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Somos muchas personas trabajando por la Sostenibilidad y de muy variado perfil. Entre los roles relacionados con el desarrollo sostenible encontramos conservacionistas, ecologistas, agentes medioambientales, ingenieros forestales o de energías renovables, expertos en reciclaje… ¡Qué tranquilidad ver que hay tantas manos cuidando el planeta! ¿O quizás no?...
Si hay tantas personas trabajando por la Sostenibilidad ¿cómo es posible que todavía estemos tan lejos de lograrla? ¿Por qué seguimos escuchando noticias tan desalentadoras como que se deshiela el Everest (y aparece inundado de basura) o que los peces mueren ahogados en mares de plástico?
Creemos que la clave no está en cuántas personas o cuántos proyectos trabajan por ella, sino desde dónde.
¿Desde dónde trabajas por la Sostenibilidad?
En las últimas décadas nos hemos hecho más conscientes de que necesitamos reciclar, ahorrar energía y cuidar el medio ambiente. Nos lo han dicho todas esas personas que trabajan por la sostenibilidad. Más precisamente nos han persuadido para «hacerlo».
Pero el daño al planeta no revierte. Algo está fallando. Y quizás una de las claves tenga que ver con que nos estemos centrando sobre todo en lo que «hacemos».
Vamos a detenernos en esta secuencia:
HACER - PENSAR - VER
El hacer va precedido del pensar, y pensamos en función de cómo vemos la situación. Muchas veces esta secuencia se acelera tanto que «hacemos» «sin pensar», movidos por los automatismos ágiles de nuestro cerebro. Pero todo acaba anclándose en el lugar desde el que miramos la realidad.
Y si buceamos en nuestro comportamiento un poco más, desde lo profundo, nos daremos cuenta que finalmente, lo que fundamenta nuestra mirada se basa en nuestros valores.
Y aquí queríamos llegar porque
Los valores motivan el cambio
¿Qué importancia tienen los valores para ser más sostenibles?
Los valores son los que nos impulsan a actuar y los que conforman nuestras actitudes ante el mundo. Seamos conscientes de ello o no.
Actualmente observamos que la visión mayoritaria que compartimos como humanidad está basada en valores justamente opuestos a lo que perseguimos e incluso los mensajes que se construyen para que cambiemos hacia la sostenibilidad consiguen el efecto contrario.
Es una paradoja muy perversa: sin darnos cuenta alimentamos los valores opuestos a la necesaria transformación social que queremos lograr.
Esta visión mayoritaria es economicista: las cosas valen si económicamente están valoradas. Se anima a reciclar en virtud del «ahorro» para el bolsillo o desde el «ganar» para el medioambiente.
Y lo peor es que hemos integrado estos mensajes en nuestra mente y en nuestros actos como algo normal.
Entonces, ¿existe otra manera, otra forma de encuadrar el mundo?
Afortunadamente creemos que sí.
Los dos tipos de valores que mueven nuestras acciones
La iniciativa Common Cause Foundation, una red de trabajo que trata de re-equilibrar los valores culturales para conseguir una sociedad social y ambientalmente más sostenible, ha profundizado en los valores que mueven el mundo. Esta «causa» establece un mapa de los valores que compartimos como Humanidad que los divide en valores intrínsecos y valores extrínsecos:
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Los valores intrínsecos están asociados con comportamientos que benefician al medioambiente y a la sociedad.
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Los valores extrínsecos conducen a las personas a interesarse más por el interés particular, es decir, reducen su voluntad de actuar en nombre del medioambiente.
En esta escala de valores, el valor económico y el poder están ubicados en los valores extrínsecos. De ahí que defendiéramos en nuestro anterior post, que el poder excluyente nos hace menos sostenibles. Porque el poder excluyente —venga de donde venga, de gobernantes o del pueblo—, orientado a imponer «mi propia visión de las cosas», conduce a defender el interés particular, a ganar la batalla.
Sin embargo, el poder despojado de particularismos y puesto al servicio del bien común, se orienta a encontrar una solución universal, que incluya diferentes puntos de vista y beneficiosa para todas las partes.
No se puede construir sostenibilidad desde un sistema de valores que prima el individualismo y el interés particular.
Por eso creemos fundamental ser conscientes del marco desde el que pensamos y los valores desde donde trabajamos por la Sostenibilidad.
