Notas
Escribe Antonio Piñero
PREGUNTA: Desde el punto de vista del consenso actual histórico , y haciendo una extrema síntesis , se puede decir que Jesús fue un profeta , quizá un fariseo , que proclamó la llegada más o menos cercana del Reino de Dios , dentro del judaísmo. Sólo en sus últimos años pudo tomar conciencia de tener alguna misión más "especial", quizá incluso como Mesías. Suponiendo que esto es cierto, a su juicio, ¿qué es lo que diferencia a Jesús del resto de profetas de la época (como Juan el Bautista) y posteriores (aquellos que quizá fueron la inspiración para componer textos puestos en boca de Jesús)? En resumen, ¿por qué él llegó a tener ese grupo de seguidores, que incluso sufrieron persecuciones, y fue el inicio de una religión con una reinterpretación de su figura como antes no se hizo de otros profetas? Espero no le importe que le plantee esta duda que creo que puede resolverme. De nuevo, le agradezco enormemente su atención. RESPUESTA: Su “definición” de Jesús me parece exacta. La diferencia es poca con aquellos agente mesiánicos que son profético-apocalípticos y no meramente guerreros (suponemos con así algunos por la información sobre ellos, unos once desde el 4 a.C. hasta el 66 d.C. según Flavio Josefo, tanto en su obra Antigüedades de los judíos como en la Guerra). Por ejemplo, con Juan Bautista las diferencias son pocas; más bien de matiz o de insistencia. Fernando Bermejo ha escrito en el Blog una serie amplia de postales sobre las similitudes entre los dos personajes. Fue esta una serie necesaria porque la mayoría de los comentaristas confesionales suelen insistir y magnificar las diferencias entre los dos olvidándose de que son muchas más las semejanzas. Por favor, utilice el buscador del Blog (“El Blog de Antonio Piñero” (de Religión Digital) en el vocablo “Bautista” y espero que lo encuentre. A.P. es Antonio Piñero F.B. es Fernando Bermejo Por si prefiere utilizar la búsqueda por el calendario, le transcribo los resultados del “Índice de los Blogs y Compartir”, confeccionado por Carmen Padilla y que he publicado en este medio: Juan el Bautista y Jesús de Nazaret según Fernando Bermejo (I). (A.P., 26 /11/ 2010) ——— (II). (A.P., 27 /11/ 2010) ——— (III). Además de paralelos hay algunas diferencias. (A.P., 28 /11/ 2010) ——— Conclusiones de los pretendidos contrastes entre ambos (I). (A.P., 30 /11/ 2010) ——— Conclusiones de los pretendidos contrastes entre ambos (II). (A.P., 1 /12/ 2010) ——— Conclusiones generales. (A.P., 3 /12/ 2010) ——— visionarios religiosos (F.B. 21 /2/ 2007) ——— ¿únicos ejecutados en sus círculos? (F.B., 29 /2/ 2008) ——— crítica profética. (F.B., 13 /6/ 2007) ——— el arrepentimiento o teshuvá (F.B., 11 /7/ 2007) ——— el lenguaje arrebatado de (F.B., 4 /7/ 2007) ——— Críticos y antagonistas de Herodes Antipas. (F.B., 18 /7/ 2007) ——— Implicaciones políticas de un mensaje religioso. (F.B., 25 /7/ 2007) ——— la primacía de la pureza interior (F.B. 28 /3/ 2007) ——— muertes paralelas. (F.B., 6 /2/ 2008) ——— noticias en exclusiva para Israel (F.B. 2 /5/ 2007) ——— observaciones elementales. (F.B., 9 /12/ 2010) ——— sobre prejuicios y creencias (F.B. 30 /5/ 2007) ——— vidas paralelas (F.B. 7 /2/ 2007) ——— exaltados tras su muerte por sus seguidores. (F.B., 5 /3/ 2008) ——— extrayendo conclusiones del análisis. (F.B., 2 /4/ 2008) Juan el Bautista y los marginados (F.B. 21 /3/ 2007) PREGUNTA: Hay una pregunta que me hago desde hace tiempo, y poca gente me parece mas imparcial ni preparado que usted a la hora de contestarla. Estoy de acuerdo con usted cuando dice que San Pablo seguramente se refería en sus epístolas a una condena total de la homosexualidad. ¿Pero hasta que punto podía conocer un judío de su época que era ser homosexual? Cuando se leen escritos y libros sobre historia de la homosexualidad (incluso escritos por autores que intentan defenderla, diciendo que la época griega fue «su edad de oro ») parece que esta reducida o a la pederastia, o a abusos sexuales derivados de la humillación de los vencidos, o el uso de esclavos, o la prostitución, o cultos relacionados con la idolatría, si no una perversión de heterosexuales por el mero hecho de obtener placer, mientras tenían a sus mujeres en casa. Da la sensación que, excepto muy pocas excepciones, estaba relacionada con una situación de abuso y dominio sobre otros (con una gran carga de machismo por cierto), muy poco que ver con la idea de igualdad, amor respeto y fidelidad que hoy en día puede encontrarse en muchas relaciones homosexuales. Según tengo entendido el termino homosexual se creo en 1869, precisamente para poder dar cabida a esta posible otra forma de entender la homosexualidad, no tan solo a los actos como se entendía en la edad media. La pregunta sería, ¿hasta que punto estaría San Pablo (y en general la sociedad en la época de Jesús) preparado para entender la homosexualidad a la hora de dar su opinión, si parece que lo que veian de ella era básicamente lo indicado anteriormente? Espero haber sabido expresar mi pregunta. No soy ningún estudioso del tema y no se si la expresé con la suficiente imparcialidad. En verdad me gustaria saber su opinion, incluso si considera que estoy totalmente equivocado RESPUESTA: Los textos del Pablo auténtico sobre la homosexualidad se reducen a dos Romanos 1,26-27 y 1 Corintios 6,9-10… ¡y no tenemos más! Romanos 1,26-27: · Por eso los entregó Dios a pasiones infames; pues sus mujeres invirtieron las relaciones naturales por otras contra la naturaleza; igualmente los hombres, abandonando el uso natural de la mujer, se abrasaron en deseos los unos por los otros, cometiendo la infamia de hombre con hombre, recibiendo en sí mismos el pago merecido de su extravío. · 1 Corintios 6,9-10: “¿No sabéis acaso que los injustos no heredarán el Reino de Dios? No os engañéis. Ni los impuros, idólatras, adúlteros, afeminados, homosexuales, 10ni los ladrones, avaros, borrachos, ni los maldicientes, ni los rapaces heredarán el Reino de Dios”. Por tanto, poco podemos obtener de ellos para responder a su pregunta en cuanto a Pablo. Y prácticamente lo mismo podemos decir de la sociedad de su entorno. En esa época no se planteaban esos problemas. En absoluto. Piense que ni Pablo ni los más eximios estoicos, tan interesados por el bienestar del hm se hombre se ocuparon jamás por algo tan tremendo como la esclavitud… que aceptaban sin más. Por eso, su mente no estaba preparada para demasiados refinamientos en lo la cuestión de la homosexualidad. Había lo que Usted ha mencionado muy bien… y nada más. Saludos cordiales de Antonio Piñero Universidad Complutense de Madrid www.ciudadanojesus.com
Jueves, 27 de Julio 2017
Comentarios
NotasEscribe Antonio Piñero PREGUNTA: El actual canon hebreo de 24 libros salido del Concilio de Jamnia (hacia 95 d.C.) es el siguiente: - Pentateuco, los cinco libros de la Ley o Torah (תּוֹרָה): Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio - Los ocho Profetas o Nevi'im (נְבִיאִים) (Josué, Jueces, Samuel, Reyes, Jeremías, Ezequiel, Isaías y los “doce profetas menores”: Oseas, Joel, Amós, Abdías, Jonás, Miqueas, Nahum, Habacuc, Sofonías, Hageo, Zacarías y Malaquías); - Las once Escrituras o Ketuvim (כְּתוּבִים) (Ruth, Salmos, Job, Proverbios, Cantar de los Cantares, Lamentaciones, Daniel, Esther, Esdras-Nehemías, I Crónicas y II Crónicas). Por esas mismas fechas, Flavio Josefo escribe (en Contra Apión I.8) lo siguiente “entre nosotros no hay multitud de libros que discrepan y disienten entre sí; sino solamente veintidós libros, que abarcan la historia de todo tiempo y que, con razón, se consideran divinos. De entre ellos cinco son de Moisés, y contienen las leyes y la narración de lo acontecido desde el origen del género humano hasta la muerte de Moisés. Este espacio de tiempo abarca casi tres mil años (Torah o Pentateuco). Desde Moisés hasta la muerte de Artajerjes, que reinó entre los persas después de Jerjes, los profetas que sucedieron a Moisés reunieron en trece libros lo que aconteció en su época (Josué, Jueces, Samuel, Reyes, Jeremías, Ezequiel, Isaías, los “doce profetas menores”, Ruth, Job, Daniel, Esther, Esdras-Nehemías). Los cuatro restantes ofrecen himnos en alabanza de Dios y preceptos utilísimos a los hombres (Salmos, Proverbios, Cantar de los Cantares, Lamentaciones) En consecuencia, los textos incluidos en el canon hebreo que desconoce Josefo son: I Crónicas y II Crónicas. ¿Me podría confirmar –por favor– esta hipótesis o bien indicarme dónde encontrar información sobre la materia? Atentamente, RESPUESTA: Ciertamente F. Josefo no nombra "Crónicas". Pero es posible que sí las conociera con el nombre de "Paralipómenos" = Restos, pero no las acepta como canónicas. Se suele creer que la noticia sobre Jamnia y su canon, año 95, es en extremo dudosa. Que es un invento de los talmudistas posteriores. Por ello, se piensa que el canon no quedó fijo