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Reseñas

Justicia ecológica en la era del Antropoceno Juan Antonio Martínez de la Fe , 27/11/2016
Justicia ecológica en la era del Antropoceno
Ficha Técnica

Título: Justicia ecológica en la era del Antropoceno
Editora: Teresa Vicente Giménez
Autor: AA.VV.
Edita: Editorial Trotta, Madrid, 2016
Colección: Estructuras y Procesos
Serie: Derecho
Encuadernación: Tapa blanda con solapas
Número de páginas: 214
ISBN: 978-84-9879-659-9
Precio: 20 euros

Cambio climático, ecología, calentamiento global, … son términos que ya nos son familiares. Organismos nacionales e internacionales, organizaciones no gubernamentales, currículos educativos, etc. contribuyen, afortunadamente, a crear una conciencia medioambiental que se extiende a lo largo y ancho de la sociedad. Como destacados acontecimientos recientes, se nos presentan los informes del Club de Roma, la COP21 y la inmediata COP22, junto a la encíclica del Papa Francisco Laudato si que constituyen avances en ese reto de cuidar la casa común. Pero junto a todo ello figuran quienes se sitúan en una posición negacionista del problema, en la que se inscriben algunos científicos y pensadores a los que se une el recientemente elegido presidente de los Estados Unidos, que ya amenaza con replantearse sus compromisos internacionales en este asunto, junto con una drástica reducción de los fondos que hasta ahora destinaba a evitar la catástrofe ecológica que se nos anuncia de no tomar las medidas correctores y urgentes que se precisan.

La aparición de este libro que comentamos no puede ser más oportuna. Cuando se habla de justicia ecológica no se habla de una cuestión opcional, sino de algo más profundo y necesario como es la reparación del daño. Y cuando se refiere a la era del antropoceno, nos coloca a los humanos en el centro del problema, pues es a nosotros a quienes se cita, a quienes se investiga, a quienes se les exige enmendar el camino seguido hasta ahora; porque, no cabe duda, somos los culpables y responsables de lo que acontece y de lo que acontecerá.

Esta obra nos ofrece un panorama, una causa de ese panorama y arbitra una solución.

Panorama: Nos encontramos con un modelo económico que considera el medio natural como un objeto inagotable para su explotación sin límites, lo que ha conducido, a lo largo de más de cuatro siglos, a la situación de emergencia social y ecológica que padecemos en la actualidad.

La causa: “Los grandes problemas ambientales a los que se enfrenta el mundo, como el cambio climático, la pérdida de biodiversidad, la desertificación o la contaminación de las aguas, la atmósfera y el suelo tienen su causa en la conducta humana, en las formas de vida que ha impuesto a la humanidad el sistema económico dominante y el sistema jurídico-político que le sirve de apoyo y fundamento”.

Una solución: Nos encontramos con que ni el derecho ni la política poseen la radicalidad necesaria para enfrentarse al poder económico (que se defiende enérgicamente) que cada día es más abusivo. Se necesita de la fuerza vinculante de unos principios de justicia de contenido ecológico. La justicia climática forma parte de la justicia ecológica, que junto a la justicia social comparte el modelo de la justicia distributiva. El derecho debe permitir a los ciudadanos el acceso a la justicia ambiental y ofrecerles la posibilidad de que puedan obligar a sus gobiernos, pacíficamente, a cumplir con el deber de proteger el medio ambiente. Es llegado el momento de que la ciudadanía se ponga en pie y exija a sus dirigentes las medidas encaminadas a revertir la situación actual.

El libro no es de un solo autor. Se trata de una obra coral como corresponde a las especialidades que aborda en cada uno de sus seis apartados, firmados por auténticos especialistas que nos aportan un muy interesante y actualizado observatorio de la realidad que pretende describir.

Desarrollo ético-jurídico de la justicia ecológica

El primero de estos ensayos lleva por título El nuevo paradigma de la justicia ecológica y su desarrollo ético jurídico. Lo firma la editora de la obra, Teresa Vicente Giménez, profesora titular de Filosofía del Derecho en la Universidad de Murcia.

Inicia su exposición con un detallado análisis sobre Las raíces de la justicia ecológica, la conciencia ecológica y la ética ecológica, fruto de un clamor para dar al ser humano y a la naturaleza lo que les corresponde para su desarrollo y dignidad. Intenta dar una respuesta desde la teoría de la justicia para tratar de configurar el nuevo paradigma de la justicia ecológica, que busca sus raíces en el pensamiento, la conciencia y la reflexión ética de la humanidad, para ampliar el ámbito de la justicia a la ecología, y desde el reconocimiento de los límites del ecosistema, determinar la nueva medida de la conducta humana y el nuevo rumbo hacia una sociedad sustentable y duradera.

Se trata de una serie de páginas, densas de contenido y reflexión, que recorre los primeros momentos de ese movimiento a favor de la naturaleza hasta el actual, en que se impone ampliar el ámbito de la justicia al terreno de la ecología. Se detiene brevemente en autores como Teilhard de Chardin, quien desde los años cincuenta del siglo pasado, avanza constantes sugerencias a una conciencia ecológica, una conciencia trascendental e inmanente al proceso de hominización del cosmos, explicando de manera sucinta la tesis de la realidad física del pensador francés.

Capra y Boff son otros autores que aparecen a lo largo del itinerario propuesto, que, en este sentido de recorrer la historia de este movimiento, culmina con la encíclica Laudato si del Papa Francisco, de la que reconoce lo acertado de su diagnóstico, pero a la que reprocha que lo sobrenatural no es la vía para la solución del problema. Y aunque el Papa recoge importantes citas de pensadores, comenta que adolece de referencias al movimiento ecológico. Y, finalmente, pese a que trata bien el tema de la responsabilidad ambiental, elude la influencia del mensaje bíblico de dominio sobre la naturaleza en la imposición de un modelo de sumisión y saqueo de esta.

Aborda a continuación el tema de La justicia ecológica en la teoría de la justicia: la justicia pro futuro y la dimensión universal en la protección del medio ambiente. Es un apartado que se desarrolla en dos epígrafes, en los que nos hace reflexionar sobre la naturaleza como sujeto de derecho, no solo atribuyéndole un derecho concreto y específico propio del medio, sino mediante una responsabilidad del ser humano hacia la naturaleza en nombre de valores ecológicos conductores del obrar social, jurídico y político. Y ello no mirándonos a nosotros mismos únicamente, sino sabiéndonos responsables de su conservación para las futuras generaciones.

Trata, así mismo, sobre La proyección de la justicia ecológica en la política ambiental y en el derecho ambiental, tema al que dedica tres subepígrafes: La responsabilidad ecológica como obligación pública común, Los principios de justicia de contenido ecológico y Las funciones de la justicia ecológica. Recorre los principales eventos de carácter internacional relacionados con el medio ambiente y la ecología, de la mano de las Naciones Unidas. Explicita los principios que rigen la justicia ecológica: de conservación y previsión o prevención, de reparación o reconstrucción, de causación o de quien contamina paga, de carga común, de cooperación y solidaridad, de sostenibilidad, de participación pública o de democracia ambiental entre otros. En cuanto a las funciones de la justicia ecológica, analiza la de coordinación y crítica, la comparativa referencial y la heurística. En definitiva, “el ordenamiento jurídico del Estado, en especial en su sector de derecho público, como también los órganos internacionales con su contribución al desarrollo y la información de programas normativos objeto de la justicia ecológica, tendrán entre sus fines primarios: la conservación, el equilibrio y el desarrollo del medio ambiente con especial atención a la protección de la comunidad de los seres vivos, evitando las acciones que impliquen un daño o deterioro en el medio natural o su alteración profunda para el futuro del mismo, ponderando las acciones actuales incluso desde el punto de vista metahumano en la legalidad integral de los procesos ecológicos”.

Especial interés tiene el bloque siguiente del ensayo, La tiranía jurídica del capitalismo: desarrollo económico y deterioro de los derechos sociales y de los derechos ecológicos. Nos explica cómo, para lograr una sociedad sostenible, se precisa una estructura social basada en el desarrollo humano y ecológico; y no es eso lo que sucede, ya que el sistema económico capitalista impone, como principio rector, el mercado ilimitado y el crecimiento expansivo, incompatibles con el principio de desarrollo sostenible; así pues, la tiranía del capitalismo se expresa en la imposición de un modelo económico que impide el desarrollo social y ecológico de los pueblos y de los ciudadanos, por lo que propone que hay que deslegitimar el capitalismo, iniciando el proceso de someter el sistema económico al control del sistema jurídico democrático ciudadano, para lo que se necesita la fuerza y la movilización de estos.

Que es lo que aborda en el último bloque de su estudio: Los movimientos sociales como impulsores de la democracia socioecológica, en el que concluye que tales movimientos son eficaces grupos de acción social y política, pero que se necesita también de la acción jurídica de los ciudadanos para obligar a los gobiernos en materia de cambio climático y protección del medio ambiente, a través de operadores jurídicos, como abogados y jueces.

Capitalismo y justicia ecológica

Carlos Berzosa es catedrático de Economía Aplicada de la Universidad Complutense de Madrid y es el autor del segundo de los ensayos de esta obra, que titula Acumulación capitalista y justicia ecológica, y que desarrolla en cuatro epígrafes. El primero aborda Los pilares de la acumulación y el desarrollo desigual. De manera sucinta, expone la historia del capitalismo desde la revolución industrial hasta la actualidad, explicando cada uno de los pasos dados hasta llegar al actual proceso de acumulación, basado en el conflicto social, la competencia empresarial y la expansión del consumo, constatando las paradojas que encierra; hace hincapié en la existencia aún hoy día de países donde el hambre y la pobreza se siguen dando.

Aborda seguidamente La naturaleza cíclica del sistema. Lo explica resumidamente así: “El crecimiento económico no está exento de limitaciones y contradicciones y ello conduce a épocas de expansión, con unas ondas de crecimiento mayores que otras, pero también se producen fluctuaciones que provocan recesiones y crisis económicas. Una de las características del sistema es precisamente su naturaleza cíclica”. Así, nos describe las crisis de los años treinta del pasado siglo y la actual recesión, con especial acento en las teorías de Keynes.

Del nuevo orden económico internacional (NOEI) a la hegemonía comercial y financiera planetaria. Distingue tres fases en el proceso histórico del capitalismo; una primera abarca desde los orígenes de la Revolución Industrial hasta 1870, caracterizada por la internacionalización de las mercancías; una segunda fase iría desde 1870 a 1980, en la que la característica principal es la internacionalización del capital; finalmente, la tercera fase arranca en 1980 y perdura hasta nuestros días, caracterizándose por la internacionalización del capital monetario y financiero. En las páginas que componen este bloque, se detiene en la explicación de cada una de tales fases, concluyendo con las enormes desigualdades que padecemos en la sociedad actual.

