individuo, al que se denomina quimera. Este libro que se comenta, contiene un gran número de ejemplos clarificadores que nos hacen caer en la cuenta de este fenómeno en circunstancias que nos parecen normales, como, por ejemplo, un animal que presenta colores diferentes. Y, aunque parezca algo retorcido, se puede conseguir una quimera en laboratorio, aunque nunca con seres humanos, lo que plantearía un serio problema ético.

“La generación de quimeras humanas con otras especies más allá del nivel embrionario supone un muro ético considerable. ¿Qué tipo de consideración debe tener un animal quimérico con células humanas?”

Destino celular

Con los avances en la genética, asistimos al resurgimiento de un cierto determinismo genético, según el cual, se nos abriría la puerta a conocer el destino que cada uno podríamos llegar a sufrir, conociendo en detalle la secuencia del genoma. Pero la naturaleza volvió a sorprendernos. No está todo escrito en los genes y hay muchas oportunidades de cambiar el destino celular. De esto trata el capítulo dedicado a la epigenética, un proceso de regulación de la expresión génica que ha de afectar a la función de los genes sin alterar la secuencia del ADN y de manera heredable post-mitóticamente.

Curiosamente, contamos con genes que son saltarines, que escapan del genoma. En él, en nuestro genoma, hay fragmentos que se repiten con asiduidad, de manera que se encuentren con tanta frecuencia que la inmensa mayoría de nuestro ADN serían repeticiones.

Sale a relucir el término transposón, que es un fragmento de ADN que se encuentra en el genoma de un ser vivo y que tiene la capacidad de realizar copias de sí mismo en otro lugar de su propio genoma. ¿Cómo se traduce esto a nuestra vida? “Si un elemento móvil se introduce en el interior de un gen puede afectar a la fabricación de la proteína asociada a este. Esto puede dar lugar al inicio de un tumor o, más comúnmente, a una mala evolución de un cáncer previo”. Desde luego, el descubrimiento de los elementos genéticos móviles nos ha ayudado a explicar su implicación en distintas enfermedades y cómo afectan al desarrollo de tumores. Un campo que aún tiene mucho terreno por explorar.

Patrimonio genético

La película Gattaca abrió una ventana a la posibilidad de modificar a la carta el patrimonio genético de un embrión para evitar que tuviera las enfermedades o defectos estéticos indeseados; en aquel momento de su estreno, pocos científicos pensaban en su verosimilitud. El panorama ha cambiado hoy: con el desarrollo del sistema CRISPR nadie duda de que algo así sería posible, aunque, evidentemente, chocaría con cuestiones éticas y de buena praxis en investigación.

Y si un capítulo puede llamar poderosamente nuestra atención es el dedicado a las terapias a la carta o la genética como base de la medicina personalizada, algo que hoy es ya algo más que un deseo, una realidad. Desde luego, destaca la importancia de un diagnóstico genético, para poder abordar luego los ejemplos que se aportan: cáncer de mama, melanoma o enfermedades raras. Con la terapia genética existe la posibilidad de realizar modificaciones en un gen “dañado” y que le impide generar la proteína que no es capaz de cumplir sus funciones correctamente, procediendo a una patología severa. El objetivo es, pues, intentar reparar ese gen dañado para corregir sus anomalías funcionales.

Los problemas éticos y de deontología investigadora en temas tan sensibles se pusieron de manifiesto en el caso del doctor He Jiankui, que, según manifestaba, había engendrado mediante técnicas de biotecnología a dos seres humanos resistentes al virus del SIDA. En este libro, se comenta los cuatro puntos conflictivos en el trabajo del doctor He: el concepto de editar genéticamente a seres humanos, la enfermedad que pretendía prevenir, el gen que editó para ello y la técnica que decidió seguir.

Es lógico preguntarse si las elecciones de este doctor chino fueron arriesgadas; y, seguidamente, si es necesariamente malo. Para poder dar una respuesta habría que entender la diferencia entre dos ramas de la ética: la ética aplicada o bioética, y la ética normativa.

Seres superiores

Por supuesto, aquí no se puede obviar el concepto tan en boga del transhumanismo, una serie de movimientos que defienden el uso de la tecnología para mejorar a nuestra especie. En cualquier caso, a día de hoy no hay una respuesta clara y unívoca desde la ética; lo que provoca el nacimiento de la corriente que aboga por aproximarse a estos problemas desde lo que se conoce como ética situacional. A lo que hay que añadir que, aunque a veces lo olvidemos, lo cierto es que ya vivimos en un mundo donde los humanos editados genéticamente ya existen.

Otro peligro nos acecha. Con los medios tan avanzados al alcance de la mano, en teoría, cualquiera desde su casa podría intentar modificar su ADN para adquirir una serie de características deseadas, lo que se conoce como biohacking. Existe la idea de que cada persona ha de ser libre de hacer lo que quiera con su cuerpo, a lo que se puede responder si alguien es totalmente libre si no dispone de toda la información necesaria para tomar una buena decisión.

De lo que, al parecer, no hay ninguna duda es de que “algún día, no sabemos si en 2052 o más tarde, acabaremos modificando los genes de los seres humanos ya nacidos, y no solo de zigotos” por lo que resulta evidente que la ciencia, de ninguna manera, puede separarse de la política, la filosofía o la sociología.

¿Sería conveniente que pudiésemos disponer de un DNI genómico? Desde luego, hay empresas encargadas de recopilar información genética de las personas para poder venderla a otras a las que pudiera interesar. Por ejemplo: a una compañía privada de seguros de salud le vendría muy bien conocer a qué enfermedades estará sometido un solicitante de póliza, a fin de saber si lo acepta o no como cliente. O se puede imaginar que, al acudir a una entidad que se preocupa de encontrar parejas, se pueda segmentar a aquellas con las que se podría tener descendencia libre de determinadas enfermedades o características. Lo que resulta evidente es que esa información que facilitamos tan despreocupadamente tiene un valor económico. Y que es imprescindible disponer de una legislación adecuada a estas nuevas situaciones. En el libro, se ofrecen una serie de recomendaciones muy a tener en cuenta.

Hacia las raíces del árbol de la vida

¿A quién no le ha interesado en algún momento componer su árbol genealógico? Con la herramienta del ADN podemos ir descendiendo en el árbol de la vida, quizás hasta poder llegar a sus orígenes. En Genes encontramos un capítulo dedicado a la búsqueda del antepasado común de los organismos que alguna vez han habitado la tierra.

“Nosotros y cada uno de los organismos que nos rodean guardamos en nuestro ADN el reflejo de toda la historia evolutiva que nos ha traído hasta aquí”. Y la hipotética especie que ocupaba el lugar más alto (o más bajo, según se mire) del tronco común del árbol de la vida antes de que comenzara a ramificarse fue denominada LUCA, acrónimo de Last Universal Common Ancestor. Aquí cobran especial importancia los virus, que son ampliamente tratados en el capítulo correspondiente de este libro.

