CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
Hoy escribe Antonio Piñero

Decíamos en la nota pasada que había otro personaje interesante en el ámbito sobrehumano y semiceleste: Mequisedec.

Antes del descubrimiento de los Manuscritos del Mar Muerto sabíamos de Melquisedec lo que dice la Biblia hebrea, la Epístola a los hebreos del Nuevo Testamento y un apócrifo del Antiguo Testamento, del ciclo de Henoc, el Libro II de Henoc o Henoc eslavo.

Lo que de él se decía era los siguiente, antes del descubrimiento de los Manuscritos:

« 1 Gn 14,18-20: “18 Entonces Melquisedec, rey de Salem, presentó pan y vino, pues era sacerdote del Dios Altísimo, 19 y le bendijo diciendo: «¡Bendito sea Abram del Dios Altísimo, creador de cielos y tierra, 20 y bendito sea el Dios Altísimo, que entregó a tus enemigos en tus manos!» Y le dio Abram el diezmo de todo.”  »

El Salmo 110,4 hace de Melquisedec no sólo un rey, sino también sacerdote:

« “Lo ha jurado Yahvé y no ha de retractarse: «Tú eres por siempre sacerdote, según el orden de Melquisedec".  »

El salmo se refiere históricamente al rey; más tarde todo él será interpretado como un oráculo sobre el futuro mesías; finalmente los cristianos lo aplican a Jesucristo: el fue el que cumplió al pie de la letra este vaticinio.

2. Por la Epístola a los Hebreos conocemos una cierta teología del paulinismo (judeocristiano, como el autor del Evangelio de Mateo) que terminaba por hacer de Jesús, un laico piadoso, un sacerdote único cuyo sacrificio, también único, en la cruz había eliminado todo valor del resto de los sacrificios del templo de Jerusalén. Jesús era, pues, un sacerdote de un orden especialísimo, el de Melquisedec, tomando la idea del Salmo 110 en interpretación cristiana (5,6.10). Este orden es el que sustituye con su único preste (Jesús) al orden de Aarón completo, el sacerdocio judío (Heb 6,20; 7,10-15.17).

3. El Libro II de Henoc (eslavo; Apócrifos del Antiguo Testamento, vol. IV, Cristiandad, Madrid, 1984, pp. 196ss)

En él se narra que Melquisedec era hijo de Nir, personaje también desconocido en la tradición hebrea, quien a su vez era hijo Lamec, hijo de Matusalén, hijo de Noé, hijo de Henoc. Se trata por ello de un personaje antediluviano que nació virginalmente, según este texto, de Sopanima, mujer de Nir, después de que éste hubiera sido ya proclamado por el pueblo sumo sacerdote.

Hay dos textos, uno largo y otro breve. Dice la recensión larga (no sabemos hasta qué punto hay en ella intervención de mano cristiana):

« Encontrándose Sopanima ya en edad avanzada, concibió el día de la muerte en su seno, sin que Nir hubiera dormido con ella ni la hubiera tocado desde el día en el que el Señor había encomendado su ministerio entre el pueblo. »

El niño nació con las insignias sacerdotales y capaz de hablar como un adulto. Era “sacerdote de sacerdotes por siempre” (2 Hen 71,29 [recensión B, más breve; 23,23 de la recensión A, larga]).

Y lo importante es que cuando sobrevino el tiempo del diluvio, el arcángel Miguel bajó del cielo, tomó al niño y lo llevó a salvo al Edén, donde -según la tradición judía- aún vive y vivirá para siempre.

Entre los descubrimientos de Qumrán se ha encontrado un fragmento referido a este personaje, 11QMelch, copiado alrededor de la mitad del siglo I a.C. El texto documenta que el mito de Melquisedec ya estaba vivo mucho más antes de lo que podíamos pensar.

Comenta Sacchi al respecto:


« Aunque sólo sea basándonos en un notable indicio negativo, podríamos remontarnos hasta el siglo II a.C. a propósito de estas ideas en torno a Melquisedec: el libro de los Jubileos –un midrás del Génesis que muestra una tendencia general a extenderse en numerosos detalles— omite completamente el episodio de Melquisedec tal como se narra en Gn 14,17-20. Evidentemente, el autor prefería no mencionar la figura de este patriarca o incluso permitir que se pensara que jamás había existido… (p. 415) »

Es decir, de algún modo al autor de Jubileos no le gustan estos personajes sobrehumanos porque acercan demasiado al hombre al ámbito de la divinidad. Dios es absolutamente único y su figura debe ser preservado de toda posible comparación con lo material. Pero precisamente su estatus a medias entre el cielo y la tierra hace de Melquisedec un personaje muy interesante para nosotros, porque –como veremos- tiene funciones salvadoras y casi diríamos que mesiánicas.

Seguiremos. Saludos cordiales de Antonio Piñero.
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Hoy en el “Blog de Antonio Piñero” se trata del siguiente tema:

“Oposición cerrada a las concepciones de Pablo. Teología básica del judeocristianismo”

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Saludos de nuevo.

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Magíster de religiones de la Universidad

PABLO DE OLAVIDE de Sevilla 2009-2010


Información en el enlace siguiente:

http://www.upo.es/historia_antigua/master_religiones/index.jsp
Lunes, 29 de Junio 2009
Hoy escribe Antonio Piñero

Lo notable respecto al desarrollo de las ideas mesiánicas, que van a emerger en el siglo II a.C. y que tendrán grandes consecuencias posteriormente, se halla en que las esperanzas judías se irán fijando más y más en varios personajes del pasado que son humanos ciertamente, pero que ocupan un lugar intermedio entre el cielo y la tierra.

Ya antes del 200 a.C. la religiosidad judía sabía de dos personajes de su tradición que se distinguían por no haber muerto y, en consecuencia, por vivir en algún lugar celestial, sin precisar demasiado: Elías y Henoc.

El primero había sido llevado al cielo en un carro de fuego. 2 Re 2,11 dice:

« 11 Iban caminando - Elías y su discípulo Eliseo- mientras hablaban, cuando un carro de fuego con caballos de fuego se interpuso entre ellos; y Elías subió al cielo en el torbellino. 12 Eliseo le veía y clamaba: «¡Padre mío, padre mío! Carro y caballos de Israel! ¡Auriga suyo!» Y no le vio más. Asió sus vestidos y los desgarró en dos. 13 Tomó el manto que se le había caído a Elías y se volvió, parándose en la orilla del Jordán. 14 Tomó el manto de Elías y golpeó las aguas diciendo: ¿Dónde está Yahvé, el Dios de Elías?» Golpeó las aguas, que se dividieron de un lado y de otro, y pasó Eliseo.

15 Habiéndole visto la comunidad de los profetas que estaban enfrente, dijeron: «El espíritu de Elías reposa sobre Eliseo.» Fueron a su encuentro, se postraron ante él en tierra, 16 y le dijeron: «Hay entre tus siervos cincuenta hombres valerosos; que vayan a buscar a tu señor, no sea que el espíritu de Yahvé se lo haya llevado y le haya arrojado en alguna montaña o algún valle.» El dijo: «No mandéis a nadie.» 17 Como le insistieran hasta la saciedad dijo: «Mandad.» Mandaron cincuenta hombres que le buscaron durante tres días, pero no le encontraron. »

Obsérvese que la leyenda es en extremo poderosa:

· Elías desaparece;

· Continúa vivo;

· Su lugar de residencia está en los cielos;

· Pero su espíritu sigue actuando en la tierra: Eliseo hace con el manto de Elías un milagro igual al de Moisés en el paso del Mar Rojo: dividir en dos las aguas.

