Notas
Hoy escriben Sofya Gevorkyan & Carlos A. Segovia
Foto: Mark Rothko: "Black on Grey" Un mito narra que Yepa Huake, el demiurgo de los tucano, le dijo a Yupuri Bauro, el jefe de éstos últimos: «Tus riquezas serán: plumas ceremoniales, flechas, cerbatanas y bancos; las conservaréis con vosotros en vuestros hogares, pero no serán muchas». A continuación le dijo al alemán (que personifica aquí a los «blancos», esos “Otros” incomprensibles que parecen «fantasmas», por lo que no se puede confiar en ellos): «Vuestras riquezas serán muchas: armas, rifles, cuchillos, hachas y cuadernos, pues no podréis saber ni recordar nada de memoria, sino que tendréis que anotar todo para recordarlo; mientras que éste de aquí, Yupuri Bauro, no necesitará papel para escribir ni necesitará tampoco escribir, sino que recordará fácilmente cuanto ocurre en el mundo, y tú, hombre blanco, jamás podrás robarle la memoria a Yupuri Bauro». Encontramos numerosas leyendas similares a ésta no sólo a lo largo y ancho de la Amazonia, sino también en otros muchos lugares como, por ejemplo, Papúa Nueva Guinea y Australia. Se trata, pues, de un topos «literario» (valga la expresión) propio de muchos pueblos indígenas, incluido ése pueblo indígena al que acostumbramos a llamar «la antigua Grecia». Platón ofrece en Fedro 274c-278b una variante de dicho mito, de lo que cabe deducir que conocía el mito tucano o que él mismo era tucano o algo parecido; lo que, de paso, ayudaría a explicar por qué Aristóteles nunca entendió del todo bien a Platón: Aristóteles siempre fue demasiado civilizado, nunca introdujo en sus obras, por ejemplo, a mujeres sabias, filósofos borrachos o niñas tañedoras de flautas. Platón el tucano, entonces, sí lo hizo, puesto que, como dice Borges, «todo hombre es dos y el verdadero es el otro». Más exactamente, Platón discute dos supuestos relacionados entre sí: (a) el de que un sistema de escritura ayudaría a los hombres a recordar permitiéndoles almacenar sus recuerdos, y (b) el de que esto aumentaría su sabiduría. Contra ambos supuestos, Platón sostiene que su memoria y experiencia se disociaran y que, por tanto, los hombres terminarán por olvidar lo que ya no estarán nunca en posición de recordar verdaderamente; y añade que, a diferencia de la palabra hablada, la palabra escrita, incapaz de responder a nuestras preguntas, carece de todo valor. Por último, Platón opone los términos anámnesis, la «memoria viva» acompañada de reflexión personal, y la hipómnesis o mero «recuerdo», cuyos partidarios, escribe, «imaginarán que han llegado a saber mucho cuando en su mayor parte no sabrán nada; y será difícil llevarse bien con ellos, ya que parecerán sabios en lugar de serlo realmente». Las llamadas «religiones del Libro» se mueven en la dirección opuesta; o lo que es lo mismo, articulan otro paradigma o modelo operacional. Memoria y reflexión evocan en ellas lo escrito, previamente convertido en creencia; y en dicho sentido terminan siendo formas de recuerdo, aunque diversamente, ya que, dependiendo de cada caso, lo escrito, en tanto que lo único verdadero: · Puede necesitar de interpretación permanente y tendente a multiplicar sus disonancias (como en el judaísmo); · Puede pretender reflejar una verdad que paradójicamente él mismo instauraría (como en el cristianismo); · Puede autodefinirse y creerse la verdad hecha carne (como en el islam), o puede verse como aquello que inspira lo vivido (en las variantes «místicas», si queremos llamarlas así, de los tres). Hay matices, por supuesto: la palabra hablada de la tradición eclesiástica prima en el catolicismo sobre lo escrito, mientras que en el luteranismo la palabra escrita (la Biblia) gana protagonismo; pero los matices son engañosos: presuntamente viva, la tradición se vuelve intocable; presuntamente fijada en su calidad de