Una interesante cuestión es si podría haber moléculas genéticas diferentes del ADN y el ARN. Es probable que el ARN sea anterior al ADN, pero ello no da base para designarlo, al ARN, como el primer material genético. Y, dando un paso más, podemos plantearnos si pueden existir seres vivos fuera de nuestro planeta, a lo que el autor de este capítulo nos responde que es muy probable que exista una ingente cantidad de lugares donde puede haber surgido o quizás surja en el futuro. Desde luego, parafraseando a Carl Sagan, “si estamos solos en el Universo sin duda sería un terrible desperdicio de espacio”.

Concluyendo

Nos encontramos ante un libro de enorme utilidad. Cuando tanto se habla de virus, de mutaciones, de ARNm, de ADN, … este ensayo coral se erige como una muy útil herramienta para poder comprender mucho de lo se nos habla. Y muchas cosas más.

Porque responde a un sinfín de preguntas que nos hacemos en la vida diaria. Por ejemplo: ¿debemos tener tanto miedo a los productos transgénicos?, ¿qué se esconde detrás de tanta diatriba?; ¿cómo ha sido el proceso para que nuestro perro, tan fiel y cariñoso, abandonara su estatus de animal salvaje para convivir en nuestro hogar?; ¿en qué nos parecemos a nuestros parientes evolutivos más cercanos?; ¿qué conservamos y qué transmitimos con nuestros genes?; ¿sería posible que un dinosaurio u otra especie ya extinta volviera a transitar por nuestra tierra?; ¿puede la medicina actual, mediante la intervención genética, abortar el proceso de una dolencia que hemos heredado o podemos heredar de nuestros progenitores?; ¿existen leyes y normas éticas que nos protejan de manipulaciones indeseadas?; ¿puede haber ADN más allá de nuestro planeta?

Como se ve, las respuestas a estos interrogantes que se nos dan en Genes actúan como un poderoso incentivo para acercarnos a sus páginas. Y podemos hacerlo sin temor; el lenguaje científico, inevitable en muchas ocasiones, se hace sumamente asequible gracias a la pericia divulgadora de los autores encargados de la redacción de cada uno de los quince capítulos que contiene la obra, que cuenta, además, con un glosario de términos incluido en las páginas finales del libro. Pero es que, además de su lenguaje cercano, la abundancia de ejemplos prácticos aproxima mucho más el texto, haciéndolo no solo ameno, sino, también, sugerente y atractivo.

Quizás, eso sí, el esfuerzo de los autores sería estéril si no encontrara en el posible lector un mínimo nivel de formación. No se trata de una novela, sino de una obra rigurosamente científica con un gran esfuerzo de divulgación que ha de caer, necesariamente, en un terreno previamente abonado.

Índice

Prefacio, por Adrián Villalba
Prólogo, por Gemma Marfany

1. Conocerse a uno mismo era esto, por Óscar Huertas Rosales

2. Epidemiología genómica, por Paula Ruiz Hueso

3. Quien siembra transgénicos, recoge novedades, por Rosa Porcel

4. Hay un amigo en mí: cómo domesticamos a nuestras mascotas, por Pedro Morell Miranda

5. b[El devenir de Homo Sapiens: una muñeca rusa genómica]b, por Alex Richter-Boix

6. Buscando en el baúl de los recuerdos: recuperando especies extintas, por Víctor García Tagua

7. Uno para todos y todos para uno: hablando de quimeras, por Adrián Villalba Felipe

8. Epigenética: moviendo los hilos de la doble hélice, por Carlos Romá Mateo

9. Genes saltarines: los escapistas del genoma, por Guillermo Peris Ripollés

10. La tecnología del ADN: de lo bello a lo práctico, por Isabel López Calderón

11. ¿Terapias a la carta? La genética como base de la medicina personalizada, por Conchi Lillo

12. Cuando el futuro nos alcanzó, por Ignacio Crespo Pita

13. Biohackin y genética DIY, por Ana J. Cáceres

14. Un DNI genómico, por Sara Robisco Cavite

15. En busca del ADN: un viaje en el tiempo y el espacio, por Carlos Briones

Lecturas recomendadas
Bibliografía
Glosario
Nota biográfica de los autores














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19/12/2021 Comentarios

Reseñas

Simone Weil: el silencio de Dios Juan Antonio Martínez de la Fe , 27/09/2021
Simone Weil: el silencio de Dios
Ficha Técnica

Título: Simone Weil: el silencio de Dios
Autor: Josep Otón Catalán
Edita: Fragmenta Editorial, Barcelona, 2021
Colección: Fragmentos
Encuadernación: Tapa blanda con solapas
Número de páginas: 220
ISBN: 978-84-17796-52-5
Precio: 18 euros

“Simone Weil (París, 3 de febrero de 1909-,Ashford 24 de agosto de 1943) fue una filósofa, activista política y mística francesa. Formó parte de la Columna Durruti durante la Guerra Civil española y perteneció a la Resistencia francesa durante la Segunda Guerra Mundial. Dejó abundantes escritos filosóficos, políticos y místicos, incentivados por su publicación tras su muerte en 1943 a causa de tuberculosis. Albert Camus la describió como «el único gran espíritu de nuestro tiempo»”. Este breve texto introductorio es lo que nos encontramos si accedemos en Google para informarnos acerca del personaje sobre el que gira esta obra de Josep Otón, una muy breve cita para una persona tan ampliamente conocida.

Una obra que profundiza, y de manera extraordinaria, en una figura tan polifacéticamente destacada como es Simone Weil. En un capítulo introductorio, el autor contextualiza la experiencia espiritual de Weil, a partir de la pregunta por el silencio de Dios; luego, Otón nos ofrece un esbozo de las coordenadas biográficas en las que se desarrolla su experiencia, así como el marco temporal en el que se inscribe la redacción del texto de Prologue, que sirve de base para el desarrollo de este trabajo. Seguidamente, se abordan dos temas trascendentales en Weil: su encuentro con la Trascendencia y las claves para captar el sentido de la ausencia de Dios: encuentro y ausencia conforman una dialéctica a la que Otón intenta dar unas respuestas como conclusión a su ensayo. Finalmente, y no menos importante, en un epílogo trata de la repercusión del pensamiento weiliano en el panorama religioso de la posmodernidad.

Simone Weil

Siendo judía, los horrores de Auschwitz y de la guerra no podían dejar indiferente a casi nadie y menos aún a Simone Weil. Ella habla con autoridad por dos motivos fundamentales: su trayectoria vital está inmersa en el contexto de la II Guerra Mundial, por un lado y, por otro, su reflexión sobre el hecho religioso fundamentado en una profunda experiencia personal.

