Notas
Hoy escribe Fernando Bermejo
La anual conmemoración cristiana de la "Pasión" se presta a muy diversas reflexiones. Por ejemplo, sobre la inmensa distancia existente entre lo que parece haber ocurrido realmente en Jerusalén y sus alrededores con Jesús y sus secuaces y lo que sus seguidores contaron que ocurrió (la representación evangélica de la "pasión" es, desde el punto de vista histórico, una transmutación ético-estética deprimente o fascinante, según se mire); sobre los efectos deletéreos de tal representación en la imagen distorsionada que ha afectado milenariamente al pueblo judío; etcétera. Sin embargo, la idea cristiana de la muerte y resurrección de Jesús el Cristo como primicia de una resurrección colectiva evoca también pensamientos más productivos, cálidos y simpáticos. En el capítulo 15 de 1 Corintios Pablo de Tarso desarrolla esta creencia-esperanza, y formula algunas reflexiones sobre la naturaleza de los cuerpos resucitados -a las que él califica de "misterio". Es ahí donde dice que, al son de la última trompeta, "los muertos resucitarán incorruptibles y nosotros seremos transformados". Lo cierto es que ante la experiencia cotidiana de la incorregible imbecilidad y la incesante bajeza del autodenominado homo sapiens, el secreto anhelo de una transformación radical de esta naturaleza se hace perfectamente comprensible, y alberga en sí, al tiempo que una ilusionada necedad, también, de algún modo incontestablemente, cierta sublime grandeza. Al menos uno se reconcilia, por provisionalmente que sea, con algo de esa misma humanidad, cuando escucha la perícopa paulina (1 Cor 15, 51-53) en alguna buena ejecución del aria "The Trumpet shall sound" de El Mesías de Haendel. Aquí va el texto inglés del libreto: "Behold, I tell you a mystery; we shall not all sleep, but we shall all be changed -in a moment, in the twinkling of an eye, at the last trumpet. The trumpet shall sound and the dead shall be raised incorruptible, and we shall be changed. For this corruptible must put on incorruption, and this mortal must put on immortality". Entre las versiones fácilmente accesibles, les propongo las siguientes: https://www.youtube.com/watch?v=_rQYv8EsGSQ (con Dashon Burton) https://www.youtube.com/watch?v=aU_ttF4WTxY (con Sam Ramey) ¿Para cuándo la canonización de Georg Friedrich...? Saludos cordiales de Fernando Bermejo
Miércoles, 16 de Abril 2014
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Hoy escribe Gonzalo Del Cerro
Homilía III 70-73 Clemente, el “yo Clemente” de esta literatura, continúa comentando el hecho de la sucesión de Pedro por la personalidad de Zaqueo. Así suena el resumen de su recomendación: “Escuchad a vuestro obispo y no os canséis de dedicarle toda clase de honor, sabiendo que a través de él se lo ofrecéis a Cristo, y de Cristo llega hasta Dios” (H III 70,1). La voz del obispo es lo mismo que la voz de Cristo y, en consecuencia, la voz de Dios. Autoridad compatible con debilidad En teoría no sería problema que los jefes fueran pecadores. Una cosa es la autoridad, que es compatible con la debilidad, común a todos los miembros de la humanidad. Pero en el caso presente, Zaqueo es desde todos los puntos de vista irreprensible. El perfil de su nueva personalidad, trazada por el Salvador en el día de su encuentro y presentada por Pedro en sus comentarios, es una recomendación luminosa sin mezcla de dudas. Zaqueo es un auténtico maestro para las múltiples necesidades de los fieles de la comunidad cristiana. Criterio de vida comunitaria En las palabras dedicadas a la presentación del criterio de la vida comunitaria. Sabemos por las explicaciones de Pedro que Zaqueo está dedicado en alma y vida a su ministerio, lo que hace en silencio sin pedir nada. Pero los fieles tienen que tener en cuenta la actitud generosa y desprendida de Zaqueo, a quien deben atender con la misma generosidad que él practica para atenderles. Ayudar al obispo Zaqueo Como dice el relator, “no tiene tiempo libre para él”. Por ello deben sus fieles pensar en situaciones tan elementales como la manutención de su obispo. Pero Zaqueo morirá antes de humillarse como para pedir en actitud de mendigo lo necesario para sobrevivir. No faltan los críticos de siempre que hablarán de que todo parece algo así como la venta de la palabra o del servicio. Pero se trata de la mera supervivencia, nunca de lujos superfluos. Lo mismo sucedió al Señor que recibió gratis de sus amigos invitaciones y atenciones. Pero es un criterio válido para la convivencia cristiana. En consecuencia, “Honrad, a los presbíteros, a los catequistas, a los diáconos útiles, a las viudas que viven rectamente, a los huérfanos como hijos de la Iglesia” (H III 71,5). Pedro incluye al obispo en el elenco de los servidores de la Iglesia, entre