CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
Método para recuperar al Jesús de la historia según Gonzalo Puente Ojea (y II) (192-05)
Hoy escribe Antonio Piñero

Continuamos con el tema del descubrimiento del Jesús histórico en la obra de Puente Ojea

Sostiene GPO que –según lo señalado en la nota anterior- descubrir la tendencia teológica de cada evangelista, es decir, cómo concibe la imagen de Jesús, con qué rasgos, etc., es un instrumento precioso para acercarse al Jesús de la historia. El lector se imaginará enseguida el porqué.

Para descubrir la "tendencia" es preciso hacer un inventario de los datos, dichos o hechos de Jesús de un modo completo y ver qué ideas maestras gobiernan el conjunto de los datos (= es el conocido método de la Historia de la Redacción de la que hemos hablado largamente en este Blog)

Luego hay que efectuar una lista no menos exhaustiva de los elementos que no encajen con esa tendencia, es decir del material tradicional que GPO denomina “furtivo”, material que de modo inadvertido se ha introducido aquí y allá en las narraciones evangélicas, la mayoría de las veces sin que el evangelista llegara a comprender todo su alcance.

Una precisión: GPO se limita normalmente al material de los evangelios sinópticos, sobre todo el de Marcos, al que ha dedicado dos libros (El Evangelio de Marcos. Del Cristo de la fe al Jesús de la historia (2ª edic. 1992); El mito de Cristo (2ª edic. 2000). La cita de otros textos apócrifos como El Evangelio de Pedro o el de Tomás, gnóstico, es escasa debido sobre todo a la consciencia de GPO de que los investigadores los utilizan para corroborar datos sobre el Jesús de la historia adquiridos por el análisis de los Evangelios Sinópticos.

El método de analizar ese material “furtivo” --es decir, introducido en los Evangelios por el peso mismo de la tradición oral sobre Jesús y que no podía ser negado so pena de incurrir en una suerte de traición a lo recibido-- conduce a la idea de que los Evangelios, a pesar de ser una literatura de propaganda religiosa, informan o pueden informar de datos históricos si se sabe leerlos convenientemente. Se niega así el escepticismo radical que gobierna la obra de otros autores, en España, por ejemplo, José Montserrat Torrents.

Sin embargo, GPO, con múltiples investigadores, recalca que se debe tener en cuenta que no deben admitirse sólo y exclusivamente los datos "furtivos" sobre Jesús, y otros naturalmente, que contradigan al judaísmo normativo de la época o a las creencias de la Iglesia posterior (el denominado criterio de dificultad o de desemejanza), porque el rígido empleo de esa norma daría una imagen del Nazareno unilateral y sesgada, ya que no permitiría encardinarlo en su época, aunque tales datos fueran indudablemente ciertos.

Por ello, también con múltiples investigadores, GPO insiste en incardinar a Jesús en la Palestina del siglo I. El método sería imperfecto –opina con el común- si rechazara material en el que Jesús aparece compartiendo o divergiendo razonablemente de la fe judía de su tiempo.

Con otras palabras, GPO está totalmente de acuerdo con lo que sostiene la mayoría de los críticos: al denominado “criterio de disimilitud”, o de “dificultad” ha de añadirse el de “plausibilidad histórica”, es decir, no sólo la diferencia, sino también el que sitúa a Jesús en su contexto. Pero Puente Ojea se toma en serio lo de considerar a Jesús un judío de su tiempo y piensa que deben obtenerse las consecuencias. Es sabido que muchos investigadores no lo hacen.

Insiste GPO en que es esencial distinguir dos niveles:

1. Entre las intencionalidades imputadas a los agentes en general que no fluyan de los datos mismos recogidos en los textos (es decir, de lo que indican los textos evangélicos en sus distintos niveles) y

2. Los propósitos e intenciones que sí fluyen de los textos, que se deducen razonadamente porque se apoyan en datos que componen el tejido que integra y estructura un pasaje o un conjunto dado de pasajes.

Es preciso luego, una vez descubierto el material interesante para reconstruir a Jesús, formular hipótesis o explicaciones objetivas de diversos fenómenos como son:

• Las rupturas lógicas,

• Las sorpresas narrativas que derogan la verosimilitud del relato o

• Las nuevas informaciones que rompen la aparente lógica interna.

Las hipótesis propuestas a partir del análisis de todo este conjunto deben apuntar al intento de aclarar los mecanismos de tergiversación de los posibles datos primigenios, ya que por hipótesis se trata de material furtivo que contradice la "tendencia". La explicación de un fenómeno histórico sólo es tal si se identifican las causas eficientes de ese fenómeno, la aparición de material "diferente".

Hacia este objetivo se orienta todo el trabajo explicativo, ya que el intento es reconstruir con criterios de verosimilitud el relato auténtico o el escenario histórico real sobre el que se sustenta un tema determinado que afecta a la figura de Jesús.

En una palabra, según GPO hay que seguir el camino que impone un método heurístico (es decir, de obtención de datos) analítico, racional y sano que ha de comenzar por rechazar de antemano la sumisión a intereses dogmáticos ya preestablecidos, y por no someterse a la ilusión de creer que el estudio crítico de las ideologías que laten en los textos evangélicos no constituye parte esencial de la tarea del historiador (Ideología, pp. 9-10.79.83ss; Vivir…, pp. 284ss. 294-297; Existencia, pp. 6ss.9.14ss; El Evangelio de Marcos, passim; El mito de Cristo, passim).


