CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
Hoy escribe Fernando Bermejo

“Es verdad que no se puede reaccionar violentamente, pero si el doctor G., gran amigo mío, dice una mala palabra sobre mi mamá, le espera un puñetazo. Es normal, es normal. No se puede provocar, no se puede insultar la fe de los otros... si no, le sucedería lo que le sucedería al doctor G. si dijera algo contra mi mamá...”.

Bergoglio no se contradice, por supuesto, porque no cabe imaginar que el buen hombre se contradiga. Como tampoco se contradecía el periodista árabe que escribía que no se trataba de coartar la libertad de expresión de una revista satírica para decir lo que quisiera, sino solo de impedir sus sucias viñetas.

Y no pasa nada -es normal, es normal...-, no solo porque Bergoglio es un jefe de Estado rodeado de guardaespaldas, sino también porque es un viejecito simpático que tiene licencia para "largar". Y porque ¿alguien se imagina realmente al simpático viejecito arreando un puñetazo a otro, o justificando que otros lo hagan? No, por supuesto, no puede ser esto lo que él ha querido decir.

¿Le daría Bergoglio un puñetazo a quien dijera algo malo de su mamá… que fuera cierto? ¿Y por qué lo haría? ¿Simplemente porque es su mamá, y a Bergoglio le sale el pronto barriobajero cuando alguien habla mal de su mamá y punto? Es que es normal, es normal...

Como todos sabemos que no se debe utilizar la violencia, ¿será que en realidad el puñetazo de Bergoglio en realidad no sería algo propiamente violento (como, según dicen muchos exegetas y teólogos, la fuerza que empleó Jesús al volcar mesas y expulsar a comerciantes no fue violencia… y de hecho la prensa vaticana, en relación a las palabras del obispo de Roma habla de “metáfora”)? ¿Será más bien que la violencia anida en las mala palabra contra su mamá? Y si un puñetazo no es violento, una paliza propinada por cuatro guerrilleros de Cristo Rey… ¿sería violento? ¿Sería violento que el puñetazo te destrozara el bazo?

¿Qué quería decir Bergoglio con “provocar” e “insultar”? ¿Quería decir que Charlie Hebdo ha insultado al Islam con sus caricaturas? ¿Nos puede decir dónde, por favor? Cuando Reimarus escribió “Del objetivo de Jesús y de sus discípulos”, ¿estaba insultando a la fe cristiana? Hubo gente que pensó que lo estaba haciendo. Reimarus no publicó su obra en vida porque sabía lo que podía esperarse de los cristianos amantes de la libertad de su tiempo, y fue Lessing quien publicó los fragmentos de Wolfenbüttel, pero si lo hubiera hecho en vida ¿habría estado justificado que los cristianos enojados hubieran ido a propinarle unos puñetazos a Hermann Samuel?

¿Y alguien se cree que si la Iglesia Católica tuviera el poder temporal que ha tenido hasta anteayer, encabezada o no por Bergoglio, no clausuraría Charlie Hebdo y a otros cien como ellos? Pero esto también sería normal.

Por supuesto que preferimos al simpático Bergoglio y a sus (ahora casi inofensivos) fans que a los tarados y sombríos yihadistas. Esto debería ser claro. Pero existe un espacio de intersección entre unos y otros que no es tan pequeño como muchos prefieren pensar, y está bien no olvidarnos de ello. Gracias, Bergoglio, por recordárnoslo, y gracias por haberlo hecho de modo tan simpático.

Saludos cordiales de Fernando Bermejo




Saludos cordiales de Fernando Bermejo
Miércoles, 21 de Enero 2015
Literatura Pseudo Clementina. Las Homilías griegas.
Hoy escribe Gonzalo Del Cerro

Homilía XI

Cuarto día en Trípolis

Inicia así Clemente su relato del cuarto día de la estancia de Pedro en Trípolis: “El cuarto día de su estancia en Trípoli, se levantó Pedro. Y al ver que nosotros estábamos despiertos, nos saludó y salió hacia la piscina con la idea de bañarse y rezar, lo que igualmente hicimos nosotros a continuación” (Hom XI 1,1). Era la forma de comenzar un nuevo día. No faltaba ni el baño ni la plegaria en compañía de sus acompañantes. Muchos días, la jornada terminaba de la misma manera.

Recomendación de la vida de castidad

Pedro inició su discurso con una recomendación sobre la importancia de la vida de castidad. Se trataba de una recomendación dirigida a sus íntimos. Pero cuando la multitud se acercó para escuchar al apóstol, dirigió a todos las palabras siguientes, que podían condensarse en el aforismo “contra pereza diligencia”. Pedro censuraba la negligencia de su auditorio, como fuente de numerosos errores. Por esa razón se habían convertido sus oyentes en algo así como en una tierra inculta por falta de un agricultor diligente. Necesitaban, por eso, mucho esfuerzo para recuperar el tiempo perdido en orden a la completa purificación. La buena semilla no debe volverse estéril para las obras que llevan a la salvación, ahogándola con las malas preocupaciones.

Diligencia en corregir los desvíos

Es preciso, pues, que los que se preocupan de su propia salvación escuchen con mayor constancia, a fin de que las torpezas, cometidas durante largo tiempo, queden compensadas en el breve tiempo que resta de vida con un cuidado constante en orden a la necesaria purificación. Pero dado que para cada cual es incierto el final de la propia vida, hay que darse prisa en arrancar las abundantes espinas de nuestros corazones; y no poco a poco, pues no llegaríamos a tiempo, ya que muchos han permanecido demasiado tiempo en la esterilidad del barbecho.

Pedro se mueve con agilidad en el campo de la alegoría. Recomienda a su auditorio un arranque de ira contra su negligencia, como para arrojar brasas encendidas sobre las pajas de su barbecho con la idea de recuperar las ocasiones perdidas y acelerar la retrasada purificación. Porque la verdad es que todo es todavía recuperable. O con palabras del mismo Pedro, “si quieren los desviados, pueden enderezarlo todo”.

Los dos caminos para la recuperación

Dos caminos se abren ante los hombres para volver a la pureza original: La doctrina de las bienaventuranzas y la regla de oro. Las bienaventuranzas marcan la solidaridad con los necesitados “dando honor a la imagen de Dios -que es el hombre-, de este modo: dando de comer al hambriento, de beber al sediento, vistiendo al desnudo, cuidando al enfermo, dando refugio al peregrino, visitando al que está en prisión y ayudándole en la medida de lo posible” (Hom XI 4,3). Y con estas recomendaciones, la denominada regla de oro, que ordena “no hacer a otro lo que nosotros no queremos que nos hagan a nosotros mismos”. Una regla común a los dos Testamentos, el Antiguo y el Nuevo, convertido en un principio básico de la conducta del fiel cristiano.

Los hombres son la imagen del Dios invisible

Los hombres son para Pedro la verdadera imagen de Dios. En consecuencia, el que quiere ser piadoso con Dios hace bien al hombre practicando las bienaventuranzas y viviendo de acuerdo con la regla de oro. Porque el cuerpo del hombre lleva la imagen de Dios; pero no todos llevan su semejanza, sino la mente pura del alma buena. Y como nosotros, añadía Pedro, sabemos que el hombre fue hecho a imagen y semejanza de Dios, decimos que todos deben ser piadosos con él, para que la gracia se atribuya a Dios, de quien el hombre es la imagen. Afirmamos igualmente que deben huir de la idolatría y de dar a los ídolos los honores debidos a Dios.

Todo el bien que uno quiere para sí mismo, que se lo ofrezca a otro que lo necesite. Pues entonces el que es piadoso con la imagen de Dios puede conseguir una buena recompensa. De acuerdo con este razonamiento, el que no acepta hacer estas cosas, será castigado como negligente con la imagen de Dios. Porque apartaba su corazón de la atención debida al que fue creado a imagen y semejanza de su Creador.