Un pasaje agregado por algún profeta desconocido al final del libro de Malaquías (3,23-24; en otras versiones se numera como 4,5-6), de fecha imposible de precisar, afirmaba lo siguiente:

« 5 He aquí que yo os envío al profeta Elías antes que llegue el Día de Yahvé, grande y terrible. 6 El hará volver el corazón de los padres a los hijos, y el corazón de los hijos a los padres; no sea que venga yo a herir la tierra de anatema. »


El profeta afirma que

· Elías habrá de regresar a la tierra algún día

· Su misión es pacificar a Israel e invitar al pueblo a convertirse antes del Gran Día de Yahvé (el Gran Juicio que se concibe no como absolutamente final, sino el previo antes del establecimiento del reino de Dios. Elías ha de intervenir para evitar que Dios castigue a Israel.

Así pues, la tarea de Elías parece concebirse como relativamente limitada: no tenía que establecer el reino de Israel, sino colaborar de algún modo a la salvación, sin necesidad de ser rey ni sacerdote. Pero el resultado de tal colaboración con Dios es de tipo mesiánico: la salvación. Y ésta sería algo diferente y algo superior a un mero reino temporal, sin que se piense que éste va a dejar de existir. La "salvación" es acá en la tierra.

Henoc es un personaje de características semejantes. El Libro del Génesis dice de él:

« “Desapareció porque había caminado con Dios y Él lo tomó (consigo)” (Gn 5,24). »

Henoc tenía las mismas características sobrehumanas de Elías (había nacido pero no muerto) y se le recordaba en el Génesis como una figura ligada a la astronomía: vivió 365 años, tantos como los días del calendario solar. Con otras palabras era un ser humano y al mismo tiempo celeste.

Alguna vez hemos dicho que en torno a Henoc se desarrolla una gran literatura apocalíptica. Este personaje será el escogido por Dios para revelar verdades desconocidas. Así, en el Libro de los Vigilantes (cuyos orígenes son del siglo IV a.C., aunque las copias que tenemos sean posteriores y se han conservado como parte del Libro I de Henoc = Apócrifos del Antiguo Testamento, vol. V, Cristiandad, Madrid, 1982, pp. 39ss ) se lo presenta como aquel que va manifestar cómo es en verdad el universo.

Afirma el inicio del Libro I de Henoc que éste personaje bendice a los “elegidos y a los justos que van a estar presentes en el día de la aflicción -el fin del mundo presente- fijado por Dios para apartar (= aniquilar) a todos los malos y perversos”. Esto quiere decir que el enmarque de su revelación es escatológico: el fin de los días:

« Hubo un varón justo… visiones que no son pera esta generación, sino para una lejana que ha de venir. (En esos días) saldrá el Santo de su morada… y se mostrará con su milicia y aparecerá con toda su fuerza desde el cielo… »

Pues bien, Henoc además del final del mundo revela cómo es el orden del cosmos, las cámaras de los vientos, toda la creación, los fundamentos de la tierra… cómo fue la caída de los ángeles malos y cómo ellos se encargaron de difundir el mal en la tierra enseñando a los humanos cosas que no debían aprenderse…

La posición de Henoc es altísima, superior a la de los ángeles, pues hace de mediador entre éstos y Dios. Lleva mensajes a la divinidad de parte de los ángeles caídos, que invocan el perdón, y devuelve a éstos la respuesta negativa de Dios (1Henoc [Libro de los Vigilantes] 12-13).

Henoc fue también el primer judío que hizo un viaje a los infiernos (1Henoc [Libro de los Vigilantes] 22), en el extremo de occidente, donde visitó el lugar donde estaban las almas de los difuntos ya juzgadas individualmente (las buenas separadas de las malas) y en espera del Gran Juicio colectivo y final.

Así pues, la tradición presenta en Henoc una figura imponente que es humana pero que habita en los cielos. Lo que revela Henoc son verdades que sirven para la salvación, para comprender mejor los planes de Dios y sus intervenciones. Es una figura humana y a la vez sobrehumana porque Dios le utiliza como mensajero y revelador.

Realmente no se puede decir que en estos siglos (IV-II a.C.) Henoc fuera considerado un mesías estricto, como se entenderá después. Pero Henoc es un intermediario entre Dios y los hombres; tiene una posición importante… para la salvación.

Seguiremos en la próxima nota con otro personaje sobrehumano y salvador, Melquisedec.

Saludos cordiales de Antonio Piñero.
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Hoy en el “Blog de Antonio Piñero” se trata del siguiente tema:

“Teología básica del judeocristianismo (I)”

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Viernes, 26 de Junio 2009
Cronología de los Hechos Apócrifos
Hoy escribe Gonzalo del Cerro

Cronología de los HchAp (III)

Los Hechos de Pedro y los Hechos de Juan

Las coincidencias entre estos dos apócrifos son tantas y tan sorprendentes que autores tan autorizados como Lipius, Zahn y James llegaron a defender la unidad de autor para ambos. Rechazada esta hipótesis en la actualidad, queda abierta la puerta a una eventual interdependencia, o como quieren algunos, de una dependencia común con relación a tradiciones y usos corrientes en ambientes cristianos.

No vamos a detenernos en la enumeración de los posibles paralelismos existentes entre ambos Hechos. Pero sí en dos pasajes que me parecen definitivos: el tema de la Polimorfía (HchJn 88-93; HchPe 20-21) y la lista de apelativos dedicados a la cruz en los HchJn 98,2 o a Jesús en los HchPe 20,9.

En el tratamiento del tema de la Polimorfía, los HchJn son más plásticos e imaginativos, más originales. Los HchPe son más abstractos, moderados y concisos. Los de Juan se apartan más de los datos bíblicos en el relato de la Transfiguración, y de la ortodoxia en la presentación del aspecto de Jesús. Así, en la historia de la vocación de Juan y Santiago, Jesús se deja ver como niño y adulto, calvo y barbado o joven de barba incipiente, pequeño y alto, de pecho blando y duro (HchJn 88s). Después aparece como material unas veces, y otras como incorpóreo que camina sin tocar la tierra ni dejar huella (HchJn 93,1). En la Transfiguración, Jesús no llevaba vestidos, tenía los pies blancos llenos de luz y la cabeza apoyada en el cielo.

Para los HchPe todo el pasaje es más bien una manera de subrayar la transcendencia divina. Y si Jesús es grande y pequeño, hermoso y feo, joven y anciano, también es temporal y eterno, visible e invisible, desconocido y conocido (HchPe 20,7). Finalmente, resume Pedro la intencionalidad de estos relatos diciendo: “Por tanto, hermanos, como tantas veces he referido, Dios es más grande que nuestros pensamientos” (HcPe 21,6).