Saludos cordiales de Antonio Piñero.
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com
Viernes, 22 de Julio 2011
El orfismo, Platón… y el cristianismo (y II) (193-02)
Hoy escribe Miguel Herrero de Jáuregui

Concluimos hoy el comentario al libro iniciado en la nota anterior


Cuando al final de la Antigüedad los neoplatónicos que resisten el avance del cristianismo, desde Jámblico, tratan de buscar en la tradición griega sus propias fuentes de inspiración revelada, proclaman que Orfeo y los órficos están en la base de todas las teorías platónicas y que "Platón remeda lo de Orfeo en todas partes" (Olimpiodoro, in Plat. Phaed. 10.3 = Orph. Fragm. 338 II).

En expresión de Peter Kingsley, los estudiosos se han dedicado generalmente a mostrar cuánta falsedad y exageración hay en las palabras de Olimpiodoro, y ahora toca mostrar qué tienen de verdad. De hecho, es una tendencia del avance historiográfico que las figuras gigantescas del pasado se van redescubriendo en su contexto, y sus hallazgos dejan de ser ex nihilo para convertirse en pasos decisivos que culminan procesos anteriores.

Igual que Homero ya no es el principio de la poesía griega, sino que es el último estadio de una larguísima tradición de épica oral, así también al reconocer los precedentes órficos Platón deja de ser el "inventor" de ciertas teorías para ser el que les da forma filosófica y coherencia interna. ¿Les quita ello algo de su grandeza a Homero o Platón? Al contrario, igual que la Ilíada se enriquece como obra maestra al encontrar en ella sofisticados mecanismos de alusión a otras tradiciones poéticas que quedan superadas por Homero, el descubrimiento de las fuentes en que Platón se inspira revela la inmensa capacidad crítica y la superior profundidad del pensamiento del filósofo ateniense.

Ahora bien, la dificultad estriba en saber qué es realmente el material órfico previo a Platón y cuál es su propia aportación. La palabra clave de la cuestión es "transposición", la adaptación platónica de citas, imágenes e ideas órficas para apoyar su propio sistema. Para conjurar el peligro de razonamientos circulares que proyectan lo platónico sobre lo órfico para después postular un influjo (como se hizo, igual que con el cristianismo, en épocas pasadas), el método debe ser cuidadosamente textual y basado en las propias referencias de Platón a Orfeo, los poemas y ritos órficos, y los seguidores de Orfeo. Y aun en las referencias expresas, debe deslindarse, mediante comparación con otros pasajes platónicos y materiales externos, qué parece ser material previo y qué parece deformación platónica. Y finalmente, diferenciar lo seguro, lo probable y lo posible para evitar castillos en el aire.

Para asegurar este rigor metodológico la experiencia del filólogo Alberto Bernabé en el manejo de las fuentes es una garantía de fiabilidad. Así lo muestra el apéndice final con los textos más importantes, y la estructuración inductiva, de lo particular a lo general, del libro en los siguientes capítulos.

Primera Parte: Platón se refiere a Orfeo y sus seguidores

1. Referencias de Platón a Orfeo
2. Referencias de Platón a los seguidores de Orfeo

Segunda Parte: Ecos de las doctrinas órficas en Platón

3. Cuestiones de método
4. Mitos cosmogónicos y teogónicos
5. Modelos del cosmos
6. La inmortalidad del alma y la transmigración
7. Alma y cuerpo: soma / sema
8. El mito de Dioniso y los Titanes
9. Visiones del Más Allá: Premios y castigos del alma
10. Justicia y retribución
11. La imagen de Zeus
12. Ritos órficos e iniciación filosófica

Tercera Parte: La transposición platónica

13. Métodos de la transposición platónica

Cuarta Parte: Síntesis

14. Actitudes de Platón frente al orfismo

Apéndice: textos y traducciones

El índice de contenidos da idea de la multitud de campos de la teología, cosmología y antropología platónicas en que el orfismo influye, en diversos modos, en la forma poética (p. e. Zeus principio, medio y fin de todo) o en el fondo (p. e. la naturaleza titánica en todos los hombres).

En algunos pasajes por supuesto la interpretación de Bernabé podrá ser discutida y dará pie a nuevos debates. Pero en cualquier caso esta obra quedará como el gran clásico sobre la cuestión durante mucho tiempo. Aquí sólo queda recomendar su lectura, felicitar al autor, y también a la editorial Abada por su acierto y valentía en haberla publicado sin rehuir la impresión de textos en griego cuando hace falta.

Saludos cordiales de Miguel Herrero de Jáuregui y de Antonio Piñero.
Universidad Complutense de Madrid
Miércoles, 20 de Julio 2011
El orfismo, Platón… y el cristianismo (I) (193-01)
Hoy escriben Miguel Herrero de Jáuregui / Antonio Piñero


Como saben los lectores, uno de los cambios, radical sin duda, de la religión judía en la época del Helenismo, fue la aceptación de que el hombre está compuesto de alma y cuerpo (distinguiendo bien las dos partes), de que el alma es inmortal, que por ello existe otra vida después de la muerte y que Dios retribuirá en esa vida conforme a los hechos de cada uno en ésta: con el paraíso a los justos; con el infierno eterno, a los malvados.

Y saben también los lectores que tales ideas (conviene insistir: prácticamente no existían en la religión judía antes de esa época salvo algunos balbuceos) eran moneda corriente en ambientes religiosos griegos influidos por la cosmovisión y por la religiosidad de los órficos por lo menos desde el siglo VI a.C. Pero que fue Platón sobre todo el que las recogió y le dio carta de ciudadanía. Igualmente saben los lectores que el cristianismo en esta aspecto es hijo directo de un judaísmo muy platonizado y “orficizado”, por así decirlo, en estas ideas.

