Notas
Hoy escribe Antonio Piñero
Los textos cuyo sentido se discute - a propósito de lo que enunciamos en esta nota = "fe y justicia en Pablo y en Qumrán- pertenecen al Comentario, pesher, a Habacuc de Qumrán (1QpHab) , por una parte, y a Gálatas y Romanos, por otra, los siguientes: Porque en él la justicia de Dios es revelada de fe en fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá (Romanos 1,17, que cita a Hab 2,4b) Y que por la ley ninguno se justifica para con Dios, es evidente; porque: El justo por la fe vivirá: Gálatas 3,11, que cita igualmente a Hab 2,4b) El texto pertinente de Qumrán es: Esto se refiere a aquellos que hacen (= obedecen) la Ley en la casa de Judá, a quienes Dios rescatará de entre los condenados al juicio por causa de su sufrimiento y de su lealtad () hebreo ‘emmunatam, se ‘emmunah, “justicia”, “lealtad”, “fidelidad”)al Maestro de justicia” (1QpHab 8, 1-3) Y el texto de Habacuc mismo (hebreo) en 2,4b es: “He aquí que sucumbe aquel que no tiene el alma recta, mas el justo por su fidelidad vivirá” Lo que se discute es: ¿Entendió bien Pablo el texto de Habacuc? ¿Lo interpretó cómo le convenía? ¿Qué puede decirse de cómo entendía el Apóstol el término clave ‘emmunah en el pasaje de Habacuc? En primer lugar, los esenios interpretan el “justo” de Habacuc como “los que hacen (= obedecen) la Ley en la casa de Judá”, es decir los esenios, o su subgrupo solo (¡no todos los judíos!) , mientras que Pablo habla de todos los hombres potencialmene. En segundo: parece que los qumranitas entienden “por su justicia” o “por su fidelidad”, la lealtad al Maestro de justicia en el sentido de ser fieles a él en su interpretación de las Escrituras. Pablo, por el contrario, entiende ‘emmunah como “pura fe en Dios”, gracias a la cual el creyente en Jesús se apropia de los beneficios del sacrificio vicario de Jesús en su muerte en cruz. Como se ve, hay un mundo de diferencias.. Y ninguno de los comentaristas -Pablo y qumranitas- entiende el texto en un sentido histórico, como haríamos hoy: el profeta hace un llamamiento a la fidelidad/lealtad a Dios (no concretamente a la fe en ningún credo) durante un tiempo de crisis ocasionada por la invasión de Israel por los caldeos. Pero respecto a lo que ahora nos interesa, me parece conveniente aquí pensar en la profunda diferencia de la que parten Pablo y los qumranitas respecto a la fe, cuya consecución está condiciona da al estado del ser humano antes de creer. Para los esenios, y el subgrupo de Qumrán, capitaneados por le Maestro de justicia, tal como aparece su pensamiento al respecto en los himnos o Hodayot (= 1QH), la situación del ser humano, sumido en el pecado y antes de decidirse a “obrar las obras de la Ley” es semidesesperada solamente. Se podría semejar al que cae, en la selva, en una trampa para fieras que está aún a medio construir: sólo tiene más o menos un metro de profundidad, o poco más. Una vez caído en la trampa (= la situación de pecado), con sus solas fuerzas (= siempre que desee sinceramente), y dando un saltito (= se pone a obrar la obras de la Ley) , sale de la trampa (= se halla en situación de fidelidad para con Dios y se salva. Para Pablo, por el contrario, antes de que llegara la plenitud de los tiempos, la venida de Jesús, el ser humano estaba caído en una trampa totalmente completa en la selva (= la situación de pecado generada por el pecado de Adán), de más de cinco metros de profundidad y bien alisada, de modo que por sí solo no puede salir (= por mucho que se esfuerce no logrará salir, ni saltando, ni con nada, porque las paredes son lisas = no logrará salir de la situación de pecado). PERO, llegada la plenitud de los tiempos, viene Jesús, y completa su sacrificio en la cruz). Esta acción es como la fabricación del instrumento, de la escalera, por el cual se podrá salir de la trampa del pecado. Entonces, el ser humano cae en la cuenta y con la ayuda de la gracia divina utiliza esa escalera, es decir, hace un acto de fe en la potencia salvadora de la muerte en cruz de Jesús y se apropia para sí mismo esa potencia. Ese acto de fe -inisisto- es como la “escalera” potente que le permite salir de la trampa y volver a la superficie. Con otras palabras: según Pablo, el ser humano “se hace justo” (el justo de Habacuc, según él) “por un acto de fe o fidelidad” (el justo vivirá o se salvará por la fe) hacia Dios al reconocer que por designio eterno se ha cumplido el acto de salvación de todos con el sacrificio de Jesús. Y apropiarse de los beneficios de ese acto de salvación está al alcance del que -insisto también, por la gracia divina- esté dispuesto a hacer un acto de fe en Jesús y su sacrifico. La escalera para salir de la trampa está a su disposición. Como puede observarse, la comparación entre la exégesis qumranita de Habacuc y la de Pablo ayuda para destacar la enorme diferencia entre ambas. Siempre he afirmado que esta ”escalera para salir de la trampa” = el acto de fe ayudado por la gracia, es un concepto intelectual, un acto intelectual, y no supone en principio más que “creer”; no es una acción que tenga que “obrar” norma alguna de la Ley. Es ésta una concepción de la salvación muy distinta a la del judaísmo. Es más griega y, en principio, menos judía. Me parece imposible negarlo, porque, para el judaísmo de la época de Pablo, y en principio una vez concedida también la gracia divina, la salvación no consiste en creer, sino en obrar, y en concreto "las obras de la Ley" Estemos o no de acuerdo con lo que dije en la nota anterior sobre si Pablo había entendido bien o mal la mentalidad de sus coetáneos judíos sobre la situación de pecado del hombre y su posibilidad de salvación, creo que respecto al concepto de la salvación del ser humano, entre el judaísmo del momento y el del Apóstol hay una notabilísima diferencia. Saludos cordiales de Antonio Piñero. Universidad Complutense de Madrid www.antoniopinero.com
