Para algunos la respuesta estará bien clara: vendrá por el cauce técnico. Los expertos son quienes deben regular, documentar y encontrar LA SOLUCIÓN.
Sin embargo, ya vimos que la voz de los técnicos cae a menudo en el vacío porque “a los técnicos no se les escucha ”. Además, la solución no es una sola ni viene fundamentada por una única verdad. La Sostenibilidad es una realidad compleja que requiere de aunar visiones, compartir realidades y enriquecernos con la verdad de los otros.
Es por eso por lo que en Genea creemos en la Inteligencia colectiva para la acción, en esa capacidad para generar nuevas realidades colaborando. Así pues, existe otra manera de solucionar los problemas: los procesos de participación ciudadana.
¿Y ya está?
No, no está. No es tan fácil ni tan rápido.
Para que un proceso participativo consiga el fin para el que se organizó es fundamental que esté basado no solo en sentar en la misma sala a los actores implicados y que se expongan los puntos de vista, sino en admitir esas otras verdades, la realidad de las otras personas, sobre todo de quien piensa diferente.
Para eso hace falta estar dispuesto a escuchar, a ser capaz de meterse en los zapatos del otro o, lo que es lo mismo, a ejercer la empatía. Y en este ejercicio, hay un ingrediente imprescindible que hemos mencionado desde la primera publicación del blog: la confianza.
Desde la visión de liderazgo compartido que inyectamos a los procesos participativos desde Genea, comprobamos que estos funcionan cuando somos capaces de inspirar confianza, para que quienes participan vean al otro como una oportunidad y no como una amenaza, y cuando buscamos el mejor resultado para el bien común desde la autenticidad.
¿Qué hacer para que la confianza se instale en el proceso?
Desde nuestro punto de vista, existen dos visiones contrapuestas: la del enfrentamiento y la de la colaboración que, a su vez, derivan de dos lógicas: la de la escasez y la de la abundancia. En la primera es difícil generar confianza. En la segunda, es posible.
Cuando miramos la realidad desde la visión de escasez, observamos el mundo desde la perspectiva de que los recursos son limitados. Si es así, difícilmente compartiremos y colaboraremos, porque lo que yo doy, lo pierdo. Es una visión limitante. Y puede expresarse en que 1 + 1 solo pueden sumar 2 en el mejor de los casos. O, siguiendo la metáfora del título, quiero toda la tarta para mí.
Sin embargo, si observamos el problema que nos ocupa desde la abundancia, partimos de la base de que los recursos pueden ser limitados, pero las oportunidades que surgen de ellos pueden dar para todos, sobre todo si confiamos en nuestra capacidad creativa y, también, en las sinergias que podemos encontrar enriqueciendo nuestra mirada con la del otro. Solo debemos colaborar para encontrar la manera de hacerlo posible. Este pensamiento es capacitante puesto que permite pensar que juntos ganamos más, es decir, podemos buscar la manera de hacer la tarta más grande. También puede expresarse en que 1 + 1 pueden ser 2, 100 u 80.000.
Nuestra misión en un proceso participativo es ser capaces de transformar la primera mentalidad para alcanzar la segunda.
Esto que parece sencillo es en el fondo un ejercicio de crecimiento personal. Para ser capaces de confiar en la otra persona, en primer lugar debemos confiar en nosotros mismos. ¡Cuántas veces hemos confiado en otras personas que nos han traicionado y nos hemos sentido defraudados y sin fe en el ser humano!
Confiar significa superar esa traición, hacer el camino de vuelta y tomar conciencia de que sí, podemos perder mucho confiando, pero es mucho más valioso todo lo que podemos ganar.
Por eso merece la pena, a pesar de todo, volver a abrirnos. Eso sí, sin olvidar las experiencias previas para hacerlo con algo más de sabiduría, sabiduría que experiencia tras experiencia va fundamentando nuestra confianza en nosotros mismos.
De esta forma seremos capaces de contemplar el mundo como un lugar en el que podemos arreglar lo colectivo desde esa visión compartida, enriquecedora y sostenible.
La confianza que se genera por tanto es doble: pensar que la otra persona siempre puede enriquecerme con su perspectiva; y, al mismo tiempo, que en el mundo hay oportunidades y que solo colaborando vamos a aumentar las posibilidades de encontrarlas.
¿Qué opinas? ¿Dónde sientes que te encuentras en este camino de ida y vuelta entre las pequeñas o grandes traiciones y el recuperar de nuevo las ganas de confiar en los demás?
Déjanos un comentario, siempre nos resultará enriquecedor :-).