Los ídolos son la oposición a la imagen de Dios

No es posible decir que por causa de la piedad para con Dios, veneran los hombres cualquier forma de Dios, cuando al hombre, que es realmente la imagen de Dios, lo ultrajan de todas las maneras con homicidios, adulterios, robos y deshonras de todas clases. Es preciso no hacer mal alguno, que provoque tristeza en el hombre. Pero ahora es frecuente ver hacer todas las cosas que producen en el hombre desaliento. Pues la injusticia se convierte en desaliento por el hecho de que te pueden matar o desposeerte de tus propiedades y cuantas cosas sabes que nadie quiere padecer. Pero muchos, engañados para su mal por cierto reptil maligno bajo la sugestión de una doctrina politeísta, actúan impíamente contra la verdadera imagen de Dios, que es el hombre, mientras que dan la impresión de que son, o pretenden ser, piadosos con los seres insensibles, como son los ídolos.

Saludos cordiales. Gonzalo Del Cerro




Lunes, 19 de Enero 2015
Escribe Antonio Piñero


Hoy ofrezco esta conclusión y comenzaré a reproducir (haré algunos cortes) en síntesis, pero sin comentarios por mi parte el trabajo de Pedro CASTILLO MALDONADO sobre “Luchas orgánicas y corrupción en las iglesias visigóticas de Hispania”


“Un análisis conjunto de los testimonios de corrupción eclesiástica en la Hispania del siglo V nos pone de manifiesto que ante la corrupción y las irregularidades la respuesta de muchos eclesiásticos fue la denuncia de los hechos, con el objetivo de que quienes habían aunque las fuentes destaquen la corrupción y la inmoralidad de los eclesiásticos, hay que tener en cuenta que esto no sería lo usual en la Iglesia hispana. Estos casos se denunciaron precisamente por su anormalidad pero no cabe duda de que fueron muchos los que destacaron por su santidad y por el cumplimiento y la obediencia de las normas y de la disciplina.


De ello también encontramos ejemplos en las fuentes del siglo V hispano. Es el caso de los obispos Hidacio4, Vincomalos y Tomás, que accedieron al episcopado a una edad madura y del diácono-monje Januario, que castigó a otro diácono de su comunidad por haber pecado con una virgen consagrada. Como podemos observar, la corrupción y la indisciplina fueron causadas en su mayor parte por la ambición de conseguir más poder y prestigio, por envidias y por miedos, y para ello muchas personas no escatimaron esfuerzos.

Estos factores, así como otras características de la corrupción analizadas en este trabajo, son algo atemporal, que se repite a lo largo de toda la historia de la humanidad en diferentes ámbitos y estratos sociales. El siglo V hispano no es en este aspecto sino un ejemplo más de algo que es consustancial al ser humano, a la sociedad y al contexto histórico en el que vive”.

Corrupción y luchas orgánicas en las iglesias visigóticas


“La corrupción nunca estuvo ausente en las iglesias hispanas, al menos desde que sabemos de ellas a mediados del siglo III, y sin duda los disturbios introducidos por la irrupción de los pueblos germánicos en el siglo V supusieron una auténtica ruina en lo moral y disciplinar. Tal es la herencia que recibirán las iglesias visigóticas. El propio Isidoro de Sevilla, máximo ideólogo del Reino y cumbre de su más emblemática institución, la Iglesia, sintió la necesidad de escribir el tratado De ecclesiasticis officiis, dedicando el segundo de sus libros a la jerarquía y a sus ministros con el fin de regular la vida eclesiástica.

En el aspecto de la moral, debe hacerse referencia notoria a la conducta sexual de los eclesiásticos. Afectó, por ejemplo, al obispo Potamio de Braga, con el reconocimiento propio según uno de los apéndices a lo tratado en el concilio X de Toledo (año 656): Decretum pro Potamio episcopo. Especial fue el caso de los monjes, pues el demonio del sexo siempre fue una constante en la vida cenobítica, desde sus orígenes egipcios6. Las reglas monásticas visigóticas son plenamente conscientes, adoptando cautelas a una cohabitación demasiado estrecha (por ejemplo, Isidoro, Reg., XIII y XVII).

Pero, contra lo que pudiera pensarse, no siempre se trataba de un problema de amor homoerótico. En las cercanías de Mérida, Tarra (un monje o acaso un simple religioso) fue acusado de mantener relaciones con una prostituta por los monjes de Cauliana, lo que le costaría ser expulsado del monasterio y confinado por su obispo. Cuando Tarra pidiera la clemencia y protección del rey Recaredo su situación debía de ser desesperada, pues no contaba con testigo exculpatorio a excepción del Espíritu Santo.

Seguiremos

Saludos cordiales de Antonio Piñero
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com


-----------------


Una nota sobre "El Trono Maldito"

Me acaba de enviar un amigo, Oscar Franco, esta "lista de ventas" que ha publicado la revista "Aventura de la historia" hecha por una empresa indexadora a base de consultas a librerías importantes.

En España, el género "novela" (no solo "novela histórica") es el que más se vende, mucho más que "ensayo" o cualquier otro género. En este género ocupa la novela histórica el último y oprobioso lugar. Según los críticos --a veces injustamente en cuanto supone implícitamente la negación de parte de su valor literario = "Demasiada historia para ser novela y demasiada novela para ser historia"-- este tipo de novela cuya trama es proporcionada por la historia es un género híbrido condenado a la gehenna de la creación literaria. Pero tiene, por suerte muchos seguidores que siguen la máxima de Horacio (creo) de mezclar "lo útil con lo dulce"

"El Trono maldito" no va nada mal, en un noveno puesto de los llamados "Top Ten".
La novela histórica tiene un público muy fiel, y parte de la "propaganda se hace sola de "boca a oreja", por eso tarda más en despegar, ya que normalmente no hay publicidad en los periódicos, sin en la prensa hablada, de radio sobre todo.

Conclusión de Juana Torres sobre la corrupción eclesiástica en la Hispania del Siglo V (559) (IX)
Domingo, 18 de Enero 2015
Escribe Antonio Piñero

Sigo haciéndoles partícipe de los datos que he tomado del artículo de Juana TORRES "Corrupción en las elecciones episcopales durante la Antigüedad tardía", pp. 265-276, del libro de la Editorial Signifer, “La Corrupción en el mundo romano”, editado por G. Bravo y R. González Salinero, Madrid 2008.

Otra forma bastante generalizada en la Antigüedad tardía de alterar el procedimiento normal en las elecciones de obispos consistía en nombrar al propio sucesor (la adlectio). Numerosos son también los ejemplos de hermanos, hijos y sobrinos que sucedieron en la sede a sus parientes, incurriendo así en un delito de nepotismo. La lista es larga, pero mencionaremos solamente dos casos que resultan representativos. Nundinario, obispo de Barcelona, expresó antes de morir su deseo de que Irineo le sucediera en su puesto en el 465. El metropolitano Ascanio y los demás obispos de la Tarraconense aceptaron su propuesta, que recibió el apoyo del pueblo y del clero. Pero, cuando informó de la decisión al Papa Hilario, éste trató el asunto en un sínodo de 50 obispos reunidos en Roma y emitió su opinión contraria en una epístola dirigida a Ascanio, expresándose en términos extraordinariamente duros, sobre todo debido a la indignación que le producía la costumbre, extendida en las iglesias hispanas, de designar los obispos a sus sucesores antes de morir; en uno de los párrafos dice así : Hay algunos que ven el episcopado no como un don divino sino como una recompensa hereditaria, y piensan que, al igual que las propiedades caducas y mortales, puede transferirse el sacerdocio a través de un testamento o de otra forma legal. Se dice que muchos obispos a punto de morir nombran a otros en su posición designándolos por sus nombres de manera que, sin esperar una verdadera elección, el deseo de agradar al fallecido se impone por encima de los deseos de la gente.

Otra muestra de corrupción episcopal durante la famosa crisis arriana fue el cambio de fe por parte de los obispos cuando con el paso del tiempo los emperadores reinantes eran sucedidos por otros que profesaban una fe cristiana distinta. Así nos cuentan las crónicas que hubo obispos que se habían plegado a las exigencias imperiales y mudado sus creencias en función de la inclinación católica o arriana del príncipe de turno, sin perder sus sedes ni propiedades en el transcurso de la controversia. Es decir, obispos nicenos en los días de Constantino, que habían aceptado el credo de Rímini impuesto por Constancio (de fe arriana), vuelto a la ortodoxia bajo el católico Joviano, y tornado al arrianismo obligatorio decidido por Valente, y que en los días de Teodosio, convertidos en defensores de la ortodoxia triunfante, acosaban con violencia a los que habían resistido firmes en su nicenismo, acusándolos de heréticos con apoyo en las leyes antiheréticas de los emperadores.