hasta bien entrado el siglo II y F, Josefo ya había muerto. Tiene Usted información sobre la formación del canon del AT en el libro colectivo, editado por mí y J. Peláez: Los libros sagrados en las grandes religiones: judaísmo, cristianismo, islam, hinduismo y budismo. Los fundamentalismos, 2ª edición, Editorial Herder, Barcelona, 2016. ISBN.: 978-84-254-3907-0 Me dirijo a usted para hacerle una consulta y si puede ayudarme se lo agradecería, soy un estudiante de la asignatura de Bibliología en una facultad de Teología. Esta es la consulta: Estudiando el libro Sílabo de Bibliología de Gino LafrancescoI en la pagína 391 Historia de la Biblia parte II Antiguos Manuscritos del Nuevo Testamento dice textualmente así : Papiro de John Rilands fecha 125-140 d.c (el mas antiguo manuscrito del Nuevo Testamento). Contenido: Fragmento del evangelio de Juan: Juan 18:31-33,37. (Nota del Traductor: En la actualidad hay fragmentos mas antiguos del Nuevo Testamento, descubiertos en la cueva 7 de Qumrám, fechados antes del año 70 d.c y correspondientes a pasajes de Marcos, Hechos , Romanos, 1 Timoteo, Santiago, 2 Pedro. Ver Vila-Escuain, <Qumrám> Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado, págs. 980, 981, 988, CLIE . Terrassa, 1985). Lo que no entiendo es que dice que en Qumrám hay Fragmentos del Nuevo testamento que datan de antes del año 70 D.C de varios libros como de Marcos, 2Pedro, Hechos, Romanos, 1Timoeo, Santiago etc,etc, siempre hemos creido y enseñado que en los Rollos del Mar Muerto solo se encontraron manuscritos del Antiguo Testamento mas algunos pseudoepígrafes, apócrifos y documentos sectarios ¿ eso es así o hay error en lo que dice el libro? le ruego me ayude y se lo agradecería profundamente sabiendo que usted es una Autoridad en esta materia (le doy gracias por anticipado) también esperamos la edición del Nuevo Testamento en la cual sabemos que está trabajando saludos y bendiciones. RESPUESTA: 1. El papiro al que se refiere es el P. 52, famosísimo, en torno al 150, Y la signatura es Gr. P. 457 de la John Rylands Library de Manchester. 2. Lo que dice el articulista está absolutamente desfasado en información y es rigurosamente falso. El fragmento más famoso es el 7Q5 (“descifrado” por J. O’Callaghan en 1972) y refutado ya varias veces por la papirología. Broshi, un papirólogo israelí, que estudió las “huellas dactilares” de cada hoja de papiro (que son absolutamente propias y únicas) y pertenecen a mismo papiro en el que está copiado ¡ Henoc 106 (creo).Si le es posible, consulte mi libro, “Guía para entender el Nuevo Testamento”. Entre, por favor, en la página Web de Editorial Trotta, Madrid 2006. 568 pp. ISBN: 84-8164-832-9. 5ª edic. 2016, y vea el índice,por favor. PREGUNTA:: No sé si conoce vd. el libro de Paul Verhoeven "Jesús de Nazaret. Si fuese el caso, me gustaría conocer su opinión. A mí me ha parecido francamente interesante. Aunque el autor no es especialista me parece bastante creíble lo que dice. Le agradecería un comentario, RESPUESTA: Siento no haberlo leído. He escrito varias veces que se publican cada año unos mil libros sobre Jesús... de entre los cuales por los menos veinte son serios. Sin embargo, por lo que he leído sobre sus fuentes bibliográficas (Schilebeeckx, R. Funk, Adolf Jülicher) y el resumen de su pensamiento, sospecho que el libro es algo ligero de equipaje científico, pero de ideas claras y muy acordes con el estudio independiente sobre Jesús. Saludos cordiales de Antonio Piñero Universidad Complutense de Madrid www.ciudadanojesus.com
Martes, 25 de Julio 2017
Notas
Escribe Antonio Piñero
PREGUNTA: Hola apreciado Señor, En un documental sobre Pablo de Tarso visto en Youtube, vi que hablaban de una Biblia que saldría sobre los años 2017 creo, una biblia con notas del tiempo y contexto de Yeshua. ¿Ya ha salido a la venta? Yo tengo la Reina Valera, pero viendo el video y la situación actual de las iglesias, me es muy dificil establecer un discernimiento correcto del texto. Me agradaria tener una Biblia más contextual. Otra pregunta, el video habla de la falsa trinidad, ¿están los unicitarios más cerca del texto bíblico? Un amigo se escuda en quela el que no tiene la doctrina de Cristo no tiene a Cristo, cual seria la Sana Doctrina o iglesia que predique dicha Doctrina. Sabría contestarme ¿si tener relaciones antes del matrimonio es fornicacion? Es lo que predican todas las iglesias evangelicas y pentecostales que conozco, pero en deuteronomio no es visto así. Deu 22:28 Cuando algún hombre hallare a una joven virgen que no fuere desposada, y la tomare y se acostare con ella, y fueren descubiertos; Deu 22:29 entonces el hombre que se acostó con ella dará al padre de la joven cincuenta piezas de plata, y ella será su mujer, por cuanto la humilló; no la podrá despedir en todos sus días. Muchas gracias por su tiempo. RESPUESTA: Le respondo por partes: 1. “Sobre la fornicación”. El Deuteronomio, con sus legislaciones de todo tipo, salvo el Decálogo (que aparece tanto en el libro del Éxodo (20,2-17) como en el Deuteronomio (5,7-21), no están vigentes en la iglesia cristiana desde el tiempo de los sucesores de Pablo (hacia el 100 d. C.) por mucho que se diga que el Antiguo Testamento es “palabra de Dios”. Lo que Usted comenta es una legislación antigua para impedir la violación que no está vigente en la Iglesia actual. Pero esta misma Iglesia en su catecismo (y derivando la norma del espíritu general del Antiguo Testamento y del Nuevo Testamento) prohíbe terminantemente las relaciones sexuales antes del matrimonio. Consulte, por favor, el Catecismo de la Iglesia católica” (busque una edición y editorial por Internet). 2. “Unicitarios”. No sé qué es lo que Usted entiende exactamente por “unicitarios”. Mi imagino que son aquellos que defienden a ultranza un Dios único y que, por lo tanto, niegan la Trinidad y sostendrán, supongo, que la distinción de “personas” dentro de ellas es una mera disquisición mental sin base alguna en la realidad trinitaria. De todos modos, le diré algo más. En el Antiguo Testamento, aceptado por la Iglesia como Escritura Sagrada, no hay Trinidad. En el Nuevo Testamento, tampoco. Aunque hay algunas afirmaciones, como Mt 28,29: “Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”, que dan la falsa impresión de que ya está formada. En realidad no se percibe una teología trinitaria clara hasta finales del siglo II, y si me apuro, se empieza a perfilar la doctrina de un modo sistemático en el siglo III. Se aclara más o menos del todo, en lo fundamental, con los credos de los Concilio de Nicea (325) y de Calcedonia (451). 3. “Edición de la Biblia”. Por fin nos hemos restringido a la edición del Nuevo Testamento, por ahora…. Se terminó ya el borrador… pero corregirlo y ponerlo a punto llevará por lo menos año y medio más. A esperar, pues. PREGUNTA: ¿Sabe de algún dato de cuándo se reunió Herodes Antipas con Herodías, cuándo huyó su anterior esposa junto a su padre, y si también existe fecha cuando fue ejecutado Juan el Bautista? RESPUESTA: La historia antigua ofrece en general, o salvo contadísimas ocasiones, pocos datos concretos de los sucesos de los que se informa… Y esas respuestas son a menudo muy generales. No sabemos nada seguro de lo que me pregunta. Sobre la ejecución del Bautista tenemos una fecha aproximada. En Lc 3,1-3 se dice: “3 1 En el año decimoquinto del reinado de Tiberio César, siendo Poncio Pilato gobernador de Judea; Herodes, tetrarca de Galilea; Filipo su hermano, tetrarca de Iturea y de la región de la Traconítide, y Lisanias, tetrarca de Abilene, 2 bajo el sumo sacerdocio de Anás y Caifás, vino la palabra de Dios sobre Juan, hijo de Zacarías, en el desierto. 