Notas
Hoy escribe Gonzalo del Cerro
Cronología de los HchAp (I) En opinión de Junod-Kastli, se trata de un auténtico “cassetête” El único dato concreto de que disponemos es la referencia de Tertuliano en su obra De baptismo, fechada en los alrededores del año 200. De ahí podrían surgir posibles evidencias basadas en las relaciones de los HchPl con otros HchAp. Sin embargo, el texto de Tertuliano presenta algunas dificultades nada despreciables. Se discute ente todo si en el original de Tertuliano se leía Acta Pauli quae perperam scripta sunt (Los Hechos de Pablo, escritos por error o indebidamente) o simplemente Pauli scripta (Escritos de Pablo). En el primer caso no está claro si los citados HchPl son los Hechos de Pablo y Tecla o el conjunto de los textos aceptados hoy como integrantes de los primitivos HchPl. En el segundo caso, según la lectura preferida por S. L. Davies en su artículo publicado en Semeia 38, 1986, pp. 139-143, se trataría de una carta apócrifa de Pablo en la que se justificaría el ministerio de las mujeres en orden a bautizar y predicar. El artículo trata de “Las mujeres, Tertuliano y los HchPl”. Davies intenta demostrar que las razones de Tertuliano no se ajustan a los Hechos completos de Pablo. Pues ni en ellos se da a Tecla la autorización para bautizar, ni se añade nada especial al prestigio de Pablo, ni es lógico que goce de tanto predicamento un escrito por el que su autor fue depuesto de su cargo. Debió de ser, en consecuencia, una carta apócrifa, escrita como si fuera de Pablo que, descubierta la superchería, fue olvidada y se perdió. Si esto fuera así, nos quedaríamos sin el único apoyo válido para esclarecer la cronología de los HchAp, y todo se reduciría a los argumentos de carácter interno, como son el ambiente, la ideología, las modas literarias, el desarrollo dogmático, etc. El mismo W. Schneemelcher introduce cambios en su opinión desde la edición 4ª (1974) a la 5ª (1989) de sus Neutestamentliche Apokryphen II. En la de 1974 aceptaba loa lectura que omite la mención de los Acta a favor de Scripta (p. 222); en la de 1989, al aceptar la lectura Acta Pauli, modifica también su anterior interpretación. Reconoce, no obstante, que el texto presenta algunas importantes dificultades. Con estas salvedades, las conclusiones acerca de la cronología absoluta de los HchAp queda un tanto en entredicho. Mucho más, si como es bastante probable, algunos Hechos han sido objeto de más de una redacción, como es el caso de los HchAnd, HchJn y HchTom. La fecha que Junod-Kaestli, autores de los Acta Johannis en Brepols (1983), señalan para la composición de los HchJn, alrededores del año 150, choca con el dato de la destrucción del templo de Ártemis (HchJn 37-42), sólo explicable para muchos autores si ya ha tenido lugar la destrucción del referido templo a manos de los godos en el año 263. Así opinan, entre otros, E. Plumacher en su artículo de la PW en 1978 y A. Piñero en su artículo sobre la “Cronología relativa de los HchAp” en el homenaje a Luis Gil. Entre ambas redacciones mediarían unos años, durante los cuales la ideología de los Hechos podría haber sufrido sensibles variaciones. Pero, ¿qué podemos concluir sobre la cronología de los HchAp tal como presumimos que fueron compuestos? Creo que, a pesar de las dificultades, el texto de Tertuliano puede entenderse como referido a los HchPl, una de cuyas partes la integran los Hechos de Pablo y Tecla. Éstas son mis razones contra las apreciaciones de Davies: 1. El autor podía quedar desacreditado al defender las actitudes que justificaban la actividad ministerial de las mujeres. Tanto más cuanto que Pablo les había prohibido hablar en las asambleas (1 Cor 14,34). Era, además, poco probable que se pretendiera atribuir semejante práctica a una carta apócrifa de Pablo, quien ya había defendido manifiestamente lo contrario. 2. Es verdad que en los HcPl no da el Apóstol a Tecla la facultad de bautizar. Pero Tecla se bautiza a sí misma sin que merezca por ello el más mínimo reproche (HchPlTe 34,1). Y después la envía Pablo a predicar la palabra de Dios (HchPlTe 41,1) con el uso del presente dídaske de valor habitual. Además, queda siempre la posibilidad de que existieran pasajes, ahora perdidos, en los que se defendiera tal posibilidad para las mujeres. En cambio, es mera especulación pensar que los HchPl han sido escritos por una mujer que usaría tradiciones contadas entre mujeres. Y más todavía, que el escrito en cuestión sea una carta apócrifa de Pablo y no los Hechos Apócrifos. 3. Pero aunque Tertuliano se refiriera solamente a los pasajes de HchPlTe, también en ellos queda ensalzada la figura de Pablo como hombre y como predicador. A pesar del protagonismo de Tecla en el fragmento, la joven sigue considerándose como un corderillo que suspira por su pastor que es Pablo (HchPlTe 21)- 4- El último argumento de Davies (no es probable que tuviera tanto éxito una obra que había provocado la desgracia de su autor) tiene solamente un peso relativo. Pues Tertuliano pretende con su noticia quitar al escrito una autoridad de la que gozaba. Pero, además, habría que admitir que todo el que conocía los HchPl sabía las consecuencias que su composición había tenido para su autor, quien en opinión de Tertuliano se vio obligado a loco decessisse (dimitir de su cargo) (Fotografía del entierro de Tecla en la catedral de Tarragona) Saludos cordiales. Gonzalo del Cerro
Jueves, 11 de Junio 2009
Comentarios
NotasHoy escribe Antonio Piñero Para hacernos una idea sobre cómo evoluciona el concepto del mesianismo en Israel hasta llegar a los momentos en los que vivió Jesús no hay más remedio que –salvo una excepción, el Libro de Daniel- recurrir a textos luego declarados “apócrifos” por el judaísmo del siglo II d.C., decisión que aceptó la Iglesia cristiana, aunque tenía a muchos de esos textos en gran estima, como inspirados, y ciertamente como lectura espiritual. Sin embargo, la literatura mesiánica contenida sobre todo en los Apócrifos del Antiguo Testamento –que se desarrolla con energía en torno al siglo II a.C. en adelante- no nació de la nada. Citábamos al principio de esta serie acerca del mesianismo a Florentino García Martínez, el editor de textos de Qumrán y traductor español de este conjunto, y ahora vamos a tomar como guía a Paolo Sacchi, citado en la nota del día anterior, pues ha tratado de una manera competente el tema del mesianismo antes de la era cristiana en su obra Historia del judaísmo en la época del Segundo Templo (Trotta, Madrid, 2004, capítulo 14, pp. 405-432). Dicho esto, no es necesario citarlo de nuevo constantemente. Aunque se ha señalado que el vocablo hebreo y arameo masiah no indica nunca en el Antiguo Testamento una figura salvadora del futuro, es posible extraer de los textos veterotestamentarios una noción mínima de “mesías” de modo que veamos cómo estos inicios sirven de base a desarrollos posteriores. En el pensamiento hebreo existe una categoría que podemos señalar con el nombre de mesianismo y que está construida sobre dos elementos fundamentales: · El primero es la certeza de la llegada de un mundo feliz en un tiempo futuro imposible de precisar; · El segundo, estrictamente ligado al primero, es la convicción de que este mundo feliz del futuro no será obra de fuerzas únicamente humanas, sino también de un mediador dotado por Dios de carismas particulares. Llamaremos “mesías” a la figura de todo mediador de salvación, cualquiera que sea su naturaleza. Por otra parte, esta espera de un mundo futuro profundamente mejor respecto al que se vive no es realmente distinto a éste aunque algunos profetas hablen de que Dios establecerá en él una nueva alianza con Israel. Es famoso el pasaje de Jeremías al respecto: « 31 He aquí que días vienen - oráculo de Yahvé - en que yo pactaré con la casa de Israel (y con la casa de Judá) una nueva alianza; 32 no como la alianza que pacté con sus padres, cuando les tomé de la mano para sacarles de Egipto; que ellos rompieron mi alianza, y yo hice estrago en ellos - oráculo de Yahvé -. 