CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
A propósito de la publicación del tomo VI de la serie Apócrifos del Antiguo Testamento (110-02)
Hoy escribe Antonio Piñero

Véase la nota del Domingo 19 de julio de 2009

Considero tan importante la publicación de este volumen que deseo dedicar una miniserie durante varios domingos a comentar este libro, cuyo contenido me parece fundamental para la comprensión de la parte apocalíptica del cristianismo primitivo y consecuentemente del Nuevo Testamento.

Una aclaración importante: puedo ponderarlo con bastante objetividad porque yo no soy uno de los autores de este libro, sino sólo el “editor literario”. La función de esta figura es seleccionar el tema –en este caso era fácil-; reunir al grupo que lo va a ejecutar, presentar las normas de trabajo y luego dar forma, conforme a las normas de la colección y a las directrices de la editorial, al material presentado por los autores.

Esta tarea de editor –a decir verdad- no carece de importancia, porque lo que el lector tenga luego ante sus ojos, en contenido y en forma, depende de las decisiones del editor literario y de cómo haya realizado su trabajo (también corrección de errores, de citas y de galeradas o pruebas). Pero, al fin y al cabo, el editor literario queda “fuera”, y puede juzgar con cierta imparcialidad el producto.

Voy a utilizar primero un artículo de Florentino García Martínez –espero que los lectores ya lo conozcan, pues el famoso traductor al español de los Manuscritos del Mar Muerto, en Trotta, que he citado tantas veces y porque estamos utilizando material suyo para el tema del mesianismo en Qumrán. El texto que lleva por título el siguiente:

“¿La apocalíptica judía como matriz de la teología cristiana?”

y se publicó en el libro colectivo Orígenes del cristianismo. Antecedentes y primeros pasos (ed. A. Piñero), El Almendro, Córdoba, 21995, con sucesivas reediciones.

Desde aquí escribe Florentino García Martínez, a quien sólo edito levemente en ocasiones, incorporando material de las notas o aclarando algunos extremos.

«Los comienzos son, en su mayoría, ocultos. Y esto también se aplica a los comienzos del cristianismo postpascual». Así comenzaba el artículo que Ernst Käsemann publicó en 1960 y que desencadenó la polémica reflejada en el interrogante que sirve de título a este trabajo.

He aquí su título original: «Die Anfänge christlicher Theologie», Zeitschrift für Theologie und Kirche [ZThK] 57 (1960) 162-185 = “Los comienzos de la teología cristiana", publicado en la “Revista de Teología y de Iglesia”. El artículo ha sido traducido al inglés. Para quien quiera leerlo en esta lengua aquí van los datos: «The Beginnings of Christian Theology», en New Testament Questions of Today [Londres 1969] 82ss = incluido en el número especial de la revista “Journal of Theology and Church”, editado por R. W. Funk, con el título de «Apocalypticism».

Las opiniones de Käsemann han sido comentadas y criticadas muchas veces. Además, este investigador se hizo famoso porque fue el primero –precisamente también en una conferencia muy sonada que se convirtió en un artículo famoso- que protestó contra R. Bultmann, su maestro, negando rotundamente su tesis de que no había medios para acceder al Jesús histórico. Sí los hay –sostenía Käsemann- porque los evangelistas, aunque propagandistas de unas ideas religiosas, nos aportan mucho material histórico, que se puede discernir entre otro material de fe, que no es aprovechable para la historia.

En ese artículo, y en los que Käsemann se sintió obligado a escribir para precisar su pensamien¬to a la vista de las reacciones suscitadas (Ernst Käsemann, «Zum Thema der urchristlichen Apokalyptik», ZThK 59 [1962] 257-284; «Paulus und der Frühkatholizismus» ZThK 60 [1963] 75-89 = “Sobre el tema de la apocalíptica cristiana primitiva” y “Pablo y el protocatolicismo”), el autor intentaba desenmarañar el misterio de los orígenes de la teología cristiana, descubrir las raíces del árbol de frutos pluriformes que nos muestra el Nuevo Testamento y encontrar la tierra fecunda cuya savia alimenta las raíces de ese árbol y le permite dar frutos tan diversos.

La respuesta de Käsemann era clara y sin rodeos: la matriz engendradora de toda teología cristiana fue la apocalíptica: «La apocalíptica -puesto que, propiamente hablando, la predicación de Jesús no puede caracterizarse como teología- ha sido la madre de toda la teología cristiana» (“Die Anfänge” = “Los comienzos”, p. 180) (Citaremos por el comienzo de los tres artículos = Anfänge / Thema / Paulus).

« La finalidad de este trabajo –escribe Florentino García Martínez- casi cincuenta años después de la publicación del artículo original es la de reexaminar de nuevo la cuestión -tan importante y trascendente- a la luz de los conocimientos adquiridos en los últimos años sobre la apocalíptica judía.  »

Y luego añade modestamente:

« Yo no soy un teólogo; tampoco soy un especialista en el Nuevo Testamento. Mi campo de trabajo está formado por la literatura judía posterior a la Tanak (la Biblia hebrea) y anterior a la Misná, la literatura judía que se sitúa cronológicamente entre el Antiguo y el Nuevo Testa¬mento, y una parte de la cual puede definirse como literatura apocalíptica. Todo ello implica que mi manera de enfocar el problema no arranca del resultado final: las teologías del Nuevo Testamento, sino del supuesto punto de partida: la apocalíptica judía ».

Seguiremos. Saludos cordiales de Antonio Piñero.
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En el otro blog, “Cristianismo e Historia”, el tema de hoy es el mismo, pues estamos comentando en los dos este libro.

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Saludos de nuevo.







Domingo, 26 de Julio 2009
Hoy escriben Antonio Piñero /Florentino García Martínez


Comentamos, con Florentino García Martínez (“Los manuscritos del Mar Muerto y el mesianismo cristiano”, pp. 201ss) el último texto (4Q540, frag. 9, col. i) citado en la nota anterior:


»El texto qumránico conservado no designa a este personaje expresamente como “mesías”. A pesar de ello, y a pesar del estado fragmentario en que este pasaje nos ha llegado, no hay duda de que en el personaje en él descrito es posible reconocer una figura mesiánica cuya venida se anuncia para el futuro. Que este futuro es el futuro escatológico (el final del mundo presente) está claro, puesto que es descrito como el período del dominio de la luz en el que las tinieblas desaparecerán del orbe, pero durante el cual una parte del pueblo se mantendrá en el error y se opondrá directamente a este enviado.

»El carácter sacerdotal de esta figura está expresamente indicado en su función expiatoria: "Y expiará por todos los hijos de su generación”. Este mismo personaje tendrá una clara función docente y poseerá la sabiduría suprema, puesto que “su palabra es como la palabra de los cielos”.

»La correspondencia del personaje así descrito con el -mesías-sacerdote- descrito en el capítulo 18 del Testamento de Leví griego es sorprendente y nos prueba, al menos, que la presencia de esta figura sacerdotal en la obra “Testamentos de los XII Patriarcas” no debe ser atribuida sin más a interpolaciones o influencias cristianas, sino que se trata de un desarrollo existente ya al interior del judaísmo.