No habla, pues, ella desde una especulación teórica, sino de su experiencia de la realidad, una experiencia tanto religiosa como atea, pues vivió ambas circunstancias. Ante la injusticia y el silencio de Dios que la consiente, se ve obligada a plantearse quién es ese Dios y cómo es, un Dios que no deja de estar presente aunque sea a través de su ausencia.

Simone Weil, a menudo, es considerada como una de las grandes místicas del siglo XX. Otón nos acerca a su biografía para exponer en qué consistió su experiencia de lo sagrado, que tanto impacto tuvo en su trayectoria vital, más que intentar sistematizar la metafísica de lo trascendente en Weil. Para ello, se centra en un texto críptico, sugerente y provocador, conocido con el título de Prologue, cuyo análisis permite desvelar algunos rasgos fundamentales de la relación entre el ser humano y el misterio.

Ya se ha hecho alusión a la dialéctica en Simone Weil; pues bien: este Prologue refleja la contradicción que impregna todo su recorrido vital, puesto que describe dos experiencias contrapuestas: un encuentro y una ausencia; se trata de un texto que puede interpretarse como una metáfora de la vida espiritual, como una interpretación místico-religiosa.

El encuentro

En buena lógica, Otón comienza por el encuentro, una descripción de una experiencia íntima de Weil. Ya sabemos que “encuentro” tiene más de una acepción; así, por ejemplo, puede aludir al descubrimiento de algo oculto; pero también a la reunión de personas; y, en este segundo sentido, parece situarse lo expresado por Simone Weil, fruto de una iniciativa divina, no de una decidida voluntad suya.

Evidentemente, no se puede sustraer a la problemática que se presenta a todo mísitico: la de traducir una experiencia con fuerte carga subjetiva a un lenguaje asequible a quien lo lee o escucha. Para Weil, tales hechos extraordinarios son plenamente compatibles con la concepción científica del mundo: si lo excepcional, lo milagroso, provoca un conflicto entre la ciencia y la religión, es que el problema está mal planteado.

El autor desarrolla extensamente el acercamiento de esta singular mística al cristianismo y, más concretamente, al catolicismo, del que permaneció en el umbral, reacia a aceptar sus dogmas renunciando a su búsqueda de la verdad. En cualquier caso, lo que la impactó de esta religión es su capacidad para dotar de significado al sufrimiento y a la miseria, elementos que la afectaban profundamente impulsando su actividad política, activista y social.

Es interesante, dentro del encuentro, la idea weiliana del amor; considera la existencia de un amor implícito, por el cual el hombre ama a Dios sin saberlo y consiste en un período de preparación al amor explícito, en el que el ser humano se hace consciente de la presencia divina. Ejemplos de amor implícito serían las prácticas religiosas, la belleza del mundo, la caridad con el prójimo y la amistad, asuntos todos bien desarrollados por el autor. En definitiva, se trataría de expresiones indirectas que permiten intuir la orientación del ser humano hacia el Bien.

Ya en el encuentro del amor explícito, Otón describe la experiencia interior de Weil, cuyo proceso ha suscitado todo tipo de comentarios e interpretaciones por parte de especialistas en diversas disciplinas como, por ejemplo, la psiquiatría. Nos dice el autor: “Con una mirada nueva se descubre cómo cualquier circunstancia de la vida puede convertirse en el escenario del encuentro con lo Trascendente. Entonces, la creación se revela como un puente que permite acceder al Creador. Esta fue la experiencia de Simone Weil y así lo atestiguan sus escritos”.

La ausencia

Tras el encuentro, tras esa experiencia mística, Simone Weil se enfrenta al gran misterio, el de la ausencia de Dios, el problema del mal. Ya nos advierte Otón de que, en la interpretación del Prologue, un primer factor a tener en cuenta son los altibajos de la vida que hacen cuestionar la existencia de Dios o pensar en su abandono. Una ausencia que, en el fondo, supone una crisis.

En los planteamientos weilianos, Dios no es un concepto susceptible de ser analizado; muy al contrario: es una realidad viva, muy desconcertante, que la arranca de sus seguridades. Hasta el punto de que se cuestiona sobre la autenticidad de su encuentro, dudando si realmente Dios deseaba estar con ella. Es entonces cuando la experiencia vital deviene desesperante ya que, en vez de aportar seguridad, manifiesta la sumisión de la realidad al imperio del azar, lejos de toda lógica y de todo sentido.

El autor analiza con detalle las consecuencias de estas situaciones en su actitud frente a los totalitarismos e, incluso, frente a los dogmas de la Iglesia Católica, en cuyos umbrales se desplaza sin integrarse, y a los que considera como expresión del Misterio de Dios y, por tanto, una manera de acceder a lo Inefable. Es muy interesante el estudio que hace el autor sobre la filosofía de la historia de Simone Weil, pues permite aclarar algunas cuestiones relativas a la ausencia de Dios.

Reconocía que las formulaciones religiosas podían ser un obstáculo para acercarse a la Divinidad en aquellas personas que habían tenido una mala experiencia con la Iglesia; pero no lo eran para ella, que proponía un camino alternativo: reconocer a Dios a través de la belleza del mundo, pese a que la realidad del sufrimiento personal y colectivo hace dudar del sentido de la creación, de la dirección de la historia y del acierto del Creador.

De lo que no cabe duda es el del influjo de los componentes psicológicos de la personalidad de Weil en su concepción de la desdicha. Es más que probable que no sea totalmente objetiva a la hora de analizar el sufrimiento, porque su idiosincrasia, tan particular, mediatiza su percepción de esta realidad.

Ya se ha aludido a la dialéctica que se da en Simone Weil. “Relata de una manera impactante su encuentro con Dios, sin ocultar su descontento al sentirse abanadonada por Él”. Cabe preguntarse por qué la filósofa no regresó a su situación previa de no creencia o de agnosticismo. A este respecto, escribe el autor: “No se refugia de la ausencia de Dios en la supuesta racionalidad de la increencia. Algo la impele a mantenerse fiel a su experiencia. En lugar de renunciar a la fe, la reformula. Opta por vivir la ausencia desde una perspectiva religiosa y entra en sintonía con la gran tradición de los místicos de las diversas religiones que han sufrido la noche espiritual”.

Apunta Otón sobre este particular que conviene reflexionar sobre el papel del azar en el pensamiento de Simone Weil, para lo que procede analizar su interpretación de las teorías evolucionistas. Para ella, azar no es sinónimo de caos o de irracionalidad; se trata, simplemente, de reconocer que el número de variables que intervienen en un hecho es tal que nadie puede calcular el resultado final exacto. El autor, aquí, profundiza en la concepción weiliana de la historia y de la realidad social.

