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Reseñas

Filosofía en un mundo global Redacción T21 , 10/03/2008
Ficha técnica
Título: Filosofía en un mundo global
Autores: Ignacio Ayestarán, Xabier Insausti y Rafael Águila. Coords.
Editorial: Anthropos Editorial


Este libro presenta una investigación interdisciplinar sobre el debate de la globalización desde una perspectiva filosófica y reflexiva a partir de dos hipótesis metodológicas: qué significa pensar dentro de la globalización; y qué supone pensar la globalización. Para ello se exploran los problemas del ser humano dentro del creciente proceso de mundialización o de globalización, así como algunas vías que conduzcan a posibles alternativas y soluciones en este nuevo contexto planetario, incluidos el pensamiento europeo y el hispanoamericano.

Esta obra está estructurada como una guía global en cinco secciones diferenciadas aunque interrelacionadas: Historia de fenómenos culturales de la globalización; Mass media, tecnologías audiovisuales y cibercultura en la era de la comunicación digital; Racionalidad, conocimiento y condiciones epistémicas en la globalización; Sostenibilidad, ecología y gobernanza en la sociedad del conocimiento global; y Derechos, utopías y políticas para un mundo global.

El libro está dirigido principalmente a investigadores, profesores y estudiantes en los ámbitos de las Ciencias Humanas y Sociales (especialmente en Filosofía, Psicología, Pedagogía, Sociología, Humanidades, Ciencias Políticas) y, en general, a todas las personas interesadas en el estudio de los fenómenos globales y mundiales contemporáneos. Este trabajo también puede servir como referencia para docencia e investigación en áreas como la ética o la educación para la ciudadanía y los derechos humanos en el siglo XXI.

Índice

Prefacio, por F. Wallner. Filosofía en un mundo global: una introducción histórica y temática para la ciudadanía del siglo XXI, por I. Ayestarán, X. Insausti y R. Águila.

Parte 1. HISTORIA DE FENÓMENOS CULTURALES DE LA GLOBALIZACIÓN: Panhelenismo y cosmopolitismo en el pensamiento griego antiguo, por J. Aguirre. Las «raíces» de la «Modernidad», por R. Águila. La recepción de la Ilustración en América Latina: globalización y diferencia, por X. Palacios. La idea de progreso y el problema del mal, por L. Garagalza.

Parte 2. MASS MEDIA, TECNOLOGÍAS AUDIOVISUALES Y CIBERCULTURA EN LA ERA DE LA COMUNICACIÓN DIGITAL: Imagen y representación en la era global: algunas reflexiones, por X. Puig Peñalosa. Tiempo y espacio en las mundializaciones/globalizaciones, por O. González Gilmas. Música en la era digital, por G. Arrizabalaga. Globalización, tecnociencia y cibercultura, por A. Alonso.

Parte 3. RACIONALIDAD, CONOCIMIENTO Y CONDICIONES EPISTÉMICAS EN LA GLOBALIZACIÓN: Conocimiento científico e interculturalidad. Función y límites de la ciencia en la era global, por Julián Pacho. Globalización como cooperación (el caso de las teorías contemporáneas de la verdad), por M. Albisu Aparicio. La universalidad concreta, por X. Insausti. Universalidad de la razón poética versus globalización, por M.ªJ. Maidagán Romeo. Derrida: la universidad en el horizonte de la globalización, por J.I. Galparsoro.

Parte 4. SOSTENIBILIDAD, ECOLOGÍA Y GOBERNANZA EN LA SOCIEDAD DEL CONOCIMIENTO GLOBAL: Filosofía y globalización: ¿puede la filosofía contribuir a un desarrollo del proceso de globalización ético y socialmente sostenible?, por N. Ursua. Hacia una metafísica ecológica, por J.R. Arana. Sostenibilidad, crisis ambiental y responsabilidad social de las empresas en la sociedad del conocimiento y del riesgo global, por I. Ayestarán.

Parte 5. DERECHOS, UTOPÍAS Y POLÍTICAS PARA UN MUNDO GLOBAL: Los derechos sociales y la solidaridad, por E. Antxustegi Igartua. Posibilidades utópicas en la era de la globalización, por B. Altuna. Globalización, diversidad cultural y pensamiento alternativo, por C. Cuello. El «sueño europeo»: el optimismo infundado de Rifkin, por F.J. Caballero Harriet.