Para dar fundamento a esta tesis que he defendido muchas veces, para ir en profundidad a la base, me viene muy bien un libro que acaba de aparecer de mi colego Alberto Bernabé. He encargado a Miguel Herrero de Jáuregui, becario “Ramón y Cajal” de mi Departamento de la Complutense, doctor en Filología Clásica, con una tesis doctoral, transformada en excelente libro, y autor conocido en estos temas órficos y su relación con el cristianismo para que comente el volumen. He aquí su comentario, que divido en dos partes:

“Acaba de llegar a las librerías un gran libro sobre Platón y el orfismo de Alberto Bernabé, al que se dedica esta entrada del blog, por invitación de su editor. Platón y el orfismo: diálogos entre religión y filosofía, Editorial Abada, Madrid 2011, 400 páginas y 25 €, es una obra de lectura obligada y placentera para todos los interesados en la filosofía, literatura y religión griegas.

El autor no necesita presentación: editor de los fragmentos órficos, ha publicado numerosos artículos y libros en varias lenguas y es autoridad reconocida internacionalmente en la materia. Aquí recoge los frutos de un estudio de largos años sobre una de las dimensiones más importantes del orfismo: su influjo sobre Platón.

Como es sabido, el estudio del orfismo ha sufrido vaivenes espectaculares a lo largo del último siglo. De la reconstrucción falseada a fines del XIX y primeros del XX de una "Iglesia órfica", una religión con sus dogmas de salvación, su clero y sus sacramentos, se pasó desde los años 30 al "orfeoescepticismo" extremo que negaba la propia existencia del orfismo.

Sólo desde los años 60 del siglo pasado, con nuevos descubrimientos como el Papiro de Derveni, nuevas laminillas de oro con instrucciones para el viaje del alma al Hades, y las tablillas de hueso de Olbia que atestiguan un tiaso de órficos en el siglo V a. C., el orfismo volvió a ser un tema de interés científico, que tras la edición de Bernabé goza hoy de gran popularidad. Sin embargo, en nuestra época se evita caer en los excesos del pasado y se tiene cuidado de no proyectar en la Grecia clásica nociones propias de otras épocas y otras religiones, y de distinguir el orfismo temprano del retrato idealizado que transmiten fuentes tardoantiguas.

Probablemente el efecto más importante del orfismo en la historia espiritual de occidente es su influjo sobre Platón (e indirectamente sobre el judaísmo y el cristianismo a través de éste). Se puede comparar, mutatis mutandis, a Platón y el orfismo con Marx y el socialismo utópico. Tras El Capital, las ideas de Saint Simon y compañía quedan muy atrás en hondura y articulación intelectual, y sólo los eruditos o los románticos acuden a ellos como fuente directa del socialismo moderno. Pero es claro que buena parte del pensamiento de Marx no se explicaría sin el influjo de sus utópicos predecesores.

Dejando la metáfora para volver a nuestro tema, gracias a la transposición platónica de nociones órficas como la superioridad del alma inmortal sobre el cuerpo mortal y otras que se enumeran en el índice de contenidos (cf. la segunda parte de esta nota en la postal de mañana), ideas originalmente marginales en la Grecia clásica, más intuitivas y poéticas que filosóficas, adquirieron una consistencia que las convirtió en el centro de la koiné espiritual que domina en el mediterráneo desde fines de época helenística. La mayor parte de las concomitancias entre orfismo y cristianismo, que han hecho pensar a muchos en influjos directos entre uno y otro, se explican de hecho por la mediación del platonismo vulgarizado.

Saludos cordiales de Miguel Herrero de Jáuregui y Antonio Piñero.
Universidad Complutense de Madrid


Martes, 19 de Julio 2011
Apéndices a la vida de Pablo (1)
Hoy escribe Gonzalo del Cerro

APÉNDICE 1. PHeid 79-80

Añado los datos recogidos en dos papiros, el PHeid 79-80 y el Papiro de Michigan 3788, publicado por C. Schmidt. Aunque sorprende el carácter del fragmento en el que Jesús habla directamente con sus discípulos Simón Pedro y Felipe, el hecho de que ambos papiros lo recojan en el contexto del denominado episodio italiano de los HchPl ha hecho pensar a no pocos autores que pudiera tratarse de un episodio original de los primitivos HchPl. Ante la eventualidad de que así sea, lo recogemos entre las tradiciones que componen el perfil del apóstol de las gentes.

En la página 79 del papiro aparece Jesús que habla a sus discípulos, admirados por los milagros que su maestro realizaba. Aludía Jesús, en efecto, a los leprosos limpiados, los enfermos curados, los paralíticos rehabilitados, los endemoniados liberados de la posesión diabólica, la multiplicación de los panes, su caminar sobre las aguas del mar y su autoridad sobre los vientos. Si conocían de veras a Jesús y sabían de sus poderes, no tenían motivo para admirarse. Si creían en los poderes taumatúrgicos de Jesús, podrían dar órdenes a una montaña para que se trasladara hasta el mar.

Todos los detalles aludidos por Jesús eran hechos narrados en la historia de los evangelios, similares a los que el mismo Jesús expuso a sus discípulos como respuesta a la consulta de Juan el Bautista. Simón (Pedro) replicó manifestando su admiración por algo tan desconocido y sorprendente como la resurrección de los muertos que Jesús realizaba (PHeid 80). El Señor le respondió que haría cosas aún mayores para que los testigos de sus obras creyeran en el que lo había enviado.

Simón dijo a Jesús: “Señor, mándame que hable”. Jesús respondió: “Habla, Pedro”. El relator afirma que desde aquel día lo denominó con ese nombre. Pedro insistía en que no había obra más grande que resucitar a los muertos o alimentar a una gran multitud. El Señor continuó asegurando que había cosas mayores que serían capaces de realizar los que creen de todo corazón. Intervino entonces Felipe en tono de enfado preguntando a Jesús por aquellas cosas que deseaba enseñar a sus discípulos. La respuesta de Jesús quedó oculta en la laguna del papiro.