Comparemos la primera parte de nuestro texto con el pasaje del Testamento de Leví griego, Testamento de Leví 18,1-4 9:

« Después que el Señor haya tomado venganza de ello se interrumpirá el sacerdocio. Entonces suscitará el Señor un sacerdote nuevo, a quien serán reveladas todas las palabras del Señor. El juzgará rectamente en la tierra muchos días. Su estrella se levantará en el cielo como un rey, brillando como luz del conocimiento, al igual que el sol durante el día, y será ensalzado en el mundo hasta su recepción. Brillará como el sol en la tierra, eliminará todas las tinieblas bajo el cielo, y habrá paz en todo el mundo” (Apócrifos del Antiguo Testamento, vol. V, Cristiandad, Madrid, 1987, 59).  »

»La segunda parte de nuestro texto nos prueba igualmente que la caracterización de este “mesías-sacerdote” con los rasgos del “siervo sufriente” del Deuteroisaías tampoco es una innovación de origen puramente cristiano, sino el resultado de desarrollos judíos precedentes. Nuestro texto subraya que aunque será enviado “a todos los hijos de su pueblo”, la oposición a esta figura, “luz de las naciones” (Isaías 42,6), será grande: “proferirán contra él muchas palabras, y abundancia de mentiras; inventarán fábulas contra él, y proferirán toda suerte de infamias contra él” (comparar con Isaías 50,6-8; 53,2-10).

»Este pasaje es quizá el único pasaje que trata -en las partes más o menos bien conservadas de los Manuscritos del Mar Muerto- únicamente del “mesías” sacerdotal. Pero hay otros muchos textos qumránicos que aluden a esta figura al hablar del doble mesianismo, el mesianismo bicéfalo en el que presentan juntos al “mesías-levítico o sacerdotal” y al -mesías-davídico o real” a los que designan, respectivamente, como los “mesías de Aarón y de Israel”.

Y vamos a terminar con otro pasaje –no ya sólo de Qumrán, pero sí de la secta esenia, encontrado antes (en la Genizá o cuarto trastero de la sinagoga de El Cairo y en muchas otras copias –unas doce- en diversas cuevas de Qumrán: Textos de Qumrán, pp. 80ss): El llamado Documento de Damasco:

g[ Y esta es la regla de la asamblea de los campamentos. Quienes marchan en ellas en el tiempo de la impiedad hasta que surja el mesías de Aarón e Israel […] y ésta es la exacta interpretación de las normas por las que se regirán hasta que surja el mesías de Aarón e Israel. Se expiará por sus pecados […] Éstos escaparán en la época de la visita -es decir, de Dios en los últimos tiempos para castigar a los malvados-, pero los que queden serán entregados a la espada cuando venga el mesías de Aarón e Israel (Textos de Qumrán, pp. 90 y 92) ]g

Pero los apóstatas serán condenados:

« Y así todos los hombres que entraron en la Alianza nueva en la tierra de Damasco, pero se volvieron y traicionaron y se alejaron del pozo de aguas vivas, no serán contados en la asamblea del pueblo –los salvados- y no serán inscritos en sus listas desde el día de la reunión del Maestro único –desde el día en el que los qumranitas se retiraron al desierto junto con el Maestro de justicia- hasta que surja el mesías de Aarón e Israel (Textos de Qumrán, p. 93). »

Soy consciente de que tanto texto puede ser abrumador para el lector usual de este blog: el mesías -diríamos- es a veces un "tipo duro": ejerce también funciones de condenación.

Espero, sin embargo, que este aporte de textos judíos más o menos contemporáneos de Jesús haga caer en la cuenta de cuán importantes son para nuestros fines de comprender el mesianismo de Jesús y cómo lo vieron sus discípulos sobre todo tras el momento en el que creyeron firmemente que había resucitado, pero que tenía que volver a cumplir su frustrada –por la muerte injusta- misión mesiánica.

Seguiremos Saludos cordiales de Antonio Piñero.
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Hoy en el “Blog de Antonio Piñero” se trata del siguiente tema:

“Jesús como Señor en el judeocristianismo (III)”

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Viernes, 24 de Julio 2009
La Biblia en los Hechos Apócrifos de los Apóstoles
Hoy escribe Gonzalo del Cerro

La Biblia en los HchAp

Hablábamos el otro día de la estructura de los HchAp y sus paralelismos con la de los Hechos canónicos.

1. Entre los elementos que constituyen esa estructura, destacan de manera evidente y sistemática los viajes misioneros. Unos viajes que los protagonistas consideran como consecuencia del mandamiento de Jesús. “Voy según tu voluntad”, respondía Juan a la voz que le hablaba (HchJn 18,3). Dios me ha enviado, dice Pablo al procónsul que le interrogaba (HchPlTe 17,1). Igualmente, la orden de viajar hasta Italia le llega a Pedro de Dios (HchPe 5,3).

2. Los viajes tienen como justificación la necesidad de la predicación. Abundan en los HchAp frecuentes y prolijas peroratas que recuerdan las de Pedro y Pablo en los Hechos canónicos. A veces las alocuciones tienen como tema nuclear un recorrido por la historia de la salvación, como la de Pedro en los AV 7, la carta 3 Cor o el primer discurso de Pablo en Italia (PH 8). Son discursos que recuerdan también los de Pedro en Hch 2-4, de Esteban en Hch 7, de Pablo en Hch 13. Aunque lo normal es que sea muy inferior su rigor teológico.

3. Con la predicación, van los milagros, que tienen la finalidad evidente de demostrar que Dios garantiza y sella la palabra de sus enviados. “Muéstranos otro milagro (signum) para que creamos que tú eres el servidor de Dios vivo”, suplicaban los fieles a Pedro (HchPe 12,5). En consecuencia, los apóstoles resucitan muertos, curan enfermos. Y ello, no por su propio poder, sino por el de Jesús, como Pedro y Juan cuando curaron al cojo de la Puerta Hermosa (Hch 3,12.16; HchPe 28,3). Uno de los milagros, el de la resurrección de Patroclo, copero del emperador, parece sencillamente un duplicado de la de Eutico (HchPl Mart 1,2-3; Hch 20,9-11).

Cuando Blumenthal habla de las formas literarias de los HchAp, se detiene particularmente en aquellas que tienen un origen neotestamentario o tienen en el NT relaciones similares. Y reconoce en ellas “una forma básica, claramentge perceptible” (Formen und Motive in den Apokryphen Apostelgeschichten, TU 48,1, 1933, 88ss). Cita luego los ejemplos de resurrecciones de muertos que aparecen en diversos HchAp, en cuyo desarrollo se pueden descubrir elementos de las resurrecciones narradas en el NT. Analiza después otra clase de milagros, como curaciones, liberaciones de la cárcel, prodigios en la naturaleza, apariciones, voces del cielo, castigos sobrenaturales, etc. Muchos de estos detalles son referidos no solamente en el NT en general, sino precisamente en los Hechos canónicos de Lucas.

