CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
La fascinante historia del descubrimiento de los Manuscritos del Mar Muerto

 
9-05-2023
 
Escribe Antonio Piñero
 
 
Confieso que me he sentido “enganchado” desde el primer momento leyendo este libro, bastante “gordito”, de mi admirado amigo Jaime Vázquez Allegue. No cabe duda de que, como se ha repetido mil veces, el descubrimiento de estos textos ha sido auténticamente la noticia bomba sobre los hallazgos de textos antiguos en mucho tiempo. Desde luego en los siglos XX y XXI. Y como dice el autor, el relato de su descubrimiento es pertinente porque no se le había ocurrido todavía a nadie escribir de un modo amplio y atractivo  los rocambolesca historia de tan fabuloso hallazgo.
 
He aquí el título completo del libro: "Los manuscritos del Mar Muerto. La fascinante historia del descubrimiento de su descubrimiento y disputa”. Editorial Arzalia, Madrid, 2023, 555 pp. ISBN 978-84-19018-26-7. 23 x 15 cms. Precio: 23,65 euros.
 
No me cabe duda ninguna de que su autor estaba plenamente capacitados para emprender la escritura esta historia, ya que desde su tesis doctoral sobre «La Regla de la Comunidad de Qumrán» en 1999, se ha dedicado en casi cuerpo y alma al estudio de estos textos, así como a otros campos afines, como la escritura de una “Guía de la Biblia” y de un “Diccionario de hebreo bíblico”.
 
Recuerdo todavía una anécdota, que me contó el propietario y director de la Editorial Trotta, Alejandro Sierra, cuando publicó en 1992 los “Textos de Qumrán”, estupendamente editados y traducidos por Florentino García Martínez. En esos años la conmoción por el contenido de los manuscritos había sido enorme, ya que muchísima gente creía a pies juntillas que en tales escritos se hallaba por fin la historia oculta del cristianismo primitivo, y las pruebas “irrefutables” de que la figura de Jesús no era más que una mera copia (nada de verdad) de la imagen del Maestro Justo, probablemente el fundador de la secta de los qumranitas / esenios.
 
Pesaban mucho en aquel entonces estas ideas propagadas en especial por dos de los primeros investigadores de los manuscritos, John Allegro,  Albert Dupont-Sommer, defendiendo este punto de vista, libros a los que se añadieron otros volúmenes sensacionalistas de Robert Eisenmann y Barbara Thie­ring sobre el contenido de los Manuscritos y la presunta historia secreta del cristianismo. ¡Que tiemble el Vaticano!
 
El interés fue tan grande, que tras varias ediciones de los textos y agotados de momento los ejemplares, un individuo llamó a la editorial Trotta y resultó que cogió el teléfono el mismísimo director. El desconocido al otro lado de la línea le dijo con cierta ansiedad que no encontraba ningún ejemplar de la versión de García Martínez. Y luego le preguntó: ¿Y cuándo van a sacar usted una nueva edición de los Manuscritos de King Kong?”.
 
A la confusión general sobre el impacto de los textos se añadió sin duda la publicación por Martínez Roca (una rama de Planeta), Barcelona, en 1992 una traducción de la obra de dos periodistas, que deseaban llenarse los bolsillos con historias sensacionales, M. Baigent y R. Leigh,  con el título: El escándalo de los rollos del Mar Muerto.
 
Pues bien, no hay nada de eso, ni truculencias ni nada por el estilo, sino el relato, apasionante y muy bien escrito, de la historia del descubrimiento y de su importancia tremenda para la comprensión del judaísmo antiguo, de Jesús de Nazaret y de sus seguidores más inmediatos. Pasada la efervescencia de esos primero años, algún lector de hoy puede, a pesar de todo, preguntarse por qué son tan importantes esos manuscritos y cómo un autor, técnico sin duda, pero a la vez muy buen periodista y escritor, se le ha ocurrido publicar hace tan poco una narración estupenda del hallazgo de esos manuscritos y de sus consecuencias.
 
Respondo por mi parte: esos  textos hallados en Qumrán y sus alrededores son muy importantes en primer lugar porque han llegado a nuestras manos directamente, sin intermediación de diversos copistas, que hubieran podido alterarlos con el correr de los siglos. Transmisión directo; hecho rarísimo en el mundo de las obras antiguas.
 
En segundo, porque las copias de casi todos los libros del Antiguo Testamento, que se han encontrado entre esos textos descubiertos en 1947, son varios siglos anteriores a los manuscritos conocidos en los que se han basado hasta el momento las modernas ediciones de la primera parte del libro sagrado cristiano, la Biblia Hebrea. Así, por ejemplo, el Antiguo Testamento actual se edita tomando como base el manuscrito B 19 de Leningrado del siglo XI. Y a mí no me cabe duda de la nueva edición de la Biblia hebrea que se está preparando cambiará mucho el texto gracias al texto bíblico que ofrecen esos manuscritos, que proceden del siglo II a. C. !!! El trabajo está en marcha y la nueva Biblia hebrea tendrá variantes considerables gracias a los datos de los textos qumranitas
 
En tercer lugar, porque los manuscritos del Mar Muerto son un testimonio, también de primera mano, de las ideas religiosas del mundo del judaísmo anterior a nuestra era, justamente en un período crucial para la historia de los siglos inmediatamente anteriores al nacimiento de Jesús, o de ese mismo siglo.
 
Y en cuarto, porque los manuscritos del Mar Muerto nos enseñan mucho, aunque indirectamente, sobre el mundo del Nuevo Testamento y su entorno natal: sus preocupaciones, sus ideas religiosas, su manera de expresarlas. El Nuevo Testamento es un libro totalmente judío, por lo que otros testimonios de un tiempo inmediatamente anterior es precioso por lo que puede informar del ámbito en el que se gestó el corpus cristiano de libros sagrados.
 
El estudio de esos pergaminos (algunos textos, pocos se han conservado también en papiros e incuso en lengua griega) nos ayudan a responder a los múltiples interrogantes a los que hacía mención unas líneas más arriba y que todavía están sobre el tapete para algunos: ¿es parecido el movimiento cristiano al de los esenios de Qumrán? (suponiendo, como se mantiene comúnmente que los esenios son los autores o recopiladores de esos manuscritos). ¿Ha influido éste último mucho o poco sobre las concepciones del cristianismo? ¿Fue Jesús un esenio? ¿Lo fue su maestro Juan Bautista? O bien, la teología cristiana ¿es una mera copia de la de Qumrán? ¿Se inspiró realmente la vida de Jesús, y el modo de contarla de los evangelistas, en el Maestro Justo de Qumrán?
 
Entre otras razones me ha parecido muy interesante el libro de Vázquez Allegue por la importancia que concede –a la hora de describir el descubrimiento– a la conexión que tuvo tal hallazgo con el interés de los sionistas, tras el final de la Segunda Guerra Mundial, por ofrecer más fundamentos sólidos a la declaración política de la fundación del estado de Israel en mayo de 1948. Es fascinante la conexión y la importancia que le otorgaron los fundadores del moderno estado hebreo a esos textos de hacía más de dos mis años para garantizar cómo es un hecho histórico, aparte de lo que dice la Biblia hebrea, que la posesión de la tierra de Israel por los judíos y sus sucesores en aquellos momentos era totalmente legítima. El libro relata los diversos intentos por adquirir esos manuscritos y conservarlos en Israel ad memoriam, sobre todo tras el Holocausto y la disputa con los palestinos sobre los derechos a la tierra.
 
Vázquez Allegue tomó la decisión de escribir esta historia no como una novela; tampoco como un ensayo erudito, a veces fatigoso por la abundancia de datos, sino como una narración literaria, ciertamente y con todas sus consecuencias, pero que sigue paso a paso los resultados de una cuidadosa investigación de años sobre lo ocurrido. El producto, este libro, es de primera clase y se lee, como indiqué al principio, con pasión e interés notables.
 
Un ejemplo de este afán “narrativo literario” es la introducción de numerosos diálogos dentro del material puramente descriptivo del relato, diálogos que no son de ningún modo un invento del autor sino la plasmación dialógica de las relaciones entre los actantes de la narración. Rápidamente se me ocurrió la comparación con los discursos que pone Tucídides en boca de sus personajes en su «Historia de la Guerra del Peloponeso». Este preclaro autor confiesa que es posible que no reproduzca al pie de la letra los dichos, o discursos,  de los personajes de su historia, pero asegura que el contenido no traiciona en modo alguno la realidad de lo que se dijo y ocurrió.
 
Repito, pues, que este relato está muy bien escrito y que es un gran gusto leerlo. El lector no se aburrirá en ningún momento y aprenderá muchísimo no solo de los textos de Qumrán, sino también de la historia del Israel de los años posteriores a su descubrimiento. Enhorabuena, pues, al autor y a la Editorial.
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
www.antoniopinero.com  
Martes, 9 de Mayo 2023

Notas

35votos
No creo que exista ninguna “tradición “prepascual” de los dichos y hechos de Jesús
 
(2-05-2023)
 
Escribe Antonio Piñero
 
En las últimas postales he insistido en la idea de que S. Guijarro, para fundamentar su idea nuclear de que la tradición se los dichos y hechos de Jesús es fundamentalmente fiable y correcta, sostiene que esa “tradición” tuvo un largo recorrido: había empezado en la vida  misma del Maestro. Y no solo eso: “La peculiar relación que Jesús estableció con sus discípulos no solo hace plausible la existencia de una tradición prepascual, sino que en cierto modo a exige” (p. 127 de su obra “Los Cuatro Evangelios. Edit. Sígueme, 4ª edic. de 2021).
 