El cuarto y último bloque de su aportación lo dedica a la Degradación ecológica y pobreza. La toma de conciencia sobre la justicia ecológica. Incide aquí en la capacidad del capitalismo de innovar y transformar para sobrevivir, teniendo como contrapartida que no tiene en cuenta el daño ecológico y social que produce, con un alto coste. Recorre la reciente historia, donde el capitalismo se va concentrando cada vez en menos manos, explotando la riqueza natural de muchos países a cuyos habitantes reduce a la pobreza; también nos anota la aparición de una creciente preocupación global por este problema.

El Antropoceno

El catedrático de Geografía Física en la Universidad de Murcia Francisco López Bermúdez es el autor del ensayo titulado Interacción humanidad-tierra: el antropoceno. Se trata de un muy documentado trabajo que nos pone al día acerca de la acción del hombre sobre el planeta y sus consecuencias. Parte de unas consideraciones generales en las que destaca cómo los cambios producidos en la tierra hasta ahora eran producto de su propia actividad o de agentes exteriores, pero que en los últimos tiempos es la actividad del hombre la que está provocando serios cambios en todos los niveles; esta es la razón por la que hay quienes defienden que nos hallamos ante una nueva era, el antropoceno que, aunque existen opiniones diferentes sobre el momento de su origen, todas coinciden en que se trata de un concepto que implica que los humanos hemos cambiado gran parte de la geología y de la naturaleza de la tierra hasta un punto que posiblemente una nueva época en la historia de nuestro planeta haya comenzado. Ante este panorama, lo que se necesita es una comprensión global de la simbiosis entre el sistema humano y el sistema geoecológico que aporte soluciones globales y coordinadas.

A continuación, el autor se refiere a El cambio global. Un fenómeno de alcande mundial y un reto de nuestro tiempo. Nos dice: “La intensificación en las últimas décadas de las actividades socioeconómicas para conseguir más bienes y servicios suministrados por los ecosistemas y el correlativo impacto que produce sobre los grandes ciclos de la naturaleza, está provocando una situación crítica en el planeta, que se caracteriza por una gran transformación de los ecosistemas y una alteración de los equilibrios de la biosfera”. Esto ha dado lugar a la aparición de la globalización, vocablo que designa a la vez mercados globales y calentamiento global, con una brutal y creciente división entre los ricos y los pobres y con una progresiva difusión de la preocupación ambiental. De donde se deriva el cambio global, un conjunto diversificado de cambios (ambientales, sociales, económicos, culturales, institucionales), de origen natural y humano que afectan a los procesos físicos, químicos, biológicos y socioeconómicos y a la forma como se interrelacionan en el ámbito local y regional. Se trata de un gran desafío para la humanidad cuya respuesta ha de venir de la mano de la ciencia y de la tecnología, por supuesto, pero, y muy importante, por el compromiso de los políticos para aplicar políticas de sostenibilidad que hagan de sus sitios de origen lugares perdurables.

Dentro de este cambio global, El cambio climático es el mayor desafío global que tiene la humanidad. No en vano se le considera la muestra más significativa del abuso humano sobre la tierra y que incide no solo en el terreno ambiental, sino también en el económico, el social, el político y el ético. El autor analiza las causas de ese calentamiento y sus consecuencias, detallando los diferentes impactos que produce en el planeta, especialmente en lo referido a los océanos. Destaca, así mismo, cómo este cambio climático no nos afecta a todos por igual, pues su incidencia es mucho mayor entre los pobres que entre los ricos, de lo que resulta una exigencia de justicia climática. También hace referencia a las alternativas a ese cambio climático, reclamando un cambio radical en nuestra escala de valores antes de que planeta nos resulte inhabitable, ofreciéndonos un panorama sobre el futuro que nos espera de no hacerlo.

Con excelente detalle nos habla de Las cumbres de las Naciones Unidas sobre el cambio climático: de Estocolmo a París. Se refiere a la Conferencia de Estocolmo de 1972, la de Ginebra en 1979, la de Río de Janeiro de 1992, al Procolo de Kioto de 1997, la Conferencia de Johannesburgo en 2002, de Copenhague en 2009, de Cancún en 2010, la Cumbre de París de 2015, de la que nos explica su arranque y contribuciones contra el cambio climático y analiza si se trató de un éxito o un fracaso.

Concluye que se puede constatar que los países más industrializados no tienen voluntad política ninguna para asumir compromisos vinculantes de reducción de los gases invernadero (cuando no amenazan con desdecirse de los acuerdos firmados, como sucede con el presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump) y además procuran dividir a los países más afectados por el cambio climático. Y ante este panorama de tan grises pinceladas que nos describe, nos expone que “no se pretende sembrar el miedo entre la población, sino de dar información contrastada y razonada para que los ciudadanos entiendan la importancia del fenómeno, reaccionen con actitudes individuales y colectivas, y presionen a los gobiernos para que desarrollen y apliquen políticas que prevengan y mitiguen los efectos actuales y potenciales del cambio climático”.

Protección internacional del medio ambiente

La protección jurídica internacional del medio ambiente en el ámbito universal es el título del trabajo de Eva María Rubio Fernández, profesora de Derecho Internacional Público y Relaciones Internacionales de la Universidad de Murcia.

Tres son los aspectos que contempla este trabajo: el cambio climático, la biodiversidad y la desertificación. En cada uno de ellos, comienza por una muy somera presentación del problema, para abordar seguidamente la actuación internacional. Comienza por Las Convenciones de Río como respuesta a los principales retos del desarrollo sostenible.

Ya dentro del apartado La emergencia frente al cambio climático: la evolución de la protección convencional y por lo que se refiere al cambio climático, analiza en detalle la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático y el Protocolo de Kioto, para seguir con los siguientes pasos principales acordados por la Conferencia de las Partes (Cancún, Bali, Doha y Varsovia, finalizando este bloque con el Acuerdo de París.

A continuación, aborda La indefectible e imperiosa protección de la biodiversidad, puesto que esta es fundamental y se impone la acción para su consecución. En primer lugar, analiza los hitos en la protección convencional: la Convención sobre la Diversidad Biológica y sus Protocolos para, seguidamente, estudiar el Plan Estratégico para la Biodiversidad (2011-2020), incluidas las Metas de Aichi para la Diversidad Biológica.

Por último, trata La acción frente al implacable avance de la desertificación, uno de los grandes problemas sociomedioambientales que presente la humanidad. Comienza con el análisis de la Convención de Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación, así como con el Marco y Plan Estratégico decenal para mejorar la aplicación de la Convención (2008-2018).

Cierra su estudio con un apartado para conclusiones, en el que avisa de que se necesitaría avanzar en el alcance de las obligaciones asumidas y en la garantía de su cumplimiento, aunque no parece que sea esa la tendencia predominante, pues los grandes lobbies económicos adormecen a la humanidad con los cantos de sirena del hedonismo consumista que exporta a los países en desarrollo. Piensa que aún hay cierto margen de rectificación, pero “la voluntad política para que se cumpla lo pactado se muestra esquiva. Corresponde, pues, a la ciudadanía reconducirla para la satisfacción del bien colectivo”.

Derecho ambiental y acceso a la justicia ecológica

La obra nos ofrece seguidamente el trabajo Derecho ambiental y acceso a la justicia ecológica, firmado por Eduardo Salazar Ortuño, abogado, ambientalista, profesor asociado de Derecho Administrativo en la Universidad de Murcia, doctorando en Derecho Ambiental por la Universidad de Alicante y Magister Legum por la Universidad de Dresde.

Su trabajo se refiere al ordenamiento jurídico dedicado a la protección del medio ambiente en los ámbitos europeo y estatal y a cómo los caracteres y principios de la justicia ecológica se integran en normas positivas.

La aplicación de las normas ambientales se evidencia en la actuación de los tribunales, provocada por el acceso público a la justicia para exigir su cumplimiento o para reparar los daños ocasionados por no ser cumplidas. Propone un cambio del paradigma ecológico desde la ciudadanía, cuestionando decisiones o actuaciones insostenibles de las autoridades y de otros particulares, o que ponen en riesgo o dañan el ecosistema.

La cuestión es, pues, cómo actuar en defensa del ecosistema y de qué modo acceden los conflictos ambientales a los tribunales. Reclama que la naturaleza sea poseedora de su propio derecho, cuya protección esté garantizada por un juzgado que reaccione ante la violación de tal derecho. A tal fin y dado que para ello se precisan órganos jurisdiccionales capacitados, propone la creación de tales órganos que faciliten las acciones colectivas de los afectados.

Seguidamente y concretando, propone un análisis amplio y bien documentado sobre La protección del medio ambiente en el derecho europeo, comenzando por la génesis y evolución del derecho ambiental en la Unión Europea para, a continuación, explicar la jurisprudencia ambiental en el Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Le sigue La protección del medio ambiente en el ordenamiento jurídico español, estudiándolo en el derecho sustantivo y analizando las vías jurisdiccionales para la protección del medio ambiente.

Interesante y mucho es su reflexión sobre El acceso a la justicia ecológica y las oportunidades del Convenio de Aarhus, a la que dedica varias páginas. Y cierra su ensayo con unas Conclusiones y propuestas. Así, solicita el reconocimiento pleno e incardinación del derecho al medio ambiente saludable como un derecho humano y fundamental; la creación de una sala medioambiental en la Corte Internacional de Justicia o de un Tribunal Internacional Ambiental, con acceso abierto a los ciudadanos y sus organizaciones; el fomento de la aplicación del derecho ambiental comunitario mediante un mayor y más transparente control de la Comisión Europea del cumplimiento de los estados miembros; el acercamiento del régimen procesal de las acciones judiciales en defensa del medio ambiente a los principios de la justicia ecológica; la ampliación y fomento por parte de los estados del acceso a la justicia mediante el establecimiento de medidas dirigidas a disminuir o eliminar las trabas para las acciones judiciales ambientales; o la creación de una jurisprudencia europea y estatal basada en la defensa de los principios y obligaciones del Convenio de Aarhus. Unas propuestas que esperemos no tarden en ser aceptadas y puestas en práctica.

Injusticia ecológica

Es el ingeniero, periodista y doctor en Ciencias Políticas y Sociología, Pedro Costa Morata, el autor del último apartado de esta más que interesante obra: Destrucción e injusticia ecológica: el caso de América Latina.