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10/03/2008 Comentarios

De 1953 a 1983, una serie de ensayos fascinantes, dotados de una extraordinaria riqueza de sentido y originalidad



Ficha técnica
Título: Del culto a la cultura. Elementos para una crítica de la razón histórica
Autor: Jacob Taubes
Editorial: Katz Editores

Los textos de Jacob Taubes aquí recogidos -artículos sobre la historia de la religión y del espíritu, reunidos y prologados por Aleida y Jan Assmann, Wolf-Daniel Hartwich y Winfried Menninghaus- cubren el período que abarca desde 1953 hasta 1983. Sobre ellos recae, por lo tanto, el peso de dar cuenta del desarrollo de su pensamiento durante un lapso de treinta años.

Surgidos en épocas diversas y en marcos espirituales muy alejados unos de otros (Harvard, Columbia, Berlín, Jerusalén), estos ensayos resultan hoy, como en el momento de su escritura, fascinantes, dotados de una extraordinaria riqueza de sentido, originales y capaces de generar una inspiración francamente inagotable. En conjunto, los artículos diseñan una genealogía de la religiosidad de la Edad Moderna, y permiten entrever el hilo conductor del pensamiento de Taubes: la gnosis, que es, para él, una forma de pensamiento y de vida marginal que se mantiene en el límite.

Porque, efectivamente, Jacob Taubes piensa desde el límite: escribe sobre teología e historia de la religión como filósofo, sobre temas filosóficos como teólogo, sobre el cristianismo como judío y sobre el judaísmo como paulino, sobre temas de la cultura y la política como gnóstico y como apocalíptico.
En sus escritos, Taubes hace una arqueología de la modernidad en diálogo con Blumenberg y Buber, Scholem y Hans Jonas, Heidegger y Marcuse, con Rosenszweig, Paul Tillich y Carl Schmitt. En esta lectura gnóstica, la religión -el culto- y la cultura están enfrentados como opuestos irreconciliables.

Pues si la cultura le permite al hombre hacer habitable el mundo, le impide, a su vez, recordar su extrañamiento constitutivo del mundo. La tarea de la religión es entonces -dice Taubes- hacerle recordar al hombre "lo diferente de lo dado".

Algunos datos del autor

Jacob Taubes, Austria, 1923 - Alemania, 1987, procedente de una antigua familia de rabinos, e hijo del gran rabino de Viena Zwi Taubes, Jacob Taubes concluyó su formación rabínica en 1943, y estudió filosofía e historia en Zurich y Berna, donde se doctoró en 1947 con una tesis sobre la Escatología occidental. Enseñó filosofía de la religión en el Seminario Rabínico de Nueva York (Jewish Theological Seminary) y, entre 1951 y 1953, fue profesor adjunto de Gershom Scholem en la Universidad Hebrea de Jerusalén. Fue profesor de historia y filosofía de la religión en las universidades de Harvard, Princeton y Columbia y, a partir de 1966, profesor ordinario de judaísmo y hermenéutica en la Universidad Libre de Berlín, de cuyo Instituto de Hermenéutica y Religión fue director.

Erudito, gran conocedor del Talmud, su original pensamiento se sitúa en una encrucijada en la que, además de las fuentes bíblicas y la tradición del judaísmo, se encuentran Pablo de Tarso, Walter Benjamin, Carl Schmitt y la teología política. Su enseñanza, fundamentalmente oral, tuvo una gran influencia. Jean-François Lyotard en Francia, Giorgio Agamben en Italia y Jan Assmann en Alemania fueron los primeros en llamar la atención sobre su pensamiento.


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10/03/2008 Comentarios

Reseñas

La casa sin palabras Marcos Eymar , 10/03/2008
Ficha técnica
Título: La casa sin palabras
Autor: Ángel García Galiano
Editores: Álvaro Llosa y Mónika Poza
Editado en: Editorial Lulu


Cuando se habla hoy de desafíos literarios, se suele hacer referencia por lo común a desafíos formales. No deja de ser curioso que, en un momento en que la gran mayoría de los escritores han renunciado a los experimentos lingüísticos, la innovación formal siga siendo un criterio indiscutible a la hora de consagrar retrospectivamente los clásicos contemporáneos ( valga el oxímoron ). Un caso elocuente en España es el de Tiempo de silencio, catapultada al canon escolar antes que nada por ser la transposición castiza de los hallazgos joyceanos. Entendida así, la literatura no se diferencia demasiado de un sistema de patentes ( " Monólogo interior ", marca registrada ) y de agencias nacionales de importación / exportación.