Procesos en Weil

En Weil se da un proceso de discernimiento, en el que la soledad motivada por la ausencia de Dios permite el autoconocimiento. También, un proceso de revelación, porque esa ausencia se traduce en un tiempo propicio para comprender y asimilar la revelación, la experiencia mística, recibida: no se trata tanto de una ocultación de Dios, sino, más bien, de una manifestación de los límites del ser humano para captar el alcance de la experiencia del encuentro con la divinidad. También es un proceso místico en el que nadie puede constatar cuáles son las relaciones entre el ser humano y Dios, si no es por la transformación provocada por el encuentro con Él. Por último, como resalta el autor, se trata así mismo de un proceso pascual, porque, dentro de las relaciones entre Dios y el ser humano, la más grande es el amor; Él se esconde para que el hombre avance en su vocación de participar en la naturaleza divina de una manera libre, consciente y responsable.

Es inmejorable la descripción que de estos procesos hace Otón: “La dialéctica espiritual de Simone Weil, marcada por la experiencia de encuentro y ausencia de Dios, de manifestación y ocultación, de unión y separación, remite a la experiencia pascual de muerte y resurrección en la que el abandono de Dios no es el fin -el final- de la historia sino la revelación de un nuevo fin -de una nueva finalidad- de la historia más allá de las fronteras temporales del mundo”.

Mistagogía

Mistagogía. Una expresión que usa el autor para describir las pretensiones de Weil revelando su propia experiencia mística. No es propio de ella dejarse llevar por un exhibicionismo soberbio; solo pretende dar testimonio de lo que ha vivido, consciente de su inmenso valor a pesar de las deficiencias personales. Su espiritualidad presenta el silencio de Dios como un espacio reservado para un encuentro de mayor calado que el debate conceptual. La gran verdad que la eximia filósofa descubrió es que, pese a su extrema vulnerabilidad, es amada por Alguien.

Y así, ante el misterioso silencio de Dios ante el problema del mal, no opta por inclinarse hacia el ateísmo o el no-teísmo, pero, muy consecuente con sus postulados, tampoco ofrece soluciones ingenuas. No ver a Dios no significa que no esté; probablemente, el hombre no es capaz de percibir su sutil presencia. Lo que da pie a profundizar en la ética de la vulnerabilidad de Weil: en vez de ponernos a salvo de nuestra vulnerabilidad, nos enseña a convivir con ella.

Esta cita de Josep Otón cierra prácticamente su magnífico ensayo sobre Simone Weil: “En un mundo posmoderno, heredero del eclipse de Dios, aparece la figura de esta mujer que, moldeada por la experiencia de encuentro y de ausencia de Dios, es capaz de vislumbrar los destellos divinos dispersos por doquier. Es una mistagoga que enseña a reconocer la presencia oculta del Absoluto en un mundo que Dios parece haber abandonado”.

Concluyendo

Las líneas que preceden hacen hincapié en dos aspectos fundamentales de esta obra: el encuentro místico de Weil con Dios y su silencio, su ausencia, ante el problema del mal. Una manera de invitar a la lectura de esta estupenda obra de Josep Otón. Pero, evidentemente, partiendo de esta paradoja, encuentro y ausencia, el libro profundiza, de manera extraordinaria, en otros muchos aspectos de la filosofía, el activismo o la religiosidad de Simone Weil.

Este estudio cuenta con una muy clara metodología expositiva que ayuda sobremanera a la comprensión de sus contenidos, sustentada, además, por una asequible expresión didáctica, facilitadora de la lectura. No en vano, esta filósofa fue el centro de la tesis doctoral del autor.

Quien se acerque a este libro, encontrará en él un compendio de la experiencia vital de Weil y una guía para poder aproximarse a la lectura directa de su amplia obra.

Índice

Presentación

I. El silencio de Dios

II. Simone Weil: mística y revolución

III. Encuentro
1. Una experiencia mística
2. Los contactos con el catolicismo
3. ¿Una búsqueda implícita?
4. Formas de amor implícito
a. Formas religiosas de amor implícito
La música sacra
La recitación de textos religiosos
Los dogmas
La diversidad religiosas
b. Formas no religiosas de amor implícito
La belleza del mundo
El amor al prójimo
La amistad
5. La experiencia interior
6. Una perspectiva bíblica

IV. Ausencia
1. El abandono divino
2. Las formas religiosas como obstáculo
3. Una filosofía de la historia
a. La idolatría de la historia
b. Tiempo y eternidad
c. El pensamiento de Berdiaev
d. El espejismo del progreso
4. La desdicha

V. Un proceso dialéctico
1. Un proceso abierto
2. Un proceso de discernimiento
3. Un proceso de revelación
4. Un proceso místico
5. Un proceso pascual

VI. Una mistagogía
1. Los cisnes de Grimm
2. La atención
3. Fragilidad, violencia y verdad
4. Una ética de la vulnerabilidad

Epílogo


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27/09/2021 Comentarios

La consciencia humana. Las bases biológicas, fisiológicas y culturales de la consciencia
Ficha Técnica

Título: La consciencia humana. Las bases biológicas, fisiológicas y culturales de la consciencia
Autor: José Enrique Campillo Álvarez
Edita: Arpa Editores, Barcelona. 2ª edición, julio 2021
Encuadernación: Tapa blanda con solapas
Número de páginas: 378
ISBN: 978-84-17623-72-2
Precio: 19,90 euros

Hay temas que atraen enormemente la curiosidad de los lectores; y que, simultáneamente, originan en los autores que los tratan un cierto respeto, por no decir temor, dadas las dificultades que presentan. De las que no es la menor el encontrar una definición exacta desde la que partir. Y uno de tales temas es justamente el de nuestra consciencia.

Y esto lo pone de manifiesto, desde las primeras páginas, José Enrique Campillo en esta obra que comentamos. Ya la propia Academia de la Lengua ofrece hasta cuatro acepciones para definir la consciencia, de la que dice que es una capacidad, un conocimiento o un acto psíquico. Campillo ya nos dice que apenas tenemos conocimiento acerca de ella y que, pese a los esfuerzos de la neurofisiología, la neurología, la neurocirugía, la psiquiatría o la psicología, seguimos sin comprender cómo se produce exactamente.

