Notas(21-03-2022)
Escribe Antonio Piñero
La amplia reseña de “Los libros del Nuevo Testamento” en “Religión Digital” (23-02-22) tiene un notable apartado de crítica, muy amable y amistosa, cierto, pero que contiene “pegas” serias al planteamiento de la obra “Los libros del Nuevo Testamento”. Continúo hoy con mi respuesta. La quinta crítica es la siguiente: y complementa el final de la anterior, que repito para una mayor intelección: “Centrando todo en Pablo (y, a mi juicio, en un Pablo previamente “domesticado”) no se entiende todo el Nuevo Testamento, con sus temas fundamentales que son la universalidad, la “justificación” por la fe, la superación del talión, la recreación del judaísmo desde el fondo del puro-judaísmo, no desde un tipo de iluminismo griego, que es genial, pero que no llega a la experiencia de fondo de la muerte que da vida (no por sacrificio de imposición externa, sino por gratuidad interna, en la línea del Sermón de la Montaña)”. Y añade: (c) “Pienso que A. Piñero no ha captado el sentido del sacrificio (muerte vicaria o, mejor dicho, comunicación personal de vida), recreando y transformando (en un tipo de “Aufhebung” [es decir, eliminación / recreación: dos sentidos aparentemente contradictorios en el mismo vocablo alemán] interna) la visión más honda del Antiguo Testamento, tal como se expresa en la tradición de Isaías y/o en los salmos. Eso significa, a mi juicio, no haber entendido el camino anti-sacrificial de una parte central del Antiguo Testamento y de casi todo el Nuevo Testamento (no sólo de “paulino”). En esa línea, el cristianismo en su conjunto y el estudio del Nuevo Testamento en particular tiene un tema pendiente, la radicalización y comprensión del sacrificio, no sólo en la línea de Hebreos, sino del Nuevo Testamento en su conjunto (con Sinópicos y Juan). Se trata de “superar” (con el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento) un sacrificio “sacrificialista y violento”, para entrar en el sacrificio central del Sermón de la Montaña, en la línea del amor al enemigo y de la vida como “don” (más allá del talión retributivo y vindicativo en el que solemos situarnos). Éste es un tema clave de los nuevos estudios de la Historia de la Religión y del Cristianismo, un tema que ha sido abordado por algunos “adelantados” de los estudios bíblicos, como pueden ser R. Girard (†) y G. Theissen, por poner dos ejemplos. En este plano, pienso que A. Piñero simplifica los temas, desde un racionalismo pre-kantiano y desde un positivismo pre-moderno”. Si entiendo bien, esta crítica de Pikaza afirma que tanto una parte del Antiguo Testamento como el núcleo del Nuevo intentan superar el concepto usual de “sacrificio” en el judaísmo, y en general en el Mediterráneo oriental. El sacrificio se entendía como acción “violenta”, “aniquilativa” (puramente “sacrificialista”), puro talión retributivo, y el Nuevo Testamento lo sustituye por un nuevo concepto tal como se deduce del espíritu del Sermón de la Montaña. El sacrificio de Jesús en la cruz debe contemplarse en la línea del “amor a los enemigos” (Sermón de la Montaña), a saber, Cristo muere para dar la vida por los enemigos, y como la vida es un don, se sacrifica para otorgar a esos enemigos una vida nueva y esplendorosa. Y, sostiene Pikaza, que esta falta de entendimiento por parte de los autores de “Los libros del Nuevo Testamento” se debe a una simplificación de los temas que aborda en profundidad el Nuevo Testamento mismo, el cual sigue una línea de pensamiento incoada en el Antiguo Testamento. Entonces los comentaristas se quedan en un plano “racionalista pre-kantiano y en un positivismo pre-moderno”. Con otras palabras: si no se entiende así esa línea profunda de todo el Nuevo Testamento “no se ha entendido el camino anti-sacrificial de una parte central del Antiguo Testamento y de casi todo el Nuevo Testamento, no sólo de paulino”… y ello significa que ¡no se ha entendido el mensaje más profundo del Nuevo Testamento! No entiendo bien lo del “racionalismo prekantiano”. ¿Quizás un mero racionalismo de los deístas ingleses? Gente que no supera el racionalismo puro con la