Por el contrario, yo sostengo que un maestro como Jesús que creía en un fin del mundo presente inmediato, es decir, de meses o pocos años –de cualquier modo antes de que hubiera pasado la generación que era la suya (Mt 23,36; 24,34: “No pasará esta generación hasta que todo esto se cumpla”)–, no pudo haber suscitado una verdadera tradición, sino solo “recuerdos” más o menos fieles. Y he argumentado que cuando una persona amada y respetada muere, los recuerdos se hacen selectivos y normalmente se recuerda lo bueno y positivo, y no lo de algún modo deficiente o negativo.
 
Para probar la existencia de esta tradición sobre Jesús durante su ministerio público como profeta, Guijarro apela a la idea de que Jesús fue un maestro tan extraordinario que causó un impacto muy grande en su seguidores. Estoy totalmente de acuerdo, sin duda. ¿En qué era extraordinario Jesús como maestro? Guijarro señala lo siguiente:
 
1. Jesús no hablaba de forma improvisada, sino que cuidadosamente elaboraba sus discursos para facilitar su memorización (algo vital en una sociedad sobre todo oral): pp. 127-128.
 
2. La mayoría de las sentencias de Jesús son sentencias breves y rítmicas, que recurren al paralelismo o la repetición (ejemplo Mc 10,44: el que quiera ser el más importante se haga escavo de todos”), lo que facilita igualmente el recuerdo.
 
3. Jesús utilizaba símiles, comparaciones y parábolas. De este modo el oyente, aunque cambiara algún dato menor, recordaría el esquema de la parábola y la reproduciría en lo esencial.
 
4. Las acciones de Jesús eran fáciles de recordar. Ejemplos: a) comidas con los pecadores, cosa que evitaban los fariseos más estrictos: Mc 2,15-18; expulsión de los mercaderes en el Templo (Mc 11,15-17); la maldición de la higuera (Mc 11, 24).
 
5. Las sanaciones y exorcismos fueron reconocidos como verdaderos incluso por sus enemigos, aunque lo achacaran a un pacto con el Príncipe de los demonios o mantuvieran que Jesús los había realizado de forma inadecuada (ejemplos Mc 3,1-6; 3,22; Lc 11,15)
 
Es claro, pues, que Jesús era un maestro y que así fue reconocido por muchos de su tiempo como tal. La gente lo llamaba “maestro” (Mc 3,38; 10,17), y reconocían que poseía “auctoritas”, aunque sus enemigos cuestionaran cuál era el origen de tal autoridad (si de Dios o del Diablo: Mc 1,21-22; 11,27).
 
Ahora bien, observen cómo a la hora de calificar este modo de hablar o de actuar de Jesús, impresionante para las gentes, Guijarro  afirma continuamente que lo importante es el recuerdo, naturalmente personal, no para contárselo a otros, salvo ocasiones particulares:
 
a) “Los recursos (retóricos) de Jesús eran propios de la poesía oral y esta se recitaba de memoria
 
b) “Tales recursos facilitaban la memorización de sus enseñanzas”;
 
c) El tono paradójico de sus muchos de sus dichos “hacía más fácil su memorización”;
 
d) Las parábolas son las secciones de los evangelios que conducen a una “más fácil memorización”;
 
e) “Las acciones de Jesús eran fáciles de recordar”;
 
f) Sus gestos proféticos tenían una forma plástica y llamativa, la cual facilitaba mucho su memorización”;
 
g) Las sanaciones y exorcismos “habrían sido fácilmente recordados”;
 
h) El vivo interés por lo extraordinario en el mundo antiguo… creaba un clima adecuado para que las acciones portentosas de Jesús (sanaciones y exorcismos) fueran recordadas, y no solo entre sus discípulos, sino también entre sus adversarios.
 
Todo esto en la p. 128: 8 veces habla Guijarro de memorización y recuerdo… nunca de tradición.
 
Y en la p. siguiente, 129 sigue afirmando:
 
· Al ser Jesús un maestro “sus palabras y acciones serían fáciles de recordar”; “el recuerdo de sus enseñanzas”; Jesús quiso transmitir un mensaje de forma que sus seguidores “pudieran (fácilmente) retenerlo”: tres ves se menciona el recuerdo.
 
Pues bien, apoyándome en las palabras mismas de S. Guijarro y en lo que sabemos del Jesús histórico mi argumento sigue en pie:
 
Concedo con gusto, ciertamente, que el ministerio de Jesús supuso para él un esfuerzo  para que sus palabras y acciones fueran recordadas. Sin duda alguna, el buen recuerdo ayudaría a que la transmisión futura de dichos o acciones fuera más fidedigna que el mal o débil recuerdo.
 
Pero eso no significa en absoluto que tales recuerdos estuvieran destinados por parte de Jesús a formar una tradición para ser repetida y una vez por sus seguidores una vez muerto. No hay tal. El Jesús histórico no contemplaba esa posibilidad. Entre el virtuosismo real y efectivo de Jesús, como maestro de buenísima retórica, y la formación de una verdadera tradición media nada menos que la su desaparición por una muerte cruel e ignominiosa, el que no se hubiera encontrado su cadáver, y posteriormente la creencia firme en su resurrección y en las apariciones.
 
En mi opinión, Jesús nunca tuvo intención de que sus palabras fueran recordadas como tal en el futuro, ya que –según su doctrina repetida una y otra vez– se habría implantado el reino de Dios a pesar de su previsible muerte, un reino el que –según los profetas– habrían cambiado los corazones de los israelitas. Todos, niños y mayores, cumplirían la ley de Dios de una manera casi espontánea debido a ese cambio mental producido por la llegada del Reino. Este panorama cambia radicalmente la necesidad del recuerdo. Insisto en que –en la perspectiva del Jesús histórico– ya no sería necesario en el reino de Dios ninguna admonición profética para obrar bien.
 
Pero, tras morir Jesús y retrasarse su segunda venida y consecuentemente el Reino, al cambiar todo el panorama; el recuerdo de lo que hizo Jesús en su ministerio público se hace ya verdadera tradición para enseñar a generaciones futuras hasta que viniera realmente el reino de Dios. Y aquí conviene repetir que el recuerdo se hace selectivo, magnificante e idealizante porque el Maestro había muerto. Jesús resulta, pues, tras su muerte,  idealizado y magnificado. Sus recuerdos se convierten en tradición solo después de su muerte y por e retraso de su segunda venida (parusía) y la consiguiente llegada del Reino.
 
Solo digo esto, y ya es bastante. Creo que mi argumento es suficientemente sólido.
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
 
NOTA: un enlace:


https://open.spotify.com/episode/4rj8nyEvpJGytM2IiVjzM6
 
 
Se trata de una entrevista sobre el tema “La creación desde la nada y la Biblia, que por el momento es un podcast disponible en Anchor, Spotify, Google Podcasts, Amazon Music y Apple Podcasts.
Martes, 2 de Mayo 2023

(1285 = 25-04-2023)


 
Escribe Antonio Piñero
 
 
A lo largo de mi pausado comentario a las ideas de S. Guijarro en su libro “Los cuatro Evangelios” (Sígueme; Salamanca, 2021) sostenía que durante la actividad pública de Jesús no pudo formarse “tradición” estricta y forma sobra las palabras y hechos de Jesús, sino meros impactos en la memoria de sus seguidores. Argumentaba, además, que tal vida pública debió de ser muy breve, ya que molestaba a Heridos Antipas, al Imperio y al gobernador romano, Poncio Pilato y a las grandes familias sacerdotales de Jerusalén que veían con enojo cómo un sucesor del  Juan Bautista asesinado seguía erre que erre con las ideas de su maestro, a saber que el mundo presente se iba a acabar en un futuro próximo y que (probablemente este podría ser el pensamiento del Jesús histórico) Dios mismo  con sus ángeles instauraría en la tierra de Israel el reino de Dios y luego en el mundo entero.
 
Ahora bien, la “experiencia pascual” (creencia en la resurrección auténtica de Jesús y las apariciones consecuentes) sí dio lugar a una tradición sobre sobre Jesús. Pero lo que ocurre a los ojos de un mero historiador es que la resurrección (para una vida no ya en este mundo sino en el cielo) es un tema de fe y de la teología y que ahí no puede meterse ese historiador, sino respetar las opiniones de los creyentes, declararse incompetente en el tema de la resurrección y afirmar solo dos cosas aparentemente contrapuestas.
 
Una: que los testimonios sobre la resurrección y las apariciones son muy variados, llenos de contradicciones.
 
Segunda: que sin la creencia firme en la resurrección y las apariciones por parte de los seguidores de Jesús no puede explicarse con congruencia histórica el surgimiento de una secta judía que proclamaba que esa resurrección era una prueba evidente de a Jesús había sido el mesías; que Dios lo había confirmado en este cargo de ungido / cristo, que Dios lo había puesto a su derecha, ya sentado o de pie (ahí variaban las tradiciones) y que consecuentemente habría de volver a la tierra para cumplir con su función de mesías truncada por su muerte.
 
Sin duda alguna, la resurrección de Jesús (y no de los que habían muerto con él en la cruz, que probablemente serían parte de sus seguidores, lo cual explica mejor que Jesús no fuera crucificado solo, sino en el centro de dos sediciosos contra al Imperio, según el punto de vista de los romanos) suponía un adelanto en un individuo particular de la creencia general de los judíos influenciados por los fariseos y los esenios de que antes de la llegada del Reino se produciría una resurrección general de los muertos para ser convocados al juicio. Y si un profeta de verdad –según pensaban de él muchos de sus compatriotas– había sido resucitado por Dios era que ese profeta tendría que ser un hombre muy especial.
 
