NotasHoy escribe Antonio Piñero Hoy le toca el turno a un libro de John Riches, director del Departamento de Estudios bíblicos de la Universidad de Glasgow, cuyo título coincide con el de la postal de hoy. Opina Riches que Jesús fue ante todo un gran profeta y un innovador religioso. Como otros personajes grandes de este estilo, sus palabras y obras trascienden su propia época. En Jesús es esto evidente. Su figura ha penetrado en el más allá temporal y espacial de su Galilea natal, porque Jesús percibió hasta cierto punto mundos nuevos y tiempos nuevos, situados más allá de lo que podían imaginar la inmensa mayoría de sus contemporáneos. He aquí la ficha completa del libro: John Riches, El mundo de Jesús. El judaísmo del siglo I en crisis (Colección “En torno al Nuevo Testamento, 20). Editorial El Almendro, Córdoba, 195 páginas, segunda edición de 2003. ISBN: 84-8005-026-8. Adquirible en la web de la editorial. Uno de los problemas diarios con los que se encuentra uno, por ejemplo en sermones y homilías, es que el clérigo de hoy interpreta normalmente a Jesús fuera del contexto en el que surgió y le hace proferir palabras o expresar sentimientos e ideas que son auténticamente imposibles, aunque tuviera Jesús perspectivas más amplias que las de sus contemporáneos. Esas extrapolaciones corrientes sólo tienen valor en el mundo de la interpretación puramente teológica; no suelen tener fundamento histórico alguno, suelen ser un tanto arbitrarias aunque provistas sin duda de buena voluntad y, en mi opinión, dicen muy a menudo de Jesús lo contrario de lo que habría dicho él si hubiera vivido en el siglo XXI. Para evitar este peligro el autor examina en el presente libro el contexto social, económico político y cultural del judaísmo palestinense del siglo I que, debido a la ocupación romana, Había experimentado una gran crisis de erosión intelectual. La primera parte (contexto social, económico político) es brevísima y apenas dice más de lo que se encuentra en muchas obras de introducción al entorno del siglo I, por ejemplo, en “Año 1. Israel y su mundo cuando nació Jesús” (Madrid, Edit. Laberinto, 2007). El autor lo sabe y prácticamente lo da por sobreentendido. Comienza de verdad el libro cuando aborda en la p. 47 el tema de la unidad y diversidad del judaísmo desde el siglo III a.C. hasta la época de Jesús, y se centra en los cambios sufridos por la religión judía desde la época macabea y en la síntesis y exposición del credo básico de cualquier tipo de judaísmo del siglo I, incluido el de la Diáspora. Para mí lo verdaderamente original de este libro es cuando compieza a exponer los grupos de pensamiento y acción en ese siglo I y los compara con el ideario de Jesús. Lo normal en los libros que tratan del entorno de Jesús (por ejemplo el de Hans Josef Klauck (Die religiöse Umwelt des Urchristentums, "El entorno religioso del NT", Kohlhammer, Stuttgart, 1995, y el de E. Ferguson, Backgrounds of Early Christianity, "El trasfondo del cristianismo primitivo", Grand Rapids, 1989) es explicar brevemente el pensamiento de saduceos, fariseos más celotas, como subrama de los esenios y fariseos, y esenios mismos, y dejar que el lector efectúe mentalmente la comparación de todos éstos con la figura y el pensamiento de Jesús. Pero Riches efectúa la comparación él mismo. Además otro hecho importante que no suele aparecer en los mencionados libros que tratan del “entorno del siglo I”: el autor considera sistemáticamente el pensamiento de Juan Bautista y su posible grupo y lo compara de igual modo con el de Jesús. Riches actúa también de otra manera a la usual en el proceso comparativo, manera que me parece original y que obliga al lector a profundizar en el pensamiento de los grupos judíos intensamente religiosos y comprometidos que convivieron con Jesús. Escoge cuatro temas y va analizando y comparando el pensamiento de los grupos religiosos judíos arriba mencionados, y contrastándolo con el de Jesús. Luego intenta situar a éste dentro de ese panorama señalando y argumentando a quién se parece más la teología del Nazareno, de quién disiente más o qué novedades aporta a la imagen del judaísmo de ese