APÉNDICE 2. Nicéforo Calixto, Historia Eclesiástica, II 25 (PG 145, col. 822)

El historiador Nicéforo Calixto (s. XII/XIII) se refiere a los autores que han escrito sobre los viajes de Pablo. Cuentan de los padecimientos que el apóstol hubo de soportar en Éfeso. Menciona al magistrado Jerónimo que ya conocemos por el Papiro de Hamburgo, lo mismo que a las piadosas mujeres Eubula y Artemila, “esposas de ciudadanos importantes de Éfeso”. Las dos mujeres eran discípulas de Pablo y le pedían la gracia del bautismo. Pablo quedó libre de las cadenas que lo retenían en prisión. Unos ángeles, portadores de lanzas, lo acompañaron e iluminaron con la abundancia de su luz interior. Consumó la iniciación de las mujeres administrándoles el bautismo en la orilla del mar sin que los guardas de la prisión advirtieran el suceso. Regresó luego a la prisión en espera de su lucha contra las fieras.

Llegado el momento, soltaron contra Pablo a un león gigantesco de aspecto feroz, que corrió hasta acurrucarse a sus pies. Lanzaron a otros animales salvajes, pero ninguno pudo tocar el sagrado cuerpo de Pablo, que se mantenía erguido en oración. Mientras sucedían estas cosas, se desencadenó un estruendo terrible, acompañado de una espantosa granizada que hirió a muchos hombres y a numerosas fieras. El león marchó a sus montañas, mientras Pablo se embarcaba para Macedonia y Grecia. El magistrado Jerónimo perdió incluso una oreja cuando huía a toda prisa hacia su casa. Sin mencionar el hecho de su curación, que conocemos por el PH, el historiador cuenta que Jerónimo se convirtió al Dios de Pablo con toda su casa y recibió el bautismo de salvación.

Podemos apreciar la elasticidad de los relatos de la literatura apócrifa cuando vemos que historiadores de profesión, como Nicéforo Calixto, los incluyen entre lo que ellos consideran material de la historia. Siguen en pie firme las consideraciones de Tucídides sobre la movilidad de los datos que componen la narración por personas distintas de unos mismos sucesos, de los que unos y otros son testigos de vista. La realidad es que cada uno de los testigos cuenta los sucesos de forma distinta. La razones aportadas por el gran historiador son dos: la ignorancia en algunas ocasiones, y los intereses creados, en otras.

Éfeso. Camino del teatro al mar.

Saludos cordiales. Gonzalo del Cerro
Lunes, 18 de Julio 2011
Método para recuperar al Jesús de la historia según Gonzalo Puente Ojea (I) (192-04)
Hoy escribe Antonio Piñero


Comenzamos por unas consideraciones generales que parten de un triple supuesto:


A. La historicidad del personaje Jesús de Nazaret (en dos notas anteriores hemos intentado explicar cómo y con qué reflexiones sobre los textos evangélicos y pasajes de Flavio Josefo lo prueba GPO)

B. En la transmisión oral de los datos sobre cualquier personaje histórico se producen tergiversaciones = Jesús no escribió nada...

C. La comparación simple de la imagen de Jesús de los diversos Evangelios entre sí y con la teología posterior acerca del personaje evidencia que se ha dado una idealización posterior.

Cómo ha sido esta idealización es objeto de múltiple estudio y reflexión

Opina GPO que la recuperación de los rasgos históricos de Jesús no es tarea fácil porque su figura se ha utilizado -casi desde el inicio del movimiento cristiano y gracias a la difusión de escritos ad hoc --por ejemplo, los Evangelios y las cartas de Pablo-- para propagar una ideología religiosa que el análisis demostrará ser muy distinta y distante de la del Jesús real, histórico.

Sostiene GPO que ya las mismas fuentes primeras (Evangelios) muestran un grado de tergiversación tal que resulta difícil para la mayoría de los lectores sencillos, en los que ha calado profundamente esta otra imagen, retornar hacia un Jesús original. Pero –opina- no hay lugar para un escepticismo y desánimo extremos, como algunos opinan, ya que existen posibilidades reales de recuperación gracias al análisis y a la crítica.

Según Puente, la tergiversación nace, además:

• De la voluntad positiva de acomodar la figura del Jesús real a una visión teológica previa,

• De la coyuntura histórica de los años 30-70 del siglo I, con sus terribles movimientos revolucionarios en Judea y Galilea, que hubo de condicionar de forma notable la transmisión del magisterio de Jesús respecto a tales movimientos según las ideas que respecto a ellos tuvieran los autores de la recopilación de datos tradicionales sobre Jesús

• de que este mismo magisterio hubo de resultar alterado en la mente de los discípulos a consecuencia de las experiencias pascuales (que GPO juzga como visionarias) unidas a las conmociones anímicas producidas por la creencia firme en la resurrección del Maestro; y

• de que la misma organización de los datos de la tradición se iba haciendo ya desde el principio conforme a intereses ideológicos y teológicos, etc. (Ideología, p. 123).

A pesar de tantos inconvenientes, la reconstrucción es factible, opina GPO, aunque no se pueda llegar al dibujo de una semblanza completa del Nazareno. Existen, sin embargo, los medios para saber ciertamente qué no fue Jesús y para conocer los rasgos esenciales de su figura y misión.


La investigación ha confirmado que para tal reconstrucción hay que centrarse en los testimonios más antiguos sobre Jesús que coinciden con los cuatro evangelios aceptados como canónicos por la Iglesia, sobre todo los tres primeros, denominados “sinópticos” (es decir que pueden verse “en una misma ojeada”, puestos en columnas paralelas).

