CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero

Voy a pasar del 1034 al 1207 que es su verdadera numeración (los dos primeras cifras indican el bloque de postales).
Como curiosidad: hasta ahora he publicado en este medio, contando la de hoy, 2899 postales


Escribe Antonio Piñero
 
Afirma Guijarro (p. 93), en la obra archimencionada por mí, que la cuestión de las semejanzas y diferencias entre los tres primeros evangelios y el de Juan es tan sorprendente que merece un tratamiento especial. ¡También de acuerdo!
 
Comenta que es una explicación que ya se plantearon los primeros cristianos. Y, como naturalmente, no cita lo que afirmé en mi “Guía para entender el Nuevo Testamento” de Trotta 2006, que va, creo por la sexta edición contando la digital, si no me equivoco, me paso a esta obra, y ya seguiré comentando otro día:
 
Escribí en el apartado 4. Finalidad del Cuarto Evangelio
 
¿Por qué repensó Juan y reescribió la tradición sobre Jesús? (Añadiría hoy día: ¡una enmienda a la totalidad a lo escrito por sus antecesores) No es posible saberlo con exactitud. Pero la respuesta debe hallarse en que pensaba que otros escritos evangélicos anteriores no habían presentado de modo adecuado las tradiciones sobre Jesús.
 
Más explícitamente: frente a la imagen de Jesús de Marcos, Mateo y Lucas, el autor del Cuarto Evangelio pretendía probablemente ofrecer una interpretación más completa, profunda y exacta de lo que en su opinión fue realmente el personaje. Como ocurría con Mateo y con Lucas, el autor del EvJn escribe su obra para enmendar conscientemente la plana a sus predecesores.
 
El principio que le mueve es el mismo que propició hasta el momento de la composición del IV Evangelio: la evolución de la cristología. Ello está expresado indirectamente en el evangelio mismo: la verdadera imagen de Jesús sólo se comprende bien tras su muerte.
 
Dice Jesús en 14,26: “Esto es lo que tenía que deciros mientras estaba con vosotros; el abogado que os enviará el Padre en mi nombre, el Espíritu santo, ése os enseñará todo y os irá recordando todo lo que yo os he dicho”. Igualmente en la interpretación de la entrada mesiánica de Jesús en Jerusalén: “Esto no lo comprendieron sus discípulos de momento. Pero cuando Jesús fue glorificado, cayeron en la cuenta de lo que estaba escrito sobre él y qué era lo que habían hecho” (12,16). Finalmente, en 13,7 Jesús dice a Pedro en el lavatorio de los pies: “Lo que yo hago, tú no lo entiendes ahora; lo comprenderás más tarde”.
 
Es claro que sólo gracias a la iluminación del Espíritu  que se otorgará a los discípulos tras la muerte y resurrección del Maestro, se percibirá el verdadero significado de lo que hizo, dijo y representó Jesús. Por tanto, parece que el autor del IV Evangelio afirma con claridad que él ha escrito un evangelio tal como se debe ver a Jesús tras la muerte de éste con la ayuda del Espíritu (el Paráclito que “guía hasta la verdad completa”: JN 16,13) prometido por el Maestro. Con otras palabras: el evangelista puso por escrito lo que él cree que Jesús hizo y dijo en vida, lo que en verdad significó su figura y misión, pero todo visto a través de la fe, fortalecida por el Espíritu Santo. Este modo de entender la finalidad del Cuarto Evangelio fue ya propuesta por Clemente de Alejandría a finales del siglo II d.C.  en un texto conocido al que quizá se ha prestado poca atención. El siguiente:
 
“Juan, el último [de los evangelistas], viendo que en los [otros] evangelios se mostraba [sólo la interpretación] corpórea de Jesús, impulsado por algunos conocidos e inspirado por el Espíritu [Santo], compuso un evangelio espiritual” (citado por Eusebio en su Historia Eclesiástica VI 14,7).
 
Clemente de Alejandría afirmaba que el evangelista Juan no ignoraba lo que había sido escrito sobre Jesús por sus predecesores, sino que no le parecía bien o suficiente. Los demás habían escrito un “evangelio carnal”, es decir, en terminología gnóstica, un evangelio verdadero pero insuficiente, superficial. En el nuevo evangelio el autor presenta este conocimiento especial, “espiritual” (es decir propio de los “movidos por el Espíritu” o verdaderos conocedores), sin preocuparse por refutar expresamente a sus antecesores. Este último hecho es importante e iluminador, ya que una polémica expresa contra los Sinópticos no aparece en el Evangelio. No los considera “falsos”, sino simplemente “corporales” o “carnales”, superficiales.
 