En las listas de los apelativos, es tan grande la coincidencia que se debe hablar de dependencia, bien directa entre sí, bien de ambos con respecto a una fuene común. Los HchPe recogen dieciocho apelativos referidos a Jesús. Los HchJn enumeran dieciséis aplicados a la cruz luminosa mediante la partícula poté (unas veces, otras). De estos apelativos, nueve son comunes en las dos listas, lo que, de no haber una interdependencia, sería demasiada casualidad. También en este pasaje, son los HchJn más originales y arcanos. La cruz recibe diversos apelativos, unas veces uno, otras veces otro, “en atención a los hombres”. Los HchPe los convierten en una loista aplicada a Jesús, lo que está más de acuerdo con la tradición bíblica.

Entre los HchJn y los HchPe, el orden original cronológico es, pues, con bastante probabilidad: HchJ > HchPe. Y si incluimos los HchPl, tendríamos la sucesión cronológica: HchJn > HchPe > HchPl.

Pongo las dos listas de apelativos tan como vienen en el texto de ambos apócrifos:

HchJn 98,2: “Por vuestra causa la cruz luminosa es llamada por mí unas veces Verbo; otras, mente; otras, Jesús; otras, Cristo, puerta, camino, pan, semilla, resurrección, Hijo, Padre, Espíritu, vida, verdad, fe, y otras, gracia”.

HchPe 20,9: “A este Jesús lo tenéis, hermanos, como puerta, luz, camino, pan, agua, vida, resurrección, refrigerio, perla, tesoro. semilla, abundancia, grano de mostaza, viña, arado, gracia, fe, palabra”. (El cuadro: Pedro y Juan corren hacia el sepulcro).

R. A. Lipsius, Die Apokryphen Apostelgeschichten und Apostellegenden, II, 272.
Th. Zahn, Geschichte des neutestamentlichen Kanons, II 860.
M. R. James, Apocrypha Anecdota, V, I, XXIss.






Jueves, 25 de Junio 2009

Hoy escribe Antonio Piñero


La espera de un descenso de Dios a la tierra directamente, sin un rey interpuesto o un mesías –tal como hemos visto en la nota anterior a propósito de los textos del Libro de los Proverbios y de los Jubileos- podría parecer una herencia de las esperanzas mesiánicas sin mesías que había inaugurado el Tercer Isaías en el Antiguo Testamento (“He aquí que pondré como magistrado la Paz y por gobierno la Justicia”: Is 60,17), ya que no parece haber ningún intermediario entre la intervención divina y la salvación humana.

Obsérvese a este propósito:

· Paz y Justicia son como personificaciones de la actividad divina que obra en el interior de los humanos como un don,

· Se piensa que el mundo futuro estaría gobernado y condicionado de esta manera por este impulso de Dios en el corazón de los humnos.

Probablemente, en esta concepción hay una herencia del pensamiento de un establecimiento más claro del dominio de Dios sobre la tierra sin mesías, pero a la vez se da la incorporación de una noción parcialmente nueva: Dios mismo vendría a habitar entre los hombres, según el texto de Proverbios y el de Jubileos anteriormente visto.

De cualquier modo en las dos ideas (1. Dios gobernará por medio de las Virtudes personificadas que Él pone en el corazón de los mortales; 2. Dios habitará entre los hombres) se concibe un mundo acá abajo, muy humano, en absoluto sólo espiritual, sino un mundo en el que los hombres son felices en esta tierra. Pero en la segunda noción la intervención de Dios sería directa.

Con palabras de Sacchi (p. 413): en esta segunda idea se imaginaba que la intervención de Dios iba a ser tan completa que Él mismo viviría entre los hombres. O dicho de otro modo: en esta última concepción la divinidad se convertiría en mediadora entre sí misma y los hombres, casi como si se hiciera hincapié en la idea de que jamás hombre alguno podría ejecutar las funciones del ungido mesiánico, dada la desmesura con la que aparecía su tarea. Según esta noción, las funciones del mesías no pueden ser ejecutadas por otro que no sea Dios mismo. Sólo Él puede ser el mesías.

Tras una concepción de este tipo se encuentra ciertamente la ideología de la primera apocalíptica (anterior a la época de los Macabeos) que dirigía su mirada al cosmos entero y no sólo a la tierra, y a la vez la insistencia de la apocalíptica posterior (tras los Macabeos) que no pierde de vista el universo, pero que se centra más en Dios que gobierna la historia de Israel.

De cualquier modo se trata de una idea que no tuvo amplia difusión. La esperanza de que Dios habría de descender a la tierra para habitar entre los hombres quedó en un estado embrionario: más de posibilidades extremas que en forma de teoría completamente elaborada.

Sin embargo, tal idea -Dios desciende a la tierra- está en la base de una noción nueva de mesianismo –un “mesianismo celeste”- en la que el mesías tiene ribetes sobrehumanos, noción que empezó a desarrollarse en el siglo II a.C. y que continuó en el siglo I a,C. hasta alcanzar su máxima expresión en el cristianismo un poco de tiempo después


Seguiremos . Saludos cordiales de Antonio Piñero.
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Hoy en el “Blog de Antonio Piñero” se trata del siguiente tema:

“El impacto del cristianismo paulino”

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Miércoles, 24 de Junio 2009


Hoy escribe Antonio Piñero

Seguimos de la mano de Paolo Sacchi (Historia del judaísmo en la época del Segundo Templo, Trotta, Madrid, 2004), que ha estudiado bien la historia, religión y religiosidad de este período en el judaísmo, con la exposición del nuevo sesgo y del impulso/crecimiento que adquieren las ideas en torno al “mesías” a partir sobre todo de la crisis espiritual que desembocó en la insurrección de los Macabeos.

Fue esta época tiempo de abundantes guerras entre Egipto y Siria (es decir, entre los reinos sucesores de Alejandro Magno: Lágidas y Seléucidas) que se disputaban entre otros el dominio sobre la franja palestina. Ante la inseguridad, las injusticias y matanzas, unidas al deseo general de los judíos de no dejarse asimilar por el espíritu griego, las esperanzas de salvación se tornan con más fuerza hacia el cielo.

Los sabios de la época sadoquita (es decir, la que va desde la vuelta del exilio en Babilonia hasta la gran rebelión macabea hacia el 167 a.C.; se trataba de una teocracia gobernada por sumos sacerdotes descendientes de Sadoc, el sacerdote de David) habían preparado con su teología la idea de la nueva intervención divina, más o menos directa, en los asuntos de la tierra. Creían ya en una presencia de Dios entre los hombres que debía realizarse plenamente por ejemplo a través de la mediación de la Sabiduría, más o menos hipostasiada, cuya función era llevar al mundo de los hombres cierta justicia divina: la felicidad y el juicio contra los malvados. Proverbios 1,20-32; 8,1-9,6 lo indican claramente:

g[ 1, 20 La Sabiduría clama por las calles, por las plazas alza su voz, 21 llama en la esquina de las calles concurridas, a la entrada de las puertas de la ciudad pronuncia sus discursos: 22 «¿Hasta cuándo, simples, amaréis vuestra simpleza y arrogantes os gozaréis en la arrogancia y necios tendréis odio a la ciencia? 23 Convertíos por mis reprensiones: voy a derramar mi espíritu para vosotros, os voy a comunicar mis palabras. 24 Ya que os he llamado y no habéis querido, he tendido mi mano y nadie ha prestado atención […] 26 también yo me reiré de vuestra desgracia, me burlaré cuando llegue vuestro espanto, 27 cuando llegue, como huracán, vuestro espanto, vuestra desgracia sobrevenga como torbellino, cuando os alcancen la angustia y la tribulación […] 33 Pero el que me escucha vivirá seguro, tranquilo, sin temor a la desgracia.»

