CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
“La silla de Galdós” y “Los libros del Nuevo Testamento”

 
Estimados amigos todos:
 
Hace dos o tres días RNE ha lanzado al aire el Podcast de la conversación mantenida entre Javier Sierra, Premio Planeta, en el Retiro, en la sala de la Biblioteca Pública Municipal de Madrid “Eugenio Trías, diálogo que sirvió de presentación al volumen colectivo, editado por mí “Los Libros del Nuevo Testamento”, de octubre de 2021, y que hace cerca de 15 días está ya en la segunda edición. La primera fue de 3.000  ejemplares.
 
En esta obra se responden a la mayoría de preguntas sobre Jesús de Nazaret y los orígenes del cristianismo que se formulan en  los medios.
 https://www.rtve.es/play/audios/la-silla-de-galdos/antonio-pinero-libros-nuevo-testamento/6389467/
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
 
Miércoles, 6 de Abril 2022

¿Es la sabiduría egipcia la madre del cristianismo?



Datos del libro:

Publisher: Amazon Digital Services LLC - KDP Print US
Publication Date: 2022. Impresión por demanda. Precio 24,44 dólares USA.
 
Deseo hacer un comentario respecto a este libro de Llogari Pujol, amigo personal, pero contendiente intelectual.
 
 
En la obra colectiva que edité en  la Editorial Ráices, “¿Exiatió Jesús realmente? El Jesús de la historia a debate, Madrid 2008, ISBN 978-84-86115-64-7, publiqué un capítulo en el ofrecí cancha a LLogari con el título “Jesús sin Jesús. El problema de la historicidad de Jesús”, pp. 125-134.
 
Como soy amigo de LLogari le he escrito el siguiente correo:
 
Acabo de ver tu reciente publicación. Mi comentario es:
 
¡Qué pena que tu incansable tesón no se haya decidido a comparar los textos egipcios con los más menos 65 apócrifos del AT, que yo he editado (falta el VII y último, que espero entregar completo este año con 15 índices  entre ellos el analítico de materias)!
 
 
Si tuvieras el ánimo de comparar serenamente toda la literatura judía del Segundo Templo con tus textos egipcios (Setme I, II, “El Náufrago”, el papiro Westcard y el Insinger, etc.), tendrías que confesar cuál es la verdadera madre del cristianismo. Y es indudable que la matriz apocalíptica del judeocristianismo y luego del cristianismo a secas es la apocalíptica judía… y no la sabiduría egipcia.
 
 
El pensamiento egipcio influye poderosamente en la teología real de Israel y en la filiación divina del monarca. Y de ahí del mesías, mezcla indisolublemente de profeta, sumo sacerdote y rey.
 
 
E influye igualmente el pensamiento egipcio en la sapiencia moral de Israel, pero infinitamente menos que el babilónico y la religión persa.
 
 
Y si tuvieras el ánimo de comparar el platonismo vulgarizado y el estoicismo con el cristianismo, verías cuál es la madre especulativa de la teología cristiana, de esa teología que no puede reducirse a la apocalíptica judía.
 
 
La Biblia hebrea es gran  parte de teología cristiana, pero filtrada, a través de los Apócrifos de esa misma Biblia hebrea y los deuterocanónicos de los siglos II a. C. en adelante (Eclesiástico, Sabiduría) y otros libros muy tardíos de la Biblia hebrea (Qohelet o Eclesiastés y Libro de Daniel: del 250 y 165 a. C. respectivamente)
 
 
LLogari: mientras que yo he leído tus textos...(que están en Internet), tú jamás has hecho (corrígeme, porfa, si me equivoco) un ejercicio serio de crítica y de literatura comparada con los textos que te he mencionado, cegado por completo por los paralelismos, por otra parte más que generales y hasta cierto punto superficiales, de tu tan traída y llevada “base egipcia”. Son puros paralelismos de motivos culturales o religiosos… (por ejemplo, nacimiento; avatares relativamente normales y repetidos de la vida de personajes que destacan por algo; tipo de doctrino, aventuras vitales muerte, etc.).
 
 
Te queda muchísimo por leer y comparar antes de afirmar tajantemente que la sabiduría egipcia  casi en exclusiva es la madre del cristianismo.
 
 
Cuando hayas leído bien la Biblia hebrea, la literatura judía de la época del Segundo Templo, en especial deuterocanónicos y Apócrifos, cuando hayas leído en serio sobre orfismo y literatura acerca de las religiones de misterios, el platonismo y estoicismo vulgarizados...., entonces y solo entonces hablamos seriamente de cuál es la madre del cristianismo.
 
 
Llogari: ¡Estás encerrado voluntariamente en una jaula mental!, y tienes que salir de ella. Hay más vida que la literatura egipcia antigua, por otra parte muy escasa. Hay infinitos más textos en esa literatura judía mencionada del período cercano a la actividad de Jesús
 
Con un gran abrazo,
 
Antonio
 
Lunes, 4 de Abril 2022

(30-03-2022) (1223)


Escribe Antonio Piñero
 
Una de la aserciones típicas en torno a la cuestión “Gran Iglesia”, “Gran Iglesia petrina”, “Pablo y su admisión en el canon de escritos sagrados del Nuevo Testamento” es la afirmación de que los escritos de Pablo fueron admitidos en el canon solo después de haber sido sometida su doctrina –considerada exagerada– a un proceso de “suavización” o “domesticación”. Es decir, se recortaron las aristas más acentuadas y problemáticas de la teología paulina. Fue la Gran Iglesia petrina la que logró tal resultado.
 
Creo que esta suposición está radicalmente equivocada.
 
En primer lugar, creo ya haber argumentado que no hubo tal “Gran Iglesia Petrina unificada y unificante”: porque no hay el menor indicio de esa existencia en nuestra única fuente, el Nuevo Testamento; porque de Pedro, aparte de anécdotas sobre su recia e impulsiva personalidad en los Evangelios, no se conserva ninguna teología especial que no sea la típica judeocristiana; porque si tenía algún síntoma de apertura (como buen galileo) hacia los paganos con el deseo de dejarles entrar en el grupo de seguidores de Jesús sin necesidad de circuncidarse,  esa tal apertura desapareció cuando se plegó sin más a las exigencias de la línea dura de Santiago (Gálatas 2,11-14); y finalmente porque la tradición de Pedro ejerciendo como obispo de Roma y con prestigio sobre las demás iglesias es una “noticia” que aparece a mediados / finales del siglo II en los Hechos Apócrifos de los Apóstoles, promovida por la iglesia paulina.
 
En segundo lugar, porque la tal “domesticación” debió de surgir –a falta de mejor hipótesis– precisamente dentro del propio grupo, amplio, paulino, con la intención precisa de atraer a la “Gran Iglesia paulina” entonces en formación a la parte judeocristiana que no fuera demasiado acérrima en el mantenimiento de la idea de segregar a los gentiles creyentes en Jesús, si no se circuncidaban.
 
Y en tercer lugar, porque fue el propio Pablo quien buscó en todo momento la aprobación del grupo de Santiago para su teología  (fundada en sus propias visiones revelatorias, de admitir a los paganos entre los creyentes, sin necesidad de cumplir la ley de Moisés completa, es decir, sin observar aquella parte que afectaba solo al pueblo judío como miembro nato de la alianza de Dios con Abrahán, la circuncisión, las normas sobre los alimentos y las leyes de pureza ritual).
 
Como he indicado con frecuencia, la domesticación de Pablo empieza a sentirse como necesaria por efecto del retraso de la parusía. Se necesitaba asentarse en el mundo y esperar con paciencia…, y no era nada bueno que la incipiente cristiandad estuviera dividida en dos grupos de teología tan antagónica en un aspecto tan esencial como era la necesidad o no de la circuncisión una vez que se vio bien claro que la misión de proclamar a los judíos a Jesús  como mesías había fracasado.
 
La primera domesticación de Pablo fue eludir la discusión sobre la necesidad o no de la circuncisión. La ausencia de esa cuestión es ya sorprendente en las deuteropaulinas, Colosenses, Efesios y 2 Tesalonicenses.
 