4. Las escenas bautismales y eucarísticas son también comunes a los Hechos de Lucas y a los Apócrifos. En el día de Pentecostés, Pedro termina invitando a los oyentes a que se bauticen. Muchos lo hacen y perseveran luego en la fracción del pan (Hch 8,38-42). Igualmente se bautizaban en Samaría los que oían el anuncio del reino, como el mismo Simón Mago (Hch 8,12-13). Y el eunuco de la reina de Candaces solicitó el bautismo a Felipe (Hch 8,36s). El encuentro de Pedro con Cornelio acaba también con el bautismo (Hch 10,47-48). Es la forma en que terminaban muchas escenas narradas en los HchTom.

Según los Hechos canónicos, se reunía Pablo el primer día de la semana para partir el pan. Como hizo Juan a la hora de su partida: se reunió con los hermanos, con quienes celebró y repartió la eucaristía (HchJn 106.109-110). El caso de Rufina en HchPe 2 demuestra la costumbre que tenía Pablo de reunirse para celebrar la eucaristía. Rufina se acerca sin la debida disposición, y recibe el consiguiente castigo. Se levantaba, en efecto, de un lecho adúltero. Esa costumbre aparece confirmada en el PH 4,4ss. La celebración eucarística solía seguir en varios pasajes de los HchTom después de los ritos bautismales.

5. Un capítulo importante en los relatos de los Hechos canónicos y de los Apócrifos está constituido por las persecuciones y los procesos ante los tribunales. Ya en Hch 4 y 5, las posturas de los apóstoles chocan con las actitudes legalistas de los sanedritas. Esteban se vio acosado por judíos celosos que lo arrastraron hasta el Sanedrín (Hch 6,8-14), que acaban condenándolo a muerte (Hch 7). El mismo Saulo, antes de su conversión, es instrumento de los sacerdotes en la persecución contra los cristianos. Una persecución que se repite por obra de Herodes Agripa y luego es una constante de la vida misionera de Pablo. Cuando el Apóstol regresa a Jerusalén, se ve enredado en distintos procesos en los que ha de defender su causa ante las autoridades judías (Hch 23,1-10), ante el procurador Félix (Hch 24,10-21), delante de Festo (Hch 25,6-12), ante Agripa (Hch 25,23-27 y 26,1-32).

El mismo Juan, cuya muerte está presentada en los textos de su metástasis, aparece también en tradiciones de persecuciones, procesos y martirios. Pero lo mismo sucede en el caso de Andrés con el procónsul Egeates; de Pablo en su encuentro (presunto) con el emperador Nerón; de Pedro con los amigos del César, disgustado por la conducta esquiva de sus mujeres; de Tomás en su contencioso con el rey Misdeo. Persecuciones, juicios, condenas y martirios.

Saludos cordiales. Gonzalo del Cerro



Jueves, 23 de Julio 2009


Hoy escribe Antonio Piñero


Creo que es ya sabido que los Manuscritos del Mar Muerto no presentan rasgo alguno de cristianismo; no son cristianos en absoluto, no contienen la historia secreta del cristianismo primitivo –como algunos siguen increíblemente sosteniendo- ni tampoco hay ni siquiera alusiones a Jesús. Sin embargo, su testimonio es impresionante para comprender las líneas teológicas que confluyen en el Nuevo Testamento: lo que los cristianos primitivos pensaron del mesianismo de Jesús, sobre todo una vez muerto, y cómo aplicaron al Maestro ideas que ya estaban en el ambiente judío. Tras leer los manuscritos de Qumrán entendemos mejor, sin duda, el cristianismo primitivo.

Numerosos textos que hablan en Qumrán del mesías subrayan la presencia, junto al mesías guerrero –cuya finalidad es liberar al pueblo judío del poder extranjero, con la ayuda divina- otra figura, que se denomina también “mesías”, pero que es distinta: tiene otra función, sacerdotal y de enseñanza de la ley de Moisés. Hay, pues, en los Manuscritos qumránicos dos mesías, o a veces uno pero con una doble misión. Adelantando acontecimientos, piense ya el lector la importancia que tiene en los evangelios –sobre todo el de Mateo- la figura de Jesús como maestro de la Ley: para los cristianos primitivos en Jesús habían confluido estas dos funciones: mesías liberador (de algún modo, para unos más político que para otros) y mesías-maestro de la Ley.

Comenta Florentino García Martínez (art. “Los manuscritos del Mar Muerto y el mesianismo cristiano”, en A.Piñero- D. Fernández Galiano Los Manuscritos del Mar Muerto. Balance de hallazgos y de cuarenta años de estudio, El Almendro, Córdoba, 1994, 199ss) que todo esto estaba ya en germen en el Antiguo Testamento:

»Junto con el rey, el sumo sacerdote es uno de los principales personajes que reciben la “unción” en la Biblia hebrea. Nada tiene, pues, de extraño el que ya dentro del mismo Antiguo Testamento encontremos indicios del posible desarrollo de estas referencias al sumo sacerdote en cuanto “ungido” en dirección de la expectación de un agente de salvación de carácter sacerdotal en la época escatológica junto con el “ungido” de carácter real.

»En esta dirección creo que debe interpretarse la visión de Zacarías 3 y el desarrollo de Zac 6,9-14. En el primero de estos textos la futura edad mesiánica está claramente dominada por la figura de Josué, el sumo sacerdote, mientras que “el retoño” (una denominación del mesías) sólo aparece incidentalmente y en una posición secundaria.

A ninguno de estos dos personajes se les designa ahí expresamente como “mesías”, pero ambos textos están abiertos a esta interpretación (es más casi la indican). Esta interpretación será desarrollada dentro de la comunidad qumránica en un mesianismo bicéfalo, es decir, dos mesías:

El texto clásico –que los lectores conocerán probablemente es el siguiente:

« No se apartarán de ningún consejo de la Ley para caminar (= a “proceder” – “obrar”) con toda la obstinación de su corazón, sino que serán gobernados por las ordenanzas primeras en las que los hombres de la Comunidad (= los de Qumrán) comenzaron a ser instruidos, hasta que venga el profeta (por antonomasia, por ejemplo, Elías, como preparador o precursor) y los mesías de Aarón (sacerdotal) e Israel (“político-guerrero, o simplemente laico”) (1QS o “Regla de la Comunidad”, IX 9-11; Textos de Qumrán, Trotta, Madrid, 1992 con múltiples reediciones, p. 60). »

Este texto tiene paralelos en otras versiones de la misma Regla que se conocen como 1QSa II 11ss y 1QSb I 21-III 21 (que pueden encontrarse igualmente en el volumen de textos de Qumrán)

Continúa Florentino García Martínez:

»Hay otro pasaje qumránico que nos permite entrever un desarrollo autónomo de la esperanza de la venida de un -mesías sacerdotal- como agente salvador al final de los tiempos. Se trata de un texto en arameo, una de las copias del Testamento arameo de Leví, publicado por Émile Puech (The Madrid Qumran Congress, Leiden-Madrid, 1992, pp. 449ss), que contiene interesantes paralelos con el capítulo 18 del Testamento de Leví griego incluido en los Testamentos de los XII Patriarcas, texto que leeremos en su momento.