8,1 ¿No está llamando la Sabiduría? y la Prudencia, ¿no alza su voz? 2 En la cumbre de las colinas que hay sobre el camino, en los cruces de sendas se detiene; 3 junto a las puertas, a la salida de la ciudad, a la entrada de los portales, da sus voces: 4 «A vosotros, hombres, os llamo, para los hijos de hombre es mi voz.

8,22 «Yahvé me creó, primicia de su camino, antes que sus obras más antiguas. 23 Desde la eternidad fui fundada, desde el principio, antes que la tierra […] 27 Cuando asentó los cielos, allí estaba yo, cuando trazó un círculo sobre la faz del abismo […] 30 yo estaba allí, como arquitecto, y era yo todos los días su delicia, jugando en su presencia en todo tiempo, 31 jugando por el orbe de su tierra; y mis delicias están con los hijos de los hombres.» 32 «Ahora pues, hijos, escuchadme, dichosos los que guardan mis caminos. ]g

« 9:1 La Sabiduría ha edificado una casa, ha labrado sus siete columnas, 2 ha hecho su matanza, ha mezclado su vino, ha aderezado también su mesa. 3 Ha mandado a sus criadas y anuncia en lo alto de las colinas de la ciudad: 4 «Si alguno es simple, véngase acá.» Y al falto de juicio le dice: 5 «Venid y comed de mi pan, bebed del vino que he mezclado; 6 dejaos de simplezas y viviréis, y dirigíos por los caminos de la inteligencia.» »

Comenta Sacchi:

En esos momentos surge la necesidad de que Dios mismo venga un día a habitar entre los hombres, porque sólo Él parece poder garantizar el contenido de lo que nosotros llamamos la esperanza mesiánica: la felicidad en la tierra unida a una vida religiosa plena cumplidora de la Ley.

Este movimiento de espera mesiánica se encuentra documentado en su formulación más completa en el Libro de los Jubileos. Dios mismo deberá bajar un día a los hombres para dar vida a una renovación total del cosmos:

« Hasta que yo (Dios) descienda (a la tierra) y more con ellos (los hombres) por los siglos de los siglos…

Y el ángel de la faz… tomó las tablas de la distribución de los años desde la creación, (las de la) Ley y la revelación de los septenarios y de los jubileos según cada año… desde el día de la nueva creación –cuando los cielos y la tierra y todas sus criaturas sean renovados según las potencias celestiales y según la creación terrestre– hasta el día que sea creado el santuario del Señor en Jerusalén, sobre el monte Sión, y se renueven todas las luces (los astros) para remedio, salvación y bendición de todos los elegidos de Israel, y así sea desde aquel día por siempre en la tierra (Libro de los Jubileos 1,26 y 29; Apócrifos del Antiguo Testamento, Cristiandad, Madrid, 19 vol. II, 1982, pp. 82-83). »

La nueva creación será una renovación total que afectará a todo el cosmos, desde el santuario de Jerusalén hasta los cielos y sus astros, que por fin dejarán de enviar a la tierra sus influjos maléficos.


Seguiremos con más textos y más comentarios. Saludos cordiales de Antonio Piñero.
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Hoy en el “Blog de Antonio Piñero” se trata del siguiente tema:

“En el último tercio del siglo I sólo había dos tipos importantes de cristianismo”

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Lunes, 22 de Junio 2009
Hoy escribe Antonio Piñero

Volvemos a los momentos posteriores al retorno del exilio de Babilonia, donde hemos visto que empezaron a cuajarse elementos mesiánicos, aunque incipientes. Y comentábamos como el pasaje del Deuterozacarías 9,9-10 comenzó a tener una lectura mesiánica de futuro. Seguimos de la mano de Paolo Sacchi, quien ha hecho ya un resumen espléndido del tema.

"La versión griega del libro de Zacarías (compuesta en el siglo II a.C., aproximadamente: un momento en el que -como veremos- empiezan a crearse las concepciones más nítidas del mesianismo…, pero cuando ya se ha cerrado el Antiguo Testamento) subraya la interpretación mesiánica del pasaje sustituyendo “haré desaparecer” por “él hará desaparecer”: el mismo verbo, pero en tercera persona (Véase el pasaje reproducido en la nota anterior).

El sujeto por tanto de la frase se convierte en “el rey”, ya no habla Yahvé por medio de un oráculo, sino que se da protagonismo al rey como mesías. Hay además otro cambio interesante: el término “victorioso/salvado” (en hebreo nosha’) es sustituido por el participio activo del verbo griego para salvar (sózo), que debe traducirse como “salvador”. Gracias a estas transformaciones del texto porfético de la versión griega, podemos saber que en el siglo II a.C. se leía seguramente esta profecía con categorías mesiánicas.

Así pues,inmediatamente tras la época de Zorobabel -y antes de que se produjera la versión griega de este pasaje en el siglo II- la ideología mesiánica perdió vigor un tanto porque había desaparecido la monarquía davídica… Se necesitaba tiempo para que las gentes entendieran la promesa de Dios a Israel –hecha a David por medio del profeta Natán- de que nunca faltaría un descendiente sobre tu trono… (2 Samuel 7,16, literalmente: “Tu casa y tu reino permanecerán para siempre ante mí; tu trono estará firme, eternamente”) como algo comprensible también alegórica o ampliamente: vendría en el futuro un “rey” o dirigente que haría lo mismo que hizo David… restaurar a Israel en toda su gloria... aunque no fuera descendiente suyo directamente, es decir por familia.

A falta de mejores razones, no se puede afirmar que desapareciera esta concepción “mesiánica” aunque estuviera en sus momentos iniciales y tambaleantes. Al menos puede decirse que los textos de la Biblia hebrea que se consideraban “mesiánicos” continuaron leyéndose en las sinagogas. Pero el mesianismo permaneció inactivo durante unos dos/tres siglos al menos en el seno de la cultura de la clase dominante jerusalemita.

A la luz de la crisis de la dinastía davídica se explica la nueva interpretación de los “privilegios de la realeza unida a la familia de David” en 2 Is 55,3 (“Aplicad el oído y acudid a mí, oíd y vivirá vuestra alma. Pues voy a firmar con vosotros una alianza eterna: las amorosas y fieles promesas hechas a David”): en ausencia de la dinastía davíidica -que se ha terminado- tienen sentido aún porque se vinculaban o aplicaban a todo Israel.

El Tercer Isaías, defraudado quizás por los acontecimientos ocurridos en torno a Josué y Zorobabel, podía hablar entonces de un mundo futuro y feliz que habría de llegar sin mesías alguno:

“He aquí que pondré como magistrado la Paz y por gobierno, la Justicia” (Is 60,17).