elaboración, como hizo Kant, de una Crítica de la razón práctica, que reconstruye la idea de Dios y la moral como exigencias no de la razón pura, sino de la práctica? El “positivismo premoderno” debe referirse a la moderna línea de investigación del Nuevo Testamento (ejemplificada en la obra de Girard y Theissen, quienes son “adelantados” de los estudios bíblicos) que pone de relieve esta concepción del sacrificio, que aclara el núcleo de la vida, figura y misión de Jesús, y que es un punto de vista “moderno”. A todo lo anterior respondo: Si el mensaje real del Nuevo Testamento fuera esa línea sublime de que el sacrifico del Cristo no tiene nada o casi nada de sacrificialista, ni de mera violencia, ni de talión retributivo, sino que es un otorgamiento de una vida plena a los otrora enemigos…, y si los autores de “Los libros del Nuevo Testamento” no lo hemos puesto de relieve porque no lo hemos entendido, tales autores habrían de entonar un sonoro mea culpa. Pero estimo que en la mentalidad de un judío apocalíptico del siglo I, y de unos seguidores judeocristianos, pocos, y de la mayoría ex paganos convertidos por la misión paulina, no cabía en absoluto ese pensamiento. La idea que albergaban era más radical y sencilla: Dios se encuentra con que el objetivo de la creación del ser humano, corona del universo, ha fracasado por la culpa del pecado de un hombre primordial y sus consecuencias, por el corazón maligno heredado en todos sus descendientes que los lleva a contradecir la ley divina. No hay más remedio que arreglar esa situación. Y esa se soluciona con la redención del ser humano. Y sin sangre y sacrificio no hay redención. Dios mismo no puede arreglar el problema sin acudir al sacrifico, puesto que la sangre, en la mentalidad del siglo I, de un sacrificio borra, literalmente, los pecado. Entonces Dios ofrece en sacrificio a su Hijo, que es lo más preciado que tiene. Con ello es sacrificio es de un valor máximo, y la redención es total. Naturalmente, conseguida la redención, el mundo se acabará pronto y los seres redimidos volverán al estado primordial, sin pecado, el mundo del inicio, el paraíso…, pero esa vez no en la tierra, sino en el cielo. Así que opino que lo que los comentaristas de “Los libros del Nuevo Testamento” ofrecen al público es la concepción con la que se entendía el gran problema de la teología cristiana: ofrecer una explicación convincente de cómo el mesías había muerto en una cruz. Y la solución fue aplicarle la doctrina común de la resolución de conflictos entre el hombre y la divinidad: el sacrifico como restablecedor del orden ideal de las relaciones, un borrador de la mancha y destrozo producidas por el pecado. Por tanto, opino que la falta de entendimiento de los autores de “Los libros del Nuevo Testamento” no es tal, sin el mero atenerse a exponer la mentalidad del siglo I e inicios del II. Y una segunda idea: lo más probable es que Jesús de Nazaret no entendiera de un modo universal el amor a los enemigos. La cuestión básica de amor a los enemigos es qué debe entenderse por «enemigo», tema suscitado sobre todo porque el comportamiento de Jesús no se atiene en diversas ocasiones a esta regla básica: Jesús era muy duro con quienes no atendían a su proclama, a quienes consideraba enemigos de Dios. De cualquier modo, se trata de una extensión del amor al prójimo de Levítico 19,18, que se refiere a los compatriotas judíos. Parece imposible que el Jesús histórico exhortase a amar a los enemigos confesos e impenitentes de Dios, como los gentiles malvados, y pecadores públicos judíos. Es posible que su contexto primitivo fuera el amor que Jesús pedía a sus discípulos frente a los opositores, judíos, a la proclama del Reino (ello explicaría, por ejemplo, las exhortaciones respecto a los préstamos, Lc 6,34-35). Lo que afirma Pikaza es una construcción teológica moderna en la que los historiadores no entramos; se trata del campo de la especulación teológica, y además muy moderna, que ni los mismos teólogos han desarrollado bien todavía, como el mismo Pikaza reconoce. Por tanto no es una explicación histórica de la noción de fondo de la muerte en cruz del Mesías. Saludos cordiales de Antonio Piñero Www.antoniopinero.com