Entre ellos, la investigación está de acuerdo en que el primero en escribirse fue el de Marcos. Es necesario, pues, someter a un escrutinio racional a este evangelio, y naturalmente también a los demás, pues éstos aparte de copiar a Marcos tienen fuentes propias y peculiares perspectivas sobre el Nazareno.

El punto de partida en el análisis interno del Evangelio marcano es la ayuda de los métodos que la investigación ha ido desarrollando hasta el momento:

• Análisis literario del texto en sí y análisis comparativo con los otros evangelios;

• Crítica de fuentes o búsqueda de posibles documentos base anteriores;

• Crítica de las formas y de la redacción, es decir, indagación de las costumbres, tendencias teológicas y hábitos de los autores.

Es preciso reflexionar continuamente y obtener consecuencias de las contradicciones, incongruencias, incompatibilidades, falsas suturas de las perícopas, de la articulación de los datos ofrecidos, de las nuevas perspectivas presentadas que rompen el ritmo o sentido de lo ofrecido hasta el momento, etc.

Todo ello lleva a la convicción de que el Evangelio de Marcos y los demás escritos evangélicos que lo utilizan no son el producto de la percepción personal de sus autores, sino de las tradiciones recibidas que son reelaboradas y manipuladas profundamente por ellos según una “agenda teológica” previa.

Es preciso descubrir el Sitz im Leben, “contexto vital”, que ha generado el esquema mental de un evangelio completo, o la ideología subyacente a determinadas perícopas, naturalmente sin reducirse sólo a la temática espiritual del tal Sitz im Leben, pues el no incluir las consideraciones sociales y políticas ofrecería sólo una parte de la posible recta interpretación (Deducido de (Ideología, pp. 9-10.79.83ss; Vivir…, pp. 284ss. 294-297; Existencia, pp. 6ss.9.14ss).


En la próxima nota concluimos este tema.


Saludos cordiales de Antonio Piñero.
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com
Domingo, 17 de Julio 2011
Hoy escribe Antonio Piñero



Al menos desde 1992 (Evangelio de Marcos, p. 10, nota), sostiene GPO que la prueba de la existencia histórica de Jesús a partir de la crítica interna de los testimonios cristianos contenidos en el Nuevo Testamento es la más perentoria y pertinente de cuantas disponemos:

“La prueba mayor de que existió históricamente un hombre conocido después como Jesús de Nazaret radica en las invencibles dificultades que los Evangelistas afrontaron para armonizar o concordar las tradiciones sobre este personaje con el mito de Cristo elaborado teológicamente en esos mismos textos”.

En ¿Existió Jesús realmente? (p. 170) añade:

“Nadie se esfuerza por superar las gravísimas dificultades derivadas de dos conceptos divergentes y contrapuestos de un mismo referente existencial”, es decir, referidas a un mismo personaje visto desde dos ópticas diferentes “si dichas aporías no surgieran de testimonios históricamente insoslayables […] Ninguna otra prueba alcanza un valor de convicción comparable a la que surge de los desesperados esfuerzos, a la postre fallidos para una mirada histórico-crítica, por cohonestar el Cristo mítico de la fe con la memoria oralmente transmitida, de modo fragmentario, de un Jesús de Nazaret, un judío que vivió, predicó y fue ejecutado como sedicioso en el siglo I de nuestra era”.

“Nadie asume artificialmente datos o testimonios que dañen a sus propios intereses, a no ser que exista una tradición oral o escrita que sea imposible desconocer, en cuyo caso sólo resta el inseguro expediente de reinterpretarla o remodelarla tergiversando su sentido genuino […] El deseo de apuntalar con datos históricos el nuevo mensaje de salvación (paulino) […] obligó a los evangelistas a usar reiteradamente -casi siempre de modo intermitente y elusivo- tradiciones muy antiguas sobre actitudes y palabras del Nazareno. De este precioso material, que podríamos calificar de «furtivo», puede inferirse con estimable seguridad que Jesús existió y fue un agente mesiánico que asumió sustancialmente los rasgos básicos de la tradición davídica popular y de la escatología de origen profético, aderezada con acentos apocalípticos”.

Además, no sólo de los evangelios, sino del estudio del conjunto documental de las fuentes cristianas primitivas, si se realiza aplicando correctamente todos los métodos de investigación que poseen hoy las ciencias históricas, prueba con plena evidencia que en la génesis del fenómeno cristiano son perfectamente identificables dos referentes distintos:

A) Un referente existencialmente real, auténtico y razonablemente datable, es decir, un personaje como Jesús;

B) Un falso referente sobrenatural e inexistente, es decir, un ente puramente mental conocido como el Cristo de la fe.

El referente A) se presenta en las fuentes documentales como un judío que asumió la pretensión de ser el mesías de las promesas del Dios hebreo a su pueblo elegido en cumplimiento de un pacto o testamento.

El referente B), por el contrario, se presenta en esas fuentes como una especie de avatar de un Dios cósmico que se encarna y baja a la tierra para expiar mediante su pasión, muerte y resurrección los pecados de la humanidad pasada y presente (¿Existió…? 192-193).


Y concluye:

“De la experiencia personal y del movimiento mesiánico de Jesús, los apóstoles y demás judeocristianos de la iglesia de Jerusalén no hicieron de Jesús un salvador de corte helenístico, ni dudaron jamás de la existencia real de su maestro y líder mesiánico. Serían los seguidores de Pablo o de Juan quienes tardíamente -después de la crucifixión, muerte y supuesta resurrección de Jesús- se atrevieron a creer en un Cristo divino (inexistente)” (¿Existió…? 196).