En este caso tenemos un verdadero mesianismo sin mesías que muestra cómo las expectativas mesiánicas tenían cierta fuerza y razón de ser con independencia de cualquier situación contingente.

La espera de un tiempo feliz en el futuro sin intermediarios aparece también en los dos profetas que se pueden fechar con suficiente probabilidad en el siglo V a.C.: Abdías y Joel.

Abdías escribió seguramente después de la destrucción de Jerusalén que se recuerda en su obra. Más difícil es establecer cuánto tiempo después, porque no conocemos los acontecimientos posteriores a los que alude. La datación de Joel es particularmente controvertida, pero en conjunto el siglo V a.C. parece la fecha más probable.

Los judíos de Jerusalén vivieron después de Nehemías un periodo poco significativo pero tranquilo; los grandes ideales que habían animado a los profetas del exilio y a los de la primera época sadoquita habían quedado arrinconados, y la salvación parecía haberse limitado al buen funcionamiento de Jerusalén en su condición de estado vasallo del Imperio persa.

El libro de las Crónicas refleja bien esta actitud. Sin embargo, la espera de un mundo mejor tampoco estaba ausente de esta sociedad. Se esperaba y se glorificaba la restauración de Jerusalén, pero la atención estaba esencialmente dirigida al ser humano, no al rey.

Alguno podría pensar entonces que el “mesianismo”, al modo tradicional de un rey futuro no tendría ya sentido o era una esperanza demasiado nebulosa, porque esta esperanza estaba ya manifiestamente realizada. Así el Sirácida (Libro del Eclesiástico) cuando escribe lo siguiente:

g[ ¿Cómo haremos el elogio de Zorobabel?
Es como sello en la mano derecha (de Dios)
E igualmente Josué, hijo de Yosédec;
que en su tiempo construyeron un altar
y levantaron un templo santo [al Señor],
destinado a una gloria eterna” (Eclo 49,11-12). ]g

Puede pensarse que para este autor el “mesianismo” (la idea el posible reino feliz en esta tierra en donde dios gobierna) estaba centrado en que ya existía el Templo, en que éste era eterno, que el culto era lo único importante, y que las naciones acabaría convirtiéndose al culto a Yahvé… eso sería todo lo más a lo que podría esperar una “época mesiánica”…

Si aún existía una idea mesiánica de tipo tradicional, debe buscarse en el norte, entre los samaritanos, aunque su mesianismo no se basaba en la espera de un ungido, sino en la de un profeta (esto lo vemos también en tiempos de Jesús: seguía esperándose que al final de los tiempos vendría un gran profeta. Algunos pensaron que era Jesús).

Sin embargo, veremos que estas esperanzas diluidas o casi adormecidas en los siglo V-IV-III a.C. habrían de revivirse en el siglo II a.C., época de los Macabeos. Indicios hay bastantes.

Saludos cordiales de Antonio Piñero.
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Hoy en el “Blog de Antonio Piñero” se trata del siguiente tema:

“La vista puesta en los lectores potenciales. Cómo y por qué puede esta visión haber conformado la presentación de su obra en el evangelista Marcos”

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Viernes, 19 de Junio 2009

Notas

Cronología de los HchAp
Hoy escribe Gonzalo del Cerro

Cronología de los HchAp (II)

Los HchPe y los HchPl

Aceptado como válido el testimonio de Tertuliano, tenemos el dato de que los HchPl fueron escritos antes que el libro De Baptismo. Y dado que esa obra es de los alrededores del año 200, los HchPl fueron compuestos antes de esa fecha, que sería el término ad quem de referencia, pero con el tiempo suficiente para que fueran conocidos en África.

Partimos, pues, de esa fecha para determinar no solamente la de los HchPl, sino también la de los demás HchAp primitivos. Tomamos, además, el “único contacto absolutamente seguro” en opinión del Prof. A. Piñero entre los distintos HchAp, cual es el episodio del Quo vadis? Es un episodio que aparece en el Martirio de Pedro, cap. 6, correspondiente al 36 de los Actus Vercellenses. Otro episodio, en cierto modo duplicado del anterior, es el de los HchPl en el Papiro de Hamburgo (PH) 7. En cambos casos se trata de un encuentro en visión de Jesús con Pedro o Pablo respectivamente. El encuentro tiene lugar en relación a Roma. En el diálogo de la visión con los apóstoles, hay una frase paralela en forma y en sentido. En HchPe (AV 35) dice el aparecido: “Entro en Roma para ser crucificado”. En los HchPl (PH 7,39), dice también Jesús: “Otra vez voy a ser crucificado” (stauroûsthai).

En los HchPe el apóstol protagonista huye de Roma para escapar de la persecución que se cierne sobre la comunidad cristiana. Las mujeres de la cercanía del César lo habían avisado. Al salir por las puertas de la ciudad, se encuentra con el Señor que se dirigía en dirección a Roma. Pedro le pregunta sorprendido: “¿Cómo por aquí?” El Señor responde: “Voy a Roma para ser crucificado”. Pedro replica: “¿A ser crucificado otra vez?” La respuesta no podía ser más clara: “A ser otra vez crucificado”. Pedro comprendió la indirecta, recapacitó y regresó a la ciudad.

En PH 7, Pablo iba dormido en el barco que lo conducía a Roma. Tiene una visión en la que ve al Señor, denominado siempre kýrios, que llegaba andando sobre el mar. El Señor despierta a Pablo, que lo reconoce como rey del cielo. Pero viendo que el Señor venía “cabizbajo y entristecido”, Pablo le preguntó el motivo. La respuesta del Señor fue la que ya hemos reflejado: “Pablo, voy a ser crucificado de nuevo”. Y añadió: “Levántate, vete a Roma y exhorta a los hermanos para que permanezcan en la vocación del Padre”- A continuación siguió caminando sobre el mar delante del barco como para indicarle el recto camino.

Frente a este episodio, caben dos posturas esenciales. De existir una hipotética dependencia, o los HchPl dependen de los HchPe, o son los los HchPe los que dependen de los HchPl. Personalmente, yo me inclino por la originalidad de los HchPe frente a los HchPl (PH). Por estas razones:

1) El relato de los HchPe es más sencillo y coherente. Pedro huye de Roma ante la persecución que amenaza, y el Señor le viene a decir de manera plástica que regrese.

2) El Señor se lo insinúa afirmando que va a Roma para ser crucificado (aoristo de acción puntual staurōthēnai).

3) Pedro entiende que se va a cumplir en él la crucifixión mencionada.

4) Después, regresa Pedro a Roma y consuela de hecho a los fieles, como le había recomendado la visión (Mart. 7).

5) El diálogo recuerda ciertos detalles de la conversación de Jesús con Nicodemo, como la alusión al nuevo nacimiento con la misma palabra usada por el apócrifo (anōthen).

El relato de los HchPl es menos coherente y más complejo:

1) El apóstol se dirigía ya a Roma, por lo que no parece lógico que la aparición se lo recomiende: “Ve y entra en Roma”-

2) Pablo ya está viendo al Señor cuando el texto sigue diciendo: “Y se le apareció el Señor caminado sobre el mar”.

3) La tristeza del Señor y su recomendación (”consuela a los hermanos”) parecen reflejar la situación y el ambiente de los HchPe (Martirio 5-7).