La segunda domesticación fue calmar un tanto el aspecto entusiástico, carismático, místico, “glosolálico” de las comunidades paulinas. No se podía mantener por mucho tiempo una espera inminente de la parusía (era preciso admitir mentalmente el retraso); era insostenible un gobierno de la comunidad por profetas y maestros, de tono más bien extático, de modo que cuando entrara un gentil no iniciado en una reunión de la comunidad no creyera que los participantes en ella estaban ebrios o enloquecidos (1 Corintios 14,23) no se podía permitir que la comunidad estuviera gobernada por gente que se comunicaba directamente con la divinidad sin pasar por el tamiz de la organización,  lo que más tarde se consolidó en el movimiento montanista para horror de los obispos, que perdían el control de los “gobernados solo por el Espíritu”.
 
Este impulso “domesticatorio” del pensamiento paulino, el deseo de asentamiento en el mundo se nota perfectamente en la Pastorales: cierta pérdida de la tensión escatológica; formación neta del corpus doctrina de o qué había que creer, es decir, “doctrina como un depósito”; la fe deja de ser algo dinámico y se convierte en verdades concatenadas (1Timoteo 6,20), la recta doctrina; se fortalece la constitución de  cargos eclesiásticos incoados solo en los primeros momentos (obispos; presbíteros; diáconos, viudas); la presentación del cristiano como ciudadano ejemplar en este mundo; la escritura de cartas pseudónimas de Pedro con una teología paulina y con un sentimiento de veneración del apóstol Pablo.
 
La tendencia “irenista”, o intento de unir los dos grupos principales de creyentes en Jesús del autor de Hechos de Apóstoles va unida con el impulso a la domesticación / suavización de la imagen de Pablo. El autor de Hechos (quien fuere no lo sabemos; he propuesto como hipótesis aclaratoria de la igualdad de teología, diversidad de datos contradictorios y de estilo que el autor fuera un discípulo de Lucas que escribe “según el espíritu de su maestro”) quita a Pablo el “sambenito” de haber sido él quien “inventó” la predicación a los gentiles, presentando a Felipe como el primero que convierte a un etíope; a Pedro como inventor de la misión gentil gracias a una revelación del cielo (Hechos 8). La domesticación se completa ocultando el contenido poco claro y problemático de las cartas de Pablo, es decir,  no presentando a este como autor de textos fundamentales del movimiento cristiano. Por último otro esfuerzo del autor de Hechos es hacer  hablar a Pablo como Pedro (Hch 13).
 
Finalmente, la iglesia paulina totalmente dominante en el siglo II, cuando el Imperio romano se encargó de quitar de en medio también a los judeocristianos a la par que liquidaba a muchos judíos revoltosos en tres guerras contra los judíos (66-70; 114–119; 132–135), domestica el pensamiento paulino admitiendo en el seno del canon de libros sagrados de los creyentes en Jesús como mesías a textos judeocristianos “aceptables”. Así, el Evangelio de Mateo, judeocristiano pero paulino en el significado de la muerte y resurrección/exaltación del Mesías; a este Jesús como capaz de modificar la ley de Moisés en época mesiánica aun manteniendo su significado; al mismo Jesús  considerado ya ser semidivino al final de su Evangelio, un Jesús que ordena desde el cielo la predicación universal del evangelio; la Carta de Judas que utiliza la textura y orden de 1 Corintios en su crítica de los gnósticos / herejes de Corinto para describir  los herejes de su propia comunidad; la Carta de Santiago, cuya ética judía es perfectamente asimilable; y finalmente el Apocalipsis / Revelación de Juan, cuya concepción de la divinidad de Jesús  es incluso más intensa que la paulina.
 
Son estas  ideas, recogidas ahora a vuelapluma, las que presentan una imagen de la “domesticación de Pablo” muy distinta de la manifestada por los defensores de la “Gran Iglesia Petrina, unificada y unificante”, quienes atribuyen esta domesticación a un movimiento unitario, fuera del paulinismo, que al final y con gran benevolencia acoge en su seno a un Pablo peligroso y exagerado, pero “suavizado”.
 
Conclusión: la imagen de la “domesticación de Pablo” me parece acertada, pero enfocándola desde la perspectiva de que fueron los discípulos mismos de Pablo quienes la efectuaron y no unos presuntos seguidores de una teología y movimiento petrino, el cual según los datos del Nuevo Testamento nunca tuvo consistencia alguna.
 
Y por último una mera sospecha, más débil que una hipótesis ya que no tiene prueba textual ninguna: sospecho que la edición de las cartas de Pablo a inicios del siglo II (que es un hecho irrefutable) tuvo algo que ver con esta domesticación.
 
Mas, por otra parte, si hubiere habido tal domesticación, no fue precisamente debido a una presunta iglesia petrina, es decir, no en favor de Pedro, porque el también presunto domesticador habría eliminado por lo menos la discusión de Pablo con Pedro de Gal 2,11-14, que deja en mal lugar al “príncipe de los apóstoles”… y no lo hizo.
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
Viernes, 1 de Abril 2022

Notas

Una ceremonia que tan fácilmente identifica al cristianismo es una vía idónea para conocer su origen y desarrollo. He aquí unas notas previas.

Hoy escribe: Eugenio Gómez Segura.


073. Bautismo, Bautista (1)
Baño ritual en Magdala (fotografía del autor).

Juan el Bautista fue quien, según la investigación independiente, amparó a Jesús el Galileo y lo instruyó (o le dio el punto final de instrucción) de manera que, llegado el momento, éste pudo continuar predicando la vuelta a los caminos de Yahvé.

Juan el Bautista, una figura bien oscura en la tradición cristiana pese a las referencias habituales a su persona. Si en Marcos, primer evangelio, aparece como el certificador de la maravillosa persona que se convertiría en “el cordero de Pascua” (1 Cor 5, 7) para los seguidores de Pablo, la relación entre Juan y Jesús cambia a lo largo de los años para convertirse no ya en el presentador del gran personaje sino en un subordinado a éste.
La ceremonia que permite identificar a Juan fue después adoptada por el Galileo para acabar llegando a Occidente al menos por las manos de Pablo. Ahora bien: qué era y qué origen tenía esta ceremonia.

Debemos distinguir dos cosas al tratar este tema: la primera, el hecho en sí; la segunda, la palabra que nos ha llegado para designarlo.

La palabra es fácil de estudiar, pues se trata del verbo griego baptídsein (βαπτίζειν), un intensivo de bápto (βάπτω). Pero la etimología de estos dos verbos griegos es muy debatida. Una de las teorías la refiere a la palabra bathýs, (βαθύς), que significa profundo. La cuestión es que, en griego, estos verbos indican la idea de sumergirse en agua, en algunos casos de bañarse. El verbo apareció en la tradición judía como traducción de la palabra tbl, con el significado de “bañarse”, “baño”. Esta palabra aparece en el Antiguo Testamento indicando mojar un bocado en el vino (Jueces 2, 14) o meter los pies en el río (Josué 3, 15), o meter el dedo en la sangre de los sacrificios (Levítico 4, 7, etc.). Incluso para limpiar vasijas impuras, pero en este caso es más frecuente que se traduzca al griego mediante verbos que significar “lavar” o “limpiar”.

Pero en épocas más cercanas a los orígenes del cristianismo el término tbl (y sus derivados) adquirió un matiz más cercano a la limpieza de lo impuro, a la purificación, incluso de los prosélitos. De hecho, sabemos que los temerosos de Yahvé debían bautizarse. Pero esto es más bien pureza legal, es decir, referida a diversos pasajes de la Ley tal como se concebía desde el siglo IV-III a. C. No había en el judaísmo, por tanto, relación entre bautismo y limpieza de pecados, sino limpieza de impurezas referidas al presentarse ante los ritos exigidos por Yahvé y su Ley. Aunque no  hay que olvidar que el judío Pablo pensaba que el pueblo de Yahvé se había bautizado en el Sinaí por obra de Moisés (1 Cor 10, 1-4), lo cual indicaría que la percepción del baño como paso trascendente se estaba dando ya en círculos judíos de la época.