Saludos cordiales de Antonio Piñero.
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com
Sábado, 16 de Julio 2011
Índice de la revista Ánthropos, número 231 / 2011
Hoy escribe Antonio Piñero

Queridos lectores:

Les ofrezco el índice completo de la revista Ánthropos, nº 231/2011, dedicado al pensamiento, no sólo en materia religiosa, de G. Puente Ojea, porque puede ayudar a que, si a alguno le interese, puede ver otras perspectivas distintas a las mías, y les ayude a formarse una idea cabal de las aportaciones originales de este pensador o, como alguno sostienen, de las ideas de otros que ha difundido:

1. La trama de una profunda investigación histórica y su novedosa aportación

Editorial -me imagino- de la Dirección de la revista más las aportaciones del editor literario Miguel Ángel López Muñoz, con textos de Puente Ojea y de otros pensadores que iluminan los temas tocados en la obra del primero.


2. Autopercepción intelectual de un proceso histórico


2.1. "Una semblanza intelectual" (Antonio Piñero)
2.2. "G. Puente Ojea como pensador crítico" (R. Villanueva Etchevarría)
2.3 "¿Jesús o Pablo?" de G. Puente Ojea (escrito para esta ocasión)
2.4. "Cronología biográfica de Gonzalo Puente Ojea" (GPO): M. A. López Muñoz
2.5 "Bibliografía de y sobre GPO": M. A. López Muñoz


3. Argumento


3.1 "El Jesús de la histora" (Antonio Piñero)
3.2 "La ciencia en la lucha por la emancipación" (J. A. Aguilera Mochón
3.3. "De la sumisión al Poder. La evolución ideológica del cristianismo después del Nuevo Testamento según GPO" (R. González Salinero)
3.4. "La ruta extraviada. El origen de la religión en el pensamiento de GPO" (J. Alvar Ezquerra)
3.5 "El colapso del mito cristiano" (F. Bermejo)

4. Análisis temático

4.1 "La Constitución monárquica de 1978 sólo merece la abrogación y el olvido" (Entrevista a GPO por M. A. López Muñoz).
4.2 "Apunte demográfico sobre el cristianismo antiguo" (J. Montserrat Torrents)
4.3 "Dictadura Opus Dei y nacional-catolicismo. en torno al pensamiento primero de GPO" (M. A. López Muñoz)
4.4. "De nuevo sobre el Fenomeno estoico en la scoiedad antigua" (C. García Gual).
4.5 "La Religión como timo" (Gabriel Albiac).


Saludos de Antonio Piñero
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com
Viernes, 15 de Julio 2011

Notas

Hoy escribe Fernando Bermejo

Cuando Jean Meslier (1664-1729), cura de la parroquia rural de la población francesa de Étrépigny, murió, dejó entre sus pertenencias tres copias manuscritas de una “Memoria” de sus pensamientos y sentimientos. Y, en efecto, este extenso escrito, en que se muestra un ateísmo y un materialismo radicales, es una cabal confesión de lo que verdaderamente pensaba y sentía el individuo en cuestión.

El título completo reza así: “Memoria de los pensamientos y sentimientos de Jean Meslier, cura de Étrépigny y de Balaives, acerca de ciertos errores y falsedades en la guía y gobierno de los hombres, donde se hallan demostraciones claras y evidentes de la vanidad y falsedad de todas las divinidades y religiones que hay en el mundo, memoria que debe ser entregada a sus parroquianos después de su muerte para que sirva de testimonio de la verdad, tanto para ellos como para sus semejantes”. Con el título Memoria contra la religión, la obra (en traducción de Javier Mina y con epílogo de Julio Seoane) ha sido publicada por la editorial Laetoli, Pamplona, 2010.

Como Reimarus, como Strauss (durante un tiempo) y como tantos otros, Meslier hubo de ocultar lo que pensaba y disfrazar sus verdaderas convicciones, obligado a llevar una doble vida ante la certeza de que la parresía (es decir, la libertad de palabra) no era precisamente algo que las autoridades eclesiásticas de su tiempo respetasen particularmente. Por lo que me cuentan, las cosas no han mejorado mucho.

Voltaire publicó un resumen, “Testamento del cura Meslier”, que tuvo por una parte la virtud de dar a conocer la obra, pero que por otro lado desvirtuó su potencia crítica, dejando al Meslier anticlerical pero privado de su materialismo ateo y de sus reivindicaciones sociales, que son una verdadera revuelta contra el Antiguo Régimen. En 1791, el barón de Holbach publicó de modo anónimo un resumen de su propio Sistema de la naturaleza con el título "Le bon sens du curé Meslier" (El sentido común del cura Meslier).

Dice Voltaire en una carta del 16 de julio de 1762 a D’Alambert:

“Me parece que el testamento de Jean Meslier produce un efecto importante; todos los que lo leen se convencen, pues este hombre discute y prueba. Habla en el momento de la muerte, en el momento en que los mentirosos dicen la verdad”.

El desconocimiento de la vida de Meslier se ve compensada por una anécdota que refleja de modo elocuente el único gran enfrentamiento de su vida. En una ocasión, el cura de pueblo negó a Antoine de Touly, señor de Étrépigny, el honor (entonces lo era) de las oraciones dominicales, afeándole en una homilía haber maltratado a algunos campesinos siervos suyos. El ofendido protestó ante el arzobispo de Reims, quien ordenó a Meslier rectificar en público en su siguiente homilía dominical. No hay noticias de que llegase a hacerlo.

Saludos cordiales de Fernando Bermejo
Viernes, 15 de Julio 2011
Hoy escribe Antonio Piñero



En su obra germinal, Ideología e Historia, Gonzalo Puente Ojea da por supuesta la existencia histórica de Jesús de Nazaret, y sólo de pasada alude a las fantasiosas tesis de los “mitistas”, quienes sostienen que Jesús no es más que la plasmación literaria de un mito, tesis que considera indefendible.