33 Sino que esta será la alianza que yo pacte con la casa de Israel, después de aquellos días - oráculo de Yahvé -: pondré mi Ley en su interior y sobre sus corazones la escribiré, y yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo. 34 Ya no tendrán que adoctrinar más el uno a su prójimo y el otro a su hermano, diciendo: «Conoced a Yahvé», pues todos ellos me conocerán del más chico al más grande - oráculo de Yahvé - cuando perdone su culpa, y de su pecado no vuelva a acordarme. » Aunque Isaías 65,17 hable de la creación de “cielos nuevos” se refiere naturalmente al reinado de Dios en la tierra de Israel que no es esencialmente distinta a la que fue, sino que está muy mejorada por el establecimiento del reinado de Dios, que aporta tanto bienes espirituales como materiales: « 17 Pues he aquí que yo creo cielos nuevos y tierra nueva, y no serán mentados los primeros ni vendrán a la memoria; 18 antes habrá gozo y regocijo por siempre jamás por lo que voy a crear. Pues he aquí que yo voy a crear a Jerusalén «Regocijo», y a su pueblo «Alegría»; 19 me regocijaré por Jerusalén y me alegraré por mi pueblo, sin que se oiga allí jamás lloro ni quejido. 20 No habrá allí jamás niño que viva pocos días, o viejo que no llene sus días, pues morir joven será morir a los cien años, y el que no alcance los cien años será porque está maldito. 21 Edificarán casas y las habitarán, plantarán viñas y comerán su fruto. 22 No edificarán para que otro habite, no plantarán para que otro coma, pues cuanto vive un árbol vivirá mi pueblo, y mis elegidos disfrutarán del trabajo de sus manos. 23 No se fatigarán en vano ni tendrán hijos para sobresalto, pues serán raza bendita de Yahvé ellos y sus retoños con ellos (Isaías 65,17-23). » Como se ve por este texto en un principio, y en general, no siempre el concepto de mesianismo está ligado a la figura de un hombre, profeta, rey u otro personaje. Por esta razón, el concepto de “mesías” termina convirtiéndose en algo que tiene múltiples facetas por la dificultad de diferenciar lo que es esencial al mesianismo de lo que no lo es. Pero una cosa es clara desde el principio –como lo señala la expresión misma de “mesianismo” derivada de un adjetivo aplicado a un hombre— lo mesiánico está ligado a la concepción de un “mesías” humano. El concepto del “mesianismo” puede aparecer también de forma más abstracta, vinculado exclusivamente a la fe en un acto salvífico de Dios. Por tanto –se pregunta Sacchi- es necesario formularse la cuestión si el elemento fundamental del mesianismo es el mesías o quizás más bien la esperanza mesiánica, es decir, la esperanza basada en elementos de la Escritura gracias a los cuales vendrá un día maravilloso en el que “el lobo y el cordero pastarán juntos”, cualquiera que sea el modo en el que se realice este mundo nuevo. Éste podría nacer de la intervención directa de Dios que crea ese mundo nuevo de la misma manera que ha creado el presente, o podría surgir de la obra misma del hombre al poner en práctica todos los mandamientos de la Ley. Pero también podría producirse, de conformidad con gran parte de la tradición bíblica, por la intervención de una figura excepcional imaginada muchas veces como un rey que actúa como instrumento de Dios. En realidad, al utilizar el término “mesianismo” se entiende casi siempre sólo este último tipo. La forma más antigua es la del mesianismo real. Ya sabemos, como apuntó Florentino García Martínez y otros muchos que su fundamento en la Biblia hebrea está en la profecía de Natán tal como se narra en el cap. 7 del segundo libro de Samuel: “Tu casa y tu reino estarán seguros por siempre ante mí; tu trono será estable por siempre”. Ahora bien, en realidad se trata de un texto que, al menos en la forma en que ha llegado hasta nosotros, es ciertamente muy posterior al hecho narrado y refleja esencialmente la ideología respecto a la salvación del redactor de los libros históricos, un monárquico convencido que reescribe toda la historia de los reyes de Israel en época del Exilio, o posterior, probablemente en Palestina. Seguiremos con estos antecedentes del mesianismo en el Antiguo Testamento. Saludos cordiales de Antonio Piñero. www.antoniopinero.com …………….………………… Hoy en el “Blog de Antonio Piñero” se trata del siguiente tema: “¿Se formó la tradición sobre Jesús sin influencia alguna de la creencia en su resurrección?” Manera de entrar, si a alguien le interesare: pinchar en el enlace que se halla en la página presente, abajo en la derecha. Saludos de nuevo.
Miércoles, 10 de Junio 2009
NotasHoy escribe Antonio Piñero Dijimos en la postal/nota del otro día que con Zorobabel comenzaba en Israel una nueva esperanza escatológica, con un nuevo gobierno que podía calificarse de mesiánico porque inauguraba una era nueva, que muchos judíos creían que era definitiva… en la tierra de Israel. Paolo Sacchi la describe así: La atmósfera que envolvió en un primer momento a los dos ungidos fue de gran entusiasmo. Se sabían guiados por el descendiente de David, y el profeta Zacarías vio (4,6-7) que todos los obstáculos se deshacían ante Zorobabel gracias a la intervención milagrosa de Dios. El reino de David estaba renaciendo. Había una atmósfera de milagro; se sentía a Dios presente para “reconstruir y plantar”, como había predicho el profeta Jeremías (31,28). La travesía del desierto era el anticipo de la del Mar Rojo: la nueva dedicación del templo ampliado debía aparecer como el signo tangible por parte de Dios de que el Orden Nuevo, del cual habían hablado ciertas profecías, si aún no había comenzado estaba al menos a punto de nacer. Decía el profeta Ageo: « Ahora reflexionad bien, desde este día y en el futuro: antes de que se comenzara a poner piedra sobre piedra en el templo de Yahvé, ¿qué era de vosotros? Se iba a un montón (de grano) del que se esperaban veinte medidas y no había más que diez; se iba a un tonel para sacar cincuenta cántaros y no había más que veinte. Los herí con tizón, con añublo y con granizo en todas las labores de sus manos. …Reflexionad bien… El grano (no falta) en el granero, la vid, el higo, la granada, el olivo dan sus frutos. ¡De ahora en adelante los bendigo!” (Ageo 2, 15-19). » A estas palabras de Ageo hacen eco otras de Zacarías: « Así dice Yahvé Sebaot: ‘Tomen fuerza de nuevo vuestras manos. … Antes de estos días no había salario para el hombre… para quien salía y para quien entraba (es decir para todos los que se ejercitaban en alguna actividad) no había seguridad alguna debido al enemigo. Era yo quien ponía a los hombres unos contra otros. Mas ahora no seré ya como he sido antes hacia el resto de este pueblo. Oráculo