los cuales figuran igualmente las viudas y los huérfanos, dos de los seres necesitados que más requieren los cuidados de los que participan de la misma esperanza. Porque siempre se menciona de por medio la salvación que es el destino natural de la vida cristiana. La consagración de Zaqueo Terminada la exhortación, Pedro consagró obispo a Zaqueo, el que más lo merecía y el que mejor preparado estaba para el cargo. El texto refiere de este modo la culminación del nombramiento del nuevo obispo: “Dicho esto, impuso la mano sobre Zaqueo diciendo: «Dueño y Señor de todas las cosas, Padre y Dios, guarda tú al pastor con su rebaño. Tú eres la motivación, tú el poder. Nosotros, el objeto de tu ayuda, tú el defensor, el médico, el salvador, la muralla, la vida, la esperanza, el refugio, la alegría, la espera, el descanso; en una palabra, tú lo eres todo para nosotros. Para la eterna posesión de la salvación, colabora con nosotros, líbranos, guárdanos»” (H III 72,1-2). Y añade en su plegaria un ruego especial por el nuevo consagrado: “Da al que preside la facultad de desatar lo que conviene desatar, y atar lo que conviene atar; tú hazlo sabio. Tú protege por él, como por tu instrumento, a la Iglesia de tu Cristo como a una hermosa esposa” (H III 72,4). Niceta y Aquila como informadores de Pedro La Homilía termina con escenas bautismales. Pedro llamó luego en su ayuda a Niceta y a Aquila, a quienes encargó que se dirigieran a Tiro y se alojaran en casa de Berenice, la hija de Justa la cananea, conocidas ambas por textos canónicos de Mc 7,24ss y Mt 15,21-28. Ellas podrían aportar datos interesantes acerca de Simón Mago, útiles para plantear el debate de forma idónea. Niceta y Aquila habían sido adquiridos por Justa de manos de los piratas. Más adelante veremos cómo se trata de los dos hermanos de Clemente, y conoceremos sus nombres auténticos. Saludos cordiales. Gonzalo Del Cerro
Sábado, 12 de Abril 2014
Notas
Hoy escribe Antonio Piñero:
Me han preguntado varios lectores acerca de la noticia que ha aparecido en Religion digital y otros medios de comunicación, a saber, que el papiro denominado “De la mujer de Jesús” por la Profesora Karen King de Harvard, es auténtico frente a la idea de quienes hemos manifestado un notorio escepticismo, no respecto al papiro en sí, sino a su contenido. Estudios de diversas Universidades norteamericanas sostienen que la tinta del papiro es antigua y que puede pertenecer al siglo IV después de Cristo. Si lo dicen los científicos, no tengo ningún inconveniente en aceptar que el contenido sea también auténtico a pesar de mi extrañeza de que todas las palabras de él estén tomadas, o aparezcan, en el evangelio copto gnóstico de Tomás, y de que las letras finales de cada línea de este papiro coincidan con la edición impresa del evangelio de Tomás en donde aparecen las palabras correspondientes. El papiro dice lo siguiente: 1 Mi madre me ha dado la vida… 2 Los discípulos dijeron a Jesús… 3 María es digna de eso… 4 Jesús les dijo: Mi mujer… 5 Podrá ser mi discípula… 6 Que los malvados revienten… 7 En lo que me concierne, permaneceré con ella… una imagen… • Este texto pertenece a un evangelio muy tardío, gnóstico, de los que ahora tenemos, por lo menos, una decena. • Su contenido no añade nada a lo que sabemos de Jesús por textos como el evangelio de María Magdalena (Jesús la amaba más que a los otros discípulos) ; el evangelio de Felipe (María Magdalena es la compañera del Salvador; María Magdalena es su compañera, su madre y su hermana; Jesús besaba en la boca a María Magdalena); 2º apocalipsis de Santiago (Jesús besó en la boca a su hermano Santiago); Evangelio de Tomás, logion 60 (Salomé, que no María Magdalena, dice que Jesús ha comido en su mesa y ha subido a su lecho). • Por otra parte, María Magdalena como discípula perfecta aparece en los siguientes evangelios : Sabiduría de Jesucristo, Diálogo del Salvador, Pistis Sofía, Evangelio de María, Evangelio de Felipe, Evangelio de las grandes preguntas de María. Del conjunto de todos los textos se deduce que lo que se dice de María Magdalena, tanto mujer como compañera como hermana y madre, ha de entenderse como un conjunto de símbolos gnósticos que afirman que María Magdalena es la discípula perfecta de Jesús pero nada más. En el libro “Jesús y las mujeres” que publicará Trotta en el mes de mayo 2014 discuto todo con detenimiento y llego a la conclusión de que incluso los símbolos sexuales no significan otra cosa que una intimidad con el Jesús resucitado que, por sus mismas características, no podía suponer contacto físico alguno. En síntesis, aunque el evangelio sea verdadero (no una falsificación actual), es tardío y no sirve como testimonio para reconstruir el estado civil del Jesús histórico. Saludos cordiales.