Según afirma S. Guijarro en la p. 130 de su libro “Los recuerdos que se habían conservado sobre Jesús se convirtieron (¡entonces sí; ¡no antes!: Guijarro se precisa a sí mismo y afirma lo contrario a lo que antes había escrito, a saber que en vida de Jesús había “tradición” sobre él) en verdaderas tradiciones”. Y yo añado: desde esos momentos comienza la idealización de la figura del maestro querido ya muerto (y por gracia de Dios resucitado) y comienza la magnificación de su figura.
 
Con otras palabras, como se ha afirmado ya a lo largo y ancho de la investigación, la creencia en la resurrección singular y anticipada de Jesús es un comienzo, quizás, o ciertamente  no de una divinización temprana, pero sí ciertamente de una magnificación y engrandecimiento de su figura. En este sentido S. Guijarro me parece que no precisa claramente que la memoria de los discípulos de Jesús no era una reproducción exacta de las palabras y hechos de Jesús, el Nazoreo, sino una idealización y magnificación –en un proceso que estaba en sus inicios– de  los hechos y palabras de Jesús.
 
Guijarro señala que las tradiciones sobre la llamada (vocación”), seguimiento y el envío a predicar son absolutamente fieles. Pero observo Jesús dijo predicar “solo a los pueblos y villas de Israel”, noción que se transforma relativamente pronto en un envío universal a todas las naciones = Mt 28,18-20:
 
“He recibido plena autoridad en el cielo y en la tierra. Ahora pues, id y enseñad a todas las gentes bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a observar todo lo que os he mandado. Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo”. Obsérvese aquí como en una comunidad de judeocristianos de Siria (probable patria de nacimiento del Evangelio de Mateo) la tradición de dichos y hechos de un Jesús que predicaba la venida del reino de Dios solo “a las ovejas de Israel” (5 A estos doce los envió Jesús impartiéndoles las siguientes instrucciones:  No vayáis por camino de gentiles ni entréis en ciudad alguna de samaritanos, 6 antes bien id a las ovejas perdidas de la casa de Israel. 7 Una vez llegados, proclamad que se acercó ya el reino de los cielos.
 
La presunta tradición “formalmente controlada” que es uno de los lemas, o mejor, desiderata, de S. Guijarro, se ha transformado radicalmente en otra en unos 55 años (si aceptamos que la muerte de Jesús fue en el año 30 y la escritura del Evangelio de Mateo fue en el año 85). Y no en todos los grupos de cristianos de esa época, sino incluso dentro del mismo grupo.
 
Por ello pongo en duda las palabras de S. Guijarro en la p. 127, del que disiento cortésmente, puesto que nos conocemos desde hace muchos años:
 
“El hecho de que los discípulos de Jesús fueran enviados a anunciar el mismo mensaje que Jesús presupone que habían asimilado sus enseñanzas y que daban razón de ellas. Todos estos datos demuestran que existió una tradición prepascual (antes de su muerte y resurrección, concepto que acabo de criticar: no era tradición, sino recuerdos) en el grupo de los discípulos, sino también una adhesión a él y la fe en él. Estas desempeñaron un papel determinante en este proceso (de guardar una tradición prepascual y postpascual desde el comienzo” (p. 127).
 
Juzguen los lectores de esta postal.
 
En resumen: me parece que S. Guijarro está idealizando el concepto de “tradición absolutamente fiel” de las palabras, hechos, y misión de Jesús. Es una idealización que, en mi opinión, no se corresponde a la más que posible realidad histórica.
 
Opino que Guijarro olvida que la memoria humana es selectiva y cambiante –por mucho que el impacto de Jesús en sus discípulos fuera muy fuere– y que eso que se denomina en la psicología de los grupos  “disonancia cognitiva” (en nuestro caso: “¿Cómo es posible resolver el enigma de un Jesús tan excelente y maravilloso, pero que fue crucificado por los romanos como un insurrecto con la ayuda de los jefes de los judíos?”).
 
No estoy seguro de que S. Guijarro y su grupo  dará razón de estas dificultades, ya que suele responder con el silencio.
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
 
NOTA:
 
Enlace a una entrevista, sobre "Jesús de Nazaret y las mujeres", grabada por Jordi Fortiá (Gerona)  hace un par de meses está editada con fotografías y vídeos sobre los puntos que se van  tratando en la charla:
 
https://www.youtube.com/watch?v=bDYs5ySdjSI
 
Martes, 25 de Abril 2023
Rellenar los huecos que faltan en nuestras bibliotecas. El Apocalipsis de Esdras en antiguo eslavo
Escribe Antonio Piñero
 
Hoy deseo comentar la edición bilingüe (antiguo eslavo / español) del “Apocalipsis de Esdras”, publicado por la Editorial Académica Española, Madrid,  con Introducción, traducción y notas aclaratorias. Su autor es Salustio Alvarado, Doctor en Filología Semítica por la Universidad Complutense de Madrid, y Profesor titular de Filología Eslava en la misma Universidad hasta su jubilación hace relativamente poco tiempo. Si ISBN es 978-83-8417-5859-0. Lo publica la Editorial Académica Española, lo cual es ya un signo de garantía. Tiene 215 pp. con más de 700 notas filológicas para aclarar o complementar con citas bíblicas al aclaración del texto.
 
El libro está impreso en la página par en eslavo eclesiástico (antiguo búlgaro) y presenta una impecable traducción española en la página impar, con notas filológicas aclarativas.  La impresión es clara, nítida y de fácil lectura.
 
Salustio Alvarado es también el editor y traductor del “Apocalipsis de Abrahán”, en las pp 61-106 del volumen VI de la colección “Apócrifos del Antiguo Testamento” de editorial Cristiandad, cuyo volumen VII y último está ya maquetándose para que vea la luz en este año de 2023, posiblemente..
 
En mi opinión el interés del libro “Apocalipsis de Esdras” es doble.
 
I. Por un lado, el texto en sí, un apocalipsis apócrifo del ciclo del profeta, político del siglo V a. C. que organizó el pueblo judío en Israel tras la vuelta del exilio de Babilonia. En la Introducción, El Dr. Alvarado explica la complicada historia de este ciclo que dio origen por lo menos a seis libros distintos, de los cuales dos, Esdras y Nehemías, están dentro de la Biblia hebrea y por tanto, también dentro del canon de libros sagrados del cristianismo. Como ocurre con otros libros de la Biblia hebrea, un primitivo original semítico fue traducido al griego, o al latín, y mucho más tarde a otras lenguas “cristianizadas” como el copto (la lengua egipcia de los faraones, pero desarrolladas durante siglos), siríaco, etíope clásico y sobre todo al eslavo eclesiástico. Esta lengua ha conservado un notabilísimo número de manuscritos  de textos apócrifos cristianos, en número mayor que el de cualquier otra lengua europea.
 
 
La hipótesis más aceptada hoy día es que esta obra, “El Apocalipsis de Esdras” al igual que ocurre con el libro del profeta Daniel, con el que tanta relación tiene, fue escrita en hebreo con quizá algunas partes en arameo. Posteriormente, como el original semítico fue traducido al griego, y de éste al latín, al siriaco, al árabe, al etíope y al copto. La versión griega es también la base de las reelaboraciones armenia y georgiana.   
 
Explica el autor del libro que comento, en su Introducción:
 
«Dado que el autor de los capítulos III-XIV, fue un judío piadoso versado en las Sagradas Escrituras, son muy numerosos los pasajes dependientes de los libros canónicos del Antiguo Testamento, siendo de señalar la relación con el Libro de Daniel. También son abundantes y notables los paralelismos con el Nuevo Testamento, en especial con los evangelios, las epístolas paulinas y el Apocalipsis de San Juan, no obviamente por influencia directa, sino más bien, como reflejo del hervidero de ideas que fue Tierra Santa en los años anteriores y posteriores a la destrucción de Jerusalén por los romanos.
 
»Esta misma circunstancia explica las coincidencias con la literatura intertestamentaria, especialmente con el Libro I de Henoc, el Libro II de Baruc y el Libro III de Baruc. Estas afinidades, como ya se ha repetido, se señalan en las notas a pie de página». 
 
 
II. El segundo punto de interés, relacionado con el título de esta “postal” (no es necesario el anglicismo latino “post”) es el de rellenar huecos, escandalosos desde el punto de vista histórico-crítico-literario de la “Biblioteca de apócrifos bíblicos en lengua española. Muchas veces he pensado que si un lector tuviera el poder virtual de contemplar los plúteos dedicados a Apócrifos del Antiguo Testamento (ojo, del Antiguo, no del Nuevo) en la biblioteca nacional de países de lengua no hispana, como Italia, Francia, Alemania, Inglaterra y EEUU, verían que esos plúteos están llenos. Pero  si contemplara virtualmente los estantes correspondientes en la Biblioteca hispana de los mismo temas, tales plúteos /estantes están vacíos.
 
Pero alguien dirá “¡Qué importa!”. Yo respondería “Pue sí, importa y mucho porque toda la tradición apocalíptica que nace en la Biblia hebrea y se prolonga en los Apócrifos de Antiguo Testamento y otra literatura judía de la denominada época del Segundo Templo (desde el siglo V a. C. hasta el 70 d. C. y un poco más) es la verdadera matriz de esa parte apocalíptica tan fundamental en la teología cristiana.
 