3 Y vino por toda la región del Jordán predicando un bautismo de penitencia para el perdón de los pecados”. Se duda si el año décimo quinto de Tiberio es el 28 o 29 d. C.: “Si Lucas calcula esta fecha desde la muerte de Augusto en el 14 e.c. (Tiberio fue corregente desde el año 11), se está en el año 29. Esto es lo más probable. De lo contrario serían tres años más. Como Jesús aparecerá unos meses después, debió de iniciar su vida pública teniendo unos 35 años: nota a 2,7. En estas noticias sobre Juan Bautista Lucas se basa en Marcos y en Q, más algún material propio (vv. 10-14.15.18). Depende, pues de cómo se cuente. La muerte del Bautista no pudo retrasarse más de un año, es decir, su ministerio público –como el de Jesús– debió de durar poco, ya que era muy molesto tanto para Antipas como para Poncio Pilato: las asas en su entorno suponían un problema de orden público; y su predicación del Juicio y del Reino de Dios que viene era un contrasentido para Antipas y Pilato: se acababa su reino y el de Tiberio, si eso se cumpliera. PREGUNTA: Buenos días profesor, ¿se puede considerar histórica la intervención del rabino Gamaliel (antes del 40 d. C.) relatada por Lucas en los Hechos?. Ya que no pudo hacer referencia al incidente de Teudas, porque cuando hizo su intervención, todavía no se había producido (c.44 d.C.) RESPUESTA: En realidad es un testimonio único... Y no tenemos ulteriores referencias... Normalmente en historia antigua, para tener una cierta seguridad se requiere que los testimonios sobre un dicho o hecho esté testimoniado por varias fuentes…Pero, en este caso, no tenemos razones para negarla porque no es inverosímil, anacrónica o contradictoria con lo que sabemos previamente. Ciertamente, con sus errores, el discurso ha salido de la pluma de Lucas, a la manera de Tucídides y otros historiadores antiguos. Pensaban del modo siguiente "Yo no estaba allí; pero, dadas las circunstancias, esto es lo que probablemente se dijo..." (y entonces el autor compone el discurso y lo pone en boca del personaje). Pregunta: Soy un asiduo lector de la historia, aunque no sea mi profesión, sus estudios me ayudan a corroborar lo que uno puede solo intuir. Desde el punto de vista filológico, el rito que se practica en el cristianismo es análogo a los ritos egipcios. Hay alguna conexión. Existen documentos que puedan dar alguna referencia. Saludos RESPUESTA: Su pregunta es demasiado general para ser respondida. Habría que escribir un libro comparando ritos cristianos y ritos egipcios…. Si puedo darle al menos una nota sobre un rito que el equipo de la Universidad Popular de Logroño, del que soy miembro, ha escrito un libro. El capítulo trata de la eucaristía y compara el rito cristiano con el egipcio. Datos: J. RESPUESTA: Pérez-Accino, “Comer y ser comido”, en las pp.: 17-44 del libro siguiente: La verdadera historia de la Pasión. Según la investigación y el estudio históricos. Con Eugenio Gómez segura y otros, EDAF, Madrid, 2008. 270 pPregunta: ISBN: 978-84-414-2017-5. Saludos cordiales de Antonio Piñero Universidad Complutense de Madrid www.ciudadanojesus.com
Domingo, 23 de Julio 2017
NotasHoy escribe Francisco Socas Como indicamos ayer, concluimos hoy nuestra presentación de este interesantísimo libro, anónimo, del siglo XVII. En su primera sección el Symbolum sapientiae (1668), además de hacer la crítica del canon de libros sagrados y de las Escrituras en general, como hemos visto en la postal del día anterior, relata los orígenes del cristianismo y lleva a cabo una crítica radical de sus dogmas. Según la interpretación que los cristianos hacen de la historia del pueblo judío, Israel fue tomado como un primer esbozo de la Iglesia al tiempo que Dios condescendía a ser el pedagogo de su pueblo, usando para adoctrinarlo de símbolos ceremoniales. El relato del Symbolum desarma por un lado estas visiones y por otro explica la idea del mesías como un mero artificio político, una promesa hecha a un pueblo por sus dirigentes para mover a los perezosos y compensar a los desgraciados. El cuadro no se aparta mucho del que traza la historiografía de nuestro tiempo: en la época anterior a la aparición de Cristo el judaísmo vive un periodo de mestizaje con otros pueblos y decadencia general, mientras surgen en él desavenencias doctrinales y sectas de todo tipo. La sujeción postrera a los romanos enardece todavía más el delirio compensatorio del mesianismo. En tal ambiente aparece Jesús como filósofo que mediante parábolas enseña una moral sencilla, no ceremonial. Lo suyo es una suerte de religión sin religión. Ciertamente se decía hijo de Dios y mesías, practicaba los ritos para adaptarse a su auditorio, pero en modo alguno intentaba fundar una religión nueva. En rigor no fue un ateo, sino un moralista y maestro de felicidad. Predicó la resurrección, pero con ello se refería más bien a la pervivencia de su doctrina tras la muerte. Aunque Cristo se llamara acaso mesías, el mesías prometido no era así, habría de ser un héroe liberador de los judíos y un rey triunfante sobre las otras naciones, no una imagen mística de Dios encarnado que trae un reino celestial y –contra todo lo prometido a Israel– ecuménico. A la muerte de Cristo, los discípulos, hombres simples, deforman sus enseñanzas, inventan misterios y ceremonias. Las conversiones en masa de judíos y gentiles van alterando poco a poco el sentido inicial de la secta. Más adelante la ambición de los obispos y presbíteros edifica un estado contrario a la sencillez cristiana, hasta que el clero con sus patrañas, sin que falten violencias, da lugar a nueva monarquía teocrática, contraria en todo al espíritu de Cristo: el papado. El tratado corre luego a criticar el embrollo de los dogmas cristianos. No se priva de enunciar ciertas paradojas morales, como los crueles castigos infligidos al pecador por parte de un Dios que es amor, la figura del demonio como vencedor sobre el bien, la contradicción entre la bondad esencial de las criaturas y la caída de Adán. Aborda un batiburrillo de cuestiones, triviales unas y trascendentes otras: la infalibilidad del Papa, la creación a partir de la nada, la virginidad de María, la resurrección de los cuerpos, el infierno. Ve tan absurdas e irracionales esas creencias que apenas se preocupa de dar unas cuantas pinceladas sarcásticas. Un misterio mayor que el de estos dogmas le pareció tal vez el de los hombres que los elaboraron y creyeron en ellos. Concluye que, a diferencia del paganismo, que a su modo es coherente, en el cristianismo hay una mezcolanza irreconciliable de elementos judaicos y paganos. El cristianismo ha olvidado que en su origen no fue más que "un modelo de la filosofía auténtica, un arte de vivir, una escuela de bonhomía" (typus uerae philosophiae, ars uiuendi, schola pietatis). Las tres religiones históricas, las religiones del Libro, veneran a unos héroes fundadores. Pero al autor del Symbolum no le merecen los tres el mismo respeto. Mahoma obró tan a las claras como impostor político que no puede seducir a nadie mínimamente ilustrado. De Moisés hay que ocuparse porque no es, como Mahoma, una figura marginal o extravagante, sino que pasa por ser el autor de los libros iniciales de la Biblia y es sin duda el inventor de la peculiar teocracia hebrea. Pero la trama política y guerrera del montaje mosaico es patente y grosera. En cambio, el anónimo simpatiza de algún modo con la figura de Cristo al que considera una especie de filósofo y benefactor de su pueblo. Jesús es solamente un impostor ocasional; más bien se limita a no desengañar a sus oyentes cuando se hacen ideas sublimes del maestro, porque eso puede ayudar a la asimilación de sus humanitarias doctrinas. Es también un liberador que actúa contra una religión opresiva. Cristo, así, es el que sale mejor parado; en el fondo no practica el engaño, sino que, como buen maestro, se amolda a los duros oídos de sus discípulos, que lo malinterpretan ya en vida e inician tras su muerte una paulatina y descarada deformación de sus enseñanzas. La imagen de Jesús que dibuja nuestro autor es sin duda desmitificadora, pero en el fondo es tradicional y se extrae de una lectura ingenua de las fuentes. Estamos en los umbrales de la que luego se ha llamado indagación sobre Jesús (Jesus Quest). La historiografía al uso da por sentado que antes de Samuel Reimarus (1694-1768) la búsqueda del Jesús histórico siempre estuvo alentada por la fe. Ello es verdad siempre que dejemos aparte la literatura representada por textos como el Symbolum sapientiae y otros que espero presentar a los lectores de este blog otro día. El tratado adquiere en este punto un aire moderno cuando afirma que Jesús no quiso fundar una religión nueva y no instituyó nuevos ritos, que fue más bien un reformador judío que tuvo que soportar a la fuerza, y no voluntariamente, una muerte terrible. Se equivoca, en cambio, cuando, como tantos en el presente y el pasado, contrapone la figura de Jesús, un alma benévola y sincera, a un judaísmo reseco e hipócrita, o cuando considera a todos los de su entorno como necios. Y ello era casi inevitable porque el autor del Symbolum no disponía de otra imagen de Jesús que la que pintan los evangelios, fuente casi única, minuciosa en ocasiones, reticente las más de las veces y parcial siempre, sobre los dichos y hechos del profeta de Galilea. Saludos cordiales de Francisco Socas Catedrático de Filología Latina de la Universidad de Sevilla
Viernes, 21 de Julio 2017