Sábado, 12 de Abril 2014
Notas
Hoy escribe Antonio Piñero
Comento de nuevo un libro de la colección “¡Vaya timo!” de la Editorial Laetoli de Pamplona. El anterior fue el de Gonzalo Puente Ojea, “La religión ¡vaya timo!”. Esta serie está dirigida por Javier Armentia (1962), astrofísico y director del Planetario de Pamplona (el normal marchamo de la página de créditos, Printed in Spain”, ha sido sustituido por “Printed in the European Union”), que forma parte de un interesante grupo que lleva por título “Sociedad para el avance del pensamiento crítico”. La ficha del libro que hoy comentamos es: Gabriel Andrade, La teología ¡vaya timo! (nº 21 de la colección), Laetoli, Pamplona, 188 pp., con bibliografía. ISBN: 978-84-92422-68-5. Mantuve a propósito de la reseña del libro de Puente Ojea, y mantengo ahora, que el título de la colección puede ser muy pernicioso para los legítimos intereses de difusión y comercialización de estas obras, pues muchos posibles lectores pasarán de largo al creer que se trata de un panfleto o libelo difamatorio. ¡Todo lo contrario! Al menos en lo que se refiere a los dos libros que he leído. Son los dos totalmente científicos, razonativos/discursivos al máximo, y ofrecen todos los argumentos de los adversarios para luego exponer las razones propias. El libro de G. Andrade no es un análisis de la teología en general de todas las religiones, aunque haya alguna que otra alusión, sino de la cristiana y en particular de la católica. Es un libro muy didáctico, claro, bien escrito, breve, sin notas a pie de página, que puede servir como prontuario o manual para la discusión amable de muchos temas, en sí teológicos, que se plantean en la cotidianidad de muchas personas interesadas por la cultura. La introducción expone sucintamente la diferencia entre ciencia, filosofía, teología natural y mera teología especulativa. Consiste ante todo en que –en cada cuestión-- se ofrecen pruebas tangibles, de experimentos repetibles, de raciocinios que no afecta nen absoluto a ningún ámbito sobrenatural. Incluso la filosofía y la teología natural, que pueden no tener directamente como objetivo el razonamiento sobre entidades palpables, presentan razones y argumentos que no se apoyan en absoluto en dogma alguno, sino en la mera razón humana, es decir son autónomas (tienen y observan las leyes y razonamientos puramente humanos), y no heterónimas (se apoyan en razonamientos que proceden de otro ámbito, el sobrenatural o divino que supera esencialmente al hombre). Comenta Andrade al respecto: “Los científicos resuelven sus disputas con el peso de la prueba, la cual en principio está disponible para todo el mundo…Pero en las disputas teológicas, por ejemplo, si el Espíritu Santo procede exclusivamente del Padre o también del Hijo… no hay nada observable que nos permita decidirnos por una u otra alternativa” (p. 13): hay que recurrir a la fe, que se apoya en la revelación y en la tradición tutelada por ella. “La teología es una disciplina meramente especulativa, y no posee una base sólida. Salvo contadas excepciones, sus voluminosas doctrinas no cuentan con el menor indicio empírico o racional de que sean verdaderas… Es, por tanto, una disciplina vacía” ( pp. 15-17). Por consiguiente, sostiene el autor repetidas veces en el libro, la teología debe desaparecer de las universidades (no existe en España en la universidad pública; sí en ciertas privadas; pero en Europa es muy frecuente encontrar facultades de teología católica o protestante en todos los países). No por ello deja de reconocer G. Andrade en el capítulo 1 (“¿Qué se puede rescatar de la teología?”) que la “historia de la teología”, y la “historia de las religiones” son disciplinas importantísimas en nuestras Facultades, pues sin ellas no se entiende la vida humana. Incluso admite el autor que la teología ha tenido en algunas ocasionas consecuencias positivas para la civilización; por ejemplo, el predestinacionismo calvinista (Dios sabe de antemano quién se va a salvar o a condenar; es más los ha predestinado para uno u otro fin) condujo a la creencia de que el éxito en el trabajo y la riqueza en este mundo eran signos de que uno se hallaba entre los predestinados por para la salvación…, lo que de hecho produjo grandes avances en el comercio, la industria e incluso en las ciencias. Me han parecido un interesante resumen, con su correspondiente discusión, las páginas dedicadas a la teología natural, fundamentalmente al tema de las “pruebas” de la existencia de Dios: el argumento ontológico (La idea de Dios presupone que no hay nada más perfecto posible que Dios; ahora bien, si Dios es la entidad más perfecta posible, entonces tiene que existir, pues una entidad para ser perfecta tiene que existir); el argumento cosmológico (Si todo cuanto existe tiene una causa –y como no se puede postular una causación hasta el infinito—, es necesario que exista una Causa Primera, que sin ser ella causada, sea la causa de todo lo existente); el argumento teleológico (El mundo muestra un propósito, un orden y un diseño; luego tiene que existir un Gran Diseñador, que es Dios). El autor discute los pros y los contras de estos y otros razonamientos. Igualmente aborda esta sección los argumentos contra la existencia de Dios, que se centran en la palpable realidad del mal: ¿por qué Dios lo permite incluso admitiendo que Él no lo haya causado? La discusión de las diversas respuestas --san Agustín, Leibniz, Kant, Mackie, Plantinga, etc.