Si la Casa sin palabras encierra un desafío literario de altura, éste no hay que buscarlo en su forma - sometida explícitamente al esquema tradicional exposición-desarrollo-desenlace - sino en un reto sin duda menos llamativo pero no por ello menos difícil: la construcción de un personaje y de una situación históricamente plausibles, pero ficcionalmente improbables. La distinción no es caprichosa. No sé si habrá un sólo comisario solitario e impasible en las ciudades españolas; en cambio, en las novelas producidas en las últimas décadas abundan más que los empleados de banca. En el censo de personajes ficticios, me aventuro a asegurar que no existía Erinia, la protagonista de esta novela: una mujer de un pueblo castellano que emigra a Guinea Ecuatorial a finales de los años cuarenta y allí entra en contacto con una realidad que desborda y contradice todos los parámetros sociales y culturales entre los que hasta entonces había vivido.

La situación del novelista no se diferencia demasiado de la del químico que prepara un compuesto inédito con dos elementos en principio incompatibles: la Mancha y la selva tropical. Los riesgos de semejante operación son evidentes y no incluyen sólo un claro peligro de explosión, sino otros más insidiosos, que derivan del aspecto artificioso y exhibicionista propio de muchos experimentos. Nada tan fácil, en efecto, como explotar de entrada el choque brutal entre la naturaleza tropical y el universo mental de una manchega analfabeta; nada tan tentador como tratar de imitar el tour de force de Faulkner en El ruido y la furia, y trabajar sobre el lenguaje para destruir espectacular y artificialmente la diferencia esencial que separa al autor virtuoso de un personaje intelectualmente limitado.
La manera en que el autor afronta su particular reto es aquí muy distinta. En lugar de subrayar la dificultad que entraña, procura minimizarla. Como se ha señalado muchas veces a propósito de la Conquista de América, el problema de los primeros cronistas españoles era nombrar realidades nuevas con palabras inadaptadas a ellas, lo que Ángel Rosenblat sintetiza con la fórmula de " vino nuevo y odres viejos ". Ángel García Galiano no ha tratado de fabricar nuevos odres, sino que, de una manera voluntariamente discreta, ha conseguido trasegar la difícil materia de su relato en los moldes casi provocadoramente clásicos de un relato que recupera formas en principio obsoletas como el género epistolar. La apuesta de la novela no es tanto la de crear un lenguaje nuevo capaz de recrear la realidad exuberante ajena de la naturaleza virgen, como la de lograr infiltrar lo " Otro " representado por ella en un esquema narrativo familiar. La inclusión de los magníficos poemas " fang " al inicio de cada una de los capítulos se ajusta perfectamente a este designio. Su enigmática belleza, puesta al servicio de la división tripartita característica de la narración occidental, apunta a un espacio de convergencia entre culturas que opera en un sentido opuesto al del exotismo: lo más extraño y lo más cercano convergen en la transparencia de una narración nunca demasiado alejada de lo oral, de la misma manera que Erinia y su criada Alene se encuentran, más allá de las diferencias de sus respectivos universos, en la plenitud humana de la amistad. Es en este sentido en el que se demuestra la adecuación de estructura narrativa y contenido ético, o, más llanamente, de forma y fondo.

La estrategia adoptada resulta tan arriesgada como otra en apariencia más experimental. La casa sin palabras no siempre consigue eludir las amenazas que entraña su toma de partido. La limpidez del desarrollo narrativo no permite que personajes como Paloma o el mismo Juan adquieran la suficiente complejidad. El conformismo y la rutina de los colonos se halla perfectamente descrita, pero se echa en falta una descripción más dura del aspecto sombrío de la empresa colonizadora y de las propias costumbres de la tribu, que contrapesara la naturaleza luminosa de Erinia y Alene. La metáfora de la casa de muñecas, esencial en el relato, se halla a veces demasiado subrayada, al igual que las reflexiones de la protagonista acerca de su regreso a España. La exigente voluntad de transparencia se realiza en ocasiones en menoscabo de la ambigüedad. No obstante, no cabe negar la coherencia de una concisión y una claridad laboriosamente perseguidas que no excluyen en modo alguno la complejidad, y que, lejos de ajustarse a las expectativas que pudiera despertar en el lector " una novela africana ", las subvierte de manera radical.