Lunes, 21 de Marzo 2022
Comentarios
Notas(16-03-2022) (1220)
Escribe Antonio Piñero
Sigo replicando amistosamente a las observaciones críticas de Xabier Pikaza a la obra “Los libros del Nuevo Testamento”, de la que soy el principal responsable. En esta ocasión la crítica afecta al puesto de Pablo en el Nuevo Testamento y a los orígenes y formación del cristianismo. Otra crítica, doble, es la siguiente: La alergia por Jesús va unida a la emergencia de PABLO, de quien dependería por lo menos el 90% de la formulación del NT. Ciertamente, Pablo ha sido y sigue siendo esencial para entender el despliegue de los libros del NT (y del mismo NT), pero no todos los cristianismos del NT son paulinos, como piensa Piñero, aunque Pablo haya catalizado algo que resulta muy importante en la primitiva Iglesia. Quizá los autores no se han enterado de los ORIGENES DEL CRISTIANISMO de CROSSAN, donde apenas se apela a Pablo para entender el NT; puede estar exagerado Crossan, pero lo que dice merece tenerse en cuenta. Creo que A. Piñero y sus colaboradores no han valorado la aportación de las tradiciones sinópticas, no han reconocido a mi juicio la aportación petrina (ni han insistido en los tres “líderes”: Pedro, Pablo, Santiago…). Centrado todo en Pablo (y, a mi juicio, en un Pablo previamente “domesticado”) no se entiende todo el NT, con sus temas fundamentales que son la universalidad, la “justificación” por la fe, la superación del talión, la recreación del judaísmo desde el fondo del puro-judaísmo, no desde un tipo de iluminismo griego, que es genial, pero que no llega a la experiencia de fondo de la muerte que da vida (no por sacrificio de imposición externa, sino por gratuidad interna, en la línea del Sermón de la Montaña. 1. “No todos los cristianismo son paulinos”. Por supuesto, no al cien por cien, ya que muchos de los judeocristianos no aceptaban que los paganos conversos a la fe en el Mesías no tenían por qué circuncidarse, es decir, no debían hacerse plenamente judíos para salvarse, sino que debían mantenerse en el estado en el que les había llegado la llamada. Si eran incircuncisos debían mantenerse como incircuncisos; por tanto al no hacerse judíos no estaban obligados a cumplir esa parte de la ley de Moisés que afectaba solo a los hijos naturales de la –Alianza, a saber: circuncisión, alimentos y pureza ritual (1 Corintios 7,17-21). Naturalmente tampoco aceptaban la consecuencia: los paganocristianos se salvaban con una salvación de primera clase sin tener que cumplir la ley mosaica completa. Esto fastidiaba especialmente a los judíos y a los judeocristianos “judaizantes”. Pero todos los libros del Nuevo Testamento aceptan los principios fundamentales y básicos de la interpretación paulina de la muerte y resurrección de Jesús como agente mesiánico dentro del cuadro de un designio eterno de Dios para la salvación del género humano completo, no solo de los judíos, que conducen a un impulso rápidos hacia la divinización de este : la verdadera entidad y naturaleza de ese mesías como un ser humano, pero a la vez adoptado por Dios, sentado como ser divino –solo después de su resurrección– al lado del Padre, aunque subordinado a este; la absolución / justificación de los pecados por la fe en el mesías; la unión con éste a través del bautismo (y en algunos caso en la eucaristía), su nuevas ideas sobre la escatología y el reino de Dios espiritualizado. 2. Apelar a Crossan como autoridad exegética no me parece argumento. Con el paso del tiempo se ha visto que todas sus tesis: un Jesús no apocalíptico, no un profeta escatológico, un mero predicador sapiencial muy parecido a un filósofo cínico, un absoluto pacifista no bien entendido, son tesis totalmente superadas hoy. Igualmente su discriminación de las fuentes antiguas y su aceptación en bloque de fragmentos papiráceos o evangelios apócrifos, en especial los Evangelios de Pedro y sobre todo el de Evangelio gnóstico de Tomás como anteriores a los Sinópticos y reveladores de la identidad y pensamiento verdaderos del Jesús de la historia; los evangelios de la infancia como meras parábolas, etc., no son hoy de recibo. No conozco exegeta serio hoy día que las siga aceptando. El producto de la exégesis de Crossan acerca de Jesús es la figura de este Jesús idealizada y californiana como se ha señalado oportunamente. Lo dejo aquí porque prácticamente todos los comentaristas posteriores han desmontado ya, o puesto al menos seriamente en duda los fundamentos de la exégesis de Crossan respecto a Jesús …y consecuentemente respecto a los orígenes del cristianismo. 