—está bien sintetizada y criticada a su vez. Pienso que esta sección puede ser de las más interesantes del libro Otras cuestiones, planteadas en distintos capítulos son: el problema de la Trinidad: ¿Qué es una misma esencia en tres personas?; la solución arriana; la distinción entre “homoousios” (Padre, Hijo y Espíritu Santo tiene una misma esencia o sustancia, eterna) y “homoioousios” (Padre, Hijo y Espíritu Santo tienen una esencia solo similar; luego hay gradación en la divinidad). Andrade recorre breve y sustanciosamente el debate trinitario, con lo que el lector se hace una idea básica, pero correcta, de los problemas racionales que afectan a la Trinidad. Este capítulo está gobernado por el principio de que no puede ser voluntad divina que el ser humano, para salvarse, haya de creer en algo que es absolutamente incomprensible y contradictorio --respecto al ser divino-- para el instrumento único de conocimiento que ese mismo ser divino ha otorgado al hombre. Otros capítulos están dedicados a la existencia histórica de Jesús; a los graves problemas de credibilidad de los evangelios, tanto en los relatos de la infancia, la pasión y la resurrección, así como al concepto del Cristo o mesías, y al supuesto cumplimiento en Jesús de las profecías del Antiguo Testamento. Un capítulo especialmente cáustico puede ser para algunos la discusión de G. Andrade de la soteriología (“teología de la salvación”): “¿De qué nos ha salvado Cristo?”: ¿Cómo una culpa finita, cometida por un ser humano, finito, puede tener un castigo infinito? Aquí se halla la ponderación y discusión del concepto de expiación, envío del Hijo eterno y muerte en cruz, etc., que tantos problemas suscitan a la sensibilidad intelectual moderna. En torno a la cuestión del Espíritu Santo, su esencia, sus efectos en los mortales como la inspiración, la glosolalia, las lenguas de fuego en Pentecostés (Hch 2), las herejías pneumatológicas y la ortodoxia en torno a la esencia del Espíritu, etc. se desarrolla otro capítulo que el autor define como “cosas raras” (p. 105) que un ser humano del siglo XXI difícilmente puede aceptar. “El alma y otros mitos”, la discusión sobre los modernos avances de la neurobiología, unidas a la cuestión del pecado original (cristianismo) o de la mala tendencia agravada que heredan los mortales tras el pecado de Adán (judaísmo) ocupa otro denso, pero claro capítulo. Entre otras cosas interesantes el autor discute el argumento de Descartes para probar la existencia del alma y su separabilidad del cuerpo: “Todo hombre puede imaginarse una existencia incorpórea, es decir que exista su mente sin el cuerpo. Al poder imaginar esto, debe admitirse que mente y cuerpo no son una misma sustancia; pues si lo fuesen, no sería posible imaginar la existencia de la una sin imaginar la existencia de la otra”. Dejo al lector que piense él mismo la respuesta. El fin del mundo, el infierno, el “apocalipsis” final, el conjunto de las doctrinas escatológicas cristianas, la “apocatástasis” (doctrina del padre de la Iglesia Orígenes: la reconciliación de Dios con Satanás y, como corolario, la imposibilidad de que la salvación no sea universal: todas las personas irán al cielo y el infierno dejará de existir; el final será como el principio: todo perfecto). La angelología y demonología… ¡Que cantidad de acumen gastado por la humanidad cristiana en multitud de libros y tratados para pensar y organizar las distintas clases de ángeles y diablos! (pp. 149-159). El último capítulo está dedicado a la Biblia como el libro de los libros o “el buen libro” (163-175). El autor discute aquí brevemente los problemas inherentes a la revelación; la inerrancia del texto bíblico como doctrina y la constatación de los “burdos errores” de la Biblia (p. 164); la razón de la Biblia es un producto humano se halla en que tales errores son debidos sobre todo a los momentos en los que fueron compuestos sus diversos libros, que reflejan naturalmente las creencias de sus épocas; las cuestiones espinosas acerca de la determinación de la verdadera personalidad de los autores bíblicos y las incoherencias de las teorías al respecto defendidas por la tradición… Concluye Andrade que la Biblia es una colección muy interesante de libros y una de las joyas verdaderas de la literatura universal…, pero estudiable solo en virtud de su enorme patrimonio cultural. “Por supuesto tal estudio debe hacerse desde una perspectiva secular, libre de los dogmas promovidos por la teología. Hay que acercarse a la Biblia del mismo modo que lo hacemos al leer los mitos griegos, hindúes o los egipcios y tantas otras civilizaciones” (p. 175). En conjunto este libro merece la pena ser leído, y mucho. El creyente no debe tener miedo a abordar su lectura, si es que está convencido de la firmeza de su fe, porque en este libro encontrará tanto las dificultades como algunas de las respuestas que han dado los defensores de esa fe, le gusten o no al autor. Además ejercitará su mente y su creencia será más conforme al viejo precepto eclesiástico de que la fe “debe buscar el entendimiento” (fides quaerens intellectum). Personalmente he sentido mucho interés por la lectura de este libro, que me ha refrescado viejas ideas que tenía ya en el desván de antiguas polémicas, pero que siguen siendo vitales para cada generación. Mi opinión general se alinea con la conocida frase de Jorge Luis Borges que encabeza como leitmotiv el libro que comento, y que se halla impresa en la cubierta: “Creo en la teología como literatura fantástica. Es la perfección del género”. Un teólogo inteligente y socarrón me preguntó una vez con cierto humor inglés (al que le gusta reírse suavemente de sus propios problemas), si conocía la diferencia entre filosofía y teología. Como veía que iba en plan de broma, le respondí que no. “Muy fácil”, me respondió. “La filosofía es intentar capturar a un gato negro en una habitación obscura…”. E hizo una pausa para observar mi reacción. Y continuó sonriente: “Y la teología es intentar capturar a un gato negro en una habitación obscura…, pero no hay gato”. No les digo el nombre del teólogo. Saludos cordiales de Antonio Piñero. Universidad Complutense de Madrid www.antoniopinero.com