Trata de la confrontación del mundo indígena campesino con el modelo occidental productivista de crecimiento económico; es “un choque drástico entre la cosmovisión indígena tradicional y la tradición judeocristiana, estructura básica de lo que entendemos por civilización occidental y que, a la hora de la verdad, se expresa por una explotación inmisericorde de la naturaleza y sus recursos”. Hay, pues, un enfrentamiento entre una creciente reivindicación indígena y las oleadas de inversiones depredadoras; hecho especialmente relevante en América Latina y que estudia el autor, con especial atención al caso de Guatemala.

Aborda inicialmente el tema de América Latina ante el extractivismo minero, que resume en los siguientes puntos: 1) Un modelo de explotación económica calificado de neoextractivismo o neodesarrollismo, de características generalmente negativas; 2) Impulso a la reprimerización de economías que consideraban haber superado ya la primerización, con un nuevo boom en actividades mineras, agroindustriales, forestales, etc.; 3) Supeditación de las políticas públicas a las inversiones en estos sectores; 4) Consolidación de la pobreza en áreas de predominio campesino o indígena; 5) Deterioro de la consideración como patrimonio esencial, social o moral de recursos hasta ahora considerados de protección especial, económica y jurídica; y 6) Deterioro de la gestión económica de bienes que de cualquier forma poseen el carácter de comunales. Este conjunto de consecuencias deviene, inevitablemente, en conflictividad social.

Trata, a continuación, de El proceso de desarrollo y las exigencias de justicia ecológica: contradicciones entre modo productivo de saqueo y el modelo indígena-campesino de integración en la naturaleza. Palabras del autor resumen el contenido de este epígrafe, que desglosa con precisión a lo largo de varias páginas, con escuetas y certeras concreciones: “Las contradicciones de fondo y forma entre las sociedades desarrolladas y las sociedades que llamamos tradicionales, concretamente las indígenas de América, son muy numeras e importantes: corresponden a cosmovisiones y culturas diferentes y generalmente enfrentadas, y se fundamentan en relatos y evoluciones históricas construidos sobre bases mentales e incluso materiales bien distintas”. En este apartado, basa su argumentación sobre todo en los trabajos de Jerry Mander. Y dedica una especial atención al caso guatematelco.

Nos propone luego un análisis sobre La Cumbre de Cochabamba: denuncia del sistema imperante, ofensiva por la madre tierra y nos hace ver su importancia objetiva ya que en ella, por primera vez, se produjo la proclamación solemne, oficial y oficiosa, popular y multitudinaria de los derechos de la Tierra, a instancias de los pueblos del mundo. Y posteriormente nos presenta las coincidencias entre indigenismo y ecologismo, que resume en que ambos plantean una enmienda a la totalidad al modelo económico predominante y que ambos critican el antropocentrismo, que coloca al hombre como dueño y señor de la naturaleza, y el eurocentrismo, que marca la superioridad de la cultura productivista y de génesis occidental sobre cualquier otra.

Cierra su colaboración con un apartado dedicado a Conclusiones y perspectivas, donde compendia su exposición de páginas precedentes.

Concluyendo

Este libro no debería de pasar desapercibido. Por varios motivos. Por ejemplo, por la importancia de la materia que aborda; una importancia que deriva de la imperiosa necesidad que tiene la humanidad de encontrar soluciones al deterioro a que sometemos a nuestra casa común, con gravísimas consecuencias económicas, sociales, de salud, ambientales, etc. También por la categoría de los autores que firman los trabajos que componen la obra. Por sus enfoques reivindicativos de la necesidad de considerar a la naturaleza como sujeto de derecho y por urgir a la acción ciudadana para alcanzar estos objetivos. Por constituir un excelente compendio de la situación actual en esta materia en el ámbito internacional y, de modo más local en el estatal.

Una enumeración de motivos que no es exhaustiva, pero que supone una invitación a tener presente esta iniciativa editorial.

Índice

Introducción: Teresa Vicente Giménez

EL NUEVO PARADIGMA DE LA JUSTICIA ECOLÓGICA Y SU DESARROLLO ÉTICOJURIDICO, por Teresa Vicente Giménez
I. Las raíces de la justicia ecológica: conciencia ecológica y ética ecológica
II. La justicia ecológica en la teoría de la justicia: la Justicia pro Futuro y la dimensión universal en la protección del medio ambiente
1. La protección de la naturaleza desde su propio valor
2. Los derechos de las generaciones futuras
III. La proyección de la justicia ecológica en la política ambiental y en el Derecho ambiental
1. La responsabilidad ecológica como obligación pública común
2. Los principios de justicia de contenido ecológico
3. Las funciones de la justicia ecológica
IV. La tiranía jurídica del capitalismo: desarrollo económico y deterioro de los derechos sociales y de los derechos ecológicos
V. Los movimientos sociales como impulsores de la democracia socioecológica
Bibliografía

ACUMULACIÓN CAPITALISTA Y JUSTICIA ECOLÓGICA, por Carlos Berzosa
I. Los pilares de la acumulación y el desarrollo desigual
II. La naturaleza cíclica del sistema
III. Del nuevo orden económico internacional (noei) a la hegemonía comercial y financiera planetaria
IV. Degradación ecológica y pobreza. La toma de conciencia sobre la justica ecológica
Bibliografía

LA INTERACCIÓN HUMANIDAD-TIERRA: EL ANTROPOCENO, por Francisco López Bermúdez
I. Consideraciones generales
II. El cambio global, un fenómeno de alcance mundial y un reto de nuestro tiempo
III. El cambio climático, el mayor desafío global que tiene la humanidad
1. Causas del calentamiento climático y cambios observados
2. Vulnerabilidad y consecuencias del cambio climático
3. Cambio climático, cuanto más pobres, más amenazados: justicia climática
4. Alternativas al cambio climático
5. ¿Cómo evolucionará el clima en el futuro? ¿Hacia un clima de extremos?
IV. Las cumbres de las Naciones Unidas sobre el cambio climático.
De Estocolmo a París
1. La Conferencia de Estocolmo, 1972
2. La Conferencia de Ginebra, 1979
3. La Conferencia-Cumbre de Río de Janeiro, 1992
4. El Protocolo de Kioto, 1997
5. La Conferencia de Johannesburgo, 2002
6. La Conferencia de Copenhague, 2009
7. La Conferencia de Cancún, 2010
8. La Cumbre de París, 2015
9. Arranque y contribuciones del Acuerdo de París contra el Cambio Climático
10. La Cumbre de París ¿fue un éxito o un fracaso?
11. Conclusión
Bibliografía

LA PROTECCIÓN JURÍDICA INTERNACIONAL DEL MEDIO AMBIENTE EN EL ÁMBITO UNIVERSAL, por Eva María Rubio Fernández
I. Las Convenciones de Río como respuesta a los principales retos del desarrollo sostenible
II. La emergencia frente al cambio climático: la evolución de la protección convencional
1. La Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático y el Protocolo de Kioto
2. Los siguientes pasos principales acordados por la Conferencia de las Partes (Cancún, Bali, Doha, Varsovia)
3. El Acuerdo de París
III. La indefectible e imperiosa protección de la biodiversidad
1. Los hitos en la protección convencional: la Convención sobre la Diversidad Biológica y sus Protocolos
2. El Plan Estratégico para la Biodiversidad (2011-2020), incluyendo las Metas de Aichi para la Diversidad Biológica
IV. La acción frente al implacable avance de la desertificación
1. La Convención de Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación
2. El Marco y Plan Estratégico decenal para mejorar la aplicación de la Convención (2008-2018)
V. Conclusiones
Bibliografía

DERECHO AMBIENTAL Y ACCESO A LA JUSTICIA ECOLÓGICA, por Eduardo Salazar Ortuño
I. La protección del medio ambiente en el Derecho europeo
1. Génesis y evolución del Derecho ambiental en la Unión Europea
2. La jurisprudencia ambiental en el Tribunal Europeo de Derechos Humanos
II. La protección del medio ambiente en el ordenamiento jurídico español
1. La protección del medio ambiente en el derecho sustantivo
2. Las vías jurisdiccionales para la protección del medio ambiente
III. El acceso a la justicia ecológica y las oportunidades del Convenio
de Aarhus
IV. Conclusiones y propuestas
Bibliografía

DESTRUCCIÓN E INJUSTICIA ECOLÓGICA: EL CASO DE AMÉRICA LATINA, por Pedro Costa Morata
I. América Latina ante el extractivismo minero
II. El proceso de desarrollo y las exigencias de justicia ecológica: contradicciones entre modo productivo de saqueo y el modelo indígena-campesino de integración en la naturaleza. El caso maya-guatemalteco
III. La cumbre de Cochabamba: denuncia del sistema imperante, ofensiva por la Madre Tierra
IV. Coincidencias entre indigenismo y ecologismo
V. Conclusiones y perspectivas
Bibliografía

Nota biográfica de los autores

Índice

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27/11/2016 Comentarios

Reseñas

La humanidad de Jesús Juan Antonio Martínez de la Fe , 12/11/2016
La humanidad de Jesús
Ficha Técnica

Título: La humanidad de Jesús
Autor: José M. Castillo
Edita: Editorial Trotta, Madrid, 2016
Colección: Estructuras y Procesos
Serie: Religión
Encuadernación: Tapa blanda con solapas
Número de páginas: 144
ISBN: 978-84-9879-631-5
Precio: 14 euros

José María Castillo tiene un blog en el que va desgranando su pensamiento cuando se enfrenta a las realidades de cada día. Son mensajes cortos, pero muy clarificadores porque, con un lenguaje sencillo, no exento de rigor, nos presenta una forma novedosa de plantearnos cuestiones de enorme calado. Y este libro que presentamos viene a recoger una de sus líneas argumentales más frecuentes, ofreciéndonos un recorrido a modo de variaciones sobre el tema, de manera que, al finalizar su lectura, tenemos una idea muy clara de su propuesta y contamos con los argumentos necesarios para sostenerla.

Ya en la Introducción nos plantea su proposición. En primer lugar, que es erróneo pensar que, para exaltar lo divino, es necesario sacrificar lo humano; un pensamiento que ha traído como consecuencia que el asunto de Dios no haya tenido las mejores relaciones con las aspiraciones, apetencias y anhelos de los humanos.

En segundo lugar que, en los primeros siglos del cristianismo, la gran dificultad no estuvo en la aceptación de la divinidad de Jesús, sino en la aceptación de su humanidad. La cuestión que plantea en esta obra es que “solo es posible alcanzar la plenitud de lo divino en la medida en que nos empeñemos por lograr la plenitud de lo humano”. Y, puesto que ese empeño por alcanzar la plenitud de lo humano es algo que supera las posibilidades del ser humano, cuando nos encontramos a alguien profundamente humano, nos asombramos y desconcertamos.