NotasHoy escribe Francisco Socas En la Europa de los siglos XVII y XVIII surgió una corriente que ha venido en denominarse literatura clandestina que hizo circular un número considerable de escritos heterodoxos. Entre ellos se halla un tratado anónimo que lleva el título despistante de Symbolum sapientiae / La clave de la sabiduría (ed. bilingüe de Francisco Socas, Universidad de Huelva, 2016). Tiene tres partes en las que 1) presenta a la religión como una impostura urdida en alianza por los poderes civiles y la clerecía; 2) defiende la licitud intelectual y moral del ateísmo; y 3) propone un orden moral y político basado en la ley natural y el pacto. En este blog, al que tan amablemente me da acceso el profesor Antonio Piñero, me ocuparé del escrutinio de las Escrituras que el anónimo autor incluye en la primera sección del Symbolum. Estamos ante alguien para quien la religión es un engaño nocivo. Por tanto, no se reserva para sí ni siquiera el respeto que muchos incrédulos profesan a la Biblia como gran literatura. Son vanos sus prestigios artísticos o poéticos, y hay que ver en ella más bien desorden, confusión, falta de estilo, maldad y necedad a veces. El texto bíblico podía al menos haber sido claro, pero las propias polémicas de los teólogos y la aparición de herejías innumerables dejan ver su frecuente ambigüedad y, por ahí, su falta de inspiración. El anónimo establece que son andamiajes postizos los apoyos que busca la apologética cristiana en la antigüedad de los libros, la entereza de los mártires, los milagros, el cumplimiento de las profecías, la suficiencia de la doctrina bíblica. Él parte de dos principios básicos: que la razón es la norma y piedra de toque de la Biblia, y no al revés, y que jamás hay que creer a testigos implicados en la propia causa. Luego se adentra en un repertorio de puntos chocantes y controvertidos de las Escrituras, como son el descarado carácter político de la república mosaica, el diluvio, las edades increíbles de los patriarcas, la caída de Adán injustamente amortizada por la humanidad entera, el carácter absurdo de algunos milagros, los errores cronológicos y las contradicciones. Un marco moral más amplio que el extraído de la fe revelada permite denunciar sus errores morales que van desde las órdenes de exterminio que emite Dios sobre poblaciones enteras a la postergación de la mujer defendida por Pablo. Para un buen conocedor de la Biblia -nos dice- son falsas y caprichosas las alegaciones del Antiguo Testamento que hacen los autores del Nuevo y el propio Cristo. La llamada ‘analogía de la fe’, como criterio de interpretación, constituye una flagrante petición de principio, pues lanza luz desde el Nuevo hacia el Viejo Testamento. Cuando el anónimo se adentra en su extenso análisis de las Sagradas Escrituras maneja las armas de la erudición histórica y gramatical, pero sobre todo ejerce el poder irresistible de una razón muy próxima al sentido común, íntimo baluarte que muchos hombres conservan sin guarniciones teológicas. Se trata de una mezcla de inteligentes deducciones y de certeros apuntes filológicos, ya que, si la palabra de Dios se transmite a través de un texto, ese texto queda sometido inmediatamente a todos los avatares que podría sufrir cualquier otro y, salvo que renunciemos a entenderlo, será objeto de estudio y examen: "todas las polémicas desembocan a la postre en cuestiones de gramática" (cuncta enim litigia in grammaticalia se tandem resolvunt, I §16). Al indagar en la historia de las Escrituras, nos dice el Symbolum, pronto se echa de ver que no conocemos a los autores ni podemos establecer el origen y la época de muchos textos. Tenemos copias, fragmentos, traducciones de muchas obras. El autor discute algunos problemas críticos muy filológicos y concretos del libro de Samuel, de los evangelios de Juan y Marcos. No falta aquí una alusión al famoso comma Iohanneum, interpolación evidentísima que introduce en una carta apostólica el tardío dogma de la Trinidad, tan escandalosamente ausente en todas las Escrituras. Y luego están las alteraciones materiales del texto. Hay quienes en un vano intento niegan una por una todas las pegas que plantean esas corruptelas. Otros las admiten, pero aseguran que el sentido del conjunto se salva. Esto, que en un texto meramente humano tiene plena validez, es peligroso aplicarlo al texto divino, toda vez que en él una variante supone acaso un nuevo dogma, punto de apoyo de alguna herejía. Y sabemos -insiste- que a pesar de la escrupulosidad de los judíos en el Antiguo Testamento se alteraron interesadamente o por accidente muchos pasajes. Al ocuparse de la constitución del canon afirma que no se sabe quién hizo el canon del Antiguo Testamento y es legendaria la milagrosa reconstrucción de la Biblia tras la cautividad de Babilonia; fueron los fariseos del Templo Segundo los que administraron esos escritos. Las críticas del anónimo al canon tradicional del Nuevo Testamento apuntan a la fuente o autoridad que lo configuró, esto es, los concilios. Ahora bien, los concilios no fueron asambleas santas e independientes del poder político. La verdadera imagen histórica de los concilios la dan los relatos de los propios autores cristianos: unas asambleas tumultuosas llenas de obispos corruptos y vendidos al poder. El capítulo acaba con una breve exhortación a la racionalidad y la tolerancia. Se da por sentado que el único lugar de encuentro que pueden hallar los hombres para una convivencia está delimitado por la razón. Es necesario, pues, acogerse a ella, pero cuidarse de que esa razón conductora no se extravíe a su vez y cruce las lindes de la cordura; tal es el sentido de la expresión ex sola ratione sana (I §16). La historia da lugar a paralelismos irónicos: si la cristianización, –la construcción del cristianismo paulino para ser más precisos–, fue un acto intelectual consistente en una habilidosísima reinterpretación del Viejo Testamento en apoyo de un Jesús divinizado, el acercamiento a una visión más exacta del Jesús histórico que llevan a cabo algunas sectas reformistas y finalmente textos ya no cristianos como el Symbolum fueron también labor de filología y reinterpretación de las Escrituras. Podemos recordar aquí el sucinto e hiperbólico veredicto de George de Santayana: "El cristianismo es una mala interpretación literal de metáforas judías". Saludos cordiales de Francisco Socas Catedrático de Filología Latina Universidad de Sevilla
Miércoles, 19 de Julio 2017
NotasEscribe Antonio Piñero Concluyo hoy la breve reseña del importante libro de Javier Ruiz de la Presa. Pasado el tema de Pablo como una suerte de vendaval, el libro retorna a Jesús de Nazaret: los milagros de Jesús, donde –entre otras cuestiones– se aborda la pregunta básica de “si se necesitan milagros para acreditar la figura de Jesús”; luego el espinoso tema (para una mentalidad moderna) de “el Diablo y Jesús”, qué significa en realidad “La Última Cena”, la imposibilidad de la fundación de la Iglesia por parte de Jesús, pero a la vez cómo Jesús funda necesariamente un grupo que derivará en esa institución, y “Jesús y la ley de Moisés”. Y con eso se acerca el libro a su final donde se plantea lo que en verdad iba buscando la presente colección de ensayos, y hacia dónde, de una u otra manera, apuntaba todo: es la clave de bóveda del libro: “En busca de Jesús” (donde se vuelve a tocar el tema de la revelación y su posibilidad). Aquí, en la síntesis final, tengo algunas dificultades con las propuestas del libro a modo de proposiciones en torno a Jesús. Los puntos que creo que deben debatirse más a fondo son las siguientes: ¿Cuánto duró en realidad la vida pública de Jesús? ¿ Fue Jesús a Jerusalén con la clara consciencia de que conocía el designio divino que ordena su muerte? O, con otras palabras, ¿aceptaba Jesús su muerte con el preconocimiento por su parte de un plan divino acerca de su necesidad ineludible? O más bien, ¿fue a Jerusalén a tener un éxito total de su empresa? ¿Abolió Jesús los ritos judíos? ¿No entendían los discípulos a Jesús de modo que no sabían cómo considerarlo realmente, profeta, simple maestro, mesías? ¿Qué se esconde detrás del "Mas yo os digo" de las antítesis del Sermón de la Montaña? ¿Estaba Jesús vinculado a alguna ideología de grupo, por ejemplo, al fariseísmo o era un rabino que “iba absolutamente por libre”? ¿Cómo se entiende su enorme parentesco espiritual con fariseos y que estos intenten salvarle la vida? ¿Desafía Jesús continuamente las normas de conducta y las presiones sociales que marginaban a la mujer? ¿Sigue Jesús caminos inéditos en la interpretación de la Ley? No es posible, ni muchísimo menos abordar, en este breve ensayo de presentación (que no puede ser crítica, porque el libro trata mil temas y habría que escribir otro volumen para comentarlo en serio) el inmenso conjunto de tantas y tantas reflexiones con las que el lector se encuentra lo largo de este libro. Sí me detendré un poco más en la gran coda final “¿Tiene sentido creer?” ¿”Que significa realmente creer?”