Viernes, 11 de Abril 2014
Notas
Hoy escribe Fernando Bermejo
Herodes Antipas es una figura bien conocida de la historia judía en la primera mitad del s. I de la era común. Tetrarca de Galilea y Perea, mandó ejecutar a Juan el Bautista, y en los Evangelios hay rastros de que, si hubiera podido, probablemente también se habría deshecho de Jesús el galileo. La antipatía era mutua: Jesús –que nunca parece haber intentado siquiera buscar la salvación del tetrarca– evitó los centros de poder de Galilea y se refirió a Antipas en términos claramente despreciativos. Pues bien, ¿estuvo este personaje alguna vez en Hispania? Es sabido que, tras varias décadas como tetrarca, acabó siendo desterrado por Gayo Calígula. La cuestión es: ¿adónde? Resulta que, mientras que todos los manuscritos de De bello judaico de Flavio Josefo (Bell 2) afirman que Antipas fue desterrado a “Hispania”, y que más tarde murió en “Hispania”, el paralelo en Antigüedades 18, que se refiere a su destierro pero no a su muerte, dice que fue enviado a “Lugdunum, una ciudad de la Galia” (Lyon). La edición de Niese de 1894 de la Guerra Judía 2, 183 enmienda el texto griego en dos ocasiones para leer “Galia”, explicando en el aparato que la enmienda toma como referencia el texto de Antigüedades. Pero ¿es esto convincente? En primer lugar, no parece haber razón para preferir una lectura a otra, dado que “Hispania” es una magnitud conocida. En segundo lugar, no hay ninguna razón evidente por la que Galia fuera un lugar de exilio más probable de lo que lo habría sido Hispania –o, para ser más precisos, no hay una razón obvia por la que Josefo debería haber pensado, o escrito, que Galia era un destino más probable que Hispania. En tercer lugar, “Galia” y “Hispania” no son paleográficamente similares, de modo que podamos explicar fácilmente el cambio de términos achacándolo a un error de copia. Así pues, parece más aconsejable dejar el texto de De bello judaico como está, y dejar abierta la posibilidad de que Josefo se haya equivocado, o haya cambiado de opinión, en los quince o veinte años que pasaron entre la redacción de ambas obras. Esta posibilidad es tanto más plausible cuanto que en este caso hay dos explicaciones fáciles de por qué Josefo podría haberlo hecho. Además de una Lugdunum en Galia, había también una Lugdunum Convenarum en la frontera entre Galia e Hispania. Así pues, si Josefo sabía que Antipas había sido exiliado a “Lugdunum” puede haber cambiado su opinión, entre la Guerra y Antigüedades, o bien con respecto a de qué localidad se trataba, o –si sabía que se trataba de Lugdunum Convenarum– con respecto a si la ciudad fronteriza tenía que ser considerada parte de Galia o de Hispania. Saludos cordiales de Fernando Bermejo
Miércoles, 9 de Abril 2014
Notas
Hoy escriben Carlos A. Segovia y Antonio Piñero
Queridos amigos: Carlos A.Segovia, bien conocido por todos ustedes, ha organizado un Seminario en la Fundación Zubiri de Madrid, c/ Núñez de Balboa 90, 5º. Tf. 91431 5418, los días 12 y 13 de mayo, lunes y martes respectivamente sobre el tema del surgimiento del cristianismo y del judaísmo moderno, su camino paralelo, como fenómenos judíos de la época del Segundo Templo (desde el retorno del exilio hasta la caía de Jerusalén y la aniquilación del templo de herodes el Grande), y su lenta separación que dura hasta los siglos IV/V de nuestra era... a cargo de Daniel Boyarin... Boyarin es el autor del famosísimo libro Espacios fronterizos. Judaísmo y cristianismo en la Antigüedad Tardía, Madrid, Trotta, 2013, y de un pequeño libro, maravilloso y verdaderamente rompedor, titulado "The Jewish Gospels. The Story of the Jewish Christ", New York, The New Press 2012. Unas diez horas nada menos con uno, o quizás el máximo, de los investigadores judíos actuales con repercusión máxima fuera de Israel. El precio del Seminario es bien bajo: 100 euros. El título es "Rethinking/Remaking of A Difference" El seminario será en inglés, seguro que facilito, porque Boyarin es un excelente pedagogo. Estar diez horas en contacto con un genio ¡no tiene precio!, en mi opinión. Les transcribo a continuación la versión española de la introducción a este Seminario que ha escrito Carlos A. Segovia: La definición cristiana del judaísmo en tanto que religión ha tenido perdurables y complejos efectos en la auto-definición de los judíos, desde la antigüedad hasta nuestros días. No es posible decir que el judaísmo existía con anterioridad al cristianismo, sino que hay que ver en él un hecho interno al proceso de invención del cristianismo. El cristianismo, al constituirse como religión, necesitó de la diferencia religiosa, necesitó que el judaísmo fuera su otro —la religión falsa. El judaísmo nació cuando el cristianismo separó la creencia y la práctica religiosa de la Romanitas, el culto religioso de la cultura. Los rabinos desarrollaron su propio sentido de la identidad, en parte, “apropiándose” de la idea de identidad formulada por algunos autores cristianos primitivos. Esta parcial “apropiación” no es sin embargo, en mi opinión, producto de la influencia ejercida por el cristianismo sobre el judaísmo, sino un intento de actuar de cierta manera por parte de los judíos no-cristianos en una situación “colonial”. Debe interpretarse, propondré aquí, como una suerte de mimetismo en el sentido postcolonial del término y, por lo tanto, como un acto de resistencia. Finalmente —al menos en el último periodo de la antigüedad tardía— el judaísmo rabínico rechazó la opción de convertirse en una religión, otra de las especies que el cristianismo ofrecía. En el estadio final del movimiento rabínico clásico, la idea de que la identidad es algo que se otorga y no algo que pueda alcanzarse —o perderse— terminó por ser emblemática del judaísmo, que redefinió así el uso “locativo” de la noción de identidad. Podría decirse que lo que diferenció finalmente al judaísmo y al cristianismo, lo que hizo de ellos diferentes productos en la historia de la cultura religiosa post-israelita, fue el re-enraizamiento del primero, esto es, la a/negación de la religión en tanto que categoría discreta de la experiencia humana, el rechazo de los judíos a ser interpelados como miembros de una religión. Al final, no es que el cristianismo y el judaísmo sean dos religiones autónomas o diferentes, sino que son dos cosas completamente distintas. De acuerdo con estas observaciones, el seminario busca analizar, desde una nueva perspectiva, los orígenes de la noción de “religión” en cuanto tal. Y aquí va el vínculo para mayor información. https://sites.google.com/site/origenesdelcristianismo/2014-2nd-edition Saludos cordiales de Carlos a. Segovia y Antonio Piñero