Sin embargo, en una de sus últimos trabajos, La existencia histórica de Jesús, y en un capítulo de la obra colectiva ¿Existió Jesús realmente? El Jesús de la historia a debate (A. Piñero [ed.], Raíces, Madrid, 2008, 167-201), se ocupa específicamente del tema.


Escribe Gonzalo Puente en esta última obra:

“No parece creíble, aunque casi nada sea inverosímil en cuestiones «históricas», que la polémica ideológica que recorre el Nuevo Testamento en torno a su protagonista principal, Jesús, hubiera sido un capricho de la imaginación teológica o del arte narrativo de un grupo de improvisadores.

“La dogmática de la Iglesia, con su labor falsificadora de la fallida empresa mesiánica del Jesús histórico, fue la causa mayor de que la existencia real de Jesús haya sido puesta en cuestión, no sólo por los mitólogos, sino también por los que no creen en los entes metafísicos o sobrenaturales con pretensión de realidad extramental.

“En este amplio contexto, la empresa negadora de la existencia de Jesús podría decirse, al menos en cierto sentido, que deriva de la errónea reducción espiritualista inducida por la doctrina eclesiástica de la naturaleza dual del llamado equívocamente «Jesucristo» como nombre propio de un ente supuestamente humano, pero que tanto por su origen divino como por su destino final de salvador milagroso fue siempre un ser radicalmente divino en el sentido riguroso de la palabra” (p. 197).

Dicho en términos aún más claros: los mitistas se equivocan porque confunden dos figuras distintas que el Nuevo Testamento presenta siempre unidas: Jesús y el Cristo paulino que forman la figura de “Jesucristo”. La dogmática de la Iglesia sigue naturalmente con esta confusión Y los mitistas, al negar la existencia histórica de “Jesucristo” tiran por la borda igualmente la existencia histórica innegable de los movimientos mesiánicos populares del Israel del siglo I, uno de cuyos personajes –entiéndase o interprétese como sea- fue Jesús de Nazaret.

Respecto a los testimonios externos de la existencia de Jesús, en especial los dos textos de Flavio Josefo que mencionan directa o indirectamente al Nazareno (Antigüedades XVIII 63-64 y XX 200), Gonzalo Puente Ojea mantiene una postura que es hoy predominante. Acepta la historicidad del primero, denominado Testimonium Flavianum, con notables reservas:

[Recordamos el pasaje:

Por esta época vivió Jesús, un hombre sabio, si se le puede llamar hombre. Fue autor de obras sorprendentes y maestro de los hombres que acogen la verdad con placer y atrajo no solamente a muchos judíos, sino también a muchos griegos. Él era el Cristo. Y, aunque Pilato, instigado por las autoridades de nuestro pueblo, lo condenó a morir en cruz, sus anteriores adeptos no dejaron de quererlo. Al tercer día se les apareció vivo, como lo habían anunciado los profetas de Dios, así como habían anunciado estas y otras innumerables maravillas sobre él. Y hasta el día de hoy existe la estirpe de los cristianos, que se denomina así en referencia a él.]


Los escribas cristianos manipularon profundamente el texto, pero aún así lo que puede reconstruirse del presunto original es un testimonio de la existencia de Jesús (¿Existió…?, p. 187).


Respecto al segundo, una mención incidental de la muerte de Santiago, “hermano de Jesús, denominado mesías”,

[Recordamos el texto:

Anán... convocó a los jueces del Sanedrín y trajo ante él a Santiago, hermano de Jesús, llamado Cristo y a otros, acusándolos de haber violado la Ley y los entregó para que los lapidaran.]


Gonzalo Puente Ojea se une también a la opinión de casi todos los investigadores, que lo considera auténtico. Comenta así:

“El vínculo de sangre entre un individuo realmente existente como Santiago -que ni siquiera los mitólogos ponen en cuestión- con otro cuya existencia tiene que estar realmente implicada en la fe y en el parentesco con el sujeto de la noticia en discusión, suministrada incuestionablemente por Josefo, representa una referencia segura en cuanto a la existencia necesaria de ambos” (¿Existió…?, p. 189).

Y añadePuente Ojea un argumento supletorio tomado de las cartas de Pablo, que casi nadie aduce:

“Además, Pablo de Tarso, de cuya existencia real nadie ha podido seriamente dudar, afirma que

«Santiago, Pedro y Juan, tenidos por columnas [de la Iglesia], nos dieron la mano a mí y a Bernabé en señal de comunión» (Gál 2,9).

Si Pablo hubiese podido creer que estaba negociando con personas no tenidas por él como testigos y fedatarios auténticos del mesías Jesús, cuando todavía no se habían escrito los cuatro Evangelios canónicos, habría que pensar que Jesús era un personaje irreal y fantástico creado por algún escritor esquizofrénico. Pero a nadie se le ha ocurrido aún plantear la hipótesis de un Pablo chiflado” (Ibídem, 189).



Saludos cordiales de Antonio Piñero.
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com
Jueves, 14 de Julio 2011
El Jesús de la historia en la obra de Gonzalo Puente Ojea (192-01)
Hoy escribe Antonio Piñero



Hemos concluido en las postales anteriores un esbozo de la semblanza intelectual de Gonzalo Puente Ojea, que al ser muy breve no hace justicia completa, ni realza de modo conveniente, el valor de la obra de este investigador.

Se le achaca mucha veces que escribe por resentimiento contra la Iglesia Católica, o que tiene unos “aprioris” críticos, por ejemplo partir de un modelo de historiografía marxista, y por tanto asumira una interpretación materialista de la historia que le impide ver la complejidad de la verdad.

Yo, que no muestro (creo) ni una ni otra característica --no soy anticlerical ni marxista/marxiano, aunque sí muy escéptico, racionalista y agnóstico--, me siento convencido por muchos, la inmensa mayoría, de los argumentos que expone Puente Ojea, como mostré claramente al final de mis postal anterior (189-04), lo que no significa tampoco que esté en absolutamente de acuerdo con todo y sin excepción.