de Yahvé Sebaot. Siembro la paz: la vid dará su fruto, la tierra dará sus productos, el cielo dará su rocío. Daré todo en posesión al resto de este pueblo. Y como habéis sido maldición en medio de las gentes ¡oh casa de Judá y de Israel! así, en cuanto os haya salvado, llegareis a ser una bendición. No temáis; tomen vigor vuestras manos (Zacarías 8, 9-13). » El reino de David renacía: se habría logrado de nuevo la unidad de todo el pueblo (Judá e Israel), el bienestar, y todo ello en una inabarcable y grandiosa espera de la revelación del Dios de Israel a todas las naciones por medio de Israel. El triunfo de Zorobabel no habría sido la consecuencia de su fuerza armada y no tenía ninguna importancia que la ciudad no pudiera ser fortificada. Dios mismo sería el verdadero e imprevisible baluarte contra todos sus enemigos (Zac 2,8-9). La llegada de los repatriados desde el exilio de Babilonia debió presentarse como una ventaja incluso para los que se habían quedado en el país y puede pensarse que la comunidad en su conjunto habría recibido inicialmente alguna ventaja. En realidad las cosas sucedieron de modo muy distinto al que en un primer momento habían esperado Ageo y Zacarías, ya que existían las premisas para una guerra civil: contrastes de intereses que se radicalizaban en ideologías distintas. De esta guerra, que la tradición inmediatamente posterior trató de esconder, han quedado huellas en el libro de Zacarías, especialmente, en los capítulos 3 y 12. Hasta aquí Paolo SAcchi En esos capítulos se habla de una guerra civil y de un homicidio que la hizo concluir. El asesinado había sido Zorobabel…, el último rey en Judá de estirpe davídica. La desaparición del descendiente de David debió suscitar problemas en muchos porque la idea de que la casa reinante era garantía de salvación para todo el pueblo (porque proporcionaba la paz y la posibilidad de conseguir los bienes necesarios y con ellos la salvación) estaba muy difundida. Comenta Sacchi de nuevo: El recuerdo de Zorobabel en el clima de unidad nacional logrado después de su desaparición resultó incómodo: su figura recordaba a todos la dinastía davídica, los poderes y favores divinos de los que había gozado. El deseo de hacer desaparecer de la memoria al último descendiente de David, el último "ungido" real, emerge en la historia de la más antigua tradición del pasaje de Zac 6,9-15. El texto fue retocado justamente con el objeto de hacer desaparecer al ungido de David. Este pasaje está corrupto por una corrupción antiquísima y voluntaria, orientada a reducir la importancia del ungido davídico a favor del ungido sacerdotal. He aquí el texto tal como aparece hoy en las partes que fueron retocadas y que indican la corrupción. Dice Dios por boca del profeta: "Toma plata y oro y haz coronas que pondrás sobre la cabeza de Josué…, el sumo sacerdote. Le dirás: 'He aquí el hombre cuyo nombre es Germen…, él reconstruirá el Templo…, se sentará como soberano en el trono y sobre el trono habrá un sacerdote. Entre ellos dos habrá un perfecto entendimiento. La corona será…". Está claro que en el texto original estaba escrito que el profeta debía hacer dos coronas, una de plata y otra de oro, una para Josué y otra para Zorobabel. Las palabras que siguen y que ahora parecen dirigidas a Josué, debían referirse a Zorobabel: el apelativo "germen" pertenece al mesianismo real (cf. Zac 3,8 y 4,10); es él quien debería haberse sentado a gobernar, mientras que Josué habría sido "el sacerdote sentado en su trono". En el texto griego ha quedado también alguna otra palabra que deja entrever aún mejor el sentido del pasaje original compuesto cuando estaban por comenzarse los trabajos de restauración del Templo; el pasaje agrega respecto al hebreo después de "sentado en su trono" la expresión "a su derecha". Estas correcciones son bastante ingenuas, pero ciertamente correcciones, y dan testimonio de un capítulo del proceso de afirmación del sacerdocio sadoquita, es decir se establecen las bases aún más fuertes para que en época posterior –como se verá sobre todo en los manuscritos de Qumrán- pueda concebirse que en época mesiánica habrá de existir en Israel no un mesías, sino dos y a la vez: el mesías guerrero-político y el mesías sacerdotal, encargado de enseñar la Ley al pueblo. Seguiremos. Saludos cordiales de Antonio Piñero. www.antoniopinero.com …………….………………… Hoy en el “Blog de Antonio Piñero” se trata del siguiente tema: “¿Sólo se recordó a Jesús... o se reinterpretó?” Manera de entrar, si a alguien le interesare: pinchar en el enlace que se halla en la página presente, abajo en la derecha. Saludos de nuevo.
Lunes, 8 de Junio 2009
NotasHoy escribe Antonio Piñero Dijimos en el comienzo de esta serie sobre la concepción de “mesías” en el judaísmo que nuestro interés primordial es reflexionar si el posible mesianismo de Jesús –en caso de que el menos al final de su vida se considerara como tal, de lo que muchos estudiosos albergan dudas- implicaba o no que él creyese que comportaba al menos cierta condición divina. Y como no tenemos textos directos en el Evangelio para responder a esta cuestión con toda seguridad, debemos tornar nuestro ojos al judaísmo de la época de Jesús –y un poco anterior- para ver qué es lo que pensaban los judíos acerca de aquellas personas a los que de algún modo habían aclamado como mesías de alguna manera. Dijimos también que en Antiguo Testamento no hay mesías. Y nos parece que esta afirmación se acerca a la verdad. Sin embargo, hay dos casos en la época postexílica, en concreto a partir del 539 a.C. en el que el uso empieza a acercarse a lo que podría ser la concepción un mesías-rey poterior: el de Ciro el Grande, que no es ni siquiera judío y el de Zorobabel, el último vástago de la rama de David. Pero el que a estos dos personajes se les designe en alguna ocasión con el vocablo mesías, nos señala con nitidez como el que ejerce esa función es un mero ser humano, por mucho que su “contacto” con la divinidad sea excelso. Según la tradición judía, Ciro el Grande, persa de nación, de la estirpe de los aqueménidas, conquista Babilonia en el 539 a.C., después de haber derrotado a los lidios (su monarca más era el proverbialmente opulento y rico Creso) y a los medos. Por necesidades u oportunidad política, Ciro adoptó una política de tolerancia religiosa para con los diversos pueblos de su extenso imperio, para que al menos en ese flanco no hubiera tensiones él. En el ámbito de esta política Ciro decidió permitir a sus súbditos judíos (los aqueménidas, al conquistar Babilonia se hicieron dueños automáticamente de Israel, que estaba bajo su soberanía desde la caída de Jerusalén en el 587) la reconstrucción de las murallas en la capital de la provincia de Judea, la reconstrucción del Templo de Jerusalén, que existía en semirruinas, y la devolución de los objetos sagrados del Templo de Jerusalén , transportados a Babilonia como señal de dominación por Nabucodonosor. Parece también que emitió un edicto por el que se permitía la vuelta de los exiliados en Babilonia –familias prominentes todas ellas- a tierras de Israel. Y decimos “parece” porque hay serias dudas al respecto, puesto que la misma tradición hebrea parece indicar que el primer retorno de los exiliados fue en tiempos del sucesor de Ciro, Darío I en torno al 521 a.C. Pero es probable que fuese Ciro