Por lo que puede deducirse de los restos conservados de este texto, el protagonista de la obra (probablemente el patriarca Leví, aunque no puede excluirse completamente el que se tratase de Jacob dirigiéndose a Leví) se dirige a sus descendientes con una serie de exhortaciones y les cuenta algunas de las visiones celestes que le han sido reveladas. En una de ellas le anuncia la venida de un personaje misterioso. Aunque el texto es desesperadamente fragmentario, tiene un interés notable, ya que parece evocar la figura de un “mesías sacerdotal”, un “mesías” descrito con los rasgos del siervo sufriente de Isaías. Los dos fragmentos más extensos e importantes de este nuevo texto pueden traducirse así:
b[
Y expiará por todos los hijos de su generación, y será enviado a todos los hijos de 3 su pueblo. Su palabra es como la palabra de los cielos, y su enseñanza, según la voluntad de Dios. Un sol eterno brillará 4 y su fuego quemará en todos los confines de la tierra; sobre las tinieblas brilla¬rá. Entonces desaparecerán las tinieblas 5 de la tierra, y la oscuridad del orbe. Proferirán contra él muchas palabras, y abundancia de 6 mentiras; inventarán fábulas contra él, y proferirán toda suerte de infamias contra él. Su generación transformará el mal, 7 y […] establecida en la mentira y en la violencia. El pueblo errará en sus días y estarán perplejos (4Q540, frag. 9, col. i)]b

El próximo día continuaremos con alguna aclaración sobre estos textos. Pero antes, el lector observará ya cómo la figura del “mesías” en el judaísmo cercano al tiempo de Jesús es compleja, y cómo se relaciona continuamente –aun siendo humano- con personajes que se suponen están ya en el cielo junto a Dios.

Seguiremos Saludos cordiales de Antonio Piñero.
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Hoy en el “Blog de Antonio Piñero” se trata del siguiente tema:

“Jesús como Señor en el judeocristianismo (II)”

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Miércoles, 22 de Julio 2009

Hoy escribe Antonio Piñero/Paolo Sacchi


Continuamos con la figura del “mesías” en el Libro de las Parábolas de Henoc y complementamos lo que ya se ha dicho –cuyas ideas centrales han sido tomadas de mi propia introducción a este libro en el tomo IV de la serie Apócrifos del Antiguo Testamento, Cristiandad, Madrid, 1984- con la excelente síntesis de P. Sacchi, en su capítulo 14 del libro Historia del judaísmo en la época del Segundo Templo, Trotta, Madrid, 2004, 420ss. A él cedo hoy la palabra (la versión en castellano es de Carlos Castillo Mattasoglio y Adela Sánchez Rojas, revisada por mí):

»El fulcro del mundo regido por el Hijo del hombre es la justicia, y la sabiduría proviene de esta justicia en un movimiento descendente hacia el ser humano. Éste a su vez sólo podrá alcanzar la justicia por medio de la sabiduría en un movimiento en la misma dirección, pero en sentido opuesto. La justicia celestial se reserva solamente a los justos o elegidos, pero habrá un tiempo en el que toda la humanidad podrá participar de la libación de la sabiduría gracias a la obra mesiánica del Hijo del hombre.

»En el Libro de las Parábolas se lee también:

g[ En aquel lugar [En aquel lugar: así en el manuscrito “c”. El resto de la tradición lee “entonces”] mis ojos vieron al Elegido de la justicia y de la fidelidad. La justicia prevalecerá en sus días; los elegidos y los justos serán innumerables ante él por la eternidad. Vi su morada bajo las alas del Señor de los espíritus y todos los santos y elegidos resplandecían delante de Él como luz de fuego; sus bocas estaban llenas de bendición y sus labios alababan el nombre del Señor de los espíritus y la justicia ante Él (sentido probable “por obra suya”) no se agotaba jamás.

Me quise quedar allá (es decir, “bajo las alas de Dios”) y mi alma (es decir, “yo”) amó tal residencia, porque allá estaba mi parte desde antiguo, pues así había sido establecido sobre mí por el Señor de los espíritus (1 Henoc [Libro de las Parábolas] 39,6-8). ]g

»Uno de los instrumentos de los que se servirá el Hijo del hombre para establecer la justicia en la tierra será su conocimiento, si se puede decir así, absoluto de la Ley. En la época del Libro de las Parábolas ya existían en Israel diversas interpretaciones de la Ley, varias halakhot (o “normas”). Por tanto, debía estar vivo el problema de cuál debería ser la interpretación verdadera de la Ley. Sólo el mesías, según este libro, tendrá el conocimiento preciso del significado de cada norma:

(El elegido) es poderoso en todos los secretos de la justicia, y la iniquidad pasará como sombra y no tendrá lugar donde detenerse, porque el Elegido está ante el Señor de los espíritus (es decir, “hace Su voluntad”) y su gloria y poder son eternos (1 Henoc [Libro de las Parábolas] 49,2).

»La tarea principal del Hijo del hombre es llevar a cabo el Gran Juicio en nombre de Dios. Derrocará a todos los malvados, que para el autor son esencialmente los políticos y los que de cualquier modo tienen el poder, mientras que los buenos son por definición los pobres, los humildes y marginados en general. Derribará a los reyes de sus tronos, romperá los dientes de los pecadores. Su juicio será durísimo.

Él solo -el Hijo del hombre- ejecutará la función que la Epístola de Henoc (otra parte, o mejor, otro de los libros que han sido fundidos en 1 Henoc) atribuía al conjunto de los ángeles vigilantes (1Hen (Epístola de Henoc] 91,15).

Así, instaurará el reino de Dios en la tierra. En este texto la llegada del reino de Dios coincide con la venida de la figura mesiánica a diferencia del Libro de los Sueños, donde el juicio precedía a la llegada del mesías.

»El reino del Hijo del hombre-Mesías no es sólo una realidad futura, como en la apocalíptica precedente, sino que existe ya. Este reino es ya una realidad en el pensamiento divino, que Paolo Sacchi denomina “mundo del medio”. Pero en el Libro de las Parábolas el “mundo del medio” tiene una función distinta a la que tenía en el pensamiento de Zacarías. No es sólo el “lugar” (es como una “proyección” de la mente divina) donde se genera una realidad destinada a reproducirse en la tierra. La realidad del “mundo del medio” en el Libro de las Parábolas tiene alguna comunicación ya ahora con nuestro mundo: los justos (o los elegidos) que han dejado esta tierra viven ya ahora en el mundo del mesías, junto con los ángeles.

»Lo que otros esperaban para el futuro en el Libro de las Parábolas se convierte en futuro y presente. Este escrito es un desarrollo posterior de la ideología cósmica del antiguo Libro de los Vigilantes, estructurada de tal modo que en ella aparece un reino con su rey.