La compra de cargos eclesiásticos y de sus funciones o simonía. Al parecer, la simonía debía de estar bastante extendida, ya fuera mediante la compraventa del cargo, a través del cobro de tasas por los ministerios administrados, especialmente el bautismo, o bien por la influencia ejercida para asignar el puesto, aunque no hubiera dinero por medio. Las denuncias por prácticas simoniacas abundan aunque, lógicamente, se desconoce el verdadero alcance de esas actividades.

Así, a finales del siglo IV se recoge por primera vez la identificación de la compra-venta de cargos eclesiásticos con Simón el Mago en la primera Decretal del Papa Dámaso, a propósito de las obligaciones morales y espirituales implícitas en el sacerdocio La síntesis de los hechos nos la proporciona Sozomeno con estas breves palabras: Habiendo sido informado Juan de que las iglesias de Asia y de las proximidades eran gobernadas por personas indignas, y de que ellos compraban el sacerdocio (hierosyne) con los ingresos y los regalos recibidos, o bien otorgaban esa dignidad como un favor privado, se dirigió a Éfeso y depuso a 13 obispos de Licia y Frigia y de la misma Asia, y nombró a otros en su lugar.


El Papa Siricio se dirigía a los obispos de la Galia a finales del siglo IV, a propósito de un candidato, con las siguientes instrucciones: «Permitidle a él, que alcanza la cima de esta dignidad, actuar por sus méritos y observando las leyes y no a través de la simonía, ni por medio del favor popular, si no puede conseguirlo sin gastar dinero» (Ep., X, 13).


El pago de tasas por el bautismo fue prohibido a comienzos del siglo IV por el canon 48 del Concilio de Elvira, «para que no parezca que el obispo otorga por un precio lo que ha recibido gratis»15. A finales de ese mismo siglo, Gregorio de Nacianzo denuncia que muchos cristianos renunciaban a bautizarse ante las enormes tasas que los sacerdotes exigían (Or., XL, 25). El Papa Gregorio Magno, en el siglo VI, se refería en una de sus obras a un tipo de simonía «particular», pues no se intercambiaba dinero sino influencia, pero sus efectos eran idénticos.

En el Concilio de Calcedonia del 451 se prohíbe cualquier ordenación por dinero. El canon 2 establece lo siguiente: Si un obispo realiza una ordenación sagrada por dinero (epì chrémasi), si vende la gracia que no puede ser vendida, si consagra por lucro a un obispo o a un coreobispo, o a un presbítero o a un diácono o a cualquier otro miembro del clero, […] se expone, si el hecho es probado, a perder su cargo. En cuanto a aquél que ha recibido la ordenación de tal modo, no se llevará ninguna ventaja de una promoción mercantilizada, sino que será depuesto de la dignidad o del oficio que ha obtenido con dinero. Si alguno ha hecho de mediador en este comercio ilícito y vergonzoso, si se trata de un miembro del clero, que decaiga de su propio grado; si se trata de un laico o de un monje, que sea excomulgado. Esa prohibición se renovó unos años más tarde, en el Concilio de Constantinopla del 457.


La iglesia hispana del siglo V participaba naturalmente de la corrupción causada por la ambición e indisciplina. El siglo V es un momento histórico caracterizado por la llegada y el asentamiento en territorio hispano de contingentes poblacionales procedentes de lugares situados más allá de las fronteras del Imperio romano, en concreto, los vándalos, suevos y alanos, y posteriormente los visigodos. Estos acontecimientos provocaron una serie de transformaciones que afectaron a diversos ámbitos político-sociales y que trajeron consigo la creación de nuevas estructuras y relaciones de poder, en las que la Iglesia adquirió una importancia singular. Si bien la Iglesia ya era una institución poderosa con anterioridad, durante el siglo V aumentó aún más su presencia en la sociedad, pues sus máximos representantes, los obispos, adquirieron funciones que los asimilaron a los patronos romanos clásicos y a los agentes civiles del Estado romano. No vamos a repetirnos, pero los casos conservados en las fuentes se refieren a la corrupción y ambición en las elecciones episcopales y en la promoción del clero.


Según testimonios dignos de crédito, las irregularidades y las promociones ilícitas al episcopado fueron una tónica constante a lo largo de todo el siglo V hispano como pone de relieve la epístola 11 de Consencio a san Agustín hacia el año 42136 dirigió Consencio, un cristiano que vivía en las islas Baleares, a Agustín, contándole lo que había sucedido al monje Frontón en la Tarraconense cuando intentó poner en práctica los consejos que le había dado para descubrir herejes. Pero un análisis conjunto de los testimonios de corrupción eclesiástica en la Hispania del siglo V nos pone de manifiesto que ante la corrupción y las irregularidades la respuesta de muchos eclesiásticos fue la denuncia de los hechos. Pero es posible también que los casos se denunciaron precisamente por su anormalidad. Y a la vez también es cierto que en la época posterior, la visigótica, la corrupción al parecer fue consustancial a la propia relevancia económica, social y política de la Iglesia; al menos tanto como el esplendor proporcionado por la misma iglesia a los reyes visigodos.

Y concluyo consignando de nuevo unas ideas que hemos manifestado ya:

“En conclusión, el fenómeno de corrupción generalizado en el Imperio tardo-antiguo afectó también al ámbito de la Iglesia, equiparada por Constantino a la organización civil y, por tanto, con los mismos rasgos positivos y negativos propios de las instituciones mundanas. Desde el momento en que a la Iglesia se le permitió integrarse plenamente en la sociedad civil, resultó inevitable que se filtraran en ella aspectos seculares nada edificantes. Así, la utilización del dinero, del poder y de la influencia para lograr unos objetivos parece haber estado presente en ambas partes del Imperio durante toda la Antigüedad Tardía y, más concretamente, en la organización eclesiástica”.

Para concluir esta serie, y sin comentarios por mi parte, voy a transcribirles en un par de postales posteriores la conclusión general del artículo de Juana Torres, y el ensayo de Pedro CASTILLO MALDONADO sobre “Luchas orgánicas y corrupción en las iglesias visigóticas de Hispania” .

Saludos cordiales de Antonio Piñero
Universidad Complutense de Madrid
Www.antoniopinero.com

Viernes, 16 de Enero 2015
Literatura Pseudo Clementina. Las Homilías griegas.
Hoy escribe Gonzalo Del Cerro

Homilía X

Los adoradores de los ídolos se hacen sus siervos

Pedro daba fin al tercer día de su estancia en la ciudad de Trípolis rematando su severa crítica de las prácticas del politeísmo. En la consideración de la idolatría, insistía Pedro, debemos examinar los hechos palpables. Esas estatuas materiales a las que dan culto los idólatras son ante todo puramente materiales. Como ya dijimos, ni ven, ni oyen, ni sienten, ni son capaces de defenderse ni de ayudar. En consecuencia, es inútil recurrir a esos presuntos dioses en busca de ayuda o de protección. Con verdadera razón solamente podemos llamar y considerar Dios al que ordena llevar a término cosas beneficiosas para uso nuestro y manda a los elementos que sirvan al hombre.

Pero los paganos sin percibir su beneficencia, piden públicamente que dominen sobre vosotros mismos los elementos que habían sido establecidos como servidores y siervos vuestros. Por el contrario, no sólo adoráis las estatuas sin alma que habéis hecho, sino que consideráis digno someteros a ellas como siervos en todo. La realidad es que por su necedad y locura locura, se han hecho súbditos de los demonios. A pesar de todo, por el conocimiento que tienen del mismo Dios, gracias a sus buenas obras, pueden llegar a ser otra vez señores, dominar a los demonios como siervos suyos y ser establecidos herederos del reino eterno como hijos de Dios.

Un cuadro de la vida normal de Pedro

Dicho esto, ordenó que todos los poseídos por los demonios y aquejados de diversas enfermedades fueran llevados a donde él se encontraba. Consciente de que se iba ya el día, Pedro impuso las manos a cuantos le llevaron, hizo oración y los despidió curados, recordando a ellos y a los demás de la multitud que acudieran allá todos los días en que permaneciera en la ciudad para dirigirles la palabra. Cuando los demás se retiraron, Pedro se bañó con los que quisieron en la piscina que allí había, mandó que se extendieran manteles en tierra bajo un denso ramaje de los árboles para tener sombra e hizo que cada cual se reclinara en el sitio correspondiente a su dignidad. Así participaron de la comida en común.