. La respuesta del autor es clara: no se trata de dar el asentimiento a un paquete de dogmas, claramente dudosos, sino que debe responderse dando pleno sentido a lo que significa la “fe” en lengua griega, la del Nuevo Testamento, “tener confianza en algo”. En concreto, y en el ámbito de los que son cristianos por nacimiento, hay que buscar algo intermedio entre el escepticismo total (por ejemplo, respecto al valor histórico de los Evangelios) y la postura “conciliatoria y extremadamente literal (crédula en la literalidad de los Evangelios) de la tradición católica. Ruiz de la Presa llega a la conclusión de que hay algo en el Nuevo Testamento que genera esa confianza: la creencia en la resurrección de Jesús. Advierte que la resurrección puede ser histórica o no…, pero que lo verdaderamente impresionante es cómo –a pesar de tantas circunstancias adversas, entre otras el fracaso de Jesús o la no creencia general en una resurrección de un ser humano particular– todos los seguidores de Jesús creen firmemente en esa resurrección y están dispuestos a dar su vida por defender la verdad de su creencia. Eso lleva a pensar que detrás se encuentra una tradición que ha de ser verdadera… al menos en el sentido de Heidegger, el cual –aun siendo totalmente agnóstica– creía en la experiencia profunda del ser. Por tanto, aquello en lo que se puede creer, a propósito del cristianismo y su antecedente básico, Jesús de Nazaret, no es la “verdad fáctica” (el hecho o los hechos), son la “verdad expresiva”: interesa más (y por lo tanto se puede creer/confiar en ello) no tanto la fisionomía del discurso de Jesús, sino los hechos en sí que revelan una verdad acerca del hombre y su relación con la Alteridad, el Otro. Al final de su libro, y de una manera sorprendentemente pragmática, el autor hace una larga tabla que contiene “todos los pros y los contras” de la fe. Y..¿ qué queda entonces…? Ruiz de la Presa, al modo de Platón (quien cuando no podía expresar de la manera como deseaba una profunda verdad filosófica recurría al mito), se refugia en una expresión poética: “Nada de lo que vale la pena probar puede ser probado ni tampoco refutado; por lo tanto, sé sabio: aférrate a la faceta más optimista de la Duda” (Lord Tennyson, citado al principio y al final del presente libro). Y aterrizando en la práctica: “Lo simple y contundente es la fe apostólica generalizada en la resurrección de Jesús. Es este un nudo dato histórico. Y sobre él se puede construir todo el edificio de la entrega personal, de la fe” (. P. 663). Este hecho es “entrañable”. Y, sostiene Ruiz de la Presa, “deberíamos por razones de peso considerar lo entrañable como una categoría filosófica. Si, una categoría y no simplemente una cualidad”. Al final, nuestro autor adopta una postura que recuerda, en España, a la proclamada por Javier Gomá, en su libro “Necesario, pero imposible O ¿Qué podemos esperar?, Taurus, Madrid” (véanse las reseñas en el Blog, publicadas por mí y por F. Bermejo (20-4-2013 y 17-6 al 15-7 del 2015): es suficiente la fe universal en la resurrección de Jesús por parte de la Iglesia primitiva para fundamentar la fe “cristiana” (pero que yo diría una fe exclusivamente personal, intransmitible, un tanto nebulosa). Para reforzar esta conclusión Ruiz de la Presa toma prestadas de Empédocles las palabras de unos versos casi perdidos, pero recogidos en los fragmentos de los filósofos presocráticos de Juan David García Bacca: “Mas a los perversos tienta Sobremanera desconfiar de razones poderosas; Tú, por el contrario, reconócelas como fieles razones que la Musa manda Dividiendo bien el Logos, distribuyéndolo por tus entrañas”… Esas razones poderosas son conceptos e “ideas de gran densidad existencial”, que en verdad es una sabiduría milenaria que está lo mismo en los Evangelios como en Empédocles, Lao Tsé, Heráclito, Pitágoras y Buda” (p. 666). Como puede observar el lector, estamos ante un libro que plantea problemas fundamentales y que intenta resolverlos por medio de una crítica y análisis de los textos, sobre todo del Antiguo y del Nuevo Testamento. Considera que hay diversas lecturas de esos textos, peo que en conjunto llevan a un puerto esperanzador, puesto que hubo experiencias reales que inspiraron “el conjunto”. Y eso es lo que importa. A mí, ese libro me ha hecho pensar mucho y he pasado buenos ratos con él. Saludos cordiales de Antonio Piñero Universidad Complutense de Madrid www.ciudadanojesus.com
Domingo, 16 de Julio 2017
Notas
Escribe Antonio Piñero
He aquí un libro (como es usual, el título de la postal coincide con la del libro que comento), escrito con un interés específico, buscar el fundamento, si lo tiene, de la creencia religiosa; un fundamento que exige una unidad, base suficiente y explicación satisfactoria. El libro trata de indagar si hay continuidad entre filosofía y fe religiosa. Pero no en general, en cualquier religión sino la fe en el cristianismo. Y el modo de indagar en la cuestión no es, naturalmente, aceptar ningún argumento de autoridad, sino leer los textos (en el caso del cristianismo Antiguo y Nuevo Testamento sobre todo), y procurar entenderlos, interpretarlos siguiendo las reglas usuales de una hermenéutica comúnmente aceptada. He aquí los datos concretos del libro: Autor: Javier Ruiz de la Presa, Démeter Ediciones, México, 2017, 670 pp. ISBN: 978-0- 9840368-2-0. El libro contiene una cuarentena de ensayos escritos a lo largo de años de reflexión sobre el hecho religioso. Él mismo reconoce que no todos son de igual valor. Pero sí que cada uno de ellos merece la pena. Dentro de este conjunto de ensayos hay algunos de los que el autor se siente más satisfecho. Así, el dedicado a la “Revelación el Nuevo Testamento” y “El Cristo de Pablo”. El motor de la escritura es buscar una cierta explicación satisfactoria del hecho religioso, y que esa explicación se plasme en un pensamiento bien argumentado y verosímil. El conjunto ha de definir un “horizonte de comprensión”. Este es el paso previo para adoptar una postura personal ante el hecho religioso, que la final será una orientación existencial que explique el mundo, la divinidad –en tanto en cuanto podemos conocerla– la posibilidad de una revelación y la orientación existencial, personal, respecto a ese conjunto: universo-Dios-ser humano (yo). Con palabras del autor, “Ello supone considerar la atmósfera espiritual en la que nacen las ideas nuevas (o al menos su reformulación), considerar también lo que tácitamente creen los hombres de una cultura o época y su sentido común”. La finalidad de esta consideración es “despejar la visión” para observar lo que queda… después de eliminar lo que puede proporcionar pistas falsas”. (p. 13). Después de un camino no breve, como se ve por el número de páginas, y tras mucho análisis, el autor habla en primera persona. Cito: “Solo al final del libro hablaré de lo que yo creo, lo que pienso acerca de la posibilidad de creer justo hoy, que abunda la pluralidad de iglesias, métodos teológicos, presupuestos filosóficos –que no siempre se esclarecen–, teorías antropológicas, suposiciones que no se han sometido, a pesar del cuidado escrutinio del último siglo y medio” (p. 13). Y ¿en qué cree, a fin de cuentas, el autor? Lo dice claramente en la Introducción: “Hoy en día creo que a la pregunta ‘¿En qué creo…?’ no puedo sino responder: creo en nuestra disposición ética que nos abre –más tarde o temprano– a la Gran Alteridad. Creo, como Spinoza, que son la ética y la antropología la clave del Antiguo Testamento. Pero además pienso que una antropología de los afectos es la clave, también, del Nuevo Testamento y en general de las grandes religiones del mundo”. El contenido del libro es interesante como puede comprobarse por la simple enumeración de los temas: I En primer lugar, cuestiones propedéuticas: cómo puede considerarse hoy la cuestión hermenéutica; qué principios pueden postularse como propios de cada uno y cuáles son del todo punto generales. Luego, II, grandes temas como “El mito en el Antiguo Testamento”: la compleja relación entre verdad y pura historia o bien aquello casi inaprensible a solo puede narrarse como mito. Dentro del Antiguo Testamento aborda Ruiz de la presa el análisis de algunas historias emblemáticas, como la de Lot, la de la “Torre de Babel”, el sentido profundo del “Cantar de los cantares”. La ‘parte del león’ del libro, III, está dedicado a temas del Nuevo Testamento. En primer lugar, el arriba citado “La revelación en el Nuevo Testamento”, junto con el eterno tema de “¿Existió Jesús realmente?”, que no por casi resuelto deja de suscitar una y otra vez, machaconamente, la atención. Una vez asentada su existencia histórica, con las consabidas distinciones entre el Jesús de la historia y el Cristo de la fe, plantea nuestro autor el punto clave de cómo interpretar la figura del Jesús histórico…, y dentro de este ámbito cómo se pensaba Jesús a sí mismo, más como tema de ejemplo que de exposición amplia y detallada (cosa que vendrá después, con el título “El autoconocimiento de Jesús”). Naturalmente a la cuestión hermenéutica se une un ensayo sobre “¿Qué es un evangelio?”. Posteriormente puede dedicarse Ruiz de la Presa a temas concretos, como la concepción virginal de Jesús; si Jesús se consideró a sí mismo ‘hijo de Dios’ y en qué sentido para terminar con el tema del ‘Juicio Final’ en una primera parte, porque debo decir que entre los temas que abordan la cuestión “Jesús”, nuestra autor trata de Pablo de Tarso. El interés por Pablo es básico, cardinal, en nuestro autor y así lo expresa en la “Introducción”, donde confiesa que “siempre ha sentido gran simpatía por san Pablo… porque tuvo una visión estrictamente personal del cristianismo” (es decir, la religión centrada en el Mesías, cristo o ungido), porque defendió un monoteísmo acerado “sin funambulismos teológicos”, precisamente porque Pablo nunca dejó de ser judío y para entender a Jesús hizo un uso libre (dirá “inspirado”) de todo el material del Antiguo Testamento que interpretó a menudo simbólicamente. Dentro del amplio tema “san Pablo”, Ruiz de la Presa aborda la delicada cuestión de la preexistencia de Cristo según el Apóstol; la igualdad del hombre y de la mujer en la teología paulina y el tremendo tema de la “salvación” Me detendré aquí por hoy en la presentación de este libro, que concluiré el próximo día Saludos cordiales de Antonio Piñero Universidad Complutense de Madrid www.ciudadanojesus.com
