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Método primeroSigo ofreciendo en esta nueva aportación (dic. 2011) algunos ejemplos de la eficacia del método expuesto bajo el epígrafe Método Primero. Como indiqué en la aportación anterior, este método nos enseña el arte de pensar de forma ajustada a los ocho niveles de realidad y de conducta en que podemos vivir. Para mostrar la eficacia de este método para asimilar dicho arte, ofrezco aquí varios ejemplos referentes a la experiencia estética y al análisis de textos literarios de calidad.
1. La comicidad responde a un descenso de nivel
Todo el mundo de la comicidad se apoya en la diferencia de nivel en que nos podemos mover. Toda una rama de la cultura pende, en cuanto a su sentido profundo, de la teoría de los niveles. Advertir, en cada momento, en qué nivel nos movemos implica flexibilidad de mente, y ésta hemos de conseguirla mediante un ejercicio tenaz. Por ejemplo, te cuento un chiste y te ríes. Piensa de dónde procede tal comicidad y verás que, muy posiblemente, ha tenido lugar una caída brusca y pasajera de un nivel superior a un nivel inferior. Vas muy engalanado a una boda y te mueves por la calle mayor del pueblo con firmeza, creyéndote el árbitro de la elegancia. De repente resbalas y caes al suelo. Al levantarte, lo primero que miras es si alguien te ha visto y se está riendo. Supones que se reirá, porque has bajado súbitamente de la altura de la autoestima (nivel 2) a la humillación de caer de forma incontrolada, como un fardo (nivel 1). Algo semejante sucede en multitud de chistes. Se cuenta de un instructor, que, acomplejado por no haber hecho la carrera militar, quiso dar una lección de balística a los jóvenes de las milicias universitarias. Les explicó que la bala del cañón sube hasta un punto llamado “máximo” y luego desciende y cae, debido a “eso que llaman fuerza de la gravedad”. Pero “yo os aseguro –agregó, muy confiado- que, aunque no hubiera tal fuerza, la bala caería por su propio peso…” Los estudiantes estallaron en una carcajada debido a la brusquedad de la caída que sufrió el improvisado profesor desde la cumbre de un magisterio ansiado -nivel 2- al abismo de la ignorancia no reconocida -nivel 1-. Hay múltiples modalidades de caída de un nivel superior a otro inferior y, correlativamente, diversas formas de comicidad. «¡Qué! ¿nos vamos?», pregunta Vladimir a Estragón, en la obra de Samuel Beckett Esperando a Godot. «Vamos», contesta Estragón. Y el autor agrega: «No se mueven» (1). Los dos protagonistas caen del nivel de coherencia que se supone normal entre personas adultas a un nivel de falta absoluta de lógica. De ahí que ese esbozo de diálogo produzca cierta hilaridad, pero, como no se trata de una caída pasajera sino de un “estado de postración”, la risa se hiela en los labios y da lugar a un sentimiento tragicómico. 2. La gracia brota merced a un ascenso de nivel De modo inverso a la comicidad, la gracia surge cuando acontece una elevación de un nivel inferior a otro superior. Decimos que un bailarín se mueve con gracia cuando su cuerpo es de tal manera dócil a su espíritu que parece ingrávido y sumamente expresivo. Lo corpóreo material parece que aquí no pesa, se hace todo él palabra, lugar de expresión transparente y lúcida. En general, puede decirse que la impresión de gracia se suscita cuando, con medios escasos, se consigue una gran expresividad. La fuerza del espíritu eleva los medios expresivos a un nivel de gran elocuencia. Este ascenso de un nivel inferior a otro superior se advierte en realidades tan distintas como el barrio de Santa Cruz en Sevilla, un jarrón helénico, un minueto de Mozart, un poema del cancionero español… 3. El descubrimiento de los niveles nos lleva a realizar tres distinciones decisivas Al descubrir la distinción de objetos y ámbitos, de nivel 1 y nivel 2, se nos afina la capacidad de mirar, y observamos que pertenecen a niveles distintos los hechos y los acontecimientos, el significado de algo y su sentido, los procesos meramente artesanales y los procesos creativos. • Un hecho es algo que realizamos o que acaece en el mundo y no nos ofrece posibilidades nuevas ni nos priva de las que tenemos. Alguien nos pregunta si son las diez y respondemos que sí. Esta respuesta es un mero hecho en nuestra vida. Pertenece al nivel 1. Pero, si en el juzgado o en la iglesia, una persona autorizada nos pregunta si aceptamos a otra persona como cónyuge y respondemos que sí, damos lugar a un acontecimiento. En este contexto, pronunciar la breve palabra “sí” nos abre una serie de posibilidades y nos quita otras. Algo acontece en nuestra vida que tiene una