Miércoles, 2 de Febrero 2011
Comentarios
Notas
Hoy escribe Antonio Piñero
La tesis central de VanderKam y Flint –en este apartado de su obra- es obvia, y todo el mundo está de acuerdo con ella: A pesar de desencuentros profundos entre la teología paulina y la teología esenia (en concreto la del subgrupo esenio de Qumrán) es: “Hay mucho en las epístolas paulinas, dirigidas todas a grupos de individuos de fuera de Judea, que resulta más claro después de leer los Rollos” (p. 359). 1. La manera que Pablo interpreta la Escritura es parecida a la de los qumranitas. Es cosa sabida, y lo confirman nuestros autores, que la frase paulina “hacer las obras de la Ley” no se encuentra más que en Pablo (8 veces, por ejemplo, Rom 3, 20-28; Gál 2,26, etc.) y en Qumrán, en concreto en 4QMMT (MMM= miqsat ma‘ase ha-torah = “Algunas obras de la Ley”. 2. Otro punto de contacto adicional es el esquema bendición/maldición por parte divina, según sea el comportamiento del ser humano. En Pablo ese comportamiento se refiere a la fe “Los que creen son benditos con Abrahán, que creyó” y “todos los que dependen de las obras de la Ley están bajo la maldición”: Gál 3,9. 4QMMT cita a Dt 30,1-2 “Y sucederá que cuando te sobrevinieren todas estas cosas, la bendición y la maldición que he puesto delante de ti, y volvieres en sí en medio de todas las naciones a las cuales Jehová tu Dios te hubiere arrojado, y te convirtieres a Yahvé tu Dios, y obedecieres a su voz conforme a todo lo que yo te mando hoy, tú y tus hijos, con todo tu corazón y con toda tu alma” (Trad. Reina-Valero-Gómez: hay mejores traducciones -como, sin duda, la de Cantera-Iglesias en la B.A.C.-, pero ésta de R-V-G es copia electrónica y no tengo que teclear) y presenta a David –no a Abrahán- y a los sectarios mismos como gente que tiene siempre en mente la posibilidad de caer en la maldición divina o, por le contrario, de recibir las bendiciones…, aunque siempre dependiendo del cumplimiento de la Ley. 3. Los Rollos indican en varios pasajes que, aunque la obediencia a la Ley era crucial, la comunidad qumranita sentía intensamente –al igual que Pablo- que su elección y salvación venían por la gracia de Dios. Explicitemos este punto: ¿Cuál era el propósito de la Ley para los de Qumrán? VanderKam y Flint suscriben la posición de Ed. P. Sanders de que –a propósito de la lectura atenta de los Rollos- se debe corregir el punto de vista usual que tenemos del judaísmo de tiempos de Jesús: el cumplimiento de la Ley no era un requisito para entrar en una relación de amistad con Dios, sino la consecuencia de pertenecer a la Alianza y el requisito para seguir permaneciendo en ella. Por tanto, cumplirla voluntariosamente no era un medio para salvarse, sino una consecuencia de la elección divina previa Si fuera así, a saber q los judíos no creían que ellos se salvaban sólo por cumplían la Ley, cuando Pablo critica a los que creen que “obrando las obras de la Ley” logran salvarse, es decir, entrar en el Alianza, está interpretando mal al judaísmo de su época. Pablo creía que sus correligionarios defendían la idea que la entrada en el cielo “puede ganarse trabajando”. Pero en verdad no era así, según E. P. Sanders: los judíos de su época sabía que ya habían ganado el cielo en principio, potencialmente; pero que no lo conseguirían de facto si no cumplían las obras de la Ley. Por tanto hay que entender Gál 2,16 “Sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto por las obras de la ley ninguna carne (= ningún ser humano) será justificada”. como una interpretación “equivocada” de Pablo. Y detrás de Psblo han ido la inmensa mayoría de los exegetas cristianos de todos los tiempos que han visto en el judaísmo una religión puramente legalista ("obra la Ley por tus propias fuerzas y te salvarás"), cuando en realidad no era sí. Todos se ha equivocado, incluidos Agustín de Hipona y Martín Lutero. VanderKam y Flint suscriben unas palabras de James D. G. Dunn en su Comentario a Gálatas de 1993: “Es evidente que Pablo estaba formulando objeciones a una convicción judía de su tiempo (según él creía). Pero, hasta donde podemos estar seguros, la visión judía típica y tradicional de la época no era que cualquiera pudiera ganarse por sí mismo el favor de Dios”. Así resulta… que, si se entiende bien el espíritu de los autores de Qumrán, y -por supuesto- del judaísmo general de la época, Pablo (y luego todos los exegetas cristianos con él) se había fabricado un adversario judío respecto a la idea de las salvación que en realidad no existía!! Mi opinión al respecto es: es muy posible que así sea…,; y es muy posible que Sanders y Dunn tengan razón. Pero los judíos del siglo I daban una impresión equivocada a todo el mundo. Sabían poco de cómo expresar claramente sus ideas…., de modo que cualquiera, Pablo incluido, podía equivocarse fácilmente. Saludos cordiales de Antonio Piñero. Universidad Complutense de Madrid www.antoniopinero.com
Martes, 1 de Febrero 2011
Notas![]()
Hoy escfribe Gonzalo del Cerro