Selva y aventura resultan, en la mayor parte de la literatura occidental, sinónimos. La casa sin palabras se sustrae a esta equiparación idealizadora. El lector en busca de peripecias de safari se ve defraudado desde las primeras páginas. Enseguida se nos impone una rutina, un aburrimiento, una lenta sucesión de lluvias y nimios acontecimientos cotidianos que el imaginario occidental considera imposibles en el corazón de África. Los habitantes de la colonia no son intrépidos exploradores, sino arribistas ávidos de riqueza, impermeables a la alteridad que los rodea. África - ¡ colmo del antiexotismo ! - aburguesa. " El problema es que aquí vivimos todos como marqueses" dice un personaje de la novela. En plena selva ecuatorial, la estrechez mental del catolicismo español se exaspera, se inmoviliza en una parodia de los valores imperantes en la Península. En estas condiciones, la aventura de Erinia tiene muy poco que ver con las que jalonan el viaje de los protagonistas de películas como La Reina de África. Físicamente, su aventura se limita a atravesar el pequeño río que separa su casa del poblado donde vive la tribu a la que pertenece su criada; interiormente, ese corto paseo supone recorrer una abismal distancia cultural, salvar los obstáculos de todo tipo con que los prejuicios y la cobardía encierran a los hombres, salir al encuentro de lo "completamente otro " que, según Otto, constituye la esencia de la divinidad.

La colonización busca imponer al otro la propia identidad. Guinea, gracias a la acción civilizadora del Régimen, puede y debe convertirse en una provincia más de España. En Erinia se completa el movimiento inverso. Guinea la lleva a liberar España de las mentiras y la represión impuestas por el régimen franquista. El descubrimiento del otro conduce a una asunción de sí mismo; la tribu de los Fang, con sus extraños ritos, produce el efecto inesperado de despertar la conciencia política de la protagonista, según una evolución que recuerda a la del Pereira de Tabucchi. Es así como, sin abandonar en ningún momento el tono intimista que la caracteriza desde las primeras páginas, La casa sin palabras consuma una última y sorprendente transición entre la Mancha y Guinea, entre la más insólita de las historias - una mujer de pueblo entre los fang - y la más cercana - la muerte de un padre en la Guerra Civil. El lector descubre así que las historias que escuchó alguna vez de boca de sus padres o de sus abuelos podrían resonar también en la " Casa de las palabras " de los fang pues comparten con ellas el mismo sentido moral que La casa sin palabras reivindica. La historia de Erenia cuestiona muchas fronteras para afirmar con más fuerza la única esencial: la que separa la vida estéril de la vida fecunda, el autoengaño del conocimiento auténtico de sí mismo.
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10/03/2008 Comentarios


La universidad virtual francesa Medioambiente y Desarrollo Sostenible (UVED) ha colgado de Internet la obra Introduction à l'environnement et au développement durable que según el CNRS constituye una auténtica introducción a las ciencias del medioambiente y del desarrollo sostenible.

Destinada a los estudiantes y al gran público, ha sido desarrollada por 80 científicos. ¿Para cuándo la traducción y distribución en centros de enseñanza de habla hispana?

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08/02/2008 Comentarios

Reseñas

Más rápido que la velocidad de la luz Alicia Montesdeoca , 30/01/2008


Esta obra no es una herejía, sino una esperanza



Ficha técnica
Título: “Más rápido que la velocidad de la luz”. Historia de una especulación científica
Autor: Joâo Magueijo
Editorial: Fondo de Cultura Económica de Argentina, S.A. 2ª Edición. Buenos Aires, 2006

En esta obra Joao Magueiro se atreve a conmover un “sólido” pilar de la ciencia moderna, cuestionando a uno de sus más grandes genios, Einstein, y a la más importante de sus teorías: la teoría de la relatividad y su principio sobre la velocidad constante de la luz. Como el autor mismo explica: “Enstein se dio cuenta de que, si la velocidad de la luz no cambiaba, necesariamente tenían que cambiar otras cosas, a saber: la idea de que existen un espacio y un tiempo universales que no se modifican, conclusión escandalosa porque contradice la intuición”, dice Mangueiro.

Tamaña osadía sólo puede provenir de una inquietud interna que se alimenta de la corriente que impulsa a las mentes abiertas a no conformarse con respuestas cerradas, ni a dejar que se les acaben las preguntas.

La idea que lleva al autor a adoptar una posición de riesgo, dentro de un mundo que se siente cómodo con ciertos dogmas, es la que postula “la variabilidad de la velocidad de la luz (VSL, sus siglas en inglés), con la hipótesis de que dicha velocidad fuera mayor por las condiciones existentes en los primeros instantes del Universo. Dicha idea le entusiasmaba, a pesar de la indiferencia con que fue oída cuando la compartió con el entorno científico más cercano.