siglo. Los cuatro temas, nucleares de comparación son los siguientes: a) cómo se entendía el concepto de “comunidad del pueblo (elegido) de Dios”; b) cómo cada grupo establecía sus prioridades religiosas y qué medios empleaba para el cumplimiento de las normas de grupo; c) qué esperanzas escatológicas o de futuro tenía cada grupo; d) cómo entendían la idea del reino/reinado de Dios con especial pensamiento en las concepciones de Jesús al respecto. Para que nos hagamos una idea más clara del sistema de Riches: cuando expone el establecimiento de prioridades y normas de mantenimiento de cada grupo, hace hincapié en el análisis de lo siguiente: a) los saduceos y su deseo de un verdadero culto en el Templo; b) los celotas y los métodos diversos para buscar la independencia nacional; c) Juan Bautista y su predicación de la inminente llegada del juicio y del reino; d) los esenios y el cumplimiento estricto de las “obras de la Ley”; e) Los fariseos y el intento de transferencia del culto del templo a una comunidad local: vida sinagogal y de familia. Todas estas ideas se contrastan con la de Jesús. En cada apartado hay una conclusión particular y luego una general que sitúa a Jesús en cada entrono teológico con especial hincapié en el concepto del Reino de Dios que viene de inmediato. Mi opinión sobre el libro: acepto la originalidad del planteamiento metodológico; me parece bien el intento de expandir y profundizar en el pensamiento de las “sectas judías” del siglo I, concediendo a su pensamiento una mayor extensión de lo que normalmente se hace; me parece excelente la continua atención prestada al ideario teológico de Juan Bautista y a su continuidad y contraste con el de Jesús. Estoy de acuerdo también en que no hay que considerar a Jesús como “una figura celeste venida para revelar misterios y fundar una nueva religión” (p. 168). Por otro lado, no creo que sea acertado ver a Jesús como una parte del proceso de creación de una teología propia dentro de las sectas, pero también y sobre todo “al margen de este proceso” (p. 166). Ello significa potenciar en exceso las diferencias de Jesús con sus contemporáneos y no acaba de explicar cómo el Nazareno pudo atraer a las turbas semi incultas hasta el punto que nos pintan los evangelistas. Por eso a Riches le parece sorprendente, “y en cierto sentido extraña” tal atracción ejercida por Jesús sobre la masas (p. 167). Riches deja en primer lugar en cierta ambigüedad la figura de Jesús de modo “que no podemos hacer nuestro todo lo que dijo el Nazareno (¡!) –de modo que al ser u judío del siglo I en cierta manera será siempre un extraño para nosotros- ni se niega a la vez que su existencia, a pesar de su índole contingente, esté situada dentro de un esquema global que trasciende las historias de determinados pueblos en épocas determinadas” (pp. 168-169). Mas, por otra parte, me parece que Riches idealiza y teologiza al Jesús histórico, según la tradición eclesiástica que se va formando netamente desde finales mismo del siglo I: niega la posible implicación política indirecta del mensaje de Jesús, afirma rotundamente que el reino de Dios por el predicado no es de este mundo, y pasa casi de puntillas por el ideal altamente nacionalista judío que supone la firme creencia de Jesús en un reino de Dios –al menos en su primera fase- implantado en la tierra de Israel, acá abajo, y fundamentalmente sólo para judíos y conversos. La figura de Jesús es presentada por Riches como un ejemplo de ideales humanos, que ciertamente han sido fecundos a lo largo de la historia, pero que creo que pertenecen más al Cristo de la fe que al Jesús de la historia. De todos modos, como casi siempre, hallo valores muy positivos en este libro, expuestos arriba, así como y sobre todo en su original enfoque de contraste por temas y a la profundización, poco corriente en libros de este estilo, en el pensamiento y religiosidad judías del siglo I. Saludos cordiales de Antonio Piñero. www.antoniopinero.com
Martes, 13 de Abril 2010
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Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.
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