texto, la Escritura se vuelve interpretable. Y los dos polos vuelven a ponerse a girar una y otra vez alrededor de un mismo eje: el de lo escrito, ya sea ley (así, en el judaísmo), evangelio (en el cristianismo), recitación (en el islam) o vivencia (según lo dicho). De un lado, el pensamiento y los mitos (y conviene recordar aquí que Platón nunca los opuso). Ahora bien, siempre y cuando entendamos por mito, claro está, las palabras que traen lo observado a nuestra atención, dándole forma poética de mil y una maneras (como en las múltiples historias de Perséfone y Deméter que conservamos o en las del lince y el coyote entre los Niimíipuu y sus vecinos, todas las cuales tratan de los cambios estacionales). De otro lado, la Verdad de lo escrito, sea lo que sea lo que dé en hacerse con ella (incluida la posibilidad de fragmentarla en diferentes narraciones, lo que nos pone sobre la pista de lo difícil que es naturalizar este modelo operacional). Que el Concilio de Nicea extraiga de esa Verdad un credo o los actuales cristianos pentecostales tales o cuales formas de delirio «místico», no debe confundirnos: no se trata sino de las permutaciones de un mismo espíritu. (Más en http://polymorph.blog). Saludos cordiales de Sofya y Carlos
Martes, 18 de Agosto 2020
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Escribe Antonio Piñero
En los días 23 y 30 del mes pasado, julio, comencé una breve reseña del interesante libro, editado por Guadalupe Seijas en Verbo Divino 2020. Seijas es profesora titular de “Lengua y literatura hebreas” en la Universidad Complutense de Madrid, y el libro lleva el título que encabeza esta postal. Hoy quiero concluir mi breve noticia del volumen reseñando brevemente dos de sus capítulos “El extranjero en el libro de Rut” (firmado por la editora: pp. 145-160) y “Las naciones extranjera en el libro de Ben Sira (el “Eclesiástico”), cuya autora es Nuria Calduch-Benages (pp. 181-204). I. Antes de comenzar su tratamiento, la Profesora Seijas vuelve a explicar al lector la necesidad de entender un texto bíblico desde dentro de él y desde fuera. La lectura “desde dentro” tiene en cuenta el momento histórico, social y económico en el que el anónimo escritor compuso su obra. “Desde fuera” es la aproximación al texto bíblico a partir de la perspectiva de hoy…, también condicionada por nuestras circunstancias histórico-sociales. Ambas miradas se complementan, aunque para la presente ocasión la autora se centra más en la “mirada desde nuestro presente”: el lector debe percibir / detectar concomitancias de nuestra época con aquella –hace más de 2.000 años– en la que se compuso el libro, y en ningún caso tiene que perder las lecciones que hoy podemos extraer de él. El libro de Rut me parece bellísimo y es uno de los contados libros de la Biblia que tiene nombre de mujer (Ester, Rut y Judit). Es muy breve y ofrece una enseñanza clara a partir del contexto. Tanto Noemí, la madre del marido de Rut, como esta misma son pobres y viudas; la primera es israelita y su hijo, fallecido, también; la segunda, no; es extranjera, moabita. Pero las dos han vivido la experiencia de ser forasteras, y con ello un rechazo cierto de la sociedad circundante. Además Rut es de Moab…, y en la Biblia este país limítrofe ha estado en guerra contra Israel en multitud de ocasionas, lo que genera un ambiente más hostil aún. Pero la sensación misma de ser en principio una pieza extraña en donde se vive, hace a Rut segura de sí misma y decidida. La historia del libro de Rut se inicia cuando las dos viudas, Noemí y Rut, dejan –acosadas por la pobreza y el hambre– el país de Moab y vuelven a Israel en concreto, a Belén. Rut no parece tener dificultades con este hecho, porque lo contempla no como un factor que genera antagonismo, sino como una complementación a su vida. El “nosotros” y “ellos” no la lleva a la perspectiva de animadversión, sino a una convivencia fructífera en la que cada parte debe aportar lo mejor. Cuando están las dos viudas en Belén, la israelita, Noemí, insta a Rut a volver a su tierra para labrarse una nueva vida. Es entonces cuando Rut afirma que no abandonará nunca a su suegra, ya mayor. El pasaje es célebre y enternecedor: “Rut respondió: «No insistas en que te abandone y me separe de ti, porque donde tú vayas, yo iré, donde habites, habitaré. Tu pueblo será mi pueblo y tu Dios será mi Dios. Donde tú mueras moriré y allí seré enterrada. Que Yahvé me dé este mal y añada este otro todavía, si no es tan sólo la muerte lo que nos ha de separar»” (1,16-17). El anhelo de volver a la tierra de su niñez no ha vencido en el corazón de Rut. El lazo familiar, la comprensión, la ayuda a su suegra, el sentido de adaptabilidad, la aceptación de la divinidad de su suegra ha sido superior a cualquier ligadura atávica. Así pues, Rut es un ejemplo de adaptación y de fidelidad. La autora del artículo concluye: “El libro de Rut aborda la situación del extranjero dentro del pueblo de Israel desde una perspectiva propia: quienes vienen de fuera… enriquecen a la comunidad y aportan elementos novedosos y dinamizadores” (p. 157). Yo, por mi parte, apostillo: Es cierto…, con tal de que el extranjero no quiera imponer su ideología, religión, costumbres y derecho al país que le ha dado acogida… Y esto lo enseña también el libro. Una parte importante del comportamiento del nacional con el extranjero es la pedagógica: hacerle abrir los ojos para se comporte como Rut. Y si fuera así, desaparecerían casi todos los problemas de convivencia. II. La profesora Nuria Calduch-Benages forma parte del profesorado de una universidad prominente en el ámbito católico, la Gregoriana de Roma. También ha desempeñado un papel importante en el mantenimiento de la revista “Bíblica”, y es profesora invitada de Antiguo Testamento en el “Pontificio Instituto Bíblico” también de Roma. Excelentes credenciales. La intención de su artículo es “ofrecer una visión general sobre la actitud de Ben Sira respecto a las naciones extranjeras. El mencionado Ben Sira es el autor del “Eclesiástico” (= “libro utilizado por la comunidad”: ekklesía en griego) compuesto en hebreo en el siglo II a. C. Es una obra muy nacionalista, muy projudía, en principio; fue traducida al griego –la lengua de comunicación de la época– por su nieto para lograr una mayor expansión de sus ideas. En 1896 se descubrió un manuscrito hebreo del “Eclesiástico” en El Cairo (en el depósito de libros viejos de una sinagoga, hebreo guenizá) que contenía dos tercios de la obra, y que permite el control de la traducción al griego, que es buena en líneas generales). Como es lógico, la autora de este capítulo del libro que comentamos no puede abordar el texto completo del libro, amplio, sino que se concentra en tres pasajes: 36,1-3; 39,4.10; 50,25-26. Ben Sira sostiene (en opinión de algunos intérpretes) que la elección de Israel como pueblo elegido es instrumental. Israel es la herramienta débil y pequeña elegida por Yahvé para que las naciones extranjeras puedan reconocerlo como el Dios único. Yahvé tiene el propósito de que su obra destaque y su gloria sea inmensa (como en el caso de Gedeón, quien con unos 300 hombres y el brazo de Yahvé derrotó a 30.000 madianitas) y para que las naciones reconozcan que Él es el único Dios. Destaco algunas ideas importantes de este capítulo: A. El sabio israelita (39,4.10), además de ser consejero de los políticos y gobernantes de su pueblo viaja fuera de Israel porque el conocer otros países, porque piensa que el viajar es “una fuente de experiencia, conocimiento y sabiduría” B. El “Sirácida”, el autor, cree sin embargo, que –probablemente en contra de los reyes