Las religiones, tradicionalmente, han procurado el superar lo humano, divinizarlo en cierto sentido, por lo que no es raro encontrar en su seno personas profundamente religiosas y profundamente inhumanas. De esto tenemos ejemplos sobrados. Y no fue eso lo que pretendió Jesús, un hombre profundamente humano, comprometido con la humanidad representada en cada uno de aquellos que se acercaron a él. De ahí que lo que se pide a la Iglesia es que se acuerde del Maestro, que lo tenga presente de verdad, que asuma su proyecto de vida.

Dicho esto, el autor nos propone un recorrido a lo largo de nueve capítulos, que cierra con una conclusión. Y, tratándose de lo que aborda el libro, el punto de arranque es Lo humano.

Lo humano

Lo que nos plantea Castillo es que la gran realidad es que somos humanos, lo que nos lleva a manifestarnos siempre con ese condicionamiento, un condicionamiento que nos iguala. De ahí que pensar o admitir que hay quienes son más humanos que otros por el hecho de ostentar una dignidad, rompe la armonía social. Trasladado al terreno de lo religioso, aceptar que alguien tiene una superioridad en cuanto a lo humano por autodeclararse representante de Dios, nos lleva a anteponer la divinidad a lo humano; lo real, lo auténticamente real, es que somos humanos. Y “la penosa historia de la guerra de religión, de la Inquisición, de muchas privaciones o limitaciones de la libertad, de la resistencia a cualquier forma de ilustración, … todo eso no ha sido sino la penosa historia de las mil fracturas de la realidad que han brotado al romperse la homogeneidad de lo real”. Dios no deja de ser, por tanto, sino la torpe representación que los mortales nos hacemos del Trascendente; lo sagrado es una construcción humana y lo divino, por definición, no está a nuestro alcance.

Somos, pues, humanos con todas sus consecuencias. Pero, con toda naturalidad, surge la pregunta: ¿Qué es lo que nos hace humanos? Para dar respuesta a la cuestión, Castillo se apoya en hechos científicos suficientemente aceptados, recorriendo en rápidas pinceladas la historia de la evolución. Nos dice que la evolución humana no proviene únicamente de la selección natural y el azar, sino también y muy principalmente, de nuestra capacidad simbólica, que es la que nos diferencia realmente de los otros seres vivos. El crecimiento de nuestro cerebro nos lleva a desarrollar una doble inteligencia: la tecnológica y la social y fue esta segunda la que principalmente determinó ese crecimiento cerebral. Continúa explicándonos cómo la comunicación lingüística, destacado logro humano, nos ha servido para transmitir conocimientos, pero que la comunicación social es la que nos permite participar experiencias; y son estas experiencias de transmisión de tradiciones, costumbres, formas fundamentales de vida y gestión de las relaciones humanas junto a la convivencia en sus más variadas manifestaciones, las que nos realizan como entes humanos. Ahora bien: la evolución tecnológica y la social no se han desarrollado paralelamente; más bien se han ido separando, de manera que la primera ha producido progreso, un progreso que nos ha llevado al ahondamiento de las desigualdades sociales, económicas, a la jerarquía social vertical y al poder despótico; mientras que la segunda, apoyada en la comunicación simbólica, nos lleva a prestarnos a la relación, al encuentro, al agrado mutuo, la sensibilidad hacia lo que hace felices a los demás, ayuda a quienes la necesiten, el diálogo y la bondad. Concluye que hablar de la humanidad de Jesús equivale a hablar, no solo de su condición terrena, sino que se destaca su forma o estilo de vida, a todo lo que se opone a la dominación sobre la tierra.

Dios y lo humano

¿Podemos Encontrar a Dios en nuestra humanidad? Parte el autor de la premisa de que el hombre comenzó a ser religioso cuando sintió miedo; se encuentra ante un ser superior que lo domina y que lo trasciende. Pero, claro, todo lo que nosotros pensamos o decimos de Dios, lo hacemos desde nuestra humanidad, desde nuestra inmanencia, por lo que lo trascendente escapa de nuestra experiencia. Siendo esto así, surge la figura del intermediario entre Dios y nosotros, una persona que lo representa y exige del ser humano sumisión; y el poder de este intermediario se manifiesta en una serie de ritos y rituales protocolizados, porque se parte de la base de que a Dios no se le encuentra en la relación con lo humano, sino en el sometimiento a lo divino; lo que tiene su origen en la idea de que lo humano está viciado por el pecado, por lo que únicamente sometiendo nuestra humanidad podemos encontrar a Dios. Por lo que concluye que “Desde una teología que presenta así lo humano y nuestra relación con lo divino, se nos hace extremadamente difícil, más aún, imposible, enterarnos y sobre todo comprender lo que es el Evangelio, lo que nos enseña el Evangelio y lo que Jesús de Nazaret representa en nuestras vidas y en la vida, gobierno y actividad de la Iglesia”.

Aparece Pablo

Y ¿desde cuándo comenzó a ser esto así en la Iglesia? El problema empezó con Pablo. En efecto: los escritos iniciales que manejaron los primeros cristianos no fueron los Evangelios, sino las epístolas paulinas. Pablo no conoció al Jesús terrenal; tuvo él una visión del Señor resucitado y glorioso, planteando una religión basada en la redención para la otra vida y no en la forma de vivir de Jesús que nos narran los Evangelios, una religión centrada en esta vida, con la esperanza en la plenitud de la resurrección futura, pero siempre empezando por la humanización de este mundo. De esto se sigue que Pablo se tuvo que ver enormemente difucultado para entender a Jesús y, en última instancia, para entender a Dios, el Dios que nos dio a conocer Jesús. La fe y la salvación tal y como se presentan en los Evangelios, se relacionan sobre todo con problemas y preocupaciones propias de esta vida, concretamente y de modo especial, con el sufrimiento humano. Pese a ello, ha sido Pablo más determinante y ha marcado más a la Iglesia que el propio Jesús y, aunque el Vaticano II manifieste que la Iglesia tiene como centro los Evangelios, de nada sirve si no se aplican las consecuencias de tal aserto.

Parece, pues, que hay una especie de confrontación entre Jesús y Pablo. Castillo nos presenta tres cuestiones sobre las que existe discrepancia, al menos aparente, entre lo que defendieron ambos: la dignidad de la mujer, la homosexualidad y la esclavitud. En unas páginas densas, el autor hace un recorrido por la historia de estas tres cuestiones en la Iglesia. Pablo habla del sometimiento de la mujer al hombre, se refiere a la moral sexual y admite la esclavitud, lo que contrasta con lo que nos cuentan los Evangelios del trato que Jesús dispensa a las mujeres, su silencio cuasi total respecto a la moral sexual y el sentido de libertad. Sin embargo, bien a las claras está a cuál de estas dos actitudes sigue la Iglesia. ¿Por qué sigue teniendo más peso en la Iglesia Pablo que Jesús?

La religión

Tiene mucho que ver con la situación de Pablo y la religión. Hay quienes piensan que lo importante es la religión y que los Evangelios son una parte más de esta, de la religión, cuando la realidad es que Jesús vivió un enfrentamiento mortal con la establecida, aun siendo Él profundamente religioso. El tema de Dios es primordial en cualquier religión y Pablo creía en el Dios justiciero, que reclamaba víctimas rituales, haciendo al pecado el centro de su teología de salvación. Por el contrario, el Dios que nos presenta Jesús es un Dios que nos salva, sanando al que sufre, no sacrificando a la víctima. El Dios de Jesús es un dios que da vida, salud y felicidad; el Dios de Pablo odia al pecado, mientras que el de Jesús ama al pecador. Dice Castillo: “el centro de las preocupaciones del Dios de Pablo es el pecado, que rompe nuestra relación con lo divino, mientras que el centro de las preocupaciones del Dios de Jesús es el sufrimiento, que rompe nuestra relación (gratificante y positiva) con lo humano”. De lo que se deriva que la ética paulina lo es del pecado, mientras que la ética de Jesús lo es del delito en el más amplio sentido de la palabra, abarcando conceptos que, no constituyendo pecado en el sentido moral, sí infringen normas humanas y sociales.

Y fruto de esta manera de entender y enfocar sus planteamientos, nace la relación de Pablo y la Iglesia . En un capítulo corto, Castillo incide en las ideas ya expuestas, y nos hace reflexionar sobre el hecho de que las primeras iglesias, reuniones de cristianos, no conocieron a Jesús y, dado que la redacción de los evangelios es posterior a su existencia, tenían como guía las epístolas de Pablo, quien tampoco conoció al Jesús terrenal, sino que hace su teología a partir de su visión del Señor resucitado que se le apareció. Así, tenemos que los pilares de la teología cristiana se edificaron prescindiendo de la humanidad de Jesús, un hecho cuyas graves consecuencias aún no conocemos. De las creencias que tan profundamente vivió Pablo y de la religiosidad que practicó ¿qué iglesias podían brotar? Con toda seguridad Iglesias con más religión que humanidad.

Religión y humanidad

El autor nos ofrece una propuesta clara sobre el concepto de reino de Dios en Pablo y en Jesús; para el primero, este tema parece no haberle interesado mucho; para Jesús, era, ante todo, aliviar el sufrimiento humano, el amor sin límites de Dios a los menospreciados y marginados, a los pobres, las mujeres, los pecadores y los samaritanos. Para Pablo, lo central y determinante del Reino consiste en lo moralizador, no en lo que nos humaniza, en imponer obligaciones y deberes y no en remediar el sufrimiento de la gente. Influido por el estoicismo y el gnosticismo, en el dualismo que enfrenta a Dios y lo espiritual con la carne, Pablo se centra en regular la sexualidad, mientras que Jesús no habla de ella, situación que perdura aún en nuestros días en la Iglesia; Pablo condenó los pecados contra la castidad, pero no condenó las injusticias que se cometían con los esclavos, las mujeres, los niños. En cuanto al problema de Dios, reitera Castillo que Pablo era un judío creyente y fiel, rayando incluso en el fanatismo, por lo que su concepto de la divinidad era el del Antiguo Testamento: Dios de una religión en la que la relación con Él exige la suprema deshumanización; nada que ver con el Dios padre de bondad y amor que nos reveló Jesús. Este Dios paulino solo admite la redención a través del sacrificio de una víctima, un sacrificio ritualizado, de donde la Iglesia de Cristo tiene que ser una institución religiosa que, mediante su autoridad y el culto sagrado, es decir, una autoridad competente y unos ceremoniales religiosos controlados por dicha autoridad, hará efectiva la redención de todos los mortales. Dos términos fundamentales que caracterizan la actual Iglesia: autoridad y culto ritualizado, todo lo contrario de la propuesta de Jesús, quien no soportó las pretensiones de poder ni estableció ningún ritual paraentablar contacto con Dios: Dios quiere misericordia y no sacrificios. Los rituales sobre los que se detiene brevemente Castillo son el bautismo y la cena del Señor, mientras comenta que, con frecuencia, el seguimiento de los ritos produce un efecto adormecedor en la conciencia de los creyentes, que se piensan justificados en su inactividad ante la miseria y el dolor de los seres humanos.