Libro de Juan, arzobispo de Tesalónica A principios del siglo VII, escribió el arzobispo Juan de Tesalónica un libro que narra la Dormición de nuestra Señora, la madre de Dios y siempre virgen María. En el fondo trata de reivindicar para su ciudad la devoción y el culto a la Virgen María, llevada al cielo en cuerpo y alma. Recoge los hechos que rodearon el tránsito de María en estrecha coincidencia con los datos conocidos ya por el Pseudo Melitón y por el libro de Juan el Teólogo. Un “ángel grande” vino para anunciar a María que llegaba el día de su traslado al paraíso. Le entregó una palma que debían llevar los apóstoles en señal de triunfo. Prometía su intención de enviar a todos los apóstoles para que asistieran a sus honras fúnebres. Vendrían también con el Señor los ejércitos de los ángeles. Estaba orando María en compañía de sus parientes cuando “se presentó el apóstol Juan, llamó a la puerta de María, abrió y entró” (c. 6). María se turbó, gimió, lloró y dijo a gritos: “Juan, hijo mío, no olvides lo que te recomendó tu maestro cuando yo le lloraba junto a la cruz”. El crucificado dijo entonces a su madre: “Juan es el que te cuidará”. En consecuencia con sus recuerdos, María concluyó el diálogo intimando a Juan: “Ahora, pues, Juan, hijo mío, no me abandones”. El apóstol no acababa de comprender el sentido del momento y se ofreció a la Señora para que le pidiera lo que necesitara. Ella le hizo entonces un encargo de la máxima confianza: “Juan, hijo mío, no necesito nada de las cosas de este mundo, pero puesto que pasado mañana voy a salir del cuerpo, te ruego que me hagas un acto de humanidad: que pongas en lugar seguro mi cuerpo y lo deposites solo en el sepulcro”. Buscaba la Virgen garantías de que los judíos no pudieran cumplir su proyecto de quemar el cuerpo que había engendrado al que ellos calificaban de impostor. Juan cayó entonces en la cuenta de la trascendencia del momento, se arrodilló y lloró. Los presentes se contagiaron de su llanto. María pidió a todos tranquilidad y asió fuertemente a Juan diciendo: “Hijo mío, sé magnánimo conmigo y cesa de llorar”. María tomó a Juan mientras los demás cantaban salmos, lo introdujo en su habitación y le mostró la mortaja que tenía preparada. A continuación, le entregó la palma que le había dado el ángel y le pidió que la llevara delante de su féretro. Juan comprendió que el gesto podría originar disensiones, porque, según decía, “hay uno mayor que yo establecido como jefe sobre nosotros” (c. 6). Una mano extraña interpoló en el texto la causa, recordando que Pedro había sido nombrado el primero de todos los apóstoles. En aquel momento, se produjo un fuerte trueno tan potente que todos los que se encontraban en aquel lugar quedaron consternados. Entonces bajaron de las nubes los apóstoles a las puertas de la casa de María. Enseguida llegó Juan al lugar donde se encontraban los apóstoles. Después de saludar a todos y cada uno, Pedro le preguntó de qué forma había llegado y cuánto tiempo pensaba quedarse. Juan refirió los detalles de su viaje. Se encontraba predicando en Sardes cuando una nube lo arrebató y lo transportó hasta Belén. Llamó a la puerta de la Virgen, entró y encontró a varios alrededor de María, que le dijo abiertamente: “Estoy para salir del cuerpo”. En consecuencia, rogaba a sus compañeros que no lloraran delante de la Señora para que nadie dudara de su fe en la resurrección. Cuando los apóstoles entraron en la casa de María, les preguntó cómo habían llegado hasta allí y quién les había notificado que iba a salir de este mundo. Contaron del país desde donde habían sido trasladados y que habían sido arrebatados por nubes. Pedro tuvo un largo diálogo con María, que introdujo a los apóstoles en su habitación y les mostró los preparativos para su tránsito. Llegó el alba del domingo y salió el sol. María oró y se tendió sobre el lecho. “Pedro estaba sentado junto a su cabeza y Juan a sus pies” (c. 12). Los demás apóstoles estaban alrededor de la Señora. Hacia la hora de tercia, se oyó un gran trueno proveniente del cielo y surgió un olor de perfume tan agradable que todos quedaron sumidos en el sueño, excepto los apóstoles y tres vírgenes a quienes el Señor conservó en vela para que pudieran contemplar el funeral y la gloria de la virgen María. Entró el Salvador en la estancia y saludó a los apóstoles y a su madre María. El Salvador tomó el alma de su madre y la depositó en las manos del arcángel Miguel después de envolverla en una especie de velos. Pedro, los demás apóstoles y las tres vírgenes tributaron las honras fúnebres al cuerpo de María y lo depositaron en el féretro. Pedro tomó la palma que había traído el ángel y dijo a Juan: “Tú eres el virgen, tú eres el que debes ir cantando himnos delante del féretro con la palma en la mano”. Juan se resistía diciendo: “Tú eres nuestro padre y obispo; debes ir delante del féretro hasta que lo depositemos en su lugar”. Pedro tomó una solución de compromiso decidiendo que coronarían el féretro con la palma. Transportaron el féretro entonando el salmo “Al salir Israel de Egipto” (Sal 114, 1). Tuvo lugar entonces el ataque de los judíos contra el féretro y sus portadores. Pero los ángeles los hirieron de ceguera. Los sacerdotes tropezaban contra las paredes, excepto un sacerdote, aquí anónimo, que se lanzó furioso contra el féretro y se agarró con sus manos donde estaba la palma. Sus manos se desprendieron de los codos. Pero Pedro le recomendó que besara el cuerpo de María, con lo que sus manos recobraron la salud. Pedro le entregó un retoño de la palma como remedio para comunicar la vista a los ciegos que creyeran que Jesús era el Hijo de Dios. Los apóstoles transportaron el cuerpo de la Señora y lo depositaron en un sepulcro nuevo en el valle del Cedrón. A los tres días regresaron para honrar las reliquias de la Virgen María, pero cuando abrieron el ataúd, no encontraron otra cosa que unos lienzos. Y es que “la preciosa morada corporal había sido trasladada por Cristo Dios, que en ella se había encarnado, a la morada celestial” (c. 14). (Foto: Tumba de la Virgen María en Jerusalén) Saludos cordiales. Gonzalo del Cerro