Por tanto, desde ese doble punto de vista yo me congratulo (¡y mucho1) de que alguien, muy bien preparado filológicamente como Salustio Alvarado, presente un libro bilingüe –antiguo eslavo y español– una de las piezas de ese complejo titulado “Literatura del ciclo de Esdras·” que tiene por lo menos seis libros distintos y que importa para comprender la teología cristiana de los primeros siglos
 
No me resisto a copiar de nuevo lo que dice Salustio Alvarado en su Introducción a propósito tanto del Libro IV de Esdras como de este Apocalipsis de Esdras que presento ahora  sobre la influencia literaria de estos libros:
 
«Debido a su privilegiada situación de “para canonicidad”, este apócrifo ha ejercido, abundando en la opinión de Muñoz León, una “influencia profunda en el cristianismo” y muy en especial, debido a su presencia en Vulgata, aunque fuera en los apéndices, en la Iglesia de Roma, de lo que dan testimonio, por un lado, las citas que de él hacen los santos padres y, por otro, su empleo en la liturgia, el ejemplo más conocido del cual es el del Introito de la Misa de Difuntos: Requiem aeternam dona eis, Domine, et lux perpetua luceat eis, que está tomado de los versículos 34 y 35 del capítulo II.
 
»Los siguientes versículos 36 y 37 son parafraseados en el Introito de la misa del martes de Pentecostés: Accipite jucunditatem gloriae vestrae, alleluia, gratias agentes Deo, alleluia, qui vos ad caelestia regna vocavit, alleluia. Y como estos ejemplos, hay otros varios.
 
»Por otro lado, cuenta la historia que del versículo 42 del capítulo VI (et tertio die imperasti aquis congregari in septima parte terrae, sex vero partes siccasti et conservasti, ut ex his sint coram te ministrantia seminata adeo et culta), Cristóbal Colón tomó uno de los principales argumentos (aunque la ciencia luego demostrara que ocurre justo al revés) para convencer a los Reyes Católicos y conseguir que financiaran su empresa». 
 
En síntesis, enhorabuena al Prof. Alvarado y a la Editorial Académica española por haber puesto en nuestras manos, con todo lujo de detalles, eta pequeña e importante obra del “Ciclo de Esdras” que rellena uno de los huecos de nuestra Biblioteca de lengua hispana, un hueco que nos distancia de la bibliotecas de otros países.
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
 
 
NOTA
 
Enlace a un diálogo / entrevista con la Escuela de Formación Humana y Teológica San Juan Crisóstomo. Sobre religión y religiosidad
 
https://www.facebook.com/EscuelaSanJuanCrisostomo/videos/179814514911348  
 
Martes, 18 de Abril 2023
Por si fuere de interés.
 
Hoy jueves 13-04-2023
 
Debate entre Eugenio Gómez Segura y Irving Gatell
 
Hora 19.00 hs españolas
 
He aquí el enlace de Youtube:
 
https://www.youtube.com/live/rBFdsxkJEUo?feature=share
 
Saludos de Eugenio Gómez Segura
y subsidiariamente Antonio Piñero
 
Jueves, 13 de Abril 2023

Quizás esta hipótesis ya añeja se acerque más a la presunta verdad histórica



 
Escribe Antonio Piñero
 
Se cree que Jesús probablemente murió en abril del año 30. Dos décadas más tarde, hacia el año 50, un avispado discípulo que vivía en Jerusalén pensó que los seguidores del Maestro hablaban mucho de sus sufrimientos finales, su muerte y resurrección, pero que a nadie se le había ocurrido poner por escrito lo sucedido. Así que este personaje, cuyo nombre ignoramos, compuso una historia de esos hechos y, al parecer, concentró en una semana acontecimientos que posiblemente habían sucedido a lo largo de meses; semana que coincidiría con la Pascua judía, que se celebra en el mes de nisán, correspondiente a marzo / abril.
 
Esta primera historia de la Pasión de Jesús hubo de ser la base del relato que aparece en el primer Evangelio que se compuso: el de Marcos (escrito hacia los años 71-75). Los investigadores están de acuerdo en que el evangelista tuvo como modelo un texto anterior, pero este relato se ha perdido, de manera que sólo nos queda la narración de Marcos. Los otros evangelios aceptados por la Iglesia presentan variaciones, divergencias y contradicciones respecto al de Marcos. Son los de Mateo (compuesto hacia 85-90), Lucas (escrito en torno a 90-95) y Juan (redactado sobre el año 100). Quizás en septiembre.
 
 Debemos tener presente que una tradición antigua no siempre es verdadera. Un ejemplo conocido y flagrante: , debido al prestigio de Aristóteles se sostuvo durante más de veinte siglos que la Tierra era el centro del universo y que el sol giraba en torno a ella; sólo gracias a Copérnico y Galileo se pudo caer en la cuenta de que esa «verdad», ya tradicional, no era tal. Puede que suceda algo parecido con algunas partes del relato de Marcos a pesar de su antigüedad, pues tenemos indicios de que las acciones y dichos de Jesús pudieron ocurrir de un modo diferente y en un tiempo más dilatado –de hasta seis meses– no precisamente en la semana escasa al término de la cual murió Jesús
 
El primer indicio de estas diferencias aparece en la entrada triunfal en Jerusalén. El Evangelio de Juan pinta a Jesús rodeado de gentes que portaban palmas, pero la mera presencia de las palmas apunta a septiembre, a la fiesta de los Tabernáculos, pues sólo en ella eran típicas esas ramas: las palmeras no eran propias de la zona de Jerusalén, sino que sus palmas se traían siempre de fuera, de Jericó, justo para esa fiesta.
 
El segundo indicio es el episodio en el que Jesús está hambriento y busca algo de comer: «A la mañana siguiente [...] sintió hambre. Viendo una higuera junto al camino, se acercó, pero no encontró nada más que hojas. Entonces le dijo: “Nunca jamás brote fruto de ti”. Y la higuera se secó de repente» (Mateo 21,18-21). So pena de tener a Jesús por un ignorante que desconocía lo más elemental. Lo cual es más que dudoso.
 
Y el tercer indicio es la inverosímil acumulación, de acontecimientos en un espacio tan breve de tiempo: apenas una semana. Desde el domingo, día de la solemne entrada de Jesús en Jerusalén aclamado como mesías, hasta su muerte en un viernes 14/15 del mes de nisán se suceden los siguientes hechos:
 
- Ingreso triunfal en Jerusalén
- Jesús llora por el trágico destino de la ciudad
- La denominada “Purificación del Templo”
- Maldición de la higuera
- Insidias de las autoridades judías contra Jesús
- Unos griegos quieren ver a Jesús
- Unción en Betania
- Traición de Judas
- Preparación de la Pascua
- Última Cena
- Tránsito al Monte de los Olivos
- Episodio de Getsemaní
- Traición de Jesús
-  Jesús es apresado
- Jesús ante el Sanedrín (“proceso judío”), más las negaciones de Pedro, más los episodios de burlas
- Entrega a Pilato más la muerte de Judas
- “Proceso romano”
- Episodio de Barrabás
- Episodio del “Ecce Homo”
- Burlas romanas a Jesús
- Camino del Gólgota
- Episodio del Cireneo
- Crucifixión
- Episodio de los dos ladrones crucificados con Jesús
- Muerte de Jesús
- Sepultura
 
Añádase a esto que desde la Última Cena hasta la sepultura transcurren solamente horas. Hay que sumar a estas acciones una dilatada tarea de enseñanza de Jesús en el Templo –y posiblemente en otros lugares– con los episodios didáctico-polémicos siguientes:
 
- Disputa sobre el poder de Jesús y el bautismo de Juan
- Discursos diversos en los que van incluidos las parábolas siguientes: de los dos hijos; de los malos viñadores; de los invitados a las bodas reales. En un segundo momento, discursos que contienen las siguientes parábolas: sobre los días del Diluvio y exhortación a la vigilancia; sobre los siervos fiel e infiel; sobre las diez vírgenes; sobre los talentos/minas; sobre el juicio final.
- La disputa pública con los fariseos sobre la cuestión del pago del tributo al César
- Disputa pública con los saduceos sobre la resurrección
- Enseñanza sobre el primer y más importante mandamiento
- Disputa sobre la filiación davídica del mesías
- Discurso general contra fariseos y doctores de la Ley
- Lamentos sobre la ciudad de Jerusalén
- Episodio del óbolo de la viuda
- Largo discurso de Jesús sobre las señales del tiempo final (el denominado “Apocalipsis sinóptico”)
- Largos discursos de Jesús en la Última Cena según el Evangelio de Juan.
 
 
Esta hipótesis de la compresión en una semana de hechos y dichos de Jesús que ocurrieron en más tiempo, siguiendo la doctrina aristotélica –en su “Poética”: libros V, VII y VIII– de la unidad de tiempo, lugar  y acción (en realidad Aristóteles habla solo explícitamente de la unidad de acción, pero la de tiempo y lugar han sido deducidas de sus palabras , como presupuestos poéticos, retóricos  de un relato dramático convincente (desde el punto de visa teatral y literario en general) es muy antigua y nada original. Pero creo que la investigación la rechaza con demasiada facilidad.
 
