CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
Hoy escribe Antonio Piñero



En la introducción a mi segunda obra básica sobre los primeros escritos cristianos, Guía para entender el Nuevo Testamento (Editorial Trotta, Madrid 3ª ed. 2008; la primera es de 1995, y se titula “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos"; escrita con el Dr. Jesús Peláez, Edit. El Almendro), pondero cómo de este libro, el Nuevo Testamento, se venden unos quince millones de ejemplares al año, y cómo cientos de millones de personas (o miles: unos dos mil millones de personas son al menos “cristianos culturales”) hacen de él su lectura asidua y la base de su vida espiritual. Por tanto, me parece que es el libro más importante de Occidente, y quizá del mundo.

No es en absoluto ocioso que le dediquemos unas notas para intentar verlo en su dimensión cultural, desde fuera de la fe, desde la historia, la sociología y hasta cierto punto la filosofía. Desde este punto de vista el Nuevo Testamento debe ser tratado como un libro más de la Antigüedad.

Este libro pertenece por derecho a la historia de la literatura judía helenística en lengua griega y sin más también a la Historia de la literatura griega, porque todo él –y esto lo ignora la inmensa mayoría de las gentes- fue compuesto directamente en griego, no en una lengua semítica, hebreo o arameo y luego traducido. Ni siquiera los evangelios que conservamos, tampoco el Evangelio actual de Mateo, y a pesar de la tradición centenaria que afirma lo contrario (que el evangelio actual deriva de un original hebreo o arameo perdido), no fue compuesto en arameo, la lengua materna de Jesús, sino en griego.

1. El primer punto de vista filológico sobre el Nuevo Testamento ha de ser insistir en la siguiente idea: el Nuevo Testamento es una de las fuentes, históricas en parte, transmitidas por la Antigüedad, entre otras varias, para conocer el siglo I en el Mediterráneo oriental y su efervescente panorama religioso.

Al considerarse al Nuevo Testamento un libro sagrado, “inspirado” para tantísimas personas, hay muchos creyentes que sostienen que a este corpus de escritos no se le pueden aplicar las técnicas utilizadas para la interpretación de otros textos antiguos, no sagrados. Afirman que sus textos sólo deben ser leídos desde la fe. Solamente ésta es capaz de desentrañar el contenido sustancial del Nuevo Testamento, su misterio casi insondable. O también: sólo teólogos profesionales y creyentes pueden extraer de ellos la profunda verdad que contienen.

Pero desde un punto de vista externo y de filosofía elemental utilizar para el Nuevo Testamento las categorías de “misterio casi insondable” o “verdad profunda alcanzable sólo por la fe” sería renunciar al uso de la única facultad que tenemos para conocer, nuestra razón. Además, sería apartar al libro de su condición de fuente histórica para conocer un período importante de la historia del Mediterráneo.

Estas afirmaciones, además, no nos parecen correctas porque si intentáramos fundamentarlas estaríamos razonando en círculo. La base de semejante pretensión sólo podría ser el argumento arriba mencionado a saber

“Estos libros no pueden ser examinados críticamente por ser sagrados. Ahora bien, ¿por qué son sagrados? Porque son la palabra de Dios. ¿Quién lo afirma? La Iglesia con todo su poder sobrenatural. ¿De dónde obtiene la Iglesia este poder? Naturalmente, de haber sido fundada por Jesús tal como afirman estos libros. Por tanto estos libros apoyan su sacralidad en la voz y autoridad de la Iglesia, y ésta fundamenta su poder en que así lo afirman los libros sagrados y en lo ocurrido con Jesús tal como en ellos se cuenta”.

Este razonamiento es perfectamente circular: el carácter sacro del Libro se fundamenta en la Iglesia, y ésta obtiene su autoridad del Libro.

Queda, pues, claro que no podemos admitir este tipo de razonamiento. No es sólo la teología o la fe las que tienen una voz competente para presentar ante el lector del siglo XXI la plenitud de sentido del Nuevo Testamento, sino sobre todo la investigación literaria, la filología y el conocimiento de la historia de la época. Las afirmaciones teológicas entran también de lleno en el campo de la investigación de la historia antigua, en concreto de la historia de las ideas, y por ello no se escapan de las leyes científicas que rigen una indagación estrictamente histórica.

Esta es la razón por la que las obras contenidas en el Nuevo Testamento pueden y deben ser estudiadas sin necesidad de pensarlas obligatoriamente como “inspiradas” y portadoras de una revelación. Desarrollaremos un tanto algunos de los puntos que se desprenden de esta consideración del Nuevo Testamento como fuente para la historia antigua a lo largo de esta conferencia.

Seguiremos. Saludos cordiales de Antonio Piñero.
www.antoniopinero.com

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En el otro blog de “Religiondigital”, el tema es:

“Otros métodos de estudio del Nuevo TEstamenteo a vista de pájaro”
Saludos de nuevo.


Viernes, 2 de Abril 2010


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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