3. “Orígenes del cristianismo sin Pablo”… Así fue según Crossan, aunque Pikaza afirma que la postura de este exegeta es exagerada. Crossan no ha reflexionado ni un minuto sobre la estructura del Nuevo Testamento, que explico en este libro cuya amable reseña tuya estoy comentando: el Nuevo Testamento sigue unas reglas numerológicas estrictas que afectan al 4 (número que significa lo cósmico) y al 7 (número de la plenitud): hay 4 evangelios como los cuatro puntos cardinales. Mi amigo Xabier –que ha traducido el estupendo comentario al Evangelio de Marcos, del norteamericano Joel Marcus– sabe perfectamente que es un escrito transido de cabo a rabo de teología paulina de la muerte y resurrección de Jesús. Y que los otros tres evangelios, que copian la estructura de Marcos aceptan esa misma interpretación; sobre todo Mateo, el más petrino de los Evangelios, asume en su obra el 80% del Evangelio de Marcos, y toda la teología paulina de que el Mesías tiene potestad de cambiar la Ley en época mesiánica (Sermón de la Montaña) y el sentido expiatorio de la muerte de Jesús, etc. Además, de las 21 cartas que hay en el Nuevo Testamento nada menos que 14 están atribuidas a Pablo (no importa nada para el argumento si la atribución es correcta o no; ¡se le atribuyen! Y solo 6 cartas –y dos ellas diminutas, al resto de los “apóstoles”; y solo una a Santiago, el “hermano del Señor”, nada menos. Es más: la investigación reconoce que 1 2 Pedro son epístolas compuestas por discípulos de Pablo; que hay tres de “Juan” (una mínima) cuya teología no es antipaulina, sino en todo caso “una enmienda a la totalidad” a la figura de Jesús, tan “superficial” para los miembros del grupo johánico, de los tres evangelios anteriores; que la Epístola de Judas presupone para su descripción de los herejes 1 Corintios… Me parece claro como el agua cristalina, en mi opinión, que aparte de Jesús, el fundamento de todo el cristianismo, el Nuevo Testamento es rigurosísimamente paulino. ¿Cómo puede decirse que Pablo fue admitido en el canon de la Gran Iglesia petrina y que para eso “domesticó” la teología paulina? En mi opinión es este uno de los grandes mitos de la interpretación confesional del Nuevo Testamento. En mi opinión, nunca existió la Gran Iglesia Petrina. Carecemos en absoluto de textos en el Nuevo Testamento para sustentar la existencia de una teología particularmente petrina, y menos aún con esa fuerza atractiva y aglutinante que se le atribuye. Desgraciadamente casi nada sabemos con seguridad de una teología de Pedro según los libros del Nuevo Testamento, salvo las ideas generales del judeocristianismo y algún rasgo más que podemos conjeturar como coincidente con las ideas atribuidas a los Doce en los evangelios, por ejemplo, el reservarse para sí un protagonismo decisivo como jueces de las naciones y de Israel desde sus doce tronos en el futuro reino de Dios (Mt 19,28). Pedro era el dirigente de los Doce en vida de Jesús. Cierto, pero un Pedro que era tan “celota” como Santiago y Juan, los hijos del trueno. Es decir, su liderazgo corresponde a la época de Jesús cuando este era un profeta de Israel que predicaba la venida del reino de Dios o bien un pretendiente mesiánico judío al trono de Israel. En mi opinión también, Pedro no tuvo fuste alguno, ni teología específica alguna, en el cristianismo primitivo para fundar una Gran Iglesia unificada y unificante que atrajera hacía sí a los paulinos, sobre todo los “domesticados”. Sino exactamente al revés, en mi opinión. Pablo mismo y los paulinos sintieron la imperiosa necesidad de fundar una interpretación de la figura y misión de