He tomado esta nota de mi libro, editado junto con Eugenio Gómez Segura, “La Verdadera historia de la Pasión", EDAF, Madrid, 2008. En más de un par de ocasiones me han preguntado si este libro estaba descatalogado, Y respondo así que no lo está
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
 
 
Miércoles, 5 de Abril 2023
Jesucristo historia y misterio. Teología para no teólogos
Escribe Antonio Piñero
 
Desde hace muchos años, y aun sin haber leído en profundidad la obra de Dietrich Bonhoefer, me ha admirado la inmensa altura moral que tuvo en su vida; su defensa a ultranza de sus posiciones teológicas con el máximo respeto hacia sus adversarios; el valor con el que soportó su encarcelamiento por los nazis después del atentado fallido contra Hitler del 20 de julio de 1944, promovido por el Conde von Stauffenberg, en el que se vio implicado; y sobre todo su ejecución en abril de 1945 – Bonhoeffer fue ahorcado– muy poco antes de la rendición total de Alemania. Mis respetos ante una personalidad de un valor admirable. Vivió de pie, no de rodillas.
 
El libro que hoy comento se titula “Jesucristo: historia y misterio”, fue publicado por Trotta  en 2016, y reeditado hace poco tiempo. Su ISBN es 978-84-9879-637-7. El precio puede consultarse en la página web de la Editorial. El libro tiene solo 189 pp., incluido el índice. La traducción es de Sergio Vences (ya fallecido) y Úrsula Kilfitt. Texto difícil de traducir, por lo que me alegra su resultado.
 
El libro está dividido en dos grandes partes. La primera se titula “¿Quién es y quién fue Jesucristo. Su historia y su misterio” (pp. 11-80) que ha sido la que más ha atraído mi atención. La segunda, titulada “Creación y caída” y “Tentación” (pp. 85–155; 157-185) son dos ensayos exegéticos, que tienen valor por sí mismos. El primer ensayo se ocupa de aclarar teológicamente los tres primeros capítulos del Génesis con una breve mención a Caín de Gn 4,1; y el segundo trata de la tentación de Adán y el relato de las tres tentaciones de Jesús en Mateo 4,1-10 y Hebreos 4,15 (“un Jesús como sumo sacerdote, puesto a prueba -es decir, tentado- como nosotros, pero que nunca cayó en pecado; la prueba suprema de Jesús fue su propia muerte”)…, igualmente aclarado de un modo teológico.
 
Señala el autor del “Prólogo” Otto Dudzus que este texto refleja el pensamiento de Bonhoeffer expuesto en un curso sobre cristología (la ‘ciencia’ teológica que intenta explicar quién fue Jesús como mesías, = ungido = cristo), aunque textualmente lo que se reproduce en el libro no son  exactamente las palabras del autor, porque el manuscrito se ha perdido. Pero se han conservado numerosos apuntes de sus oyentes, de modo que Eberhard Bethge ha logrado reconstruir el texto en sus líneas esenciales e incluirlo en las “Obras completas” de Bonhoeffer, publicadas en 1961, como tercer volumen.
 
Bonhoeffer no hace distinción alguna en aquello en lo que yo he insistido tantas veces, entre “Jesús de Nazaret” y “Jesucristo”: el primero como figura histórica indudable, de cuya existencia no me parece lícito metodológicamente dudar; y el segundo, un híbrido de “Jesús  histórico / Cristo de la fe”, el cual como tal no es objeto de la historia, aunque el buen creyente sostiene que el Cristo histórico es exactamente igual a Jesús. Además, toda la reflexión cristológica de ese buen creyente gira en torno a la definición esencialmente cristológica del Concilio de Calcedonia del 451. Reproduzco el texto sobre el que reflexiona Bonhoeffer.  El  Concilio declara:
 
“Siguiendo la enseñanza de los Santos Padres, todos unánimemente enseñamos que hay un solo y único Hijo, nuestro Señor Jesucristo, perfecto en cuanto a su divinidad y perfecto también en cuanto a su humanidad, verdaderamente Dios y al mismo tiempo verdaderamente hombre, de cuerpo y alma racionales; consustancial (griego homooúsios) con el Padre por su divinidad, consustancial con nosotros por su humanidad, en todo semejante a nosotros excepto en lo que se refiere al pecado Profesamos que existe un solo y único Cristo Jesús, Hijo único de Dios, a quien reconocemos en dos naturalezas, sin que haya confusión, sin cambio, sin división ni separación entre ellas, en modo alguno borrada la diferencia de naturalezas por causa de la unión; por el contrario, los atributos de cada una de esas naturalezas son conservados y subsisten siempre en una sola persona y en una sola hipóstasis, no partida o dividida en dos personas, sino sólo y el mismo Hijo unigénito, Dios, Verbo, Señor Jesucristo, como de antiguo acerca de Él nos enseñaron los profetas, y el mismo Jesucristo, y nos lo ha transmitido el Símbolo de los Padres (= Nicea)”.
 
Para la razón humana el que exista una persona única pero con dos naturalezas, una divina y otra humana, es una contradicción. Pero hay que aceptarlo como proposición dogmática, según Bonhoeffer, porque así es la fe cristiana. Como buen luterano, lo único que importa y lo único que salva es la fe, tenga o no un agarradero en la historia.
 
Bonhoeffer se esfuerza en toda esta primera parte del libro que comento en la siguiente idea: si se pregunta por “quién es Jesucristo” estamos inquiriendo sobre su trascendencia; y si se pregunta por el “cómo se realizó en la historia” se está preguntando por la inmanencia.
 
Creo que el núcleo de esta primera parte se explicita claramente cuando Bonhoeffer aclara que el “objeto” por el que el ser humano se interroga es el Hijo de Dios, de cuya existencia no se puede dudar. Ahora bien, la pregunta sobre la inmanencia, el “cómo”, no llega a alcanzar a Jesucristo. Se le escapa. En realidad esta pregunta por el “cómo” va contra la fe, y es similar –según Bonhoeffer – a lo que habló la serpiente del paraíso a Eva.  Sostiene nuestro autor: No es posible preguntar a Jesucristo “¿Cómo eres posible?”, sino que lo que me interesa a mí es preguntar “¿Quién eres tú?”. Esta es la pregunta por el ser, por la substancia y la naturaleza de Jesucristo.
 
Y continúa Bonhoeffer: No preguntes por lo que hizo Jesucristo. Lo que hizo son meras obras y nunca llegarás a comprender qué significado tienen esas obras, si antes no se te ha respondido al “quién es Él”. Y el autor responde que él es Jesucristo; que es el Cristo presente, crucificado y resucitado. Pero que todo eso es “por mí”. Y en ese “por mí” está representada toda la humanidad. Hay que aceptar como dogma de fe que Jesucristo es el Verbo, la palabra de Dios. Y que Dios se ha revelado en la Palabra. Se ha vinculado a la Palabra, para por ella hablar al hombre. El Cristo histórico es esa palabra y es Jesús de Nazaret. Así de claro. Existe, pues, un Cristo histórico.
 
Otra respuesta de Bonhoeffer es que ese Cristo encarnado en la Palabra se ha encarnado en los sacramentos de esa misma Palabra por excelencia: la confesión (de la fe y de los pecados propios) y la eucaristía. Ahora bien, ninguno de los dos sacramentos entendidos al modo católico. Bonhoeffer hace hincapié  en que él no piensa en el modo craso de la transustanciación, como los católicos, sino en una  presencia real pero simbólica a la vez.
 
El lugar de Jesucristo es ser el centro de la existencia humana, asegura Bonhoeffer. Cristo es el centro de la historia. Esto es un dogma y lo acepta. Ahora bien, la dogmática necesita una total certeza de la historicidad de Jesucristo, es decir asegurarse de que es cierto que el Cristo proclamado por la fe es igual al Cristo, ungido, histórico.
 
Y aquí la fe absoluta tiene que aceptar las paradojas de la investigación: que la investigación histórica ha demostrado que ella no puede negar absolutamente la existencia histórica de  Jesucristo, pero tampoco puede afirmarla absolutamente. Segundo: No es posible jamás alcanzar una certeza absoluta de un hecho histórico; y debemos asumir que la “certeza” alcanzable es siempre una paradoja. En Jesús la paradoja es la contradicción de que él es totalmente un hombre y totalmente Dios. Es paradójico, pero cierto a la vez, porque lo afirma la fe.
 
Y aquí viene una parte del libro, a mi modo de ver interesantísima incluso para un mero historiador, como yo pretendo ser (en realidad historiador de las ideas), puesto que Bonhoeffer explica nítidamente los errores, (así, “errores”) que la cristología ha cometido a lo largo de los siglos. Estos errores son cuatro:
 
1. La herejía doceta: creer que el cuerpo de Cristo no es real sino mera apariencia
 
2  La herejía ebionita, que considera el dogma de la encarnación como una locura. Jesús de Nazaret y el Cristo no son más que meros seres humanos.
 
3. Las herejías monofisita y nestoriana que tienen el fallo de una insistencia exagerada en la naturaleza divina de Jesucristo, de modo que su naturaleza humana queda tan en un segundo plano, que casi desaparece. (la 4ª, doble, aparecerá después en el decurso del libro).
 
Como es lógico, según Bonhoeffer, estas herejías pecan por exceso o defecto: ponen en tela de juicio el gran dogma paradójico del Concilio de Calcedonia: Jesucristo es Dios y hombre a la vez; y/ totalmente Dios y totalmente hombre; no se pueden hacer parcelas. De modo que, y aquí coinciden la cristología luterana de Bonhoeffer con la católica, sólo “queda redimido y salvado lo que es asumido”. Si el Jesucristo histórico no asumió totalmente la humanidad, el ser hombre entero y verdadero, no hay salvación para el ser humano.
 