»Así pues, lo que distingue a la ideología del Libro de las Parábolas del pensamiento esenio es que estos últimos pensaban poder cantar las alabanzas de Dios junto con los ángeles ya en esta tierra. Para ellos lo eterno se iniciaba ya aquí abajo: no existía tránsito de este mundo al otro. El paso ocurría en el momento en el que el miembro de la secta alcanzaba la virtud del “bien eterno” (1QS 4,3) y la contemplación del “ser eterno” (1DS 11,5-6), como da a entender la obra conocida como Shirot hashabbat, en castellano Cantos para el sacrificio sabático o Liturgia angélica (4Q400-407 y 11QShirShabb).


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Hoy en el “Blog de Antonio Piñero” se trata del siguiente tema:

“Pedro en la literatura apócrifa: en el apócrifo del Pseudo Lino”

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Lunes, 20 de Julio 2009
Tomo VI de los Apócrifos del Antiguo Testamento  4-01
Hoy escribe Antonio Piñero

Deseo anunciar la aparición de una obra de textos judíos -en versión castellana desde las lenguas originales: griego, siríaco, copto, arameo, etíope clásico, latín- sin cuya lectura no puede uno hacerse una idea cabal de cuál es el trasfondo de la teología cristiana en su parte judía. Este trasfondo es triple: la Biblia hebrea/griega; las paráfrasis y explicaciones judías de entorno del siglo I o II d.C.a esta Biblia: targumim y midrasim; los amnuscritos del Mar Muerto y los Apócrifos del Antiguo Testamento. El libro que presentamos es el tomo VI de esta colección de escritos, que se empezó a editar en 1982.

Tras un gran silencio de años, debidos entre otras razones a la muerte del primer editor literario, el Prof. Dr. D. Alejandro Díez Macho y del primer editor, D. Miguel Sanmiguel, a la venta de la Editorial y a diversos y penosos imponderables, sale a la luz el volumen VI de la colección Apócrifos del Antiguo Testamento, que se completará lo más rápidamente posible con un siguiente volumen dedicado a los Fragmentos de escritos religiosos judíos de época helenística con algunos complementos de otras obras menores. Finalmente la colección se culminará con la segunda parte de este mismo volumen dedicado a los Índices, que –si todo sale bien- serán lo más completo posible.

He aquí su ficha técnica:

« A. Díez Macho (ya fallecido)-A. Piñero, Apócrifos del Antiguo Testamento, volumen VI, Ediciones Cristiandad, Madrid, 2009, 627 pp. ISBN: 978-84-7057-542-6. Autores de las versiones de los diveros apocalipsis: G. Aranda Pérez. S. Alvarado. F. del Río Sánchez- J.J. Alarcón Sáinz. N. Fernández Marcos. D. Muñoz León. F. Corriente Córdoba y L. Vegas Montaner. »

El volumen ofrece a los lectores los escritos apocalípticos generados por el judaísmo de la época grecorromana poco antes del tiempo de Jesús o contemporáneamente a él. Unos son plenamente judíos, mientras que otros muestran signos claros de reelaboraciones cristianas, pero siempre sobre una base judía anterior claramente perceptible.

Por tanto este tomo VI presenta los materiales necesarios para responder a la pregunta, planteada desde el siglo XVIII, y con más claridad a mediados del XX: “¿Es la apocalíptica judía la matriz de la teología cristiana?”. Los orígenes del cristianismo naciente en el siglo I parecen ser los de una secta apocalíptica judía entro otros grupos que conocemos de la misma época. Pero, a la vez, ello no quiere decir que el cristianismo como fenómeno histórico pueda reducirse sólo a la apocalíptica, ni que su teología sea idéntica a esta tradición judía.

La lectura de los textos que pueden leerse en este volumen, algunos de ellos los más imponentes que nos ha legado el judaísmo de todos los tiempos, como el Libro IV de Esdras, iluminará la mente del lector que ha de verse confrontado a los orígenes ciertos de una parte de la teología que quizás crea sólo cristiana.

« El contenido de este volumen contiene los siguientes apocalipsis: de Adán, Abrahán, Elías, Apócrifo de Ezequiel de Sofonías y Sedrac. El ciclo de Baruc, secretario del profeta Jeremías contiene dos libros: el Baruc (siríaco) de Baruc (griego). Luego viene el imponente ciclo del “profeta Esdras: Libro IV de Esdras, Apocalipsis griego de Esdras Visión de Esdras Libros V y VI de Esdras, para finalizar con la Ascensión de Isaías. »

El lector de la serie de Apócrifos del AT debe completar este elenco de literatura apocalíptica apócrifa, que recogemos como volumen VI de la colección:

• Con el “Ciclo de Henoc” del volumen IV,
• Con una buena parte de los Oráculos Sibilinos –especialmente textos del Libro III- del volumen III de nuestra serie,
• Con los pasajes 29,1-32,12; 33,1-9; 52,1-12 del Testamento de Job (volumen V),
• Con variados pasajes –normalmente al final de cada obra- de proyección hacia el futuro de los doce testamentos que componen los Testamentos de los Doce Patriarcas (volumen V),
• Y con otros textos apocalípticos del Testamento/Asunción de Moisés (volumen V) como 6,1-9; 7,1-10; 8,1-5; 9,1-7; 10,1-15.

De este modo el lector se formará una idea más cabal de la importancia de la literatura apocalíptica dentro de los apócrifos veterotestamentarios.

Podemos afirmar que los apócrifos y pseudoepígrafos (es decir, obras que no presentan el nombre de su verdadero autor, sino de uno fingido, normalmente un personaje ilustre del pasado) del Antiguo Testamento son muchísimo más importantes para la comprensión del cristianismo primitivo y para iluminar sus orígenes que cualesquiera apócrifos del Nuevo Testamento.

En efecto, estos escritos judíos de la época helenística constituyen una gran parte del trasfondo, o de la base, que sustenta muchas de las ideas religiosas que aparecen en el Nuevo Testamento. Digámoslo sin rodeos: desde el punto de vista científico, sin conocer estos apócrifos no seremos capaces de entender en toda su dimensión el ideario religioso del Nuevo Testamento.

Pero, a pesar de ello, confesémoslo también, dentro incluso de los ámbitos teológicos no se había empezado a prestar una verdadera atención a estos escritos hasta 1970. Desde ese momento, sin embargo, se suscita una especie de interés colectivo, se producen gran cantidad de ediciones críticas o traducciones con notas a las lenguas cultas y se fundan seminarios y revistas dedicados íntegramente a su estudio. Y diez años más tarde, en 1980, escribía ya un experto filólogo inglés: «Ya es obvio para muchos – ¡al menos en teoría! – que conocer a fondo el trasfondo judío del Nuevo Testamento (es decir, esta literatura intertestamentaria) no es un extra optativo, sino que, por el contrario, sin tal conocimiento es inconcebible una adecuada comprensión de las fuentes cristianas»

Saludos cordiales de Antonio Piñero.
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En el otro blog, “El blog de Antonio Piñero”, el tema de hoy es el mismo, pues hacemos la presentación de este libro.