4) El uso del infinitivo de presente, confirmado por la cita de Orígenes (Comm. in Ioan. XX,12), indica una situación habitual que podría referirse a una persecución duradera.

5) Si la expresión se refiriera al martirio anunciado de Pablo, no tendría sentido su reacción: mē génoito, Kýrie (“que esto no suceda”).

6) La enigmática frase del Señor aparece después de una laguna de tres líneas en el papiro. Pero tal como está, no tiene contexto referencial que la enmarque.

7) En cuanto al adverbio ánōthen, notemos que la frase fundamental no tiene adverbio en los HchPe. El término pálin aparece en el diálogo posterior. Es una palabra mucho más usada en el NT, con una frecuencia de 140 veces contra 13- Pero pálin se usa como sinónimo de ánōthen en Jn 3,7. Al contrario, como Pedro en Mt 16,22, parece que quiere apartar al Señor de su propósito, que él entiende como Pedro en Mt, no de su propia muerte sino de la del Señor.

En conclusión, el episodio en los HchPe es simple, claro y coherente. En Los HchPl, es un cúmulo de escenas sin demasiada cohesión, en donde loa frase fundamental (“Voy a ser crucificado de nuevo”) no tiene otra justificación contextual que la tristeza del Señor. Y a no ser que las líneas perdidas tuvieran elementos que situaran la frase en un contexto coherente, el texto de PH no tiene apenas conexiones definitivas con la frase en cuestión.

La conclusión lógica es que los HchPe son anteriores a los HchPl.

El cuadro es el Quo vadis ? de Aníbal Carracci (s. XVII)

Saludos cordiales. Gonzalo del Cerro





Jueves, 18 de Junio 2009
Hoy escribe Antonio Piñero


De la mano de P. Sacchi seguimos comentando la época después del exilio en Babilonia en lo que respecta a la evolución del concepto de mesías. Para esta época interesante pero muy oscura hay otro pasaje de Zacarías (9,9-10) que merece recordarse:

« ¡Regocíjate enormemente, hija de Sión; canta de júbilo, hija de Jerusalén! He aquí que viene a ti tu rey. Es justo y victorioso, humilde, y cabalga en un asno, un pollino, hijo de una asna. Haré desaparecer de Efraín los carros de guerra, y los caballos de Jerusalén; el arco de combate desaparecerá. Anunciará la paz a los gentiles; su dominio será de mar a mar, desde el Río hasta los confines de la tierra (Texto hebreo masorético, es decir, tradicional). »

Este pasaje pertenece a la segunda sección del libro de Zacarías, capítulos 9-14, que se denomina técnicamente Deuterozacarías, porque probablemente salió de la mano de un discípulo, no del profeta mismo. No se sabe cuándo se escribió, pero se piensa que es un producto casi un siglo posterior al profeta Zacarías, por tanto en torno al siglo IV a.C. Este pasaje será importante para los cristianos, porque en él se verá el trasfondo (uno de los trasfondos) de la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén = Evangelio de Marcos 11,1-10.

Permítaseme ofrecer aquí –a modo de inciso y con un salto en el tiempo- un complemento interesante, que se olvida siempre, a ese trasfondo de la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén. Y lo voy a hacer de la mano de Javier Alonso en el libro La verdadera historia de la Pasión, Edaf, Madrid, 2008, pp. 132-133:

“Se suele olvidar (además del pasaje del Deuterozacarías) otros textos del Antiguo Testamento que aportan unos matices interesantes. En el primer libro de los Reyes leemos que, poco antes de morir, el rey David ordena a sus servidores que lleven a cabo las acciones necesarias para asegurar el traspaso de poderes según sus deseos:

g[ Y díjoles éste [David]: Tomad con vosotros a los servidores de vuestro señor y montad a Salomón, mi hijo, sobre mi propia mula y bajadle a Gihón. Allí le ungirá Sadoq con el profeta Natán, por rey sobre Israel. […] Bajaron y montaron a Salomón sobre la mula del rey David y le condujeron a Gihón. El sacerdote Sadoq tomó de la tienda el cuerno del óleo y ungió a Salomón. Entonces hizo sonar el cuerno, y todo el mundo exclamó: “¡Viva el rey Salomón!” Luego todas las gentes subieron tras él y las gentes tañían las flautas y rebosaban en algazara tan grande que parecía que se desgarraba la tierra en su vocerío (1 Re 1, 33-40). ]g

Este pasaje se refiere a Salomón como al rey de Israel que entra en su ciudad, Jerusalén, en medio de escenas de júbilo y -lo que es más importante para la similitud con el gesto de Jesús-, montado en un asno uno para asemejarse a la profecía de Zacarías; el otro en una mula; no en un caballo de guerray haciendo su ingreso en la ciudad por el Gihón, en el valle del Cedrón que comunica el Monte de los Olivos con Jerusalén.

La referencia es bastante clara y las gentes que estaban acogiendo a Jesús en Jerusalén -y que apreciaban mucho la figura de Salomón- tendrían este pasaje bíblico en la mente. Por tanto, para ellos Jesús estaría declarándose rey de Israel ante su pueblo (en estos momentos es rey/mesías), pues emplea el mismo procedimiento llevado a cabo por Salomón, a la vez que se identifica conscientemente con el "rey" de la profecía de Zacarías por la utilización del asno en vez de la mula.

Si de algo no deben quedar dudas es de que los presentes entendieron a la perfección el mensaje, pues la sociedad judía de la época estaba enormemente familiarizada con las citas o alusiones a pasajes del Antiguo Testamento, y más si se referían a la posible llegada de un mesías o a la proclamación de un rey que los liberase del yugo romano.

En consecuencia, recibieron a Jesús como lo que creían que llegaría a ser, el nuevo rey de Israel. ¿De qué otro modo se pueden entender las expresiones proferidas por el pueblo: "¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Bendito el reino que viene de David, nuestro padre!" de Mt 21,9?
Pero no sólo eso. El acto de extender los mantos en el suelo al paso de Jesús significa que los presentes responden actuando según el tipo de otro texto veterotestamentario relacionado también con la unción de un rey, en concreto de Jehú por parte de un profeta enviado por Eliseo.

« Apresuráronse ellos a tomar cada uno su manto, los colocaron a sus pies sobre los desnudos escalones e hicieron sonar el cuerno y exclamaron: ¡Jehú es rey! (2 Re 9, 13). »

Debemos recordar que esta manifestación popular no se produce de manera fortuita, sino que es el propio Jesús quien ha dispuesto todos los detalles de su entrada en Jerusalén, y es absolutamente consciente de la reacción que va a provocar entre sus compatriotas.

Y no sólo los judíos parecen entenderlo en este sentido. También los romanos parecen ver en Jesús un personaje con pretensiones monárquicas y con una actitud poco favorable hacia los señores extranjeros de la tierra de Israel. La acusación ante Pilato se centrará en estos tres puntos:

« Hemos averiguado que éste revoluciona a nuestra nación y prohíbe pagar tributos al emperador y dice que es el ungido, rey (Lc 23,2). »

Tras la acusación, la condena a muerte en la cruz, un suplicio reservado a los sediciosos, y el titulus crucis que se coloca sobre la misma afirmando que el crucificado era el rey de los judíos, confirman esa imagen de mesías davídico, si no de un marcado carácter guerrero, sí al menos de claro tono desafiante.