En este aspecto me parece  interesantísimo,  desde la p. 57 a la 77, cómo Bonhoeffer explica con absoluta claridad (dentro lo la complejidad de la teología) la doctrina de Calcedonia. Cómo aclara nuestro autor las diversas perspectivas de la teología calvinista y luterana sobre cómo hay que entender esa declaración tan paradójica.
 
Y aquí es en donde Bonhoeffer aclara la herejía doble número 4: el subordinacionismo y el modalismo. La primera declara que Jesucristo es como un dios secundario subordinado al Padre. Y la segunda afirma que Jesucristo no es más que un “modo de Dios”, con lo que se sostiene que Jesucristo no tuvo una apariencia real: muy parecido a lo afirmado por los docetas.
 
Como resumen, el lector puede vivir la controversia del núcleo del cristianismo tal como se entendió la declaración cristológica de  Calcedonia (que precisó la definición del Concilio de Nicea) y que constituye el núcleo de la fe cristiana. Y puede entender –y esto me parece muy importante– lo que piensan al respecto los calvinistas y luteranos, de los que el lector normal en español tiene muy poca información.
 
En síntesis: el libro de Bonhoeffer me ha interesado muchísimo por lo que lo declaro muy recomendable. Para un filólogo como yo –que en algunos momentos de su vida no se ha centrado solo en el Jesús histórico y el Cristo de la fe, pero que se ha adentrado en los “Cristianismos Derrotados”– este libro de Bonhoeffer me ha resultado en verdad muy esclarecedor.
 
Y enhorabuena a la editorial Trotta por publicar libros que tienen una salida económica menos viable que otros más ligeros, pero que son libros de fondo, de cultura seria, de profundidad y reflexión… en un mundo en el que a menudo prima la superficialidad y lo banal. Es un gusto leer cosas serias e interesantes a la vez, porque explican nuestra cultura cristiana. Sea uno un creyente fervoroso o mero cristiano cultural.
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
 
www.antoniopinero.com
Miércoles, 29 de Marzo 2023
Escribe Antonio Piñero
 
En mi correo ha aparecido esta pregunta:
 
“Si conociendo que los evangelistas eran hombres honrados que decían la verdad,  ¿dónde está la línea en la que dejan de ser honrados y empiezan a inventarse cosas?
 
 Y, por otro lado, pregunta: ¿qué pruebas hay de que se inventaron cosas cuando hablan de sucesos sobrenaturales pero que decían la verdad en otros aspectos contrarios a la fe oficial?
 
 
RESPUESTA:
 
¿Cómo conocemos que los evangelistas eran hombres honrados? Lo presuponemos, pero no lo  sabemos con seguridad. Lo presuponemos porque ponen como ejemplo de vida a un judío que señala que el mejor resumen de la ley de Moisés es amar a Dios y al prójimo, y porque presenta (al menos Mateo y Lucas (Sermón de Montaña o del Llano: Mt 5-7 y Lc 6,20ss)  un modelo de virtudes en el que el amor al prójimo es determinante.
 
Los evangelistas no dejan de ser honrados nunca a su manera. No hay línea alguna en la que son los evangelistas conscientes de que están mintiendo. El supuesto me parece que no corresponde a realidad alguna.
 
Escriben los evangelistas una biografía de Jesús al modo de su tiempo, destacando siempre los aspectos positivos del héroe de la narración en todos los casos, aunque se relaten a menudo datos o escenas que parecen dejar en mal lugar al héroe de la narración. La imagen de Jesús está ciertamente magnificada por la fe previa en la resurrección del héroe. Creen a pies juntillas que Jesús habita en el cielo, que está sentado a la derecha del Padre. Que éste lo ha confirmado en su “puesto” de señor y mesías, que volverá a la tierra para establecer el juicio final, para retribuir a cada uno según sus obras y para instaurar definitivamente el reino de Dios. Por tanto, cada uno de esos relatos está vivificado por la fe en ese personaje que creen sobrenatural, maravilloso y definitivo.
 
Por tanto, los evangelistas no se inventan más que el marco temporal y geográfico (también por tradición)  de los hechos y dichos de Jesús. Recogen las palabras de Jesús tal como la transmiten los maestros y los profetas cristianos de su tiempo y de su grupo. Adornan la historia de Jesús con milagros que creen absolutamente verdaderos. Por tanto, insisto no mienten. Creen que su obra no es presunta propaganda mala, no es propaganda mentirosa, sino una verdad que conduce a la salvación en quien crea en Jesús.
 
“¿Decían la verdad en otros aspectos contrarios a la fe oficial?”.
 
Este presupuesto es irreal. No había verdad alguna oficial en ese tiempo. El judeocristianismo se estaba construyendo Cada grupo de cristianos interpretaba la vida y misión de Jesús como la entendía su grupo, gobernados por gentes que creían estar en posesión del espíritu de Jesús.
 
Así que en resumen quien plantea estas presunciones sobre los evangelistas tal como dice la pregunta, creo que no entiende en absoluto cómo era el cristianismo primitivo.
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
 
 
RÉPLICA
 
Dice Usted
 
"Escriben los evangelistas una biografía de Jesús al modo de su tiempo, destacando siempre los aspectos positivos del héroe de la narración"
 
Eso no es cierto en modo alguno y le pondré solo 7 ejemplos de las docenas que hay ya que, al parecer, no se me permite extenderme demasiado. Procedo pues:
 
1) No es ensalzar al héroe recoger como dios abandona al héroe en la cruz y , éste lo reconoce.
 
2)  No es ensalzar al héroe reconocer que las que descubren el sepulcro vacío son simples mujeres del siglo primero en Israel.
 
3) No es ensalzar al héroe recoger que, tras meses o años de peregrinación y de milagros nadie le ha creído ni una palabra  y todos huyen ,incluso Pedro se va corriendo y el resto los apóstoles se escapan.
 
4)  No es ensalzar al héroe que en ninguno de sus discípulos esté en las inmediaciones de la Cruz al menos apoyándole en la distancia como si se recoge el que hace la Virgen María o María Magdalena. 
 
5)  No es ensalzar al héroe cuando dicen los evangelios, que Jesús anuncia para ya mismo la llegada del reino que luego no se produce.
 
6)  no es es alzar al héroe que Tomás después de años viéndole hacer milagros después de todas las peregrinaciones y de todas las palabras lo ve resucitado delante de él y no se lo cree teniendo que meter los dedos y dándole ejemplo de que esa historia de Jesús no hay quien se la crea ni teniéndolo delante.
 
7)  No es ensalzar al héroe considerar a Jesús un loco como le  considera Santiago y el resto de su propia familia.
 
Del mismo modo y atendiendo a la verosimilitud de esas mismas fuentes ,debemos concluir que dicen la verdad en todo caso, porque suponer que dicen la verdad en las cosas que perjudican a Jesús pero que mienten cuando hablan de la naturaleza especial de este mismo personaje, sería incurrir en un apriorismo impropio de un científico.
 
CONTRARRÉPLICA por mi parte:
 
 
Por ese mismo argumento, como de los dioses de los griegos y romanos se cuentan hechos horrorosos (adulterios; robos; asesinatos)   y no se omiten, aunque sería posible, debemos deducir que cuando los escritores griegos y romanos hablan de que Zeus existe y está en el Olimpo están diciendo la verdad, porq antes la decían cuando no omitían rasgos negativos de sus dioses.
 
Estimo que esas afirmaciones del replicante están fuera del ámbito de las reglas metodológicas de la historia antigua: son hechos reales, pero tienen otra interpretación. Es clarísimo que los evangelistas cuentan esas cosas negativas de Jesús, porque no pueden omitirlas y les sirven para justificar la nueva concepción teológica de un mesías sufriente (muy superior a la del justo sufriente de Isaías)  para resolver el tremendo problema teológico de un enviado por Dios, un Hijo de Dios, que sufre tamañas perfidias y que muere en la cruz como un sedicioso contra Roma.
 
Ese material de los evangelios, que sus autores no pueden negar ya que están firmemente ancladas en la tradición, nos es muy precioso para delinear la imagen del Jesús de la historia, que está debajo del Jesucristo de la fe. Para suerte nuestra, los evangelistas fueron honestos y nos dejaron textos que a la verdad contradicen hasta cierto punto la imagen del héroe, pero que son verdaderamente preciosos para conocer al héroe histórico, no al súper héroe de la fe.

 
Y otra cosa: la historia no trata de temas sobrenaturales. De eso se ocupa la teología.
 
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
 
NOTA:
 
Entrevista con Omar Navarro: diversos temas sobre los enfoques actuales sobre el Jesús histórico y su reflejo en los debates televisivos y otros medios
 
El enlace al vídeo es éste: https://youtu.be/_-nWD0IBgDs
 
(12-1281) 15-03-2023
 
Miércoles, 15 de Marzo 2023
Escribe Antonio Piñero
 
He aquí el texto de Evangelio de Juan 17,26 sobre el que dialogaremos:
 
“Yo les di a conocer tu Nombre y se lo daré a conocer, para que el amor con que tú me has amado esté en ellos y yo en ellos”.
 
En las preguntas que me dirigen de vez en cuando hay quien argumenta que “Jesús dice que les está dando a conocer el Nombre es decir, que antes no sabían ese nombre y qué es Jesús el que les está COMUNICANDO ese nombre, es decir, que antes, no lo conocían, pero ahora se lo está dando a conocer Jesús, de modo que debe ser un Dios que no conocen puesto que es Jesús el que les está dando a conocer ese nombre”.
Con otras palabras, que creo más claras: el lector moderno del Evangelio de Juan está afirmando que el Jesús histórico al enseñar cuál es el “nombre” de Dios –que no conocían– está indicando a sus discípulos que su Dios (el Dios de Jesús) les era desconocido. Por tanto, los discípulos, judíos, no conocían al Dios de Jesús porque ese Dios de su maestro no era Yahvé, sino otro. Un Dios desconocido. Luego el Dios de Jesús no era Yahvé. Y por tanto Jesús no era judío; o , al menos, un verdadero judío.
 