En el mundo griego, por otro lado, sí había baños de carácter religioso, como sabemos por los rituales de Eleusis, la religión egipcia fuera de Egipto, etc. Pero la palabra baptídsein se usa muy poco en contextos religiosos en nuestras fuentes griegas. Quizá el caso más significativo es el de Plutarco, escritor nacido durante el reinado de Claudio (41-54 d. C.). Este autor censura una costumbre como supersticiosa: en caso de sueños terroríficos o apariciones de Hécate, diosa relacionada con el más allá, bañarse en el mar para eliminar el miedo. Pero esto aleja la posibilidad de que baptídsein hubiera alcanzado un significado sagrado.

En realidad, el verbo servía para indicar “sumergirse en el agua” ya desde el siglo V a. C. Más específicamente, significaba en algunos casos “hundir una nave”, incluso “naufragar”. Y, en el pensamiento mágico antiguo, llegó a significar arruinar a alguien o algo mediante su “naufragio” o “hundimiento”.

La traducción al español de este término es harto difícil, pues nada encaja exactamente con el verbo griego en contexto cristiano, de ahí que, con el tiempo, sólo nos haya quedado “bautizar”. Otros idiomas, sin embargo, tratan de actualizar su traducción, cuanto menos en el caso de Juan el Bautista: en inglés se escribe “John the Inmerser” y en alemán “Johannes der Täufer”, ambas expresiones muy malsonantes en español: “Juan el inmersor”.
 
Saludos cordiales.

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Domingo, 27 de Marzo 2022

1222 (23-03-2022)


Escribe Antonio Piñero
 
Concluyo hoy mi comentario-réplica a Xavier Pikaza en su Blog de “Religión Digital” publicada el 23 de febrero de 2022.
 
La crítica final y global de Pikaza a “Los libros del Nuevo Testamento”; que desgranaré en varios párrafos afecta básicamente a la supuesta falta de comprensión, por parte de los autores de esta obra, y en especial de su editor literario,  de la profundidad del Antiguo Testamento y su proyección en el Nuevo, lo cual conduce a no entender profundamente qué fue y significó Jesús.
 
“Esta obra de Piñero muestra un déficit alarmante de judaísmo (de AT). El tema es comprensible, pues Piñero viene del griego y del helenismo, un campo en el que es verdadero maestro. Pero da la impresión de que ha olvidado que los libros del NT  en su conjunto son ‘hebreos’, aunque se escriban en griego. Parafraseando una fórmula de L. Wittgestein, se podría decir que el NT sigue siendo una ‘nota extendida’ a pie de página del AT. Ciertamente, A. Piñero cita el AT, pero de un modo superficial, sin entrar en su dinámica. Jesús y el NT son una ‘respuesta’ (interpretación) a la problemática de fondo de los salmos, de los profetas (y de un tipo de literatura sapiencial, especialmente de Proverbios, Qohelet, Cantar y Job, así, todo junto). Sin haber vivido, sufrido y lidiado por dentro con el AT (con su diversidad y problemática: ley y mesianismo, pobreza y universalidad, fracaso y esperanza: opresión, revelación, justicia, esperanza) no se puede hablar de verdad de Jesús, ni entender de dónde viene, ni presentir hacia dónde pueda llevarnos. Todo Jesús es AT, pero AT asumido y vivido como nuevo, desde la experiencia/esperanza radical de recreación de lo humano, no como utopía trans-histórica, sino como compromiso  y gracia histórica”.
 
Mi respuesta es: Si el “déficit de Antiguo Testamento” en la obra criticada fuera “alarmante”, creo que la invalidaría por completo…, algo que la crítica de Pikaza no sostiene. Además, aunque no lo haya formulado expresamente en la Introducción General, en toda la obra se trasluce el convencimiento de que el Nuevo Testamento es un libro absoluta y totalmente judío. Siempre está presente en la obra criticada la idea consecuente: si no se tiene en cuenta el trasfondo judío (no solamente de la Biblia hebrea / Antiguo Testamento, sino de esta más la teología del judaísmo en toda la literatura de la época del Segundo Templo, en especial los Apócrifos del Antiguo Testamento y los textos de Qumrán) no puede entenderse ni la figura de Jesús ni el pensamiento de sus seguidores.
 
Sobre todo, en el comentario al Evangelio de Mateo puede observar el lector cómo las sentencias de Jesús están relacionadas continuamente con las de otros rabinos judíos, a base de muy abundantes citas, lo que significa que todo el trasfondo del pensamiento judío se tiene ante los ojos para comprender la figura de Jesús. Por ello me parece que Pikaza está de nuevo pensando mucho más en la teología que en la historia cuando defiende que “Sin haber vivido, sufrido y lidiado por dentro con el AT (con su diversidad y problemática: ley y mesianismo, pobreza y universalidad, fracaso y esperanza: opresión, revelación, justicia, esperanza) no se puede hablar de verdad de Jesús”.
 
Opino que todo ello está tratado en la obra…, pero si Pikaza sostiene que al tratamiento es superficial, vuelvo a  pensar que lo que le falta a la obra, según nuestro crítico,  es “profundidad teológica”, no histórica. “Los libros del Nuevo Testamento” no pretenden otra cosa más que explicar con claridad lo que quiso decir Jesús, por un lado, y cómo lo entendieron sus seguidores, por otro. Para ello no hay que lidiar existencialmente con el Antiguo Testamento, sino relacionar la respuesta con los textos de ese mismo corpus.
 
Donde creo que se percibe con más claridad la orientación teológica de la crítica de Pikaza es en la sentencia final del párrafo arriba transcrito: “Todo Jesús es Antiguo Testamento , pero Antiguo Testamento  asumido y vivido como nuevo, desde la experiencia/esperanza radical de recreación de lo humano, no como utopía transhistórica, sino como compromiso  y gracia histórica”. Diría que quien ha escrito tales frases está hablando con un trasfondo de la “teología de la liberación”, más que con un trasfondo de percepción de la falta de rigor histórico debido a  la superficialidad  en la obra que comenta.
 
En esta línea puramente teológica, no de explicación histórica, sigue la crítica de Pikaza cuando argumenta que “Desde ese fondo –el haber lidiado con el Antiguo Testamento en su profundidad– hay que replantear el tema del ‘sacrificio’, que Piñero toma como base de un modo un poco simplista, como algunos ‘cristianos dogmáticos racionalistas’…  que no han entrado de hecho en la dinámica de los salmos”. Así vuelve Pikaza a su idea central de que una comprensión global y profunda del núcleo del Antiguo Testamento /Nuevo Testamento afecta a la vida y muerte de Jesús. Insiste Pikaza en que el tema que debería haber sido abordado en “Los libros del Nuevo Testamento” es el del “sacrificio”, asunto que ya había mencionado.
 
Según su crítica, el libro debería haber comprendido y expresado “lo sagrado en la gratuidad (en la fe-confianza), en la superación de todo talión-antisacrificial, en la experiencia de la Vida que se revela en el ‘don’ de la muerte…, en la gratuidad y el servicio/amor a los descartados. El tema es ‘descubrir’ (expresar) lo divino en la vida de los hombres. De esto tratan en conjunto los libros del NT (retomando, reinterpretando el camino de vida-muerte de Jesús).  Piñero pasa de largo ante esos temas, como si anduviera por las ramas y tuviera miedo de centrarse en el tronco, en las raíces… y en los frutos”.
 
Todo esto es teología.
 
Finalmente Pikaza sigue en el campo de lo teológico cuando echa en falta una suerte de ceguera / equivocación radical por mi parte: “Por eso, pienso que, después que A. Piñero ha resuelto ‘todo’, queda todo por resolver. Éste es el tema actual (político, social, religioso…): cómo transformar el ‘sacrificio de los otros’ (distintos, pobres, empobrecidos, marginados…) en gesto sacrificial gratuito de donación de la vida al servicio de los demás, en la línea de Jesús (sermón de la montaña, cruz-pascua), reinterpretado (actualizado) por la tradición sinóptica y por Pablo (sin olvidar la tradición apocalíptica del Apocalipsis de Jn y la gnóstica de Juan)”.
 
No hacen falta muchas palabras para caer en la cuenta de que Pikaza continúa criticando “Los libros del Nuevo Testamento”… tomando una vez más la senda de la “teología de la liberación”, no la de la historia.
 