Se trata de un tema que ha sido abordado desde la ciencia y desde la filosofía, con una abundante producción bibliográfica, por lo que cabría preguntarse el objetivo que se propuso el autor al acometer la redacción de este enjundioso ensayo. Por supuesto que no trata de imponer un punto de vista particular, una única opción. Es más: no vierte él opiniones personales, sino que se limita a presentar los datos existentes respecto a la consciencia. Nos invita a participar en un viaje hasta los confines del saber científico sobre la consciencia; un saber que no tiene una única conclusión válida para todo el mundo, sino que ofrece un amplio abanico de concepciones. Así las cosas, la tarea de concluir este apasionante viaje queda bajo la exclusiva responsabilidad del lector quien, con los datos y herramientas que brinda este libro, ha de decidir qué posibilidad se ajusta más a sus objetivos; incluso, la opción de no detenerse, sino de continuar la búsqueda introduciéndose en un atractivo mundo de posibles apeaderos.

Por supuesto: no estamos hablando de una obra de autoayuda. No. José Enrique Campillo acompaña al lector en su intento de resolver un puzle complejo y maravilloso sobre un asunto del que apenas se sabe nada; no se pueden colocar las piezas porque no hay un modelo que seguir; solo se podrán reconstruir fragmentos aislados.

“Al parecer, esta facultad extraordinaria que es la consciencia sustenta la percepción del mundo que habitamos, determina las circunstancias de la vida que vivimos, rige nuestra muerte inevitable e, incluso, nos da la esperanza de que, tras la muerte, quizá sigamos viviendo en algún otro lugar o formato físico”. Y, partiendo de estas premisas, el autor organiza la estructura de su libro, apoyándose en los tres productos principales de la consciencia: el mundo, la vida y la muerte, con un abordaje previo sobre la propia consciencia.

La consciencia

¿Con qué identificamos la consciencia? Ya hemos aludido a las acepciones de la RAE; pero también usamos el término como conocimiento del bien y del mal, un asunto que tiene que ver con la moral y la ética. Igualmente, utilizamos la palabra como sinónimo de intelecto, mente, cerebro, instintos, pensamientos, … o, también, conocimiento, percepción, raciocinio, responsabilidad, …

¿Qué es, pues, la conciencia? Nos dice el autor que “la consciencia, en el sentido estricto del término, es el mayor enigma de la ciencia, de la filosofía y de las religiones”. Y, pese a haberse discutido a lo largo de los siglos, no hay un acuerdo unánime sobre su definición. Quizás pueda valer la que nos dice, aunque sea lo suficientemente ambigua, que “es la actividad mental enriquecida con emociones, deseos, añoranzas, esperanzas o temores”.

En cualquier caso, el autor deja suficientemente claro que consciencia y mente son cosas diferentes y, siguiendo a Williams James, le atribuye cinco características: intimidad, cambio, intencionalidad, continuidad y selectividad, características en las que se detiene y explicita.

Ahora bien, cabe preguntarse si el resto de los seres vivos tienen o no consciencia; para Campillo no existe una respuesta categórica a esta pregunta, pasando a analizar la situación en las células, los vegetales y los animales, explicando cuidadosamente los diferentes matices que abarcan la cuestión: sensaciones, emociones, las respuestas complejas o los sentimientos.

No deja de lado el autor las funciones de la consciencia, partiendo de la base de que una de sus características más notables es la capacidad de elaborar simulaciones y modelos en las dimensiones espacial y temporal, por lo que, al tener que movernos en el universo, la consciencia es la herramienta que determina la forma más eficiente de hacerlo.

Es la consciencia la que nos permite, además, algunas de las grandezas de nuestra especie, como son la empatía, el altruismo, el amor o el sentimiento de la trascendencia espiritual aunque, en contraposición, hay que admitir que somos capaces de la mayor crueldad.

Dicho todo esto, es el momento de plantearse cómo y dónde se produce la consciencia. Según Campillo, para las personas religiosas la consciencia es el alma o forma parte de ella, mientras que, para la mayor parte de los científicos, se la asocia a nuestro cerebro, aunque aquí hay una división, ya que algunos de ellos intentan explicar su funcionamiento mediante la electrofisilogía clásica y otros recurren a las nociones más innovadoras de la física cuántica, sin faltar aquellos que opinan que una parte de la consciencia se localiza en algún lugar del universo, en una especie de campo cuántico.

José Enrique Campillo dedica varias páginas a analizar estas cuestiones, introduciéndonos, incluso, en la física cuántica y explicando con detalle la consciencia extracerebral o la consciencia cósmica, para, seguidamente, llevarnos al origen de la consciencia.

“Se produzca en el cerebro, en el corazón o en alguna región misteriosa del universo, la consciencia es algo que existe, que está ahí cumpliendo una función”. Pero el origen de la consciencia es otro gran misterio y hay respuestas para todos los gustos. El autor se detiene y explica tres opciones fundamentales según los criterios actuales: la opción divina, a la que se adhiere la mayor parte de la población; considera, también, la opción científica, basada sobre todo en la evolución biológica y la evolución cultural; y, finalmente, esboza la opción extraterrestre, una de las opciones más atrevidas y que está de moda. Como se ve, el autor se mantiene fiel a su propósito inicial de exponer las tendencias y teorías más comúnmente mantenidas, con total objetividad, por muy excéntricas que pudieran parecer.

Desde luego, de las tres opciones, la más indicada es la científica y así lo considera el autor considerando el espacio que le dedica. Parte de la base que la consciencia es una adaptación biológica que se supone es un producto (directo o indirecto) de la actividad del cerebro humano, cuya creciente complejidad exigió un tamaño adecuado con importantes consecuencias.

José Enrique Campillo rastrea las huellas de la consciencia a través de la evolución cultural de nuestra especie hasta llegar a planteamientos actuales que propugnan una mente expandida, es decir que nuestra consciencia forma parte de un todo universal y puede actuar más allá de nuestro cuerpo. Un efecto alcanzable, al parecer, por la utilización de determinadas drogas, la oración y la meditación, hasta llegar al análisis que hace sobre los campos mórficos de Rupert Sheldrake.

El mundo

Llegados a este punto, es hora de volver la mirada hacia el exterior de nuestro cuerpo para centrarla en el mundo. No en vano nuestra mente configura un escenario ficticio que nos permite desarrollar nuestra vida con seguridad y comodidad.

En esta parte de su obra, el autor analiza el entorno dividiéndolo en tres grandes bloques: un mundo a medida, un mundo inventado y un mundo conectado.

En cuanto al primero, expone cómo astrónomos y físicos acreditados afirman que vivimos en un universo hecho a medida de las necesidades de la vida y del ser humano. Y se centra en explicarnos el universo y su origen, el antropocentrismo y el principio antrópico y los multiversos, con una somera referencia, fiel a su principio de ofrecer las teorías más destacadas sobre cada particular abordado, a las corrientes terraplanistas.