Viernes, 14 de Julio 2017
Notas
Escribe Antonio Piñero
Concluyo ya mi reseña empalmando con los dos argumentos expuestos en el día pasado. 3. Respecto a la idea de Riera Ginestar de que Jesús –tras la muerte de Juan Bautista– cambió su idea de reino de Dios ya presente en la tierra y que se convirtió en un dirigente de un movimiento popular aparentemente apolítico y pacífico (aunque desde luego en el fondo subversivo y provocador), debo decir que he discutido larguísimamente en este medio los dos conceptos. Respecto al primero, la idea del reino de Dios según de Nazaret, he dedicado al menos 12 postales específicas sobre el tema desde el 8 /3/ 2013 hasta 21 /6/ 2013 en el Blog. 4. Y respecto a Jesús como mesías, pretendiente regio y su relación con el pensamiento antirromano en el mundo judío del siglo: escribí sobre este tema unas 75 postales en Blog y FBook que comenzaron el 4/1/2017 y concluyeron el 21/4/2017. Ahí, parafraseando y comentando un largo artículo de Fernando Bermejo al respecto, se halla el análisis de los 36 textos de los Evangelios que nos indican –como material que la tradición sobre Jesús no pudo menos que recoger–, por qué no puede pensarse en un Jesús pacifista y apolítico, ni siquiera en apariencia. Desde luego, nuestro autor, Riera Ginestar, insiste en que Jesús era de facto un subversivo y revolucionario…, pero no puedo estar de acuerdo con lo de apolítico y pacifista. Me detendré un poco más sobre las ideas en torno al reino de Dios según el EvT, y sobre Jesús como personaje apolítico y pacifista al menos después de la muerte de Juan Bautista. A. Sobre el concepto del Reino: los textos prueba en los Evangelios canónicos que demuestran que el reino de Dios es una entidad absolutamente futura son abrumadores y súper claros después de la muerte del Bautista. He aquí un elenco de textos: · Mc 1,15; Mc 9,1; Mc 11,9-10; Mc 13,29-32; Mc 14,25; Mc 15, 43; · Mt 6,10; 8,11-12; Mt 10,7; Mt 10,23; Mt 13,39.40.49; 24,3; 28,20; Mt 24,34; · Lc 6,20-23; 10,8.12; Lc 11,2; Lc 17,22-23; Lc 24,21; · 2 Pe 3,10 · Ap 21,1.5. Hay más pasajes, pero son menos claros. En contra, los textos de los que puede entenderse que el reino de Dios está ya presente en la tierra son: · Mc 4,3-9; Mc 4,26-29; Mc 4,30-32 · Mt 13,16-17. 24-30. 31.33.44. 46; Mt 13,47-50; 21,31 · Lc 11,20; Lc 16,16 ; Lc 17,20-21 Indico que la exégesis más plausible de las parábolas del capítulo 13 de Mateo (plato fuerte de la argumentación en pro de que el reino de Dios ya está aquí) es pensar que originariamente –en la mente del que las inventó, Jesús– significaban que los preludios, pródromos, preliminares de un Reino inminente estaban ya entre los oyentes gracias a al proclamación de quien les hablaba. Estas parábolas bien entendidas señalan que esos preludios hacen que la semilla depositada que en el futuro germinará en el Reino será al principio una entidad pequeña, visible, y que crecerá rápidamente. De ningún modo parecen dar a entender que “el Reino está ya aquí” en el pleno sentido que la exégesis actual le otorga, a saber “un estar aquí”, entre los creyentes, en su interior, espiritualmente, un reino que durará siglos y siglos, y cuya plenitud vendrá fuera del ámbito de la semilla de mostaza en el paraíso futuro. Estamanera de considerar el reino de Dios presente en la tierra parece estar a años luz de lo que pretendía el Nazareno. En todo caso podría pensarse en algo que los judíos tuvieron desde muchos siglos antes de Jesús: la idea del “reinado de Yahvé” sobre el universo. Ese reinado está “siempre presente”, aunque muchos no lo consideren ni quieran saber nada de él. Está dentro de cada uno en la forma de la ley natural y de la conciencia. Y tarde o temprano ese reinado se transformará en un reino efectivo, es decir, en un mundo –todos los pueblos– gobernado por Dios a través de su pueblo elegido. La posible clave de solución a la clara aporía de los intérpretes modernos entre futuro/presente del Reino (en caso de que se aceptase rotundamente el significado de «llegó» para el pasaje que discutimos) se halla en que los evangelios pueden dar la impresión de un reino de Dios que ha llegado ya sobre la tierra con la presencia de Jesús, el mesías, porque este se hallaba tan convencido de que el final del mundo era tan inminente, que los preludios del Reino podían hacerse visibles en su acción exorcista, en cuanto que el enemigo principal de Dios, Satanás, estaba siendo ya derrotado, en el presente. Los exorcismos y curaciones de Jesús exigían de los contemporáneos una toma de postura en el presente, en cuanto que aceptar la proclamación del Reino era ya disponerse para su venida. En este sentido, la inmediatez obsesiva que se deduce de la proclamación de Jesús podía confundir fácilmente los preludios del futuro inminente con una presencia. Pero el Reino como tal aún no había venido. Este espíritu de Jesús confundió a los evangelistas que presentaron los preludios como una presencia incoada. Pero ¿fue ese acto involuntario por parte de los evangelistas? No lo creo. En el artículo mencionado señalo por qué Lucas es posiblemente, si no el inventor, sí al menos el que dio el impulso definitivo a la idea de que el reino de Dios está ya presente en la tierra, y que es interior, espiritual: se halla en el ámbito de los corazones de los seres humanos. Escribí lo siguiente; “Es curioso observar que el único texto que puede resistir en apariencia la navaja de la crítica se halle sólo en el Evangelio de Lucas: 11,20 y quizás 17,20. Y es curioso también que sea este Evangelio en el que se observa con más claridad, sobre todo en la transcripción y acomodación del material apocalíptico de Mc 13, el retraso de la parusía. Lucas hace decir a su Jesús con absoluta claridad: “Pero cuando oyereis guerras y sediciones, no os espantéis; porque es necesario que estas cosas ocurran primero; mas el fin no será de inmediato”. Y es el único evangelio que hace decir también a Jesús “el Reino de Dios está entre vosotros/a vuestro alcance” (Lc 17,20). No es extraño que la iglesia naciente, al sentir que la parusía se retrasaba, encontrase pronto la solución a esta aporía: no hay que esperar un fin inmediato del mundo… ¡porque en realidad el reino ya estaba aquí, con Jesús! La presencia actual del Reino es la gran solución del problema del retraso de la parusía”. B. Sobre el segundo tema (Jesús pacifista y apolítico) hago una sola reflexión: Riera está de acuerdo en que Jesús deseaba la expulsión de los romanos de Israel de modo que se llevara a cabo la plenitud del reino de Dios…. Y, aunque la expulsión fuera “encargada” de facto a 12 legiones de ángeles (Mt 26,53), ¿Iba a ser una expulsión pacífica y tranquila? Y el mesías era corresponsable de esa decisión; luego no pudo ser de ningún modo apolítico y pacifista. Y volvamos ahora al libro en sí de Riera Ginestar, independientemente de que no me sienta de acuerdo con algunas de sus tesis: creo que es un libro importante en el panorama de los estudios sobre el EvT en español, y su lectura es absolutamente recomendable como reflexión sobre los textos; sirve para que el lector elabore una respuesta propia, como señala el autor (p. 87), a problemas candentes de interpretación del pensamiento del Jesús histórico. Es, además, muy útil porque en él se encuentran traducidos y ordenados los textos básicos, más antiguos sobre el ideario de Jesús. Enhorabuena al autor, cuya labor es tanto más meritoria porque –aunque ducho en historia– viene de otros ámbitos. Saludos cordiales de Antonio Piñero Universidad Complutense de Madrid www.ciudadanojesus.com
Miércoles, 12 de Julio 2017
Notas
Escribe Antonio Piñero