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Saludos de nuevo.
Domingo, 19 de Julio 2009

Hoy escribe Antonio Piñero

La figura del “mesías” como Hijo del Hombre en el Libro de las Parábolas de Henoc nos proporciona aún más material interesante. Empezamos por el tema del juicio del que hemos ya mencionado algún rasgo muy parecido al que también aparece del Evangelio de Mateo.


El juicio de Dios y su mesías, el Hijo del Hombre, tiene dos momentos. Uno es el diluvio universal y la prisión de los ángeles caídos. Estas historias ocupan los capítulos 54 y 55 del Libro de las Parábolas.

El primero parece por tanto que una unión de las tradiciones sobre el juicio con el tema del diluvio más el tema de Henoc como juez. Veámoslo. Henoc ve en primer lugar en sus visiones que existe un valle profundo en la tierra que arde en llamas. Allí son llevados los reyes de la tierra y los poderosos –naturalmente malvados- y arrojados al fuego. Igualmente Henoc ve cómo se preparan los grillos y cadenas que sujetarán al Diablo para un momento que llegará pronto (cap. 54).

A continuación, con la unión sólo de la frase “en aquellos días”, se pinta el Diluvio en el que perecen todos los que moran sobre la tierra, menos Noé y los suyos. Dios se arrepiente de un castigo tan tremendo y restaura la tierra. A continuación, también sin solución de continuidad, Dios amenaza con el juicio a los ángeles caídos y avisa a los reyes poderosos de la tierra: “Habréis de ver a mi Elegido, sentado en el trono de mi gloria, juzgar a Azazel y su huestes…” (55,4), como ya hemos visto.

Inmediatamente, Henoc pinta el combate semifinal de castigo tanto contra el Israel infiel como contra los malvados de la tierra. Son los reyes de los partos y de los medos -como instrumentos del castigo divino- los que se lanzan contra Israel asolado además por una guerra intestina. En ella “nadie conocerá a su prójimo, a su hermano, ni el hijo a su padre y su madre, hasta que a consecuencia de sus muertes haya multitud de cadáveres y su castigo no se en vano. Entonces el sheol (infierno o gehenna) tragará a los pecadores a la vista de los elegidos (56,8)”. Así perece una parte de Israel, que también contiene elementos malvados.

Pero no todo acaba aquí: el vidente, Henoc, ve como se reúnen en Israel los judíos, justos, de la diáspora, simbolizados por otro ejército de carros, montados por hombres que llegaban sobre los vientos (conforme a la profecía de Isaías, 27,13 o 2 Macabeos 2,18s; Baruc 2,27ss), de oriente, occidente y el mediodía… (cap. 57).

Esta noción recuerda el dicho de Jesús de Mt 8,11 y Lc 13,29: "Vendrán de oriente y occidente a sentarse a la mesa con Abrahán…").

La concepción del reino mesiánico como tal varía en el Libro de Henoc según las diversas secciones (autores y épocas un tanto diversas).

1. En la parte más antigua del Libro I de Henoc –Libro de los vigilantes- no aparece el reino del mesías directamente, con esta figura, pero sí una suerte de reino milenario, en la tierra :

“Los elegidos tendrán luz, alegría y paz; ellos heredarán la tierra [compárese con Mt 5,4] mientras que para los impíos será la maldición: 5,7; “En aquellos días la tierra será labrada con justicia; toda ella quedará cuajada de árboles, y será llena de bendición. Una medida producirá mil y cada medida de aceitunas producirá diez tinajas de aceite… (10,18-19)

2. En el Libro de los Sueños aparece la descripción de una “nueva Jerusalén”, terrestre, donde habitan la paz y la justicia, tanto los israelitas como cierto número de gentiles…, cómo el mesías surge de la comunidad, etc.: 93,3-10; 91,11-17). De esto hemnos hablado ya.

3. El Libro de las Parábolas presenta un reino de Dios en el que aparece muy claramente también la figura del mesías, que habita entre los elegidos en una tierra y cielo transformados:

« En ese día asentaré entre ellos a mi Elegido y transformaré el cielo, volviéndolo bendición y luz eterna. Transformaré la tierra haciéndola bendición, y asentaré en ellas a mis elegidos, pero los que cometen pecado no la pisarán…” (45,4-5). Habrá una nueva “casa de reunión o templo nuevo y los justos vivirán descansados, libres de toda opresión de los reinos terrenales y de los pecadores: »

« “Después de esto mostrará el justo Elegido su casa de reunión: desde ese momento no serán ya rechazados a causa del nombre del Señor de los espíritus. Y estos montes no serán ante su justicia tan firmes como tierra; los collados serán como fuente de agua, y descansarán los justos de la opresión de los pecadores”(53,6-7). »

Los judíos dispersos en la diáspora serán congregados por Dios en Israel (cap. 57, como dijimos más arriba) y algunos gentiles se convertirán:

« “En el día de la angustia se volverá contra los pecadores su propia maldad, y triunfarán los justos en el nombre del Señor de los espíritus. Y (Él) lo hará ver a otros para que se arrepientan y dejen la (mala) obra de sus manos; no tendrán gloria en el nombre del Señor de los espíritus, pero en su nombre serán salvos; y el Señor de los espíritus se compadecerá de ellos, pues mucha es su misericordia (50,2-3). »

Como puede observarse, la concepción del mesianismo es bastante completa en el Libro de las Parábolas. Ahora bien, da la impresión de que Dios mismo es el que se encarga de instaurar el reino, no el mesías, mientras que el éste tiene como cargo el gobernarlo en justicia una vez constituido el reino y ejercer las funciones de juez, tanto en el juicio previo (Primer juicio “final”) como en el Segundo o definitivo, que es el único que merecería ese calificativo.

Y de cualquier modo –con la mente puesta en lo que nos interesa en toda esta serie-, observe el lector:

A. Cómo el reino de Dios es siempre en la tierra, en el país de Israel;

B. Cómo el mesías es siempre también un ser humano, aunque en algunos momentos alcanza cotas celestiales por deseo divino;

C. Cómo el reino consta de bienes espirituales, sin duda, pero también materiales.

D. Cómo las implicaciones políticas del Reino respecto a los reyes y poderosos que desean imponer su gobierno sobre la tierra de Israel son igualmente evidentes.