Seguir a Jesús

De Jesús al descrédito humano. Es este el último capítulo de este más que interesante y profundo libro. En él, Castillo nos plantea una cuestión fundamental: el verdadero seguimiento de Jesús no se encuentra en el cumplimiento de unas normas morales y a través de unos rituales; ni siquiera en la preocupación o disquisiciones teológicas y filosóficas sobre Dios o sobre el mismo Jesús. El verdadero seguimiento de Jesús está en pasar del ser al hacer, es decir, en la acción, en llevar a la práctica en la vida el modelo que Él nos dio con su ejemplo. Estos párrafos del propio autor sintetizan su pensamiento: “se puede ser profundamente religioso. Pero religioso de otra forma. De una manera distinta. No porque queremos inventar. Sino porque queremos recuperar. Recuperar ¿qué? Nuestra propia humanidad. A partir del mandamiento que nos dio Jesús: Encontrarás a Dios en cada ser humano que te encuentres en la vida. […] Se comprende que tengas preguntas y oscuridades sobre Dios. Lo que no se comprende es que, por un puñado de dinero, de poder o de ridícula importancia, dejes en la cuneta del camino lo mejor y lo más importante que tenemos: ser humanos”. En otras palabras, escuchadas a otro filósofo y teólogo, Manuel Fraijó: hay que ser más testigo que técnico.

La obra se cierra con una Conclusión, que lleva por título Una pregunta apremiante. Tras dejar expresa constancia de que es un autor católico, que ama a la Iglesia, Castillo nos invita a una pregunta apremiante, pero que, a su vez, encierra un extenso elenco de cuestiones que invitan a la reflexión y a la meditación. Son preguntas que están en la calle, en nuestra sociedad, acerca de la Iglesia, de la cristología, del vivir cristiano. Él aventura hipótesis. En manos del lector está la reflexión, el aceptarlas o, quizás, proponer alternativas. Pero sin olvidar nunca el núcleo de su pensamiento: la importancia de ser humano.

Por supuesto, para plantear sus conclusiones el autor parte de unas premisas que no siempre son compartidas, con lo que los resultados a los que llega podrían ser otros si se admiten unos principios diferentes. Dicho esto, hay que destacar que, en todo momento, Castillo justifica de manera muy razonada y explicada las bases en las que se apoya. Bases ampliamente aceptadas y sólidamente fundamentadas en el rigor científico y filosófico.

Quizás, el siguiente texto, extraído de una reciente aportación en su blog, nos ayude a entender su preocupación y dedicación: “Se comprende, por todo esto, mi creciente interés, mi incontenible preocupación por la fe en lo humano. Y es que la gran paradoja que aquí descubrimos, consiste en que la mayor dificultad que arrastramos los mortales no es la resistencia para creer en “lo divino”, sino la pertinaz dureza y el insistente rechazo para aceptar “lo humano”. Esto, ni más ni menos, es lo que explica por qué tanta gente, si se trata de gente muy religiosa, es ese tipo de persona a la que no le gusta hablar de Jesús, sino que prefiere hablar siempre de Cristo, de Jesucristo, del Señor o incluso de Nuestro Señor Jesucristo. Y es que Jesús es el nombre humano de aquel sencillo artesano galileo de la humilde aldea de Nazaret. Eso nada más. Mientras que Cristo es el título del Mesías Salvador. Un título que se solemniza cuando (además) de él se dice que es el Señor o incluso Nuestro Señor. Aquí, ya no hablamos de lo humano, sino de lo más solemnemente divino. Lo que tanto les gusta a los clérigos en sus sermones. Y no digamos, a los obispos en sus solemnes misas pontificales, cuando parece que los fieles están casi tocando lo divino con sus manos”.

Concluyendo

Nos encontramos ante un libro que recoge el pensar y sentir de una persona que ha profundizado a lo largo de los años en los estudios especializados sobre la Iglesia y sobre la figura de Jesús y su significado. Su lectura nos parece no solo recomendable, sino casi necesaria para entender cómo el cristianismo en general y la Iglesia en particular ha llegado a la actual situación de alejamiento de la sociedad. Y, sobre todo, de la figura y las enseñanzas de Jesús.

El estilo de José María Castillo es muy directo y, especialmente, didáctico. Nos va llevando paso a paso, capítulo a capítulo, de manera muy pedagógica para alcanzar las conclusiones a las que él ha llegado. Al propio tiempo, nos va aportando documentadamente los entresijos de la historia y del pensamiento a través de los siglos que nos han llevado y traído a la actual situación.

Índice

Introducción

1. Lo humano como punto de partida
2. ¿Qué es lo que nos hace humanos?
3. Encontrar a Dios en nuestra humanidad
4. El problema empezó con Pablo
5. Jesús y Pablo
6. Pablo y la religión
7. Pablo y la Iglesia
8. Iglesias con más religión que humanidad
9. De Jesús al descrédito de “ser humano”

Conclusión. Una pregunta apremiante

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12/11/2016 Comentarios

Reseñas

El corazón del mundo Redacción T21 , 02/11/2016

Una nueva historia universal


El corazón del mundo

Ficha Técnica
 
Título: El corazón del mundo
Autor: Peter Frankopan
Edita: Editorial Crítica. Barcelona, 2016
Traducción: Luis Noriega
Materia: Historia
Colección: Serie Mayor
Encuadernación: Tapa dura con sobrecubierta
Número de páginas: 780
ISBN: 978-84-16771-16-5
PVP: 34,00€
Libro Electrónico: 14,99€
 
 
El corazón que ha movido la historia del mundo, nos dice Peter Frankopan, investigador de la Universidad de Oxford, se encuentra en las tierras de Eurasia que recorrían las rutas de la seda. Allí surgieron los grandes imperios de la antigüedad y las grandes religiones de alcance universal. Allí se han desarrollado las mayores batallas de la historia, desde las conquistas de Alejandro a las dos Guerras Mundiales, pasando por las Cruzadas. Allí se libra también, desde hace más de cien años, la gran guerra por el petróleo que desangra a Oriente Próximo.

Dominar este corazón del mundo era el sueño que perseguía Hitler y el que ha enfrentado, desde la guerra de Crimea hasta la actualidad, a Rusia con sus rivales.

Desde el inicio de los tiempos, el centro de Asia era el lugar en el que se forjaban los imperios. Las tierras bajas de aluvión de Mesopotamia, alimentadas por el Tigris y el Éufrates, proporcionaron la base para el nacimiento de la civilización, pues fue en esta región donde cobraron forma los primeros pueblos y ciudades. La agricultura sistemática se desarrolló en Mesopotamia y a lo largo del Creciente Fértil, una franja de tierra alta mente productiva con acceso a agua en abundancia que se extendía desde el golfo Pérsico hasta la costa del Mediterráneo. Fue aquí, hace casi cuatro mil años, cuando Hammurabi difundió algunas de las primeras leyes de las que se conservan registros, un código en el que el rey de Babilonia detallaba las obligaciones de sus súbditos y establecía los temibles castigos que conllevaba transgredirlas.

Aunque de este crisol surgieron muchos reinos e imperios, el mayor de todos fue el de los persas. En el siglo VI a. C. los persas se expandieron con rapidez desde su país de origen, en lo que hoy es el sur de Irán, y consiguieron dominar a sus vecinos: alcanzaron las orillas del Egeo, conquistaron Egipto y en su avance hacia el este llegaron hasta el Himalaya. A juzgar por lo que dice el historiador griego Heródoto, este éxito debía mucho a su capacidad de adaptación: «Los persas», escribió, «tienen una gran disposición a adoptar las costumbres extranjeras». No tenían inconveniente en cambiar su forma de vestir cuando llegaban a la conclusión de que la moda del rival derrotado era superior, lo que les llevó a tomar prestada la indumentaria utilizada tanto por los medos como por los egipcios.
 
Esta disposición de los persas a adoptar ideas y prácticas nuevas fue importante, pues les permitió construir un sistema administrativo capaz de dirigir con fluidez un imperio que incluía muchos pueblos diferentes.”…
 
 De esta manera comienza una obra que nos obliga a olvidarnos de la perspectiva eurocéntrica de la historia de la humanidad, para llevarnos muy lejos, hasta los primeros indicios de una especie, inteligentemente organizada, que se prepara para una larga marcha, hacia un destino lleno de incógnitas y de posibilidades.
 
En un libro original y provocador, basado en una extraordinaria erudición, Peter Frankopan nos propone una nueva visión de la historia, nos descubre relaciones insospechadas entre los  hechos del pasado y nos estimula a ver con una mirada distinta los acontecimientos del presente.

 
Índice
 
Nota sobre la transliteración
Prefacio
 
  1. La creación de la “ruta de la seda”
  2. La ruta de los credos
  3. La ruta del Oriente cristiano
  4. La ruta de la revolución
  5. La ruta de la concordia
  6. La ruta de las pieles
  7. La ruta de los esclavos
  8. La ruta del cielo
  9. La ruta del infierno
  10. La ruta de la muerte y de la destrucción
  11. La ruta del oro
  12. La ruta de la plata
  13. La ruta de la Europa septentrional
  14. La ruta del imperio
  15. La ruta de la crisis
  16. La ruta de la guerra
  17. La ruta del oro negro
  18. La ruta del arreglo
  19. La ruta del trigo
  20. La ruta del genocidio
  21. La ruta de la guerra fría
  22. La ruta de la seda estadounidense
  23. La ruta de la rivalidad entre las superpotencias
  24. La ruta de la catástrofe
  25. La ruta de la tragedia
  26. Conclusión: La nueva ruta de la seda
Notas
Agradecimientos
Índice alfabético

 
Datos del autor
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02/11/2016 Comentarios

Reseñas

Una historia secreta de la consciencia Juan Antonio Martínez de la Fe , 25/10/2016
Una historia secreta de la consciencia
Ficha Técnica

Título: Una historia secreta de la consciencia
Autor: Gary Lachman
Edita: Ediciones Atalanta, Girona, 2016, 2ª edición
Traducción: Isabel Margelí
Encuadernación: Cartoné, con guardas ilustradas
Número de páginas: 466
ISBN: 978-84-945231-5-1
Precio: 27 euros

La primera edición original de esta obra apareció en 2003. Han pasado, pues, trece años hasta que la Editorial Atalanta nos diera la oportunidad de acceder a ella en nuestro idioma. Hecho que podemos considerar de afortunado acierto, ya que se trata de una interesante manera de exponernos cómo ha evolucionado en la historia ese concepto tan lábil que llamamos consciencia.