Pronunció luego la bendición y la consiguiente acción de gracias a Dios por los bienes recibidos según la fe habitual de los hebreos. Y como todavía quedaba cierto tiempo, permitió a sus oyentes que le preguntaran sobre lo que quisieran. Así, aunque eran no menos de veinte, respondió por orden a cada uno lo que le preguntó. Y como ya estaba avanzada la tarde, entraron con él en la estancia más amplia del albergue y allí se entregaron al sueño. Terminó de este modo el tercer día de su estancia en Trípolis.


Saludos cordiales. Gonzalo Del Cerro











Domingo, 11 de Enero 2015
Escribe Antonio Piñero

En la antigüedad y a imitación de las figuras típicas de los buenos magistrados se formó la imagen del obispo ideal, santo, pobre y entregado al bien de sus diocesanos, pero al mismo tiempo se formó también la contrafigura del obispo-tirano. Abuso de poder y corrupción, ambos destinados a reforzar privilegios sociales y económicos, son los rasgos principales de la fisonomía oficial de este nuevo burócrata cristiano que, aunque por su esencia era extraño a la jerarquía de las funciones públicas, desempeñaba competencias seculares dentro de la ciudad. Para este tema véase R. Teja, «La cristianización de los modelos clásicos: el obispo», en E. Falque y F. Gascó (eds.), Modelos ideales y prácticas de vida en la antigüedad clásica, Sevilla, 1993, pp. 213-230.


Escribe Juana TORRES en su artículo sobre “Corrupción en las elecciones episcopales durante la Antigüedad tardía”, en las pp. 265-276, del libro editado por Raúl González Salinero y G. Bravo, que es la fuente principal de esta serie: LA CORRUPCIÓN EN EL MUNDO ROMANO, Editorial Signifer, Madrid 2008:

“En una reciente monografía dedicada a la violencia religiosa en el mundo tardoantiguo, Michael Gaddis (There Is no Crime for Those Who Have Christ. Religious Violence in the Christian Roman Empire, Berkeley/Los Angeles/London, 2005. ), en contraposición a la imagen idealizada del obispo-santo de la hagiografía que despliega su vocación pastoral en numerosas intervenciones dirigidas sobre todo a la asistencia de los indigentes, utilizando un amplio espectro de fuentes, especialmente griegas y orientales, traza el polémico perfil del obispo-tirano. Abuso de poder y corrupción, ambos destinados a
reforzar privilegios sociales y económicos, son los rasgos principales de la fisonomía oficial de este nuevo burócrata cristiano que, si bien extraño a la jerarquía de las funciones públicas,desempeñaba competencias seculares dentro de la ciudad.


En búsqueda de poder y de prestigio social, el obispo-tirano se distinguía por su codicia, amor al lujo y ostentación, que lo llevaban a derrochar los recursos de la Iglesia destinados a los pobres. Traspasando reincidentemente los límites legítimos de su autoridad canónica, el obispo-tirano utilizaba con frecuencia la controversia doctrinal como un medio para perseguir a sus enemigos personales, y no tenía escrúpulos a la hora de emplear la violencia en contra de sus detractores y rivales.

Naturalmente, dicen los estudiosos, el estereotipo del obispo-tirano es una construcción retórica que, inspirándose en los discursos políticos y en los specula principis, halla evidentes analogías en los modelos clásicos de «malos» emperadores, tiranos o usurpadores, tanto es así que en las adversae aclamationes (gritos, frases repetidas rítmicamente en una reiterada letanía de imprecaciones cuya hostilidad llegaba a veces a exigir la muerte del vilipendiado) que el pueblo dirigía en contra de los obispos considerados indignos por su mala administración, los calificativos de rechazo y execración colectivos se insertan en la línea tradicional del vituperio del tirano o del hostis publicus.

Un caso de este tipo fue Dióscoro de Alejandría (fue obispo allí del 444 al 454), quizás una encarnación poco edificante de un obispo-tirano tardoantiguo (relacionado con Pulqueria de la que henos hablado en esta serie) y de su irrefrenable vocación al poder, obtenido mediante una praxis de pocos escrúpulos y deplorables juegos políticos, al menos a la luz de los criterios de hoy.

Otro, más típico aún e interesante es el de Ibas (431-449 d.C.), obispo de la ciudad de Edesa. Al parecer la jerarquía eclesiástica oriental era más corrupta que la contemporánea jerarquía occidental. Así lo muestra un catálogo de prácticas ilícitas presentadas en la primavera del año 449 en contra de este obispo por clérigos y monjes de su diócesis de Edesa. A la muerte de Rabbula, el 8 de agosto del 435, gracias a numerosos apoyos ―contaba con amistades y alianzas también entre el clero de la cercana Nísibis― Ibas logró hacerse con la cátedra episcopal de la ciudad, pero encontró inmediatamente la oposición de parte de los clérigos y los monjes fieles a su antecesor a los que se apresuró a expulsar de la diócesis. Destituir al equipo del predecesor y librarse de sus protegidos era práctia habitual por parte de quien heredaba el gobierno de una iglesia y aspiraba a crearse su propia lobby, sin la cual hubiera sido muy difícil garantizarse el control de los mecanismos eclesiásticos.

En la primavera del año 448, diecisiete monjes edesenos lo denunciaron ante el tribunal eclesiástico del metropolitano, Domno de Antioquía, con varias acusaciones: primero una acusación teológica (el haber hecho revivir el nestorianismo en Oriente), luego otras imputaciones concernientes a supuestas actitudes tiránicas, en particular, actos de corrupción y malversación del dinero de su iglesia. Por eso cuando Ibas llegó de vuelta a su sede, a finales de marzo del 449, encontró grandes manifestaciones populares en su contra. La violencia desplegada fue tan tremenda que se vio obligado a pedir la protección al magister militum.

En la iglesia de san Zacarías se reunió una inmensa asamblea que invocaba la memoria del difunto Rabbula, y pedía, con la condena de Ibas, nestoriano, un nuevo obispo para la ciudad: ¡Nadie quiere a Ibas como obispo! ¡El confidente de Nestorio al exilio! […] ¡El depredador del Templo al exilio!¡Ibas ha robado a la Iglesia! ¡Sus parientes han cogido el oro de la Iglesia! ¡Lo que pertenece a la Iglesia tiene que ser devuelto a la Iglesia! ¡Lo que pertenece al pobre tiene que ser devuelto al pobre! ¡Santo Rabbula, asístenos! […] ¡Ibas ha corrompido la fe de Éfeso! ¡Ibas ha corrompido la fe de Cirilo! ¡Emperadores, rechazadlo! ¡Dad un nuevo obispo a la metrópolis! Unos días más tarde se presentó ante los magistrados y el gobernador militar una petición firmada por los representantes de todas las clases de la ciudad, en la que se reiteraban acusaciones de herejía, prevaricación, malversación y apropiación indebida de los fondos eclesiásticos a cargo del obispo.
Los cargos contra Ibas eran los siguientes:

1. Había sustraído parte de los 1.500 sólidos destinados por la ciudad de Edessa al rescate de los prisioneros;

2. Había sustraído del tesoro eclesiástico un cáliz de oro y gemas preciosas ofrecidos once años antes por una persona piadosa;

3. Había aceptado dinero a cambio de ordenaciones sacerdotales;

4. Había intentado ordenar obispo de Batena a Abramios, acusado de practicar la magia;

5. Había nombrado presbítero a Valencio, culpable de adulterio y sodomía;

6. Había nombrado obispo de Charres a su sobrino Daniel, joven inquieto y muy lujurioso, del que era conocida una relación pecaminosa con una mujer casada, una tal Challoa;

7. Había concedido una parte importante de los ingentes réditos eclesiásticos a su hermano y a los hijos de éste;

8. Había puesto a disposición de ellos las herencias, donativos y ofrendas de su Iglesia;

9. Había erogado en favor de otros familiares el dinero destinado al rescate de los prisioneros;

10. Había destinado a la eucaristía un vino de mala calidad, guardando para consumo privado el mejor;

11. Siendo nestoriano había llamado hereje a Cirilo;

12. Daniel había nombrado clérigos a algunos cómplices de sus intemperancias;

13. Había impedido que el rico Piruzo testase sus bienes en favor de iglesias pobres;

14. Había consentido que su sobrino Daniel dejara en herencia sus ingentes propiedades a Challoa y a los sobrinos de ésta;

15. Challoa disponía de bienes y de grandes cantidades de dinero de clara proveniencia eclesiástica;

16. Daniel se había hecho nombrar heredero por el diácono Abramios para poder testar los bienes de éste en favor de Challoa;

17. Daniel se había dejado sobornar por los paganos;

18. Daniel había hecho deforestar algunos terrenos de la iglesia edesena para ceder la madera a Challoa, que la había empleado como material de construcción.