Lunes, 31 de Enero 2011
Notas
Hoy escribe Antonio Piñero
Comentamos las similitudes entre ciertos aspectos de la teología y práctica de la comunidad judeocristiana primitiva y los esenios, tal como se reflejan en los Manuscritos del mar Muerto. Hoy citamos más extensamente a VanderKam y Flint que comentan los temas reflejados en el título de esta nota. Sobre la Nueva alianza escriben (a veces la traducción que presento es un poco libre y parafrástica para que se entienda mejor): “La comunidad de Qumrán renovaba la Alianza anualmente en la Fiesta de las Semanas” (Pentecostés). En la misma ocasión el libro de los Hch nos dicen que el Espíritu fue concedido a los apóstoles y a los cristianos de Jerusalén, y se estableció una sociedad ideal en la que las posesiones eran comunes. Las dos comunidades están ligadas por un mismo recuerdo de las tradiciones bíblicas acerca de la escena de la Alianza en el Sinaí. Probablemente no es casualidad el que Hch 1 presente a Jesús como a Moisés, subiendo a una montaña antes de su ascenso al cielo, y que el Espíritu se presente como un don que Jesús ha enviado –tras ascender al cielo- a su pueblo que continúa aún en la tierra, allá abajo para Moisés que contemplaba al pueblo en la falda de la montaña (compárese con Hch 2,33). Moisés fue el medio para proporcionar la Alianza a los israelitas y el don del Espíritu en Pentecostés es, según Lucas, donde se establece una (¿nueva?) alianza (p. 357) La interpretación de la Escritura La exégesis de la Escritura de Pedro, según Hch 2, es muy similar a al practicada en Qumrán. E apóstol “cita pasajes de los profetas y de los salmos” –los textos principales sobre los qumranitas compusieron sus pesharim o comentarios que actualizaban la profecía al momento presente- y “parece como un esenio de Qumrán cuando defiende a sus compañeros en la fe en Jesús de estar borrachos” a tempranas horas de la mañana. Pedro cita Joel 2,28-32, que comienza: “En los últimos días sucederá, dice Dios, que derramará mi Espíritu sobre toda carne (Hch 2,17). En otras palabras, la predicción acerca del don del Espíritu divino a todas las gentes se cumplirá en los últimos días. “En realidad los textos hebreo y griego de Joel no dicen ‘en los últimos días’, sino ‘después de esto’, es decir,, cuando haya tenido lugar la vuelta del favor divino detallada en la sección precedente del oráculo profético (Joel 2,18-27). “En Hechos las palabras ‘después de esto’ se hacen más concretas a la luz del contexto de Joel. Este tipo de lectura de la Biblia continúa en Hch 2, donde varios salmos” (cuya situación originaria y su significado primigenio e histórico eran muy distintos) “se entienden como referidos a Jesús, del mismo modo que en los comentarios e interpretaciones bíblicos de Qumrán, los pesharim, donde por medio de esta exégesis se descubre el sentido de los eventos contemporáneos”. “Lao que está implicado en este asunto es evidente: tanto las gentes de Qumrán como los seguidores de Jesús en Jerusalén se consideraban comunidades escatológicas y se constituían como fraternidades ideales en Israel (las dos, cada una por su cuenta, se consideraban, en verdad el verdadero Israel y tenían como modelo la comunidad israelita en torno al Sinaí” (cf. p. 358 de VanderKam y Flint. Saludos cordiales de Antonio Piñero. Universidad Complutense de Madrid www.antoniopinero.com
Domingo, 30 de Enero 2011
NotasHoy escribe Antonio Piñero VanderKam y Flint opinan, con razón, que los Manuscritos del mar Muerto nos permiten aumentar la perspectiva de la interpretación correcta (acomodada a la mentalidad del siglo I d.C.) de los Hechos de los Apóstoles, de Pablo y de los autores de otras epístolas del Nuevo Testamento 1. Hechos de los apóstoles Confirmamos que los Manuscritos del mar Muerto ayudan a comprender el esquema mental que llevó a los primeros cristianos de Jerusalén a adoptar el sistema de la “propiedad comunitaria”: Hch 2, 44-46: "Todos los que iban creyendo abrigaban el mismo propósito y lo tenían todo en común; 45 vendían sus posesiones y sus bienes y lo repartían entre todos según la necesidad de cada uno. 46 Asimismo, mientras a diario perseveraban unánimes en el templo, también partían el pan en las casas y comían con alegría y de todo corazón, 47 alabando a Dios y siendo bien vistos de todo el pueblo. El Señor les iba agregando a los que día tras día se iban poniendo a salvo con el mismo propósito" (Tr. J. Mateos). Igualmente en Hch 4, 32-35: "32 En la multitud de los creyentes todos pensaban y sentían lo mismo: nadie consideraba suyo nada de lo que tenía, sino que lo poseían todo en común. 