El segundo bloque, un mundo inventado, nos habla de la ilusión de la realidad: “El mundo que percibimos a nuestro alrededor, posiblemente, es única y exclusivamente una invención de nuestra consciencia; apenas tiene nada que ver con la realidad”, afirma el autor. Y esto es así porque nuestro cerebro está diseñado para inventar el mundo: codifica la información que le llega desde los órganos de los sentidos y le confiere atributos inventados (colores, formas, sonidos, sabores, olores y texturas) que son de utilidad para nuestra supervivencia.

No puede faltar en este apartado un amplio hueco dedicado al espacio y al tiempo. Estructura del tiempo, su dirección, el biocentrismo y el tiempo son temas analizados, resumiendo y poniendo al alcance del lector las últimas hipótesis, tanto científicas como filosóficas.

En el tercer apartado, intenta el autor responder a la pregunta de si es posible, como algunos aseguran, que nuestra consciencia esté conectada con todo el universo. Aquí tiene cabida el desarrollo de la gran teoría unificada del universo, la consciencia universal, el campo akásico, los libros, internet y, por supuesto, la noosfera, con referencias a Édouard Le Roi, Teilhard de Chardin y Vladimir Vernadsky.

La vida

“La vida es un fenómeno extraordinario y altamente improbable. Nadie ha sido capaz de aportar un argumento incontestable acerca del origen de la vida, en general, y de la nuestra en particular”. Y de la vida trata este bloque del libro, como de algo fundamental para explicar la consciencia.

Es inevitable comenzar con un planteamiento filosófico, asumido en gran parte por la religión: ¿por qué o para qué vivimos? y, también, por qué lo hacemos en este preciso lugar y durante un período tan corto de la existencia.

Primero hay que considerar lo que dice la ciencia. Apuesta por el origen azaroso y casual de todo lo que existe, aunque tropieza con un serio problema, ya que afirma que el azar no existe. Todavía no está resuelta la clave de cuáles fueron los acontecimientos que permitieron que surgiera la vida ordenada y orgánica partiendo de un entorno desordenado e inorgánico. Lo plantea así el autor: “Hoy día la ciencia no dispone de explicación de cómo pudo ocurrir un proceso tan complejo sin la presencia de un ser vivo y sin el aporte sistemático de energía”.

Evidentemente, es inevitable plantearse la evolución como modelo científico para explicar la diversidad de la vida en el planeta. Y Campillo aborda la cuestión para pasar a preguntarse si alguien dirige nuestras vidas y, si es así, quién o qué. En definitiva, se trata de la cuestión de si vivimos nuestra vida con libertad absoluta o si algo o alguien controla los hilos de nuestra vida.

Aporta cuatro respuestas a estas cuestiones: el modelo guionizado, el azaroso o casual, el determinista o causal y, finalmente, el sincronismo. Todos ellos son ampliamente explicados por el autor; especial interés pueden despertar las páginas referidas a los hechos que consideramos casuales y las coincidencias en nuestra historia personal.

La muerte

No hay nada tan humano como la certeza de la propia muerte y eso también se lo debemos a nuestra consciencia. Y, para muchos, es la propia consciencia la que proporciona la esperanza de que nosotros mismos, o esta función tan exclusiva que es la consciencia, perviviremos tras la muerte en algún lugar o formato desconocido.

Desde luego, es imperioso tratar aquí la cuestión de la durabilidad, cuyo factor fundamental es el tiempo y, sobre todo, su dirección. Posiblemente, la única forma de comprender este factor es recurriendo a la física, a la termodinámica. Según sus leyes, la irreversibilidad y la unidireccionalidad de los procesos termodinámicos es lo que da lugar a lo que conocemos con el nombre de duración y dirección del tiempo. Y todo nos aboca a la desaparición, hacia el fin, hacia la muerte.

Estrictamente hablando, la ciencia nos dice que realmente no morimos; la vida, en cada especie, dura el tiempo necesario para que el individuo se reproduzca con las garantías suficientes para que sus células germinales, que transportan su material genético, se perpetúen en un nuevo individuo.

El autor analiza, descendiendo más al detalle, los mecanismos de la muerte, su diagnóstico, la muerte cerebral, el dolor, el sufrimiento y el miedo que desencadena en nosotros.

Pero,¿y después de la muerte? ¿Adónde vamos? Las religiones encuentran en la respuesta a estas cuestiones una de las principales razones de su existencia. ¿Qué dice, por su parte, la ciencia? Salvo algunas excepciones, considera que la consciencia es una función de la corteza cerebral y que, por tanto, cuando el cerebro muere, deja de producir la consciencia. Sin embargo, en su inquebrantable anhelo de ofrecer objetivamente todas las propuestas razonables, Campillo se detiene en las experiencias cercanas a la muerte y, por supuesto, la inmortalidad cuántica.

Tras estos análisis, concluye que siguen sin existir pruebas de que el cerebro sea la única fuente de la consciencia. Hay quien propone que podría estar alojada en alguna especie de servidor cuántico universal, situado fuera de nuestro cuerpo y al que accedemos para enviar o recibir información mediante una parte de ese poderoso terminal que es nuestro cerebro. Interesantísimo debate que no rehuye el autor.

Concluyendo

El tema de este libro es de máxima actualidad. De hecho, en esta misma revista nos hacemos eco frecuentemente de las nuevas aportaciones que se producen; como estas referencias: https://tendencias21.levante-emv.com/nueva-revolucion-en-las-teorias-cientificas-sobre-el-origen-de-la-consciencia.html y https://tendencias21.levante-emv.com/la-fuente-cerebral-del-placer-determina-la-consciencia-humana.html.

La importancia de la presente obra de José Enrique Campillo radica en que nos conduce hasta los límites a los que llega la ciencia, sin obviar otros planteamientos que, sin ser específicamente científicos, son ampliamente aceptados por diferentes sociedades por contar con un apoyo lo suficientemente racional y razonable para no ser rechazados como meras elucubraciones sin sentido.

Esta tarea del autor es culminada con notorio éxito. Y lo hace, además, con una intencionalidad didáctica que, dentro de una muy correcta pedagogía, aborda con un lenguaje sumamente asequible, muy al alcance de cualquier lector medio, sin que ello implique una renuncia a la rigurosidad exigible a sus propuestas.

Además, hace gala de una humildad propia del científico. Reconoce los límites a los que puede llegar. Incluso, en algún apartado de la obra, señala al lector que no se crea todo lo que en ella se expone, ya que lo narrado corresponde a supuestos que él no comparte pero que, como se ha dicho, en aras de una perseguida neutralidad informativa, trae a estas páginas para que nadie pueda tildarlo de tendencioso o de pretender ignorar otras hipótesis también válidas.

Nos encontramos, pues, ante un libro que es conveniente tener a mano y al que acudir cuando se quiera acceder a una panorámica sobre los temas que aborda. Recomendación al parecer muy seguida, ya que, en el espacio de pocos meses, ha alcanzado una segunda edición.