Saludos cordiales de Antonio Piñero.
www.antoniopinero.com

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Hoy en el “Blog de Antonio Piñero” se trata del siguiente tema:

“¿Jesús hombre o Dios? Teología básica del judeocristianismo (VI”

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Viernes, 17 de Julio 2009
Hoy escribe Gonzalo del Cerro

La Biblia en los HchAp

El aprecio que en otras épocas suscitaron las teorías de autores como Dobschütz, Flamion, Reitzenstein y otros, que relacionaban los HchAp con la novelística griega, ha recibido últimamente importantes matizaciones. Ni Kaestli, ni Plümacher, ni Burrus, ni Schneemelcher consideran el tema resuelto. Porque si no es posible defender la dependencia directa de los HchAp con respecto a la novela de la antigüedad griega, tampoco resulta convincente la teoría de una simple imitación de los Hechos canónicos, ya que las diferencias son grandes y significativas. Es en el ambiente bíblico, desde mi punto de vista, y concretamente en esos Hechos de Lucas, donde hay que buscar el modelo literario de los HchAp. Éstas son mis razones:

1. El título tradicional de Práxeis, tanto si es original como si no lo es, demuestra que la tradición ha visto en estas obras un producto relacionado de alguna manera con los Hechos canónicos. Y es una realidad que son conocidas bajo la denominación de Hechos de los Apóstoles. El mismo Schneemelcher, al analizar las conexiones de los apócrifos con la Escritura, alude expresamente a su título epigráfico de Hechos. Pero fue C. Schmidt quien lo afirmó con claridad y contundencia: “No solamente el título de Práxeis se ha tomado de allí (los Hechos de Lucas), sino también toda la estructura de la composición, el pensamiento, etc.” Puede verse la opinión de este sabio en su obra Die alten Petrusakten im Zusammenhang der apokryphen Apostelliteratur (TU 24,1), Leipzig 1923.

Es verdad que, como explica M. Erbetta en la introducción general al volumen segundo de su obra sobre los Apócrifos del Nuevo Testamento, el título Práxeis viene a situar estas obras dentro del contexto más amplio de género literario antiguo usado para relatar las gestas de los héroes. Pero, aun admitiendo ciertas semejanzas de los HchAp con esas obras de la antigüedad, subraya también las profundas diferencias y los múltiples aspectos originales que caracterizan a los Hechos Apócrifos. El sabio italiano se remonta incljuso a Homero y a los nóstoi o viajes de regreso, y desciende por las teorías de Isócrates sobre el concepto de historia, así como por los numerosos “Hechos” aparecidos durante la época helenística, incluidas las obras de Jenofonte.

Para estos relatos antiguos, también estuvo en uso la denominación de períodoi (viajes o peregrinaciones). Pero era una denominación descriptiva más que un título propiamente dicho. Focio, en el código 114 de su Biblioteca, habla precisamente de la colección de los llamados viajes (períodoi) de los apóstoles, entre los que se encontraban los Hechos (Práxeis) de Pedro, Juan, Andrés, Tomás y Pablo. Lo cual quiere decir que, para el erudito patriarca, aunque el conjunto llevara el epígrafe genérico de períodoi, las obras allí contenidas se denominaban Práxeis (Hechos).

En consecuencia, sin negar la existencia de un género literario antiguo de semejantes características, hemos de reconocer con C. Schmidt que el título mismo de Hechos pudo haber sido tomado del libro canónico de los Hechos de Lucas. De ahí que, por muchas y graves que sean las diferencias entre los HchAp y los Hechos canónicos, el título no deja de evidenciar la intención de sus autores y de los receptores de la tradición de referirse a una obra similar, cuando menos, a la obra de Lucas.

Como tendremos ocasión de comprobar en otro día, la estructura de los HchAp viene a ser coincidente con la de los Hechos canónicos: viajes de evangelización llevados a cabo por un apóstol de Jesús, discursos programáticos, milagros, escenas bautismales y eucarísticas, procesos ante los tribunales. Y todo, precedido por una posible y o probable escena de reparto o sorteo de las tierras de misión tal como aparece en HchTom 1 y en el Martyrium Prius de Andrés. Una misión que implica viajes por todo el mundo según la recomendación que los apóstoles reciben de Jesús (Mt 28,19; Mc 16,15ss; Lc 24,47; Hch 1,8).

Era una tradición conocida ya por Orígenes según la cita que recoge Eusebio de Cesarea en su Historia de la Iglesia III 1-3. Los apóstoles, protagonistas de los HchAp, se consideran responsables de una misión recibida de Jesús y tratan de cumplirla viajando, predicando, haciendo milagros como confirmación de su autoridad y de la de su doctrina. Era, además, la forma de evangelizar practicada por Jesús, que “recorría toda la Galilea enseñando…. predicando…, curando toda enfermedad y dolencia” (Mt 4,23; 9,35).

Saludos cordiales. Gonzalo del Cerro


Jueves, 16 de Julio 2009



Hoy escribe Antonio Piñero

Continuamos con la figura del “mesías” como Hijo del Hombre en el Libro de las Parábolas de Henoc. Para dibujarlo , el autor recoge también una tradición especial que está emparentada con la que aparece en el libro de la Sabiduría 4,10-14. Recordemos este pasaje:

« “10 Agradó a Dios y fue amado, y como vivía entre pecadores, fue trasladado. 11 Fue arrebatado para que la maldad no pervitiera su inteligencia o el engaño sedujera su alma; 12 pues la fascinación del mal empaña el bien y los vaivenes de la concupiscencia corrompen el espíritu ingenuo. 13 Alcanzando en breve la perfección, llenó largos años. 14 Su alma era del agrado del Señor, por eso se apresuró a sacarle de entre la maldad”. »

Igualmente, según esta misma concepción, Henoc es elevado por Dios al cielo y allí es declarado “Hijo del Hombre”. Como el autor de las Parábolas parece inspirarse en el Libro de Daniel, lo que quiere decir es que Henoc es constituido por Dios “señor y mesías”, ese mesías misterioso del Libro de Daniel, que es sólo mesías porque está junto a Dios (no se explica exactamente cómo). Obsérvese en el pasaje que vamos a transcribir que (el concepto) de Hijo del Hombre –como ya advertimos- existe previamente ante Dios:

« “Y ocurrió que estando aún en vida fue asunta la persona de Henoc ante ese Hijo del Hombre y el Señor de los espíritus, lejos de los que moran en la tierra. Y ascendió en el carro del espíritu y salió su persona ante ellos” (70,1-2) »

Inmediatamente, sin solución de continuidad, habla Henoc en primera persona:

« “Desde aquel día no fui contado entre ellos (los ángeles) y el Señor me puso entre dos puntos cardinales, norte y occidente, donde ya los ángeles domaban medidas para medirme el lugar de los elegidos y los justos” (70,3). »

Vuelve la descripción en tercera persona:

« “Y el Espíritu arrebató a Henoc a lo más alto del cielo… vi innumerables ángeles… y a Miguel y Rafael… y con ellos al ‘Principio de Días’ cuya cabeza era blanca y pura como lana y su vestidura, indescriptible…” (71,5-10). »

Dios es dibujado como en el Libro de Daniel, como un anciano venerable con cabellos blancos… una imagen que perdura hasta hoy. Cuando Henoc está ante el trono de ese “Principio de días”, toma la palabra el ángel que lo acompañaba y en nombre de Dios le dice:

« “Tú eres el Hijo del Hombre que naciste para la justicia; ella ha morado en ti y la justicia del Principio de días no te dejará” (71,14). »