33 Los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús con mucho vigor; todos ellos eran muy bien vistos, 34 porque entre ellos no había ningún indigente, ya que los que po¬seían campos o casas los vendían, llevaban el producto de la venta 35 y lo ponían a disposición de los apóstoles; luego se distribuía según lo que necesitaba cada uno". Se trata –la comunidad de bienes- de una práctica compartida con la comunidad de Qumrán y que comparten hasta cierto punto un mismo “guión” teológico: 1) Ambos grupos estaban convencidos del final inminente de este (tipo de) mundo y el amanecer de otro mundo o nueva edad. 2) Ambas veían en la comunidad de bienes la puesta en práctica del precepto del amor al prójimo = a amar a Dios (dt 6,5 y Lev 19,18b). Los textos de Qumrán pertinentes son CD (Doc. de Damasco) 6,20 y “Regla de la comunidad) = 1QS 6,24 y 7,6. 1QS 6,24: “Si se encuentra entre ellos alguien que ha mentido acerca de los bienes (compartidos) a sabiendas, lo separarán de la comida pura de los Numerosos (de la comunidad) durante un año, y será castigado a un cuarto de su pan (= comida) Es éste un castigo menor que el de Ananías y Safira en Hch 5. 1QS 7, 6: “Si alguno se comporta negligentemente con los bienes de la comunidad, causando su pérdida, habrá de completarlos” CD 6,20 = unión del disfrute de los bienes (comunes) cvon el amor del prójimo: “…para apartar las porciones santas según su exacta interpretación; para amar cada uno a su hermano como a sí mismo, para reforzar la mano del pobre, del indigente y del extranjero He aquí textos, entre otros (véase el libro de González Lamadrid; Los descubrimientos del Mar Muerto, que citamos en postales anteriores) que indican que la primera comunidad judeocristiana tenía una teología en muy diversos puntos similar a la esenia ¿influjo de que bastantes esenios de Jerusalén –no de Qumrán- engrosaron las filas de los seguidores más primitivos de Jesús que eran totalmente judíos (con poca o ninguna influencia del pensamiento posterior de Pablo). Saludos cordiales de Antonio Piñero. Universidad Complutense de Madrid www.antoniopinero.com
Sábado, 29 de Enero 2011
NotasHoy escribe Antonio Piñero Como escribimos ya, Knohl sostiene que ese personaje de los textos transcritos, que tiene de sí mismo tan elevada estimación, fue Menahén, esenio, consejero del rey Herodes el Grande, y que se declaró mesías y fue muerto…, naturalmente. Este Menahén fue el modelo expreso de Jesús de Nazaret, que lo conoció e imitó expresamente. Los dos testigos del Apocalipsis de Juan, cap. 11, son en opinión de Knohl, los mesías real y sacerdotal que el autor de esa revelación cristiana toma de Qumrán. En efecto, dice, los dos testigos mueren, son expuestos durante tres días y luego resucitan La opinión de tres personas más calificadas que yo son las siguientes. Julio Trebolle (qumránologo entre otras cosas de la Universidad Complutense de Madrid) sostiene que la reconstrucción de Knohl es aventurada. Al ser los textos objeto de interpretaciones diversas, no se pueden obtener más que hipótesis. Trebolle opina que las reconstrucciones de Knohl de las lagunas (destrozos del manuscrito) de estos textos son totalmente aventuradas. VanderKam y Flint (pp. 282ss y 353, autores del libro objeto del comentario de esta serie) sostienen que es posible que hubiera un Menahén tal como describe Knohl, e incluso que fuera un pretendiente mesiánico. Pero, el conjunto de la hipótesis de Knohl son tan arriesgadas, que no puede prestárseles asentimiento. Y segundo: para reconstruir la figura del mesías en Qumrán ( y luego afirmar que el cristianismo es mera copia) se fija Knohl en textos oscuros, que no nombran al mesías directamente, mientras que no trata de otros pasajes (como la Regla de la Comunidad) en los que el mesías, o dos mesías, sí aparece de modo expreso. La crítica parece razonable. En conclusión: VanderKam y Flint –y yo estoy de acuerdo- opinan que la relevancia de los Manuscritos del mar Muerto para entender a Jesús y al cristianismo primitivo sigue siendo objeto de controversia. Pero que hay algo muy claro: comprendemos mucho mejor a Jesús y a sus seguidores judeocristianos si leemos esos Manuscritos. Pero esos Manuscritos del mar Muerto nos revelan una comunidad judía, no cristiana en absoluto. Nada hay de encriptamiento de noticias cristianas y de Jesús en ellos. El efecto de los textos aludidos en estas postales y otros sirve para autentificar la atmósfera teológica en la que vivió Jesús y para dar un aire de verosimilitud histórica, pues pertenece al ambiente judío del siglo I de nuestra era y a sus antecedentes, a lo que cuenta el Nuevo Testamento acerca de Jesús. Y añado: todo esto es verdad, pero no va en absoluto en contra de la tesis general interpretativa de los Evangelios de que transmiten muchos dichos y hechos auténticos de Jesús, pero vistos y reinterpretados a la luz de la teología cristiana que se forma después de la Pascua en la que muere Jesús (y sus seguidores creen que ha resucitado), teología que debe muchas ideas reinterpretativas a la mente de Pablo de Tarso. Saludos cordiales de Antonio Piñero. Universidad Complutense de Madrid www.antoniopinero.com
Viernes, 28 de Enero 2011
Notas
Hoy escribe Fernando Bermejo