Índice

Justificación

Primera parte: La consciencia
1. ¿Qué es la consciencia?
2. ¿Cómo y dónde se produce la consciencia?
3. El origen de la consciencia
4. La mente expandida

Segunda parte: El mundo
5. Un mundo a medida
6. Un mundo inventado
7. Un mundo conectado

Tercera parte: La vida
8. ¿Qué hacemos aquí?
9. ¿Quién o qué dirige nuestras vidas?

Cuarta parte: La muerte
10. El misterio de la duración
11. ¿Adónde vamos luego?

Bibliografía



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30/08/2021 Comentarios

Reseñas

El animal que somos. Una nueva historia de lo que significa ser humano Juan Antonio Martínez de la Fe , 21/07/2021
El animal que somos. Una nueva historia de lo que significa ser humano
Ficha Técnica

Título: El animal que somos. Una nueva historia de lo que significa ser humano
Autora: Melanie Challenger
Edita: Roca Editorial, Barcelona, 2021
Traducción: Ana Herrera
Encuadernación: Tapa blanda con solapas
Número de páginas: 270
ISBN: 978-84-17805-93-7
Precio: 18,90 euros

Un título transparente el que ocupa la cubierta de este libro: no oculta ni disimula su propuesta, recordarnos que, nos guste o no nos guste, somos animales. Un subtítulo matiza y completa el sentido de este ensayo: Una nueva historia de lo que significa ser humano.

No sería extraño cuestionarnos si, en la época en que hablamos de inteligencia artificial, de las capacidades de nuestro cerebro, de la posibilidad de la trascendencia, tiene sentido volver la vista hacia nuestras raíces, nuestras humildes raíces. Melanie Challenger piensa que sí, que sí tiene sentido. Es más: considera que es necesario para situarnos correctamente en el lugar que nos corresponde en el universo.

Nada más abrir la primera página del libro, nos encontramos con esta frase de la autora: “Actualmente, el mundo está dominado por un animal que no cree ser un animal. Y el futuro lo imagina un animal que no quiere ser animal”. Existe, pues, un problema: que no sabemos cómo comportarnos correctamente ante la vida.

Hay concepciones ampliamente extendidas que nos indican que los humanos no somos animales, sino que somos criaturas con un alma; es decir, que tenemos un cuerpo animal que nos hace sangrar y envejecer y, por otro lado, está la parte que parece proceder de nuestra inteligencia y conciencia propia, nuestro espíritu. Así las cosas, podemos creer que ya hemos dejado atrás el ser un animal, pero la verdad es que somos una colonia de energía pensante y sintiente, envuelta en “una carne delicada que se eriza cuando tiene frío o cuando estamos enamorados”.

¿El centro del Universo?

Este olvido de nuestro ser animal nos ha llevado a pensar que somos el centro del universo, nada más y nada menos que una imago Dei, una imagen de Dios. Situarnos en nuestra auténtica realidad es el objetivo que plantea Melanie Challenger en este libro: “un intento de entender qué tipo de ser somos. […] Es una invitación para tener en cuenta de nuevo la maravilla que representa ser un animal”.

¿Tenemos los humanos delirios de grandeza? Algo en esta línea es lo que apunta la autora. Pensar que somos una especie privilegiada en la naturaleza, nos ha dado la convicción de que el resto de seres vivos no son dignos de ser considerados sujetos de derechos, que se trata de niveles de vida inferiores incapaces de sentimientos, de moralidad, de conciencia.

Sin embargo, somos seres con una enorme capacidad de destrucción que puede oscurecer cualquier atisbo de superioridad que nos irroguemos, incluida la noción de trascendencia que nos planteamos. Naturalmente, resulta agradable pensar que solo las tendencias humanas tienen estatus moral, pero es algo que no tiene fácil encaje con el hecho de que somos animales.

Ni tan siquiera la idea de que la evolución se ha encaminado para culminar en el ser humano puede sostenerse con fundamento. Ni la larga historia de la búsqueda del alma puede cimentarla de manera irrefutable. Cada día nacen nuevas pruebas, según la autora, de que los animales tienen sentimientos y objetivos, que llevan unas vidas plenas y complejas que implican sentimientos y control mental; lo que supone superar esa línea divisoria que instituimos para afianzar nuestra diferencia con ellos y nuestra superioridad como especie única. Sin embargo, todo lo que hacemos, lo hacemos como animales, aunque nos justifiquemos como humanos.

En este primer apartado de su libro, la autora hace un amplio recorrido por conceptos tales como la dignidad, el humanismo, la evolución, los sentimientos, la vida, mostrando y demostrando nuestras raíces materiales que compartimos con el resto de seres vivos, concluyendo que “ya no somos individuos milagrosos, sino un poco de materia que se puede seleccionar, alterar y usar para objetivos no previstos”.

La consciencia y los otros

En un paso más, nos introduce en lo que parece constituirnos como seres especiales: la mente. Empieza así: “Se ha asumido desde hace siglos que lo que hace especiales a los humanos es nuestro don del pensamiento. Sin embargo, ni sabemos ni nos ponemos de acuerdo sobre lo que es ‘pensamiento’ o ‘inteligencia’ o ‘conciencia’”, siendo como son la base para sustentar nuestra sensación del yo, justamente, la esencia de lo que somos.

Pero hay más. Lo que parece definirnos como humanos es que tenemos relaciones sociales, que no solo nos conocemos a nosotros mismos, sino que tan importante como esto es que dependemos también de conocer a los demás; y que estas relaciones pueden cambiar rápidamente. Pues no hay que olvidar que “las personas no solo se mienten unas a otras, sino que se mienten a sí mismas para mentir mejor a las demás”.

Pese a ese tránsito de pensar en un yo a un nosotros, tan necesario como especie, la autora afirma que no somos consecuencia de la cooperación ni que, como colección de individuos, seamos un supraorganismo, afirmación esta última que encontraría detractores. Para ella, más que seres definidos por una cooperación per se, tenemos más una versatilidad cooperativa.

Ser persona

Por supuesto, estas ideas dan pie a Challenger para aventurarse en la cuestión del valor intrínseco de la persona frente a considerarla como un medio o forma indirecta para defenderse de quienes son competidores. Recorre para ello los planteamientos de pensadores como Kant, Livingstone Smith, etc. También hace incursión en el papel que desempeña nuestro cerebro en la experiencia consciente o en la oportunidad de dar sentido a nuestra vida, conciencia que también atribuye a los animales a cuya existencia igualmente dota de sentido.