El autor del IV cuarto evangelio indica que su libro sobre Jesús debe suscitar la fe de sus lectores (20,30)… en su imagen de Jesús. Así pues, el Evangelio de Juan está escrito expresamente para defender esta imagen. Y en este sentido el Evangelio de Juan es un escrito polémico, orientado contra los “judíos” que no creen, en especial contra sus dirigentes, contra los discípulos de Juan el Bautis­ta –quienes mantenían que su Maestro era también el mesías (cf. 1,19ss)–, y también contra otros grupos de cristianos (cf. 8,31-32) que no participaban del todo del modo cómo el autor entendía a Jesús (pp. 390-391).
 
Seguiremos con este apasionante asunto.
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
Lunes, 7 de Febrero 2022

(4-2-22; 1033)



Escribe Antonio Piñero
 
Termino aquí esta evaluación a lo que escribe S. Guijarro en “Los cuatro Evangelios”, pp. 91-93.
 
Explica nuestro autor que la hipótesis de Johann Jakob Griesbach  (1745 -1812) es famosa en la investigación del Nuevo Testamento porque para solucionar el “¿Quién copió de quién?” propuso que Mateo fue  el primer evangelista y que Marcos y Lucas copiaron de él. Lo importante es que Marcos se habría limitado a hacer una “síntesis entre los dos” evangelistas precedentes. En realidad esta idea ya la propuso san Agustín.
 
Quien pueda leer alemán tiene una estupenda historia de la cuestión sinóptica, en la Einleitung (“Introducción) al Nuevo Testamento de Werner Georg Kümmel (que ya cité en alguna ocasión) en las pp.19 y siguientes. Sobre la hipótesis de Griesbach trata en la p. 21. Cita a Agustín como lo hace ahora Guijarro, pero ninguno de los dos dice dónde. Por mi parte, tampoco puedo dar una cita exacta.
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Tiene razón Guijarro cuando escribe que “se trata de la hipótesis que mejor explica las expresiones dobles” entre los evangelistas sinópticos… ¡Pero no aclara el presunto y extraño comportamiento de Marcos que al copiar elimina un buen monto de material interesantísimo sobre Jesús! Tiene poco sentido.
 
Luego explica Guijarro la complicadísima hipótesis de Benoit- Boismard. Transcribo las palabras de nuestro autor: hubo “tres estadios en el proceso de redacción de los evangelios” […] Según la hipótesis “en el primer estadio habrían existido cuatro documentos”, anónimos naturalmente. Los tres primeros son designados por Benoit- Boismard, “con las letras A,B,C, y el cuarto con la sigla Q”. Hubo “diversas combinaciones de estos cuatro documentos, que a su vez habrían servido de base a los evangelios actuales” (p. 92). La hipótesis postula que hubo un Marcos intermedio que influyó en Mateo, Marcos y Lucas; y un Proto Lucas que solo influyó en Lucas.
 
Estoy de acuerdo con Guijarro (p. 93) en que las relaciones entre los evangelios sinópticos fueron más complejas que lo que las hipótesis que intentan explicarlas. La de Benoit- Boismard es “una de las explicaciones más serias y mejor fundadas[…], pero como hipótesis de trabajo resulta poco práctica” (p. 93).
 
El próximo día hablaremos de la relación del Evangelio de Juan con los Sinópticos y ahí creo que tengo algo que decir un tanto más personal.
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
 
NOTA:

Otro enlace a un programa de radio en el que se trató de “Los Libros del Nuevo Testamento”

https://youtu.be/rSfHJvo9P34
 
Viernes, 4 de Febrero 2022

2-2-22; (1032)


 
Escribe Antonio Piñero
 
Sigo erre que erre comentando a S. Guijarro en su libro “Los cuatro Evangelios”. Por ahora los comentarios son más bien informativos. Pronto llegaremos a temas en los que las precisiones serán de un tono bastante más crítico, pero manteniendo la cortés actitud dialogante / discusión científica. Prometí que iba a explicar tres hipótesis distintas a la usual sobre la prioridad de Marcos y la existencia de la Fuente Q. Pero me temo que voy a “liar” a los lectores. Así que solo aclaro la de Farrer-Goulder.
 
Guijarro presenta en primer lugar en la p. 90 otra solución a las cuestiones planteadas por los paralelos y diferencias entre Marcoa, Mateo y Lucas: la de solución de Farrer –Goulder que consiste en eliminar la Fuente Que; postular que el Evangelio de Marcos es el prioritario cronológicamente; que este fue utilizado por Mt; y finalmente que Lucas conoció bien el Evangelio de Mateo y tomó de él, a veces literalmente esos 200 versículos  que atribuimos a la Fuente Q. Por tanto esta no se ha perdido…, sino que no existió nunca. Lo cual explica que no se haya conservado ni un solo manuscrito.
 
Estoy de acuerdo con Guijarro en que esta hipótesis Farrer-Goulder es muy sencilla y que explica por qué coinciden Mateo y Lucas en 200 versículos  que no se hallan en Marcos.
 