Martes, 8 de Abril 2014
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Hoy escribe Gonzalo Del Cerro
Homilía III 67-69 La semana pasada tuvimos la ocasión de asistir a las gestiones de Pedro encaminadas a la búsqueda laboriosa de un sucesor y al debate sobre las características precisas para la elección. Pedro no tuvo ojos para otros candidatos al margen de su preferido, que no era otro que el antiguo publicano Zaqueo. El personaje había tenido un gozoso encuentro con Jesús según el texto canónico del evangelio de Lucas. Jesús había caído muy bien al antiguo publicano, que tuvo deseo de conocer a Jesús sin intermediarios. Y Zaqueo, su gesto y sus actitudes arrancaron de Jesús un elogio sin dudas ni condiciones. Zaqueo fue el elegido como sucesor Zaqueo fue, pues, el elegido. Su resistencia topó con la dialéctica de Pedro. Las razones del candidato para verse libre del cargo no tuvieron ni fuerza ni gracia ante la clarividencia de Pedro. El que no quería en principio se vio obligado por los argumentos y la caridad del Apóstol. No podía Zaqueo, en efecto, presentar a nadie que lo superara en erudición ni en preparación para un cargo tan importante. Sus reticencias se vinieron abajo ante el ataque inmisericorde de Pedro. “Si crees que hay otro que merezca el cargo más que tú, preséntalo”. Disciplina Seguía luego Pedro hablando de las obligaciones del cargo de obispo, del jefe de quien depende toda la acción de la Iglesia. Menciona, como es natural, a los presbíteros, a los diáconos y a los demás hermanos. Sus consejos pueden resumirse con la frase de San Ignacio de Antioquía: Nihil sine Episcopo (Nada sin el obispo). Y en esencia, una palabra, concentra la función personal de cada cristiano como miembro de su comunidad: disciplina (o actitud). Ventajas del matrimonio A diferencia de los Hechos Apócrifos, esta literatura presta una atención particular al matrimonio. El autor recomienda con obsesión la castidad y reprocha con ardor el adulterio y sus funestas consecuencias. Pongo la versión del capítulo 68 de la Homilía III, porque en ella vemos el criterio de Pedro interpretado por el Pseudo Clemente: “No sólo inculquen el matrimonio a los jóvenes, sino también a los de edad avanzada, no sea que el apetito ardiente lleve la peste a la Iglesia con ocasión de la fornicación y el adulterio. Pues por encima de cualquier pecado, Dios abomina la impiedad del adulterio, porque no sólo destruye al pecador, sino también a los que comen con él y con él conviven. Pues se parece a la rabia, que por naturaleza contagia su propia locura. Así pues, por la castidad que se apresuren a celebrar las bodas no sólo los presbíteros, sino también todos. Ya que el pecado del adúltero llega a todos a la fuerza. Pero el procurar que los hermanos vivan la castidad es la primera obra de misericordia, pues es la salud del alma, porque la salud del cuerpo es el descanso” (Hom III 68,1-4). En otros pasajes compara el autor la gravedad de ciertos pecados, y el adulterio queda prácticamente a la altura del homicidio. Lo dice Pedro con claridad: “Dios abomina la impiedad del adulterio por encima de cualquier pecado”. La práctica de la vida de castidad es la primera obra de misericordia. Es incluso la salud del alma. Por estas razones, el autor la recomienda. Es por lo tanto una de las obligaciones de los presbíteros el procurar el matrimonio para todos los fieles, empezando por ellos mismos. Las bienaventuranzas Sigue Pedro insistiendo en la necesidad de una vida de caridad mutua. Para ello, nada mejor que hacer una glosa detallada de los consejos de vida contenidos en el discurso sobre las Bienaventuranzas. Así recomienda Pedro la práctica de la caridad para todos, particularmente, para los más necesitados: “Alimentaréis a los hambrientos, proporcionaréis bebida a los sedientos, vestiréis a los desnudos, visitaréis a los enfermos, ayudaréis en la medida de lo posible a los que están en la cárcel, acogeréis de buen ánimo en vuestras propias moradas a los peregrinos, a nadie odiaréis” (Hom III 69,1). El tema de las bienaventuranzas es un tema socorrido en varios pasajes de esta literatura. No en vano es uno de los discursos más famosos del Profeta Verdadero. Saludos cordiales. Gonzalo Del Cerro
Domingo, 6 de Abril 2014
Notas
Hoy escribe Antonio Piñero
