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Blog de Tendencias21 sobre las implicaciones sociales del avance científico, tecnológico y biomédico.
La red de redes ha hecho que el clásico sistema de comercio haya cambiado su cara. La posibilidad de comprar en casa, de gestionar una empresa desde la taza del váter o de comercializar productos virtuales desde empresas virtuales ha dado un vuelco a la realidad comercial. No obstante, esto también implica una disminución de las relaciones personales que pueden traer consigo graves problemas sociales.
Hace poco comentábamos aquí, en Tecnohuman@, que Internet se había convertido en un factor de cambio social muy relevante. Esto no sólo proviene del hecho de que la red de redes fuese concebida, en su forma actual (y no como fue ideada originariamente), como un intercambio libre de información en la que no existe ninguna regulación gubernamental, empresarial, grupal o individual. Internet ha traído consigo que las personas se hayan convertido en lo que Igor Sádaba denomina como cyborg comunicacional. Es decir, ahora nuestras comunicaciones están siempre mediadas por un artefacto tecnológico. Pero no sólo eso, la adquisición de información también se realiza a través de la red. Incluso, tal y como afirma la epistemóloga Esther Díaz, muchas de nuestras relaciones sexuales están mediadas por la red de redes, tanto es así que las webs pornográficas son muy visitadas, la posibilidad de que se produzca una relación sexual voyeur es factible gracias a las webcams, etc.
Por otro lado, Internet también ha cambiado sustancialmente el sistema productivo. Ahora es posible que una persona o un pequeño grupo de personas gestionen una empresa desde su domicilio sin necesidad de que su empresa tenga un lugar físico. Es posible, también, que un hacker ponga en jaque a una gran empresa obligando a esta a contratar a otros hackers para evitar ataques informáticos de ellos mismos. Llevando la argumentación al límite de la demencia, también es factible que una empresa que no existe en el mundo físico produzca artículos de consumo que no serán nunca tangibles, son requeridos por otra empresa que tampoco está materializada más que en una serie de documentos legales. Lo que hace que pueda darse el caso, repito yendo al extremo, que un ordenador con un programa informático se convierta en una empresa que se limita a seguir una serie de órdenes recibidas on-line y que, sin mediar persona alguna, desarrolle una determinada venta de un producto preestablecido (un software concreto del tipo de cualquier programa informático estándar) y requiera la transacción económica oportuna sin que ninguna persona haya mediado en el desarrollo final de esta venta.
Pero volvamos a poner los pies en el suelo (no somos Neo. Lo que está siendo innegable es que Internet y el comercio electrónico afecta a muchos intermediarios clásicos e incluso a los propios comerciales. Ello es debido a que la red favorece una especie de contacto directo productor-consumidor, haciendo que el primero sepa de primera mano la satisfacción que tiene su producto y el consumidor tenga la opción de quejarse y hacer sugerencias al otro. Además, y como muchos de nosotros ya hacemos, Internet ha mejorado la eficiencia económica de los productos ya que ha provocado un descenso en los precios de los consumibles.
Estos aspectos que estamos comentando, y como siempre decimos, están generando grandes beneficios para buena parte de la población pero también cambia el mercado de trabajo y minimiza las relaciones personales. Esto último es un enorme riesgo que no podemos dejar de tener en cuenta a la hora de ver cual queremos que sea el desarrollo de nuestra sociedad. Pero este tema lo comentaremos en otra ocasión.
Por otro lado, Internet también ha cambiado sustancialmente el sistema productivo. Ahora es posible que una persona o un pequeño grupo de personas gestionen una empresa desde su domicilio sin necesidad de que su empresa tenga un lugar físico. Es posible, también, que un hacker ponga en jaque a una gran empresa obligando a esta a contratar a otros hackers para evitar ataques informáticos de ellos mismos. Llevando la argumentación al límite de la demencia, también es factible que una empresa que no existe en el mundo físico produzca artículos de consumo que no serán nunca tangibles, son requeridos por otra empresa que tampoco está materializada más que en una serie de documentos legales. Lo que hace que pueda darse el caso, repito yendo al extremo, que un ordenador con un programa informático se convierta en una empresa que se limita a seguir una serie de órdenes recibidas on-line y que, sin mediar persona alguna, desarrolle una determinada venta de un producto preestablecido (un software concreto del tipo de cualquier programa informático estándar) y requiera la transacción económica oportuna sin que ninguna persona haya mediado en el desarrollo final de esta venta.
Pero volvamos a poner los pies en el suelo (no somos Neo. Lo que está siendo innegable es que Internet y el comercio electrónico afecta a muchos intermediarios clásicos e incluso a los propios comerciales. Ello es debido a que la red favorece una especie de contacto directo productor-consumidor, haciendo que el primero sepa de primera mano la satisfacción que tiene su producto y el consumidor tenga la opción de quejarse y hacer sugerencias al otro. Además, y como muchos de nosotros ya hacemos, Internet ha mejorado la eficiencia económica de los productos ya que ha provocado un descenso en los precios de los consumibles.
Estos aspectos que estamos comentando, y como siempre decimos, están generando grandes beneficios para buena parte de la población pero también cambia el mercado de trabajo y minimiza las relaciones personales. Esto último es un enorme riesgo que no podemos dejar de tener en cuenta a la hora de ver cual queremos que sea el desarrollo de nuestra sociedad. Pero este tema lo comentaremos en otra ocasión.
Lunes, 7 de Febrero 2011
Perfil
Juan R. Coca
JUAN R. COCA Profesor Contratado Doctor del Departamento de Sociología y Trabajo Social de la Universidad de Valladolid (España). Actualmente es director de la Unidad de Investigación Social y Enfermedades Raras de la Universidad de Valladolid.
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