La semana pasada, un amable lector planteaba explícitamente una pregunta que, como él afirmaba, solo implícitamente estaba formulada en mis posts. Tiene toda la razón este lector en formular explícitamente la pregunta. Aquí la reproducimos, dado que merece ser meditada por todo sujeto reflexivo: “¿Qué indica acerca de Ratzinger y del estamento al que pertenece el que, teniendo la información que tenía, haya sido posible el apoyo masivo a Maciel por parte de la curia, pontífice incluido, todavía a finales del año 2.004? Nuestro amable lector añade: ¿Es que Ratzinger sabía que todo el mundo sabía y por ello no hizo nada? Ratzinger se ha referido a Juan Pablo II como a su "amato predecessore". ¿Qué "amor" es posible en este caso? Yo me permito aquí, meramente, generalizar la pregunta de nuestro lector: “¿Qué indica, acerca de un sujeto perteneciente a una corporación, el hecho de que, disponiendo de gravísima información negativa acerca de un tercero, permita que sus colegas y sus superiores apoyen y alaben públicamente a tal sujeto? ¿Qué indica acerca de su clase moral y de la verdadera calidad de las relaciones que mantiene con sus colegas y sus superiores? Quizás resulte interesante añadir que, en algunas situaciones, no es imprescindible, para realizar una evaluación, conocer la respuesta exacta a una pregunta, si se da el caso de que a) se conocen las respuestas posibles y b) todas las respuestas posibles indican esencialmente lo mismo. Por último, para aquellos lectores que crean que la “Apología de Marcial Maciel” era solo una exageración humorística, les invito a no perderse las declaraciones que se encuentran en el siguiente enlace (que nos devuelven, por si falta hiciera, al lado más tragicómico de este asunto). Una vez más, la realidad supera a la ficción. http://lacomunidad.elpais.com/lplanas/2009/7/20/radio-amanecer-entrevista-lucrecia-rego-planas-la-otra Saludos cordiales de Fernando Bermejo
Jueves, 27 de Enero 2011
NotasHoy escribe Antonio Piñero El tema del título se inserta en el ámbito más general: “Otros textos de los Manuscritos del Mar Muerto y Jesús de Nazaret (II)” A este propósito he comentado ya hace tiempo unos pasajes relacionados con esta cuestión. Se trató del “mesías antes de Jesús” en las postales dedicadas al libro de Israel Knohl, El mesías antes de Jesús, de Edit. Trotta (The Messiah before Jesus. The Suffering Servant of the Dead Sea Scrolls) de 2004. Los textos básicos que aporta y traduce I. Knohl son los siguientes (tomados del libro mencionado, Apéndices): Los himnos mesiánicos se han conservado en dos versiones paralelas. Las dos versiones son semejantes en carácter, pero al mismo tiempo cada una tiene sus rasgos peculiares. La versión 1 de los himnos se ha transmitido en tres manuscritos diferentes: 4QHe, 4QHa fr. 7, y 1QHa col. 26. Por el contrario, la versión 2 se conserva sólo en un manuscrito, 4Q491 fr. 11, col. 1. En ambas versiones hay un himno escrito en primera persona, en el cual el autor se alaba a sí mismo. El primer himno, al que los investigadores denominan “Himno de autoglorificación”, va seguido en ambas versiones por una segunda composición que invita a los miembros de la comunidad a alabar a Dios. HIMNO 1, VERSIÓN 1 La base documental de la versión 1 del primer himno se halla en dos fragmentos de 4QHe. En el primer fragmento leemos: 1 el santo [consejo]. ¿Qui[én] 2 de [entre los hombres] ha sido rechazado como yo? 3 se compara a mi doctrina. 4 ¿Quién hay como yo entre los ángeles? 5 que pueda medir el [flujo] de mis labios? ¿Quién 6 soy el amado del rey, compañero del [ 7 nadie puede compararse, pues yo [ 8 con oro <me> coro[naré En el segundo fragmento leemos: 1 ¿Quién ha sido [como yo] despreciado? 2 [Y ¿quién] puede comparárseme [en mi paciencia] ante las adversidades? 3 ]Me siento [ Un tercer fragmento sólo contiene partes de una única palabra. Aunque estos textos son muy fragmentarios, podemos encontrar ayuda en otros manuscritos de la versión 1, en los que a veces se conservan expresiones paralelas en forma más completa. Las expresiones paralelas en la versión 2 sirven también para nuestro propósito. Sobre la base de estos testimonios directos e indirectos podemos -dice Knohl- reconstruir como sigue la versión 1 del himno primero: 1 [… Seré c]onta[do entre los ángeles, mi morada se halla en el] santo 2 [consejo] ¿Quié[n… y quién] ha sido [como yo] despreciado? Y ¿quién 3 de [entre los hombres] ha sido rechazado como yo? ¿Quién ha soportado tantas aflicciones como yo? [No hay doctrina] 4 que se compare a la mía. [Pues] tengo mi asiento [en los cielos] 5 ¿Quién hay como yo entre los ángeles? [¿Quién podría cortar mis palabras? Y ¿quién] 6 puede medir el [flujo] de mis labios? ¿Quién [puede equiparárseme y comparárseme así en el juicio? Yo] 7 soy el amado del rey, compañero de los san[tos y nadie puede acompañarme. Y en mi gloria] nadie puede comparárseme, pues yo [… ni] con oro <me> coro[naré, ni con oro refinado]. HIMNO 1, VERSIÓN 2 La segunda versión de este himno se conserva en las líneas 5-11 de 4Q491 fr. 11, col. 1: 5 [… para] siempre un trono poderoso en el consejo angélico. Ningún rey del pasado se sentó en él, ni tampoco los nobles. […¿Quién puede compararse] 6 [conmigo?] Nadie puede compararse con mi gloria, y nadie ha sido exaltado como yo, y nadie puede acompañarme. Tengo mi asiento […] en los cielos, y nadie 7 […] Seré contado entre los ángeles, y mi morada está en el consejo santo. [Mi] des[eo] no es el de la carne, [pues] todo lo que me es precioso está en la gloria de 8 la santa [mo]rada. ¿Quién ha sido estimado más despreciable que yo? Sin embargo, ¿quién se asemeja a mí en gloria? ¿Quién es […] 9 ¿Quién como yo ha soportado [todas] las aflicciones? ¿Quién puede comparárseme en resistir las adversidades? Nadie es como yo, y no hay doctrina comparable 10 [a la] mía. ¿Quién podría cortar mi[s palabras]? Y ¿quién podría medir el flujo de mi discurso? ¿Quién puede equipararse conmigo y comparar así (sus juicios) con los míos? 11 […pu]es soy contado entre los ángeles y mi gloria con los hijos del rey. Ni el oro, ni el [o]ro refinado HIMNO 2, VERSIÓN 1 Hay también dos versiones de este segundo himno. Veamos en primer lugar la versión primera, conservada en 4QHa fr. 7, col. 1, ls. 13-23; col. 2, ls. 1-14. Columna 1, líneas 13-23 13 “Entonad un cántico de alabanza, oh amados, cantad al rey de la 14 [gloria, alegraos en la asam]blea de Dios; resuene el gozo en las tiendas de la salvación, alabad en la santa morada. 