Creo que deben dejarse aparte todo tipo de argumentos personalistas e ir directamente a las razones que se exponen en las obras de Puente Ojea, a sus análisis de textos, a las hipótesis científicas bien fundadas que sustenta, a las interpretaciones globales de fenómenos complejos de la historia antigua, en concreto del cristianismo, que siguen esquemas interpretativos bien contrastados y utilizados por investigadores de prestigio, etc.

A propósito del resentimiento y de la metodología crítica marxiana: tomo como ejemplo Ideología e Historia, El cristianismo como fenómeno ideológico, de 1974, se gestó desde bastantes años antes, momentos en los que Gonzalo Puente no tenía ni podía estar gobernado por ningún sentimiento, o resentimiento, personal antieclesiástico, porque no había tenido ni el mínimo encontronazo con la Iglesia. En todo caso, todo lo contrario, porque había pertenecido en su juventud a la Asociación de Propagandistas, fundada por el Cardenal Herrera Oria. Sus argumentos están tomados sobre todo del estudio de la crítica neotestamentaria alemana, por la impresión que le produjo al tomar contacto con ella. Y pienso que con esta obra fue la primera vez que se utilizaba en lengua castellana la panoplia de argumentos extraídos sobre todo de la metodología de la “Historia de las formas”.

Respecto al método marxista, o quizás mejor marxiano, de análisis histórico y del estudio de las ideologías: antes de manifestarse radicalmente en contra habría que estudiar a fondo la argumentación de las cerca de 70 páginas acerca de la formación de la ideologías que anteceden a la descripción propiamente tal de la ideología mesiánica vigente en el Israel del siglo I. Tiene Puente Ojea razones y perspectivas muy convincentes.

En los días que siguen quiero tratar del otro de mis dos artículos de la revista Ánthropos, nº 231, de 2011, dedicados a la obra de Gonzalo Puente, cuyo título es el de esta postal. No voy a reproducir ese artículo tal cual, sino que lo iré comentando, ampliando, abreviando, etc. como me parezca mejor para los lectores.


Desde la publicación de la citada primera gran obra, Ideología e historia, en 1974, Gonzalo Puente Ojea se ocupó ininterrumpidamente de descubrir y ofrecer a sus lectores la figura y misión del Jesús de la historia. Prácticamente en todas sus obras posteriores hay alusiones a esta cuestión.

Entre ellas hay que destacar algunos ensayos que abordan el tema de manera directa y específica. Éstos son:

· Imperium Crucis. Consideraciones sobre la vocación de poder de la Iglesia Católica, de 1989;
· Fe cristiana, Iglesia y poder, de 1991;
· El Evangelio de Marcos. Del Cristo de la fe al Jesús de las historia, de 1992;
· El mito de Cristo, de 2000;
· Vivir en la realidad. Sobre mitos, dogmas e ideologías, en su segunda parte “El mito cristiano: el Evangelio de Marcos, un relato apocalíptico”, de 2007, y finalmente en
· La existencia histórica de Jesús. Las fuentes cristianas y su contenido judío, de 2008.

El interés de Gonzalo Puente Ojea por el personaje Jesús se explica por el valor de su figura en sí misma, sin duda. Sin embargo, creo que hay otro motivo poderoso en la atención prestada por nuestro autor al Jesús de la historia: detectar la falta de base histórica de la pretensión de las Iglesias, en general, y en concreto de la católica romana, en cuyo ámbito vive, para transformarse en una institución de poder, controladora de los fieles e incluso de los estados, si posible fuere, basándose en las doctrinas y en la figura de un Jesús radicalmente histórico, según se sostiene.

Puente Ojea defiende, por el contrario, que si llega a demostrarse históricamente que la base de la religión cristiana, la figura de Jesús de Nazaret, fue de hecho muy distinta, contraria y contradictoria incluso a lo que proclaman las Iglesias como su fundamento inalienable, se desbarataría la base principal de su aspiración de poder. Esta postura resulta drástica para muchos. Sin embargo, y en el fondo la problemática es la misma que la describe Edward Schillebeeckx en “Jesús, la historia de un viviente” (reedic. de Trotta de 2010, p. 60:

“Si Jesús no hubiese existido (tal como a veces se ha afirmado) o hubiese sido algo totalmente distinto de lo que él afirma la fe (por ejemplo, un sicario, un celota, o un miembro de la resistencia judía), la fe o la proclamación de ella (el kerigma) serían obviamente increíbles. Es insostenible una ruptura radical entre el conocimiento de fe y el conocimiento histórico acerca de algo, que a fin de cuentas, es un fenómeno único: Jesús y sus discípulos creyentes. Tal dualidad conduce inevitablemente a negar uno de los dos polos”.

Gonzalo Puente intenta probar exactamente, con toda la argumentación de su obra, que existe tal dualidad y que hay una grieta radical e insalvable entre el conocimiento histórico acerca de Jesús y el conocimiento que de él tiene la fe; que dos “conocimientos” no son complementarios sino contradictorios (en realidad al de la fe lo denomina especulación pura); que no pertenecen ambos referentes –el Jesús de la historia y el de la fe- a escalas y estratos diferentes del conocimiento; que la verdad de la historia se impone a la verdad de fe o, finalmente, que se ha producido un salto teológico, cuyo vació intermedio es imposible de rellenar, entre el Jesús de la historia y el Cristo paulino, místico/teológico.

Pero primero hay que comenzar por la existencia misma, histórica del personaje. Lo veremos en la siguiente nota.


Saludos cordiales de Antonio Piñero.
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com
Miércoles, 13 de Julio 2011
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Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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