Por consiguiente, si yo como mero historiador del judaísmo y judeocristianismo del siglo I argumento que Jesús no introduce un Dios diferente al del Antiguo Testamento, sino el mismo de todos los israelitas, a saber, Yahvé, estoy haciendo una afirmación que “no se sostiene”.
 
Frente a esta idea sostengo que defender que Jesús no era judío y que predicaba un Dios distinto al de Israel es un imposible histórico. Y es una pena tener que emplear tiempo en demostrar lo que parece evidente y básico en toda investigación sobre Jesús, a saber que él era un judío integral y que jamás se salió de su propia religión.
 
En primer lugar, aunque sea muy conocido hay que repetir (con Geza Vermes, “La religión de Jesús el judío” (Anaya, Madrid, 1996) que
A. Jesús aparece en los escritos evangélicos como un judío practicante. Jesús se atiene sin discutirlas a las principales prácticas religiosas de su nación. Así, Jesús frecuentaba habitualmente los centros de culto y de enseñanza del judaísmo de su entorno. Jesús predica continuamente en las sinagogas, y respeta y visita al Templo en las fiestas anuales.  La purificación del Santuario narrada en Mc 11 y paralelos, es interpretada por muchos intérpretes como una imagen de que Jesús abolió el culto del Templo. La verdadera interpretación de este paso es, en mi opinión, justamente la contraria: Jesús se preocupó de purificar el Templo, precisamente no porque quisiera quitarle su valor --esto no tiene sentido--, sino porque estimaba que era uno de los lugares preferentes de encuentro con Dios. El Reino futuro que él predicaba tendría en su centro un nuevo Templo sin ninguno de los defectos del presente. Jesús no abolió, ni puso en solfa el culto en sí, sino los abusos que se le habían unido con el tiempo y que podían corregirse.
 
B. No hay prueba histórica ninguna de que Jesús quebrantara la Ley mosaica, sino todos lo contrario. Jesús se adhirió tanto a la ley cultual como a la ley moral, y afirmó con rotundidad la validez salvífica de la Ley en su conjunto. La llamada fuente "Q", muy antigua, que conserva dichos auténticos de Jesús, transmite que éste afirmó: " Más fácil es que pasen el cielo y la tierra que caiga un sólo ápice de la Ley", es decir antes se destruirá el mundo que deje de cumplirse el precepto más mínimo de la Ley. Jesús es aquí un defensor a ultranza de la Ley de Moisés como el más puro de los fariseos.
 
C. Si Jesús hubiera quebrantado la ley de Moisés y hubiera dicho no se explicaría en absoluto cómo los primeros cristianos seguían observando cuidadosamente la Ley, los modernos autores judíos que estudian la figura del Nazareno y que conocen mejor que nadie el fariseísmo de la época y el rabinato posterior de la Misná y del Talmud afirman con toda nitidez que no hay ni un sólo caso en el evangelio en el que Jesús aparezca quebrantando la Ley. Tomemos los ejemplos más importantes y discutidos. Las curaciones en sábado no eran ningún trabajo en la época, luego Jesús no quebrantaba nada curando. Los observadores hostiles descritos por los evangelios consideran inquietante el comportamiento de Jesús, pero nunca lo tachan de ilícito. Lo único que hace Jesús es algo típicamente rabínico: escoger entre dos mandamientos en conflicto: la necesidad de salvar la vida y la obligación de guardar el sábado. Otros rabinos hicieron y enseñaron lo mismo. Una cierta flexibilidad de Jesús frente a una interpretación estricta de algunos contemporáneos del descanso sabático debe enfocarse desde el punto de vista del piadoso rabino carismático, del sanador y exorcista, para quien la curación de los enfermos, como manifestación del reino de Dios que viene, está por encima del mero cumplimiento, puntilloso según el parecer de otros, del descanso sabático.
 
D. Jesús tampoco infringió las normas alimentarias. Es verdad que comía con pecadores, pero nunca aparece acusado de ingerir alimentos impuros o prohibidos. La afirmación de Mc 7 de que Jesús "declaró puras todas las cosas" es un clarísimo comentario suyo, personal, que no corresponde a palabra ninguna de Jesús La máxima del nazareno, "lo que sale de la boca es lo que hace verdaderamente impuro al hombre", era una doctrina farisea que Jesús defiende. Lo único que pretende Jesús es profundizar en el espíritu auténtico de la Ley, no abolirla. Este punto de vista se clarifica con la cuestión del divorcio. Mientras la escuela de Hillel permitía al varón el libelo de repudio por cualquier causa, Jesús adopta la postura más rigorista de la escuela de Shammay: al marido sólo se le permite el divorcio si la mujer es adúltera, y la justifica con una interpretación más exigente de Gn 1,27, como palabra de Dios.
 
E Las famosas y supuestas antítesis, que debelan el valor de la Ley ("Se ha dicho, pero yo os digo...") como si fueran un manifiesto antinomista, van justamente en el mismo sentido: ahondar en el espíritu auténtico de la Torá, profundizar en el espíritu de la Ley: el hombre debe no sólo no matar, sino quitar la raíz del posible asesinato, el odio y la discordia; no sólo no adulterar, sino eliminar la raíz del adulterio, el mal deseo; no sólo no jurar, sino hablar tan transparentemente que sea innecesario el juramento, etc. ¿Quién en su sano juicio puede inferir de esta doctrina que Jesús no afirmaba la validez de la Ley? ¡Justamente todo lo contrario!
 
F. Los resúmenes de la Ley que hace Jesús (la llamada regla de oro "Compórtate con los demás como querrías que ellos hicieran contigo") o "Amor a Dios y al prójimo como resumen de la Ley y los profetas son exactamente las mismas que los de la mejor tradición de los maestros más venerados de entre los rabinos. Puede decirse que la actitud de Jesús respecto a la Ley de Moisés es "un interés omnipresente por el objetivo último de la Ley que él considera, primaria, esencial y positivamente, no como una realidad jurídica, sino como una realidad ético-religiosa que revela lo que él consideraba la conducta justa y ordenada por Dios respecto a los hombres y los deberes para con el mismo Dios.
 
G. El reino de Dios que Jesús predicaba es exactamente el mismo que habían proclamado los profetas. Él nunca necesitó explicar qué era exactamente el Reino de Dios, porque todos sus oyentes lo sabían, por su continua lectura en la sinagoga de la Biblia. Y la proclamación del Reino de Dios es la característica esencial de Jesús que lo define como un hombre en la línea total del pensamiento profético de la Biblia hebrea.
 
H. Jesús se muestra como piadoso judío al utilizar los libros sagrados como instrumento y medio de su predicación. En la predicación del Nazareno encontramos prácticamente todas las formas didácticas a base de la Escritura que practicaba el judaísmo antiguo.
 
Para todo aquel que desee mirar con ojos críticos por un lado, y sin ningún tipo de prejuicios por otro, se debe confesar como conclusión de lo expuesto que si los evangelistas pretendieron presentar a un Jesús que rompía con el judaísmo, hicieron muy mal su trabajo, pues en los evangelios quedan mil restos que prueban hasta la saciedad que la religión de Jesús no se diferencia en nada de la de un rabino carismático, piadoso y apocalíptico del Israel del s. I de nuestra era. La religión de Jesús es total y auténticamente judía y sus raíces se hallan en una fe que mueve montañas y en una decidida y muy judía "imitación de Dios. La esencia de la religión de Jesús, el judío es resumida a sí por G. Vermes: "Poderoso sanador de los física y mentalmente enfermos, amigo de pecadores, Jesús fue un predicador magnético de lo que constituye el corazón de la ley de Moisés, incondicionalmente entregado a predicar la llegada del Reino de Dios y a preparar para ello no a comunidades, sino a personas desvalidas. Siempre tuvo conciencia de la inminencia del final de los tiempos y de la intervención inmediata de Dios en un momento sólo conocido por Él, el Padre que está en los cielos, que ha de revelarse pronto, el sobrecogedor y justo juez, Señor de todos los mundos."
 
Por otro lado, los que sostienen esa extraña idea de que el Dios de Jesús no era el judío y que su religión no era judía no entienden a fondo el Evangelio de Juan. El nombre que Jesús, el revelador celestial –que desgraciadamente para los creyentes no es el Jesús histórico, sino el Jesús “fabricado” por los autores de este evangelio místico, no histórico– es la esencia  (“nombre” como esencia de la persona en hebreo) íntima del Dios que naturalmente, según el grupo johánico que compuso el cuarto  evangelio, ningún israelita conoce a fondo (su esencia, repito) hasta que ha llegado Jesús que era el revelador definitivo de cómo era Yahvé en verdad. La gente lo conocía superficialmente; el grupo del Cuarto Evangelio afirma que Jesús el revelador de ese Dios enseña cómo es ese Dios. Definitivamente según el Cuarto Evangelio: Antes de Jesús todos los israelitas conocían el “nombre” de Yahvé, pero imperfectamente; sólo Jesús revela su esencia íntima.
Si se lee el comentario de Gonzalo Fontana en “Los Libros del Nuevo Testamento” de Trotta del contexto (pp. 1398-1399),  se verá que esta cuestión no aparece ni por lo más remoto en el comentario.
17,25  Solo se comenta “Padre justo”, donde se afirma que “justo” es un adjetivo que solo se aplica ad y no a los hombres. Nada se dice de dar a conocer el Nombre porque es algo que se da por supuesto.
Gonzalo Fontana explica lo del nombre de Dios a propósito de Jn 4,26, el diálogo con la mujer samaritana. Esta dice:
“Sé que viene el Mesías, el llamado «Ungido»; cuando él llegue nos lo explicará todo.  Jesús le contestó: Yo soy, el que está hablando contigo”.
 