Es importante asegurarse de que el trabajo de cada uno de nosotros se sustenta sobre valores que motivan a la gente a proteger y disfrutar la naturaleza y, en consecuencia, a sentirse parte de ella.
Afrontando la perversión: aterrizar los valores adecuados en acciones efectivas
Otro hallazgo importante que nos muestran desde la Common Cause Foundation es que las personas somos influidas socialmente por aquellos valores que primamos y en consecuencia, influidas en aquellas conductas que adoptamos.
Vale, ya sabemos que los valores que primamos afectan en nuestro comportamiento. ¿Qué hacemos con este conocimiento? Para construir el cambio hacia la Sostenibilidad necesitamos trabajar desde los valores, desde un cierto tipo de valores: los intrínsecos.
Si socialmente impulsamos un cambio hacia los valores intrínsecos, finalmente lograremos una transformación cultural hacia sociedades más sostenibles ambiental y socialmente.
Acceder a este conocimiento ha sido revolucionario para el equipo de Genea este 2018. Cada día nos vemos junto a las personas que nos rodean y con quienes trabajamos codo con codo por la Sostenibilidad, adoptando marcos de pensamiento basados en valores contrarios a los objetivos buscados. Y en consecuencia, alimentando la cultura social que precisamente tratamos de contrarrestar.
Para explicarlo mejor, te ponemos dos ejemplos sencillos de estas perversiones inconscientes que creemos que hemos cometido y cometemos como profesionales que trabajamos para la Sostenibilidad:
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Si trabajas en medio ambiente, fácilmente reconocerás la contraposición asumida en el gremio entre los términos «naturaleza» y «naturaleza antropizada». ¡Como si fueran dos cosas diferentes! En la raíz de esta separación está el pensar que las personas (lo humano o antrópico), es algo distinto, separado, y en el peor de los casos, degradante, de lo verdaderamente natural. Esta forma de pensar se ancla en el valor de «desconexión de la naturaleza» que bloquea otro valor clave para la sostenibilidad como es la «protección del medio ambiente». Es decir, si distingo «naturaleza» de «naturaleza antropizada», promuevo la desconexión de la naturaleza y en consecuencia promuevo la destrucción del medio ambiente.
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El otro ejemplo clave que vemos, y que ya comentamos líneas arriba es el uso del poder de forma excluyente para imponer una visión concreta de la realidad. Ejemplos hay muchos, como son la creación y gestión de áreas protegidas «primando criterios racionalistas exclusivamente técnicos » o el corporativismo profesional de sub-sectores dentro del mundo ambiental que consideran que «nosotros sí que sabemos cómo resolver este problema ambiental» . Todos ellos fomentan una sociedad de valores extrínsecos que bloquean o anulan valores favorables a la adopción de conductas sostenibles.
Nuestro granito de arena
Fundamentados en este pensamiento, en Genea proponemos que la Sostenibilidad ha de abordarse desde valores intrínsecos que promueven lo colectivo, la coherencia con la armonía interna o la unidad con la naturaleza. Y, como esta idea es un poco abstracta, materializamos nuestros pensamientos en las siguientes líneas de trabajo:
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Liderazgo para la Sostenibilidad: generar la suficiente capacidad de influencia a nuestro alrededor, apelando al corazón y no solo a la razón, para co-construir una sociedad humana que avance hacia la Sostenibilidad.
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Procesos participativos: ayudar a las instituciones en la participación ciudadana para construir nuevas y mejores realidades colaborando.
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Educación ambiental: conectar a las personas con la naturaleza ayudándolas a entender mejor los procesos naturales de forma que se sientan parte de ella.
Esta es nuestra aportación a la Sostenibilidad y nuestra manera de que, entre todos, encontremos la forma de vivir en este planeta mejorándolo para la siguiente generación.
¿Te habías parado a pensar alguna vez cómo afectan tus valores a tu manera de actuar?
¿Te reconoces participando inconscientemente en esas contradicciones perversas que hemos identificado?
¿Ves ahora un poco más de luz en el camino hacia la Sostenibilidad?
Este viaje lo estamos haciendo juntos. Nos gustará conocer tu punto de vista en los comentarios.
Entre las series o películas y libros más vistos y leídos en los últimos tiempos se encuentran "Juego de Tronos" o "El Señor de los Anillos". Estas sagas reflejan algo tan humano como la dicotomía entre el bien y el mal: personajes, familias, comunidades que pelean, se enfrentan, incluso matan por el poder. ¿Te recuerda esto a alguna situación que vives en tu día a día? A nosotros sí.