“Para mi sorpresa, dice el autor, esa hipótesis parecía resolver al menos algunos de los problemas cosmológicos sin recurrir a la inflación. De hecho, la solución parecía inevitable de acuerdo con la teoría de la velocidad de la luz variable. Parecía que los enigmas que planteaba el big bang sugerían precisamente que la velocidad de la luz era mucho mayor en los comienzos del universo, y que en un nivel fundamental la física debería descansar sobre una estructura más rica que la teoría de la relatividad”.

Entre los científicos, cuestionar los dogmas teóricos de la ciencia no es nada nuevo. Lo nuevo que incorpora el autor es mostrar este cuestionamiento al público ajeno a ese círculo. Socializar la duda ante un conocimiento que se ha comunicado a los legos como conjunto de verdades sin grietas.

A través de ese conocimiento presentado como acabado e inmutable es como cada generación asume las creencias de la ciencia. Sólo unos pocos, los privilegiados, los genios, los inconformistas, los cómicos, los supervivientes o los poetas son capaces de cuestionar el paradigma impuesto.

Con la especulación científica surgen las acaloradas polémicas, pero también se deshace la coraza del método científico, siempre tan amurallado, dificultando el paso de las nuevas formas de mirar y de comunicarse entre sí las disciplinas, permitiendo surgir un conocimiento que no fija fronteras.

Al final de todo el recorrido que el cuestionamiento pone en marcha, las hipótesis se demuestran o no; quizás queden pendientes a que nuevos conocimientos permitan enjuiciar, en sus justos términos, la “pelea” de algún científico y de sus colaboradores por sacar del anonimato sus investigaciones, sus propuestas, o su interpretación de la realidad.

De esta forma, las certezas que sirvieron para consolidar un cuerpo de conocimientos se abandonan, pues la búsqueda de nuevos horizontes requiere que nos abandonemos a la incertidumbre para caer en brazos de las probabilidades que se abren con esa decisión.

Ahora bien, lo más importante, humanamente hablando, es que todo ese esfuerzo da sentido a una vida y ese mismo sentido es el que permite a la Ciencia salir de su habitáculo y abrirse a nuevos horizontes. Todo ese proceso de poner a prueba ideas nuevas y, luego, aceptarlas o rechazarlas, constituye la ciencia.

El autor termina por concluir que no hay ninguna humillación en el hecho de que se descarte una teoría ideada por nosotros. La historia de la ciencia está repleta de tanteos, “se trata de tanteos en la oscuridad, de intentos sucesivos que la mayoría de las veces sólo conducen al fracaso, pero también de una búsqueda apasionada y de un entusiasmo sin límites por lo que se hace”.

Es importante considerar de toda esta obra lo que de experiencia personal tiene. En ese sentido también es una obra pedagógica. El autor cree en una idea que le inspira nuevas preguntas, a continuación empieza a respetarla y termina sintiendo devoción por ella. Este es un proceso necesario para que la voluntad de materializar o crear algo surja. Esa determinación permite que por fin se materialicen las condiciones necesarias para desarrollarla y que se encuentre a los compañeros de camino, tal y como a Joâo Magueijo le ocurrió. El autor es un gran comunicador, un apasionado creyente de la ciencia que ha logrado entusiasmar a otros buscadores de respuestas

El resultado final de esta experiencia narrada con tanta capacidad comunicadora es que a estas alturas “la teoría de la velocidad variable de la luz ha abandonado ya su cuna cosmológica” y se utiliza para resolver otros problemas. Su desarrollo ayuda a cuestionarse otros dogmas que se presumían intocables dentro del mundo científico en general y dentro de la cosmología en particular. Los afectados posibles, según el autor, sería la cosmología, la teoría de los agujeros negros, la astrofísica, la teoría cuántica…

Estructura de la obra

La obra se divide en dos partes. En la primera el autor establece el marco histórico desde el cual parte la cultura científica sobre la velocidad constante de la luz. En la segunda parte, Magueijo desgrana la experiencia de su búsqueda, los resultados y las conclusiones a los que llega a lo largo de todo el proceso.

Biografía

Joao Magueijo nace en 1967 en Évora, Portugal. Recibió su doctorado en la Universidad de Cambridge, obtuvo una beca de investigación en el St. John’s College de Cambridge y más tarde recibió otra en la Royal Society. Actualmente es profesor de física teórica en el Imperial College de Londres. Ha sido investigador visitante en la Universidad de California en Berkeley y en la Universidad de Princeton.
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30/01/2008 Comentarios

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