el que primero diese, o esbozase, el decreto que permitía la vuelta. De lo contrario no se hubiera producido lo que nos interesa ahora: la tradición profética recogida en Isaías lo proclama “justo” (Is 41,2), “pastor” (= buen rey: Is 44,28) y “ungido” o “mesías” Isaías 45,1. He aquí el texto: « Así dice Yahvé a su ungido (“mesías”) ) Ciro, a quien he tomado de la diestra para someter ante él a las naciones y desceñir las cinturas de los reyes, para abrir ante él los batientes de modo que no queden cerradas las puertas. » Podríamos calificar, pues, de “esperanzas mesiánicas” las expectativas de retorno de los exiliados a la tierra de Israel. Pero la figura del “ungido”/”mesías” se aplica un rey, un ser humano, y además un gentil, no judío. Este primer uso del vocablo en la línea de las expectativas que posteriormente serán mesiánicas quedó muy grabado en la memoria histórica del pueblo de Israel. De alguna manera Ciro fungía el cargo de verdadero “pastor” del pueblo de Israel, al que se le permitía el retorno a la tierra. Pero es claro que el “mesías” es un simple ser humano. Lo mismo ocurre con Zorobabel. Cuenta Paolo Sacchi en su Historia de Israel en la época del Segundo Templo (Trotta, Madrid, 2004, p. 51) que “Sesbasar, hijo de Joaquín, ocupaba el trono de Judá como rey vasallo cuando Ciro invadió Babilonia. En Esdras 1,8, se le menciona como nasi’ de Judá. Esta expresión debe entenderse en sentido técnico: "rey vasallo de Judá". A este Sesbassar en el mismo libro de Esdras se le atribuye el título de pehah "gobernador" (5,14). “A Sesbasar le sucedió su sobrino Zorobabel, hijo de su hermano. De él recuerda la Biblia sólo el título de pehah (cf. Ag 1,1 y 2,21: texto hebreo), no el de nasi’, pero ciertamente tuvo también este último. La figura de Zorobabel fue el centro de una dura lucha que al final perdió. Por ello la tradición, la de los vencedores, conservó el recuerdo de que Zorobabel guió una primera columna de exiliados que volvían de Babilonia en el año 520 a.C., pero censuró su título real. Lo mantuvo sin embargo en algunos pasajes donde era posible interpretar el texto no en clave política sino mesiánica. Véase Ag 2,23 y Zac 4,14 (el “ungido”) y 6,12 (el “germen”). El haber guiado la columna de regreso de exiliados y el haber sido nombrado rey y gobernador de los judíos colocó de inmediato a Zorobabel en un ámbito ideal. Inauguraba una nueva etapa del pueblo donde parecía que todo el esplendor del pasado iba a renacer: se reinstauraba el reino de David y parecía que “para siempre”, pues contaba con el apoyo de los poderosos persas. En la historia del mesianismo judío la designación de Zorobabel como “ungido” tiene importancia porque a su lado aparece también –recordemos que estamos en los inicios del mesianismo tal como lo entendemos hoy- una figura mesiánica complementaria, la del sacerdote Josué: "Volvió el ángel que hablaba conmigo y me despertó como a un hombre que es despertado de su sueño. Y me dijo: «¿Qué ves?» Dije: «Veo un candelabro todo de oro, con una ampolla en su vértice: tiene siete lámparas y siete boquillas para las siete lámparas que lleva encima. 3 Hay también dos olivos junto a él, uno a su derecha y el otro a su izquierda.» Proseguí y dije al ángel que hablaba conmigo: «¿Qué es esto, señor mío?» Me respondió el ángel que hablaba conmigo y me dijo: «¿No sabes qué es esto?» Dije: «No, mi señor.» Prosiguió él y me habló así: Esta es la palabra de Yahveh a Zorobabel. No por el valor ni por la fuerza, sino sólo por mi Espíritu - dice Yahveh Sebaot – […] 11 Entonces tomé la palabra y le dije: «¿Qué son esos dos olivos a derecha e izquierda del candelabro?» (Añadí de nuevo y le dije: «¿Qué son las dos ramas de olivo que por los dos tubos de oro vierten de sí aceite dorado?») El me habló y dijo: «¿No sabes qué es esto?» Dije: «No, mi señor.» Y él me dijo: «Estos son los dos Ungidos que están en pie junto al Señor de toda la tierra» "(Zacarías 4,1-6. 11-14). « Los “olivos” y ungidos (“hijos del aceite” según la expresión hebrea) son los dos mesías. » Empieza a nacer la ideología mesiánica propiamente tal en Israel…, pero los mesías son puramente hombres…, eso sí, con especial contacto con la divinidad. En la próxima entrega veremos cómo Paolo Sacchi describe el nacimiento de las esperanzas mesiánicas tras el exilio. Saludos cordiales de Antonio Piñero. www.antoniopinero.com …………….………………… Hoy en el “Blog de Antonio Piñero” se trata del siguiente tema: “Sobre el valor histórico de los Evangelios (Montserrat y su "Galileo armado"IV y V)" Manera de entrar, si a alguien le interesare: pinchar en el enlace que se halla en la página presente, abajo en la derecha. Saludos de nuevo.
Viernes, 5 de Junio 2009
Notas
Hoy escribe Gonzalo del Cerro
El autor de los HchAp (II) Otro problema, debatido por los expertos, es el carácter de colección que podrían tener los Hechos Apócrifos de los Apóstoles. La afirmación de Focio es categórica. Trata de un libro denominado Los viajes (períodoi) de los apóstoles, en el que están contenidos los cinco Hechos más antiguos. En el mismo sentido podría interpretarse el testimonio de Orígenes recogido por Eusebio de Cesarea (H. E. III 1), en el que se dan noticias de un reparto de zonas de evangelización entre los apóstoles y se mencionan concretamente las correspondientes a Tomás, Andrés, Juan, Pedro y Pablo. En cambio, algo parece abogar por una colección en el testimonio del ya citado Salterio Maniqueo publicado por C. R. C. Allberry en uno de cuyos salmos –el de la paciencia- se ofrecen ejemplos de los apóstoles Pedro, Andrés, Juan, Santiago, Tomás y Pablo con datos tomados de los HchAp correspondientes. La inclusión de Santiago tiene varios puntos oscuros, entre ellos, la confusión del Hermano del Señor con el hijo de Zebedeo. Creo, no obstante, que frente a los datos objetivos, pierde importancia la cuestión sobre una posible eventual colección. Y el hecho objetivo es que los numerosos puntos de contacto entre estas obras dan pie para que hayan podido ser considerados como escritos gemelos, independientemente de que hayan circulado separados unos de otros o formando parte de un conjunto. La eventual colección podría haber surgido en épocas posteriores a causa precisamente de sus innegables semejanzas. Colección que podría haberse formado aun en el caso, comúnmente aceptado, de que se trata de obras de distintos autores. Pero, desgraciadamente, los datos sobre autores de los HchAp son escasos o inexactos. El nombre de Leucio dice muy poco porque, como hemos dicho, los HchAp no pueden atribuirse razonablemente a un solo autor. De los HchAnd a los HchTom hay una gran distancia en madurez teológica o en precisión sobre temas como la jerarquía y el ritual sacramental. Posiblemente, sea también grande la distancia geográfica de sus probables lugares de origen (Alejandría y Siria) o la lingüística en sus respectivos idiomas originales, griego para los HchAnd y siríaco para los HchTom. Algo parecido sucede con los HchJn y los HchPe. Los Hchjn podrían ser originarios de Egipto (Alejandría), mientras que los HchPe parecen ser de Roma o de Asia Menor. Los HchJn ceden más a la tentación retórica, los HchPe exponen más hechos que doctrina. Los HchJn recurren a la Escritura como de lejos en forma de alusiones y terminología; los HchPe hacen un mayor uso de la