CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero

Notas

Hoy escribe Fernando Bermejo

La cuestión planteada en anteriores posts es si la evitación por el evangelista Lucas de lenguaje sexual para referirse a la concepción divina de Jesús lo distancia de –y lo “eleva” sobre– su contexto cultural (como pretenden legiones de más o menos piadosos exegetas), o si es más bien algo que comparte con algunos de sus contemporáneos.

En las Symposiaká, Quaestiones Convivales o Charlas de sobremesa, de Plutarco, hallamos elementos de juicio que resultan interesantes para nuestro tema. En esta obra, Tíndares el Lacedemonio observa que la concepción parece opuesta a la incorruptibilidad divina, pues implica cambio y pasión en Dios (con un razonamiento que cabe remontar a la República de Platón con aquello de que Dios es bueno y además no cambia). Tíndares sigue refiriéndose a seres nacidos de Dios que no llegan al ser a través de semilla/esperma, sino “por otro poder de Dios”. El poder de Dios (¿recuerdan las palabras del ángel en Lucas?) se convierte en el medio de su actividad generativa. Por lo demás, para nuestro autor, el Dios imperecedero no ama cuerpos perecederos ni puede mezclarse con ellos.

En su Vida de Numa, Plutarco transmite la tradición de que Numa tuvo un “matrimonio divino” con la ninfa Egeria, de la que habría aprendido leyes y ritos divinos. Al platónico, esta tradición no le hace precisamente mucha gracia, por lo que intenta encontrar un modo de explicar un amor entre ser humano y uno divino con el debido respeto a la trascendencia de lo divino. Para ello recurre a la teología “egipcia”. Los egipcios, afirma, aceptan que –mientras que un hombre no puede tener una relación generativa con un dios- la mezcla con una mujer no es imposible para el “pneuma de un dios”, que puede "aproximarse" a ella y engendrar ciertos “principios de generación”.

Todo indica que el “espíritu de un dios” en la Vida de Numa es análogo al “otro poder de Dios” mencionado en las Quaestiones Convivales. Los resultados de ambas intervenciones son los mismos.

Desde luego, la ambigüedad de “pneuma” (¿aliento? ¿viento? ¿espíritu?) es interesante. El pneuma es en todo caso invisible, pero sus efectos son poderosos (puede engendrar). Además, el pneuma no es antropomórfico, no asume una forma determinada. De este modo, no puede tener contacto con un cuerpo humano en un sentido crudo, sexual. Se da a entender claramente que ese “pneuma de un dios” tiene contacto con una mujer no como un ser humano, sino como un aliento o un viento que “acaricia” sutilmente el cuerpo humano. Si se asume que el pneuma entra en el cuerpo femenino –lo cual no tiene por qué suceder a través de la vagina–, la cosa no parece diferente a la sutil penetración pneumática aludida en Lc 1, 35 (el espíritu santo -pneuma hagion- vendrá sobre ti).

Curiosamente, los dos términos (pneuma y dýnamis/poder) usados por Plutarco para explicar la íntima conexión humano-divina sin algo tan vulgar y poco edificante como el sexo los hallamos también en el pasaje del Evangelio de Lucas.

Saludos cordiales de Fernando Bermejo

Miércoles, 14 de Mayo 2014


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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