Y también de acuerdo cuando Guijarro aclara, en este misma página, las dificultades de esta solución tan sencilla. Son las siguientes:
1. Farrer-Goulder no aclaran cuál es el origen de  esos 200 versículos  comunes. La existencia de la Fuente Q sí lo aclara, aunque sea hipotética.
2 En realidad la suposición de que Lucas solo copió de Mateo plantea la cuestión siguiente ¿De dónde tomó Mateo esos 200  versículos? La pescadilla que se muerde la cola.
 
3. La hipótesis de Farrer-Goulder tampoco es capaz de “explicar de manera satisfactoria por qué cuando Mateo y Lucas narran acontecimientos que también refiere Marcos, lo hacen de modo muy parecido; mientras que cuando narran acontecimientos que Marcos no refiere lo hacen a veces de forma muy diversa y contradictoria”.
 
 Aquí pone Guijrro un ejemplo, que no me parece afortunado: el de los “evangelios de la infancia”, Lucas 1-2 y Mateo 1-2: “No resulta fácil explicar por qué Lucas se aparta de forma tan radical de la narración de Mateo entrando incluso en contradicción con Mateo cuando explica la relación de Jesús con Nazaret y Belén.
 
No me cuadra este ejemplo, porque me parece claro que los evangelios de Mateo y Lucas fueron compuestos por sus autores sin las narraciones de la infancia. Estas fueron añadidas después, probablemente en el siglo II, por discípulos de cada uno de los evangelistas. Esta suposición que defiendo explica muy bien por qué – tanto en Mateo a partir del capítulo 3 como en Lucas también a partir del capítulo 3– Jesús y María no tienen ni la menor idea de lo que pasó en la concepción e infancia de Jesús
 
Por el contrario, sí me parece más oportuno lo que Guijarro explica en la página siguiente (91), cuando pone el ejemplo de las apariciones y señala que "ambos evangelistas difieren a la hora de situar geográficamente las apariciones de Jesús a sus discípulos, así como en otros detalles de no poca importancia”
 
Y finalmente: de acuerdo también con Guijarro cuando señala que “estas y otras objeciones explican que […] la hipótesis de Farrer-Goulder no haya alcanzado un reconocimiento amplio entre los estudiosos”.
 
Seguiremos.
Saludos cordiales de Antonio Piñero
 
NOTA:
 
Un programa de “La Escóbula” dedicado al volumen  “Los libros del Nuevo Testamento”
 

http://www.laescobula.com/programa-418-deconstruyendo-el-nuevo-testamento/
 
 
Miércoles, 2 de Febrero 2022

(1032.- 31-01-2022)


Escribe Antonio Piñero
 
Sigo comentando el libro de S. Guijarro sobre los cuatro evangelios. La hipótesis de los dos documentos es la que sostiene que, no hay mejor explicación de los enormes parecidos entre los evangelios de Mateo y Lucas que suponer que, además de otras fuentes menores, los evangelistas tuvieron ante sus ojos y copiaron de Marcos y de la Fuente Q.
 
Y aunque esta hipótesis goza de un aprecio prácticamente unánime, tiene sus detractores, asunto bien explicado por parte de Guijarro, es interesante  leer sus páginas 87-89.
 
Argumenta nuestro autor que “la principal objeción consiste en negar la existencia de la Fuente Q. La segunda es que Marcos y “Q” no son fuentes independientes, sino que hay casos en los que los dos documentos coinciden. Y pone  cuatro ejemplos de coincidencias o combinación entre Marcos y “”, que debe consultar el lector.
 
Solo añado y estoy de acuerdo con Guijarro, que tales coincidencias literales “se pueden explicar de tres formas: a) Marcos y Q tuvieron acceso a las mismas tradiciones orales; b) Marcos conoció a Q; c) Q conoció a Marcos”.
 
Y, desde luego, aun admitiendo las dos primeras explicaciones (a y b) como posibles, Guijarro se pregunta “por qué razón Marcos prescindió de la abundante tradición de dichos de Jesús que presuntamente  habría tenido que encontrar en la Fuente Q o en la tradición oral que transmitía esos dichos (p. 89).
 
Estoy de acuerdo.
 
El próximo día comentaré el análisis de Guijarro de la hipótesis de Farrer-Goulder, de Griesbach y de Benoit-Boismard.
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
 
Enlace a otra entrevista, con los miembros de la “escuela de Alejandría”, sobre los Libros del Nuevo Testamento”:
https://youtu.be/gROLxWgiFTs
 
https://www.facebook.com/events/412786360536320/
Lunes, 31 de Enero 2022

 
Escribe Antonio Piñero
 
Tema: sigo comentando el libro de S. Guijarro, “Los cuatro evangelios”, Salamanca, Sígueme 2021.
 