Como puede observarse, entre las acusaciones más comprometidas dirigidas en contra de Ibas estaban las referentes al uso de fondos caritativos para fines distintos de los originarios la apropiación de vasos y objetos sagrados, y otros bienes destinados al rescate de prisioneros, una acción gravísima, que lo hacía merecedor de la infamante degradación a la communio laica y del apelativo de «asesino del pobre».

Aunque haya mucho de exageración en este catálogo, que reproduce los cargos habitualmente imputados a un obispo por parte de sus acusadores o rivales, podemos decir que si el río suena es porque agua lleva. Las 18 acusaciones perfilan la fisonomía de un dirigente eclesiástico autoritario, ávido y corrupto, acostumbrado a dilapidar el dinero eclesiástico para beneficiar a su núcleo parental, efectivamente, Sin embargo, en este caso es posible que no se trate solamente del producto de la hostil fantasía de malintencionados calumniadores y que, al contrario, contengan un fondo de veracidad.

Pero consolémonos hoy día porque “ningún tiempo pasado fue mejor”

Saludos cordiales Antonio Piñero
Universidad Complutense de Madrid
Www.antoniopinero.com

Domingo, 11 de Enero 2015
Escribe Antonio Piñero


Pregunta:


¿Por qué los apóstoles que convivían con Jesús nunca escribieron nada sobre Jesús, acaso también eran rabinos al no escribir solamente comentar como hacían entre ellos? Me hace muy extraño que en la sociedad que vivía Jesús no hubiera nadie que escribiera sobre Jesús, que no fuera rabino, es una pregunta que me hago muchas veces. Gracias.


Respuesta:


En el siglo I era una costumbre “casi Ley” que los comentarios de los maestros de la Ley/ rabinos posteriormente sobre la Ley fueran orales por respeto máximo al texto escrito del Pentateuco.

En un grupo de fanáticos apocalípticos que estaban convencidos de que el fin del mundo vendría de modo inmediato (tanto Jesús como Pablo), es perfectamente pensable que no intentaran escribir nada sobre el Maestro. Además una vez convencidos de la verdad de su resurrección y de las apariciones, el Maestro estaba vivo espiritualmente entre ellos y los profetas cristianos, imbuidos del Espíritu de Jesús, les transmitían sus palabras. Todo ello coadyuva a que no sintieran necesidad de escribir nada.


Pregunta:


En uno de los capítulos para dar píe a explicar la música de la Antigua Grecia y Roma y bíblica, como todo ha de girar en relación a Jesús, lanzo la pregunta ¿pero qué sabemos realmente de Jesús, el Jesús histórico? a lo que contesto: algo así como "Jesús fue un personaje que existió como también existió Napoleón. Con seguridad sabemos que nació bajo el reinado de herodes el grande, en el siglo V o VI a. C, fue un líder de la época que se relevó contra el poder y tuvo sus seguidores, Juan Bautista fue otro de sus seguidores, que también tuvo sus seguidores entre los cuales en un principio se encontraba Jesús. También lucha por lo mismo.

Y que entorno a los datos que diste ayer sobre la fecha, las autoridades judías decidieron condenarle, y los romanos le ejecutaron en la cruz junto a otros reos, bajo sentencia del prefecto Poncio Pilato". También citaré a la Sábana Santa y ahí quiero que me corrija porque voy a estar equivocado "mi opinión, es que quizá sea una prueba o no de la pasión y pueda incluso explicar y ser la única prueba de la resurrección, sinceramente no lo se. Lo que es cierto es que algo de misterio hay en la sábana".


Respuesta:

1: Le envío el resumen de “¿Qué Jesús se trata?” del libro “Jesús y las mujeres”:
El Jesús de la historia

El estudio crítico y comparativo de todos los textos evangélicos, podemos pergeñar –con palabras de Fernando Bermejo- el siguiente resumen de lo que nos parece que fue el Jesús histórico (“Historiografía, exégesis e ideología. La ficción contemporánea de las ‘Tres búsquedas’ del Jesús histórico”, Segunda parte, Revista Catalana de Teología 31 (2006) 54-64.) :

1. Nació durante el reinado del emperador Augusto, probablemente algunos años antes del comienzo de la era cristiana.

2. Creció en Nazaret de Galilea.

3. Perteneció a una familia numerosa.

4. Fue un individuo profundamente religioso. La personalidad de Jesús fue intensa y entusiásticamente religiosa, moldeada por la fe del Israel de su tiempo.

5. Su religiosidad fue plenamente judía. Jesús se atiene a las creencias y prácticas religiosas de su pueblo

6. Fue atraído por la personalidad de Juan Bautista y por su mensaje religioso. Fue bautizado, ya en su madurez, por este.

7. Jesús tomó de Juan Bautista algunos de los principales motivos de su predicación.

8. Reunió un grupo de discípulos, cuyo núcleo estuvo compuesto de doce. Es muy posible que este conjunto tuviera un significado simbólico y representara a las doce tribus de Israel

9. Habló y actuó como con el convencimiento de ser un profeta, el portavoz o heraldo de Dios para los momentos finales de este mundo.

10. Utilizó en su predicación un lenguaje directo, accesible al pueblo, caracterizado por imágenes hiperbólicas y parábolas persuasivas. Fue visto por el pueblo como un maestro, en hebreo rab, rabino, de la Ley.

11. El centro y la razón de ser de su predicación fue el anuncio de la venida del reino de Dios.

12. Jesús ciñó su predicación a Israel y no fue ningún predicador universalista, es decir, se sintió enviado a predicar solo a las “ovejas perdidas” de la casa de Israel.

13. Se dirigió de forma especial a los pecadores.

14. Creyó que la instauración del Reino no dependería de los hombres, sino de Dios.

15. Comprendió el Reino de Dios --cuya venida anunciaba como una realidad de carácter integral-- como una entidad no meramente espiritual. Por ello su mensaje tenía implicaciones materiales y políticas.

16. Anunció el establecimiento del Reino de Dios en un futuro próximo. No es seguro que Jesús pusiera un plazo al desenlace escatológico, pero sí que esperó que este habría de llegar en un futuro próximo.

17. Se expresó en ocasiones como si en su propia acción hubiera ya signos de la venida del reino de Dios. Unos pocos dichos de Jesús –especialmente en Lucas y Mateo- parecen referirse al Reino no como una entidad únicamente futura, sino como una realidad que está irrumpiendo en el presente.
Estas sentencias no contradicen el contenido de los dichos de Jesús que esperan un Reino en el futuro, ni significan que Jesús creyese que el Reino estaba ya presente. Eran solo la manifestación de que sus acciones contra Satanás, exorcismos y sanaciones sobre todo, señalaban que los preludios de la venida del Reino estaban ya presentes. Sus expresiones de “presente” son, por tanto, indicación de su entusiasmo escatológico y de su visionaria convicción de la inminencia futura del Reino.

18. El reino de Dios predicado por Jesús incluía la idea de un juicio, que implicaba tanto la salvación de unos como la condenación de otros. El anuncio del juicio escatológico –-con su doble dimensión, gozosa y terrible-- forma parte integrante de la proclamación de Jesús, no solo el mensaje de salvación.

19. Realizó acciones que tanto él como algunos de sus contemporáneos consideraron extraordinarias, como exorcismos y curaciones. Es decir Jesús fue un taumaturgo, un realizador de acciones portentosas que sus seguidores y otras personas de fuera consideraron milagrosas. Probablemente sus milagros se restringieron a las sanaciones y exorcismos.