En nuestro trabajo de facilitar y dinamizar procesos participativos y proyectos, frecuentemente nos encontramos con dos partes enfrentadas, cada una con su propia visión de la solución que conviene. El mero hecho de abrirse a la participación no garantiza un resultado que satisfaga a todas las partes.
En ocasiones se producen enfrentamientos, bloqueos, cuando una parte o ambas, («el personal técnico», «la clase política», «el pueblo»), de forma más o menos consciente, busca imponer su visión, porque es «la buena».
Son situaciones en las que cada cual busca «ganar», porque llegar a un acuerdo diferente a «su opción» se considera una pérdida o derrota.
¿Cómo te enfrentas tú a estas situaciones?
¿Ves el acuerdo o el consenso como una derrota, o en el mejor de los casos, como un mal menor para seguir avanzando?
Bajo nuestro enfoque pensamos que esta manera de ver las cosas es muy incapacitante pues encierra en sí misma una mirada de escasez . Una mirada que implícitamente encierra un juego de poder para ver quién, finalmente, arrima mejor el ascua a su sardina. O gana la otra parte, o gano yo,... o llegamos a una situación intermedia (donde necesariamente todas las partes renuncian a algo).
Nuestro modelo trabaja para integrar de forma creativa las diferentes visiones y llegar a una solución que finalmente sea mejor para el bien común que cada una de las propuestas de partida. Buscamos una solución donde todas las partes ganen.
A nuestro modo de ver, no hay victoria posible que no sea para todos.
Cuando el objetivo solo es ganar, entendiendo por esto imponer la propia visión, al final todas las partes pierden.
Nuestra visión del poder
Desde nuestra mirada buscamos enfocar el fenómeno de la lucha de poder desde una visión más amplia. Una visión que nos permita generar miradas diferentes, más maduras y finalmente más productivas para todas las partes y para la sostenibilidad.
La relación del ser humano con el poder es una historia muy vieja. Un camino de aprendizaje en el que ejerciendo el poder, sufriéndolo, enfrentándonos a él o conquistándolo, avanzamos —a veces sin darnos cuenta— en el conocimiento de quiénes somos.
Podemos ejercerlo con autoritarismo, sin miramientos, con decisión; con mayor o menor criterio. Podemos evitarlo, criticar a quienes lo ejercen, quejarnos de lo mal que lo hacen.
Podemos ansiarlo, pelearlo, recharzarlo, enfrentarnos a él. Y mientras nos extraviemos en su juego, el poder irá y vendrá, cambiará de manos, a veces ganaremos y otras, tarde o temprano, seguro perderemos.
Porque, finalmente, en el juego del poder, este siempre va y viene: no hay ningún imperio que haya durado eternamente. Lo estamos viviendo día a día en el mundo.
Bajo nuestra perspectiva, para no acabar perdidos en este juego, convertidos en Gollum, masacrados como los Stark o acorralados como los Lannister mientras las hordas de orcos de Sauron o el Rey de la Noche y su ejército de hielo vienen a por nosotros, necesitamos trascenderlo. ¿Cómo? Entendiendo que el sentido del poder es estar al servicio de la Vida.
No podemos alcanzar nuestra Sostenibilidad en este planeta peleando por el poder.
De hecho, solo podremos alcanzar la Sostenibilidad poniendo el poder al servicio de la Sostenibilidad.
Y para ello hemos de entender que poner el poder al servicio de la Vida pasa por abrazar la diversidad, encontrar puntos en común, visiones integradoras y celebrar la diferencia.
Al igual que ocurre en las sagas literarias y cinematográficas, o nos juntamos o pereceremos. Necesitamos entregar el anillo del poder a la montaña del Destino.
¿Significa esto que no hay que ejercer el poder?
Rotundamente, no. Todos y todas, cada persona desde su lugar, debe ejercer su poder.
La pregunta más bien es: ¿cómo gestiona cada cual su poder?
¿Somos capaces de desprendernos del protagonismo y gestionarlo con madurez? ¿Estamos dispuestos a asumir las consecuencias de ejercerlo?
¿Seremos consecuentes con la responsabilidad que subyace ostentarlo?
Es muy probable que no estamos preparados para hacerlo siempre de la forma correcta. Es condición del ser humano lidiar siempre con el poder y madurar la relación con él constantemente. La buena noticia es que podemos aprender.