Los “defectos” señalados por Pikaza se deben a una carencia de sintonía y de vibración con lo religioso (“unmusikalisch”, como decía Max Weber)…, por lo que sostiene  que esta “religión de la que M. Weber y A. Piñero se sienten agnósticos no conduce en modo alguno a la experiencia más honda del judaísmo, ni la de Jesús”. En el fondo, el objetivo de la presente obra debería ser entender profunda (y religiosamente) a Jesús, y ese objetivo no se alcanza, según Pikaza. No es difícil barruntar qué opino de esta crítica. No me alargo aquí.
 
Por último, la reseña de Pikaza termina con un dato que creo muy positivo: esa falta mía de musicalidad / sintonía / vibración con lo religioso no cae en absoluto en lo “anti-musikalisch”, es decir en la militancia arreligiosa que arremete contra todo lo que signifique religión. Acepta, pues, Pikaza, y me interesa mucho que lo diga, que “Los libros del Nuevo Testamento” no es una obra militante contra nada, sino expositiva de la historia que los autores creen que está detrás de esos libros.
 
Y termino: mi más profundo agradecimiento al tiempo que se ha tomado Xabier en comentar y criticar amistosamente la obra. Es una buena reseña aquella que no solo expresa alabanzas generales a un libro sino que también formula crítica y sugerencias de mejora. Y estas ayudan muchísimo para avanzar. Gracias, Xabier.
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
 
NOTA:
Un enlace sobre un programa de “Aragón Radio” acerca de Judas y el porqué de 30 monedas:
 https://youtu.be/_msLn7Bc3aQ
Jueves, 24 de Marzo 2022

(21-03-2022)


Escribe Antonio Piñero
 
La amplia reseña de “Los libros del Nuevo Testamento”  en “Religión Digital” (23-02-22) tiene un notable apartado de crítica, muy amable y amistosa, cierto, pero que contiene “pegas” serias al planteamiento de la obra “Los libros del Nuevo Testamento”. Continúo hoy con mi respuesta. La quinta crítica es la siguiente: y complementa el final de la anterior, que repito para una mayor intelección:
 
“Centrando todo en Pablo (y, a mi juicio, en un Pablo previamente “domesticado”) no se entiende todo el Nuevo Testamento, con sus temas fundamentales que son la universalidad, la “justificación” por la fe, la superación del talión, la recreación del judaísmo desde el fondo del puro-judaísmo, no desde un tipo de iluminismo griego, que es genial, pero que no llega a la experiencia de fondo de la muerte que da vida (no por sacrificio de imposición externa, sino por gratuidad interna, en la línea del Sermón de la Montaña)”.
 
Y añade:
 
(c) “Pienso que A. Piñero no ha captado el sentido del sacrificio (muerte vicaria o, mejor dicho, comunicación personal de vida), recreando y transformando (en un tipo de “Aufhebung” [es decir, eliminación / recreación: dos sentidos aparentemente contradictorios en el mismo vocablo alemán] interna) la visión más honda del Antiguo Testamento, tal como se expresa en la tradición de Isaías y/o en los salmos. Eso significa, a mi juicio, no haber entendido el camino anti-sacrificial de una parte central del Antiguo Testamento  y de casi todo el Nuevo Testamento  (no sólo de “paulino”). En esa línea, el cristianismo en su conjunto y el estudio del Nuevo Testamento  en particular tiene un tema pendiente, la radicalización y  comprensión del sacrificio, no sólo en la línea de Hebreos, sino del Nuevo Testamento  en su conjunto (con Sinópicos y Juan). Se trata de “superar” (con el Antiguo Testamento  y el Nuevo Testamento) un sacrificio “sacrificialista y violento”, para entrar en el sacrificio central del Sermón de la Montaña,  en la línea del amor al enemigo y de la vida como “don” (más allá del talión retributivo y vindicativo en el que solemos situarnos). Éste es un tema clave de los nuevos estudios de la Historia de la Religión y del Cristianismo, un tema que ha sido abordado por algunos “adelantados” de los estudios bíblicos, como pueden ser R. Girard (†) y G. Theissen, por poner dos ejemplos. En este plano, pienso que A. Piñero simplifica los temas, desde un racionalismo pre-kantiano y desde un positivismo pre-moderno”.
 
Si entiendo bien, esta crítica de Pikaza afirma que tanto una parte del Antiguo Testamento como el núcleo del Nuevo intentan superar el concepto usual de “sacrificio” en el judaísmo, y en general en el Mediterráneo oriental. El sacrificio se entendía como acción “violenta”, “aniquilativa” (puramente “sacrificialista”), puro talión retributivo, y el Nuevo Testamento lo sustituye por un nuevo concepto tal como se deduce del espíritu del Sermón de la Montaña. El sacrificio de Jesús en la cruz debe contemplarse en la línea del “amor a los enemigos” (Sermón de la Montaña), a saber, Cristo muere para dar la vida por los enemigos, y como la vida es un don, se sacrifica para otorgar a esos enemigos una vida nueva y  esplendorosa.
 
Y, sostiene Pikaza, que esta falta de entendimiento por parte de los autores de “Los libros del Nuevo Testamento” se debe a una simplificación de los temas que aborda en profundidad el Nuevo Testamento mismo, el cual sigue una línea de pensamiento incoada en el Antiguo Testamento. Entonces los comentaristas se quedan en un plano “racionalista pre-kantiano y en un positivismo pre-moderno”. Con otras palabras: si no se entiende así esa línea profunda de todo el Nuevo Testamento “no se ha entendido el camino anti-sacrificial de una parte central del Antiguo Testamento  y de casi todo el Nuevo Testamento, no sólo de paulino”…  y ello significa que ¡no se ha entendido el mensaje más profundo del Nuevo Testamento!
 
No entiendo bien lo del “racionalismo prekantiano”. ¿Quizás un mero racionalismo de los deístas ingleses? Gente que no supera el racionalismo puro con la elaboración, como hizo Kant, de una Crítica de la razón práctica, que reconstruye la idea de Dios y la moral como exigencias no de la razón pura, sino de la práctica?
 
El “positivismo premoderno” debe referirse a la moderna línea de investigación del Nuevo Testamento (ejemplificada en la obra de Girard y Theissen, quienes son  “adelantados” de los estudios bíblicos) que pone de relieve esta concepción del sacrificio, que aclara el núcleo de la vida, figura y misión de Jesús, y que es un punto de vista “moderno”.
 
A todo lo anterior respondo:
 
Si el mensaje real del Nuevo Testamento fuera esa línea sublime de que el sacrifico del Cristo no tiene nada o casi nada de sacrificialista, ni de mera violencia, ni de talión retributivo, sino que es un otorgamiento de una vida plena a los otrora enemigos…, y si los autores de  “Los libros del Nuevo Testamento” no lo hemos puesto de relieve porque no lo hemos entendido, tales autores habrían de entonar un sonoro mea culpa. Pero estimo que en la mentalidad de un judío apocalíptico del siglo I, y de unos seguidores judeocristianos, pocos, y de la mayoría ex paganos convertidos por la misión paulina, no cabía en absoluto ese pensamiento.
 
La idea que albergaban era  más radical y sencilla: Dios se encuentra con que el objetivo de la creación del ser humano, corona del universo, ha fracasado por la culpa del pecado de un hombre primordial y sus consecuencias, por el corazón maligno heredado en  todos sus descendientes que los lleva a contradecir la ley divina. No hay más remedio que arreglar esa situación. Y esa se soluciona con la redención del ser humano. Y sin sangre y sacrificio no hay redención. Dios mismo no puede arreglar el problema sin acudir al sacrifico, puesto que la sangre, en la mentalidad del siglo I, de un sacrificio borra, literalmente, los pecado. Entonces Dios ofrece en sacrificio a su Hijo, que es lo más preciado que tiene. Con ello es sacrificio es de un valor máximo, y la redención es total. Naturalmente, conseguida la redención, el mundo se acabará pronto y los seres redimidos volverán al estado primordial, sin pecado, el mundo del inicio, el paraíso…, pero esa vez no en la tierra, sino en el cielo.
 