Jesús, de su muerte y resurrección, basado en un evangelio de Pablo totalmente visionario en una unión y aprobación de este “evangelio” por parte de los sucesores del Jesús histórico. Y por otro lado la función de líder influente de las iglesias cristianas, que atribuya Xabier Pikaza a Santiago, no me parece real. Santiago era el líder de los más judíos de los seguidores de Jesús que no admitían en su seno a ningún pagano, aun creyente en Jesús que no estuviera circuncidado. Por desgracia, esa facción judeocristiana, probablemente la de los seguidores más auténticos del Jesús histórico, pereció casi entera en la tremenda hecatombe de las tres grandes guerras de los judíos contra Roma desde el 66 al 135. Solo quedaron los paulinos como comunidades con cierta prestancia y número de fieles. Y en mi opinión el mito de a Gran Iglesia Petrina fue en principio un invento de los paulinos para unir a su interpretación del seguimiento de Jesús con la Iglesia de Jerusalén. Y el que comenzó a establecer ese mito fue el autor de Hechos de apóstoles, cuando atribuye a Felipe, pero sobre todo a Pedro con el bautizo de Cornelio (Hch 10) nada menos que el “invento” oficial de la misión a los paganos. En concreto, opino que el iniciador o “inventor” de la Gran Iglesia petrina fue el autor de Hechos de Apóstoles, sea “Lucas” o un discípulo suyo (como defiendo). Por eso presenta a Pedro –como he dicho– inaugurando oficialmente la misión a los gentiles. Y es el autor de Hechos el que “domestica” a Pablo obviando en su obra las cartas de Pablo y las aristas más difíciles de su doctrina. El autor de Hechos presenta a Pedro actuando como Pablo y a Pablo hablando como Pedro (Hechos 13). 4. Escribe Pikaza que “la teología paulina fue una recreación del judaísmo desde el fondo del puro-judaísmo, no desde un tipo de iluminismo griego, es genial”. Lo admito de grado, aunque observaría que elementos básicos de la teología paulina, como la justificación por la fe” (un acto puramente intelectual solo para adultos); el bautismo interpretado como muerte y resurrección al estilo de los cultos mistéricos, y la eucaristía como comunión con el cuerpo y sangre del mesías al estilo de los banquetes de divinidades de salvación en los que la ingestión de los alimentos, presidida por el dios, era como una participación en la esencia de esa divinidad, o el uso del concepto grecorromano de la adopción para explicar la divinidad de Jesús después de la resurrección y la filiación de los paganos creyentes, y algún que otro elemento más de la teología paulina son totalmente griegos. 5 Sostiene Pikaza que la doctrina paulina “no llega a la experiencia de fondo de la muerte que da vida, no por sacrificio de imposición externa, sino por gratuidad interna, en la línea del Sermón de la Montaña”. Esta crítica es un acto exegético puramente teológico, no de exégesis histórica, que atribuye a la muerte de Jesús –que no fue a Jerusalén para morir, sino para triunfar, para esperar la venida del reino de Dios que tendría lugar allí según la profecía de Zacarías 14– un sentido que, en opinión de toda la exégesis independiente, jamás tuvo el Jesús histórico en vida. Jesús como pretendiente mesiánico, que se había metido voluntariamente en la boca del lobo, en Jerusalén, que no era tonto en absoluto, pudo caer en la cuenta del peligro que corría y que quizás le alcanzara la muerte traidora de sus enemigos antes de la llegada del Reino… pero creo que jamás pensó que su muerte fuera un sacrificio gratuito, plenamente aceptado, sin imposición externa alguna, sino por designio eterno divino. Insisto en que tal idea de muerte –sacrifico voluntario redentor– ha sido superpuesta a la mentalidad del Jesús histórico, condenado a muerte por la ley romana por sedición contra el Imperio, por la teología y no por la verosimilitud histórica. Por tanto, un argumento teológico como este no invalida en nada el intento de explicación histórica de la muerte de Jesús. Saludos cordiales de Antonio Piñero www.antoniopinero.com
Miércoles, 16 de Marzo 2022
Notas(09-03-2022) (1219)
Escribe Antonio Piñero