Una vez que hemos analizado la cuestión de la veracidad de la Biblia en algunos puntos esenciales, y hemos visto cómo en este voluminoso libro hay una enorme recogida de datos históricos, cierto, pero que en él, sobre todo, tienen su ámbito natural múltiples leyendas de muy diversas regiones y países, oráculos de profetas, cuentos, sabiduría y folclore popular, podemos preguntarnos finalmente si cabe defender que el inspirador de todo este inmenso y abigarrado conjunto, producto de diversas culturas del Oriente Medio próximo, fue un Yahvé extraterrestre que viajaba durante el éxodo delante de su pueblo en una nave espacial (véanse los textos recogidos y comentados en las postales número 487, 488 y 489), y si cabe opinar con verdadero sentido histórico que algunos relatos de este conjunto folclórico reflejaban, sin que los autores ni redactores durante siglos fueran plenamente conscientes, la descripciones de ovnis y otros fenómenos por el estilo. Como filólogo, escéptico, racionalista y un tanto agnóstico, me veo inducido a sostener --por la historia de la composición de la Biblia que hemos descrito a grandes rasgos-- que el causante del conjunto de la parte que debemos calificar como no histórica en la Biblia es la facultad mitopoética (“creadora de mitos”) del ser humano, tal como muy acertadamente reflejó ya hace muchos siglos Jenófanes de Colofón (hacia 570 a.C.- 468) hablando de un tema semejante. De este autor se conserva muy poco, pero ha llegado hasta nosotros un fragmento interesante escrito dentro del contexto de una acerba crítica del politeísmo: se trata de un momento de su poema Sobre la naturaleza, conservado fragmentariamente por Clemente de Alejandría (Stromata V 109,2-3; VII 22,1) y que dice así Pero los mortales se imaginan que los dioses han nacido y que tienen vestido, voz y figura humana como ellos. Los etíopes dicen que sus dioses son chatos y negros; y los tracios, que tienen los ojos azules y el pelo rubio. Si los bueyes, los caballos y los leones tuvieran manos y fueran capaces de pintar como los humanos, los caballos dibujarían las imágenes de sus dioses semejantes a las de los caballos, y los bueyes semejantes a las de los bueyes, y harían sus cuerpos tal como cada uno tiene el suyo. Quiso con ello decir Jenófanes que “son los hombres los que crean a los dioses y no los dioses a los hombres”, y el pensamiento de los muy diversos autores y redactores de la Biblia, al no poder eludir esta regla, estuvo condicionado por las concepciones y la cosmovisión de su tiempo. Pues bien, la concepción del mundo que refleja el conjunto de la Biblia no podía incluir en ella de ningún modo extraterrestres ni nada parecido, pues su concepción del mundo era muy pequeña y geocéntrica. No cabían en ella más que una tierra minúscula, rodeada de las aguas del océano, que tenía por encima siete cielos, en los que, en el primer y segundo círculo, estaban insertados el sol y la luna; una concepción en la que el paraíso estaba en el tercer cielo, del cuarto al sexto estaban llenos diversos espíritus servidores del Altísimo, y el trono de éste y sus más altos ángeles en el séptimo En esta visón del mundo las estrellas del firmamento era un conjunto de astros fijos, llameantes, pequeños, controlados por ángeles o arcontes al servicio de la divinidad, que giraba todo a la vez en el cielo, el denominado círculo de las estrellas fijas, de izquierda a derecha. Un mundo en donde el reino de los muertos ocupaba, por debajo de aguas primordiales que sustentaban la tierra, sólo tres esferas, y además más pequeñas que las siete celestes, donde sólo moraban los muertos como sombras flotantes. En este universo no cabían extraterrestres, ni nada parecido. Sencillamente no hay universo para ellos, porque todo el universo es pequeño, aprehensible y sencillo; porque todo está controlado por una divinidad suprema y unos dioses, o ángeles / espíritus secundarios que la sirven. No hay hueco para galaxias, otros mundos extraterrestres ni posibilidad alguna de que sus posibles habitantes pudieran influir en este universo más allá de lo que el Dios supremos y su corte ángeles permitiera a otros espíritus siempre controlados de algún modo por Yahvé. En conclusión: va contra el conocimiento de la Antigüedad que tienen las ciencias históricas, arqueología incluida, explicar lo que son meramente fantasías del ser humano reflejadas en la Biblia, o remotas leyendas, obscuras en su origen, por lo más obscuro de hipótesis indemostrables sobre seres de más allá, incluso de nuestra galaxia. Los fenómenos aéreos paranormales en la Biblia son representaciones de una divinidad, que al final acabará por ser considerada como única, a la que no se puede representar más que a base de los símbolos y de la fantasía. Dirá alguien que esta conclusión no es válida, porque quizás toda la Biblia, no sólo los fenómenos paranormales en ella consignados, puede explicarse por la acción de seres extraterrestres, de la que no queda más que huellas…, y que ellas son esos fenómenos paranormales. Entonces respondería: a grandes afirmaciones, grandes pruebas. Y si no las hay, prefiero los resultados de la arqueología y la crítica literaria e histórica. Saludos cordiales de Antonio Piñero Universidad Complutense de Madrid www.antoniopinero.com
Jueves, 3 de Abril 2014
Notas
Hoy escribe un ciudadano conmovido
Me disponía a hablarles de Herodes Antipas, pero no sé por qué –quizás por alguna extraña asociación de ideas– el cuerpo me pide a última hora referirme brevísimamente al funeral de Estado de un expresidente español. Tengo que confesar que lamento sobremanera no haber visionado el mencionado espectáculo que, según creo, fue retransmitido en la Televisión Pública. Tenía otras cosas que hacer, ciertamente menos importantes. No obstante, me he hecho una idea cabal viendo un par de fotografías panorámicas y leyendo o escuchando algunas de las perlas del momento. Suficiente para haberme quedado satisfecho y haberme sentido orgulloso, una vez más, de ser ciudadano de este país. Uno de los aspectos que más me ha gustado es que una vez más ha quedado de manifiesto la modélica aconfesionalidad del Estado Español: toda la plana mayor de las más altas autoridades del Estado, incluyendo a sus Católicas Majestades, escuchando devota y respetuosamente las ocurrencias de uno de los Hechiceros Mayores del Reino, ante el cual ya han inclinado la cerviz en cientos de ocasiones todos los miembros de la familia real. Reconforta comprobar una vez más la superación de todo cainismo y anticlericalismo