Sostiene Guijarro con razón que las coincidencias entre Mateo y Lucas –cuando están copiando y editando o corrigiéndolo de algún modo a su modelo, Marcos–  son sorprendentes y suman muchas en número: unos 200 versículos. ¡La formulación del modelo es corregida por dos autores independientes entre sí de una manera igual o casi igual!
 
Y comenta nuestro autor: “Estas coincidencias plantean una objeción importante a la tesis de la prioridad (cronológica) de Marcos, porque resulta difícil explicar que Mateo y Lucas hayan corregido exactamente de la misma manera el texto de Marcos”. Y nuestro autor pone como ejemplo Mateo 9,6-8 / Lucas  5,24-26 respecto a Mc 2,10-12 (p. 79).
 
Guijarro hace una buena síntesis de las explicaciones que han dado los estudiosos que sostienen, a pesar de esta objeción, que la prioridad de Marcos explica mejor el desarrollo cronológico de los tres Evangelios.
 
1. Una primera solución a esta dificultad de las “coincidencias menores entre Mateo y Lucas  contra el texto de Mc” consiste en suponer que Mateo y Lucas coincidieron porque las correcciones eran “lógicas”: lo primero que se ocurriría a cualquiera: o bien tanto Mateo como Lucas utilizaron en esos caso no a Marcos, sino otra tradición “oral”, o bien puesta por escrito (menos probable); o bien que fueron los copistas los que armonizaron los Evangelios  de Mateo y Lucas, ya que tenían mayor difusión.
 
Me parece que Guijarro tiene razón (p. 81) que la solución expuesta no es convincente y sugiere –junto con la mayoría de los exegetas– que lo más probable es que del Evangelio de Marcos se hicieran varias ediciones, tanto en vida del autor o una vez ya fallecido; da igual para el caso.
 
Sostiene Guijarro en esa misma página 81 que esta solución tiene dos variantes:
 
A) Hipótesis de que hubo un “Protomarcos”, es decir, “una versión de Marcos anterior que la que nos ha llegado. Esta versión, utilizada por Mateo y Lucas, habría sido retocada después dando lugar al actual Evangelio de Marcos”.
B) Hipótesis del “Deuteromarcos”, a saber “La versión de Marcos que nos ha llegado sería la más antigua, mientras que Mateo y Lucas habrían tenido como fuente una versión posterior que se ha perdido”.
 
(Una nota de paso: Guijarro escribe “Proto-Marcos” y “Déutero-Marcos”. Opino que es un anglicismo que Guijarro transcribe directamente del inglés sin caer en la cuenta de que en español estamos ya acostumbrados a escribir Deuteroisaías y Tritoisaías).
 
Personalmente estoy también de acuerdo con la preferencia de Guijarro en la página siguiente: 82. La versión A),  “además de explicar las coincidencias menores, puede aclarar por qué Marcos posee unos cincuenta versículos que no se encuentran en Mateo ni en Lucas”. Y sostiene que “un grupo importante de esos versículos […] fueron añadidos en una segunda edición del Evangelio. Esto hace pensar que la versión de Marcos que conocieron Mateo y Lucas era una anterior a la que nosotros conocemos”.
 
¡De acuerdo, pues!
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
 
NOTA:
 
Otra entrevista, con Oscar González, sobre el volumen los “Libros del Nuevo Testamento”, de editorial Trotta, Madrid.
 
https://www.youtube.com/watch?v=-vuNDNPHlg4
 
 
Viernes, 28 de Enero 2022

(26-01-2022) (1030)



 Escribe Antonio Piñero
 
Sigo mi comentario a “Los Cuatro Evangelios” de Santiago Guijarro, Sígueme, Salamanca 2021.
 
Argumenta este ilustre autor en la p. 75 que “La mejor forma de explicar coincidencias y divergencias en los pasajes de ‘triple tradición’ (que aparecen en Mc / Mt / Lc) es suponer que el Evangelio de Marcos fue compuesto antes que Mt y Lc y que ambos lo utilizaron como fuente”
 
Totalmente de acuerdo.
 
Añade (p. 76): Parece más lógico y “probable que Mt y Lc hayan ampliado el Evangelio de Mc, que no al revés, que Mc hay reducido los contenidos de Mateo y Lucas”.
 
De nuevo añado: ¡muy probable!
 
También goza de probabilidad intrínseca la siguiente afirmación de Guijarro: “Las coincidencias de Mt y Lc en el orden de los relatos siempre que ambos coinciden con Mc resultan muy llamativas, porque el orden de Mc no está gobernado por una lógica de tipo histórico y narrativo, sino que sus materiales están agrupados con frecuencia siguiendo criterios temáticos o de semejanza en el género  literario (controversias o parábolas, por ejemplo), y a pesar de ello Mateo y Lucas lo siguen”.
 