20. Antepuso los aspectos morales a los rituales. En la enseñanza de Jesús el culto judío no es abolido, pero queda postergado ante los aspectos éticos.

21. Radicalizó la Torá, o Ley, si bien en tal radicalización permanece en el marco de aquélla. Jesús no pretendió fundar religión nueva alguna.

22. Mantuvo polémicas con otros grupos religiosos de su tiempo, aunque este conflicto tiene lugar en el seno de acuerdos básicos en el marco de la común religión judía.

23. Desde Galilea, Jesús fue a Jerusalén en la Pascua de su último año de vida (hacia el año 30 d.C.), sea para celebrar la fiesta, para predicar o en espera de la instauración del Reino, aunque no para morir.

24. Protagonizó un incidente en el Templo. Aunque es incierto el sentido de la acción -¿limpieza cultual simbólica y profética de la futura restauración de Israel y del Templo mismo?- e incluso su impacto o alcance, la intervención en el santuario fue ejercida con cierta violencia y conllevó el impedimento temporal de la actividad comercial que debía realizarse para llevar a cabo los sacrificios.

25. Jesús fue arrestado –y decidida su ejecución- por motivos de índole sociopolítica.

26. Murió en tiempos de Tiberio, crucificado por los romanos en medio de dos “bandidos”. El vocablo “bandido” era la manera suave en la época de designar a un sedicioso antirromano. La muerte agravada en cruz estaba destinada a esclavos huidos o recalcitrantes y a rebeldes políticos contra el Imperio.


Pr.:

En los años que he leído historia me pregunto como debió de ser en el siglo I, en tiempo de Jesús la higiene de esas personas. Ante no había inodoros (baños o retretes), cuando las personas hacían su necesidades como se limpiaban las partes intimas, no se que utilizaban, luego también las mujeres como hacían con la menstruación como evitan derramar sangre, como se limpiaban los dientes como era su higiene buco dental, como recolectaban agua en esos lugares y por ultimo como eran sus casas, de que material la hacían.?, Eso es una de las interrogantes que siempre me cuestionado.


R.:


En realidad, yo hago fundamentalmente “historia de las ideas”, porque principalmente el cristianismo es en los primeros comienzos un tema ideológico frente a la religión de Israel y las religiones del mundo grecorromano. Y por tanto me he ocupado muy poco, o nada, de estos temas.

Y otros investigadores tampoco. De hecho en la famosa y estupenda “Historia del pueblo judío en época de Jesús” de Emil Schürer (versión española de los dos primeros volúmenes en Edit. Cristiandad, Madrid) no hay un capítulo dedicado al tema.

Rodney Stark, en “La expansión del cristianismo” (Trotta, Madrid 2011 aprox.) se queja de que no ha encontrado casi nada sobre ello, por ejemplo, en Antioquía, una de las sedes del nacimiento del cristianismo. Ahí tiene, sin embargo, algunas pinceladas de la vida diaria en Antioquía. Desde luego, lo que pinta Stark es estremecedor desde el punto de vista de la higiene de hoy. Entre otras cosas afirma que al acercarse el caminante a una populosa ciudad antigua ya sabía que estaba cerca porque toda la ciudad despedía un hedor insoportable.

Busque también , por favor, en Google, los libros que tratan de "La vida cotidiana en Grecia y Roma” y le ilustrarán pormenorizadamente.


Saludos cordiales de Antonio Piñero
Universidad Complutense de Madrid
Www.antoniopinero.com

Sábado, 10 de Enero 2015
Hoy escribe Antonio Piñero

Dentro de este panorama general realizado con algunas pinceladas, desearía detenerme en algunos casos concretos.

El primero es el de los sobornos en la Iglesia de los siglos IV al VI. La compra de cargos y el soborno fueron los grandes cánceres de la Antigüedad tardía y los especialistas insisten en que la Iglesia cristiana participaba igualmente de esta lacra. La consecución del cargo de obispo llevó a muchos abusos. Uno de los mejores especialistas en este período, A. H. M. Jones, insiste repetidas veces en este aspecto de la sociedad. La Iglesia cristiana participaba igualmente de esta lacra.

Algunos casos fueron realmente escandalosos, como el de Dámaso obispo de Roma (366-384), de origen hispano, que fue uno de los obispos de Roma con más ansias de poder y falta de escrúpulos a la hora de obtener sus pretensiones. Según el documento titulado Gesta inter Liberium et Felicem hubo una disputa entre Dámaso y Ursino para conseguir la sede de Roma. Dámaso salió vencedor por el apoyo imperial, y para obtener el triunfo, acudió al soborno.


Cito ahora a José María Blázquez en su artículo “El soborno en la Iglesia antigua, del libro 249-264, del libro ya citado G. Bravo - R. González Salinero (eds.), LA CORRUPCIÓN EN EL MUNDO ROMANO, Editorial Signifer, Madrid 2008.


Cuando Dámaso, que siempre había ambicionado el episcopado, se enteró de esto reúne a sueldo a todos los cocheros de cuádrigas y a la plebe inculta y armado con bastones irrumpe en la basílica de Julio y durante tres días se entrega a una desenfrenada matanza de fieles. Siete días después, acompañado de todos los perjuros y de gladiadores que había comprado con grandes sumas de dinero, ocupó la basílica de Letrán y fue ordenado allí obispo. Sobornando al juez de la Urbe, Vivencio, y al prefecto de la Annona Juliano, logró que Ursino, varón venerable, que había sido ordenado obispo con antelación, fuese enviado al exilio junto con Amancio y Lupo. Después de esto, comenzó Dámaso a reducir con bastonazos y matanzas de todo tipo a la plebe romana que no quería entregarse. Se esfuerza también por expulsar de la Urbe a siete presbíteros que habían sido detenidos por la autoridad. Pero el pueblo fiel, saliendo al encuentro, rescató a estos presbíteros y los llevó sin demora a la basílica de Liberio.

Entonces Dámaso reúne mediante perfidias a los gladiadores, a los cocheros de cuadrigas y a los enterradores y a todo el clero con hachas, espadas y bastones y pone sitio a la basílica en la segunda hora del día 26 de octubre durante el consulado de Graciano y Dagalaiso (366) y provocó una gran batalla. Forzaba y prendía fuego a las puertas para encontrar la manera de irrumpir dentro. Por su parte, algunos de sus acompañantes, tras destruir el techo de la basílica, hacían perecer arrojándoles tejas al pueblo fiel. Después todos los damasianos irrumpieron en el interior de la basílica y mataron a 160 de la plebe, tanto hombres como mujeres, e hirieron también a muchísimos otros, muchos de los cuales murieron. Por el contrario, del partido de Dámaso no murió ninguno.

Los sobornos de Melania la Joven

Es una de las mujeres ascetas más fascinantes de la Tarda Antigüedad (383-439), conocida gracias a la vida que escribió Geroncio, que la acompañó en vida. Era de procedencia hispana y poseía uno de los capitales más fuertes del Imperio en su tiempo, pues tenía unos ingresos de 12.000 miríadas de libras de oro y posesiones en Hispania, Campania, Sicilia, África, Mauritania, Britannia y otros países (Ger., VM., 11). Cuando determinó dedicarse al ascetismo y vender sus fincas, la ley prohibía que salieran de la familia. Los regalos de Melania a la emperatriz y al personal de la corte imperial, aunque eran frecuentes en la época, suponían una especie de soborno camuflado o de compra, para alcanzar el fin de la entrevista, es decir, que el emperador ordenara poder vender las fincas de Melania Como el cargo de obispo en el Bajo Imperio tenía muchas ventajas económicas y fiscales, la compra de obispados, sobornando a la plebe y al clero, que eran los que tenían voto, era frecuente.

Juan Crisóstomo, obispo de Constantinopla, en el sínodo celebrado en Éfeso en el año 401, descubrió seis casos de simonía episcopal. Los obispos acusados aceptaron los sobornos sin rodeos. «Hemos pagado sobornos, lo reconocemos ―afirmaron― con el fin de que nos designaran obispos y nos eximieran de los gravámenes civiles». Reclamaron o que se les confirmara o que se les devolviera el dinero, si ello era posible. También afirman que: «algunos hemos entregado los muebles que pertenecían a nuestras esposas». Se les devolvió el dinero de los sobornos. Después de la expulsión de Juan Crisóstomo de Constantinopla, incluso los obispos, mientras duró el episodio, estuvieron con sus esposas. Los casos de soborno en la elección de obispos eran muy frecuentes, según se deduce de algunas frases de Basilio de Cesarea.