trasnochados, y el grado de tolerancia y de aconfesionalidad del Estado. Y lo que me conmueve de modo igualmente hondo es que una vez más ha quedado de manifiesto el inmenso respeto por la justicia y los Derechos Humanos de nuestros gobernantes, abriendo a un Feliz Dirigente Guineano las puertas de nuestro país. Por supuesto que habría sido una falta de consideración y de decencia cerrarle la puerta. Además, esta hospitalidad está en plena consonancia con el hecho de haberle invitado a pronunciar una conferencia sobre la lengua española en una sede del Instituto Cervantes, a este prohombre que, entre otras lindezas, honra el lenguaje negando la existencia de pobreza en Guinea (“pobreza” es, ciertamente una palabra muy fea del diccionario) o diciendo que todo gobernante es un dictador, porque todo gobernante –sic– dicta las normas por las que se rige su pueblo. ¿Quién puede resistirse a tanta lucidez lexicológica y semántica, a tanto buen gusto? No sé si asistieron doña Cristina y don Iñaki, pero deberían haberlo hecho: no habrían desmerecido lo más mínimo en esta lucida ceremonia. Un bonito funeral de Estado. Y un precioso funeral católico, sí señor. Saludos cordiales de un ciudadano conmovido
Miércoles, 2 de Abril 2014
Notas
Hoy escribe Gonzalo Del Cerro
La dignidad y autoridad del obispo La importancia de la sucesión en el gobierno de la Iglesia queda bien plasmada en la obsesión de Pedro de buscar un digno sucesor. Lo encontró en la persona del antiguo jefe de publicanos Zaqueo, conocido por su encuentro con Jesús (Lc 19) y por el hospedaje que le ofreció junto con un cambio de conducta que lo convertía en digno de la salvación. Es uno de los personajes del Nuevo Testamento que el Pseudo Clemente incluye en el elenco de los actores de su historia. La función desempeñada en esta literatura por Zaqueo no desmerecía de la categoría de su dignidad de jefe de los publicanos. Nolentes quaerit ecclesia En el caso de Zaqueo, como en el de Clemente, se cumple el axioma eclesiástico de que para obispos nolentes quaeruit ecclesia, la Iglesia busca a los que no lo desean, generalmente por humildad. Pedro trata de animar a su candidato con argumentos tan sinceros como cariñosos. Es verdad que el cargo comporta riesgos y sacrificios, pero también lo es que la recompensa prometida logra igualar los platillos de la balanza: “Lo mismo que lleva consigo esfuerzo y peligro el gobernar la Iglesia de Cristo, tanto mayor es la recompensa” (Hom III 65,1). El cargo de obispo para el mejor Del mismo modo, el castigo será mayor para el que puede asumir el cargo, pero rehúsa. Y Pedro no duda de que Zaqueo es “el más erudito de los presentes”. Tiene las dotes necesarias para el cargo de obispo. Su renuncia lleva también consigo el riesgo de un eventual castigo, que será consecuencia de la tentación de falsas humildades. Además, el resultado podría ser efecto del refugio en la comodidad del anonimato. Un anonimato que podría representar una pérdida para el caudal de la Iglesia. Por eso Pedro insiste con argumentaciones de hombre enterado y consciente de su pretensión. Porque conoce las obligaciones del cargo y los valores de Zaqueo. Su ataque dialéctico no tiene vuelta de hoja y anula todas las excusas posibles que pueden aducir los nolentes. Ésta es la postura del apóstol frente a las dudas de su candidato. “Pero si no quieres ser constituido como buen custodio de la Iglesia, señala a otro en tu lugar, que sea más erudito y más fiel. Mas no lo podrás, pues tú conviviste con el Señor, contemplaste sus obras maravillosas y aprendiste la administración de la Iglesia” (Hom III 3-4). Si no aceptas, busca a otro mejor El ataque de Pedro ad hominem deja diáfana su opinión sobre el antiguo publicano. Busca a un buen custodio para la Iglesia. Piensa en el mejor y no encuentra a otro que supere a Zaqueo en erudición y fidelidad. En consecuencia, lanza un reto a su candidato. Si rehúsas por tus razones personales, señala a otro que supere tus cualidades. Intento imposible en opinión de Pedro. En Zaqueo coinciden unas circunstancias exclusivas, que nadie posee. Convivió con el Señor, fue testigo ocular de sus obras maravillosas, es un experto en la administración de la Iglesia. Evidentemente, no hay quien dé más. Zaqueo no tiene, pues, escapatoria posible. La labor del obispo y el valor de su palabra Mucho menos por las razones que Pedro destaca en la labor del obispo. Ocupa el lugar de Cristo, su palabra goza de la autoridad de su Maestro, es decir, de Dios. La obediencia de sus fieles a su palabra y sus normas es la garantía de la salvación. Proclama esta doctrina con claridad y contundencia para que los fieles sepan lo que se juegan. Deja ya la tercera persona normativa y casi legal para poner ante los ojos de Zaqueo las consecuencias de su autoridad: “El que desobedece tus órdenes, desobedece a Cristo, y el que desobedece a Cristo exaspera a Dios”. Y continúa concretando su pensamiento en detalles nimios y sencillos, pero sobre todo, claros. La Iglesia es como la ciudad edificada en alto, que es objeto de contemplación del mundo. Por ello merece “una organización piadosa y un buen gobierno”. El obispo es el jefe, sus palabras son la norma. Los presbíteros deben esforzarse en que esa norma se cumpla. Los diáconos deben cuidar sus relaciones con los fieles y dar parte al obispo, a quien corresponde la decisión decisiva. La actitud esencial y normativa es la concordia. Toda clase de problemas puede y debe resolverse co0n la reconciliación, por la que trabajarán los servidores de la Iglesia, que llevarán sus experiencias al obispo. Saludos cordiales. Gonzalo Del Cerro
Domingo, 30 de Marzo 2014
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Editado por
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.
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