El impulso que empuja al autor para el desarrollo de su propuesta es el debate que se ha suscitado acerca de la esencia, del modo de ser, de la constitución de la consciencia. ¿Se trata únicamente del producto de una serie de operaciones de nuestro cerebro, circunscrito, por tanto, a un principio físico? ¿O, por el contrario, se trata de algo que va más allá de lo puramente cerebral?

Lachman, desde las primeras páginas y para que no exista duda, deja meridianamente clara su postura: “siempre existirán individuos como yo, que consideren que todo el proyecto científico de explicar la consciencia está mal encaminado. Para nosotros, explicar la consciencia sería lo mismo que ‘explicar’ una cantata de Bach o Los Girasoles, de Van Gogh”.

Trata, pues, de dar respuesta a una corriente que sostiene la postura contraria y cuyo representante más influyente sea Daniel Dennet y su libro La consciencia explicada, editado en 1992, y a quien se han sumado otros científicos de la importancia de Nicholas Humphrey y John Searle, entre otros.

Pero no nos llamemos a engaño. Este libro no trata de explicar la conscienca ni es, en ningún sentido, una explicación científica del cerebro o de nuestro mundo interior. Esa tarea corresponde a otros especialistas. Lo que pretende Lachman es exponer que el actual monopolio sobre la consciencia por parte de científicos y algunos filósofos académicos es infundado; estos, en sus explicaciones oficiales, excluyen toda una historia del pensamiento sobre la consciencia y su posible evolución.

¿Pretende, pues, el autor que es estéril el estudio científico de la consciencia y que, por ende, ha de ser abandonado? Ni mucho menos, ya que eso sería muy reduccionista a la par que absurdo; lo que defiende es la importancia de integrar lo que la ciencia nos cuenta sobre el cerebro y la mente en una perspectiva más amplia, en una imagen más grande de la historia de la humanidad y en una visión más extensa de su futuro.

Para ello, Lachman se centra en la tradición metafísica, espiritual y esotérica, sin temor a las suspicacias que puedan despertar algunos de tales términos, revestidos en ocasiones de un carácter peyorativo. Piensa que, en esa tradición, la consciencia, más que ser explicada, se convierte en la protagonista del drama. Lo que expresa así: “Para decirlo de forma resumida, si las actuales explicaciones científicas de la consciencia se basan en las moléculas y en las neuronas, en la contradicción es la propia consciencia la responsable de esas neuronas y moléculas”. Es claro: para los materialistas, la materia es lo primero y, para la tradición contraria, lo primero es la consciencia.

Y no una consciencia estática, producto finalizado e inmutable del cerebro, sino que se trata de una presencia viva y en evolución, cuyo desarrollo puede seguirse a lo largo de varios períodos históricos; un desarrollo que Lachman, con gran acierto, nos propone visitar a lo largo de las páginas de este libro.

Son claras sus palabras: “la idea primordial es que los seres humanos, tal como son, no constituyen el punto final de una evolución, y que su consciencia, tal como es, no es un estado definitivo alcanzado por casualidad. […] aún existe la posibilidad de que los seres humanos evolucionen hacia algo muy diferente y de que dicha diferencia adopte la forma de una consciencia nueva, más amplia y expansiva, que ya se ha manifestado en el pasado y continúa haciéndolo en el presente”. Ese es, pues, el objetivo de la presente obra: con la mirada puesta en el ayer más lejano de nuestro despertar consciente, prever qué podría ser exactamente tal consciencia nueva.

Desde la propia Introducción del libro, Lachman nos señala las características que conforman esa nueva consciencia y lo hace buscando el apoyo de autores como Danah Zohar, Wolf Singer, Denis Pare, Rodolfo Llinás o Yuri Moskvitin, algunos de ellos estudiados con más detenimiento en alguno de los capítulos.

El estudio y exploración de la consciencia, en contraposición al intento de explicarla cuenta ya con una larga historia, pues se presenta bajo la apariencia de prácticas religiosas y espirituales. Ahora bien, como búsqueda filosófica y científica vinculada a la idea de evolución, sus raíces apenas datan de finales del siglo XIX y principios del XX.

En busca de la consciencia cósmica

Y así da comienzo la trayectoria de la obra, con una primera parte: En busca de la consciencia cósmica, en la que Lachman aporta detalles de las ideas y el entorno cultural relacionados con aquellos primeros viajes de la mente.

En un primer capítulo, el autor se detiene en analizar la vida y obra de Richard Maurice Bucke y su pensamiento principal: la humanidad está evolucionando hacia una forma de consciencia superior, que el Cosmos no es una materia muerta, sino una presencia viva. Este desarrollo de la consciencia, a modo darwiniano, tendría forma de pirámide invertida, en cuya base se situaría la mente perceptiva, desde la que se pasa a la mente receptiva y de esta a la mente conceptual para culminar en la consciencia cósmica, una consciencia del cosmos.

Curioso es el segundo capítulo, William James y la revelación anestésica, en el que traza unas breves pinceladas sobre este pintoresco filósofo, psicólogo y científico quien, reconociendo el valor del moderno método científico, no dudó en deplorar su tendencia a tachar de irreales los fenómenos y experiencias que escapaban a su metodología. Fraguó el concepto de “voluntad de creer”, que afirmaba que la efectividad de una creencia es un buen indicador de su valor como verdad, dando un validez a la experiencia como una fundamento más sólido que los sistemas metafísicos.

Más destacado es el personaje analizado en el capítulo tres, Henri Bergson y su élan vital. Lachman supera con mesurado acierto el condensar en unas pocas páginas el complejo pensamiento del autor que analiza, un autor, Bergson, interesado por los problemas de la consciencia, la evolución y los estados alterados del ser y que culminó su obra defendiendo una evolución creadora. Sostenía que los hechos psicológicos son cualitativamente diferentes de los físicos, por lo que la consciencia es un dato irreductible al determinismo científico, concluyendo que es la consciencia la que utiliza al cerebro y no es un producto de este. No compartía la idea determinista de la evolución, sino que propugnaba su pensamiento de un impulso creador, el élan vital, que penetra en la materia y conduce la evolución a formas de mayor complejidad y libertad. Finalmente, apuntaba que la consciencia cósmica es una percepción del mundo no limitada ni filtrada por el cerebro, tal como explica Lachman: “así pues, la consciencia invadió la materia con el fin de utilizarla para su propósito, que es incrementar la consciencia”.

Dicho esto, le toca el turno a El superhombre, tema que aborda el capítulo cuarto. Y, evidentemente, se trata de la propuesta de Nietszche. En este apartado, el autor no se detiene en explicar su teoría del superhombre, sino que, tras unas breves reflexiones, nos lleva a la conclusión de que su superhombre no enlazaba con la idea de una evolución de la consciencia, puesto que no creía en una realidad espiritual. Pero sí lo trae a colación como una consecuencia de la hipótesis que propugna que la evolución lleva a la humanidad a la aparición de un ser superior. Pero sí aprovecha Lachman para acercarnos al ocultismo; nos dice: “Un terreno en que coincidieron la doctrina biológica de la evolución, la figura visionaria del superhombre y la idea de que la humanidad se adentraba en una nueva forma de consciencia, fue el ocultismo”, un fenómeno que gozó de gran vitalidad en el siglo XIX y comienzos del XX. Así nos deja a las puertas del capítulo quinto, A.R. Orage y la New Age.

Gary Lachman se detiene en proponer una sucinta síntesis del pensamiento de Alfred Orage, a quien muchos inscriben dentro de la escuela esotérica Cuarto Camino. Unas líneas de su credo, expresado en el primer número de The New Age, del que fue coeditor, nos ayudarán a entender la esencia de su pensamiento: “Con la fe en que el objeto y propósito predilectos de la voluntad universal de vivir es la creación de una raza de seres suma y progresivamente inteligentes ...” Pensaba que poseemos diferentes formas de consciencia, así como que la humanidad entera evoluciona lentamente hacia un nuevo tipo de ser. Lachman expone, además, las relaciones de Orage con otros pensadores de su época, resultando este capítulo muy enriquecedor para el conocimiento de los movimientos de esta naturaleza producidos en los comienzos del siglo XX. Una de esas personas estrechamente vinculada con Orage fue Piotr Demiánovich Ouspenski , a quien dedica su sexto capítulo, con especial incidencia en su llamada Cuarta Dimensión.

El autor lo define como uno de los “hombres nuevos” de los que hablaba Orage y a estudiarlo con detenimiento se dedica en las páginas de este sexto capítulo con el que culmina la primera parte de su obra. Nos describe su biografía, su manera de proceder, sus inquietudes y sus experiencias, para culminar en un análisis más detenido de la quizás más importante obra de Ouspenski, Tertium Organum, un alarde de especulación metafísica, entusiasmo intelectual, penetración poética y optimismo evolucionista. Nos describe dos obsesiones de Ouspenski: la del déja vu, que le lleva al nieztscheano eterno retorno, y su convicción de que tras la fachada del mundo cotidiano yace otra realidad, una cuarta dimensión. Define Lachman como tema básico de Tertium Organum la necesidad de traspasar los límites artificiales del conocimiento impuestos por la inadecuada lógica de la ciencia positivista, para demostrar que nuestra consciencia cotidiana y normal es solo un modo de consciencia y que el mundo físico que percibimos a través de ella es su producto. Se trata de un importante capítulo dentro de esta primera parte de la obra.

La evolución esotérica

La Evolución esotérica constituye la segunda parte, que se abre con el capítulo El obispo y el bulldog, el séptimo del libro. Un capítulo de mera transición, en el que expone los comienzos de la teoría de Darwin, con sus antecedentes y posteriores pensadores, haciendo hincapié en que aquella teoría de la evolución, a su juicio, hacía innecesaria la mente para justificar la evolución de las especies. El título del capítulo está referido al debate celebrado en 1860 entre el arzobispo Wilberforce y el biólogo Huxley, conocido como el bulldog de Darwin.