Una vez que hemos visto a vuelo de pájaro cómo nuestro autor divide el Evangelio de Tomás, como pondera su valor para la reconstrucción del Jesús histórico, qué imágenes de este Jesús ofrece cada estadio de la obra, volvemos hacia atrás en su Introducción general para considerar el fundamento básico de toda su argumentación que no es otro que su investigación le ha llevado a considerar que una gran parte del EvT no depende de los Evangelios sinópticos. Y es en este apartado donde formularemos algunas objeciones. Riera Ginestar plantea series dificultades a la hipótesis de que gran parte del EvT dependa de los Sinópticos. Sus adversarios han sostenido que “El evangelio de Tomás depende de los evangelios sinópticos con los que comparte, en mayor o menor medida, un 50% de dichos y parábolas y, por lo tanto, es una colección de dichos secundaria y tardía extraída del Nuevo Testamento que puede estar relacionada con una versión siriaca del Diatessaron o Concordancias, obra de la literatura cristiana del siglo II escrita por Taciano sobre la base de los cuatro evangelios canónicos, los cuales combina para formar un único relato concordante” (Jesús al desnudo, p. 17). En contra, los argumentos de Riera (referidos ante todo al primer estadio, EvT1, que es el que más le interesa como camino válido para acceder al Jesús de la historia) son los siguientes: 1. En el EvT no hay más que una sola alusión trinitaria (Dicho 44: Jesús dijo: “Al que blasfeme contra el Padre le será perdonado. Y al que blasfeme contra el Hijo, le será perdonado. Pero al que blasfeme contra el Espíritu santo, no le será perdonado ni en la tierra ni en el cielo” 2. El sintagma Hijo del Hombre solo está presente en el EvT (d. 86). 3. En el EvT está ausente el título “mesías” referido a Jesús. 4. Prácticamente ningún dicho del EvT con paralelo en los Sinópticos reproduce el texto de estos al pie de la letra, sino siempre con variaciones leves o serias. Por ejemplo, el “reino de Dios” siempre se encuentra como “reino”, “reino del Padre”, “reino de los cielos”. 5. En muchas ocasiones los dichos del EvT son más breves y sencillos que en la tradición Sinóptica. 6. La secuencia de los dichos de Jesús en el EvT es totalmente autónoma, es decir, no sigue el orden de ninguno de los Evangelios Sinópticos, sino que es aleatoria. 7. En ocasiones el EvT junta de manera aparentemente caprichosa dos o más versículos de los Sinópticos. Así, por ejemplo, el EvT en el d. 31 une Mc 6,4 con Lc 4,23. Y en el d. 33 el EvT une Mt 10,27 con Lc 11,33. 8. En las parábolas de Jesús transmitidas por el EvT no hay aún rasgos alegóricos (ejemplo, la explicación alegórica de la parábola del sembrador que aparece en Mc 4,3-9 que luego se explica alegóricamente en Mc 4,13-20, explicación que casi con total seguridad procede de la Iglesia primitivo y no de Jesús). Véase el EvT, d. 9. 9. Treinta y siete unidades del EvT son compartidas con el material de Que (previo a los Sinópticos). Y como no hay la menor prueba de que el EvT haya copiado de “Q” (los marcos teológicos y el orden de aparición son totalmente diferentes), de ello se deduce que ese material común, al menos, es más antiguo que el evangélico. Según Riera “estas peculiaridades”… de EvT1 no se deben a un “intento de síntesis entre diversas versiones”, sino que “apuntan a una fuente distinta o alternativa a la de los Sinópticos”… “y favorecen la hipótesis de que el autor del EvT tuvo a su disposición alguna colección escrita de dichos de Jesús similar a la “Fuente Q”, que derivaba de una tradición oral tal vez paralela a la de los evangelios canónicos, pero independiente de ella y seguramente más antigua (p. 59). Mi opinión respecto a esta perspectiva básica es que el monto de los nueve argumentos es muy fuerte, pero que la presencia de otras hipótesis dejan un poso de inseguridad en el investigador que puede acabar por adoptar una decisión siempre dubitante. Así, por ejemplo, no se puede asumir con total certeza que en el EvT haya ocurrido lo que se presupone que pasó en la Fuente Q, a saber, que ese documento era un escrito originariamente sapiencial y que los elementos apocalípticos fueron añadidos posteriormente. Esta hipótesis no es nada seguro por razón importante que ejemplifico tomando el argumento de lo que ha ocurrido muy probablemente con la composición de la ‘Fuente Q’ (obra muy parecida a EvT). Argumenta John Kloppenborg en la obra común con P. Hoffmann y J. M. Robinson, El Documento Q, traducido por S. Guijarro, Sígueme, Salamanca 2002, p. 85: “Afirmar que los componentes sapienciales estuvieron en los orígenes de la Fuente Q, y que los oráculos proféticos de juicio y los elementos que presentan a Jesús en conflicto con ‘esta generación’ (es decir, elementos apocalípticos claros en el pensamiento de Jesús) son secundarios (según el análisis puramente literario del Documento Q) nada implica del origen histórico último de ninguno de esos dichos. Es ciertamente posible, e incluso probable, que algunos materiales de la segunda fase de la composición de “Q” sean prepascuales, o por lo menos muy antiguos; y que algunos de los elementos presentes en “Q” sean, desde el punto de vista de la autenticidad o de la historia de la tradición, relativamente recientes. La historia de la tradición no es convertible en historia literaria”. “Por tanto, caracterizar a ‘Q’ como escrito sapiencial no significa que esto implique una imagen de Jesús como maestro de sabiduría intrascendente, absolutamente impermeable a las influencias de la escatología (o la apocalíptica) y a las tradiciones proféticas y narrativas de Israel”. Lo que sostiene Kloppenborg a propósito de ‘Q’ es muy importante y es trasladable al EvT, como indiqué Voy a destacar las ideas básicas de los dos párrafos transcritos y obtener consecuencias: 1. Cuando se hacen análisis literarios de un documento antiguo como la ‘Fuente Q’ o el EvT, que es muy parecido, hay que distinguir muy bien entre los estratos literario de los históricos. En lo literario la Fuente Q nació seguramente como un compendio de enseñanzas de Jesús. Y luego se la añadieron, en su segundo momento, material escatológico y apocalíptico. Pero este proceso de construcción literaria de un documento nada dice que el primer estrato a) (sapiencial) sea único, o sea más antiguo que el estrato b) (apocalíptico). El documento fue compuesto literariamente en este orden, pero los materiales apocalípticos –añadido después– pueden incluso ser anteriores desde el punto de vista de la historia de la tradición. Deducir del modo de composición literaria de la Fuente Q que Jesús era solo un maestro de sabiduría y que no era para nada apocalíptico ni escatológico es una conclusión exagerada que no tiene en cuenta el material de conjunto de los Evangelios y se fija solo en lo recogido en Q. El hecho que la Fuente Q no tenga nada sobre la muerte en cruz y la resurrección significa solo que el autor, o autores, se fijaron especialmente, por sus intereses didácticos, en el material de “sabiduría” de Jesús, pero de ningún modo que históricamente la muerte en cruz fuera un añadido más o menos inventado por la Iglesia primitiva, ni tampoco que la creencia en la resurrección de Jesús fuera un elemento surgido muy tardíamente en el movimiento de seguidores de Jesús. Estas conclusiones deben aplicarse al EvT, que es muy parecido al Documento Q: es muy posible que el EvT contenga material muy antiguo de Jesús, incluso anterior, en algunos casos, a los Evangelios Sinópticos. Los argumentos arriba expuestos son muy fuertes y muy razonables. Por eso no significa que su Jesús (se formularía el siguiente axioma: “muy primitivo, luego histórico”) fuera exclusivamente un “maestro de sabiduría”, para nada apocalíptico, que se parecía muchísimo a un filósofo cínico. Por tanto, no se deduce lógicamente que se diga que el EvT no contiene dichos apocalípticos de Jesús porque son históricamente posteriores, inventados por la Iglesia primitiva para justificar su muerte en cruz. No se sigue en pura lógica y es una consecuencia exagerada que no tiene en cuenta la gran cantidad de material apocalíptico de los Sinópticos, rastreables hasta el Jesús histórico. Sólo se sigue lógicamente que el que, o los que compusieron el EvT tenía solo intereses sapienciales, no apocalípticos. Por ello su Jesús se muestra solo como un maestro sapiencial. 2. Existe además una hipótesis –es una mera hipótesis, insisto– que puede aclarar la aparente antigüedad del material del EvT, en general más breve y desnudo de adornos o alegorizciones: la denominada “segunda oralidad” (explicada por Armand Puig en el libro citado anteriormente, al principio, p. 10, n. 16). Dice así: es posible que los materiales de las fuentes del EvT sean predominantemente orales, incluso en el caso de materiales que procedan de los Sinópticos: es posible que el autor, o los autores, del Evangelio de Tomás compusieran esta obra con material evangélico aprendido de memoria, es decir, transmitido oralmente en los oficios litúrgicos o en la catequesis, incluso aunque en la comunidad detrás del EvT hubiera documentos escritos sobre Jesús. Los autores citarían de memoria, pues habían oído muchas veces ese material. Citar de memoria supone que se abrevia en muchas ocasiones y que se producen muchas variantes sobre el texto escrito (A. Puig cita S. Bryskog, Story as History – History as Story. The Gospel Tradition in the Context of Ancient Oral History [WUNT 123] Mohr, Tubinga 2000). Espero concluir mañana. Saludos cordiales de Antonio Piñero Universidad Complutense de Madrid www.ciudadanojesus.com