De estos paralelismos ofrecidos por los textos resulta lógico deducir que al menos al final de su vida, Jesús se consideró mesías de Israel. Y se puede pensar razonablemente que el modelo con el que se identificó fue el más familiar en el imaginario de sus compatriotas, el de un rey de estirpe davídica que asumiría el gobierno del pueblo elegido tras liberarlo del yugo extranjero.

No queda claro por el resto de los pasajes evangélicos el modo cómo iba a actuar Jesús en concreto. Parece excluirse que Jesús emprendiera una auténtica acción armada continuada contra los romanos. Pero no queda claro si Jesús iba a asumir la iniciativa de comenzar una acción violenta –se ha pensado siempre en la llamada “Purificación del Templo” (narrada por el Evangelio de Marcos casi inmediatamente después de la entrada triunfal)- para luego esperar que Dios actuara por su cuenta, por ejemplo con “doce legiones de ángeles”, como indica el Evangelio de Mateo 26,53.

A este carácter de expulsión de los romanos y su administración de algún modo –de lo contrario no podría instaurarse el reino de Dios, ni cumplirse las funciones de rey mesiánico- habría que añadir además un tono apocalíptico en las manifestaciones generales de Jesús que se basaría en su convicción de la inminente llegada del fin del mundo, tal como se concebía en aquellos instantes, y como indica el discurso escatológico del capítulo 13 del Evangelio de Marcos.

Hemos introducido aquí un paréntesis a propósito del famoso texto del Deuterozacarías que nos ha valido para comentar las circunstancias de la época de Zorobabel y proyectarlas hacia Jesús. En la próxima nota seguiremos directamente con el tema del "mesianismo" incipiente en el Antiguo Testamento.

Seguiremos, pues. Saludos cordiales de Antonio Piñero.
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Hoy en el “Blog de Antonio Piñero” se trata del siguiente tema:

“El núcleo del argumento sobre los recuerdos acerca de Jesús”

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Saludos de nuevo.




Miércoles, 17 de Junio 2009



Hoy escribe Antonio Piñero

En una nota anterior hablábamos de “Zorobabel como mesías” y allí nos ocupábamos sobre todo de la historia del personaje recalcando la idea de cómo en el Antiguo Testamento se emplea la palabra mesías ciertamente, pero en ningún caso con ese significado mesiánico al que ahora estamos acostumbrados y –segundo- cómo siempre es una figura humana la denominada como mesías.

En la nota presente queremos fijarnos de nuevo en la época de Zorobabel (finales del siglo VI a.C. = la caravana de exiliados llega a Israel desde Babilonia en el 521 a.C.) sobre todo en el aspecto de la ideología teológica para precisar más la idea de que falta aún tiempo para que el vocablo "mesías" adquiera su plenitud de significado.

Lo que se observa como llamativo en esta vuelta de exiliados es que no hay un solo guía del pueblo, sino dos uno laico y otro sacerdotal: Zorobabel y Josué. Los judíos estaban tratando evidentemente de poner en práctica la constitución del país que había pensado el profeta Ezequiel en el exilio, la cual pretendía que el pueblo judío estuviera bajo la guía de dos jefes: un príncipe y un sacerdote.

Y no era necesario –según Ezequiel- que el príncipe fuera un davídida en sentido estricto…, bastaba que fuera “hijo de David” en espíritu, que siguiera las tendencias ideales religiosas que habían hecho célebre -en la historia idealizada- la figura de David, es decir, un príncipe siempre entregado, a pesar de sus fallos, a la causa de Yahvé.

Obsérvese, si esta interpretación del pensamiento de Ezequiel es correcta, que se están poniendo los cimientos para que en época de Jesús pueda admitirse a un “mesías” sin que quede claro si es hijo físico (= descendiente auténtico por línea genealógica) o no de David. Es posible que el famoso pasaje del Evangelio de Marcos

« 35 Jesús, tomando la palabra, decía mientras enseñaba en el Templo: «¿Cómo dicen los escribas que el Cristo es hijo de David? 36 David mismo dijo, movido por el Espíritu Santo: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra hasta que ponga a tus enemigos debajo de tus pies. 37 El mismo David le llama Señor; ¿cómo entonces puede ser hijo suyo?» La muchedumbre le oía con agrado (12,35-37), »

tan difícil de interpretar -porque parece que las palabras puestas en boca de Jesús niegan que él mismo sea “hijo de David”- haya que entenderlas en este sentido: se puede ser mesías –Jesús ya ha efectuado su entrada mesiánica en Jerusalén-, e “hijo de David”, sin ser esto último por línea genealógica, sino espiritual. Lo que no queda claro es -en el pasaje de Marcos- si este pensamiento es obra del Evangelista o procede del Jesús histórico mismo. No hay manera de saberlo de un modo seguro, en mi opinión.

Volviendo al caso concreto de Zorobabel y su momento histórico. Como el pueblo no tenía por qué estar al tanto de las especulaciones teológicas de Ezequiel, en este momento no había problemas: el príncipe, Zorobabel, pertenecía a la casa de David.

El profeta Zacarías, que vivió en aquel periodo, pudo declarar ante el pueblo: “Éstos son los dos hijos del aceite, que están en presencia del Señor de toda la tierra” (4,14). Ambos caudillos han entrado claramente en la esfera sacra de la realeza: ambos son “ungidos” (recordemos que el hebreo apenas tiene adjetivos; para expresar “ungido” utiliza la expresión “hijo de…”, en este caso del aceite. Otro ejemplo: "administrador injusto", que en el Evangelio aparece literalmente como “el administrador de la injusticia” = Lc 16,8 griego oikónomos tes adikías).

Que el concepto de “rey mesiánico” (atención, en este momento estamos emplendo estos vocablos, pero volvemos a señalar que el contenido es aún confuso) estaba presente en la mente de los religiosamente cultos se deduce de cómo denomina Zacarías a Zorobabel: 3,8: “He aquí que envío a mi siervo, el Germen”, frase que sin duda alguna hace referencia al dirigente laico, el príncipe y lo interpreta como una suerte de enviado divino para establecer una realeza en el país próspera en lo material y en lo espiritual.

“Germen” es el mismo apelativo que había utilizado Jeremías para señalar al gran rey futuro, el que habría de establecer la justicia en Israel. Así en Jr 23,5 y 33,15 (en hebreo semah es “germen”). Comenta Paolo Sacchi que “Las esperanzas del profeta y de una parte del pueblo debieron haber recaído en Zorobabel justamente en esta perspectiva. Por Ageo, otro contemporáneo, tenemos noticia de que el Templo fue refundado de hecho por iniciativa de ambos, pero a Zorobabel siempre se le nombra primero”.

Sabemos por la historia, que por oscuros motivos hubo una guerra civil poco después en Judá y que Zorobabel cayó asesinado. Y sabemos que posteriormente, cuando se dedicó el templo que había sido reconstruido, el que mandaba era sólo el sacerdote Josué, como se deduce de que Flavio Josefo en sus Antigüedades de los judíos -cuando está recordando este momento-, sólo nombra a Josué (XI 79).