15 Ensalzadle junto con las huestes eternas, atribuid a Dios la grandeza y la gloria a nuestro rey. 16 [San]tificad su nombre con fuertes labios y lengua poderosa, levantad juntos vuestra voz 17 [en t]odo momento, tocad sonora y alegre música; regocijaos con gozo sempiterno 18 sin cesar, rendid culto en la asamblea común. Bendecid al que realiza hechos maravillosos y hace conocer su poderosa mano, 19 [se]llando los misterios y revelando cosas ocultas, levantando a los que tropiezan y a los que caen; 20 [res]taurando los pasos de quienes aguardan el conocimiento, pero humilla las orgullosas asambleas de los siempre soberbios, 21 [y confir]ma los misterios esplen[dorosos] y esta[blece] gloriosas [mara]villas; [ben]decid al que juzga con ira destructiva 22 […] en amorosa bondad, justicia, abundantes mercedes, favores, 23 […] piedad para los que han frustrado su gran bondad, y fuente de Columna 2, líneas 1-14 1 […] 2 [… perece la maldad…] 3 [y cesa] la [op]resión; [el opresor cesa con indignación]. 4 Se [acab]a el engaño, no hay ya estúpidas perversidades; aparece la luz, y [se desparrama el go]zo; 5 [desaparecen] la aflicción y los quejumbrosos lamentos, aparece la paz, cesa el terror; brota una fuente de [eterna] bendi[ción], 6 y por la salvación eterna… acaba la iniquidad, cesa la aflicción, y no hay ya más enfer[medad; queda eliminada la injusticia], 7 [y no existe ya la culpa. Pro]clamad y decid: Grande es Dios que obra maravillas, 8 pues humilla el espíritu altivo de modo que nada queda, y eleva al pobre del polvo hasta [las alturas eternas], 9 hasta la nubes engrandece su estatura, y [está] con los seres celestiales en la asamblea de la comunidad y […] 10 ira para destrucción eterna. Y a los que tropiezan en la tierra los levanta sin cargos, y un po[der eterno sigue] 11 sus pasos, y gozo eterno en sus moradas, gloria sempiterna que nunca cesa [por siempre jamás]. 12 Decid: Bendecid a Dios que [ob]ra [ma]ravillas, que actúa poderosamente para que se manifieste su poder, [y que obra con justicia], 13 para que todas sus criaturas lo [co]nozcan, y para que con alegría en sus rostros conozcan la abundancia de su tierna [bondad y la grandeza de] 14 sus misericordias para todos los hijos de su verdad. HIMNO 2, VERSIÓN 2 La versión 2 del segundo himno ha sobrevivido de forma fragmentaria en las ls. 13-16 de 4Q491 fr. 11, col. 1: 13 [… Regocijaos], justos, entre los ángeles […] en la santa morada, entonad un himno 14 [… pro]clamad con sonoro grito […] en eterna alegría, sin […] 15 […] para establecer el cuerno de [su] mesías 16 […] para dar a conocer su poder con fuerza […] Comentaremos brevemente el texto el próximo día. La pregunta básica será: ¿es la autoconsciencia de Jesús una copia de la de este personaje mesiánico que tan buena opinión tiene de sí mismo? ¿Qué opinan los expertos? Saludos cordiales de Antonio Piñero. Universidad Complutense de Madrid www.antoniopinero.com
Miércoles, 26 de Enero 2011
NotasHoy escribe Antonio Piñero En el libro de VanderKam y Flint que comentamos, El significado de los Rollos del Mar Muerto (Trotta), hay más temas interesantes de comparación Jesús – Manuscritos del mar Muerto: 1. 4Q285 ¿mesías que muere o mesías que conquista? El texto es el siguiente, en A: Reconstrucción de Eisenmann: "Isaías el profeta… el bastión saldrá de la raíz de Jesé… rama de David y serán juzgados y harán matar al dirigente de la comunidad, la rama de David con heridas y el (sumo) sacerdote ordenará..." B. Reconstrucción de Vermes: "Isaías el profeta… y serán cortados… caerán y un vástago saldrá de la raíz de Jesé… rama de David y serán juzgados y el Príncipe de la comunidad lo hará matar, la rama de David… panderos y danzantes y el (sumo) sacerdote ordenará… los cadáveres de los kitios (= kittim = romanos)…" En los años noventa del siglo pasado hubo una gran discusión a propósito de este pasaje. Según VanderKam y Flint, el consenso actual es el siguiente: 1) El texto se refiere a Isaías 10,34—11,1, que afirma que las fuerzas del mal serán eliminadas por el beriote del tronco de Jesé, que es el mesías. 2) La rama que crecerá de ese brote es la “rama de David” = el mesías futuro. 3) Alguien es conducido ante el dirigente de la Comunidad, el caudillo de la nación (los dos títulos se entienden como mesiánicos) y es ejecutado ante él. 4) Todo Israel se regocijará con pandares y con danzas 5) Los cadáveres de los kitios son los de los enemigos del mesías. Conclusión importante: Éste (y otros textos de los Manuscritos del mar Muerto no valen para probar que en ellos se pinta la figura de un caudillo mesiánico que muere… Esto quiere decir implícitamente (contra las tesis de Eisenmann y Allegro): no se ve posible, o probado, que existiera tal idea y que la muerte en cruz de Jesús sea una mera copia, voluntaria, de lo que ocurrió con el caudillo mesiánico en Qumrán. Saludos cordiales de Antonio Piñero. Universidad Complutense de Madrid www.antoniopinero.com
Martes, 25 de Enero 2011
Notas![]()
Hoy escribe Gonzalo del Cerro