Así que opino que lo que los comentaristas de “Los libros del Nuevo Testamento” ofrecen al público es la concepción con la que se entendía el gran problema de la teología cristiana: ofrecer una explicación convincente de cómo el mesías había muerto en una cruz. Y la solución fue aplicarle la doctrina común de la resolución de conflictos entre el hombre y la divinidad: el sacrifico como restablecedor del orden ideal de las relaciones, un borrador de la mancha y destrozo producidas por el pecado.
 
Por tanto, opino que la falta de entendimiento de los autores de “Los libros del Nuevo Testamento” no es tal, sin el mero atenerse a exponer la mentalidad del siglo I e inicios del II. Y una segunda idea: lo más probable es que Jesús de Nazaret no entendiera de un modo universal el amor a los enemigos.
 
La cuestión básica de amor a los enemigos es qué debe entenderse por «enemigo», tema suscitado sobre todo porque el comportamiento de Jesús no se atiene en diversas ocasiones a esta regla básica: Jesús era muy duro con quienes no atendían a su proclama, a quienes consideraba enemigos de Dios. De cualquier modo, se trata de una extensión del amor al prójimo de Levítico 19,18, que se refiere a los compatriotas judíos. Parece imposible que el Jesús histórico exhortase a amar a los enemigos confesos e impenitentes de Dios, como los gentiles malvados, y pecadores públicos judíos. Es posible que su contexto primitivo fuera el amor que Jesús pedía a sus discípulos frente a los opositores, judíos, a la proclama del Reino (ello explicaría, por ejemplo, las exhortaciones respecto a los préstamos, Lc 6,34-35).
 
Lo que afirma Pikaza es una construcción teológica moderna en la que los historiadores no entramos; se trata del campo de la especulación teológica, y además muy moderna, que ni los mismos teólogos han  desarrollado bien todavía, como el mismo Pikaza reconoce. Por tanto no es una explicación histórica de la noción de fondo de la muerte en cruz del Mesías.
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
Www.antoniopinero.com
Lunes, 21 de Marzo 2022

(16-03-2022) (1220)


Escribe Antonio Piñero
 
Sigo replicando amistosamente a las observaciones críticas de Xabier Pikaza a la obra “Los libros del Nuevo Testamento”, de la que soy el principal responsable. En esta ocasión la crítica afecta al puesto de Pablo en el Nuevo Testamento y a los orígenes y formación del cristianismo.
 
Otra crítica, doble, es la siguiente:
 
La alergia por Jesús va unida a la emergencia de PABLO, de quien dependería por lo menos el 90% de la formulación del NT. Ciertamente, Pablo ha sido y sigue siendo esencial para entender el despliegue de los libros del NT (y del mismo NT), pero no todos los cristianismos del NT son paulinos, como piensa Piñero, aunque Pablo haya catalizado algo que resulta muy importante en la primitiva Iglesia. Quizá los autores no se han enterado de los ORIGENES DEL CRISTIANISMO de CROSSAN, donde apenas se apela a Pablo para entender el NT; puede estar exagerado Crossan, pero lo que dice merece tenerse en cuenta.  Creo que A. Piñero y sus colaboradores no han valorado la aportación de las tradiciones sinópticas, no han reconocido a mi juicio la aportación petrina (ni han insistido en los tres “líderes”: Pedro, Pablo, Santiago…). Centrado todo en Pablo (y, a mi juicio, en un Pablo previamente “domesticado”) no se entiende todo el NT, con sus temas fundamentales que son la universalidad, la “justificación” por la fe, la superación del talión, la recreación del judaísmo desde el fondo del puro-judaísmo, no desde un tipo de iluminismo griego, que es genial, pero que no llega a la experiencia de fondo de la muerte que da vida (no por sacrificio de imposición externa, sino por gratuidad interna, en la línea del Sermón de la Montaña. 
 
1. “No todos los cristianismo son paulinos”.
 
Por supuesto, no al cien por cien, ya que muchos de los judeocristianos no aceptaban que los paganos conversos a la fe en el Mesías no tenían por qué circuncidarse, es decir,  no debían hacerse plenamente judíos para salvarse, sino que debían mantenerse en el estado en el que les había llegado la llamada. Si eran incircuncisos debían mantenerse como incircuncisos; por tanto al no hacerse judíos no estaban obligados a cumplir esa parte de la ley de Moisés que afectaba solo a los hijos naturales de la –Alianza, a saber: circuncisión, alimentos y pureza ritual (1 Corintios 7,17-21). Naturalmente tampoco aceptaban la consecuencia: los paganocristianos se salvaban con una salvación de primera clase sin tener que cumplir la ley mosaica completa. Esto fastidiaba especialmente a los judíos y a los judeocristianos “judaizantes”.
 
Pero todos los libros del Nuevo Testamento aceptan los principios fundamentales y básicos de la interpretación paulina de la muerte y resurrección de Jesús como agente mesiánico dentro del cuadro de un designio eterno de Dios para la salvación del género humano completo, no solo de los judíos, que conducen a un impulso rápidos hacia la divinización de este : la verdadera entidad y naturaleza de ese mesías como un ser humano, pero a la vez adoptado por Dios, sentado como ser divino –solo después de su resurrección– al lado del Padre, aunque subordinado a este; la absolución / justificación de los pecados por la fe en el mesías; la unión con éste a través del bautismo (y en algunos caso en la eucaristía), su nuevas ideas sobre la escatología y el reino de Dios espiritualizado.
 
2.  Apelar a Crossan como autoridad exegética no me parece argumento.
 
Con el paso del tiempo se ha visto que todas sus tesis: un Jesús no apocalíptico, no un profeta escatológico, un mero predicador sapiencial muy parecido a un filósofo cínico, un absoluto pacifista no bien entendido, son tesis totalmente superadas hoy. Igualmente su discriminación de las fuentes antiguas y su aceptación en bloque de fragmentos papiráceos o evangelios apócrifos, en especial los Evangelios de Pedro y sobre todo el de Evangelio gnóstico de Tomás como anteriores a los Sinópticos y reveladores de la identidad y pensamiento verdaderos del Jesús de la historia; los evangelios de la infancia como meras parábolas, etc., no son hoy de recibo. No conozco exegeta serio hoy día que las siga aceptando. El producto de la exégesis de Crossan acerca de Jesús es la figura de este Jesús idealizada y californiana como se ha señalado oportunamente. Lo dejo aquí porque prácticamente todos los comentaristas posteriores  han desmontado ya, o puesto al menos seriamente en duda los fundamentos de la exégesis de Crossan respecto a Jesús …y consecuentemente respecto a los orígenes del cristianismo.
 
3. “Orígenes del cristianismo sin Pablo”…
 
Así fue según Crossan, aunque Pikaza afirma que la postura de este exegeta es exagerada. Crossan no ha reflexionado ni un minuto sobre la estructura del Nuevo Testamento, que explico en este libro cuya amable reseña tuya estoy comentando: el Nuevo Testamento sigue unas reglas numerológicas estrictas que afectan al 4 (número que significa lo cósmico) y al 7 (número de la plenitud): hay 4 evangelios como los cuatro puntos cardinales. Mi amigo Xabier –que ha traducido el estupendo comentario al Evangelio de Marcos, del norteamericano Joel Marcus– sabe perfectamente que es un escrito transido de cabo a rabo de teología paulina de la muerte y resurrección de Jesús. Y que los otros tres evangelios, que copian la estructura de Marcos aceptan esa misma interpretación; sobre todo Mateo, el más petrino de los Evangelios, asume en su obra el 80% del Evangelio de Marcos, y toda la teología paulina de que el Mesías tiene potestad de cambiar la Ley en época mesiánica (Sermón de la Montaña) y el sentido expiatorio de la muerte de Jesús, etc.
 