Sigo con los temas de la larga reseña de "Religión Digital de 23 de febrero de 2022 publicada por mi amigo Xabier Pikaza. Escribe Xabier Pikaza: “Me da la impresión de que esta obra en conjunto tiene un inmenso interés por Jesús, al lado de un tipo de alergia ante su posible novedad… Es como si A. Piñero quisiera estudiar las variaciones y estelas del “humo” y calor vital que aparecen en el NT sin atender al fuego que está en el fondo Presentarle como aquí se le presenta, como un rabino-profeta más de los que crecían entonces como setas en el húmedo suelo de la alta beka “africana”, que fracasó en Galilea y subió a Jerusalén con un grupo de galileos semi-armados… siendo ajusticiado sin más por razones de orden público me parece demasiado poco para explicar todo lo que sigue. No se trata de hacer de Jesús el héroe universal… pero dejarle casi en un semi- vacío como aquí se hace creer no ayuda a entender ni interpretar el Nuevo Testamento”. Mi respuesta: Acepto lo del “inmenso interés por Jesús”, que mueve toda mi obra. Pero no acabo de ver en absoluto que eso signifique “una alergia a la unicidad de Jesús”. Pero ciertamente acierta Pikaza en que mi consideración de Jesús de Nazaret no lo hace una persona única, un únicum. Y acierta en que considero que, por ejemplo, la doctrina ética de Jesús tampoco es un únicum en la historia del pensamiento religioso judío de la época final del Segundo Templo. La imagen que surge de una investigación a fondo de todos los dichos y hechos de Jesús nos llevan a pintarlo como un “profeta apocalíptico”, un laico que se sintió atraído por la doctrina de Juan Bautista; un autodidacta experto en la ley de Moisés, que no contento, quizás, con el conjunto de la actuación el Bautista funda su propio grupo. Que el marco intelectual de Jesús, sin embargo, es el de Juan Bautista y que a partir de ahí construye un mensaje quizás un tanto diferente, pero difícil de discernir en cuanto a la diferencia; que Juan Bautista no tuvo nunca claro si su discípulo Jesús tuvo una conciencia mesiánica o no. Que la proclamación principal de este Jesús esencialmente apocalíptico fue la inminencia de la llegada del reino de Dios sobre la tierra de Israel. Que ese reino de Dios no se explica nunca por parte de Jesús en lo que se refiere a su esencia constitutiva; solo habla de ciertos detalles. Por tanto que su concepto del reino de Dios debía de ser entendido por todos. Que era un Reino con bienes materiales y espirituales en la tierra de Israel; que aún no había venido, sino que la inminencia de su venida fue imaginada por él como casi presente (como cuando se dice “Aquí está la tormenta” y sin embargo tal tormenta no descargará hasta cuatro o cinco horas más tarde). Que Jesús exigía como preparación para la entrada en el Reino un total arrepentimiento y cambio de vida, alejándose Dios todo lo que pudiera perjudicar la apertura del corazón humano para que le impidiera posible la entrada en el Reino. Por ejemplo, el demasiado apego a la riqueza temporal que le impidiera ver la naturaleza maravillosa del Reino futuro. Que Jesús escogió un grupo de doce varones para significar la inmediata restauración antes del Reino de las doce tribus de Israel. Que Jesús era un notable predicador ambulante y seductor de masas, con un lenguaje cercano, lleno de ejemplos y parábolas; que era un exorcista y un notable sanador…, pero como otros rabinos de su tiempo. Que su interés era la interpretación de la ley de Moisés (como otros “doctores de la ley”, laicos del momento); que su doctrina en esa interpretación era farisea en sus líneas generales. Que fracasó en su predicación en Galilea, y que se metió conscientemente en la boca del lobo en Jerusalén para esperar allí la venida del Reino. Que tuvo un incidente en el Templo, que no podemos calificar exactamente, pero que contribuyó a la intención de las autoridades de acabar con él como causante de desórdenes públicos. Que su predicación del reino de Dios y su negativa a pagar los impuestos a los romanos lo hacían un sedicioso para el Imperio, aunque no tuviera ejército alguno, pero sedicioso al fin y al cabo, ya que en el futuro reino no cabrían ni Tiberio ni