NotasEscribe Antonio Piñero Filón de Alejandría es probablemente, tanto desde el punto de vista filosófico / teológico como literario, el autor judío helenístico que más ha influido en la civilización religiosa occidental, después de Flavio Josefo. Este filósofo alejandrino, que murió unos veinte años después de Jesús de Nazaret, fue el escritor más sabio y prolífico del judaísmo en esta época. Con paso lento y pausado, como requieren las obras de envergadura, acaba de ver la luz el vol. VI de las obras completas de Filón, pensada en ocho volúmenes. El VII estará dedicado a las Cuestiones sobre el libro del Éxodo 1-2, más la correspondiente Cuestiones a Génesis 1-6. El vol. VIII y último contiene cinco obras, entre las que se halla la interesante Apología de los judíos y los esperados índices. Depende del tiempo que se dedique a estos últimos, saldrán índices con mayor o menor utilidad. Es tarea ardua, pero que ayuda muchísimo a la investigación, por lo que desde aquí animo a los editores que no se arredren ante esta tarea titánica en ocasiones, pero utilísima. No estaría de más un buen índice analítico de materias. No todas las obras de Filón han llegado hasta hoy. Las que se han salvado del olvido, salvo algunos escritos circunstanciales, se centran en torno al estudio y comentario de las Escrituras judías, y en concreto de los primeros cinco libros, el Pentateuco. Filón aborda este estudio a distintos niveles de profundidad. A) En un primer nivel se hallan los comentarios sencillos y seguidos al Pentateuco. Escribió cinco, pero sólo se conservan los Comentarios o Cuestiones al Génesis y al Éxodo. En ellos el autor explicaba sucesiva y brevemente, frase por frase, tanto el sentido literal como el alegórico de los textos. Según los estudiosos de Filón, esta serie de obras refleja los guiones o resúmenes de las aclaraciones o prédicas que Filón hacía en la sinagoga, tras la lectura de los pasajes determinados para el día. B) En un segundo nivel, más profundo, están compuestos los comentarios apologéticos al Pentateuco, denominados también “exposición de las leyes”. Estas aclaraciones siguen un esquema que se acomoda al tenor de la alianza entre Israel y Yahvé, según la Biblia: la creación y los patriarcas; el decálogo; las prescripciones legales, rituales y de pureza; la vida moral o las virtudes; premios y castigos; personajes importantes de Israel. El comentario da lugar a diversos libros que llevan el título correspondiente al tema principal sobre el que versan: De la creación del mundo; Sobre Abrahán, Sobre José, el patriarca; Vida de Moisés; El decálogo; De las virtudes; Sobre los premios y castigos. La obra de Filón tiene como lector ideal al judío culto, helenizado, que quiere entender y vivir el texto sacro, pero también –y de un modo apologético— al pagano respetuoso que desea conocer a fondo el judaísmo. No supone Filón en su lector un conocimiento especial de las Escrituras, salvo haber leído los textos correspondientes. Las obras de Filón recogidas en este vol. VI son: Sobre el Decálogo y Las leyes particulares (De specialibus legibus) que es más amplio: cuatro libros. El tratado sobre el Decálogo se centra fundamentalmente en comentar los diez mandamientos, aunque Filón se refiere de pasada también a otras leyes de menor importancia. Añade Filón que hay también “leyes no escritas” que se deducen de la vida y hechos de hombres sabios e importantes de la Biblia, como Abrahán, Moisés mismo y el patriarca José, o Isaac y Jacob, entre los cuales hay algunos que destacan por su importancia como Moisés mismo y José. Moisés representa el culmen de todos los personajes anteriores a él, ya que es el dechado de todas las virtudes: legislador y “rey”, es decir, dirigente del pueblo, profeta, taumaturgo, sabio. A él dedica Filón el doble de espacio que a sus antecesores tanto en un tratado particular (publicado en el vol. V: Sobre Moisés I y II) como en sus continuas alusiones. Quizás esta “biografía” tenga por lectores sobre todo a gentiles, ante quienes el autor desea presentar al mejor hombre de todos los tiempos. En general Filón procura un orden sistemático en su comentario al Decálogo: el núcleo de la norma, los preceptos particulares que se desprenden de las leyes generales, distribuidos por géneros amplios y especies particulares. Pero no lo consigue, ya que el texto tiene también sus amplias digresiones, que parecen referirse a sucesos ocurridos en su tiempo, por lo que los comentarios al respecto son de tono homilético y moral. Esos asuntos diarios de la comunidad judía de Alejandría donde vive Filón sirven al lector para hacerse un retrato de ese grupo de judíos en una ciudad cosmopolita del siglo I. El lector debe tener en cuenta que el sistema interpretativo de Filón no logra formar un cuerpo de doctrina consistente, aunque parte, en verdad, de unos presupuestos muy claros. Éstos son: la Sagrada Escritura está divinamente inspirada; en concreto el Pentateuco fue escrito por el profeta Moisés; el texto sacro posee varios sentidos. No siempre, ni mucho menos, el sentido literal será el más interesante. Hay pasajes, sin embargo, que deben tomarse al pie de la letra, como los Diez Mandamientos, o las leyes de pureza ritual o alimentaria. El que estudia la Ley con devoción será iluminado por el Espíritu y alcanzará tarde o temprano una intelección suficiente de ella. Filón sostiene que la Escritura no puede decir banalidades y que no es lógico que cuente historias poco creíbles o míticas. Si, en apariencia, éstas ocurren, hay que explicarlas. Así, por ejemplo, la creación no pudo tener lugar realmente en “seis días”, sencillamente porque los días se