Para ello, es necesario despertar del juego, trascenderlo y no perdernos en el poder como fin en sí mismo. No pretender «ganar», sino generar propuestas en las que todas las partes ganen, incluida la Naturaleza.
Entendemos que poner el poder al servicio del bien común conecta con el sentido de lo que la vida nos está pidiendo en ese momento.
Esto plantea una dinámica diferente, inclusiva, que respeta al otro y abraza la diferencia.
Es en esta forma de plantear un proceso participativo o la gestión de un proyecto donde vemos que nuestro potencial se multiplica. Como ya escribimos en un post anterior : «Cuando somos capaces de abrirnos a los otros, a integrar diferentes puntos de vista, nuestra perspectiva se amplía y se enriquece».
El valor del poder
Dicho todo esto, concluimos que el poder por sí mismo nos hace menos sostenibles o, mejor dicho, el poder excluyente nos hace menos sostenibles.
Pero justificar esta idea nos ocuparía otro post completo. Así que lo dejamos aquí y os emplazamos a leer el próximo artículo, donde reflexionaremos sobre los valores que influyen en nuestros comportamientos, orientan nuestras acciones y conforman nuestra visión del mundo.
Entre tanto, te invitamos a reflexionar: ¿sigues pensando que cualquier opción distinta de la tuya te lleva a perder? Cuéntanoslo en los comentarios.
¡Feliz verano!
Foto: Antoine Skipper @Flickr
Si recopilamos las ideas que hemos ido desplegando en Planeta Humano hasta ahora, la idea que predomina es que la Sostenibilidad es una realidad que necesitamos abordar desde lo colectivo por su propia complejidad. Para ello, una de las herramientas que utilizamos son los procesos participativos, que involucran a personas de diferentes opiniones y posturas desde una visión integradora.
Como en cualquier relación humana, la clave en un proceso participativo es, una vez más, la confianza. Cuando falla la confianza, invade la incertidumbre, las relaciones se estancan y los procesos, también.
Desde nuestro punto de vista, pensamos que la confianza se despliega en diferentes dimensiones:
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hacia uno mismo, confiando en nuestra capacidad creativa, en creer que se logran las sinergias con otras personas, sobre todo cuando desarrollamos la lógica de la abundancia.
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hacia los demás, apartando los prejuicios, escuchando y abriendo la mente a nuevas ideas, admitiendo otras verdades.
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en el propio proceso participativo, confiando en que llegaremos a alguna solución para el bien común creando una nueva realidad.
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en la persona que dinamiza o facilita el proceso, que debe inspirar confianza para favorecer la buena disposición del resto de personas.
De la ilusión al pesimismo
Es habitual que al inicio de un proceso participativo, como de cualquier otro tipo de proyecto, la confianza se encuentre en plena forma. Las personas que participan en el proceso están impregnadas de optimismo y de ilusión por aportar puntos de vista y soluciones. Todo está por descubrir y por plantear.
En el marco de lo complejo, según la teoría Cynefin, las estrategias eficaces pasan por «fomentar la diversidad en el grupo, incentivar la “disensión” y recompensar la creatividad y la innovación».
Ese es uno de nuestros roles como facilitadores de este tipo de procesos.
El diálogo se anima y empiezan a aparecer posibilidades, ideas, opciones... tantas que, en un momento dado, esta gran apertura parece volverse en contra. Y entonces se produce el pesimismo, el caos, la incertidumbre. El proceso entra en crisis.
Las personas que participan pasan de la ilusión y la confianza al pesimismo y la desconfianza, a la incertidumbre, a dejar de creer que el proceso nos vaya a llevar a alguna parte.
Sin embargo, como en todo proceso creativo, hace falta transitar esta fase, es necesario atravesar este punto oscuro, de incertidumbre, para hallar la solución.
Del caos a la solución
Pero ¿cómo conseguir pasar del caos al orden, de la crisis a la solución?
Para explicar lo que ocurre en ese momento de crisis vamos a recurrir a un símil de la Naturaleza. Como nos gusta decir, somos naturaleza y en ella podemos encontrar las respuestas que necesitamos si observamos.
Nuestra naturaleza es nuestro potencial.
Los procesos participativos son, al fin y al cabo, procesos creativos. Y no hay mayor proceso creativo que la creación de la vida: el nacimiento de un ser vivo.