Comento: me parece que no hay duda alguna. Y también estoy de acuerdo con Guijarro en que es más fácil explicar las frases o pasajes de Mt o Lc que corrigen a Mc (normalmente mejoras estilísticas y de vocabulario), y también mejoras o cambios de impostación teológica suponiendo que Mc es la base o fuente de los dos y no al revés.
 
Y también es curioso el fenómeno de la explicación de detalles raros o incoherentes en los Evangelios de Mateo o Lucas cuando están empleando como fuente a Marcos por la siguiente razón: Mt y Lc cometen errores porque suelen corregir a Marcos (o abreviarlo) al principio o al final de cada sección. Y a menudo se observa cómo efectúan una corrección al final, que no casa bien con lo que se ha corregido al principio.  Y pone el ejemplo Mc 1,40-45 y el modo como lo copian, cambiando algunos elementos Mt 8,1-4 y Lc 5,12-16.
 
No voy a “destripar” este ejemplo. Que el lector de estas líneas, si tiene ánimo y ganas, que tome papel y bolígrafo, que copie en tres cuartillas cada texto y que los compare entre sí, fijándose si es coherente la posición de la frase del Jesús de Marcos “No digas nada a nadie” en las tres redacciones.
 
El análisis de los Evangelios requiere trabajo, paciencia y tiempo. Y a veces el estudioso se horroriza con las conclusiones que obtienen algunos lectores de los Evangelios… que presentan como “deducciones irrefutables” y resultan que son errores debidos a  la prisa o a la falta de estudio.
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
 
NOTA:
 
Aquí les paso el enlace a una magnífica reseña del Prof. Dr. Antonio Jimenez-Blanco, el “Los libros del Nuevo Testamento” que creo que tiene más mérito porque su autor es catedrático de “Derecho Administrativo”:
 
https://www.revistadelibros.com/el-mediterraneo-oriental-hace-2-000-anos-mentalidades-y-religiones/
Miércoles, 26 de Enero 2022

Hemos comprobado que el alma no era algo separado del cuerpo para los judíos, para Jesús, para Pablo; sí para los griegos y romanos. La pregunta es, entonces, cuándo este dogma cristiano apareció en el cristianismo.

Hoy escribe: Eugenio Gómez Segura.


069. El alma (y 6): los cristianos.
Imagen de Orígenes de Alejandría.

Cuando el cristiano Orígenes (184-253) escribió su obra contra el filósofo griego Celso a propósito de El discurso verdadero contra los cristianos, el libro que este último había publicado exponiendo sus diferencias contra éstos, ya tenía clara la diferencia entre cuerpo y alma, el valor de esta última y su importancia como elemento a salvar. Algunos párrafos de su Contra Celso dejan claro que en su época ya se había producido el cambio cultural respecto a las ideas sobre el alma:
 
“Nosotros no hablamos de la resurrección por haber malentendido, como cree Celso, las teorías sobre la emigración de las almas. No, nosotros sabemos que el alma, incorpórea e invisible por su naturaleza, en cualquier lugar corporal que se hallare necesita de un cuerpo acomodado a la naturaleza de aquel lugar. Este cuerpo lo lleva a veces a despojarse del anterior, necesario antes, pero superfluo ahora en un estado posterior; otras, sobrevistiéndose sobre el que antes tenía, pues necesita de más excelente vestidura para lugares más puros, etéreos y celestes. Así, al venir a nacer en esta tierra, se despojó de la envoltura que le fue útil para la plasmación en el seno de la mujer embarazada, mientras estuvo en él; pero se revistió luego de la envoltura que era necesaria para quien iba a vivir en este mundo” (Contra Celso VII 32, traducción de D. Ruiz Bueno).

 Quizá no esté de más recordar que algunos de estos conceptos provenían de Platón en su forma vulgarizada, como el mismo Orígenes nos señaló:

“Que el alma subsiste después de la muerte y que, quien ha abrazado este dogma, no cree en vano sobre la inmortalidad del alma, por lo menos en su pervivencia; y así Platón, en el diálogo sobre el alma, dice que fantasmas como sombras se les han aparecido a algunos en torno a las tumbas (Fedro 81d). Ahora bien, esas apariciones que se dan en torno a los sepulcros proceden de algo que subsiste, del alma que subsiste en el llamado cuerpo esplendoroso. Mas Celso no admite nada de esto…” (Contra Celso II 59; traducción de D. Ruiz Bueno).