Se deduce, pues que “el pueblo”, o sus dirigentes sacerdotales no sólo eliminaron a la persona, sino también a la institución monárquica. Dejó de haber rey en Israel quizá porque físicamente no existía ya n ningún sucesor físico de David.

Comenta Paolo Sacchi:

Con la supresión de la monarquía el mesianismo real perdía todo sentido. Sin embargo, el mesianismo no desapareció de la cultura judía. De la gran decepción quedó en el pensamiento de Israel algo destinado a tener gran vitalidad: el mesianismo había perdido la unicidad del personaje salvador porque los ungidos llegaron a ser dos. La espera del mesías podía convertirse entonces en la espera de más mesías. No sólo eso, sino que el concepto de “mesías” no estaba vinculado ya a la figura de un rey, pues al menos un sacerdote podía convertirse también en mesías. La función mesiánica, concebida en aras de la salvación, estaba ahora más abierta para asumir valores religiosos al hacerse autónoma respecto a la realeza” (p. 409, de su Historia del judaísmo en la época del Segundo Templo, Trotta, Madrid, 2004).


Seguiremos. Saludos cordiales de Antonio Piñero.
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Hoy en el “Blog de Antonio Piñero” se trata del siguiente tema:

“El monoteísmo como historia-ficción. El ejemplo de lo que ha ocurrido en algunas partes del Antiguo Testamento”

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Saludos de nuevo.



Lunes, 15 de Junio 2009



Hoy escribe Antonio Piñero

Es muy probable que los orígenes históricos del mesianismo, o más bien de las esperanzas “mesiánicas” en sentido amplio en Israel, se remonten a un texto del Primer Isaías, por tanto del siglo VIII: Isaías 11,1-6:

« “Saldrá un vástago del tronco de Jesé, y un retoño de sus raíces brotará. 2 Reposará sobre él el espíritu de Yahvé: espíritu de sabiduría e inteligencia, espíritu de consejo y fortaleza, espíritu de ciencia y temor de Yahvé. 3 Y le inspirará en el temor de Yahvé. No juzgará por las apariencias, ni sentenciará de oídas. 4 Juzgará con justicia a los débiles, y sentenciará con rectitud a los pobres de la tierra. Herirá al hombre cruel con la vara de su boca, con el soplo de sus labios matará al malvado. 5 Justicia será el ceñidor de su cintura, verdad el cinturón de sus flancos. 6 Serán vecinos el lobo y el cordero, y el leopardo se echará con el cabrito, el novillo y el cachorro pacerán juntos, y un niño pequeño los conducirá.” »

Señala Paolo Sacchi:

“El profeta afirma en este pasaje que vendrá un tiempo feliz vinculado a la figura de un descendiente de David dotado de carismas particulares. Tenemos, por tanto, los dos elementos fundamentales del mesianismo: un mundo feliz en el futuro y el instrumento humano, en este caso un descendiente de la casa de David. Se dice por ello que este mesianismo es davídico: en sus orígenes el mesianismo fue real y davídico.

“La función de este rey futuro será juzgar con justicia a los dallim, los “pobres o débiles” (Is 11,4), los que hoy llamaríamos marginados. Implantará por tanto un reino donde existirá la justicia, entendida en términos humanos todavía lejanos del mundo feliz de la apocalíptica, un reino caracterizado por la perfección y por la ausencia absoluta del mal.

“Posteriormente, hacia finales del siglo VII a.C., encontramos afirmaciones mesiánicas en Jeremías, de un mesianismo aún davídico. En Jr 23,5 se lee:

« He aquí que vendrán días, oráculo de Yahvé, en los que haré surgir de David un germen justo. Gobernará como rey (hebreo umalak melek); será sabio y practicará la justicia y el derecho sobre la tierra. En sus días Judá estará a salvo e Israel vivirá seguro. »

En este pasaje encontramos también los dos elementos fundamentales de la categoría mesiánica: un futuro radiante y el personaje que lo instaurará sobre la tierra.

El mesías será un rey de Israel y de Judá, y su función consistirá en procurar la salvación con ayuda de Dios. Sin embargo, la salvación que Jeremías tiene en mente, al menos en este pasaje, es poca cosa respecto a otras interpretaciones en las que el mesías salvará en el futuro a todos los pueblos. Para otros, la salvación se ampliará desde este pequeño mundo hasta comprender todo el reino de Dios, es decir Dios mismo, como en la famosa expresión de Pablo en Rom 8, 17: “Y si hijos, también herederos; herederos de Dios”. El pasaje de Jeremías que hemos leído muestra una concepción mesiánica estrictamente ligada a la casa de David, pues menciona la salvación de Judá y mantiene aún una esperanza para Israel.

Con Ezequiel comienzan ya una serie de reinterpretaciones y de relecturas de las primeras profecías mesiánicas: el elemento real del mesianismo permanece, pero no el davídico. Ezequiel creía, y ciertamente deseaba, que la monarquía davídica terminara definitivamente. Él, o su escuela, pensaba para el futuro en un Israel gobernado por dos jefes, el nasi’, es decir el rey (vasallo), y el sacerdote. De la dinastía de este rey nada dice”.

Ezequiel es reticente en defender la monarquía davídica quizá porque allá en el exilio había aprendido a pensar el concepto de Dios único de una manera más absoluta, un monoteísmo estricto: no hay más Dios que Yahvé y éste es Dios no sólo de Israel, sino del mundo entero. Igualmente debió de aprender que la historia de Israel debía contemplarse desde una perspectiva más universalista: Israel insertado en el mundo, no aislado, y la religión de Yahvé como posible religión del mundo entero. Por ello, probablemente, insistir en una monarquía con tanto sabor nacionalista judío como la davídica le debió de parecer poco coherente con estas expectativas más universalistas.

“El David histórico se convierte así en una simple figura del rey ideal que vendrá un día a salvar a Israel: este monarca será el verdadero David. En Ez, 34,23-24 se lee: “Haré surgir sobre ellos un pastor que los apacentará, mi siervo David, el verdadero: los apacentará y será su pastor”. Por tanto, David, el verdadero, vendrá en el futuro y será el pastor de Israel. Antes David era el antepasado del rey-mesías. Ahora se ha convertido en su figura.

En Ezequiel 37,24-26 leemos también:


« Mi siervo David será rey sobre ellos y será para todos un solo pastor; seguirán mis mandamientos, observarán mis leyes y las pondrán en práctica… David, mi siervo, será su príncipe por siempre. Haré con ellos una alianza de paz que será un pacto eterno…  »

De la dinastía davídica no se hace ya mención alguna, pues Ezequiel espera un nuevo David que habrá de materializar las esperanzas antaño depositadas en un descendiente histórico de la dinastía davídica. La espera mesiánica comienza así a transformarse. Este primer paso va del descendiente de David a un David ideal, no necesariamente heredero del David histórico. Los siguientes pasos serán más audaces.

Saludos cordiales de Antonio Piñero.
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Hoy en el “Blog de Antonio Piñero” se trata del siguiente tema:

“Los episodios de Felipe y Juan ilustran la formación de los recuerdos sobre Jesús"

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Viernes, 12 de Junio 2009
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Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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