Visto así, el proceso participativo se asemeja en este momento a un parto o a cualquier momento crítico en la vida de una persona. Quienes han atravesado esta situación extrema y difícil, como es un parto natural, pasan por este trance crítico, en el que el bebé se encaja en el canal del parto y el dolor se vuelve, literalmente, insoportable.
En este determinado punto, llega el momento del "no puedo más", de clamar por la epidural, de creer que el dolor te va a llevar por delante. La madre quiere salir cuanto antes de ese dolor, anestesiarse para evitarlo, ver cuanto antes la luz al final del túnel. Del bebé aún no hemos podido hablar con ninguno que pueda contárnoslo :-)
Sin embargo, como apuntan las matronas en las clases de preparación al parto, la clave para resolver este momento de crisis es sostener el momento, acompañar a la madre a abandonarse, aceptar que no todo está bajo tu control, soltar y dejar que suceda lo que tenga que suceder. No es la razón la que logra sacarnos de este punto de incertidumbre sino, más bien al contrario, dejar trabajar al instinto y la intuición. Dejar que la Naturaleza, nuestra Naturaleza, siga su curso.
Y precisamente en esta pequeña-gran muerte de nuestro yo emerge la solución. El momento crítico pasa, la tensión y el dolor, aflojan, y la creación de lo nuevo se materializa. Ya tienes al bebé en brazos.
El momento de crisis en los procesos participativos
Volviendo a nuestro ejemplo, cuando cunde el desánimo y las personas participantes no confían en el propio proceso, lo que hace falta es sostener ese momento, conectarse con el propósito que da sentido a esa participación —que es más grande que ese momento de crisis—, y confiar en alcanzar el final del túnel.
Es entonces cuando hace falta alguien que cuide el proceso en ese momento delicado, como la matrona que acompaña a la parturienta, para que no decaigamos en el propósito y confiemos en el final feliz. Porque es en ese momento de crisis cuando cuaja la productividad del proceso.
Este rol de sostén lo solemos jugar nosotros como facilitadores o dinamizadores, pero también buscamos hacer equipo, si hay otras personas como quien promueve el proceso, que saben conectarse con este momentum. Cuanto más seamos, mejor.
Para ilustrar cómo se produce este desenlace, echamos mano de un fragmento del libro Mientras escribo, de Stephen King, en el que cuenta cómo logró resolver una crisis creativa cuando escribía su libro Apocalipsis:
[...] El libro que he tardado más en escribir fue Apocalipsis. [...] A pesar de todo, llegó un punto en el que no podía seguir escribiendo porque no sabía de qué. [...] Pasé varias semanas sin llegar a nada. Parecía todo demasiado difícil y demasiado complejo [...]. Di vueltas y vueltas al problema, le di puñetazos, cabezazos.. hasta que un día, distraído, me llegó la respuesta. Vino entera, completa (podría decirse que envuelta para regalo), de un fogonazo.
[...]
Había pasado en un abrir y cerrar de ojos de no tener nada a tenerlo todo. Si algo adoro de escribir, por encima de todo lo demás, son esos relámpagos de intuición en que se te relaciona todo. Los he oído calificar de «supralógicos», y es lo que son.
Y así es como se resuelven los momentos críticos, confiando en la intuición y dejando que el ritmo natural de las cosas ayude a fluir hacia el proceso para resolverlo.
Al igual que en la Naturaleza, a partir del punto más oscuro empieza a amanecer.
Al igual que en la Naturaleza, las respuestas están ahí, esperando a que las miremos, las escuchemos y las pongamos en práctica.
Confiemos en los procesos, mantengámonos conectados con sus propósitos y dejemos que su propia naturaleza nos lleve hasta la solución.
NOTA: Este post lo hemos disfrutado especialmente, pues su propia creación ha respondido a esto de lo que estamos hablando. Ha sido alumbrado por Káhina Santana, Ana Mayor y Yeray Martínez. Y que conste que respetamos absolutamente a quien opta por un parto con epidural :-)
En este viaje compartido que nos lleva a descubrir cómo alcanzar la Sostenibilidad a menudo surgen problemas comunitarios que requieren encontrar una solución. Un ejemplo de ello pueden ser los municipios que necesitan regular el acceso a sus territorios encontrando una vía que satisfaga las necesidades locales al tiempo que las turísticas.
Para algunos la respuesta estará bien clara: vendrá por el cauce técnico. Los expertos son quienes deben regular, documentar y encontrar LA SOLUCIÓN.