significación especial. Estamos en el nivel 2. • Esta significación especial recibe el nombre de “sentido”. El significado de beber un vaso de vino es siempre igual, porque se trata de un mero hecho. Beber un vaso de vino a solas, para matar las penas, y hacerlo en un banquete para brindar en honor de un amigo presentan un sentido distinto. El sentido se da en el nivel 2, que es el nivel de las interrelaciones que fundan un ámbito de vida. El sentido de una actividad se alumbra siempre en el contexto en que ésta acontece. El contexto propio de la vida humana viene dado por una trama de diversas personas e instituciones vinculadas entre sí. Por eso, brindar con un amigo tiene un sentido positivo; beber a solas para embriagarse presenta un sentido negativo, pues la embriaguez empasta pero no une, no crea vida de interrelación comunitaria. • Si un carpintero desea hacer un sencillo pupitre de clase, sigue un proceso de producción, de elaboración artesanal. Con un material determinable a voluntad y una idea clara de la forma que ha de dar al pupitre, según la finalidad del mismo, el artesano produce este objeto cuando y como quiere. Actúa con dominio. Conoce la técnica de trabajar los materiales y les imprime la forma que el cliente le indica. En cambio, un poeta no “hace” un poema cuando y como quiere, sencillamente porque no lo “hace”; debe “crearlo”. La forma que ha de imprimirle no le viene dada antes de comenzar el proceso de creación; se le ilumina a lo largo de este proceso y en contacto con la materia expresiva que va dando cuerpo al poema y en virtud del diálogo constante del poeta con la realidad que desea expresar. El poema no es producto de un proceso de elaboración que realice una persona desde sí misma, a solas. Es fruto de múltiples encuentros: encuentro con la realidad que se quiere expresar, encuentro con el poder expresivo de una materia –en este caso, un determinado tipo de lenguaje-, encuentro con los primeros versos que se van plasmando y adquieren en seguida poder inspirador de los que van a seguir. El poema no es un objeto producido por el poeta; es un “ámbito expresivo” que surge como fruto del entreveramiento fecundo de diversos ámbitos –el ámbito personal del poeta y los ámbitos de las realidades del entorno con las que entró en relación fecunda-. Los procesos artesanales se dan en el nivel 1; los procesos creativos acontecen en el nivel 2. Alumbran un sentido especial; suponen un acontecimiento en la vida del poeta y de los posibles lectores. 4. Una extrapolación injusta de un nivel a otro José Ortega y Gasset afirma en El hombre y la gente que el hombre está destinado a vivir en soledad: “Mi humana vida, que me pone en relación directa con cuanto me rodea –minerales, vegetales, animales, los otros hombres-, es, por esencia, soledad”. “Solo en nuestra soledad somos nuestra verdad” . A fin de mostrar que la soledad es esencial a la vida del hombre, pone dos ejemplos y concluye que “el hombre tiende a cegarse para las existencias ajenas”: “… Por el pronto, dos vidas son incomunicantes. No se puede saltar de la una a la otra: cada una es hermética, cerrada hacia sí. Por ventura o por desgracia, no me puede doler la muela del prójimo ni cabe injertar en mí la delicia que acaso está gozando. Cada cual es el peludo Robinsón de su vida desierta. De ahí que, instalado el individuo en su solipsismo vital, tienda a cegarse para las existencias ajenas" (3). Para saber si la conclusión del autor es justa, debemos precisar en qué nivel de la realidad están situados los dos ejemplos que aduce -uno de dolor y otro de goce-, y ver si la conclusión se refiere a un nivel distinto. En este caso, hay una extrapolación injusta de un nivel a otro. Lo adecuado hubiera sido concluir que en el nivel biológico los seres humanos estamos aislados. En efecto, aunque seamos amigos íntimos, mi corazón no puede bombear tu sangre. Cada uno debe arreglárselas por sí mismo. Estamos condenados a la soledad. Pero si, a partir de los ejemplos aducidos, afirmamos que nuestra esencia, como personas, es la soledad, cometemos un fallo metodológico que invalida el razonamiento. 