Biblia, incluido el Antiguo Testamento con citas explícitas y textuales. Los HchPl nacen en Asia Menor, si hemos de dar crédito al testimonio de Tertuliano (De baptismo, 17). De su autor sabemos que es un presbítero que escribe por amor a Pablo con el deseo de añadir nuevos perfiles al prestigio del apóstol de los gentiles. Creo que en el texto de Tertuliano podemos ver reflejada la personalidad de los autores de los demás HchAp. Son cristianos cultos, que conocen las Escrituras y las mencionan con relativa soltura; desean ensalzar la figura de los apóstoles protagonistas y mover a los fieles con el ejemplo de sus virtudes y de su muerte; viven dentro de la ortodoxia de la Gran Iglesia, cuya doctrina tanto dogmática como moral presentan dentro de los parámetros propios de la época. Delatan en sus textos influencias muy marcadas, como son la moda literaria del momento (sensible, sobre todo, en HchAnd, HchJn y HchTom) o la doctrina de movimientos como el gnosticismo y el encratismo, tan perceptibles en ciertos ambientes cristianos de los siglos II y III. Todo lo demás que se pueda decir acerca del tema no pasa de ser una hipótesis basada más en apreciaciones de carácter general que en argumentos cocretos. Saludos cordiales. Gonzalo del Cerro
Jueves, 4 de Junio 2009
NotasHoy escribe Antonio Piñero Da toda la impresión al leer a Flavio Josefo que en la época de Juan Bautista y de Jesús de Nazaret la sensación continua del pueblo era la de vivir en una perenne ocupación extranjera: Jerusalén había dejado de ser la capital administrativa, para ocupar su puesto una ciudad nueva fundada por Herodes el Grande: Cesarea marítima, llena de paganos. El ejército romano se hacía visible por doquier, especialmente de modo molesto en la ciudad santa, al lado del Templo (la Torre Antonia, fortaleza ocupada por los romanos que vigilaba el Santuario). Los tributos (capitación y otras gabelas) hacían recordar en todo momento a los israelitas piadosos que gran parte del producto de la tierra de Yahvé iba a manos de gentiles. Aunque los romanos permitieron una amplia autonomía a las instituciones judías -la jurisdicción civil y religiosa seguía en manos del sanedrín de Jerusalén- y aunque las autoridades romanas buscaran al menos teóricamente la paz del territorio respetando en lo posible los sentimientos religiosos de las gentes, la brecha entre el Estado romano y el pueblo judío se hizo casi infranqueable. De una manera u otra, con más o menos fuerza el espíritu de los celotas se hizo general entre la mayoría de la población. Los judíos piadosos sentían que estaban viviendo en un país ocupado. El control de los romanos, paganos, sobre el territorio de Dios, sobre la ciudad santa y su Templo, era una abominación. Muchos estaban convencidos de que la situación era tan mala que Dios no tardaría en poner remedio a estado tan contrario a los deseos divinos, puesto que su pueblo no podía guardar la Ley sin impedimentos y el país no estaba libre del acoso pagano. No cabe duda de que muchos podrían desear en su corazón que comenzara una guerra de liberación nacional que Dios, con su ayuda especial, se encargaría de concluir. Otros años de grave tensión se sucedieron durante el gobierno de Poncio Pilato (26-36 d. C.), momento en el que hubo pequeños pero continuos movimientos antirromanos. La situación aparente era de cierta tranquilidad, pero Pilato hostigaba de continuo la sensibilidad religiosa de sus gobernados. Sabemos que introdujo en la ciudad santa, Jerusalén, estandartes romanos con la imagen del emperador Tiberio, lo que casi provoca un alzamiento popular sangriento, y también que intentó aplicar los dineros del Templo para construir un acueducto para uso de la capital. Aportar más agua era en sí una buena idea, pero significaba apropiarse de los tesoros sagrados, lo que provocaba sentimientos unánimes de repulsa. Otro caso, esta vez muy sangriento, fue el asesinato por parte del Procurador de unos peregrinos galileos que estaban presentando sus ofrendas al Templo (Evangelio de Lucas 13,1). Este hecho debió de ocurrir porque esos galileos provocaron algún disturbio de orden público –ciertamente en contra de los romanos y sus secuaces los herodianos (partidarios del gobierno de Herodes Antipas en Galilea)- durante alguna de las festividades religiosas importantes. El caso de Barrabás (Evangelios de Mateo [27,16ss], de Marcos [15,6ss] y de Lucas [23,17]) parece ser totalmente semejante y –por lo poco que dicen los Evangelios- debió de ocurrir casi a la par que el incidente denominado la “Purificación del Templo” por parte de Jesús. Como se trataba de un motín (stásis en griego, con algún que otro muerto: Mc 15,7), es claro que era contra los romanos. Dicho sea de paso, del incidente de Barrabás -sea o no auténtico desde el punto de vista histórico - se deduce que Jesús estaba en pie de igualdad con Barrabás a los ojos de los dominadores. Un poco más tarde, un buen número de samaritanos que al parecer se habían congregado pacíficamente en las faldas del Monte Garizim convocados por un autodenominado profeta que les había prometido que sobre la montaña santa Dios haría aparecer los vasos sagrados del Templo (milagro que podía considerarse un signo de la pronta venida del mesías) fueron asesinados por las tropas de Poncio Pilato al intentar dispersar la multitud. Mientras tanto en Galilea Herodes Antipas, por el contrario, tuvo un reinado bastante tranquilo, que duró desde el 4 a.C. hasta el 39 d.C. en tiempos del emperador Gayo Calígula. En líneas generales Antipas gobernó astutamente (según Lc 13,32, Jesús lo llamó “ese zorro”). Era un firme partidario de la colaboración con los romanos, de tal modo que al fundar una nueva ciudad, donde instaló colonos en parte paganos, la denominó Tiberíades, en honor del emperador Tiberio. A pesar de esta disposición prorromana, Antipas supo no ofender en demasía los sentimientos religiosos judíos, pues practicó una política doble: por un lado fingía ser un judío piadoso, aunque no se tomara en serio algunas de las normas de la ley de Moisés; mas, por otro, se comportaba como un príncipe helenístico y como un fiel aliado de los romanos. De cualquier modo, procuró la convivencia entre paganos y judíos en su territorio de Galilea. Los judíos ultrapiadosos no debían estar muy contentos con esta política. En lo que a nosotros interesa, ello se deduce del comportamiento del Jesús adulto y predicador ambulante: éste evitó siempre el contacto con las ciudades bajo el control de Antipas, probablemente por considerarlas llenas de extranjeros poco aptos para recibir su mensaje sobre el reino de Dios. Y fue durante el gobierno de este Poncio Pilato y de Herodes Antipas, en un ambiente en apariencia relativamente tranquilo pero en el fondo muy exaltado, con graves tensiones políticas, sociales y religiosas pero a la vez llenos de esperanzas (e implicaciones políticas) en un reino de Dios sobre el torturado Israel, hay que situar a Juan Bautista y a su discípulo Jesús de Nazaret. Seguiremos. Saludos cordiales de Antonio Piñero. www.antoniopinero.com …………….………………… Hoy en el “Blog de Antonio Piñero” se trata del siguiente tema: “Fuentes críticamente históricas sobre Jesús” Manera de entrar, si a alguien le interesare: pinchar en el enlace que se halla en la página presente, abajo en la derecha. Saludos de nuevo.