Poncio Pilato, ni Anás ni Caifás, etc. Que impulsado quizás por los más fanáticos de sus seguidores al final de su vida tuvo probablemente pretensiones regias y se declaró el mesías de Israel. Que fracasó también en Jerusalén, ya que el Reino no vino y que fue condenado a la muerte en cruz según la Ley del Imperio, probablemente con dos de sus seguidores. Que sus enemigos lo bajaron de la cruz y que probablemente fue enterrado en una fosa común. Me dejo muchos detalles en el tintero por el deseo de brevedad. Pero toda esta imagen no es pobre, ni alérgica, sino muy realista. Encardina a Jesús en ambiente del Israel del siglo I y está de acuerdo con Flavio Josefo cuando en sus obras “Antigüedades judías” y “Guerra de los judíos” describe a Juan Bautista y a Jesús como unos personajes más (unos diez o doce) de la cadena de tipos religiosos intensamente apocalípticos que se levantaron contra el poder de Roma… pero que fueron derrotados. Y que vino Pablo de Tarso, primero perseguidor, pero luego convencido por las razones de sus perseguidos, que convirtió, por medio de revelaciones personajes, a este personaje en el mesías de Israel, pero espiritualizándolo e idealizándolo. Un Pablo que hizo de la muerte y resurrección de ese mesías la clave redentora de la idea eterna de Dios de un sacrificio sangriento que restableció las relaciones del ser humano pecador con la divinidad a la espera de un Juicio Final y de un fin del mundo inmediato. Esa interpretación con algunos retoques tuvo mucho éxito. Hasta hoy. Yo no creo que este breve resumen de la figura y misión de Jesús sea el fruto a una cierta alergia al personaje como un únicum. De ningún modo, solo lo sitúa en el ambiente religioso y político del siglo I en Israel, y en el ámbito del Imperio romano del Mediterráneo oriental, junto con otros personajes de la misma índole. Y que esta es la imagen que la investigación histórica tiene de Jesús, imagen que no tiene los componentes de interpretación sobrenatural que le añaden las visiones de Pablo y que hacen de Jesús un Jesús-Cristo celestial. Saludos cordiales de Antonio Piñero www.antoniopinero.com
Miércoles, 9 de Marzo 2022
Notas
Escribe Antonio Piñero
Afirma Xabier (en su reseña de "Religión Digital de 23 de enero de 2022) que libros parecidos al volumen “Los libros del Nuevo Testamento (LLNT) son los grandes manuales de Ph. Vielhauer y de H. Köster. Y que la traducción crítica del Nuevo Testamento de Manuel Iglesias Gonzáles (para Pikaza la mejor que existe) y el comentario al Nuevo Testamento de Senén Vidal son obras totalmente equiparables a LLNT. Mi respuesta es: El tratado de literatura cristiana primitiva, muy independiente, sin duda, y crítico de Philipp Vielhauer, o la novedosa “Introducción al Nuevo Testamento de Helmut Köster, son otro tipo de publicación; algo muy distinto. Pueden compararse, también sin duda, en el empleo del sentido puramente histórico y crítico literario, muy independiente y librepensador, de sus autores, pero tales obras no son un comentario, sección por sección, a todos los libros del Nuevo Testamento atendiendo a su sentido para el lector del siglo I, y discutiendo la historicidad de lo que se propone. Sencillamente, las obras de Vielhauer y de Köster son otro tipo de publicación. Que Xabier Pikaza estime que la traducción del Nuevo Testamento de Manuel Iglesias es la mejor que existe actualmente me parece muy bien. Es perfectamente posible. Pero en nuestro caso no era factible la utilización de una traducción ajena, sobre la que propondríamos muchas divergencias. Teníamos que ofrecer obligatoriamente nuestra propia traducción y sobre ella hacer los comentarios. Cualquier texto previo diferente no era posible por tales presuntas diferencias. Por tanto, diría que, guiándose por Pikaza, el lector podría comparar, si tiene los dos libros, una traducción con otra, y elegir en cada caso la que mejor le parezca. Tendría que ver entonces si el comentario se acomoda a esa propuesta. Así que, como puede verse, era obligatorio hacer una traducción propia. El Nuevo Testamento de Senén Vidal es ciertamente el libro que más se asemeja a