cuentan con el sol y éste astro es un objeto mismo de la creación (Alegoría de las leyes I 2). Tampoco es admisible al pie de la letra que Eva haya sido creada de la costilla de Adán: (Alegoría de las leyes II 19). El lector ha de pensar que en tales casos debe buscarse otro sentido, oculto, espiritual y profundo, que solo la intuición de la alegoría puede descubrir. Para Filón ese sentido coincide de uno u otro modo con lo mejor y más espiritual de la filosofía griega, en especial de la platónica y la estoica, y el lector bien preparado lo hallará iluminado por el Espíritu divino. La intención de la obra del Alejandrino es clara y meridiana: por un lado, ofrecer a sus connacionales judíos un fundamento filosófico serio y al día de su religión y confirmarles en su orgullo de ser nación elegida, pues sólo en ella se había desarrollado el auténtico culto al Dios verdadero y la riqueza moral y religiosa inherente a ese culto. Por otro, y a la vez, realzar ante los ojos de los paganos la racionabilidad y venerabilidad del judaísmo. Todo ello va orientado si no hacia una conversión al judaísmo, sí al menos hacia el logro de un respeto hacia él, de modo que “los de fuera” puedan formar también una suerte de “religión universal” en la que se observen las normas de la ley natural (que coincide con la mosaica). Al hacer del documento santo de la comunidad religiosa judía, es decir el Pentateuco, un libro también griego y universal se cumplía lo que en todo el helenismo había ya pretendido la anterior literatura sapiencial judía: unir sabiduría religiosa con el Logos filosófico. Centrándonos ahora en la segunda parte de este volumen, Sobre algunas leyes particulares, se observa cómo el autor trata de cuestiones de ética judía aunque en el marco jurídico grecorromano. Los estudiosos creen con razón que Filón de Alejandría escribe aquí sobre casos concretos, de conductas permitidas o no en su comunidad. Sabemos que, sobre todo respecto a los judíos, el Imperio tenía una permisividad amplia para que las comunidades étnicas se rigieran por sus normas particulares en delitos penales o civiles de envergadura común. Era claro que en casos importantes la comunidad judía, como cualquier otra, debía regirse estrictamente por el derecho romano vigente. Los temas tratados por Filón, aunque se adelantan en dos siglos los temas de la Misná, o cinco en los del Talmud son muy interesantes para estudiar el desarrollo del código civil y religioso judío que se expresa en esas dos obras. Marta Alesso en su introducción a este volumen recoge como muy interesantes las discusiones de Filón sobre la excesiva presión fiscal a la que se ve sometido su grupo en Alejandría, y lo compara con la alegría que muestran los judíos cuando han de hacer contribuciones para el mantenimiento de Templo de Jerusalén (muy inferiores en monto dinerario). Señala también el interés de los temas que se tratan bajo la denominación del sexto mandamiento, relaciones sexuales prohibidas, adulterios, incestos y matrimonios mixtos. Filón aumenta en estos temas su virulencia condenatoria, lo que da una idea de que esas situaciones debían de ser habituales en su grupo. En fin: creo que el empeño, casi a punto de concluirse, de publicar la obra completa de Filón en cuanto ha llegado a nuestras manos, es totalmente encomiable. De un modo indirecto sirve para entender mucho mejor el judaísmo de la Diáspora en el tiempo de Jesús. No cabe duda de que arroja luz, y grande, sobre temas tratados en el Nuevo Testamento, que se hallan en los libros de este corpus que son también judíos sin duda alguna. Para concluir, una nota sobre el griego y el estilo de Filón que hace más meritoria la versión castellana: el estilo literario de Filón es elevado y culto, en muchas ocasiones elocuente y poético. En general aparece el entusiasmo del autor, lo que le lleva a una redacción vigorosa y enfática. Los vocablos y expresiones utilizadas por Filón no son las del hombre de la calle, sino las propias de la filosofía y del individuo literariamente cultivado. El que sabe traducir bien a Filón al castellano demuestra que es un maestro en el conocimiento de la lengua griega. Ahora bien esta tarea no es en absoluto fácil, ya que a veces el lenguaje de Filón es confuso, oscuro y farragoso. A veces también puede nuestro autor cansar a su lector con un tono excesivamente retórico, que se muestra sobre todo en el uso acumulado de comparaciones o ejemplos, o también en el tono de los diálogos y discursos que pone en boca de sus personajes en las obras de carácter biográfico. En ellas, en los abundantes discursos, el uso de la retórica es abrumador para el gusto moderno, aunque algún comentarista ha sospechado que para los antiguos podía ser un placer deleitarse con esas construcciones artificiosas, sobre todo cuando antes había leído un griego de peor calidad como la del texto bíblico en la versión de los Setenta. Enhorabuena, pues, a los editores y traductores –Marta Alesso, Paola Druile; Marco Antonio Santamaría (a quien recuerdo por su contribución a la magnífica obra Reencarnación, de la editorial Abada, Madrid, 2011), Laura Pérez, Rocío Saitúa, Estefanía Sottocorno y José Pablo Martín– de este volumen VI de la notable obra de Filón de Alejandría, y a la editorial, con buen sentido cultural, que la acoge, Trotta. Ficha de la obra: 528 pp. 14,5x23 cms. ISBN 978-84-9879-064-1. 2023. Precio 32 euros. Saludos cordiales de Antonio Piñero www.antoniopinero.com
Martes, 12 de Septiembre 2023
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Editado por
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.
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