Además, de las 21 cartas que hay en el Nuevo Testamento nada menos que 14 están atribuidas a Pablo (no importa nada para el argumento si la atribución es correcta o no; ¡se le atribuyen! Y solo 6 cartas –y dos ellas diminutas, al resto de los “apóstoles”; y solo una a Santiago, el “hermano del Señor”, nada menos. Es más: la investigación reconoce que 1 2 Pedro son epístolas compuestas por discípulos de Pablo; que hay tres de “Juan” (una mínima) cuya teología  no es antipaulina, sino en todo caso “una enmienda a la totalidad” a la figura de Jesús, tan “superficial” para los miembros del grupo johánico, de los tres evangelios anteriores; que la Epístola de Judas presupone para su descripción de los herejes 1 Corintios…
 
Me parece claro como el agua cristalina, en mi opinión, que aparte de Jesús, el fundamento de todo el cristianismo, el Nuevo Testamento es rigurosísimamente paulino. ¿Cómo puede decirse que Pablo fue admitido en el canon de la Gran Iglesia petrina y que para eso “domesticó” la teología paulina? En mi opinión es este uno de los grandes mitos de la interpretación confesional del Nuevo Testamento.
 
En mi opinión, nunca existió la Gran Iglesia Petrina. Carecemos en absoluto de textos en el Nuevo Testamento para sustentar la existencia de una teología particularmente petrina, y menos aún con esa fuerza atractiva y aglutinante que se le atribuye. Desgraciadamente casi nada sabemos con seguridad de una teología de Pedro según los libros del Nuevo Testamento, salvo las ideas generales del judeocristianismo y algún rasgo más que podemos conjeturar como coincidente con las ideas atribuidas a los Doce en los evangelios, por ejemplo, el reservarse para sí un protagonismo decisivo como jueces de las naciones y de Israel desde sus doce tronos en el futuro reino de Dios (Mt 19,28). Pedro era el dirigente de los Doce en vida de Jesús. Cierto, pero un Pedro que era tan “celota” como Santiago y Juan, los hijos del trueno. Es decir,  su liderazgo corresponde a la época de Jesús  cuando este era un profeta de Israel que predicaba la venida del reino de Dios o bien un pretendiente mesiánico judío al trono de Israel.
 
En mi opinión también, Pedro no tuvo fuste alguno, ni teología específica alguna, en el cristianismo primitivo para fundar una Gran Iglesia unificada y unificante que atrajera hacía sí a los paulinos, sobre todo los “domesticados”. Sino exactamente al revés, en mi opinión. Pablo mismo y los paulinos sintieron la imperiosa necesidad de fundar una interpretación de la figura y misión de Jesús, de su muerte y resurrección, basado en un evangelio de Pablo totalmente visionario en una unión y aprobación de este “evangelio” por parte de los sucesores del Jesús histórico.
 
Y por otro lado la función de líder influente de las iglesias cristianas, que atribuya Xabier Pikaza a Santiago, no me parece real.  Santiago era el líder de los más judíos de los seguidores de Jesús que no admitían en su seno a ningún pagano, aun creyente en Jesús que no estuviera circuncidado. Por desgracia, esa facción judeocristiana, probablemente la de los seguidores más auténticos del Jesús histórico, pereció casi entera en la tremenda hecatombe de las tres grandes guerras de los judíos contra Roma desde el 66 al 135. Solo quedaron los paulinos como comunidades con cierta prestancia y número de fieles. Y en mi opinión el mito de a Gran Iglesia Petrina fue en principio un invento de los paulinos para unir a su interpretación del seguimiento de Jesús con la Iglesia de Jerusalén. Y el que comenzó a establecer ese mito fue el autor de Hechos de apóstoles, cuando atribuye a Felipe, pero sobre todo a Pedro con el bautizo de Cornelio (Hch 10) nada menos que el “invento” oficial de la misión a los paganos.
 
En concreto, opino que el iniciador o “inventor” de la Gran Iglesia petrina fue el autor de Hechos de Apóstoles, sea “Lucas” o un discípulo suyo (como defiendo). Por eso presenta a Pedro –como he dicho– inaugurando oficialmente la misión a los gentiles. Y es el autor de Hechos el que “domestica” a Pablo obviando en su obra las cartas de Pablo y las aristas más difíciles de su doctrina. El autor de Hechos presenta a Pedro actuando como Pablo y a Pablo hablando como Pedro (Hechos 13).
 
4. Escribe Pikaza que “la teología paulina fue una recreación del judaísmo desde el fondo del puro-judaísmo, no desde un tipo de iluminismo griego, es genial”. Lo admito de grado, aunque observaría que elementos básicos de la teología paulina, como la justificación por la fe” (un acto puramente intelectual solo para adultos); el bautismo interpretado como muerte y resurrección al estilo de los cultos mistéricos, y la eucaristía como comunión con el cuerpo y sangre del mesías al estilo de los banquetes de divinidades de salvación en los que la ingestión de los alimentos, presidida por el dios, era como una participación en la esencia de esa divinidad, o el uso del concepto grecorromano de la adopción para explicar la divinidad de Jesús después de la resurrección y la filiación de los paganos creyentes, y algún que otro elemento más de la teología paulina son totalmente griegos.
 
5 Sostiene Pikaza que la doctrina paulina “no llega a la experiencia de fondo de la muerte que da vida, no por sacrificio de imposición externa, sino por gratuidad interna, en la línea del Sermón de la Montaña”.
 
Esta crítica es un acto exegético puramente teológico, no de exégesis histórica, que atribuye a la muerte de Jesús –que no fue a Jerusalén para morir, sino para triunfar, para esperar la venida del reino de Dios que tendría lugar allí según la profecía de Zacarías 14– un sentido que, en opinión de toda la exégesis independiente, jamás tuvo el Jesús histórico en vida. Jesús como pretendiente mesiánico, que se había metido voluntariamente en la boca del lobo, en Jerusalén, que no era tonto en absoluto, pudo caer en la cuenta del peligro que corría y que quizás le alcanzara la muerte traidora de sus enemigos antes de la llegada del Reino… pero creo que jamás pensó que su muerte fuera un sacrificio gratuito, plenamente aceptado, sin imposición externa alguna, sino por designio eterno divino. Insisto en que tal idea de muerte –sacrifico voluntario redentor– ha sido superpuesta a la mentalidad del Jesús histórico, condenado a muerte por la ley romana por sedición contra el Imperio, por la teología y no por la verosimilitud histórica. Por tanto, un argumento teológico como este no invalida en nada el intento de explicación histórica de la muerte de Jesús.
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
www.antoniopinero.com
Miércoles, 16 de Marzo 2022

(09-03-2022) (1219)


Escribe Antonio Piñero
 
Sigo con los temas de la larga reseña de "Religión Digital de 23 de febrero de 2022 publicada por mi amigo Xabier Pikaza.
 
Escribe Xabier Pikaza:
 
“Me da la impresión de que esta obra en conjunto tiene un inmenso interés por Jesús, al lado de un tipo de alergia ante su posible novedad… Es como si A. Piñero quisiera estudiar las variaciones y estelas del “humo”  y calor vital que aparecen en el NT  sin atender al fuego que está en el fondo Presentarle como aquí se le presenta, como un rabino-profeta más de los que crecían entonces como setas en el húmedo suelo de la alta beka “africana”, que fracasó en Galilea y subió a Jerusalén con un grupo de galileos semi-armados… siendo ajusticiado sin más por razones de orden público me parece demasiado poco para explicar todo lo que sigue. No se trata de hacer de Jesús el héroe universal… pero dejarle casi en un semi- vacío como aquí se hace creer no ayuda a entender ni interpretar el Nuevo Testamento”. 
 
Mi respuesta:
 
Acepto lo del “inmenso interés por Jesús”, que mueve toda mi obra. Pero no acabo de ver en absoluto que eso signifique “una alergia a la unicidad de Jesús”. Pero ciertamente acierta Pikaza en que mi consideración de Jesús de Nazaret no lo hace una persona única, un únicum.  Y acierta en que considero que, por ejemplo, la doctrina ética de Jesús tampoco es un únicum en la historia del pensamiento religioso judío de la época final del Segundo Templo.
 
La imagen que surge de una investigación a fondo de todos los dichos y hechos de Jesús nos llevan a pintarlo como un “profeta apocalíptico”, un laico que se sintió atraído por la doctrina de Juan Bautista; un autodidacta experto en la ley de Moisés, que no contento, quizás, con el conjunto de la actuación el Bautista funda su propio grupo.
 