Miércoles, 3 de Junio 2009
NotasHoy escribe Antonio Piñero Seguimos con el desarrollo de la idea de que el concepto de mesianismo se consolida en Israel gracias a los acontecimientos históricos desde el exilio en Babilonia (3ª entrega) Inmediatamente después el heredero de Herodes el Grande, Arquelao, partió para Roma. En el entretanto, y mientras dejaba madurar su pensamiento respecto al testamento de su amigo Herodes, Augusto había enviado como prefecto interino de Judea a un tal Sabino, personaje por lo demás oscuro y casi desconocido. Éste, sabiendo que su cargo iba a durar poco, se dedicó sencillamente a robar, realizando toda suerte de tropelías y exacciones contra el pueblo. Naturalmente las gentes se levantaron de nuevo en armas. Como el prefecto Sabino no pudo sofocar la revuelta, intervino Quintilio Varo, legado de Augusto en Siria, (que es conocido en la historia sobre todo por el desastre romano en los bosques de Germania, cuando fue derrotado por una coalición de bárbaros y el fracaso fue tal que Roma perdió nada menos que tres legiones de un solo golpe). Hubo diversos avatares en la lucha entre los revoltosos judíos y las tropas regulares romanas, por lo que Varo tuvo que intervenir en dos ocasiones para defender a Sabino, acorralado por los rebeldes judíos. También esta acción de los romanos se saldó con gran cantidad de muertos judíos. Lo importante de esta revuelta es que demuestra que había entre el pueblo judío un ambiente general de deseos de liberación política y... religiosa. En esta línea se produjeron otros tres episodios guerreros que algunos historiadores consideran de tipo “mesiánico”. Un adjetivo de este estilo es apropiado, ya que hasta la aparición del cristianismo con su noción de un mesías sufriente -no político ni guerrero, un ser divino de algún modo que sufre muerte por el pueblo-, el mesías que todo Israel esperaba era sólo un ser sólo humano, y sobre todo de carácter político guerrero. Según la mayoría de las opiniones -pondremos algunso textos en su momento-, habría de ser un experto militar cuya misión –apoyada por la divinidad ciertamente- era liberar a Israel del yugo extranjero, de modo que estando el país libre y puro de contaminaciones ajenas pudiera cumplir perfectamente los requisitos de la ley de Dios. Así, Éste bendeciría a Israel con toda suerte de prosperidades. En ese ambiente expectante, un tal Judas, hijo de Ezequías -un famoso y antiguo rebelde al que había combatido con éxito Herodes el Grande cuando era joven y jefe militar del norte del país bajo el mando de Hircano II-, se levantó contra Arquelao y los romanos en Galilea manifestando su esperanza de liberar al pueblo judío de los extranjeros si alcanzaba la corona real. Con un grupo de incondicionales, asaltó en la ciudad de Séforis un arsenal real y, tras distribuir las armas entre los suyos, gobernó en la práctica como un reyezuelo durante unos meses en toda Galilea. No se sabe en verdad si este Judas es distinto de otro de igual nombre, Judas el galileo, que se levantó contra los romanos, siendo Quirino legado de Siria, unos años más tarde (el 6 d.C.). Este levantamiento fu muy sonado. Su motivo: negarse a que el pueblo de Dios, Israel, fuera censado por los romanos para controlar mejor los nuevos tributos que debían imponerse al pasar Judea a ser provincia romana. Este movimiento fue aplastado, pero su lema principal, “Antes morir que permitir que la tierra de Yahvé pasara a dominio de otro Señor”, y su ardor en la defensa y cumplimiento de la Ley (“celo por Yahvé”) habrían de dar fundamento más tarde (poco antes de la Guerra del 66-70) a las raíces del movimiento religioso-político más trascendental en la política judía del s. I: el celotismo. También después de la muerte de Herodes el Grande, en la región de Perea, en la Transjordania, un tal Simón, del que apenas conocemos más, se levantó también en armas y pretendió igualmente ceñirse la corona real. Esta pretendientes fue pronto liquidados por los romanos. Por último, un antiguo pastor de gran fortaleza física, llamado Atronges, formó una banda de resistentes junto con sus cuatro hermanos, se impuso a sí mismo la corona real y mantuvo en jaque a los romanos durante largo tiempo. Al parecer, en todos estos casos existía en el pueblo que secundaba a estos revoltosos la esperanza mesiánica de liberación del yugo extranjero sobre Israel. Seguiremos. Saludos cordiales de Antonio Piñero. www.antoniopinero.com …………….………………… Hoy en el “Blog de Antonio Piñero” se trata del siguiente tema: “Pedro en los Hechos Apócrifos de los Apóstoles” Manera de entrar, si a alguien le interesare: pinchar en el enlace que se halla en la página presente, abajo en la derecha. Saludos de nuevo.
Lunes, 1 de Junio 2009
NotasHoy escribe Antonio Piñero Esta nota es la conclusión de la que iniciamos el domingo pasado: 24 de mayo del 2009. Las burlas sobre Jesús mientras éste se halla en la cruz entran dentro de lo plausible y verosímil dadas las cotumbres de la época. Por la coincidencia entre Marcos y Juan podemos sospechar que son históricas y que pertenecían a la tradición premarcana de la historia de la Pasión. Pero este hecho no significa automáticamente un marchamo de historicidad. El uso del esquema “tres”, tres grupos de gentes que se burlan -los que pasan por delante, los sumos sacerdotes y uno de los ladrones-, y la inverosimilitud de que estos dirigentes de los sacerdotes se entretuvieran en torno a la cruz, una vez conseguidos sus objetivos, siendo el día de la Pascua (Sinópticos), o su preparación (Juan), nos hace sospechar una dramatización literaria del evento. Tampoco es posible probar la historicidad de los insultos de los dos bandidos crucificados junto con Jesús, ya que Mc/Mt no les asignan palabra alguna, y Lucas utiliza temas que han salido antes, en las otras escenas de burlas, ya judías o romanas, por lo cual puede tratarse de una proyección de una escena a otra. La famosa y bella frase de Jesús, “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”, transmitida sólo por Lucas (23, 34), es poco segura históricamente. Aparte de la falta de atestiguación múltiple, es decir, en más de una fuente independiente, la frase está ausente de los manuscritos más importantes del Nuevo Testamento. ¿Fue eliminada por algunos escribas molestos de que Jesús perdonara a los “malvados y deicidas” judíos”? Es posible puesto que los judíos no se habían arrepentido de lo hecho. Si fue así, la tradición podría ser antigua, pero no podemos alcanzar seguridad alguna. La muerte de Jesús No tienen base alguna en los textos que nos ha legado la Antigüedad hipótesis fantasiosas sobre la no muerte de Jesús: que le dieron láudano o cualquier otro producto…, que de hecho no murió…, que fue bajado inconsciente sólo de la cruz…, que escapó de la tumba –¡todos estaban de acuerdo para fingir su muerte!- y huyó a la India…, etc., teorías todas que me parecen innecesarias y absolutamente descabelladas. En mi opinión sólo puede formular estas hipótesis quien desconozca la atmósfera y el ambiente del siglo I en Judea y cómo se las gastaban los romanos con aquellos que les suponían el menor impedimento. Tales teorías son impensables, pues, en aquellas circunstancias. Pero, como ocurre otras veces, esto no significa que todo lo que los evangelistas afirman sobre la muerte de Jesús pase el filtro de los criterios para probar la historicidad e un evento narrado en los Evangelios. Así, por ejemplo, es muy inseguro afirmar cuáles fueron las palabras que Jesús dijo al morir, si es que dijo alguna. Parece cierto la mención de un grito del Nazareno antes de expirar, grito que debe entenderse quizá literalmente. El criterio de dificultad nos lleva a pensar que no había motivos para que lo hubieran inventado los cristianos, ya que el grito final podría malentenderse como de desesperación. Las razones en contra de algunos estudiosos no son convincentes. Pero, ¿pronunció Jesús algunas palabras, además del grito? El que éstas pertenezcan al Sal 22, 2: “¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has abandonado?”, podría tener un matiz sospechoso (es decir, que fueran traídas para “probar” la veracidad puesto que fueron profetizadas por un salmo ya considerado "canónico" de algún modo), pero tiene más fuerza aún el argumento contra su historicidad el que el Evangelio de Juan no recoja estas palabras de Jesús, sino sólo el dicho "Todo está consumado" (Jn 19,30; palabras también de dudosa historicidad, pues más bien