nuestro volumen, LLNT, que reseña Pikaza. Y También es cierto que muchos comentarios de Senén a secciones de los evangelios son muy críticas a cuanto a su pertenencia al Jesús histórico o a la Iglesia primitiva. Vea, por ejemplo, el lector lo que opina Vidal de la historicidad de Mc 5,1-20, el endemoniado de Gerasa, milagro que atribuye a un seguidor “gentil de Jesús que había experimentado la liberación de la multitud de poderes demoníacos que le atormentaban (p. 265). Y más casos. Pero también es verdad que en muy diversos temas nuestra posición es mucho más radical y libre que la de Senén. Por ejemplo, no admitimos como cierta históricamente la idea de Jesús sobre el reino de Dios era la de un Reino que había comenzado ya con su presencia en la tierra; ni estamos de acuerdo con el tercer proyecto de Jesús en la que –según Vidal– Jesús percibe de algún modo que su muerte puede ser redentora, o en la institución de la eucaristía, etc. Y su tratamiento de Hechos y revelación / Apocalipsis de Juan es totalmente diferente. Yo atribuyo esa diferencia a que Senén Vidal era un teólogo católico y que no tenía más remedio que acotar su crítica a unos parámetros que no podía traspasar. Y a este propósito creo, por poner más ejemplos, que la interpretación de Josep Montserrat al contexto filosófico y el trasfondo helénico de la cosmología (con implicaciones en ala angelología) de las cartas atribuidas a Pablo, Colosenses, Efesios, 2ª Tesalonicenses) no se hallan de ningún modo en el libro de Vidal. Del mismo modo, y tras haber leído no solo el Comentario de Vidal al Nuevo Testamento sino también su obra acerca de la construcción del corpus johánico, opino que ese conjunto ha sido esclarecido por Gonzalo Fontana de una manera más convincente en su tratamiento de esos escritos en LLNT. La explicación de Fontana sobre la formación en Éfeso a partir de un grupo de samaritanos que se traslada a Asia Menor (comprobado por la epigrafía griega) y la formación en esa misma ciudad minorasiática de tres grupos cristianos, el responsable del Evangelio y Cartas; el lucano y el que está detrás de Juan el presbítero autor de la Revelación, me parecen extraordinariamente clarificadora. Y la aclaración del mismo Fontana del enigma cómo unos judeocristianos de finales del siglo I pudieron aceptar como palabras del Jesús histórico, dichos y sentencias de sus profetas en los oficios litúrgicos de los domingos, que no se parecían en nada a los dichos de Jesús en los evangelios sinópticos, como “representaciones parateatrales” de esos profetas que hablaban con el mismo espíritu de Jesús en los oficios litúrgicos, me parece muy esclarecedora. Los oyentes / asistentes sabían que esas palabras no las había dicho el Jesús de la historia; pero que no eran al mismo tiempo contrarias a las escritas en los evangelios precedentes, porque igualmente sabían que esos profetas, iluminados por el Paráclito, estaban representando la figura profunda del Jesús místico, el Revelador del Padre celestial, que solo después de su resurrección podía ser comprendida plenamente. Mientras que ese punto no lo tocaban los evangelios anteriores. Hay, pues, en el ámbito de la comparación entre el Comentario de LLNT y el de S. Vidal profundas diferencias de perspectiva. Y debo añadir: no sé si hay muchos lectores de Senén en España que hayan estudiado con detenimiento su obra –en especial sobre Jesús y Pablo– como yo mismo. Las páginas de S. Vidal están llenas de subrayados y anotaciones mías, a lápiz, al margen, notas que califico de muy abundantes. Por eso creo que lo que creíamos perfectamente asimilable de la investigación de Senén ha sido incorporado al volumen LLNT, para tranquilidad de Xabier Pikaza. Seguiremos. Saludos cordiales de Antonio Piñero www.antoniopinero.com
Lunes, 7 de Marzo 2022
Notas
Sobre su amplia reseña de “Los libros del Nuevo Testamento” en "Religión Digital"
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Editado por
Antonio Piñero
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Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.
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