Sin embargo, ya vimos que la voz de los técnicos cae a menudo en el vacío porque “a los técnicos no se les escucha ”. Además, la solución no es una sola ni viene fundamentada por una única verdad. La Sostenibilidad es una realidad compleja que requiere de aunar visiones, compartir realidades y enriquecernos con la verdad de los otros.
Es por eso por lo que en Genea creemos en la Inteligencia colectiva para la acción, en esa capacidad para generar nuevas realidades colaborando. Así pues, existe otra manera de solucionar los problemas: los procesos de participación ciudadana.
¿Y ya está?
No, no está. No es tan fácil ni tan rápido.
Para que un proceso participativo consiga el fin para el que se organizó es fundamental que esté basado no solo en sentar en la misma sala a los actores implicados y que se expongan los puntos de vista, sino en admitir esas otras verdades, la realidad de las otras personas, sobre todo de quien piensa diferente.
Para eso hace falta estar dispuesto a escuchar, a ser capaz de meterse en los zapatos del otro o, lo que es lo mismo, a ejercer la empatía. Y en este ejercicio, hay un ingrediente imprescindible que hemos mencionado desde la primera publicación del blog: la confianza.
Desde la visión de liderazgo compartido que inyectamos a los procesos participativos desde Genea, comprobamos que estos funcionan cuando somos capaces de inspirar confianza, para que quienes participan vean al otro como una oportunidad y no como una amenaza, y cuando buscamos el mejor resultado para el bien común desde la autenticidad.
¿Qué hacer para que la confianza se instale en el proceso?
Desde nuestro punto de vista, existen dos visiones contrapuestas: la del enfrentamiento y la de la colaboración que, a su vez, derivan de dos lógicas: la de la escasez y la de la abundancia. En la primera es difícil generar confianza. En la segunda, es posible.
Cuando miramos la realidad desde la visión de escasez, observamos el mundo desde la perspectiva de que los recursos son limitados. Si es así, difícilmente compartiremos y colaboraremos, porque lo que yo doy, lo pierdo. Es una visión limitante. Y puede expresarse en que 1 + 1 solo pueden sumar 2 en el mejor de los casos. O, siguiendo la metáfora del título, quiero toda la tarta para mí.
Sin embargo, si observamos el problema que nos ocupa desde la abundancia, partimos de la base de que los recursos pueden ser limitados, pero las oportunidades que surgen de ellos pueden dar para todos, sobre todo si confiamos en nuestra capacidad creativa y, también, en las sinergias que podemos encontrar enriqueciendo nuestra mirada con la del otro. Solo debemos colaborar para encontrar la manera de hacerlo posible. Este pensamiento es capacitante puesto que permite pensar que juntos ganamos más, es decir, podemos buscar la manera de hacer la tarta más grande. También puede expresarse en que 1 + 1 pueden ser 2, 100 u 80.000.
Nuestra misión en un proceso participativo es ser capaces de transformar la primera mentalidad para alcanzar la segunda.
Esto que parece sencillo es en el fondo un ejercicio de crecimiento personal. Para ser capaces de confiar en la otra persona, en primer lugar debemos confiar en nosotros mismos. ¡Cuántas veces hemos confiado en otras personas que nos han traicionado y nos hemos sentido defraudados y sin fe en el ser humano!
Confiar significa superar esa traición, hacer el camino de vuelta y tomar conciencia de que sí, podemos perder mucho confiando, pero es mucho más valioso todo lo que podemos ganar.
Por eso merece la pena, a pesar de todo, volver a abrirnos. Eso sí, sin olvidar las experiencias previas para hacerlo con algo más de sabiduría, sabiduría que experiencia tras experiencia va fundamentando nuestra confianza en nosotros mismos.
De esta forma seremos capaces de contemplar el mundo como un lugar en el que podemos arreglar lo colectivo desde esa visión compartida, enriquecedora y sostenible.
La confianza que se genera por tanto es doble: pensar que la otra persona siempre puede enriquecerme con su perspectiva; y, al mismo tiempo, que en el mundo hay oportunidades y que solo colaborando vamos a aumentar las posibilidades de encontrarlas.
¿Qué opinas? ¿Dónde sientes que te encuentras en este camino de ida y vuelta entre las pequeñas o grandes traiciones y el recuperar de nuevo las ganas de confiar en los demás?
Déjanos un comentario, siempre nos resultará enriquecedor :-).