Lunes, 10 de Julio 2017
Notas
Escribe Antonio Piñero
Seguimos, conforme a lo prometido con la descripción del segundo estrato del EvT, según Riera Ginestar. II El segundo estrato o segunda redacción del evangelio de Tomás (EvT2) se conforma cuando, después del martirio de Santiago (año 62), la colección original de dichos y quizás también la comunidad que la había producido, emigra a Edesa (Siria) para huir de los nacionalistas judíos extremos. En esa ciudad, posiblemente en los años 60 o 70 del siglo I y bajo la autoridad de Judas Tomás (bien un hermano carnal de Jesús o bien un apóstol suyo que llevó el cristianismo a la India) se añade al EvT primitivo un material nuevo que presenta caracteres diversos. Nuestro autor se niega a designar como gnóstico (vocablo generalizante –en su opinión– y simplista) a este nuevo material, y prefiere describirlo como una amalgama de ideas que van desde concepciones originarias del panteísmo hindú y budista (el autor explica cómo fueron posible las influencias y cuándo), hasta ideas del cristianismo paulino mezcladas con tendencias ascéticas y encratitas, pasando por temas del hermetismo egipcio y helenístico. La parte que denominaríamos “gnóstica” es considerada por Riera Ginestar como un “misticismo hebreo” que finalmente desembocará en la Cábala. En muchos casos los dichos del segundo estrato del EvT material aparecen superpuestos a los del primer estrato –o estrato más antiguo– mezclados con ellos o incrustados sobre las primeras unidades, que son interpretadas o reinterpretadas por el nuevo y definitivo autor según alguna de las corrientes ideológicas que hemos señalado. La delimitación del material propio de este segundo estrato se obtiene aislando aquellos dichos que no tienen paralelos o testimonios externos en los evangelios sinópticos o en ‘Q’, en ‘M’ y ‘L’. Son los siguientes: 1. 2. 3. 7. 11. 18. 19. 22. 27. 28. 29. 42. 49. 50. 56. 61. 67. 70. 75. 77. 80. 83. 84. 87. 101. 110. 111. 112. La imagen de Jesús de este segundo estrato, según nuestro autor, es una reelaboración o interpretación post mortem de la persona y magisterio de aquel. Es una figura paralela y alternativa tanto a la visión del grupo palestinense de “Q” como a la versión helenizante de Pablo. Sus rasgos característicos son: Jesús vive eternamente a través del recuerdo, análisis, comprensión y aplicación de sus palabras por parte del creyente. La actualización de la enseñanza de Jesús a través de sus palabras permite al creyente salvarse o liberarse de las cadenas del mundo material sin renunciar a vivir en él pero haciéndolo con otra visión: sin apego, deseo, angustia, miedo y dolor. Este Jesús enseña la aparente realidad de mundo fenoménico, material. El creyente en Jesús vive en el mundo sin oponerse a él y a la vez sin apegarse a él, aceptando el curso natural de este mundo, pero siempre con la intención puesta en alcanzar la liberación definitiva de la carne y del sufrimiento terreno. Así podrá retornar al origen informe y pacífico del Reino del Padre. A través de las palabras de Jesús, el creyente adquiere la revelación de la realidad última, auténtica y total, de modo que puede volver a la unidad original. Esta es el “Reino” o “Reino del Padre”, al que solo se puede acceder tras un proceso de búsqueda y autoconocimiento o reconocimiento en uno mismo de la identidad divina, lo que implica la identificación del origen de uno mismo (luz) y de su destino final (descanso en el origen luminoso), superando la aparente y dolorosa dualidad (división objeto–sujeto) de la existencia humana. Dicho proceso es como un renacimiento (convertirse en un niño) y lleva finalmente a un estado de paz o autoliberación. Respecto a estas dos imágenes de Jesús que se desprenden del Evangelio de Tomás y a la síntesis del pensamiento del Nazareno, hay que subrayar que Riera Ginestar no se manifiesta nunca de un modo dogmático, sino que reconoce las dudas que le embargan al presentar una imagen de Jesús tan distinta de la usual. Así, en el apartado general “Jesús y su mensaje” (pp. 86-90) manifiesta sus vacilaciones. Pongo algunos ejemplos: “¿Es el Reino de naturaleza terrenal (teocracia redentora que desde Israel se extendería al resto del mundo) o de tipo celestial (paraíso de ultratumba al que serán arrebatados los justos el día del Juicio)? ¿Es de naturaleza exterior (física) o interior (psíquica) o de ambos tipos a la vez? ¿Es el Reino una realidad en acto (tangible) o solo en potencia (utopía)?” (p. 87). “¿Era Jesús un profeta de arrepentimiento de corte esenio, un judío piadoso, apocalíptico y nacionalista que predicó en exclusiva al pueblo de Israel, rechazando abiertamente a los gentiles, y que creía en el inminente fin del mundo y la llegada del juicio divino? ¿O era en cambio un maestro de sabiduría intemporal en contacto con enseñanzas orientales de corte hindú, budista y taoísta y con el modo de vida de los cínicos del mundo helenístico y romano cuyo mensaje tenía voluntad de universalidad?” (p. 88). “¿Predicaba Jesús un amor absoluto hacia todos o solo hacia aquellos que pertenecían o estaban abiertos a pertenecer al grupo del Reino? ¿Odiaba Jesús o al menos mostraba una profunda distancia y animadversión hacia quienes por su dureza de corazón se mostraban cerrados a su proclamación sobre el Reino?” (p. 89) “¿Era Jesús un nacionalista galileo violento que promovió acciones hostiles contra el poder romano que lo llevaron a ser ejecutado en la cruz como un bandido junto a otros seguidores, o era un maestro pacífico pero la radicalidad de su predicación fue vista como una amenaza por las autoridades judías y romanas y acabó siendo acusado falsamente de sedición y crucificado? ¿Se consideró Jesús a sí mismo como hijo de Dios en sentido estricto (filiación divina) o solo en el sentido de enviado suyo (profeta humano)?” (p. 89). “¿Er el término “Hijo del Hombre” (bar enasch en arameo y ben adam en hebreo) un giro idiomático propio del arameo de Galilea con el que Jesús aludía con frecuencia a sí mismo como ser humano (“hijo de hombre”), igual que hacían los sabios orientales, o es posible que con esta expresión Jesús se describiese como enviado o mensajero divino que, igual que los antiguos profetas israelitas (Elías), una vez muerto y arrebatado al cielo, regresaría sobre las nubes como gran Juez el día del Juicio Final? ¿O tal vez al utilizar la expresión Hijo del Hombre Jesús se refería a su filiación divina y a su categoría de Mesías o Ungido de Dios que, como rey guerrero, liberaría a Israel del yugo opresor romano? ¿O bien con ese término aludía así mismo como un Mesías atípico, como el “siervo sufriente” de Isaías 53, recogido por el evangelio de Marcos, que como cordero sería llevado al matadero? ¿Se autoproclamó Jesús como Mesías o se dejó proclamar, contra su voluntad, como tal?” (pp. 89-90). Naturalmente, a lo largo de cada capítulo de la traducción y comentario (o mejor, exposición del pensamiento de Jesús en el apartado pertinente) al primer estrato del EvT (pp. 99-267 y su repetición de forma seguida en pp. 321-353), el autor se decanta por una interpretación que tiende a ser la contraria de lo usual, como ya hemos podido observar al dibujar someramente más arriba la imagen de Jesús de cada uno de los estadios del Evangelio de Tomás. Pero luego añade: “Urgen de esa manera preguntas abiertas… que todavía no han sido contestadas de manera definitiva ni satisfactoria (ni seguramente lo serán nunca) por ningún experto y que cada cual debe intentar responderse a sí mismo a partir de la reflexión que puede surgir de su experiencia personal con el material literario primitivo cercano al Jesús de la historia que ofrecemos en este libro” (p. 87). En la próxima entrega (probablemente el 10 de julio) expondré y haré unas consideraciones sobre la cuestión básica que domina la parte principal del libro que comentamos: el material del EvT del primer estrato es independiente y anterior al de los evangelios sinópticos Saludos cordiales de Antonio Piñero Universidad Complutense de Madrid www.ciudadanojesus.com
Sábado, 8 de Julio 2017
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Editado por
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.
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