Quizá la razón de estos cambios tan importantes sea precisamente la de que Orígenes desconocía (porque posiblemente no le fue posible) que el judaísmo no separaba cuerpo y alma. Así, cuando razonó contra Celso argumentando que el propio filósofo admitía la vida del alma después de la muerte según el ejemplo de Hermótimo de Clazomenas, Orígenes citó un pasaje del salmo 15 que, según sabemos ya nosotros, nunca hubiera justificado pensar que el alma es algo independiente, sino que podía entenderse en el judaísmo como la vida al completo de una persona:

Y segura descansa hasta mi carne, porque no dejarás mi alma en los infiernos, y no permitirás que corrupción tu santo vea (Sal 15, 8-10).

En efecto, el malentendido ya se había dado y los cristianos, al buscar la fuente de su religión, equivocaban el significado del vocabulario religioso del judaísmo en la traducción al griego de los LXX: el mismo problema que hemos tenido los occidentales hasta los estudios lingüísticos sobre la cuestión.

En definitiva, ya en el siglo II-III se había dado el paso hacia la concepción griega del alma. Pero, ¿podemos encontrar algo así en el Nuevo Testamento? Sí. En la primera carta atribuida a Pedro está el ejemplo que nos indica que en fecha tan temprana para el cristianismo como hacia el año 115 se estaba dando el paso hacia una visión más griega que judía del alma:
 
“Amados míos, os encarezco que como extranjeros y emigrantes os retraigáis de los impulsos carnales que militan contra el alma” (1 Pe 2, 11, traducción de J. Montserrat).

El vocabulario (militan contra el alma) ya da pie a considerar que hay una guerra entre lógicos enemigos, no una convivencia de elementos de un mismo ser al modo judío. Los pasos que acabaron en Orígenes, San Agustín y tantos otros, comenzaban a darse. Una fecha, por tanto, para comenzar a vislumbrar cuándo el cristianismo estaba ya formándose como religión plenamente independiente de su matriz.
 
Saludos cordiales.
 
Domingo, 23 de Enero 2022
Escribe Antonio Piñero
 
Se denomina “problema sinóptico” a la cuestión de por qué –entre los cuatro evangelios canónicos, Marcos, Mateo, Lucas y Juan– hay tres (los primeros mencionados) que tienen tantas similitudes entre sí y a la vez tantas diferencias. J. K. Elliott, en el libro comunal “Fuentes del cristianismo. Tradiciones primitivas sobre Jesús” (El Almendro; reimpreso por Herder, Barcelona, p. 94), planteó crudamente el asunto con la expresión “¿Quién copió de quién?”.
 
En el libro de S. Guijarro, que estoy y estaré comentando bastante tiempo si antes no me cae una teja encima, se plantea y se explica muy bien este tema. En la p. 71 y en lo que se refiere a los contenidos de los tres evangelios tan iguales y tan diferentes, expone nuestro autor las siguientes cifras:
 
· “Los tres evangelios (Mc-Mt-Lc) tienen en común 350 versículos  

· Mt y Mc tienen en común 180 versículos  

· Lc y Mc tienen en común 100 versículos

· Cada uno de los tres posee algunos versículos  que no se hallan en los otros dos: Mc: 51 versículos  / Mt 330 y Lc aproximadamente 500.
 
Ya tenemos aquí un paso hacia la solución del problema: Mc “es el que tiene proporcionalmente más versículos  en común con los otros dos y también el que tiene menos versículos  propios”.
 
Segundo paso hacia la solución (Guijarro en la misma p. 71, que aconsejo estudiar detenidamente por cuenta de cada uno). Cito, pues, a nuestro autor:
 
 “Es interesante observar las coincidencias y divergencias en cuanto al orden en el que están dispuestos los pasajes en cada evangelio. Esta observación es muy importante a la hora de determinar las relaciones de dependencia literaria, pues si dos escritos poseen algunos pasajes en común, pero no en el mismo orden, esta coincidencia puede explicarse fácilmente recurriendo a la tradición oral. Sin embargo, cuando dos escritos tienen un número importante de pasajes en el mismo orden, es más fácil suponer que uno de ellos ha utilizado el otro, o que ambos han utilizado la misma fuente escrita, porque sería menos probable que todos estos pasajes se hubiesen transmitido en el mismo orden oralmente” (ya que los pasajes –añado– suponen una gran cantidad de texto y la tradición oral probabilísimamente habría alterado el orden).
 
Aquí tienen Ustedes cómo la crítica, con argumentos sencillos pero a la vez muy agudos y eficaces puede encaminarse hacia una solución razonable: la prioridad de Marcos respecto a Mateo y Lucas. Sin embargo, lo que leyendo a Guijarro parece muy claro y fácil no fue descubierto hasta el siglo XIX.
 
Un tratamiento muy completo y erudito de la cuestión puede hallarse (para los que puedan leer en alemán) en la más que famosa “Einleitung in das Neue Testament” (“Introducción al Nuevo Testamento”) de Werner Georg Kümmel (editorial Quelle + Meyer, Heidelberg), pp. 13-52.
 