parecen del propio evangelista) y Lucas presente otras: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu” = Sal 31, 6 que Lucas pone también en boca del mártir Esteban (Hch 7, 59-60). De todos modos las palabras del Sal 22, 2 (Marcos / Mateo) -sean históricas o no- encajan muy bien con una imagen del Jesús de la historia que esperaba la pronta venida del Reino de Dios, pero que se podía sentir traicionado y fracasado al no llegar éste en realidad durante su vida, y que pudo experimentar en algún momento el desgarro del abandono, al menos aparente, de Dios. Igualmente es dudosa la noticia de Mc 15, 36 + Jn 19, 28-29 de la sed de Jesús (¡como cumplimiento de la Escritura!, expresamente afirmado por Jn en 19, 28) y la oferta de vinagre. El hecho es plausible en sí, pero imposible de garantizar como histórico por los criterios usuales. En conjunto, pues, sobre este tema: es muy posible que sólo se pueda defender como estrictamente histórico Mc 15, 37: “Y Jesús, lanzando un gran grito, expiró”. El resto parece relleno o dramatización de Marcos -o su fuente- o de los otros evangelistas, pues la influencia formativa de la Escritura parece estar presente por doquier (Sal 22, 2.16 + Sal 69, 22 + el motivo de Elías: Mc 15, 2.35). La confesión del centurión (Mc 15, 39) que proclama a Jesús “hijo de Dios” corresponde a la teología cristiana postpascual, por lo que tampoco parece histórico. El lanzazo dado a Jesús es verosímil en sí (Jn 19, 31-37), pero el evangelista lo relaciona con el cumplimiento de la Escritura (Dt 21, 22-232 + Sal 34, 21, y sobre todo Zac 12, 10: “Verán al que traspasaron”). De nuevo planea la duda de la posible creatividad o matizacuión de eventos que pudieron ser reales a partir de la reflexión sobre textos sagrados/proféticos. A pesar de la indudable historicidad del hecho desnudo de la crucifixión y muerte de Jesús, en los relatos de cada uno de los evangelistas se nota claramente una intención teológica, que intenta dar sentido a un evento tan terrible como la muerte en cruz del Salvador. Según el Evangelio de Marcos, las críticas calumniosas vertidas contra Jesús en el proceso judío –se jactaba de que iba a aniquilar el Templo, él era el mesías e Hijo de Dios, etc.- son refutadas en la cruz y después: el velo del Templo se rasga, simbolizando su futura destrucción, y nada menos que un centurión pagano ha de confesar: “Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios” (Mc 15, 39). El Evangelio de Lucas insiste menos en las burlas y el odio contra Jesús que en la actitud de éste como justo sufriente y modelo a imitar por los cristianos, así como en la misericordia de Dios hacia los pecadores plasmada en la sentencia de Jesús: “Padre, perdónalos…”. Lucas propende menos que Mateo a favorecer un juicio negativo sobre los judíos (futuro antisemitismo), ya que recalca la diferencia entre los malvados dirigentes de los judíos y el pueblo en sí (simbolizado en las “hijas de Jerusalén” de 23, 28), mucho más favorable a Jesús. El Evangelio de Juan presenta a un Jesús victorioso en la cruz: es el momento en el que –en la tierra- el Revelador es en verdad “exaltado” (véase, simbólicamente, Jn 3, 14ss) y, aunque los ojos carnales no lo perciban, es el vencedor de sus enemigos -los dirigentes de los judíos, los soldados romanos, el malhechor crucificado con él que lo insulta-, el que funda la Iglesia por un acto de amor en la cruz. Éste es el momento en el que al ser “elevado” puede retornar de este mundo de tinieblas al Padre, mientras que sus discípulos, que quedan en la tierra, vencen al mundo y son declarados uno con Jesús y el Padre (“oración sacerdotal” del capítulo 17) y por tanto salvados. Sucesos tras la muerte de Jesús (Mt 27, 51-53) Mateo cuenta al respecto: “Entonces el velo del Templo se rasgo en dos, de arriba a abajo; la tierra tembló, las rocas se rajaron, las tumbas se abrieron y muchos cuerpos de santos que habían muerto resucitaron; después que él resucitó, salieron de las tumbas, entraron en la ciudad santa y se aparecieron a muchos. El centurión y los soldados que con él custodiaban a Jesús, viendo el terremoto y todo lo que pasaba, dijeron aterrados: ‘Verdaderamente éste era Hijo de Dios’”. Hemos dicho anteriormente que es muy poco probable que tales eventos sean históricos. Falta la atestiguación múltiple (salvo para lo del velo del Templo = Mc 15, 38 + Lc 23, 45: en este último evangelio el velo del Templo se rasga antes de la muerte de Jesús, lo que tiene una elevada significación simbólica y teológica, considerada después de la destrucción del Santuario en el 70 d.C.). Si en algún sitio, es aquí –en estos eventos- donde parece más palpable la creatividad a partir de la Escritura: detrás de Mt 27, 51b-52b puede estar Ezequiel 37, 12-23: “Por eso profetiza y diles: Yo abriré vuestros sepulcros y os sacaré de vuestras sepulturas, pueblo mío”, y tras Mt 27, 53 se hace presente Isaías 26, 19 LXX: “Resucitarán los muertos y se levantarán de sus tumbas y se alegrarán los que están en la tierra…”. Era típico de la época, el siglo I d.C., la creencia de que la divinidad hacía patente la muerte de los hombres ilustres por medio de signos telúricos, portentosos. Por comparación, puede surgir la duda de si lo relatado por Mateo no es más que un fenómeno parecido: resaltar teológicamente el valor de la muerte de Jesús por medio de sucesos escatológicos predichos por los profetas. Un ejemplo: el evento de Pentecostés es interpretado por Pedro en su primer discurso por medio de un texto del profeta Joel, tal como nos lo cuenta Hch 2,16-204. Saludos cordiales Antonio Piñero www.antoniopinero.com …………….………………… Hoy en el “Blog de Antonio Piñero” se trata del siguiente tema: “La metodología de José Montserrat en el estudio de los Evangelios” Manera de entrar, si a alguien le interesare: pinchar en el enlace que se halla en la página presente, abajo en la derecha. Saludos de nuevo.
Domingo, 31 de Mayo 2009
Notas
Hoy escribe Antonio Piñero
El nuevo monarca, Herodes, comenzó su reinado procurando controlar absolutamente –o eliminar- a todos sus enemigos, que eran bastantes: nobles adictos al antiguo régimen de los descendientes de los macabeos, los pretendientes al trono llamados Aristóbulo/Antígono; piadosos judíos que estaban en su contra, pues él no era plenamente israelita, poco o nada piadoso y demasiado amigo de romanos y de otros gentiles impíos; otros personajes promacabeos que podían suponer una amenaza para su poder absoluto. Se inició así un gobierno de control férreo sobre el país de Israel fundamentado en el ejército personal del rey -profesionales bien entrenados, muchos de ellos extranjeros, dispuestos a todo-, en la creación de una eficaz policía interna y en un sistema administrativo que se encargó de recaudar sin piedad los impuestos necesarios. Comenzó también la edificación de fortalezas por todo el país y a poner en ellas guarniciones de soldados fieles, de modo que nadie pudiera moverse sin riesgo de perder la cabeza. Herodes intentó, y consiguió también, controlar los resortes del poder religioso de Israel. Hizo depender de su voluntad el nombramiento del sumo sacerdote de la nación, con lo que puso y depuso a esta autoridad suprema para los judíos según sus conveniencias; controló las pocas sesiones de la asamblea de Jerusalén, el sanedrín más importante de la nación, que pudieron celebrase; no permitió que los partidos religiosos, sobre todo los de los fariseos y saduceos, actuaran en algún momento sin su consentimiento. Incluso el Templo de Jerusalén estaba de hecho bajo su poder, pues una fortaleza, la Torre Antonia –nombrada así en honor de su amigo Marco Antonio-, vigilaba cualquier reunión de gentes en el Santuario que pudiera suponer un problema de orden público. En los momentos en los que vino al mundo Jesús de Nazaret (en torno al 6-4 a.C.) Israel, compuesto por Judea, Galilea, Idumea al sur y algunos territorios más allá del Jordán, Perea, era un estado semiindependiente, vasallo de hecho de Roma, gobernado por este Herodes (37-4 a.C.). El reinado de ese monarca, Herodes el Grande, fue revolucionario: la antigua dinastía heredera del levantamiento de los Macabeos contra los monarcas griegos, los Seléucidas, que habían dominado Israel desde más o menos el 200 a.C. hasta el 165 a.C. habían sido suplantados en el poder por una familia de Edom (Idumea), la de Herodes el Grande, casi no israelita. La sociedad superior judía de la época anterior a Herodes sufrió un notable quebranto