Pronto, según J. M. Blázquez, se pudo hablar de corrupción en las elecciones episcopales de la Antigüedad tardía. Como el cargo de obispo en el Bajo Imperio tenía muchas ventajas económicas, la compra de obispados, sobornando a la plebe y al clero, que eran los que tenían voto, era frecuente. El reconocimiento a los obispos de un prestigio social, de unos privilegios económicos y de una inmunidad fiscal de los que carecían en épocas anteriores. De ahí que a partir del siglo IV el cargo episcopal se convirtiera en algo extraordinariamente atractivo y, por ello, que el número de aristócratas aspirantes a entrar en el clero aumentara considerablemente, en la misma proporción en que iba decayendo el interés por la administración civil, debido tal vez a su progresivo deterioro. Precisamente por lo apetecible del cargo, muchos candidatos carecían de las cualidades necesarias Algunos autores cristianos se lamentaban por eso, como Gregorio de Nacianzo en sus discursos y Juan Crisóstomo se quejaron de esta lacra. Juan Crisóstomo, obispo de Constantinopla, en el sínodo celebrado en Éfeso en el año 401, descubrió seis casos de simonía episcopal. Los obispos acusados aceptaron los sobornos sin rodeos.

Cito de nuevo a J. María Blázquez a propósito de TEÓFILO, PATRIARCA DE ALEJANDRÍA, tío de CIRILO de Alejandría, quien también utilizó los sobornos para alcanzar sus fines, como veremos a continuación:

Teófilo, patriarca de Alejandría, y tío del famoso Cirilo utilizó los sobornos para alcanzar sus propósitos, como indica Paladio de Helenópolis (Diálogo sobre la Vida de Juan Crisóstomo), empleando grandes cantidades de libras de oro a las personas más influyentes de la corte de Constantinopla, para que influyeran en el emperador. Cirilo también hizo otros regalos a muy diferentes personas: Cuando se trataba de sobornar, no se mostraba tacaño. El oro de Cirilo de Alejandría compró de voluntades y sobornos en el Concilio ecuménico de Éfeso I (431). La práctica de los regalos xenia o munuscula fue tomada por la Iglesia y ampliamente explotada. En principio como medio de «comunión» entre obispos. En el lenguaje eclesiástico tomaron el eufemístico nombre de eulogiai, benedictiones en latín. Primeramente se aludía con este término a los dones de hospitalidad con que se obsequiaba a los huéspedes o personas que estaban de paso. Pero, como en el caso de los xenia, los límites se podían superar fácilmente, sobre todo si se trataba de obispos con poder y riqueza y sin escrúpulos como fue el caso de Cirilo de Alejandría.

Existe una carta suya que pone muy bien de manifiesto los excesos a que podía llegar la tradición de los eulogiai en un obispo sin escrúpulos como Cirilo. Se trata de una carta escrita, a instancias de Cirilo, por su archidiácono Epifanio al obispo de Constantinopla Maximiano a finales del 432 o inicios del 433, es decir, poco después de la celebración del Concilio de Éfeso del 431 y en estrecha relación con los sucesos ocurridos en éste. Por orden de Cirilo, su archidiácono Epifanio escribe a Maximiano y explica que Cirilo ha escrito a la emperatriz Pulqueria, al Praepositus Sacri Cubiculi, al cubicularius y a las dos cubiculariae de la emperatriz Pulqueria, Marcella y Droseria y que les había enviado dignas benedictiones (eulogiai). El obispo Maximiano debía solicitar personalmente a Pulqueria que mostrase de nuevo su celo por Cristo, es decir, por Cirilo.

La carta del archidiácono de Cirilo pone de manifiesto lo bien que Cirilo y sus representantes, en especial su sobrino Pablo, sabían moverse en los ambientes cortesanos de Constantinopla. Confirma también la veracidad de las informaciones de Nestorio y otros obispos contemporáneos de que Cirilo primero había logrado escapar de la cárcel en que era retenido en Éfeso por orden imperial y, después, que el emperador ratificase los acuerdos tomados por su facción de obispos en el Concilio gracias a los sobornos. Confirma también que las lamentaciones de Nestorio de que los eunucos y los principales cortesanos que rodeaban a Teodosio II y a la emperatriz Pulqueria «se transformaron en otras personas» gracias a las «generosidades» de Cirilo. Puede explicar también la carta por qué Cirilo accedió un año después a firmar un acuerdo de compromiso con el líder de los obispos de la facción contraria, Juan de Antioquía, al que hasta entonces se había opuesto con firmeza: las arcas de la iglesia de Alejandría estaban ya agotadas y no era fácil obtener nuevos créditos.

Seguiremos.

Saludos cordiales de Antonio Piñero
Universidad Complutense de Madrid
Www.antoniopinero.com

Viernes, 9 de Enero 2015

Notas

Hoy escribe Fernando Bermejo

La idea de que el galileo Jesús el nazareno al que se refieren las fuentes cristianas nunca existió es conocida habitualmente como “mitismo”. Aunque esta posición tuvo representantes a más tardar en el s. XVIII, uno de los fenómenos más llamativos del debate público contemporáneo sobre la figura de Jesús es el resurgir de esta posición.

Uno de los rasgos asociados con el fenómeno es el grado de acritud que caracteriza mucho del debate entre mitistas y lo que podríamos llamar “historicistas”. Muchas personas –incluyendo estudiosos– consideran a los mitistas nada sino una pandilla de aficionados incompetentes, cuando no directamente estúpidos. A su vez, los mitistas suelen considerar a quienes creen que el galileo Jesús fue una figura histórica un hatajo de crédulos.

Aunque, en estas circunstancias, a menudo no se produce un diálogo cabal entre los representantes de estas posiciones, en la ola contemporánea de publicaciones se encuentran no solo obras en las que los mitistas exponen sus posiciones y responden a objeciones, sino también obras de historicistas dedicadas a refutar los postulados mitistas.

Aunque es dudoso que la enorme proliferación de libros a la que se asiste hoy en día esté realmente justificada, la aparición de algunas de estas obras puede tener efectos positivos a la hora de disipar algunas ideas simplistas –como la de que todos los mitistas son necesariamente anticristianos majaderos, o la de que todos los historicistas son creyentes interesados en defender la existencia de Jesús a toda costa (de hecho, entre los intentos de refutación del mitismo, dos de los más significados han sido escritos por estudiosos no creyentes, Bart Ehrman y el recientemente fallecido Maurice Casey).

Para aquellos de nuestros lectores que estén interesados en este debate y que no conozcan las contribuciones más recientes, consigno a continuación los datos de dos libros aparecidos el año que acaba de terminar –el primero, de un mitista; el segundo, de un historicista–:

Richard Carrier, On the Historicity of Jesus. Why We Might Have Reason for Doubt, Sheffield Phoenix Press, 2014, 696 pp.

Maurice Casey, Jesus: Evidence and Argument or Mythicist Myths? T & T Clark, 2014, 272 pp.

Quizás habría que abrir en este blog una nueva categoría: "mitismo" o "Jesús no histórico"...

Saludos cordiales de Fernando Bermejo

Miércoles, 7 de Enero 2015
Escribe Antonio Piñero

Otro movimiento de renovación interesante fue el de Prisciliano., que pone en evidencia la corrupción reinante en la Iglesia del siglo IV y que explica los movimientos contrarios a ella y de renovación en general, con el consabido deseo de la vuelta a los orígenes.

Fue el grupo fundado por Prisciliano un grupo arcaizante, ascético, pobre, y aparte del interés histórico por sí mismo, lo es más porque se dio en suelo hispano, y porque no es en absoluto improbable que quien está enterrado en Santiago de Compostela no es el apóstol Santiago el Mayor, sino Prisciliano. La vida y obras de este personaje están envueltas en grandes sombras debido a que gran parte de lo que de él sabemos proviene de sus múltiples, potentes y feroces adversarios. Por suerte, estas lagunas se disiparon parcialmente con el descubrimiento en 1885 de un códice con 11 tratados, conservado en la actualidad en Würzburg, que proceden de Prisciliano mismo o bien de sus primeros y más íntimos seguidores, por lo que parecen reflejar bastante bien el pensamiento del maestro.