Es decir, Henoc –como persona de carne y hueso, aunque ya en el cielo junto a Dios, es investido de las prerrogativas que existían antes previamente, pero aún sin concretizarse en una figura concreta. La consecuencia es que Henoc -desde ese momento- será el que presida el reino de Dios, inaugurado al parecer por Éste. Implícitamente se supone que Henoc baja a la tierra investido de los poderes del Hijo del Hombre. El ángel añade:

« Dios invoca para ti la paz en nombre del siglo venidero (el reino mesiánico), pues de Él ha salido al paz desde la creación del mundo, y así será contigo por los siglos de los siglos. Todos (los humanos) marcharán por tu camino, no dejándote la justicia nunca. Contigo será su morada, contigo su suerte, y de ti no se separarán por los siglos de los siglos. Habrá así largura de días (el reino mesiánico durará mucho sobre la tierra) en la época de ese Hijo del Hombre, y tendrán los justos paz e irán por el camino recto en nombre del Señor de los espíritus eternamente” (71,15-17). »

Da toda la impresión, a pesar de la obscuridad intrínseca de este texto que mira hacia el futuro, que Henoc se transforma por voluntad divina en Hijo del Hombre. Es decir, el mesías encarnado en el cuerpo celeste de Henoc.

Toda esta tradición, que es puramente judía, se plasmará con más claridad si cabe en un libro posterior, un desarrollo del ciclo de Henoc, que conocemos como Libro III de Henoc, o Henoc hebreo (Apócrifos del Antiguo Testamento, vol. IV, pp. 221-294).

En ese texto Henoc aparece de nuevo como el “Elegido” y se transforma en una especie de ángel, que se sitúa inmediatamente detrás del trono del Altísimo. De ahí viene su nombre, que se pronuncia en griego dentro de la tradición hebrea, que es “Metatrón” (un indicio de que estas doctrinas se transmiten tanto en griego para los judíos helenizados- como en hebreo: pra los judíos de Israel). Metatrón, qunque es un ser humano, ejerce las funciones de virrey celeste del Altísimo. Se logra así que Dios intervenga en la historia (sobre todo de Israel), pero que al mismo tiempo conserve su trascendencia.

El juicio de Dios y su mesías tiene dos momentos, como veremos en la nota siguiente.

Saludos cordiales de Antonio Piñero.
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Miércoles, 15 de Julio 2009

Hoy escribe Antonio Piñero

Continuamos con la figura del “mesías” como Hijo del Hombre en el Libro de las Parábolas de Henoc. Debemos recordar que la fecha de este apócrifo judío es insegura: oscila entre mediados del siglo I a.C. hasta finales del siglo I d.C. Ello tendrá consecuencias para valorar su posible influencia en las concepciones cristianas.

Esta suerte de mesías que pinta el desconocido autor de Las Parábolas de Henoc presenta una teología que es muy conocida para los cristianos, aunque sea puramente judía: él es el receptáculo de todos los dones divinos y en él habitan los espíritus de sabiduría, fuerza y justicia:

« “En él moran el espíritu de sabiduría, e espíritu de entendimiento, el de enseñanza y fuerza y el espíritu de los que han fallecido en la justicia” (49,3). »

Henoc pregunta al ángel que le acompaña en su viaje celeste qué significan siete montañas de metal que ha visto. Y responde el ángel:

“Todas estas cosas que has visto serán para el poder del mesías, para que sea fuerte y se enseñoree de la tierra […] Ocurrirá en los días (del gobierno del mesías) que no se salvará nadie con oro ni plata, ni podrá escapar. No habrá hierro para la guerra, ni nada que ponerse como peto, ni servirá el bronce, ni el estaño valdrá o contará, ni se querrá el plomo. Todas estas cosas serán deshechas y habrán de desaparecer de la faz de la tierra, cuando aparezca el Elegido ante la faz del Señor de los espíritus” (52,3.6-9).

Como se ve, este mesías instaurará un reino de paz en la tierra, pero a la vez lo dominará todo: es un mesías pacífico y guerrero a la vez.

Este mesías actúa como revelador de los tesoros celestiales que Dios quiere que se sepan al final de los tiempos:

« “Éste es el Hijo del Hombre, de quien era la justicia y la justicia moraba en él. Él revelará todos los tesoros de lo oculto, pues el Señor de los espíritus lo ha elegido, y es aquel cuya suerte es superior a todos eternamente por su rectitud” (46,3). »

El mesías es también el vindicador, el que defiende a los justos frente a los pecadores.

« “Vi la morada del Elegido bajo la égida del Señor de los espíritus y todos los justos y escogidos resplandecían ante él como luz de fuego y sus bocas estaban llenas de bendición… la justicia anta él no se agotaba ni la verdad cesaba junto a él” (39,7) »

« “Él servirá de báculo a los justos para que en él se apoyen y no caigan; él es la luz de los pueblos, y él será esperanza de los que sufren en sus corazones. Caerán y se prosternarán ante él todos los que moran sobre la tierra y bendecirán, alabarán y cantarán el nombre del Señor de los espíritus” (48,4-5) »

« “Los rostros de los justos brillarán de júbilo, pues en esos días el Elegido se habrá alzado y la tierra se alegrará; los justos morarán sobre ella y los elegidos por ella irán y andarán” (51,5). »

Otra función propia de este mesías es la de juez: sentado en su trono de gloria, juzgará tanto a los hombres como a los ángeles:

« “Reyes poderosos que habitáis la tierra: habréis de ver a mi Elegido, sentado en el trono de mi gloria, juzgar a Azazel (El Diablo), a toda su compañía y toda su hueste, en nombre del Señor de los espíritus” (55,4) »

« “Y se sentó (el Hijo del Hombre) en su trono de gloria, y le fue dada la primacía del juicio, y quitará y aniquilará a los pecadores de la faz de la tierra y a los que corrompieron el mundo” (69,27) »

“El Señor de los espíritus colocó al Elegido sobre el trono de su gloria, y juzgará todas las acciones de los santos en lo alto del cielo… cuando alce su rostro para juzgar su ocultos caminos[…]. Así ha ordenado el Señor a los reyes, poderosos y encumbrados que habitan la tierra: ‘Abrid los ojos y levantad vuestras frentes a ver si podéis conocer al Elegido’. El Señor de los espíritu está sobre su trono glorioso, el espíritu de justicia fluye sobre el Elegido, y la palabra de su boca matará a todos los pecadores e inicuos, que desaparecerán de la faz de la tierra” (61,8-9; 62,1-2)

Obsérvense las evocaciones de este texto y las concomitancias con lo que leemos sobre Jesús como Hijo del Hombre en el Evangelio de Mateo, cap. 25,31ss cuando juzga, sentado en su trono, a las ovejas y cabritos = los justos e injustos…

A la verdad, surge espontáneamente la pregunta: ¿quién se inspiró en quién? ¿Mateo del anónimo autor de Las Parábolas? O ¿a la inversa? No es fácil responder.


Seguiremos. Saludos cordiales de Antonio Piñero.
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Saludos de nuevo.





Lunes, 13 de Julio 2009
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Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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