con los movimientos políticos que situaron a Herodes en el trono, y nuevos elementos ascendieron para ocupar su lugar. Los nuevos eran miembros de familias judías procedentes de la Diáspora (la dispersión judía, es decir, judíos residentes fuera de Israel) de otros reinos helenísticos, descendientes de los judíos que se habían quedado en Babilonia después del exilio (s. VI a.C. en adelante), o bien extranjeros griegos y romanos que iban a Israel en busca de posibilidades comerciales y más tarde simplemente a medrar en la corte de Herodes el Grande. Ello significó una mayor penetración en la sociedad de elementos helenizantes, es decir, de la cultura griega, a la que los judíos no veían con simpatía pues adoraba a otros dioses. Esta cultura era universal y servía como de elemento nivelador de unos países con otros dentro del poder romano. Pero en el caso del Israel de los años finales del siglo I a.C. la extensión de la cultura griega no contribuyó a vertebrar mejor la estructura social del país. La hostilidad del pueblo contra Herodes fue general y duró hasta su muerte. La conducta política de Herodes y sus simpatías prorromanas y progriegas hirieron a menudo la sensibilidad del pueblo. La atmósfera pagana de la corte, que en diversos lugares había incluso aceptado el culto al emperador Augusto como ser divino emparentado con los dioses de algún modo (“hijo del divino Julio César”), no era tolerable para los sentimientos religiosos de la población. Tras la muerte de Herodes el Grande A la muerte del rey tirano, Augusto pensó durante mucho tiempo qué hacer con un territorio como Judea habitado por gentes que se acomodaban tan mal al modo de vivir, a la cultura y a las creencias normales en el Imperio. Finalmente tomó la decisión de dividir el reino. El rey difunto, en su segundo testamento había dispuesto que su sucesor fuera su hijo Herodes Antipas, el segundo descendiente tenido con una de sus mujeres, la samaritana Maltace. Pero en el tercer testamento, el último, Herodes el Grande designó finalmente como sucesor principal a su hijo Arquelao, el primogénito de los habidos también con Maltace. Arquelao, pues, fue nombrado sucesor de Herodes en parte del territorio, Judea, Samaría e Idumea, mientras que Galilea, como una “tetrarquía”, fue entregada en manos de Antipas, otro hijo de “El Grande, quien también miraba hacia Roma continuamente. Escasos diez años después de la muerte de Herodes, Augusto depuso a Arquelao (6 d.C.), y sus tierras pasaron a convertirse en provincia romana. Antipas duró sin embargo durante toda la vida de Jesús. Después, sólo por un breve lapso de tiempo (41-44 d.C.) estuvo el gobierno de todo el país, reunificado por voluntad del emperador Claudio, en manos de un nuevo rey judío, Agripa I, nieto de Herodes el Grande. Como es lógico –y era obligatorio en el caso de reyes “clientes” de Roma, es decir sujetos a limitaciones políticas por parte del Imperio-, el testamento debía ser confirmado por Augusto. Ésta es la razón por la que Arquelao se dispuso a viajar a Roma para obtener la preceptiva aprobación imperial. Sin embargo, antes de partir, el pueblo se sublevó contra el heredero, en verdad porque se había quitado de encima un tanto el miedo horroroso que provocaba su terrible padre, y en parte también en protesta por la ejecución aún reciente (poco tiempo antes de la muerte de Herodes) de los que habían derribado el águila del Templo, como contamos en el capítulo anterior. Arquelao con sus propias tropas acabó con la revuelta, aunque con gran derramamiento de sangre. Seguiremos. Saludos cordiales de Antonio Piñero. www.antoniopinero.com Una nota: Sobre la interesantísima figura de Herodes el Grande los lectores disponen de una novela histórica, obra de qyuien ha redactado esta líneas, que me prece que explica bastante bien al personaje y su entorno, las intrigas de la corte real, y el embiente en el que nació Jesús de Nazaret. La novela se llama "Herodes el grande", Editorial Esquilo, Badajoz, 3ª edición 2007. …………….………………… Hoy en el “Blog de Antonio Piñero” se trata del siguiente tema: “Metodología de aproximación a los Evangelios según José Montserrat. Visionarios, defraudadores y crédulos” Manera de entrar, si a alguien le interesare: pinchar en el enlace que se halla en la página presente, abajo en la derecha. Saludos de nuevo.
Viernes, 29 de Mayo 2009
Notas
Hoy escribe Gonzallo del Cerro
El autor de los HchAp (I) Todos los HchAp tienen, como hemos visto, numerosas y notables coincidencias: la estructura, la temática, la ideología, el encratismo, los moldes literarios… Es natural, pues, que se haya planteado la pregunta: ¿Pertenecen los HchAp a distintos autores o son la obra de un solo y único autor? El patriarca Focio, del siglo IX, estaba convencido de que los cinco grandes Hechos de Pedro, Juan, Andrés Tomás y Pablo, pertenecientes todos a una colección de Viajes de los Apostoles, habían sido escritos por un tal Leucio Carino. Ya subrayamos la importancia de este testimonio en el sentido de que, para el docto patriarca de Constantinopla, los HchAp debían de tener el parecido suficiente como para poder ser considerados como la obra de un mismo autor. De todos modos, la respuesta a esta cuestión no reviste particular importancia desde el momento en que de ella no se sigue una mejor comprensión de estas obras. Los textos están ahí, en su muda objetividad. Es el punto de vista crítico de los estudiosos el que decanta la respuesta en un sentido o en otro. Es verdad que existen unos testimonios externos que hablan de la autoría de un personaje llamado Leucio. Así es la opinión del Pseudo Melitón en su Pasión de san Juan, donde refiere que Leucio ha escrito los Hechos de Apóstoles de Juan evangelista, de Andrés y de Tomás. Añade luego que Leucio dice cosas verdaderas sobre las virtudes de los apóstoles, pero que miente acerca de su doctrina (Migne PG 5, 1239-1242). Lo mismo repite en su obra De transitu Mariae (PG 5, 1231). En su carta a los obispos Idacio y Ceponio, Toribio de Astorga menciona los Hechos de Andrés, Juan y Tomás, y atribuye los HchJn a Leucio (Migne PL 54, 694). El dato es conocido por Epifanio (Panar. 51,6,7-9) y Paciano de Barcelona (PL 13, 1053). Es también la tradición reflejada en Agustín (De Actis cum Fel. Manich, II 6 en PL 42, 539) y en Evodio de Uzzala (PL 42, 1141) y recogida de forma un tanto vaga en el Decreto Gelasiano, que habla de “libros compuestos por Leucio, discípulo del diablo” (W. Schneemelcher, Neut. Apokr., I p.31). Todos estos autores hablan de la actividad de Leucio, pero solamente Focio habla de Leucio Carino como autor de los cinco grandes Hechos Apócrifos. Era el primer testimonio en este sentido. Pero se piensa que Focio confunde los datos de la tradición o los recibe ya confusos. Pues no existe un escritor conocido que responda al nombre de Leucio Carino. Pero sí son conocidos dos personajes distintos, Carino y Leucio, nombrados siempre por este orden, que son los protagonistas del relato del Descendimiento de Cristo a los infiernos en la redacción latina adjunta a las Actas de Pilato. Carino y Leucio resucitan para dar testimonio de lo que han visto en los infiernos con motivo de la bajada de Cristo. Y después de poner por escrito su testimonio, regresan a sus sepulturas (A. Piñero, ed., Todos los Evangelios, Actas de Pilato, pp. 349-356). Pero el que los HchAp hayan sido compuestos por un mismo autor no parece que pueda hoy defenderse razonablemente, pues son grandes las diferencias que los distinguen. Y ello no solamente en el estilo, sino en la estructura y en la ideología. Creo, sin embargo, que debemos destacar el sorprendente parecido literario y doctrinal entre los HchAnd, HchJn y HchTom, los tres Hechos mencionados por Epifanio como usados por los herejes y recogidos en los testimonios del Pseudo Melitón y de Toribio de Astorga. Las largas y prolijas prédicas, llenas de plegarias, con abundancia de anáforas, apóstrofes, acumulaciones, repeticiones, etc., son un aspecto común. importante en estos tres Hechos. Estos tres Hechos fueron compuestos en un espacio que va desde los alrededores del año 160 (HchAnd) hasta los del año 225 (HchTom). El detalle explica sus notables diferencias tanto de estilo como de conhtenido. Saludos cordiales. Gonzalo del Cerro
Jueves, 28 de Mayo 2009
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Editado por
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.
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