5. El encuentro, visto en el nivel 2, es fuente de luz En la novela de Benito Pérez Galdós Marianela, Pablo, el ciego, y su lazarillo, Marianela, sostienen este interesante diálogo: - «¿Brilla mucho el sol, Nela? Aunque me digas que sí, no lo entenderé porque no sé lo que es brillar. - Brilla mucho, sí, señorito mío. ¿Y a ti qué te importa eso? El sol es muy feo. No se lo puede mirar a la cara. - (…) Ya veo que estas cosas no se pueden explicar. Antes me formaba yo idea del día y de la noche. ¿Cómo? Verás: era de día cuando hablaba la gente; era de noche cuando la gente callaba y cantaban los gallos. Ahora no hago las mismas comparaciones. Es de día cuando estamos juntos tú y yo; es de noche cuando nos separamos. -¡Ay divina Madre de Dios! –exclamó la Nela (…). A mí, que tengo ojos, me parece lo mismo» (4). Esta última consideración del ciego significa –si la vemos desde la perspectiva del nivel 1- que las horas en que están juntos son las del día, y las de la noche van unidas con su separación física. Una interpretación más penetrante y fecunda la ofrece el que se sitúa en la perspectiva del nivel 2 y ve expresada en esa frase la idea de que, al estar juntos los protagonistas y encontrarse –en sentido estricto-, brota la luz del encuentro y ambos quedan envueltos en la luz de la comprensión, la sinceridad y el afecto, y se hace de noche cuando dejan de encontrarse. Al principio, el ciego se movía en el nivel 1; consideraba la noche como la falta de luz física, que lleva a las gentes a retirarse y dormir. Más tarde, se eleva al nivel 2 y entiende la noche como la carencia de la luz que alumbra el encuentro personal. Al realizarse un encuentro, se enciende una luz en el universo, pues el encuentro es una forma de juego creador, y el juego es fuente de luz (5). Cuando un encuentro se rompe, una luz se apaga. Con fina intuición, Antoine de Saint Exupéry sitúa la aparición del principito al alba, con la luz naciente. Sabemos que los escritores cualificados no proceden a su antojo; escriben con coherencia, fieles a la lógica interna de cuanto narran. El principito aparece a una con la luz porque es heraldo de la importancia del encuentro incluso en los momentos límite de la existencia. «Es bueno haber tenido un amigo, aun si vamos a morir», dijo el pequeño al final de la obra, una vez logrado el encuentro (6). Empezamos a entrever un principio básico de “hermenéutica” o teoría de la interpretación: una interpretación tiene validez cuando es coherente en todo momento y revela la riqueza de la obra interpretada. Método primero
Como expusimos al comienzo de este blog, el Método Primero tiene por meta ayudarnos a aprender el difícil arte de pensar bien, de forma ajustada a las condiciones y exigencias de las realidades que tratamos. Ese método se basa en el descubrimiento de las doce fases de nuestro desarrollo personal y en el análisis cuidadoso de los ocho niveles de realidad y de conducta. Este análisis y ese descubrimiento lo hemos realizado en las aportaciones anteriores. Antes de abordar el Segundo Método, conviene que dejemos patente en ésta cómo la lucidez adquirida en el Método Primero nos permite ahora
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Editado por
Alfonso López Quintás
Alfonso López Quintás realizó estudios de filología, filosofía y música en Salamanca, Madrid, Múnich y Viena. Es doctor en filosofía por la Universidad Complutense de Madrid y catedrático emérito de filosofía de dicho centro; miembro de número de la Real Academia Española de Ciencias Morales y Políticas –desde 1986-, de L´Académie Internationale de l´art (Suiza) y la International Society of Philosophie (Armenia); cofundador del Seminario Xavier Zubiri (Madrid); desde 1970 a 1975, profesor extraordinario de Filosofía en la Universidad Comillas (Madrid). De 1983 a 1993 fue miembro del Comité Director de la FISP (Fédération Internationale des Societés de Philosophie), organizadora de los congresos mundiales de Filosofía. Impartió numerosos cursos y conferencias en centros culturales de España, Francia, Italia, Portugal, México, Argentina, Brasil, Perú, Chile y Puerto Rico. Ha difundido en el mundo hispánico la obra de su maestro Romano Guardini, a través de cuatro obras y numerosos estudios críticos. Es promotor del proyecto formativo internacional Escuela de Pensamiento y Creatividad (Madrid), orientado a convertir la literatura y el arte –sobre todo la música- en una fuente de formación humana; destacar la grandeza de la vida ética bien orientada; convertir a los profesores en formadores; preparar auténticos líderes culturales; liberar a las mentes de las falacias de la manipulación. Para difundir este método formativo, 1) se fundó en la universidad Anáhuac (México) la “Cátedra de creatividad y valores Alfonso López Quintás”, y, en la universidad de Sao Paulo (Brasil), el “Núcleo de pensamento e criatividade”; se organizaron centros de difusión y grupos de trabajo en España e Iberoamérica, y se están impartiendo –desde 2006- tres cursos on line que otorgan el título de “Experto universitario en creatividad y valores”.
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