Los comienzos de la vida de Prisciliano son oscuros. Nació en el norte de España, probablemente en el actual Bierzo, en su parte menos lluviosa y occidental que entonces pertenecía a Galicia, hacia el 330/340, y murió en Tréveris, Alemania, en el 386. Era de familia noble y pudiente y, al parecer, tuvo una excelente educación. Sulpicio Severo –historiador cristiano fallecido hacia el 420-- dice en su Crónica que Prisciliano era un buen orador, versado en todo tipo de lecturas y buen polemista. Se dice también que desde su juventud Prisciliano se interesó con gran curiosidad por temas filosóficos, teológicos y esotéricos. Parece ser que viajó a Egipto y se hizo discípulo de un monje egipcio, de la ciudad de Menfis, de nombre Marcos, del que recibió enseñanzas esotéricas (¿gnósticas?), cuyo contenido no podemos determinar con exactitud más que a través de las quejas y calumnias de sus acusadores.

Pronto, la encendida palabra e intensa pasión y radical deseo en pro de un cristianismo auténtico que animaba el deseo restaurador de Prisciliano promovió en torno a él un conglomerado de seguidores, a la vez que desataba también pasiones en contra. Prisciliano impulsó un movimiento religioso y ascético, igualmente amable de la pobreza y alejado de toda corrupción, que pretendía renovar la Iglesia: un grupo de gentes que deseaba retirarse de las aglomeraciones urbanas y ejercitarse en la soledad de la vida rural, para luego volver a las ciudades y reformar allí la vida de la Iglesia.

Veía Prisciliano en el espíritu monástico y ascético un arma poderosa para volver a los orígenes más puros del cristianismo, que él veía como un movimiento de pobres y de rigurosos ascetas. Por ello promovía el ayuno frecuente, la más estricta pobreza, el apartamiento del sexo, o continencia, todo movido –decía-- por la fuerza del Espíritu Santo que cada cristiano debía poseer en su interior. Impulsaba además Prisciliano el estudio serio y continuo de la Biblia, no sólo de los evangelios sino del Nuevo Testamento completo, y también –adelantándose totalmente a su tiempo-- la investigación de los “otros” evangelios y hechos de los apóstoles, los considerados apócrifos por la Gran Iglesia, por si el Espíritu Santo pudiera haber ocultado en ellos algunas verdades no fácilmente perceptibles en los escritos canónicos.

El movimiento priscilianista fue pronto, naturalmente, objeto de múltiples ataques por parte sobre todo de la jerarquía eclesiástica establecida, cuya vida debemos presumir contraria a estos ideales. Se le acusó de orgías nocturnas, de magia, y de todo tipo de perversión (cosa típica en la época y no lejana hoy a la difamación de políticos adversarios hurgando en sus presuntos extravíos sexuales o monetarios) como diremos en seguida.

Consciente del poder de sus adversarios, el grupo se concentró en sí mismo y mantuvo en torno a sus doctrinas y prácticas un estricto secreto, sólo revelado a los que en verdad querían integrarse en el núcleo de los reformadores. Cuenta Agustín de Hipona que era una máxima de Prisciliano y su grupo –cuando fueran interrogados por la jerarquía-- jurar que no sabían nada, con tal de no revelar ciertas enseñanzas esotéricas mantenidas por él y los suyos.

A partir del 370 se propagó con cierta rapidez este movimiento de renovación por el norte y occidente de España sobre todo, y el sur de las Galias (en la región denominada Aquitania, precisamente en donde había nacido Sulpicio Severo). Es lógico que los obispos de entonces percibieran que ese movimiento de restauración tenía una gran potencialidad de cuestionamiento y subversión del status quo vigente en la Iglesia. Y como es lógico, la primera oposición seria al priscilianismo vino de la propia Iglesia hispana. El metropolita Hidacio, titular de la sede episcopal de Emerita Augusta, e Itacio, obispo de Ossonuba, hoy Faro en Portugal, se opusieron tenazmente al que ya tachaban de heterodoxo. Resultaba claro que cualquier movimiento revisionista que pudiera quebrantar el deseado estatus de la Iglesia era muy mal visto en esos momentos.

Como anunciábamos, pronto circularon contra Prisciliano graves acusaciones: sus ideas teológicas estaban contaminadas de maniqueísmo y de magia, que podía estar fundado en sus contactos de juventud con el monje egipcio antes mencionado, o en el carácter privado y secreto de las reuniones de los más fieles a Prisciliano, en donde probablemente se transmitían algunas enseñanzas sólo consideradas aptas para los iniciados.

Muy pronto también, y siguiendo también la costumbre de siglos anteriores, se acusó a Prisciliano de vida licenciosa: así era la imputación del obispo Itacio de Ossonuba, que se reunían de noche, en campos y bosques, hombres y mujeres priscilianistas, que pasaban las horas nocturnas desnudos y que se entregaban a toda suerte de actos licenciosos. Un sínodo de Zaragoza del 380 prohibió a los clérigos que ingresaran en su movimiento, y que llevaran a cabo oficios litúrgicos en el campo como hacían los priscilianistas, pues fuera del marco de las iglesias oficiales eran más difíciles de supervisar. Al parecer, fue difícil para la Iglesia hispana de entonces condenar a alguien que intentaba vivir un cristianismo auténtico y pobre, a un lector fervoroso de la palabra divina contenida en las Escrituras y a un crítico de las debilidades de la Iglesia en la Hispania del momento.

Entonces ocurrió algo inesperado para los adversarios del grupo priscilianista: un año más tarde del sínodo zaragozano, en el 381, la fama de Prisciliano entre el pueblo de Hispania había crecido tanto que al quedar vacante la sede episcopal de Ávila, fue elegido obispo casi por aclamación. Y fue entonces cuando cargaron más fuertemente contra sus enemigos, porque el poder de Prisciliano empezaba a ser seriamente molesto.

En el 384 el usurpador del poder imperial Magno Máximo, cuya posición política era precaria, pensó que si intervenía contra Prisciliano en favor de la mayoría de la jerarquía católica de Hispania podría ganar prestigio ante la Iglesia local. Por ello ordenó que se celebrara un sínodo en Burdeos donde se pusieran en claro los cargos contra Prisciliano…, que resultó de nuevo condenado (año 384). Tildado ya de heresiarca nada menos que por un sínodo importante, Prisciliano intentó una baza de gran riesgo: apeló al monarca usurpador –que continuaba presentándose como gran defensor de la ortodoxia-- solicitando la revisión de su condena. Para ello se trasladó a la corte de Tréveris deseando intervenir personalmente en su propia defensa. Su acción resultó vana, y en el 386 él y cuatro de sus principales seguidores fueron acusados nuevamente de magia, juzgados por un tribunal imperial, declarados culpables y condenados a muerte. Los cargos contra ellos no eran por desviaciones teológicas, sino el de entregarse a la magia, practicar licenciosas reuniones nocturnas con mujeres, y la costumbre de rezar desnudos. La pasión por su causa reformista, su ingenuidad y celo habían llevado a Prisciliano hasta la muerte. En el trasfondo hay que ver el deseo de Magno Máximo de confiscar las riquezas de Prisciliano.

La sentencia y ejecución del considerado heterodoxo fueron tan sonadas y tan criticadas por muchos que hasta los paganos se escandalizaron de que un hombre piadosísimo y entregado al culto a Dios fuera ajusticiado. También Ambrosio de Milán, aunque en tiempos se hubiese negado a recibir a Prisciliano, Martín de Tours y el entonces papa Siricio criticaron duramente el proceso: era la primera vez en la cristiandad que se condenaba a muerte a un pretendido hereje. En el sur de las Galias y en Hispania Prisciliano fue declarado y reverenciado como mártir, y el movimiento de reforma de la Iglesia que apelaba a las obras, el ejemplo y al recuerdo del ajusticiado, se propagó con mayor fuerza.

Saludos cordiales de Antonio Piñero
Universidad Complutense de Madrid
Www.antoniopinero.com
Martes, 6 de Enero 2015
1 ... « 130 131 132 133 134 135 136 » ... 298


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





Tendencias de las Religiones


RSS ATOM RSS comment PODCAST Mobile