Que entre Madame es el título del capítulo octavo. Por supuesto, esta madame no puede ser otra que Helena Petrova Blavatsky, personaje muy controvertido en su época y no muy apreciada en la actualidad. Pero si Lachman la hace aparecer en escena es porque considera que fue la primera persona que defendió con energía un elemento transfísico en la evolución, presentado un esquema de la evolución cósmica y humana considerablemente distinto del ofrecido por la ciencia moderna. Justifica lo llamativo de su aparición en el panorama del siglo XIX por el advenimiento de la segunda ley de la termodinámica de Clausius, que ofrecía un futuro pesimista al cosmos y a la humanidad, a la que Blavatsky contraponía algún tipo de esperanza con sus teorías. Lógicamente, no defiende el autor a la extravagante médium, pero sí expone lo acertado de algunas de sus propuestas, como son la de la unidad fundamental de toda la existencia; la idea, corolario de la anterior, de que el universo está vivo; la de que el ser humano es un microcosmos que comprende en sí todas las fuerzas que operan en el universo, etc. Quizás, este capítulo sería prescindible, salvo como anécdota o como introductor del personaje que aparece en el siguiente: El doctor Steiner, supongo.

En este capítulo, el noveno, se limita el autor a presentarnos a Rudolf Steiner, comentando algo de su biografía y de quienes influyeron en su pensamiento: Goethe, Euclides, Kant, … junto a otras personas a las que la historia prácticamente desconoce. Serán los capítulos diez y once los que nos abran las puertas a sus propuestas, que Lachman analiza en detalle.

En el capítulo 10, De la ciencia de Goethe a la sabiduría del ser humano, el autor comienza con estas líneas: “Steiner combinó su sensibilidad psíquica, sus conocimientos sobre la cosmovisión de Goethe y el marco evolutivo de La doctrina secreta para elaborar una versión extraordinaria de la evolución humana y cósmica. Puso a su enseñanza el nombre de antroposofía”. Y lo hacía en un momento en que el cientificismo se había establecido como garante oficial de la verdad, a lo que Steiner contraponía que la ciencia tiene que combatirse con la ciencia, asunto al que se dedicó de lleno. En el fondo, lo que se proponía era una investigación rigurosa y la exploración de la consciencia, es decir, entender cómo nuestra consciencia llegó a ser lo que es en la actualidad. O lo que es lo mismo, la consciencia en evolución: “El hombre no solo está ahí para formarse una imagen de un mundo concluido; no: él mismo coopera en la existencia efectiva del mundo”.

Y Lachman continúa su análisis en el capítulo siguiente, La evolución cósmica. Aquí recoge y sintetiza la doctrina de Steiner sobre la evolución de nuestro sistema solar hasta llegar a la materialización actual de la tierra, previendo nuevas fases de una creciente espiritualización, un proceso que viene guiado por las jerarquías espirituales; todo un sistema que elaboró tras la lectura de los registros akáshicos. También Lachman se refiere a los estados de consciencia que propuso Steiner, recogidos en la serie de conferencias disponibles bajo el título La teosofía del rosacruz. Pese a la complejidad del tema, el autor nos ofrece una buena síntesis del pensamiento de la antroposofía.

Esta segunda parte de la obra, dedicada a la evolución esotérica, se cierra con La hipnagogia, término relativamente reciente, poco conocido hasta los planteamientos del profesor de la universidad de Brunel, Andreas Mavromatis, quien publicó la primera obra exhaustiva sobre ese estado de consciencia excepcional entre la vigilia y el sueño; unos estados que, pese a no saber cómo reconocerlos, nos son habituales diariamente. El autor dedica este bloque a explicar la relación del cerebro con la hipnagogia, apuntando que coincide tal situación de la consciencia con los planteamientos de Rudolf Steiner, lo que viene a confirmar su carácter evolutivo y que da pie a pensar que existen muchas realidades y que lo que llamamos estado de vigilia es solo una de ellas. Finaliza con las siguientes palabras: “si esta evolución de la consciencia puede verse en la propia estructura del cerebro […] la pregunta siguiente es: ¿ha dejado dicha evolución alguna otra huella? […] ¿existe algún registro fósil de la mente?”. Justamente lo que trata en la tercera parte del libro, con el apropiado título La arqueología de la consciencia.

La arqueología de la consciencia

En ella, el autor examina las pruebas que demuestran qué tipo de consciencia pudieron experimentar nuestros antepasados antiguos y prehistóricos; si la consciencia ha evolucionado, no cabe duda de que hemos llegado al punto actual a través de etapas previas.

La mente invisible es el primer bloque de esta nueva parte de la obra. Y esto es así porque, cuando pretendemos estudiar la historia de la consciencia, nos enfrentamos al hecho de que no existen restos fósiles, por el simple hecho de que no es material, es libre respecto a la materialidad. Hoy solo disponemos de nuestra propia consciencia que, en contra del cientificismo, no se constriñe a nuestro cerebro. Y algo más: nuestra consciencia, nuestro verdadero yo, nos es realmente invisible, no es asible por nuestros medios, se nos escapa. Y, siendo esto así, ¿cómo podemos saber que ha evolucionado? Pues porque aunque no sea material, no carece de relación con la materia; podemos ver cómo la penetra y la desarrolla desde sus estadios más tempranos hasta cuerpos cada vez más refinados y complejos. Y es ahí donde pensadores como Bergson o Teilhard de Chardin pueden dibujar el movimiento evolutivo de la consciencia a través de la materia. Llegados a este punto, la meta ya no es el control directo de esa materia, sino que la consciencia se centra en el desarrollo y crecimiento del mundo interior, estableciendo nuevas maneras de interactuar y relacionarse con aquella. ¿Cómo? A través del arte, la ciencia y la religión, en una palabra, de la cultura.

Pero, ¿cuándo empezó exactamente la mente a dejar su huella en el mundo físico? No se conoce la respuesta ni, probablemente, se conocerá nunca, aunque Lachman sugiere que sí ha dejado algún rastro que se sitúa en los mitos, una etapa de preconsciencia. Alude al ejemplo de los niños que, hasta los dos años, no rompen el cascarón de su estado urobórico, en el que no distinguen ninguna ruptura entre ellos y el mundo exterior y trae como ejemplo el mito de la expulsión del edén que, opina, “es el trauma que experimenta cada ser humano al salir del cascarón urobórico de la infancia”. En cualquier caso, sugiere que la aparición de la autoconsciencia es relativamente reciente, situándola en el comienzo de un registro escrito, la historia, el nacimiento de la civilización.

Seguidamente, Gary Lachman dedica un extenso capítulo, el quince, a El mundo perdido. En él recorre diversas teorías que, aunque no probadas científicamente pero basadas en determinados hallazgos, permiten especular con cierta racionalidad y fundamento. Nos habla de Marija Gimbutas y su civilización matriarcal, muy desarrollada, anterior incluso a la egipcia, y que desapareció aplastada por otras más burdas. Aporta los trabajos de Stan Gooch sobre los conocimientos de los neandertales, que no eran tan primitivos como se admite habitualmente y que hoy perviven apresados dentro de nuestro cerebro. También Richard Rudgley, quien defiende las pruebas de la existencia de una lengua paleolítica o unas matemáticas de la edad de piedra. Finalmente, los trabajos de Paul Devereux acerca de la afición primitiva por los estados alterados de consciencia y la aparición de un talento astronómico aparecido en una edad muy temprana. Trae a colación inexplicables hallazgos de anomalías evolutivas, como la presencia de fósiles anatómicamente modernos en épocas arcaicas. Todo ello para concluir que “estas anomalías dan a entender que la pulcra y metódica versión de la ‘ascensión del hombre’ desde los simiescos ancestros primitivos hasta nosotros no es tan evidente como quieren afirmar los expertos”. Esto es lo que Lachman afirma.

En un paso más, el autor dedica un capítulo a La consciencia no cerebral. Propone que la consciencia de nuestros antepasados prehistóricos fue muy diferente a la nuestra y no debía de diferir mucho de la de los animales. Se trataba de una consciencia con un conocimiento, no por aprendizaje, sino por una captación irreflexiva e inmediata de las leyes fundamentales de la existencia. Pero, con la explosión cerebral esto cambió. Sin embargo, parece que la física cuántica y la relatividad abren la puerta a un universo más concordante con la cosmología de los antiguos. En apoyo de su teoría, realiza un estudio de la obra de Réné Schwaller y sus investigaciones sobre la esfinge y otros monumentos del antiguo Egipto que abundan en la idea de la existencia de una civilización muy anterior a la histórica que conocemos, dotada de ese conocimiento inmediato, de intuición, y que vendría a estar confirmada por hallazgos arqueológicos cuya datación no se corresponde con la admitida por la arqueología convencional.

Pese a ello, en un momento dado, mejor, a lo largo de un período largo, se produjo una escisión en nuestro cerebro, por la que perdimos esa manera de conocer inmediata e intuitiva. Una escisión, por otro lado, necesaria para que se produjera la evolución. Nuestros ancestros no tenían necesidad de de explorar el cosmos, lo tenían ahí, estaban como en casa; gozaban de una consciencia comunal y la escisión comienza, precisamente, cuando se toma consciencia de la individualidad. En tal sentido, apunta, citando a otros autores, que nuestra mente lineal proviene de nuestra ascendencia cromañoide, mientras las cualidades místicas e intuitivas son herencia de los neandertales. Un signo importante del inicio de esa escisión es la aparición del alfabeto, fruto de un esfuerzo abstracto y lineal, que dominará a la parte intuitiva del cerebro. En la actualidad, con la aparición de internet, parece que nos podemos estar alejando de ese pensamiento lineal para volver al renacimiento de la imagen. Shlain, Gooch, Julian Jaynes y Wilson Van Dusen, son algunos de los autores que cimientan los planteamientos de Lachman. Y con ellos cierra la tercera parte del libro para adentrarnos en la cuarta, dedicada a la Epistemología participativa.

Epistemología participativa

En ella, trata de cómo pudo ser la consciencia antes de aquella escisión y sobre cómo podría ser en el futuro. Se apoya en tres autores, Owen Barfield (que nos muestra cuánto puede decirnos la historia del lenguaje sobre la evolución de la consciencia), Yuri Moskvitin (que trató sobre nuestros mecanismos de percepción y la relación de la consciencia con el mundo exterior como un todo) y Colin Wilson (quien habla de nuestra capacidad para traspasar los límites del presente y experimentar otras épocas y lugares).

Y, en efecto, en El impacto de la metáfora, se detiene Lachman en Owen Barfield. La idea esencial de este discípulo de Rudolf Steiner, la resume el autor: “Con el tiempo no solamente han evolucionado nuestras ideas sobre las cosas, sino también nuestra consciencia de ellas, y esa evolución queda registrada en el lenguaje. Y aunque la concepción estándar de la evolución supone una consciencia muy similar a la nuestra, confrontada con un mundo exterior preexistente compuesto por objetos distintos, independientes e impermeables, lo que queda registrado en el lenguaje […] es algo diferente”. A medida que retrocedemos en la historia, el lenguaje se vuelve más figurativo, más metafórico y más semejante al de la poesía de lo que es hoy. Para Barfield, los relatos sobre espíritus de la naturaleza, cuentos populares y mitos y leyendas, todo eso tiene su origen en la consciencia participativa de la que ya hemos hablado y que evoluciona al estadio actual.