Esta obra, en 1973, año en el que por primera vez cayó en  mis manos, tenía ya 18 ediciones!!! Y este libro de Kümmel (que, por cierto, es como en alemán se dice “comino”) me sirvió de estupenda ayuda para cuando en 2006 publiqué mi “Guía para entender el Nuevo Testamento” (Trotta) pp. 316-321. Nada hay, pues, nuevo bajo el sol, pero Guijarro lo explica muy bien.
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero

NOTA:

Dynamis Radio  (Madrid) me hizo una entrevista tanto sobre Aproximación al Jesús histórico como sobre Los libros del Nuevo Testamento. Ahí va el enlace:

 "Aproximación
al Jesús Histórico"  https://www.youtube.com/watch?v=MeVG_xrhBn4&t=524s
Ahí va el enlavce
Miércoles, 19 de Enero 2022

(17-01-2022) (1028)


Escribe Antonio Piñero
 
Muy buena, ilustrativa y clara me parece la breve sección que S. Guijarro dedica a la “Producción y difusión de los Evangelios” (pp. 66-67 de la obra comentada “Los Cuatro Evangelios”).
 
Indica Guijarro que nuestra mentalidad moderna de producción de obras nos aleja de la comprensión de cómo se publicaban los libros en la época de composición de los Evangelios. En una cultura eminentemente oral, eran pocos los que sabía leer correctamente. Por ello una obra que iba a expandirse por escrito, por medio de copias, se “ensayaba” oralmente de diversos modos.
 
Un inciso: un scriptorium (si era propiedad de un “editor” que tenía esclavos para producir libros y ganar así dinero) era una sala con varias mesas y una suerte de asiento, normalmente sin respaldo (¡a veces los escribas copiaban sentados en el suelo!), en la un lector profesional leía despacio, en voz alta y clara, y los escribas copiaban. Naturalmente se producían errores.
 
Otras veces podía hacerse una lectura en voz alta dentro de algún grupo que el autor supusiera interesado en la obra que deseaba publicar. Es probable que debamos imaginar así como empezó la redacción de un evangelio. Es posible que en primer lugar el autor recabara de los amigos y conocidos las “hojas volantes” o cuadernillos que los particulares interesados en la difusión del “mesianismo de Jesús” transcribían por su cuenta. Es muy probable también que se pasara mucho tiempo el autor reuniéndose con los transmisores orales de anécdotas, dichos ya célebres y acciones de Jesús y fuera recopilando material.
 
Tras este trabajo de reunión de “materiales” podía procederse, normalmente en la reunión litúrgica del grupo de judeocristianos o paganocristianos, los domingos, a la lectura en voz alta ante los reunidos del material así recopilado. Se supone que en esas reuniones precedían oraciones, salmos y la voz de algún profeta; se supone también que podría haber alguna lectura de alguna sección (o recitado de memoria de lo que hoy es la Biblia hebrea) sobre todo de los profetas que habían hablado sobre el futuro de la época mesiánica, ya que entonces para los cristianos la Biblia hebrea era su único libro sagrado). Y es probable también que a continuación alguien dotado para la recitación pública leyera los materiales que había recogido la persona que luego sería el autor del primer evangelio. A esta persona la denominamos “Marcos”, aunque no sabemos si era Juan Marcos, o cualquier otro que hubiera tenido algún contacto con gentes que habían vivido con Jesús.
 
Una vez dicho esto, me permito transcribir, por lo interesante, lo que escribe Guijarro:
 
“Es muy probable que en los primeros estadios del Evangelio de Marcos, su versión escrita se redujera a una notas que servían como soporte para la recitación (pública; en los oficios litúrgicos). Solo después de haber sido recitado varias veces y haber recibido la aprobación de los oyentes, se habría puesto por escrito el relato completo, que pronto habría sido copiado para ser recitado también en otro grupo de discípulos que deseaban escucharlo. A medida que el texto de Marcos se copiaba, los copistas podrían haber ido incorporando recuerdos sobre Jesús que eran significativos en las comunidades para los que los copiaban, y es posible que con el paso del tiempo, su autor, o un escriba autorizado hiciera una edición nueva que se difundió apoyándose en la autoridad de algunos de los apóstoles” (añado: en el caso de Marcos circuló la tradición de que este había sido el secretario de Pedro); (p. 66).
 
Y es muy importante lo que nuestro autor añade en la p. 67:
 
“La flexibilidad el proceso de composición y difusión de los evangelios se explica fácilmente si se tiene en cuenta que, cuando comenzaron a difundirse, los evangelio no tenían aún el reconocimiento y autoridad de alcanzarían después”… (p. 67).
 