Comentario:
Yo soy: primera declaración explícita de la mesianidad divina de Jesús. Es el primero de los siete «yo soy» del Evangelio, paralelos a los siete signos-milagros, número de la perfección divina. Jesús se identifica con la fórmula «yo soy», sobre todo en sus usos absolutos, es decir, a los que no se añade nada (8,24; 8,28; 8,58; 13,19): «Y dijo Dios a Moisés: Yo soy el que yo soy [egó eimí hó ón]. Así dirás a los hijos de Israel: Yo Soy [hó ón] me envió a vosotros, el Dios de vuestros padres... Este es mi nombre para siempre, este mi memorial por todos los siglos»: (Éxodo 3,14-15). Jesús revela con sus obras actos la obra del Padre; de ahí que él, Jesús, lo haya revelado en su plenitud, en su sacratísimo nombre = su  esencia.
 
Como se puede observar, para el autor del comentario la deducción de que los discípulos “no conocían el nombre” y Jesús lo revela nada tiene que ver con que el Dios de Jesús no fuera Yahvé, el Dios común de todos los israelitas, sino que Jesús les revela mejor que nadie cómo es ese Dios. Les revela su nombre = su  esencia. De Yahvé, naturalmente, de cuyo nombre se habla, pero no se pronuncia, por respeto. No por ignorancia
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero

 
Miércoles, 8 de Marzo 2023

El cristianismo está en continua evolución


Escribe Antonio Piñero
 
 
La figura de Jesús en los evangelios sinópticos es ante todo la de un profeta, consciente de su función como tal, por elección divina, proclamador de la inminente llegada del reino de Dios. Es muy probable que Jesús como profeta tuviera de una alta autoestima. Es posible que se creyera mayor que Jonás (Mt 12,41:  “Los hombres de Nínive se levantarán con esta generación en el Juicio y la condenarán, porque ellos se arrepintieron con la predicación de Jonás; y miren, algo más grande que Jonás está aquí”); y mayor que Salomón al que  visita la Reina del Sur para disfrutar de su sabiduría (Mt 12,42:  “La Reina del Sur se levantará con esta generación en el Juicio y la condenará, porque ella vino desde los confines de la tierra para oír la sabiduría de Salomón; y miren, algo más grande que Salomón está aquí”). Jesús se veía a sí mismo ante todo como el profeta del final del mundo presente.
 
Pero, a la vez, es un Jesús que se reconoce humano, que jamás plantea ser un hijo de Dios especial, físico, óntico. La escena de Mc 14,61-62 con la respuesta de Jesús a la pregunta de Caifás (¿Eres tú el mesías, el hijo del Bendito? Y Jesús dijo: “Yo lo soy”) no vale para pensar que Jesús se consideraba “hijo de Dios” en el mencionado sentido físico, pleno, trinitario.
 
El mesías como «hijo de Dios, el Bendito» era una concepción muy judía, y significaba que –como caudillo del pueblo judío en nombre de la divinidad– el mesías regio, descendiente de David, era un ser humano adoptado por aquella como hijo, al igual que el rey de Israel en tiempos pasados (2 Samuel 7,14). La pregunta de Caifás «¿Eres tú el mesías?», es la misma que la que Juan Bautista hace sobre Jesús en Mt 11,3. El lector debe tener cuidado de no leer la pregunta/respuesta, y la situación entera, desde el punto de vista cristiano y entender «hijo de Dios/hijo del Bendito» en un sentido trinitario. Habla el sumo sacerdote judío a un Jesús judío, y ninguno de los dos tienen la menor idea de una trinidad y de un “hijo de Dios” como algo que hemos denominado “físico”, óntico, más allá de la mera filiación divina de todo ser humano, en especial el israelita, creado por Dios.
 
Así pues, el Jesús marcano es un Jesús que se sabe ignorante de algo que solo Dios conoce (no sabe cuándo será el fin del mundo: “Respecto a aquel día y hora, nadie sabe nada, ni los ángeles del cielo ni el Hijo, sólo el Padre”: Mc 13,32); un Jesús que no dispone a su antojo la disposición de los lugares preferentes en el futuro reino de Dios, lugares que solo Dios reparte (Mc 10, 38-40: “Ellos dijeron: Concédenos que uno se siente a tu derecha y el otro a tu izquierda en tu gloria…. Jesús respondió: el que os sentéis a mi derecha o a mi izquierda no es cosa mía concederlo, sino que es para quienes está preparado” = por Dios Padre); in Jesús consciente de su fracaso en Galilea (Lc 10,13: Jesús acepta que, a pesar de sus curaciones y exorcismos hechos en Cafarnaún, Corazín y Betsaida, las gentes de esas tres villas no hicieron caso de su mensaje: ¡Ay de ti Corazín! ¡Ay de ti Betsaida! Porque si los prodigios que se hicieron entre vosotros hubieran sido hechos en Tiro y Sidón, hace tiempo que se hubieran arrepentido sentados en cilicio y ceniza”); un Jesús débil y temeroso ante la muerte (la oración del huerto, en Getsemaní su sudor de sangre: Lc 22,44, sean o no históricos los detalles).
 
Por el contrario el Jesús del Cuarto Evangelio tiene una consciencia de sí mismo muy superior, puesto que es divino sin más, y se relaciona directamente con la divinidad como Hijo de esta desde siempre (Jn 14,7: el Padre está en él y él está en el Padre (Jn 14,10); un Jesús que se proclama uno con el Padre (aunque a la vez reconoce que el Padre es mayor que él porque él es quien lo envía: Jn 12,49;14,28); un Jesús que retorna al mundo celeste, superior, de donde procede (Jn 14,3): un Jesús  que es el Camino, la Verdad y la Vida (Jn 14,6), de tal modo que quien lo ha visto a él  ya ha visto al Padre (Jn 14,9); un Jesús que defiende que quien cree en él ha resucitado ya para una vida superior (Jn 5,24); un Jesús que  no es en absoluto débil, que se entrega a la muerte voluntaria y decididamente para cumplir la voluntad de su Padre; y que en el momento de su muerte piensa que exhibe su máxima glorificación al derrotar al Pecado y a la Muerte misma (Jn 12,23); un Jesús que tiene la capacidad de enviar, por su propia cuenta, al Espíritu del Padre de modo que pueda completar su propia revelación (Jn 15,26; 16,5). En una palabra un Jesús que es superior al mundo (Jn 15,18), superior a todo ser humano, aunque sea él quien salva al mundo entero (Jn 12,47).
 
Voluntariamente he omitido mencionar el Prólogo del Evangelio (Jn 1,1-18), porque en esta pieza hablan otros de Jesús / Verbo de Dios. El Prólogo al Evangelio es un himno compuesto dentro del grupo johánico, que a propósito de un comentario implícito a Génesis 1,1, se habla de la inhabitación en Jesús de una entidad totalmente divina, la Sabiduría-Palabra divinas, la mano derecha de Dios, la que crea el universo (Jn 1,3).
 
Es claro, pues, que entre el Jesús de Marcos –detrás del cual se transparenta sin duda el guerrero divino que triunfa sobre Satanás, y que hace portentosos prodigios como Yahvé (por ejemplo, la tempestad calmada: Mc 4,39)–,  y el Jesús de Juan ha habido un claro proceso de divinización que se dio en una comunidad judeocristiana determinada, situada probablemente en Éfeso, y que consideraba al Jesús verdadero y profundo un ser divino, encarnado en un humano. Ese Jesús era una entidad muy superior al Jesús de Marcos y el de Lucas (cuya comunidad, probablemente, se hallaba también en Éfeso).
 
Todo este conjunto indica que dentro de las oscuridades de la formación del cristianismo más primitivo podemos barruntar que hay concepciones sobre la verdadera identidad de Jesús muy diferentes y que el proceso de aclarar tal identidad estaba todavía en mantillas a finales del siglo I.
 
Se necesitarán siglos para que los teólogos empiecen a ponerse de acuerdo sobre esa identidad. Primero en Nicea (unos 225 años más tarde que la probable composición del Evangelio de Juan en torno al 100), y de una manera casi definitiva en el Concilio de Calcedonia en el 451, es decir, 350 años después de la composición del evangelio de Juan y aproximadamente unos 430 años tras la muerte de Jesús.
 
La formación del cristianismo fue un proceso lento en cuanto a su consistente cristalización teológica. Pero tal cristalización en todos sus aspectos (sociológico e ideológico sobre todo) no termina nunca, siempre cambiante. El conjunto del cristianismo de finales del siglo XX y principios del XX es muy diferente del de hoy día. Y no digamos del primer cristianismo; y más si lo compramos con el de hoy. Un conservadurismo a ultranza en lo teológico e incluso en las costumbres es contrario a la esencia del cristianismo que es un movimiento religioso en continua evolución.
 
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
  
https://www.trotta.es/libros/los-libros-del-nuevo-testamento/9788413640242/
Viernes, 3 de Marzo 2023
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Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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