Libro de san Juan evangelista, el teólogo Una de las tradiciones mejor conservadas en la comunidad cristiana sobre el apóstol Juan de Zebedeo es la que lo vincula a la madre de Jesús. La escena de la crucifixión recoge el diálogo entre el crucificado y su madre. Estaban junto a la cruz la madre de Jesús y otras piadosas mujeres. Dice el texto de Juan: “Jesús, viendo a su madre y al discípulo a quien amaba, que estaba allí, dijo a su madre: «Mujer, he ahí a tu hijo». Luego dijo al discípulo: «He ahí a tu madre». Desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa” (Jn 19,26-27). Entre otras tradiciones sobre el apóstol Juan, tiene gran presencia en los textos la idea de que vivió en Éfeso con la madre de Jesús. Es lógico, pues, que Juan tenga una presencia especial en los relatos sobre la vida de la virgen María. De forma muy particular, en los apócrifos que hablan de la Asunción de María al cielo en cuerpo y alma. El más antiguo de estos apócrifos es el que lleva como epígrafe o título Libro de san Juan evangelista, el teólogo. Una obra del siglo IV, pero que podría recoger tradiciones de mayor antigüedad, como parece demostrar la obra del Pseudo Melitón, De Transitu uirginis Mariae (MIGNE, PG V 1231). Juan narra los sucesos en primera persona con la intención de dar mayor garantía de realidad a su relato. María acudía al sepulcro de Jesús a orar, lo que levantaba las iras de los judíos, que habían prohibido las visitas al sepulcro vacío de Jesús. El arcángel Gabriel había anunciado la cercanía de su tránsito. Estaba la Virgen orando para que el Señor le enviase al apóstol Juan. “Mientras ella estaba en oración, me presenté yo, Juan, porque el Espíritu me arrebató por medio de una nube desde Éfeso” (LibJnEv 6). María veía cumplido el encargo de Jesús desde la cruz. Mucho más cuando Juan le aseguró que el Señor estaba a punto de llegar según le había prometido. Con él llegarían los demás apóstoles. Ellos impedirían que los judíos cumplieran sus amenazas de quemar el cuerpo de la Virgen, porque la corrupción no tocaría su santo y precioso cuerpo. Mientras Juan se puso en oración, el Espíritu invitó a los apóstoles a subir en sendas nubes para viajar desde sus tierras de misión hasta la casa de María en Belén. Quiso la Virgen conocer cómo habían llegado tan pronto hasta ella, por lo que cada uno de los apóstoles contó su peripecia personal. Juan habló de su caso diciendo: “En el momento en que yo me encontraba en Éfeso para celebrar los oficios, el Espíritu Santo me dijo: «Ha llegado el momento de la partida de la madre de tu Señor. Marcha a Belén para despedirla». Entonces una nube luminosa me arrebató y me depositó en la puerta de la casa donde yaces” (c. 17). Cuenta luego Juan que fue testigo (“yo vi”) de numerosos milagros que se producían alrededor de la casa donde María se encontraba. Todos los enfermos que tocaban el muro de la casa quedaban automáticamente curados. Se creó un ambiente que molestó profundamente a los judíos, que acudieron al gobernador en demanda de auxilio. El gobernador se resistía en principio, pero acabó enviando a Belén un contingente de mil hombres para resolver la situación. El Espíritu Santo vino en ayuda de los apóstoles y les recomendó que viajaran a Jerusalén en el mismo medio de transporte que los había traído hasta Belén. Llevando el lecho de la Señora, se trasladaron los apóstoles a Jerusalén sobre una nube. El relato de Juan sigue contando del furor de los judíos y su empeño en incendiar la casa de la Virgen. Pero surgió de la casa un fuego luminoso que abrasó a gran cantidad de judíos. El hecho prodigioso produjo una gran disensión entre los mismos judíos, pues muchos creyeron en el nombre de Jesucristo, mientras otros siguieron recalcitrantes. “Cuando estábamos los apóstoles en Jerusalén, continúa contando Juan, nos dijo el Espíritu Santo” que el tránsito de María se efectuaría en domingo. Pues en domingo habían tenido lugar la anunciación, el nacimiento de Jesús, la entrada solemne en Jerusalén y la resurrección. Llegó el Señor con un inmenso ejército de ángeles y se llevó el alma de su madre al paraíso. Se oyó una voz del cielo que decía: “Bendita tú entre las mujeres”. Juan describe los detalles como testigo ocular. “Fuimos a toda prisa Pedro y yo Juan… y abrazamos sus sagrados pies para ser santificados”. Los apóstoles colocaron el santo cuerpo de María en un féretro y se lo llevaron. Durante el traslado del cuerpo, tuvo lugar el incidente del judío Jefonías, que se lanzó contra el féretro. Pero un ángel separó del cuerpo sus dos manos que quedaron colgadas del féretro en el aire. Pedro deshizo el entuerto, de manera que las manos de Jefonías regresaron a su lugar, por lo que creyó y glorificó a Dios (c. 47). Los apóstoles llevaron el cuerpo de María y lo depositaron en Getsemaní en un sepulcro nuevo. Salía un suave perfume del sepulcro y se oían “voces celestiales de ángeles que glorificaban a su Hijo, nuestro Dios”. A los tres días cesaron las voces, por lo que todos supieron que el sagrado cuerpo de la Virgen había sido trasladado al paraíso. Termina Juan su relato con estas palabras: “Nosotros, pues, los apóstoles, al contemplar el repentino y venerable traslado del santo cuerpo de María, dimos gloria a Dios que nos manifestó sus maravillas acerca del tránsito de la madre de nuestro Señor Jesucristo” (c. 50). (Fotografía: Tiziano, "La Asunción") Saludos cordiales. Gonzalo del Cerro
Lunes, 24 de Enero 2011
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Editado por
Antonio Piñero
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Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.
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