Y luego nuestro autor comienza a hacerse preguntas que nos haríamos todos junto con él: “¿Es posible identificar el texto original de Marcos? ¿Cuál de las primeras copias puede considerarse la original? Y en el caso de este Evangelio de Marcos hubiese sido utilizado por otro evangelista ¿podemos estar seguros Dios que todos utilizaron la misma versión?”
 
Es difícil plantear mejor la cuestión que la realizada por S. Guijarro.
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
Lunes, 17 de Enero 2022

 
Escribe Antonio Piñero
 
Hemos concluido el comentario a la importante “Introducción” a la obra “Los Cuatro Evangelios” de S. Guijarro, publicada en la editorial Sígueme, Salamanca en 2021.Comienzo hoy a comentar brevemente la Primera parte, “La formación de los Evangelios”, y dentro de ella la sección primera “Las relaciones de los cuatro evangelios”, canónicos, ya que sin duda alguna “se encuentran estrechamente relacionados entre sí” (p. 63).
 
Respecto al primer tema básico “EL texto de los evangelios”, la mirada del autor se concentra en la crítica textual, es decir, la “ciencia” que se ocupa de estudiar minuciosamente “Los casi seis mil manuscritos del Nuevo Testamento que han llegado hasta nosotros” y una vez examinados elegir unas lecturas como las más cercanas probablemente al “autógrafo” (el texto original que salió de la mano del ignoto autor de cada evangelio, texto que se ha perdido creemos que irremisiblemente). Con razón arguye Guijarro que la elección /rechazo de lecturas incide en la cuestión de cómo considerar las relaciones de los evangelios entre sí.
 
Precisamente conocer a fondo la tarea de la crítica textual del Nuevo Testamento (¡titánica!) impone la conciencia de sus límites: por ello “quienes estudian críticamente el texto del Nuevo Testamento no buscan ya reconstruir el texto original, sino más bien recuperar el «texto inicial», es decir, aquel que puede reconstruirse a partir de las manuscritos” (p. 65), que suelen ser los más antiguos, aunque no necesariamente. Debe insistirse, aunque eso produzca cierta inseguridad en el creyente, que el «texto inicial» puede no ser exactamente igual al original. Por tanto, el texto reconstruido (en nuestro caso todos los traductores y estudiosos “técnicos” utilizan la edición 28, “Novum Testamentum Graece”, editado por el “Institut für neutestamentliche Textkritik” (“Instituto (dedicado a) de la crítica neotestamentaria”, relacionado íntimamente con la Universidad de Münster, en Westfalia (Alemania) y publicado por la editorial “Deutsche Bibelgesselschaft” en Stuttgart.
 
Esto es muy importante. Nadie que desee tener credibilidad en los estudios sobre el Nuevo Testamento puede desconocer la lengua griega y debe, casi diría imperativamente, trabajar sobre esta edición, aunque sea en sí provisional. Pasarán unos cuantos años y el buen monto de investigadores que trabajan en el Instituto mencionado, o para él, harán una edición nueva, que presentará un texto diferente. Desgraciadamente, la edición 28 no trae algo importante que sí tenía la 27 respecto a la anterior, la 26: un buen monto de páginas en las que se pone de relieve la buena cantidad de cambios que hay en el texto entre una edición y otra. Afirman que están preparando una edición digital de las diferencias.
 
En la edición 28 sí aparecen casi 15 páginas de “nuevas lecturas menores”, es decir, menos importantes que se han incorporado al “aparato crítico” = a pie de página las líneas que señalan versículo por versículo las variantes más notables entre los manuscritos.
 
Siento que Guijarro no haya advertido al lector que esta situación ha hecho absolutamente imposible que las Iglesias cristianas (salvo algunos fanáticos de sesgo fundamentalista) hayan podido establecer cuál fue el texto inspirado por el Espíritu Santo a los autores. Sin embargo, pienso que cualquier lector reflexivo caerá en la cuenta de que la teoría de la “inspiración verbal de las Escrituras” (imaginada como si Dios o un ángel hubieran dictado exactamente las palabras de un evangelio al oído del autor terreno) es absolutamente imposible. Es un bulo. El que estudia los Evangelios tiene que caer en la cuenta de que el texto griego puede cambiar (normalmente sin excesiva importancia), gracias a la crítica textual.
 
Sí señala Guijarro que pudo haber incluso varias versiones de la misma obra neotestamentaria y que el proceso de transmisión por parte de los escribas de un evangelio concreto fue tan fluido que hace “extraordinariamente compleja la tarea de identificar las relaciones de dependencia literaria que existieron entre los evangelios” (p. 65). Pero añado: es difícil…, cierto…, pero las líneas generales sí pueden delinearse, y ello basta para emitir un juicio sobre la fiabilidad de un texto determinado de los evangelios. Remito a “Los libros del Nuevo Testamento”, Trotta 2021, pp. 382-386.
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
Sábado, 15 de Enero 2022
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Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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