seléucidas, de lengua griega que quieren imponer en Israel la cultura helénica dejando de lado la israelita– la idea de imponer por la fuerza una cosmovisión, cultura y una religión extranjera es algo detestable. Hay que pedir a Dios que derrote a esos extranjeros, que el terror les invada, que vean el poder de Yahvé, de modo que respeten al Dios verdadero. C. En 50,25-26 Ben Sira manifiesta a las claras que no le caen simpáticas (por decirlo de una manera suave) ciertas naciones extranjeras, por cierto, vecinas. Estas son: 1. El pueblo de Seír, quizás los árabes nabateos; 2. El pueblo filisteo (contra los que guerreó Sansón); y 3. El “pueblo necio que habita en Siquén”: muy probablemente los samaritanos. ¿Cuál es la razón de este odio a pueblos cercanos?: probablemente los motivos religiosos y culturales: son naciones que o bien adoran a dioses extranjeros, o bien al Dios de Israel (los samaritanos) pero de una manera ilegítima. Todas son rechazadas por el autor. Es bueno saber que también la Biblia recoge una tradición antiextranjera que no es ningún modelo a seguir en el día de hoy. Lo que importa es la noción –dice Ben Sira–, muy vívida, de formar parte del pueblo elegido y no ser un miembro de las naciones “no elegidas”…, algunas especialmente odiosos por ser enemigos. ¿Contrapesa esta noción tan belicosa y destructiva la intención del sabio –descrita arriba– que visita países extranjeros para conseguir una nueva sabiduría? Ciertamente no. A la autora del capítulo le gustaría mucho que fuera lo contrario. Y como punto de compensación hace notar que incluso cuando se habla de aniquilación de los extranjeros, la intención del escritor es ejemplarizante: que el resto que quede con vida sobre la tierra adore al Dios verdadero… Afirma la Profesora Calduch-: Ben Sira piensa en sus lectores /discípulos: “ Si por un lado les invita a cultivar una mentalidad abierta hacia los pueblos extranjeros, por otro, les advierte de que no deben hacer concesiones cuando está en juego la identidad religiosa de Israel…; ahí no hace concesiones” (pp. 200-201). El lector observará que el libro que comentamos, “Sal de tu tierra” intenta ser imparcial. Ciertamente desea fijarse en lo bueno y omite generalmente lo malo en la actitud del Antiguo Testamento respecto al extranjero, pero no deja de presentarlo. Creo que debemos quedarnos con lo bueno, aunque sin cerrar necia o fanáticamente los ojos. Y es un buen resumen de esta reseña afirmar que el libro que comentamos en su conjunto es muy positivo, y que sus reflexiones son de actualidad, ya que ayudan sobremanera para mantener hacia el extraño una actitud igualmente positiva. Nada ganamos con negatividades y sí tenemos mucho que perder a la larga. Personalmente agradezco a la editora literaria, la Profesora Seijas, y a la Editorial, Verbo Divino, el que ofrezca aire fresco y limpio en una atmósfera enrarecida. Y los más escépticos, los que se oponen con razón a cierta forma de comportarse los extranjeros, que aunque reconozcan lo menos positivo de lo ofrecido por la Biblia al respecto, intenten quedarse con lo último, ya que a la larga la vida de todos será más placentera, como indiqué. Saludos cordiales de Antonio Piñero http://adaliz-ediciones.com/home/36-el-jesus-que-yo-conozco.html
Jueves, 13 de Agosto 2020
Notas
El mito no quedó simplemente en poemas y oraciones. También hubo ceremonias que, reconstruyendo para el presente de su celebración el pasado mítico, intentaban lograr que la feracidad y la prosperidad se aunaran en las diversas comunidades que representaban los matrimonios sagrados.
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Editado por
Antonio Piñero
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Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.
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