Ocupan a la autora las cuestiones que plantea la inteligencia artificial, al ser capaces de crear algo que puede superarnos. Y “para salvarnos de una inteligencia superior que tememos que nos vea y nos trate como nosotros hemos tratado a los otros animales, nos dicen que nos convirtamos en máquinas nosotros mismos”. Podemos preguntarnos, en esta tesitura, que, si una persona es una sustancia mental, ya sea alma o res cogitans, o un fragmente de código de ordenador, entonces, bajo determinadas circunstancias, cualquier cosa podría ser una persona.

¿Miedo a ser animales?

Unas palabras de Emil Cioran encabezan el siguiente apartado del libro: “Mientras todos los seres tienen su lugar en la naturaleza, el hombre sigue siendo una criatura metafísica extraviada, perdida en la vida, un extraño para la creación”, palabras estas últimas que titulan el capítulo.

Ser animal asusta. Así de escueta se manifiesta Melanie Challenger. Ser animal asusta. Porque la conciencia de estar a merced de los actos hostiles del mundo que nos rodea ejerce una fuerte influencia en nuestras vidas. Y ocurre que, cuando identificamos un peligro en una fracción de segundo y de manera inconsciente, nuestro cerebro construye una narrativa consciente para dar sentido a ese miedo que nos provoca.

Y una manera de ejercer nuestra defensa es la vida en grupo, de manera que, juntos, podamos dominar las amenazas. Las conductas altruistas como acción colectiva benefician a la colonia, al grupo. Algo que podemos contemplar en la naturaleza, en el comportamiento de muchos animales. Lo que ocurre es que, mientras estos buscan superar las amenazas, los humanos tendemos a defendernos de las amenazas que sufren las ideas que usamos para superar las amenazas.

Es evidente que una determinada visión del mundo puede conducir a una sensación de peligro que nos puede conducir a un sistema de creencias que nos ayude a superarla. Y esas creencias ocasionarían que podamos asegurarnos que somos seres vivos únicos y superiores, aunque la realidad de lo que somos contradice lo que nos decimos a nosotros mismos que somos.

Una constancia de nuestra realidad animal es la muerte que nos aguarda a todos. Algo que, indudablemente, nos crea una angustia existencial y la suposición de una falta de sentido para nuestra vida. Y así vemos cómo en muchas culturas se usan los sistemas de creencias en un sentido de la vida para poder manejar los temores existenciales. Pero no solo la muerte nos impone nuestra realidad animal; también hay que tener en cuenta el cómo nacemos.

Junto a la realidad de la muerte se está imponiendo la idea de la extinción de nuestra especie, sustrayéndonos a lo que ocurre con las demás de los animales. Son muchos los que están convencidos de que no hay un punto final para la humanidad; y si nuestro planeta está abocado a esa extinción, se buscan soluciones fuera de él, en otros planetas del universo. Quizás tengamos más posibilidades de solucionar la pobreza que crear otra Tierra en algún sitio, lugar al que tendríamos que llevar nuestra manera de realizarnos. Y es llegada la hora de mirar a la naturaleza y a los animales y seres vivos que la habitan como entes a los que debemos empatía por todo lo que compartimos con ellos.

Somos polvo de estrella

Si volvemos la vista atrás, a nuestros orígenes, veremos que llegamos a la existencia a partir de la muerte de una estrella; y, llegado el momento, también nuestra estrella morirá. En realidad, somos “un fragmento de espacio vacío y de electricidad antigua, una cantidad inimaginable de átomos que llevan protones y neutrones y electrones que dan volteretas”; somos, en definitiva, primates con un cerebro que posee enormes cantidades de células nerviosas unidas entre sí formando un complejo grande, del cual, de alguna manera surgen nuestros procesos de pensamiento; al menos, así lo entiende Melanie Challenger.

Y aclara su postura: “Eso no significa que debamos ver la vida humana como algo sin sentido. Pensar que uno es excepcional es distinto de pensar que nuestras vidas no tienen sentido. Existen muchos motivos para creer que esa sensación de creernos trascendentes es algo de lo que podemos prescindir. Sin embargo, el peso del ser humano en el mundo es más algo psicológico que cualquier otra cosa”. Con independencia de que puede ser una postura no compartida, no cabe duda de la suficiente solidez de sus planteamientos.

Un Colofón cierra este estudio de Melanie Challenger. Plantea en él algunas cuestiones que invitan a la reflexión: ¿qué ganaríamos si no fuéramos animales? ¿Qué ganamos con ser animales? Ser una persona, nos dice, es realmente un recuerdo de ser un animal, aunque olvidamos que ser una persona y un animal son la misma cosa.

Concluyendo

Melanie Challenger nos ofrece en esta obra un excelente trabajo, de robusto rigor científico, revestido de un lenguaje muy asequible que hacen de ella una delicia de lectura, en ocasiones apasionante. Nos sitúa en el lugar exacto que ocupamos en la naturaleza, mostrándonos nuestro lado compartido con el resto de los animales que la habitan, a la vez que destaca las virtudes y privilegios de esa situación. El hecho de tener consciencia, de ser conscientes de nuestro yo, de tener sentimientos e, incluso, sentido de trascendencia no nos hace diferir de los animales que comparten el planeta, ya que todos poseemos idéntica base.

Esta situación nuestra como animales nos ha de llevar a devolverles la dignidad y el valor que tienen, abandonando la idea de que podemos hacer uso de ellos a nuestro antojo, con total desprecio a su auténtica valía. Y, al igual que ellos, aprender a respetar y cuidar nuestro común cobijo, la tierra y la naturaleza.

Otros muchos temas de apasionante interés son abordados en esta obra, como puede ser la evolución, su sentido y significado; la trascendencia o la inmanencia; comentarios sobre muchos ejemplos de la vida animal, aportados por la autora, que indican nuestro parecido a su forma de actuar; … El libro tiene todos los merecimientos para ser leído y disfrutado.

Es evidente que, partiendo de estas premisas, las conclusiones a las que llega la autora y que trascienden esa nuestra realidad animal, no son compartidas por todas las corrientes del pensamiento. Es cierto. Para también lo es que el razonamiento de Challenger es muy consistente y da muestras de la humildad que adorna al auténtico científico, siendo consciente de los límites a los que alcanza su ciencia.

En definitiva, se trata de un libro que hay que tener muy presente; su lectura es una invitación a la reflexión y nos sitúa en una excelente plataforma desde la que poder abordar cualquier postulado sobre nuestra realidad de seres humanos.

Índice

El sello indeleble
Delirios de grandeza
La guerra civil de la mente
Un extraño para la creación
El viaje diario de las estrellas
Colofón: Sobre el encanto de ser animal

Bibliografía
Agradecimientos
Lista de ilustraciones
Índice onomástico





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21/07/2021 Comentarios

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Redacción T21
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