Que el marco intelectual de Jesús, sin embargo, es el de Juan Bautista y que a partir de ahí construye un mensaje quizás un tanto diferente, pero difícil de discernir en cuanto a la diferencia; que Juan Bautista no tuvo nunca claro si su discípulo Jesús tuvo una conciencia mesiánica o no. Que la proclamación principal de este Jesús esencialmente apocalíptico fue la inminencia de la llegada del reino de Dios sobre la tierra de Israel.
 
Que ese reino de Dios no se explica nunca por parte de Jesús en lo que se refiere a su esencia constitutiva; solo habla de ciertos detalles. Por tanto que su concepto del reino de Dios debía de ser entendido por todos. Que era un Reino con bienes materiales y espirituales en la tierra de Israel; que aún no había venido, sino que la inminencia de su venida fue imaginada por él como casi presente (como cuando se dice “Aquí está la tormenta” y sin embargo tal tormenta no descargará hasta cuatro o cinco horas más tarde).
 
Que Jesús exigía como preparación para la entrada en el Reino un total arrepentimiento y cambio de vida, alejándose Dios todo lo que pudiera perjudicar la apertura del corazón humano para que le impidiera posible la entrada en el Reino. Por ejemplo, el demasiado apego a la riqueza temporal que le impidiera ver la naturaleza maravillosa del Reino futuro.
 
Que Jesús  escogió un grupo de doce varones para significar la inmediata restauración antes del Reino de las doce tribus de Israel.
 
Que Jesús era un notable predicador ambulante y seductor de masas, con un lenguaje cercano, lleno de ejemplos y parábolas; que era un exorcista y un notable sanador…, pero como otros rabinos de su tiempo.
 
Que su interés era la interpretación de la ley de Moisés (como otros “doctores de la ley”, laicos del momento); que su doctrina en esa interpretación era farisea en sus líneas generales.
 
Que fracasó en su predicación en Galilea, y que se metió conscientemente en la boca del lobo en Jerusalén para esperar allí la venida del Reino. Que tuvo un incidente en el Templo, que no podemos calificar exactamente, pero que contribuyó a la intención de las autoridades de acabar con él como causante de desórdenes públicos.
 
Que su predicación del reino de Dios y su negativa a pagar los impuestos a los romanos lo hacían un sedicioso  para el Imperio, aunque no tuviera ejército alguno, pero sedicioso al fin y al cabo, ya que en el futuro reino no cabrían ni Tiberio ni Poncio Pilato, ni Anás ni Caifás, etc.
 
Que impulsado quizás por los más fanáticos de sus seguidores al final de su vida tuvo probablemente pretensiones regias y se declaró el mesías de Israel.
 
Que fracasó también en Jerusalén, ya que el Reino no vino y que fue condenado a la muerte en cruz según la Ley del Imperio, probablemente con dos de sus seguidores. Que sus enemigos lo bajaron de la cruz y que probablemente fue enterrado en una fosa común.
 
Me dejo muchos detalles en el tintero por el deseo de brevedad. Pero toda esta imagen no es pobre, ni alérgica, sino muy realista. Encardina a Jesús en ambiente del Israel del siglo I y está de acuerdo con Flavio Josefo cuando en sus obras “Antigüedades judías” y “Guerra de los judíos” describe a Juan Bautista y a Jesús como unos personajes más (unos diez o doce) de la cadena de tipos religiosos intensamente apocalípticos que se levantaron contra el poder de Roma… pero que fueron derrotados.
 
Y que vino Pablo de Tarso, primero perseguidor, pero luego convencido por las razones de sus perseguidos,  que convirtió, por medio de revelaciones personajes, a este personaje en el mesías de Israel, pero espiritualizándolo e idealizándolo. Un  Pablo que hizo de la muerte y resurrección de ese mesías la clave redentora de la idea eterna de Dios de un sacrificio sangriento que restableció las relaciones del ser humano pecador con la divinidad a la espera de un Juicio Final y de un fin del mundo inmediato. Esa interpretación con algunos retoques tuvo mucho éxito. Hasta hoy.
 
Yo no creo que este breve resumen de la figura y misión de Jesús sea el fruto a una cierta alergia al personaje como un únicum. De ningún modo, solo lo sitúa en el ambiente religioso y político del siglo I en Israel,  y en el ámbito del Imperio romano del Mediterráneo oriental, junto con otros personajes de la misma índole.
 
Y que esta es la imagen que la investigación histórica tiene de Jesús, imagen que no tiene los componentes de interpretación sobrenatural que le añaden las visiones de Pablo y que hacen de Jesús un Jesús-Cristo celestial.
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
www.antoniopinero.com
Miércoles, 9 de Marzo 2022
Escribe Antonio Piñero
 
Afirma Xabier (en su reseña de "Religión Digital de 23 de enero de 2022) que libros parecidos al volumen “Los libros del Nuevo Testamento (LLNT) son los grandes manuales de Ph. Vielhauer y de  H.  Köster. Y que la traducción crítica del Nuevo Testamento de Manuel Iglesias Gonzáles (para Pikaza la mejor que existe) y el comentario al Nuevo Testamento de Senén Vidal son obras totalmente equiparables a LLNT.
 
Mi respuesta es: El tratado de literatura cristiana primitiva, muy independiente, sin duda, y crítico de Philipp Vielhauer, o la novedosa “Introducción al Nuevo Testamento de Helmut Köster, son otro tipo de publicación; algo muy distinto. Pueden compararse, también sin duda, en el empleo del sentido puramente histórico y crítico literario, muy independiente y librepensador, de sus autores, pero tales obras no son un comentario, sección por sección, a todos los libros del Nuevo Testamento  atendiendo a su sentido para el lector del siglo I, y discutiendo la historicidad de lo que se propone. Sencillamente, las obras de Vielhauer y de Köster son  otro tipo de publicación.
 
Que Xabier Pikaza estime que la traducción del Nuevo Testamento de Manuel Iglesias es la mejor que existe actualmente me parece muy bien. Es perfectamente posible. Pero en nuestro caso no era factible la utilización de una traducción ajena, sobre la que propondríamos muchas divergencias. Teníamos que ofrecer obligatoriamente nuestra propia traducción y sobre ella hacer los comentarios. Cualquier texto previo diferente no era posible por tales presuntas diferencias. Por tanto, diría que, guiándose por Pikaza, el lector podría comparar, si tiene los dos libros, una traducción con otra, y elegir en cada caso la que mejor le parezca. Tendría que ver entonces si el comentario se acomoda a esa propuesta. Así que, como puede verse, era obligatorio hacer una traducción propia.
 
El Nuevo Testamento de Senén Vidal es ciertamente el libro que más se asemeja a nuestro volumen, LLNT, que reseña Pikaza. Y También es cierto que muchos comentarios de Senén a secciones de los evangelios son muy críticas a cuanto a su pertenencia al Jesús histórico o a la Iglesia primitiva. Vea, por ejemplo, el lector lo que opina Vidal de la historicidad de Mc 5,1-20, el endemoniado de Gerasa, milagro que atribuye a un seguidor “gentil de Jesús que había experimentado la liberación de la multitud de poderes demoníacos que le atormentaban (p. 265). Y más casos. Pero también es verdad que en muy diversos temas nuestra posición es mucho más radical y libre que la de Senén. Por ejemplo, no admitimos como cierta históricamente la idea de Jesús sobre el reino de Dios era la de un Reino que había comenzado ya con su presencia en la tierra; ni estamos de acuerdo con el tercer proyecto de Jesús en la que –según Vidal– Jesús percibe de algún modo que su muerte puede ser redentora, o en la institución de la eucaristía, etc. Y su tratamiento de Hechos y revelación / Apocalipsis de Juan es totalmente diferente.
 
Yo atribuyo esa diferencia a que Senén Vidal era un teólogo católico y que no tenía más remedio que acotar su crítica a unos parámetros que no podía traspasar.
 
Y a este propósito creo, por poner más ejemplos, que la interpretación de Josep Montserrat  al contexto filosófico y el trasfondo helénico de la cosmología (con implicaciones en ala angelología) de las cartas atribuidas a Pablo, Colosenses, Efesios, 2ª Tesalonicenses) no se hallan de ningún modo en el libro de Vidal.
 