Todavía muchas más páginas dedica Lachman a la obra de Barfield: el capítulo diecinueve, La mente participativa, y el veinte, El tapiz de la naturaleza. En el primero de estos dos, se concluye que, según Barfield, el mundo que vemos es como es porque nuestra consciencia es como es; si esta, nuestra consciencia, fuera distinta, el mundo también lo sería. Y en el siguiente, se refiere a que la historia del lenguaje es tan importante porque revela una consciencia y un mundo diferentes de los nuestros. Resultan muy interesantes estos capítulos dedicados a Barfield, que merecen una lectura reposada, recorriendo su pensamiento a través de sus principales obras.

Yuri Moskvitin es el protagonista de los dos capítulos siguientes del libro. Los titula Pensar el pensamiento: Yuri Moskvitin y la antroposfera y El agujero negro de la consciencia. En ellos Lachman nos ofrece un acertado resumen de los planteamientos de este autor danés que exige una lectura de estas páginas. Un pensamiento, el de Moskvitin, que se podría sintetizar, con todos los riesgos que se corre de comprimir tanto una teoría meditada y amplia, en su concepto de antroposfera: “nombre inusual con el que se refiere al mundo creado por la consciencia humana, que, a su entender, lo incluye todo, desde las pinturas rupestres a la teoría de la relatividad”; es decir, vivimos en un mundo que es mucho más humano que natural, que es, en definitiva, producto de la mente humana. Por lo que respecta a ese agujero negro de la consciencia, Lachman se refiere a la incapacidad de conocer nuestro yo más íntimo, ya que, al reflexionar sobre él, hay una petición de principio: quién observa al que observa, al que reflexiona. Como decimos, son dos capítulos de una lectura muy sugestiva.

Los dos siguientes capítulos, Otros tiempos y lugares y La facultad X, los dedica Lachman a Colin Wilson. Es difícil sintetizar el amplio resumen que hace de este autor. Mejor, utilizar para describirlo, las propias palabras de Lachman: “Uno de los escasos pensadores que han valorado las ideas de Moskvitin es Colin Wilson, que ha dedicado casi medio siglo a lidiar con el problema de la consciencia. Sus ideas sobre la Facultad X y nuestra capacidad para traspasar los límites del presente y experimentar otras épocas y lugares nos permiten entrever algunos poderes, hoy adormecidos pero quizá pronto activos, latentes en la mente humana”. Teorías ciertamente controvertidas pero que Lachman considera conveniente aportar en apoyo de su propuesta.

Presencia del origen

Llegamos, así, a la quinta parte de la obra, Presencia del origen, centrada en la obra de un solo pensador, el filósofo de la cultura Jean Gebser. Ciertamente, no se trata de un autor ampliamente conocido, pero sí lo es para quienes se interesan en las ideas sobre la evolución y la historia de la consciencia. Así, Lachman se detiene en la obra Origen y presente, que data de 1949, obra exigente e intimidadora. ¿Y por qué lo hace así Lachman? En primer lugar porque opina, quizás sin demasiada justificación, que sus ideas merecen ser mejor conocidas; pero también, en segundo lugar, porque tal vez constituya su obra la defensa más extensamente razonada y bien documentada que existe de la evolución de la consciencia. Pero, curándose en salud, Lachman afirma que no pretende decir que la argumentación de Gebser sea la correcta, sino que presenta unas pruebas muy convincentes. Y, como dedica muchas páginas a la vida de aquel filósofo, lo justifica en que su vida encarna un pensamiento clave: que la filosofía está para ser vivida y no meramente pensada.

Su análisis de Gebser lo desarrolla en cuatro capítulos. El primero de ellos lo titula La ascensión al Monte Veontoux, en alusión a la ascensión que hiciera Petrarca a esta cumbre sin una motivación pragmática, sino por el simple deseo de contemplar el panorama, algo inaudito hasta ese momento, y que le produjo una experiencia única. Lachman comenta la biografía de Gebser, haciendo hincapié en las cinco estructuras mentales que concibió y cómo la civilización occidental ha estado sumida en la agonía de la estructura vigente de su consciencia; y de cómo nos encaminamos precipitadamente hacia una nueva forma de consciencia que se manifestaría en una nueva experiencia del tiempo. Pensaba Gebser que la raza humana se dirigiría en las décadas venideras hacia una catástrofe global, una era de absoluto materialismo científico y desprovista de espíritu pero que se podría evitar con voluntad y capacidad de visión.

Estructuras de la consciencia, La estructura mental-racional y La estructura integral son los tres siguientes capítulos que Lachman dedica al estudio de la obra de Gebser. Y lo hace partiendo del análisis de su libro ya citado Origen y presente, un tomo de una seiscientas páginas de enseñanzas y sabidurías inmensas destinadas a un lector ya iniciado en ciertos aspectos de la historia de la cultura y de la civilización occidental, así como en los aspectos más esotéricos de la creatividad humana. Lachman explica con detalle las estructuras propuestas por Gebser: la arcaica, la mágica, la mítica, la mental-racional y la mental integral, teniendo siempre en cuenta que, según el propio Gebser, en esta evolución de las estructuras de la consciencia, las anteriores continúan activas y presentes en la nuestra.

Epílogo

Con esto, llegamos al Epílogo que Lachman titula Ganando tiempo, en alusión a esa nueva forma de consciencia manifestada, según Gebser, en una novedosa experiencia del tiempo. Es justamente el tiempo el eje central de este último apartado del libro. Nos encontramos en un mundo más frenético, más rápido, aunque hay quienes no están de acuerdo con la situación e impulsan movimientos desaceleradores que invitan a pisar el freno.
Pero hay más circunstancias: la opinión de que el pasado continúa existiendo y está presente a la consciencia, necesitando solo un reajuste para que nos sea accesible; la idea de que lo pictórico, el mundo de la imagen, que llena nuestra vida está sustituyendo al pensamiento racional-lineal; incluso, el mundo del libro, que nos invita a salir del aquí y ahora para penetrar pausadamente en otro espacio-tiempo, parece llamado a quebrarse; que el ego, nuestra consciencia del yo, en cuanto necesitado de trascendencia, no es algo que se pueda desestimar sin más; … Todo ello nos invita a pensar que la experiencia humana del tiempo está sufriendo una mutación fundamental; que asistimos a alguna transformación de las cosas; que la consciencia humana, al menos en el mundo occidental, se encamina hacia un cambio radical en su infraestructura mental o está ya en sus primeras fases y que este cambio comportará una nueva experiencia del tiempo. Se inclina Lachman por pensar que estamos ante una transformación de la consciencia misma y que disponemos del potencial necesario para llevarla a cabo. Y cierra citando esta frase de Gebser: “el mundo nunca será un paraíso. Si llegase a serlo, su existencia se volvería ilusoria. No nos engañemos ni sucumbamos a falsas esperanzas. El mundo no mejorará demasiado, tan solo será un poco distinto y tal vez sepa valorar un poco más las cosas que realmente importan”.

Concluyendo

Nos hallamos ante una historia de la consciencia, no de la única historia de la consciencia; hay muchas otras, según reconoce el autor, quien confía en que vaya saliendo a la luz el mayor número de ellas. Tampoco son únicas las ideas de la consciencia aquí expuestas, sino que, como dice el propio Lachman, son una fracción de las muchas que se han concebido y cuyas implicaciones y posibilidades enriquecen nuestra vida. E, igualmente, reconoce que sus preferencias e intereses son las que han guiado la selección de autores y de vericuetos por los que nos ha conducido en esta su historia secreta de la consciencia.

Aunque nos muestra sus preferencias y aquellas opiniones por las que se inclina, el autor es muy respetuoso con el lector. Le ofrece datos, argumentos, informaciones, para que pueda ir llegando, si acepta cuanto se le propone, a las conclusiones que pretende defender. Es un logro alcanzado.

En cualquier caso, el libro resulta sumamente ameno y de asequible lectura, pese a lo complejo del tema tratado. Evidentemente, en asunto tan complicado, la diversidad de opiniones es abundante. No las esconde Lachman, aunque corresponde al lector encontrar la suya propia y oponerla, razonadamente, a las por él expuestas.

En cuanto a la presentación del libro, es de destacar lo cuidado de la edición. Encuadernado en cartoné, con tipología gráfica muy clara y generosa distribución del texto, con guardas bellamente ilustradas. Las notas, por capítulos, se incluyen al final, haciendo así, más fácil la lectura. Aunque podría ampliar mucho la bibliografía, Gary Lachman se ha circunscrito a la más esencial a los efectos de su obra, una obra de recomendable lectura.

Índice

Introducción. La consciencia explicada

Primera parte. En busca de la consciencia cósmica
Capítulo 1. R.M. Bucke y el futuro de la humanidad
Capítulo 2. William James y la revelación anestésica
Capítulo 3. Henri Bergson y el élan vital
Capítulo 4. El superhombre
Capítulo 5. A.R. Orage y la New Age
Capítulo 6. La cuarta dimensión de Ouspensky

Segunda parte. Evolución esotérica
Capítulo 7. El obispo y el bulldog
Capítulo 8. Que entre Madame
Capítulo 9. El doctor Steiner, supongo
Capítulo 10. De la ciencia de Goethe a la sabiduría del ser humano
Capítulo 11. La evolución cósmica
Capítulo 12. La hipnagogia

Tercera parte. La arqueología de la consciencia
Capítulo 13. La mente invisible
Capítulo 14. Romper el cascarón
Capítulo 15. El mundo perdido
Capítulo 16. La consciencia no cerebral
Capítulo 17. La escisión

Cuarta parte. Epistemología participativa
Capítulo 18. El impacto de la metáfora
Capítulo 19. La mente participativa
Capítulo 20. El tapiz de la naturaleza
Capítulo 21. Pensar el pensamiento: Yuri Moskvitin y la antroposfera
Capítulo 22. El agujero negro de la consciencia
Capítulo 23. Otros tiempos y lugares
Capítulo 24. La facultad X

Quinta parte. La presencia del origen
Capítulo 25. La ascensión al monte Ventoux
Capítulo 26. Estructuras de la consciencia
Capítulo 27. La estructura mental-racional
Capítulo 28. La estructura integral

Epílogo. Ganando tiempo

Notas
Bibliografía selecta










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