Si en el post anterior hablábamos de que el discurso técnico no es capaz de modificar conductas, sino que necesitamos empatizar con las emociones que mueven a los ciudadanos y saber comunicar para contagiar el cambio, hoy nos fijamos en otra de las dificultades que nos impiden avanzar hacia la Sostenibilidad.
Cuenta una parábola originaria de la India que un grupo de ciegos, que competían por ver quién era el más sabio, quería dilucidar qué forma tenía un elefante. Cada uno de ellos tocó una parte del animal, y cada uno le atribuía una forma diferente: una pared de barro —decía el que tocó el costado—, una lanza —el que tocó los colmillos—, un tronco de una palmera —el que tocó su pata, y así con cada parte del animal. Todos creían que los otros eran quienes estaban equivocados.
Este cuento ilustra nuestra incapacidad como seres humanos para conocer la realidad completa en nuestro entorno social. Porque la realidad social no es una, sino que es compleja y necesitamos de los demás para comprenderla: es una construcción social.
¡Y prácticamente todos los problemas se enmarcan en una realidad social!
Esta visión más líquida de la realidad, como algo complejo, no es solo fruto de esta parábola India, sino que lleva tiempo sustentada por los avances de la Ciencia en muchos niveles, sirviendo como ejemplo el marco teórico de la complejidad o los sistemas complejos adaptativos como paradigma de funcionamiento de los sistemas vivos, como nuestras sociedades.
Cómo abordar la complejidad
Según el marco de trabajo Cynefin, identificado por Dave Snowden, existen cinco dominios de complejidad diferentes, que van del simple al desordenado, pasando por el complicado, el complejo y el caótico.
Esta teoría defiende que en el marco complejo los problemas no tienen una solución predecible ni única. Solo sabemos si algo funcionará mediante la experimentación, es decir, después de probar y errar o acertar. La solución solo se puede explicar a posteriori.
Esto es lo que ocurre con la Sostenibilidad.
También establece que en el marco complejo, las estrategias eficaces pasan por «fomentar la diversidad en el grupo, incentivar la “disensión” y recompensar la creatividad y la innovación».
La Sostenibilidad, una realidad compleja
Hace tiempo que venimos hablando de que la Sostenibilidad es una realidad compleja y algo abstracta. No existe una única solución para alcanzarla. Por eso, en Genea creemos en la importancia de abrir espacios al diálogo, enriquecernos con la diferencia de puntos de vista y articular procesos para construir el camino entre todas las personas implicadas.
Una de las herramientas que proponemos son los procesos participativos. A través de ellos buscamos crear mejores realidades colaborando, en lugar de competir por defender nuestra verdad.
Cuando somos capaces de abrirnos a los otros, a integrar diferentes puntos de vista, nuestra perspectiva se amplía. Salimos de nuestro esquema prefijado, que funciona como nuestra zona de confort porque nos da identidad y seguridad, y somos capaces de construir entre todos una nueva realidad.
Es entonces cuando vemos a la otra persona como una oportunidad para enriquecernos y no como una amenaza y, así, sumamos. Descubrimos el camino juntos. Compartimos el viaje colectivo hacia la Sostenibilidad.
La clave de un proceso participativo
¿Cómo conseguir que un proceso participativo funcione, que integre los diferentes puntos de vista? Desde nuestra experiencia desarrollando procesos participativos sabemos que hay un punto clave: la confianza. Ya lo mencionamos en nuestro anterior post. Y esto daría para otro artículo completo así que, tal vez ya tengamos tema para el próximo mes...
Compartimos, queramos o no, seamos conscientes o no, el viaje de la vida en este planeta Tierra. Somos un equipo de expertos de diferentes ámbitos que nos hemos unido para hablar de sostenibilidad, comprometidos con aportar nuestras experiencias y hallazgos para que consigamos una relación más saludable con la naturaleza y con nosotras mismas.
Yeray Martínez Montesdeoca (editor) es director de Genea Consultores, ingeniero de montes, emprendedor, experto en liderazgo y restauración de paisajes. Le acompañan en la co-creación de esta bitácora Ana Mayor Terrel (periodista y copywriter), Gema Cruz Cañadas (pedagoga forestal), Káhina Santana Miranda (experta en procesos participativos transformadores) y Pepe Martín (tecnologías de educación, marketing digital, creatividad, diseño y artes escénicas y visuales).
Tendencias 21 (Madrid). ISSN 2174-6850