Del mismo modo, y tras haber leído no solo el Comentario de Vidal al Nuevo Testamento sino también su obra acerca de la construcción del corpus johánico, opino que ese conjunto ha sido esclarecido por Gonzalo Fontana de una manera más convincente en su tratamiento de esos escritos en LLNT. La explicación de Fontana sobre la formación en Éfeso a partir de un grupo de samaritanos que se traslada a Asia Menor (comprobado por la epigrafía griega) y la formación en esa misma ciudad minorasiática de tres grupos cristianos, el responsable del Evangelio y Cartas; el lucano y el que está detrás de Juan el presbítero autor de la Revelación, me parecen extraordinariamente clarificadora.
 
Y la aclaración del mismo Fontana del enigma cómo unos judeocristianos de finales del siglo I pudieron aceptar como palabras del Jesús histórico, dichos y sentencias de sus profetas en los oficios litúrgicos de los domingos, que no se parecían en nada a los dichos de Jesús en los evangelios sinópticos, como “representaciones parateatrales” de esos profetas que hablaban con el mismo espíritu de Jesús en los oficios litúrgicos, me parece muy esclarecedora. Los oyentes / asistentes sabían que esas palabras no las había dicho el Jesús de la historia; pero que no eran al mismo tiempo contrarias a las escritas en los evangelios precedentes, porque igualmente sabían que esos profetas, iluminados por el Paráclito, estaban representando la figura profunda del Jesús místico, el Revelador del Padre celestial, que solo después de su resurrección podía ser comprendida plenamente. Mientras que ese punto no lo tocaban los evangelios anteriores.
 
Hay, pues, en el ámbito de la comparación entre el Comentario de LLNT y el de S. Vidal profundas diferencias de perspectiva. Y debo añadir: no sé si hay muchos lectores de Senén en España que hayan estudiado con detenimiento su obra –en  especial sobre Jesús y Pablo– como yo mismo. Las páginas de S. Vidal están llenas de subrayados y anotaciones mías, a lápiz, al margen, notas que califico de muy abundantes. Por eso creo que lo que creíamos perfectamente asimilable de la investigación de Senén ha sido incorporado al volumen LLNT, para tranquilidad de Xabier Pikaza.
 
Seguiremos.
Saludos cordiales de Antonio Piñero
www.antoniopinero.com
Lunes, 7 de Marzo 2022

Sobre su amplia reseña de “Los libros del Nuevo Testamento” en "Religión Digital"

4-3-2022) (1217)


Querido amigo Xabier:
 
Ante todo darte las gracias por haber prestado una amplia atención crítica a la obra comunal “Los libros del Nuevo Testamento” en la prestigiosa página electrónica “Religión digital”. Y es muy de agradecer, porque cuando alguien me ha preguntado si la reacción eclesiástica ha sido dura o no frente al historicismo y laicismo (en buen sentido) de esta traducción / comentario del Nuevo Testamento, he respondido siempre que “Opino que los medios de tendencia eclesiástica guardarán más bien un oportuno silencio sobre esta obra; pienso que la cubrirán con un espeso manto de silencio”. Pero contigo no ha sido así. Repito mi agradecimiento.
 
Como tu crítica amistosa, al final, tiene varios puntos, los iré considerando uno a uno y te daré mi opinión sobre el sentido de tus observaciones. Y debo ser breve en cada una de las réplicas para no aburrir a los lectores.
 
En mi primer lugar estimas un tanto exagerada y un tanto pretenciosa mi afirmación de que “No existe hasta la fecha una edición del Nuevo Testamento meramente histórica, efectuada con criterios estrictamente académicos, no confesionales, sin ninguna tendencia religiosa previa”.  
 
Debo, pues precisar en qué sentido estimo que esta obra es “única”, algo que tú mismo afirmas un par de veces en tu crítica., cuando escribes que es una “Obra única, libro distinto en el panorama de estudios culturales,  bíblicos y religiosos de lengua castellana, por su trabajo de fondo, su extensión, temática y por aportaciones”.
 
Sostienes en contra de que sea “única” que la mayoría de las ideas vertidas en la explicación del texto están ya contenidas en muchos Comentarios a las obras del Nuevo Testamento, comentarios escritos también desde el punto de vista meramente histórico y de la crítica literaria. Claro que sí. Tienes razón. Pero quien quiera enterarse de todo ello debe leer unas 15.000 o 20.000 páginas, por lo menos, y no precisamente en castellano, para extraer las ideas correspondientes a una exegesis meramente histórica, filológica y critico-literaria de todos los libros del Nuevo Testamento. Nuestra obra ofrece los resultados resumidos de tales obras científicas, con algunas aportaciones personales.
 
Así pues, es relativamente cierto lo que dices: no hay (casi) nada nuevo bajo el sol.
 
Pero añado que sí hay ciertas ideas un tanto novedosas en el conjunto de la obra, como la decisión de presentar una edición del Nuevo Testamento con un orden radicalmente distinto; la negación de la existencia de una “gran Iglesia petrina unificada y unificante”; la interpretación de las ideas de Pablo sobre la ley mosaica como que contiene dos partes, universal y particular; la insistencia con la que se afirma que según Pablo, los gentiles convertidos a la fe de Jesús como mesías, no deben hacerse judíos y que solo ese sentido se dice en Pablo (sin especificar) que “los gentiles están libres de la Ley; la radical afirmación de que le Nuevo Testamento no es el fundamento del cristianismo sino de un cristianismo, el vencedor; la presentación de un análisis numerológico de las obras contenidas en el canon que confirma la idea de que Pablo no fue desnaturalizado para que entrara en el canon, y alguna que otra más.
 
Por ejemplo: es bastante raro que se haga especial hincapié en los comentarios confesionales la interacción de las obras neotestamentarias del cristianismo en el estadio posterior al año 70 e.c. Para la crítica histórica parece claro que ciertas obras del futuro conjunto de libros del Nuevo Testamento se apoyan en escritos anteriores de ese mismo corpus, bien conocidas al parecer entre las comunidades cristianas importantes gracias a los intercambios facilitados por la red comercial del Imperio romano. Unos ejemplos solo: Efesios presupone la existencia anterior de Colosenses; 2 Tesalonicenses resume, reinterpreta e incluso corrige a 1 Tesalonicenses. Hebreos, una carta no paulina, no puede entenderse de ningún modo si no se supone un conocimiento de la teología de Pablo. Es probable que la Epístola de Judas presuponga el conocimiento del 1 Corintios, pues su descripción de los herejes en el seno de la Iglesia sigue los pasos de esta carta paulina.
 
Muy novedosa también es esa obra, porque va contra la opinión del 95 % de  la investigación la afirmación de que el libro de los “Hechos de apóstoles”, no fue redactado por el Evangelista Lucas sino por un discípulo, que se presenta a sí mismo como una continuación expresa del tercer evangelio. Y finalmente la insistencia en que todo el Nuevo Testamento es una obra judía Es un producto de autores judíos, todos judíos, incluido Lucas y el autor de Hechos (aunque pueda afirmarse que son quizás prosélitos), que beben de fuentes diversas para interpretar y vender el mensaje de Jesús vía interpretación de Pablo. Estas fuentes son la Biblia hebrea, los Apócrifos de esta Biblia, sí los Apócrifos, que son la matriz de gran parte del Nuevo Testamento en su doctrina apocalíptica-escatológica
 
Por ello debo repetir una y otra vez que no existe en absoluto en lengua española, ni portuguesa, italiana, ni incluso francesa (la edición de la editorial Gallimard está hecha por investigadores confesionales), ni tampoco alemana –ya que la obra de Klaus Berger de 2006 tiene muy poco comentario, ya que incluye a los Apócrifos y está firmada por un profesor de teología de la Universidad de Heidelberg–, un comentario al conjunto del Nuevo Testamento, que suponga una interpretación histórica, no teológica, efectuada con criterios estrictamente técnicos, no confesionales, puesto que  excluye totalmente la tutela y aprobación de cualquier confesión religiosa.
 
Seguiré, Xabier,  comentando tu amistosa crítica.
Saludos cordiales de Antonio Piñero 
Viernes, 4 de Marzo 2022
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Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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